15 de junio de 2015. Comitán de Domínguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari
286 LA REVISTA QUE HABLA DE VOS
Un cuento simple Arenilla El libro de Monelle David Tovilla
En un mundo llamado Arana
LA REVISTA QUE HABLA DE VOS
5.- EDITORIAL
CONTENIDO
10.- ZAGUĂ N Arenilla: Un cuento simple
13.- PATIO El libro de Monelle David Tovilla
19.- BALCONES Fotogramas parlantes
26.- SITIO En un mundo llamado Arana
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EDITORIAL A veces se emprenden proyectos, con la necesidad de servir, de contribuir a la sociedad. Cuando esos proyectos llegan al fin de su ciclo, es asombroso ver cómo han dejado una semilla que tarde o temprano termina germinando. El 15 de junio de 1996, salió a la luz pública el boletín “Imaginarte” en una hoja tamaño carta de distribución gratuita con anuncios y comerciales de temas turísticos y culturales, siendo los editores el Ing. Xavier González Alonso y Lourdes de la Vega Román. Actualmente ha dejado de publicarse este boletín, pero sigue siendo un referente de pasión y constancia.
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UN CUENTO SIMPLE
ARENILLA Esta es una historia sencilla, casi simple. Habla de un perro. Un perro que, de cachorro, tuvo un hogar. Ah, qué alegre se ponía el cachorro cuando su ama, una niña de doce años, lo llamaba. “Nico, Nico”, gritaba la niña desde la puerta del zaguán y Nico brincaba, movía la cola y ladraba de gusto. Nico (cachorro al fin) rascaba una y otra vez la barda hecha con tablones de madera. “Nico, Nico”, la niña volvía a gritar, mientras, ya en la sala de la casa, dejaba su mochila e iba al sitio, donde el cachorro ladraba y rascaba el tablón de madera. “Nico, Nico”, decía la niña, mientras caminaba con rumbo a donde había una baranda. La niña colocaba sus manitas sobre el borde de la baranda, se ponía de puntillas y miraba al perrito que movía su cola como un rehilete. Entonces, la niña abría la verja y Nico saltaba sobre ella. La niña reía, abrazaba a su perrito y le decía cosas cariñosas como: “Nico, Niquito, sos el chuchito más bonito”; “¿A qué no adivinás qué te traje, perrito de los mil soles?”, y, entonces, ella le daba una croqueta especial, que era una croqueta común, pero que le había untado un poco de mermelada de fresa. Ah, porque el postre favorito de Nico era la mermelada, y la de fresa la prefería entre todas las demás mermeladas del mundo. Nico era feliz en aquella casa. El papá de la niña también lo amaba, dejaba que Nico, a las seis de la tarde, entrara a la casa y se acostara en la alfombra de la sala. Ahí se estaba, recostado al lado de la niña, hasta que ella terminaba de ver el programa de caricaturas. En cuanto la niña apagaba la televisión, Nico abría el hocico para que la niña le pusiera el control remoto entre los dientes y el cachorro se paraba en espera de que la niña, con voz de general, alzara el brazo y dijera: “Al ataque”, el cachorro daba una vuelta a la mesa de centro y luego se paraba de manos y depositaba el control al lado de una caja pintada de Olinalá que su mamá había traído de un viaje. Nico era feliz en aquella casa. La mamá de la niña también lo amaba, dejaba que Nico, a las ocho y media de la noche, acompañara a la niña a su recámara. Nico se echaba al lado de la cama y, con la cabeza sobre las manitas, esperaba que la mamá acercara una silla y leyera el cuento de la noche. A veces, el perro movía las orejas de un lado para otro, como si estuviera pendiente de lo que iba a suceder a la hora que el ratón subiera a lo alto de la alacena y, al querer tomar una galleta, “se viene, se viene, se viene” decía Elías, su amigo gato, pero antes de que cayera con toda su humanidad de roedor (bueno, esto de humanidad es una exageración) Arcadia, la cotorra australiana, volaba y lo detenía un centímetro antes de que hiciera cataplum. Cuando la niña cerraba los ojos y dormía, el cachorro se paraba
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Zaguán
LA REVISTA QUE HABLA DE VOS y veía cómo la mamá metía las manos de su hija debajo de las colchas y apagaba la luz del buró. Ambos salían sin hacer ruido. La mamá cerraba la puerta y le decía a Nico que ya era hora de dormir, pero antes, Nico saltaba sobre los muslos de la mamá y ésta iba a la cocina, sacaba un puño de croquetas y se las dejaba en el contenedor que siempre estaba al lado de la entrada del estudio del papá de la niña, al lado del otro contenedor (el de color amarillo) que siempre tenía agua, porque a Nico le gustaba mucho beber del agua limpia de ese traste. Como ya se dieron cuenta, esta es una historia sencilla, casi simple. Cuenta la historia de un perro que un día tuvo un hogar. El perro se llama Nico. Ahora Nico ya no está en casa. El día que un hombre lo raptó ese día cambió su historia. Uf, ni se diga lo que sufrieron la niña y los papás de la niña. La primera noche, cuando la mamá acercó la silla para contarle el cuento, la niña preguntó, con lágrimas en los ojos: “¿Regresará Nico, mamá, regresará?”, y la mamá, también con los ojos aguados, dijo: “No lo sé, hijita, no lo sé”. “¿Rezamos para que aparezca?”, dijo la niña con su vocecita de hoja seca. Esa noche no hubo cuento. Y si no cuento más de la historia es porque prometí contar una historia sencilla, casi simple y no una tragedia, la historia de un perro que se llama Nico. ¿Se llamaba?
