18 de abril de 2017. Comitán de Domínguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari
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En el vuelo
Arenilla
Fotogramas parlantes Glosario
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CONTENIDO 5. EDITORIAL 10. ZAGUÁN Arenilla: En el vuelo
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Glosario. Habla popular comiteca.
25.CORREDORES Fotogramas parlantes
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EDITORIAL Dolores Castro es una amiga de Comitán. Comenzó a serlo desde el instante en que se convirtió en amiga íntima de Rosario Castellanos. En algún instante de su ficha biográfica aparece que Dolores, acompañando a Rosario, llegó a Comitán y fue a un rancho de ella. Rosario, de vez en vez, llegaba a Comitán, desde la Ciudad de México, para ver cómo estaba la situación financiera de la herencia. Raúl, medio hermano de Rosario, era quien se encargaba de entregarle informes de la situación, así como de darle el dinero que el rancho prodigaba. Dolores fue la amiga más íntima de Rosario. Ella (Dolores) acaba de cumplir 94 años. Ella era (es) dos años mayor que Rosario. Ella, con ciertas dolencias por la edad, sigue estando en plena actividad intelectual. En una reciente entrevista dijo que prepara la impresión de un libro más de poesía. Ella, ¡qué bueno!, ya es ejemplo de cómo la vejez es apenas una rama del árbol inmenso que puede ser el humano. Dolores, poeta, sigue trabajando. ¿Sigue dando cátedra en la
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Escuela de Periodismo Carlos Septién García? Tal vez sí, tal vez sus alumnos se siguen llenando de conocimiento a través de la vocecita temblorosa de ella. Dolores es amiga de Comitán. Comitán la quiere. La ha visto en reiteradas ocasiones. Llega a hablar de su amiga Rosario. A veces, cuando sube al escenario del auditorio de la casa de la cultura, que lleva el nombre de su amiga, alguien dice que tal vez sea la última vez que Comitán vea a Dolores Castro, porque ella ya es mayor de edad. Pero al año siguiente aparece de nuevo (¡qué bueno!) la figura de Dolores, quien, auxiliada por algún asistente, sube con cierto trabajo, se sienta en la mesa de honor y habla, con su voz de hilo delgado de agua, los recuerdos compartidos con su amiga Rosario Castellanos. Comitán quiere a Dolores Castro. Por eso, muchos aplauden la iniciativa lanzada por el doctor Hernán León Velasco, en el sentido de que Chiapas debería entregarle la medalla Rosario Castellanos.
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EN EL VUELO ARENILLA Como decía Saturnino, uno quisiera que “Todo fuera vertebral”. Lo decía en intento de que el mundo no perdiera la columna. Pero no. A veces el mundo no es vertebral. Tiene que recostarse. El otro día el mundo de acá se recostó y me enteré del fallecimiento de Óscar Domínguez. Óscar nunca conoció al escritor Xavier Velasco, ni éste conoció a Óscar. Óscar era comiteco y Xavier chilango. Andaban por caminos diferentes. Sin embargo, a Óscar le hubiese sorprendido saber que Xaviercito escribió lo siguiente de un personaje que está temeroso por algo: “Lleva los testículos de amígdalas”, se le subieron del temor. Ah, si Óscar lo hubiese sabido, pero no, a Óscar le falló el corazón la semana pasada y se detuvo como se detienen esos motores que se quedan sin diésel. Y le hubiese dado gusto a Óscar saber lo que escribió Xavier Velasco, Premio Alfaguara de novela, porque antes, antes que el connotado escritor lo dijera, Óscar me contó que una o dos o tres veces, el presidente municipal de Comitán lo llamaba por teléfono y le decía: “Órale, tío, nos vamos a Tuxtla”. Óscar en ese tiempo era primer regidor del ayuntamiento comiteco. Óscar se cambiaba la camisa, vestía una guayabera blanca (“Ya me disfracé de monaguillo”, decía, botándose de la risa) y su chofer lo llevaba al campo de aviación donde el presidente ya lo esperaba para subirse a una avioneta que los llevaba a Tuxtla. “No, hombre, era fatal. Al sentarme en la avioneta sentía que me sentaba sobre el piso, mi trasero casi tocaba el suelo. Y ahí íbamos, y la avioneta como papalote, de un lado para otro, y el presidente, bien quitado de la pena, señalando que allá está la presa, que allá el rancho de fulano de tal, y yo pensando a qué hora esa máquina voladora iba a trincar el pico, yo, con los huevos hasta arriba, en las orejas, como aretes” y cuando lo contaba yo lo disfrutaba y cuando él miraba que estaba yo disfrutando su anécdota remataba: “Pero luego pensaba, si esta cosa se cae mi entierro será espectacular y saldré en todos los periódicos, porque moriré al lado del presidente municipal”, pero luego cambiaba su cara, reía y decía: “¿Y si el presidente se salva y sólo yo quedo embarrado en el suelo? Todo mundo hablará de él y yo pasaré desapercibido.” Y así era Óscar, siempre dicharachero, espontáneo. Yo recuerdo a su papá, que se llamaba igual. El papá tenía una tienda de electrónicos en el portal donde ahora está la Farmacia del Ahorro, del centro. La tienda de don Óscar estaba casi enfrente de la Proveedora Cultural, que se hallaba en la manzana que derruyeron (la manzana de la discordia). Yo pasaba por el portal y siempre volvía mi mirada en busca de don Óscar. No sé por qué (o tal vez sí sé), a don Óscar le encontraba parecido con un gran artista del cine nacional. A veces pensaba entrar y pedirle
