REVISTA DIEZ, NÚMERO 41

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Fotografía de Carolina Ríos Robles PREMIO ESTATAL DE FOTOGRAFÍA ―Una reja de papel de china para Oscar Bonifaz‖ Revista catorcenal, hecha en la tierra de los cositías con la bendición de Tata Lampo. Editor responsable: Alejandro Benito Molinari Torres Contacto: albemoto@hotmail.com


DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. CONTENIDO: 3.– EDITORIAL La construcción del edificio. 4.– ZAGUÁN. Arenilla: Instrucciones para no caer en la tentación. 6.– PATIO. Las fotos de la quincena. 13.– DE DIEZ. MAJO. 14.– BALCONES. DE VARIA INTENCIÓN. Autor: Héctor Cortés Mandujano. CRÓNICAS DEL CENICERO. Autor: César Larios Núñez.

24.– CORREDORES. LOS TACHILGÜILES. 30.– SITIO. EL CENTRO DE COMITÁN. Autores: Luis Felipe Gómez M. et al. 52.– ACTUALIDADES. 60.– TAPANCO. Convivencia. 62.– MOJOL. El Gigante. 63.– DE DIEZ. MAJO

Majo Comitán, un pueblo de 9 estrellas y gente de 10.


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EDITORIAL

El Licenciado Mario Escobar Gálvez, Director General de la estación radiofónica IMER— COMITÁN, creó el programa que se llama ―Crónicas de Adobe‖. ¡Nombre maravilloso que da cuenta de nuestra identidad! Mientras en otros pueblos la gente pone ―su grano de arena‖, en Comitán construimos nuestro edificio con adobe. Material que nos es tan cercano. ¡Mentira que sea un material frágil! De adobe está hecho nuestro espíritu. Ahora que nuestra patria celebra el Bicentenario de su Independencia, los países de Centroamérica recordaron la flama que inspiró, asimismo, los movimientos de sus correspondientes Independencias. Y

La construcción del edificio. con ello recordaron el nombre de Comitán, nombre que representa el máximo ideal del hombre: ¡la libertad! A veces los comitecos no nos damos cuenta de la grandeza de nuestro pueblo y de la Nobleza de donde procedemos. ¡Somos un pueblo grande! El objetivo del programa radiofónico ―Crónicas de Adobe‖ tiene el objetivo supremo de reflexionar acerca de la grandeza de nuestro pueblo. A través de la participación de nuestra gente, procura hallar los rasgos de nuestra identidad. De igual manera, nuestra revista digital DIEZ pretende mostrar uno de los muchos rostros que tiene nuestra sociedad. Un rostro luminoso que se siente orgulloso de sus raíces. Esta revista (con permiso de Mario Escobar) también pretende aportar un adobe para la construcción de nuestro edificio común.

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ZAGUÁN

ARENILLA

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ARENILLA

Instrucciones para no caer en la tentación

1.– Asistir a un concierto de rock, sólo para entender cómo la hierba no es característica única de las huertas. 2.– Hacer llamados a la cordura en los patios de los manicomios. No existe mayor privilegio en la vida que platicar un instante con quien se cree Napoleón o Josefina. 3.– Alimentar los mitos, pero cambiar su dieta. A partir de hoy deberá hacerse con croquetas de atún y con tortitas de frijol, aderezadas con crema y con salsa de molcajete.

4.– Jugar a “Las escondidas” con todos aquellos jóvenes que están sumidos en la confusión. 5.– Inventar un nuevo tipo de plumones, unos en los que la tinta sea como un río que riegue los terrenos donde sólo crece la hierba mala. 6.– Amarrar los caballos de la pasión y no caer en la trampa de aquellas muchachas bonitas que prometen otorgar el primer lugar al que participe en El Derby. 7.– Construir edificios con elementos de desecho, como galletas con caducidad vencida, y con armadillos de aire. 8.– Contar cuentos a los niños a quienes no les gusta acostarse temprano. Se sugiere contar el cuento aquel donde un monstruo había perdido su capacidad de espantar y terminó trabajando en un panteón donde enterraban a los vivos del pueblo. 9.– Diseñar una mochila escolar con compartimentos que lleven integrados hamacas, catres y videojuegos a fin de que los escolares puedan usarlos convenientemente a la hora del receso. 10.– Preguntarse por qué la manzana es la fruta favorita de los escritores de mitos y leyendas. Ahí están Eva y Adán, Guillermo Tell y el creador de la teoría de la gravedad. ¿Es que Eva no pudo usar un plátano para tentar a Adán? ¿Guillermo Tell no pudo usar una sandía para su ejercicio de arco? ¿A Newton no pudo caerle un durazno?

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PATIO

Fotos de la quincena. Comitán, un pueblo de 9 estrellas y gente de 10.


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FOTO DE LA QUINCENA

Es que ahora al águila le cuesta trabajo subir.

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FOTO DE LA QUINCENA

¡Tan grandota y se sigue orinando!

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FOTO DE LA QUINCENA

Son los nuevos techos con aire acondicionado integrado.

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FOTO DE LA QUINCENA

¿Territorio incógnito? ¿O territorio donde la gente se roba el pañuelito verde de la bandera celebratoria?

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FOTO DE LA QUINCENA

¡Esta lámina ya dio de… zinc!

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Universidad Mariano N. Ruiz

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En la DIEZ no somos genios, pero cumplimos todos los deseos.

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BALCONES

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De varia intención

HÉCTOR CORTÉS MANDUJANO Comitán, un pueblo de 9 estrellas y gente de 10.


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Días El destacado escritor Héctor Cortés Mandujano nos envió este texto que publicó hace mucho. La lectura de nuestro número anterior le recordó que en su columna había citado a Oscar Bonifaz. Nosotros, aprovechados, pasamos copia para nuestros lectores de DIEZ.

Oscar Bonifaz 1 En una reunión coincido con Óscar Bonifaz, comiteco tocado por la gracia, contador infatigable de historias divertidas. Nos cuenta una: “El Presidente Municipal necesitaba algo de la policía y marca, enojado, una extensión: ―—Comuníqueme con el comandante. ―—Orita no te puede atender —le contesta una voz de borracho—, está bien pedo. ―—Ponlo en la línea inmediatamente. ―—¿No entendés? Ta bien riata, fuimo a echá trago y tamo llegando en la oficina. Yo también ando medio pedo. ―—Él que no entiende sos vos. Ponme a ese cabrón en la línea. ―—Que no, güey, no voy a despertá a mi comandante sólo porque un pendejo le habla. ―—¿Sabés quién soy, idiota? ¿Sabés con quién estás hablando? ―—No. ―—Soy el Presidente Municipal. ―—Puta madre. Y usté, ¿sabesté quién habla? ―—No. Se oyó un suspiro aliviado y, mientras colgaba la bocina, una última frase: ―—Bendito sea Dios.‖

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2 Mi mujer se sorprende cuando le cuentan una vieja historia. Una señora, en uno de los pueblos donde estudié la primaria, afirmaba algo raro sobre mí. Ella era un poco extravagante en ese tiempo y la versión llegó hasta mis oídos y los de mis papás, que de inmediato desmintieron el asunto. Nadie le dio mucha importancia, por otra parte. Era casada, tenía varios hijos y eso hacía aún más extraña su afirmación: decía que yo también había nacido de sus entrañas, que era hijo suyo, que le había sido arrebatado de sus brazos cuando bebé. En la primaria algunos me lo dijeron, con un dejo de burla y misterio: —Dice que eres su hijo, se lo dijo a mi mamá. El asunto era curioso y, aunque metía ruido en algunas conversaciones, ella no hacía nada más que decir eso (no pedía que yo le fuera devuelto, por ejemplo, ni explicaba quién era mi papá ni por qué me le habían quitado) y se sonreía conmigo cuando coincidíamos en la calle, sin buscar un mayor acercamiento. No mostraba, de hecho, más que una amabilidad distante con su supuesto hijo. El señor, su esposo, en cambio, me saludaba como a cualquier otro niño; sus hijos no me daban ningún trato especial. Mi mujer: —¿Pero tú nunca le preguntaste a ella por qué decía eso? —No, claro que no. —¿Y no crees que pueda tener razón? —No. En Tuxtla, una conocida le cuenta de nuevo la historia a mi mujer y le dice, además, que la señora, mi supuesta mamá, vive cerca de su casa, que sus hijos tienen una taquería. Me insiste y, a regañadientes, la acompaño. Ella, me dice, quiere ver cómo reacciona la señora.

