Acerca de Don Rami, escriben: Juan Carlos Gómez Aranda, Óscar Bonifaz, Patty Pérez Ruiz, Omar Ruiz Gordillo, Marbel Pérez Ruiz, Julio Félix Álvarez Gordillo y Beatriz Pérez Ruiz. Entrevista con: Marisa Celorio Villagómez, bisnieta de don Rami Ruiz Alfonzo. Entrevistadora: Dora Patricia Espinosa Vázquez.
Tomá tu diego Autor: Amín Guillén Flores.
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Contenido 4- EDITORIAL: Somos de DIEZ. 5.– ZAGUÁN: ARENILLA: El proveedor. 7.– PATIO: Galería: URS GRAF, en Comitán. 14.– BALCONES: Casa de Citas La soledad no existe. Autor: Héctor Cortés Mandujano. 24.– CORREDORES: Don Ramiro Ruiz Alfonzo, árbol de DIEZ. Autores: Julio Félix Álvarez Gordillo - Beatriz E. Pérez Ruiz Patty Pérez Ruiz - Omar Ruiz Gordillo - Marbel Pérez Ruiz Òscar Bonifaz - Juan Carlos Gómez Aranda. 43.– SITIO: ENTREVISTA CON: Marisa Celorio Villagómez. Entrevistadora: Dora Patricia Espinosa Vázquez. 50.– ACTUALIDADES. 53.– MOJOL. Tomá tu diego. Autor: Amín Guillén Flores.
Revista catorcenal, hecha en la tierra de los cositías con la bendición de Tata Lampo. Editor responsable: Alejandro Benito Molinari Torres Contacto: alejandromolinaritorres@gmail.com
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Llegamos al número 100 de la DIEZ. Para celebrarlo rendimos un mínimo homenaje a Don Ramiro Ruiz Alfonzo, dueño de la Proveedora Cultural. Nuestra revista DIEZ es una propuesta editorial complementaria: hablamos de lo que no hablan los otros sin ignorar lo que los otros hablan. La DIEZ presenta el otro lado de nuestra sociedad, uno que impulsa a Comitán, a Chiapas y a México a ser mejor. Acá están los hombres y mujeres que dan luz a estos espacios. Comitecos que viven fuera de Comitán han enviado correos manifestando su gusto por tener un acercamiento a su tierra, en una forma digna, sin presunciones, con humor, sin pedanterías. Los lectores que viven en el pueblo han encontrado un espejo menos oscuro, un pizarrón donde la gente escribe su palabra de una forma sencilla. Estamos de fiesta porque llegamos al número 100 y lo celebramos con un mínimo homenaje a un hombre que fue de DIEZ. Don Ramiro Ruiz Alfonzo sembró luz en este pueblo. Su nombre no se consigna en placas metálicas ni se relaciona con las grandes hazañas de estas tierras; sin embargo, él, como miles y miles de comitecos, aportó su trabajo honesto para engrandecer este pueblo. Lo hizo de manera modesta, de manera sencilla, pero con ánimo y con el ingrediente del afecto. ¡Así son los hombres que siembran luz, así son los hombres de DIEZ! Por ello, ahora, con gran regocijo, este número lo recuerda con emoción. Estamos de fiesta y esto se debe a la complicidad de muchos amigos escritores, fotógrafos, diseñadores, lectores y anunciantes que se han unido a esta propuesta. Lo han hecho con la certeza de que esta Revista Digital le hace bien a Comitán y a los comitecos. ¡Somos de DIEZ, ni más ni menos!
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¿Quién fue don Rami? ¿Quién el hombre que llevó el nombre de Ramiro Ruiz Alfonzo? Para muchos comitecos bastará decir que fue el dueño de la Proveedora Cultural, pero para lectores de otras partes del mundo tal vez convenga decir que fue, en efecto, un proveedor de cultura. En el entendido que cultura es la sonrisa que dignifica al hombre. Como muchos comitecos lo conocieron, yo también conocí a don Rami sentado detrás de la caja registradora de la Proveedora. Un espacio donde vendían artículos escolares, periódicos, discos y ¡revistas de monitos y libros! En los años sesenta, los viejos acudían a comprar su periódico o revistas de política; algunas madres despistadas acudían a comprar las libretas y los lápices de sus hijos. ¿Los niños? Ah, los niños acudíamos, llenos de gozo, a comprar las revistas y las figuritas de los álbumes que debíamos llenar para cambiarlos por los regalos que, dentro de bolsas transparentes, colgaban en la entrada. Mi papá siempre me explicó que resultaba más barato comprar la pelota que era premio por álbum lleno que comprar tanta figurita ―repetida‖. Pero como él reconocía que la emoción estaba instalada en la bola de muchachitos que, en la calle, echaba volados, me daba dinero para comprar los sobres con las figuritas. Su labor de proveedor hizo que medio mundo de acá lo conociera. Pero
hubo un antes. Carmelita, la hija que ahora atiende la Proveedora, cuenta que su papá trabajó como cobrador de compañías de agentes viajeros. Los agentes traían la mercancía y don Rami se encargaba de cobrar de tienda en tienda, cuando los agentes regresaban a Comitán, don Rami ya tenía el bonche de paga. El oficio de cobrador no es un oficio que granjee muchas amistades, pero, intuyo, dado el carácter de don Rami, no le fue difícil realizar su labor. Digo esto, porque siempre que llegué a la Proveedora hallé a un señor que bromeaba y me hacía reír, de igual manera que tendía un hilo de luz a todos sus clientes. Su carácter era como esos algodones de azúcar que venden en las ferias. Había ocasiones en que entraba a la tienda sólo para platicar con él y sentir el olor de los
Carmelita Ruiz libros viejos y nuevos (las librerías siempre huelen a canela, porque la canela es una especia viajera de siglos).
