Director y Editor Rodolfo Monteverde Sotil Revisores de artículos Cristian Jacob / Ivan Leibowicz / Sheylah Vásquez Salcedo / Rodolfo Monteverde Sotil Traducción al francés Tatiana Stellian Difusión Mayra Delgado Valqui Diseño y diagramación Ernesto Monteverde P. A. Imágenes de los índices y de la relación de colaboradores Rodolfo Monteverde Sotil: 2008, Vendedora en la ciudad de Huaraz. Huaraz / 2012, Vendedora en la ciudad de Huancavelica. Huancavelica.
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Revista Quillasumaq. Estudios interdisciplinarios del antiguo y actual Perú Año 1. Número 1, agosto 2012 Publicación semestral ISSN: 2305-0128 Hecho el Depósito Legal en la Biblioteca Nacional del Perú N° 2012-07861 Hecho por computadora Jr. La Libertad 119 Santa Patricia, La Molina. Lima-Perú https://sites.google.com/site/revistaquillasumaq/ revistaquillasumaq@gmail.com Todos los derechos reservados
A 20 años de los trágicos acontecimientos que enlutaron a varias familias peruanas, el primer número de la Revista Quillasumaq está dedicado a las víctimas de la calle Tarata (16 de julio) y de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle “la Cantuta” (18 de julio). Víctimas no solo de Sendero Lumino sino también del Gobierno dictatorial de Alberto Fujimori. Porque sin verdad no hay reconciliación y sin justicia no hay perdón.
Editorial
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Relación de Colaboradores
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Tatuajes prehispánicos de Huacho, valle de Huaura, Lima Arturo Ruiz Estrada
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En la búsqueda de los orígenes de la arquitectura monumental del Precerámico Tardío de la costa norcentral peruana Alejandro Chu
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Quilcas en la yunga del río Chillón, nuevos planteamientos y teoría crítica Gori Tumi Echevarría López
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La fiesta del agua en el distrito de Sangallaya, provincia de Huarochirí, Lima Yadelith Tania Noel Veramendi
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Datación radiocarbónica en la cultura Lima Victor Falcón Huayta
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Breve reflexión sobre el escaso desarrollo temprano de la Arqueología Colonial en la República Argentina Ana Igareta
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Entrevista al arqueólogo Bernardino Ojeda Rodolfo Monteverde Sotil
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Normas editoriales
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La Revista Quillasumaq, estudios interdisciplinarios del antiguo y actual Perú, es una publicación peruana semestral abocada no sólo a la investigación, protección y difusión del legado arqueológico del Perú, sino también al inmenso patrimonio cultural, material e inmaterial, de épocas de la Colonia y la Republica. En este primer número, les presentamos cinco artículos, enfocados en el departamento de Lima, cuatro de ellos de corte arqueológico y uno etnográfico; una contribución desde Argentina sobre la Arqueología Colonial en dicho país y una entrevista a un reconocido arqueólogo peruano. El Dr. Arturo Ruiz Estrada nos hace alcance de los resultados de sus constantes investigaciones en el valle de Huaura. En esta oportunidad acerca de los tatuajes realizados en los cuerpos de los antiguos habitantes de esta zona del país y que corresponden a épocas del desarrollo de la cultura Chancay. El Dr. Alejandro Chu, quien desde hace años dirige un proyecto de investigación en la costa norcentral del Perú, nos propone los orígenes de la arquitectura monumental del Precerámico Tardío. El arqueólogo Gori Tumi Echevarría López, en un interesante análisis, nos propone un nuevo enfoque científico del contexto arqueológico de las quilqas “petroglifos” del valle del río Chillón. Yadelith Tania Noel Veramendi, recién egresada de la Escuela de Arqueología de la Universidad Nacional Federico Villarreal, nos proporciona un avance de sus investigaciones acerca de la fiesta del agua en la provincia de Huarochirí en épocas contemporáneas. Por su parte, Victor Falcón Huayta, en base a una discución crítica, nos presenta una discusión acerca de los fechados radiocarbónicos hechos en la cultura Lima (Intermedio Temprano). Y la Dra. Ana Igareta, desde Argentina, nos hace llegar un trabajo sobre el desarrollo de la Arqueología Colonial en dicho país. Finalmente, quien escribe, les presenta una interesante entrevista al destacado y experimentado arqueólogo peruano Bernardino Ojeda. Queremos agradecer a todo el equipo de la revista que ha participado empeñosamente en la elaboración de este primer número. Esperamos que la Revista Quillasumaq, estudios interdisciplinarios del antiguo y actual Perú, pueda contribuir a fortalecer las investigaciones arqueológicas en nuestro país. La revista Quillasumaq desde ya les agradece su lectura y difusión e igualmente los invita a participar en el segundo número programado para el mes de diciembre del presente año. Rodolfo Monteverde Sotil Director y Editor
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Alejandro Chu Arqueólogo Ph.D. (University of Pittsburgh). Proyecto Arqueológico Bandurria – Huacho. Research Associate Department of Anthropology (University of Pittsburgh). Gori Tumi Echevarría López Arqueólogo (Universidad Nacional Mayor de San Marcos). Candidato a Magister en Historia del Arte (Universidad Nacional Mayor de San Marcos). Presidente Asociación Peruana de Arte Rupestre (APAR). Victor Falcón Huayta Licenciado en Arqueología (Universidad Nacional Mayor de San Marcos). Ana Igareta Licenciada en Antropología y Doctora en Ciencias Naturales (Facultad de Ciencias Naturales y Museo, Universidad Nacional de La Plata). Coordinadora Equipo de Arqueología Histórica (División Arqueología, Museo de La Plata). Investigadora del Centro de Arqueología Urbana (Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, Universidad de Buenos Aires). Rodolfo Monteverde Sotil Maestrista en Arqueología (Pontificia Universidad Católica del Perú). Licenciado en Arqueología (Universidad Nacional Federico Villarreal). Yadelith Tania Noel Veramendi Bachiller en Arqueología (Universidad Nacional Federico Villarreal). Arturo Ruiz Estrada Doctor en Arqueología (Universidad Nacional Mayor de San Marcos). Instituto de Investigaciones Histórico Sociales (Universidad Nacional Mayor de San Marcos).
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RUIZ ESTRADA, Arturo, 2012. Tatuajes prehispánicos de Huacho, valle de Huaura, Lima. Revista Quillasumaq. Estudios interdisciplinarios del antiguo y actual Perú. Nro. 1: 6-19. Lima.
Tatuajes prehispánicos de Huacho, valle de Huaura, Lima Arturo Ruiz Estrada aruizestrada@yahoo.com
Resumen El artículo expone la presencia de la técnica del tatuaje en momias procedentes de cementerios prehispánicos próximos a la ciudad de Huacho, valle de Huaura, Perú. Según las asociaciones de los restos humanos y el estilo de la iconografía representada en ellos, se deduce que corresponden a la sociedad Chancay, ubicada, desde el punto de vista de la cronología, en el periodo Intermedio Tardío (Siglos X al XV d.C.). El estilo que revelan los tatuajes es esencialmente geométrico y ellos se hallan distribuidos en diferentes partes del cuerpo humano. Para su estudio se ha procedido a la observación directa de los diseños plasmados en la piel y luego se hizo la representación gráfica y fotográfica para tratar de interpretarlos. Una aproximación a su entendimiento, de acuerdo a la distribución y la naturaleza de los diseños tatuados en la piel, indica que existieron diferencias sociales entre los grupos humanos que poblaron Huacho en tiempos prehispánicos. Palabras claves: Tatuajes prehispánicos, Huacho, Valle de Huaura, Perú.
Huacho prehispanic tattoing, Huaura valley, Lima Abstract The article offers the presence of the art of tattooing in pre-Columbian mummies from cemetery near the city of Huacho Huaura Valley, Peru. According to the associations of human remains and style of iconography represented in them, it follows that correspond to society Chancay, located from the point of view of chronology, the Late Intermediate Period (X and fifteenth centuries d. C ) The style show is essentially geometric tattoos and they are distributed in different parts of the body. For their study has been carried out direct observation of the designs embodied in the skin and then made the graphic and photographic representation to try to interpret them. An approach to understanding, according to the distribution and nature of the designs tattooed on the skin, indicates that there were social differences between human groups that lived in ancient times Huacho. Keywords: Prehispanic tattoing, Huacho, Huaura Valley, Perú.
Tatouages préhispaniques de Huacho, vallée de Huaura, Lima Résumé L’article traite de la présence de la technique de tatouage sur des momies issues de cimetières
Arturo Ruiz Estrada
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Tatuajes prehispánicos de Huacho, valle de Huaura, Lima
préhispaniques proches de la ville de Huacho, vallée de Huaura, Pérou. Selon les associations des restes humains et du style d’iconographie figurée sous la forme de tatouages, on peut déduire qu’ils correspondent à la société Chancay (Intermédiaire récent: Xè-XVè siècles ap. J.C.). Les tatouages, situés en différentes parties des corps humains, présente un style surtout géométrique. Pour leur étude, ils furent d’abord observés de façon directe sur la peau et ensuite on réalisa une représentation graphique et photographique pour tenter de les interpréter. Une tentative de compréhension, en accord avec la distribution et la nature des dessins tatoués sur la peau, indique qu’existaient des différences sociales entre les groupes humains qui peuplaient Huacho durant les temps préhispaniques. Most-clés: Tatouages préhispaniques, Huacho, Vallée de Huaura, Pérou. Introducción Varios hallazgos arqueológicos que realizáramos en la zona de Huacho indican la presencia de momias cuya piel reseca conserva, pese al tiempo transcurrido, importantes diseños tatuados. Tales restos llaman la atención para la historia regional, porque pueden ilustrarnos sobre algunos aspectos de las ideas y las costumbres de la cultura nativa. Su hallazgo procede de tumbas en las que se habían inhumado a personas de tiempos prehispánicos, las cuales fueron envueltas con numerosas mantas tejidas en algodón, acompañadas con diversos artículos que, en muchos casos, revelan la posición social, el oficio, la economía y otros aspectos vinculados a la sociedad en que se desenvolvían. Finalmente, las tumbas eran cubiertas con arena, de tal manera que se protegía el contenido del entierro por cientos de años. En similar circunstancia se conservaron también los propios cuerpos difuntos con las huellas de los tatuajes que desafiaron al tiempo. El tatuaje, según los indicios arqueológicos asociados a las momias, son de origen preinca y su práctica ocurrió entre los siglos X al XV de nuestra era. Pero, debió continuar hasta los primeros tiempos del colonialismo hispano. En los siglos indicados, la sociedad que ocupó el valle de Huaura y Huacho, fue la denominada cultura Chancay, cuya área de expansión
abarcó también los territorios yungas del valle de Huaral. Para la arqueología, cuyo empeño se orienta hacia el conocimiento del pasado de las sociedades prehistóricas, cobra importancia el descubrimiento de nuevos datos para el mejor entendimiento de la trayectoria de los grupos humanos que habitaron un determinado lugar del planeta. Por eso, el hecho de haber identificado la práctica del tatuaje en las sociedades prehispánicas que se desarrollaron en Huacho y el valle de Huaura, reviste especial interés, toda vez que los diseños plasmados en la piel humana abren nuevas posibilidades de aproximarnos al conocimiento del mundo ideológico que animó a las grupos sociales del Norte Chico. La investigación se realizó en base al hallazgo de momias tatuadas procedentes de la zona de Huacho hace algunos años y, posteriormente, se hicieron los estudios que son materia del presente artículo. La propuesta de investigación fue aprobada mediante Resolución Rectoral de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en el año 2005. Huacho La ciudad de Huacho es la capital de la provincia de Huaura en la región de Lima, Perú. Se halla a 150 kilómetros al Norte de Lima, a la cual está unida por la carretera Panamericana
8 Norte. Ocupa un territorio llano en la margen izquierda del río Huaura, adyacente al Océano Pacífico. Su clima corresponde a la zona Chala y Yunga, sin lluvias durante casi todo el tiempo, excepto unas tenues lloviznas, denominadas garúa, que aparecen durante el invierno. Está rodeado por desiertos tanto al Norte como al Sur, pero goza de una campiña alimentada por las aguas del río Huaura que baja de la zona altoandina de la provincia de Oyón. La producción marina como la actividad agrícola, derivadas del aprovechamiento del mar próximo, como del valle donde se ubica, le ofrecen buenas condiciones para la subsistencia y el comercio. Esta producción combinada de recursos, tanto marítimos como agrícolas fue la base de la subsistencia tradicional cuyos orígenes proviene de muchos miles de años antes de nuestra era. Tal situación promovió para que Huacho emergiese como población moderna después de haber transitado por un proceso de desarrollo que abarcó varias etapas de la historia nacional. Del proceso recorrido por la sociedad huachana han quedado vestigios importantes que se distribuyen al entorno de la propia ciudad de Huacho. Entre ellos destacan los restos arquitectónicos y los cementerios, los cuales, a pesar de la pavorosa depredación que sufren, dejan aún evidencias susceptibles de ser estudiadas en el presente. Justamente, son los cementerios localizados a inmediaciones de la ciudad en los cuales hemos identificado restos de momias con huellas visibles de tatuajes. Ha sido principalmente el cementerio de Cerro Colorado y otros adyacentes a él, como aquellos distribuidos entre el asentamiento humano de Atalaya y el de Cerro Colorado, en la zona Sur de la ciudad, los que han proporcionado la mayor cantidad de muestras. Procedimiento de Estudio Las muestras se han obtenido como resultado
de exploraciones en cementerios próximos a la ciudad de Huacho, provincia de Huaura, región de Lima. El mayor número de ejemplares, casi un centenar, son de la superficie, debido a que los excavadores clandestinos los dejaron a la intemperie, luego de saquear las sepulturas y destruir su contenido. Por esa razón, las muestras no se refieren a momias completas si no solo a miembros desarticulados con la excepción de dos únicas enteras. El estudio se ha realizado mediante observaciones directas de los restos humanos momificados, teniendo en cuenta las condiciones de su hallazgo, las asociaciones arqueológicas, la diferenciación sexual y la edad de los individuos. Estos rasgos, en varios casos, resultaban evidentes por cuanto mostraban aún las señales específicas del sexo y el tamaño de los huesos. Luego de ser limpiadas dichas muestras se procedió a fotografiarlas y hacer los calcos de los diseños tatuados con la finalidad de apreciar su distribución en el cuerpo y las recurrencias. Los hallazgos Las muestras de momias las hemos recuperado tanto de excavaciones metódicas como de la superficie de algunos cementerios prehispánicos distribuidos al entorno de la ciudad de Huacho. Justamente, en una zona próxima a ésta, existen hasta el presente varios antiguos cementerios que corresponden a las comunidades nativas preincaicas de la región. Las sepulturas que contenían los difuntos, se caracterizan por ser simples pozos cavados en la tierra, cuyas dimensiones no exceden los dos metros. Generalmente, se enterraba en cada tumba, a una sola persona, pero existen algunos casos excepcionales en que ocurren entierros múltiples. Esta situación ha sido comprobada cuando excavamos parte de un panteón ubicado al Sur de la Ciudad Universitaria de Huacho. Aquí, se recuperó sólo algunos restos con signos del tatuaje, pues la mayoría de momias allí deposita-
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Tatuajes prehispánicos de Huacho, valle de Huaura, Lima
das habían sido afectadas por la humedad, debido a que el sitio fue utilizado modernamente como terreno de cultivo. Esta actividad causó el deterioro de las momias y, por consiguiente, se perdieron los tatuajes. La mayor parte de los restos humanos tatuados, como ya lo indicamos, procede de hallazgos que hicimos en la superficie de los cementerios, porque fueron abandonados por los excavadores clandestinos que asolan la zona constantemente. La acción del agua de riego, destruyó las partes blandas de la mayoría de los difuntos, pero algunos que no fueron afectados conservaron la piel prácticamente intacta, lo cual permitió la permanencia de los tatuajes. Pero lo interesante fue la identificación cultural del cementerio pues los objetos asociados a las tumbas corresponden a la sociedad Chancay, cuya vigencia cronológica corrió entre los siglos X al XV d.C. Sin embargo, como ya lo advertimos antes, el mayor número de muestras con huellas bastante visibles de tatuajes, procede del sitio Cerro Colorado, ahora ocupado por un asentamiento humano. Aquí, las condiciones más favorables a la conservación de las momias, permitieron la buena protección de muchos difuntos con la piel intacta y la impronta de los diseños tatuados. Pero las muestras que recogimos son de la superficie, es decir, de lo que habían dejado los buscadores de tesoros. En cuanto a la identificación cultural del sitio, debemos señalar que allí se observa, en su mayor parte, alfarería fragmentada, correspondiente a la sociedad Chancay, pero también se aprecian algunos fragmentos de clara filiación incaica. La sociedad Chancay En el conglomerado de sociedades establecidas a lo largo del litoral peruano durante el periodo Intermedio Tardío, contamos con la denominada sociedad Chancay cuyo núcleo de desarrollo estuvo centrado fundamentalmente en los valles de Huaura y Huaral. A ella se
han referido diversos estudiosos desde cuando fue identificada a inicios del siglo XX, en circunstancias que el arqueólogo alemán Max Uhle identificó un tipo de cerámica muy característico con diseños que utilizaban los colores negro y blanco. Posteriormente Alfred Kroeber, utilizando los materiales recuperados por Uhle, amplió los estudios y señaló una secuencia de estilos vinculados, entre los cuales el denominado estilo Negro sobre Blanco provenía de otro anterior denominado Tricolor Geométrico. Tales fueron los inicios del reconocimiento de la cultura Chancay para la cual se fueron revelando paulatinamente asociaciones a otros elementos culturales como la arquitectura, los tejidos y cuanto material asociado apareciera junto al referido estilo Negro sobre Blanco (Kroeber 1926). Entre los trabajos para el conocimiento de la sociedad Chancay en la actualidad se cuenta con investigaciones de varios estudiosos, los cuales vienen definiendo con mejores detalles las características de su cultura (Krzanowski 1991; Cornejo 1992 y 2001 y Cortez 1997). Actualmente se reconoce que la sociedad Chancay fue estructurada como una organización social y política jerarquizada cuyas bases para su sostenimiento involucraron la explotación agrícola, marina y el intercambio. Prueban lo afirmado la diferenciación encontrada en los patrones funerarios, arquitectónicos y los restos de alimentos e instrumentos así como artículos de procedencia lejana. Se desconoce aún la sede del poder en esos tiempos, pero lo disputan indudablemente los valles del Chancay y Huaura. Al respecto, la historiadora María Rostworoski, tomando como base la revisión de documentos coloniales consignó que habría sido Huaura la sede del poder, pues menciona que tanto Barranca como Chancay eran áreas dependientes aún en tiempos coloniales: “Las declaraciones de los curacas de Huaura y el testimonio de Fray Domingo de Santo Tomás
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Figura 1: Aves y círculos con punto tatuados. Reconstruido a base de calcos en el cuerpo de las momias de Cerro Colorado, Huacho.
conceden una supremacía política al curaca de Huaura sobre los valles de Chancay y Barranca” (Rostworowski 2002: 273). Debido a las asociaciones identificadas con los restos humanos tatuados del presente informe concluimos que ellos se desenvolvieron en el marco social y cultural Chancay. Por ello, es posible que los grabados en la piel humana de esos tiempos puedan revelar aspectos que atañen a las jerarquías sociales y las ideas contenidas en esa extraña costumbre de alterarse la piel. Queda entonces como una de las manifestaciones culturales de la sociedad Chancay, entre muchas otras que la caracterizan, en la zona yunga del valle de Huaura. Los tatuajes
Al estudiar las momias, identificamos la práctica del tatuaje en personas adultas, en jóvenes y en niños, siendo más abundantes en las dos primeras. Se observó que ocurría también en ambos sexos, pero con mayor predominancia en los varones. La parte preferida para ejecutar los tatuajes fue la cara frontal del cuerpo humano (figura 1), aunque es frecuente encontrarlos en la parte posterior del mismo. Pero, de modo general, los motivos tatuados se distribuyen en los diferentes sectores del cuerpo humano. Es decir, los antiguos habitantes de Huacho y el valle de Huaura se tatuaban en la cara, las orejas, el tronco y en las extremidades (figuras 2 a 7). Los motivos elegidos para grabar la piel pueden clasificarse, en términos generales, como
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Tatuajes prehispánicos de Huacho, valle de Huaura, Lima
Figura 2: Dibujo de un brazo con figuras tatuadas de peces y círculos. Proceden del cementerio arqueológico de Cerro Colorado, Huacho.
zoomorfos y geométricos pero lo que distingue a estos tatuajes es una clara geometrización de las figuras. Entre las representaciones de animales hemos observado, especialmente, felinos, aves, peces y también venados. En cambio, los motivos geométricos adquieren formas de volutas, círculos, rayas, rombos, triángulos, líneas en zigzag y flores.
El color del tinte que ostentan las muestras, denota exclusivamente un matiz azul oscuro. Y el hecho de que hayamos descubierto frutos de huito asociado a las momias, nos hace pensar que utilizaron el jugo azulado que desprende este fruto, para decorar los cuerpos humanos en vida. Tal como aún ahora lo siguen practicando algunas comunidades de la Amazonía sudamericana. Seguramente, debieron emplear agujas de metal o quizá simples instrumentos de madera o espinas fuertes para ejecutar los diseños. Quienes debieron tatuar la piel humana fueron tal vez especialistas, pues esa actividad requería práctica, experiencia y cuidado, además de pericia y dedicación exclusiva cuando se hacían muchos tatuajes complicados en un solo cuerpo. No se descarta que la ejecución de los gráficos en el cuerpo, haya causado, a veces, algunas dolencias o infecciones, para lo cual debieron observar las precauciones y medicamentos que debían aliviar tales problemas. Así como existieron quipucamayos (registradores de información mediante quipus), kerocamayos (escultores en madera) y hambicamayos (médicos) en el mundo andino, pensamos que los tatuadores prehistóricos de Huacho y el valle de Huara fueron los quilcacamayos, pues éstos tenían por oficio registrar informaciones en el cuerpo humano. No estamos todavía en condiciones de interpretar a cabalidad las expresiones graficas dejadas por los antiguos huachanos en su propia piel. Pero, evidentemente, los tatuajes representan simbolizaciones de muchas ideas que debieron ser interpretados en tiempos antiguos por sus propios portadores y la comunidad de su entorno. Son pues verdaderos antropo-textos cuyos mensajes pueden explicar algunas facetas de la vida y costumbres de los antiguos yungas huachanos. El inconveniente para una mejor interpretación es que la mayor parte de los restos momificados, proceden de panteones
12 donde las piezas humanas estaban desarticuladas, con algunas excepciones de hallazgos de cuerpos humanos completos. Si los símbolos tatuados relataban la pertenencia a un grupo social, a un ayllu o a un curacazgo, o si registraban los eventos durante la vida de cada poblador o la posición social o quizá la especialidad laboral, son asuntos que requieren estudios minuciosos. Así como es necesario aclarar la técnica empleada y establecer las comparaciones con otras comunidades prehispánicas que tuvieron la costumbre de usar su propia piel para graficar temas que sólo ellos sabían interpretar. En efecto, aparte de los huachanos prehistóricos, existieron en el mundo andino, otros grupos sociales, a lo largo de la costa peruana, que emplearon la técnica del tatuaje. Pero no hay duda que, además de la excelente producción textil, alfarera, arquitectónica o metalúrgica, los huachanos de la cultura Chancay estuvieron también fascinados en perennizar sus ideas en la piel de sus propios cuerpos y que hoy se convierten en un mensaje milenario a la espera de su estudio e interpretación. Tales estudios deberían realizarse en el plazo más corto posible, por cuanto la mayoría de los cementerios arqueológicos de Huacho, pero también de otros lugares del país, vienen siendo destruidos en forma acelerada por la actividad de los coleccionistas que alientan las acciones de saqueo. La ley sobre la defensa del patrimonio cultural en el Perú, prácticamente, no cautela su protección, dado el sistema que impera en el país en el cual vivimos. Nuestro país, podría tener excelentes exhibiciones de momias tatuadas completas, como muestras únicas de esa costumbre ancestral. Sería un atractivo mundial inigualable, tanto por el estilo, como por la técnica empleada en el tatuaje. Además, su recuperación metódica, con los procedimientos exigidos por la arqueología, permitiría aproximarnos a la lectura de la
Figura 3: Dorso de la mano con líneas tatuadas. En la muñeca aparece una banda que incluye una línea en zigzag. Procede de los cementerio de Cerro Colorado, Huacho.
iconografía tatuada, de modo que podría encontrarse las regularidades, las diferencias y los niveles de distribución en las diversas partes del cuerpo humano. De esa forma, se podría obtener explicaciones coherentes sobre el significado cultural del tatuaje en las sociedades prehispánicas de Huacho y el Valle de Huaura.
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Tatuajes prehispánicos de Huacho, valle de Huaura, Lima
Figura 4: Dibujo de la pierna de una momia con tatuajes de aves en vuelo junto a un diseño geométrico. Procede del cementerio arqueológico de Cerro Colorado, Huacho.
Discusiones La práctica cultural del tatuaje no fue única para la zona de Huacho y la sociedad Chancay, pues de igual modo se ha informado de su existencia para otras áreas del territorio andino. Los iniciales hallazgos de enterramientos humanos en la zona de Ancón revelaron la presencia de dicha costumbre que originó algunos
Figura 5: Dibujo de un pie en cuyo dorso aparece un felino, diseños geométricos y la figura de ave en reposo. Procede del cementerio arqueológico de Cerro Colorado, Huacho.
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Figura 6: Dorso de la mano de una momia con diseños geométricos, peces, aves, rostro de felinos y rombos. Procede del cementerio arqueológico de Cerro Colorado, Huacho.
debates al respecto, pero dichas muestras sirvieron para que otros autores consideraran su vigencia en tiempos antiguos (Reiss y Stubel 1880). Gosta Montell, a base de los tatuajes encontrados en Ancón, discutió las opiniones en debate durante las primeras décadas del siglo XX y refiere que unas afirmaban que se trataban de tatuajes en oposición a otras que los negaban. También muestra algunos motivos tatuados en restos humanos como prueba de la existencia del tatuaje en el Perú antiguo (Montell 1929). De otro lado, tenemos lo resultados ofrecidos por Marvin Allison y otros, quienes examinaron momias de la costa peruana y el Norte de Chile, encontrando que dos culturas, la Ica y Chimú-Casma, habían usado la técnica del ta-
tuaje pero que no las aplicaron en todo el cuerpo sino sólo en algunas partes de éste (Allison et al. 1981). Esta opinión contrasta con los hallazgos de Huacho, lugar donde sí aparecen restos humanos con tatuajes en todo el cuerpo, además de existir en varios casos la aplicación de los diseños sólo en algunas partes. De otro lado, los dibujos presentados por Allison guardan bastante similitud con los del presente estudio. El arqueólogo Holaf Holm, ha informado también sobre la existencia de la práctica del tatuaje en grupos humanos de la costa ecuatoriana en tiempos prehispánicos (Holm 1953), los cuales habrían utilizado posiblemente técnicas similares a los usados por los antiguos huachanos. Este caso del Ecuador, constituye un ejemplo
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Tatuajes prehispánicos de Huacho, valle de Huaura, Lima
sobre la extensión de esta práctica cultural en otras áreas fuera del Perú. Por nuestra parte, publicamos unas breves notas sobre los hallazgos de tatuajes en Huacho, como una primera información de su existencia en dicha localidad. Dimos en ellas algunas ideas que hoy las ampliamos con la intención de ir aproximándonos a su mejor conocimiento (Ruiz 1990 y 1998). La antropóloga Judith Vivar Anaya, del Instituto Riva Agüero de la Pontificia Universidad Católica del Perú, ha dado a conocer recientemente sobre los tatuajes de una momia procedente del valle de Huaura, en el sitio de Centinela, una zona al Norte del distrito de Huacho, según el mapa que ella publica, próxima a los lugares de donde se recuperaron los restos del presente estudio. Se trata de un individuo de sexo masculino que exhibe tatuajes de color negro azulado en la cara, el antebrazo y la mano. Los diseños son esencialmente geométricos pues una línea enmarca la boca, otros diseños bordean la cara, el dorso presenta una franja con volutas toda enmarcada por dos líneas, así como tiene el dedo cordial y el anular también con diseños de pequeños rombos. La cara anterior del antebrazo tiene un cartucho que incluye igualmente pequeños rombos. Ella atribuye dichos restos al Horizonte Medio (Vivar 2008), asunto que es de interés por cuanto ello nos ilustra que la práctica de alterarse la piel tuvo antecedentes para el caso del valle de Huaura, en tiempos previos al periodo Intermedio Tardío. De otro lado, los tatuajes de La Centinela tienen parecido con los de Huacho y se hallan en la misma línea estilística tradicional de la zona. Además, los tatuajes se han realizado en los mismos sectores del cuerpo humano en ambos casos. La práctica del tatuaje es una costumbre que se dio a nivel mundial y diversas comunidades prehistóricas la utilizaron como parte de su tradición cultural, pero cada una de ellas debió
Figura 7: Dibujo de la piel de una pierna de momia con un diseño geométrico acompañado del rostro de dos felinos. Procede del cementerio arqueológico de Cerro Colorado, Huacho.