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—Gorda, le digo, hace treinta y tantos años que no me ha visto. Aunque fuera mi mamá, de veras, no me reconocería. —Veremos cómo funciona la fuerza de la sangre, dice. Llegamos y hay una anciana, blanca, delgada, viendo en el aire las babas del diablo (o los hilos de la virgen), la saludamos y nos contesta sin vernos. Comemos, pagamos. Nada pasa. Le decimos adiós. —Me dijeron que la señora está mal de la cabeza, me dice. —Pues sí, le digo, imagínate si no va a estar loca una mujer que durante años tuvo en la mente que yo podía ser su hijo. Pobrecita.

3 —¿Quién me buscaba era un señor ciego? —No, no ciego, me contestan: in-vi-den-te. La sociedad ha buscado tantos subterfugios, tantos matices que ya no hay putas, sino sexo servidoras; ni gays, sino sexo alternativos, sin hablar de las formas complejas con que se mencionan a los negros, los cojos, los gordos, los flacos. Dice Emilio Carballido en ―Drenaje‖ (D. F. 52 obras en un acto, Fondo de Cultura Económica, 2006: 513) “Ay, sí, todo hay que decirlo de otro modo. ‗Invidente‘ en vez de ciego, ‗minusválido‘ en vez de tullido, ‗minuslisto‘ en vez de pendejo‖.

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4 Entre las rocas hay algunas serpientes dormidas. Mi mujer teme que al pasar la muerdan. Yo, haciendo gala de valentía, le pido que se monte a mis espaldas y camino con el cuidado de no despertarlas. —No hables ni te muevas, le digo a mi carga. En el décimo paso ya estoy sudando y me parece esto una convención de ofidios, pues doy vuelta por el estrecho camino y se ve el lomo de otra, la cola de una más, el yagual de dos que no se mueven. Llegamos a la playa. Es de noche y nos han dicho, con toda la mala fe, que allí, en esa cobachita, espantan, que vive el fantasma de una señora a la que asesinaron. Mi mujer quiere irse. —Súbete al carro, le digo, mientras yo levanto las cosas. Oigo el ruido del motor y veo que las luces de los fanales ponen más claridad en esta noche enlunada. Cuando abro la puerta siento una mano, por detrás, sobre mi hombro. No hay nadie aquí, me digo, sólo estoy sugestionado. Veo los ojos de terror de mi mujer, que ve detrás de mí lo que yo no he visto, y, también miro cómo el carro avanza y me deja allí, a merced de la dueña de esa mano, que siento firme y huesuda. Decido volver el rostro y enfrentarme a lo que sea. Me han puesto ya las dos manos en el hombro y me sacuden, me sacuden, me sacuden. Despierto. Mi mujer me ve, preocupada. —¿Qué soñabas? Gemías y estabas empezando a gritar. —Ah, pero aquí, le digo, en mi sueño estaba en mi papel de súper valiente, y tú te fuiste en el coche; me dejaste solo, cabroncita. Contactos: hectorcortesm@hotmail.com

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CRÓNICAS DEL CENICERO Creación literaria

César Larios Núñez Comitán, un pueblo de 9 estrellas y gente de 10.


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Advertencia Importante: El texto de abajo consta de 962 palabras, mismas que fueron contadas una a una por el contador de palabras de Word 2003 de Microsoft Corporation. Debido a que el texto fue extraído directamente de una regadera y se trata de un documento cien por ciento electrónico, las normas contra los riesgos eléctricos demandan que nos abstengamos de realizar cualquier conteo manual de las palabras relacionadas con el sueño. Recomendamos que, con toda calma y prestando regia atención a las leyes de derechos de autor, descargue e imprima el documento en su hogar y después, si le place, haga usted el conteo de las antes mencionadas palabras. Como recomendación importante le reiteramos que lo mejor es no leer este documento hasta después de algunas horas o días si es preciso, para asegurar la correcta deshumidificación del mismo. De preferencia, jamás lea el escrito. Ya que su seguridad está primero que nada.

En teoría, uno puede levantarse muchas veces sin siquiera despertarse. Es obvio, y por eso y por favor, recordemos que las dos cosas no son lo mismo. Como siempre César se levantó de la cama, en sueños claro está, no se vistió y después de completar su rutina social en el Messenger, sintió el cuerpo pegajoso y decidió ir a darse un baño. Toalla y calzoncillos en mano, dentro del sueño la idea del baño estaba pronta a hacerse realidad. La ducha, para todos los que no preferimos la tina, es un gozo barato, asequible y reconfortante, ya sea esta vivida o simplemente soñada. Como César había estado soñando desde hace tiempo que se estaba - -

quedando calvo del lado izquierdo de la cabeza, soñó que desde hace más de dos meses había comprado un par de barras de jabón, que soñó le habían recomendado como milagrosas. La primera era una barra de creolina y la segunda un jabón estimulante de puro chile. Al primer remojo César recuerda en sueños haberse lavado bien la cabeza con jabón neutro, después, usó el de creolina, es ese lapso, soñó perfectamente que viró su enjabonada cabellera con todo lo que soñaba le restaba de cabellos hacia el techo. Él no recuerda con precisión si lo soñó para cerciorarse si la regadera estaba ahí -

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-en caso de que el agua solo estuviese cayendo por arte de magia como si se tratase de un sueño dentro del mismo que estaba soñando. Efectivamente, la regadera seguía ahí, soñada como tantas veces anteriormente y como ya se dijo, el agua chisporroteaba profusamente de ella, sólo que arriba de ella, una vívida mancha café que se movía con fugaz aleatoriedad. César intuyó, que aún en sueños uno debe recordar no abrir mucho los párpados cuando se encuentra enjabonada la cabeza, ya que un poco de jabón puede resultar muy incómodo en los ojos y lo puede dejar a uno sin ver lo que se está soñando por un buen rato. Como una abertura invisible, los mantuvo así lo suficiente para seguir viendo la mancha que ya había identificado en su angosta y soñada visión como una cucaracha de mediano tamaño con aspecto de tigre en la parte superior del dorso. Como era su prioridad en aquel sueño, siguió soñando que se enjuagaba el jabón de creolina y procedía a tomar el de puro chile. Así que en su sueño continuó con lo suyo y le dejó de prestar atención al rayado blátido. La soñada espuma, muy enchilosa eso

