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22 de noviembre de 2015. Comitán de Domínguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari

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Arenilla : Lectura de una fotografía con mensaje para necios

En un mundo llamado Arana

Fotogramas parlantes

Terrorismo: teatro con mensaje David Tovilla


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5.- EDITORIAL

CONTENIDO

10.- ZAGUÁN Arenilla: Lectura de una fotografía con mensaje para necios

13.- PATIO Terrorismo: teatro con mensaje David Tovilla

20.- BALCONES Fotogramas parlantes

25.- SITIO En un mundo llamado Arana

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EDITORIAL

Cuando se crean grupos de discusiรณn entre alumnos y adultos pueden obtenerse resultados sorprendentes. Sin duda, los jรณvenes se plantean diversas preguntas. Las personas con mรกs experiencia pueden dar su punto de vista y ampliar el panorama de cada muchacho. Sin embargo, todo lo que nos rodea es una respuesta a la vida. Cada persona tiene un testimonio, un aprendizaje que compartir. Cuando se comparten experiencias de vida algo en el universo hace que el rompecabezas se vaya armando. Cuando los jรณvenes se interesan por aprender de los mayores sin perder sus ideales, sino reforzรกndolos, la vida fluye.

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LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA CON MENSAJE PARA NECIOS ARENILLA ¡Ay, la necedad de algunos! ¿De verdad, los necios no entienden? Este negocio comiteco debió colocar un mensaje dirigido a los necios que no entienden que esa grada del negocio no es para sentarse. Ya imagino la escena con los necios. Y la imagino, porque esta negociación está al lado de un local donde venden hamburguesas. Es fácil imaginar la escena: la señora, entrada en kilos, con un trasero respetable, se acerca al carrito y pide una hamburguesa doble a la mujer, igual de rechoncha, sudada, que prepara las hamburguesas. La parrilla está llena de grasa, los olores de la carne son como niebla y van de un lado a otro de la calle. Los vegetarianos y las embarazadas se tapan la nariz porque el olor es desagradable; los carnívoros se soban el estómago y dicen que tienen hambre. Quienes son débiles en voluntad, igual que la señora, se acercan al carrito y piden una hamburguesa hawaiana, con un trozo de tocino. Cuando la hamburguesa de la señora, entrada en kilos, está lista, la cocinera la coloca en un plato de unicel y, a cambio de veinte pesos, la entrega. La señora pide un refresco y, como en acto reflejo, busca dónde sentarse. Y he aquí que, por obra de San Wich (que, dicen los irrespetuosos, es el santo abogado de los gordos), la mujer advierte esa grada que pareciera dispuesta para que ella pueda asentar su trasero desparramado. Se le hace tan natural y de tan buen gusto que, saluda al propietario del negocio, y se sienta así, como si estuviese en el andador San José y se sentara ante una mesa del restaurante La Techumbre. Y es que es tan agradable comer frente a la calle, porque se puede ver la gente que por ahí camina y los carros que transitan. Mientras la mujer le da la primera tarascada a la hamburguesa que escurre aceite por todos lados, el propietario del negocio le dice que ahí no puede sentarse, que está prohibido, que ese espacio es la entrada para su negocio y que la señora interrumpe el paso. La mujer pronuncia algo que suena como Mmmm, sí, mmmm, pero no se levanta. La esposa del dueño del local, con esa clásica ironía de las mujeres comitecas cuando están enojadas, dice (viendo hacia otro lado): “Vamos a mandar a llamar a la grúa para que la saquen”, pero la mujer (que tiene cabús de tren que transporta cerdos) sigue dándole con fe a la hamburguesa. La mujer no sólo se ha manchado de aceite las manos y parte de su blusa, sino que también ha manchado el piso (con losetas amarillas), porque a la hora que el aceite se ha escurrido en todos sus dedos, ella, con indiferencia fingida, ha limpiado su mano sobre el piso. Esta acción ha aceitado el piso y llenado de polvo la mano de la mujer que, con fruición, sigue entrándole a la hamburguesa que ya está a punto de ser consumida en su totalidad. “¡Qué necia es la gente!”, dice la esposa del dueño del local, en voz alta. La mujer come hamburguesa que se ve no se crió en buena cuna habla con la boca llena y dice algo que suena como “Sí, la gente

