Entrevistadora: Dora Patricia Espinosa Vázquez
PARLAMAS de Roberto Rico Autor: Carlos Gutiérrez Alfonzo
Comitán, ciudad que habla de vos
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Contenido
5- EDITORIAL: 25 años. 6.– ZAGUÁN: ARENILLA: In memoriam. 7.– PATIO: Galería: Las fotografías de la quincena. 15.– BALCONES: Casa de Citas Cinco quetzales que florecen, cinco árboles que cantan. Autor: Héctor Cortés Mandujano. 27.– CORREDORES: Parlamas, de Roberto Rico. Autor: Carlos Gutiérrez Alfonzo. 36– SITIO: Entrevista con: Germán Escandón. Entrevistadora: Dora Patricia Espinosa Vázquez. 45.– ACTUALIDADES. 47.– MOJOL. Comitán ¡de las Flores!
DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. Editor responsable: Alejandro Molinari Contacto: alejandromolinaritorres@gmail.com
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En 1987 se inauguró la Biblioteca Pública Rosario Castellanos. Fue un acto de gran trascendencia. En Comitán estábamos acostumbrados a las bibliotecas cerradas y húmedas. Esta biblioteca, inserta en el Programa Nacional de Bibliotecas, con la modalidad de estantería abierta resultó de gran beneficio para la población. Este año, la Biblioteca celebra su vigésimo quinto aniversario. Veinticinco años en que los niños de entonces se han convertido en hombres y mujeres de bien. ¿Cuántos sueños alentó, cuántas vocaciones formó? Todos los lectores que, cuando menos una vez en su vida, han entrado a leer libros ¡están de plácemes! Comitán ¡está de fiesta!
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A Jorge Melgar Durán lo alcanzó el tiempo antes de tiempo, por esto ya el tiempo no le alcanzó. No le alcanzó para ver publicado el libro que el Honorable Ayuntamiento de Comitán 2011-2012 y el Consejo Ciudadano de Cultura le editarán en fecha próxima. Es una pena que haya fallecido antes. Le hubiera dado gusto acudir a la presentación de su libro con poemas. El libro lleva el título de “Comitán. Vertiginoso amor”. Un título que sintetiza no sólo el contenido de este libro sino, también, el corazón del poeta. Mientras aparece el libro, como un homenaje en su memoria, compartimos con nuestros lectores uno de sus poemas.
NO PREGUNTEN DÓNDE ESTUVE No pregunten dónde estuve, Ni qué he visto detrás de los cristales. No pregunten de la sed hecha victoria, Ni del agua pervertida entre mis piernas. Sólo sé que el suelo que me alumbra, Que el cielo tronando se derriba, Habrá de cobijar el desamparo En el prolongado tropel de las aristas. No pregunten dónde estuve. Tendría que contarles de agrios frutos, De sueños rotos, de inexorables y tiernos corazones.
Simplemente estoy y no he venido, Ni he estado en las riveras de los sueños. Simplemente florezco en las veredas Y me alimento del aire de los cantos. No pregunten dónde estuve Ni con quién, que ya están muertos, Simplemente estoy y no he venido De este olvido que he querido postergar.
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Disculpen, en Comitán nuestras mesas están llenas de música.
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¿Puedo sugerir que cambien SERVICO por SERVICIO?
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Nosotros vendemos “Tortiyas” y qué. Lo único que lamentamos es estar un tantito alejados de San José.
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¡Chin, ‘ora sí se me durmió mi gallo! Ya todos están bien chambeadores.
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¡Ay, este pinche Rómulo comiteco ya se me extravió!
¡Ji, ji, ji, ji!
