REVISTA DIEZ, NÚMERO 108

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ENTREVISTA CON: ELMER AGUILAR HERNÁNDEZ Entrevistadora: Dora Patricia Espinosa Vázquez

CASA DE CITAS de Héctor Cortés Mandujano REDEFINAMOS A LA FAMILIA ACTUAL de Marco Antonio Constantino Aguilar OCURRIÓ EN LA ESCUELA DOCTOR BELISARIO DOMÍNGUEZ Cuento - Autor: Ismael Velázquez Pérez


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Contenido

4- EDITORIAL: Alto 5.– ZAGUÁN: ARENILLA: La Casa Yannini. 8.– PATIO: Galería: John William Waterhouse, en Comitán. 14.– BALCONES: Casa de Citas Efraín Bartolomé canta el triunfo de las cosas terrestres. Autor: Héctor Cortés Mandujano. 23.– CORREDORES: Ocurrió en la Escuela Doctor Belisario Domínguez (cuento) Autor: Ismael Velázquez Pérez. 26.– SITIO: Entrevista con Élmer Aguilar Hernández. Entrevistadora: Dora Patricia Espinosa Vázquez. 32.– ACTUALIDADES. 36.– MOJOL: Redefinamos a la familia actual. Autor: Marco Antonio Constantino Aguilar.

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EL LUGAR IDEAL PARA DISFRUTAR LO MEJOR DE LA VIDA CENTRO TURÍSTICO LOS ROBLES CHUCUMALTIC

Kilómetro 3.5 Carretera que conduce al Balneario San Francisco Uninajab. Informes: TELS: 01 963 63 2 28 74 Y 9635963006

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En México, por lo regular, no se respetan los señalamientos. Este comportamiento provoca caos y confusión, sobre todo, en las carreteras estatales y federales. Es común hallar señales restrictivas en velocidad. Hay muchos tramos carreteros donde la velocidad máxima es de 60 km, por ejemplo, y vemos automovilistas que conducen como si fuesen en una autopista. Esta falta de respeto ocasiona muchos accidentes, en ocasiones fatales. En esta fotografía la señal señala Alto. Está colocado a media cuadra, no hay una escuela cerca, por lo que el señalamiento parece ocioso. No obstante, si vemos con detenimiento nos está alertando acerca de una maravilla. Este señalamiento nos mueve a pararnos por completo y observar con detenimiento la maravillosa cenefa que corona esta fachada. A partir de ahí, el viajero atento no deja de ver a lo alto de las fachadas. Actualmente no es común hallar tales riquezas de ornato. El minimalismo ha tomado carta de naturalización en estas tierras y ha provocado fachadas planas, sin los atributos artísticos de antaño. Por esto, tal vez, hoy es necesario colocar señalamientos que indican alto total, a fin de detenernos por un instante a revalorar el trabajo artesanal de esas construcciones.

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Medio mundo en Comitán lo conoció como Casa Yannini. Tal vez sólo yo lo conocí como Casa Molinari, porque el edificio que estaba en la esquina, frente al parque central, de la manzana ya inexistente, lo mandó a construir mi papá, quien lo daba rentado al señor Vicente Yannini, de San Cristóbal de Las Casas. El otro día fui a la Central de Abasto y, en un local donde arreglan celulares, ¡vi la foto! ―Ahí está el edificio de mi papá‖, pensé. ―¿Me permite tomarle una foto a la foto?‖, pregunté al muchacho que estaba detrás del mostrador. ―Sí -me dijo– le cobro cincuenta pesos‖, contestó y luego dijo que no, que era broma, que podía tomar la foto. Así lo hice. Es a través de las fotografías que vuelve a levantarse el espíritu yacente en los escombros. Es a través del recuerdo que despierta el corazón del hombre. Fue en los años sesentas que se me reveló que ese edificio era propiedad de mi papá. Él me contó que una tarde compró el terreno,


