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SOCIALES

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colombianas que representan más de 40.000 colombianos impactados, teniendo en cuenta que los proyectos de la Fundación buscan generar capacidades instaladas, fomentar el empleo e impulsar la productividad de los hogares.

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Igualmente, fomentaremos el empleo entre 8.000 jóvenes y mujeres para cerrar brechas de género en las regiones, impulsando también el desarrollo económico de 2.650 familias campesinas y 350 emprendimientos con más oportunidades de rentabilidad y expansión. ¿Cuáles son las necesidades más apremiantes de la población juvenil y cómo espera Promigas beneficiar a esta franja de la sociedad?

En Promigas estamos convencidos de que es fundamental fortalecer las capacidades y competencias de los jóvenes para facilitar su inserción laboral conforme a las necesidades y demandas del mercado. Estamos seguros de que ellos son la generación del cambio y que con su talento y creatividad vamos a reactivar la productividad en el país.

La Fundación Promigas está contribuyendo al desarrollo sostenible de las comunidades donde hacemos presencia, especialmente de los jóvenes, a través de proyectos que incentivan el empleo juvenil, el fortalecimiento de emprendimientos y apoyan iniciativas para reactivar su productividad. La empleabilidad es la necesidad más importante de este grupo.

Este año, la Fundación Promigas hará una inversión social de 13.667 millones de pesos en 12 regiones de Colombia: Atlántico, Bolívar, Magdalena, La Guajira, Córdoba, Sucre, Cesar, Antioquia, Valle del Cauca, Cauca, Santander y Norte de Santander, para contribuir a la reactivación de la economía de muchos colombianos, en especial de los jóvenes.

Pondremos en marcha más de quince proyectos que beneficiarán a 2.140 jóvenes, 50 pequeñas y medianas empresas juveniles, así como 18 organizaciones juveniles, con más empleo y más oportunidades. Programas como A Viva Voz, en Pasacaballos (Cartagena), concebido para dar voz a los jóvenes mediante su propia emisora comunitaria; Baila la Vida en Soledad (Atlántico), para promover su bienestar y liderazgo; Cocina para Todos en el Valle del Cauca, para formar nuevos auxiliares en cocina que creen sus propios emprendimientos; Inglés para el Trabajo y Cartagena O-KEY, en Barranquilla y Cartagena, para acompañarlos en su formación en inglés de cara a su primer empleo en el sector BPO; ProTalento, para acelerar su inserción en el mundo digital laboral, entre otras iniciativas, serán lideradas por la Fundación Promigas con el respaldo de nuestras compañías. ¿Qué acciones concretas se adelantan en emprendimiento? La nueva Fundación Promigas contribuirá significativamente a la reactivación económica del país por medio del emprendimiento, a través de una plataforma de proyectos de empleabilidad y productividad en doce departamentos de Colombia y diferentes regiones en Perú. En su vigencia 2021-2022, la Fundación Promigas pone en marcha iniciativas como: Manos al Campo, para fortalecer la producción agrícola de más de 400 familias campesinas en Córdoba, Bolívar, Sucre y La Guajira; SuMar, para reactivar las playas en el Atlántico con mejor infraestructura y formación empresarial para sus comerciantes; Alas Comunidades, para fomentar la autonomía económica de mujeres cabezas de hogar en Ciénaga y la Zona Bananera (Magdalena); Pescando Progreso, para el fomento a la pesca sostenible en Ciénaga; Mujeres a la Par, para fortalecer emprendimientos productivos entre mujeres lideresas en el norte del Cauca, y Caribe Exponencial, para impulsar iniciativas emprendedoras de alto nivel en el Atlántico.

Centro Cultural Colombo Americano y Cámara Colombo Americana JUNTOS POR MÁS OPORTUNIDADES DE EMPLEO

El bilingüismo es un factor fundamental y decisivo a la hora de ser competitivos y establecer conexiones empresariales entre compañías locales y extranjeras que contribuyan a fortalecer los negocios internacionales, el intercambio de conocimiento, y los flujos de inversión.

