Revista Cazadores Nº 47

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Año XI - Nº 47 / 2,50 €

Caza en las Reservas Nacionales

Gestión Cinegética

El corzo Pintura

Pilar Fernández Caza con Arco

Namibia

Programas de Montería



47 Revista

Sumario

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Año XI Nº 47 2011/2012

Caza en las Reservas Nacionales

Edita: R.R.D. Director Rafael Ruiz Colaboran en este número: Juande Agredano, Rorry Barbudo, José Mª Castañeda, Victor Hens, Ana B. Marmolejo, Jorge Martínez, Rafael Mir, Iván Parrillo, Alfonso Roldán

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Entrevista

Pilar Fernández

Fotografías Pedro Ampuero, Antonio Danso “Faena”, Fernando Hernández, Aitor Martínez, Alfonso Roldán, Rafael Ruiz

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Departamento de publicidad Tlf.: 679 787 333 Diseño y Maquetación Mª Dolores Carracedo Rafael Ruiz Redacción Antonio Gaudí, 4 -2ºB 14005 Córdoba Tlf.: 957 08 66 66 Móvil: 679 787 333 revistacazadores@hotmail.com revistacazadores@gmail.com www.revistacazadores.com Imprime Digital Asus, S.L.

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Caza con arco

Namibia

Gestión Cinegética

El Corzo

Depósito Legal CO/1363-2001

41 Autor foto de portada: Alfonso Roldán

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Álbum Fotográfico

Programa de Monterías


Caza Mayor en las

Reservas Nacionales

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España posee en la actualidad una amplia variedad de Terrenos Cinegéticos que ofertan multitud de permisos de caza mediante Sorteos públicos. Estos terrenos son principalmente las Reservas Nacionales de Caza, los Cotos Nacionales de Caza, las Zonas de Caza Controlada, los Cotos Sociales, los Cotos Privados de Titularidad Pública, y los Terrenos Cinegéticos de aprovechamiento común. Las especies de Caza Mayor que encontraremos en ellos y a los cuales optaremos en dichos sorteos son el Ciervo, Gamo, Muflón, Jabalí, Arrui, Corzo, Rebeco,Macho Montés y Lobo. Rafael Ruiz

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En estos Sorteos pueden participar todas aquellas personas que estén interesadas, presentando las Solicitudes ante el Organismo competente de cada Comunidad Autónoma, en el tiempo y forma que legalmente se establezca. Normalmente, la documentación necesaria a presentar suele ser la instancia en modelo oficial debidamente cumplimentada y fotocopia del D.N.I., siendo condición indispensable, como por ejemplo en Extremadura y Principado de Asturias, la presentación de la licencia de caza en vigor de esa Comunidad. En el resto no se hace necesario estar en posesión de la licencia de caza autonómica a la hora de formular la solicitud. Dependiendo del parentesco que posea el solicitante, respecto a los municipios donde se encuentran ubicados los cazaderos, participará en una determinada categoría: Locales, aquellos solicitantes empadronados en la localidad que comprende dentro de su término municipal parte, o la totalidad, de la Reserva; Regional, aquel solicitante perteneciente a la propia Comunidad Autónoma; Nacional, son los solicitantes no pertenecientes a dicha región; y por último, Extranjero.

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Aunque uno mismo puede hacerse cargo de realizar las gestiones pertinentes para participar en los sorteos, recomendamos a todos aquellos que tengan interés lo dejen en manos de personas expertas que, por un módico precio, se encargarán de solicitarlo en tu nombre, no sólo en la propia Comunidad Autónoma sino en todas aquellas otras que oferten permisos. En las cuales, de no estar del todo informado y atentos a las fechas de sorteos, podríamos quedar excluidos y por tanto sin opción de probar suerte. Ellos se encargarán de gestionar tales papeleos en todas las Comunidades, con lo que las posibilidades de resultar agraciados aumentan. Los Permisos que se ofertan son, en su mayoría, para cazar a rececho en sus dos modalidades: Trofeo, dándonos opción a conseguir un ejemplar catalogado como medalla; y Selectivo, permitiéndonos cazar un animal que por sus especiales características sea considerado de descaste. Esto del descaste tiene su gran parte de subjetividad, y no es otra que la de la guardería de la zona, diferenciándose el criterio de unos agentes a otros en aspectos tales como, en el caso del venado, la falta de contraluchadera,

candil defectuoso, corona mal rematada o despuntada, etc. Si nos correspondió un selectivo abonaremos sólo la cantidad establecida, pero si nos cupo en suerte un trofeo y logramos abatirlo, deberemos abonar, además de la tasa correspondiente de entrada a la finca, una cuota complementaria que resulta de aplicar el baremo oficial de la Reserva a la puntuación del trofeo. Otra forma de optar a un permiso para cazar en Reservas y Cotos Nacionales es mediante el procedimiento de subasta. Estas subastas las realizan los ayuntamientos de los municipios donde se enclavan terrenos de las mencionadas Reservas. A estos ayuntamientos, cada año y según los planes técnicos, les son adjudicados un determinado número de permisos que, a su vez, ofertan por el sistema de subasta pública. Se establece un precio de salida que podrá ser aumentado por los asistentes a la misma mediante puja, y dependiendo del interés de cada postor para atribuirse la adjudicación.


También existen numerosos permisos para Monterías. No hace mucho tiempo, hará cosa de una década aproximadamente, dejó de medirse los trofeos en el campo aboliéndose el incremento de precio por la res abatida. Si te pasabas en puntuación, te tocaba pagar y te acordabas de maldita la hora que te entró el “pavo”. Pero, a ver, ¿no ibas a dejar pasar el que podía ser el trofeo de tu vida? Ahora, afortunadamente, no se incrementa la tasa de abate y si te entra un buen bicho, tranquilo, y apúntale bien, que será para ti sin que te duela el bolsillo. Las Monterías Sociales suelen tener fama de que puedes conseguir trofeos que sólo en cercas y pagando puesto a precios desorbitados pudieras conseguir. En estas monterías, dependiendo de la Comunidad, te pondrán un secretario, como en las monterías de postín, para que no te excedas en el cupo, se cumpla la legalidad y dé fe de lo ocurrido en el puesto. La organización en las monterías de la Administración suele ser tan rigurosa que, a veces, casi raya en lo desesperante y chauvinista. Qué vamos a hacer, los formalismos están para cumplirlos y ellos dan buen ejemplo de ello. Así que no olvides ni un papel. Uno de los atractivos de cazar en las Reservas Nacionales son los precios, ya que estos suelen ser bastante asequibles para el bolsillo del cazador si los comparamos con la oferta existente en el mercado. Siendo muy económicos los permisos de caza selectiva, y existiendo además otros totalmente gratuitos.ibles.

En dicha carta se nos facilitará un teléfono de contacto, que normalmente suele ser el del Jefe de Guardería del lugar donde vamos a cazar. Él concretará con nosotros la fecha y lugar, o nos pondrá, a su vez, en contacto con el guarda que se encargará de guiarnos durante el rececho. Además podrán adelantarnos información sobre lo que verdaderamente nos interesa y nos inquieta: ¿cómo está aquello de bichos?, o, ¿hay buenas cabezas? Un sin fin de preguntas propias de la incertidumbre y

la esperanza de poder ser protagonista de un lance inolvidable. Si fue rececho lo que nos tocó, no hay mejor consejo que el que la propia guardería nos dé. No vayamos de listillos, que ellos están más acostumbrados y ven casi a diario ese venado, ese rebaño donde predomina un gran ejemplar, sus querencias, dónde sestean, por dónde carean, a qué horas, etc. Al contrario de las Monterías Sociales de algunas Comunidades Autónomas donde sí se precisa identificar al acompañante,

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en los recechos no es necesaria tal premisa, por lo que podemos hacernos acompañar por quien deseemos. Lo único que se le pide es que tenga buenas piernas y no se quede atrás para no entorpecer la cacería. Es una experiencia que, si tenéis oportunidad de acompañar a alguien que vaya a recechar, no la dejéis escapar, porque sin duda os fascinará, aunque no seas tú el que apriete el gatillo. Seguro que no te arrepientes. Además, tendrás la oportunidad de seguir aprendiendo de los errores y los aciertos del compañero, de los consejos del guarda, del comportamiento de los animales, de las distancias... ¡Ay las distancias..., cuánto engañan y cuánto engañamos sobre ellas! Si culminó con éxito nuestro rececho, nos llegaremos hasta donde quedó abatida nuestra presa, la observaremos con admiración y respeto. Ese animal ha jugado el lance con nosotros, ha puesto a prueba nuestras dotes físicas, nuestra paciencia, nuestra afición. Ha complacido nuestro deseo de predador atávico, sucumbiendo ante un juego de instinto frente a inteligencia, natural frente a intruso, de vencedores y vencidos.

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Después de mucho andar, de un laborioso ardid de estrategia, de puesta en práctica de nuestros conocimientos del campo, de paciencia, de sigilo... Después de todo este cúmulo de vicisitudes que nos obligan a dedicar bastantes horas, e incluso varias jornadas, hasta lograr ponernos a tiro y dar caza al esquivo objeto de nuestro esfuerzo, no procedáis apresuradamente a su avío y, ¡hala, a salir corriendo! ¿Qué son cinco minutos, después de todo el tiempo empleado para cobrar nuestra pieza, para colocar correcta y dignamente al animal y obtener unas buenas y cuidadas fotos que, junto a los recuerdos personales, es lo único que perdura con el paso del tiempo?

Estas fotos, al contemplarlas tiempo después, nos harán revivir nuevamente el ambiente, el terreno, el guarda, nuestra juventud..., aunque sólo sea con la memoria. No es frecuente que alguien se marche con las manos vacías de un rececho, aunque todo es posible en esto de la caza ya que nadie tiene firmada una garantía con los animales. No obstante, en el caso de no haber tenido suerte y haber agotado los dos o tres días que se conceden para abatirlo, en algunas Comunidades, previo informe del agente forestal que acredite que debido a circunstancias ajenas al cazador, como por ejemplo climatología adversa o escasez de animales; el

ingeniero encargado de la Reserva suele resolver a favor del cazador para que lo intente nuevamente sin incremento alguno. Cada año son muchos los cazadores que resultan agraciados con un permiso de caza y acuden a estos paraísos cinegéticos atraídos por la impresionante belleza de sus cazaderos, obteniendo, si no espectaculares trofeos, por lo menos, representativos que, de otra forma, jamás hubieran podido obtener. Así pues, amigo lector, anímese a participar y pruebe suerte en estos intreresantes sorteos, seguro que algún buen trofeo le está esperando en estos auténticos paraisos cinegéticos.

