REVISTA DIEZ, NÚMERO 20

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El GÜet Revista catorcenal, hecha en la tierra de los cositías con la bendición de Tata Lampo. Editor responsable: Alejandro Benito Molinari Torres Contacto: albemoto@hotmail.com


DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos.

3.– EDITORIAL: Regresa el cine. 4.– ZAGUÁN: Arenilla: Instrucciones para matar insectos. 7.– PATIO: Fotografías de la quincena. 13.– DE DIEZ - FANNY. 14.– BALCONES: Cuatro comitecos dijeron… La infancia de Raúl Garduño, de Jorge Melgar Durán. 31.– CORREDORES: El cuento que nunca fue escrito, de Alejandro Molinari. 40.– SITIO: Rosario Castellanos, para rolar con los niños. 42.– TAPANCO: Busto de Esteban Alfonzo García. 44.– ACTUALIDADES. 48.– MOJOL: El güet, ave maravillosa. 49.– DE NUESTROS PATROCINADORES.

52.– DE DIEZ, FANNY.

Fanny Comitán, un pueblo de 9 estrellas y gente de 10.


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EDITORIAL

Los cinéfilos saben que el cine se ve mejor en el cine. Los expertos del comportamiento humano saben que la conformación de una sala cinematográfica tiene relación directa con el entorno del espacio del sueño. El cine es sueño. El jueves 8 de mayo inauguran el complejo de Cinépolis en Comitán. ¡El cine regresa a este pueblo! Cinépolis (la capital del cine) tendrá siete salas cinematográficas que permitirán que más de mil espectadores puedan ver cine de manera simultánea. Acá nadie será sorprendido. Sabemos que estas salas cinematográficas privilegian el cine comercial (el cine norteamericano, sobre todo); pero, de vez en vez, una cuota del nuevo cine nacional asoma. Además es posible que en

Regresa el cine cualquier descuido puedan presentar ciclos de cine de arte, banquete especial para cinéfilos de hueso colorado. Nadie será sorprendido. Sabemos que la entrada no es barata. El precio de entrada oscila entre treinta y sesenta pesos por persona; además, el consumo de refrescos, palomitas y demás chucherías representa un buen desembolso económico. Pero los cinéfilos saben que es más costoso no contar con una sala cinematográfica para presenciar lo que ha sido dado en llamar “el séptimo arte” . Durante mucho tiempo los comitecos estuvieron ayunos de este maravilloso invento. Hoy, de nuevo, los grandes actores del cine mundial podrán interpretar los mejores papeles. Es sabido que muchas personas se trasladaban a la ciudad de San Cristóbal de Las Casas, sobre todo en fin de semana, para acudir a las salas cinematográficas. Hoy ya no tendrán porqué hacerlo El acto del 8 de mayo se consigna como un suceso relevante en la historia de este pueblo. Nadie será sorprendido. Los que añoran las cintas en blanco y negro; los que gozaron con las aventuras de El Santo o de Tarzán, ya no tendrán cabida. Estos cinéfilos deberán aceptar que ahora son tiempos de Bruce Willis. Los amores de Pedro Infante y María Félix han sido cambiados por amores perros. Pero de tener nada a tener algo, pues mejor tener a Gael García.

Comitán, un pueblo de 9 estrellas y gente de 10.


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ZAGUÁN

Arenilla Comitán, un pueblo de 9 estrellas y gente de 10.


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ZAGUÁN

Arenilla: Instrucciones para matar insectos.

1.– Colocar un reloj de sol en el centro del patio, para saber la hora en que el pie destroza un sueño alado. 2.– Usar gafas especiales para evitar el destello intenso del último estertor. 3.– Chiflar como si uno fuera Charlie Parker frente a un saxofón. 4.– Soñar que uno es combatiente en la Segunda Guerra Mundial y debe “bajar” más de tres aviones enemigos. 5.– Aunque uno sea analfabeto llevar siempre listo el periódico. 6.– Provocar nevadas artificiales. Se ha comprobado que en lugares fríos los insectos no sobreviven. 7.– Comprar una pizarra de director de cine, y dar “pizarrazos” por doquier y a todas horas (funciona como guillotina). 8.– Caminar como Chaplin (si la imitación es buena, los insectos “se matan de la risa”). 9.– Hacer el amor a “la antigüita”; es decir, con camisón. Así los zancudos se mueren de inanición. 10.– Cantar a las chicharras aquella de: la cucaracha, la cucaracha ya no puede caminar, y cuando estén más entretenidas sorrajarles un mandarriazo. 11.– Cada fin de semana invitar a una escolta escolar para que ensaye sobre el patio de la casa.

12.– Sentarse debajo de una pochota y contar cuentos de fantasmas a todas las polillas niñas. 13.– Poner discos de Paquita la del barrio, a todo volumen (más de cien pulgas mueren de mal gusto). 14.– Decir que uno es sobrino en primer grado del Tiranosaurio Rex. 15.– Levantar el vuelo a la hora en que cae la tarde. 16.– Besar de lengüita, pero de lengüita de oruga. 17.– Modificar el mandamiento y decir: No desearás el escarabajo de tu prójimo. 18.– Levantar un muro semejante al que hubo en Berlín, para que las arrieras tengan donde entretenerse. 19.– Imaginar que el mundo de los insectos no es más que un mundo inventado por Walt Disney, y 20.– Hacer maratones de Juegos de Pelota Prehispánicos, donde los insectos perdedores tengan que ser sacrificados.