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Increíble que los poetas digan tan textualmente la verdad… Emilio Carballido, en “Conversación entre las ruinas” 1. Después del silencio Luego de ganar el Premio Internacional de Poesía “Jaime Sabines”, con Partes un verso a la mitad y sangra, en 1996, y de que el libro apareciera publicado en 1997, Efraín Bartolomé tuvo un silencio editorial de casi diez años, que rompió con la edición de Fogata con tres piedras, en 2006 (Conaculta-Editorial Calamus). Luego vino, en 2007, la conmemoración de los 25 años de Ojo de jaguar y de nuevo, qué alegría, sus versos recomenzaron a circular. Para fortuna de sus lectores, entre los cuales me cuento, ya no ha dejado pasar tanto tiempo entre un libro y otro. Por suerte, son varios los títulos que nos ha regalado en fechas recientes. Ya no el desierto, sino el bosque donde cada línea es flor viva o avellanas o jardín de cactus o palabras que sangran o miradas de puma que vuelan. Cinco libros presentamos hoy, que son rastros, como todo lo que escribe, de sí mismo, de su verdad como ser humano y como poeta. Cinco veces que la Diosa tocó su corazón. 2. Apuntes para una biografía He platicado con don Rodulfo Bartolomé, papá de Efraín, algunas veces. En una de ellas me dijo que uno de sus poemas favoritos era “La marimbita”. Y el cariño a esas palabras, a ese instrumento, a aquel acontecimiento que fue para su hijo de nueve años recibir ese regalo, bastaría, creo, para que fuera parte de estos dedos de la mano, de estos poemas ilustrados que son bitácoras de vida. Acierta, además, Silvana Ávila, la ilustradora, es poner en una de las portadillas y en una página interior al tucán, pájaro caro en la niñez del poeta (Los versos y la sangre, vida y obra de EB, Unicach-Coneculta, 2010: 79): “Joaquín Trujillo tiró un ‘pico de hacha’: un tucán hermosísimo. Lo descubrió en lo alto de la rama, pidió silencio, sacó su rifle y apuntó. Sonó el disparo: cayó la maravilla. ¡Y me la regaló! […] Dos horas después el tucán olía mal”. En las ilustraciones de Silvana hay verde, flores, sol; un mono, árboles, montañas; el niño en la hamaca y un puma, un jaguar, un tapir, un jabalí que lo rodean mientras toma café; de la marimba salen flores y, al final, cierra el libro con unas ruinas —las de Toniná,
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imagino, que están en el municipio de Ocosingo— bajo la luz de la luna: los dibujos son, también, biografía del poeta. Efraín cuenta en los primeros versos de La marimbita, con la claridad con que acostumbra deslumbrar a sus lectores, cómo llegó a sus manos la pequeña marimba con la que pudo interpretar “la lluvia,/ el viento, el son/ oscuro de la noche/ cayendo con insondable percusión”. Que el tío de Efraín se llamara Andersen es una fabulosa coincidencia: otro inventor de fábulas sonoras, otro niño. Las palabras de Efraín son la música de este libro que ahora es una nueva marimbita que nos regala a todos, aunque ya no tengamos nueve años. 3. Cantar como los pájaros Si quisiéramos jugar a que estos libros son parte de una baraja, el que haría juego con La marimbita sería esta Canción con dos niños en donde por primera vez, creo, Efraín se toma la libertad de hablar en chiapaneco: “Si querés ver el cielo,/ vos, hermano,/ dale fuerza a tu alma,/ dale alma a tus dos pies…/ Y empezá bien temprano”. El libro es una lección de geografía, de amistad y de poesía que no olvida su origen melódico. Margarita Sada logra ilustraciones de enorme belleza que dan cuerpo a los niños, a los poblados, al cielo, a la canción de Efraín que, en su variedad de tonos, reconoce la musicalidad de Chiapa, Multajó, Chiquinivalvó, Joigel, Navenchauc, Yalentay, Chainatic, Nachig, Huitepec, Jovel. 4. Los gorjeos y el silencio verde Son también hermanos temáticos, hasta en el título, En la selva de niebla y Una gran fiesta en el monte. Son también, me parece, los libros más difíciles de ilustrar. No la tuvieron fácil Cecilia Rébora y Gabriela Podestá (que, por lo demás, hicieron un trabajo lindo, espléndido) porque en los dos Efraín no escribe: pinta, dibuja, hace mágicos trazos con los versos que hablan del verde silencio y del vocerío volátil. En la selva de niebla vemos lo mucho que vio y nuestros ojos al leer llenan los huecos blancos del papel con las maravillas que las líneas de los tres poemas que conforman este libro nos hacen mirar, evocar, sentir. Gozamos el helecho que hizo Cecilia, pero pintamos nosotros la calandria y su bebé, la asamblea de tangaras. Nuestro corazón queda en suspenso con la mala noticia del final: este