16 darle su propio significado. En tiempos modernos dicha practica se mantiene, siguiendo incluso las mismas técnicas, esto es la incisión con agujas finas para señalar la piel humana, utilizando tintes diferentes a los que fueron usados antiguamente. Las personas tatuadas de la cultura Chancay a nivel de las sociedades prehispánicas mantuvieron similares técnicas y colores, pero diferían, obviamente, en los motivos, pues cada sociedad imprimió los signos de su propia cultura. Para el caso de Huacho y el valle de Huaura la costumbre del tatuaje persistió hasta tiempos
coloniales y sólo se extinguió cuando el clero y el gobierno hispano impidieron su práctica por considerarlos atentatorios a la religión cristiana. Algunos datos de esos tiempos ayudan a comprender las prohibiciones a los que estuvo sometida la masa nativa en este aspecto. Por eso citamos una ordenanza del Dr. Cuenca que nos trae la historiadora María Rotworowski, quien transcribió: “Yten si algun yndio o yndia christiana o infiel entendiese en ydolatrias y en hechizerias y pusiere a sus hijos o hijas deuisas y señales por donde representen las tales idolatrias pasadas, y ritos antiguos del tiem-
Figura 8: Pierna de una figura antropomorfa o “cuchimilco” de cerámica Chancay, cuyo diseño tiene similitud con la práctica del tatuaje realizado en la sociedad Chancay de Huacho (ver figura 7). El diseño es un cartucho que tuvo significado legible en tiempos antiguos.
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Figura 9: Objeto escultórico antropomorfo de un personaje cuya piel muestra tatuajes muy similares a los que aparecen en algunas las momias. Procede de la zona de Luriama, campiña de Huacho.
po de su infidelidad contra la n(uest)ra religión christiana avisen dello al padre de la doctrina o al corregidor del repartimiento si lo (h)oviere o los alcaldes de la Villa de Santiago de Miraflores para que se remedie y castigue con apercibimiento que ellos seran castigados por las penas de las tales ydolatrias y ritos…” (Rostworowski 2006: 163). Como se puede comprender entre aquellas divisas y señales debió estar la práctica del tatuaje, la cual tenía que prohibirse debido a que las señales en el cuerpo de los indígenas representaban símbolos de su ideología. Otra cita tomada de las ordenanzas del mismo Dr Cuenca, que consignamos en esta parte resulta elocuente por mostrar la forma como se reprimía la decoración
corporal de la población nativa: “Yten si algun indio o yndia se pintare o enbarre el rostro con alguna color o se pintare el cuerpo o los brazos por la primera vez le den cincuenta azotes por el tianguis por la segunda la pena doblada” (En Rostworowski de Diez Canseco 2006: 164). Este dato, pese a que no precisa tratarse del tatuaje tiene relación con esta práctica y si no menciona la palabra tatuaje, es porque en esos tiempos dicho término no estaba aún en uso. Por lo general, la palabra que empleaban era señalarse, herrarse o por extensión embijarse, o embarrarse. Conclusiones Si bien el tema sobre los tatuajes procedentes
18 de la zona peruana de Huacho no se ha agotado, podemos intentar dar algunas conclusiones aún no definitivas. Entre estas señalamos las siguientes: La práctica del tatuaje se dio en las comunidades prehispánicas de Huacho, en el valle de Huaura, durante el periodo Intermedio Tardío (siglos X al XV d.C.) y en este tiempo se encontraba en plena vigencia la denominada sociedad Chancay. Sin embargo, tal costumbre debió persistir hasta la época de los incas y el periodo Colonial. Pero dicha práctica tuvo antecedentes que retroceden al Horizonte Medio de acuerdo a recientes hallazgos (Vivar 2008). Para otras áreas, la técnica del tatuaje indica mayor antigüedad como es el caso de la sociedad Paracas (Tello y Mejía 1979) así como la sociedad Moche del periodo Intermedio Temprano (siglos IV a.C al V d.C) según lo señala el hallazgo de una momia en el complejo arqueológico de Cao reportado por el arqueólogo Régulo Franco (Scott 2006 y Williams 2006) y otras muestras procedentes de la misma región (Doering 1983). El mayor porcentaje de diseños tatuados para el caso de Huacho tienden hacia la geometrización aun cuando se dan algunos casos de figuras onduladas o circulares, pero en menor cantidad. Esta situación va aparejada al propio estilo de la sociedad Chancay en la cual ocurre, por lo general, la geometrización de las representaciones iconográficas en los textiles, en los objetos alfareros y otros materiales. El tatuaje se realizaba en personas de todas las edades, aunque fue una costumbre aplicada con mayor frecuencia entre las personas adultas. Esto estaría indicando que los tatuajes se hacían tal vez conforme avanzaba la edad de las personas, de modo que aplicar las señales en el cuerpo pudo estar relacionado con determinadas acontecimientos en el ciclo vital de quienes se sometían a la práctica del tatuaje. La práctica del tatuaje entre los pobladores
costeños del valle de Huaura, debió extinguirse paulatinamente al producirse la presencia hispana en el siglo XVI, pues al instaurarse el nuevo poder en los Andes éste fijo sus propias políticas de dominio. Entre esas políticas instrumentaron normas para combatir muchas de las costumbres nativas entre las cuales figuraba el arte de grabarse los cuerpos. Las citas antes consignadas apoyan nuestra afirmación. Los grabados en la piel consisten de figuras zoomorfas, fitomorfas y geométricas estilizadas. Entre las representaciones de animales hemos observado, especialmente, felinos, aves, peces y también venados. En cambio, los motivos geométricos adquieren formas de volutas, círculos, rayas, rombos, triángulos, líneas en zigzag, líneas sencillas y flores. La decoración zoomorfa esta claramente vinculada a la fauna costeña por ser el área donde estuvo vigente la sociedad Chancay. La idea de tatuarse habría estado vinculada a la creencia en las virtudes protectoras que ejercían los diseños permanentes en la piel, o a diferencias sociales que se quería señalar al interior del grupo humano que lo practicaba. Bibliografía ALLISON, Marvin; LINDBERG, Lawrence; SANTORO, Galogero y Guillermo FOCACCI, 1981. Tatuajes y pintura corporal de los indígenas precolombinos de Perú y Chile. Chungara. Revista de Antropología Chilena, Vol. 7: 218-237. Universidad de Tarapacá, Facultad de Ciencias Sociales y Jurídicas, Departamento de Antropología. Arica. CORNEJO GUERRERO, Miguel Antonio, 1992. Cronología y costumbres sepulcrales en Lauri, valle de Chancay. En: Estudios de Arqueología Peruana: 311-354 (Editado por Duccio Bonavía). FOMCIENCIAS. Lima.
Arturo Ruiz Estrada
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En la búsqueda de los orígenes de la arquitectura monumental del Precerámico Tardío de la costa norcentral peruana Alejandro Chu ajc97@pitt.edu
Resumen Durante el periodo Precerámico Tardío (ca. 4,450 – 3,800 A.P.) se observa el surgimiento de arquitectura pública monumental en la costa peruana, sin embargo muy poco o casi nada se sabe sobre sus orígenes. Basándonos en el conocimiento disponible sobre la variación en el nivel del mar, en el Holoceno Temprano y Medio, y en la temprana arquitectura monumental del Arcaico en América del Norte y del Sur, proponemos que ya desde el Precerámico Medio (ca. 8,000-4,450 A.P.), existieron espacios públicos de carácter monumental. Esta arquitectura pública debió corresponder a sitios conocidos como anillos de conchas. Recientes estudios en Norteamérica han determinado que fueron expresamente construidos con fines públicos. El sitio Anillo en Moquegua, correspondería al único sobreviviente de esta tradición arquitectónica temprana desconocida en nuestro litoral debido al incremento en el nivel del mar. Palabras claves: Paleoclima, Costa norcentral, Precerámico Medio, Holoceno Medio.
On the Quest for the Origins of Peru’s North Central Coast Late Preceramic Period Monumental Architecture Abstract During the Late Preceramic (ca. 4450 – 3800 A.P.) public monumental architecture emerged at the Peruvian coast, although very little is known about its origins. Using available data of sea level variations during from the Early and Middle Holocene and the early public evidence from Archaic North and South America I propose that monumental architecture existed since the Middle Preceramic (ca. 8,000-4,450 A.P.). This architecture correlated with ring sites. Recent ring sites studies at North American have found that ring sites were constructed as public areas. The Ring site at Moquegua would be the only survivor of this architectural tradition unknown in the Peruvian coast as sea level increased. Keywords: Paleoclimate, north central coast, Middle Preceramic, Middle Holocene.
Dans la recherché des origines de l’architecture monumentale du Précéramique récent de la côte septentrionale péruvienne
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Resumé Durant le Précéramique récent (ca. 4450 -3800 A.P.), l’architecture monumentale publique émergea sur la côte péruvienne, cependant on connaît très peu de choses sur ses origines. En utilisant les données disponibles quant au niveau maritime durant l’Holocène ancien et moyen et sur l’architecture publique ancienne des périodes archaïques d’Amérique du Nord et du sud, je suggère que l’architecture monumentale existait déjà depuis le Précéramique moyen (ca. 8000-4450 A.P.). Cette architecture publique devait correspondre aux sites connus comme des « anneaux » de coquillage. Les études récentes en Amérique du nord ont déterminé que ces sites furent construits expressément à des fins publiques. Le site « anneau » de Moquegua serait le seul survivant de cette tradition architecturale inconnue ancienne méconnue sur notre littoral à cause de l’augmentation du niveau de la mer. Most-Clés: Paléoclimat, côte centrale-nord, Précéramique Moyen, Holocène Moyen. Introducción En los últimos años los trabajos de investigación arqueológica concentrados en la costa de la región norcentral del Perú (P.e. Vega Centeno et al. 1998; Shady et al. 2000; Nelson y Ruiz 2004; Haas et al. 2004 y Creamer et al. 2007 ) han permitido identificar una gran cantidad de sitios correspondientes al periodo Precerámico Tardío (ca. 4450 – 3800 A.P.) en los valles de Fortaleza, Pativilca, Supe y Huaura (figura 1), la presencia de arquitectura monumental de carácter público ceremonial en muchos de estos sitios ha sido relacionada con el temprano surgimiento de las sociedades complejas en los Andes. Estas investigaciones iniciadas desde finales de la década de 1970, con los trabajos de Robert Feldman en el sitio Aspero, valle bajo del río Supe, pueden ser agrupadas en tres modelos de organización social. A partir de sus excavaciones en Aspero, Feldman (1980 y 1985) propuso una organización de jefatura (chiefdom) definiendo a la sociedad de Aspero como una jefatura marítima (maritime chiefdom) basada en los recursos marinos. Ruth Shady a partir de sus excavaciones en el sitio arqueológico de Caral en el valle de Supe (Shady 1997 y 2006) va a proponer un Estado Centralizado con su capital en Caral, que do-
minó a los demás sitios de los valles de la costa norcentral (Norte Chico) durante el Precerámico Tardío, el control del cultivo del algodón, por los habitantes de Caral, habría sido el principal factor de dominación que permitió el surgimiento de la ciudad y el Estado en el valle medio del río Supe. Casi paralelamente, otros investigadores agrupados en el Proyecto Arqueológico Norte Chico, enfocados más en estudios de los patrones de asentamiento en los valles (Haas y Creamer 2006), van a sugerir un tercer tipo de organización social, el denominado Modelo Crisol (Crucible Model) el cual trata de una entidad política (polity) que se desarrolló y extendió a los valles de la región norcentral. Este modelo critica las bases marítimas de la civilización andina como fue propuesto por Moseley (1975 y 1992) y considera el desarrollo de la agrilcutra en los valles medios como el principal factor del surgimiento de los centros monumentales en los valles de Fortaleza, Pativilca, Supe y Huaura. En una revisión de los 3 modelos propuestos para las sociedades del Precerámico Tardío se observa que hay una directa relación en la magnitud de la arquitectura monumental con el grado de complejidad social de la sociedad que construyó estas estructuras. Esta misma
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Figura 1: Región norcentral del Perú con sitios monumentales del Precerámico Tardío.
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correlación ha sido identificada por Vega Centeno (2006: 39) quien comenta: “la escala de los edificios se convierte en una herramienta de medida para identificar los niveles o grados de centralización y/o jerarquización al interior de las sociedades”. A partir de sus investigaciones en el sitio de Cerro Lampay, valle de Fortaleza, Vega Centeno a su vez define a la sociedad del Precerámico Tardío aplicando los conceptos de heterarquía (Vega-Centeno 2005: 357 y 2005: 117) y peer polity interaction (interacción de unidades políticas paritarias) (Vega Centeno 2005: 355) tal como ha sido propuesto por Colin Renfrew (1986) en donde se tiene a unidades sociopolíticas autónomas que comparten rasgos culturales similares y grados de complejidad parecidos en una determinada región. Sin embargo hasta la fecha las investigaciones no han tocado el tema referente a los orígenes de esta tradición arquitectónica que se extiende por todos los valles de la costa norcentral del Perú y que se caracteriza por la presencia de plataformas de piedra superpuestas que crean estructuras piramidales truncas las que generalmente se asocian a plazas circulares hundidas. Hasta la fecha, tampoco se han reportado antecedentes de esta arquitectura monumental en la costa norcentral. Este problema ya ha sido mencionado anteriormente por Dillehay (1992: 57) quien sugiere el desarrollo gradual de la arquitectura monumental. El presente artículo plantea como hipótesis que el surgimiento de la arquitectura monumental del Precerámico Tardío de la costa norcentral del Perú, fue un proceso relativamente rápido que se inició una vez concluidos los cambios climáticos del Holoceno Medio I (~9,000-5,800 A.P) los que a su vez incrementaron los recursos marinos disponibles a las poblaciones precerámicas de la costa, las cuales se encontraban perfectamente adaptadas a este medio marítimo hacía siglos. Los antecedentes de la tradición arquitectónica del Precerámico Tardío probablemente fueron
estructuras más modestas como los anillos de conchas (shell rings) realizados por grupos de cazadores, pescadores y recolectores, que habitaron el litoral y que debido a los cambios del nivel del mar se encuentran actualmente bajo el agua. Cambios climáticos durante el Holoceno Medio El periodo de desglaciación durante el Pleistoceno hizo que las masas de hielo continentales se derritieran regresando gran cantidad de agua a los océanos. Una serie de estudios (Clark et al. 1978; Dillon y Oldale 1978 y Fairbanks 1989), empleando datos obtenidos de corales fósiles y perforaciones en el zócalo marino, han trazado curvas de los cambios en el nivel del mar desde el último máximo glacial hasta nuestros días. Esta información ha sido utilizada a nivel mundial para reconstruir paleoambientes durante el Paleolítico (Van Andel et al. 1980), explicar el poblamiento de continentes e islas (Van Andel 1989) y explicar la ausencia de sitios tempranos costeros en determinadas regiones (Richardson 1981 y 1998). En el caso de la costa de los Andes Centrales este cambio en el nivel del mar, estuvo acompañado de un cambio radical en las frecuencias del Fenómeno del Niño (ENSO) y de las corrientes marinas (Sandweiss y Richardson 2002; Sandweiss et al. 2007 y Sandweiss y Richardson 2008). Durante la primera fase del Holoceno Medio (~9,000-5,800 A.P.) también conocido como Holoceno Medio I, tenemos una línea de costa cambiante a medida que el nivel del mar va subiendo. A partir de los 12° latitud Sur la costa presentó un medio ambiente totalmente distinto al actual, con lluvias estacionales y mayor vegetación. Esto, sumado a la presencia de aguas más templadas, conllevaría a la presencia de especies marinas tropicales. El Fenómeno del Niño no esta presente. Durante la transición del Holoceno Medio I al
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Figura 2: Mapa batimĂŠtrico de la zona de estudio. (Fuente: HIDRONAV-5001).
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Holoceno Medio II (alrededor del 5,800 A.P.) se produce un cambio dramático en el ambiente de la costa peruana (Richardson y Sandweiss 2002 y Sandweiss et al. 2007). Un rápido desplazamiento de la corriente de Humboldt, de aguas frías, de los 12° Latitud Sur a su posición actual de 5° Latitud Sur, produjo un incremento en los recursos marinos (Andrus et al. 2002), entre los que destacan los cardúmenes de anchovetas (Engraulis ringens). Este cambio en las corrientes marinas iniciaría un proceso de desertificación de la costa hasta la aridez actual. El Fenómeno del Niño recurrió después de un hiato de 3,000 años (Sandweiss et al. 1996), convirtiéndose en un fenómeno climático infrecuente, dándose en intervalos de 50-100 años. Solo después del 3,000 A.P. el Fenómeno del Niño obtuvo su frecuencia periódica actual. Sumado a ello, el nivel del mar se estabiliza formándose la actual línea de playa. Estos cambios ambientales, a partir del 5800 A.P., marcarían el final del período Precerámico Medio y el inicio del Precerámico Tardío. La segunda mitad del Holoceno Medio (~5,800-3,000 A.P.) corresponde al periodo Precerámico Tardío y al surgimiento de asentamientos monumentales en la costa norcentral, estas sociedades interactuaron con una costa y un medio ambiente semejante al actual. La importancia de estos cambios en el nivel del mar, sumergiendo ocupaciones humanas tempranas, fue inicialmente postulada en la década de 1960 cuando se logran importantes avances en geología y oceanografía relativos al estudio de las placas tectónicas, el Pleistoceno, y se mapean los zócalos continentales (Richardson 2006b: 83). Por primera vez se plantea la posibilidad de sitios arqueológicos sumergidos correspondientes al Pleistoceno final y al Holoceno Temprano y Medio (Shepard 1964 y Emery y Edwards 1966). Para América del Sur, Rhodes Fairbridge (1976) es el pri-
mero en correlacionar cambios en el nivel del mar con la ocupación precerámica costera del Brasil, al obtener una serie de fechados de conchales costeros o Sambaquis y cruzarla con la geomorfología de la costa brasilera. En 1981, James B. Richardson publica el artículo Modeling the Development of Sedentary Maritime Economies on the Coast of Perú: A Preliminary Statement en donde por primera vez se postula la presencia de sitios tempranos sumergidos en el zócalo continental del Perú. A través de un análisis del zócalo continental de los Andes Centrales, Richardson (1981: 14748) sugiere la existencia de sitios costeros más tempranos en aquellas áreas donde el zócalo continental es más angosto (P.e. extremo Norte y Sur del Perú) y por consiguiente es menos afectado por cambios en el nivel del mar; por ejemplo, en el extremo Sur en donde la línea de profundidad de 100 m. se encuentra entre 1 a 5 km. de la línea de costa actual, mientras que en la costa central y norcentral, por tener zócalos continentales anchos, la línea de profundidad de 100 m. se encuentra entre 20 a 100 km. de la costa actual. Al poco tiempo, Claude Chauchat (1982, 1992 y 2006), también va a postular la presencia de sitios costeros Paiján sumergidos, al reconstruir las condiciones ambientales durante la ocupación Paiján en la costa norte. Aunque en la costa peruana no se han realizados estudios de arqueología submarina para ubicar estos sitios tempranos. Estudios en el NE de Norteamérica han podido detectar sitios sumergidos desde Florida hasta Newfoundland (Richardson 2006a y 2006b) fechados entre 10,000 a 6,000 A.P. La costa norcentral durante el Holoceno Medio. Para obtener una visión más local de lo que estaría ocurriendo en la costa norcentral durante el Holoceno Medio, se trabajó con planos batimétricos de la costa elaborados por la Di-
26 rección de Hidrografía y Navegación de la Marina del Perú. Se consideró una zona de la costa que va desde el valle de Huaura hasta el valle de Supe (figura 2). A su vez se aplicó la curva elaborada por Fairbanks (1989: figura 2) para determinar las líneas de costa durante el periodo Precerámico Medio (~9,000-5,800 A.P.), el cual se ubica
dentro del Holoceno Medio I. La curva de Fairbanks (figura 3) nos muestra que hace unos 12,500 años el nivel del mar se encontraba 100 metros por debajo del nivel actual, mientras que para el inicio del Holoceno Medio, aproximadamente 9000 A.P., el nivel del mar se encontraba a unos 40 m. por debajo del nivel actual. Es a partir de esta profundidad
Figura 3: Curva de Fairbanks para el cambio del nivel del mar. Sólo se han considerado los últimos 13 mil años de la curva, correspondientes al Holoceno Temprano y Medio (Redibujado de Fairbanks 1989: Fig. 2).
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Figura 4: Perfiles batimétricos de los cortes A, B, C, y D.
28 que en los siguientes 3,000 años el nivel del mar va a incrementarse en un promedio de 1 a 2 m. por siglo hasta llegar al nivel actual. Para poder rastrear los cambios producidos en el relieve de la costa se trazaron 4 cortes en zonas en donde se han ubicado sitios del Precerámico Tardío (figura 4), es así que el corte A-A’ corresponde a la zona de Supe Puerto donde se encuentra el sitio de Aspero, el corte B-B’ corresponde a la zona de Vegueta donde se encuentra el sitio de Vichama (también conocido como La Perlita), el corte C-C’ corresponde a la zona de Playa Chica y Bahía Salinas donde se ubica el sitio de Bandurria, mientras que el corte D-D’ corresponde a la zona de Punta Salinas donde se ha identificado el zócalo continental más angosto de la zona. Los perfiles batimétricos nos muestran cuatro diferentes relieves del zócalo continental lo que nos da cierta idea de la extensión de la costa hace 9,000 años (figura 5). En la zona de Supe se observa que la línea de costa se encontraba a 1.5 kilómetros, mientras que en la zona de Vegueta a 3.5 km de la línea de costa actual. En Playa Chica, la línea de la costa se encontraba a casi 4 kilómetros del actual litoral, mientras que en Punta Salinas la paleocosta distaba tan solo 0.5 kilómetros de la línea de costa actual. Todos los asentamientos y posibles estructuras públicas del Precerámico Medio ubicados desde el borde de la línea de playa hasta 3 kilómetros tierra adentro, se encontrarían bajo el agua. Sin embargo, la zona de Punta Salinas parece ser un lugar en donde se podrían haber conservado sitios pre 5,800 A.P. al presentar un zócalo continental muy angosto en comparación con el resto de la costa norcentral. Prospecciones en esta zona (Cárdenas 1977, 197778 y Nelson y Ruiz 2004) han identificado una serie de conchales precerámicos que podrían pertenecer al Precerámico Medio y probablemente al Precerámico Temprano, lamentablemente no se han realizado estudios más deta-
llados de estos asentamientos. Tradiciones arquitectónicas precerámicas La posibilidad de sitios precerámicos sumergidos en la costa norcentral, sumado a la ausencia de antecedentes de las grandes estructuras monumentales del Precerámico Tardío nos llevan a proponer la existencia de algún antecedente en el periodo anterior que sirvió de base para la explosión de arquitectura monumental en toda la región norcentral a partir del 4,500 A.P. aproximadamente. Considerando el desarrollo de arquitectura monumental temprana en sociedades con organización de cazadores y recolectores similara a los grupos del Precerámico Medio de la costa peruana; nos lleva a proponer la hipótesis que estos cazadores recolectores tuvieron la capacidad de construir anillos de conchas. Recientes estudios están cuestionado la relación entre la arquitectura monumental y sociedades complejas. Investigaciones en Norteamérica, al igual que en los Andes Centrales, están revolucionando el concepto que se tiene para el Arcaico Tardío (~7,000–3,000 A.P.). Se ha llegado a determinar que grupos de cazadores recolectores iniciaron la construcción de montículos de conchas y tierra de carácter monumental con fines ceremoniales (Sassaman 2008: 6). El sitio Poverty Point de Lousiana, Estados Unidos (figura 6) es, sin lugar a dudas, el ejemplo más espectacular de esta arquitectura monumental arcaica norteamericana con un área de más de 200 has. y montículos de conchas y tierra de hasta 22 m. de altura (Kidder et al. 2008: 9) construidos entre el 3,600 al 3,100 A.P. lo que correspondería al final del Precerámico Tardío e inicio del Periodo Inicial en la costa central y norcentral del Perú. Anillos de Conchas Otra tradición arquitectónica arcaica de la
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Figura 5: Sitios costeros del Precerámico Tardío correlacionados con las paleocostas sumergidas del Holoceno Temprano y Medio.
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Figura 6: Sitio arcaico de Poverty Point en Luisiana, Estados Unidos. (Adaptado de Gibson 2000: Fig. 5.2).
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costa del SE norteamericano son los anillos de concha o shell rings, construidos entre los 5,000 a 3,000 A.P. en lo que corresponde a los periodos Arcaico Medio y Tardío de Norteamérica (figura 7). Estas estructuras con diámetros entre 50 a 250 m. se presentan no sólo en forma circular sino también en forma de “U” (Russo 2008: 18), con alturas que van desde poco menos de 1 m. hasta 6 m. (figura 8). Están construidas principalmente por restos de la ostra Crassostrea virginica, común en la costa atlántica norteamericana. Excavaciones intensivas en los anillos de conchas de Norteamérica han determinado que intencionalmen-
te se depositaron restos de conchas en grandes proporciones de forma circular para levantar estas estructuras. A su vez estos círculos no están asociados a una ocupación doméstica. No se ha podido encontrar claras evidencias de viviendas en sus cimas. Sin embargo las excavaciones descubrieron una ocupación doméstica por debajo del anillo, sugiriendo que previo a la construcción del anillo se construyeron aldeas de forma circular (Russo 2008: 18). Este tipo de estructuras no sólo se limitan a la costa atlántica norteamericana sino que también han sido identificadas en Sudamérica. En las costa atlántica de Colombia (figura 9) se
Figura 7: Distribución de los sitios anillo de conchas arcaicos del SE de Estados Unidos, indicando los anillos de concha mencionados en el texto. (Redibujado de Russo 2006: Fig. 2).
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Figura 8: T铆pico anillo de conchas de ls costa atl谩ntica norteamericana, sitio Seewee, Caronila del Sur. N贸tese la mayor elevaci贸n en el lado NE de casi 3 metros. (Redibujado de Russo 2006: 83).
