Revista diez 203

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203 3 de noviembre de 2013. Comitán de Domínguez, Chiapas Editor responsable: Alejandro Molinari

Entrevista con

Mario Alberto Domínguez Gordillo y Rafael Bautista Brindis Entrevistadora: Dora Patricia Espinosa Vázquez


CONTENIDO

LA REVISTA QUE HABLA DE VOS

5.- EDITORIAL

10.- ZAGUÁN Lectura de una fotografía donde HAY UNA BARCA EN SUSPENSO

12.- PATIO Lovelace David Tovilla

19.- BALCONES Las fotografías de la quincena.

27.- SITIO Entrevista con Rafael Bautista Brindis y Mario Alberto Domínguez Gordillo

32.- ACTUALIDADES

35.- MOJOL

Editor responsable: Alejandro Molinari alejandromolinaritorres@gmail.com

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REVISTA DIGITAL - La revista que habla de vos.

Comitรกn, ciudad que habla de vos

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EDITORIAL

LA REVISTA QUE HABLA DE VOS

Hoy publicamos el número 203 de la Revista DIEZ, una revista que es leída por cientos de personas con tan solo un clic. Eso es lo que permiten las publicaciones electrónicas hoy en día, compartir información de manera fácil en cualquier parte del mundo, desde cualquier computadora, tableta o teléfono inteligente. Resulta interesante pensar qué pasará con los medios impresos dentro de algunos años. ¿Pasarán de moda y serán vistos por las nuevas generaciones como algo aburrido y obsoleto? Aprovechemos la era de la información. En este número publicamos una entrevista con Rafael Bautista Brindis y Mario Alberto Domínguez Gordillo. Ellos nos comparten sus experiencias con los tradicionales juegos comitecos.

Comitán, ciudad que habla de vos

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DIARIO DE COMITÁN



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ZAGUÁN

LA REVISTA QUE HABLA DE VOS

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LECTURA DE UNA FOTOGRAFÍA DONDE

HAY UNA BARCA EN SUSPENSO Arenilla Es como una barca apostada en la orilla. Todo lo demás es río. El hombre-barca se recostó en la orilla, ahí donde crece el musgo, ahí donde se levanta el muro que detiene el oleaje que provoca el paso de los demás barcos. ¿Ya vieron la barcaza que se adelanta con paso apresurado? ¿Ya vieron la popa y el velamen que se extiende como abrazo al viento? Dije que el hombre-barca se acercó a la orilla, ya agotado, ya victorioso de haber vencido la tormenta. Dije que se recostó al lado del muro que es como una fortificación de esas que circundan la ciudad de Campeche y que evitaban el asalto de los piratas. Pero, ¿de veras es esto? ¿No será, más bien, un muro de esos que construían los aztecas para recordarnos el inframundo? Sí, también puede ser un Tzompantli. Sí, parece ser esto: cada uno de las piedras se asemeja a un cráneo. Entonces ¿a qué se acercó el hombre-barca? ¿A la vida? ¿A la muerte? ¿Al eterno tránsito de una hacia la otra? Está en posición fetal. Algo recuerda. ¿Qué chunches lo acompañan en su trayecto? Un palo de escoba que le sirve como cayado. ¿Tiene una fisga y le sirve para pescar? ¿Qué pesca un hombre a la orilla del río? ¿En dónde están los peces más ricos en proteínas? ¿Qué tipo de peces y de sirenas existen a mitad del río? ¿Ya vieron la sirena que camina al fondo de esta fotografía? El hombre-barca también se acompañó en el trayecto de un jugo de manzana (la botella ya está vacía) y de un libro. ¿De veras llevaba un libro? Claro, ahora entendemos porque pudo llegar a buen puerto, a salvo. Desde los tiempos más remotos el mejor GPS ha sido el libro. El libro, desde siempre, ha sido el astrolabio y la brújula del viajero, del que se atreve a viajar en la noche de los siglos. Y ahora, después de un viaje agotador, el libro también le sirve de almohada, porque, esto lo saben todos los niños del mundo, el libro también es un buen conciliador del sueño. Por eso, este marino fatigado, duerme en posición fetal, para recordar las noches en que su mamá le contaba cuentos (¿de veras tuvo madre este tipo que más bien parece un borracho que ya no alcanzó a llegar a casa?). ¿Es un viajero fatigado o un simple vagabundo que es dueño de las calles y de las banquetas? ¿Para qué le sirve el cayado? ¿Y qué sucede con los barcos que pasan a su lado? ¿Por qué no le avientan un salvavidas? ¿Acaso ya no tiene remedio? Tal vez el hombre-barca no sabe leer. Tal vez es un sencillo teporocho que no sabe multiplicar y siempre, que alguien le dice tres por ocho, el responde “sin rival”. Tal vez está acostumbrado a dormir debajo de los puentes por donde no corre agua. Por esto, entonces, el ingrato tiene de almohada al libro. Su almohada bien pudo ser una piedra, jamás una nube. El tipo no sabe volar y por esto se arrastra por el piso de laja. Sí, ya entendí, por lo mismo, los hombres que pasan a su lado lo ven con indiferencia. Alguien, cansado de soportar su hediondez llamará a la policía y ésta, más tarde que temprano, llegará y lo subirá a la patrulla y lo llevará a la cárcel. Sí, dirá el hombre que llamó a la policía, qué bueno que lo metan al bote, que lo bañen, que bañen al asqueroso. Y ahora digo qué pena. Tan sabroso que estaba durmiendo. No le hacia daño a alguien. Los hombres cuando duermen son como barcas que navegan en mares en calma. El problema del hombre se da a la hora que despierta “y aviva el seso”. Es el instante en que comienza a pensar en maldades. ¿Sólo de almohada le sirvió el libro? ¡Qué pena! Nunca sabrá que un libro es el mejor astrolabio y que, a veces, también sirve para arrancar las hojas y hacer barquitos de papel.