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Zaguán


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es muy necia y pendeja, no deja comer a una con tranquilidad” y se lleva a la boca el último fragmento de la hamburguesa, se chupa los dedos y luego vuelve a limpiar sus manos sobre los mosaicos amarillos de la negociación; se levanta, se alisa la falda y lanza un eructo que, en la cultura árabe significaría un acto de satisfacción, pero que en la cultura comiteca significa una afrenta que obliga a la esposa del dueño a lanzar la última imprecación: “¡Necios!”. Sí, la necedad es la madre de todos los hijos que no entienden. Por esto, el dueño del negocio se vio precisado a colocar un mensaje, escrito en comiteco para ver si así ¡lo entienden!: “Entendé, respetá. No te sentés”. Pero ya se sabe que ante una prohibición, el deseo de infligir la norma se apodera de los espíritus más zafios. ¡Ah, la necedad! Los necios son muy firmes en sus comportamientos ingratos. Acá se nota que si bien el tipo no se sentó, sólo para mofarse, pasó a dejar la lata vacía del jugo que tomó. El espacio lo convirtió en un basurero.

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Terrorismo: teatro con mensaje

David Tovilla

“Las ansias de exhibición propias del fenómeno terrorista han facilitado que se compare el terrorismo con el teatro. El terrorismo está pensado para llamar la atención y dirigirla hacia un grupo identificable con unos motivos determinados. El delito así se convierte en una exigencia, en una amenaza, en un mensaje encubierto y en un espectáculo. Todo muy parecido al teatro, porque el terrorismo es un teatro con mensaje” apunta Luis Veres, de la Universidad de Valencia en la ponencia “Iconografía y culto a la representación: terrorismo y comunicación”, en el Libro de Actas del Primer Congreso Internacional de Ética de la Comunicación. Imposible dejar de recordar, pensar y citar este lúcido trabajo ante los sucesos en París y, un poco antes, el derribo de un avión ruso que asesinó a doscientas veinticuatro personas. En el siglo XXI, la actividad terrorista ha superado todos los antecedentes. Ahora, el asesinato es cuantitativo, masivo, proporcional a un mundo más comunicado. Todo su actuar es escénico, mediático, potenciando con el uso de las redes sociales. Recuérdense aquellos videos de las decapitaciones subidas a YouTube, comentados en septiembre de 2014 (Revista 10. Número 249).

El texto de Luis Veres indica que el teatral del terrorismo no es casual: “Los terroristas

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son tremendamente conscientes de la significación de sus acciones. Es curioso que los propios terroristas son conscientes del impacto mediático que deben tener sus crímenes. Hay que tener en cuenta que en muchos grupos sus responsables no son personas ignorantes, criminales marginados, sino personas con estudios superiores, algunos incluso especializados en publicidad, incluso conocedores de la semiótica (ciencia que estudia los diferentes sistemas de signos que permiten la comunicación entre individuos, sus modos de producción, de funcionamiento y de recepción)”. La lógica del terrorismo permanece inalterable. El fondo es el mismo. La forma, ahora, es más espectacular, terrible. Van por decenas y cientos. Generan ríos de sangre: “Los grupos terroristas, como se puede observar son conscientes de que el terrorismo en sí mismo es una noticia de carácter político que se distancia mucho de cualquier otro delito. Dicha diferencia radica en sus vinculaciones políticas. Como señalaba Roland Barthes, al hablar del asesinato, “si es político, es una información, si no lo es, es un suceso”, porque el asesinato político necesita un campo de definición y de reflexión mucho más amplio que el del simple crimen. Una nueva esfera de significación, por tanto, aúna nuevos sentidos al significado primario del crimen en sí, esfera formada por el contexto social e histórico, por la situación del conflicto y sus protagonistas, por sus antecedentes y sus consecuencias. Todo ello está ausente en el asesinato del delincuente ordinario, porque el terrorismo supone una entidad mucho más compleja, un conglomerado humano cuyas pretensiones consisten en distanciar al ciudadano del ritmo y la marcha del Estado, en alejar al hombre de cualquier lógica y de cualquier meta que sea ajena al propio grupo terrorista.” Luis Veres consigna aquel referente histórico: “el acontecimiento que llevó finalmente al terrorismo internacional a fijar su atención en la atracción que podían suscitar en los medios de comunicación fue el atentado en los Juegos Olímpicos de Múnich. Este suceso dio comienzo en la madrugada del 5 de septiembre de 1972. Poco antes de las cinco de la mañana ocho encapuchados