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han encontrado anillos de conchas que presentan cerámica temprana como Puerto Hormiga, con fechados entre 5,040 y 4,500 A.P. donde el anillo tiene un diámetro máximo de 77 m. y una altura de 1.2 m. (Reichel-Dolmatoff 1965), Monsu, con fechados entre 5,300 y 3,200 A.P, donde el anillo de un diámetro aproximado a los 100 m., presenta una elevación central de 3 m. que le da una forma de paréntesis al interior del anillo (Reichel-Dolmatoff 1985). Puerto Chacho (5,300-4,800 A.P.) corresponde a un conchal temprano que al parecer no tiene una forma definida (Legos 1989) pero que es contemporáneo con los anillos de conchas. En Ecuador también se ha reportado la existencia de anillos de conchas, aunque la información es muy escueta. Cabe destacar las excavaciones de P. Porras (1973) en el conchero El Encanto ubicado en la Isla Puná. Aunque al parecer Porras sólo excavó en el conchal anular de El Encanto, reporta la presencia de al menos de 6 anillos de conchas (figura 10) de menores dimensiones y con alturas que van desde 1 a 2 m. de altura. El anillo de conchas de El Encanto es el más grande de la isla (Porras 1973: 41) al tener una altura que va desde los 4.80 a 9 m. de altura y una forma elipsoide de 184 m. de largo en el eje mayor y 156 m. en el eje menor (figura 11). Posteriormente, Spath (1980) retomó las investigaciones en la zona, cuestionando los resultados obtenidos por Porras al determinar que más de la mitad de la deposición en el anillo de conchas de El Encanto correspondería al Precerámico o al Ecuatoriano Arcaico Tardío (Spath 1980: 67) y sólo la parte final del anillo de conchas estaría asociado a cerámica Valdivia de los periodos III–VI (Spath 1980: 72). Cronológicamente, los concheros de la Isla Puná corresponderían a una tradición anterior a los sitios Valdivia de la Península de Santa Elena que presentan una arquitectura ceremonial temprana, como es el caso Real Alto considerado como un modelo de
urbanización y arquitectura ceremonial temprana en el Nuevo Mundo. Para el Perú el único anillo de conchas identificado y estudiado corresponde al sitio Anillo ubicado en Moquegua (figuras 12 y 13). El anillo de conchas presentaba un diámetro de aproximadamente 26 m. y una altura de 2.5 m. La ocupación ha sido fechada desde 11,400 A.P. durante el Holoceno Temprano hasta 5,850 A.P. durante el Holoceno Medio (Sandweiss 2008: 148), sin embargo cuando el Anillo fue investigado ya se encontraba muy destruido y el anillo de concha propiamente dicho había desaparecido complemente. Los trabajos de excavación tuvieron que adecuarse (figura 14) a los restos que aún no se encontraban disturbados o destruidos; actualmente, el sitio ha desaparecido por completo. Sandweiss et al. (1989: 48), con la evidencia disponible, proponen la construcción del anillo de conchas alrededor del 5,850 A.P. cuando el nivel del mar ya había alcanzado su nivel actual y la línea de playa se encontraba a 0.75 km. del sitio. El sitio Anillo y los otros anillos de conchas identificados para el continente son expresiones de una sociedad que basó su subsistencia en los recursos hídricos. Debido a esto, estas estructuras se encuentran muy próximas a áreas como playas, ríos o pantanos, de donde se extrajeron los moluscos utilizados para la construcción de los anillos, como es el caso de la ostra para los sitios de la costa del SE de Norteamérica (Russo y Heide 2001: 491), la ostra ecuatoriana (Ostrea corteziensis) para los anillos de la Isla Puná o la almeja (Pitar sp.) para Puerto Hormiga en Colombia. Para el sitio Anillo en Moquegua probablemente se utilizó la macha (Mesodesma donacium) al ser el molusco más abundante de la zona (Sandweiss et al. 1989: 63-64). Debido a su proximidad al mar, los anillos son susceptibles a los cambios del nivel del mar. Si existieron anillos de conchas en la costa nor-
34 central, estos se ubicarían muy próximos a la paleocosta del Holoceno Medio I y por lo tanto, con el actual nivel del mar, se encontrarían sumergidos. La presencia del sitio Anillo, demuestra que esta tradición arquitectónica temprana no era ajena a las sociedades costeñas del Perú y probablemente estuvo como en el caso de Norteamerica, Ecuador y Colombia ex-
tendida por todo el litoral en algún momento. El sitio Anillo reflejaría a una sociedad que aún mantenía el estilo de vida de las sociedades del Precerámico Medio (basado en la caza y recolección), mientras que en la costa norcentral con el gran influjo de recursos marinos y el desarrollo de una agricultura orientada en el cultivo del algodón, se estarían sentando las bases
Figura 9: Ubicación de los sitios con cerámica temprana de Colombia. (Redibujado de Rodríguez 1995: Fig. 12.1).
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Figura 10: Ubicación de los anillos de concha ubicados en la Isla Puná, Ecuador (Redibujado de Porras 1973: 17 y Spath 1980: Fig. 2).
36 económicas que permitirían la construcción de los primeros montículos piramidales. Arquitectura pública monumental y complejidad social Los anillos de concha y otras expresiones tempranas de arquitectura pública reflejan elementos sobre la concepción del mundo o
imago mundi de sus constructores, tal como lo hemos mencionado anteriormente para la arquitectura monumental del Precerámico Tardío (Chu 2006). Las excavaciones en anillos de conchas de Norteamérica, demostraron que el espacio delimitado por el anillo, habría servido como plaza y espacio ceremonial. Un detallado mapeo de estos anillos muestra una asimetría en la dis
Figura 11: Anillo de Conchas El Encanto excavado por P. Porras. Nótese la mayor elevación en el lado SO del anillo. (Redibujado de Porras 1973: 25 y Spath 1980: Fig. 12).
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Figura 12: Ubicación del sitio Anillo en Moquegua. (Redibujado de Sandweiss et al. 1989: Fig. 1).
tribución de las conchas. El mayor volumen se estaría concentrando en uno de los lados del anillo creando una mayor altura (Russo 2004). Este patrón en los anillos de conchas estudiados para Norteamérica reflejaría una división dual con una posición más elevada dentro del anillo. Una reconstrucción fotogramétrica ha determinado que el sito Anillo también presentaba en su lado Este una altura de 8 m., tres veces más alto que el resto del anillo (Sandweiss et al. 1989: 36). El anillo de El Encanto tam-
bién presenta la misma desigualdad 4.80 m. en el lado más bajo y 9 m. en el lado más alto. Para el caso de Puerto Hormiga, Reichel-Dolmatoff (1965: 8) también hace mención que la parte Norte del anillo debió ser más alta que el resto del anillo. Estas diferencias altitudinales en los anillos de conchas están permitiendo postular que estos grupos habrían sido cazadores recolectores transigualitarios1 (Russo 2004: 49), tal como lo ha definido Hayden (1995), en donde los
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Figura 13: Foto área del sitio Anillo antes de ser destruido (SAN).
Figura 14: Excavaciones en 1982 de lo único que sobrevivió del anillo de conchas. (Foto James B. Richardson, III).
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anillos de formas abiertas reflejarían grupos igualitarios mientras que anillos cerrados y en forma de “U” reflejarían grupos jerarquizados. La principal función de estos espacios definidos por estas anillos de conchas fue la de servir de lugares de reunión y fiestas donde se habría dado una competencia social a través de la comida y bebida, un importante caldo de cultivo social, el cual para el inicio de la segunda parte del Holoceno Medio permitiría a ciertos grupos emerger como líderes. Creemos que esta tradición fue incorporada durante el Precerámico Tardío en la forma de plazas circulares asociadas a montículos piramidales respondiendo a los cambios estructurales realizados dentro de esta sociedad (figura 15). Definitivamente estos cambios sociales se reflejan en un manejo diferente del espacio público, la sacralización de ciertas áreas construidas destinadas a ceremonias religiosas y el surgimiento de nuevas formas arquitectónicas que reflejarían estos cambios sociales, Las investigaciones realizadas en la zona doméstica de Bandurria (Chu 2011) donde se excavaron y definieron unidades domésticas, claramente muestran que la sociedad del Precerámico Tardío no fue tan compleja como las investigaciones previas, basadas en su mayoría únicamente en arquitectura monumental, proponen. En las unidades domésticas excavadas no se observaron marcadas diferencias de estatus o jerarquización; lo más resaltante fue un acceso diferenciado a los recursos marinos y elementos asociados a algún tipo de ritual en una vivienda con bases de piedra (ibid. 304). Creemos que mayores investigaciones son necesarias para definir el tipo de organización social del Precerámico Tardío en la costa norcentral, pero definitivamente estas sociedades no fueron una jefatura o Estado. A partir de la evidencia que encontramos en Bandurria, la sociedad del Precerámico Tardío, correspondería a una sociedad con una incipiente jerarqui-
zación que empleando la terminología neoevolucionista estaría a punto de convertirse en una jefatura. Este tema definitivamente no es el fin de este artículo. Aplicando la lógica esbozada para los anillos de conchas, la sociedad del Precerámico Tardío en la costa norcentral aún mantendría aspectos igualitarios dentro de su conformación. La plaza circular representaría el aspecto igualitario de la sociedad del Precerámico Tardío, remanentes de los grupos transigualitarios del Precerámico Medio, mientras que un nuevo espacio social de carácter sagrado y ritual de acceso restringido estaría reflejando una incipiente (¿?) desigualdad. La formalización de este espacio construido con muros de piedra y barro reflejaría una sociedad mejor organizada más no una desigualdad social mucho más marcada que en los anillos de conchas. Este complejo arquitectónico plaza-montículo, elemento básico de la tradición arquitectónica costera del Precerámico Tardío, representaría los inicios de una dualidad existente en la sociedad andina, el surgimiento de un grupo por encima del resto de la población que se reflejaría dentro de un espacio ritual y sagrado. La gran inversión de trabajo para la construcción de esta arquitectura monumental, la ausencia de basura sobre sus pisos y el entierro ritual de estructuras en desuso reflejaría la gran importancia de estas estructuras para sus constructores; las actividades más mundanas o profanas como la preparación de alimentos se estarían realizando en áreas adyacentes, tal es el caso de la zona ceremonial en Bandurria (Huacho), donde se 1
Según Hayden (1995: 18) son sociedades que no son igualitarias ni están políticamente estratificadas (incluye a jefaturas con clases sociales relativamente fijas y patrón de asentamiento jerárquico). Es un término amplio que puede incluir a cazadores recolectores complejos y horticultores simples.
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Figura 15: Comparaciones entre anillos de conchas de Norteamérica, Colombia, Ecuador y Perú con las plazas circulares del Precerámico Tardío. Anillos de conchas: 1. Fig Island, EE.UU 2. Seewee, EE.UU. 3. Sea Pines, EE.UU. 4. Monsu, Colombia 5. Puerto Hormiga, Colombia 6. Sitio Anillo, Moquegua. Plazas Circulares: 1. Pirámide del Anfiteatro, Caral. 2. Templo Mayor, Caral. 3. Montículo 1, Bandurria. 4) Cerro Lampay. Todas las estructuras se encuentran a la misma escala y orientadas al Norte. (Redibujado de Russo 2006, Riechel Dolmatoff 1985, Riechel Dolmatoff 1965, Porras 1973, Sandweiss et al. 1989, Shady y Leyva 2003, Vega Centeno 2005a).
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Figura 16: La dualidad de la arquitectura monumental temprana durante el Precerámico Medio y su transformación durante el Precerámico Tardío.
han ubicado áreas destinadas únicamente a la preparación de alimentos al costado de las plazas y montículos. Conclusiones El surgimiento de la arquitectura monumental durante el periodo Precerámico Tardío es la más clara expresión material de los grandes cambios sociales que se dieron dentro de los grupos de la costa norcentral. Un factor importante de este cambio social fue el aumento de recursos marinos producto de la estabilización de la costa y las corrientes marinas alrededor del 5,800 A.P. y grupos humanos completamente adaptados que aprovecharon al máximo estos recursos. Este proceso no es exclusivo a los Andes Centrales sino que se dio en todo el mundo (Day et al. 2007). Comparando diversas sociedades arcaicas del continente, es muy probable que la arquitectura monumental en la costa norcentral haya tenido sus antecedentes en el periodo Precerámico Medio, en la forma de anillos o montículos de conchas, construidos muy próximos al mar. Con el aumento del nivel del mar, estas estructuras fueron sumergidas. El único sobreviviente de esta tradición correspondería al sitio Anillo, en Moquegua, construido por una
sociedad que aún mantenía un modo de vida del Precerámico Medio, posterior a 5,800 A.P. La plaza circular del Precerámico Tardío seria un remanente de esta temprana tradición arquitectónica que fue adaptada al nuevo orden social e incorporada al nuevo imago mundi del poblador del Precerámico Tardío y que constituiría la expresión material de una sociedad que aún mantiene rasgos igualitarios en su organización social. A diferencia de los otros investigadores de la región norcentral, creemos que no es necesaria una organización social compleja al nivel de jefatura o Estado para la construcción de arquitectura monumental. Para poder comprobar esta hipótesis se requiere mapear detalladamente el litoral de la costa norcentral en busca de posibles asentamientos sumergidos. De igual forma se tienen que iniciar investigaciones arqueológicas subacuáticas en el litoral de la costa norcentral, ya que hasta la fecha no se conocen sitios del Precerámico Temprano y Medio para la zona. La zona de Punta Salinas es un buen candidato para iniciar las investigaciones y encontrar sitios tempranos debido a su estrecho zócalo continental. Agradecimientos El presente artículo está basado en una ponen-
42 cia, del mismo nombre, presentada en el Simposio “Winds, Mountains, Oceans, Rivers: Ecologies and Their Social Impacts in the New World”, realizado en la Universidad de Pittsburgh, Estados Unidos, en Marzo del 2009, en Homenaje al Dr. James B. Richardson III; cuyos trabajos de muchas décadas sobre el Paleoclima y el Precerámico han servido de inspiración para este humilde texto. Bibliografía ANDRUS, Fred; CROWE, Douglas; SANDWEISS, Daniel; REITZ, Elizabeth y Christopher ROMERAK, 2002. Otolith δ18 Record of MidHolocene Sea Surface Temperatures in Peru. Science, Nro. 295: 1508-1511. Washington D.C. CÁRDENAS, Mercedes, 1977. Informe Preliminar del Trabajo de Campo en el valle de Huaura, Departamento de Lima. Seminario de Arqueología, Instituto Riva-Agüero, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima. 1977-1978. Sitios arqueológicos en la Playa Chica - Huacho (valle de Huaura). Boletín del Seminario de Arqueología, Nro. 19-20: 111126. Lima CHAUCHAT, Claude, 1982. Le Paijanien du Désert de Cupisnique: Recherches Sur 1, Occupation Prehistoriques de la Cote Nord du Perou au Debut de l’Holocene. Tesis de Doctorado, Universidad de Bordeaux I. Washington D.C. 1992. Prehistoire de la Côte Nord du Perou: Le Paijanien de Cupisnique. Centre National de la Recherche Scientifique Cahiers du Quaternaire Nro. 18. Paris. 2006. Prehistoria de la Costa Norte del Perú. Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA). Patronato Huacas del Valle de Moche. Lima.
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Quilcas en la yunga del río Chillón, nuevos planteamientos y teoría crítica1 Gori Tumi Echevarría López goritumi@gmail.com
Resumen El presente artículo hace una descripción de los sitios arqueológicos con quilcas (petroglifos) del valle del río Chillón, enfatizando un registro técnico con fines de discusión y articulación arqueológica. El resultado de este trabajo es la formulación de un contexto arqueológico de inclusión cultural de las quilcas y la propuesta de una cronología relativa que la sustenta. De todos los sitios examinados, el sitio de Checta ha constituido el sitio clave de correlación, sobre el cual se han podido articular los demás sitios del valle. Parte de esta revisión incluye la propuesta de una dispersión horizontal de las quilcas durante una de las fases tempranas de la secuencia de Checta y el reconocimiento de su regularidad formal representativa; probablemente la más antigua y compleja fase horizontal de expresión artística en la costa central del Perú. El artículo también incluye una revisión de los problemas y falencias epistemológicas que son comunes en los estudios rupestres y que han prevenido el desarrollo de la investigación científica en esta evidencia arqueológica. Palabras claves: Quilca, petroglifos, contexto arqueológico, cronología.
Quilcas in the yunga of the Chillón river, new proposals and critic theory Abstract This article is a description of archaeological sites with quilcas (petroglyphs) from the Chillón River Valley, stressing a technical record for purposes of discussion and archaeological articulation. The result of this work is the formulation of an archaeological context of cultural inclusion for quilcas and the proposal of a relative chronology to supports it. From all reviewed sites Checta site has been the key site of correlation on which all other sites of the valley have been articulated. Part of this review includes the proposal of a horizontal dispersion of the quilcas during one of the early phases of Checta’s sequence and the recognition of its representative formal regularity, probably the oldest and most complex horizontal phase of artistic expression in the central coast of the Peru. The article also includes a review of the problems and epistemological flaws that are common in the rock art research and that precede the develop of a scientific investigation of this archeological evidence. Keywords: Quilca, petroglyphs, archaeologica context, chronology.
Gori Tumi Echevarría López
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Quilcas en la yunga del río Chillón, nuevos planteamientos y teoría crítica
Quilcas dans la yunga du fleuve Chillón, nouvelles propositions et théorie critique Résumé Le présent article décrit les sites archéologiques présentant des quilcas (pétroglyphes) de la vallée du fleuve Chillón, en mettant l’accent sur un enregistrement technique en vue de permettre une discussion et une articulation archéologique. Le résultat de ce travail est la formulation d’un contexte archéologique d’inclusion culturelle des quilcas et la soumission d’une chronologie relative qui la soutient. De tous les sites étudiés, celui de Checta fut la clé de corrélation, auquel les autres sites de la vallée ont pu êtrearticulés. Une partie de cette révision inclut la proposition d’une dispersion horizontale des quilcas durant une des phases anciennes de la séquence de Checta et la reconnaissance de sa régularité représentative formelle, probablement la plus ancienne et la plus complexe phase horizontale d’expression artistique sur la côte centrale du Pérou. L’article inclut également une révision des problèmes et erreurs épistémologiques qui sont fréquents dans les recherches sur l’art rupestre et qui ont précédé le développement des recherches scientifiques sur ce thème archéologique. Mots-clés: Quilca, pétroglyphes, contexte archéologique, chronologie. Introducción El presente trabajo constituye un acercamiento preliminar a las quilcas de la región yunga del río Carabayllo o Chillón en Lima, zona que contiene una de las muestras más interesantes y representativas de este tipo de evidencia arqueológica para toda la costa central peruana. Sobre la base de un estudio en esta muestra se ha propuesto una cronología y una correlación cultural usando como parámetro la secuencia lograda en Checta, que se constituye por ahora, en el sitio con quilcas más complejo y con la única secuencia conocida para relacionar arte rupestre en la costa peruana. Consideramos que la yunga del río Carabayllo es una zona privilegiada en términos de 1 Este artículo se presentó como ponencia en el
Primer Simposio Internacional “Arqueología de las Cuencas Alto y Medio Andinas del Departamento de Lima”, 22 al 24 de abril del 2010. Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima.
evidencia arqueológica relacionada al desarrollo de la alta cultura desde el Periodo Precerámico Tardío en Lima y la evidencia de quilcas o arte rupestre conforma una de sus más altas expresiones, lo que intentamos demostrar aquí. El área geográfica La zona de estudio se centró en la llamada región yunga (Pulgar 1945) del valle del río Carabayllo o río Chillón, una región caracterizada por un valle enmarcado por dos cadenas de contrafuertes cordilleranos altamente erosionados, los que presentan numerosas quebradas laterales, hoyadas y laderas abruptas. La quebrada principal del río presenta una separación escalonada entre las terrazas cultivables y el lecho mismo del cauce, a veces por varios niveles, lo que caracteriza el valle en esta zona; existiendo además un monte ribereño compuesto por gramíneas, caña brava y arboles como el molle. El entorno es semi desértico de clima cálido, donde destaca el cactus columnar “Curis” que es endémico de esta zona (figura 1).
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Figura 1: Paisaje de la campiña en la chaupiyunga del valle de Yangas, río Carabayllo o Chillón. Vista hacia la quebrada alta. Checta. Foto Gori Tumi 2007.
El área que comprende la región Yunga en la cuenca del Chillón va aproximadamente desde la localidad de Trapiche, en el límite provincial entre Lima y Canta, hasta la localidad de Retama, sobre la quebrada alta del río, a los 2300 msnm. No obstante la zona de investigación sólo se circunscribe desde el sitio arqueológico de Chocas, dos kilómetros al Sur de Trapiche, hasta el sitio arqueológico Quivi, ubicado en la misma localidad de Santa Rosa de Quives, que cubre el inicio de la región hasta la chaupiyunga, es decir hasta la mitad de la región comprendida por la Yunga (figura 2). Es importante decir que aunque la delimitación comprende un territorio geográficamente bastante circunscrito, ésta se ha hecho siguiendo un parámetro basado únicamente en la pre-
sencia de evidencia arqueológica. La muestra rupestre Hasta hoy se tiene referencias de diez sitios arqueológicos con quilcas en la yunga del río Carabayllo o Chillón, y aunque se pueda pensar lo contrario, esta cantidad es muy sobresaliente, considerando que la mayoría de valles yungas en la costa central del Perú poseen muestras individuales de sitios con quilcas, los que no han sido estudiados en detalle y permanecen como unidades desagregadas del panorama arqueológico de su área. La gran diferencia comparativa de la muestra de quilcas del Chillón es que ésta ha sido parcialmente examinada siguiendo procedimientos estandarizados diseñados por el autor de este artículo.
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Los sitios arqueológicos con quilcas de los que se tiene noticias son (figura 3): 1. Quivi A, sitio arqueológico con pictografías (descubierto el 2007 por Wilber Saucedo). 2. Quivi B, sitio arqueológico con petroglifos (Villar Córdoba 1935), 3. Checta, sitio arqueológico con petroglifos (Villar Córdoba 1935), 4. Pucará A, sitio arqueológico con petroglifos (Villar Córdoba 1935), 5. Pucará B, sitio arqueológico con pictografía (Alberto Bueno, conversación personal 2008) 6. Alcacoto, sitio arqueológico con petroglifos
(Villar Córdoba 1935), 7. Chocas, sitio arqueológico con petroglifos (descubierto por Gori Tumi y Alex Zúñiga el 2001), 8. Macas, sitio arqueológico con geoglifos (Silva 1996), 9. Torreblanca, sitio arqueológico con geoglifos (Rostworoswki 1977, Rodríguez 1999), y 10. “Ancón”, sitio arqueológico con petroglifos (Justo Cáceres, conversación personal 2008). De estos diez sitios, sólo hemos podido examinar directamente Quivi A y B, Checta, Pucará y Chocas (figura 3), sitios que han mostrado un
Figura 2: Mapa de la cuenca del río Chillón mostrando la extensión aproximada, en el valle, de la región yunga.
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Figura 3: Mapa de la cuenca del río Carabayllo o Chillón mostrando los sitios con quilcas mencionados en el texto, los sitios en cursiva son aquellos que han sido examinados por el autor.
mal estado de conservación debido al vandalismo, encontrándose la mayoría de ellos en peligro de destrucción inminente. De todos estos sitios únicamente “Quivi A” presentó pictografías, y los demás sitios constituyeron yacimientos con quilcas producidas mediante percusión directa sobre roca, es decir petroglifos. En este trabajo vamos a discutir únicamente los sitios con petroglifos, que han servido de base a un análisis arqueológico de las quilcas del valle. Quivi El sitio arqueológico de Quivi, con quilcas, fue descubierto por el Dr. Pedro E. Villar Córdova
a comienzos del siglo XX, mencionándolos en su clásico libro “Las Culturas Prehispánicas del Departamento de Lima” de 1935. Posteriormente en 1986 el cubano Núñez Jiménez, gracias a la guía de la Sra. Consuelo Arancibia, publicó un registro parcial presentando sólo dos de las numerosas quilcas que este sitio incluye. El año 2008 la Asociación Peruana de Arte Rupestre (APAR) registra nuevamente parte de este sitio publicando una de sus quilcas principales (Lazo y Echevarría 2008). Más tarde, ese mismo año, los estudiantes de arqueología de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, correspondientes a la cátedra Métodos I del
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Lic. Daniel Morales Chocano, redescubren en forma completa el sitio registrando dieciocho quilcas (figuras 4 y 5). La investigadora del sitio, Débora Infanzón (2010), ha hecho un análisis comparativo de las quilcas concluyendo que existen suficientes índices de similaridad formal – estilística, establecidos mediante comparaciones controladas, como para proponer que las quilcas del sitio son contemporáneas entre sí y corresponden a un solo estadio cultural de ocupación y producción rupestre. Infanzón ha asociado el sitio al Periodo Inicial (1800-900 años aEC), siguiendo relaciones contextuales intersitios. La mayoría de motivos de las quilcas de Quivi son abstracto geométricos. Checta Una serie de estudios recientes sobre el sitio de Checta han cambiado radicalmente la forma de como este yacimiento era estimado. Checta
Figura 4: Quilca del sitio arqueológico de Quivi. Foto Gori Tumi 2008.
Figura 5: Quilca del sitio arqueológico de Quivi. Foto Gori Tumi 2008.
53 fue descubierto en 1925 por Pedro E. Villar Córdova, quien publica un notable estudio sobre el sitio en su libro sobre la arqueología de Lima (Villar 1935). Villar estimaba que el sitio era un templo a los dioses Chinchay, Huaman y Amarus; y que las quilcas constituían hitos demarcadores entre poblaciones hanan y hurin, así como “corrales sagrados” con representaciones de los dioses. En 1952 Teodoro Casana propone que las quilcas de Checta corresponden al periodo Chavín cuya influencia cultural se encuentra explicita en las quilcas (Casana 1976); afirmación que es soportada por Villar Córdoba (1976: 9-10), quien corrobora esta filiación mediante comparación artística y asociación cerámica. En 1970 Hermilio Rosas va a confirmar todas las propuestas antedichas al establecer una relación contundente entre el componente más temprano de la cerámica Chavín de Ancón y la cerámica de Checta que él personalmente registrara en el sitio en 1963 (Rosas 1970: 233). A fines de los años 70 del
siglo pasado, el francés Jean Guffroy realizó un registro y estudio extenso del sitio para su tesis de doctorado en la Universidad de la Sorbona, concluyendo que Checta corresponde al Periodo Intermedio Temprano (200-600 años dne.) mediante una asociación material, arquitectura y cerámica (Guffroy 1987, 2007). La propuesta de Guffroy rompió literalmente el esquema de agregación cultural del sitio hasta ahora vinculado a la influencia cultural o ideológica de Chavín, dejando Checta en el limbo de las relaciones sociales del periodo. Recientemente no obstante hemos emprendido una serie de investigaciones en el sitio retando la cronología propuesta por Guffroy y reestableciendo el contexto arqueológico primario del sitio para una articulación cultural compleja. Nuestro trabajo empezó el 2001 con el descubrimiento de la quilca de Chocas y con la proposición, a partir del estudio comparativo de los sustratos figurativos de ambos sitios, que las quilcas de Checta corresponden al Periodo
Figura 6: Quilca del sitio arqueológico Checta, Fase 1. Foto Gori Tumi 2006.
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Figura 7: Quilca del sitio arqueológico Checta, Fase 2. Foto Gori Tumi 2010.
Inicial de la cronología andina (Echevarría 2004 y Echevarría y Ruiz 2010b). Nuestra investigación nos ha permitido ampliar nuestra propuesta y hemos establecido una secuencia de fases de producción rupestre en Checta, basada en superposición y correlaciones cruzadas de amplio espectro que incluyen grupos representativos de quilcas en diferentes sitios de Lima (Echevarría y Ruiz 2010a y Echevarría 2011). La secuencia parte de la Fase 1 (circa 2500-2000 años a.E.C.) compuesta de piedras con “cúpulas” u pequeños hoyos percutidos (figura 6); Fase 2 (circa 2200 – 1000 años a.E.C.), compuesta por motivos abstracto geométricos (figura 7); la Fase 3 (circa 1200-600 años a.E.C), compuesta por representaciones seminaturalistas antropomorfo – zoomorfas (figura 8); y la Fase 4 (circa 800-200 años a.E.C.), caracterizada por motivos seminaturalistas representando Amarus (figura 9). Esta secuencia es la más completa para el arte rupestre de Lima y, como se verá, sirve de referencia contextual a los demás sitios con quilcas del valle.
Figura 8: Quilca del sitio arqueológico Checta, Fase 3. Foto Gori Tumi 2010.
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Figura 9: Quilca del sitio arqueológico Checta, Fase 4. Foto Gori Tumi 2010.
Pucará Pucará es otro de los sitios mencionados por Villar Córdoba (1935). En 1986 Núñez Jiménez publica un calco de sus motivos haciendo una descripción somera del sitio. En el 2008 la Asociación Peruana de Arte Rupestre (APAR) hace una visita al yacimiento, realiza un nuevo registro y publica un estudio específico (Echevarría 2010). El sitio consiste de una quilca individual que presenta numerosos motivos asociados, todos ellos de tipo abstracto geométrico (figuras. 10 y 11) correspondientes claramente a la Fase 2 de Checta. La evidencia en Pucará demuestra además la complejidad en el desarrollo de los motivos abstractos de la secuencia de Checta y Chocas siendo un sitio de suma importancia para entender el desarrollo de este tipo de representación figurada en el valle. Esta quilca lamentablemente se encuentra en inminente peligro de destrucción por el vandalismo a que ha sido objeto: la disturbación total de su entorno inmediato y las construcciones modernas que avanzan hacia su área.