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que era un muladar, y soñó con levantar un edificio digno. Mi papá pensaba que el progreso estaba en relación directa con lo que el mundo exterior nos traía y mientras más construcciones nuevas se levantaran más progreso llegaría al pueblo. Otra tarde, mi papá canceló el contrato de renta y mi mamá puso una tienda de estambres en el local, en la parte de abajo; la parte de arriba fue rentada para que funcionara un café que se llamó Intermezzo (de grata memoria entre los chavos de esa época). Dos días después que mi mamá puso la tienda, mi papá mandó a cambiar las cerraduras de las puertas. Me mandó a sacar duplicados. El empleado tomó las llaves y las pasó por el torno, mientras las virutas de bronce caían al suelo, pensé: ―¿Y si saco un duplicado para mí?‖. Dos o tres meses después supe que mi decisión había sido acertada. A la hora de la comida fui a la tienda, abrí y saqué un billete de diez pesos de la caja registradora. Cuando necesitaba dinero para cigarros o para una cerveza, aprovechaba el sopor cómplice de la hora de la comida. Pude seguir así durante mucho tiempo, pero una tarde mi mamá regresó a la casa con cara de perdí las llaves. Fuimos a la tienda con un montón de llaves y mi papá probó todas. Él aseguraba que habíamos sacado un duplicado. Yo, con la conciencia pegándome como tambor, pensaba que en mi bolsa estaba la salvación. ―Tenemos que mandar a llamar al cerrajero‖, dijo mi papá. ¡No pude más! A mi papá le dije que recordaba haber visto un juego de llaves en la bodega de la casa. Mi papá me dijo que hiciéramos el último intento. Corrí con rumbo a la casa, me senté un rato en una banqueta, haciendo tiempo, con la mano adentro de mi pantalón, sosteniendo el juego de llaves. Regresé. A mi papás se les iluminó el rostro a la hora que la primera llave dio vuelta y luego la segunda. Nos abrazamos. Dejé de tener mi caja chica. Otra tarde mi papá me escribió. Yo estudiaba en la Universidad Nacional Autónoma de México. Entre otras novedades me decía que iban a tirar la manzana donde estaba el edificio. El gobierno estatal los iba a indemnizar. No se podía hacer algo, ya era una determinación. El ventrículo derecho del corazón de Comitán iba a ser cercenado. Con eso, a los de esos tiempos, nos quitaron una parte importante de nuestra identidad.


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En este 2012 tenemos la oportunidad de cambiar el agua puerca que contamina a este país. Sólo falta ladear el envase de la patria del lado correcto.

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¡Ay, Dios mío, ya me volvieron a robar el palo de golf!

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¡Que chasco, Marcelo Ebrard me dejó vestida y alborotada!

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¡Ojalá que el aroma de la patria sea similar a éste a partir del 2012!

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¡Ay, no, no, no quiero que me lleve esta misma corriente plebeya!

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I. Portada Hay gente que no vino hoy y no sabe de este libro, de este objeto de palabras grandes, de esta serie de letras negras y rojas, que empieza, en la parte superior, con una roja E mayúscula a la que siguen las demás negras que completan un nombre y un apellido: Efraín Bartolomé. Es este un libro alto, con un fondo blanco (del color con que siempre viste el poeta, del color de los días felices) y un irregular círculo negro, al centro, donde no pueden contenerse las palabras que dicen Cantando el triunfo de las cosas terrestres. El triunfo en rojo. Hay sobre el lado derecho una mancha escarlata, como si fuera la huella de una especie aún no descubierta, que quizás nos hallemos dentro de estas hojas rojas, blancas, negras. Sobre el lado izquierdo el código de barras, los logos de la Universidad de Ciencia y Tecnología Descartes y de Juan Pablos Editores. Únicamente. La tinta negra y roja que tanto se combina en la portada son los colores con que usualmente firma ejemplares, recados y cartas Efraín Bartolomé.

Puede verse como un consumado producto de buen gusto y dedicada pasión editora, como una puerta de entrada y de salida a la selva de palabras donde tal vez oigamos gorjeos, zureos, gruñidos y sobre ellos una voz que nombra de nuevo el mundo. Si abrimos la portada, cubierta con un forro transparente que evita su maltrato, nos hallamos ante una página rojísima. Si avanzamos, antes de llegar al primer texto debemos leer la Advertencia (p. 13): ―La estancia en uno de los últimos territorios sagrados del planeta, los inesperados regalos del generoso azar, la conmovedora belleza del entorno y sus criaturas, así como el desasosiego generado por la conciencia de su fragilidad, generaron la obra que el lector tiene en sus manos‖. Este ejemplar que canta con todos los colores (ya veremos después cómo se despliega el abanico y surge el verde, el azul, el amarillo, todos los matices) es por lo menos dos libros: el primero es de prosa, con cinco breves capítulos, que termina donde empieza el otro. Hay que cerrar en el primer final y dar la vuelta al volumen para encontrarnos de nuevo con la portada,

