Revista diez 186 by 10

186 7 de julio de 2013. Comitán de Domínguez, Chiapas

Entrevista con

Besos David Tovilla

Historia triste de un cuenta-historias Primer capítulo

Gregorio Hernández Farrera

Fotografías de la quincena Balcones

Editor responsable: Alejandro Molinari

Rubén Escandón García Entrevistadora: Dora Patricia Espinosa Vázquez

2013 AÑO CONMEMORATIVO

DR. BELISARIO DOMÍNGUEZ PALENCIA “LIBRES POR LA PALABRA LIBRE”

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CONTENIDO

31.- SITIO

5.- EDITORIAL

Entrevista con Rubén Escandón García y Gregorio Hernández Farrera

7.- ZAGUÁN

42.- ACTUALIDADES

Besos Autor: David Tovilla

46.- MOJOL

13.- PATIO

48.- EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO

Primer capítulo de la novela breve: “Historia triste de un cuentahistorias”.

26.- BALCONES Fotografías de la quincena

Entrevista con Maya Alfaro y Elena Gómez

Editor responsable: Alejandro Molinari alejandromolinaritorres@gmail.com

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L A I R DITO

Tu Revista Digital DIEZ está presente en los distintos rincones donde fluye la palabra y el silencio. Nuestros fieles lectores, emocionados por leer cada una de estas páginas, son la motivación principal para seguir trabajando.

Los comitecos trabajan por fortalecer los pilares que hacen a nuestro pueblo mágico. En el Sitio de esta casa, se encuentra una entrevista realizada a Rubén Escandón y Gregorio Hernández, integrantes y promotores del grupo de danza folclórica “Tenam”, un grupo que, a través de distintos bailables de Comitán y el estado, comparten las costumbres y tradiciones de nuestra gente. En cada uno de los espacios de esta casa, encontrarás artículos muy interesantes, donde la palabra y la imagen se unen para dar luz.

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DIARIO DE COMITÁN

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N Á U ZAG

BESOS David Tovilla Han inventado esas fechas y no hay remedio: las aprovechas muy bien. Estuviste feliz el 22 de junio: en el No panty day, en español bautizado como “día mundial de las mujeres sin ropa interior ” o “día sin bragas”. Con el mismo ánimo vivirás este día 9, el No bra day: “día sin sujetador”. Provienen de otras formaciones. Entiendes que surgen de distintas motivaciones. Al final, decides no hacer preguntas y sólo acudes a esas expresiones de vida.

Saboreas aún el resultado de otra reciente celebración. Sí, el 6 de julio lucraste con el pretexto: “día del beso robado”. Tu mejor manera de festividad: realizarla. No lograste una gran cosecha, sólo dos, pero no debe importarte la cantidad. Lo valioso está en que son anuencia, permiso, aceptación. Robaste más que besos: la voluntad de sus poseedoras. Ya el destino te dirá qué paso sigue. Si nada más pasa ya atesoraste ese momento; si llega la plenitud acompañada escribirás otra página en tu libro inmaterial de vivencias. Para ti, la vida es práctica y cada segundo es valioso para invertirlo en conflictos, enconos, litigios. A esta altura, tienes claro que la felicidad no existe, ni una etapa: es una actitud. Recuerdas que, uno de los dos casos, se lo debes agradecer a Vatsyayana. La ilustraste con el clásico manual más mencionado que leído: Kama Sutra. La lectura compartida de su capítulo tercero te ayudó a suprimir la distancia. Conseguiste un beso palpitante. Ya, por placer, continuaste la enunciación de otras páginas: “Cuando un hombre besa el labio inferior de una mujer, y ella a su vez

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N Á U ZAG besa el labio inferior de él, se denomina beso del labio superior. Cuando uno de los dos toma entre sus labios ambos labios del otro, se llama beso opresor. Pero tal clase de beso sólo es dado por una mujer a un hombre lampiño o sin bigote. Y si, durante este beso, uno de los amantes toca con su lengua los dientes, la lengua y el paladar del otro, es lo que se llama combate de la lengua. Se practica entonces de la misma manera la presión de los dientes del uno contra la boca del otro. El beso es de cuatro clases, a saber: moderado, contraído, apretado o dulce, según las distintas partes del cuerpo a que se aplica. Cuando una joven toca solamente la boca de su enamorado con la suya, es el beso

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N Á U ZAG nominal. Cuando una joven, dejando un poco de lado su pudor, quiere tocar el labio que oprime su boca y, por lograrlo, hace mover su labio inferior, pero no el superior es el beso palpitante. Cuando una joven toca el labio de su amante con su lengua y, cerrando los ojos, pone sus manos en las de él, es el beso tocante”. Te regocija que existan dos días para los besos. El 13 de abril para el beso a secas y el de estos días para el hurtado. Tienes doble oportunidad para que lleguen, aunque lo estupendo es que surjan sin justificaciones. Los humanos son corporalidad, emociones y decisiones. Lo único que te llevarás a la tumba es tu cuerpo. Por eso, porque el encuentro, aún efímero, entre un hombre y una mujer es mágico te indignan esas noticias recurrentes actuales en contra de mujeres. Rechazas que violencia e irracionalidad avancen en tu entorno. Coincides con las voces de alerta para que este retroceso no sea la normalidad. Sumas tu voz a ese clamor enérgico: ¡Alto a los feminicidios en Chiapas!