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milagro de la naturaleza puede terminar. La gente está llegando, es decir, están llegando las hachas, las motosierras, la destrucción. 5. Flor de tiniebla En Una gran fiesta en el monte Efraín narra instantes que tienen la hondura de una novela de mil páginas: su entrada en la selva, su avistamiento del quetzal, de los quetzales; su asombro ante esas versiones de la Gracia. Es testigo del empollamiento y del nacimiento del polluelo, de la llegada amenazante de la ardilla, de su búsqueda de alimento (“¿Qué busca con tal gracia, con tal revuelo?/ ¡Lagartijas e insectos para el polluelo!”), de su estar meditabundo: “Un millón de penachos de Moctezuma/ no hacen el quetzal vivo/ que vi en la bruma”. Efraín cuenta esto sin que necesite dejar de ser niño, sin que sus versos dejen de jugar el difícil juego de la sencillez. Si en el libro anterior fue el pavón, aquí es el quetzal el rey del poema. No sale incólume Bartolomé de esta hierofanía: sus palabras tañen cuerdas sutiles del alma; en su corazón le ha nacido un bosque. 5. El Cadejo He platicado con Efraín muchas veces. Por eso sé que El Cadejo es uno de sus poemas favoritos. Por eso sé que varios niños cercanos han sentido esa cinta escalofriante por la espalda cuando lo han leído. Si en La marimbita está implícita la opinión de don Rodulfo, su papá; aquí le acompaña en las ilustraciones inspiradas su hijo Balam. Aquí, como lo convocó en “Cartas desde Bonampak”, uno de sus poemas iniciales, junto con él viene su hijo quetzal, su tigre niño, viene Balam, Balam, Balam… Si La marimbita es el instrumento real que le regalaron, si el Canto con dos niños es el verificable camino entre Tuxtla Gutiérrez y Jovel, si En la selva de niebla y Una gran fiesta en el monte dan con la imagen certera que se formó en el ojo de Efraín que sabe ver el sortilegio deslumbrante de la naturaleza donde los pájaros florecen y los árboles gorjean, El Cadejo es una visita al mundo de lo imposible, la trascripción de las imágenes de un sueño, un dibujo en el humo. Es igualmente una muestra de como Efraín Bartolomé nunca deja de ser orfebre de sus versos hasta volverlos el oro más pulido. Aquí ha cambiado el final. En su versión original, cuando explica por qué El Cadejo ya no se aparece, dice (Ojo de jaguar, Ediciones Monte
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Carmelo, 2007: 78): “Otros piensan que vive escondido en el alma de ciertos hombres que usan embozo, sotana o metralleta y tienen estremecimientos de placer mientras riegan con sangre el camino a Utopía”; ahora escribe: “Otros piensan que vive escondido/ en el alma de ciertos hombres que usan tiradores,/ hachas violentas, feroces motosierras,/ y tienen estremecimientos de placer/ mientras destruyen selvas, envenenan los ríos,/ destruyen nidos y matan pajaritos”. 6. Leer y ser Los nuevos cinco libros de Efraín son una oportunidad de que los niños puedan disfrutar los versos de un gran poeta y, además, gozar con el trabajo creativo de cinco artistas plásticos de variada y lograda destreza. “Un hombre que lee a William Shakespeare es William Shakespeare”, dice (cito de memoria) el inagotable Borges. Leer estos cinco libros es, por eso, volver a ser niños y, lo mejor, por lo menos en los momentos mágicos de la lectura, convertirnos en poetas. El Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y el Coneculta-Chiapas, instituciones editoras, deben estar orgullosas de esta serie, que les salió perfecta. A mí, y lo agradezco, me han hecho muy feliz. Gracias.
