21 de julio de 2012 - Comitán de Domínguez, Chiapas
Entrevistadora: Dora Patricia Espinosa Vázquez
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Contenido 5.– EDITORIAL: Rehabilitación. 6.– ZAGUÁN: Galería. Fotografías de la quincena. 13.– PATIO: Casa de citas. Lo que une la muerte. Autor: Héctor Cortés Mandujano. 28.– BALCONES. Situación actual del edificio del Centro Cultural Rosario Castellanos.
39.– CORREDORES. Entrevista con: Mariano García Aguilar. Entrevistadora: Dora Patricia Espinosa Vázquez. 45.– ACTUALIDADES. 50.– MOJOL. 51.– En nuestro próximo número: ENTREVISTA CON: NÉCTAR VERDUGO MAZARIEGOS
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¿EL MEJOR LUGAR PARA DISFRUTAR?
CENTRO TURÍSTICO LOS ROBLES CHUCUMALTIC KILÓMETRO 3.5—CARRETERA A UNINAJAB
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La rehabilitación del Centro Cultural Rosario Castellanos, de Comitán, fue asignada al Ing. José Luis Acosta González. Su empresa ya inició los trabajos. De acuerdo al presupuesto (copia del cual está en manos del Consejo Ciudadano de Cultura, de Comitán) el total asignado es de 3 millones cuatrocientos 28 mil trescientos veintidós pesos con 75 centavos. Esta cantidad la aportaron el gobierno del estado, el Honorable Ayuntamiento de Comitán y el gobierno federal, a través de CONACULTA (el porcentaje mayor lo entregó el gobierno federal). La cantidad, aún cuando es insuficiente para subsanar todos los requerimientos, sí puede paliar lo más ingente. El Consejo Ciudadano de Cultura realizó una primera visita a la obra. Solicitará a especialistas el análisis de dicho documento.
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Fotografías de la quincena Comitán, ciudad que habla de vos
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Fotografías de la quincena ¡Base, base, acá reportando que nos atacan con proyectiles de hielo, vulgarmente llamados granizos, pero ya descubrimos que los vándalos están arriba de nosotros y estamos a punto de dar con ellos, cambio y fuera!
Fotografía enviada por Patelo.
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Fotografías de la quincena Hmmm, ya parece uno de esos mítines que hacía el Cuadri.
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Fotografías de la quincena Es que va’sté a ver, a veces hace mucho “la calor”.
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Fotografías de la quincena
Y el estudiante de Matemáticas dice que si ECAUCIÓN es vida, la ECUACIÓN ¡es la muerte!
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Fotografías de la quincena
Foto del recuerdo. De traje y lentes, el Notario Javier Aguilar Torres. Fotografía tomada en el Museo de la Ciudad de Las Margaritas, Chiapas.
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Informes: 6326661 De lunes a viernes, de nueve de la mañana a una de la tarde.
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Fuimos Miguel y Sonia, mi mujer y yo al cumpleaños de nuestro querido tío Tito a un rancho junto a una laguna. Nos acomodamos en una mesa del corredor. Al lado de Sonia, una señora nos sonrío con amabilidad. Como los invitados éramos casi todos de la familia Fernández, preguntó por su nombre. Cuando ella lo dijo, Sonia volvió la vista hacia mí: la mujer se apellidaba Mandujano. Para más datos agregó el nombre de su mamá y me quedó claro que la suya y la mía eran hermanas. La aparente desconocida era hija de mi tía Domi. La mujer, entonces, se dio cuenta de nuestro juego de miradas; para no ser descorteses dije: —Soy hijo de Carmen Mandujano Fernández; tú y yo somos primos hermanos. —¿Hijo de mi tía Carmen? ¿Cómo te llamas? —Héctor. —¡¿Héctor?! Escribí mi novela Vanterros, como mi personal respuesta al atentado de las torres gemelas. Sin importar las sinrazones del hecho, me pareció que la humanidad, como dice mi admirado George Steiner, entreabría con ello la puerta prohibida y última del castillo de Barba Azul. No quise ver ninguna noticia al respecto y huí cuanto pude de las imágenes devastadoras. Mi novela, que nada tiene que ver con ese hecho, sí con su sentido profundo, es, se supone, pura imaginación. Alguien escribió (José López