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pertenecientes a una facción de la OLP denominada Septiembre Negro (OSN) entraron en los dormitorios de los atletas olímpicos de la delegación de Israel. Fueron asesinados dos de ellos y se tomaron como rehenes otros nueve. La policía rodeó el lugar. Las exigencias de los terroristas consistían en la liberación de doscientos treinta y seis presos palestinos en cárceles israelíes y, además la liberación de cinco presos alemanes entre los que se encontraban los renombrados Andreas Baader y Ulrike Meinhof, fundadores del grupo terrorista alemán Fracción del ejército Rojo. También exigían ser trasladados a cualquier país árabe, excepto a Jordania o Líbano. Después de una intensa negociación de quince horas, se acordó que los terroristas, junto a sus rehenes, serían trasladados en dos helicópteros a la base alemana de Fürstenfeldbruck. De allí un avión los conduciría a El Cairo, en donde se pretendía realizar el intercambio de presos y rehenes. Desde la capital egipcia, los terroristas podrían desplazarse adonde quisieran. A las 10.35 de la noche, al llegar a la base militar alemana, dos terroristas se aproximaron al avión elegido por la policía. Se produjo un tiroteo en el que fueron abatidos tres terroristas. Sus compañeros, en medio de la confusión, viéndose traicionados por la policía, comenzaron a matar rehenes. Después llegó el silencio y una larga espera. A la 1.30 de la madrugada, el resto de terroristas se rindió y fueron detenidos. Habían matado a todos los rehenes y a un policía alemán. Aparentemente, los terroristas habían fracasado, pero ya se sabe que tras la apariencia muchas veces se sitúa la verdad. Y en Múnich no sucedió


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otra cosa, porque Septiembre Negro consiguió durante muchas horas llenar las parrillas televisivas con una audiencia muy superior al resto de noticias emitidas en ese espacio de tiempo: cuatro mil periodistas de prensa y radio y dos mil reporteros de televisión que se habían desplazado a Múnich para cubrir el acontecimiento olímpico, no informaron sobre los juegos, sino sobre las operaciones de Septiembre Negro. Se calcula que la cuarta parte de la población mundial se enteró de estos hechos.” Si en 1972, todo el mundo se enteró del asesinato de diecisiete atletas, es de imaginarse la difusión que tiene, en la actualidad, un ataque en pleno centro de una de las ciudades capital más visitada del orbe para ultimar a más de cien personas. Los yihadistas lograron su objetivo: ser el centro de toda la atención, a través de cualquiera de los actuales soportes tecnológicos y durante varios días. En México, como el ataque fue en fin de semana largo, el lunes siguiente los noticieros dieron a conocer los pormenores como si acabaran de ocurrir. Esta dependencia del terrorismo de la difusión mediática es el punto nodal señalado por Luis Veres: “En realidad, lo que sí parece evidente es que el terrorismo guarda una estrecha relación con los medios de comunicación y el peligro de esa estrecha relación, que medios de comunicación y terrorismo mantienen, es la certeza de que ese vínculo supone una especie de “simbiosis”, ya que, si bien los terroristas encuentran en los medios el eco deseado para propagar su denominación o su propio mensaje, los terroristas proporcionan, a su vez, el espectáculo que los periodistas necesitan para satisfacer a la audiencia. Wilkinson ha señalado que “cuanto más horribles los crímenes de los terroristas, mayores serán los titulares”. Esta dependencia ha conducido a algunos teóricos a afirmar que, si no existiesen los medios de comunicación, no existiría el terrorismo, ya que “si no hubiera medios masivos, no se producirían esos actos destinados a ser noticia”. Marshall McLuhan es mucho más tajante cuando afirma que “sin comunicación no habría terrorismo”, lo cual les lleva a pensar que el terrorismo es algo consustancial al mundo moderno. Y algo de verdad hay en estas afirmaciones cuando uno se para a pensar en el hecho de que el 11 de septiembre existió para que pudiera ser visto por televisión. La crudeza de los hechos todavía nos horrorizan y nos fascinan, pues la violencia también atrae. Nunca los terroristas de Al Qaeda habrían perpetrado semejante crimen para que pudiera ser visto únicamente en los alrededores de Manhattan, sino que su repercusión venía dada por su aparición en los medios.” Hoy, con la inmediatez y omnipresencia de las redes sociales, el impacto terrorista es efectivo. Desde luego, que las supuestas razones religiosas o políticas, son sólo una narrativa que forma parte de este teatro. La realidad es que, por encima de todo, a los terroristas sólo puede juzgárseles por sus acciones. Quienes comenten asesinatos no son más que asesinos.