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Un día abandonó la cobradera y se dedicó al oficio de tipógrafo. ―Compró una imprenta manual y se instaló en los altos del edificio donde ahora está el Teatro de la Ciudad. Imprimía los programas y boletos del cine. El cine se quemó y mi papá pasó su imprenta al lado de la casa del doctor Domínguez. No recuerdo si el doctor Esponda o un pariente de él tenía locales en los portales de la manzana que luego tiraron, La Manzana de la Discordia; el doctor Esponda, quien era un hombre muy humanista, le vendió a mi papá un local, con facilidades. La imprenta se llamaba Tipografía Dr. Belisario Domínguez. En ese local mi papá puso la imprenta en un lado y la papelería en el otro lado. Don Enrique Trujillo le traspasó la distribución de las revistas. Al negocio le puso el nombre de Proveedora Cultural‖. En los años sesenta, en Comitán era moderado el tráfico de autos. Los niños, en la tarde, se reunían frente a la Proveedora e intercambiaban las figuritas o echaban volados de ―paquete‖. Los niños, con los dedos pulgar e índice de ambas manos, tazaban el grueso del paquete y cuando consideraban que estaban iguales, tiraban la moneda al aire. Mientras más lejos ¡mejor!, porque permitía
que el muchaterío corriera para ver si caía águila o sol. Don Rami vendía los sobres con las figuritas, usando los mismos dedos pulgar e índice contaba con exactitud el número de sobres solicitado. ¿Cuánto costaba el sobrecito? ¿Como para cuánto les gusta? Recuerdo que la paga que me daba mi papá alcanzaba para veinte sobrecitos. ¿Alguien esperaba llegar a su casa para abrir los sobres? Lo dudo. La mayoría, por no decir todos, llevaba el álbum doblado, metido en una bolsa del pantalón; abría los sobres, en una franja que estaba en los aparadores de cristales amplísimos, cotejaba cuáles eran repetidas y -¡oh, prodigio!las que no tenía; con goma pegaba estas últimas en el álbum. Sacaba la lista de las figuras faltantes y cancelaba los números que ya habían aparecido. ―¡Sólo me falta la treinta y ocho y la ciento treinta!‖. Estas le faltaban a medio mundo, eran las figuritas más escasas y cuando aparecían se convertían en el mayor tesoro de la tierra. A mí me tocó, sólo una vez, ver a un compa que entró con dos álbumes llenos y salió con dos regalos. El álbum se quedaba en La Proveedora, cuando llegaran los proveedores don Rami los entregaría como muestra fidedigna de que el intercambio
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del juguete se había dado. Sí, era una época muy ingenua. Los niños comitecos disfrutábamos esa ingenuidad. Yo, el mayor ingenuo de todos los niños comitecos, me contentaba con ver de lejitos los volados y, con el tiempo, me conformé a nunca completar los álbumes. ¡Nunca tuve en mis manos las figuras más solicitadas! Hasta la fecha sigo ignorando el secreto por el cual algunos amigos tenían la suerte de abrir el sobre y ¡encontrarlas! En mis cincuenta y cuatro años de vida me han tocado casi
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siempre ¡las repetidas! Si es cierto que los espacios marcan el carácter del hombre, tal vez el local que don Rami tuvo en la manzana de la discordia fue el más representativo. Un buen día, a Jorge de La Vega Domínguez, gobernador del estado de Chiapas, se le ocurrió dignificar el centro y mandó a tirar la manzana. Dicha manzana había crecido en forma desordenada y sus edificios mostraban un caos urbanístico. Ante la amenaza del pico y de la pala, la tienda de don Rami dejó la manzana y anduvo de migrante por varios barrios, anduvo por el Pasaje Morales, por el barrio de Guadalupe, hasta que se pasó, ya en definitiva, al local donde ahora La Proveedora conti -núa. Un local lleno de luz, que sigue teniendo cierto aroma de libro nuevo. Doña Carmelita dice: ―mis papás se casaron el 22 de agosto de 1931. Mi mamá se llamó Zenaida Aranda León. Fuimos tres hijas: Luz Angelina, Martha Idolina y yo, que me llamo Ma-
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Doña Zenaida, Don Rami y sus tres hijas ría del Carmen. Yo recuerdo a mi padre como un hombre maravilloso, por esto digo que mi infancia fue feliz. Él era muy comunicativo, siempre nos daba una gran confianza, de tal suerte que le contábamos todo lo que en otras familias se vuelve secreto. Yo fui la que le ayudó en la tienda. A mí, desde siempre, me gustó el comercio. Estudiaba la secundaria donde ahora está la Casa de la Cultura, a la hora del receso no me quedaba con mis amigas, corría para estar con mi papá en la tienda. Me crié entre papeles y madera. Ahora cuando entro a
la bodega algo de ese olor que me marcó de niña aparece y siento una sensación de alivio‖. Don Rami nació en Comitán, en 1908. Su papá fue don Vidal Ruiz Castañeda y su mamá doña Carmen Alfonzo Gómez. Don Vidal fue carpintero, por esto doña Carmelita dice que creció entre los aromas del papel y de la madera. El olor del aserrín en la carpintería del abuelo y el olor del papel en la imprenta y en la papelería. ―Mi mamá ayudaba a mi papá. Por ejemplo, los boletos del cine tenían dos partes: el boleto y el talón,
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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. mi mamá, con su máquina de coser hacía la perforación para cortar el boleto; asimismo lavaba los rodillos de la imprenta. En ese tiempo, el quedar bien de los novios era regalar unos tarjetones que tenían plumas naturales. Mi mamá se encargaba de preparar la cera que servía para protegerlos. Mi papá fue el único que vendió en Comitán estos tarjetones. Mi papá siempre fue muy responsable. La Proveedora tenía un horario definido, lo digo porque había otros negocios que abrían de manera desordenada. Mi papá abría su negocio de nueve a dos de la tarde y de tres a siete de la noche. En ese tiempo ya había luz en Comitán, pero era una luz de mushcac (luciérnaga), por eso decían que para apagar el interruptor de la luz había que prender un cerillo‖. Doña Carmelita dice esto último y sonríe con una sonrisa de libro abierto. En ese tiempo, ella confirma, la luz la daban a partir de las seis de la tarde, y la quitaban a las seis de la mañana. Un día, el proveedor murió. Su familia continuó con el negocio, un negocio que tiene muchísimos años de servir a Comitán. Carmelita, sus hijos y nietos son afables, pero a ese negocio le falta algo. En primer lugar los niños de estos tiempos ya no se concentran para echar volados e intercambiar figuritas, el bullicio y las carreras de la bola de chiquitíos ya no existen; en segundo lugar ya los
lectores de periódicos han modificado sus hábitos, ahora entran a Internet y se enteran al instante de las novedades, en aquellos tiempos los lectores de periódicos no tenían algún inconveniente en esperar todo un día para enterarse de los sucesos del mundo. Siempre a Comitán nos llegaron tarde las noticias. El periódico viajaba en los camiones de la Cristóbal Colón, por esto llegaban un día después. Muchos decían que en Comitán no leíamos noticias sino historia. Pero, por encima de esas dos situaciones, lo que más hace falta en La Proveedora es la presencia de don Rami. La mayoría de niños de los años sesenta tuvimos en la figura de don Rami a un hombre cercano. Llegábamos a comprar el Memín o Chanoc o El Diamante Negro y nos topábamos con su presencia. Las grandes cadenas comerciales ya no permiten el contacto humano que se daba antaño en las negociaciones particulares. Don Rami no se concretó a proveer el servicio, lo hizo con afabilidad, incluso con cierta encomienda de dar luz. Cuando a Comitán llegaron los libros de la Colección Básica Salvat, don Rami se encargó, con una sutileza que aún hoy me sorprende, de dirigir mis pasos hacia los libros. Cada semana me apartaba mi ejemplar y, a lo lejos, me llamaba para entregármelo. Yo corría a la tienda de mi mamá y le pedía dinero, ella (Dios la bendiga, siempre)
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me daba la paga para el libro que ya tenía debajo de mi sobaco. Un poco al estilo de Selecciones, del Readers Digest, todo mundo tiene sus personajes favoritos. Para mí, don Rami fue uno de ellos. Cuando compré mi primera revista de Playboy él estaba en caja. Yo tuve cierta pena al pasar a pagar y puse la revista debajo del Memín. Don Rami vio la revista y sonrió. ―Ya estás cambiando tu lectura‖, dijo y se agachó. Puso un libro encima de las dos revistas y me dijo: ―Este es el río, los otros son los complementos‖. Y supe que el mundo era generoso; que en la vida había otros espacios que me estaban permitidos conocer, pero que el cielo donde volaría por siempre era ¡el de la literatura! Y desde entonces, don Rami, desde entonces, he recorrido muchos otros caminos pero ni un día, ni una hora, he dejado de meter mis pies en ese río que Usted, de manera amable, sutil, generosa, comenzó a llenar. ¡Que Dios bendiga su mano, que Dios haga afable el camino que, hace muchos años, emprendió!