Arévalo, si no me equivoco), incluso, que para escribirla debí haber fumado media hectárea de mariguana. Así de imaginativa es. Gané con ella, en 2004, la primera edición del Premio Estatal (al año siguiente se volvió nacional y ese fue su canto de cisne) de Novela Breve “Emilio Rabasa”. —¡¿Héctor?! No te reconocí. Estás muy llenito. Eras bien flaco. ¿No te acuerdas de mí? —Perdona, dime de nuevo tu nombre. —Guisela. —¿Guisela? ¿Tú eres…? —Sí, ¿ya te acordaste? —Nunca me he olvidado. —Este año hizo 35 años, ¿qué edad tenías entonces? —Quince. —Eras casi un niño. Mira dónde nos vinimos a encontrar. Mis acompañantes nos oían sin entender. Entonces Guisela comenzó a contar… Vanterros tuvo un lector devoto: mi muy querido amigo, muerto imprevistamente, Jorge Guzmán, la leía sin parar y llegaba a comentar conmigo una frase, un pasaje. Terminaba y
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volvía a empezar. “He escrito otros libros”, le dije. “Sí”, contestaba, “pero sólo me importa éste”. Más de una decena de veces la leyó, me dijo. Cicerón Aguilar es músico y amigo. En 2005, año en que se publicó Vanterros, nos vimos muy seguido por asuntos laborales. Me contó su experiencia lectora con mi novela: él y un amigo suyo se reunieron una noche para tomar vino y leer Vanterros en voz alta. Leían cada capítulo y lo comentaban. No recuerdo si sólo la leyeron una o más veces. Cuando me lo contó, agradecí ese hecho inusual en nuestros tiempos. Él, entonces, me dijo entender que en la historia había muchas cosas metafóricas, pero que él pensaba real la escena donde Zharé, un tritón, corre por la playa llevando entre los brazos a la moribunda Nereida. —Nos emocionó mucho eso. A mí me dieron ganas de llorar. Yo creo que algo parecido te pasó porque no parece invención, sino experiencia. —Lamento decepcionarte, todo lo inventé –le dije. “Cuando Zharé llegó hasta el cuerpo de Nereida, ésta abrió los ojos con dificultad. “—Amor —dijo con voz cansada—, creo que te dejaré solo y no sabes cuánto me duele hacerlo. No tengo fuerzas ni para incorporarme. “Él la tomó en brazos y corrió hasta la playa. Notó que ella se volvía laxa, se abandonaba a sus brazos. Sintió breves estertores. Lloraba ya, mientras seguía corriendo. “La dejó sin más y se metió al mar, hasta el hogar del viejo tritón con quien regresó en tiempo récord. Tardó poco el viejo en darle el diagnóstico. “—Está muerta, Zharé, nada podemos hacer por ella. “El grito que salió de su garganta fue un sonido que se impuso al ruido del oleaje. Los habitantes del mar salieron a compadecerse de aquel dolor insuperable. La luna, esa noche, alumbró la fusión, el abrazo de la vida y de la muerte en que el tritón y la mujer se convirtieron.” (Vanterros, Editorial Carámbura, segunda edición, 2009: 42-43.) Dijo Guisela: —Mi hija, de tres años, estaba muy enferma. Fuimos a Tuxtla, con mi mamá, y buscamos a mi tía Carmen. Necesitábamos sangre y mi primo Héctor se ofreció a donarla. Con él y mi niña fuimos al laboratorio. Yo soy enfermera y por eso, cuando salí a la calle con los resultados para ir al doctor que estaba a dos cuadras, me di cuenta que mi hija se estaba muriendo… Yo seguí, porque a ella el recuerdo la perturbaba: —Mi prima gritó: “¡Mi hija se está muriendo!” y se puso a llorar. Yo llegué hasta ella, tomé a la niña en brazos y comencé a correr. Era un mediodía tuxtleco de sol a plomo. Sudaba. Sentí de pronto que la niña se estiró como un alambre y luego me rasguñó los brazos; después se puso laxa, casi se me escurre. Guisela venía detrás de mí, llorando y corriendo. Cuando llega-