Contactos: hectorcortesm@hotmail.com
*Texto leído en las presentaciones de La marimbita, Canción con dos niños, En la selva de niebla, Una gran fiesta en el monte y El Cadejo, de Efraín Bartolomé, el 6 de febrero en San Cristóbal de Las Casas, y el 7 del mismo en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.
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4a. calle norte oriente No. 10 Comitán de Domínguez, Chiapas
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Buena noche. Le agradezco a Roberto que me haya invitado para estar con él hoy en que se presenta su libro Parlamas, un acierto de la Secretaría de Educación de Chiapas que vio la luz en marzo de 2011. Me permito transmitirles mis apreciaciones sobre la poesía de Roberto Rico. En Parlamas han sido reunidos tres libros del poeta Rico: Reloj de Malvarena (1991), Escenográfica virtud del sepia (2000) y Nutrimento de Lázaro (2000). Cuando tuve en mis manos Reloj de Malvarena, un poco después de su aparición en “El ala del tigre”, en 1991, no dejó de desconcertarme el primer poema de ese libro. Había algo en él que no se ajustaba a mis apreciaciones que sobre la poesía estaba yo definiendo en ese entonces. Ligado yo a Jorge Guillén (“Soy, más, estoy. Respiro”), se me alargaba ese “lienzo suriano” que hubiera resuelto con una sola palabra. Pero no dejé el libro a un lado. Seguí en él, y me sentí atrapado por su “garigoleada” forma de ir por sus territorios, con su “domingo al hombro”. Sí, me gustó esa movilidad, que reafirmo ahora al leer los tres libros reunidos en Parlamas. Es una movilidad que va de los espacios geográficos reconocibles hacia los de la música y las artes gráficas. ¿Pero qué construye el poeta con esos espacios, en esos espacios? Reconozco una mirada oblicua, cuyo tono se fue acentuando hacia la ironía*. Ahora lo digo con cierta rapidez, pero ahí hay una veta que Rico ha explorado con enorme riqueza. Quizá es un rasgo que se diluye por el peso que las palabras tienen en la configuración de su obra. El poeta se siente atraído por las palabras (él mismo en un poema ha reconocido qué tan caras le son las esdrújulas), *En “Ligero flete a pulso”, Luis Arturo Guichard sitúa también a Roberto Rico en esta línea: www.prometeodigital.org/.../FDP266_GUICHARD_RICO.doc
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por las aliteraciones, por la modificación de la estructura gramatical, por los giros coloquiales. Quizá toda esta carga verbal se impone sobre el yo poético, en virtud de que el poeta tiene la intención de demorarse en la configuración de aquello que lo atrapó, y que ahora ha dejado su lugar a quien está “ansioso de comentar en pergamino el mundo”. Regusto verbal que hace crecer al poeta. Por ello, a Roberto Rico se le ha clasificado dentro del neobarroco. Quiero dejar de lado todo afán clasificatorio, sobre todo, porque el poeta no se queda en la simple ensoñación discursiva. Y prefiero observar al poeta que no abjura ni de palabras ni de escenarios. Para él no hay palabras exclusivamente poéticas ni espacios exclusivamente poéticos. Zambulle las palabras en su espigada memoria y las extrae nuevas: todo le está permitido. Se ha permitido todo. Se “oximorona” en “novembrino muro”. Elijo una palabra que queda bien para aventurar definirlo: delectación. ¿Me estoy traicionando al elegir una palabra? Ello le proporciona la tintura de su trama: el deleite con el que boga a la hora de configurar sus universos poéticos. ¿Y cuál yo poético habita estos universos? Uno que tiende, lo traté de decir líneas arriba, mediante una mirada oblicua, hacia la ironía; alguien que desea ser “el visitante asiduo/ de un país inventado/ por la caída de la nieve”. No se trata de alguien que habite ahí o que sea el visitante de ese país. No. Es alguien que “busca ser el visitante asiduo” de ese territorio inventado por algo que no le es caro a su ser natural. Así, no es un yo poético afir-
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mativo, contundente. Es alguien que interroga, que se interroga: “La travesía registrada aquí desconoce los puntos/ que el destino se allega como propios”. ¿Qué sabe, entonces, este yo poético? Echar de menos “un Olimpo de borrosa lente”. Ello sabe y lo sabe bien, sin angustia, sin aspavientos, con el tono decantado para decir: “Hoy es domingo, y no parece”. Permítanme citar un poema de Reloj de malvarena en el que veo condensado lo que he señalado antes. El poema se titula “Inscripción”: Pueden ser un reloj de malvarena, la verandah de Conrad, las sirenas de Torri, el último retrato de Miroslava Stern, la madera cromada en rosicler y magenta de un Pegaso, dos sonatas de Scriabin, la trompeta en sordina de un bolero; bogavantes presagios para redactar a columna doble pasajes hagiográficos, edictos donde se consignara fiel, detalladamente, el azaroso
DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. naufragio del idólatra que descubrió en la gavia de tus senos tres tonos de península morena. Objetos que conducen a un espacio. El tiempo, la música, los tonos. Qué desconcertante desplazamiento que se ancla en un sitio en virtud de la idolatría. Pero esa idolatría no es propiedad del yo poético, no está referida directamente al yo poético. ¿Y por qué no me aventuro a decir que ese idólatra es el poeta? ¿Quién más podría ser ese idólatra? Es difícil encontrar en nuestras latitudes una voz que tenga estos registros que he tratado de describir ahora, de ahí la presencia que la poesía de Roberto ha tenido en el ámbito de las letras mexicanas y continentales. No ha sido gratuita su inclusión en Pulir huesos. Veintitrés poetas latinoamericanos (1950-1965), Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2007, antología preparada por Eduardo Milán. Es un decir en el que la música también es una nota central. Habría que detenerse en la manera en que el poeta Rico recurre a la música para mostrar las conexiones que establece con su intimidad y con el mundo. No indagaré sobre ello ahora. Como tampoco haré una incursión en busca de quienes pueblan estos universos de Roberto. Más bien, quiero invitarlos a que descubran el reloj de malvarena, la escenográfica virtud del sepia y el nutrimento de Lázaro, con los cuales han sido formadas estas parlamas. Muchas gracias. Texto leído el 24 de febrero de 2012 en la presentación del libro de Roberto Rico titulado Parlamas. Lugar: Centro Cultural El Carmen, siete de la noche. San Cristóbal de Las Casas, Chiapas.
