14 de febrero de 2016. ComitĂĄn de DomĂnguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari
321 LA REVISTA QUE HABLA DE VOS
14 de febrero David Tovilla
Con todos los colores del universo Arenilla
En un mundo llamado Arana Fotogramas parlantes
LA REVISTA QUE HABLA DE VOS
5.- EDITORIAL
CONTENIDO
9.- ZAGUĂ N Arenilla: Con todos los colores del universo
15.- PATIO 14 de febrero David Tovilla
19.- CORREDORES Fotogramas parlantes
27.- SITIO En un mundo llamado Arana
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EDITORIAL El 16 de febrero de 2010 inicia el programa Crónicas de adobe, proyecto radiofónico de Radio IMER, esto dentro del marco conmemorativo del Bicentenario de la Independencia y Centenario de la Revolución Mexico. Espacio dedicado a la participación de los Cronistas de la Asociación Estatal, en su Delegación Fronteriza. En ese entonces se contaba con la participación de los cronistas Efraín Albores, Óscar Bonifaz, María Trinidad Pulido, Tony Carboney, Rosa Hortensia Aguilar, Eugenio Cifuentes, Otilio López y José Gustavo Trujillo Tovar. El 16 de febrero de 2016 el programa de radio festeja su sexto aniversario. Después del primer año de trasmisión dio un giro, pues martes a martes distintos invitados comparten su testimonio de vida, la crónica de primera fuente. Sin duda ha sido una plataforma para conocer a importantes personajes y asimismo dar a conocer la riqueza cultural de Comitán.
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ZAGUÁN
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CON TODOS LOS COLORES DEL UNIVERSO
ARENILLA A veces divido el mundo en dos. Ayer lo dividí en: mujeres que son como una penca de nopal y mujeres que son como un bordado en el cielo. La mujer bordado en el cielo siempre tiene las mejillas llenas de color sol, como si hiciese mucho calor, como si estuviese en la cocina donde el fogón calienta la estancia; como si acabara de recibir a su amado; como si, minutos antes, hubiese corrido diez kilómetros sobre la pista de tartán; como si ella fuese la brasa que calienta el mundo y deshiela los témpanos del Polo Norte. Siempre ríe como si fuese un arco iris y las nubes no fuesen más que un mero pretexto para tejer las grecas de mil colores que son herencia de las mujeres mayas, de quienes, por primera vez, echaron las tortillas al comal. A la mujer bordado en el cielo le sobresalen las venas de las manos, las venas no están ocultas, son como tzucumos que, orgullosos, caminan por todas las veredas de sus brazos, de sus piernas y de sus muslos. Cuánta dignidad en esas venas resaltadas. Ahí, los amados juegan a que sus dedos caminan por las mañanas y las noches para ir al huerto, al lugar en donde se siembra la luna para que dé el fruto de la luz y del misterio. Porque la mujer bordado en el cielo hila sus grecas con las figuras que descubre en el cielo y en la tierra, a la hora que hace el amor. Porque esta mujer reconoce el significado completo y absoluto de la palabra coger. Ella, a la hora que desnuda a su amado, sabe que deja al descubierto el manantial donde brota el agua, sabe que abre la esclusa para que el agua caliente inunde los valles y las oquedades de su cuerpo; sabe que el agua bendice cada porción de terreno, porque en donde el amado sostiene su cayado, ahí está la semilla de la esperanza. Cada bordado de su piel y de su espíritu es como ala de un pájaro niño. Cada cinta de una blusa o de un chal es el camino que abre el aire para marcar el destino. Porque la mujer bordado en el cielo tiene como misión sembrar árboles de sal en medio de los mares del mundo. Reconoce la riqueza de cada uno de los colores, pero elige (cuando le es permitido) los colores tierra, los que combinan a la perfección con las tonalidades que son como la música de una marimba o de un tololoche.
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Su vocación es intentar bordar el árbol de la vida en el cielo de todos los cielos, a fin de que el universo sea un solo plano, un lugar donde el hijo de la tierra pueda subir por las ramas, como si fuese chango o mico, y salude al hombre que vive en los planetas distantes. No es menor su vocación: es la de unir al hombre terrícola que se cree único con el hombre de la otra dimensión que, tal vez, también se cree único. A veces divido el mundo en dos. Mañana lo dividiré en: mujeres que son como un agudo de trompeta y mujeres que son como el espejo que nada refleja.