Barranquilla vive en la actualidad un proceso de internacionalización en el que continuamente se presentan oportunidades de negocio e inversión que demandan un capital humano debidamente calificado. Así mismo, cuenta con un significativo número de profesionales altamente preparados que necesitan más y mejores oportunidades que les permitan florecer laboralmente.

Por estas razones, el Centro Cultural Colombo Americano de Barranquilla, y la Cámara Colombo Americana se aliaron en la realización de la primera Feria Laboral Bilingüe Virtual, un evento concebido para conectar a profesionales que dominan el idioma inglés, con mayores oportunidades de empleo

Para Sara Lucía Barceló Martínez, Directora Ejecutiva del Centro Cultural Colombo Americano, y Victoria Ibáñez, Directora Ejecutiva de la Cámara de Comercio Colombo Americana, este evento que aspira a institucionalizarse en la ciudad, constituirá un valioso aporte a su crecimiento económico en materia de empleabilidad. El propósito específico de este nuevo espacio es crear un vínculo directo entre las empresas que buscan ser más competitivas gracias a profesionales mejor preparados, y las personas bilingües dispuestas a vincularse a un entorno laboral con proyección internacional. Atlantic International BPO, Lean Staffing Solutions, NativApps/ Jumio, Sutherland Global Services S.Gs. Colombia Holding S.A.S, Sykes Colombia S.A.S., Quantica BPO, Four Points by Sheraton Barranquilla, Proinso SAS, Hispanos sin fronteras, Zodatex SAS, Consumer Sales Services, Sespem (Servicios Especiales para Empresas) y Centro Cultural Colombo Americano de Barranquilla, fueron las compañías participantes en esta primera versión de la Feria Laboral Bilingüe en la cual ofertaron oportunidades para docentes de inglés, asistentes administrativos con énfasis en inglés, agentes de BPO, consultores en ventas, asesores en logística y transporte, y asesores de mercadeo, entre muchas otras.

Dada la receptividad generada por este evento, traducida en 443 personas interesadas en aspirar a las vacantes ofertadas, el Centro Cultural Colombo Americano de Barranquilla, y la Cámara Colombo Americana trabajan desde ahora en una segunda versión de la Feria Laboral Bilingüe, con el anhelo de celebrarla de manera presencial en 2022.

Yo tendría unos 12, y él, 16. Era espigado, dorado de pies a cabeza: piel, ojos, pelo… un Adonis de fuego capaz de acelerar mi corazón a millón por minuto cada vez que venía a jugar al quemao, tapita, fútbol.

Invariablemente los pelaos de la cuadra se reunían frente a mi casa, ubicada al final de una calle sin salida, donde era fácil improvisar unas porterías rudimentarias, o incluso colocar una malla de extremo a extremo para el voleibol, sin sufrir las interrupciones de transeúntes o automóviles que entraban y salían cada tanto.

No sé en qué momento se me despertó el amor, ¿fue cuestión de “vine, vi y vencí”? Creo que no.

El amor germinó imperceptible, como una semillita que cae en tierra fértil y empieza a echar raíces hasta que emerge a la superficie ya transformada en musgo, planta, ¡árbol! verde, robusto imponiéndose a su entono.

Y la vida, mi vida, dejó de ser lo que había sido hasta entonces para suscribirse al instante en el que observo embelesada la materialización de lo humanamente perfecto para mí.

Cae el crepúsculo y los últimos rayos de luz le aportan un aura especial a ese chico que se aleja del callejón con una promesa. Todos acuerdan volver, es un augurio feliz, pero yo siento una suerte de abandono. La noche llega con la certeza de que soy invisible.

Los torneos ya no de futbol, de vóley, se han vuelto más serios. Es innegable, su carácter competitivo se ha impuesto sobre el mero esparcimiento, y alguien organiza un campeonato que reúne a todo el vecindario en torno al evento.

Las gradas son las escalerillas frontales que dan acceso a algunas casas, los palcos son los balcones, los altos jardines, y las terrazas. Cada cual coge puesto acorde con las barras. Son las 11 de la mañana, y el calor arrecia al igual que el ambiente festivo.

