25 de octubre de 2016. ComitĂĄn de DomĂnguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari
356 LA REVISTA QUE HABLA DE VOS
El fin del mundo Arenilla
Fotogramas parlantes
Entrevista con:
Mike Anderson
LA REVISTA QUE HABLA DE VOS
CONTENIDO 5. EDITORIAL 9. ZAGUÁN Arenilla: El fin del mundo
16. PATIO
Entrevista con Mike Anderson H. Ordóñez
25.CORREDORES Fotogramas parlantes
32. SITIO Yo vivo en un mundo llamado Arana
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EDITORIAL A veces el problema de estar insatisfecho con lo que la vida brinda es ese afán de mirar todo lo que está al derredor y no lo que está al lado. ¿Por qué muchos se afanan en comparar los pueblos con las grandes ciudades? ¿Por qué no voltear a ver los detalles pequeños que concentran la vida? Comitán es un espacio que puede brindar magia, seducción y alegría a propios y a extraños. Cuenta con cualidades que la hacen única ante el mundo. Los comitecos afortunados, los que se sienten chentos de su tierra, saben del privilegio de vivir en un lugar con el aire limpio. Un lugar donde el tiempo pasa de una forma más armónica, donde las subidas y bajadas le dan ritmo al caminar diario. Bienaventurados todos aquellos que ven en Comitán un lugar donde el espíritu se derrama libre, ¡bienaventurados! porque ellos verán la gloria de su cielo.
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EL FIN DEL MUNDO ARENILLA ¿Qué sucede con los que se comen el mundo? A cada rato escucho que alguien dice: “Fulanito de tal está dispuesto a comerse el mundo”. Lo dice en ánimo de advertir que el mencionado tiene muchos deseos de volverse exitoso. Parménides Ochoa, narrador tamaulipeco, tiene un cuentito donde un muchacho dice que quiere comerse el mundo. Lo dice frente al espejo del baño, lo dice convencido de su talento pictórico. Sueña con exponer en las más afamadas galerías de Nueva York. Mientras imagina que sus amigos lo ven por televisión y leen las revistas donde él aparece en las portadas, escucha un ruido, como de cucaracha, adentro de un bote de crema de afeitar. Levanta el bote, lo mueve en su oreja y escucha que el ruido se intensifica. Aprieta el botón del bote y echa un poco de crema sobre su palma izquierda. Con espanto, ve que una mancha oscura se mueve en medio de la espuma blanca. Horrorizado agita su mano una y otra vez para eliminar la espuma, misma que cae al suelo. Desde su altura, el muchacho observa que la mancha, como si fuera un globo, comienza a crecer y crecer y crecer, casi hasta topar con el techo. Conforme la mancha crece, él parece minimizarse. Está pálido, ha enmudecido, por eso tarda en responder cuando la mancha dice: “Soy el genio y puedo cumplir tu deseo de comerte el mundo. ¿Lo deseas en verdad?”. El muchacho se recarga en la pared para no caer. ¿Está soñando? ¡No! Frente a él está el genio que cumple los deseos y él, sin duda, le cumplirá su sueño de llegar a exponer en las mejores galerías de Nueva York. ¡Será famoso! Traga saliva y dice que sí, que sí quiere comerse el mundo. El genio, como si fuese lámpara, emite una luz cegadora y, en seguida, desaparece. Sobre el piso sólo queda una mancha gelatinosa, como si la espuma se hubiese derretido. El muchacho se hinca, alarga la mano, temiendo que la espuma vuelva a inflarse. Mas nada sucede. La espuma se ha derretido por completo, el piso ya está casi seco. No puede pensar más, porque ya su mamá toca la puerta, urgiéndolo a salir. El muchacho abre y pregunta si ya está listo su desayuno. La mamá dice que sí, lo aparta, porque le urge entrar al baño. El muchacho va a la cocina, se sienta en el antecomedor y comienza a comer la tortilla de huevo que le preparó su mamá. Toma el control que está sobre la mesa y prende la televisión. En la pantalla aparece el conductor del noticiario matutino, su cara muestra un asombro como si el mundo se estuviera acabando. Y en efecto, esa noticia está dando: “… medio continente africano ha desaparecido…”. El conductor se enlaza con el corresponsal en
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Sudáfrica y él comenta que toda la parte del norte del continente ha desaparecido, como si “un tiburón gigantesco se lo hubiera tragado”. El muchacho se atraganta. Ve el plato y mira que él ha comido la parte superior de la tortilla que, coincidentemente, tiene forma del continente africano. Toma cubierto y cuchillo y hace un corte a la mitad de la tortilla, le pone un poco de salsa verde molcajeteada, la lleva a su boca y la traga. El conductor del noticiario dice que está recibiendo un reporte urgente, parte de Etiopía y toda Kenia han desaparecido también. El conductor dice que el Presidente de los Estados Unidos de Norteamérica ha convocado a los líderes del mundo a una reunión urgente. El muchacho, sólo como una travesura, sin ponerle ningún aderezo, y sin la ayuda de cubiertos, toma el fragmento restante y con sus dedos lo lleva a su boca y comienza a masticarlo. Apaga el televisor. Está casi seguro que en ese momento en el noticiario dan la noticia de que toda África ha desaparecido.
Su mamá entra a la cocina y le pregunta si estuvo rica la tortilla y él dice que sí, como si
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fuese gato se relame, y pide que le prepare otra para la cena, que tenga papas, dice, mientras entra al baño, dispuesto a lavarse los dientes, porque ya es hora de que vaya a la escuela. ¿A quién contarle el don recibido? ¡A nadie! El muchacho cree que su petición fue exagerada o mal entendida por el genio, pero, algo en su interior, hace que se envanezca, porque, en efecto, ¡tiene el mundo en sus manos! Sale, grita: “¡Nos vemos en la tarde!”, tentado a completar: “Si decido que el mundo siga”. En el descanso de las escaleras se topa con un viejo que sube a duras penas y le pide ayuda. El muchacho dice que no tiene tiempo, a la hora que lo dice, siente que el viejo lo toma del brazo. La mano del viejo es una tenaza. El anciano se quita la capucha que le cubre el rostro y dice: “Soy el genio y estoy dispuesto a cumplir tu deseo. ¿Quieres tener todo el tiempo?”. El muchacho no puede hablar. El dolor que siente en el brazo es muy intenso, la mano del viejo es como un cascanueces que está a punto de destrozar sus huesos. Pide que deje de apretarle el brazo. El genio dice que está dispuesto a cumplir su deseo. ¿Quiere que deje de apretarle el brazo? El muchacho dice que sí. El genio, como si fuese humo, se evapora. Al muchacho le duele el brazo, intensamente. Se lo toca con la mano izquierda, se lo soba, pero en el lugar que se sobó se le hace una hondonada. Oh, dice, aterrado, se lleva la mano a la boca y siente un vacío, se toca de nuevo y el vacío se hace más grande. ¡No!, quiere gritar, pero la voz ya no le sale, porque sus cuerdas bucales han desaparecido junto con su boca, junto con su barbilla. Desesperado, se desmadeja y cae sentado sobre un escalón, se lleva ambas manos a las sienes, pero un segundo después se arrepiente. Ya es muy tarde, parte de su cerebro desaparece. Su cabeza, como si fuese un péndulo se hace a un lado, al lado que está completo, el más pesado y choca contra el barandal. El dolor es agudo, quiere sobarse pero lo evita. Piensa levantarse, se apoya sobre el escalón, pero su brazo se va y con él su cuerpo entero cae hasta, tres pisos más abajo, hasta chocar contra el suelo, donde se hace un hueco que cruza la tierra, el espacio. Gracias a ello, el mundo siguió su marcha. En el momento que el muchacho murió, el anterior conjuro quedó deshecho y quienes prendieron el televisor escucharon la noticia donde el conductor del noticiario decía que había ocurrido un milagro y África, como si fuese una ballena gigantesca, había emergido de las profundidades y era un territorio nuevo. Y así termina el cuentito de Parménides.
Por eso digo: ¿qué sucede con todos esos que sueñan con comerse el mundo?