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Relato

Chequeando la mancha Víctor Hens Salíamos después de comer y del café, a eso de las cuatro y media. Al principio todo eran prisas. Cogíamos derechos al depósito chico, al viejo. Hasta allí el camino era afable, limpio, entrellano, saltando arroyuelos y subiendo y bajando pequeñas lomillas. Aquello era precioso. Una dehesa de encinas viejas, sanas y bien cuidadas. A la derecha el chozo redondo, donde habían vivido hace años tantas gentes. Ya no tenía cubierta, qué pena!. Me lo imaginaba con sus palos medio derechos y su buen canto de brezo, pero su murete de piedras de mampostería que seguía en

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pie, redondo, te hacía ver a la gente de la sierra allí, con sus niños correteando por aquellos llanos, con su pequeña cerca para las dos cabras que tuvieran, la señora calentando el caldo en el fuego, que humeaba por el vértice de aquella cubierta de brezo, las gallinas picoteando las mondas de patata, la pila de leña y el burro trabado, sesteando bajo aquel chaparro. En eso pensaba mientras caminaba tras José, el guarda, que no se cansaba de hacerme volver a este mundo con sus órdenes y sus prisas. - No pises ahí. No te pares, coño!

Vamos tarde, no te pares! A partir del depósito la cosa cambiaba. El terreno empezaba a subir. Al principio menos, pero al pasar por “el puesto de la señora” el repechón era fuerte. Había mucho monte y un estrecho cortaero, de no más de cinco pasos de ancho. Allí las encinas dejaban sitio a los alcornoques, a los brezos y madroños, a las coscojas y a las jaras, y todo esto a su vez, no dejaba sitio para nada. Al coronar, y siempre en la misma piedra, la primera parada. Era el momento de echar un vistazo a aquellos llanos, mientras recobrábamos el aliento. Podía


ver la casa, sus tejados, la chimenea humeante, el huerto. Al fondo, al otro lado de la carretera seguían los mismos llanos y dehesas, y una suave pendiente que terminaba en el arroyo Guadalora, donde empezaba aquella umbría tan apretá, el Cerro del Castillo. En su cuerda, sabiendo donde estaba, podías verlo. Estaba ya comido de monte, y no era fácil apreciarlo para el que no lo conociera, pero yo sí lo conocía, y siempre le dedicaba una mirada a aquella cuerda. Qué bonito era aquello!. De chico, de más chico, me contaban historias sobre un malvado que allí vivía, en el castillo. Del acuerdo que había firmado con los lobos, que a cambio de darles cobijo en las noches de invierno, y otros favores, le llevaban niños que desobedecían a sus padres. El les hacía trabajar sin descanso, cortar leña, subir el agua desde el arroyo, limpiar las veredas… Hasta que el niño perdía su arrogancia, obedecía sin rechistar y él les dejaba irse, escoltados por los lobos, que los cuidaban durante su regreso a casa. - “Ja, Ja, Ja.” Se reía José de pronto, devolviéndome de nuevo a este mundo. - Mira que cierva más fea. Tiene una oreja quebrá, y las patillas parecen de alambre. Ja, ja, ja. Entonces yo cogía mis prismáticos –los de mi padre-, los graduaba a toda prisa y rebuscaba por los filos. Enseguida la vi. -Ja, ja. Parece que le han dao un bocao en la oreja - Chiss. Habla más bajo, coño, ¿no ves que te sienten? Allí estábamos durante un rato. Mirar por los prismáticos era un placer. Hacerlo junto a aquel hombre tan cascarrabias también. Aunque algo brusco, José era una persona que se hacía querer. - Mira aquel venao. Aquel no estaba aquí ayer. - Sí. Lo veo. No podía decir más. Ayer estaba yo en

“ En el mismo filo del monte, bajo un chaparrillo, altivo y chulesco. Allí estaba, sí señor ”

el cole pensando en esto de hoy. Seguíamos nuestro paseo, toda la cuerda alante, con paradas aquí y allá. - ¿Ves aquel? Pues aquel tampoco estaba aquí ayer. Ni aquel. Yo miraba y remiraba en busca de algo que él no hubiese visto, pero él siempre iba por delante. - Vamos a esperar aquí un rato, a ver qué viene detrás de aquellas ciervas. Verás que venao tan bueno. Las ciervas careaban con sus bocas pegadas al suelo. De vez en cuando levantaban la cabeza y miraban para atrás. Seguían pastando, movían sus orejas y se rascaban la panza con sus patas traseras. Yo las miraba con los prismáticos y pensaba si sería macho el chotillo, o sería hembra, cuando de pronto, la piarilla entera, como si fuera una sola cosa, daba una carrera y se paraba mirando hacia atrás. - Ya está ahí el venao. Verás que poco tarda en salir. Los que se iban a salir eran mis ojos por el otro lado de las lentes. “¿Dónde está el venao?” pensaba, sin ser capaz de decirlo. - ¡Míralo! En el mismo filo del monte, bajo un chaparrillo, altivo y chulesco. Allí estaba, sí señor. ¡¡Qué bueno era!! Tenía por lo menos doce puntas, pero de cuerna alta y recia y puntas largas. - ¡Ese sí que es bueno! - Chiss. ¿No ves que te sienten, coño?

¿Cómo podía yo ver si me sentían o no? - Este lleva aquí ya por lo menos quince días, pero mira al puntalillo del corralón. ¿Lo ves? Por delante del lentisco grande, ¿lo ves? Ese no estaba aquí ayer tampoco. Seguíamos caminando sin hacer ruido, despacio, parándonos cada dos pasos, mirando a los llanos del Hoyo, al testerillo de la linde aquella. Antes de llegar al corralón ya se hacía de noche. Nos descolgamos por una cañadilla de la umbría de las Roperías hasta la otra carretera. - Mira cómo está esto de cochinos. ¡Qué buenas son estas cañás pa los marranos! Fuimos a salir junto a la casa de peones camineros, ya de noche, donde mi padre nos esperaba con el coche. - ¡Sí que habéis apurado la tarde! Decía mi padre al vernos. - ¡Hola papá! Qué venaos hemos visto. Por lo menos quince o veinte. - ¿Cómo está la cosa, José? - Se ha cargado la mancha en cuatro días, don Luis. Esto está pa montear ya. Quince o veinte días a más tardar. Durante el camino de vuelta a casa se iban haciendo planes: este puesto del año pasado lo vamos a quitar de aquí… Hay que ajustarse más al collao… Las reses están cargándose más a la parte de arriba… Este año no ha hecho frío todavía… Y así se hacía. Se chequeaba la mancha un día y otro. Se contaban las reses hasta que un buen día, sin saber exactamente cuando ni por qué, se te cargaba la mancha y había que montear. Era lo que se llamaba “el atestón”. Los fríos, las querencias, los renuevos, la bellota, la tranquilidad… eso era lo que mandaba. No había telas. Eran otros tiempos. Si dejabas pasar aquellos días fracasabas.

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A mi parecer

Convenios para la mejora de cotos Iván Parrillo Hidalgo Licenciado en Biología

Cuando salgo al campo, para practicar alguna de las aficiones que me unen a él, me gusta fijarme si en la entrada de muchas fincas hay una placa que identifique a esta con algún proyecto de conservación, ya sea de fauna amenazada, de vegetación o de investigación cinegética. En reuniones y foros en los que participo, en muchas ocasiones me tropiezo con los comentarios de lo que valen los proyectos de conservación del lince ibérico o el águila imperial entre otros. Las críticas van siempre a la misma diana: “anda que no se gastan dinero en la conservación

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del lince ibérico o de las águilas”. Entiendo y siempre lo entenderé, que a muchos de nosotros el último proyecto LifeNaturaleza del lince ibérico, asuste: 26 millones de euros, para la conservación y reintroducción del felino más amenazado del planeta. Pero discúlpenme si les digo que eso es poco dinero para sacar esta especie del agujero en el que todos los humanos lo hemos metido. Por suerte esos 26 millones de euros se han gastado en conservación y mejora de fincas para albergar conejos y que estos se mantengan, para la formación y la sensibilización de la ciudadanía, para poder seguir y colocar un radioemisor que nos ayuden a saber que es lo que ocurre cuando se trasloca un lince de un lugar a otro en una reintroducción como la del Guadalmellato. Les comento que ya hay sobre la mesa y aprobado un

tercer Proyecto Life sobre el Lince y esta vez es de 34 millones de euros, por lo que alguno ya piensa en que aquí más de uno se hará rico con el bicho, pero permítanme que les diga que no mucho más que las constructoras que realizan las nuevas líneas de AVES o el nuevo puente sobre la Bahía de Cádiz por ponerles un par de ejemplos. Actualmente, el encuentro entre la AdministraciónAmbiental y los propietarios de fincas, titulares y cazadores se está dando y “A mi parecer” con buenos resultados. Nos alejamos cada vez más de los radicalismos existentes entre los conservacionistas y los gestores cinegéticos, pues el entendimiento entre ambas posturas es posible y real. La formula que ha determinado dicho entendimiento pasa por “Conveniar” y trabajar el nuevo concepto innovador de la Custodia del Territorio. Conveniar una finca con un proyecto de conservación de la naturaleza no tiene porque implicar


una reducción de los cupos de captura, como dicen aquellos que desconocen esta fórmula, pero si una organización de los recursos cinegéticos hacia un ajuste más real de lo que acontece en nuestras fincas. El inventario de recursos, la evaluación y situación de los mismos, así como el establecimiento de objetivos de conservación y las medidas correctoras y preventivas irán enfocados a que el convenio entre ambas partes sea fructífero. Un dato: aproximadamente unas 250.000 hectáreas del territorio andaluz cinegético y ganadero está conveniado con el Proyecto Life Naturaleza del Lince Ibérico, lo que supone un área mayor que la distribución actual de nuestros últimos gatos clavos. Está claro que dentro de todas estas hectáreas conveniadas algunos propietarios y titulares dudarán sobre lo que se “vende”, pero por suerte muchos otros están satisfechos por la gestión realizada. Conveniar puede ser una apuesta muy rentable para invertir en actividades que mejoren nuestras poblaciones cinegéticas y por lo tanto la densidad y calidad de nuestras piezas de caza. Y la cuestión es que muchos de estos convenios trabajan sobre una especie cinegética en concreto el conejo, como presa fundamental de especies “paraguas” de nuestra fauna ibérica como el Águila Imperial, el Buitre Negro o el Lince Ibérico. En líneas generales los convenios pasan por actuaciones de desbroces, apertura de claros, estudio de estados sanitarios, construcción de májanos, entaramados con restos de podas favoreciendo la protección frente a depredares oportunistas, etc. Si hablamos del caso de ponteciar una finca cinegética como alojamiento rural o atraer a otro tipo de clientes a nuestros cotos y fuera de la temporada cinegética, en la simple actividad de fotografiar u observar fauna y flora, el convenio con algún proyecto de conservación puede ser un atractivo para poder conseguirlo. Por supuesto y para finalizar una finca conveniada mejora su imagen de complicidad con una nueva idea de gestión, de interés, de hacer las cosas bien, de mantener un compromiso expreso por la protección de su terreno cinegético y las especies que explotan los recursos de su coto, sean o no especies cinegéticas.