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El actor y la cámara, de Philippe Durand (editado por la UNAM como material didáctico de uso interno, sin año de edición), es un libro técnico sobre dirección de actores en cine y televisión. Hay, sin embargo, un consejo para escritores (p. 115): ―Los autores noveles acumulan epítetos alrededor de un sustantivo. Todos tienen miedo de no ser entendidos, o más bien ¿quieren comprobar su habilidad, mostrar su riqueza de lenguaje? Al comportarse así, logran contra su voluntad un resultado exactamente contrario al efecto que querían: la abundancia explicativa aniquila el impulso de su propósito y lo reblandece. Tan es así, que el rigor sólo se obtiene
por la concisión, que es bueno trabajar como el escultor con su tronco de árbol o su bloque de mármol: por eliminación‖. *** El episodio cinco de la tercera temporada de Los sopranos (“Another Toothpick‖) fue traducido al español como ―Otra bacha‖ y es el modo despectivo con que la mamá de Tony, el mafioso protagonista, llama a los que están a punto de morir. Bacha se llama en México a la última partecita de cigarro que puede fumarse. Otra bacha es, así, una exacta mención para los que están ya en las últimas. La palabra no se usa mucho en la canción popular, pero sí en la genial ―Chilanga banda‖, de Jaime López: ―Un
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ñero mata la bacha y baila la cucaracha‖, que traducida al lenguaje común sería como decir que un amigo da la última fumada a un cigarro de mota y
baila la cucaracha (se desespera) porque, según la vieja canción revolucionaria, ―la cucaracha ya no puede caminar, porque no tiene, porque le falta, mari-
guana que fumar‖. *** En ―El círculo de tiza caucasiano‖ (Teatro completo, Editorial Cátedra, 2006), de Bertolt Brecht, el testigo de un juicio, Simón, interpela con refranes a Azdak, un juez borrachín y convenenciero (aceptó, se supone, dinero de una de las partes), quien le contesta de la misma forma. Simón lo acusa, Azdak se defiende hasta que se enoja (p. 1538): ―SIMÓN: (En voz alta) „Cuando vinieron a herrar el caballo, alargó la pata el tábano‘. ―AZDAK: (Aceptando de buena gana el desafío) „Vale más un tesoro en la letrina que una piedra en el manantial‘. ―SIMÓN: ‗Hermoso día, ¿vamos a pescar?, dijo el pescador al gusano‘. ―AZDAK: ‗Soy mi propio dueño, dijo el criado cortándose una pierna‘. ―SIMÓN: ‗Os quiero como un padre, dijo el zar a los campesinos, y ordenó decapitar al zarévich‘. ―AZDAK: ‗No hay peor enemigo de un necio que él mismo‘. ―SIMÓN: Pero ‗¡un pedo no tiene nariz!‘ ―AZDAK: Diez diestras de multa
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por utilizar lenguaje indecente ante el tribunal, para que aprendas lo que es justicia.‖ *** La mendiga (Mondadori, 1999) no es la
mejor novela del diestro y original novelista argentino César Aira. Es disparatada e irreverente como todas, pero me parece que no da en el blanco. Demasiado forzada. Pocas ideas citables (p. 17): ―Todos somos hijos. Todo es fecundación‖. (P. 84): ―Pretender aferrarse a las palabras, pretender a partir de ellas la eterna unión de los amantes, es vano, porque las palabras en el fondo no significan nada‖. *** La condición del periodista en Chiapas (Fundación Manuel BuendíaUniversidad Autónoma de Chiapas, 2009) es una investigación suscrita por Juliana Matus, Hugo Villar, Sarelly Martínez, Francisco Cordero y Patricia Ledesma, y llega a las conclusiones naturales (p. 14): ―A diferencia de lo que sucede en otras partes del mundo, donde año tras año se anuncia el cierre de periódicos, en Chiapas sucede lo contrario. De forma continua han surgido en los dos últimos años nuevas publicaciones financiadas todas por el gobierno estatal‖. Declara Hugo Isaac Robles Guillén (p. 57): “El gobierno del estado es el
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dueño de todos los periódicos. Es el que paga y manda, pero la que pierde es la sociedad porque no tiene información plural‖. Dice Susana Solís (p. 59): ―En Chiapas se sigue vendiendo la dignidad de un medio, las ocho columnas. En ningún país del mundo se venden las ocho columnas, sólo aquí‖. Los autores señalan (p. 92): ―Hay un sector muy plegable a la corrupción: el de los columnistas. La mayoría de ellos no cuenta con estudios universitarios. Se hicieron en la práctica. De reporteros, choferes, voceadores, comerciantes o tipógrafos saltaron a ser propietarios de un espacio de opinión. La ofensa y la difamación es moneda corriente en estos espacios‖. *** Compré cuatro películas en DVD, que no he visto, de directores magistrales: La tragedia de Franz Woyzeck, de Werner Herzog (basada en la obra de teatro de Georg Büchner, que ya leí); El desprecio, de Jean-Luc Godard; Los cuentos de Canterbury, de Pier Paolo Pasolini, y Casta de malditos, de Stanley Kubrick. El precio de las cuatro es menor
que el de cualquier película de moda. Comprar la más reciente novela de un escritor contemporáneo puede desequilibrar nuestro bolsillo; Shakespeare siempre está de oferta. Qué maravilla. *** Como es sabido por casi todos, es normal que los hombres nos despertemos a
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diario con una erección: un reclamo del cuerpo, una señal. Lo mismo ocurre con las mujeres, según Brecht (―Los días de la comuna‖, en su Teatro completo, p. 1554): “La verdad es que, ya por la mañana al despertar, uno sabe que necesita a una… ¿Por qué iba a ser distinto con las mujeres? Es una necesidad‖. *** En una tarde vi dos películas al hilo (a veces veo muchas más): El abrazo partido (2003, argentina, dirigida por Daniel Burman, ganadora en el Festival Internacional de Berlín) que es una muy bien llevada trama, que por fortuna elude el sentimentalismo barato, sobre la falta y la búsqueda del padre, un tema muy caro a la literatura. Me brincan como ejemplo Odisea, Hamlet, Ulises, Pedro Páramo, cuatro clásicos cuyos títulos, qué curioso, son nombres propios (al protagonista de la historia de Homero también se le conoce como Odiseo). El abrazo partido es una alusión física que se evidencia en el final, que no voy a contar. El título me hizo evocar la vez que, en San Cristóbal, vi en la marquesina el rebautizo que hizo el empleado encargado de poner las letras a la
cinta Los abrazos rotos (2009), de Almodóvar. El hombre seguramente pensó con lógica que los abrazos no se rompen y puso en su anuncio algo más aceptable para titular el filme del director manchego: Los brazos rotos. La segunda de la tarde fue la que en español fue traducida como ¿Y tú qué @#!* sabes? (What the Bleep do we (K) now!?, 2004, dirigida por William Arntz, Betsy Chasse y Mark Vicente). La pelí-