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Entrevistadora: Dora Patricia Espinosa Vázquez
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Germán Escandón es Ingeniero Civil retirado. Dedicado totalmente a su familia. Toda su vida ha disfrutado del cine por lo que ahora es un experto conocedor. Por momentos guarda silencio y recuerda todas las experiencias, anécdotas y encuentros con grandes directores, lo que aumentó su afición y cambió su forma de ver la vida. Su mirada manifiesta amor y pasión al cine. Al respecto, responde las siguientes preguntas: ¿Cómo nace su afición por el cine? Cuando yo tenía cinco años mis papás me trajeron a Comitán, a ver una gran película mexicana que se llamo Al son de la marimba. El cine para mí me nace a raíz de que se me quedaron muy grabadas las imágenes de don Fernando Soler, las imágenes de doña Sara García, de don Joaquín Pardavé. En esas épocas eran los reyes de la comedia del cine mexicano. Lo importante es que se me quedaron grabadas muchas imágenes del cine. Supe por primera vez que en mi pueblito, La Trinitaria, llegaban los húngaros, los gitanos; ellos, además de vender sus mercancías, tenían un cine-ambulante donde ellos proyectaban películas mexicanas y americanas. Yo tenía como seis o siete años. Ahí empezó a crecer más mi afición. Un tío mío, cuando se fijó que la gente empezaba a ir con los gitanos, se dio cuenta de que era negocio y entonces me dijo en una ocasión: ‘oí vos machín, vos que todo lo sabés, ¿ya viste cuánta gente viene con los húngaros? ¿Por qué no me hacés un presupuesto? Vamos a ver cuánto nos cuesta una camarita y cuánto nos costaría tener el equipo completo’. Yo ayudé a mi tío, que por cierto ya falleció. Él lo hacía por negocio, nada más los sábados y domingos. Yo empecé a ver que era muy bonito, además, yo le daba vueltas a la manivela y así pude ver: Hay Jalisco no te rajes, Una familia de tantas; película muy buena, muy bonita, Cielito Lindo y muchas otras. Así surge mi amor por el cine, esta fue mi primera enseñanza. ¿De qué manera vive el cine en Comitán? Vengo a Comitán a hacer la secundaria y me encuentro con un cine en lo que ahora es el Teatro de la Ciudad. Las personas con las que yo vivía aquí en Comitán me dieron un pase para ver películas todos los días. Veía en Comitán mucho cine. Empecé a conocer el cine norteamericano, argentino. Teníamos un horario de secundaria muy cómodo. En la secundaria me empezaron a dar clases de historia y cuando vi Juana de Arco ya la tenía muy identificada; al ver la película, yo ya sabía más que cualquier otra persona porque relacionaba mucho la película con lo que habíamos visto de la historia de Juana de Arco. Me emocioné mucho por los caballos, por los castillos, por las hordas salvajes y por el final de la película donde la heroína termina decapitada o quemada por los ingleses. Aquí en Comitán, veo películas y me aficiono tanto que empiezo a conocer mucho Cine americano y no solamente veo esas películas sino otras importantes como
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Rebeca de Albert Gico, que fue el mago del suspenso, fue uno de los grandes directores de todos los tiempos. Cuando viaja a la Ciudad de México para estudiar la carrera ¿el gusto por el cine crece? Me voy a México a terminar la preparatoria porque aquí era un poco deficiente para lo que quería estudiar. Era muy alta para los dentistas, para los doctores, licenciados, pero para ingenierías estaba muy deficiente. Hice la carrera de ingeniero civil. Ahí encuentro un poquito difícil el hecho de ir al cine, porque la escuela estaba muy dura, ya no tenía mucho tiempo pero fue cuestión de organizarme. Me dedicaba mucho a estudiar porque la carrera así lo requería. Empiezo el cine cuando estoy en segundo año de carrera. Empecé a ver cine francés. Luego empiezo a ver un poco de cine nacional. Me gustaba mucho el cine del Indio Fernández, de Don Luis Buñuel, de Julio Bracho y me empiezo aficionar también por el cine que comúnmente le dicen de “caballitos”. Termino la carrera trabajando porque los centavos no me alcanzaban y me fue bien económicamente. Yo no dejaba de ver cine, me casé y no dejaba de ver cine, con mis hijas iba al cine. Yo me aficiono un poco al cine nuevamente cuando empiezo a cambiar de empresa. Yo era una