Columna

Hablando de ti Ana B. Marmolejo

Me piden, que hable de ti, de por lo que por ti siento, de por cómo te echo de menos…y yo, sin pensármelo dos veces me siento y simplemente te sueño. Por ti no siento amor, ni amistad, ni benevolencia, por ti siento pasión, lujuria y vicio… por ti, simplemente por ti, siento necesidad… y es que si larga se hace la espera por verte no imagino como serían los días sin tenerte, sin sentirte, sin disfrutarte… Hablo de pasión y vicio, porque mientras más te toco más te deseo, mientras más te vivo más te necesito..Hablo de días de soñarte y sentirte casi tan cerca que al despertar se duda si lo soñado fue vivido, son tus sonidos los susurros que me sacan del letargo, que me devuelven a la realidad en la que esa pasión y ese sueño, se pueden tocar… Hablo de madrugones, de amaneceres en una furgoneta ruidosa, hablo de jaras que al cruzarte la cara te dan un beso duro de buenos días, hablo de ladras largas, de carreras cortas y de agarres intensos…hablo de preámbulos mimados, de perreras limpias, de podencos altos… hablo de manos largas, de días mojados, de ganas de superación… Yo, señores, hablo de montería, hablo de Rehala… con los atardeceres frescos del mes de septiembre te vas dando cuenta de que la temporada sí parece tener un comienzo, ves más cerca ese día en el que la primera cencerra tocará tierra de monte, e intentas evadirte, no pensar, no soñar…pero no lo consigues, te hierve la sangre deseando por fin abrir la puerta de

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tu furgoneta para que sean tus valientes los que de verdad demuestren que ellos son los que más ganas tienen… Es justo ahora, cuando sientes el comienzo de la temporada, que caes en la cuenta de lo necesarios que te son esos días de monte, esos días en los que como diría la voz de alguien con experiencia, “esos días de penas”, pero penas que tan compartidas y disfrutadas no son tan penosas… quizás me faltan más horas de sueltas, más horas de esperas, de frío, agua y atolladeros quizá, sólo quizá me faltan muchos malos ratos por pasar, pero por ahora puedo decir que cada mañana cuando me coloco mis zahones

no pienso en aquel día en el que no pude salir de una suelta antes de la caída de la noche, sino que a mi mente viene cómo mi podenco levantó, acoso y persiguió una res hasta la postura más cercana, de cómo un cuchillo ensangrentado dio muerte digna a la res que ese día tuvo la cruz echada... Vienen a mi mente cómo se te acelera el pulso, se te coloca el corazón en la garganta al tomar las jaras vida propia y doblarse al trote cercano de uno, que en lugar de huir hacia una postura, busca con valentía y orgullo al que entre las jaras lo acosa… Hoy por hoy, no vienen a mi mente ratos malos, viene a mi mente segundos eternos, segundos que estoy deseando volver a saborear… Señores, sacudan sus zahones, afilen sus cuchillos, coloquen correas a sus caracolas porque el año montero quiere comenzar…



Entrevista

Pilar Fernández Raya

- Cuéntanos un poco sobre ti. Cómo te iniciaste en el mundo de la pintura y por qué tu orientación hacia la temática de naturaleza y cinegética. Siempre me ha gustado pintar, desde muy pequeña. Empecé a recibir clases a los 12 o 13 años y hasta la fecha, siempre se puede seguir aprendiendo y me sigo divirtiendo con nuevas técnicas, materiales, etc. Pintar temas cinegéticos tiene relación con la tradición de caza mayor en mi familia. Mi padre siempre fue muy aficionado a la montería y esto nos lo inculcó a mi y a mis hermanos. Esto, unido a mi afición por la pintura, hizo que fuera probando con paisajes, animales y todo tipo de motivos relacionados con este mundo. Ya que actualmente no practico la caza, pintar sobre ella se ha convertido en mi forma de recordar y seguir disfrutando de ese apasionante mundo.

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- Me imagino, que como en todo artista, existe una evolución. ¿Cuál ha sido la tuya, Pilar? Creo que he pasado por todas o casi todas las técnicas posibles para no dejar de evolucionar en mi pintura. De joven empecé con acuarela y dibujo a carboncillo,pero he trabajado con muchas otras como el óleo a espátula, a pincel, acrílicos, témpera, pastel... En los temas que he tratado creo que han prevalecido más los paisajes, aunque he probado muchos otros, desde bodegones a retratos, etc. En cuanto a los paisajes, aunque tuve épocas de pintura más “urbana”, es cierto que desde hace años, además de los temas de caza, estoy más dedicada a reflejar escenas del campo, como recolecciones de aceituna, algodón, vendimia, etc. Esta vertiente me la ha dado la cercanía al mundo agrícola, que siempre fue la dedicación de mi suegro y que se mantiene con sus hijos. - ¿Hacia qué técnicas o tendencias se dirigen actualmente tu nuevas creaciones? En los últimos años he querido perfeccionar mi técnica con el pastel, para la que he recibido la inestimable enseñanza de Desiderio Delgado, gran maestro y pintor cordobés. También estoy trabajando con técnicas mixtas, mezclando acrílico y pastel o acrílico y témpera, que me permiten expresarme mejor en determinados cuadros. Lo cierto es que, en cuanto a temáticas, estoy muy centrada actualmente en la caza, sobre todo viendo el éxito que tiene, pero debo seguir evolucionando e incluso retomando anteriores temáticas a las que aplicar las nuevas técnicas que he ido aprendiendo.

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- ¿Qué esperas de esta feria Intercaza o de cualquier otra feria a la que asistes? Es fácil comprender que me interesara mucho participar en Intercaza desde que supe de su existencia, dada mi afición. La edición de 2011 será mi octava participación y espero seguir muchos años más, aunque también espero que vuelva a crecer la afluencia en general a la feria, que también sufre los avatares de la crisis. Para pintores como yo, este tipo de ferias son una plataforma ideal para mostrar nuestro trabajo.

- ¿Se vende todo lo que uno quisiera o es más la promoción, los contactos y los encargos? Nunca se vende todo lo que uno quisiera. Lógicamente, hay que intentar estar en el máximo número de ferias y eventos, participar en todos los certámenes posibles y utilizar otros canales para conseguir que conozcan tu pintura. Como siempre me dicen mis hijos, los cuadros colgaditos en casa es difícil que se vendan. A partir de ahí empiezan a surgir los compradores y los


encargos. Pero, sobre todo, hay algo que nunca pierdo y es la ilusión por cada nuevo cuadro que vendo, al saber que tu trabajo gusta a la gente. - Desde hace años hemos visto cierta predilección a la hora de pintar teckels, cuéntanos. El animal que más me gusta pintar, sin duda, es el perro en todas sus variantes. Además sé que es un tema muy apreciado por los aficionados, por el papel que juega en la caza. Y, sin duda, el teckel es mi debilidad por lo entrañable y gracioso que me parece. Sólo me falta tener uno de verdad en casa. - ¿Qué piensas acerca de las nuevas tecnologías con las redes sociales? ¿Ayudan a promocionar las obras? No pienses que soy muy aficionada a las nuevas tecnologías, pero gracias a mis hijas me he introducido algo en este mundillo de las redes

sociales, como Facebook por ejemplo, donde sin duda consigues una proyección mucho más rápida y amplia. Es una gran oportunidad para artistas sin un mercado demasiado abierto, ya que en un momento permite que gente de todas partes conozca tu trabajo. - Aparte de esta feria, ¿tienes a la vista alguna exposición? Preparar todo lo relacionado con mi participación en Intercaza requiere de bastante esfuerzo para cerrar un buen catálogo. Una vez acabe la de este año empezaré a pensar en mis próximos pasos, pero no tengo a la vista otras exposiciones cercanas.

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Entrevista A tenazón: - Tu mejor cuadro: Siempre es el último que he vendido. - ¿Lo vendiste? Claro, hace muy poco. - Un animal que nunca dejarías de pintar: El perro, pero en la variedad también está el gusto. - Una flor: No te puedo decir una, he pintado muchísimas y cada una tiene su belleza propia. En la boda de uno de mis hijos me pidieron que les hiciera unos meseros con motivos florales para identificar cada mesa. ¡¡Los invitados se las llevaron todas!! Eso fue un gran halago. - Tu mejor virtud: No atribuirme ninguna virtud. Que juzguen otros. - Tu mayor defecto: Supongo que tendré muchos pero procuro no preocuparme por ellos. - Un libro: Te podría decir muchos pero uno que últimamente recomiendo bastante es La enfermera de Brunete, de Manuel Maristany. Un clásico, los Miserables, de Víctor Hugo. - Sierra o mar: La sierra para vivir y el mar para veranear. - Una finca: Valdelosdoblados (Cardeña) para caza mayor y El Quemadillo (Hoyo de Manzanares, Madrid) para caza menor. Ambas son de mis padres. - ¿A quién le pides consejo? A mi familia. - ¿Lo sigues? Mi hija pequeña dice que nunca, pero creo que exagera. - El más crítico/a: Mi marido (criticará que le mencione aquí), pero las críticas no siempre tienen que ser malas y siempre son más críticos los que más te quieren. - ¿Se nota la crisis? Mucho. Espero que haya cambios en los próximos meses que ayuden a mejorar la situación.


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Caza con arco

Namibia: una selva en el desierto. Jorge Martínez Era sábado y la llamada de África resonaba como hacía tiempo. Es esa la sensación que tienen algunos cazadores antes de volver a pisar el mágico e hipnótico continente negro. Imágenes vividas se agolpan en la memoria sin dar tregua a otros pensamientos que llaman a nuestra cabeza reclamando nuestra atención…”ya habrá tiempo para eso cuando vuelva”- piensan. El destino elegido fue Namibia y el objetivo del viaje: conseguir unos cuantos antílopes y algún faco, sólo con la ayuda de nuestro arco de poleas.