Figura 10: Quilca del sitio arqueológico Pucará. Foto Gori Tumi 2008.
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Figura 11: Quilca del sitio arqueológico Pucará. Foto Gori Tumi 2009.
Chocas El sitio Chocas fue descubierto por Gori Tumi y Alex Zúñiga Criollo el año 2001 durante una visita al sitio con arquitectura monumental del mismo nombre. La quilca se encontró en un área disturbada por remoción de piedras sobre uno de los flancos laterales del edificio principal y central del monumento, un complejo con arquitectura en planta U, asociado, por una vinculación formal, al Periodo Inicial (1800800 años a.E.C.) (Williams 1984). Mediante un examen del yacimiento se determinó que la piedra debió corresponder a las fases de ocupación del sitio, o al momento del abandono (Echevarría 2004 y Echevarría y Ruiz 2010), aunque se puede asumir adicionalmente que la quilca pudo se producida antes y reusada durante el funcionamiento del edificio en el
Periodo Inicial. De cualquier forma ésta es la única quilca descubierta en directa asociación a arquitectura, y es una de dos muestras aún identificadas en el sitio (figuras 12 y 13). Los motivos presentes fueron analizados y se propuso su contemporaneidad, caracterizándose por representaciones abstracto geométricas. Análisis y resultados preliminares Existe una clara vinculación a nivel formal – estilístico como para poder establecer una relación horizontal entre todos los sitios arqueológicos descritos, los que se pueden incluir en la secuencia cronológica de Checta, correspondiente a la Fase 2 de su producción de quilcas (circa 2200 y 1000 años a.E.C.). Esta relación no es casual y se confirma contundentemente en las variables analíticas (formal y estilística)
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Figura 12: Quilca del sitio arqueológico Chocas. Foto Gori Tumi 2005.
que coinciden a un alto rango, permitiendo la proposición lógica de hipótesis de correlación cultural, agrupamiento o cronología. La Fase 2 de Checta que agrupa quilcas con un mismo patrón formal representativo se compone de motivos simples, líneas rectas, curvas, espirales, círculos, circunferencias con punto interior y motivos compuestos por estos mismos elementos como cruces, circunferencias con apéndices lineales rectos o curvos, circunferencia con líneas irradiadas, figuras curvilíneas, y motivos rectilineales. Estos parámetros formales incluyen también arreglos de simetría dentro de las figuras, ya sea círculos partidos en dos mediante una línea recta, subdivisiones, y figuras lineales con terminaciones opuestas de círculos con punto interior, entre otras. Estos son precisamente los componentes figurados de los sitios Quivi, Pucará, y Chocas incluyendo
en todos los casos el uso de puntos percutidos, tipo cúpulas, cuya presencia, en una fase independiente, es más característica en Checta. La asociación significativa de los sitios conlleva al establecimiento de un sistema de sitios con quilcas que cubre un área al interior del valle, que va desde el nacimiento de la Yunga, en Chocas, hasta la chaupiyunga propiamente dicha, en Quivi. Este es sólo un índice de presencia actual de sitios que es significativo, pero que no implica un patrón de asentamiento específico. Muchos de los sitios con quilcas del valle han debido desaparecer por procesos tafonómicos y lo que se está examinando es sólo un remanente de esta presencia; tal como lo es Quivi A, el único sitio con pinturas registrado en el Yunga del Chillón en la actualidad (Saucedo 2010), un verdadero relicto pictórico del valle. Sin embargo si es significativo que los si-
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Figura 13: Quilca del sitio arqueológico Chocas. Foto Gori Tumi 2002.
tios, correspondientes todos a fines del Periodo Precerámico y al Periodo inicial, tengan una distribución tan consistente en el valle. Una correlación primaria entre la distribución de sitios con quilcas y arquitectura monumental temprana, sugerida por la asociación de la quilca de Chocas al edificio temprano que la soporta, inmediatamente alude que existe una gran vinculación entre quilcas y arquitectura monumental temprana (figura 14). Así tenemos que Quivi se encuentra espacialmente asociado a un edificio del Período Inicial (Patterson y Moseley 1968), Checta de igual modo (Silva 1996), Pucará se asocia al sitio de Pacaray o Pucará (Bueno 1983 y Silva y Jaime 2000), y Chocas de forma contundente al edificio monumental del mismo nombre (Echevarría 2004, Echeva-
rría y Ruiz 2010b). La evidencia expuesta es una evidencia circunscrita, donde, ciertamente, se favorece la asociación cultural más significativa. Esto puede parecer arbitrario inicialmente, pero existe data que demuestra que existe una vinculación concreta, contextualmente verificada, entre asentamientos del Periodo Precerámico - Periodo Inicial y quilcas, al menos desde el valle de Supe hasta el valle de Lurín (Echevarría 2011), datos que no ameritan revisar ahora. Una relación contextual en la escala sugerida es una estrategia de articulación arqueológica que permite vincular datos mediante una relación artefactual técnicamente establecida (quilcas), datos que no serían relevantes si se consideran fragmentaria o aisladamente. Hasta que no se practique una datación directa en las piedras, ninguno de estos sitios puede ser fechado individualmente en forma sólida, salvo supervalorando las asociaciones más comunes, lo que ha llevado a gruesos errores de apreciación lógica, como veremos después. Es un hecho, no obstante, que en la cuenca del río Carabayllo o Chillón sólo un sitio de los examinados (Checta) incluye una secuencia altamente compleja con, al menos, cuatro fases temporales diferenciadas, y que de estas fases sólo una nos ha servido ahora para una articulación arqueológica como la propuesta. En la arqueología peruana una vinculación de este tipo, horizontal, basada en la definición de un complejo morfológico (en este caso las quilcas de la Fase 2 de Checta), implican, “representan o simbolizan un periodo o un momento importante en el desarrollo histórico de un área cultural” (Muelle et al. 1958), que en este caso constituye el valle de Yangas y en extenso la cuenca media y baja del río Carabayllo. Si el punto de referencia temporal de la Fase 2 de Checta (entre el Periodo Precerámico Final y el Periodo Inicial) es definido con confiden-
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Figura 14: Mapa de la cuenca del río Carabayllo o Chillón mostrando la distribución de los sitios arqueológicos con quilcas en relación a los sitios del Periodo Inicial y Horizonte Temprano del valle. Las referencias de los asentamientos arqueológicos fueron tomadas de Silva (1996, Fig. 63)
dencia, entonces no hay inconveniente teórico en considerar relevante la asociación cronológica, además de la articulación de este material con la arquitectura monumental como un mismo sistema de desarrollo. A partir de la Fase 2 la producción de quilcas en Checta declina contundentemente y las Fases 3 y 4 parecen estar relacionadas a un nuevo tipo de representación figurada, probablemen-
te condicionada por la influencia cultural de Chavín y la desestructuración de los sistemas representativos que imperaban en Lima por aproximadamente 1500 años. Checta es el único sitio registrado que aún mantiene una tradición consistente de producción de quilcas hasta bien entrado el Horizonte Temprano, y al inicio de nuestra era es probable que éste y los demás sitios con quilcas del valle permanezcan
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ya como reliquias de siglos atrás. Perspectiva teórica, “viejos” y “nuevos” planeamientos Teóricamente nuestra aproximación es una ruptura a la forma “tradicional” de la investigación rupestre impuesta especialmente por los investigadores extranjeros en el valle, cuyas propuestas generalmente adolecen de serios errores de apreciación lógica y de formulación epistemológica. Las ideas de Guffroy para Checta (1987, 2007) son un ejemplo de esta situación, cuyo punto crítico es el uso de falsas presunciones o premisas. A continuación vamos a examinar algunos de estos problemas para diferenciar el valor de nuestra propia apreciación en las quilcas del río Carabayllo o Chillón. -La falsa premisa de la integridad de la evidencia y de la valides de los índices diagnósticos Uno de los errores más frecuentes en la estimación de los sitios con quilcas es la consideración de que la evidencia expuesta constituye el total del material cultural producido y dejado en el sitio por la población a la que corresponde socialmente. Esta es una imposibilidad lógica absoluta. Lamentablemente esta percepción está tan extendida que la mayoría sino todas las aproximaciones sobre la distribución, organización y arreglo de los sitios parten de esta tácita consideración y se elaboran posteriormente como ideas y proposiciones acerca de patrones de disposición y arreglo, incluyendo cronologías y secuencias asociadas. Es un hecho real que el contenido de los sitios arqueológicos constituye solo un remanente de un proceso tafonómico y lo que podemos observar fenomenológicamente solo constituye un monto parcial y fragmentario de un proceso de producción que cubrió un lapso de tiempo determinado. Por lo tanto lo que se observa no es sino el resultado condicionado de un proce-
so de deterioro que irremediablemente está alterando o destruyendo los sitios arqueológicos, los que no pueden de ninguna manera constituir imágenes ajustadas del estatus original al momento de su abandono. Esto es incluso más importante si consideramos que al refutarse la falsa premisa de contemporaneidad, los sitios con quilcas no han presentado en ninguna de sus fases de producción una imagen conjunta como la que puede verse al momento de su abandono, constituyendo en la mayoría de los casos constructos de imaginería multicomponente, que fue acumulándose y perdiéndose a través del tiempo. Esto anula definitivamente los índices de distribución arqueológica, cuyo valor carece de lógica alguna hasta que se compruebe a ciencia cierta el monto de la producción original de los yacimientos, cosa que es imposible de hacer. En este mismo sentido es imposible considerar algunos rasgos de las quilcas como culturalmente diagnósticos cuando la existencia de estos mismos rasgos está condicionada por factores tafonómicos. Puesto de otro modo, si la supervivencia de las quilcas es un factor de tiempo, la tafonomía selecciona a favor de los rasgos con más probabilidades de sobrevivir (Bednarik 2007) relegando el resto que sufre deterioro y destrucción. Esto es crucial para poder comprender que en contextos de quilcas antiguas los petroglifos producidos con percusión profunda, por ejemplo, han tenido más oportunidad de llegar hasta hoy, que aquellos producidos por percusión leve. La falacia más típica sobre este hecho es considerar a los petroglifos como rasgos culturales diagnósticos de la costa y a las pinturas como diagnósticos de las zonas alto andinas, cuando se entiende que la existencia de las pinturas en la costa está condicionada por procesos tafonómicos, los que no han permitido su supervivencia. No es verdad que los petroglifos sean diagnósticos de la costa en ningún sentido, por lo tanto los ín-
61 dices cuantitativos y estadísticos elaborados a partir de esta falacia, hechos sobre una premisa de ausencia presencia, no tienen valor lógico para estimar el comportamiento social de la gente pasada. -El relativismo de la “asociación” arqueológica Debe considerarse como un axioma para los estudios rupestres que una relación espacial entre objetos (un objeto mueble [o inmueble] y quilca) no explica, a priori, la existencia del fenómeno rupestre; no establece su datación, no define su contexto de correspondencia cultural y no implica, tampoco, una relación funcional significativa en ningún sentido. El término “asociación” en los estudios rupestres ha sido sacado generalmente fuera de correlación teórica y se aplica indiscriminadamente sin considerar parámetros de deposición y sincronía, y la existencia de un contexto físico determinado en que esa deposición ha sido efectuada, que generalmente lo constituye un “contexto cerrado” expuesto controladamente. La cercanía de materiales arqueológicos y quilcas (arte rupestre) sólo establece una relación espacial plana que no tiene a priori ningún sentido cultural, como ya hemos dicho, pudiendo ser explicado de muchas diversas maneras, como por ejemplo mediante argumentaciones geomorfológicas (huaycos, desprendimientos, etc.) o antrópicas (traslado de objetos muebles, edificación, etc.). Una “asociación” debe implicar una relación cultural significativa para ser considerada, y esta debe hacerse explícita mediante una argumentación lógica. Debemos apuntar que una “asociación significativa” es incluso una referencia relativa, y generalmente sólo establece un parámetro mínimo de consideración temporal para una deposición o hecho terminus post quem, que no explica necesariamente el origen o la creación del fenómeno estudiado, cuestiones que requieren necesariamente explicaciones inde-
pendientes. La cercanía no constituye un argumento para explicar relación cultural alguna entre materiales arqueológicos. -La falsa premisa de la contemporaneidad y la uniformidad cultural Una de las premisas falsas más comunes en los estudios rupestres es la consideración tácita de la contemporaneidad de los motivos que se encuentran juntos en un mismo soporte pétreo; la que se extiende a las piedras entre sí y al sitio en conjunto. El resultado de esta premisa es la estimación del sitio como una unidad cultural uniforme con una cronología generalmente uniforme, y ésta es exactamente la forma como se consideró Checta por muchos años. Antes de proponer la cronología de un sitio primero debe establecerse la contemporaneidad de los motivos dentro de las piedras, y de las piedras dentro del sitio; siendo concluyente que la contemporaneidad de las quilcas, entre motivos y piedras, deba proponerse mediante argumentaciones lógicas refutables. Una de las razones por la cual no se debe asumir la contemporaneidad de los motivos en las piedras tiene que ver con el hecho que la producción de la quilca (arte rupestre) no ha implicado la producción del soporte, por lo tanto, la quilca, como producto final, no constituye una unidad contextualmente cerrada, integrada, por un proceso de producción que la haya creado en todas sus características. El proceso de producción de la quilca, por tanto, debe examinarse en todos sus aspectos, más allá de la creación de los motivos, para poder establecer los parámetros de sincronía en la producción y los contextos de pertenencia asociados. La imagen de una quilca es sólo el resultado de un proceso de producción complejo que no implica, a priori, ninguna relación cultural conjunta, la que debe establecerse mediante argumentaciones lógicas. Como en el caso anterior la “asociación” o cercanía entre motivos no tiene
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implicancias culturales de ningún tipo, las que deben establecerse mediante argumentaciones lógicas o proposiciones refutables. -Falsa premisa de la factibilidad de una explicación formal interpretativa. El problema de “iconocentrismo” La preocupación casi absoluta por el registro y el estudio del motivo figurado (la imagen) de las quilcas, ha llevado a los estudios rupestres a concentrarse en la interpretación del significado de las imágenes, la cual es una de las perspectivas fundamentales de los estudios iconográficos. Esta preocupación por la interpretación no obstante conlleva la premisa de que es posible una explicación directa sobre la base de un “análisis” de las cualidades formales de la imagen rupestre; lo que podría llamarse una “aproximación formal-interpretativa”. Esta premisa es errónea, en primer lugar porque presupone a priori la posibilidad de poder comprender los procesos cognitivos, condicionados culturalmente, de los hombres que produjeron las quilcas. Y en segundo lugar, porque presupone una capacidad innata del “investigador” para poder comprender este significado o la intención del productor de la quilca. La perspectiva interpretativa hecha a priori, que conlleva los condicionamientos expuestos, no tiene ningún valor lógico en una aproximación científica del arte rupestre, así sea correcta, porque no puede ser formulada en términos lógicos mediante proposiciones refutables. Bednarik (2007: 153) puntualiza correctamente: “nuestra percepción no define realidad, y aún menos ésta define la realidad percibida por otras culturas”. Estos parámetros interpretativos, condicionados por un enfoque iconográfico e historicista, impuestos en el Perú desde la década del 60, son generalmente tan ambiguos que obvian la definición del contexto cultural y temporal de correspondencia y se asumen como hechos regulares atemporales,
lo cual carece de perspectiva lógica incluso siguiendo los procedimientos regulares de análisis iconográfico. Es importante recalcar que la premisa interpretativa obvia los aspectos de correlación temporal intra soporte y asume, adicionalmente, la contemporaneidad de todos los motivos que “interpreta” reforzando su cadena de falencias lógicas. -Falsa premisa del “orden” y “caos” representativo Es común ver que se asume la existencia de una unidad representativa en muchos sitios con quilcas o arte rupestre, sobre la base de una percepción externa particular, autosugestionada, de los motivos rupestres que “parecen” ser similares o disimilares al espectador o investigador rupestre. Esta consideración lleva a la presunción de la “regularidad” representativa (o no) y la suposición de un orden o caos figurativo que puede ser expresado en “estilos” o “tradiciones” rupestres, las que carecen en la mayoría de los casos de valor lógico alguno. La presunción de un “orden” representativo, expresado generalmente como un estilo o tradición no tiene ningún valor para un análisis científico sino esta expresado en términos lógicos y si no se expone como el resultado de un análisis que incluya la definición de los parámetros y variables que sirvieron para detectar ese orden, los que van más allá de una percepción sicológicamente condicionada, y que no tiene a priori ninguna implicancia temporal o cultural significativa. En sentido opuesto, también debe justificarse analíticamente las razones por la cual no se percibe un orden representativo. La tendencia a entender las quilcas o el arte rupestre en términos de estilo o tradición deriva en parte de la historia del arte europeo y de los análisis ceramográficos y del estudio del arte figurativo que este expone en el Perú, el cual está generalmente basado en parámetros de representación formal figurada. Estas referencias son tan comunes y extendidas que en la actua-
63 lidad nadie se pregunta cuales son las razones teórico metodológicas por la cual un estilo es reconocido como tal y cuáles son sus implicancias culturales y temporales. Esta dependencia metodológica hace que los estudios rupestres no puedan correlacionarse teóricamente al mismo nivel del análisis regular de otros artefactos, como la cerámica sea el caso; puesto que implica todos los problemas y falsas premisas ya mencionadas más arriba. La aproximación metodológica sin revisar proveniente del estudio de otros artefactos, entendida como una premisa al estudio rupestre, ha hecho prácticamente imposible un estudio científico de las quilcas del Perú hasta la actualidad. Últimamente, mediante procedimientos técnicos explícitos, se logró determinar que sí existen claros parámetros de representación regular en las quilcas de Lima, cuyo contexto de articulación cultural fue determinado primero. En este sentido, debe entenderse que el “orden” o el “caos” representativo, no condiciona los aspectos de correlación cultural de las quilcas en sentido alguno, y para que tengan valor lógico, deben ser expuestos técnica y explícitamente, y deben ser contrastados con contextos arqueológicos de articulación cultural. Investigación y nuevas hipótesis sobre las quilcas del río Chillón Toda la elaboración precedente en realidad constituye un conjunto de nuevas ideas, de nuevos planteamientos teóricos y metodológicos, y es el resultado de una nueva aproximación integral al problema rupestre peruano. En este sentido el valle del Carabayllo o Chillón se constituye ahora en la primera unidad territorial articulada por un componente rupestre que, desde una perspectiva teórica, constituye nuestra variable principal o dominante para esta articulación. Esto es importante de destacar, las nuevas hipótesis sobre las quilcas del río Carabayllo son el resultado de las nuevas
ideas en el estudio del arte rupestre y se articulan concatenadamente como causa y efecto teórico. Vamos a puntualizar directamente algunos aspectos que creemos son sustanciales en esta nueva dirección de investigación rupestre y para los fines del presente artículo: . Se ha buscado el desarrollo de una verdadera aproximación arqueológica, en el sentido lógico que ésta implica, para el estudio de las quilcas; siendo una prioridad la definición y el establecimiento del “contexto arqueológico” de correspondencia de los motivos rupestres, de las piedras con los motivos y de los sitios con las piedras; incluso antes de cualquier proposición de articulación cultural relacionada, sea esta intrasitio, intersitios o a nivel regional. . Se ha buscado establecer una aproximación lógica explicita a los problemas arqueológicos de las quilcas del valle de Carabayllo, basados en proposiciones lógicas y refutables. Y ésta es una perspectiva epistemológica inicial. Los estudios rupestres a nivel científico recién se están iniciando en el Perú y en este sentido se están exponiendo las gruesas falencias que los estudios rupestres precedentes tenían. . Hipotéticamente se debe considerar a Checta como el sitio con quilcas más complejo de la costa central hasta ahora, presentando al menos cuatro fases de producción rupestre con contextos arqueológicos independientes pero no aislados; de estas etapas, la Fase 2 es la más significativa pues ha sido la responsable de la mayor extensión del sitio y ha permitido articular, siguiendo parámetros de correlación cultural, todos los demás sitios del valle. . Los sitios de Quivi, Pucará y Chocas corresponden a una sola fase de producción de quilcas, esta fase se correlaciona con la Fase 2 de Checta con la que debe articularse. Esta fase de producción rupestre en Checta es tan extendida que soporta la idea de una dispersión horizontal de quilcas a través del valle, constituyendo
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un horizonte rupestre en el sentido más amplio del término. . Hay una fuerte vinculación entre quilcas y arquitectura monumental temprana (Periodo Precerámico e Inicial) cuyo enlace se correlaciona al nivel de patrón de asentamiento - distribución de quilcas y monumentos a través del valle -, y a nivel de asociación física como se ha podido verificar en Chocas. Esta evidencia, en conjunto, es muy relevante más allá de su carácter meramente indicativo si se viera como hechos aislados. La asociación entre arquitectura o asentamientos tempranos y quilcas se toma al nivel de una asociación significativa y son un índice claro de correlación material arqueológica. . Con la Fase 2 de Checta, extendida horizontalmente en el valle, hay evidencia de que un pensamiento estandarizado, representado por los mismos códigos figurativos, se extendió a través de la cuenca media y baja del valle, y más allá a través de diversos valles de la costa central del Perú. El Chillón puede considerarse la muestra más representativa de esta evidencia y sus implicancias pasan por la consideración de un arte estándar y de un desarrollo cognitivo uniforme que debe entenderse como una expresión gráfica altamente convencional, la que ya hemos interpretado como escritura ideográfica (Wong y Echevarría 2011), misma que precede cualquier otro desarrollo del tipo, en cualquier otro soporte, en la arqueología del Perú. Conclusiones En 1963 la Universidad Nacional Mayor de San Marcos publicó el catálogo de la “Primera Exposición Nacional de Quilcas”, en donde se incluía, entre otros, un análisis sucinto del sitio arqueológico de Checta. En este análisis se propone que Checta había atravesado tres épocas, las que se podían distinguir mediante la observación de la variantes en la coloración de los
motivos, siendo las más antiguas las que presentaban una coloración que “se confunde con el color superficial de la piedra” y las más recientes “las que ofrecen la coloración de la piedra recién raspada” (UNMSM 1962/1963:10). Esta es la primera determinación técnica de la secuencia cronológica relativa de las quilcas hecha mediante la observación de una afectación físico química del soporte, que ahora conocemos con el término de “patinación”; fenómeno que se sabe presenta variaciones perceptibles a través del color que son dependientes del tiempo, y que tan adecuadamente han sido descritos para Checta por el catálogo mencionado. Aunque ahora no es posible contrastar adecuadamente estas apreciaciones, debido al pésimo estado de conservación de las quilcas de Checta, debe destacarse el hecho que los estudios rupestres en el Chillón han tenido claros fundamentos científicos, los que lamentablemente fueron abandonados por la prosecución de ideas foráneas de poco sustrato técnico epistemológico. Ahora, recurriendo a nuevas estrategias, vemos con satisfacción que nuestros planteamientos pueden ser equiparados a los intentos técnicos por estudiar los sitios con quilcas hechos muchos años atrás por los investigadores peruanos, y vale recordar los inmensos esfuerzos de Pedro E. Villar Córdova, Teodoro Casana, Hermilio Rosas y los investigadores de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, que son la base sustancial de nuestros aportes. Los estudios de las quilcas del Perú deben seguir el legado de los pioneros peruanos y sin ninguna duda tienen como paradigma los más altos estándares de la investigación científica. Bibliografía BEDNARIK, Robert, 2007. Rock Art Science. The Scientific Study of Palaeoart. Aryan Books international. New Delhi.
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La fiesta del agua en el distrito de Sangallaya, provincia de Huarochirí, Lima Yadelith Tania Noel Veramendi yadelith_arqueologia@yahoo.es
Resumen Cuando los fenómenos naturales castigaban a las poblaciones andinas y el agua escaseaba en el antiguo Perú, hubo necesidad de recurrir a mecanismos ideológicos, donde el agua adquirió un valor sagrado en la mentalidad de las poblaciones hasta convertirse en un fenómeno simbólico envuelto en rituales y ceremonias, mitos y leyendas. En diversos distritos de la provincia de Huarochirí, como es el caso de Sangallaya, aún perduran prácticas rituales, observadas en la denominada fiesta del agua, cuyo escenario tiene lugar en el paraje denominado “Sacoca”. Allí se han identificado elementos simbólicos prehispánicos, como las fuentes de agua y las denominadas “huancas”, asociados a los asentamientos de Lipaya y Mitolaya, que presentan una ocupación del periodo Intermedio Tardío e Inca y se encuentran vinculados a elementos de culto cristiano, producto del proceso sincrético que sufrió el área desde las campañas de extirpación de idolatrías en el siglo XVI. En este artículo, resultado de nuestras investigaciones de campo realizadas desde el año 2008 hasta la actualidad, haremos una descripción de la fiesta del agua organizada por el distrito de Sangallaya, con el propósito de dar a conocer su importancia y contribuir a la permanencia de estas prácticas prehispánicas en épocas actuales. Palabras claves: Huarochirí, fiesta del agua, simbolismo, rituales.
The feast of the water in Sangallaya district, province of Huarochirí, Lima Abstract When natural phenomena punished the Andean populations and water was scarce in the old Peru, there was need for ideological mechanisms, where the water acquired a value in the mentality of the populations to become a symbolic phenomenon involved in rituals and ceremonies, myths, and legends. In various districts of the province Huarochirí, as it is the case of Sangallaya, still remain practices observed, rituals in the so-called feast of the water, whose scene takes place in the place called “Sacoca”. There pre-Hispanic symbolic elements have been identified, as the sources of water and the so-called “Huanca”, associated with the settlements of Lipaya and Mitolaya, which presented an occupation of the Inca and Late Intermediate period and are linked to elements of Christian worship product of the syncretic process suffered the area from campaigns of extirpation of idolatry in the 16th century. In this article, the result of our field research since 2008 until now, we will make a description of the feast of the water organized by Sangallaya district, in order to publicize its importance and contribute to the
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permanence of these pre-Hispanic practices in current times. Keywords: Huarochirí, the feast of the water, simbolism, rituals.
La fête de l’eau dans le district de Sangallaya, province de Huarochiri, Lima Résumé Quand les phénomènes naturels s’abattaient sur les populations andines et que l’eau se faisait rare dans le Pérou préhispanique, il était nécessaire de recourir à des mécanismes idéologiques dans lesquels l’eau acquérait une valeur dans l’esprit des populations jusqu’à devenir un phénomène symbolique impliqué dans les rituels et cérémonies, mythes et légendes. Dans divers districts de la province de Huarochiri, como par exemple dans le cas de Sangallaya, des pratiques rituelles sont encore observées dans la fête dénommée de l’eau qui se déroule dans le lieu-dit « Sacoca ». Là, des éléments symboliques préhispaniques ont été identifiés, par exemple les sources d’eau et les dénommées « huancas », associés aux établissements de Lipaya et Mitolaya qui présentent une occupation de l’Intermédiaire récent et de l’Horizon récent et sont liés à des éléments du culte chrétien, produit du processus syncrétique subi par la zone lors des campagnes d’extirpation d’idolâtrie du 16ème siècle. Dans cet article, résultat de notre recherche depuis 2008 jusqu’à maintenant, nous décrirons a fête de l’eau organisée par le district de Sangallaya. Le but est de montrer l’importance de celle-ci et de contribuer à la permanence de ces pratiques préhispaniques à l’heure actuelle. Most-clés: Huarochiri, la fête de l’eau, symbolisme, rituels. Introducción Uno de los factores de gran importancia en las sociedades agrícolas que habitaron gran parte de los Andes Centrales en épocas prehispánicas ha sido la preocupación por el desarrollo de una tecnología hidráulica y el manejo del agua (Espinoza 1971: 148). El adecuado manejo de este recurso repercutía en el excedente productivo alcanzado para el sustento de una población. De acuerdo con Farfán (2007), el conocimiento tecnológico empleado para el control de estos sistemas no fue suficiente, hubo la necesidad de buscar mecanismos ideológicos, basados en la sacralización simbólica del agua, que hicieran frente a los problemas que causaban su ausencia o abundancia. En el manuscrito colonial de Huarochirí de inicios del siglo XVII (Taylor 1987)1 se consignan datos acerca de ceremonias que realizaba
el poblador huarochirano en lugares especiales para propiciar el agua. En estos lugares existía una jerarquía de deidades asociadas a este elemento; uno de ellos era Pariacaca considerado el dios principal del agua. En diferentes áreas de la provincia de Huarochirí, las fiestas y rituales en torno al agua son similares; por ejemplo, en el distrito de San Pedro de Casta (Huarochirí, Lima), donde la preocupación por la falta de agua y su adecuado manejo es de mucha importancia para los pobladores, se celebra hasta la fecha de hoy la deno1 Ritos y Tradiciones de Huarochirí. Manuscrito quechua de comienzos del siglo XVII, que probablemente haya pertenecido al extirpador de idolatrías Francisco de Ávila. Constituye el testimonio más importante sobre la religión andina y la visión indígena de la conquista hispana (Taylor 1987).