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cula, tal vez por la dirección tripartita, es una mala fusión de una historia de ficción con entrevistas a conocedores de la mecánica cuántica y áreas circunveci-
nas; los efectos especiales son malísimos, pero, con todo y la descalificada que le dio en su momento la llamada ―comunidad científica‖, hay varias ideas que por lo menos vale la pena anotar y
pensar. Lo primero es la liga que existe entre el pensamiento y la realidad: cómo construimos la vida a partir de nuestras percepciones, no necesariamente fundadas, ―reales‖ (aquí la realidad sí debe entrecomillarse, porque esa es una de las nociones que combaten los entrevistados: la realidad no es la misma para nadie y me auto cito: no vemos lo mismo aunque veamos lo mismo; lo que vemos tiene que ver con nuestra historia, con nuestras carencias y apetitos). Una de las especialistas dice, sobre el amor, que uno ―se enamora de las expectativas emocionales a las que se es adicto‖. Y se habla bastante de estas y otras adicciones. Hay los que necesitan los gritos y los que necesitan ser las víctimas, los que deciden ser sinceros y los que deciden mentir, los que andan buscando en el hombre al hermano o al padre muerto y los adictos a buscar la misma mujer en todas las mujeres. Otra de las ideas que me reforzó esta cinta es lo que mi admirado Mario Bunge explica muy bien en varios de sus libros: el mundo es un encadenamiento de procesos y no hay nada en él que no sea parte de ello. Si los fantasmas existieran, recuerdo que escribe Bunge, se
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aparecerían en cualquier momento y circunstancia ante todos. Estarían enlazados a los procesos naturales de la vida y en esto, lo cito de memoria, no hay excepciones. Por eso digo, y aquí exonero de mi conclusión a Bunge: La soledad no existe. Uno de los estudiosos lo dice fácil: ―Estoy conectado a todo. No estoy solo‖. Al final, hay varias ideas optimistas, de las que traigo a cuenta dos. Una: ―Lo único que me volverá grandioso, no es lo que haga con mi cuerpo, sino lo que haga con mi mente‖. Se pensará tal vez en un corredor, en un campeón de boxeo: casi ningún triunfo del cuerpo, me parece, es del cuerpo sino del cerebro que ordena, y eso lo saben hasta los actores pornos; y dos, una idea que no tiene vuelta de hoja: ―Estamos en el mundo para ser creadores‖.
nuestras dos partes: al espíritu, por medio de razones; y al autómata, por medio de la costumbre‘. ¿Lo entiende usted, Gottfried? Lo que viene a decir Pascal es que, si rezas, acabas creyendo. Dicho de otro modo: sonríe y acabarás siendo feliz‖.
Contactos: hectorcortesm@hotmail.com
Sobre algo parecido habla el dramaturgo español Juan Mayorga, en Himmelweg (Cuadernos de Dramaturgia Internacional. Ediciones PasodeGato, 2007), cuando un personaje lee a otro un libro de Pascal (p. 24): ―Pensamiento doscientos cincuenta y dos: ‗Somos autómatas tanto como espíritus‘. Más adelante, dice: ‗Es preciso convencer a
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http://issuu.com/revista10/docs/yo_tambi_n_me_llamo_vincent_-_novela__breve.
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Acerca de Don Ramiro Ruiz Alfonzo, escriben: * Julio Félix Álvarez Gordillo. * Beatriz E. Pérez Ruiz. * Patty Pérez Ruiz. * Omar Ruiz Gordillo. *Marbel Pérez Ruiz. * Óscar Bonifaz. * Juan Carlos Gómez Aranda.
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El Vendedor más grande de Comitán Julio Félix Álvarez Gordillo Allá por los años sesentas y setentas ir al parque central de Comitán era un verdadero placer. Sentarse para ver los modelos de automóviles nuevos y encerados, escuchar a las rockolas, ver a los melenudos y las mujercitas en minifalda, escuchar a Raphael en la Casa del Ciclista, saborear chocolates y otras golosinas de la Dulcería ARA y las RRR. Pero había algo excepcional: leer las historietas con Don Ramiro Ruiz Alfonzo, en la Proveedora Cultural… se trata del olor del papel entintado que encierra tantas emociones… la continuación de Kalimán y su pequeño y valiente amigo Solín. A veces la realidad se hace increíble y lo increíble se hace realidad… Serenidad y paciencia… El actus mortis… El pecado de Oyuki a través de Lágrimas, Risas y Amor… El idilio de jóvenes que proyectamos sentimientos, emociones y pasiones… Fantomas, la amenaza elegante… El Payo, un hombre contra el mundo. La vida de Juan José Panadero y el criaturón… Si Memín no hace la tarea, su ma‘linda le dará con tabla con clavo… Tribilín había invitado a Mickey a comer ostras, pero Tribi abría y abría las ostras, hasta que saliera una perla, para poder pagar la cuenta…. Porfirio Cadenas, el Ojo de Vidrio… Tarzán que nos motivó a estudiar Antropología o Sociología, porque se presentaban ―tribus‖ de lugares lejanos… Mis mejores amigos de ese entonces: Roberto Altuzar, Enrique Figueroa, Paco Argueta y Francisco Javier Gómez me acompañaron siempre a hojear las revistas, mientras Don Ramiro, sentado frente a la caja, sabía que no íbamos a
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comprar. Uno se da cuenta que si vas a la papelería es porque hay una intencionalidad. Nosotros sólo a hojear y a ojear. Sin darnos cuenta aprendimos a leer, a sentir el verdadero placer de leer. En casa tal vez era un mal hábito leer la historieta al mismo tiempo que comer, pero ambos actos nos alimentaban. En la bolsa de tu pantalón podías llevar tu Arandú, tu Minicapulina, la Minihermelinda… Esto mismo te hacía sentir muy bien en la peluquería. Por aquellos años estaba de moda la Filatelia, los Maestros: Alfredo, Artemio, Miguel Ángel hablaban muy en serio de ello. Del poco ―gasto‖ que teníamos en ese entonces compré El Almanaque Mundial, el Compendio Mundial que cada año se editaba. Todo un mundo de información de cada nación. Valía todo el oro del mundo. Mi papá me llevaba a comprar las revistas de adultos, no era pornografía, sino: Life, Contenido, Sputnik, Siempre, Los Supermachos, Mafalda… Recuerdo mucho los contrastes de las fotografías de esas páginas con el edificio de la Farmacia Regina y el mosaico verde del piso de la Proveedora Cultural, los mostradores transparentes y siempre limpios, los periódicos en el piso… Don Ramiro sentado en un banquito frente a la caja, te veía y veías en su actitud a ese maestro que te enseña, que con paciencia y amor hace algo más que vender: servir… Los maestros de la Secundaria y Preparatoria, donde hoy es el Centro Cultural Rosario Castellanos, pedían opinión para los materiales didácticos, textos, útiles…En esos días no existía la fotocopiadora como es ahora, la televisión era un proyecto de Estado y la bibliografía como la que existe hoy en medios electrónicos, sólo en Ciencia Ficción…Además la Proveedora Cultural era también Proveedora Deportiva… Bendito hombre que promovió en Comitán el amor por el saber, que el Creador lo bendiga siempre.