www.Davidtovilla.blogspot.com


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FOTOGRAMAS PARLANTES

Balcones


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Así sentís que te ven tus amigas, cuando tenés novio nuevo.

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Lo que todo hombre desea, cuando hay partido de fĂştbol y la mujer no se calla.


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Cuando te das cuenta que a tu amigo no solo le faltan tornillos o no le llega el agua a la azotea, sino que tambiĂŠn tiene problema de piojos.


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¡No te enojés pue´! Sí te voy a dar de mi butifarra, si me invitás de tu pan compuesto.


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Cuando tu amigo encarga pizzas para el coffebreak de la charla: C贸mo disfrutar los platillos regionales de mi pueblo.


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En un mundo llamado Arana Yo vivo en un mundo llamado Arana. En Arana es de lo más común toparse con ángeles. A veces, los niños juegan en los columpios y cuando están en lo más alto, un ángel asoma. Los niños deben esquivarlos, porque, se sabe, los ángeles son ciegos y no poseen radares como sí los poseen los murciélagos. Esta es la razón por la que en los cielos de Arana no sobrevuelan aviones, helicópteros y aves mayores. Las únicas aves permitidas son las gaviotas y pájaros de tallas menores. Las águilas están prohibidas, ya no se diga los pterodáctilos. Hubo un tiempo en que muchas aeronaves aterrizaban en el aeropuerto de Arana, pero el día en que un ángel fue encontrado deshecho en la turbina de un Delta, las autoridades decretaron zona prohibida de vuelos. El aeropuerto se cambió de nombre y de vocación, actualmente es un refugio para ángeles de la tercera edad; es decir, para ángeles que tienen más de trescientos treinta y tres años. Los ángeles de Arana pasan por tres etapas bien definidas. Su etapa inicial (de 0 a 100 años de edad) es una etapa de juegos. Los ángeles son felices, juegan con los zanates, con los niños, platican con los abuelos y comen los pasteles de zarzamora que las abuelas les preparan; la etapa de maduración (de 101 a 200 años de edad), es una etapa de aprendizaje terrenal, como si fuesen seres humanos, beben, quedan tirados de borrachos sobre las mesas, bailan y se enamoran. La etapa de enamoramiento es la más complicada, porque las mujeres que son seducidas terminan molestándose por las alas. No es algo grato dormir con hombres que tienen alas; hay como un sentimiento de estar al lado de un cuervo o, peor, al lado de un zopilote. La tercera etapa (de 201 años a 340) los ángeles cumplen con su misión de ángeles de la guarda y protegen a todos los niños y niñas que cruzan las calles y las avenidas de la tierra y del cielo. Cuando los ángeles cumplen trescientos treinta y tres años se jubilan y buscan un espacio donde se preparen para la muerte. En Arana tienen el refugio del aeropuerto. Ahí, el día de su fallecimiento, se vuelven hombres, cierran los ojos y se despiden.


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