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14 de febrero
David Tovilla
El olor de Alegra es el fulgor del placer. Es una esencia que atrapa. Deja inerte, pasmado. Apremia a concentrarse en la respiración gustosa. Se inhala pero sus efectos llegan a todo el cuerpo. Es un vaho que distiende el rostro, genera una sonrisa, baja toda guardia. Provoca una revolución sensorial cuando penetra en la nariz. Incita a buscar a quien lo emite. Por él, se adivina: un gusto sofisticado, la seguridad en sus acciones, la chispa en su vivir; el equilibrio: penetrante pero suave, vigoroso y fresco a la vez, elegante y seductor. Esa especial y perfecta química entre piel y sustancia llega antes que sus pisadas. Feromonas implacables. Pocas mujeres llegan a esa combinación ideal. Arroba. Llevo el segundo expreso matinal en la cafetería de la avenida principal que he convertido en obligación. Llego con anticipación suficiente para que ninguna circunstancia o un mal cálculo impida el suceso. No demora. Ahí está la estupenda figura femenina de un metro ochenta y cinco centímetros. Siempre surge de una esquina. Dos cuadras. Camina hacia acá. Se sabe observada por el mundo. Sin prisa, con seguridad. El viento le lleva su larga cabellera hacia el rostro. Reacomodarlo, divertida, mientras anda es su ocupación. Se aproxima. Aprecio su cuerpo tonificado por el ejercicio frecuente. Sus senos deben ser treinta y cuatro c. Su rostro carece de imperfecciones en el cutis, labios carnosos, nariz pequeña. El ahumado de sus lentes impide ver el color de sus ojos. Está a unos pasos. Su fragancia habla. Aspiro. Me entrego a esa interacción odorífera. Pasa. Ahora, puedo observar su rígida espalda. No requiere jeans ajustados para evidenciar su constitución física. El vestido forma bien su estupenda silueta. Esculpida cintura. Inmodestas nalgas aún dibujadas en la tela suelta. Privilegiado espectáculo el vaivén del lienzo ante sus pasos. Los tacones altos son parte de su encanto. Cruza hacia la otra acera. Ingresa por la puerta de un edificio. Verifico la hora. Ocho cuarenta de la mañana. Diez minutos, después de cuando surge.
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Me programo muchas veces para estar. Mismo lugar y hora. Dejo citas. Pospongo desayunos. Aviso de retrasos por el tráfico. Falso. Muevo mi programa para estar ahí. Siempre arreglada, impecable, femenina, seductora. Un mes el gozo es verla. Sé dónde vive y trabaja. Memorizo el recorrido. Sus movimientos. Su gusto por la moda. La manera de colocar un pie fuera de la banqueta al bajarla o subirla. Es insuficiente. El deleite se torna urgencia. Abandono la silla en la terraza del café. Camino tras ella, a prudente distancia. Da los buenos días al policía del centro comercial. Saluda a la controladora de la caseta de la base de taxis. Regala una sonrisa al anciano vendedor de jugos. Emana simpatía, cariño y sensualidad. La oportunidad llega. Enésima andadura a distancia. Unas llaves desertan de su bolso. No se percata. Las levanto. La alcanzo. «Se te han caído», le digo. Sonríe y agradece. Me presento. «Alegra», responde. «De observarte te conozco», confieso. «Te he visto varias veces», advierte. «Tengo mi oficina cerca», invento. Lo hago. Busco en renta un loft cercano. No lo necesito: trabajo en casa. Lo requiero para mantenerme cerca de ella. Funciona. Tiene una agencia de modelos. Es útil para mi empresa de publicidad. Azar, empeño, destino, coincidencia, todo confluye. En noventa días, la sorprendente y
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hermosísima Alegra está sentada en mi sillón rojo. Palabras, vino, vida e instinto se alternan. Las melodías de la colección Hôtel Costes atestiguan lo irremediable. II Sabe cautivarme. Utiliza mi debilidad fetichista. En especial: sus bragas. Vestida es un lujo para la vista; desvestida: una visión increíble. Me impacta su tatuaje: una enredadera que parte de su pubis y sube hasta abrazar sus dotados senos. Es perfeccionista. Utiliza el mismo color en esmalte de uñas y lencería. Cada encuentro es una sesión voyeur. Una artista glamorosa con una vanguardista tanga sin hilos. Una «lolita» con un culotte de algodón hindú. Una actriz porno con una preciosa tanga negra: un triángulo central en bordado floral, correas brillantes y un coqueto lazo de satén en cada lado. Alegra vive para ser vivida.