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mos al consultorio del médico, la niña ya estaba muerta. La escena que viví en mi adolescencia y la que escribí en la novela —pensando que la inventaba— es la misma. La insistencia de Cicerón me hizo recordar la emoción que sentí al escribir ese fragmento, que era muy parecida a la que él sintió al leerla. Cuando Guisela (que no Gisela, como podría esperarse) se fue de la fiesta, me vio como lo hizo discretamente durante la reunión: con agradecimiento. “No dejes de escribir”, me dijo. La vi salir. Pensé en cómo la muerte establece lazos indisolubles entre los seres humanos. *** En el prólogo de Los cuentos de una vida, antología del cuento universal (Debate, 2002), de Sergio Pitol, éste escribe sobre uno de sus maestros, Anton Chéjov, y cita la certera crítica que sobre él escribiera el italiano Vittorio Strada (p. 11): “Aun hoy en nuestros días sigue siendo el escritor más difícil de la literatura rusa, puesto que debajo de un máximo de aparente transparencia se oculta un núcleo hermético que escapa a toda formulación crítica”. Traigo esto a cuenta porque he leído una más de sus antologías (escribió miles de historias cortas), con el título de uno de sus títulos más célebres, La dama del perrito y otros cuentos (Ediciones Orbis, 1990) y de allí tomo estas aseveraciones de sus personajes. En “Examen de ascenso” hacen preguntas de distintas ciencias a un hombre. Casi nada contesta. ¿La razón? (P. 99): “¡Ya me he hecho viejo para los trabajos de mollera!” En “Un niño maligno” el narrador pontifica (p. 164): “Dicho sea de paso, en esta terrible vida no hay nada absolutamente feliz. Por lo general, o bien la felicidad lleva dentro de sí un veneno o se envenena con algo que le viene de afuera”. Los cuentos de una vida, antología del cuento universal, de Sergio Pitol, parte de una premisa personal y generosa de su compilador: sólo incluye aquellas historias cortas que lo han sorprendido, que lo han enseñado, que ha leído varias veces. Salvo Augusto Monterroso, quien vivía cuando el libro se editó (murió en 2003), la totalidad de los autores tienen mucho tiempo de muertos. Aunque hay escritores y textos previsibles (“Una rosa para Emily”, de Faulkner; “La metamorfosis”, de Kafka, “Casa tomada”, de Cortázar, etcétera), Pitol incluye algunos sobre los cuales ni siquiera tenía referencia y que son magníficos. El genial Gogol está representado por dos cuentos. El hombre era sabio para despachar problemas narrativos. Dice en “Iván Fedorovich Schpoñka y su tía” que no recuerda en qué termina la historia que va a contar (p. 18), “si alguien, sin embargo, desea a todo trance saber de lo que se trataba más adelante, no le costará mucho llegarse a Gadiach y preguntar por Ste-
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pan Ivanovich. Éste, si usted quiere, se lo referirá con mucho gusto desde principio hasta el fin”. Evidentemente, el cuento no tiene un final convencional. Termina así (p. 42): “Mientras tanto, en la cabeza de la tía maduraba un proyecto completamente nuevo, que más adelante conoceremos”. En “La nariz” del mismo Nikolai Gogol, relato fantástico en todas sus acepciones, que sí he leído varias veces, aplica un procedimiento similar (p. 46): “Iván Yákovlevich palideció… Pero aquí el relato queda absolutamente cubierto por la bruma, y de lo que después aconteció no se sabe absolutamente nada”. Es del “El estudiante”, de Anton Chéjov, esta reflexión (p. 160): “El pasado —pensaba— está ligado al presente por una cadena incesante de acontecimientos, que derivan uno de otro. Y le parecía que recién había visto los dos extremos de esa cadena: que al tocar un extremo, había vibrado el otro…” “Diario de un loco”, de Lu-Sim, me recuerda La Orestíada, de Esquilo, y Tito Andrónico, de Shakespeare, cuando dice (p. 194): “En tiempos remotos, según cuenta la historia, I ya cocinó a su hijo y lo sirvió a los tiranos Chieh y Chou. Sin embargo, la verdad es que los hombres comenzaron a comerse unos a otros desde el día en que Pan Ky creó el cielo y la tierra”. “Un cuento sobre cómo se escriben los cuentos”, de Boris Pilniak, termina con estas sentencias (p. 284): “La zorra es el dios de la astucia y de la traición: si el espíritu de la zorra penetra en un hombre, la raza de ese hombre queda maldita. ¡La zorra es el Dios de los escritores!” “Tres rosas amarillas”, de Raymond Carver cuenta la enfermedad y muerte de Chéjov. Dice Carver (p. 446): “También Leon Tolstoi fue una vez a visitarlo”. Gorki, otro de los grandes rusos, había dicho de Chéjov, según Carver: “Qué bello, qué espléndido ser humano. Humilde y apacible como una jovencita. Incluso anda como una jovencita. Es sencillamente maravilloso”.