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O I T PA

Presentamos el primer capítulo de la novela breve:

“HISTORIA TRISTE DE UN CUENTAHISTORIAS”

DE ALEJANDRO MOLINARI

a to ón n o ici r ¡P os s p lo ! s i d de res to c le Comitán, ciudad que habla de vos

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O I T A P

Armando hubiese querido nacer en una ciudad cosmopolita. Nacer en una ciudad como Nueva York, París o Barcelona. Nacer en un lugar donde pudiera ver aparadores llenos de deslumbres, entrar a museos o a librerías con miles y miles de libros o recostarse en el césped de un parque y mirar muchachas bonitas, de cabellos de trigo, corriendo por las sendas de grava delimitadas por macizos de flores. Le hubiese gustado hacer una fila donde decenas de personas esperan conseguir el autógrafo de Use Lahoz, ese escritor catalán, de mirada como de Los Pirineos sin nieve. Pero el destino (¡destino incorregible!) decidió que naciera en este pueblo con cara de perro golpeado y huesos tristes. Piensa: ¿Por qué no me fue dado estar sentado en la primera fila de un teatro lleno de cortinas y estucos con filos dorados donde un experto analiza la obra literaria de Sergio Pitol? Le habría gustado vestir de frac y estar sentado en la cuarta fila de la Sala de Conciertos donde se entrega el Premio Nobel de Literatura, y hacer una reverencia al Rey de Suecia, bajo el resplandor de los tubos de esos órganos musicales que son como imponentes vallas que impiden el paso del silencio. Asimismo habría disfrutado cenar bajo un candelabro de cien lámparas y conversar con lectores expertos acerca de libros de Cervantes, de Cortázar, de Tolstoi o de Octavio Paz. Pero, cuando se mira en el espejo de su estudio le provoca náuseas lo que ve: un hombre solitario, sentado ante la computadora, con un cigarro en el cenicero y la luz mortecina de una lámpara de mesa, a las cuatro y media de la mañana, escribiendo novelas breves que no leerán más que dos o tres de sus vecinos. Si hubiese nacido en una ciudad decente medio mundo lo leería y él entraría a las librerías y la multitud lo seguiría con un ejemplar de su más reciente novela para solicitar el autógrafo. Pero él nació en una ciudad donde, mientras escribe, sólo se escucha el ruido del bote de basura que un gato tira a mitad de la calle o se intuye el trastabillar de un borracho que no alcanza a llegar a su casa y se tira a dormir en el portal al lado de la iglesia de Santo Domingo. ¿Qué destino -piensa- le espera a un hombre que tiene estas

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O I T A P señales como ablución de madrugada? Todo mundo lo sabe: existe una enorme diferencia entre tocar el pétalo, olerlo, llevarlo a la boca y masticarlo, a simplemente ver la buganvilia desde la ventana. Armando piensa que su vida es como la del enfermo que ve la calle desde el cuarto de convalecencia, en un hospital donde atienden al hombre que, apenas hace diez minutos, sufrió un accidente vehicular en la carretera llena de baches. Si ese hombre hubiese conducido en la autopista de una gran ciudad no habría chocado contra la vaca a mitad del camino; si viviera en una metrópoli no tendría la complicación que tiene porque, como siempre, este hospitalucho de mierda no cuenta con un desfibrilador automático. Sus únicas bendiciones han sido ¡la lectura y la escritura! ¿Qué habría sido de él si José no le hubiese puesto un libro en las manos? Pero, a la vez, los libros han sido su maldición, porque sufre mucho cuando ve que el mundo no es esa alcantarilla de rata donde vive. Por medio de los libros, sobre todo de viajes, Armando ha conocido ciudades alegres iluminadas por deslumbrantes lámparas de neón y de grupos de jazz en las esquinas y en los bares que se llenan de humo y de risas por las noches. ¡Dios mío, qué diferencia con su pueblo! En su pueblo de biznagas sedientas todo está lleno de polvo, de un polvo que está desde siempre, desde hace siglos, y que perturba y cancela el crecimiento de los objetos y de las esperanzas. ¡Qué mierda!, piensa, mientras mira la calle polvosa desde su ventana. ¡Qué herencia! ¡Ah, pinche José, qué mierda! Armando hubiese querido tener el coraje de su amigo íntimo, José Buenrostro Valencia, natural de esta tierra escasa del Sur, que siempre vestía camisas de cuadros y que usaba un gazné, como aquéllos que se usaban en los años sesenta, quien un día tomó su mochila y, de aventón, llegó a la frontera, la cruzó, quién sabe cómo, llegó a Nueva York, hizo dinero, ahorró y luego, ya no de aventón sino en un cómodo asiento de Air France, viendo una película de Woody Allen, con una copa de champaña, acompañada con un pedazo de pan europeo y caviar, fue a París y se quedó a vivir ahí, donde (Armando imagina) todos los días, por las tardes, camina al lado del Sena y luego entra a la librería Shakespeare and Company, que se encuentra justo frente a la Catedral de Notre Dame, y pasa