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Mi abuelito Ramiro Ruiz Beatriz E. Pérez Ruiz Mi abuelo Ramiro es una persona muy importante en mi vida, al igual que en la de toda la familia. Un ser con mucho Don de Gente, amante de la vida, de las costumbres, de su pueblo, creyente fiel en Dios, nos inculcó -a todos quienes nos mantuvimos siempre cerca de éllo que eran sus valores. Mi abuelo era un hombre que aún sin tener estudios, de manera autodidacta se preparaba para llevar a cabo las actividades que realizó, después de pasar por varios empleos, tuvo una imprenta , abrió una papelería ―Proveedora Cultural‖ , ahí mismo tuvo juguetería, librería, discos y por último una agencia de viajes ―Balún Canan‖. La Proveedora Cultural fue su negocio a través del cual, hizo muchas relaciones con toda la gente del pueblo, igual platicaba con diputados, licenciados, ingenieros, estudiantes, amas de casa, gente indígena e inclusive indigentes que pasaban y siempre tenía una conversación qué establecer con cada uno y de interés para ellos. Mi abuelo nos enseñó que el trabajo dignifica, y él nos demostraba que además al hacerlo con el gusto y el orgullo que él lo hacía generaba un bienestar mucho mayor. Mi abuelo tenía muy buena relación con sus empleadas y empleados, siempre tenía tiempo para platicar con ellos y conocer sobre su vida familiar y mantenerse siempre cerca de todos, lo que le generaba un cariño muy grande por parte de todos ellos.
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Yo recuerdo que los días de su cumpleaños, 14 de Diciembre, todos se ponían de acuerdo con mi abuelita Zenaida para llevarle mañanitas con marimba, su reja, su corona y obviamente todos los empleados estaban invitados a la comida, así que ese día había tamales para desayunar y mole a medio día para continuar el festejo hasta la noche que había tamales y café con pan. En todos estos festejos nunca podía faltar el ―traguito‖ y la ―juncia‖ que daba mucha más alegría a las fiestas. Yo recuerdo fiestas en las que, por ejemplo, llegaba el cartero a dejar correspondencia y mi abuelo ya no lo dejaba salir, ya se quedaba como invitado a la fiesta y guardaban su bicicleta y pasaba a recogerla hasta el día siguiente. Mi abuelo era muy alegre y el ―traguito‖ lo ponía más alegre, jamás peleonero, ni ofensivo, ni nada más que muy alegre y bailador. Así también mi abuelo, formó parte de los llamados Cursillistas de la Iglesia y junto con mi abuelita y otros matrimonios conocidos en Comitán, viajaban haciendo sus recorridos religiosos, también en este grupo fue un hombre muy apreciado y respetado. Los sábados les daba aventón a las Catequistas que vivían por la Cueva y no tenían vehículo para regresar a sus casas, ya para entonces mi abuelo tenía, como él lo llamaba: su ―renolcito‖. En la vida familiar de mi abuelo, yo fui su primera nieta y considero que una de sus consentidas a pesar de que nosotros vivimos casi siempre en el D.F., teníamos una comunicación muy cercana con él. Hablábamos por teléfono cada domingo y primero hablaba con mi mamá y luego con mi papá y nos pasaban el teléfono a los 4 hermanos mayores, porque siempre teníamos algo qué contarle y él a nosotros, mi hermana más pequeña era bebé y no hablaba aún.
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Mi abuelo fue como de película, una persona con muy buenos sentimientos y siempre con las palabras que cada uno de nosotros necesitábamos escuchar de acuerdo al momento que vivíamos, fueran problemas o éxitos, sus palabras eran muy importantes para nosotros. Mi abuelo disfrutó junto con cada uno de sus nietos, todos sus logros profesionales y personales, siempre se sintió muy orgulloso de ellos, le daba mucho gusto vernos triunfar en lo que cada uno deseaba. Creo importante resaltar que jamás lo escuché levantar la voz ni ser grosero con nadie, si él tenía que llamarle la atención a alguno de nosotros o de sus empleados, siempre utilizaba palabras de convencimiento más que de imposición y me enorgullece decir que lograba su objetivo, era un ―tipazo‖, se ganaba el cariño y el respeto de la gente. Además, su forma de ser, carácter y actitud, lo llevó a ser el Patriarca de 2 grandes familias, la de sus padres y hermanos (Familia Ruiz Alfonzo) y la de sus suegros y cuñados (Familia Aranda León). Recuerdo que si alguien tenía un problema, recurrían a él para encontrarle solución pero siempre tomando acuerdos, haciendo equipo, si había problemas matrimoniales y le pedían ayuda, escuchaba a las 2 partes y una vez que calmaba a ambos, los reunía y lograba que se reconciliaran. Mi abuelo fue construido con una madera única, siempre pensando en el bienestar de todos, él decía: ―El bien siempre triunfa sobre el mal‖. Aunque su carácter y actitud ante la vida le dieron muchos éxitos en todos sentidos, en el aspecto profesional nunca faltaron las envidias, y los ataques, sin embargo su temple era tal, que jamás tuvo que pelearse con nadie, su herramienta era el convencimiento y el buen trato, tomar acuerdos en beneficio de ambas partes. Yo recuerdo la relación entre mis abuelos y jamás los escuché gritarse y mucho menos ofenderse, mi mamá decía que ella tampoco vio eso en sus papás, lo cual indica que esa nunca fue una forma de relacionarse entre ellos. Se quisieron mucho. Mi abuelo viajaba por lo menos 2 ó 3 veces al año a México para asuntos de la Proveedora Cultural o de la Agencia de Viajes, siempre viajaba con mi abuela y se
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hospedaban en casa de mis papás (casa de Martha, la hija más chica de ellos), todas las noches eran de fiesta porque nos reuníamos a merendar juntos y empezábamos a platicar de la familia, historias de Comitán, las actividades de cada uno de nosotros, planeábamos la ida a la Villa de Guadalupe que no podía faltar y que además nos llevaban a todos, disfrutábamos las gorditas que hasta la fecha venden y que son muy típicas de la Villa. Durante mucho tiempo, sobre todo cuando nosotros (los nietos) éramos chiquitos, nos reuníamos en Comitán para pasar la Navidad y el Año Nuevo todos juntos y era muy padre ser recibidos por mis abuelitos con tantas muestras de cariño de cada uno de ellos. Mi abuelito Rami tenía siempre tiempo para platicar con cada uno de nosotros y así mantenerse muy cerca de todos. Un hombre extraordinariamente respetuoso, con un sentido del humor precioso, nunca mal hablado, con una actitud ante la vida muy positiva. Muy dicharachero, yo recuerdo mucho que me decía: ―hechos son amores y no buenas razones‖; como éste, siempre tenía el dicho que daba respuesta a lo que le estuviéramos platicando. Un año antes de que mi abuelo muriera, estuvo en México y por primera vez se sintió enfermo y aunque él ya sabía que tenía cáncer, a nosotros nos hizo creer que era algo pasajero y que al otro día se sentiría mejor. Un año guardó silencio sobre su enfermedad y únicamente lo hablaba con su médico. Inclusive ya casi para morir, le pidió al doctor que no nos dijera lo que tenía, pero finalmente lo supimos y murió hasta que estuvimos todos sus hijos y nietos rodeándolo y su único encargo fue que nos mantuviéramos unidos y jamás alejados de mi abuelita. A mí me tocó revisar todos los documentos, libros, fotografías, casetes y notas que tenía en su despacho y todo formaba parte de su preciosa vida. Lo extrañamos mucho pero siempre lo llevamos presente en nuestra mente y en nuestro corazón.