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PATIO

Fotos de La quincena

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God bless a los paisanos que cruzan del otro lado y cuando regresan “enriquecen” nuestro idioma.

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Esta es una tumba que invadió el carril central (¿sería taxista el difuntito?).

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¡Chin! Con este mensaje subliminal ya no sabe uno si es albur y debemos CUIDAR quién sabe qué.

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Este anuncio sí es mero comiteco. Ese “usté” no lo encontramos en ningún otro lugar.

Gracias a Luis y a Olga, por la foto.

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¡Cadenitas para festejar el Bicentenario! ¡Llévelas, llévelas! ¡Mire, de a dos por uno! ¡Llévelas, llévelas!!

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¿En qué quedamos? ¿Sí o no?

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Prendo el Sol cada vez que leo DIEZ.

Fanny

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B A L C O N E S

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BALCONES

Cuatro comitecos dijeron...

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BALCONES

Cuatro comitecos dijeron...

¿Vale la pena que Comitán aspire a ser una ciudad de DIEZ?

¡Claro que vale la pena! De antemano se agradece a todas aquellas personas involucradas y las no involucradas, que se atreven a realizar esta aventura de preservar nuestra cultura comiteca , mediante la cual se puede realizar un vínculo de participación ciudadana.

Laura Isela Vives Moreno

Comitán es una ciudad bella, limpia, con mucha cultura, y su gente es generosa. Si coordinamos acciones, como comitecos que somos, conservaremos sus tradiciones. Además contamos con gente muy valiosa que ha llegado a poner en alto el nombre de Comitán, un ejemplo es el Doctor Belisario Domínguez.

Dori del Carmen Cruz Hernández

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BALCONES

Cuatro comitecos dijeron...

Mi amor por Comitán no hace que la vea con ojos de mamá mona. No merece el 10. Según los últimos informes climatológicos nos indican de un temporal arbitrario. Viene una tormenta que se llevó mucho y viene por lo demás y otra tormenta que se avecina para llevarse nuestros bienes, aparte de los que se ha llevado y con un tiempo de año y 8 meses de intensa tolvanera, para borrar vestigios y magnificar el gran vocablo de actualidad: la impunidad. Como que para merecer el “10” tendríamos que borrar la palabra compromiso. Compromisos políticos, compromisos sociales, compromisos culturales, compromisos familiares, etc., y tonificar nuestro espíritu en el servicio. Mientras seamos los cangrejos que detengamos el “gran escape” hacia la vida, no obtendremos el “10”, menos que lleguemos a conformarnos con un 6.

Jorge Melgar Durán

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BALCONES

Cuatro comitecos dijeron...

En Comitán, a través de su historia, han sobresalido mujeres y hombres notables. En la actualidad encontramos que ese legado continúa. Sigamos transmitiendo a estas nuevas generaciones la grandeza de su gente, su sencillez, sus valores. Procuremos seguir haciendo de Comitán un pueblo de diez.

Teresita de Jesús Cancino Zebadúa

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BALCONES

LA INFANCIA DE RAÚL GARDUÑO* Jorge Melgar Durán * Texto que el autor leyó en el Encuentro Nacional de Poetas, en homenaje a Raúl Garduño. 22 de abril de 2010. Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.


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BALCONES LA INFANCIA DE RAÚL GARDUÑO Buenas noches: Aunque esta plática estaba dirigida en forma más extensa para hablar sobre Raúl Garduño: Vida y obra de Raúl Garduño, pedí la anuencia del Patronato de la Feria de San Marcos, para hablar sobre su infancia, ya que la grandeza o la insignificancia de los hombres, radica en los primeros pasos en su hogar, con todas las circunstancias que le rodeaban. Me van a permitir iniciar con un poema de Raúl que dice: “Ante este mar, madre, corren mis ojos a tu frente. Vuelan, y el aire los conduce. entonces vuela mi corazón tras tu cabello, entonces vuela mi corazón como la paja, entonces mi corazón, ¡ah mi corazón atropellado en la calle!” Con una diferencia de pocos meses, nacemos tres amigos, en el barrio de Jesusito, barrio muy céntrico y familiar de Comitán, en 1945. Por orden de aparición un servidor de ustedes en el mes de febrero, Julio César Avendaño, en el mes de octubre y Raúl en el mes de noviembre.

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BALCONES La distancia que nos separaban nuestras casas era de escasos 50 metros, así que cuando cumplimos 5 años principiamos a enviarnos nuestras primeras señales. Casualmente, un año más tarde, surgió nuestra primera desgracia. Fuimos inscritos para cursar el primer grado, en un colegio particular conocido como Colegio de la Señorita Anita, donde en la población infantil, predominaban las niñas. Entonces los tres amigos tuvimos que solidarizarnos fuertemente, para combatir los embates femeninos y no propiamente embates de carácter románticos, sino que éramos verdaderos bichos raros, en un mundo educativo dirigido más para niñas, tomando en consideración que los maestros, todos, eran de igual manera mujeres, religiosas, altamente capacitadas para conservar una disciplina rigurosa. Probablemente, en aquella notoria paz de Comitán de 1956, nuestras madres opinaron todo lo contrario y elevaron súplicas especiales a la directora del colegio para que fuésemos recibidos y tuvieran más control sobre nosotros, por nuestras más elementales travesuras que solíamos hacer con toda normalidad. Comitán de los 50’s era un Comitán silencioso, donde todas las familias nos emparentábamos de alguna manera y nos permitían ser ampliamente imaginativos, curiosos, investigadores, pero sobre todo creativos. En ese primer año de educación, tuvimos que construir una fortaleza para que nos dejaran en paz las bromas irregulares de las niñas y entonces dentro de esa fortaleza forjamos nuestros propios secretos que realizábamos cotidianamente, contrapuestos a las actividades, ya conocidas por nosotros, de las niñas más agridulces que solían intervenir en nuestras vidas. Uno de los secretos, al fin niños, era leer en una peluquería, cuyo peluquero era amigo nuestro, la revista “Jueves de Excélsior” y donde dimos con una sección que hablaba sobre la pasada II Guerra Mundial con todas sus atrocidades y cómo se había generado la guerra fría a partir del término de la lucha armada.