69 minada fiesta del agua tal y como fue observada por Tello y Miranda (1923) hace casi 90 años. Por su parte, Gelles (1986) realizó investigaciones en el área, analizando la situación actual de las sociedades dedicadas al riego, donde la organización en torno al mismo y las manifestaciones religiosas en relación al agua han perdurado a través del tiempo. Asimismo, otras investigaciones nos muestran diferentes espacios geográficos en los que se puede notar la recurrencia en este tipo de organización, como sucede en la zona del valle del Chillón, donde se analizan los rituales referidos al agua en la Comunidad Campesina de Lachaqui en Canta (Raez, 1994). Este investigador, narra los acontecimientos y el significado del ritual en el cual esta comunidad recrea y legitima las atribuciones y el orden jerárquico de sus autoridades tradicionales y sus organizaciones actuales (Raez 1994: 364). La recurrencia de prácticas rituales en torno al agua en comunidades con evidencias de asentamientos prehispánicos, en donde las poblaciones actuales realizan estas fiestas, es muy característico en la sierra central, como es el caso de nuestra zona de estudio y el de la comunidad de Huaros en el valle del Chillón (Farfán 2002 y 2007). Los trabajos de este investigador están abocados al estudio del agua en su dimensión simbólica y carácter sagrado, él hace referencia al culto del agua que se representa mediante la celebración de las fiestas de la limpiacequia; el cual persiste desde épocas prehispánicas y consiste en limpiar los canales y brindarles ofrendas, como el sango2 de color negro que se le echa al canal Mirpo (Farfán 2007). En muchos lugares, la tradición de la fiesta del agua ha perdurado hasta la actualidad, siempre asociada a elementos de culto 2 Sango o Sanku, es una masa preparada a base de maíz, con sangre de llama, sin sal y es comida de los dioses (Farfán 2007: 133).
cristiano como producto del sincretismo de la religión católica con la andina. Visto desde el pensamiento andino, entendemos que hay un carácter sagrado y simbólico en relación a las fuentes de agua, que lleva a las poblaciones a realizar estos rituales en determinadas fechas, las que se han mantenido a través del tiempo. La religión andina se caracteriza por el culto a los seres de la naturaleza, por lo que las fuentes de agua eran consideradas lugares sagrados. “Desde tiempos remotos, el aborigen del Perú rinde culto a las cumbres nevadas de la cordillera de los Andes, a las lagunas y manantiales, considerándolos como “pacarinas” o lugares sagrados, como sitios de origen de ciertos linajes, donde residían los dioses o seres míticos protectores de la vida” (Carrión Cachot 2005: 18). Es por ello, que el poblador andino construyó adoratorios en espacios cercanos a dichas fuentes, en donde acostumbraba realizar ritos propiciatorios al agua, convirtiéndose en una tradición a través del tiempo. Los documentos etnohistóricos de extirpación de idolatrías consignan datos a cerca de la sacralidad de las fuentes de agua, como los recopilados por el Padre Joseph Arriaga quien realizó la extirpación de idolatrías en varias zonas de la sierra central del Perú. Él se refiere a los manantiales como pacarinas o lugares sagrados que eran adorados por los indios “A los puquios que son los manantiales y fuente hemos hallado que adoran de la misma manera, especialmente donde tienen falta de agua, pidiéndoles que no se sequen” (Arriaga [1621]: Colección de libros y documentos referentes a la historia del Perú, Tomo 1, Segunda Serie, 1920: 20). Queda clara la importancia y significado de las fuentes de agua como lugares sagrados y la implicancia de los ritos de propiciación que se hacían en su honor. Al presenciar la ceremonia de la fiesta del agua en Sangallaya podemos notar cómo el espacio
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que cualquier día del año luce en abandono, el día de la celebración se convierte en un espacio ritual. El acto de mayor importancia se muestra cuando cada uno de los Alférez o representantes de cada manantial, eligen a dos personas para hacer el ingreso al manantial más importante “Sacoca” para rendirle reverencia y pedir que el agua no falte. La fe en este manantial es en sí, el motivo de la realización de la ceremonia, por ser la principal fuente con la que se riegan las áreas de cultivo. Pero ¿qué representa este manantial? Desde el punto de vista occidental, podemos aludir que es solo una fuente de agua, necesaria para la agricultura. En el pensamiento andino estaría relacionado con fuentes de
origen, lugares sacralizados vinculados a deidades protectoras del agua a quienes se rinde culto con la finalidad de que el agua para el riego no falte. El presente artículo, es el resultado de nuestras investigaciones de campo iniciadas en el año 2008 y ejecutadas en varias temporadas hasta la actualidad. A continuación haremos una descripción de la fiesta del agua realizada en el distrito de Sangallaya, provincia de Huarochirí, departamento de Lima. Para ello, analizaremos aquellos símbolos presentes en el espacio actual donde se realiza la fiesta del agua, para de esta manera poder vincularla con su origen prehispánico.
Figura 1: Foto Satelital que muestra la ubicación los distritos de Huarochirí, San Pedro de Huancayre, San Lorenzo de Quinti y Sangallaya en la cuenca alta del río Mala . Fuente: Google Earth 2012.
71 Ubicación geográfica Nuestra área de estudio se ubica el departamento de Lima, provincia de Huarochirí, distrito de Sangallaya, margen derecha de la cuenca alta del río Mala y a 2700 msnm (Figura 1). Sus coordenadas UTM (WGS 84- zona 18S) son: 366277.24 E y 8655341.88 N. Sangallaya se ubica a aproximadamente siete horas de la ciudad de Lima, a través de la ruta que va desde Cieneguilla-Escomarca hasta llegar al distrito de Huarochirí. Desde este paraje a unos 25 minutos en auto se encuentra Sangallaya. Sangallaya se asienta sobre una plataforma natural rodeada de elevados cerros, en cuyas terrazas aluviales se ubican las actuales poblaciones del distrito de Huarochirí, San Lorenzo
de Quinti, San Pedro de Huancaire, Santiago de Anchucaya y San Juan de Tantaranche, con sus respectivos anexos. Como en todos los poblados de los valles de la vertiente del Pacífico, se pueden notar una diversidad de pisos ecológicos, flora y fauna y una geomorfología cordillerana. Sangallaya presenta un clima templado y áreas de cultivo conformadas por grandes parcelas o chacras donde se cultivan habas, maíz y papas. Sus anexos, ubicados tierras más abajo, proporcionan frutas a los distritos que se encuentran en las partes altas del valle. Debido a la existencia de áreas planas para el cultivo, el riego por canales cumple un rol muy importante. En la actualidad la fuente de abastecimiento principal de agua lo constituyen los
Figura 2: Foto Satelital que muestra la ubicación de los sitios arqueológicos (S.A): Chuicoto, Suni, Lipaya y Mitolaya asociada a sus respectivos manantiales. Fuente: Google Earth 2012.
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manantiales y el canal Collpa que proporciona agua del río Mala y cuya toma se ubica en el territorio de la comunidad de Lupo perteneciente al distrito de Huarochirí. En Sangallaya existen dos Juntas de Regantes, una para el manantial de Sacoca y Pancallachi y otra para el manantial de Chaca. Cada Junta está conformada por un Delegado, un Vigilante y los Regantes que son los usuarios de cada manantial, los cuales son indispensables para el riego de sus parcelas. Asimismo, cada Junta cumple obligatoriamente con la costumbre ancestral de realizar la Champería que consiste en realizar la limpieza, refacción de los canales y el ritual a sus manantiales en la denominada fiesta del agua.
comunidades que se distribuyen de la siguiente manera: Huarochirí (a 3500 msnm) y Suni o Cajahuamán (a 3900 msnm), que proceden de los antiguos asentamientos prehispánicos de Chuicoto, Suni, Llambilla (a 3350 msnm) y Lupo (a 3420 msnm). Comunidades que también presentan ocupaciones prehispánicas en los pequeños sitios de Cuspampa y Llactashica. Estos pueblos prehispánicos fueron reducidos en el actual distrito de Jesús María de Huarochirí y sostenemos que en determinado momento decidieron regresar a su lugar de origen como sucede con las comunidades actuales de Lambilla y Lupo donde sus pueblos viejos o sitios arqueológicos se encuentran cercanos a su pueblo actual.
Evidencias arqueológicas en Sangallaya El distrito de Sangallaya cuenta con dos sitios arqueológicos: Lipaya y Mitolaya, localizados uno al NE y el otro al NW del actual pueblo de Sangallaya (figura 2) respectivamente. Estos sitios se encuentran en dos montículos. Los sitios presentan características diferenciadas que en líneas siguientes describiremos. Cabe resaltar que no existen investigaciones arqueológicas respecto a estos sitios. Los distritos de Sangallaya y Huarochirí antiguamente constituían una unidad política hasta que en 1905, Sangallaya se elevó a la categoría de pueblo y en 1954 fue declarado como distrito. Lipaya y Mitolaya entonces, representan los antiguos pueblos de Sangallaya que en épocas prehispánicas interactuaron con las poblaciones de Suni y Chuicoto, los sitios más importantes del distrito de Huarochirí que están siendo investigados por nuestro equipo en la presente temporada (2012). Se deduce que estas poblaciones desde épocas prehispánicas habrían compartido las mismas creencias, costumbres y preocupación por el adecuado manejo del agua. El actual distrito de Huarochirí cuenta con
Lipaya Está conformado por estructuras de mampostería careada unida con argamasa de barro, y presenta recintos de forma cuadrangular y circular . A pesar del mal estado de conservación y la abundante vegetación se ha podido diferenciar una unidad arquitectónica compuesta por tres recintos cuadrangulares, que presenta muros de 9 y 11 m. de largo con un grosor de 0.65 m. y una altura de 2.50 m. aproximadamente (figura 3). Las divisiones de los recintos presentan muros de 3 m. y 5 m. de largo. En el paramento interno del muro Sur, que mide 9 m. de largo, se observan cuatro hornacinas de forma trapezoidal, las cuales, presentan enlucido de barro (figura 4). No se ha identificado fragmentería de cerámica por el exceso de maleza (figura 5). Al SE de esta unidad se ha identificado un recinto circular hecho a base de mampostería ordinaria. Este recinto presenta una techumbre conformada por lajas de gran tamaño, en cuyo interior se observa una coloración oscura producto del hollín. El recinto presenta un largo de 2.70 m., 1.60 m. de ancho y 1.77 m. de alto. Asimismo, presenta un vano de forma trapezoidal
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Figura 3: Muro de Lipaya.
Figura 4: Hornacina Trapezoidal de Lipaya.
en su lado Norte cuyas medidas son de 1 m. en su parte más ancha y 0.76 m. en la más estrecha, y con una altura de 1.36m.
mayoría de estos entierros han sido saqueados; ya que se observan los restos óseos dispersos cerca de las cuevas o machays.
Mitolaya Está conformado por estructuras de mampostería ordinaria de las cuales, en su mayoría, solo se observan evidencias de muros. El sitio se encuentra cubierto por la maleza en su totalidad, y se ha observado gran cantidad de fragmentería de cerámica de pasta anaranja sin decoración (figura 6). En la parte Oeste del sitio se encuentra un sector conformado por grandes rocas, las que han sido adaptadas como estructuras funerarias denominadas machays. Estas tienen forma de cuevas naturales compuestas por grandes piedras (figura 7). La
Manejo del agua En el trabajo de campo se han registrado fuentes de agua, son manantiales ubicados muy cerca de los sitios arqueológicos existentes, tanto en la jurisdicción de Sangallaya como en las otras comunidades del distrito de Huarochirí. Por ejemplo, en el actual distrito de Sangallaya cuyas tierras colindan con el sitio de Suni y Chuicoto; existen los manantiales de Sacoca (UTM WGS 84 zona, 18S 365716E / 8655589N y a 2794 msnm) y Pancallachi (UTM WGS84 zona 18S, 365716E / 8655588 N y a 2796 msnm) los que constituyen las fuentes de agua principales.
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Figura 5: Estado de conservación y exceso de maleza en el sitio arqueológico de Lipaya.
En Chuicoto la fuente de agua más cercana se ubica a 500 m. hacia el Este del sitio, en la quebrada de Macachaya en donde existen dos manantiales llamados Quishuarpuquio (UTM WGS 84 zona 18S, 363305E / 8654653N y a 3575 msnm.) y Pacura (UTM WGS 84 zona 18S, 363281.90E / 8655233.14N y a 3560 msnm). El trabajo etnográfico que realizamos en la zona reveló la existencia de fiestas a vírgenes cristianas que tienen como finalidad la propiciación del agua. Como la que se realiza en el manantial de Quishuarpuquio asociado a la Virgen del mismo nombre, donde en el mes de mayo, en una fecha variable, la cofradía de la Virgen de Quishuarpuquio, realiza una peregrinación hasta este manantial para ofrecerle
una serie de oraciones. La capilla de la Virgen de Quishuarpuquio se ubica a 3 m. de distancia del manantial del mismo nombre. De igual manera sucede en el sitio de Cuspampa, en donde se encuentra la huanca del mítico personaje de Capyama reconocido en el Manuscrito de Huarochirí y donde existe un manantial (UTM WGS 84 zona 18S, 363268 E / 8663102N a 3760 msnm.) que lleva el mismo nombre, y el manantial de Huasahua (UTM WGS 84 que zona 18S, 36269E / 8665136N a 3966 msnm) para el área de Lupo (figura 8). La asociación con manantiales de los sitios arqueológicos existentes, tanto en el distrito de Sangallaya como en Huarochirí, nos da una idea del panorama general del manejo del agua
75 en esta parte de la cuenca del rio Mala. En cada uno de los sitios arqueológicos y manantiales mencionados se realiza la denominada fiesta del agua en diferentes fechas de los meses de abril, mayo y octubre, como la que nos referiremos a continuación y que es celebrada en el distrito de Sangallaya. La fiesta del agua en Sangallaya La tradición prehispánica de realizar rituales al agua se mantuvo durante siglos, a pesar de las constantes campañas de extirpación de idolatrías que se llevaron a cabo en la sierra central en épocas de la Colonia. Hoy en día podemos ver reminiscencias de estas prácticas en las festividades de las poblaciones alto an-
dinas como sucede en el distrito de Sangallaya. Allí, el siete de octubre de cada año la Junta de Regantes de los manantiales Sacoca (figura 9) y “Pancallachi” (figura 10), conformada por 60 Regantes, celebran la denominada fiesta del agua o Champería, continuando con el legado ancestral que les fue heredado por sus antepasados. La fiesta tiene una duración de dos días iniciándose el seis y finalizando el siete de octubre, que es el día central de la fiesta (tabla 1). Generalmente, los regantes son hombres y mujeres adultos quienes participan de la fiesta. Se observan pocos niños en la realización de la ceremonia. El día del ritual cada familia se organiza para preparar sus viandas, para lo cual la mayoría de las mujeres se quedan en casa espe-
Figura 6: Material cerámico identificado en Mitolaya.
Figura 7: Resto de material óseo identificado en los Machays de Mitolaya.
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Figura 8: Croquis que muestra la ubicación de los sitios arqueológicos y fuentes de agua asociada en la jurisdicción del distrito de Sangallaya y Huarochirí.
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Tabla 1: Actividades y relaci贸n de cargos y participantes durante la fiesta del agua en Sangallaya. Elaborado por Yadelith Noel Veramendi (2012).
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Figura 9: Manantial de Sacoca.
Figura 10: Manantial de Pancallachi.
rando que termine la ceremonia para llevar sus alimentos al local Comunal y compartir con los demás regantes en el acto denominado Shactada.
una de las chacras o parcelas de los Regantes. El Sr. Máximo Chumbiriza Florencio (Com. Pers. 2011) de 76 años nos cuenta que: “Antes se realizaba mejor la limpieza de los ramales ahora ya no se hace como antes, además se juzgaba ante la piedra angular si se hacía bien o no, ahora ya todo ha cambiado, se están perdiendo las buenas costumbres (…)”
Champería El día seis de octubre la Junta de Regantes se reúne para realizar la Champería o limpieza de los canales y del reservorio Santa María ubicado en la parte inferior del muro prehispánico que circunda el espacio de Sacoca. Las aguas de los manantiales Sacoca y Pancallachi son conducidas a dicho reservorio mediante un pequeño canal que capta el agua desde la toma de cada manantial. Asimismo, se realiza la limpieza de los ramales de los canales que llevan el agua desde el reservorio Santa María a cada
El Velorio En la noche del seis de Octubre, todos los Regantes se dan cita en el local comunal del distrito para realizar lo que ellos denominan el Velorio (figura 11). Se denomina Velorio porque se acompañan con velas a las cruces cuidando que ninguna de las cruces se quede sin velas o que éstas se apaguen. Donde los Alféreces son lla-
79 mados y tienen la obligación de presentar como ofrenda la chicha, coca y cigarrillos que cada Regante va a probar. Al finalizar la reunión el Delegado pasa lista a cada Regante y el que no asistió es multado con una suma de dinero de 10 a 30 nuevos soles. En esta noche los Regantes de los manantiales bailan al son de la tinya3 y música del lugar y al finalizar la reunión se van a descansar para participar al día siguiente de la misa presidida por un cura, llevada a cabo en el lugar de Sacoca, con la finalidad de ben3 La tinya es un instrumento de percusión similar a un tambor de tamaño pequeño se utiliza en la fiesta del agua tanto para la zona de Huarochirí como en Canta.
decir los manantiales. El ritual al Manantial de Sacoca A las tres de la tarde aproximadamente, durante el segundo día de actividades, los Regantes se reúnen en el local comunal y en compañía de la banda de música se dirigen al lugar denominado Sacoca, el espacio donde se realiza la ceremonia y el ritual a los manantiales, al tiempo que es el nombre del manantial principal (Máximo Chumbiriza Florencio, 76 años, Comunero de Sangallaya. Com. Pers. 2011). La gente realiza el recorrido llevando flores y las tres cruces, estas cruces pertenecen a cada uno de los Alférecez y son colocadas en los manantiales de Sacoca, Pancallachi y en el reservorio
Figura 11: Noche del Velorio.
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Santa María. Estas cruces, como símbolo cristiano, le dan una connotación sagrada a los manantiales y al reservorio, por lo cual los Alféreces las llevan con devoción y respeto. Después de 40 minutos de recorrido se llega a Sacoca, ubicado al pie del cerro Chuicoto, en cuya cima se encuentra el sitio arqueológico del mismo nombre y donde la gente se acomoda a los alrededores de los muros. En este espacio de Sacoca (figura 13) se observan tres piedras de forma rectangular de 1 m. de largo x 0.60 m. de ancho, dispuestas en forma de hileras paralelas a los muros que circundan la plaza. Estas piedras cumplen la función de mesas y son decoradas con mantas de colores sobre las cuales se colocan ron, coca, cigarrillos, chicha de jora y flores. La primera mesa se ubica al frente del manantial de Sacoca, este manantial se encuentra dentro de una construcción de concreto que presenta una puerta, al abrir la puerta se observa una piedra de gran tamaño, de forma ovalada. La construcción tiene un acceso en el lado derecho por donde se ingresa a una cueva de donde brotan las aguas. La segunda mesa se encuentra frente a la piedra angular (figura 14), esta piedra es de forma alargada y se encuentra frente a la capilla de la Virgen María (figura 16). Esta piedra ha sido pintada de color azul para la ocasión, el motivo de la elección del color es arbitrario. La piedra angular cumpliría la función de huanca como las que se encuentran en muchas plazas de los sitios arqueológicos del distrito de Huarochirí, como Chuicoto, Cuspamapa, Hualashcoto y Cushashica, en donde actualmente realizan las ceremonias de la fiesta del agua. En esta mesa se colocan las ofrendas al manantial de Pancallachi conformadas por la Cruz, chicha, flores, coca y cigarrillos. Este manantial está rodeado por un muro de piedra prehispánico, el cual presenta una abertura en forma cuadrangular por donde sale el agua. La tercera piedra se encuentra
frente al manantial de Pancallachi y allí se colocan las ofrendas conformadas por flores, cigarrillos, coca y chica de jora al reservorio de Santa María o Hualinanchi en donde también se coloca una cruz. Los personajes principales que participan en esta fiesta son el Luchador, el Delegado, el Vigilante y los dos Alféreces. El Luchador es un personaje, elegido el día de la ceremonia para dirigirla, su elección es de manera arbitraria (figura 17) y verifica sí cada Alférez cumple con presentar los cohetes, licor, coca, cigarro y chicha en sus respectivas mesas. Además, verifica que la elaboración de cada producto esté bien hecha, caso contrario lo bota y es señal que el Alférez no pasó su car-
Figura 12: Escenario de Sacoca un dia cualquiera.
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Figura 13: Escenario de Sacoca en el ritual.
go y el próximo año lo hará nuevamente. La gente llega al lugar de Sacoca y cada Alférez coloca la cruz al pie de la capilla, cerca a la piedra angular para presentarla al público. Como acto inaugural, el Luchador cuenta la historia del manantial de Sacoca y va presentando a cada Alférez quien invita al público la chicha que el mismo elaboró. El Luchador refiere lo siguiente al referirse a la historia del manantial de Sacoca: “Según la historia que cuentan los mayores: Hubo una lucha por este manantial, entre suni y Sangallaya para saber definitivamente a quien le correspondía el manantial de Sacoca. De esta manera señores: en el ojo del manantial Sacoca se presentó una vizcacha, luego la co-
lindancia de Suni y Sangallaya hicieron una faena para llegar acá en este centro y luchar por este manantial quedándose con él quien agarre dicho animal que vive dentro del manantial de Sacoca. En tres oportunidades ingresaron. En la primera entró la comunidad de Suni y no dio efecto, entró la comunidad de Sangallaya y salio sin suerte. En la segunda nuevamente entro la comunidad de Suni y Sangayalla y tampoco dio efecto, en la tercera y última oportunidad entro Suni y tampoco dio efecto, entró la comunidad de Sangallaya donde la comunidad tuvo el efecto de chapar dicho animalito, es ahí señores la historia de la comunidad de Sangallaya quien se quedó con el manantial de Sacoca que nos da vida hoy a
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nuestro distrito y a todos los animales y plantas. Es ahí señores que hago un recuento de la situación de nuestros manantiales”. (Máximo Chumbiriza Florencio de 76 años. Com. Pers. 2011). Según el mito, es posible que la población de los sitios arqueológicos de Mitolaya y Lipaya participara en épocas prehispánicas de la disputa por el agua del manantial de Sacoca con la población de los sitios arqueológicos de Suni y Chuicoto, con cuyas tierras colinda el territorio de Sangallaya en la actualidad. Esta disputa nos da a entender la importancia del agua y los manantiales como fuente principal de abastecimiento para las sociedades que se asentaron en esta área desde épocas prehispánicas. Luego, cada Alférez es presentado con sus respectivas mesas (figura 18), y acompañado de su familia, flores y con la cruz en mano se dirige
Figura 14: Vista de la piedra angular en el escenario de Sacoca.
Figura 15: Presentación de las Cruces en el escenario de Sacoca.
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Figura 16: Vista de la Virgen María en el escenario de Sacoca.
hacia los manantiales de Sacoca y Pancallachi, iniciando con el de Sacoca. Los participantes se arrodillan ante el manantial ofreciéndole la cruz y el Luchador menciona con tono lloroso y en forma de ruego las siguientes palabras: “Sr. mío te pedimos de todo corazón que no nos falte el aguita”. Luego se procede de la misma manera con el manantial de Pancallachi a quien se le pide que no falte el agua. Ya colocadas las cruces en cada manantial se acostumbra elegir a dos personas, para ingresar al interior del manantial de Sacoca (figura 19) con la finalidad de cambiar la cruz que dejaron el año anterior y ofrecerle un pago4 como muestra de agradecimiento por el agua brindada durante el año.
El Regante elegido para ingresar al manantial de Sacoca, al salir, lo hace arrodillado, trae en la mano la cruz antigua y raíces acuáticas denominadas “Champa”, allí expresa lo siguiente: “He salido arrodillado porque Sacoca me ha castigado bastante, me ha dicho arrodíllate 4
En la celebración de la fiesta del agua no se realiza ningún pago en los sitios de Lipaya y Mitolaya, probablemente se debe al olvido con el tiempo y solo el espacio de Sacoca por la importancia que representa, las ceremonias y rituales hayan permanecido. Sin embargo en las plazas de los sitios de Chuicoto, Suni, Cuspampa y Llactashica en la jurisdicción del distrito de Huarochirí si se realizan pagos en las plazas de los sitios arqueológicos.
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Figura 17: El Luchador presidiendo la Ceremonia.
ante todos tus regantes, porque se están marginando y no se llevan bien, por eso aquí traigo la cruz, Sacoca me dice tu vienes siempre, porque no vienen otros regantes (…). Hoy día fui solo, además también viene a castigarnos a cada uno de nosotros, me ha dicho que le llame la atención al Sr. Delegado y al Sr. Vigilante y a toda la Junta de Regantes, por lo tanto señores autoridades hago presente a todos la crucecita antigua”. (Palabras del Regante que ingresa al manantial de Sacoca, dato recogido mediante observación participante, 2011). Luego de manifestar lo que el manantial le ha dicho, hace entrega a las autoridades de la cruz y la Champa (figura 20), la cual es repartida a todos los asistentes y es colocada sobre sus sombreros como señal de participación de la fiesta del agua. Es posible que el ingreso de dos personas a
Figura 18: Vista de los componentes de cada mesa.
85 este manantial sea una escenificación del relato mítico donde los dos personajes estarían representando, uno al ayllu de Suni y el otro al de Sangallaya quienes se disputaban el agua del manantial de Sacoca así como lo refiere el relato mítico que cuenta el Luchador al dar inicio a la ceremonia. Posteriormente, el Delegado, que es la máxima autoridad del agua y es elegido cada dos años y el Vigilante, quien se encarga de cuidar el manantial y ver que el agua llegue a cada una de las Chacras o parcelas, son juzgados y calificados por los regantes ante la piedra angular; este acto es presidido por el Luchador. En caso de que haya una queja de parte de los Regantes, se le da latigazos delante de la piedra angular a quien no cumplió con su cargo, de igual manera sucede para los Regantes si no cumplieron con sus deberes. Para terminar la
Figura 19: Regante saliendo del interior del manantial de Sacoca.
Figura 20: Regante dando a conocer el pedido de Sacoca.
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Figura 21: Regantes presentado sus respectivas viandas.
Figura 22: Platos que conforman las viandas de los Regantes.