sí le sugirió indirectamente que no era recomendable abrir para nada los ojos en ese momento. De repente notó que los fabricantes del jabón de puro chile habían procurado incluir también las semillitas del mismo, tal vez -dedujo de su sueño- para dar algún efecto exfoliante en el cuero cabelludo. A César le pareció de lo más lógico y continuó tallando vigorosamente su cabeza en busca de los soñados nuevos folículos que habrían de crecer pronto en su ahora enchilada cabeza gracias al milagroso, prometido y soñado efecto de los jabones. Después de algunas talladas más, se dio cuenta de que los fabricantes del antes mencionado jabón de puro chile no sólo habían incluido también algunos pellejillos del mismo y hasta unos trozos de los cabitos. César jamás se intranquilizó puesto que dichos trocitos solamente reflejaban una preparación más artesanal del producto de limpieza y crecimiento capilar. Se enjuagó bien por temor a que cualquier residuo del jabón de puro chile se colase en alguna parte no deseada del cuerpo que no fuese la cabeza. En ese instante, siguió notando los pedacitos de chile en sus manos, tomó algunos con sus dedos, pero esta vez pudo abrir los ojos, miró sus manos e hizo un esfuerzo dentro de su sueño; miró unas patitas y unos pedacitos cafés atigrados adheridos en sus dedos índice-pulgar. Al recordar la visión que tuvo en sueños mientras se enjabonaba con la barra de creolina, César soñó que era un hecho rotundo que su baño acababa de comenzar en uno de esos sueños en los que las pesadillas, por fuerza, se tienen que colar.

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CORREDORES

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. Los comitecos sabemos que el ―tachilgüil‖ es un revoltijo, una revoltura. Dicen que a los cuches les dan de comer el revoltijo de las sobras de la comida; es decir, un tachilgüil. Pero, cuando aparece el plural y la palabra ―tachilgüiles‖ asoma, los comitecos sabemos que nos estamos refiriendo a una colaboración escrita que Oscar Bonifaz publicó en el Boletín IMAGINARTE y que se volvió muy famosa. El revoltijo de Bonifaz fue una serie de anécdotas y chistoretes que apareció en la primera página del Boletín y que fue celebrada con gran entusiasmo. ¿Qué son LOS TACHILGÜILES? Xavier González Alonso, Director Editorial del Boletín, los calificó como ―la chispa de humor comiteco de la portada del Boletín‖. En literatura se comenta que ya todo está escrito, lo único que hace la diferencia es la manera en que el escritor cuenta la historia. De esta manera, muchos ―tachilgüiles‖ son adaptaciones de chistes que circulan en el mundo entero, pero éstos tienen la particularidad de la gracia con que Bonifaz los cuenta. Para el acto ―Una reja de papel de china para Oscar Bonifaz‖, Karina Alfaro y Lucy Flores, bajo la dirección de Roberto Martín Guillén Abarca (los tres maestros del Colegio Mariano N. Ruiz) tuvieron la feliz ocurrencia de hacer una representación de los tachilgüiles a través de ―enanitos bufos‖. La presentación fue tan exitosa que cuando terminaron su actuación en el escenario del Auditorio de la Casa de la Cultura, todo el público lanzó un ―Aaaah‖ con tono de tristeza. Esto explica el éxito que tuvo la columna de Oscar Bonifaz, quien siempre se ha caracterizado por transmitir optimismo y una carcajada plena, tanto de manera oral como de manera escrita.

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. Muchos comitecos le preguntan a Oscar Bonifaz cuál es su secreto para mantenerse tan bien –física e intelectualmente– a los ochenta y cinco años. ¿Cuál es el pacto, con quién? Ante la respuesta esquiva del escritor mucha gente apuesta a que su excelente estado físico se debe, en buena parte, a su carácter siempre festivo. Mandar la preocupación a tierras más lejos de Cabo Catoche parece ser una buena forma de vivir la vida. El humor lo define y el humor también lo redime. Por esto, cuando se pensó en el abrazo de sus amigos, los organizadores dijeron que ―Los tachilgüiles‖ tenían que estar presentes y la carcajada íntima se hizo pública y todos los asistentes disfrutaron la actuación de los bufos. Un poco con pena, un tanto sonrojados porque los tachilgüiles no son para mentes pudorosas ni para espíritus solemnes. Los Tachilgüiles son un canto a la vida, a esta vida que bien puede ser un canto sin temor ante las palabras y la malentendida ―decencia‖.

Para los lectores de DIEZ que no saben de qué estamos hablando, para quienes nunca tuvieron entre sus manos el maravilloso Boletín IMAGINARTE o ya no alcanzaron a adquirir el libro que se publicó y que se vendió como pan caliente hasta agotar la edición de mil ejemplares, publicamos dos o tres de esos tachilgüiles, sólo como un ejemplo del humor sano e irreverente que el escritor mantiene. ¡Que lo disfruten! * Los chistes siguientes fueron tomados del libro “Tachilgüil”, publicado en 2002, en la editorial IMAGINARTE. Comitán de Domínguez, Chiapas.

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EL DISTRAÍDO DE SIEMPRE Se llama Ely y es un mesero muy atento que trabaja en ese restaurante que tiene nombre de mujer y donde se come muy sabroso. Bueno, pues él me dijo: - Le voy a contar un cuento para que lo pongasté en su TACHILGÜIL. Pues fijesesté que vino a comer un señor que de por sí es muy ―destrampado‖ y cuando me acerqué para tomarle su orden me dijo: - Sírveme unas manos mientras me lavo los huevos.

ACLARACIÓN Pasaba don Tavito por el barrio de los presidentes (La Esquina Blanca) y vio un gran alboroto: policías, patrullas y mitoteros. Se acercó a su compadre Milo y le preguntó: - ¿Qué pasó ahí, compa? - Una riña. - ¿Una niña? - No, una disputa. - ¡Ah, entonces ya no era tan niña!


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DIÁLOGOS CON MAMÁ Y PAPÁ - Mami, fijate que me acabo de ahorrar tres pesos; me vine corriendo desde el bulevar, atrás del camión. - ¡Cómo serás de pendejo, si te hubieras venido corriendo detrás de un taxi, te hubieras ahorrado quince pesos! * - Papi, ¿por qué las cuchas tienen una ranurita por detrás? - Porque si la tuvieran arriba, fueran alcancías, pendejo. Fotografías: Cortesía de Roberto Martín Guillén A.

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SITIO

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El Centro de Comitán

Tomado del libro: ―Barrios de Comitán‖, publicado en 1998. Autores: Luis Felipe Gómez Mandujano, Olga Alicia Montejo Baeza, Guadalupe García Gómez y Alejandro Molinari Torres.

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Colgada sobre mohosa pared puede verse una foto en donde se aprecia cómo era antes el centro de Comitán. El pedazo de papel conserva la memoria. En él logra percibirse un tradicional día de mercado, con los improvisados puestos en donde se ofrece la mercancía. Uno puede imaginar esos puestos llenos de colores. Se escuchan los murmullos de los vendedores y compradores. Existe una mezcla de trajes: unos muy bien cortaditos, que son acompañados con finos sombreros; los otros son humildes vestimentas de manta, que son acompañadas con sombreros de sencilla palma. La mezcla social advierte que ese “tachilgüil” es la parte viva de Comitán. La foto es de principios de siglo.

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. da, Señor mío?!”, “¡No, vois tenéis razón!, ¡esto es como el Paraíso!”. De ahí lo heredamos. Como los comitecos tenemos el gusto por conservar nuestros principales afectos, continuamos usando el vos; a tal grado que, cuando en otras latitudes de América se ha sustituido por el tú, en Comitán seguimos tercos y empecinados en hablar de vos, hasta hacer de ese arcaísmo una esencia más viva que la propia sustancia.