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O I T A P más de dos horas en las habitaciones cuyas paredes están cubiertas de cientos y cientos de libros. Armando comenzó a extrañar a José desde el instante en que lo vio pedir aventón en la carretera, sintió una piedra gelatinosa en su estómago a la hora que el tráiler se detuvo y él alzó la mano a manera de despedida y la nube de polvo inundó el lugar más escondido de su corazón, ese lugar que es como la esquina donde se concentra la humedad del olvido. Lo extrañó mucho, porque supo que jamás volvería a disfrutar todas las lecturas que compartían ni las historias que él contaba. El pueblo lo conocía como José, el contador de historias y, cuando se sentaba en la piedra del parque, todos los niños corrían a escucharlo, gritando: “¡Ahí está elcuentahistorias!”. Hay que decir que José salió huyendo por la muerte de El Gato. Nadie lo culpaba, nadie lo acosaba, pero su conciencia le sirvió como acicate para abandonar esta miseria de pueblo y caminar sobre líneas menos polvorientas. José despertaba en las noches, se sentaba en la cama y se limpiaba la cara con la sábana. Al mediodía le contaba a Armando que soñaba con El Gato, tirado en el suelo, extendiendo un brazo, pidiéndole que no lo matara. El Gato seguía a Armando y a José a todas partes, era un contrasentido pues los seguía como perro fiel. El Gato era un niño cacarizo, rengo desde que lo atropelló el camión de la basura; siempre usaba pantalones brinca charcos, vivía en una casa de madera con su mamá; ella lavaba ajeno, por esto, cuando los otros dos niños iban a casa de El Gato, la encontraban en el patio, debajo de una galera pequeña, con techo de láminas de cartón. Al lado del lavadero siempre tenía un radio de baterías; mientras lavaba oía la única estación radiofónica que, en ese tiempo, había en el pueblo. El día de su muerte, José presintió algo porque empujó a El Gato y le dijo que no los siguiera. “Pero, ¿por qué, Virito?”, le dijo. Nadie sabía porqué le decía Virito, pero José no se enojaba, sonreía cuando escuchaba que El Gato, como si ronroneara, se pegaba al cuerpo de José y le decía Virito. Pero esa mañana José lo empujó y le dijo que no, que no quería que los siguiera. El Gato no hizo caso, porque pensó que José jugaba. José volvió a empujarlo, con más fuerza, y repitió su negativa. José le dijo a Armando que tomara la mochila y metiera los anzuelos, mientras él, con una palita de madera, buscaba lombrices que servirían de

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O I T A P carnada. “Voy con ustedes, Virito”, dijo El Gato, pero José nada dijo. Caminando, por en medio de la sombra, en medio del camino lleno de cipreses, los dos amigos, abrazados, silbaban una marcha que los impelía a imprimir un aire marcial a sus pasos, mientras se dirigían con rumbo a la laguna. Caminaban debajo de un sol que era como pimienta, caminaban contentos cuando oyeron un ruido detrás de ellos: ¡era El Gato! “Cabrón”, dijo José. Para evadirlo, José propuso cortar camino por el rancho de don Alfonso. “¿Y el tigre?”, preguntó Armando. Todo mundo sabía que caminar por el rancho de don Alfonso ¡era peligroso! Ya una vez, el tigre había deshecho el cuerpecito de una niña que, como Caperucita, cortó camino para ir a recoger hongos. El tigre era enorme -decían- y como no le daban suficiente comida, siempre estaba con hambre. Dicen que don Alfonso lo compró una vez que un circo de tercera llegó al pueblo. José y Armando entraron al camino polvoriento, corrieron. El Gato los siguió, pero como era el más lento de todos los niños del pueblo, porque corría como si fuese jugando rayuela, con la pata renga, no se dio cuenta que los dos niños se escondieron detrás de espinos. El Gato pasó frente a ellos, quienes se tapaban la boca en intento de ahogar las risas. El Gato siguió avanzando, con un gran alboroto. No vio que el tigre se desperezó y olisqueó. El tigre dejó su rincón y caminó hasta los barrotes torcidos de la jaula. Ahí se agazapó. El Gato, ya cansado, se puso las manos en la boca, como bocina y gritó: “Virito, espérenme. No me dejen”. Lo hizo ya con un nudo en la garganta, ya llorando. Se sentó y no se dio cuenta que lo hacía al lado de la jaula del tigre. Se recargó contra los barrotes. Armando y José, desde su escondite oyeron los gritos de El Gato, rieron. Dos segundos después escucharon un bulto contra barrotes de fierro, un rugido; luego oyeron el maullido sostenido de El Gato, como si fuese un animalito resistiendo a ser tomado de la cola y aventado contra el piso y desgonzado. Oyeron los ladridos lejanos de una jauría y el barullo de unas hienas, la carrera de un hombre, el jaloneo, los rugidos, el arrastre de un cuerpo y luego el silencio. Los dos niños dejaron que pasara un lapso donde sólo se oía cómo el viento caminaba sobre las hojas secas, donde sólo se oía los tambores de sus corazones. Luego caminaron sin hablar, por el sendero lleno de piedras. Se