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Ya desde el aire, el paisaje prometía. Planicies infinitas de arena, pobladas de acacias y pastos, formaban un paisaje monótono que esporádicamente se veía perturbado por alguna montaña solitaria que daba un cierto toque daliniano a un paraje lleno de vida. Tras un fatigoso viaje de un día y medio, entre aviones y coche, llegamos Eduardo y yo acompañados de nuestro PH al campamento, situado en Grootfontein (más o menos centro-este del país). Allí nos instalamos en nuestro nuevo hogar con nuestros nuevos “compañeros de cuarto”, los cuales no fueron demasiado descorteses con nosotros. Sabíamos que no íbamos en la mejor época del año ya que en abril todavía llueve y las plantas aún aportan la suficiente agua a los animales como para no tener que ir a beber a las charcas. Aún así confiamos en nuestra suerte y en la densidad de bichos de la que nos habían hablado dentro de las 23.000 Has que componían nuestro cazadero. La caza, como en el 90% de los casos cuando se caza con arco, consistía en meterse en apostaderos o también llamados “blinds” situados en lugares querenciosos, ya fuera encima de un árbol o camuflado en la espesura del suelo, donde había agua para aquellos animales que necesitasen beber. Esta modalidad nos permitió disfrutar de la vida animal a unas distancias increíbles, si el viento estaba a favor y era firme,

los llegábamos a tener a menos de 10 metros. La organización conocida por Cilliers-hunting, propiedad de un antiguo gerente del Etosha National Park estaba perfectamente organizada, adaptada y orientada en todos los sentidos para la caza con arco (campo de tiro, recambios de piezas, material de todo tipo) y su filosofía de caza conservacionista y deportiva era impecable. Tirar desde el coche, farear o matar un número indefinido de animales estaba prohibido, cosa que me pareció perfectamente razonable. En 6 días de caza nos hicimos con 2 kudus, 3 ñues, 4

oryxs y 1 facochero, un plantel de bichos nada despreciable, sobre todo para la época del año en la que estábamos. Hay que mencionar que de todos los animales que tiramos, sólo herimos un pequeño Steenbuck y que todos los demás fueron cobrados a una distancia de no más de 150 metros del tiro. Los trofeos, aunque no era lo que íbamos buscando, fueron francamente buenos (Kudus 50“ y Oryx entre 43” y 48”) con lo cual nos sentimos satisfechos prácticamente de por vida. Una de las jornadas se las dedicamos a la caza del chacal (los dos en el mismo

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Eduardo con su Oryx Campamento en Grootfontein

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puesto), que consistía en acechar encima de un gigantesco árbol, mientras en el suelo estaba sembrado de los despojos de antílopes abatidos días anteriores (muchos días atrás) como consecuencia se “masticaba” un olor que haciendo un levísimo esfuerzo somos capaces de recordar, a pesar de todo esto, cada minuto que transcurría, se hacía más corto pensando en que en cualquier momento asomaría el hocico de un “zorro africano”, pero como tantas veces en la caza nadie acudió a la cita…, eso sí, el atardecer y ese olor dudamos que lo volvamos a vivir. En las noches de tertulia Wayne, nuestro PH, hijo de Allan (el patrón, el cual se encontraba en esos momentos cazando elefantes en el norte) nos contaba las dificultades de controlar y observar el comportamiento de los rinocerontes negros que el Estado había reintroducido en su rancho (como él lo llamaba). Su gran sentido de la territorialidad y su gran protección por las crías hace de estos seres unas bestias extraordinariamente irascibles, poniendo en varias ocasiones a Wayne y a sus pisteros “pies en polvorosa” ya que está penado por la ley dispararles en territorio namibio. Y aunque la mayoría de nosotros no dudaríamos en defendernos con un rifle de un ataque de estos magníficos animales, aquella gente prefería tirar el rifle y salir corriendo adelantando al mismísimo Usain Bolt sin importarle un pimiento. Los disparos intimidatorios raras veces sirven ya que cuando el rino se decide a atacar en serio es muy raro que cambie el “chip” y aborte la persecución. Sí es bien sabido que a veces, debido a su mala vista, ha pasado de largo buscando a sus presas que permanecían quietas pegadas al tronco de un árbol. Nosotros no tendríamos que preocuparnos ya que normalmente los rinocerontes negros se mueven más


por las noches y van a beber en raras ocasiones, o al menos eso fue lo que me dijeron, esas palabras retumbaron en mi cabeza cuando estando de espera en “springbok blind”, una charca rodeada de mucha vegetación y bastante querenciosa para los facos, repentinamente todos los animales que había delante nuestra, se quedaron mirando fijamente al monte de la izquierda…de repente: ¡Rino!, exclamó Wayne. Yo no había oído nada, pero según me explicó por señas, había escuchado al bicho el sonido que emite al masticar. Efectivamente en menos de un minuto, apareció de entre la selva, una montaña de músculos cubierta de barro dirigiéndose a la charca que teníamos delante. Todos los demás animales se apartaron ante el pesado y lento paso del más grande animal de los alrededores que había decidido beber y seguro de sí mismo se disponía a ello. Lo tuvimos a unos catorce metros y el no tener rifle ni árbol alrededor acrecentó un poco más la subida de adrenalina. A veces se nos quedaba mirando durante unos segundos ya que debíamos, inconscientemente por supuesto, producir algún pequeño sonido imperceptible para el oído humano y aunque parecía que nos podía ver a través de nuestro escondite, sabíamos que no era posible. Mientras el aire no cambiase

estaríamos a salvo. Sin prisa pero sin pausa, el coloso se marchó, dejando tras de sí unas hermosas huellas impresas en el suelo y que serían pisadas por el Kudu que más tarde cacé y me brindó un final de tarde “redondo”. Nos despedimos tras seis días de caza

de una estupenda orgánica y un país que nos habían mostrado una nueva cara de la caza y el encanto del continente negro. Habíamos tomado un poco más de ese veneno africano que te obliga a volver siempre…

Eduardo con Kudu de 50”

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Relato

Rececho en Sierra de los Filabres Gillermo Rivera Doce de Noviembre, año 2009, 8 de la mañana. De nuevo, mi mujer y yo nos encontramos en la singular Sierra de Filabres, donde el pasado año tuvimos la suerte de disfrutar durante dos inolvidables días de caza, en los que conseguí abatir un macho montés. Esta vez tengo la esperanza de cazar uno de mayor envergadura. Para ello, cuento ¿cómo no? con la imprescindible ayuda de mi amigo Gallego quien hará de guía. Enseguida partimos para la zona en la que hemos decidido cazar hoy, hasta que llegamos a la mitad de una ladera donde se acaba el carril. Nos bajamos del coche, desenfundamos el rifle, e iniciamos el rececho. Caminamos durante más de una hora por un terreno cómodo, hasta que alcanzamos la cima de la montaña. Desde la altura, el paisaje es de gran belleza. Disfrutamos durante unos minutos contemplándolo, hasta que nuestro amigo localiza a un grupo de cabras en la cumbre que hay justamente enfrente de la que estamos. Con los prismáticos, comprueba que en el rebaño hay un buen macho, aunque la distancia es excesiva para intentar el disparo; además, entre las cabras y nosotros existe un barranco que hace imposible el paso, por lo que debemos hacer la aproximación por otra vertiente. Sin perder tiempo, de nuevo nos dirigimos al coche, y nos trasladamos a la zona elegida. En ésta, el terreno es bastante abrupto, pues no hay veredas, ni nada parecido, así que no queda otro remedio que intentar la aproximación arroyando monte. Gallego por este terreno se mueve como pez en el agua, aunque a veces acusa su condición de fumador. Yo no tengo su agilidad y he de realizar un gran esfuerzo para seguirle, pero lo consigo. El campo cada vez es más áspero, noto pinchazos en las piernas producidos por los matorrales. Así durante casi dos horas, y cuando llegamos al sitio desde donde deberíamos ver al rebaño, comprobamos

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que nuestro esfuerzo ha resultado baldío, pues las cabras ya no están. ¡Las hemos perdido de vista! Continuamos caminando hasta la hora de comer sin conseguir ver más reses. Después seguimos, hasta que empieza a oscurecer con el mismo resultado, por lo que decidimos dar por terminada la jornada para continuar al siguiente día. Muy temprano, nuestro amigo nos recoge del hotel y partimos hacia el cazadero elegido para hoy. Han transcurrido muy pocos minutos, cuando desde el Mitsubishi, a una distancia inferior a 100 metros, vemos a un rebaño en el que hay un macho que puede ser trofeo, pero comprobamos que el viento lo tenemos en contra, y si nos bajamos del coche podemos airear y espantar a la manada. Inmediatamente nos trasladamos a la otra cara de la montaña, donde podemos bajarnos sin llamar la atención. Echamos pié a tierra, y por una vereda nos dirigimos al lugar donde según el magnifico guía deben estar las cabras. La entrada ha sido excelente, pues aunque hemos tardado unos 45

minutos, nos hemos situado a menos de 100 metros de nuestro objetivo. Localizo al macho que parece bueno, y cuando me estoy preparando para el disparo, algo le alertó o tal vez aireamos. La cuestión es que la manada inició la huída, disipándose todas las posibilidades de tirar, pues en décimas de segundo desapareció por el monte. ¡Otro intento fallido! Nos trasladamos a otra zona. Caminamos durante varias horas y ya pienso en el fracaso, pues se agota el tiempo que dispongo para la cacería. Además estoy extenuado y casi me faltan las fuerzas para seguir, cuando de repente, mi amigo divisa a un grupo de machos en el que hay uno muy bueno. Parece que intuyen nuestra presencia e inician a caminar lentamente, y con la máxima urgencia, Gallego me prepara el trípode, indicándome que dispare sobre el más grande. No tengo tan buena vista como él y tardo algo en localizarlos. Cuando los veo, compruebo que efectivamente hay uno que destaca entre los otros, así que entiendo que es a ese al que he de disparar. Lo hago, y


aunque creo que no lo he alcanzado el guía dice que sí, que con los prismáticos ha visto el impacto por encima de la pata delantera izquierda. De nuevo disparo, y como antes, creo que no lo he alcanzado. Sin embargo luego comprobaríamos que el tiro ha dado en el abdomen. Mi amigo dice que repita pues cree que aún no he impactado en sitio letal. ¡Imposible! Con la emoción me traicionan los nervios, me pongo a temblar y la res desaparece entre el monte. Sí, a temblar. No obstante, mi amigo “asegura” que el macho está abatido ya que más adelante ha visto pasar al rebaño y éste no iba en él. Comprueba la distancia que es de 272 metros, pero en línea recta, ya que entre nosotros y el lugar de los impactos hay un precipicio impresionante. A mi me da vértigo mirar para abajo. Gallego dice que él solo no puede ir a por el trofeo, pues ha de dar un rodeo bastante largo por un terreno de extrema dureza, y tiene que llevar un arma por si la res estuviera herida todavía, además necesita ayuda para transportar el trofeo. Yo no puedo prestársela, pues sabe de mis limitaciones físicas -tengo tres intervenciones quirúrgicas en las rodillas- así que llama