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ZAGUÁN

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PATIO

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PATIO

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Lovelace

David Tovilla

Lovelace, la película sobre la más famosa actriz de cine porno se estrenó en México en septiembre. Por estos días se exhibe ya en el interior del país y en particular en Chiapas. Pocas salas y horarios. Poca asistencia, en consecuencia. La cinta es la recreación exacta del libro Ordeal, escrito por Linda Boreman en 1980. Ocho años después de filmar la película Garganta Profunda (Deep Throat) que la hizo inmortal. La cinta, por lo tanto, es la versión parcial, acomodada, de Linda. Lovelace, apellido artístico de la chica, se reduce a reproducir la justificación en torno a su paso por el cine porno. Es una salida fácil y maniquea. Al concluir los noventa y tres minutos de proyección la autora no asume ninguna responsabilidad de sus actos. La manera en que expone los sucesos llevan a decir: todo fue culpa de su madre, Dorothy Boreman, por cierto encarnada nada menos que por Sharon Stone. Desde la confesión inicial que a los veinte años Linda tuvo un hijo pero que le fue retirado por su progenitora para darlo en adopción y nunca más lo volvió a ver, hasta el hecho de negarle una noche de posada y exigirle que obedeciera en todo a su marido como era la

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educación que le había inculcado. Y la autobiografía oficial de Boreman, al fin de cuentas, está orientada a buscar el perdón del hogar de los padres. Exculpa un poco al padre y carga todo hacia la mamá. La cinta, como es natural, presenta como escenas finales ese ansiado regreso al hogar como una “nueva” mujer. Los directores de Lovelace, Rob Einstein y Jeffrey Friedman, decidieron asumir este material de dudosa veracidad aún cuando Linda Lovelace declaró años más tarde que los grupos antiporno en los que participó sólo la habían utilizado y manipulado. De manera que la película es honesta cuando, desde su título, revela que sus alcances son reducidos a una perspectiva: la del personaje central protagonizado por Amanda Seyfried. Así que no es una cinta sobre la industria porno, tampoco sobre la revolución sexual de los setenta. No constituye siquiera un remoto acercamiento al paneo que realiza el largometraje Boogie Night, de 1997, de Paul Thomas Anderson. Si quiere verse algo sobre los inicios del cine para adultos habrá que recurrir a la videoteca porque esta película del 2013, por parcial e inverosímil, es omisible. Del mismo modo, para tener una perspectiva completa y entender que la versión de Linda Boreman ahora llevada al cine es inexacta hay que ir a dos fuentes básicas. En primer lugar, la

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propia película Garganta profunda. La participación de la actriz dista mucho de una actuación forzada como pretendió decir con posterioridad. Todo lo contrario: es la constatación de porqué Linda Lovelace se convirtió en una leyenda vigente hasta la fecha. A tal grado que aún es tema de un nuevo filme. El otro material, hasta el momento tampoco superado, es el documental de 2005: Inside Deep Throat. Ya se dijo lo que Lovelace no es. Sí es: la victimización, la pretendida exculpación, la historia del matrimonio entre Linda Boreman y el pornógrafo Chuck Traynor. Episodios de golpes, drogas y sexoservicio. Nada aporta. Nada se pierde. Veremos cómo queda otra cinta que se ha anunciado pero no avanzó: Inferno: A Linda Lovelace Story, que llevaría en el papel central a Lindsay Lohan, a quien por sus problemas legales y adictivos le fue cancelado el contrato. Decisión que ha mantenido inconcluso el filme.

davidtovilla.blogspot.mx

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LAS FOTOGRAFÍAS DE LA QUINCENA

Uf, ya me tocó otro embotellamiento.

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BALCONES

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Ay, nuestras mamรกs, tomando fotos a todo mundo, menos a nosotros.

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13BALCONES

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Prohibido estacionar diablitos enamorados.

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BALCONES

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Soy el famoso cantante Carlos MacĂ­as, no se vayan a equivocar y apaguen su cigarro en mi boina.

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BALCONES

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Ay, qué bochorno, mami. Un niño me está viendo.

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BALCONES

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Ay, tápenme, tápenme. Por más que corrí ya no llegué a tiempo al desfile.

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2013 AÑO CONMEMORATIVO

DR. BELISARIO DOMÍNGUEZ PALENCIA “LIBRES POR LA PALABRA LIBRE”


Entrevista con

Rafael Bautista Brindis y Mario Alberto

DomĂ­nguez Gordillo

Entrevistadora: Dora Patricia Espinosa VĂĄzquez


SITIO

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Rafael Bautista Brindis y Mario Alberto Domínguez Gordillo, comitecos de toda la vida, rememoran los tiempos de su infancia y comparten con los lectores de la DIEZ algunos de los tradicionales juegos comitecos. A continuación, responden las siguientes preguntas: ¿Cómo era el juego de la cerbatana? Rafael.- Yo nací en el barrio de Jesusito. Nosotros jugábamos la cerbatana. La cerbatana la hacíamos de carrizo; íbamos a Cumpatá a cortarlos. Mientras más largo era más lejos llegaba el copal, que eran las bolitas verdes que da el árbol y era lo que tirábamos. También lo utilizan como incienso. Ahorita ya no existe el árbol de copal. Mario.- Nosotros íbamos a cortar carrizos en la ciénaga, en el cedro, todo por ahí eran terrenos. Nos encantaba ir. En ese tiempo yo tenía doce años. Mi casa estaba por donde esta ahorita la Casa Rosada. Nos quedaba a unas diez o doce cuadras. En ese entonces era puro terreno vacío. Nos quedaba toda la vista a la ciénaga, cuando llovía se inundaba y llegaban patos silvestres, gansos y nos gustaba ir a tirar con nuestras hondas o resorteras, según nosotros íbamos a cazar patos, pero lo único que cazábamos era un resfriado porque nos íbamos a mojar nada más. Pero la alegría era la aventura de ir. Había serpientes, shashib, sapos. Esa era la adrenalina y era una aventura. Mario, ¿Sus papás los dejaban ir solos? Si me preguntas si nos daban permiso la respuesta es no. Decíamos que íbamos a hacer tareas, pero nos íbamos por otro lado. ¡Imagínate!, ahora ya ni piden permiso. A veces nuestros papás tenían que pensarlo mucho, y teníamos que escaparnos, ¡casi todos los de la cuadra! La cosa es que ya regresábamos tarde, antes de que oscureciera para que no nos fueran a regañar mucho. Pero llegábamos todos llenos de lodo, ¡mojados hasta las rodillas!, porque nos metíamos para agarrar los patos, pero nunca agarramos ninguno, nada más nos íbamos a hacer pato. Rafa, ¿cómo era el juego del gallito? Se trataba de aplastar una corcholata, abrir dos hoyitos y ponerle un hilo, con eso empezaba el pleito de gallitos. Las corcholatas se aplastaban con una piedra o con un martillo, la cosa es que quedara completamente plana y ya quedaba con filito. Al estirar el hilo de los dos lados, empezaba a girar y se trataba de romperle el hilo del contrincante. Era por retadoras, sacaba uno y entraba el otro, hasta que quedaba un ganador. ¡Eran corcholatas!, no te costaba nada,

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quizá lo agarrabas del suelo, pero era una gran diversión, de creatividad. Mario, ¿Usted si jugó el carretón? El carretón, eso era también de inventiva porque se hacía con una tabla y con los baleros que se descomponían de las ruedas, se le ponía a cada lado. Eran cuatro baleros, ya sea de los autos o los tractores, dependiendo el tamaño. Tenía movilidad como manubrio, una cuerda donde se movía con los pies. No tenía frenos, en las bajadonas teníamos que ir frenando con los zapatos. Nosotros éramos cinco hermanos mas mi hermana Rosy. Todos nos poníamos a jugar carretón y acabábamos los zapatos, ¡en menos de un mes! En ese tiempo no había mucho carro, por eso nos aventábamos dos cuadras seguidas. Siempre se paraba gente en la esquina que nos decía a qué hora podíamos tirarnos, porque de repente pasaba alguien en bicicleta o caminando. No usábamos casco ni nada, nos dábamos volantines y nos golpeábamos la cabeza. Era el riesgo. En ese tiempo era así, ¡hasta de short estábamos! Pero era sabroso estarnos pelando las rodillas. Un libro que nos daban en la primaria, un grueso donde salía una mujer que era la patria, nosotros lo poníamos en la tabla para sentarnos, (con el perdón de la patria), bueno pero recuerden que la patria es primero. Lo hacíamos sin mala intención, pero era un buen uso. Lo mismo, eran competencias y frenando con los pies. A veces se trababa el pie, nos íbamos volando por un lado y el libro por otro. ¡Ya te imaginas como quedaba el libro! Teníamos que esconderlo porque ese no lo reponían en la escuela. Ya luego les decíamos a los amigos, 'ora, te toca vos tu libro, porque el mío ya se fregó'. Así lo íbamos pasando. Mario ¿Y el cero por chapucero? El cero por chapucero es el que llega de uno hasta el dieciséis. Ahí podían jugar la cantidad de niños que quisieran. Una persona se inclinaba y empezaba: uno por mulo, y se montaba sobre la persona, era como castigo. Dos, cotz, patada. Tres litros litro. Cuatro, jamón te saco. Cinco desde aquí te brinco. Seis englobado y no lo veis. Siete, aquí te dejo mi chulo bonete, dejábamos una cinta o un cinturón y al brincar, al aire tenías que jalar tu bonete. Ocho te lo remocho. Nueve copita de nieve sabor de. Diez, englobado y aquí sí lo veis. Once, caballito de bronce, frenos o espuelas, si decías freno le jalabas tantito el pelo, si decías espuelas le

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dabas con los pies en los lados. Doce, la viejita tose (y hasta tosíamos). Trece, el rábano crece en la boca de ese (y señalábamos). Catorce la viejita cose con su pedalito, su agujita, su hilito, su parchecito y sus dos parchecitos. Quince, el diablo te trinche. El último era que teníamos que salir corriendo, dieciséis niños corren. La persona que era atrapado por el que primero estaba agachada, era al que le tocaba soportar. Rafa, ¿en algún momento fue carretilla? Sí, claro, muchas veces. Poníamos nuestras manos en el suelo, nuestro cuerpo como si hiciéramos lagartijas, otro amigo nos agarraba de los tobillos y nos alzaban, como si llevara una carretilla. Era de competencias, ganaba el que llegara más rápido, pero el que iba en el suelo tenía que mover más rápido las manos. A veces nos cansábamos y se nos aguaban las manos. Mario, ¿recuerda otro juego? Hay muchos, pero recuerdo el arranca repollo. Se ponía una persona pegada a la pared, sentado, con las piernas abiertas y en sentido contrario se ponían los demás, bien abrazados y llegaba otra persona por detrás para jalarlo y zafarlo. ¿Cómo era el patio de tu casa, Mario? Era muy particular, se mojaba como todos los demás. Era grande. Los patios eran así, porque en aquella época hacían muchas fiestas. En frente, en las casas de una tía, nos gustaba ir a jugar, era nuestro preferido, porque había un sitiazo, la casa de los robles. Jugábamos a Tarzán, a veces quedábamos medios ahorcados por el lazo. Había árboles de jocote, ¡nos dábamos una jocotiza!, pero quedábamos enfermos de la panza, más en estos tiempos. ¿Más juegos? Rafa.- Eran muchos. Jugábamos al trompo, lo comprábamos normal, pero íbamos con los herreros a ponerle el clavo de a ciento. A veces eran trompos grandes, pero era shuta tataratero, tatarateaba porque el clavo estaba torcido. También jugábamos canicas. Las de leche, las cristalinas, la marmolera, la canica chipotona. Mario.- También salíamos a volar el papalote, en temporadas. Se elevaba solo. Conforme íbamos soltando la cuerda más se elevaba, ¡precioso! Es una emoción inexplicable. Nos poníamos tristes cuando no salíamos al campo y teníamos que jugar en la ciudad porque se enredaba en los cables de luz. Otras veces íbamos a Las Trancas, un lugar por donde están los de migración, como quien va a Tuxtla; también donde está el campo de aviación de Pamalá. Por lo regular, nosotros comprábamos los papalotes, los vendían en las tienditas. A veces lo hacían de periódicos, a veces de papel de china, pero el secreto para que se elevara era ponerle una colita de trapo para que agarrara fuerza y no se cayera. Sin duda, los juegos son una puerta para liberar la creatividad. Los comitecos son imaginativos y atrevidos. Disfrutan el juego, al igual que Mario Y Rafa, que disfrutan cada una de sus aventuras de niños.

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ACTUALIDADES 13

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CRÓNICAS DE ADOBE

Programa del martes 29 de octubre de 2013. Invitados de honor: Mario Domínguez Gordillo y Rafael Bautista Brindis. En un programa muy entretenido, compartieron sus recuerdos infantiles acerca de los juegos tradicionales que se jugaban en Comitán. En la fotografía: Paty, Mario, Rafa, Aracely y Ricardo de Jesús. ********* Crónicas de Adobe también se escucha por Internet

www.imer.gob.mx Martes, de 3 a 4 de la tarde.

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Av. Central Dr. Belisario Domínguez

Esquina con 4ª Calle Norte, Oriente.


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MOJOL

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Augusto Solórzano, famoso conductor del noticiario “Reporteros en Acción”, estuvo en Comitán el 1 de noviembre. Ahí entrevistó a la Licenciada Lupita Nájera, Coordinadora de Economía y Turismo, del Ayuntamiento de Comitán: a Amín Guillén Flores, Cronista independiente; al Licenciado Luis Armando Suárez Argüello, Director del Festival Rosario Castellanos; a la Licenciada Alejandra Laguna, Coordinadora del Festival; y al Maestro Ricardo Cayuela, Director de la revista Letras Libres en España y Director General de Publicaciones del CONACULTA, quien impartió la conferencia “La obra de Octavio Paz”, en el marco del Festival del Libro y la Palabra. En la fotografía, de izquierda a derecha, el ;aestro Cayuela, Luis Armando y Augusto Solórzano.

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