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Mi papi Rami Patty Pérez Ruiz Es un gran gusto escribir esto, pues hablar de mi abuelito es recordar infinidad de cosas lindas. Mi papá Rami (mi abuelito) era un caballero en toda la extensión de la palabra, era prudente, educado, atento, cariñoso, respetuoso e inteligente, pues a pesar de sus pocos estudios él sabía un poquito de todo; lo demás siempre daba pie para que nosotros le completáramos la información y así nos sintiéramos importantes. Todo junto a él era divertido, con mucho aprendizaje y siempre terminaba con un chiste o una frase divertida. Él era muy humilde, pero no era fácil engañarlo. Nunca me regañó, pero a su modo me hizo ver cuando estaba equivocada. Esto lo hacía contándome una anécdota suya o un pasaje bíblico relacionado con nuestra plática. Nunca una mala cara o un grito o mucho menos un castigo, todo era negociado; siempre risueño haciéndonos creer que habíamos ganado, cuando en realidad nos había metido en cintura. Realmente era un niño travieso y al mismo tiempo era un sabio. Quienes lo conocieron no me dejarán mentir y para los que no lo conocieron les digo que mi papá Rami era una leyenda. Era un gran señor. Donde quiera que esté, sé que este reconocimiento le gustaría mucho. Gracias.
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Tío Ramiro Ruiz Omar Ruiz Gordillo La Proveedora Cultural estaba bien situada: entre la Escuela Secundaria y Preparatoria, de Comitán Chiapas, y la Nevelandia, el parque y don “Belisario” o el “Café Intermezzo‖, hasta arriba de la Yannini, sí, así se llamaba una tienda de electrónicos. En todo caso estaba de ―paso‖ y siempre abierta a la plática franca y divertida con Tío Ramiro Ruiz. Desde la calle, a través de la gran vidriera de la Proveedora Cultural, se observaban libros y movimiento. Ya en su interior era mágico el mundo que estaba disponible a través de los ―cuentos‖, principalmente aquellos de Kalimán -que Tío Ramiro decía haber conocido en un viaje de este personaje a Comitán desde La Selva-, Memín Pinguín; Fantomas; La familia Burrón; Turok, el Guerrero de piedra; Gene Autry; y tantos otros que asomaban entre los revisteros. Por supuesto, también había abundantes libros en venta, aunque pocos compradores en aquel entonces. La cultura no era materia digerible salvo para unos cuantos ―iniciados‖ o cuando nos era solicitado alguno en especial por determinado profesor. Ahí se adquirían los periódicos con noticias ―frescas‖ del día anterior. Tío Ramiro Ruiz, tío ―en línea directa y por buena familia‖, estaba ahí. Siempre ahí, afable, sonriente, bromista aunque jamás hizo daño con ellas, eran bromas ―blancas‖. Imagino que recordaba cuando había trabajado en el cine -no como actor - o a algunos amigos como don Elías Cordero o don Ricardito Morales. Entre otros muchos de aquel Comitán en que todos nos conocíamos. Pero yo le veía también cuando ―bajaba‖ en su coche Topolino o Dauphine gris,
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invariablemente, los domingos, a ver a mis abuelos paternos, sus padres, a la casa donde vivíamos también nosotros. Los domingos, los motores de la carpintería de mí padre callaban su ronroneo cotidiano y se podía escuchar la plática de los ―mayores‖ reunidos con mis abuelos Vidal y Carmen: Tío Ramiro, Tata Rafa y mi padre, Alberto; ocasionalmente estaba ahí Tía María. El ausente de los cinco hermanos Ruiz Alfonzo era tío Tito, quien vivía en Nuevo Laredo, Tamaulipas. Esa sala donde descansaban mis abuelos era de paredes color verde pálido, con su Cristo en la pared opuesta y dos sillas de lona para sus cansados cuerpos. Ahí, -
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invariablemente, debíamos de estar uno de tantos nietos por si a los abuelos se les antojaba algo. Pero los domingos no era por obligación o mandato el que ahí estuviéramos sino porque ese día se reunían los bromistas de Tío Ramiro y mi padre, el serio de Tío Rafael y la dulce presencia de Tía María. Le recuerdo también en su ―Quinta Eufemia‖, con sus jardines laberínticos, su sala callada y ordenada, su corredor, oratorio y estudio. Ahí él me obsequió con un tesoro, el libro ―Nueva Teoría Cósmica‖ de Don Mariano N. Ruiz. Quizá uno de los pocos ejemplares sobrevivientes a la petición de la iglesia de destruir ese libro innovador. En alguna ocasión mi padre lo invitó a ir con nosotros a los ―Baños del Carmen‖ cuya travesía implicaba pasar por ―Pinola‖, San Bartolo, Pujiltic, entre otros muchos caseríos así como innumerables ríos. Ya en ―El Carmen‖ Tío Ramiro desaparecía pues en tanto todos estábamos en la poza ―del Obispo‖ él se la pasaba en otra de ellas, con agua sumamente caliente y curativa. Pero por las tardes era el primero en contar cuentos y hacer bromas a todos por igual. Hombre afable, regordete, con sombrero de ala corta de tela a cuadros grises y sonrisa pronta. Católico, buen hijo y luego buen padre de familia y abuelo. Para mí fue buen tío que, no obstante verme ―matar clases‖ en la secundaria para ―ir a echar novia‖ al Café Intermezzo, nunca soltó prenda con mi padre. Un buen tío. Como de cuento.
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Recuerdo de mi abuelito Rami Marbel Pérez Ruiz
Don Rami, con sus papás y hermanos
Me gusta la idea de aportar algo que quede escrito a la memoria de mi abuelito y que aunque no sea necesario para quien lo conoció, que cuando la gente lo lea, sepa el amor
que sus nietos siempre le tendremos. Yo no fui tan afortunada de tener una infancia junto a mis abuelitos, como mis hermanos, pero sí puedo recordar con mucho cariño la forma y las palabras con las que él siempre se acercó a mí. Siendo yo única nieta a la que le tocó crecer lejos de él, porque yo nací en la Cd. de México, recuerdo las navidades cuando íbamos a Comitán, y al llegar era tanta la alegría con la que nos recibían con fiesta y comida rica, pero sobre todo ¡la sonrisa en su carita! Mientras mi abuelita cocinaba y daba órdenes por toda la casa, él estaba en su oficina o en una banquita del corredor comiendo alguna fruta que nos ofrecía o me pedía que me sentara junto a él para preguntarme por mi escuela y por mis amigos, se respiraba tanta paz, al estar cerca de él. Cuándo él iba a México a visitarnos junto con mi abuelita (siempre juntos), al desempacar sus maletas, tan ordenaditas por mi abuelita y con un olor tan rico, me gustaba ver que siempre tenía algún detalle para mí y para todos en la casa, era muy cariñoso y tenía frases que a la fecha están presentes.