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El libro de Monelle
David Tovilla
Grandes obras surgen de la melancolía. Marcel Schwob escribió un texto extraordinario para superar la muerte de su amada: una menor de oficio prostituta consumida por la tuberculosis. “El libro de Monelle” es uno de esos raros libros articulados por la emoción. Es como haber logrado concentrar en él la totalidad de elementos vividos en la circunstancia. Homenaje, recreación, síntesis, examen. El peso de una circunstancia transmutada en letras indestructibles. “El libro de Monelle” se constituye por tres bloques: “Palabras de Monelle”, “Las hermanas de Monelle” y “Monelle”. La primera es la más impactante, inolvidable. La segunda es un juego de vivencias entrelazadas con lecturas clásicas de infancia y adolescencia. La tercera son palabras para purificar de una presencia, dejar cada detalle presente y ausente en su sitio. Así, el primer bloque debía titular todo el texto porque constituye un apartado especial. Su ritmo y construcción es diferente a todo lo que le sigue. Lo demás son narraciones. “Las palabras de Monelle” se plantea en una prosa poética vigorosa. En el supuesto discurso de la extinta se plantean temas esenciales: la destrucción, la formación, los dioses, los momentos, la vida y la muerte, las cosas muertas, las acciones, las palabras. Los admiradores del texto chino clásico “Tao Te Ching” con seguridad encontrarán ese modelo en la manera de exponer de Marcel Schwob. Sólo que las reflexiones no
LA REVISTA QUE HABLA DE VOS tienden a la contemplación si no a un ejercicio dialéctico, que incluye anverso y reverso. Véanse algunas líneas de la versión de Jesús Munárriz, en la editorial Hiperión: “Monelle se calló y me miró: Yo he salido de la noche, dijo, y volveré a la noche. Porque también yo soy una niña prostituta. Volveré a la noche; porque es necesario que me pierdas, antes de que me encuentres. Y si me encuentras, volveré a escaparme de ti. Tú mismo me encontrarás y yo misma me encontraré; y tú me perderás y yo me perderé. Porque yo soy la que se pierde apenas se encuentra. Porque todas las cosas son fugitivas; pero Monelle es la más fugitiva. Olvídame y te seré devuelta”. O bien: “No te asombres de nada por su comparación con el recuerdo; asómbrate de todo por la novedad de su ignorancia. Asómbrate de todo; porque todas las cosas son diferentes en la vida y parecidas en la muerte. Construye en las diferencias; destruye en las similitudes. No te dirijas hacia las permanencias; no existen ni en la tierra ni en el cielo”. Para situar el surgimiento de “El libro de Monelle”, hay que conseguir una película aún no comercializada en México: “Casa de tolerancia (L’Apollonide)” de Bertrand Bonello. Las modernas herramientas tecnológicas permiten encontrar esta insuperable cinta sobre la dinámica de la prostitución en Francia, a finales del siglo XIX. Ese es el mundo en que Marcel Schwob inmortalizó a la ninfa Monelle, en 1894. La equivalente francesa de la muy popular Lolita de Vladimir Nabokov, de 1955.
http://davidtovilla.blogspot.mx/ 14
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FOTOGRAMAS PARLANTES
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Balcones
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A ver si los de la Compañía Artística Tenam nos invitan a bailar la danza de los machetes. ¡Ya estamos listos!
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- ¡Hombre!, si se ve usté bien machote. No sos´té de por estos rumbos, ¿verdad?
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¡Paz interior! ¡Hija de la chingada! ¿Vas a venir a mí o querés que vaya por vos?
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- ¿Segura que no tenés ninguna enfermedad venérea? -Por eso recomiendan el uso del globito. Vos, dejate querer.
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Con este mi aparatito puedo ver a las comitecas chulas, mientras van al mandado.
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Yo vivo en un mundo llamado Arana Yo vivo en un mundo llamado Arana. En Arana no se toleran las grietas. Por esto, uno de los oficios más apreciados es el de resana grietas. Como en cualquier oficio, también en el de resana grietas, hay niveles. Hay gente que se especializa en resanar las grietas de las paredes; otros son expertos en resanar las grietas de los caminos; unos de los más buscados son los que tienen estudios de doctorado en arreglo de grietas de rostros; y hay quienes han dedicado su vida a resanar las grietas del espíritu. Como ya se habrán dado cuenta, estos últimos son los más reputados. Alcanzar el grado de resanador significa estar a la altura de los más sublimes maestros del Universo. Se dice que quien es un buen resanador en la Tierra, cuando muere se convierte, de inmediato, en resanador del espacio. Si el Universo no tiene muchas fracturas es gracias al trabajo concienzudo de miles y miles de resanadores. Con lo único que sí no pueden los resanadores es con los agujeros negros. Cuando el primer resanador se ensoberbeció por su oficio, el agujero negro lo tragó y hasta la fecha sigue en la relación de sabios extraviados. Se extravió en su sabiduría. Quien duda de la grandeza de este oficio no ha reparado en el brillo de la propia palabra: resana. ¿Ya escucharon cómo suena? ¡Resana! Ahora, su prodigio no sólo está en el brillo de su sonoridad, sino en la elongación de su concepto. Este oficio no sólo sana sino que resana. Cuando uno de los resanadores muere, de inmediato la gente de Arana toma un pico y abre una grieta en la pared de su casa. Entonces, los resanadores vivos llegan y cubren el hueco. Cada que una grieta es resanada, la marimba entona una diana con chin chín y la cohetería ilumina el cielo de Arana. Estas luces de cohetes simbolizan a las luciérnagas que hacen un bullicio para recibir con gusto al nuevo resanador del Universo.
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