Con la emoción me

traicionan los nervios, me pongo a temblar y la res desaparece entre el monte.” a su amigo “Vaquero” para que le ayude, quien no puede venir hasta por la tarde. Mientras: nosotros decidimos ir al mesón que hay en la aldea para comer y reponer fuerzas, aunque yo no voy muy satisfecho, pues todos sabemos que una pieza no se puede considerar abatida hasta que es cobrada. Al almuerzo se incorpora el amigo “Vaquero” y, como era de esperar, el rioja ha hecho que la comida tenga más duración de lo previsto; después los postres y la copa para brindar por el éxito de la cacería. Yo, no muy conforme manifiesto mi “mosqueo” y digo que no creo que sea aconsejable brindar por

una pieza sin haber sido cobrada. No te preocupes que tu macho está abatido, me dice Gallego, a lo que le contesto: Si tú lo dices será así, pero yo aún no lo he visto. Por fin terminamos, y rápidamente nos trasladamos al lugar desde donde hemos disparado. Llegamos aproximadamente a las 4 de la tarde. Loli y yo nos quedamos allí mientras que nuestros amigos van a por la res. La espera se nos hace larga. El frío es ya muy intenso, cuando sobre las 6´30, aparecen con el trofeo. Por fin, puedo verlo y tocarlo. Ya se acabaron los nervios. –Imposible describir el grado de satisfacción que siento en este momento-. Nos damos prisa en hacer algunas fotos ya que está oscureciendo. Después nos trasladamos a la casa de la finca y procedemos a su medición, resultando ser bronce, pues dio 210,50 puntos, en verde. El año próximo, espero volver a realizar otra aventura por estas singulares montañas de Filabres, aunque tendré que contar con el bueno de Gallego, ya que sin su ayuda yo jamás podría cazar un macho montés en esta Sierra.


A propósito

Jd Agredano

Por donde pase yo va él, eso es seguro

Rematando la jornada montera de un día de cochinos, y con mis manos vacías de una gran mañana al sol, me dirigí al coche a guardar los trastos y me topé, poco antes de llegar, con dos buenos amigos que habían estado en puestos contiguos por debajo del mío con la suerte de haber abatido uno de ellos una excelente marrana en el mismo cauce de un arroyo que se situaba por debajo del carril, a unos setenta metros. La pendiente hacia abajo daba un poco de miedo por el vértigo que imprimía, ya que más que inclinada era casi vertical. A esas andábamos comentando lances y ladras cuando llegaba el acompañante de mi amigo descamisado y con dos metros de lengua fuera después de señalar el bicho para el postor y el arriero. Cuando apenas le quedaban tres metros para alcanzar el carril tuvo que parar y sentarse, nos miró y su mirada era la misma cara del que está a punto de quedarse a vivir allí por no subir ni un sólo palmo más de terreno. Recuperado el aliento, me agaché y le tendí mi horquilla para que se agarrara y poder así ayudarle un poco en esos dos últimos metros y al fin llegó arriba cayendo desplomado y vomitando desde sus tripas un exhalo del que sólo pude distinguir “cerro cabrón” y que sonó a victoria por la mínima. Ya con los ánimos recuperados apareció el arriero, hombre de pueblo fuerte, delgado y joven, un rubiasco de esos que si no fueran por las manos ajadas y la piel curtida, uno diría que los trajeron de suecia, aunque tengan unos antepasados que jamás salieron de nuestras sierras, y allí, escuchando y charlando se fumó lo que parecía un ducados, mientras nos preguntaba a todos por la suerte sufrida y los lances acaecidos. Una vez indicada la posición de la tirilla blanca al fondo en el arroyo y la marrana en el cauce, sin miramientos

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soltó un seco “vale la veo, voy a por ella”, mientras se rascaba la indecente barba de tres o cuatro días. Y sin pensarlo se dejó caer como se dejan caer los que se tiran en parapenting desde el carril cerro

abajo. Llamaba la atención que en ningún momento soltó la soga que sujetaba el bocado del mulo que le asistía y ambos, en un suspiro y sin perder la compostura ni el equilibrio, bajaron el cerro arroyando


jaras y aulagas mientras los mirones de obra, es decir nosotros, desde arriba observábamos con admiración, respeto e casi incredulidad cómo mulo y arriero solventaban las imperfecciones de la cuesta sin ningún tipo de queja o movimiento indeciso. Al menos yo, tenía la impresión de que se conocía esas invisibles veredas como el camino a su propia casa. Aquello sí que eran riles en el campo. Nuestro amigo, el que casi se nos muere subiendo, ya rehecho y peinado, a modo de broma aportó la información sobre la facilidad de bajar y la diferencia abrumadora de subir y apostaba sin dinero para ver cómo se las apañaba en la vuelta, subiendo. Pues bien, habíamos dejado a nuestro arriero y su mulo bajando, pero ya en el arroyo, le pegó un puñado a la marrana con una mano en la cabeza y otra en las cerdas del lomo y de un sólo tirón la sacó de entre las piedras y el agua y la colocó en la margen del arroyuelo donde le amarró una soga a la cabeza y apretó la montura del mulo. Empezó a subir despacio, creo que por ver mejor el camino que iba a seguir en su remontada y de pronto, comenzó a castigar con el cabo de la soga los delanteros y traseros cuartos del mulo y a correr cuesta arriba como nunca lo he visto hacer a nadie y él delante y el mulo detrás apenas emplearon unos minutos en culminar el cerro casi hasta nuestra posición. Cuando vimos cómo se había comido la cuesta como si con él no fuera, ya teníamos todos nosotros las caras de alelados, y en esas, el mulo se paró. El arriero escupió un “mecagoentusmuertos” que retumbó en el cerro y creo incluso que despertó a algunos que sesteaban en el mismo infierno, y el animal se apretó en las patas traseras y compungió sus lomos para subir los dos metros que le faltaban. La marrana, casi dos metros arrastrando por detrás, se había atrancado en una espesa jara, y la soga también y el arriero castigó un poco más al mulo hasta que la marrana saltó volando por encima de la jara y así llegaron hasta nosotros en el carril. Mudos y absortos no nos atrevíamos a decir nada, nos habíamos quedado inmóviles viendo la valentía y el dominio en el oficio de aquel hombre, y la nobleza y la fuerza de su mulo, y con gestos similares en nuestras caras reconocíamos el enorme esfuerzo y trabajo que suponía aquella labor solamente para una res. Uno de nosotros se dirigió por fin al rubiasco y le felicitó en nombre de los que allí estábamos por el espectáculo formidable que habíamos presenciado y apostilló el detalle de la parada del mulo cuando quedaban apenas dos metros, a lo cual nuestro momentáneo héroe, desatando la soga de la cabeza de la marrana sólo sentenció: por donde pase yo va él, eso es seguro, y continuó su camino por el carril con su humildad y en silencio en busca de más reses.


Gestión Cinegética

Gestión del Corzo

Fernando Hernández c

Cómo valorar un trofeo en el campo

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José Mª Castañeda España posee en la actualidad El interés por la gestión de las poblaciones de corzosuna se amplia variedad de Terrenos Cinegéticos que ofertan encuentra actualmente en pleno auge. multitud de permisos de caza mediante Sorteos La inusitada demanda cinegética de terrenos esta especie desde públicos. Estos son principalmente mediados de la década los noventa y el de marcado las de Reservas Nacionales Caza, los Cotos Nacionales de Caza, las Zonas de en Caza Controlada, fenómeno de expansión o asentamiento zonas los Cotos Sociales, los Cotos Privados de donde no se encontraba presente o lo estaban en bajas Titularidad Pública, y los Terrenos Cinegéticos densidades, ha promovido un creciente atractivo por lade Caza de aprovechamiento común. Las especies gestión del corzo porque parte de titulareseny ellos gestores. Mayor encontraremos y a los cuales

Desde hace poco más de una década es cuando se produce un incremento substancial de la afición por la caza del corzo en España. Esta modalidad cinegética cada vez reúne a más adeptos y es por ello que tanto se ha revalorizado desde entonces, tanto es así que los cazadores españoles son el colectivo más pródigo en viajar por todo Centro-Europa en busca de este pequeño cérvido. Esta situación contrasta con tiempos no muy lejanos, en la que la presencia de corzos en nuestros cotos no despertaba un gran interés cinegético, estando claramente relegada en el escalafón de preferencias por otras especies como el ciervo, el jabalí o el muflón. Los motivos de este espectacular auge cinegético pueden ser múltiples, pero se pueden sintetizar en el cambio de las demandas de muchos cazadores, que hastiados de monterías infructuosas, o de la intensificación de la caza mayor en general, prefieren decantarse por una modalidad cinegética más deportiva, en la que su pericia y conocimiento

optaremos en dichos sorteos son el Ciervo, Gamo, Muflón, Jabalí, Arrui, Corzo, Rebeco, Macho Montés y Lobo. interviene decisivamente durante la caza, Factores a considerar como es el rececho. Por otra parte, el singular trofeo de este animal y la pureza, no exenta de dificultad, que entraña su rececho ha promovido un extraordinario interés cinegético por el corzo. La gestión cinegética del corzo en España se encuentra bastante atrasada con respecto a otros países Europeos, donde existe una gran tradición corcera, siendo todavía un obstáculo la falta de información sobre los aspectos claves que condicionan el desarrollo de la especie. Antes de poder planificar una gestión cinegética, se tienen considerar las particularidades intrínsecas que presenta esta especie en cuanto a la alimentación, ocupación del espacio, competencia con otras especies, tasa de productividad, etc. Estos factores analizados en cada situación concreta, resultarán imprescindibles para el establecimiento de los objetivos pretendidos y una vez fijados estos promover las medidas de gestión que se estimen oportunas.

