8 de agosto de 2017. ComitĂĄn de DomĂnguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari
396 LA REVISTA QUE HABLA DE VOS
Saludo
Fotogramas parlantes En un mundo llamado Arana
Arenilla
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CONTENIDO 5. EDITORIAL 10. ZAGUÁN Arenilla: Saludo
25.CORREDORES Fotogramas parlantes En un mundo llamado Arana
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EDITORIAL Murió Rius. Deja como legado su obra, cuya riqueza se basa en la forma pedagógica que le dio a la caricatura. Quien lee los libros de Rius no se convertirá en un experto de la historia mexicana ni en un crítico exacerbado de los problemas de la patria, pero gracias al desenfado de Rius, el lector que se introduzca en los temas tratados por el autor podrá tener un acercamiento importante que lo motive a despertar su curiosidad y a buscar más libros y autores que aborden el tema y le permitan tener un panorama más amplio. En internet existe la página rius.com.mx, donde el visitante podrá encontrar una pequeña ficha biográfica de Rius, así como diversas reseñas sobre sus libros en base a los temas: ateo, didáctico, irreverente, político, mexicano, naturista y todo Rius; pareciera que con esta clasificación de temas se logra una descripción del autor. Esta página tiene enlaces a tiendas donde pueden comprarse los libros tanto de manera física como E-books, por tan solo 69 pesos. A veces, cuando un autor muere, nuevamente comienza la euforia de los lectores por introducirse a su obra. Si este es el pretexto para leer, ¡adelante!
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www.rius.com.mx
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SALUDO ARENILLA No sé cómo saludar. Mi mamá, cuando íbamos a visitar a la tía Romelia, me decía: “Saluda” y me daba un ligero empujoncito para que me acercara a la silla donde la tía, envuelta en una colcha, como si fuera un tamal, permanecía esperando la llegada de sus comadres y amigas. Yo me acercaba y ella, cuando me tenía cerca de sus manos (como si ella fuera un sapo y yo un mosquito) me jalaba y comenzaba a besuquearme. Mi mamá me decía “Saluda”, mientras el tío Armando me decía que no debía saludar. “No saludés”, decía él, sentado en una silla en el corredor, mirando las estampillas de su colección. Decía que no debíamos ser tan obedientes, que, a veces, era necesario ser rebeldes, que sólo así se lograba la transformación social y levantaba un timbre por lo alto y me decía que me acercara, que viera, y me mostraba un timbre de Cuba y preguntaba si ellos hubieran logrado lo que lograron sin su rebeldía y yo veía el timbre y veía al grupo de los llamados barbones. “Saluda”, decía mi mamá; “No saludés”, decía mi tío. Porque en la escuela, igual que hacía mi mamá, la orden era ¡saludar! Nos ponían en fila en el patio (que también servía para que los grandes jugaran básquetbol y nosotros corriéramos o jugáramos canicas en un extremo) y cuando pasaba la escolta con la bandera, el director decía, a través de un megáfono: “Saludar, ¡ya!”. Y todos, sin excepción, llevábamos la mano derecha al pecho y así permanecíamos hasta que la escolta hacía alto y, entonces, el director, con su voz impostada que salía como gusano a través del aparatejo, ordenaba: “En descanso, ¡ya!”. Rodolfo, quien era el mayor del salón, a la hora del recreo me llamaba para ir a la tienda escolar a comprar una coca y galletas saladas y luego me preguntaba por qué el maestro Víctor ordenaba descansar después del saludo. Y yo, comiendo una galleta y dando un sorbo al refresco, nunca supe qué decirle y no supe qué decirle porque él se adelantaba a la respuesta: Porque el saludo cansa, decía y se retorcía de la risa. Se retorcía de la misma manera que lo hacíamos quienes estábamos cerca de Rómulo, quien, igual que Rodolfo, era un niño muy avispado. Nos retorcíamos de la risa, en voz baja, porque Rómulo, a la hora que el director mandaba ¡Saludar, ya!, él, también con voz tierna, decía: “Buenos días, señora bandera, ¿cómo están por casa?”. Nos ganaba la risa. El maestro Víctor notaba que en esa área salía un murmullo, pero, gracias a Dios, nunca cachó a Rómulo, porque si no seguro que lo expulsan