Existe una hermosa confusión de lenguas: el tojolabal se alía con el castellano y produce un particularísimo dialecto que otorga personalidad a este pueblo, el cual, aún hoy, sigue mezclando esas hermosas joyas dialectales que nos heredaron los antiguos. En el corazón y en la memoria de cada uno de los habitantes de Comitán, podemos percibir un sabor y un olor de dulce matiz, que hablan de vos. El vos ha sufrido cambios. Como todos los signos del mundo, el voseo ha cambiado; en ocasiones, estuvo trepado en las más altas categorías lingüísticas: era trato de príncipes, pues resulta de una degeneración del vois castizo. Es de imaginarse a los primeros españoles que pisaron estas benditas tierras, allende el mar, hablando de las maravillas que se presentaban ante sus ojos: “¡¿Habéis visto cosa más fermosa en la vi-

En algún instante, no consignado aún por la historia, el vos se volvió despectivo. Entonces, los caxlanes lo emplearon para dirigirse a los indios de las fincas. La frase “¡Limpiame los zapatos, vos!”, se ha de haber escuchado en muchas casas de los comitecos ricos. El voseo bajó de su sitio de honor y se pegó un trancazo en el suelo, que lo lastimó en su orgullo; pero, con pomadas y ungüentos, logró sanar sus heridas y pervivir, gracias al aval que otorgan las cosas valiosas que se conservan en la clandestinidad. Hubo otro instante, tampoco consignado por la historia, en que el voseo volvió a subir de escalón y se volvió un vocablo amistoso, el cual era utilizado en el trato que se dispensaba a los más íntimos. Así, el muy apretadito vos del principio y el vilipendiado vos se con-

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. virtió en un afectuoso vocablo de verdadero pueblo. Entonces, por todo Comitán, se oyeron los apreciadísimos voseos que, al igual que los sonidos de las marimbas, llenaban de luz a este hermoso cielo que nos cobija: “¡Miralo, vos, qué cosa más chulita!”, “¡Vení, vos compa, vonós a meternos una nuestra macharnuda!” El vos se convirtió en símbolo de unión; se volvió un ritual, en donde los oficiantes eran miembros de una misma religión, la más importante del mundo, al menos para los comitecos: la de saberse parte fundamental de este pedazo de cielo vuelto tierra. Ahora, son tiempos de globalización y, por ende, de caos. Ante el bombardeo cultural que propugna por nuevos modelos de desarrollo, los comitecos hemos entrado a una etapa de crisis. No sabemos qué hacer con ese vos que ha permanecido en nuestros patios, durante tanto tiempo, luchando con todas las eventuales modificaciones que los tiempos le han querido imponer. Dudamos, como en clásico chiste. Los viejos ya han olvidado para qué servía; por su parte, los jóvenes, cuando por casualidad o por milagro lo encuentran en la sopa de letras, no lo reconocen y, alarmados, piensan que es un gorgojo lingüístico que afea la sopa.

Lo bueno es que algo tan fuerte no puede ser cancelado. Algún día, ojalá pronto, nos será dada la ventana del reconocimiento y podremos convertir a este voseo en algo tan digno, como, por ejemplo, los argentinos han logrado hacerlo. Mientras tanto, seguimos en la búsqueda del hilito de Ariadna, que nos permita salir de este laberinto en que nos hemos metido.

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Para comenzar, preguntaríamos: ¿Cómo debemos nombrar al centro de la ciudad? ¿Es un barrio? ¿Hay que decirle Santo Domingo, El centro o Centro Histórico? Al corazón político, social, comercial y religioso de Comitán, de alguna manera hay que llamarlo. Pareciera contagiado de los innumerables cambios que el propio nombre de la ciudad ha tenido: Santa María de Comitán, Balún Canán, Chonab, Comitán de Domínguez, Comitán de Las Flores... más los que se acumularon en tiempos de la Colonia y de la Independencia. Y si no decimos en estricto orden cronológico los nombres que ha ostentado Comitán, es porque, acá, el orden de los factores no altera el producto. Lo que importa decir es que Comitán ha sufrido una serie de transformaciones en su apelativo y que el centro de la propia ciudad no tiene una denominación específica. ¿Quién otro podrá confundir el nombre del barrio de San Sebastián? ¿Se atreverá

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. al sitio en donde están las esculturas en bronce del comiteco Luis Aguilar, premio internacional Rodin (esculturas que ya el ingenio comiteco bautizó como “Las dos Lolas”, en una primera lectura muy aldeana, pero lectura, al fin). En fin, para nombrar al sitio en donde la mayoría de Presidentes ha encontrado lugar propicio para realizar perversiones menores y cambiar (quién sabe cuántas veces), el kiosco del parque; para nombrar al espacio en el que muchas parejitas, que hoy son matrimonios logrados, se citaron para darse un beso, escondiéndose de la mirada inquisidora de esta inquisidora sociedad comiteca.

alguien a llamarlo con otra denominación? Nadie. ¿Cómo se oiría que alguien dijera: “¡Vonós al barrio de está cuajado el ‘chulul’!”. “¡Nos vemos en el barrio del parque de la Corregidora!”? Cualquiera tendría el derecho de poner la cara de: “¡¿Te sentís bien?!” Sin embargo, muchos nombres se usan para referirse al lugar en donde está asentado el Teatro de la ciudad Junchavín, la Casa de la cultura (con su auditorio Roberto Cordero Citalán) y el templo de Santo Domingo (con su salón adjunto Lino Morales); para referirse

“¡Nos miramos en Santo Domingo!”; “¡Al Caralampio lo encontré en El centro!”; “¡Mi restaurante está instalado en el Centro Histórico de la ciudad!”. No hay problema, todos sabemos que nos referimos al mismo lugar; y como “al lugar que fueres haz lo que vieres”, no hay necesidad de proponer que eso se norme y que exista un nombre oficial, porque seguro que la fuerza de la costumbre obligaría a cancelar un decreto de tal naturaleza, para emitir uno nuevo que dijera: “¡Las autoridades hacen saber a los ciudadanos que, a partir de esta fecha, todos podrán utilizar los nombres que han seguido empleando para referirse al espacio en donde está asentado el Pasaje Morales!”. Así que, sin más argüendes, hacemos mención del lugar privilegiado en donde, en algún tiempo, se erigió la que después fue conocida como La manzana de la discordia y en donde, sobre sus rui-

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nas, se construyó la actual plaza, con su fuentecita y toda la cosa. Los miembros de la Generación del cambio, la generación del cincuenta, de cuando se inauguró la carretera panamericana (hecho que obligó a Comitán a suspender su imagen de cándida provinciana y a adoptar un modelo híbrido de dudoso desarrollo), recuerdan que, en donde actualmente está la plaza, había un pequeño parque que

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. tenía el piso de mosaicos pintados de amarillo y rojo. En un extremo del parque estaba un hemiciclo que recogía el agua que expelía las fauces de un león, mismo que, ahora, puede verse en El tanque de los caballos, con unos lentes azules, agregados por un anónimo artista comiteco de la pintura en “spray”. En La manzana de la discordia hubo grandes negocios que están instalados en la memoria de muchísima gente. En primer lugar, habría que mencionar a la dulcería “ARA” que, como sus iniciales indicaban, pertenecía al señor Arturo Rivera Alfaro. Esta negociación tenía la particularidad de abrir sus puertas a las nueve de la mañana y de cerrarlas a la una de la mañana del día siguiente. Cuando todos los negocios ya habían concluido sus actividades, la dulcería y tabaquería “ARA” seguía, como una luciérnaga, iluminando los portales que daban al frente del parque. Otro lugar muy famoso, sobre todo entre los aficionados a la hora del amigo, era el bar “El rincón brujo”, que era atendido por don Higinio Torija, quien luego se olvidó de todo embrujo y abrió una negociación a la que bautizó como “Can-cún”. Esto lo hizo, probablemente, por cuestiones de mercadotecnia, ya que sus clientes se sentían más importantes al mencionar que su borrachera del día anterior la habían agarrado en Can-cún.

Ya que estamos hablando de los famosos centros espirituosos, que tanta y tan bien ganada fama han dado a Comitán, no podemos dejar de mencionar la cantina de Tío Tavo, el creador mundial de las famosas macharnudas, mismas que, en su laboratorio del Dios Baco, preparaba con puntualidad de cronómetro inglés; de tal suerte que el bebedor sentía la patada del efecto del trago, en el momento justo en que llegaba a la cantidad de cuadras que había indicado. Al momento en que el cliente solicitaba una macharnuda, Tío Tavo (menos conocido como Octavio Penagos), preguntaba: “¡¿De cuántas cuadras, mi hermano?!”, y, de acuerdo con lo solicitado, dosificaba las canti-

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dades de la bebida emboladora. De igual manera, era famosa la botana que preparaba, porque era todo un ritual que los comensales llevaban a efecto en pequeñas mesas de madera; luego de consumir los brevísimos pedazos de chicharrón y las pequeñas rodajas de butifarra (mismas que eran cortadas con una hojita de rasurar y que, de tan delgadas, se volvían translúcidas), los compas tenían que irse pasando el platito, de donde sorbían el caldito sobrante. Don Tavo fue protagonista principal

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. proximidades del parque hablaba de que uno era gente de la mejor estirpe social. Ahí se concentraba la mayoría de los nombres y apellidos ilustres de la ciudad. Los grandes finqueros tenían residencias en el centro de Comitán.

de la Época de oro de la cantina comiteca. Probablemente, las butifarras que utilizaba para su botana las adquiría en la tienda de doña Vito, señora que también por ahí tenía su negociación y que preparaba unas butifarras de antología. Acá está otra prueba de sincretismo, porque las butifarras no son más que herencia de la cocina española. Uno podría ir dando vuelta a toda esa manzana y, con ello, completar un hermoso catálogo de parte de nuestra historia, porque el centro de la ciudad se convirtió, desde los primeros tiempos, en la zona comercial por excelencia; además, vivir en las

No era difícil encontrar, en El centro, casas tradicionales, aunque éstas eran de las linajudas: verdaderas joyas arquitectónicas que hablaban de la riqueza de sus moradores. Una casa de rico tenía grandes balcones en la fachada; en uno de sus extremos, una hermosa puerta de madera, la cual era el dintel para el zaguán que se abría al patio central, mismo que, generalmente, estaba lleno de plantas y era circundado por cuatro corredores, los cuales alojaban las habitaciones. Poseer una casa de cuatro corredores significaba que se era dueño de una gran fortuna. Uno se instalaba en el centro del patio, abría los brazos y, en los cuatro puntos cardinales, extendía la mirada a través de bellísimas arcadas de madera de cedro, orladas con frescas colas de quetzal y uno que otro tanate con orquídeas. Y para corroborar que en El centro vivía la gente de caché, la peluquería de mayor abolengo estaba instalada en sus inmediaciones y era atendida por don Pepe Meza, quien, como famoso torero, cortó las más dignas monteras de los pobladores ricos de este pueblo. Un poquito más allá de la peluquería de don Pepe Meza, estaba la peluquería del señor Coello, pero ésta era para gente de menor alcurnia; ahí, alguno que otro piojo debió haberse colado.

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. Como los ricos no sólo tenían necesidad de un buen corte de pelo, sino, también, de lucir un finísimo traje, en El centro estaba instalada la sastrería de más fama. El Pierre Cardain de Comitán era don César Solís, quien se encargaba de vestir a los potentados de Comitán, utilizando las más finas telas inglesas. Ya con el traje bien probado, los ricos visitaban la sombrerería Siliceo, en donde les arreglaban sus finos sombreros de lana; finalmente, iban al taller de don Adolfo Macal a que les revisaran sus relojes de leontina. Había de todo. Una negociación importante que adornó La manzana de la discordia fue la Proveedora cultural, que era atendida por un amabilísimo personaje: don Ramiro Ruiz, quien tenía el don del buen trato y quien, a veces, se molestaba tantito, cuando veía que los muchachitos le andaban birlando un Memín Pinguín o una revistilla tres equis. Ahí, en esa negociación, la gente encontraba las cosas más esenciales, en cuanto a papelería se refiere; aunque no faltaba aquél que se quejaba de que sólo cosas de papel vendían. ¿Y para cenar...? ¡Ah!, no había problema, puesto que varios negocios se dedicaban a ello. Uno podía disfrutar las ya mencionadas butifarras de doña Vito, además de chalupas, tacos, panes compuestos, tamales y un interminable y riquísimo etcétera de antojitos tan propios de Comitán.

Claro que, con tanta compra, el dinero se agotaba, por lo que a don Franklin Aguilar se le ocurrió convertirse en judío y dar dinero al premio, ya se sabe, con módicos intereses y mediante una prenda que podía ser (no se enojaba), alguna joya de oro. Como nuestro pueblo se ha distinguido por su ingenio, se cuenta que, cuando don Franklin estaba postrado en su lecho de muerte, algún familiar acudió a llamar al cura para que le impusiera los Santos Óleos. De inmediato, el cura se puso sus aditamentos celestiales y tomó un crucifijo entre sus manos. Al ver al cura, don Franklin se incorporó tantito sobre su cama y, señalando el crucifijo, gritó: “¡Lo más que doy son diez pesos!”. ¡Ah, Comitán!, por algo se dice que cuando un visitante llega a estas tierras debe dejar su honra escondida bajo alguna piedrecita de la entrada. Claro que cuando uno llega a conocer la idiosincracia del pueblo comiteco, el enamoramiento se da de una forma natural. Además, el bendito clima de este lugar atempera a todos; incluso, a los corazones más engreídos. Los comitecos estamos hechos a semejanza de nuestro pueblo. No somos más que nuestras paredes de bajareque; no más que los encalados con baba de nopal; no más que las callecitas empedradas, con sus subidas y bajadas; no más que el fresco viento que trae los rumores de la selva; no más que un zaguán oscuro y húmedo, que se abre a un intensísimo patio paridor de luz y de flores; no más que el eco del trote de los burri-

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. tos que van cargando leña, gaseositas verdes o barrilitos con agua; no más que nuestro pícaro, chismosillo y cantarino voseo; no más que las rejas de papel de china; no más que las serenatas con marimba; no más que un cómplice balcón. Sólo eso... no más, no menos.

De los más recientes, el pueblo comiteco recuerda al Padre Carlos J. Mandujano, un sacerdote originario de estas tierras (del barrio de San Sebastián, para mayor exactitud), que llegó muy joven, casi recién ordenado, y trató de poner orden en ese templo.

Muchos científicos han hurgado en los misterios del pasado, con el fin de legarnos la historia de nuestros orígenes. Así, la leyenda cuenta que, cuando los españoles llegaron a conquistar estas tierras, el lugar ya estaba poblado por nativos de la región. Los nombres de Balún-Canán y Chonab sonaban aún.

Ya luego, se recuerda, en los años setentas, al padre Mejía y al padre Joel Padrón (el mismo que, ahora, anda por Simojovel y que no tiene buenas relaciones con el Estado porque no oculta sus preferencias hacia el grupo rebelde alzado en los Altos de Chiapas). El padre Joel Padrón también llegó muy joven a estas tierras y fue muy apreciado por los jóvenes comitecos de ese entonces, por sus ideas renovadoras (algo tenía ya de la Teología de la Liberación). Él formó un grupo juvenil que fue de gran impacto entre la juventud comiteca; un grupo en donde, cada viernes, en un salón anexo al templo del Calvario, los chavos psicodélicos de aquel tiempo llegaban a tomar café, a fumarse un cigarrito, a jugar un partido de ping-pong, a integrarse al grupo musical juvenil y, de pasada, a participar en charlas acerca de temas importantes relacionados con el mejoramiento de su cuerpo y su espíritu. El padre Joel sembraba semillitas y ¡vaya que éstas fructificaron, décadas más tarde!

Los encargados de la conquista espiritual fueron los dominicos, quienes construyeron el templo y convento de Santo Domingo. Ahora, el edificio que fue convento alberga las instalaciones de la Casa de la cultura (construcción que también ha tenido su historia, pues fue cuartel y, luego, centro educativo). Muchos comitecos de valía recordarán que ahí estudiaron, en la gloriosa Escuela secundaria de Comitán. En la fachada del templo de Santo Domingo existe una placa de metal que da cuenta de los primeros sacerdotes que llegaron a estas tierras allá por el lejano siglo dieciséis. La labor evangélica de aquellos pioneros fue continuada por muchísimos sacerdotes que vinieron a este pueblo. Como en cualquier botica, hubo de todo.

Para las tradicionales beatas, todo lo anterior significó un terremoto. ¡Cómo no! Imaginemos la cara de los fieles reaccionarios, aquel domingo en que, correctamente sentaditos en las bancas del templo de Santo Domingo, esperaban el

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. inicio de la misa de doce... y, de pronto, comenzaron a escuchar una música moderna (calificada de infernal en esas épocas, misma que, hoy, causa discreto e inocente intercambio de miradas). Los cánticos religiosos estaban trasladados a la partitura de los tamborazos y guitarrazos electrónicos, los cuales sonaban muy bien en las manos de aquellos chavos de pantalón acampanado, camisa floreada y larga cabellera de hippie. “¡El anticristo!”, dijeron las beatas. No, no era para tanto, eran los signos del cambio revolucionario. A partir de entonces, los sacerdotes que han llegado a ese templo no han sido tan conservadores; y es que ellos son parte del equipo de Samuel Ruiz García, quien nunca ha ocultado su inclinación hacia la Teología de la liberación. La mayoría de la población es católica. Sin embargo, de un tiempo cercano a la fecha, han aparecido muchas religiones, que, poco a poco, van haciendo su labor de hormiguita y van ganando fieles para su verdad. No es más que la reafirmación de una verdad: “Nadie posee la verdad verdadera”. Además, mientras las religiones sirvan para el perfeccionamiento integral del hombre, que cada cual escoja la que más le plazca. Pero no sólo el poder religioso se concentra en El centro. A unos pasos del templo de Santo Domingo, el poder político erige un palacio municipal, no hace mucho tiempo remodelado. Por ahí han pasado brillantes y otros no tan brillan-

tes comitecos que se han sacrificado por el honor de servir a su pueblo desde la más alta tribuna que un comiteco puede ambicionar en su propia tierra. La lista de Presidentes municipales es extensa y variada. Hemos tenido de todo. Cada uno, en su momento, ha cumplido; y el juicio popular los ha puesto en el lugar que les corresponde dentro de las páginas de nuestra historia local. Por cierto que el Gimnasio municipal, que durante algún tiempo se llamó Rosario Castellanos (y cuyo nombre se cambió ante el reclamo de muchos comitecos, encabezados por la Cronista, que afirmaban que la eminente escritora no tenía ninguna relación con el deporte), ahora lleva el nombre de un gran promotor del basquetbol y ex presidente municipal, el profesor Roberto Bonifaz Caballero. La gente ya está más contenta, aunque no faltan los detractores que dicen que se debió haber llamado zutano o fulano de tal; pero, bueno, no a todos se les va a dar gusto. Así se llama, y en buena hora. Pero, antes de que estuviera nuestro flamante Gimnasio municipal Roberto Bonifaz Caballero, ahí existió una sencilla cancha, que era patio de juegos de la escuela primaria federal que se encontraba en donde ahora está el Centro cultural que alberga a la Biblioteca Pública Municipal Rosario Castellanos Figueroa (y acá nadie dice nada, porque está más que

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. bien puesto el nombre. ¡Claro!, a un recinto para la lectura sí le queda el nombre de la escritora que falleció en TelAviv en 1974). También, en dicho Centro cultural se localiza un museo en donde se da a conocer una interesante muestra arqueológica de los vestigios que los antiguos moradores de esta región nos dejaron de herencia. Otra parte importante del centro de la ciudad es el mercado Primero de mayo, el cual fue construido en 1900. Ahora, le dieron una manita de gato y lo dejaron más decente, aunque todavía tiene una manchita, por la cantidad brutal de basura que ahí se concentra y que, de pronto, hace que el mercado no sea muy bien visto. Ese mercado bien podría ser motivo de legítimo orgullo y decorosa puerta para que los visitantes fueran percibiendo, a través de nuestra rica gastronomía, las particularidades de nuestro pueblo. Octavio Paz, nuestro Nobel de literatura, afirmaba que en la comida se concentra la cultura de un pueblo. Sí, en un mercado podemos darnos cuenta exacta de las particularidades de la cultura de un pueblo, la sustancia del ser diferente. ¿Qué pasa en nuestro mercado Primero de mayo? Algo habría qué hacer para que no sólo se encontraran los riquísimos atoles que acá se preparan y que son un deleite para el paladar y para el espíritu. El atole de granillo y el atole agrio (mejor conocido en el alto mundo como jocoatol) son bebidas que bien pueden equipararse a la mejor infusión

que alimenta al corazón. Otro recinto de gran aprecio, que los comitecos cuidamos no sólo para nosotros, sino para todo el mundo en general, porque somos depositarios de una herencia de gran valor civil mundial, es la Casa Museo Dr. Belisario Domínguez... Un bellísimo lugar, muy bien conservado, en donde se muestra, en sus diferentes Salas, momentos fundamentales de la Historia de México, en el lapso en que la actuación de Belisario Domínguez dejó impresa una nota de valor civil en la historia del hombre. Varios quieren restarle importancia al acto en donde Belisario Domínguez se atrevió a decirle sus verdades al Presidente en turno, Victoriano Huerta, y afirman que más que un acto de valor fue un acto impetuoso... Lo cierto es que nadie más se atrevió a ello; los demás Senadores andaban agachones. La conciencia de Belisario Domínguez habló por todos los mexicanos de buena cepa. ¡Hermosísimo gesto que logró legarnos el mensaje de que los hombres debemos alzar nuestra voz ante cualquier injusticia! Por eso, Belisario Domínguez es el orgullo civil de nuestro pueblo y sólo podremos honrar cabalmente su memoria si somos dignos discípulos de su acto de valor. A quien Comitán le debe otro reconocimiento es a Rosario Castellanos, quien también vivió en el centro de la ciudad y cuya casa, recién remodelada,

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no tiene siquiera una plaquita que indique que ahí vivió tal escritora. La importancia que, en el ámbito mundial, se le concede a Rosario Castellanos está fuera de toda duda. Si bien es cierto que acá, en su pueblo, no todos la leemos, sí es cierto que muchos estudiosos e investigadores de otros lados tienen un amplio conocimiento de su obra. Muchos especialistas se acercan, de vez en vez, a estas orillas del mundo, con el afán de conocer la cultura y el pueblo que tan bien tipificados están en los libros de ella. ¿Qué encuentra el experto? Encuentra toda la vida y cultura de este hermoso sitio, pero cuando pregunta: “¿En dónde vivió Rosario?”, la mayoría se mete en un berenjenal, porque lo cierto es que ni los propios comitecos tenemos una ubicación exacta del lugar. Falta, entonces, una placa en el lugar en donde vivió Rosario Castellanos, para que propios y extraños tengamos ese hilito de memoria que nos vaya jalando hacia el conocimiento pleno de su obra literaria; para que los jóvenes sepan un poco más de esa escritora; para que los nuevos valores literarios reconozcan sus antecedentes y, antes de tratar de repetir lo ya dicho, le den una torcedura, para beneficio de la cultura mundial; para que los artistas incipientes conviertan esta hermosísima aldea local en toda una explosiva y revolucionaria aldea global.

Nota: Las autoridades actuales ya, cuando menos, colocaron ―la plaquita‖.

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. Uno de los ideales del hombre es encontrar el centro de los objetos, el centro del universo. Comitán puede ufanarse de que su centro ha poseído las cosas más valiosas para que el propio comiteco encuentre su particular punto nodal. Ahí, en el mero corazón del pueblo, estaba concentrada toda la infraestructura de diversión. Así, los jovencitos se iban de pinta de las escuelas de educación media superior, para, a la vez, perder y ganar su tiempo en los billares que estaban concentrados en los alrededores del parque central. Dichos billares eran propiedad de Don Ramiro Rojas y estaban en la parte posterior de lo que, en el frente, era el restaurante Nevelandia, mismo que aún sigue dando batalla en un extremo de nuestra plaza actual. Pero la Nevelandia era más... En los altos del edificio estuvieron, durante algún tiempo, los estudios de la primera estación radiofónica de Comitán: la XEUI. Locutores pioneros de la radio comiteca fueron José Luis Cancino, Jorge Gordillo Mandujano, Hermilo Vives Werner, Roberto Gordillo, Jorge Ricardo Saborio, Romeo Torres Ventura y el famosísimo Piquingles, entre otros. Un aliento refresca la memoria. Vemos, entonces, que una gran cantidad de personas está reunida en el parque, frente al portal, en donde, como en gran verbena popular, la emisora promueve el programa La hora de los aficionados. Desde el balcón, los participantes se

presentan nerviosos, previendo la rechifla del respetable y avientan, al cielo comiteco, sus gorgoritos, con la ilusión de que, algún día, puedan obtener fama como la que logró Pedro Infante, quien, años atrás, en la XEW, también había pasado esa prueba máxima de valor musical. Pero, además, ese segundo piso de Nevelandia funcionaba como salón de baile y, los fines de semana, se llenaba de alborotadores jóvenes que le daban sabroso al lustroso piso; por eso, la tradicional picardía comiteca modificó el nombre original del restaurante y, en lugar de llamarlo Nevelandia, se referían a él como “Gatolandia”. Así, los jovencitos y los no tan jovencitos tenían una amplia variedad de cafeterías, en donde se podían dedicar, sin mayor problema, a una de las actividades favoritas de los comitecos sin quehacer: tijeretear honras ajenas. En la década del setenta, hubo un café que se llamó La pantera rosa y otro, en los altos de un edificio de dos pisos que se la daba de muy moderno, que se llamó Intermezzo; en este último, una banda musical de chavos jóvenes, venidos de la ciudad de México, amenizaba los domingos por la tarde. Además de billares y cafeterías de moda, podía disfrutarse, en el centro, del máximo espectáculo inventado por el hombre a fines del siglo pasado: el cine.

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Dos eran las salas que heredaron la tradición de aquellos viejos cines de que da cuenta la historia. En los años sesentas, el Cine Comitán y el Cine Montebello eran los lugares de preferencia de los cinéfilos de la ciudad; es que ya no había más. Ahí se generaron grandes anécdotas.

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. Los domingos, muchísima gente asistía a la misa de las siete de la mañana que se celebraba en el templo de Santo Domingo; a la salida, un simpático panzoncillo, empleado de don Rafa Pascacio (dueño de los cines), repartía los programas donde se anunciaba las funciones del día. En unos papelitos tamaño media carta y de color amarillo o, a veces, de color rosa o azul, venía la programación de los cines Comitán y Montebello. Dos películas por sólo cinco pesos. Muchos niños y jóvenes aprovechaban su domingo para ir a la matiné. Por dos conseguibles pesos, recibían, a cambio, las imágenes de tres películas en glorioso blanco y negro. Ya más tarde, había que volver a la función vespertina. En el cine Montebello, regularmente, exhibían películas extranjeras. Los nombres de James Dean, Brigitte Bardot, Silvana Mangano, Charlton Heston, Gary Cooper, Marilyn Monroe, Sofía Loren y Marcello Mastroiani, eran como el pan nuestro de cada día. En el cine Comitán exhibían películas mexicanas y ahí, aparte de los riquísimos tacos que preparaba la encargada de la cafetería, doña Lola Gordillo, el espectador se codeaba con las aventuras de Santo, el enmascarado de plata, Julio Alemán, Pedro Armendáriz, el Indio Fernández, Alberto Vázquez, César Costa; así como con las bellezas de esos dorados tiempos: María Félix, Angélica María, Dolores del Río, Andrea Palma, Silvia Pinal y, por supuesto, el erotismo de Meche Carreño, Julissa y, en primerísimo lugar, Isela Vega.

Como no había Teatro de la Ciudad, las escuelas utilizaban el foro del cine Comitán para hacer las clausuras de cursos. Así, muchísimos niños y jóvenes de esos tiempos pudieron presumir que ellos se habían graduado en el cine, y cualquier despistado pudo pensar que esos chavos eran directores o actores de cine. Los tiempos han cambiado. Las largas filas que se hacían a la entrada de los cines han desaparecido. En la época de los sesentas, en Semana Santa, era una religiosa costumbre acudir al cine a ver las películas que, ex profeso, se exhibían. No faltó ocasión en que la representación de la Pasión se escenificó a las afueras, pues era tal la cantidad de gente que deseaba entrar al cine, que, en la calle, muchas personas se moqueteaban y quebraban las vidrieras en donde se veía el rostro sangrante de Cristo promocionando la película que narraba cómo Pilatos se había lavado las manos y había dejado a Jesucristo a merced de sus verdugos. Los cines, ahora, ya no están en el Centro; andan bulevareando y luciendo un nombre diferente: Cinemas Galaxia 2000, en una alusión clara a los avatares de la modernidad. Pero, esos nombres ya no dicen mucho de nuestra cultura. Ahora que andamos en tiempos eufóricos y atinados de remodelación, en un intento de rascar nuestra identidad, y que andamos tirando al basurero todos aquellos insoportables letreros de neón y plástico que tanto afean la imagen urbana de