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O I T A P ocultaron detrás de dos árboles y vieron el cuerpo de El Gato. El Gato, con la cara contra el suelo, boqueaba. Su cara era como un chicozapote maduro en el piso, caído desde la altura del árbol. El tigre le había dado un zarpazo en medio del pecho. Sangraba. Apenas respiraba. Los dos niños se acercaron, vieron hacia todos lados para que no los descubrieran. El Gato abrió los ojos y vio a sus dos amigos. “Virito”, alcanzó a decir. José se hincó y le acarició la mano. El Gato hizo el intento de hablar, abrió la boca como si fuese un extraviado en el desierto. José acercó su oreja a los labios de El Gato. Armando, reclinado contra un árbol, lloraba. Vio cómo José se paró, tomó una piedra enorme, la alzó por encima de su cabeza y la dejó caer contra la cabeza de El Gato. ¡Trac! De nuevo el silencio. José se limpió las lágrimas con la manga de su camisa. A lo lejos se escuchó, de nuevo, los ladridos de una jauría y los pasos de un hombre. José corrió y tomó de la mano a Armando. “Pélale”, dijo. Eso fue todo. ¡Qué bueno que José huyó! Ahora debe vivir sin pesadillas. Aunque, quien sabe, porque la conciencia es una mochila adosada a la espalda y a la mente. Pero, sin duda, sus ojos ven cosas menos llenas de polvo. Acá en el pueblo, piensa Armando, todo se llena de polvo: los tocadiscos, las camas, las computadoras y las personas. Por esto, tal vez, los viejos pierden el habla y la memoria, ¡tanto polvo los convierte en objetos inservibles! Cada vez hay más viejos sin memoria, por todo el pueblo se ven caminando sin saber por qué lo hacen. Cuando un hijo se acerca a saludar a su papá, el viejo lo queda viendo y, como si viese un espejo sucio, pregunta: “¿Quién es usted?”. Mientras piensa en esto, Armando suspira y endereza el cigarro con sus dedos. Tal vez por ello, las muchachas bonitas, desde que comienzan a sentir el escozor del cuerpo en la entrepierna, se acuestan con jóvenes o con viejos y les chupan las pingas sólo como una manera de evitar el polvo de la nostalgia. La vida, en este pueblo, es como una bomba de gasolina del siglo pasado, en esos pueblos desérticos de película norteamericana. Prende el cigarro. La flama sólo dura un instante, lo mismo -un instante- durará el cigarro, dice, y completa: también la vida. Un instante. Armando moja otro cigarro con su lengua y lo enciende. Cierra los ojos. Fuma. El humo

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O I T A P asciende, se evapora, desaparece. Todo parece humo en este pueblo. ¡Ah, si tuviese el coraje de José! ¡Oh, destino incruento (elige las palabras de un personaje de Shakespeare), por qué atemorizáis los huesos de quienes ya vislumbran el horizonte! Hoy todo mundo parece ignorar la ausencia de José, nadie dice algo. Pero, los niños, a veces, se acercan y le preguntan por el Cuentahistorias. El primer cuento que contó fue el del niño que quería saber qué era una ballena. Lo hizo una tarde en que una marabunta de niños los rodeaba. Éstos estaban sentados en el piso del parque y ellos sobre el respaldo de una banca de granito. Eran como Dioses del Olimpo y los niños, semidioses que escuchaban a Poseidón, en medio de un maremoto: Arturo llevaba ocho noches sin poder dormir, una pregunta lo inquietaba: “¿cómo es una ballena?”. El papá de Arturo (quien es mi tío), cuando su hijo lanzó la pregunta en la sala de la casa, jugó con las palabras (siempre lo hace, es su costumbre) y respondió que la ballena era un gorda que, como su nombre lo decía, nunca estaba vacía, siempre estaba llena. El tío Eugenio celebró el ingenio de su hermano y aprovechó a pedir otra cerveza. Siempre que el tío Eugenio está borracho se ríe como hiena. Yo no digo esto en casa (sólo lo cuento acá) porque (de seguro) bromearían también con ello: “¿Qué es una hiena? La que no está vahcía”. Mi papá Armando y sus dos hermanos siempre juegan con las palabras (dicen que lo hacen desde niños); nunca hablan en serio y nunca responden nuestras dudas. Por eso, cuando mi primo Arturo vio que su duda no sería resuelta, decidió ir al mar. “¿Al mar?” “¡Qué! ¿Estás loco?”, dijo mi tía (su mamá), cuando mi primo bajó por la escalera. Mi tía, de un tirón, le arrebató la mochila que fue a dar al suelo. Nadie dijo algo. Todo quedó en silencio, como si la sala fuese un enorme bosque encantado. Pero esa nata de silencio fue deshecha cuando el tío, ya borrachísimo, dijo, como si soltara un trueno: “¿Loco? Poco a poco coco loco, te toco el moco”. Todo dicho

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O I T A P desde el piso donde se había tirado y se retorcía como babosa regada con sal. Cuando los tíos se emborrachan abren las bocas pero de éstas sólo cuelgan hilos de baba. Por esto, cuando Arturo dijo que iría al mar (aún sin mochila, aún sin dinero, aún si la autorización de sus padres), mi papá y los tíos ya eran como hipopótamos a mitad de un pantano. “Ano” alcanzó a decir uno de los tíos (ya no se sabía bien a bien quién balbuceaba) antes de quedar dormido como gallo trepado en el techo de lámina de zinc. “¿Cómo es una ballena?”, preguntó Arturo en cuanto llegó al mar. El pescador, quien colgaba una red de pescar sobre unos polines hincados en la playa, dijo que era el mamífero marino más bello del mundo. Mi primo se rascó la cabeza y preguntó si la ballena tenía alas. El pescador de pantalones blancos, arremangados hasta las rodillas, torció la boca y la abrió como pelícano. Rió, rió mucho, alzó los brazos e imploró la paciencia de los Dioses y dijo: “¿Estás loco? Las ballenas no pueden volar. ¡Ja! Sólo eso faltaba que…”, pero calló. Se dejó caer sobre la playa y palmeó sobre la arena, invitando a mi primo a sentarse a su lado. Arturo se sentó, se descalzó y sintió la arena tibia y pensó que esa ternura era como el aleteo de un pájaro frente a una veladora. El pescador metió la mano en la arena y luego la sacó y dejó que los gránulos se diluyeran en una línea a manera de mínima cascada. “Es una bobera lo que estás diciendo, pero, ¡ah, sería bonito ver que las ballenas volaran!”, dijo y luego cerró los ojos. Arturo vio al hombre con los ojos cerrados y con el dedo índice le picó el brazo: “Oye, oye, ¿cómo es una ballena? ¿Por qué no tiene alas?”. El pescador se limpió la frente con un pañuelo de tela, color rojo, volvió a cerrar los ojos y dijo, como si hablara para sí: “No te preocupes, mañana iremos a alta mar y conocerás una ballena”. Ahora fue mi primo quien cerró los ojos y pensó que esa sí era una buena

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O I T A P respuesta. Quiso al pescador y odió a su papá y a los dos tíos, uno de éstos, mi papá. Sólo el niño que ha subido a un barco puede saber qué se siente a la hora que el viento, un viento desatado, camina sobre la cara, los brazos, el pecho y los muslos de un niño. Es tal la fuerza y la bendición que todo se vuelve uno, el aire ¡uno!, el hombre ¡uno! “Siente, siente”, le dijo el pescador a Arturo, mientras abría los brazos para recibir el abrazo del viento. Ya estaban en alta mar, habían dejado la playa desde hacía mucho. Viera donde se viera todo era agua, viento, sol, cielo. Las gaviotas que habían sido puntos blancos en el cielo ¡ya no estaban! “Siente, siente”, le había dicho el hombre y Arturo había cerrado los ojos y había aspirado ese aroma inédito, ¡el aroma del mar! Estaba en esas, cuando el pescador gritó: “¡ahí está!”. Arturo abrió los ojos y vio una montaña que se abría en medio del mar y soltaba un chorro de agua: ahí, frente a sus ojos, jugaba el mamífero marino más bello del mundo. De manera instintiva se llevó un brazo a la cara, en intento de cubrir la brisa despegada del chorro que la ballena había expulsado. “¡No, no, siente, siente!”, dijo el pescador y le bajó el brazo, mientras la ballena se hundía de nuevo, como se hunden los grandes trasatlánticos en noches de tormenta. Arturo corrió a un costado del barco, colocó sus manos sobre la baranda de madera y vio cómo la ballena daba un coletazo a manera de despedida. “¡Ja! ¿Qué tal, qué tal?”, preguntó el pescador, mientras, satisfecho, se sentaba sobre un rollo de lazo grueso. Arturo no salía de su asombro. Había sido apenas un instante, no más de un minuto, pero había sido la experiencia más grande de su vida. Cuando regresó a la casa y se paró a mitad de la sala como si fuese una palmera en el desierto, todos dejamos de hacer lo que hacíamos; es decir, los tíos y mi papá dejaron de beber y de remojar las palabras en alcohol y los primos nos quedamos como estatuas con los carritos en las manos. Mi tía Alicia (su mamá), corrió a

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O I T A P abrazarlo, a llenar su cara de saliva y a bendecir a todos los Dioses por haber hecho el milagro de regresar sano y salvo a su crío. Arturo no movió ni un músculo, de su cara ni de su cuerpo; soportó con estoicismo el abrazo desmedido y no esperado de su mamá. Cuando la mamá se separó y, deteniéndolo de los brazos, le dijo: “¡Mira, cómo has crecido!”, el tío Eugenio se llevó el vaso de cerveza a la boca, pero antes de beber dijo: “¡Ha vuelto el niño perdido y hallado en el templo que contemplo!”. Fue entonces que todos los primos rompimos el encanto, nos paramos y lo rodeamos como si fuésemos corales circundando una roca. Entonces, la tía Eusebia, limpiándose las manos sobre el mandil a cuadros amarillos y rojos, dijo: “y bueno, niño, ¿cómo es una ballena?”. Todos hicimos un silencio de pozo lleno de agua. Mi primo dio dos pasos, se paró como en desfile militar y dijo que la ballena era el mamífero marino más bello del mundo y que tenía alas; contó que lo había visto volar por encima del barco y que, justo cuando estaba encima de ellos, lanzó un chorro de agua que era como el lastre que tiraba para volar más alto; contó que, como si sucediera un eclipse, el cielo se oscureció mientras la ballena voló sobre ellos. “Entonces ¿es como un águila?”, preguntó la tía Eusebia. Y Arturo dijo que no, porque las ballenas no tienen plumas, tienen alas, pero sus alas son lisas y aletean tan rápido como las alas de los colibríes. “Ah”, dijimos todos. Arturo se sintió satisfecho y, por fin, después de tantos días sin dormir, esa noche tuvo un sueño profundo y dulce. Los niños aplaudieron. “¡Cuenta otro, cuenta otro!”, pidieron, pero José, con ademán de brazos, los mandó a dormir, porque ya los pájaros se arracimaban en los árboles y buscaban un lugar para pasar la noche.

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S E N O C L A

FOTOGRAFร AS DE LA QUINCENA

Dios te bendiga, aunque sean bendiciones con v de vaca.

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¡Sí, miente!

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¡Pucha! De los besos y fajes nada dicen. ¿Está permitido?

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ยกQue alguien me explique!, el carro en la banqueta y el basurero a media calle.

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Waterpolo tercermundista

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Amín Guillén Flores

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O I T I Entrevista con S

Gregorio Hernández Farrera

Rubén Escandón García Entrevistadora: Dora Patricia Espinosa Vázquez

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O I T I S El grupo de danza folclórica “Tenam”, es uno de los mejores en el estado. Durante veintitrés años, los integrantes han demostrado su constancia y esfuerzo por compartir parte de la magia de Chiapas, en especial, de Comitán, a través de los diversos bailables folclóricos. Rubén Escandón García y Gregorio Hernández Farrera, integrantes y promotores del grupo Tenam, responden las siguientes preguntas: ¿De dónde la vena artística y pasión por la danza? Rubén.- Nací en un rancho. Mi papá tocaba la armonía, la tercera. Mis hermanos son músicos. Ellos crecieron con la marimba, fueron integrantes de grupos, ¡con amor a la música! Me fui a estudiar la Normal a San Cristóbal de las Casas. Por las tardes llevaba cursos de danza, muy fuerte, en lo que es Bellas Artes en San Cristóbal. En verano, nos daban clases maestros de otros estados, y así fui conociendo el folclor nacional, pero de todo corazón, por mis venas, ¡el folclor chiapaneco! Nuestro estado es el que más se distingue por su espléndida belleza natural en toda la República, pero, sobre todo, por su folclor. Gregorio.- Soy maestro. Nací en la ciudad de Tuxtla Gutiérrez, ahí crecí, en esos tiempos en que podías ir caminando al parque Morelos, a cualquier hora, sin ningún problema de violencia, ¡mucho más tranquilo! Crezco en una familia de maestros. Vivíamos en el centro de la ciudad, en una casa de teja, con un corredor en la entrada muy grande, con dos patios. En frente, la casa de la abuelita, donde nos la pasábamos casi toda la tarde conviviendo con los primos. En esa convivencia con los tíos, con mi madre, que es maestra, me fui contagiando de la cultura, me gustaban mucho los festivales y ahí me fue llamando la atención lo que es la danza. Maestro Rubén, ¿cómo surge la idea de crear el grupo “Tenam”? El grupo tiene veintitrés años. Nos llegó una convocatoria de la Secretaría de Educación, para formar este grupo; entonces ya fue que nos unimos varios maestros de telesecundarias. Nos fuimos a Tuxtla Gutiérrez a participar. En esa ocasión, únicamente participaron diecisiete grupos en el estado. Fuimos como dieciséis integrantes. Bailamos El torito, es un baile representativo de Suchiapa, ¡muy alegre! Sí tuvimos mucha competencia. Como primer concurso, se

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O I T I S prepararon muy bien las delegaciones participantes. Nos motivó mucho traernos el primer lugar, entonces es que decidimos fortalecer más al grupo, llamamos a más compañeros y le damos más secuencia. ¿Y usted, maestro Gregorio, hace cuánto forma parte de este grupo? Hace ocho años que vine a trabajar por estos lugares. Conozco al maestro Rubén, me interesa su proyecto y a partir de ahí comenzamos a apoyarnos. Andaba yo en el teatro, estaba trabajando en la región de Yajalón, ahí organicé un grupo de teatro con jóvenes choles y estuvimos trabajando en esos lugares donde llueve un día sí y el otro también. ¿Existen danzas representativas de Comitán? Rubén.- Claro que sí. Tenemos bailes muy importantes, dentro de ellos, muy conocidos en el estado y en el país, El indito de Comitán, San Rafael, Florecía, y La indita de Quijá. Son bailes propios. Nos lo grabó el maestro Cliserio Molina. En ese tiempo, el grupo de danza de la Casa de la Cultura estaba a cargo de Celso pinto, entonces me tocó integrar el ballet de la Casa de la Cultura y ahí él nos lo grabó. Incluso, nos dio la oportunidad de poner nosotros mismos algunas coreografías, ¡y nos ha dado grandes satisfacciones! En el 25 aniversario de Telesecundarias en el estado, realizado acá en Comitán, obtuvimos el primer lugar con Florecía, o sea que estuvimos en nuestra tierra con baile propio, y ganamos. ¿Cuántos integrantes son ahora en el grupo? Somos, con todo y los músicos y las personas que nos apoyan, sesenta y siete. Y todos vamos cuando hacemos giras. Cuando tenemos el apoyo suficiente, (afortunadamente el Ayuntamiento siempre ha estado al pendiente de nosotros), nos hemos ido en dos camiones, a veces en uno y ahí nos acomodamos como podemos. ¿A qué lugares del país han ido? Gregorio.- Hemos ido al Estado de México, Guanajuato, Puebla, Guerrero, Tabasco, Oaxaca, Tlaxcala. Y lo que siempre decimos, nuestra carta de presentación son los bailables de Comitán. Y son bailables que se están rescatando del olvido. Es muy

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O I T I S triste ver a compañeros que por comodidad ponen bailes que están ahora de moda. Hemos ido dejando en el olvido nuestras tradiciones. Ahora que Comitán ha sido nombrado Pueblo Mágico, es cuando debemos voltear a ver toda nuestra cultura, nuestras raíces. Gracias a esto es que se han podido realizar intercambios. Próximamente tendremos a Monterrey acá en Comitán. Nos visita Salva Tierra, Guanajuato; nos trae rondalla, estudiantina, banda en vivo y el ballet. El próximo viaje que tenemos es del dieciocho al veinticuatro de julio, iremos a Guanajuato, Michoacán. Son estados hermanos en lo que es folclor, ellos ya nos han visitado. ¿Cómo son los preparativos para este viaje? Rubén.- Primero buscamos las fe c h a s p a ra p o d e r d e j a r nuestras escuelas, y que esas fechas coincidan con algunas de las fiestas de nuestros anfitriones y si no pues lo d e j a m o s p a ra u n f i n d e semana. La exigencia de quien nos visita, al igual que nosotros, es tener un foro lleno o por lo menos que sea visto, porque como bailarines, ese es nuestro pan. Desde luego buscar lo de la comida, lo del hospedaje. Lo bondadoso de esto es que nadie es exigente, 'sabés qué, ahora no tengo apoyo, no te puedo llevar a un hotel pero ahí están los corredores de nuestras casas'. Cuando nos visitan, lo que hacemos es ir a la casa de un amigo y les dejamos nuestra casa a las mujeres y otra casa para los hombres. Lo primero que preparamos es nuestra

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O I T I S marimba, porque en la danza decimos que deben ser muy exactos los tiempos, así que nuestros músicos tienen que ensayar muy de acuerdo a la pista que tenemos para que no haya un paso de más o un tiempo musical más. Luego tenemos que ver lo del vestuario que es muy complicado para nosotros. Empezamos a preguntar con los compañeros 'cuándo tienes algo para lo del viaje, lo del camión'. Los viajes son caros. Estamos hablando de cuarenta y cinco mil a cincuenta mil pesos que hay que darle al camión. Esta vez nos sale en setenta y seis mil pesos el viaje, porque es un recorrido en tres estados. Entonces venimos ahorrando. Hemos ido a algunos municipios donde nos invitan a bailar y de ahí les pedimos un apoyo económico, y haciendo la cajita de ahorros, para llegar y alcanzar esta cantidad de pagar el camión. Por supuesto, lo que es el trabajo físico. Como somos empleados y la mayoría padres de familia, es bastante difícil; nuestros ensayos empiezan a las ocho y media de la noche y vamos saliendo a las once y media o doce y media. Cuando se acerca nuestro viaje esos ensayos son a diario, entonces, de verdad, yo valoro mucho todo el trabajo de mis compañeros, ¡es un gran amor al arte! ¿Por qué lo del vestuario es tan complicado? El vestuario chiapaneco es muy colorido, muy vistoso, ¡pero muy caro! Si hablamos de un vestido de catorce metros de chiapaneca, nos está costando ocho mil quinientos pesos, (si lo queremos bonito), y como vamos a llevar algo de Chiapas, ¡tenemos que llevarlos bonitos! Un traje de Carranza, del toctic cuesta tres mil quinientos, ¡sólo la falda!, y si vamos a vestir a ocho integrantes mujeres que van a usar ese traje, ¡imagínate! El de Los Altos, si hablamos de Tenejapa, alrededor de dos mil ochocientos por cada traje, es un traje muy caro. Nos preocupamos por llevar esto que

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O I T I S enseña lo bello de nuestro estado, no es por menospreciar, pero, por ejemplo, la falda de satín que es la que se usa en El torito, del Centro, zoque, o la de Bishi que también es parte del Centro, son baratas, de material económico, que lucen mucho. Pero si va uno a otro estado lo que quieren ver es nuestro colorido, y si vamos al Centro de la república, ¡no pueden faltar los parachicos! y un traje de estos está alrededor de tres mil o cuatro mil pesos, dependiendo de la calidad de la máscara. Entonces, no sólo llevamos habilidad en los pies, también llevamos un buen de dinero en trajes. ¿Por qué el folclor chiapaneco nos distingue tanto? Porque el folclor chiapaneco es muy amplio. En nuestro estado se festejan setecientas veinte fiestas tradicionales y folclóricas durante el año, eso nos da un enorme material que nos distingue. Cuando hemos ido a otros estados les llevamos puro folclor chiapaneco. Algunos estados que recibimos, tienen que bailar nacional porque es muy limitado su folclor. Hace tiempo visitamos a Tlaxcala (por invitación a su feria). Llevamos folclor chiapaneco, y nos otorgaron un reconocimiento de huéspedes distinguidos. Nos dieron un bastón, como símbolo. Además nos entregaron otros detalles de Tlaxcala. Pero lo que más disfrutamos y nunca vamos a olvidar, es su auditorio completamente lleno, ¡fue fascinante! ¿ U s t e d e s comparten también algo representativo de Chiapas cuando ellos vienen? Les damos algo que identifique a nuestra región, como son los dulces, las blusas tojolabales para las mujeres y muy propio también la camisa tojolabal para el hombre. Por supuesto, una botellita de comiteco.