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BALCONES A los seis años ya éramos amplios conocedores de Adolfo Hitler, incluso tuvimos un tiempo de saludarnos como se acostumbraba en aquella Alemania de la guerra y poco a poco fue decayendo nuestro entusiasmo cuando conocimos el verdadero holocausto de los judíos, con todas las formas inclementes y crueles de asesinarlos. Entonces volvimos nuestros ojos al general Dwight Eisenhower con aquella famosa operación llamada “Operación Overlord” el 6 de junio de 1944 y donde más de 156 mil hombres desembarcaron en las playas de Normandía. Desde esa edad Julio Avendaño, actualmente maestro muy distinguido, nos puntualizaba la importancia de la suerte o la desgracia de haber nacido en una época turbulenta, incierta, en donde los ánimos de los países poderosos estaban materialmente susceptibles a cualquier irregularidad internacional, sobre todo, por tener conocimiento que los Estados Unidos ya habían usado la energía atómica y que era un indicativo de superioridad que en ese momento, nadie podía controlar legalmente para su uso. Entonces los sábados, habiendo descubierto un paraje solitario, cubierto en su totalidad por una flora inimaginable que nombramos “El Pantano de las ánimas” con la finalidad que nadie se acercara a investigarlo, menos a interrumpirnos, principiamos a conocer a Pablo Neruda: “Puedo escribir los versos más tristes esta noche. Escribir por ejemplo: “la noche está estrellada, y tiritan, azules, los astros, a lo lejos”. Para el siguiente año no fue difícil convencer a nuestros padres del error de habernos inscrito en el colegio de la señorita Anita y nos inscribieron en diferentes escuelas, quizás pensando que los tres juntos, en cualquier momento, podíamos acabar con el mundo y en verdad, no éramos traviesos, simplemente cautelosos de las injerencias inoportunas, probablemente algunos de ustedes, no soportan que entre sus hijos y sus amigos haya silencio. El silencio es un indicio aterrador.


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BALCONES

Pero las tardes eran suficientes para convivir los tres y durante los siguientes años Raúl montaba verdaderas obras de teatro, recordando a los personajes en boga de ese momento. Roy Rogers, Gene Autry, Hopalong Cassidy, Rex Allen y en el traspatio de mi casa, que era inmensamente grande y con mucha vegetación, desarrollábamos las grandes tramas que Raúl se encargaba de preparar. A Raúl y a Julio les tocaba encarnar a los personajes malos y un servidor al personaje bueno. Todo esto se hacía porque tanto Raúl como Julio querían demostrar con inteligencia, que sí se podía acabar con el bien y no como sucedía usualmente en las películas. Sin embargo, de mi parte, había tomado en serio mi papel de vigilar por el bien y también tenía que buscar las tácticas respectivas para salir triunfante. Esta competencia se tornó en algún momento insoportable; tan insoportable que en alguna ocasión una amiga de mi madre llegó con una alerta insólita de que Raúl y Julio, como a las siete de la noche, me esperaban en la esquina, cuando salía a comprar el pan, ambos armados de dos navajas para matarme definitivamente y lograr el objetivo que se habían trazado: el triunfo del mal. Los días, las semanas transcurrieron, después de una rigurosa llamada de atención por parte del padre de Raúl, el capitán Raúl Garduño, un hombre que no se andaba por las ramas y que en su expresión era muy claro, demasiado claro y tuvimos que entrar en nuevos convenios de alternar los triunfos y los fracasos y ya para ese entonces ya teníamos a otros amigos vecinos, compartiendo las luchas encarnizadas del viejo oeste. No cabe duda que para Raúl, que principiaba a demostrar cierta tendencia a las letras y ya con un triunfo anotado exitosamente para el mal, cuando en una escena los malos llegaron a la oficina del Sheriff, que era su servidor, tocaron la puerta y a la hora de entrar, casualmente, así lo tomé, se tropezaron con una lata de cerveza que -


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BALCONES

fue a parar hasta la mitad de la habitación. Y ellos habían llegado propiamente para disculparse por todos los daños que habían causado en la comarca, los felicité y los invité a unirse al trabajo solidario de todos los vecinos. Ellos aceptaron y despidiéndose, cerré la puerta y cuando me disponía a pensar en la continuación de la obra, puesto que ya había una importante reconciliación del bien y del mal, afuera, con todos sus pulmones, simularon una explosión y cuando salí a ver que pasaba, Raúl me dijo con una gran expresión: -Eres espíritu. Ya estás muerto. El bote de cerveza era una bomba. Efectivamente el Sheriff había muerto. La obra había terminado. Los días siguientes fueron muy difíciles. Las risas irónicas de los malos, eran verdaderos alfileres para los buenos, que no estaban solamente atados, sino literalmente muertos y no se podía hacer nada. Así que teníamos que realizar un borrón y cuenta nueva y reencarnar en algo diferente. Entonces empezamos a formar una pandilla que entraría en conflicto con otras.