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Existe para realizar el sueño de quien logre poseerla. III Me acaricia. Toda ella es sensibilidad. Me abraza. Su fuerza es equilibrada. Me monta. Sus genitales se lubrican con rapidez. Me folla con frenesí. Uno, dos, tres orgasmos sucesivos. Me amamanta. Su excitación crece sobremanera. Me golpea con su rítmica cadera. El miembro se rinde ante su ímpetu. Exploto. Su rostro condensa petición, crecimiento, plenitud. Alegra anula todo antecedente. Es sexo sin adjetivos. IV Recorro el loft por última vez. Todo tiene su olor y esencia. Intensidad, totalidad. Deja tres bragas olorosas, privilegiadas en mi colección. Mi favorita es la azul claro: encaje francés, vivos de cuero en color cobre, un pequeño cristal sobre el moño frontal. Arrebatadora. Inmejorable representación de ella. Una belleza inapresable. No viene más. Es decidida. Está o no. No tiene conflictos preferenciales. La rige su cuerpo, el momento, el deseo. Casi medio año de pareja heterosexual. El 14 de febrero, llega temprano. Me da el beso más apasionado que recuerdo. Debe decirme algo para tener a plenitud el “día del amor” que apetece: está enamorada de una encantadora jovencita de su gimnasio. La entiendo porque me apasionan las mujeres. También tiene derecho a gozar de ellas. Nos abrazamos con intensidad. Se marcha sonriente, satisfecha. Pierdo un amor; gano una amiga. La quiero. La deseo. Ahora, la vivo en sus olores y prendas atesoradas. Ella es mi Alegra, aún en otros brazos.
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Como te gustaría estar todos los días, hasta que se termine el frío de febrero: En la cama, empiernado y cubierto de pieles.
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Como te sentís cuando es 14 de febrero y todavía no tenés novio.
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Transfiguraci贸n de una chica cuando se arregla y se pone guapa para el d铆a del amor y la amistad y el novio ni siquiera lo nota.
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Cuando en estas fechas de frĂo tu abuelita te dice que el hielo es caliente.
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Cuando te dicen que bloquear谩n carreteras y hasta la programaci贸n de la televisi贸n por la visita del Papa.
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En un mundo llamado Arana Yo vivo en un mundo llamado Arana. Uno de los apellidos más comunes en Arana es el apellido Feo. No existe registro de la fecha, pero una mañana, del siglo XIX, el Señor Raymundo Feo llegó en el tren de las seis. Nadie acudió a recibirlo, porque no tenía familiares ni amigos. Fue a una posada, alquiló un cuarto y al día siguiente puso una mesa en el corredor de la presidencia municipal y ofreció los perfumes de París que vendía. Los cronistas dicen que su presencia fue bien recibida, conoció a una mujer de Arana, se casó y tuvo doce hijos con ella, más cuatro fuera de matrimonio. Dieciséis varones que, del padre, no sólo heredaron la pasión por las mujeres sino también el cromosoma que determina el sexo masculino. Los dieciséis hijos de apellido Feo, contribuyeron con ciento catorce hijos más, de apellido Feo. Por eso, en Arana, las mujeres bromean y dicen que no hay más opción que casarse con un feo. Lo que sí debe decirse en compensación es que todos los varones también heredaron la belleza y gallardía de don Raymundo Feo. Así que los habitantes de Arana se ufanan al decir que es el único lugar del mundo donde los Feos son hermosos.
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