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O I T I S ¿Cómo poder integrar a más de sesenta personas con diferentes personalidades y caracteres y mantener la armonía en el grupo? Todos somos diferentes, pero es la diferencia en su calidad de persona lo que nos sirve mucho en el grupo y es lo que llegan a aportar. Hacemos caso omiso cuando de repente alguien se enoja, ¡porque así se da! Ya hemos estado muchos años en esto, ya hemos tenido experiencias y hemos aprendido cómo tratar a cada uno de los compañeros, dándoles su lugar. Tenemos compañeros que están empezando a bailar y están con un baile; y tenemos compañeros que tienen doce o catorce bailes en una presentación. En la primera oportunidad vamos quitando a los que tienen más bailes y vamos acomodando al que tenga menos. Esto es para acuerpar a los compañeros. Es tener la oportunidad y voluntad de ceder uno de los diez bailes que tenemos bien marcados, porque hay compañeros que lo necesitan. No los sustituimos, sino que les damos un baile un poco más complicado, esto de tal forma de que se sientan gratificados. Vamos equilibrando. Maestros, ¿ustedes siguen bailando? Rubén.- Hace como tres años que ya no bailo. Mis compañeros ahora me superan. Al dar un giro, lo dan más rápido ellos, y en vez de dar uno ¡dan dos! Yo empecé bailando, ahorita bailan mis cuatro hijos. Lo mismo está pasando con otros integrantes, sus hijos ya están sustituyendo algunos bailables. Estamos heredándoles esto a nuestros hijos. Me acuerdo que mi niño, el más pequeño, siempre en los ensayos del baile del Jabalí se andaba atravesando y pasando entre nosotros. Una vez lo dejamos dormidito en la orilla de la tarima, (mi esposa también baila), y nos pusimos a ensayar. Pero mi hijo se despertó con los movimientos, se levantó todo adormilado y ahí se metió a bailar. Fue él quien nos dio la idea de meter a un jabalí chico también, y ahora ya es el jabalí titular. Gregorio: No, ya no, ¡ya hay jóvenes! Tiene varios años que no estamos dentro de los cuadros porque nos dimos cuenta de que podíamos apoyar al grupo desde el sonido, desde cabina. Grabamos videos para venderlos y apoyarlos para los viajes. Nosotros realizábamos grabaciones de cada presentación para tenerlos de recuerdo, pero de ahí dijimos que sería una buena forma de obtener recursos. Cuando vamos a otras ciudades, ¡se venden como pan caliente!, y eso nos ayuda a solventar algunos gastos. Ahorita tenemos cuatro producciones, donde hemos ido rescatando los bailes de cada una de las regiones. Ahora estamos un poco más en la logística. Pero estamos inmersos, muchas veces encuadrando las coreografías. Están ellos en lugar de nosotros, porque algo de nosotros está allí. La gente interesada en estos videos, ¿dónde puede conseguirlos? Con nosotros. Pueden contactarnos ahí donde ensayamos, estamos a una cuadra del bulevar, frente al templo Maranatha, es novena calle, número trece. Es un DVD e incluye un CD de la

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O I T I S música. También pueden comunicarse al teléfono celular: 963 11 811 01 ¿Qué los motiva para seguir? Rubén.- El hecho de que desgraciadamente no sabemos lo que tenemos. En otros lugares la atracción hacia la cultura chiapaneca, ¡es enorme! Aquí muchas veces buscamos algo de La Costa o de otros lugares. En Comitán tenemos, mínimo, cuatro bailables. ¡Muy coloridos, muy alegres! Estamos rescatando nuestras tradiciones, a través de representaciones de nuestras entradas de flores, del Comitán de antaño. Pero, sobre todo, es el disfrute y el amor al arte. Gregorio: Afortunadamente cuando vamos a otros lugares, nosotros nos ponemos a pensar que necesitamos seguir con esta línea de engrandecer nuestra cultura. Eso es muy importante. Lo más gratificante, cuando hemos ido a otros lugares, son los aplausos, pero sobre todo, ¡lo que comentan de nuestro estado y la admiración de nuestra cultura! El maestro Rubén Escandón y el maestro Gregorio Hernández, son grandes promotores e investigadores de las danzas de la región. Alguien que tiene la habilidad, pero no trasmite, no comparte la alegría y la pasión del baile, no puede considerarse un bailarín. Los integrantes del grupo “Tenam”, disfrutan el folclor y lo trasmiten, aseguran que esa es su labor principal: trasmitir cada paso, cada giro.

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S E D A D I L TUA

Crónicas de adobe

Programa del martes 2 de julio de 2013. Invitados de honor: Maestro Raúl Velasco, instructor de yoga, y María Lilia Pérez Narváez, Juana Morales Aguilar, Leticia Guillén Hernández, Lilia Gabriel Robledo. En la fotografía:Paty, Juana, Raúl, Lilia, Julio, Leticia, y Lilia Gabriel. ********* Crónicas de Adobe también se escucha por Internet www.imer.gob.mx Martes, de 3 a 4 de la tarde.

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S E D A D I L TUA

PRESENTACIÓN DE LIBRO

Se presentó el libro “Rescate de las expresiones literarias en la Cañada Tojolabal”; en el Telebachillerato del Ejido Bajucú, municipio de Las Margaritas.

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L O J O

Por error, el enlace del número 185 no se envió a nuestros contactos. A propósito, Omar Ruiz Gordillo nos envió el siguiente mensaje. Agradecemos su interés y lamentamos el descuido (ya parece que fuéramos de seis y no de DIEZ).

Gracias por el envío de la revista Diez. Si vieran qué falta me hizo no tener la revista DIEZ en la semana que va languideciendo. Desde el domingo pasado esperé la revista, y nada; el lunes ¡nada! Ya para el martes me preguntaba si estaría enferma la revista. El miércoles de plano me dije: ¡ya se murió la revista!, pero no han avisado del entierro. El jueves me dije, hay que pensar en lo buena que era la revista, recordar las cosas buenas, dejar de lado las mudencadas que a veces decía (es pues humana, si no no me caería bien). Ya el viernes me dije: ¡a afrontar la situación, esperemos que, cuando menos haya dejado por ahí un su chiquitío que algún día va a ser grande como lo fue lRevista DIEZ! ¡Y hoy que aparece en mi computadora, igualita a como la recordaba, sana, llena de color sus cachetes, con sus fotos bonitas, con esas dos edecanes o modelos tan bonitas y, para rematar, los cuatro señores ahí con sus botes de nieve, posando para el fotógrafo! Me dije entonces: ¿Y vos Omar, de qué querés tu nieve? Gracias por la revista, la disfruto mucho. Va un abrazo y felicidades por el rescate y soltura identitaria de la cultura que están realizando. J. Omar Ruiz Gordillo

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En nuestro próximo número

Entrevista con

Maya Alfaro

Elena Gómez Entrevistadora: Dora Patricia Espinosa Vázquez.

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