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¿De quién es la culpa?
Nos encontramos sumergidos en un presente estremecedor, del que salimos ayudándonos entre nosotros, intentando cumplir los objetivos propuestos para este año, prendiéndole velas a quien creamos para que las aperturas o expansiones que estamos por ejecutar sean activas, con resultados positivos y muchos éxitos.
Es cierto, en las últimas ediciones -incluida estahemos hablado de diversos modelos de negocio que se imponen en nuestro país en búsqueda de crecimiento, comercialización y, como fin en común, dar empleabilidad y servicio de excelencia a sus clientes. En esta línea, que coincidimos es tanto para retailers como para la industria en general, la cual intenta -a pesar de las trabas existentes, los cambios de packaging que genera la Ley de Etiquetado Frontal, entre otras tantas cosas- ampliar sus portfolios o servicios para seguir supliendo las necesidades de los consumidores; llegamos a un punto donde todos se topan con la misma realidad: el momento económico que vive el país y la inflación que no tiene techo.
Los datos que difundió el INDEC durante el mes de marzo dejaron expuesta la paradoja en la que entró el Gobierno desde mediados del año pasado cuando, para evitar una devaluación forzada por la falta de dólares en las reservas del Banco Central decidió imponer severas restricciones a las importaciones. Mientras la tasa de devaluación del dólar oficial corre por detrás de la inflación, a un ritmo de 5,5% mensual, la inflación de los productos importados, que debería reflejar un ritmo similar, superó en casi 4 puntos porcentuales esa tasa y anotó una suba de 9,2%.
“En los meses en los que se endurece el cepo a las importaciones, los precios de los productos importados mayoristas se divorcian de la evolución del dólar oficial. Esto significa que hay no sólo efecto precios, sino que hay racionamiento o cupos para importar”, explicó el economista Amílcar Collante, y comentó que lo que ocurre es que como se pierde la referencia del oficial, los importadores toman una cobertura por si el acceso al mercado oficial de divisas de pronto se achica más respecto de lo que tienen estimado a futuro.
Y es acá donde ponemos a prueba la pregunta que titula nuestro artículo. ¿De quién es la culpa? ¿Qué genera el desabastecimiento de algunos productos o materias primas en las góndolas? ¿Por qué el gobierno no ha salido a clarificar la situación ante los consumidores?
Es momento de cortar el mito y de refutar la frase “no maten al mensajero”. Las góndolas llevan determinados precios que, más allá de la negociación que hay entre la industria y las cadenas, son el mero reflejo de las malas decisiones gubernamentales, las no medidas que se tomaron para poder contener la inflación y la falta de criterio para resolver el descontrol microeconómico que atraviesa la Argentina. Porque si los precios aumentan es porque toda la cadena de valor sufre la suba de elementos que la componen; y si hay desabastecimiento es porque las importaciones se tornaron imposibles de realizar o solo se hacen a cuentagotas por el costo que eso implica. La única respuesta que no tenemos es sobre el accionar de quienes nos gobiernan, pero a esta altura creemos que ni ellos saben qué están haciendo.
Estamos viviendo un momento donde el mañana es incierto, pero por suerte contamos con un sector fuerte y estable que ha pasado mucho durante años y que -por suerte para los consumidores, que somos todos nosotros- sabe cómo manejarse ante las adversidades. Solo resta esperar por alguien que realmente proponga un cambio total, que encienda la luz al final del túnel con esperanza de estabilidad para dejar de tener que remarla solos. <<