Alimentación: Los corzos presentan una alimentación Rafael muy selectiva, basada en especies vegetales de alta palatabilidad y de mayor calidad nutritiva que el resto de las especies cinegéticas. Esto es consecuencia de una serie de características morfológicas; pequeños dientes que no les permiten ramonear determinadas especies, pequeña capacidad estomacal y una menor longitud del intestino en relación con su tamaño que otros ungulados. Todo ello hace que la presencia del corzo en una zona no necesite de grandes cantidades de alimento sino un estrato vegetal de alta calidad basada prioritariamente en pasto de alto valor nutritivo y de brotes tiernos de especies arbustivas. Por ello, antes de fijar el número de corzos que pueda albergar una zona de forma estable o lo que es lo mismo la capacidad de carga de un territorio, hay que analizar las características de la vegetación presente, para poder

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Ruiz


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Aitor MartĂ­nez c


cuantificar los hábitats que son propicios para el desarrollo de la especie de aquellos que no lo son. Así, una finca que cuente una distribución predominante de extensiones de pastos intercaladas con bosques de Quercus y especies de matorral noble poco agredidas por el pastoreo o por los incendios, zonas de ribera, etc., supondrá un hábitat de alto valor ecológico para el corzo. Por el contrario, territorios compuestos de amplias extensiones de pinares maduros, zonas degradadas de matorral con ausencia de pastos, o lugares que en definitiva hayan soportado una excesiva carga ganadera o que se encuentren muy degradados por la acción humana, no representan hábitats propicios para el desarrollo del corzo.

Antonio Danso “Faena” c

Territorialidad: La alta territorialidad que presenta esta especie, puede representar un freno importante al desarrollo de las poblaciones. Esta territorialidad es un factor determinante en los corzos, tanto en la utilización del territorio como en el comportamiento. La territorialidad de los machos es bien conocida, siendo de tipo estacional y comenzando un par de meses antes de que se produzca el celo

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granjas cinegéticas se ha constatado la alta territorialidad que ejercen las corzas de mayor edad sobre las más jóvenes, provocando en muchas ocasiones que estas últimas abandonen a las crías inmediatamente o al muy poco tiempo de nacer, lo que origina la muerte en pocas horas de una buena parte de la paridera. Por todo ello, los corzos compiten en clara desventaja ante la presencia de otros ungulados como el ciervo, el gamo o el muflón, en parte por la alta selectividad de su dieta y por el mayor gregarismo de estas especies frente al corzo, lo que provoca que sean desplazados a peores zonas originando consigo una considerable reducción poblacional que inclusive puede originar su desaparición de un territorio. No son pocos los cotos que contando con una

Alfonso Roldán c

de las hembras. La territorialidad de las hembras es, por el contrario, mucho menos conocida que la de los machos, pero a la vez se tiene la creencia de ser bastante más determinante en la productividad anual de las poblaciones. Así, a medida que la densidad se incrementa se suele apreciar un considerable disminución de las crías del año. Este factor es un proceso lógico en el desarrollo poblacional de toda especie silvestre, pero no es tan acusado como en el caso del corzo. Hay un dicho popular extendido entre la gente del campo que dice “las ciervas son muy buenas madres, las corzas no tanto’’. Por otra parte, en experiencias recogidas en

CURSOS INTENSIVOS Todos los permisos profesionales ( B+E , C , D , C+E...) Permiso B en 5 tardes o mañanas Curso Transporte mercancías peligrosas 1ª Sección: Cruz Conde, 24 Tel. 957 47 55 83 2ª Sección: Av. Rabanales, 21 Tel. 957 25 49 82 3ª Sección: Sta. Emilia de Rodat, 3 Tel. 957 26 54 62 4ª Sección: Av. Almogávares, 72 Tel. 957 40 01 31 5ª Sección: Av. Fuensanta, 8 Tel. 957 43 33 05 6ª Sección: Arcos de la Frontera, 22 Tel. 957 44 20 95 7ª Sección: Av. Carlos III, 6 Tel. 957 26 73 85 8ª Sección: Av. Cervantes, 64 (Montoro) Tel. 957 16 17 02

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apreciable población corcera, han visto muy mermada su población tras la rápida expansión de otras especies como el cervuno. Mortalidad: La mortalidad es una cuestión que tiene una gran importancia en el desarrollo de las poblaciones corceras. Las crías tienen una tasa de mortalidad natural superior al resto de especies cinegéticas de caza mayor, produciéndose la mayor parte de las bajas a lo largo de unas pocas semanas tras la paridera. En inviernos duros y rigurosos se incrementa notablemente la mortalidad como consecuencia de la mayor dificultad de encontrar alimento válido, y también al quedar más expuestos a los depredadores. Unido a estos factores se

produce con frecuencia una alta tasa de depredación a las crías por parte zorros, perros asilvestrados y jabalíes cuando estos últimos se encuentran en altas densidades. En ausencia del lobo, que es su presa favorita en las zonas donde se encuentra presente, el zorro es el principal causante de las bajas durante la paridera o a los pocos días de acontecer esta. Este predador oportunista puede originar cuantiosas bajas durante la época de partos cuando se encuentra en densidades incontroladas. De forma resumida se pueden citar las siguientes pautas para una correcta gestión del corzo: Reducción de la cabaña cinegética de

otras especies, hasta un límite apto para el asentamiento del corzo. Realización de tratamientos selvícolas para la regeneración del monte y la instauración de especies de matorral noble apreciadas por el corzo. Apertura o acondicionamiento de parcelas, intercaladas con zonas de monte, para el aprovechamiento de los pastos. Instalación de comederos y bebederos selectivos para el corzo, así como de abundantes piedras de sal muy apreciadas por el corzo. Control estricto de depredadores, y en especial del zorro. Repoblaciones en zonas que se encuentren muy despobladas. Incremento de la vigilancia y control del furtivismo. Caza selectiva*

Fernando Hernández c

La caza selectiva como herramienta de gestión. Es evidente el hecho de que para la consecución de buenos trofeos, en cualquier especie cinegética, resulta imprescindible la realización de una caza selectiva que lleve a cabo la extracción de aquellos ejemplares cuyo desarrollo de cuerpo y/o trofeo sea inferior a los normales que correspondan a su edad. En el caso del corzo, en el ámbito cinegético de Castilla-La Mancha, esta caza selectiva no está contemplada ya que los precintos que regulan su caza tienen un carácter global y exclusivamente se otorgan para la caza de los machos. En cualquier caso los criterios básicos en los que se tendría que fundamentar la caza selectiva del corzo serían los siguientes: Con carácter general: Ejemplares con menor desarrollo corporal de lo que le correspondería a su edad.

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Pedro Ampuero c

Animales enfermos o con lesiones Corzos que se les aprecie un pelaje menos sano, o que lo muden más tardíamente que el resto. Machos: Los que no hayan desborrado aún bien entrada la primavera Los varetos retrasados Todo macho que se aprecie una mala calidad del trofeo; cuernas cortas, finas, o deformes. Hembras: Se deberán eliminar preferentemente las hembras que no se vean seguidas de cría, aunque también pueden ser un indicio de una alta tasa de depredación. Las hembras adultas que no se encuentren gestantes. Crías: Aquellas cuyo nacimiento haya acontecido bien entrada la primavera, y cuyo retraso será notable durante toda la vida del animal.

A las huérfanas que se les aprecie abandonadas. En partos gemelares, bastante frecuentes en el corzo, se debería eliminar a la cría menos desarrollada.

Cómo valorar un trofeo en el campo La valoración del trofeo del corzo presenta una serie de inconvenientes: el carácter esquivo y asustadizo de la especie hace que no sea fácil poder observar durante un periodo de tiempo prolongado a los ejemplares, además hay que considerar su reducido tamaño que dificulta una rápida y precisa valoración de la cuerna. Por todo ello, en muchas ocasiones, tendremos unos pocos segundos para tomar la decisión de tirar o seguir recechando en busca de otro trofeo.

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Con todo, es imprescindible contar con un equipo óptico adecuado siendo muy recomendable además de unos buenos prismáticos, el empleo de un telescopio terrestre para el avistamiento de los corzos a largas distancias, pudiendo así decidir si merece la pena recechar a un ejemplar, a una distancia que permite que no seamos detectados. El empleo de este tipo material óptico suele ser frecuente en países centroeuropeos, donde se pueden observar a los corzos a grandes distancias, lo que permite a los guardas de caza valorar a un corzo a distancias extremas. En principio, y aunque parezca obvio, solo se puede llegar a valorar correctamente un trofeo, tras una amplia experiencia en el campo observando a muchos ejemplares, y homologando posteriormente a otros tantos. La dificultad que entraña es grande, y no son pocas las sorpresas agradables e ingratas que nos solemos llevar en el campo tras abatir a un corzo. Tanto es así, que los expertos guías centroeuropeos con amplia y dilatada experiencia en la valoración de los trofeos, admiten que existe una probabilidad de error referente al peso de las cuernas de hasta el 15%, que no es poco. A la hora de valorar un trofeo, inevitablemente, hemos de hacer referencia a su puntuación según las normas del C.I.C (Conseil International de la Chasse et de la Conservation du Gibier), organización no gubernamental con sede en París, que adopta las fórmulas oficiales de homologación de los trofeos de caza europeos. Estos sistemas de homologación, en el caso del corzo y en otras especies, reúnen a tantos adeptos como detractores, al valorar cuantitativamente ciertas características de las cuernas en exceso, y restándole mucho valor a otras que quizás proporcionan más ‘’pureza’’ al


trofeo. En la homologación del corzo este hecho es aún más evidente, como veremos a continuación. Al observar a un corzo en el campo lo primero que normalmente nos llama la atención es la altura de las cuernas. Para valorar un corzo por su altura, deberemos tomar como referencia si estas sobrepasan amplia o sólo ligeramente la altura de las orejas. Normalmente la longitud de las orejas de un corzo está comprendida entre 13-14 cm., por lo que con un poco de experiencia podremos estimar este factor de forma muy aproximada. Cuernas con longitudes menores de 20 cm se consideran bajas, de 20-24 cm aceptables y de 25 cm en adelante muy buenas. Cabe mencionar la barrera existente en los 30 cm de longitud de cuerna, habiéndose abatido muy pocos ejemplares en España con estas dimensiones. A pesar de que este parámetro es el que nos suele resultar más notorio en un corzo, únicamente representa un 9% del valor del trofeo con respecto a su puntuación. Por otra parte, debemos tener en cuenta que la altura de las cuernas nos puede llevar a errores en la valoración de los trofeos, ya que corzos de primera o segunda cabeza con mucho potencial pueden llegar a tener una altura considerable. El peso es el factor más relevante la hora de valorar un corzo y a la vez el más complicado de evaluar. Así, el peso de las cuernas y su correspondencia con el volumen de las mismas influye en un 78% del la homologación de un trofeo. Como ya hemos comentado anteriormente, se puede calcular la puntuación del trofeo por la suma de peso y del volumen multiplicando el peso del trofeo, sin cráneo, por una constante; 0,225. El mayor peso del trofeo se concentra en el primer tercio de la cuerna, por lo que para calibrar el peso deberemos

Pedro Ampuero c

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Pedro Ampuero c

fijarnos en el grosor de la cuerna desde unos pocos centímetros por encima de su roseta, ya que guardará una correlación con el peso total de la cuerna. Esta operación no resulta sencilla ya que en muchas ocasiones el ángulo de visión suele ser obstaculizado por las orejas. Además de la sensación de grosor que nos pueda trasmitir un ejemplar, hay que tener en cuenta la densidad de las cuernas. Densidades de cuernas bajas, para un mismo volumen, darán menos peso y con ello menor puntuación y viceversa. En los corzos nº 1 y nº 3 homologados anteriormente, la primera sensación visual fue de mayor peso del que posteriormente nos trasmitieron al manipularlos, ya que la impresión fue de que pesaban poco para el volumen que se les apreciaba, circunstancia que fue corroborada posteriormente al pesarlos en la balanza.