La pandilla de Los Chitos; la de La Esquina Blanca, la de La Pila, la de Guadalupe y la del barrio de Campeche, que era una de las más temidas, pues generalmente eran hijos de zapateros que andaban con cuchillas que hacían del fleje de las cuerdas de los relojes antiguos, en una gran diferencia, pues nuestras armas eran resorteras, hules que lanzaban pedazos del maguey, muy dolorosos por cierto, palos hechos espadas y un rifle de municiones que poseía un amigo muy intrépido. La verdad que las incursiones de parte de nosotros no eran muy frecuentes, porque midiendo nuestro potencial, no podía compararse con las demás pandillas, así que vivíamos de sueños de enfrentamientos que nunca se realizaron. En ese lapso de ensoñación Raúl se puso a escribir e invitándonos, todos los domingos presentábamos obras de teatro con diferente temas, encarnando a otros personajes como los Soler, Cantinflas, Oscar Pulido, Arturo de Córdova y nos atrevimos a invitar al público en general, anunciándoles que la entrada costaba 5 pesos, que en aquellos tiempos era un dineral, pero la verdad es que nunca supimos qué fue lo realmente pasó, pero los corredores de la casa de Raúl se llenaban y lo más simpático es que nosotros los actores, por instrucciones precisas del capitán Garduño, teníamos que trabajar en calcetines, para conservar la impecable brillantez del patio de la familia. Raúl, así como nosotros, éramos integrantes de familias muy conservadoras. La madre de Raúl había sido una de las reinas más bellas de Comitán, perteneciente a la familia - - - - -


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Culebro, de gran abolengo que encabezaba don Eduardo Culebro, su padre, que era un personaje distinguido dentro de la sociedad comiteca; por parte de Julio Avendaño, hijo de un gran maestro de Español y Literatura, instructor de muchas generaciones y Subdirector de la escuela más prestigiosa de Comitán: La Escuela Secundaria y Preparatoria de Comitán, por mi parte hijo de una mujer que fue nombrada por mucho tiempo Habilitada de todas las zonas educativas de la región y que su trabajo consistía en pagarles quincenalmente los sueldos en efectivo, a cada maestro. Esto implicaba cierta estatura que tenían que cuidar con esmero y dedicación, no se podían desviar de sus responsabilidades contraídas porque en ese entonces la sentencia era de que en “Pueblo chico, infierno grande”. Raúl, efectivamente, nació en el Distrito Federal, fue exactamente el mismo caso de Rosario Castellanos, que al presentar anomalías, la madre, en el parto, tenían la posibilidad económica de hacer un largo viaje hasta la ciudad de México, sobre todo cuando se trataba del hijo primogénito, pero tanto Rosario, como Raúl, siempre consideraron su nacimiento en México, como un mero accidente geográfico y así lo expresaban, porque ellos realmente, fueron verdaderos comitecos. Raúl, durante mucho tiempo, estuvo rodeado de una familia pletórica de ternura, pero a la vez diversa. Por un lado su padre, que era un militar nacido de la tropa. Capitán por méritos propios y conocedor y simpatizante de la fuerte disciplina. Los tiempos se manejaban con el reloj en mano y no podían pasar ni siquiera segundos de una actividad proyectada. Aquí era al pan, pan y al vino, vino, no podía haber distracciones o disculpas. El contrapeso era su madre, que no solamente era bella físicamente, sino espiritualmente, llena de ternura, de amor, de sinceridad y sus hijos, eran verdaderas representaciones de Dios. Por otro lado contaba también con la rigidez de la abuela Otila, pero con la comprensión absoluta y dulce de la abuela Carmelina, entonces Raúl estaba en medio de dos polos que imperceptiblemente luchaban por su formación, pero que en realidad empezaba a generarse una vida muy autónoma, independiente, dispuesta a vivir la vida con toda intensidad. Frecuentemente lo veíamos divagar y en su rostro no podía esconder el asombro de las cosas que veía y valoraba a gran escala al grado de que cosas insignificantes, resultaban para él aspectos asombrosos y eran pie para su inspiración.

BALCONES


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Recuerdo que los tres compartíamos una novia, era una mujer bellísima, mucho mayor que nosotros, que transpiraba fuego y pasión ilimitada y un día se detuvo Raúl a observar su pelo que lo adjetivaba y lo envolvía en significados sorprendentes; mucho después me leía un poema muy hermoso: “En tu cabello nació la flor de los encuentros, tu cabello es la casa de la brisa, tu cabello es el peso de la luna, tu cabello se arrodilla para amarte, tu cabello entra al canto de los ríos, tu cabello hermoso golpea nuestra sangre como si con un beso golpeasen nuestra alma. Tu cabello dará luz, alta luz A un continente de ciegos.” En esos instantes significativos, nosotros percibimos en Raúl una metamorfosis. Llegó a ser para nosotros un espíritu solitario, sufría permanentes recogimientos y se aislaba de la vida y de la realidad. Desde los ocho años escribía incansablemente y quizás ya visionaba la decisión de sus padres de trasladarse a esta ciudad capital, que significaba nuestra inminente separación; esa separación que nos iba a doler en el alma porque formábamos un trío que se había fusionado en una sola luz, en un solo sentimiento. Para ese entonces ya estábamos llegando al sexto grado, cuando de pronto Raúl se nos esfumó en el aire. Encontramos su casa vacía. La calle lloraba y nosotros nos convertimos en tristes espíritus preguntando de puerta en puerta sobre el destino de nuestro amigo. No se habían despedido por ser un trago amargo que no querían pasar, entonces un día anochecieron y no volvieron a reencontrarse con el amanecer comiteco. Tuvieron que pasar algunos años cuando supimos del retorno de Raúl y su apurada búsqueda de sus amigos para leernos aquellos famosos sonetos “Estancias junto a Fidalma” en una edición muy sencilla, donde pudimos comprobar la magia de sus letras y el inicio de su vuelo a los confines que él solo supo como llegar y como empaparse en esa fuente cristalina de profundas reflexiones, de inusitadas metáforas.


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BALCONES Raúl decía: “En el centro de las plazas desiertas se inaugura el silencio. La ciudad sin nadie ha marchado a sus escombros y ebria, ha caído en la alcoba de lo desconocido. El miedo se descuelga de los edificios como un bandolero alucinado y ojos borrosos y números se hunden al fondo de su cólera. La ciudad… Agosto camina con pies de fiebre en mi corazón. Agosto pisa rosas encendidas en los huertos lejanos, no sé si agosto… frases luminosas sobre mi cabeza, torres de una sustancia amorosa entre mis dedos… no me muevo. Ni mi soledad. Ni el cadalso de mi ruina. Solitario. ¿Quién soy? A nadie hablo ahora. No me importan ustedes ni mi memoria es suya. Es la noche entera como la sombra de su propia persona, son los silencios uniéndose a mis pasos en la gran ciudad deshabitada. A nadie hablo. ¿A quién hablaría desde el desorden de los cuerpos mutilados en las puertas de la muerte? Pero de pronto y lejano, tomo con fuerza esa canción que a espaldas de lo oscuro va descendiendo hacia mi frente, dejo que el sol tienda sus manos al otro lado del mundo mientras el bosque antiguo despierta en medio de la sangre y va dejando sus manchas verdes en lo que fui. ¿En dónde anduve? ¿Qué rostro mío, a media noche, abrió los ojos en los parajes del espíritu? ¡Eternidad junto a mi piel y otra vez la bandera de la profecía en los temporales del año!”


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BALCONES Raúl se fue esparciendo en la inmensidad del mundo en poemas que se agigantaban a su paso. Decía un poeta comiteco: Paso noches de desvelos para escribir un poema. Sufro cada palabra. Me duele el alma y desfallezco cada vez que intento entretejer mi inspiración y Raúl, se sienta en un café y en una servilleta que se vuelven diez, escribe un poema casi ilegible y al otro día está ganando un premio nacional. A veces pensamos que la poesía era su piel, su fervorosa entraña, su corazón incendiado y su inevitable muerte. Vivió porque el destino, confundido, lo trajo del parnaso. Cuando Raúl murió y tuvimos que traerle tierra comiteca, platicamos dos días antes y me dijo que nunca había estado tan bien como en esa ocasión en el sanatorio. Que no debí haberme trasladado para verlo y que pronto llegaría a Comitán para tomarnos un buen trago, no sin antes leerme un apunte poético significativo: “Como jardines instantáneos abro los labios averiados. El deseo demuele ya su parte. Todo lo ganado va en la llamada facultada para cantar su propio incendio.” Efectivamente, Raúl insistió en casi todos sus textos, su cercanía con la muerte. Algo así como una obsesión que en nuestra juventud me causaba un temor desmedido y personalmente lo criticaba, argumentándole, equivocadamente, desde luego, que la poesía era un espacio para hablar sobre la vida, sobre las experiencias y si quería, sobre las penas y dolores; pero la muerte era la última instancia, irrenunciable, eso sí, que en su llegada en su momento, era implacable, imperdonable, donde no había opciones de espera, que entonces no había motivos para dedicarle espacios y remembranzas.


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Raúl clavó su mirada al horizonte y la volvió hacia mi, penetrante, casi abismal, como acostumbraba cuando tenía que explicar algo donde tenía las razones cimentadas y profundas y me dijo algo así: ¿Sabes Jorge lo que es la muerte? La muerte es el gran paso que todos deberíamos ansiar y no temer originado por una educación equivocada. La muerte no es luto, es alegría de llegar, por fin, al conocimiento último de las cosas. No es posible que Jesús haya estado equivocado, cuando con sumisión se entregó a ella. Sabía que era el pasó trascendental de su vida, pasar a la otra vida para convivir con el asombro, el delirio y la contemplación de lo magnífico del universo. La muerte es abandonar esta envoltura que cada instante se deteriora y que te ayuda a liberar tu esencia, esa esencia que nunca logras conocer, menos reconciliar con la desigualdad a que nos sometemos voluntariamente. La muerte, Jorge, no es el horror de su llegada, sino es la bienvenida a su inmensa transparencia. “Pero no. Estamos lejos y solos. Nos separa el llanto de la avispa, el dolor infinito de la sombra, nuestra casa antigua, abierta como el primer geranio de luz luminoso en la tierra. Pero no. San Sebastián se ilumina, nuestra casa se hundió en un túnel, el parque de los niños es el mismo y la estatua de mi muerte ha sido levantada por la niebla.

BALCONES


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BALCONES Pero no. viene un águila a empujar el viento, viene una flor, la más pequeña, la última, desde Comitán hasta mi sueño, viene la máscara y vienen los cohetes y la ermita llena de bugambilias. Si tienes alas, Palabra, no salgas a la calle donde el viento es una rama tísica. Sal a mi corazón y construye un hondo cementerio y entierra para siempre la soledad.”


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CORREDORES Comitán, un pueblo de 9 estrellas y gente de 10.


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CORREDORES

El cuento que nunca fue escrito

Alejandro Molinari Comitán, un pueblo de 9 estrellas y gente de 10.


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CORREDORES EL CUENTO QUE NUNCA FUE ESCRITO “¿Me escribís un cuento?”, me dijo Angélica. Ella jugaba con Armando y Lucía. Jugaban a hacer el muñeco de plastilina más asqueroso. Yo estaba recostado en la hamaca que cuelga en el corredor principal de la casa de campo de los papás de An. Tenía el pie derecho sobre el suelo y con él me mecía. -¿Sí me lo escribís? –insistió desde la mesa donde amasaba el muñeco, mientras Armando y Lucía se tiraban bolas de plastilina. Se asomó la mamá de An en la ventana de la cocina. Los niños la vieron y se calmaron. María tiene un gran control sobre ellos, basta que les eche una mirada para que ellos anden bien derechitos. -¿Y? – me preguntó, poniendo sus brazos como asas de jarro. An ya estaba parada frente a mí y me sentí pequeño. No sé por qué siempre ante la mirada de los niños siento empequeñecer. Dejé de mecerme, subí la pierna derecha y le dije que estaba bien, que le escribiría el cuento. -¿Me lo tenés mañana? -Sí, An, mañana te lo tengo. -¿A primera hora? Me encanta y, a la vez, me enerva la forma en que los niños se expresan. Les basta formular dos o tres preguntas para inquietar a los adultos. ¿Escribir un cuento de la noche a la mañana? ¡Habrase visto! Estuve a punto de decirle que escribir un cuento no es tan simple como modelar un muñeco de plastilina, pero no lo hice. ¡Qué bueno! Porque los niños creen que escribir un cuento ¡es algo simple! Los he visto escribir cuentos con la misma facilidad con que modelan muñecos asquerosos. Los niños convierten en sencillo todo lo complicado. Armando y Lucía siguieron modelando la plastilina, pero ya en silencio, con cara de santo mártir. An, con el dedo meñique, se sacó un moco y lo repasó sobre el muñeco que construía. -No se lo digás a nadie, pero este muñeco es Salomón- me dijo en voz baja y reafirmó su condición de secreto sellando con un dedo sus labios que sonreían. – No lo olvidés, tío Alejandro, mañana a primera hora.

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CORREDORES Los tres niños abandonaron la mesa y entraron a la casa, supuse que para cenar, bañarse y acostarse. Nadie había calificado las obras, pero si hubiese existido un jurado habría determinado que el muñeco de An era el ganador, porque, además del moco, le había embarrado chicle y un poco de yogurth de fresa sobrante del desayuno (“¿Parece vómito, verdad?”, había dicho). Salomón es el papá de An y ahora se acercaba para ofrecerme una taza de té de menta. Yo estaba de paso en casa. Al otro día, Salomón y María me llevarían al aeropuerto de Chiapa de Corzo para viajar a la ciudad de México. La casa de campo está en la parte alta de la carretera vieja de San Cristóbal a Tuxtla. La casa está llena de pinos y de pájaros que acá llaman “azulejos”. Me levanté de la hamaca y me senté al lado de la mesa, para tomar el té. -María dice que con el té se te quitará la molestia de la garganta- dijo Salomón. Metió su mano adentro de la chamarra y sacó una pequeña botella metálica -. Pero, por supuesto, si ayudamos a la menta con un poco de ron ¡mañana estarás como nuevo!-. Y sirvió un poco sobre el té. No me dolía la garganta, pero acepté la infusión. Tomé un sorbo; una caricia, como ducha de agua caliente, me cubrió todo el cuerpo. María se asomó en la puerta de entrada de la casa, ya tenía puesto un chal sobre sus hombros. -¿Te traigo una chamarra? -me preguntó Salomón y caminó, por la vereda, hacia la casa-. La temperatura bajará más-. Salomón entró a la casa. Me dieron ganas de orinar y, yo también, fui a la casa. Llevé la taza de té entre mis manos. El frío y el viento comenzaron a arreciar, los pinos -como si estuviesen sobre una hamaca- se mecían de uno a otro lado, con violencia. Dejé la taza sobre un atril y entré al baño del piso de abajo. Pensé que los niños ya los habían enviado a dormir, porque todo estaba en silencio. Comencé a orinar. Oí a María: -¿Cómo estuvo hoy? ¿Siguió con las alucinaciones de los niños? -No, estuvo tranquilo -dijo Salomón-. Se la pasó haciendo muñecos de plastilina. -¿Le diste el somnífero? -Sí, se lo tomó como niño en la mamila. Terminé de orinar. Le bajé el agua a la taza. Abrí la puerta, ambos me quedaron viendo como si yo fuese un fantasma. Era obvio que no esperaban verme ahí. Salomón se hizo para atrás y se sostuvo en la mesa del comedor. María fue al fregadero, tomó un vaso limpio y volvió a lavarlo. -¿Y los niños? -pregunté-. ¿Ya se fueron a dormir?

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CORREDORES María y Salomón guardaron silencio, pero miré hacia arriba y vi a An asomándose a través de los barrotes del barandal del segundo piso. Tenía puesto el pijama de venaditos. -Ya me voy a dormir- dijo An-, soñá con los angelitos – gritó. -Gracias. -No te vayás a hacer tacuatz, acordate que mañana me tenés que dar mi cuento. Me aventó besitos con su mano derecha, entró a su cuarto y dio un portazo. Sus papás parecieron ignorarla y ella hizo lo mismo. Esta niña tiene algo en contra de sus papás, sobre todo, en contra de Salomón. -¿Por qué Armando tiene que tomar somnífero?- pregunté. Levanté la taza y me senté en el sofá. El té ya estaba frío. -¿Te lo recaliento?- dijo María, pero no dejó que yo respondiera, me arrebató la taza y la llevó al fregadero. Oí pasos en la parte de arriba. Era Armando, tenía puesto el pijama de leones. Se recargó en el barandal. María se quitó el mandil y subió. A la hora que el niño vio a María, echó a correr y se metió en su recámara. Las casas con niños son muy alegres, pero se convierten en algo peor que desiertos tristes cuando los niños duermen o no están en casa. Por esto no me casé, me hubiera dolido mucho quedarme solo cuando mis niños crecieran y se fueran a estudiar a otro lado. -¿Por qué le dan somnífero a Armando? -le pregunté de nuevo a Salomón-. Parece que no le hizo efecto porque sigue despierto. Salomón se sentó a mi lado, sacó la botella de su saco y me ofreció un trago. -No- dije-. El ron me provoca dolor de cabeza y mañana quiero estar al ciento por ciento para el viaje. -¿Vas a viajar? -Claro, tú y María quedaron de llevarme al aeropuerto, ¿o no?

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CORREDORES María apareció en la escalera, bajó. Todo estaba en silencio de nuevo. Confirmé la capacidad de ella para controlar a los niños. María es mi prima hermana. Ella no lo admite, pero sé que me rehúye, tal vez algún resentimiento infantil la sigue acosando. Ella y yo vivimos en casa de la abuela Azucena. Nunca ha querido hablar de los juegos que jugábamos en el cuarto prohibido. Me rehúye. Salomón, quien resulta mi primo político, es más tolerante conmigo. Cuando vengo a su casa nunca tuerce la boca, como sí lo hace María. -¿Ahora sí ya durmieron?- pregunté. María se sentó a mi izquierda. Extendió sus piernas y colocó sus manos debajo de su cuello. -Ah, fue un día agotador- dijo, cerró los ojos. -Le decía a Salomón que habíamos quedado en que mañana me llevarán al aeropuerto. ¿Podrán hacerlo? María puso su mano sobre mi pierna y me dijo: -Mira, Alejandro. Hemos tenido días muy pesados. Tal vez fuera más conveniente que te llevara un taxi. -Sí, está bien, no hay problema. María me dio unas palmadas cariñosas, se levantó, descolgó el teléfono y marcó. Volteé a ver a Salomón, él se paró y dijo que iría por mis cosas. -Pero, ¿qué les pasa? ¿Esto es una broma? Ahora son las ocho de la noche y el vuelo está programado para las siete de la mañana. -María dice que así es mejor, Alejandro- dijo Salomón, caminó hasta la puerta de entrada y comprobó que estaba entreabierta (yo la había dejado así a la hora que entré a la casa para ir al baño). Luego Salomón subió por mi maleta. Pensé que no podía irme. A Angélica le había prometido un cuento. Le escribiría el cuento que desde hace tiempo rondaba, como abejorro, por mi cabeza: el del hombre triste y solitario que platicaba y jugaba con fantasmas. Salomón bajó y, con cierto desenfado, dejó la maleta a mi lado. No dije nada. Abrí la maleta y saqué la libreta. ¡Escribiría el cuento de An! No podía fallarle. María se acercó, me dio un papel y dijo:

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CORREDORES -En cinco minutos llega el taxi, es el número 324-. Abrazó a su esposo y, con tono de cierta culpa, dijo-. Lo sentimos, Alejandro, pero es lo mejor. Iba a decirle que no se preocupara, que no me iría esa noche porque tenía un compromiso a cumplir, pero no lo hice porque los tres niños bajaron y quedaron parados frente a mí. An se acercó y me abrazó. -¿Te vas a ir, tío? -No. ¡No!, hasta que escriba tu cuento. Ella me abrazó con fuerza. Cuando se separó vi que sonreía. Se colocó al lado de Lucía y Armando. Los tres niños, igual que María y Salomón, colocaron sus brazos detrás de la espalda, quedaron serios, como esperando mi reacción, que no fue otra más que sacar el bolígrafo para comenzar a escribir. Me extrañó que, contra su costumbre, María no echara una mirada fulminante a los niños para obligarlos a regresar a la cama. Un claxon sonó. El taxi, pensé. Nadie se movió. Yo quería ignorar a María, Salomón, a los niños y al taxista que ahora volvía a sonar el claxon, para concentrarme en la labor de escritura, pero era imposible. La presencia de ellos era asfixiante, como una losa de piedra. El claxon volvió a sonar. Escuché dos portazos y luego voces. -¡Chale, parece que nos tomaron el pelo! Esta casa está deshabitada. -La puerta está abierta. Dos muchachos entraron, uno de ellos vestía bufanda y una boina; el otro, chamarra de cuero y llevaba las llaves del carro en sus manos, las movía con aprehensión. Apenas dieron dos o tres pasos adentro de la casa. -¿Serías tan amable de decirles que no iré con ellos?- le dije a María. Ella no dijo nada. Los niños vieron a Salomón, pero éste tampoco hizo nada. Los hombres del taxi dieron dos pasos más adentro. Pensé que eran unos groseros porque no nos saludaron. -Mejor nos vamos- dijo el de boina.

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CORREDORES

-Sí, mejor se van, porque yo viajaré hasta mañana- dije. Me paré y me coloqué al lado de María. Lo hice como un acto reflejo para sentirme protegido. -¡Vámonos!- apuró el mismo muchacho, pero el de las llaves lo detuvo: -Espérate, no seas collón. Veamos por ahí, ¿no ves que no hay nadie? -Sí, pero… -¡Órale! Busca en ese mueble, busca relojes, dinero, celulares, lo que sea… María y Salomón no tuvieron ninguna reacción ante el movimiento del muchacho que comenzó a abrir las gavetas del mueble empotrado en la pared. -Oigan, ¿qué intentan?- grité y me coloqué frente al de la boina. El muchacho se detuvo, vio a su compañero, quien, de igual manera, dejó de abrir las gavetas, y vio hacia todos lados. -¿Sentiste?- dijo el de boina-. ¿Sentiste esa ráfaga de viento helado? -¡Largo de aquí!-, grité y tomé del brazo al de la chamarra de cuero. -¡Ay, ojeras de ojete! Vámonos, acá espantan.

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CORREDORES Y los dos muchachos salieron corriendo. Jalé a Salomón, pero él me rechazó. No me quedó más que ir solo hasta la puerta. Puse mis manos empuñadas sobre mi cintura. Si los muchachos intentaban regresar ahí me encontrarían. Pero ellos deseaban todo menos regresar a la casa, subieron al taxi, dieron portazos y, mientras el de la boina exigía a su compañero echara a andar el motor el otro no lograba meter la llave. Por fin lo logró y echó a andar el motor y aceleró. ¡En ese instante vi a los niños! Estaban sentados en el asiento posterior del taxi. An tenía la carita y sus manos repegadas al cristal. Me veía con cara de reproche. Cuando el carro avanzó, ella se hincó en el asiento trasero, de tal suerte que cuando el carro se retiró yo la vi en el cristal trasero. Seguía viéndome con su cara de reclamo. Quise correr tras el auto, pero un brazo, con la fuerza de una pinza, me detuvo. ¡Era María! -Te lo advertimos. Tú debiste haberte ido- dijo. No pude hacer más, fue como si estuviese clavado al piso de madera. María me puso un chal sobre la espalda y me llevó al interior de la casa. Salomón cerró la puerta y echó seguro. Vi la libreta y la pluma sobre el sofá. Ya no tenía caso escribir el cuento. -¿Viajarás mañana?- me preguntó Salomón. No dije nada. Subimos y cada uno entró a su recámara.

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Sitio Comitán, un pueblo de 9 estrellas y gente de 10.


DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. SITIO

Rosario obtuvo varios premios por su obra literaria. El Chiapas que ya se dijo; además obtuvo los siguientes: el Xavier Villaurrutia; el Sor Juana Inés de la Cruz; el Carlos Trouyet, de Letras; y el Elías Sourasky, de Letras. Como vemos, su obra literaria tuvo gran trascendencia y reconocimiento.

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TAPANCO

Busto de Esteban Alfonso García

En el patio central de la Biblioteca Pública Regional se encuentra un busto del destacado músico comiteco. Las fechas de su nacimiento y deceso son: 1888 - 1950.

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ACTUALIDADES

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ACTUALIDADES

Cobachenses

El martes 27 de abril se llevó a cabo el Encuentro Inter-Colegial Cultural Regional, en el COBACH, Plantel 50, de La Independencia. Alumnos seleccionados de los planteles de la región concursaron en canto, pintura, oratoria, ajedrez, declamación y otras disciplinas artísticas.

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ACTUALIDADES

Aniversario

Para conmemorar un aniversario más del natalicio del Doctor Belisario Domínguez, hubo una serie de actos en la Casa Museo. Dentro de las actividades se presentó una exposición de pintura de Aurora Argüello, en los corredores de dicha Casa Museo.

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ACTUALIDADES

Crónicas de Adobe

XEMIT - 540 a.m. Radio IMER

Programa Radiofónico Número 11. Temas tratados: - Gaceta Dental de Comitán  Participación de grupo teatral comiteco en el Sexto Encuentro Teatral Juan Álvarez, realizado en Acapulco, Guerrero. En la fotografía: Jorge Antonio Ruiz Mandujano, Rosa Hortensia Aguilar Trujillo y Enrique Guzmán Monzón.

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MOJOL

El güet, ave maravillosa Andrés es un güet bebé. En el libro “Arcaísmos, regionalismos y modismos”, de Oscar Bonifaz encontramos que el güet es el alcaraván. El güet es un animal que existía en muchas casas comitecas. Ahora lo común es que el güet ya no esté en los sitios de las casas. Es un ave que “avisa” la llegada de extraños. Andrés es un bebé. Sus padres lo protegen. A sus padres les cortan las alas cada tres o cuatro meses para que no vuelen y se “pasen” a los sitios vecinos. Por lo regular los vecinos juran que ahí no están. En las comunidades rurales cercanas a Comitán aún pueden encontrarse estas aves simpáticas. El güet está muy ligado a la cultura de nuestro pueblo. No es casualidad que una de las danzas tradicionales más ejecutadas en el estado de Chiapas sea la de “El Alcaraván”.

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Licenciaturas en Trabajo Social y en Periodismo. Teléfono: 01-963-6326661 e-mail: universidad@universidadmnr.com.mx Comitán, un pueblo de 9 estrellas y gente de 10.


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Seguimos construyendo. Nos vemos en el número 21.

Fanny


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