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. nuestra casa común, sería muy bueno que don Rafa Pascacio se aventara el puntacho de volver a los nombres originales o, en su defecto, de ponerles a sus cines nombres más nuestros. ¿Qué de malo tendría ir a la sala Tenam o a la sala Montebello de los cinemas Comitán Siglo XXI? Parece que nada, ¿verdad? ¿Siglo XXI? Sí, ya estamos a la vuelta de la esquina y los comitecos, mientras otras ciudades andan carrereando para integrarse, de lleno, al estilo contemporáneo, andamos bien encaminados por rascar un tantito nuestras paredes y volver a maravillarnos con la arquitectura tradicional. Si bien es cierto que algunos nos robaron hermosas fachadas de casas, también es cierto que nadie nos podrá quitar esa topografía particularísima que tiene nuestro pueblo, ese disfrute de sus bajadas y subidas, que permite al caminante maravillarse y sorprenderse, en cualquier instante, ante el asombro que significa recorrerlas. Muchos aventurados y maravillosos hombres y mujeres realizan la hazaña de subir al Éverest, únicamente con el afán de tener esa perspectiva maravillosa de sentirse sobre la cima más alta del mundo. Acá, en Comitán, el esfuerzo no es tan grande; sin correr tantos peligros, apenas con un poco de taquicardia y con el aliento agitado, puede tenerse la dicha sin igual de admirar bellísimos paisajes, gratis y sin tantos piolets y cuerdas como los que utilizan los montañistas. Atreverse o, más bien, decidirse a realizar un recorrido a pie por las calles de Comitán es uno de los más disfrutables deleites

que a algún mortal le puede ser dado. Si el caminante tiene la sensibilidad a flor de piel, encontrará, en la plaza del centro, ciertos murmullos que le recordarán que frente al templo de Santo Domingo, apenas hace unos ayeres, estaba La manzana de la discordia y que en el pórtico del templo se erigían unos hermosísimos truenos que daban sombra y consuelo a los chamulas, los cuales, en temporadas de feria, venían a bendecir a sus muletos. Con sus hermosísimos trajes, llegaban en silencio y con la mirada baja; ante la fachada del templo, hincaban a los muletos y los persignaban. Esos muletos ya tenían la bendición de Santo Domingo; por lo tanto, el demonio de las bestias de cuatro patas había sido expulsado de sus trotadores cuerpos. El atrio del templo fue testigo de muchísimos momentos gratos. Baste mencionar que, en la temporada de Navidad, las catequistas del templo acostumbraban organizar bellísimas kermeses, en donde, a cambio de boletitos hechos en cartoncillo amarillo o rojo, uno podía adquirir antojables antojitos o pequeños juguetes de plástico o de madera; claro que, para poseer esos boletitos, era menester haber asistido a la doctrina, que, por las tardes, se impartía en los sagrados interiores del templo. A la salida, doña Esthercita Cancino daba boletos a todos los niños, quienes, con todo cuidado, los iban guardando en una cajita que tenían escondida, regularmente, bajo su cama. Eran tiempos de tranquilidad; de

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DIEZ - REVISTA DIGITAL– La revista que habla de vos. cuando todo el mundo de acá se conocía; de cuando, por las noches, se podía salir, tranquilamente, a recorrer las calles del pueblo y se podía escuchar el taconeo de las mujeres que, con chales negros, se dirigían a la misa; de cuando inseguridad era una palabra desconocida y de cuando los zaguanes de las casas permanecían abiertos, de par en par, en espera de los visitantes; eran tiempos en que los estanquillos, en donde vendían chimbos, turuletes, africanos y caramelitos de Zapaluta, no tenían más que una pequeña barandita de madera para evitar que los chuchos se metieran; eran tiempos en que la palabra confianza tenía todo el valor semántico que poseyó originalmente, cuando esa palabra simbolizaba la mano afectuosa que se ofrece a todo ser humano; eran tiempos en que sucedían cosas que, ahora, se nos hacen inexplicables, como de otro mundo, y es que Comitán era eso: un mundo fantástico injertado dentro de este caótico mundo real. Comitán no hace más que reafirmar la teoría de Einstein respecto a la relatividad del tiempo. Mientras todos los mundos de afuera están trepados en veloces trenes, los comitecos permanecemos en una bellísima estación que trastoca el tiempo. La sucursal del tiempo no tiene horarios, tampoco la certeza del rumbo hacia donde dirige su destino. “No importa -dicen los tradicionales-, probablemente no tenemos que ir a parte alguna porque ya nacimos en el lugar buscado, en el espacio anhelado: El Paraíso”. Con esa misma alteridad, los recuerdos han brotado. Sin un orden lógico, la mente ha engañado al orden y se ha impuesto la idea de los fractales. De igual suerte, no todo lo acá dicho es comprobable. Tal vez, algunos torcidos inventos se han colado y han vuelto realidad simples sueños; pero es que Comitán siempre ha sido un lugar que permanece en esa etapa dulce que se sitúa entre la vigilia y el sueño; como si dijéramos, junto con el poeta, que “los sueños, sueños son” y que Comitán no es más que un eterno y plácido sueño. Al frente del parque central, en donde están los portales, estuvo, durante un tiempo, la famosa cenaduría de Tío Jul, que vendía excelentes tamales de azafrán, tamales únicos en Comitán. Sin embargo, uno de los platillos más buscados, inclusive ahora que dicha cenaduría está instalada junto al Club de Leones, son los huesos. “¡San Caralampio, bendito! -diría cualquier extraño-, ¿huesos?”. Sí, sabrosísimos huesos; ¡ah!, pero no cualquier hueso, sino huesos de Tío Jul. Los comitecos, muy orondos, con gran gusto en el paladar del espíritu, comemos esos inigualables huesos, los cuales son servidos por el eterno mesero de Tio Jul, Tavito, quien –es el principal promotor de las compañías cigarreras del país porque todo el día está, muy campante, con el cigarrito entre las manos. Como campante se pone nuestro corazón cuando escuchamos el nombre de Comitán. Las campanas del templo no tienen otra misión que convocar a los fieles a misa y, puntualmente, cantar, con voz de bronce, el nombre del pueblo al que nos debemos y del que somos parte esencial: Comitán, tan, tan, tan...


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ACTUALIDADES

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ACTUALIDADES

PROGRAMA RADIOFÓNICO: ―CRÓNICAS DE ADOBE‖ El martes 21 de septiembre participó María Antonia Carboney de Zebadúa, integrante del Consejo de la Crónica, quien comentó dos temas muy interesantes: ―Los tres Centenarios que celebró Comitán‖ y ―Personajes de Comitán‖. En el primer tema abordó El Centenario de la Nomenclatura Floral de la Ciudad; la Colocación de la primera piedra del Templo de San José; y La Inauguración del Busto de Doña Josefa Ortiz de Domínguez. En el segundo tema abordó las personalidades del dueño de la famosa tienda ―La Popular‖ y la personalidad de Don Hermilo Vives. En la foto: Tony y Enrique Guzmán Monzón, productor del programa. El programa se trasmite los martes de 3 a 4 de la tarde. Se puede escuchar a través de www.imer.com.mx

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ACTUALIDADES En este número compartimos algunas fotos que quedaron pendientes en la carpeta ―Una reja de papel de china para Oscar Bonifaz‖.

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ACTUALIDADES

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ACTUALIDADES

Lic. Martha Xóchitl Aguirre López, Delegada del DIF Regional, representante del Gobernador del Estado de Chiapas, para el acto.

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ACTUALIDADES

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TAPANCO

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Convivencia

La foto que encontramos en el tapanco es reciente. Nos muestra cómo los tiempos se mezclan. El maravilloso tejido de barrotes de madera del siglo XX tiene que ―convivir‖ con espantosos grafitis de este siglo.

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MOJOL

El Gigante

Si le echamos un poquito de imaginación vemos cómo los ojos del gigante aparecen por encima del tejado.

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Majo

¡Somos un balcón inteligente y moderno! Nos vemos en el

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