Contactos: hectorcortesm@hotmail.com
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4a. calle norte oriente No. 10 Comitán de Domínguez, Chiapas
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Presentamos una serie de fotografías que da cuenta del estado lamentable en que se encuentra el edificio que alberga el Centro Cultural Rosario Castellanos. La humedad y el deterioro son evidentes.
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Mariano García Aguilar es un hombre sencillo, noble y muy alegre. Trabaja como intendente en el Centro Cultural Rosario Castellanos. Laboró en dos lugares de gran importancia para la sociedad comiteca: los cines Comitán y Montebello. Don Mariano, empapado de grandes experiencias, lecciones de vida y, sobre todo, anécdotas divertidas que adquirió precisamente en estos espacios, responde las siguientes preguntas: ¿En qué años trabajó en los cines de Comitán? Empecé en el año de 1978. Primero en el cine Comitán y cuando hacía falta personal, nos mandaban al cine Montebello, porque los dos funcionaban en el mismo horario. Antes trabajaba en la Forestal de Chiapas. Después me salí y trabajé en el hotel Robert’s. Don Rafa Pascacio (dueño de los cines) me veía pasar todos los días y me ofreció trabajo. Le habían platicado que me gustaba trabajar; entré a trabajar de afocador. ¿Qué hacía usted en el Robert’s? Fui barman. Cuando recién abrieron el Robert’s, doña Lolita Guillén mandó a traer un barman de México y me pusieron como ayudante de él. Aprendí el nombre de las bebidas y cómo prepararlas. Recuerdo muy bien cómo preparar el desarmador. En ese tiempo doña Betty Torres trabajaba como jefa en la cocina; hacíamos un intercambio, nos daban de comer y nosotros les dábamos trago. Cuando menos ya salíamos marchando. Ahí estuve como unos seis o siete meses. ¿En qué consistía el trabajo de afocador, en el cine Comitán? Al entrar la persona, como estaba oscuro, nosotros alumbrábamos con un lámpara de mano para acomodarlo en la butaca y evitar que fuera a caerse. No nos daban propina, porque era parte del servicio del cine y teníamos un sueldo. Otras personas no dejaban que las ayudáramos, llegaban y se paraban en la parte de atrás y esperaban a que se aclarara la vista y ya buscaban su lugar. ¿Ahí también preparaban sus desarmadores? ¡También! Esa era la base fundamental. Empezaba desde que se componía la película. Nosotros hacíamos la revisión de la película para ver qué partes estaban por reventar, lo cortábamos y lo pegábamos con acetona y de la misma película se hacía como una pastita, un pegamento bien fuerte. Era de las diez y media de la mañana a las dos de la tarde. Por eso era ya de aventarse un pomo cuando menos, entre todos. A las cuatro de la tarde empezaba la función, pero ya estábamos entonados.
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¿Don Rafa Pascacio no los regañaba porque echaban su traguito? No lo veía, lo bailábamos. Cuando estábamos arriba, me decían: ‘don Marianito, váyase a traer un tráiler que está pasando ahorita en el Cine Montebello’. Esa era la famosa salida para bailar a don Rafa. Iba yo y me metía a la vinatería El Marqués, compraba yo la botella y me la ponía como quien se pone una pistola en la camisola. A veces nos quería saludar don Rafa y nos quitábamos para que no nos agarrara la botella y me subía yo carrereando con el tráiler y le decía yo: ‘ya no me quedo platicando más con usted patrón porque van a pasar el tráiler’. Llegando ya estaban las famosas butifarras, los panitos compuestos. A veces nos tomábamos dos pomos porque ya había pasado la primera película, que a veces estaba programada de las seis a las ocho, luego a las diez volvían a repetir la película y como don Rafa y los demás se iban a descansar, nos quedábamos solos, ya con más ganas le metíamos al trago, ya quedaba poca gente. A veces quedaba en blanco la pantalla, porque estábamos en grandes pláticas, de repente nos acordábamos y ya completábamos la película. ¿Cuánto tiempo estuvo en el cine? Estuve dos años. Yo tenía el deseo de tener una plaza de gobierno, esa era mi meta. Tenía que asegurar la paga porque todos los trabajos eran eventuales. Caí en el cine como anillo al dedo porque me quiso mucho don Rafael Pascacio, así como todos los compañeros; conocí a don Humberto, a doña Lety Saborío, a doña Lety Álvarez y al Chalupa, le decimos así de corazón, de buena onda. ¿A usted como le dicen? A mí me dicen Mariano Cats, por la cuestión de los gatos. Es una palabra gringa que quiere decir gato. Eso de mariano Catz sale porque tenía yo un amigo que se llamaba Manuel Román y llegaba a los juegos de futbol, a los campos donde ahora está la Técnica número 5. Yo jugaba en un equipo que le llamamos Los Olímpicos. Manuel Román ya me tenía marcado que Mariano Catz y que si Mariano Catz. Ya después la plebe nos preguntó que por qué Mariano Catz, luego Manuel Román sacó a relucir a toda mi familia, a mí esposa ya le habían puesto Rosario Quitz, y les dijo que cuando llegué a casarme en San Sebastián el padre preguntó: Usted doña Rosario Quitz, ¿recibe por esposo a don Mariano Catz? Si padre. Usted don Mariano Catz, ¿recibe por esposa a doña Rosario Quitz? Si padre. Entonces vayan a echar Cotz. Ya ve que Cotz se le llama pue’ al guajolote, era para que fuéramos a comer de una vez. Nota: en Comitán, la palabra cotz también alude al acto sexual.
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¿Qué recuerdos le dejó la experiencia de trabajar en el cine? Fue muy bueno. Uno tiene un roce con las personas de todo Comitán. Nos dimos a querer, nos agradecían. Cuando iba a ver una película muy bonita o un estreno, nosotros les apartábamos lugar a quien lo pedía, a los amigos. Éramos cuidadosos porque también podíamos caer mal con los demás. A veces como estaba lleno queríamos darles una silla pero si le dábamos a uno teníamos que darle a todos, mejor a ninguno. Don Mariano, siempre ha estado rodeado de buenos amigos. Le es suficiente un hilo para poder revivir todos los recuerdos y vivencias que ha encontrado en su camino. Pronto publicaremos una segunda parte, no se la pierdan, ya que, sin duda, don Mariano aun tiene mucho qué contar, aun hay buenos momentos por compartir y muchas risas que contagiar.
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Ya está a la venta - Pedidos a: entretejas1@hotmail.com
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Programa del martes 19 de julio de 2012. Invitado de honor: Licenciado Efraín Albores Cancino, integrante del Consejo de la Crónica Municipal. El licenciado Albores Cancino aportó datos históricos acerca de la llegada de los evangelizadores a esta tierra y puso en la balanza los aportes positivos y los negativos que dicha evangelización provocó en Comitán. En la fotografía: Mario Milton, Efraín y Paty. ******** Crónicas de Adobe también se escucha por Internet www.imer.gob.mx Martes, de 3 a 4 de la tarde.
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En días pasados, el Presidente Municipal de Comitán, José Antonio Aguilar Meza, inauguró el Andador, que va del templo de El Calvario al templo de San José.
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El Honorable Ayuntamiento de Comitán presentó dos nuevas unidades para uso del Departamento de Vialidad.
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En días pasados, un grupo de amigos se reunió para celebrar el cumpleaños del Lic. Francisco Gamboa Lara.
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¿A buen precio de cemento? ¿A cómo está el cambio del dólar por la bolsa de Cruz Azul?
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EN NUESTRO PRÓXIMO NÚMERO
Entrevistadora: Dora Patricia Espinosa Vázquez
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