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como si fuera un nuevo recorrido, otro libro, ahora de versos, con siete apartados. Los libros que fingen ser uno tienen dos portadas gemelas, como si fueran dos alas: son dos sendas distintas, pero semejantes, para llegar al Triunfo. Este es un libro doble para que nuestros ojos caminen, corran, vuelen; un duplicado universo de palabras donde hay que descansar a veces, tomar agua, respirar profundo, abrir los ojos para ver, cerrar los ojos para soñar. Este libro es una caminata en el monte para llegar al lugar ―donde anida el milagro‖. Este es un libro alto. Alto. Hay que empezar a leer. II. Prosa Mi vista comienza a caminar por estas páginas, como si fueran el camino de niebla que el poeta caminó. Voy con su guía al Triunfo (p. 19): “Ahí habita la enrojecida ráfaga esmeralda del más soberbio de los trogonídeos‖, el quetzal; me asombro ante lo que él ve, que yo también veo (p.

20): “El unicornio existe y yo lo vi. Es negro. Tiene el pico amarillo. Y es ave y no es caballo y tiene un punto blanco en la pupila y tiene un cuerno rojo‖. Él ve algo milagroso y lo comparte conmigo. Estoy a su lado cuando observa con cuidado y deleite (p. 20) ―una paloma celeste de belleza imposible‖ y anota (p. 21): ―Quien la vea en estos tiempos puede estarla mirando por vez última‖. Se ha detenido el reloj en la página 25. Serán las seis y diez de la mañana siempre que pongamos nuestros ojos allí: ―Aún está oscuro y el azuloso cielo recorta las siluetas de árboles y palmeras en las lomas cercanas‖. La crónica puntual nos lleva ―hacia el hondo sueño‖. Pero hay que sentir antes el polvo, ver las piedras, mirar cómo en las aguas lavan y juegan, notar el cambio en la vegetación y anotarlo todo, hasta esa (p. 30) ―pequeña nube de moscos que ha venido a saludarnos con un zumbido canallesco‖. Ya caminamos y, pese al esfuerzo, Efraín nos sigue poniendo ante los ojos aquella flor, este árbol, el breve colibrí que liba dulzuras. P. 33: ―Todo es agotador y maravilloso‖.

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Ya en ―La fiesta‖ (p. 36) ―vamos bajo la lluvia de los trinos […] una sonora lluvia que no moja: una lluvia sonora que ilumina por dentro‖. Va, van, vamos al encuentro del quetzal; él lo ve, lo veo, lo vemos (p. 40): “las crespas plumas sobre su cabeza, el rojo luminoso de su pecho, el plumaje magnífico destellando una rara combinación de esplendor metálico y sedoso‖. Es su cola ―un largo metro de la generosidad de Dios‖. Decidí iniciar este libro doble con la prosa. Y he llegado al final donde el poeta ha cerrado los ojos y sabe que ya todo aquello que vio se ha ido convirtiendo en versos. Su alma ya es un manantial de cantos. Estoy listo para el otro festín, el otro triunfo. Con sus palabras he sentido, también, así sea transitivamente, cómo me ha tocado el milagro. Cierro un libro y le doy vuelta. Veo de nuevo la portada. Entro en este nuevo camino con la emoción ya viva, el ojo dispuesto, el alma expectante.

III. Versos La canción era, antes de la profusa difusión comercial de esta época, una forma poética. No se le agregaba música. Los versos ya lo eran. Esa canción es la que canta Efraín. Hay, lamentablemente, en el final del recorrido, algún amago de sombra. Pero Efraín en estas páginas, casi siempre, está cantando el triunfo de las cosas terrestres. Y es feliz por eso: sus versos vuelan, silban, llueven, huelen a flor, se posan en lo alto de la montaña y después se sumen en la tierra para ascender abrazados al árbol mayor e iluminarse, iluminar. Su palabra es gozo, árbol y luz; alegría, nube y lluvia; felicidad, quetzal y sol. Este libro parece escrito con los ojos abiertos de asombro ante la magia pródiga de la naturaleza, con una bendición total en las manos que dibujaron cada letra. Su canto es feliz por todas las milagrosas visiones que le regaló el azar y que luego se convirtieron en estas líneas que, plantadas en las páginas,

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vemos nacer desde la primera letra y crecer y subir buscando el sol de la palabra justa, aquella que pueda poner ante nuestros ojos lo que el poeta vio, sintió, estuvo dentro y salió de ―la oscura almeja de su corazón‖. Apenas ponemos el pie de la pupila en los primeros versos y ya estamos (p. 21) “En lo alto/ Bajo el ala del cielo/ Al alcance de la mano de Dios‖ y desde allí oímos (p. 23) ―ese canto desbordándose/ desde cien mil laringes que trituran el cristal de la música/ en lujurioso concierto de zampoñas y pífanos/ y flautas y ocarinas y prístinas siringas incendiarias‖.