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Por lo tanto la densidad de las cuernas tiene también mucha importancia en la puntuación final de un trofeo. Algunos expertos argumentan que condiciones

Grafico. Porcentaje de los parámetros que influyen en la homologación. En esta gráfica se recogen los datos medios de la homologación de más 50 corzos, reflejando la influencia de cada parámetro en la puntuación del trofeo.

climatológicas desfavorables durante la época de crecimiento de las cuernas, pueden originar menores densidades de trofeo, al carecer los animales de menos recursos para alimentarse. En cuanto a la belleza, y a la bonificación por la calidad de las luchaderas y regularidad de las cuernas, cabe mencionar que únicamente aportan un valor del 14% del total de la homologación. En este caso sólo el color y las luchaderas se pueden apreciar de forma más o menos precisa, mientras que la evaluación de las demos parámetros requieren de una distancia de avistamiento corta o de mucha pericia por parte del observador. Por todo lo expuesto, el peso del trofeo es el que determina en gran medida la valoración de un trofeo, ya que su correlación con la homologación es de casi el 80% del total. Resulta algo paradójico que aspectos como el perlado, la forma de las puntas, envergadura, etc., sólo represente un 14% del valor de la homologación. Dentro de este grupo habría que hacer una mención especial a la puntuación que se les asigna a la calidad de las luchaderas, a las que sólo se les otorga una bonificación máxima de 2 puntos. Así, el corzo nº 3 presentando unas muy buenas luchaderas, mayores de 9 cm, sólo obtiene 2 puntos por este concepto. Desde la opinión de muchos cazadores, y del que subscribe, debería darse más relevancia a los factores relacionados con la belleza de las cuernas y con su longitud, en detrimento del sistema actual en el que se prima en exceso al peso de las cuernas.


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Con otro visor

Lobo Alfonso Roldán Biólogo y Fotógrafo

(canis lupus)

“Hay animales de diversos géneros, como son: osos, lobos, zorros, cazas, ciervos, corzos; puercos jabalíes y cabras montesas, perdices, conejos, y tienen salvajinas, gatos salvajes y jinetas y tejones y garduñas, las cuales dichas salvajinas se crían y hallan en esta tierra”. Relaciones de Felipe II, sobre Fuencaliente en el siglo XVII

El lobo fue descrito por el gran naturalista sueco Carl Von Linneo en 1758 como lobo común (Canis lupus), y es miembro del orden de los mamíferos conocidos como carnívoros (probablemente las características más distintivas de los animales de este orden son sus largos y poderosos caninos o colmillos, y sus afilados premolares superiores y molares inferiores). Como el resto de los carnívoros, el lobo posee un sistema digestivo simple que le permite asimilar grandes cantidades de alimento. Sus clavículas son relativamente pequeñas comparadas con las de otros carnívoros, adaptadas a una evolución aerodinámica que busca un mejor rendimiento de toda su anatomía en la caza. El lobo es un superdepredador que ocupa, en su hábitat natural, y sin competencia del hombre, la parte superior de la pirámide ecológica. Este cánido varía mucho en su carácter, en actitudes y costumbres en función de su adaptabilidad y supervivencia. Su cerebro está altamente desarrollado, por lo que estos animales están considerados como muy inteligentes. Son muy curiosos y tienen una excelente capacidad de asimilación, lo que les permite aprender fácilmente. El lobo es un animal social, que vive fuertemente vinculado al grupo que constituye la base de su estructura social. Dentro de los clanes y manadas los comportamientos están fuertemente reglamentados en base a una jerarquía estricta, y ambos sexos cuentan con su propia jerarquía. La pareja dominante suele dominarse “Alfa”, los sucesores en el escalafón dominante “Beta” y el lobo que cierra el clan, que no ejerce ningún dominio, es llamado “Omega”. Será el

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lobo “Alfa” el que tenga derecho a la reproducción, el primero en comer, el que domine la manada. El lobo se mantuvo en el valle del Guadalquivir hasta mediados del siglo XIX, manteniendo desde entonces un trasiego de ejemplares, especialmente en su zona más septentrional, que acabará con la rarificación de la especie en Sierra Morena aproximadamente un siglo más tarde. Durante la Edad Media el lobo fue muy abundante en esta gran franja central de Andalucía. Vastas extensiones boscosas

ocupaban los interminables campos de cultivo que en la actualidad jalonan de este a oeste la campiña andaluza sin solución de continuidad. Protegidos por una cubierta vegetal hoy difícil de imaginar, poblados bosques y fértiles dehesas de alcornoques, encinas, algarrobos y pinos se extendían desde los campos de Jaén y Córdoba hasta la desembocadura del Guadalquivir y el Condado onubense. En este prístino entorno las incursiones de los lobos llegaban hasta los mismos arrabales de pueblos y ciudades.



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Mi Portillo

Rorry Barbudo Muñoz

El testigo y la continuidad

¿Qué es el testigo? Es el palo o cualquier otro objeto que se transmiten los corredores en las carreras de relevos, así se le da continuidad a la citada carrera. ¿Y la continuidad? Es la duración o permanencia de una cosa sin interrupción. Mi intención no es otra que apoyarme en estas dos definiciones para intentar plasmar una serie de circunstancias que desde hace unos años hasta hoy, a los que nos gusta este mundo y lo vemos desde dentro, si lo pensamos detenidamente nos debemos de haber dado cuenta. La reflexión es obligada

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y, mi decisión de dedicarle “Mi Portillo” a ello, se debe a una larga meditación. Voy a lo que voy, a lo que me gusta y por tanto de lo que me apetece o puedo hablar: las rehalas. Este mundo tan polémico, tan peliagudo, tan suyo y tan imprescindible en la montería se puede decir que es, dentro de nuestra montería, el gremio menos valorado. Se ha visto castigado desde fuera con un desprecio intolerable por los que requieren de su trabajo o, desde dentro, por una serie de individuos con una actitud propia del más ejemplar de los esquiroles. Y hoy día, si nos fijamos en ese

mundo de continuo sacrificio humano y económico, descubrimos que huele bastante mal, y sí, lo dice un apasionado del perro de rehala como lo soy yo. Lejos queda esa visión tan fetiche que existió por todo aquel montero que era dueño de rehala y que como tal, tenía un lugar privilegiado dentro de este mundo montero por el hecho de llevar a sus valientes a montear un manchón. Actualmente es común presenciar actitudes provocadas por las envidias entre unos y otros, los meneos de colitas y peloteos vergonzosos por meter la cabeza aquí y allí, aun pisando el


cuello del que te dio de comer cuando empezabas en esto. Asistir a impropias bajadas de pantalones por sacar los perros a montear, o escuchar esas críticas rastreras por la espalda que sólo tratan conseguir una fecha más en el calendario. Pero esto no acaba aquí, los de fuera también tienen su culpa, eso sí, la culpa está apoyada en ese mezquino esquirol que en su día aceptó cargar sus veintitantos valientes en la furgoneta y llevarlos a montear admitiendo unas condiciones de todo menos dignas. Luego, al tiempo, de menos dignas pasaron a indecentes y por último a vergonzosas. No se supieron o no se quisieron plantar, viéndose hoy día inmersos en una espiral cuanto menos bochornosa. Y aquí es cuando los que vienen ilusionados siguiendo los pasos del veterano, los que llegan con el anhelo de poder sacar pecho un día mencionando que se es dueño de rehala, o los que simplemente deciden echarse la manta a la cabeza y recoger el testigo que por aburrimiento, vejez o bolsillo han dejado los mayores, se topan con esa porquería que nunca nadie nos quiso contar.

“ La culpa está

apoyada en ese mezquino esquirol que en su día aceptó cargar sus veintitantos valientes en la furgoneta y llevarlos a montear admitiendo unas condiciones de todo menos dignas. Luego, de menos dignas pasaron a indecentes y por último a vergonzosas ” El testigo pesa y duele, sobre todo al bolsillo, es un sin vivir de preocupaciones desde el mismo día que te decides a dar el paso. Pocos te apoyan, los que lo hacen son tus incondicionales o algún romántico purista que te ve donde se vio. Los que

más, tras mostrarte el testigo te ponen la zancadilla o te venden unos falsos y caros, económicamente hablando, sentimientos por un puñado de valientes a los que apenas diferencian amarrados en la perrera. Sobrevuela el concepto de la continuidad, el amor a un mundo como el del perro de rehala y el ser lo suficientemente hombre como para mirar por un colectivo y por la herencia que tras años has sido capaz de dejar en forma de castas, tipos o hechuras. Quien se marcha sin ceder los trastos, boicoteando la ya citada continuidad, poco le debemos y, créanme que no pretendemos ni queremos que sea capaz de justificar su paso por el mundo del perro, poco le importará no dejar huella. Algún tierno enamorado de esto me entenderá, otros no me querrán entender, y la mayoría no querrán ver más allá de lo que es un entreteniendo más es en sus vidas. El caso es que pocos ayudan a que recojamos un testigo que necesita de ilusión y fuerzas para cargar con él y, menos aún, notan la responsabilidad de facilitar una continuidad en algo tan imprescindible y bonito como es una rehala de perros.