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87 ceremonia, las cruces son colocadas frente a la piedra angular y son veneradas por todos los participantes (Regantes), quienes se acercan a persignarse y a orar. Antes de finalizar el ritual se nombra a los Alféreces del siguiente año, a los cuales se presenta ante los Regantes, luego cogen las cruces y las llevan consigo al local comunal en compañía de la banda de música. Shactada Todos los participantes y los nuevos Alféreces se dirigen al patio del local comunal. En dicho lugar las familias de los Regantes esperan con diversos platos típicos en fuentes cubiertas con mantas, que luego colocan alrededor del patio. El Vigilante llama por lista a cada uno verificando que todos cumplan con la presentación de sus viandas, caso contrario, se le aplica una multa que varía entre 10 a 30 nuevos soles según lo disponga el Vigilante y el Delegado. Los platos de cada regante son probados para ver si pasan la prueba o no, así como sucede con las mesas. Este acto es denominado como la Shactada (figura 21), en donde se observa una diversidad de platos propios de la región, como por ejemplo las tortillas, la papa, el maíz tostado (llamado cancha) acompañado con queso, camotes sancochados, choclos y comidas criollas como arroz con pollo, tallarines rojos, escabeche, papa a la huancaína, causa, postres como gelatina, flan, mazamorra morada, arroz con leche y de beber la chicha de jora. La incorporación de comidas que no pertenecen al lugar se debe a la participación de personas residentes en Lima que poseen parcelas en Sangallaya y van a participar de la fiesta del agua cumpliendo con su deber de regante. Para finalizar la fiesta del agua de Sacoca se realiza un baile social al son de la banda musical. Comentarios finales En la actualidad perviven rituales y cer�� e-
remonias realizadas al agua, como parte de la concepción simbólica de este elemento, en las sociedades que habitaron el área Huarochirana desde épocas prehispánicas. En la celebración de la fiesta del agua en Sangallaya podemos observar elementos simbólicos prehispánicos y de culto cristiano en un mismo espacio. Dicho lugar en el momento de la ceremonia se convierte en un espacio ritual, donde, observamos tres elementos de gran importancia que son: la presencia de los manantiales, en especial el de Sacoca, la piedra angular y la Capilla de la Virgen María. La presencia de la piedra angular, que es donde se arrodillan los Regantes y son juzgados, representaría lo que en términos arqueológicos denominamos “huanca”. Según Luis Gonzales: “La huanca seria un dios tutelar que tiene triple función relacionado con la protección del poblado, producción de la Chacra y el poder fecundador del agua” (Gonzáles 1989: 23). Entonces esta piedra estaría representando a un personaje que vela por el recurso hídrico. La Virgen María asociada al manantial puede tener su explicación producto del largo proceso sincrético que ha sufrido la zona; donde la Virgen María representa la transición de una deidad femenina protectora del agua del culto andino a la devoción católica representada por la Virgen (Regan 2000 y Castañeda 2004). Aquella deidad femenina como Choquesuso o Capyama, dos deidades locales protectoras del agua en la provincia de Huarochirí (Taylor 1987); que explicaría la asociación de fiestas a las vírgenes con fuentes de agua. Finalmente, queremos comentar que la fiesta al agua realizada en el espacio denominado “Sacoca” en el distrito de Sangallaya tiene como antepasado un ritual prehispánico en relación al agua y sus fuentes, donde hoy, producto del sincretismo5, se mezcla con elementos de culto cristiano. De esta manera, la visión simbólica del agua de las sociedades prehispánicas de
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Huarochirí aún perdura en la mentalidad de los Sangallallinos como muestra de su legado ancestral y tradición.
ESPINOZA, Waldemar, 1971. Agua y Riego en tres Ayllus de Huarochirí Siglos XV y XVI. Revista del Museo Nacional 37: 147-166. Lima.
Agradecimientos A los Comuneros del distrito de Sangallaya por el apoyo brindado, al arqueólogo Carlos Farfán Lobatón por haberme involucrado en el tema del culto al agua, a mi familia y a Humberto Paitamala Saénz, por su apoyo incondicional.
GELLES, Paúl, 1986. Sociedades Hidráulicas en los Andes: Algunas Perspectivas Desde Huarochirí. Allpanchis, Nro. 27: 75-97. Instituto de Pastoral Andina. Cusco.
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En el texto entendemos como sincretismo, a la fusión y mezcla religiosa. Que no sólo se usa para hablar de los ritos y las religiones, sino también en otros contextos, cuando se unen dos partes distintas (Arutunian 2008: 10).
GONZALES, Luis, 1989. El Huanca y La Cruz Símbolos de Confrontación. Instituto de Estudios Aymaras (IDEA). Lima. TAYLOR, Gerald, 1987. Ritos y Tradiciones de Huarochirí. Manuscrito quechua de comienzos del siglo XVII. Instituto de Estudios Peruanos (IEP). Instituto Francés de Estudios Andinos (IFEA). Lima. TELLO, Julio C. y Próspero MIRANDA, 1923. Wallallo. Ceremonias Gentilicias realizadas en la Región Cisandina del Perú Central. Revista Inca, Vol. I: 474-549. Lima. FARFÁN, Carlos, 2002. El Simbolismo en torno al Agua en la Comunidad de Huaros-Canta. Lima. 2007. El Culto al Agua y la Danza de los Quivios en Huaros. Runamanta (Revista de Antropología), Nro. 2: 277-306. Universidad Nacional Federico Villareal. Lima. REGAN, Jaime, 2000. La Virgen y el culto al agua en los pueblos de Chirinos y Pimpincos Departamento de Cajamarca. Investigaciones Sociales, Año IV, Nro. 5: 56-65. Lima.
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Datación radiocarbónica en la cultura Lima* Victor Falcón huayta vic1falcon@hotmail.com
Resumen Se presentan los fechados radiocarbónicos disponibles para la cultura Lima. Proceden de unos pocos sitios importantes y fueron realizados desde la década de los sesenta. Se analizan sus fuentes técnicas originales y sus discrepancias en su publicación por la mayor parte de los arqueólogos. Palabras claves: Radiocarbono, costa central, Lima.
Radiocarbon date in Lima culture Abstract It is shown radiocarbon dates available for Lima culture. These radiocarbon dates sourcing came from a few important archaeological sites and there been made since the sixties. The original technical sources and its discrepancies when are published for the most archaeologist are analyzed in this article. Keywords: Radiocarbon, central coast, Lima.
Datation radiocarbone dans la culture Lima Résumé Cet article présente les dates radiocarbones disponibles pour la culture Lima. Elles viennent de quelques sites importants et furent réalisées depuis les années soixante. L’auteur analysera les dates publiées ainsi que la façon dont elles furent recueillies, publiées mais également la manière dont les autres auteurs les ont utilisées dans leurs recherches. Mots-clés: Radiocarbone, côte centrale, Lima Introducción La disposición secuencial de los restos y artefactos que los arqueólogos logramos definir en el campo y el gabinete en base a los contextos,
asociaciones y tipos nos sirve para ordenar los eventos de una tradición y ámbito cultural. Sin embargo, para poder comparar con precisión y a nivel interregional es necesario contar con
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documentación cada vez más detallada de los contextos datados con indicadores cronológicos absolutos. Entre los métodos para lograr estos datos absolutos el más destacado es el 14C y –como se sostuviera hace casi dos décadas–, aún hoy, seguirá jugando un rol protagónico dentro del conjunto de técnicas arqueométricas utilizadas por la arqueología andina (Ziólkowski 1994: 21). En lo que toca a la cultura Lima (costa central del Perú) su ubicación cronológica fue definida desde que la moderna arqueología fue inaugurada en el Perú por Max Uhle entre los siglos XIX y XX. Entonces, Uhle planteó cinco periodos en los que se inscribía el desarrollo de las sociedades andinas prehispánicas, vale decir, trazó un marco cronológico relativo que ordenó las culturas arqueológicas que pudo definir en sus cortos –pero fructíferos– años de investigaciones en el país (Rowe 1959: 4-6; 1998: 5, 6 y 17). Este logro fue un proceso que no vamos a detallar acá; sin embargo, anotaremos que se podría hacer un seguimiento de los cuadros cronológicos propuestos en los principales estudios posteriores y, en cierto modo, resultará una visión sintética del proceso de conocimiento e investigación científica para la arqueología de los Andes Centrales, pues cada uno de estos cuadros actualiza, resume y plantea nuevas hipótesis sobre el desarrollo social andino. No obstante, en el logro de Uhle, no se podía establecer con precisión la profundidad temporal del desarrollo de estas sociedades; es decir, lo que significaban en términos de cronología absoluta, o, lo que puede ser considerado lo mismo, en términos de su distancia temporal con el presente expresado en años calendári* Trabajo presentado al “Seminario Internacional de Datación Radiocarbónica” organizado por el Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del Perú (24 de junio al 3 de julio de 2002).
cos. De esto hace cien años. Problemática El período de vigencia de la cultura Lima (ca. 200-650 d.C.) es clave en el entendimiento de la historia precolonial en la costa central peruana y, por extensión, del Periodo Intermedio Temprano en los Andes Centrales. El urbanismo y monumentalidad de sus centros más destacados son parte de las expresiones más notables de esta sociedad. Las nueve fases estilísticas de cerámica (Patterson 1966) y las relaciones con otras culturas contemporáneas como Moche, Nasca y Recuay son motivo de interrogantes y cuestionamientos ante los nuevos hallazgos y la discusión de la naturaleza de las interacciones y trascendencia de los intercambios culturales e influencias entre estas sociedades (Stumer 19581; Makowski 2001; Makowski y Rucabado 2000). El estudio de la cultura Lima ha pasado por varias etapas y la técnica del radiocarbono también dejó su impronta en el conocimiento que tenemos de ella. Como sabemos, esta técnica se inicia hace más de sesenta años y la primera datación de restos Lima se publica en 1961. Fue realizada sobre los restos que Louis M. Stumer excavara en Playa Grande en 1952 (Stumer 1953 y 1961). Diez años después, nuevamente se recolectarían muestras de éste y otros sitios 1
A más de cincuenta años de esta publicación, aún sigue vigente la observación de Stumer en el sentido que sólo un trabajo de campo más intenso dará luces sobre estas cuestiones. Al respecto dice: “los arqueólogos, tenemos que estudiar mucho más esta tendencia imitativa y no aceptar boca arriba la explicación tan fácil de un grupo de gente circulando durante la pre-historia, intercambiando su cerámica.” (Stumer 1958: 23), “Todavía no hay más que pensamientos especulativos sobre la naturaleza del contacto, y no parece que se van a tener más antes de ver los resultados de más excavaciones.” (Stumer 1958: 24).
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Figura 1: Balneario de Santa Rosa. Debajo de este balneario se encuentra el sitio arqueológico Playa Grande. Foto: Victor Falcón.
Lima como Cerro Culebra y Cajamarquilla, dando inicio a su escueta serie de fechados radiocarbónicos. Un rápido balance muestra que carecemos del soporte de dataciones 14C mínimo para hacer comparaciones interregionales y/o poder esclarecer la formación de la tradición Lima con mayor precisión2. Sin embargo, examinaremos cada uno de los fechados publicados para esclarecer algunos aspectos que quedaron un tanto imprecisos debido a las diferentes formas en que fueron presentados y poner en evidencia la importancia de una comunicación lo más completa posible. Como veremos, esta situación parece confirmar la impresión de que utilizamos el método radiocarbónico sin la suficiente propiedad (Ravines y Álvarez 1967: 5; Velarde 1998: 11). Recalcamos que nuestra responsabilidad no se limita a una adecuada recolección de la muestra y su envío al labo-
ratorio para su datación. Es necesario conocer a cabalidad las implicancias de la naturaleza o tipo de muestra escogida, su grado de asociación con el evento, la clase de laboratorio radiocarbónico que realizará los análisis y, aún mejor, establecer un estrecho contacto con los científicos que los operan. Todos estos factores pueden incidir de manera considerable en la discusión de los resultados y su relación con los eventos sociales que deseamos fechar y estudiar con mayor precisión. Los sitios y las referencias de donde proceden los fechados radiocarbónicos de la cultura Lima son: a) Playa Grande (Stumer 1961 y Patterson 1966), b) Cerro Culebra (Patterson 1966 y Engel 1966), c) Cajamarquilla (Sestieri 1971), 2
Este aspecto puede ser sumamente importante en las discusiones de, por ejemplo, la iconografía de esta cultura (Falcón 2003: 175).
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d) Huancayo Alto (Dillehay 1976), e) Cerro de Media Luna (Quilter 1986) y f) Huaca 20-PUCP (Mac Kay y Santa Cruz 2001). El examen detallado de su presentación en la bibliografía arqueológica da cuenta de una serie de detalles inexactos y variaciones en tres aspectos: 1. La nomenclatura asignada al sitio arqueológico de origen de la muestra. 2. La nomenclatura o el código que el laboratorio asigna a la muestra. 3. La información relativa a los contextos, asociaciones y demás detalles técnicos de estos fechados. Los fechados radiocarbónicos 1) L-384 A (1390 ± 160 BP) Se trata del primer fechado radiocarbónico para la cultura Lima. Publicado por Louis M. Stumer en 1961, proviene de sus excavaciones en Playa Grande. En el informe técnico de laboratorio aparece nombrado como “Ancón, Perú” (Olson y Broecker 1961:171). Stumer indica el resultado como A.D. 570 ± 160; esta misma datación es referida por Patterson (1966: 4) con la fecha: A.D. 569 ± 160 y la siguiente nota: “... totora rope found in direct association with a Lima Phase 2 or Phase 3…” (Ibíd.). Por otra parte, Ravines y Álvarez (1967: 23) le asignan el código: “L-384a”, dándose como resultado: 569 ± 160 A.D., y las siguientes anotaciones: “...Muestra excavada y recogida por Louis Stumer, en marzo de 1952, y remitida al laboratorio por intermedio de W. D. Strong de la Universidad de Columbia. Método no indicado. PLAYA GRANDE ( Pv 46-78)...”. Sumado a esto, Ziólkowski et al. (1994: 353) indica que el fechado “L- 384 A” proviene de: “Ancón, Tank site”, lo cual es erróneo y puede deberse al título que consignaron Olson y Broecker, ya mencionado arriba. Esta confusión puede originarse por el hecho de que Playa Grande era conocido como “Ancón 3” (Iriarte 1959: 12). Finalmente, Playa
Grande lleva el código Pv 45-4 según D. Bonavía (1966: 27) o Pv 45-3 según T. Patterson (1966: 36). En adelante usaremos el último de los códigos mencionados debido a que Patterson se especializó en el estudio de la cultura que aquí tratamos. 2) GX-454 (1505 ± 100 BP) Este fechado fue publicado por Thomas Patterson en 1966 con la siguiente anotación: “GXO454 is charcoal from a hearth that is associated exclusively with Lima Phase 5 pottery.” (Patterson 1966: 4). La fase 5 fue definida en base a una colección de cerámica proveniente de una pequeño cateo de prueba localizado a 200 metros al Este del montículo con murales policromos de Cerro Culebra, valle bajo del río Chillón (Patterson 1966: 37,60). Éste es uno de los pocos sitios de la cultura Lima con murales que aún se conserva y que está en serio peligro de completa desaparición debido a la presencia de asentamientos humanos en su periferia. Cabe mencionar que este fechado no aparece consignado en la compilación de Ziólkowski et al. 1994, y al parecer no fue publicado en ninguna otra fuente técnica de listas de fechados. En consulta con el laboratorio radiocarbónico Geochron (U.S.A.) –que utiliza las siglas “GX” para codificar sus fechados– se nos proporcionó el resultado 1505 ± 100 BP, señalando que no fue corregido por fraccionamiento isotópico3. Patterson consignó esta datación como “A.D. 445 ± 100”. 3) GX-455 (1485 ± 100 BP) Al igual que el anterior, este fechado fue publicado por primera vez por Patterson (1966: 4, 101) del siguiente modo: A.D. 465 ± 100 3
Agradezco a Alexander Cherkinsky manager del laboratorio radiocarbónico Geochron por esta comunicación (28 de enero de 2002).
93 “GXO455 is coarse woody vegetable material from habitation refuse containing Lima Phase 1 pottery...” (Patterson 1966: 4), y procede de Playa Grande. Como el anterior, este fechado presenta confusiones con el código tales como agregar la letra mayúscula “O”, ó, un cero delante de los números: “GX-0455”, asignándolo al laboratorio de la Universidad de Groningen (Ravines y Álvarez 1967: 12)4. 4) LJ-1348 (1630 ± 150 BP) De acuerdo con el informe del laboratorio radiocarbónico la datación LJ-1348 proviene de “samples subm. 1965 by J. H. Rowe, Dept. of Anthropol., Univ. of California, Berkeley; coll. by staff of this univ. No samples pretreated.” (Hubbs and Bien 1967: 290). A continuación se señala que : “Charcoal from lens of habitation refuse 15 cm thick, at depth of 2 to 17 cm, containing pottery exclusively of Phase 5 of Lima style; site PV46-3, Cerro Culebra... sample 3… Coll. 1962 by T.C. Patterson... ” (Hubbs and Bien 1967: 290). Con estos datos es razonable pensar que Patterson extrajo dos muestras para datación 14C de Cerro Culebra, la primera de las cuales entregó a Geochron (GX-454) y la segunda al laboratorio radiocarbónico de La Jolla de la Universidad de California en San Diego. Desconocemos el motivo por el cual esta última datación radiocarbónica no aparece mencionada en el trabajo de Patterson (1966), sin embargo, pudo deberse al hecho que no estuviera disponible en el momento en que ela4
Otra imprecisión en esta fuente y que indujo a un error posterior (Ziólkowski et al. 1994: 283) es la referencia del código de Playa Grande: Pv 46-78. Asimismo, cabe anotar que el fechado GX-455 sólo ha sido referido técnicamente en Wilcox, G., “ Table of Radiocarbon Age Determinations Analyzed at Geochron Laboratories confirmed for the Andean Archaeological Mission of Warsaw” ( in letter of Dr. G. Wilcox to A. Michczynski, April 27th 1994).
boró su tesis doctoral, lugar donde publica su seriación cerámica. Este fechado es referido posteriormente por Hugo Ludeña en su tesis doctoral como: “Lj-1348” con el mismo resultado y señalando que es de “carbón procedente de basura de una habitación, 15 espesor [sic], recolectada por Thomas Patterson. Asociado a la Fase 5 del estilo Lima...”. (Ludeña 1975: 86-87). Este autor le asigna la fecha calendárica “+ 320 AD”5. 5) I-1562 (1500 ± 120 BP) Este fechado también procede de Cerro Culebra y fue procesado en el laboratorio radiocarbónico Teledyne Isotopes, Inc. Se presentó con una fecha calendárica de “450 de J.C.” en el texto del dibujo de un vaso procedente de “Culebras” y asignado a “Lima Temprano”, señalando a continuación: “pintado después de la cocción con estrellas y serpientes entrelazadas y estilizadas” (Engel 1966: 50). Asimismo, aparece consignado en la lista general de “Principales fechados radiocarbónicos en el Perú” (Anexo A), con la siguiente referencia: “Nivel con cerámica de tipo Playa Grande, o Interlocking, o Maranga, o Lima Temprano” + 450, 1500 ± 120” (Engel 1966: 93). En la publicación de carácter técnico aparece un comentario de Engel que dice: “proporciona el fechado para esta cerámica y también para el período de algunas paredes pintadas asociadas con cerámica similar en las cercanías de Cerro Culebras”. (Trutman y Willis 1966: 198). 6) R-301 (1100 ± 100 B P) Este es el primero de los dos fechados radiocarbónicos disponibles para Cajamarquilla, 5
Creemos que vale la pena señalar que el sitio de origen de este fechado es Cerro Culebra, sin “s”. También se lo refiere como “Culebras” (Ziólkowski et al. 1994: 353), lo cual puede llevar a confusión.
Victor Falcรณn Huayta Dataciรณn radiocarbรณnica en la cultura Lima
Figura 2: Cerro Culebra. Entrada principal, escalinatas del lado Sur. Foto: Victor Falcรณn.
Figura 3: Cajamarquilla. Foto: Victor Falcรณn.
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95 realizados a instancias de la Expedición Arqueológica Italiana dirigida por Pellegrino Claudio Sestieri entre 1962 y 1965 y procesado en el laboratorio radiocarbónico de la Universidad de Roma. Fue presentado con una fecha calendárica de A.D. 850 (Sestieri 1971: 106). En la publicación técnica se refiere que la muestra estaba constituida por “Charcoal from two different sites coll. 1965 by M. Taschini, Ispettore della Soprintendenza alle Antichità Roma V, and subm. 1966 by P.C. Sestieri.” (Alessio et al. 1967: 363). 7) R-302 (1160 ± 50 BP) Esta segunda datación radiocarbónica de la Expedición Italiana fue procesada por el mismo laboratorio radiocarbónico. Sestieri le asignó la fecha calendárica de A.D. 790 (Ibid.). Estos fechados confirmaron la ubicación cronológica de Cajamarquilla que Sestieri ya había deducido de anteriores intervenciones en el sitio por Uhle y Tello (Sestieri 1964: 17). Volvemos a recalcar que, hasta el momento, estas son las dos únicas dataciones radiocarbónicas que disponemos para discutir la cronología absoluta de Cajamarquilla. 8) Tx-2003 (1650 ± 170 BP) Este fechado es parte de la serie que realizó Tom Dillehay en el sitio arqueológico Huancayo Alto, valle del Chillón (Dillehay 1976 y Valastro et al. 1978), y fue procesado por el laboratorio de la Universidad de Texas en Austin. Son presentados de manera “no corregida”, es decir, no calibrados pues la diferencia entre las fechas obtenidas y el uso de la curva de calibración no era considerable en términos temporales (Dillehay 1976: 90). Este investigador lo consignó como “A.D. 300 ± 170”. 9) Tx-2005 (1740 ± 70 BP) También realizado por Dillehay para el sitio arqueológico arriba mencionado y procesado
por el laboratorio de la Universidad de Texas en Austin. En este caso se presenta el resultado A.D. 210 ± 70. Por otra parte, cabe indicar que en la compilación más reciente de fechados radiocarbónicos se asigna a Huancayo Alto el código de sitio: Pv 46-2 (Ziólkowski et al. 1994: 440), lo mismo sucede en el informe técnico (Valastro et al. en 1978), sin embargo, de acuerdo con el listado de Duccio Bonavía este código corresponde a “Pampa de Animas” (Bonavía 1966: 30). 10) I-12,714 (1510 ± 80 BP) Este –y el siguiente– fechado radiocarbónico fueron realizados en forma de anexo completo y, hasta poco, constituían la mejor presentación de resultados radiocarbónicos para la cultura Lima (Quilter 1982 y 1986). Provienen del sitio Cerro de Media Luna, un establecimiento de plataformas adosadas a un cerro, ubicado en la margen derecha del río Chillón y cerca de su desembocadura. De acuerdo con Quilter corresponde a la datación de contextos asignables a la fase 4 de la secuencia estilística de cerámica de Patterson. La muestra datada aquí corresponde a totora. Actualmente el sitio se encuentra relativamente bien conservado, debido a que ha quedado en la parte posterior de un depósito de combustible cercado, casi a la altura de la refinería La Pampilla. La fecha BP está normalizada pues el laboratorio radiocarbónico Teledyne Isotopes Inc. procedió a la medición (corrección) del factor ∂C13 (fraccionamiento isotópico) lo cual precisa mejor la datación. Para dar una idea, el resultado sin corrección fue 1500 ± 80 BP6. En este caso el ∂13C para Scirpus totora fue determinado en 24.70. Cabe mencionar que la totora es una 6
Una diferencia de diez años radiocarbónicos con respecto al resultado corregido que consignamos junto al código del fechado.
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Datación radiocarbónica en la cultura Lima
Figura 4: Media Luna (Distrito de Ventanilla). Foto: Victor Falcón.
suculenta silvestre que crece en los pantanos o en zonas con napa freática alta y en la rivera de los ríos, su crecimiento es constante y se le considera perenne. Los resultados normalizados a ∂13C se consideran para la calibración (Ziólkowski et al. 1994: 336)7. 11) I-12,713 (1220 ± 80 BP) Al igual que el anterior, este fechado fue corregido por fraccionamiento isotópico (corrección que hoy en día hacen automáticamente casi todos los laboratorios radiocarbónicos) esta vez la muestra fue de tillandsia una planta efímera que crece en las lomas (su nombre común es “achupalla”), es verde gran parte del año, excep7 La referencia técnica –a la cual no hemos tenido acceso– se encuentra en: “Archives of the Teledyne Radiocarbon Laboratory. Personal letter of Mr. James Buckley to A. Michczýnski, 1994”.
to en los meses del verano costeño8. Nuevamente, para dar una idea de la variación consignamos el valor sin normalización: 1020 ± 80 BP, es decir, en este caso tenemos una diferencia de 200 años radiocarbónicos con respecto al valor normalizado. El fraccionamiento isotópico se ha comportado de manera muy diferente en ambos casos, cabría preguntarse si esto se debe a las diferentes condiciones en las que viven las plantas que sirvieron de muestra. 12) Hd-21614 (1442 ± 29 BP) Este es uno de los dos fechados radiocarbónicos más recientes de la cultura Lima, corresponde a un pequeño montículo actualmente ubicado en el campus universitario de la Pontificia 8
Agradecemos a Carmela Alarcón Ledesma de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos por las referencias de las especies vegetales.
97 Universidad Católica del Perú conocido como “Huaca 20”, parte del Complejo Maranga, uno de los sitios más extensos de esta cultura en el valle del Rímac. El material fechado fue carbón de un fogón, en contexto contemporáneo a las matrices de entierros de la cultura Lima (Fase de ocupación n° 5 de Huaca 20). La datación calibrada es 605-650 cal. A.D. (1 sigma) (Mac Kay y Santa Cruz 2001: 590)9. 13) Hd-21929 (1252 ± 18 BP) El segundo fechado de Huaca 20 corresponde a la fase de ocupación n° 7. La muestra fue carbón de un fogón en contexto doméstico de la última ocupación de los Lima en el montículo. Al igual que la datación anterior la muestra fue procesada en el laboratorio de la Universidad de Heidelberg. El cálculo calibrado es 690780 cal. A.D. (1 sigma) (Mac Kay y Santa Cruz 2001: 590). 14) LP-1388 (1340 ± 50 BP) Este fechado fue realizado sobre una muestra de tela asociada al Entierro 1 de Playa Grande, excavado en el marco del Proyecto Arqueológico de Rescate Playa Grande 2000 (Falcón 2004). Fue procesado en el laboratorio de Tritio y Radiocarbono del Museo de La Plata, Argentina (Figini 2002). El resultado de su calibración fue 600-780 cal. A.D. (2 sigma). Comentarios finales Como observamos, solamente se cuenta con 14 fechados radiocarbónicos publicados para la cultura de la costa central peruana durante el Periodo Intermedio Temprano. De estos 14 fechados, sólo 4 (I-12,713, I-12714, Hd-21614 y Hd-21929) observan un cálculo del fraccionamiento isotópico (∂13C)
y uno (LP-1388) sólo fue estimado con referencia a una tabla estándar para el efecto. Actualmente, el resto de los fechados servirían de referencias generales, pues, como hemos visto para el caso de Cerro de Media Luna la falta de normalización puede causar diferencias en el resultado, dependiendo de la naturaleza de la muestra. Otra opción es normalizar en base a valores ∂13C estimados (Velarde 1998: 13,19). Los demás fechados aquí mencionados no fueron normalizados pues se realizaron mayormente antes de la década de 1970 y no tenemos mayores datos sobre su calibración, lo que significaría que no podríamos usarlos en discusiones donde intervienen fechados actuales10. Afortunadamente, se están realizando avances y precisiones en cuanto al método de datación radiocarbónica. Sin embargo, estos adelantos no son muy conocidos en nuestro medio y sospechamos que tampoco lo son –con la suficiente profundidad– los principios físicos del 14C. Desde el trabajo de John H. Rowe (1967) no ha habido un intento de sistematización tan amplio que relacione asociaciones arqueológicas, elaboración de secuencias estilísticas de cerámica de diferentes regiones, y series de fechados radiocarbónicos con los cuales contrastar resultados. Las dataciones radiocarbónicas disponibles en aquel entonces mostraban dos patrones contradictorios: uno se definía en torno a dataciones hechas entre los años 1955 y 1957 y el otro sobre medidas realizadas desde 1962 en adelante (Rowe 1967: 18). Ya entonces, Rowe intuía que esta “anomalía” pudo deberse a “Because the measurements comprising the long scale pattern were made seven years after the ones comprising the short scale pattern, it seems most reasonable to seek an explanation 10
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Los resultados sin calibrar son comunicación personal de los autores.
Aníbal Figini, Director del Laboratorio Radiocarbónico de La Plata, Argentina. Carta del 3 de octubre del 2001.