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Aquí la tierra es también un animal que se arrastra y brinca (p. 29): ―Hacia el oriente la montaña repta/ :se mueve lentamente como una gran culebra/ Hacia el poniente salta/ como un jaguar con hambre‖. P. 34: ―Aquí vive la Vida: ésta es su casa.‖ Hay tres páginas de lluvia donde se oye cómo (p. 35) ―vienen cien nubarrones colosales‖ y ―caen espesos goterones densos en ráfagas sombrías que golpean las anchas hojas‖. Podemos oír esa ―lluvia infinita, espesa‖, esa (p. 36) ―lluvia toro rompiendo su corral‖ y esas páginas se vuelven el aguacero que se nos viene encima y luego el río torvo que puede ahogarnos. Las palabras de Efraín son gotas que no nos dejan casi leer porque caen poderosas en los versos que hacen remolinos y caudales violentos y río sin más cauces que los que este hombre traza con su lenguaje eficaz, líquido, inspirado, con rimas ocultas y con rimas precisas y preciosas, capaces de hacer que la lluvia milagrosa que cae en el papel no destruya el libro… Y luego están las tres hierofanías, esas manifestaciones de lo sagrado: aparece el quetzal, el pavón dicta un soneto, versos alegres dan cuenta de la ―asamblea de tangaras‖. Esa felicidad total del hombre viendo la maravilla y

contándola, haciéndola sentir (p. 51): ―Nunca el azul pudo ser más celeste/ ni más terrestre la nube‖. Dice en ―Soñar con árboles‖ (p. 59): “Me queda claro que hablé con Dios/ en sueños…‖ Yo leo sus versos y también a mí me queda claro. Hace años Efraín publicó un Anima mundi (1991, 2003), que ya no es: tendrá que incluir al ocelote de aquí y al puma, y a las mariposas y al guardabarranco, y a la nauyaca verde y a la salamandra… Hubiera preferido que no estuvieran las hojas que hablan de lo que vendrá ―Después de la lluvia‖ si los hombres siguen matando y destruyendo. Pero en este libro de prodigios también, ni modo, cabe la realidad letal de los humanos que acaban con todo. Es sólo un trago de hiel ante tantos sorbos de maravilla. El sabor amargo del final no quita la dulzura que nos queda del camino. En este libro Efraín Bartolomé sabe que su corazón es un ―pájaro rojo‖, con ―hambre de cielo‖, que canta (y muevo un poco los versos de Paz) con todo el corazón en la garganta. * Texto leído por el autor en la presentación del libro Cantando el triunfo de las cosas terrestres, de Efraín Bartolomé, el 25 de noviembre de 2011, en el Foro Descartes, en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.


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Una mañana nublada, parecida a la tristeza; nubes, como manadas de elefantes, tapaban la claridad del Sol. Todo parecía tranquilo hasta que llegó Monchito, aquel niño de tan solo 12 años, con el espíritu lleno de alegría; su rostro reflejaba campos de sonrisas. Con su actitud cambió la atmósfera del salón. Platicando con sus amigos, curiosamente giró la cabeza y de la nada vio entrar a Aurora, una compañera de salón, y, desde ese momento, la persiguió con la mirada hasta su lugar, no podía dejar de ver sus mejillas, como algodones de azúcar; sus cabellos como los colochos de su perro Firo; sus dientes como mazorca envuelta en fierro. Así se la pasó toda la clase, ¡mirándola!, con asombro y ternura. Al llegar a su casa, su abuela le notó algo raro y le preguntó que si le había pasado algo. Argumentó: —¿Qué tiene mi niño, mi pelón de alegrías? Monchito le contó lo que le había ocurrido en la escuela y que sentía algo diferente, como murciélagos volando en su panza. La abuelita sonrió y le dijo: —Mira, hijo, estás creciendo, es normal lo que te ocurre, ¡el amor ha llegado a tu vida! —¿El amor? —dijo Monchito. —Sí —contestó la abuela—. Hay que hacer lo que te dicte el corazón y ser sincero con lo que sientes. Al día siguiente, Monchito la esperaba, ansioso, en la puerta de la escuela. Había visto por la televisión que a las mujeres se las conquistaba con un poema. Cuando Aurora llegó, la llamó y le dijo: —Aurora, no me juzgues mal, es sólo que tú haces estratimbar a mi corazón; eres como las flores del campo; como una mariposa; tu voz como el canto de las focas; tus ojos como gotas de lodo y tu cuerpo como la gata gorda de mi casa. Aurora lo miro a los ojos y, en voz alta, le dijo: —Eso que me dijiste fue lo más feo que he escuchado en mi vida, Moncho, nunca me vuelvas a hablar —y corrió al salón. Ese día, Monchito aprendió dos cosas: que el amor, muchas veces duele al final, y que para descargar las penas hay que comer muchas nieves.