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Siempre algún consejo demostrando su sabiduría, pero ante todo la enorme nobleza de su corazón. Una frase de la que siempre me acuerdo es: No pongas nada malo en tu corazón . La uso cuando mis hijos no quieren perdonarse entre ellos por alguna discusión. Siempre arregladito y todo un caballero, era hermoso ver la forma en la que trataba a mi abuelita y la paciencia que tenía para escuchar y ayudar invariablemente al que se acercaba a él. Él murió un mes antes de que naciera mi primer hijo, pero aunque él ya no está, he hecho que sus recuerdos nos acompañen y que mis hijos lo quieran como si lo hubieran conocido. Un ser humano hermoso, que dejó huella en todos nosotros.
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Don Ramiro Óscar Bonifaz Don Ramiro Ruiz Alfonzo fue una persona muy especial. Un hombre ―caedor de bien‖, como decía don Tavo Penagos. Don Rami sabía sonreír y palmear la espalda a cada chico rato que uno estuviera junto a él. Lo conocí precisamente en lo que hoy es el Teatro de la Ciudad Junchavín y que antes fue cine; ahí atendía la taquilla junto a don Ricardito Morales; uno vendía los boletos y el otro los recibía. Posteriormente trabajó en una imprenta que hoy es propiedad de don Jacinto Naciff, ahí fue linotipista. Luego abrió su propio negocio, al que después de muchas opiniones lo nombró la Proveedora Cultural, donde vendía revistas y periódicos que llegaban con notable retraso de la capital de nuestro país, a lo cual él decía: — Vendo las noticias por kilo. Fueron memorables las fiestas en su casa, ubicada por la Esquina Blanca, precisamente el hogar de su padre don Vidal Ruiz; en ese lugar se festejaban los cumpleaños de su esposa: doña Zenaida. Ahí también bailábamos al son de la marimba de los Hermanos Penagos: ―Los Caramelitos‖, en los cumpleaños de sus hijas Luz, Carmelita o Martha. Es placentero recordar a don Rami, un hombre tranquilo y con historia completa de dignidad y trabajo.
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Tío Rami Juan Carlos Gómez Aranda Don Ramiro Ruiz Alfonzo fue un hombre extraordinario en muchos sentidos. Sobre todo, congruente en la más amplia acepción de la palabra. Nunca se apartó de sus férreos principios y valores que predicó con el ejemplo. Fue un apasionado del trabajo, de su Iglesia, de su tierra y sobre todo, de su familia. De caminar pausado y carácter alegre, tolerante y bondadoso. Tuve la fortuna de convivir mucho con él porque fue esposo de mi tía Zenaida, por lo que también fue una especie de hermano mayor de mi madre, quien de manera intermitente buscaba su consejo. Siendo niño prácticamente todos los días visité su casa porque con sus nietos –una especie para mí de sobrinos/primos/hermanos- formamos una singular palomilla, incansable a la hora de imaginar –y hacer- diabluras en nuestro campo de batalla que fueron el parque y las calles del centro de la ciudad, así como las intrincadas casas que habitamos. Fundó y dirigió durante muchísimos años una tienda insignia del Comitán de entonces: la Proveedora Cultural, donde vendía juguetes, artículos deportivos y escolares, papelería en general, libros, periódicos y revistas. Durante una época, su negocio incluía una imprenta, donde aprendieron el oficio mis tíos Armando Suárez y Jacinto Nacif, así como mi padre. También, todos los días –incluidos los domingos- entre 1960 y 1966 recorrí su tienda porque fui un asiduo coleccionista de cuentos que en La Proveedora colocaban en el enorme aparador que daba a la calle y en una mesa que me parecía gigantesca, desde donde las historietas me gritaban ―llévame‖ y claro, uno a uno compré los ——
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cómics Memín, El Llanero Solitario, Supermán, Batman –no tan famoso entonces-, Chanoc, Tarzán, Los Supersabios, Archie y sus amigos, etc., etc. Y para calmar la ira de mi mamá Rome que creía que se me secarían los sesos –frecuentemente pienso que tenía razón- también compraba Vidas Ilustres y así conocí también la biografía de personajes históricos y religiosos. Recuerdo una tarde, cuando cursaba el segundo grado de primaria, llegué a la Proveedora para hacer mi recorrido habitual y escoger el cuento que llevaría a casa para leerlo en voz alta rodeado de hermanos y amigos posiblemente instalados en la casa del árbol que ingeniosamente construyó mi hermano Roberto, Tío Rami me llamó discretamente para decirme ―lo siento hijo, pero tengo instrucciones de tu mamá de no venderte cuentos, así que mejor habla con ella”. Conociendo a mi madre, preferí ir al parque central y le pedí a un amigo que se dedicaba a limpiar calzado, 20
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centavos de por medio, que fuera a comprarme la historieta que quería y asunto concluido… creí. Al llegar a casa, mi madre notó que entre la camisa y el estómago llevaba la historieta, así que me dio una buena zurra –¡vaya! que tenía la mano pesada- y en la noche me acusó con mi padre, quien se limitó a decirle que me tuviera paciencia y que si quería leer que me dejara. Dijo algo así como ―que lea cualquier cosa, pero que lea‖. Después de los reproches domésticos por falta de apoyo, mamá Rome se quejó con Tío Víctor, entonces Director de la escuela Matías de Córdova, quien después de consultar con mi querida profesora Cristina L. de Gómez y de ver mi expediente escolar, le res-
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pondió que iba bien, así que las lecturas fantásticas no me estaban afectando. Ahora sí ¡asunto terminado! pues a partir de ese día no volvieron las reprimendas y llegué a tener miles de cuentos que conservé por muchos años en el enorme baúl donde un día llegó a Comitán una prensa de mi padre. Mientras todo esto sucedía, los paseos familiares con Tío Rami fueron inolvidables. A bordo de su Renault 200, gris, que conducía con parsimonia, visitamos muchos de los bosques y santuarios de la región, donde luchaba para que el pelotón de niños oráramos con devoción. Cómo olvidar también las aventuras que corrimos en su quinta Eufemia, donde Tía Zena nos atendía a cuerpo de rey mientras nos zambullíamos, hasta quedar morados, en las heladas aguas de la alberca que presidía el lugar, rodeados de todo tipo de árboles frutales. Así, entre clavado y clavado, disfrutamos de nísperos, mandarinas, manzanas y limas de pechito, sin faltar salvadillos con temperante y refrescos de mail (por favor no confundir con email que no se toma y que en aquella época no existía). Al traer a la memoria a Don Ramiro Ruiz Alfonzo, lo primero que se me representa es su donaire generoso, como el que también recuerdo tenía su padre Don Vidal Ruiz, y que Tío Rami a su vez, legó a sus descendientes. * El consejo de redacción de la DIEZ expresa su agradecimiento a amigos y familiares que dieron su testimonio para la realización de este número—homenaje.
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Marisa Celorio es una joven con los ojos abiertos al aire del arte. Ella, es bisnieta de Don Ramiro Ruíz Alfonzo, de quien sin duda ha heredado un buen corazón, sencillez y amabilidad. Actualmente estudia estilismo y hace teatro independiente. Tiene siete meses de haber regresado de Xalapa donde estudió la carrera de teatro. Su mente y espíritu se abrieron a los recuerdos de su niñez y de esta manera respondió las siguientes preguntas: ¿Por qué decidiste estudiar teatro? Porque se me hace un buen medio de autoconocimiento. Primero porque a través del teatro exploras todas tus posibilidades tanto espirituales como físicas e intelectuales; en todo vas creciendo y segundo porque se me hace una buena manera de comunicar a través del arte. ¿Cuándo surge el deseo y la atracción por el arte y por el teatro? Creo que tiene mucha relación con mi vida. La manera en la que he crecido me ha hecho observar cosas quizás un poco menos común que para otras personas. Crecí con mi abuelito, me crié en su casa, el hecho de tener la Proveedora Cultural me facilitó mucho el acercarme a los libros y a cosas que a mí me inquietaban mucho; en un inicio mucho sobre espiritualidad y ya después gracias al profesor Andrés Campos me acerqué al teatro y comencé a leer otro tipo de libros y a interesarme por el arte. ¿Cuál es el recuerdo más grato que tienes de tu bisabuelito?
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Más que nada su sonrisa, su buen humor, su buen carácter, una persona muy tierna. Mi papá falleció cuando tenia cuatro años y mi bisabuelo fallece un año después y durante ese año la imagen paterna se saltó a él, él se encargaba de abrazarme, de dormirme; tengo fotos donde estoy jugando con él. Más que nada es esa parte y también que la gente me habla muy bonito de él y me dicen que era muy buena persona entonces es un ejemplo que yo trato de seguir. ¿De qué manera influyó en ti la muerte de él? El falleció cuando yo tenía cinco años. Ese día yo arreglaba su jardín porque yo creí que él estaba acostado ya que estaba triste, porque su jardín no estaba bonito y en un momento me asomé a la puerta de su cuarto y me acuerdo mucho haber visto su último suspiro y a mí eso me causó mucha conmoción; de alguna manera entendí qué era lo que había sucedido, pero salí a cargar las piedras del jardín y decía - es que está triste, está triste- pero la verdad es que había muerto y ese recuerdo está muy presente en mi mente y esa es una de las razones por las que me acerqué a temas de tipo más espiritual. ¿Cuál es el legado más importante que ha dejado don Ramiro? Creo que son dos: mucho amor a la gente que convivió con él y que lo recuerda; el segundo yo creo que es la Proveedora Cultural, gracias a su trabajo y a su esfuerzo ahora tenemos esta empresa familiar que va rasguñando todo como puede a lado de competencias tan grandes como Wal-Mart. La Proveedora destaca todavía más por tener títulos que no encuentras en otros lugares. ¿Qué significa este espacio para ti? Es una oportunidad de crecer todavía más, en lugar de desertar, pues seguirnos yendo por esta línea cultural, pensamos en un lugar donde se puedan ofrecer talleres, exposiciones, conferencias, presentaciones de libros. La Proveedora siempre fue el lugar donde ibas a comprar revistas y libros, la manera de acercarte a un pedaci-
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to del mundo. La Proveedora Cultural fue y es muy importante porque permite que la gente que esté buscando algo diferente lo encuentre; pueden venir con cien pesos, comprarse un libro y viajar al otro lado del mundo sin salir de su cuarto. ¿De qué forma los libros cambian la manera de ver el mundo? Tan sencillo como que yo no sería la que soy si nunca hubiera tenido la oportunidad de leer. ¿Cómo contribuye este espacio a conservar y difundir la esencia de Comitán? Tenemos un espacio de libros regionales, libros chiapanecos y de muchos autores contemporáneos; eso permite que la gente se acerque más a la obra de la región. ¿Qué opinas del desarrollo cultural de Comitán? Siento que en la actualidad Comitán ha crecido, pero no en todos los aspectos; muchas de las personas interesadas en el área de la cultura nos vemos en la necesidad de salir, nos vamos y muchas veces difícilmente regresamos; queremos irnos a México, a Nueva York, a Londres. Se agradece mucho a las personas que han seguido ayudando y fomentando toda esa parte cultural que está relacionado directamente con lo espiritual. Marisa con gran emoción recordó cada momento compartido con su bisabuelito y, con nostalgia en su mirada, le envió su agradecimiento sincero por su buena herencia, y no refiriéndose a lo material, sino a todo su amor, sus enseñanzas, sus consejos y sobre todo su tesoro espiritual.
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Estamos llenos de cultura.
¿Cuándo venís a Comitán a llenarte de luz?
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Honorable Ayuntamiento de Comitán y Universidad Mariano N. Ruiz ¿Te gusta escribir? El Centro Comiteco de Creación Literaria es ¡para vos! Ser parte del Centro no tiene algún costo económico. Lo auspicia el Honorable Ayuntamiento de Comitán 2011-2012. Sesionamos los miércoles, a las 5 de la tarde, en la sede del Centro, frente al Santuario del Niñito Fundador.
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Programa del martes 8 de noviembre de 2011 ¿Cuáles son los nombres que están más cerca del espíritu de los comitecos? Los parques, las calles, los mercados, los restaurantes, los colegios y muchos espacios más tienen nombres propios que, al pronunciarlos, colocan ramas de mirto en nuestro corazón. Para decirnos los lugares más cercanos a su nostalgia y a su memoria, Ana Karina Ponce Morgan y Alejandra Laguna Irecta, asistieron al programa para tratar el Tema: ―¿Qué nombres de Comitán nos dan identidad?‖ En la foto: Alejandra, Paty, Mario Milton y Ana Karina. Crónicas de Adobe también se escucha por Internet. www.imer.gob.mx Los martes, de 3 a 4 de la tarde, hora del centro de México.
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No todas se las lleva el viento, algunas se filtran entre ramas, nutren el abono mágico y soñamos bajo oscuro bosque. Otras, deshidratadas por implacable tiempo, recuerdan lecturas tan hermosas involucrando aventuras, cuentos y leyendas. Las hay de tenocté, de chumish y de anona. Todas las hojas bonitas guardaron en la historia, que como el Ave Fénix, sucumbe y renace… Cien hojas al soplo. Guarismo tangible, invitación a lucir peinado altivo, no obstante, el acontecimiento singular se festeja sencillo sobre alfombra primitiva, añejo horizonte consagrado a la humildad, juncia tendida celebrando a la constancia que trasciende mentolada. Tapete natural de letras arremolinadas tras danza prolongada… Debemos darle una gala, rezaba el estipendio gentil al nieto, práctica hallada en ollas viejas de una sociedad perdida. Dulces, ropa o juguetes pero en mi caso, ―tomá un tu diego‖, decía el abuelo. La fortuna era diez centavos, caudal burilado con costumbre Azteca o efigie del ilustre Benemérito… Ahora es solamente el diego, no tengo más, lo guardé en tambores desvencijados que resistieron goterones escurridos del tapanco, garabato y cuero retorcido. Para entregarlo un día, lo escondí después dentro del cántaro rajado, reclinado y olvidado en esquinero oscuro de la cocina deshabitada… Ponete los trapos raidos por la chamba tesonera, hace gala con espacios invadidos del abecedario, abundantes en sentimientos libres. Es la ceremonia ancestral de carácter extraordinario, el momento alegre del triunfo que inicia… Pasá ‗delante, sentáte un tu ratito en la grada del corredor, descansá en la sombrita y tomá tu gala, Alejandro; el diego tradicional fenecido… Recibílo, son cien de la diez…
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