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y con él a todos los que celebraban con risas contenidas la bobera que él soltaba. Así era todos los lunes. Ahora, los muchachos no acostumbran saludar, como que, de manera inconsciente, le hacen caso a lo que el tío recomendaba. Ni saludan con respeto a la bandera ni saludan a sus mayores. Sólo se saludan entre ellos, pero no se dicen buenos días, ellos se acercan y se dan un beso en la mejilla. Cuando los veo en el parque o en el patio de la escuela o en la banqueta no puedo dejar de recordar a la tía que me jalaba y me besuqueaba. Por eso, tal vez, no estoy acostumbrado a estas modas juveniles. Me cohíbo cuando una alumna se acerca y quiere saludarme de beso. No sé qué pensará ella, ¿que soy un grosero? ¿Que soy un pedante? ¿Antipático? Las normas de conducta recomiendan que cuando uno llega a una estancia y hay gente ahí debe saludar. Pero cuando llego a una oficina y digo Buenos días, algunos me miran desde donde están sentados y sonríen, pero no responden al saludo y me siento ignorado, como si se burlaran de mí. Entonces me entran unas ganas de acercarme a uno de ellos y preguntarle por qué no responden a mi saludo, pero me doy cuenta que entonces puede convertirse el momento sutil en un momento desgraciado, porque la persona puede levantarse y tomarme de la camisa y soltarme un puñetazo. Sí, a veces pienso que si entro a una oficina y hay gente no debo saludar para no interrumpirlos en sus pensamientos, porque cada uno de ellos está leyendo un periódico o pensando algo y sería una incorrección de mi parte llegar a interrumpirlos. Puede ser que alguien se moleste y me reclame. A mí me molesta cuando leo y alguien o algo
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interrumpen mi lectura. La verdad es que no sé cómo saludar. A veces llego a la casa de mi prima Eugenia (hija de la tía Romelia) y un escozor aparece en el momento en que entro a la sala. La tía ya no vive, pero su recuerdo me persigue, casi siento su saliva resbalando por mis mejillas. Eugenia ya me conoce y sabe que cuando entro nada digo. Ella, siempre, me pregunta cómo estoy y entonces ya respiro tranquilo. Por esto cuando llego a una oficina entro como si fuera una cucaracha. A veces alguien me ve, suspende su lectura y me ve. Yo no me muevo, me quedo como estatua debajo del marco de la puerta y cuando él regresa a su lectura yo, como gusano, camino con lentitud y busco un asiento vacío y lo ocupo, procurando que nadie se dé cuenta que llegué. Dos minutos después ya me siento integrado al grupo de personas que esperan y respiro tranquilo. Si alguien entra y dice Buenos días, yo me adelanto a todos y contesto Buenos días. Porque eso sí, contestar un saludo ¡sí sé! No sé cómo saludar. A veces recuerdo al tío levantando el sello postal de Cuba y recordando que ese grupo de barbones logró la hazaña gracias a que eran rebeldes, pero luego algo como una corriente de viento helado entra a la estancia porque miro una fotografía donde miles y miles de cubanos saludan al líder, lo hacen de manera insumisa, como si él fuera una bandera, y ya no entiendo cómo debe ser el espíritu rebelde. No sé cómo saludar.
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FOTOGRAMAS PARLANTES Glosario. De José Luis González Córdova
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“Te dije que no dejaras al abuelito con el Pancho, ya sabés que ese chamaco es bien ateperetado”. Ateperetado: El que hace las cosas de manera alocada.
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“Por atrabancado le pegaron en la cantina�. Atrabancado: Tosco, sin tacto para hacer las cosas. Tomar decisiones impulsivas y poco prudentes.
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-¿Y a este qué le pasa? -Lo dejaron azorocado por un golpe. Azorocado: Aturdido por golpe.
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“Aunque sea con un su pochoroco, pero al menos se casó”. Pochoroco: Persona no centrada, falto de tino o tacto para hacer las cosas.
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“Casi le da un váguido cuando recibió el mejor regalo de cumpleaños de su vida”. Váguido: Mareo, desvanecimiento, desmayo breve.
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Yo vivo en un mundo llamado Arana Yo vivo en un mundo llamado Arana. En Arana, la palabra distracción no se utiliza en su acepción de olvidadizo. La única definición que se acepta es la de divertimento. Por lo tanto, en feliz torcedura, cuando alguien dice que está distraído está diciendo que está divertido y todo mundo aplaude y se contagia de la distracción. Como la palabra distracción es tan pegajosa, así como dicen que son las canciones de Juan Gabriel, los habitantes de Arana la usan a cualquier hora. Si un maestro pregunta al alumno por qué no ha terminado el dibujo, el niño bien puede responder: por distracción. Todo el grupo, entonces, aplaude y se contagia de distracción; es decir, de alegría, y lo que segundos antes era una clase seria y solemne se convierte en una gran fiesta y los alumnos dibujan con más emoción. En Arana existe un ideal: que todo mundo llegue a ser distraído. En otras regiones del mundo esto no lo entenderían, porque esta palabra se usa para indicar que alguien realiza una acción sin concentrarse, pero, como ya se dijo, en Arana la palabra distraído significa divertido, porque viene de la palabra distracción y en la vida no hay mayor encomienda que distraerse.
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