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Plaza Las Flores - Local 34 Servicio a domicilio: Tel.: 108-90-44

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El Triunfo es un hermoso pueblo del municipio de La Independencia. La mayoría de sus habitantes se dedica a la agricultura, por esto es uno de los principales productores de frijol, maíz, repollo, pepino, pero sobre todo jitomate. Crece y se desarrolla de una manera muy rápida; el trabajo de su gente y el ímpetu por reafirmar el nombre lo hacen posible, y de esta misma manera se desarrollan y evolucionan los talentos de sus jóvenes, tal es el caso de Élmer Aguilar Hernández, dedicado también a la agricultura, quien tiene gran pasión por la música, principalmente el piano. Él es miembro de la Iglesia Nacional Presbiteriana de México Bethel que asegura ha sido su primera y más grande escuela de piano. Con enorme gratitud a Dios responde las siguientes preguntas: ¿De dónde surge el interés por la música? Desde niño me gustaba la música, con decirte que cuando era yo como de cuatro años buscaba los botes de lata más grandes y los empezaba a tocar como batería y desde ahí me interesó la música. Yo inicié a tocar el piano a los catorce años, al principio era muy complicado porque los dedos no están acostumbrados y llega un momento en que te desesperas, pero practicando mucho he superado eso. ¿Por qué el piano? Principalmente porque me gusta, me fascina cómo suena al momento de tocarlo. Intenté tocar la guitarra pero mis dedos no se me acomodaban bien; para mí es más fácil tocar el piano. El piano para mí es algo muy especial, porque a través de él es que puedo transmitir lo que siento.

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¿Dónde aprendiste? Aprendí a tocar en la Iglesia Bethel. Me enseñó un señor que ya sabía tocar. Éramos un grupo de quince, pero con el paso del tiempo fueron saliendo, se desesperaron o se aburrieron, perdieron el interés. Solo ocho concluimos el curso, aprendimos lo básico; después seguí estudiando por mi propia cuenta y hace como un año que entré a la Casa de la Cultura, de Comitán, y ahí sigo. ¿Qué tipo de música tocas? Algunas populares pero en su mayoría clásicas, porque es algo más grande para mí. Viene a mi mente algunas que ya he practicado mucho, ―Para Elisa‖ y ―La despedida‖. ¿Qué sientes cuando tocas un piano? Siento en la forma de tocarlo algo especial y es como puedo transmitir lo que siento. Lo disfruto mucho. ¿Cuál es el proceso o ritual que manejas antes de tocar el piano? Lo único que hago es orar a Dios, para que me ayude a tener la capacidad para aprender más de la música. Antes de estudiar o tocar hago la oración a Dios para que me ayude, me encomiendo a él y Dios me ha ayudado mucho. Elmer concluyó afirmando con gran emoción que desea seguir estudiando y llegar mucho más lejos con la música y sugiere a los que les gusta y están aprendiendo a tocar algún instrumento, echarle muchos ánimos, ganas y sobre todo dedicación; y quitarse cualquier miedo o pena, porque sólo intentando es que se descubren cosas nuevas y maravillosas.

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Estamos llenos de cultura.

¿Cuándo venís a Comitán a llenarte de luz?

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Honorable Ayuntamiento de Comitán y Universidad Mariano N. Ruiz ¿Te gusta escribir? El Centro Comiteco de Creación Literaria es ¡para vos! Ser parte del Centro no tiene algún costo económico. Lo auspicia el Honorable Ayuntamiento de Comitán 2011-2012. Sesionamos los miércoles, a las 5 de la tarde, en la sede del Centro, frente al Santuario del Niñito Fundador.