especie de alcohólico del trabajo, si salía a las siete de la casa regresaba a las siete u ocho de la noche. Cuando me salí de la empresa me dieron una buena gratificación. No tenía pensando en trabajar, así que decidí hacer casi dos años sabáticos. Renté una oficina con otro amigo y me caía una que otra asesoría chiquita. Yo estaba yendo mucho a la Cineteca pero no a la Cineteca que es actualmente sino la que se quemó. Fueron dos años para estudiar porque yo iba a recibir clases en el Centro Universitario de Estudios Cinematográficos de la UNAM; me metí también a estudiar historia para ampliar mis conocimientos. Yo estaba metido en varias cosas. Iba a los cineclubs de la universidad. ¿Cuándo y cómo conoce a Don Luis Buñuel? Todo fue por pura casualidad. Cuanto libro salía de él lo compraba, lo leía muy rápido. Estaba trabajando en la empresa de Fertilizantes Mexicanos, en un edificio que estaba frente a la calle Morena, por la avenida Cuauhtémoc. Acostumbraba ir a comer en el restaurante Mortiro, sobre todo los jueves. Iba porque ese día teníamos una reunión de Consejo Administrativo. Total que había un grupo de cineastas, entonces a través de Luis Alcoriza fue que yo llegué a él. Ya había visto a Luis Alcoriza en el CUEC. Me acerqué y pregunté si se acordaba de mí y me dijo ‘Si, tú te manejas siempre con el sobrenombre de El Chiapaneco’. Me presentó con don Luis y cuando me acerqué empecé a platicar. Conocí mucho de su pueblo a través de sus películas, a través de sus libros. Recuerdo que le dije “usted nació un 22 de febrero de 1900 y no se me olvida porque el 22 de febrero es la fecha en que yo me casé” se quedó sorprendido que yo supiera todo de su cine, que yo supiera tanto de su vida. Terminé comiendo con él, con todo su grupo; el chipotito
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fui yo. Nos veíamos cada dos semanas, me empezó a conocer más. ¿Cómo fue la amistad con don Luis Buñuel? Fue un hombre maravilloso. Me cambió la vida. Me enseñó abrir un campo que quería ver pero no me atrevía tanto. Llegaba a su casa y me sorprendía al ver una casa tan modesta como ésta, sencilla. Don Luis fue refugiado de la Guerra Civil, de España. Él me contaba mucho de su vida; él se rebeló a la injusticia de Franco. Me platicaba porque se dio, porque huía y porque no podía regresar. Me decía ‘no Chiapaneco, solo te puedo decir una cosa: la libertad no existe, la libertad solo queda aquí, en la imaginación. Es bonito soñar Chiapaneco, es muy bonito soñar’. Luis Buñuel fue un gran cineasta para México, todas sus costumbres eran españolas. Realmente fue el que logró los primeros galardones internacionales a México. Hablemos de la película Raíces. El primer año, en una ocasión que estábamos en los campos de Ciudad Universitaria, estaba con un teodolito, midiendo, y se acercó un grupo de personas y me preguntaron si podían filmarme; querían hacer unas tomas de nosotros y de Ciudad Universitaria. Me filmaron y yo expliqué lo que era el principio de la película. Es una película que se llama Raíces de Benito Alazraki. Don Germán sigue disfrutando del buen cine; en Chiapas, en Comitán, su tierra que ama muchísimo. Sonríe y asegura, que en efecto, como dijo Emilio García Riera: el cine es mejor que la vida.
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¿Cuándo venís a Comitán a llenarte de luz?
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Programa del martes 20 de marzo de 2012. Invitada de honor: María Elena Jiménez Guillén, Directora del Centro Cultural Rosario Castellanos. Habló acerca del quehacer cultural en la comunidad, logros y carencias. Dio pormenores del programa tentativo del próximo Festival Internacional Rosario Castellanos, que en fecha próxima se realizará en nuestra ciudad. En la fotografía: Paty, Malena y Genaro. Crónicas de Adobe también se escucha por Internet: www.imer.gob.mx Los martes, de 3 a 4 de la tarde, hora del Centro de México.
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El Colegio Mariano N. Ruiz fue sede del acto “Expo-Arte Primavera 2012”. En dicho acto participaron todas las escuelas de nivel Secundaria, de la zona 04. Fue un acto lleno de belleza donde los alumnos representaron con dignidad y emoción a cada uno de sus planteles.
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