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Datación radiocarbónica en la cultura Lima
in some improvement in laboratory technique” (1967: 20). Otro aspecto que llama la atención es que los últimos fechados radiocarbónicos de contextos Lima proceden de investigaciones de arqueólogos nacionales de proyectos de escala mediana o pequeña, sin embargo, proyectos sostenidos y de mayor escala sobre otros sitios Lima importantes como Cajamarquilla, Huaca Pucllana o Huaca San Marcos (Maranga) no han pro-
ducido dataciones 14C. Finalmente, nunca está demás considerar que actualmente un factor que contribuye decisivamente al óptimo uso del fechado radiocarbónico es la descripción y publicación precisa de su contexto de procedencia. Por último, presentamos un cuadro (1, 1a y 1b) que resume las dataciones radiocarbónicas de contextos de la cultura Lima, las asociaciones mencionadas y otros detalles:
Cuadro 1: Dataciones radiocarbónicas de contextos de la cultura Lima. Victor Falcón.
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Cuadro 1a: Dataciones radiocarb贸nicas de contextos de la cultura Lima. Victor Falc贸n.
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Datación radiocarbónica en la cultura Lima
Cuadro 1b: Dataciones radiocarbónicas de contextos de la cultura Lima. Victor Falcón.
Agradecimientos Agradezco las lecturas críticas, bibliografía y sugerencias de Leonid Velarde. Asimismo, a los directivos del Museo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia que, en esa época, me apoyaron en mis investigaciones sobre la cultura Lima. Bibliografía ALESSIO; BELLA; BACHECHI and CORTESI, 1967. University of Rome Carbon-14 Dates V. Radiocarbon. American Journal of Science. Vol. 9: 346-367. Yale University. New Haven, Connecticut. FALCÓN, Victor. 2004. Morir en Playa Grande: el rescate de un entierro de la cultura Lima. En: Imagen de la Muerte. Primer Congreso Latinoamericano de Ciencias Sociales y Humanidades: 23-37. (Compilado por: Nanda Leonardini, David Rodríguez y Virgilio Cabanillas). Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Lima. HUBBS, Carl and George BIEN. 1967. La Jo-
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102 IGARETA, Ana, 2012. Breve reflexión sobre el escaso desarrollo temprano de la Arqueología Colonial en la República Argentina. Revista Quillasumaq. Estudios interdisciplinarios del antiguo y actual Perú. Nro. 1: 102-115. Lima.
Breve reflexión sobre el escaso desarrollo temprano de la Arqueología Colonial en la República Argentina “Es difícil aseverar cuando nació el interés por investigar los restos culturales del período hispánico, pero de lo que no cabe duda es la contemporaneidad entre esta arqueología y la que se preocupaba por el período prehispánico. Para los pioneros de esta ciencia no hubo en realidad grandes diferencias…” (Schávelzon 1992:31) Ana Igareta aigareta@gmail.com
Resumen El desarrollo histórico de la Arqueología en la República Argentina ha otorgado un lugar menor a las investigaciones relacionadas con sitios y problemáticas coloniales hasta tiempos recientes. El porqué de tal situación puede ser rastreado hasta las primeras décadas del siglo XX, cuando el proceso de institucionalización de la disciplina se vio influido por eventos sociales y políticos que hicieron que la Arqueología Histórica quedara relegada frente a las investigaciones prehistóricas. El limitado interés manifestado por los arqueólogos argentinos por el análisis del universo colonial se hizo visible en la falta de tipologías de referencia, en escasez de modelos integrales y en la percepción general del período conquistador como momento de ruptura total y sin continuidad posterior. Palabras claves: Desarrollo, Arqueología Colonial, Argentina.
A brief reflection on the early underdevelopment of Colonial Archaeology in the República Argentina Abstract Until recently investigations and problems related to the Colonial period in Argentina had been given a lesser place in the Archaeological discipline as a whole. The reason for this could be traced to the beginning of the 20th Century. During this time the field of Archeology in Argentina was being established, but political and social event put Historical Archaeology behind Prehistorical studies. The little interest shown by Argentinian Archaeologists in the study of the Colonial era is evident. It is plain to perceive in the lack of comprehensive models, the current amount of typologies and in the general perception that the Colonization put an end to the Native traditions, without any form of continuity. Keywords: Development, Colonial Archeology, Argentina.
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Breve reflexión sobre el escaso desarrollo temprano de la arqueología colonial en la República Argentina
Brève réflexion sur le manque de développement précoce de l’Archéologie Coloniale dans la République Argentine Résumé Le développement Historique de l’Archéologie en République Argentine a laissé peu de place, jusqu’à l’heure actuelle, aux recherches liées aux sites et problématiques coloniaux. Le pourquoi de cette situation peut être retracé jusqu’aux premières décades du 20ème siècle, quand le processus d’institutionnalisation de la discipline est influencé par des évènements sociaux et politiques, ce qui eut pour conséquence que l’Archéologie resta reléguée par rapport aux études préhistoriques. L’intérêt limité des archéologues argentins pour l’analyse de l’univers colonial se fit visible dans le manque de typologie de référence, dans la rareté des modèles intégraux et dans la perception générale de la conquête comme moment de rupture totale et sans continuité postérieure. Most-clés: Développement, Archéologie Coloniale, Argentine. Primeros trabajos de Arqueología Histórica Investigaciones dedicadas a analizar el desarrollo histórico de la Arqueología en la República Argentina coinciden en señalar que el origen de la actual disciplina científica se remonta a las últimas décadas del siglo XX, cuando se concretaron los primeros trabajos del período denominado “romántico o naturalista” (Fernández 1972: 30). Éste se caracterizó por la construcción de interpretaciones complejas sobre el funcionamiento de sociedades prehispánicas basadas en el análisis de reducidos conjuntos artefactuales y sostenidas por un mínimo andamiaje teórico, así como también por la escasa profundidad temporal atribuida al desarrollo de las culturas nativas. El posterior devenir de la disciplina posibilitó la implementación de técnicas sistemáticas de recolección de datos; la construcción de detalladas tipologías artefactuales basadas en grandes cantidades de datos y a la elaboración de modelos integrales sostenidos por una más refinada estructura teórica, a la vez que permitió reconocer la significativa antigüedad de la presencia humana en el actual territorio nacional. Aquellos investigadores que desarrollaron su
labor entre fines del siglo XIX y principios del XX, con justicia son considerados en la actualidad como padres de la Arqueología argentina. Ellos centraron su actividad en el análisis de sitios y problemáticas prehistóricas, abriendo entonces una línea de estudio que se extiende hasta hoy. Sin embargo- y este hecho resulta menos conocido- muchos de estos investigadores desarrollaron también una Arqueología del pasado histórico, analizando evidencia material que daba cuenta del proceso de conquista y colonización hispana concretado desde mediados del siglo XVI. La cantidad de manuscritos y textos publicados en referencia al tema permiten estimar que, para ellos, el período histórico revestía de tanto interés como cualquier momento del desarrollo cultural prehispánico y era asimismo digno de una exploración sistemática. Por ejemplo, en 1903 Juan Bautista Ambrosetti publicó en la revista Estudios de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (Argentina) un artículo de pocas páginas en el cual describía las características arquitectónicas de un antiguo caserón construido en el corazón de los Valles Calchaquíes, en la provincia de Salta (Ambrosetti 1903). En
104 él, Ambrosetti se preocupó tanto por identificar la estructura en cuestión como por detectar las influencias evidenciadas por ciertos detalles arquitectónicos: “Casi a la entrada se halla una [ventana] de estilo morisco (…) Recuerda el sud de España y el sedimento árabe que dejaron los famosos civilizadores de Andalucía en los conquistadores de América” (Ambrosetti 1903: 11). Si bien no era la primera vez que un arqueólogo argentino se interesaba por analizar el registro material de un sitio correspondiente al período histórico, lo cierto es que el título del texto definió entonces una línea de investigación que aún hoy resulta poco transitada: la de la “Arqueología Colonial”. En esa misma línea de interés, se publicó unos años después un muy interesante artículo de Félix Outes referido a unos montículos ubicados en la localidad de Pilar, provincia de Buenos Aires, que en un trabajo anterior habían sido considerados por el autor como producto de la actividad de grupos indígenas en tiempos prehistóricos (Outes 1906). En su nuevo escrito, el autor reconoce como errónea tal interpretación, al “(…) darme cuenta del craso error en que había incurrido al considerar como túmulos aquellos montículos, pues aún se notaba con perfecta nitidez los lineamientos generales de una construcción poligonal, correspondiente a un pentágono irregular cuyos lados formados por terraplenes, relativamente bien conservados, ofrecían en cada vértice una eminencia de altura variable. Desde luego, comprendí se trataba de los restos de un fortín de las primeras líneas de defensas, construidas por los españoles para librarse de los ataques de los indígenas y, en verdad no me lo explico, cómo las personas que han estado por allí no han observado los detalles característicos que permanecen aún intactos.” (Outes 1906: 252). El autor no pudo excavar en el sitio pero revisó los túmulos y sus alrededores, notando
la ausencia de material asociado a éstos en superficie. Luego, se embarcó en una revisión de documentos históricos destinada a obtener precisiones sobre la estructura en cuestión, su origen y posibles constructores. El resultado negativo de tal pesquisa fue asociado por el investigador al hecho de que las colecciones de textos del Archivo General de la Nación que correspondían al período de la conquista se encontraban aún sin clasificar y que una vez que fueran ordenadas, saldrían a la luz datos significativos sobre la problemática y el sitio en cuestión, tal y como ocurrió. Como hipótesis alternativa, Outes propuso que podría ser útil relevar las características generales de otros fuertes erigidos en la región en tiempos coloniales, asumiendo que si el de Pilar era de hecho un fuerte, debían existir coincidencias morfológicas y tecnológicas con otros sitios semejantes del mismo periodo. Elaboró entonces una muy sintética tipología que daba cuenta de los principales rasgos arquitectónicos de los fuertes construidos en la provincia de Buenos Aires hasta comienzos del siglo XIX, lo que le permitió identificar mínimas semejanzas entre la estructura de Pilar y un antiguo fortín en el pago de Areco y finalmente establecer que el primero debía ser una obra construida antes del año 1751. A principios de la década de 1920, Eric Boman se interesó por los hallazgos de piezas históricas que otro investigador había realizado en la región de Viluco, en la provincia de Mendoza y decidió realizar allí una intervención sistemática. El análisis de los materiales por él recuperados puso en evidencia la presencia de ciertos rasgos morfológicos inusuales en la cerámica del lugar, tales como picos en recipientes semejantes a jarras (Boman 1920: 532). Boman propuso que tal rareza morfológica debía ser asumida como indicadora de influencia europea, por tratarse de características por completo ajenas al repertorio cerámico sudamericano
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prehispánico. El trabajo incluía además una detallada revisión de la información por entonces disponible acerca de las cuentas de vidrio europeo encontradas en sitios arqueológicos en todo el continente americano, intentando establecer un esquema general de dispersión y una primera tipología clasificatoria de las mismas (Boman 1920). Como último ejemplo, mencionaremos un trabajo considerado como un clásico entre los textos de Arqueología, el artículo de 1921 de Salvador Debenedetti da cuenta de la presencia de elementos de origen europeo en un conjunto de cementerios supuestamente indígenas en la localidad de Caspinchango, provincia de Catamarca. Allí exhuma “(…) objetos pertenecientes a la cultura de los conquistadores” (Debenedetti 1921: 750) como parte del ajuar de enterratorios realizados de acuerdo a tradiciones indígenas. En el mismo texto, Debenedetti llama la atención sobre lo curioso que resulta que el material de procedencia hispánica recuperado hasta entonces en otros cementerios, no haya incluido nunca cerámica de origen español, y pasa revista a por lo menos cinco trabajos realizados en sitios con elementos hispánicos. Propone utilizar dicho material “… como primer punto de referencia y de comparación (…) a los efectos de tentar la posición cronológica de las culturas que se sucedieron en aquellas comarcas.” (Debenedetti 1921: 788). Definición del problema Si bien la Arqueología Histórica como especialidad no obtuvo reconocimiento como tal en la República Argentina sino hasta el último cuarto del siglo XX, los casos antes presentados constituyen excelentes ejemplos de que el estudio del período histórico atrajo tempranamente la atención de los arqueólogos. Resulta lógico entonces reflexionar acerca de los motivos que llevaron a que dicha temática perdie-
ran a posteriori protagonismo en la actividad. Aceptando que en la definición del campo de trabajo de toda ciencia, tanto el énfasis puesto en algunos temas como la exclusión de otros puede ser explicado por el contexto sociohistórico en que ésta se produce (Madrazo 1985: 14), proponemos que el espacio otorgado a la Arqueología Histórica dentro de la disciplina se relaciona con el contexto en que tuvo lugar la institucionalización de la actividad. En tal sentido, entendemos que la práctica de la Arqueología Histórica se remonta en el país al origen de la Arqueología como ciencia, pero durante gran parte del siglo XX la especialidad tuvo una escasa visibilidad disciplinar que recién comenzó a revertirse hace algunas décadas (Igareta y Schávelzon 2011). Podgorny afirma que el proceso de institucionalización de la Arqueología argentina se inició a comienzos del 1900, con la traducción al castellano de los primeros manuales de trabajo de campo para la formación de futuros arqueólogos (Podgorny 2004: 151). Dichos textos, que presentaban los métodos adecuados para una “científica” obtención de datos, consolidaron la posición de las cátedras de prehistoria y Arqueología que habían aparecido en distintas universidades nacionales, tales como las de Córdoba, Buenos Aires y La Plata. La noción de Arqueología como ciencia y actividad claramente diferenciada por metodología y objetivos de la de los traficantes de antigüedades, impulsó también el crecimiento de las colecciones arqueológicas y el desarrollo del Museo de Ciencias Naturales de La Plata, el de Historia Natural de Tucumán y el de Ciencias Naturales de Buenos Aires, entre otros (Madrazo 1985: 22). El auge de la investigación arqueológica se dio en el marco del amplio impulso a las ciencias que la denominada “generación del 80” imprimió a la política nacional entre fines de la década de 1870 y hasta inicios de 1910 (CAEA 1985). No es interés del presente artículo ahon-
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Figura 1: ����������������������������������������������������������������������������������������������� Portada de la publicación de 1903 de Juan Bautista Ambrosetti en la que se indica que su contenido desarrolla un tema de “Arqueología colonial”, toda una rareza para la época.
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dar en las extremadamente complejas características de dicho período, por lo que nos limitaremos a señalar que la noción de progreso económico como ilusión de desarrollo social fue uno de sus rasgos más sobresalientes, así como también lo fue la transformación del perfil social y cultural del país (Veiravé 1973: 130). A comienzos de 1900, la población indígena que hasta dos décadas antes ocupaba las regiones del centro y Sur del país, había disminuido drásticamente en número como resultado directo del avance del ejército nacional sobre sus territorios y del sistemático exterminio y dispersión de sus habitantes1. Necesitada de mano de obra que pudiera ser captada para incorporarse a la creciente actividad agrícola e industrial, la clase dirigente fomentó la llegada de inmigrantes europeos, quienes arribaron en masa y se asentaron en la periferia de los principales centros urbanos (Díaz Alejandro 1975). Sin embargo, los grupos entonces llegados probaron tener un perfil social y político diferente al pretendido por las autoridades, lo que generó intranquilidad en los grupos de poder. “(…) los indígenas habían dejado de ser un problema para el Estado que ya controlaba efectivamente el territorio (…) El conflicto surgía entonces con las masas obreras integradas por inmigrantes y sus hijos, que habían llegado de Europa con ideas socialistas y anarquistas. La clase dirigente, preocupada por esto, generó un sentimiento nacionalista” (Politis 1992: 73). El “sentimiento nacionalista” al que hace referencia Politis puede ser considerado como una particular estrategia de consolidación del poder de los grupos que lo detentaban y quienes, durante las dos primeras décadas del siglo XX, intentaron controlar un escenario político y social cada vez más conflictivo e inestable. Así, una nación cuya aristocracia había estado hasta entonces culturalmente encandilada por Europa, se volcó de súbito al estudio de
sus raíces aborígenes y criollas (Politis 1992), provocando, indirectamente, una pérdida de interés por las investigaciones que abordaran el rol jugado por los otros grupos étnicos en la conformación del estado nacional. Ello no solo afectó la apreciación del aporte realizados por los inmigrantes de diversas nacionalidades europeas que por ese entonces aún continuaban llegando al país, sino también el de los múltiples y heterogéneos grupos humanos venidos durante los cuatro siglos anteriores- incluyendo a los expedicionarios ibéricos y los esclavos moros y africanos traídos por estos y llegados desde comienzos del siglo XVI-. El interés general despertado por los estudios indigenistas se tradujo en la creación de centros e institutos de investigación que enfocaron su atención en la recuperación e interpretación del pasado prehistórico y en la construcción de modelos que dieran cuenta de la riqueza de las culturas que habitaron el actual territorio argentino hasta el inicio de la conquista. Durante las décadas de 1910 y 1920 diversas instituciones surgieron con el objetivo de servir a tal fin, incluyendo el Instituto de Etnología de Buenos Aires o su homólogo en la Universidad Nacional 1
La eufemísticamente denominada “conquista del desierto” fue una acción militar y comercial emprendida por el gobierno argentino durante las dos últimas décadas del siglo XIX y cuyo objetivo fue la obtención del dominio total del actual territorio nacional mediante el exterminio y captura sistemática de los grupos indígenas que aún controlaban sectores de las regiones de Pampa y Patagonia (Oeste y Sur de la República Argentina). Asimismo, se considera que su realización marcó el fin del modo de vida de los gauchos argentinos, tanto porque gran cantidad de ellos integraron- forzadamente- las milicias que se enfrentaron a los indígenas, como porque a partir de entonces comenzó el parcelamiento compulsivo de las enormes extensiones de terreno por las que habitualmente se desplazaban.
108 de Tucumán, a la vez que se realizaron en el país encuentros de la envergadura del Congreso Internacional de Americanistas, uno de los más emblemáticos espacios de discusión arqueológica de la época y en el que, intencionalmente, los eventos posteriores a la conquista fueron dejados de lado, a fin de “… evitar la segura politización de los encuentros resultante de controversias insoslayables sobre determinados temas contemporáneos y los problemas de la Historia Colonial.” (Podgorny 2004: 149). Un porcentaje mayoritario de los recursos de financiamiento y del espacio en las publicaciones especializadas en Arqueología- que por ese entonces comenzaban a multiplicarse- fueron destinados a la realización y presentación de trabajos relativos a la problemática prehistórica. El contenido de la revista Relaciones2 de la Sociedad Argentina de Antropología, publicación iniciada en 1937, sirve como excelente ejemplo de ello y del hecho de que el mencionado énfasis indigenista se extendió por varias décadas. Una revisión del total de los artículos publicados desde entonces pone en evidencia el escaso espacio destinado a trabajos arqueoló-
gicos que abordaran problemáticas históricas y que fueran más allá del análisis de los procesos de ruptura de las tradiciones indígena producidas por la conquista europea. Solo unos pocos textos reconocieron y ahondaron en los procesos de reelaboración y surgimiento de nuevas formas materiales y culturales que también caracterizaron el momento de contacto y los tiempos posteriores de consolidación de la sociedad colonial y republicana. El entusiasmo manifestado tempranamente por algunos arqueólogos por el estudio de eventos históricos no se extendió a sus colegas; en el mejor de los casos, tal interés se trasladó a lo que podríamos denominar la periferia de la Arqueología académica, lo que implica que muchos de los trabajos que se atrevieron a abordar tales problemáticas fueron desarrollados por 2
Todos los números de la revista Relaciones desde el número 1 hasta el correspondiente al año 2000, se encuentran disponibles on-line en el sitio web de la SAA, http://www.saantropologia.com.ar/relacionesonline.htm [Consultada el 31-07-2012, 21:09 hras.]
Figura 2: Detalle de la publicación de 1920 en la que Eric Boman presentó parte del material histórico procedente de un cementerio de la provincia de Mendoza.
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profesionales de otros campos y no por arqueólogos strictu sensu (Raffino e Igareta 2003:11) Dichos investigadores, menos afectados por los requerimientos oficiales de la disciplina, probablemente gozaron de mayor libertad en sus elecciones temáticas, lo que les permitió abordar desde diversas perspectivas el estudio del registro material del pasado histórico (Igareta 2006). Curiosamente, sus resultados fueron ignorados -y su actividad frecuentemente obstaculizada- por sus pares arqueológicos, quienes no parecen haber visto con buenos ojos la intromisión de otros profesionales en su campo de trabajo (y quienes, probablemente, se sintieron algo amenazados por el desarrollo de investigaciones que revelaban como significativos elementos del pasado que ellos habían preferido no considerar). Este escenario disciplinar comenzó a modificarse lentamente en las últimas décadas del siglo XX y de modo más significativo a comienzos de la década de 1980, cuando la vuelta de la democracia a la República Argentina posibilitó la recuperación de espacios de investigación arqueológica que habían sido desmantelados durante los años anteriores y la creación de otros nuevos cuyos profesionales se enfocaron en el estudio de problemáticas históricas desde múltiples perspectivas. El período colonial en la Arqueología argentina Como mencionábamos, el énfasis inicial de la Arqueología argentina en la recuperación y el análisis de restos de culturas prehistóricas afectó negativamente el interés de los profesionales por eventos ocurridos a posteriori de la conquista hispana, motivo por el cual el estudio arqueológico del período histórico quedó acotado a un pequeño corpus de trabajos. Si bien los procesos históricos en conjunto quedaron fuera del foco central de la disciplina, el período colonial temprano parece haberse vis-
to particularmente afectado por tal desplazamiento. Entre otras causas, es posible proponer que la tácita –y no tanto- división de espacios disciplinares entre la Arqueología y la Historia generó confusión acerca de a que profesionales competía su estudio. En 1937, el entonces Director de la Academia Nacional de la Historia, Ricardo Levene, propuso que la prehistoria, la protohistoria y el descubrimiento fueran estudiados por los arqueólogos y que los historiadores se hicieran cargo del estudio de lo ocurrido a partir del descubrimiento (Podgorny 2004: 148). De alguna manera, esta superposición en el campo de injerencia de ambas disciplinas, en vez de generar una proliferación de trabajos que se ocuparan de un mismo momento histórico desde diferentes perspectivas, derivó en una doble falta de interés acerca de los eventos que caracterizaron el mismo. Ello dificultó que los hechos ocuridos durante los primeros siglos de la Colonia fueran percibidos como parte de un fenómeno singular, con una identidad propia y mucho más compleja de lo que podía ser percibido desde un enfoque que solo considerara conjunto acotado de datos. Así, varios de los trabajos arqueológicos que abordaron el análisis de eventos ocurridos durante el primer siglo de conquista, lo hicieron enfocándose en la problemática de la transformación del universo aborigen, en los fenómenos de pérdida y desintegración de los rasgos de su cultura material y en los de adopción forzada de elementos de origen europeo. En otros casos, el análisis de la materialidad del período colonial quedó reducida a la mera mención de la “presencia de materiales históricos en sitios indígenas” y a la presentación del inventario de los bienes de origen europeo aparecidos en contextos nativos. El hecho de que sólo los objetos fueran asumidos como históricos y que los sitios en que estos aparecían continuaran siendo percibidos como indígenas pone en evidencia el peso del mencionado énfasis indigenista,
110 así como también lo hace la ausencia de un cuestionamiento crítico que evalúe el posible carácter indígena de una sociedad irremediablemente afectada por el avance europeo. La falta de una identidad arqueológica del periodo colonial durante la primera mitad del siglo XX se relacionó también con la escasez de trabajos que analizaran el repertorio material que los grupos europeos introdujeron en el territorio americano, o que establecieran cómo éste se vio afectado por procesos de pérdida, adaptación y transformación homólogos a los experimentados por los materiales indígenas. Ello introdujo un sesgo significativo en toda consideración sobre la articulación de elementos en sitios coloniales y el potencial informativo de los mismos en relación a los procesos sociales de los que daban cuenta. La falta de familiaridad de los arqueólogos con una porción del registro material que analizaban, sumado a la carencia de modelos que recopilaran, sistematizaran y permitieran comparaciones entre los elementos incluidos en el mismo, supuso otro obstáculo significativo en la comprensión del funcionamiento de aspectos de la sociedad colonial y en la interpretación de cómo fue el proceso que llevó a su articulación y desarrollo. Asimismo, y a diferencia de lo ocurrido con los restos prehistóricos, cuyos rasgos fueron rápidamente reconocidos y organizados en esquemas cronotipológicos, las características de los materiales coloniales –tanto europeos como producidos localmente- no fueron sistematizadas por tipos o por antigüedad más que de modo acotado durante los primeros cincuenta o sesenta años de la Arqueología argentina. La mayor parte de los trabajos de descripción y clasificación de materiales coloniales que se realizaron en dicho lapso buscaron solo resolver interrogantes puntuales que se les presentaron a los investigadores, sin que ninguno concretara un verdadero desarrollo tipológico
que fuera útil a otras investigaciones. El valor de los modelos tipológicos como herramienta de clasificación e identificación de materiales en la etapa inicial de la disciplina arqueológica es bien conocido, por lo que puede estimarse que la carencia de bases de datos semejantes para el análisis de restos coloniales demoró significativamente el desarrollo de las investigaciones referidas a éstos. Los contados trabajos de Arqueología Histórica realizados durante las primeras décadas del siglo XX no alcanzaron a organizar sistemáticamente la información obtenida sobre el periodo colonial, ni a definir con claridad el conjunto de rasgos particulares que lo definieron más allá de los procesos de transformación de las culturas nativas. A diferencia de lo ocurrido con etapas previas del desasarrollo cultural del país, cuya identidad arqueológica quedó tempranamente definida gracias a la proliferación de trabajos que se ocuparon de ellas, el mundo colonial y el registro material que lo caracterizó quedaron relegados. Si bien la situación comenzó a revertirse en las décadas siguientes, el proceso fue lento y la falta de interés de muchos investigadores en la construcción de modelos de transformación cultural temporalmente más abarcativos continúa fomentando, aún en la actualidad, la idea de que la Arqueología no tiene nada que estudiar en lo que respecta al período histórico. Una página extraída de un texto reciente y en el que se caracteriza el desarrollo cultural de un sitio del área andina meridional sirve como ejemplo de la persistencia de dicha noción: Durante el período de Desarrollos Regionales Tempranos (900-1300 d.C.) se produjo la ocupación de la quebrada (…) Las evidencias son el surgimiento de un mayor número de instalaciones y un aumento de la densidad de cada sitio. En general, los sitios de este período (...) se ubican sobre elevaciones de difícil acceso, algunos de ellos con trazados urbanos
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Figura 3: Primera ����������������������������������������������������������������������������������������������� página del primer número de Relaciones de 1937, tal y como se presenta en el sitio oficial de la SAA, con la firma del profesor Romualdo Ardissone.