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Programa del martes 3 de febrero de 2012 En Crónicas de Adobe se trata el tema: El libro y la literatura, un martes de cada mes. En esta ocasión Dora Patricia Espinosa Vázquez habló acerca de cómo la literatura permite tener una mirada distinta en la lectura del mundo. El acercamiento a los grandes autores permite conversar con las mentes más lúcidas que el mundo ha dado. Asimismo habló acerca de las ventajas de los libros digitales y los dispositivos electrónicos. En la foto: Paty y Genaro. Crónicas de Adobe también se escucha por Internet: www.imer.gob.mx Los martes, de 3 a 4 de la tarde, hora del Centro de México. Próximo martes: Profesora Luz María Flores de Campos, Presidente de PRODEFA y A.


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La licenciada María Elena Carboney Ruiz, Presidente del DIF de Comitán, presentó su Primer Informe de actividades realizadas. El acto se efectuó el sábado 7 de enero de 2012, a partir de las diez y media de la mañana, en el Teatro de la Ciudad Junchavín.


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Festejo de inicio de año, equipo de Radio IMER En la foto: Doctor Joaquín Ramírez Aguilar, responsable del programa Salud sin fronteras; C.P. José Antonio Aguilar Meza, Presidente Municipal de Comitán; y Licenciado Mario Escobar Gálvez, Gerente de Radio IMER-Comitán.


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Los directivos de Radio IMER-Comitán organizaron una comida para desear un feliz año 2012al equipo de trabajo de dicha emisora, así como a distinguidos colaboradores. En el restaurante Casa Rosada, el viernes 6 de enero, en un ambiente de cordialidad, se brindó por un año más de éxitos.


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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. La familia, como núcleo de integración de individuos, es el organismo capaz de fundar las bases de la sociedad. La armonía de cada uno de sus integrantes condiciona el sano juicio de las pautas necesarias para un orden equilibrado y tolerancia que son vitales para la vida del grupo. Las características que definen a la familia están supeditadas a los conceptos de funcionalidad y efectividad. La primera debe caminar con paso firme y con el compromiso y la responsabilidad en que todos sus miembros deben perseguir juntos un mismo interés; la segunda debe hacer que la familia se ajuste a su realidad socio-valoral y actúe con certeza. La identidad familiar sólo se entiende y se logra conociéndose mutuamente, sabiendo las debilidades y fortalezas de cada uno de sus miembros, sólo así se puede estar en la posibilidad de contestar: ¿a dónde se va como familia? Con todo esto, la familia se encuentra en la posibilidad de generar valores, que son sumamente necesarios para la convivencia diaria de todos y cada una de las personas que viven en familia, en grupo, sociedad, y en cada una de las relaciones interpersonales. Es real y palpable la problemática o crisis de valores, aunque evidentemente no se encuentra en la preocupación delirante la solución histórica de este problema, que tanto aqueja a las personas. Se encuentra en el redefinir los argumentos de la familia, enfocados al fortalecimiento de los conceptos de identidad, funcio-

nalidad, efectividad y compromiso familiar. Por ello, urge como miembros de cada una de las celulas familiares, proponer un examen detallado hacia la figura de la familia, de tal manera que todo sea una suma de ideas que ayuden a redefinirla, tal pareciera entonces que las instituciones (educación, familia, sociedad, etc.) encargadas de la formación valoral, son las responsables de edificar a diario la formación del rumbo del ser humano. En este sentido no se niega que cada uno de forma personal adquiera el compromiso vital de esta labor. Aunque la mejor manera es concentrar o unir esfuerzos. La verdad es que en estos días dentro del mundo de los ciegos, no un tuerto tiene que enseñarnos de qué forma se deberían edificar y vivir el mundo valoral, sino el que ve mas allá de lo que observa, o bien de lo que se anhela. Por esta razón te invito a que juntos ¡REDEFINAMOS A LA FAMILIA ACTUAL!, con el único propósito de reorientar el rumbo de los argumentos de la familia, enfocados al fortalecimiento de los conceptos de identidad, funcionalidad, efectividad y compromiso familiar, que conduzcan día a día a la asertividad que debe guardarse como familia en la sociedad. Por ello nace la siguiente pregunta: tú como miembro de la familia, a propósito de una nueva era como lo señalan las culturas del mundo prehispánico: ¿qué estás dispuesto a hacer por un nuevo rumbo de la familia?


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