1 minute read

LA MADRE INVASORA

AMAIA SANTA COLOMA

Advertisement

Como prisión invisible la ciudad de Oslo se llena de niebla. Niebla gris, electromagnética de tristeza y desconexión, de fantasmas que esperan el autobús en silencio, un día tras otro.

Fuera de la ciudad, bordeada por un invisible muro distópico, espera La Madre. Oculta en los bosques, enterrada bajo la nieve, las raíces y el micelio. Canta nanas que pocos escuchan. Enseña terribles lecciones.

Sin embargo su poder es tan grande, que La Madre desafiante, decide invadir la ciudad. Envía a sus aliados más fuertes, aquellos que son imposibles de matar, para que despierten a los demás. Artemisa, reina de los sueños, nunca duerme del todo. Permanece erguida e impasible en cualquier trocito de tierra, brindando visiones a los pocos urbanitas que quedan vivos. El musgo invencible se apodera de los perfectos jardines de las muy perfectas casas. La ortiga y el diente de león se ríen burlonas del plan, del control, del orden, de lo bello, de lo organizado, de lo artificial.

Desesperados ejércitos de acomodados jardineros la rocían con ácido y la golpean con la última tecnología. Sudando, babeando, aleteando con los brazos, maldiciendo y refunfuñando. Hasta que finalmente se rinden exhaustos, deciden fingir que no la ven, y retornan a su cerebral rutina.

Es así como Ella va despertando algunos corazones, que se rinden al caos de la existencia y al orden de las estaciones, al espejismo del futuro y a la certeza de la muerte. ҉

This article is from: