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LA VIDA DE VIAJE - CICLOTURISMO

La zona del Manso es un profundo valle de cordillera ubicado entre Bariloche y El Bolsón. Jime y Andrés de La Vida de Viaje pedalearon un sendero de 20 kilómetros que va paralelo al Manso, uno de los ríos más lindos y caudalosos de la región. Este es su diario de viaje.

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Pienso en lo que más me llamó la atención del camino del Valle del Manso y se me vienen fragmentos a la mente: la ruta, seca y áspera, pero con un tinte húmedo por el bosque y las montañas a los costados. El río, caudaloso y a la vez suave, que por momentos es azul y por momentos verde. Los árboles y sus especies que quiero llevar conmigo: la Lenga, el Ñire, el Coihue, el Ciprés, el Maitén. Los pájaros que vuelan en el sentido contrario al que vamos, pájaros que no escucho porque el motor de la camioneta tapa ese fino contacto que puedo tener con el mundo exterior. Por eso, cuando estoy en la naturaleza, elijo la bicicleta: es mi manera de recordar no en fragmentos, sino en modo panorámico.

Estacionamos, bajamos las bicicletas, comemos pizza fría de ayer mientras cebamos mate, cruzamos la primera pasarela y empezamos a pedalear. Esa transición de movimientos entre lo pasivo de la camioneta y lo activo de la bicicleta es muy parecida a la sensación de sacarle el papel a ese chocolate que te encanta, y que te da placer y ansiedad a la vez. Esto lo sentimos siempre, sea el camino que sea. Será la incertidumbre de lo nuevo, la adrenalina de lo distinto, o hasta quizá una señal de que lo que estamos por hacer nos hace sentir muy bien.

No tengo un anotador encima y peco de ser una persona con poca memoria. Por eso agarro el celular y empiezo a enumerar la sutileza del paisaje que miro:

nubes cirros rasgando el cielo bosquecitos en la cima de las montañas la pared de piedra del cerro que bordeamos teros que cantan y ovejas que corren vacas que mastican y que no me sacan los ojos de encima una perra que me lame las piernas mientras mueve la cola una familia de bandurrias picoteando el pasto verde grillos sonando cerca y lejos los reflejos del río sobre los troncos de los árboles el brillo de la luz del sol sobre el agua

Freno para esperar a Andrés y dejo la bici a un lado para tocar la textura de las hojas y de las flores. Es un hábito que empecé a incorporar desde que decidí involucrarme con la naturaleza. Porque si no la toco, ¿cómo la describo después? Si no la huelo, ¿cómo puedo saber a qué se parece? Si no me detengo, ¿cómo construyo un vínculo con ella? Cuando lo hago una distancia se rompe y una unión, breve y contemplativa, nace.

La senda se achica y se agranda. A veces es de tierra y otras veces de piedras. Es nítida, pero cada tanto desaparece entre hojas y ramas. Se interrumpe por pastos inundados, arroyos que parecen ríos y árboles caídos que tenemos que esquivar. Es llana y también inclinada. La senda no es recta: subimos y bajamos, pedaleamos y caminamos, abrimos y cerramos tran-

Cada tanto paramos a descansar: comemos unas bananas, tomamos agua fresca, disfrutamos de la quietud del camino. Porque si bien estamos acá para estar en movimiento, son estos momentos de reposo donde el paisaje se vuelve tranquilo, manso. Por algo este lugar debe llevar ese nombre.

ficha técnica

Kilómetros: 42 (ida: 20 km de sendero / vuelta: 22 km de ripio por Ruta Provincial 83) Lugar: Río Negro, Argentina Tipo de recorrido: circular Rutas: Ruta Provincial 83 y sendero de montaña Itinerario: el sendero arranca en la primera pasarela que se conoce como “Paso Andrade” (sobre la RP 83 a 11,5 km de la RN 40) y termina en la última pasarela llamada “Paso Jones” a la altura del Camping La Pasarela de El Manso.

Tiempo aproximado: 6/7 horas en total

Alturas:

— Inicio: 472 m.s.n.m

— Punto más alto: 560 m.s.n.m

— Fin: 472 m.s.n.m

— Desnivel acumulado: +390 m / -390 m

Llegamos a la última pasarela. Eso quiere decir que hasta acá pedaleamos 20 kilómetros. En horas habrán sido cuatro entre las paradas, las fotos, la filmación, las anotaciones. Y me encanta pensar en esto ahora porque durante el camino no se me ocurrió contabilizar ni el tiempo ni la distancia. A veces los números se vuelven fugitivos y lo único que queda es un momentum donde lo que tiene sentido es el movimiento y el paisaje en sí mismo.

La imagen del Valle del Manso se fue completando como un gran rompecabezas que empezó con fragmentos muteados y que termina con retratos vivos. Mientras volvemos por la ruta principal, el sol se esconde detrás de un cerro y me llevo la experiencia que a mí me gusta: en modo panorámico y con los sentidos latiendo.

TEXTO: Jimena Sánchez FOTOS: Andrés Calla WEB: lavidadeviaje.com INSTAGRAM: @lavidadeviaje

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