112 complejos (...). La presencia de sitios fortificados es explicada como producto de tensiones derivadas de la competencia interior, ya sea por los recursos o el aumento demográfico, inherente al surgimiento de sociedades jerarquizadas. El período de Desarrollos Regionales Tardío (1300-1410 d.C.) estuvo caracterizado por una progresiva integración socio política que habría conducido a sociedades estratificadas (…) Esto se evidencia claramente por la presencia de sitios con diferencias en tamaño y complejidad interna (…). La presencia Inka modificó las relaciones de poder existentes alterando, en algunos casos, la funcionalidad de los sitios. Algunos de los asentamientos de mayor jerarquía durante momentos pre-inkaicos experimentaron importantes modificaciones, en tanto grandes complejos arquitectónicos fueron edificados en sectores privilegiados de los mismos.. (…) Finalmente la conquista hispana tuvo efectos devastadores y precipitó la desaparición de la sociedad indígena. No obstante, se registra la continuidad de la ocupación indígena en La Huerta hasta comienzos del siglo XVII. (Palma et al. 2007: 485). Casi al estilo de los cartógrafos medievales, que al dibujar en el mapa aquella parte del territorio que les era desconocida se contentaban con señalar “ahí hay monstruos”, muchos de los arqueólogos que se enfrentan hoy a un registro propio del período colonial se limitan a señalar que los componentes indígenas del mismo presentan alterados sus rasgos originales y a esa indicación parecen reducirse todas las posibilidades de análisis e interpretativas. En razón de ello, no se concreta ni una mínima caracterización general de la materialidad atribuida al período, ni se propone el surgimiento de ninguna forma de expresión cultural derivada del contacto entre sociedades inicialmente distantes; la conquista hispana se presenta
literalmente como el final del mapa. Desde esa perspectiva, el período colonial carece de una identidad arqueológica propia, así como de toda posibilidad de ser percibido como un momento en que múltiples realidades culturales y materiales diferentes entran en contacto, chocan y se conjugan y se ven ineludiblemente modificadas desde sus elementos básicos, dando lugar al surgimiento de una realidad emergente que es más que la suma de sus partes. Comentario final En 1954, al reseñar la aparición de un libro dedicado al estudio de las ruinas de una antigua ciudad colonial, Alberto Rex González resumía muy adecuadamente el estado de cosas dentro de la disciplina y señalaba el camino que seguirían otros investigadores, interesados en analizar el fenómeno colonial desde una perspectiva diferente a la antes descrita: “Hasta hace muy poco tiempo ningún trabajo sistemático de investigación arqueológica habíase llevado a cabo en el país en sitios definidamente hispánicos (…) La atención de los arqueólogos estaba concentrada en los innumerables yacimientos del N.O. argentino. La imponencia de sus viejos pucarás circundados de murallas y cribados de habitaciones atrajeron a los arqueólogos desde las primeras horas, fundando una tradición científica cuyo hilo no se había cortado en el transcurso de casi cuatro generaciones. Las ruinas de las primeras poblaciones hispánicas solo han sido objeto de mención como de paso, o bien sólo del interés directo del historiador, que proseguía su tarea entre viejos folios, al margen de la pala o la piqueta del arqueólogo. Sólo de tarde en tarde vemos incluidas en las publicaciones especializadas alguna referencia de esta índole. (…) El estudio de los elementos hispánicos o europeos iniciará una etapa de investigación sobre estos materiales, la mayoría de los cuales son poco conocidos o están mal estudiados, pero cuyo
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conocimiento será de primordial importancia el día que la piqueta del arqueólogo entre a mover el sudario de tierra que por siglos ha envuelto los restos de aquellas ciudades legendarias (…) sepultas en la extensión de nuestro territorio.” (González 1954: 513). En las últimas dos décadas, el surgimiento y consolidación de proyectos arqueológicos enfocados en la realización de análisis integrales de sitios coloniales puso en evidencia su relevancia como fuente de información histórica y arqueológica, así como también su potencial para proporcionar datos relevantes sobre los complejos fenómenos de cambio cultural que se registraron en el país durante los primeros siglos de conquista y colonización. Tal y como lo pronosticara González, el estudio de los restos de antiguas ciudades coloniales ha contribuido, en particular, a la elaboración de interpretaciones que aborden dicho cambio como rasgo característico del período, al igual que lo fueron la constante combinatoria de bienes y prácticas de múltiples orígenes y el surgimiento de otros nuevos a nivel regional. Los resultados obtenidos durante las tareas del mapeo y excavación de las ruinas de la “maldecida” ciudad de Esteco en la provincia de Salta (Tomasini y Alonso 2001); en los trabajos realizados en el Área Fundacional de la ciudad de Mendoza, capital de la provincia de igual nombre (Chiavazza y Zorrilla 2005); en la investigación de Arqueología e Historia en la Colonia Española de Floridablanca desarrollada en la provincia de Santa Cruz (Senatore 2007); en el marco del Proyecto Primera Buenos Aires (Schávelzon 2008); durante la excavación de unidades domésticas en la antigua Ibatín en la provincia de Tucumán (Rivet 2009) o en el curso de nuestras propias investigaciones en las provincias de Catamarca y Santiago del Estero, en las áreas fundacionales de sus primeras ciudades (Igareta 2008, 2010), todos han colaborado en la definición de un escenario de-
tallado del período Colonial. Uno de los logros más interesantes de la Arqueología Histórica argentina en el nuevo siglo ha sido la recuperación de evidencia que indica con claridad que los hechos acontecidos durante los siglos XVI, XVII y XVIII fueron mucho más complejos que lo que puede atribuirse a un mero momento transicional, y que se trató, por el contrario, de una etapa de rasgos singulares susceptibles de ser analizados por la Arqueología. Si bien es mucho lo que resta aún por explorar a nivel disciplinar, la Arqueología argentina debe alcanzar un verdadero nivel de integración de las propuestas de sus diferentes especialidades, el crecimiento sostenido de las investigaciones de la Arqueología Histórica y la incorporación de sus resultados en análisis macro parece indicar que la actividad se encuentra en el camino correcto para conseguirlo. Agradecimientos A Nicolás Aguerrebehere, Vanina Castillón, Diego Gonnet y la irremplazable Marina Iwanow, compañeros de jornadas en los últimos años en esto de pensar las ciudades coloniales de nuestro país y a Daniel Schávelzon, por haberme introducido en los vericuetos del tema hace ya mucho tiempo. Bibliografía AMBROSETTI, Juan Bautista, 1903. Arqueología colonial. La Hacienda de Molinos (Valles Calchaquíes, provincia de Salta. Imprenta y Casa Editora de Coni Hermanos. Buenos Aires. BOMAN, Eric, 1920. Cementerio indígena postcolombiano de Viluco, provincia de Mendoza. Comunicación preliminar. Physis. Revista de la Sociedad Argentina de Ciencias Naturales. Tomo IV: 94 – 96. Imprenta y Casa Editora Coni. Buenos Aires
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116 MONTEVERDE SOTIL, Rodolfo, 2012. Entrevista al arqueólogo Bernardino Ojeda. Revista Quillasumaq. Estudios interdisciplinarios del antiguo y actual Perú. Nro. 1: 116-127. Lima.
Entrevista al arqueólogo Bernardino Ojeda Interview with the archaeologist Bernardino Ojeda Interview de l’archéologue Bernardino Ojeda “... El Estado y la Arqueología deben comprometerse con desentrañar y ampliar los conocimientos de nuestra historia ancestral prehispánica y cimentar el concepto que el Perú, junto a México en este continente, es uno de los centros culturales originarios en el mundo...” Rodolfo Monteverde Sotil laspuertas48@hotmail.com
Presentación Bernardino Ojeda Enríquez, cuzqueño de nacimiento, es un destacado arqueólogo egresado de la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cuzco en 1962; fecha en la cual ya laboraba en el Patronato Nacional de Arqueología junto al prestigioso arqueólogo Dr. Manuel Chávez Ballón. En este tiempo, además, fue invitado a la ciudad de Lima por el famoso antropólogo suizo Frederic Engel (1908-2002) para colaborar en su Instituto Nacional de Prehistoria, que dirigía de manera particular en su domicilio de la Molina. Ojeda empezó a trabajar al lado de Engel en 1962, en el valle de Chilca, en remplazo de Christopher Donnan, quien había terminado de estudiar los contextos de viviendas de Chilca I. Ojeda desde este momento acompañaría a Engel por más de 35 años ininterrumpidos. Don Bernardino nos recibió en su vivienda del distrito del Rímac y luego de saludarnos me comenta que su casa está localizada en lo que fue la gran plaza delantera de la famosa huaca de La Florida, zona privilegiada para un arqueólogo andino, como se siente él orgullosamente. Además, me señala las lomas de Amancaes, que en esta época invernal presentan un tímido verdor y me explica su importancia ecológica, con cierta nostalgia, como uno de los pocos relictos vegetacionales que rodean a nuestra capital y que están en vías de extinción. Debo reconocer que lo que más me sorprendió de este trabajador de la arqueología fue su humildad y caballerosidad al recordar y referirse a sus compañeros de trabajo, tanto nacionales como extranjeros. Ojeda con gran emoción reconoce tener un enorme agradecimiento al Dr. Engel por haberle brindado la extraordinaria oportunidad de trabajar en diversos proyectos realizados a lo largo de los años; aunque que se pone un tanto meditabundo y nostálgico, al afirmar que si bien tuvo grandes logros personales, el hecho de trabajar con Engel, científico de enorme prestigio, lo mantuvo en reserva aún en los créditos de los libros editados. Pero él reconoce que su labor ha quedado plasmada en los innumerables trabajos de registro, levantamientos topográficos, excavaciones, restauraciones, etc.; que en cierta forma incrementaron la fama e intelectualidad del Dr. Engel. A continuación les presento una breve entrevista que le realice a este importante y sencillo arqueólogo peruano en el mes de agosto del presente año.
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Entrevista al arqueólogo Bernardino Ojeda
Rodolfo Monteverde Sotil (RMS): Usted es cuzqueño y arqueólogo de profesión, ¿dónde estudió? Bernardino Ojeda (BO): Sí, yo nací en la ciudad del Cuzco y estudié inicialmente Pedagogía en la especialidad de Historia y Geografía en la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cuzco (UNSAAC) pero simultáneamente opté por estudiar en la sección de Letras, en la especialidad de Antropología, y luego me definí en estudios de Arqueología, egresando de ambas especialidades en 1962.
nisterio de Educación aquí en Lima. A parte de estudiar las evidencias incaicas, también investigamos la presencia del Formativo en Chanapata, al Norte del Cuzco, y Marcavalle en el valle plano del Cuzco. A toda esta vivencia estudiantil, tuve la suerte de conocer al Dr. John Rowe y a su alumno Edward Lanning, quienes me ayudaron para obtener una beca de la UNSAAC, de dos meses de permanencia en el famoso Castillo de Chavín
RMS: De aquellos años como estudiante o recién egresado de la UNSAAC, ¿a quién recuerda con más aprecio y qué experiencias iniciales tuvo en la Arqueología cuzqueña? BO: Con fervor y nostalgia debo confesar que uno de mis inolvidables y destacados profesores fue el Dr. Manuel Chávez Ballón, prestigioso investigador de la cultura Inca, con quien trabajé en el Patronato Nacional de Arqueología a inicios de los años 60, cuando el Dr. Luis E. Valcárcel era el Presidente a nivel nacional. Como estudiante participé en la construcción del campamento de exploración en Puente Ruinas de Machu Picchu, y de allí con la plana de obreros del Patronato, realizamos labores de limpieza y reconocimiento de los sectores invadidos por la vegetación silvestre, que afectaban las estructuras murarias de este complejo arqueológico. También, como parte curricular de investigación en Arqueología, participamos en la primera excavación “sistemática” en uno de los ambientes del Coricancha, hecho inédito por el conservadurismo de la época. Además, participé en la exploración y reconocimiento con excavaciones en el Templo de Raqchi, al Sur del Cuzco y en la elaboración, por primera vez, de una maqueta en madera a escala 1:50, que fue exhibida en el antiguo edificio del Mi-
Figura 1: Excavaciones en el Coricancha (Cuzco), 1960. Foto cedida por B. Ojeda.
118 RMS: ¿Cómo así se da la oportunidad de continuar su carrera profesional en Lima? BO: Cuando aún no terminaba la universidad y me encontraba laborando en el Patronato del Cuzco, en 1962, recibí una oferta laboral de tres meses para acompañar al Dr. Engel en la ciudad de Lima y también para remplazar a Christopher Donnan quien finalizaba sus investigaciones de contextos de viviendas de Chilca de los 5,850 años AP. Esta invitación de prueba se convirtió en más de 35 años al lado de Engel. Lo que significó un quiebre total en mis experiencias arqueológicas acostumbradas a procesar sólo la cultura incaica en el Cuzco; ya que tuve que empezar a trabajar en sitios precerámicos de Lima. RMS: ¿Qué recuerdos tiene del Dr. Frederic Engel?
Figura 2: En Chavín de Huantar (Ancash), 1961. Foto cedida por B. Ojeda.
de Huantar, en el departamento de Ancash. De este modo con el Dr. Chávez Ballón, realizamos trabajos de exploración y registro de las centenas de piezas líticas del Castillo extraídas por el Dr. Julio C. Tello, en sus estudios de 1925 y después del aluvión de los años 40. Estas labores las realizamos con el experto Marino González, de quien tengo los más inolvidables recuerdos.
BO: El Dr. Engel aparte de su personalidad acogedora, era muy académico, con una formación europea clásica. Tenía un carácter exigente, preciso y puntual. Pero claro, yo desde luego traté siempre de estar a la altura de sus exigencias, lo cual a él le agradó mucho. Al poco tiempo me asignó como jefe de campo, lo cual fue un gran reto, pero al mismo tiempo estaba muy agradecido por que me brindó las mejores posibilidades de desarrollarme profesionalmente al facilitarme instrumentos de última generación, de esos tiempos, como un teodolito, plancheta autoreductora, camioneta full equipo para las salidas al campo, etc. Con Engel, mis trabajos fueron diversos, como el encargarme de la construcción del Museo de Sitio Julio C. Tello en Paracas, que fue inaugurado por el arquitecto Fernando Belaunde Terry en 1964. En Paracas, años antes, Engel había descubierto sitios arqueológicos como Cabezas Largas, Santo Domingo, Puerto Nuevo y había registrado casi toda la península de Paracas.
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Entrevista al arqueólogo Bernardino Ojeda
Figura 3: En Machu Picchu (Cuzco), 1962. Con el Dr. Manuel Chávez Ballón, al centro, y el arqueólogo Fidel Ramos, a la derecha. Foto cedida por B. Ojeda.
Yo empecé a trabajar con Engel en 1962 en su Instituto Nacional de Prehistoria, que en 1965 pasa por convenio a la Universidad Nacional Agraria de la Molina y se crea el Instituto de Antropología y Agricultura Precolombina (IAAP), en el antiguo edificio de la Primera Escuela Agraria del Perú, en el distrito de Jesús María. Donde luego, en los años 70, se convierte en el Centro de Investigaciones de Zonas Áridas del Perú (CIZA), en donde además se implementó
el Departamento de Estudios Ecológicos. En el CIZA laboramos con el Dr. Engel hasta los años 90, donde realizamos trabajos de campo y la publicación de los resultados de nuestras exploraciones. RMS: ¿Cómo cuáles publicaciones por ejemplo? BO: Aparte de los libros sobre “Geografía Hu-
120 mana Prehistórica de Chilca, Paracas. Cien Siglos de Cultura Peruana”, se preparó una serie de cuadernos, cuatro tomos en inglés, del PAE (Prehistoric Andean Ecology) editados en el Departamento de Antropología de la Hunter College of the City University of New York. Un resumen se publicó en español en el libro “De las Begonias al Maíz”, que abarca secuencialmente desde la época Paleolítica hasta la incaica en la costa. También se publicaron otra serie de tres libros sobre Ecología Prehistórica Andina (Tres Ventanas, Chilca, un desierto en tiempos prehispánicos Paracas, implementos líticos amorfos, etc.) y finalmente un libro póstumo “Arqueología inédita de la Costa Peruana”. A esta bibliografía hay que agregar los innumerables artículos escritos por Engel en colaboración a diversas entidades nacionales y extranjeras.
trabajos de limpieza y reconocimiento de las estructuras de sus diferentes ambientes, aplicando por primera vez la técnica de Anastilosis, recomendado por entonces por la Carta de Venecia para restauración de monumentos antiguos. Dichas recomendaciones o normas, no dieron resultado en El Paraíso, tanto por la antigüedad de la Unidad I como por la altura de los paramentos, razón por la que decidimos aplicar propiamente una restauración y consolidación. Esta labor de investigación y restauración me demandó 18 meses como arqueólogo residente, bajo la atenta supervisión del Dr. Engel en sus
RMS: ¿Cómo fue la experiencia de trabajar en la investigación y restauración de El Paraíso? BO: Con el Dr. Engel llegamos en 1965 a El Paraíso, también conocido como ruinas de Chuquitanta, el cual está localizado en la margen izquierda y valle bajo del río Chillón a 45 msnm. Lo primero que hicimos fue verificar su identidad cultural y al encontrar restos de tejidos de algodón entrelazado en los basurales asociados a los muros, más la presencia de bolsas tejidas de hojas entrelazadas llamadas “shicras”, propusimos que se trataba de un sitio Precerámico Tardío; ya que además, presentaba características muy similares a las que el Dr. Engel había encontrado en Río Seco y en sitios precerámicos de Asia, al Sur de Lima. Sabemos que por la distribución de las diferentes unidades arquitectónicas (XII), que componen El Paraíso, éste estaba configurado en forma de U. De estas unidades solo escogimos una, la Unidad I, en donde realizamos
Figura 4: En Machu Picchu (Cuzco), 1962. Foto cedida por B. Ojeda.
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Figura 5: En Chilca (Lima), 1963. Foto cedida por B. Ojeda.
Figura 6: Complejo Lapa Lapa (Chilca-Lima), 1965. Foto cedida por B. Ojeda.
visitas semanales. Este inédito trabajo de restauración en un lugar Precerámico despertó el interés de muchos estudiosos, sólo comparable en el momento con los trabajos en Kotosh con la Misión Japonesa del Dr. Izumi. Como nota anecdótica recibí la visita de los arquitectos Fernando Belaunde Terry, Samamé Boggio
y Santiago Agurto Calvo; además de Jorge C. Muelle, Toribio Mejía Xesspe, Josefina Ramos de Cox, Luis Lumbreras, Arturo Jiménez Borja y Duccio Bonavía quien fue el más duro y exigente con sus preguntas, pero el más entusiasta y colaborador fue el arquitecto Víctor Pimentel.
122 Lamentablemente en la actualidad el sitio está en total estado de abandono. Si a ello le sumamos el deterioro que sufre en fechas del solsticio de junio y diciembre, cuando gran cantidad de personas ingresan a la Unidad I, aportando a su destrucción. RMS: ¿Qué opinión le merece la Arqueología peruana actual? BO: Después de lo vivido en más de 50 años de actividad en la Arqueología diré sin reservas que siempre debe existir un interés latente de continuar con las investigaciones en este campo porque es una demanda natural que exige nuestra nación. Pienso que la Arqueología en
el Perú en general va por buen camino, con una legislación arqueológica perfeccionada de acuerdo a los tiempos actuales que el Estado con sus estamentos correspondientes debe consolidar y dar plena garantía. El Estado y la Arqueología deben comprometerse con desentrañar y ampliar los conocimientos de nuestra historia ancestral prehispánica y cimentar el concepto que el Perú, junto a México en este continente, es uno de los centros culturales originarios en el mundo. RMS: ¿Qué le parecen las investigaciones actuales realizadas en sitios tempranos de la cronología prehispánica?
Figura 7: El Paraíso (Lima). Trabajos en la Unidad I. 1966. Foto cedida por B. Ojeda.
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Entrevista al arqueólogo Bernardino Ojeda
Figura 8: El Paraíso, Trabajos de restauración en la Unidad I (Lima), 1966. Foto cedida por B. Ojeda.
BO: En todo el ámbito de la costa y no menos en la sierra, se están efectuando importantes proyectos de estudios en sitios tempranos. Por ejemplo podemos mencionar los trabajos arqueológicos en Sechín Bajo (Casma); templos de Ventarrón (Lambayeque); Bandurria (Huacho), que para mi es un excelente modelo de proyecto arqueológico a imitar; el Proyecto Shicras del Museo Amano (valle de Chancay) y los trabajos de Robert Benfer en Buena Vista (valle del Chillón), quien en la actualidad está procesando los estudios astronómicos del sitio. RMS: Y de la Dra. Ruth Shady y Caral, ¿qué opinión tiene? BO: Primero que nada saludarla. De la Dra.
Shady diré que son pocas las veces que he tenido la oportunidad de tratarla, y por respeto a su condición de dama y colega de prestigio, no sería dable emitir un juicio personal, tratándose de su bien ganada fama como arqueóloga. Sobre Caral quiero esclarecer algunos detalles, sabemos que el nombre inicial de este sitio Precerámico fue Chupacigarro, como se detalla en la Carta Nacional. Yo lo conocí en 1979, a raíz de que el Dr. Engel me alcanza una aerofotografía de Paul Kosok, al parecer tomada en los años 40, donde se veía claramente el complejo. Engel me sugirió hacer una visita al valle de Supe, para realizar un registro de todos los componentes arqueológicos del valle bajo y medio, partiendo desde Aspero. Así, en 1979 organicé una salida de campo, premunido de material cartográfico, una hoja de ruta y mi
124 personal de campo, con quienes registramos varios sitios en el trayecto en ambas márgenes del río Supe. Finalmente llegamos a Chupacigarro Grande, hoy Caral, acampamos ahí y realizamos el levantamiento topográfico de todo el complejo, y con la posterior visita del Dr. Engel ampliamos el estudio preliminar con algunas
prospecciones y una limpieza puntual en la Unidad XIX, que presentaba una plaza circular frontal a un conglomerado de pequeños ambientes. Ahí hallamos fragmentos de algodón asociados a “shicras”, similares a las encontradas en El Paraíso. En resumen, los resultados de este descubrimiento se publicaron en notas
Figura 9: Cueva Tres Ventanas (Lima), 1967. Foto cedida por B. Ojeda.
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Entrevista al arqueólogo Bernardino Ojeda
Figura 10: Entrada a la cueva Tres Ventanas (Lima), 1967. Foto cedida por B. Ojeda.
de prensa y se organizó una conferencia en el Museo Nacional de Antropología, Arqueología e Historia del Perú, donde confirmamos que este sitio se trataba de un impresionante y extraordinario complejo arquitectónico de grandes dimensiones del Precerámico. Es así que se dio el real descubrimiento de Chupacigarro, hoy Caral. RMS: Específicamente, ¿qué le parecen los resultados de la Dra. Shady en Caral? BO: Quiero felicitar públicamente a la Dra. Shady, quien con buen criterio científico armó un magnífico proyecto, que a todas luces es un modelo a seguir, sin embargo por experiencia personal, difiero sobre la edad cronológica para englobar y calificar a todo Caral con 5 mil años AP. Pienso que esta fecha sólo se refiere a su fase fundacional y de experimentación de la
sociedad que representa a esta época, porque las grandes construcciones piramidales asociadas en algunos casos a plazas circulares corresponderían entre los 4 mil y 3,500 años AP., como El Paraíso, Buena Vista, Kotosh, Shicras, etc. Te puedo comentar, además, que en Buena Vista obtuvimos un fechado suelto de 7 mil años AP., pero hemos tenido el cuidado de no asociarlo a todo el componente arquitectónico del sitio. RMS: ¿Qué nos puede decir de su experiencia arqueológica en la cuenca de Chilca? BO: Uno de los proyectos más destacados del Dr. Engel y equipo fue el estudio integral de la cuenca de Chilca, valle virtualmente seco con escorrentía estacional. En esta cuenca trabajamos con mayor continuidad entre las décadas de los años 60 y 70, que para entonces fue todo
126 un desafío. Este proyecto tenía la intención de realizar un registro de sitios arqueológicos que ocupaban un área de 900 km² y proponer con ello una secuencia cronológica cultural, partiendo desde la época Paleolítica representada por las cuevas Kipche y Tres Ventanas a 3750 msnm y con 10,300 años AP.; luego el sitio de La Paloma, con 7,730 años AP., que representa una época intermedia o sea del semi sedentarismo o Mesolítico para otros. En este sitio aldeano pre agrícola, ubicado en un nicho ecológico de lomas y cercano al mar, se hallaron anzuelos para pescar. El proyecto de La Paloma fue tratado por Engel y equipo, Robert Benfer y alumnos de la universidad de Missouri. Siguiendo con la secuencia cronológica cultural de Chilca, te cuento que Engel descubrió una aldea con
5,850 años AP., ubicada en la margen derecha y frente al cauce plano del río Chilca, donde se practicó la primera forma de horticultura por geoponía. Ahí hallamos restos de frijoles, pallares, maní, yuca, ají, calabazas, entre otros. Nosotros asociamos este sitio a la época Neolítica, o de los primeros horticultores. Finalmente para terminar diré, que en todo el desarrollo del estudio de la cuenca registramos más de mil sitios arqueológicos, que van desde la época Paleolítica hasta el incanato. RMS: En años reciente usted ha participado en las excavaciones de Buena Vista en el valle del Chillón BO: Buena Vista está localizado en el valle del
Figura 11: El Dr. Engel en La Paloma (Lima), 1973. Foto cedida por B. Ojeda.
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Entrevista al arqueólogo Bernardino Ojeda
de Missouri, hemos excavado en Buena Vista y estamos trabajando para poner este sitio en valor social. RMS: En la actualidad, ¿qué labor está realizando o que planes tienes para futuro? BO: Como comprenderás a estas alturas de la vida mis facultades físicas estás disminuidas, pero aún sigo ejerciendo la Arqueología. Actualmente estoy laborando en el MUNABA (Museo Nacional de Antropología Biodiversidad Agricultura y Alimentación), que es el mismo instituto creado por Engel. Como planes a futuro pienso colaborar en la creación de un local nuevo para el MUNABA en el campus de la Universidad Agraria de La Molina, que actualmente funciona en el otrora CIZA. RMS: Finalmente, quisiera pedirle un consejo o mensaje para los estudiantes de arqueología o jóvenes profesionales
Figura 12: Bernardino Ojeda, 2012. Foto cedida por B. Ojeda.
Chillón. Fue descubierto y registrado en los años 70, cuando con el Dr. Engel y equipo realizamos las primeras excavaciones junto a unas estructuras sumamente originales con nichos ornamentales. Este sitio se trata de un lugar Precerámico con más de 3,500 años AP. En los últimos años, durante varias temporadas y con un proyecto mejor definido y promovido por el Dr. Robert Benfer de la Universidad
BO: Por lo experimentado en mi vida como arqueólogo y luego de haber asimilado con mucho interés los consejos de distinguidos colegas, sólo me queda decirles a los jóvenes estudiantes que sigan con entusiasmo sus ideales por descubrir nuestro pasado, tan rico en historia. Además, les digo que aprovechen los beneficios de la tecnología actual para modernizar las técnicas que requiere esta noble e incomprendida profesión de la arqueología que enriquece nuestra vida espiritual, muchas gracias.
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39, Nro. 2: 225-241. Lima. Internet: TOPIC, John; LANGE TOPIC, Teresa y MELLY, Alfredo, 1999. Las investigaciones en Namanchugo. El oráculo de «Catequil». Informe presentado al Instituto Nacional de Cultura (INC). Accesible en Internet http:// www.munihuamachuco.gob.pe/milenario/ huamachuco/2001.html [Consultada el 19-0410, 12: 08 hrs.]. Fuente etnohistórica: MOLINA, Cristóbal de, 2008 [1574-1575]. Relación de las fábulas y ritos de los Incas. Julio Calvo Pérez y Henrique Urbano (edición, estudios y notas). Universidad de San Martín de Porres (USMP). Facultad de Ciencias de la Comunicación, Turismo y Psicología. Lima. Los agradecimientos van antes de la bibliografía y no deben exceder las 60 palabras. Las notas deben ser a pie de página y deben estar a tamaño 9, estilo Time New Roman, espacio simple y justificado. Agradecemos anticipadamente su participación y difusión.
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Lima-Perú
Auspician:
Lima-PerĂş Agosto 2012
Editorial / Éditorial
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List of Collaborators / Liste des collaborateurs
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Huacho prehispanic tattoing, Huaura valley, Lima / Tatouages préhispaniques de Huacho, vallée de Huaura, Lima Arturo Ruiz Estrada
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On the Quest for the Origins of Peru’s North Central Coast Late Preceramic Period Monumental Architecture / Dans la recherché des origines de l’architecture monumentale du Précéramique récent de la côte septentrionale péruvienne Alejandro Chu
20
Quilcas in the yunga of the Chillón river, new proposals and critic theory / Quilcas dans la yunga du fleuve Chillón, nouvelles propositions et théorie critique Gori Tumi Echevarría López
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The feast of the water in Sangallaya district, province of Huarochirí, Lima / La fête de l’eau dans le district de Sangallaya, province de Huarochiri, Lima Yadelith Tania Noel Veramendi
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Radiocarbon date in Lima culture / Datation radiocarbone dans la culture Lima Victor Falcón Huayta
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A brief reflection on the early underdevelopment of Colonial Archaeology in the República Argentina / Brève réflexion sur le manque de développement précoce de l’Archéologie Coloniale dans la République Argentine Ana Igareta
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Interview with the archaeologist Bernandino Ojeda / Interview de l’archéologue Bernardino Ojeda Rodolfo Monteverde Sotil
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Editorial Norms / Normes éditoriales
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