Mi combo, el de los más chiquitos, se ha congregado en la casa de las Godín, pero ahí también han llegado los más grandes, como Liliana, mi vecina de la casa de enfrente, quien nos anima a que le hagamos barra a mi Adonis.

El partido comienza y mis ojos no se despegan de sus brazos, de su pelo al viento, de su cuerpo ágil y atlético que brilla como el mismo sol. En momentos como esos en que veo a Orlandito (nombre ficticio) hacer un remate elegante y definitivo, tengo que taparme la boca para impedir que se me escape un grito arrebatado: “¡Te amo, te amo, te amo!”, como cada vez que desde el bus del colegio lo veo apostado en la esquina del (callejón) Román, y me atraganto con una confesión impronunciable.

El otro equipo hace un saque: “out”. La pelota va a tener a mi regazo. Orlandito corre, en dos saltos está frente a mí, todo encanto, todo sonrisa y luz que me incendia, que me vuelve la cara púrpura, que me quema el pecho. Liliana me zarandea: “¡entrégale la bola!”, grita. Todos esperan. Con sumo cuidado él me la quita de las manos, da las gracias, y vuelve al juego.

“¡¿Te gusta verdad?!” me dice Liliana al oído, y me mira a la cara con expresión de compinche. Niego con la cabeza, se me saltan las lágrimas, corro hasta mi casa, todo el mundo debe saberlo ya. No hay cosa más espantosa que la vergüenza del primer amor.

Me cuido en delante de que nadie en la vida me vuelva a “ver”. Hago lo posible por ser imperceptible y evito a Orlandito, a los pelaos de la cuadra, a la perversa de Liliana. Pasan los días, las semanas, mi vida: el colegio, las tareas, las peleas con mis hermanas, la telenovela con José Bardina y Lupita Ferrer. Soy invisible, o nadie se acuerda. El amor cede. ¿Se va así, como llegó? Tengo 20 y tantos, estoy en la flor de la edad, soltera y con curvas, periodista del único periódico de mi ciudad. Ahora es imposible ser invisible. Es evidente que no lo soy para Orlando, quien sorprendido indaga sobre mí con los amigos en común que nos han invitado a una cena en su casa; a mí, por periodista; a él, por vivir en el extranjero.

Pregunta si soy yo aquella niñita del callejón Ferrer. “Sí, es ella”, “¡¿Eres tú?!”, y en su voz hay sorpresa, hay emoción, hay seducción.

Me siento enamorada, los dos amamos a Cortázar. Orlando me invita a una primera cita que resulta idílica, le regalo un libro de nuestro autor favorito en el que le dedico “Línea cruzada” para que nuestros caminos siempre se encuentren. Pero ese anhelo es ingenuo, pura fantasía.

Él debe irse, yo debo quedarme, y aunque estoy dispuesta a esperar, el amor requiere de la voluntad de todas sus partes. Cartas vienen y van. Pero la distancia, el desamor, el olvido. Mi corazón roto, lágrimas, decepción, derrota ¿volveré a amar?

Siglos han pasado ya, ni siquiera somos amigos en Facebook. Él es feliz, presumo. Y yo, lo intento. No existe un vínculo entre mi primer amor y yo, y está bien, no lo añoro, no me interesa. Hay una inmensa brecha de separación entre la realidad y la fantasía. Existe una distancia insalvable entre el Orlando real, y mi Adonis de fuego todavía incontaminado en mi recuerdo como ese primer amor que, para mi fortuna, y para efectos de escribir estas líneas, la vida me dio la oportunidad de consumar.

Lección para aprender a los 20, y no esperar hasta los 50:

El primer amor, rara vez termina siendo el último.

El primer amor se olvida, a menos que para escribir te decidas a escarbar en el pasado… y surjan imágenes que van muy bien con la literatura.

Y siempre, siempre, volverás a amar.

Patrizia Castillo Torres es escritora, docente, y conferencista. Autora de los libros “Lo que aprendí del sexo después de sentarme a llorar”, “Manual para amarte como nadie lo ha hecho jamás”, y “Matemáticas, Poemas para corazones rotos”. Instagram: @patriziacastillo16

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