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Lances y recuerdos

Monteros

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Imágenes como la que podemos apreciar en esta fugaz instantánea son las que se quedan para siempre grabadas en nuestra memoria. Lances que por mucho tiempo que transcurra desde que sucedió, volverán a pasar ante nuestro recuerdo con la misma claridad de aquel día. En este caso, la habilidad del fotógrafo supo inmortalizar para siempre este momento, ese bello lance del cochino en el cortadero, un oportuno “click” fue quien supo parar el tiempo en esta mágica milésima y fue el culpable de que el cazador que vivió su lance tenga desde entonces su lance inolvidable. Rafael Ruiz 47 47


Album fotográfico

José María Sanz con un buen muflón recechado en Córdoba

José Antonio Spínola con tres marranos en Choza Redonda

Sensacional gamo en El Álamo por Alfonso Enríquez

Rafael Canals con su trofeo de rebeco de Los Pirineos

Julio Lenzano con un buen venado de Dehesa de Arroyo Molino

Juande Agredano y Nicolás Priego en La Solana del Alcanfor

Luis Giménez tras un exitoso rececho de corzo en León

Buen venado el conseguido por Javier Fragero en Choza Redonda

Antonio Sánchez de Puerta con su muflón de La Montera Alta

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Rafael Calvo con un buen puesto de Matahermosas

Venado de Fuentes Carrionas recechado por Juan José Llamazares junto a Carlos (guarda)

Charo Anaya y Gerardo Novales con su collera de venados de Alta Baja

Vicente Marín y Javi Almirón con un buen cochino de Puerto del Toro

Vicente Baldó con un buflón cazado en la montería de La Vaquera

Salva Blanco con un bonito venado de Campo Alto

José Joaquín y su padre en Olivar de Mezquetillas

Paloma Recio y Álvaro Giménez con un venado de principio de temporada

El Rehalero Enrique Garnica acompañado de José Manuel Barrios en Campo Alto

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Album fotográfico

Joaquín del Campo en Los Millares (Huelva) con un buen venado

Rafa Alcaide posando con dos buenos cochinos de El Puerto del Toro

José Ignacio Moreno con su corzo recechado en León

Raúl Salado con su venado de El Campillo

José Enrique Rodríguez y su hijo en Montealegre

Ricardo Nieves Jr. junto a José María Sanz y el venado que abatió en Córdoba

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Venado cazado por Antonio Baena en El Campillo

Buena percha de palomas la obtenida por Manolo Jiménez con la ayuda de su palomero

Paco Osuna con su rebeco cazado en la Reserva de Riaño


Pablo Calabrús con un venado de Sao Vento (Portugal)

Los hermanos Rafa y Diego Canals con un venado de Choza Redonda

Buen cochino el que cazó en El Maromo Rafael Salinas

Mariano Reina con su muflón cazado en la montería de El Campillo

Emilio Holgado consiguió este bonito venado en la finca de Hornachuelos Cabalgaderos

Buen trofeo de corzo el obtenido por Pepe Guerrero en Ribota (Segovia)

José Larrea obtuvo este buen marrano en la finca Hoyas de Padilla con Monteros Vallehermoso

José Quintana con un muflón de la Montera Alta

Gregorio Luna y Fermín Gallardo en El Puerto del Toro

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Album fotográfico

En Santa María Curro Vilela con su venado

Íñigo y Juan Cabello con dos muflones de la finca El Cebrián

Grupo de amigos en Veinte Puntas alrededor del cochino cazado por Juan Vilela

Manuela Osborne en Malpica de Tajo en la tirada de mañana de su padre Rafael

Joaquín Leal y José Enrique Camacho, padre e hijo, en Montealegre

Paco Cano con la buena percha que se colgó en la Finca El Castillo

Nicolás Priego e Ignacio Ramos con el mejor cochino de Los Bonales

Luis Eduardo Arjona en El Santo con su venado

Grupo de amigos con algunos cochinos de la montería de La Solana del Alcanfor

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En Choza Redonda, Rorry Barbudo, Hugo Jordán de Urries, Manuel Villén y Diego García-Courtoy

Manolo Jiménez “Pasteles” con su doblete de cochinos de Barranco de las Cañas

Juan Vilela consiguió en montería de finca abierta en La Rioja este buen venado

Amigos de Espiel con el resultado de una buena tirada en la media veda

Rafael Becerra con el mejor cochino abatido en la montería de El Prizcalejo

Ignacio Ramos con su gran cochino de Los Bonales


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Foto con pie

Estadillos y memoria Rafael Mir Jordano

E

pieza más que yo (15). Pepín Aguilar, uno de los más alegres en las sobrecenas de las vísperas, eran tan buen tirador como mal cobrador; no veía una perdiz muerta a sus pies aunque la estuviera pisando. Mi cuñado Manolo Ruza, que se decía abrumado en la caza por sus cuñados -el otro era Antonio Pérez Barquero- las mataba a la chita callando. Como mi viejo amigo, mi compañero de recechos por toda España cuando casi nadie los hacía, Manolo Salido. Joaquín del Castillo, que devino luego propietario de la finca por vía marital, era tan discreto con nosotros como con los animales. En contraste, su cuñado Rafael, también militar, no perdonaba, era insaciable y tiraba con acierto. Antonio Moyano, entonces muy joven, solía ser primera o segunda escopeta, como en esta ocasión. Hace muy pocos días, me salvó de peligro grave, en una accidentada cacería de conejos. Doy fe de que se conserva muy fuerte. Estos estadillos, como las fichas de otras cacerías, son hitos de nuestros recuerdos, rastros documentales de lo que ya no puede volver a ser. Ni para nosotros ni para nadie.

foto: Rafael Mir Jordano

sta vez la fotografía no es de trofeos, ni de lugares, ni de personajes. Es de uno de los últimos estadillos de los ojeos de la finca “El Búho”, de los hermanos Fernández en la fecha en que se celebró: 14 de octubre de 1989, ya en pleno declive de resultados. Tenía el coto su entrada hacia el kilómetro 16 de la carretera de Santa Eufemia a Belalcázar, una casa capaz de acoger las noches de vísperas a bastantes socios y unos terrenos muy variados que proporcionaban unos ojeos de sierra, de perdices, liebres y conejos, muy divertidos, preciosos. Como se ve, encabeza la lista Paco Guzmán, en su día jerifalte de “La Casera” y creador del Club de Golf Los Villares. Era el presidente y animador del coto y tiraba bastante bien. Con ser tantas cosas, y un amigo muy cordial, en su entierro estuvimos muy pocos de la lista. Claro que algunos no podían estar, porque le

habían cogido la delantera, como Pepe Fernández, uno de los propietarios que excepcionalmente figura en el estadillo como el de mayor número de piezas obtenidas (18); excepcionalmente porque lo suyo era procurar que los ojeos salieran bien, y casi siempre se ponía en una de las puntas y cobraba muy pocas piezas. José Ramírez no pernoctaba con nosotros: venía en su coche, pegaba sus tiros, cogía su montón y salía zumbando. Marcelino Martín, dueño de “Los Villares” y de bebidas de fama nacional era un tirador discreto, como Ángel Ruiz Manosalvas, el siquiatra, que acostumbraba a renunciar a las cuestas empinadas, a cuyo pie esperaba nuestro regreso sentado en el catrecillo con una botella de vino y lonchas de jamón. Martín hijo, Javier, sí tiraba mejor. No hace mucho me lo encontré en una de las ferias de caza de Madrid, a las que vamos los cazadores como las reses a los bebederos; a encontrarnos todos. De los joyeros hermanos Navarro y Paco Fernández, uno de los primeros tiraba bien, aunque no tanto como el junior Emilio, que en este estadillo es la tercera de las diecisiete escopetas, con una

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El cierre

El tiempo corre y las reses vuelan

Rafael Ruiz Qué lejos me parecía hace meses el inicio de la temporada, pero casi sin apenas darme cuenta, me lo he vuelto a encontrar de cara, de sopetón, casi inesperado. Me ha sorprendido igual que ese zorro que se nos aparece sin haberlo sentido llegar. Se me ha echado encima y casi me coge la vez, no por descuido de novato sino por la pasmosa confianza que da la madurez y que sueña con dejar cumplir la res hasta límites insospechados. A veces no nos damos cuenta de que el tiempo corre y las reses vuelan, y cuando queremos acordar nos cogen la vez. Afortunadamente volvemos a estar donde nos gusta pero antes de eso, después del letargo vacacional y llegando a estas fechas nos “calentamos” con facilidad, casi siempre por simpatía o contagio de nuestros compañeros de afición. Por estas fechas somos tanto o más fáciles de contagiar que el venado que escucha a lo lejos berrear y lo imita como un loco y por esa atracción que siente cuando nota que las ciervas

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entran en celo. A nosotros nos pasa casi igual, con la diferencia de que nosotros permanecemos en celo todo el año… Qué poco nos hace falta a muchos de que “nos toquen las palmas” para que nos ambientemos y perdamos la cabeza… Pero qué le vamos a hacer, así es nuestra bendita Naturaleza y nuestra perdida afición. Por estas fechas previas al inicio de la temporada empiezan a verse los primeros vaivenes de los aficionados al perro que en busca de no sé qué argumento se excusan en reunirse en diferentes convocatorias perrunas, concentraciones, peroles y demás “enrreos” de rehalas. Sigo pensando que estos elementos son los que tienen la afición más desbocada y complicada de domar, pero que sin ellos, sin su carácter y su afición, nosotros los monteros íbamos a disfrutar bastante menos por no decir nada. También como preludio del cercano pistoletazo de salida nos volveremos a ver en la Feria de Intercaza, lugar de encuentro para muchos y sin lugar a dudas donde el ambiente que allí se vive hace que el indeciso se decida y nos volvamos a “liar” o nos convenzan para asistir a esta o aquella montería que he oído-me han contado que está muy buena este año, o sea, que el que llegó incrédulo se va a su casa con la ilusión por las nubes y unos cuantos de euros menos. También la feria pasará un año más sin apenas darnos cuenta. Pero hablando del tiempo, de las ilusiones y de que volvemos a estar

donde nos gusta me gustaría aprovechar para reafirmar mi convicción de que este proyecto Cazadores, que es tan mío como vuestro, va a seguir adelante, va a seguir apostando por mantenerse, por seguir trabajando y seguir entregándose a los aficionados que nos arropan. Ya sabemos que los tiempos que corren son difíciles para todo el mundo, pero además hay un componente que va ligado a los adelantos y a las tecnologías que también nos instiga y dificulta para ese sobrevivir del mundo editorial. Me estoy refiriendo a la incesante aparición de medios digitales que a su favor cuentan con la inmediatez y el bajo coste de mantenimiento frente a “lo diferente” que suele ser una publicación en formato impreso. Que quede claro que no tengo nada en contra de la labor informativa y lúdica de muchas de estas webs, blogs, revistas digitales, foros, etc., pero me sigo negando –editorialmente hablandoa ceder ante esta avalancha de “avance informativo, informático, tecnológico y virtual” y que conste que Cazadores posee y puede presumir de una web y un foro virtual con magníficos aficionados. Mientras la ilusión me dure y no me la consigan arrebatar, seguiremos en esta incesante lucha que dura ya once temporadas, seguiremos formando el equipo las mismas personas que desde hace años me mostraron su colaboración y su tiempo, y seguiremos estando y haciendo lo que nos gusta, en el campo y con su gente. Pero siempre alerta, siempre ojo avizor, que el tiempo corre y las reses vuelan.




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