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un autógrafo, pero luego (por mi carácter introvertido) pensaba que no valía la pena, porque, primero, don Óscar se iba a sorprender por mi petición y, segundo, si accedía escribiría su nombre en la libreta y yo hubiese deseado que él firmara con el nombre del reconocido actor. Sí, Óscar era como hijo de un actor, por eso era tan ocurrente. En alguna reunión, si no hallaba al doctor Alfonzo (conversador de primera, que sabe mil anécdotas de Comitán), yo
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LA REVISTA QUE HABLA DE VOS buscaba a Óscar, un poco como si éste fuera el bateador emergente. Pero, el problema es que Óscar (como ya lo dije) era el regidor primero, la mayoría de veces estaba sentado en la mesa de honor, al lado del presidente. Los cercanos a Óscar, sin duda, podrán decir que lo mejor de él estaba en el árbol de la amistad, donde se prodigaba de manera generosa, simpática. Una vez, de esas en que me tocó estar cerca de él, me contó de un lapsus que sufrió. “Ahí estaba yo, bien trajeado, dándole una última vuelta al discurso.” El presidente lo había nombrado orador oficial en un acto cívico en memoria de Belisario Domínguez, con la presencia de altas autoridades del gobierno del estado, en el patio central de la presidencia municipal, frente a la estatua. “El maestro de ceremonias me anuncia, yo camino, muy garboso en medio de todos. Oía los aplausos. La presidencia estaba a reventar. Coloqué mi discurso en el pódium, saludé a las personalidades y comencé a leer. Todo iba muy bien. La gente estaba pendiente de cada una de mis palabras, pero en un momento, una letra se me movió, ¡una letra!, y, en lugar de decir La Sorbona, dije La Soborna.” Me lo contaba y lo contaba botado de la risa. Así era Óscar. Aunque andaba metido en el ajo de la política, le costaba un poco cumplir con protocolos. Como que se sentía mejor en una mesa rodeada de amigos, contando, con gracia especial, anécdotas sin fin. Se tenía que poner la guayabera blanca o el traje, pero prefería, mil veces, la camisa común. Supe que le falló el motor y su corazón ya no dio más. Lamenté la noticia. Él, que era nieto de un hombre maravilloso que arreglaba cualquier motor, no alcanzó a limpiar el suyo. Le hubiese gustado leer las líneas escritas por Xavier Velasco (la cita está en su más reciente novela “Los años sabandijas”). Algunas palabras graciosas hubiera dicho. Lo menos: “Me copió”. Como decía Saturnino: Uno quisiera que todo fuera vertebral, pero no siempre es así. A veces la columna se mueve. Una pena el fallecimiento de Óscar.
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Glosario. Habla popular comiteca. Las palabras y su respectiva definición, que se presentan a continuación, fueron tomadas del libro Glosario, de José Luis González Córdova.
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“Como siempre está con el humo en la trompa, siempre anda jediondo” Jediondo: Hediondo, apestoso.
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“Caeme mal y de una patada, fácil, te voy a jimbar” Jimbar: Acción de arrojar un objeto a corta o larga distancia.
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“Cada vez que tengo vacaciones es lo mismo, todos me dejan íngrimo en la casa” Íngrimo: Solo, persona que no tiene compañía.
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“Parece que ni por más, ya no se va a componer tu hormota” Hormota: Se dice de alguien que tiene fea forma de vestir o sin personalidad.
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“Entonces se me acercó y me aventó la chuchada” Echar o aventar la chuchada: Declaración de amor.
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Ah, el museo de las desgracias provocadas por la humanidad. ¿No será que aquí encuentro al “Río Grande”?
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- ¿No tendrá usté otra rodajita de butifarra? - Como dijera Tío Tavo, ¡es botana, no comida!
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Porque hay quienes no les importa con quiĂŠn echarse un pitutazo de Comiteco, lo importante es quedar butul de bolo.
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Cuando vas a las albercas en vacaciones: -¡Qué importa si es cristalina o no, lo importante es que no tenga orines!
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Ish, ni tiene sabor. Mejor hubiĂŠramos comprado unas paletas de chimbo.
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