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Entrevista con: Mike Anderson
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Entrevista con
Mike Anderson H. Ordóñez
Mike Anderson H. Ordóñez nació en San Cristóbal de Las Casas, pero ha vivido gran parte de su vida en Comitán de Domínguez. Es abogado. En fechas recientes presentó “La litigante”, su primera novela publicada. A continuación, responde las siguientes preguntas: ¿De dónde el nombre “Anderson”? El nombre Anderson es por el escritor Alan Ross Anderson, de ahí nace mi nombre. Entonces yo escuché eso a los seis años. Mi papá es lector. El primer libro que leí fue Colmillo blanco, a lo mejor como a los ocho años. Cuando a mí me dijeron por qué tenía el segundo nombre de Anderson pensé: “Quiero ser escritor un día”. Soy una persona que está comenzando, pero que sí ama escribir todos los días. ¿En dónde realiza sus estudios? Mi vida transcurre aquí en Comitán, desde la edad de tres años. Toda mi niñez la tuve acá, la adolescencia, y fue hasta la edad de 20 años que viajé a la ciudad de Puebla para estudiar Ciencias Políticas, luego estudié Derecho, en Chiapas, y también Ciencias de la Educación. ¿Cuál es el papel de La litigante en la novela? Lucía, al crecer, llega a tener una herencia, en la que comienza a ayudar a las mujeres. Principalmente a aquellas mujeres que están desprotegidas económicamente, y luego se involucra en asuntos de feminicidios. La historia transcurre en la Ciudad de México. Esta novela se publica primero de manera digital, ¿en qué momento se decide hacer de manera impresa? Gracias a Dios la novela se ha vendido de manera electrónica. Antes de comenzar con novelas yo empecé escribiendo artículos académicos. Yo los compartía y cuando vieron que publiqué un libro digital hubo muy buena respuesta. Entonces, para los amigos locales de Comitán, San Cristóbal y Tuxtla, quienes me decían: Lo queremos impreso, no estamos acostumbrados a leer en la computadora, a ellos va dirigida la novela.
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-¿Y esas caras? ¿Es porque ya están listos para el Halloween? -No, es que nos acabamos de casar.
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Cuando sos feliz con uno, pero no querĂŠs dejar ir al otro.
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Porque hay algunas que creen que siempre es Halloween y se disfrazan de bruja todo el aĂąo.
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¡Suéltenme! ¡Suéltenme! No estoy tan bolo, si nomás me eché un pomo de nanches curtidos.
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-Pues aquĂ, esperando el quinsanto. A ver si nos dejan algo los muertitos.
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De libros Concluyó la Feria Internacional del Libro Zócalo 2016. De acuerdo con datos publicados en el periódico La Jornada, dicho acto tuvo un millón de visitantes y generó una derrama económica de más de trece millones de pesos. Las ventas no cumplieron con las expectativas de tal número de visitantes. Lo anterior indica que el pueblo de México es entusiasta de la lectura y del libro como objeto cultural, pero no tiene el suficiente dinero para adquirir todos los libros que deseara. Decir que los libros son caros es señalar una injusticia. No, los libros no son caros. Lo que sucede es que el lector común no tiene salarios que le permitan adquirirlos. Basta hacer un comparativo obvio (y tal vez insultante) respecto a los salarios mínimos imperantes en los Estados Unidos y los que rigen en México. El de Estados Unidos es de 7.25 dólares por hora; es decir, quien labora ocho horas gana al día la cantidad de 58 dólares. Si hacemos la conversión tomando un parámetro de dieciocho pesos por dólar, un obrero estadounidense gana mil cuarenta y cuatro pesos diarios. ¿Cuánto es el salario mínimo en México? No llega a ochenta pesos ¡al día! El jornalero estadounidense más modesto percibe más de veinte mil pesos al mes, lo que le permitiría (en caso de ser uno del millón de asistentes a la Feria Internacional del Libro Zócalo 2016) invertir, tranquilamente, quinientos pesos en la adquisición de libros, lo que significa que su
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biblioteca personal podría aumentar en dos títulos mensuales, lo que hace un total de veinticuatro libros al año. ¿No es mala cifra para un lector mediano, verdad? Y hablamos del más modesto de los obreros. En México, con los salarios miserables, los lectores potenciales meten la mano en el bolso y antes de sacar el billete para adquirir un libro que llamó su atención, piensan en “malgastarlo” en el libro o conservarlo para comprar leche y pan para la familia. Millones de mexicanos aman los libros, pero no los adquieren, no por el precio del libro, sino por el salario de miseria que reciben cada mes.
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