La encíclica «Lacrimabili statu Indorum» de Pío X para defensa y protección de los indígenas de América Latina y Chile Mario L. Grignani En la encíclica Lacrimabili statu indorum del 7 de junio de 1912, el Papa Pío X, recordando a su predecesor Benedicto XIV, condena la explotación de los indígenas de América Latina, y las violencias, las injusticias y la esclavitud a las que muchos pueblos originarios de América se encuentran sometidos a comienzos del siglo XX. El año pasado y en esta primera mitad del 2013, la producción científica y divulgativa que se ha interesado en la Iglesia, ha concentrado —comprensiblemente— su atención sobre el evento central de su historia ocurrido durante el siglo pasado, a saber, el Concilio Ecuménico Vaticano II. En efecto, en el 2012 se han cumplido los cincuenta años de la apertura del concilio (19622012). Pero el año 2012 ha significado además otro aniversario: los cien años de la encíclica citada. El documento pontificio da a conocer la terrible situación en la que se encuentran diferentes pueblos indígenas del continente latinoamericano, la preocupación pastoral que anima el papa Pío X y su intervención para reclamar la protección de estos pueblos —especialmente los que no eran cristianos— que, explotados de diferentes maneras, estaban en peligro de desaparecer, a pesar del trabajo de los misioneros en algunos casos particulares. Mientras que al tema de las fuentes chilenas de la encíclica y a la solicitud pastoral de la Santa Sede he dedicado un artículo que presenta parte de una investigación llevada a cabo en 2011 (recientemente publicado en otra revista de la Universidad), la presente contribución pretende destacar algunos elementos en nexo al tema de este número de Diálogos, fundamentándose en otro material documental inédito, custodiado siempre en el Archivo Secreto Vaticano 1. Después de enmarcar brevemente el pontificado del Papa Sarto y dar a conocer los pasajes fundamentales de la misma encíclica, se aportan los testimonios que muestran la labor de los misioneros y de la Iglesia para la defensa de los indígenas, de su dignidad y de sus derechos. No resulta secundario recordar que en ese momento histórico no se ocupa la noción de «derechos humanos», sino más bien se habla de los derechos inherentes a la naturaleza del hombre; estos radican en la dignidad del ser humano, comprendido a la luz de la tradición
El presente aporte es parte de una investigación financiada por el VIII Concurso de Investigación para Académicos UC (Vicerrectoría de Investigación y Dirección de Pastoral y Cultura Cristiana - proyecto N°04/DPCC2010); investigador principal: Mario L. Grignani, Dr. en Historia de la Iglesia; ayudantes: Lic. Monge Allen, Exequiel Leopoldo Arturo y Salgado Alarcón, María Paz. 1 «En pro de la Religión y de la dignidad humana. Las fuentes chilenas de la encíclica “Lacrimabili statu Indorum” de Pío X y la solicitud pastoral de la Santa Sede», en Teología y Vida 41 (2013/2). Ese artículo y el presente tienen su origen en la citada investigación. No reproduzco aquí, en su totalidad y extensión, los datos de las fuentes documentales que fácilmente pueden consultarse en Teología y Vida. En el presente artículo las citaciones de los documentos se refieren a fuentes históricas aún inéditas y se ha preferido no modernizarlas; las referencias pertenecientes al informe de los capuchinos aquí reproducidas se hallan publicadas más ampliamente en Teología y Vida. Texto oficial de la encíclica Lacrimabili statu Indorum en Acta Apostolicae Sedis, 4 (1912), 521-525. El texto en Chile aparece en latín en el Boletín Eclesiástico, XVIII (1911-1913), 514-517 y en español en La Revista Católica, 16 (núm. 365, 1916), 563-566; texto en español también en Encíclicas Pontificias. Colección completa 1832-1959, [a cargo de] F. HOYOS, Buenos Aires: Editorial Guadalupe 1958, 872-874.
religiosa judeocristiana, y en el derecho natural elaborado dentro de la concepción cristiana de la vida. Estos derechos son los que la Iglesia y los misioneros reclaman en ese entonces y acompañan a la labor evangelizadora. 1. El pontificado de Pío X y la Lacrimabili statu Indorum Pío X, Giuseppe Melchiorre Sarto, es elegido el 4 de agosto de 1903 y gobierna la Iglesia hasta el 20 de agosto de 19142. Es beatificado en 1951 y canonizado en 1954 por el papa Pío XII3. Según reporta el historiador Roger Aubert, «Inmediatamente después de la muerte de Pío X escribía el Times de Londres: “Se puede decir sin sombra de exageración que J. Sarto llevó a cabo por propia iniciativa más modificaciones en la dirección de la Iglesia que cualquier otro de sus predecesores desde el Concilio de Trento”»4.
El mismo historiador, continuando el análisis de la obra de reforma del pontífice, afirma también que Pío X fue «uno de los mayores papas reformadores de la historia». Es este un punto en el que es unánime el juicio de la historiografía. Los aspectos fundamentales de la acción reformadora del Papa Sarto se enmarcan en la dimensión pastoral de su pontificado y son: la reorganización de la curia romana; el inicio de los trabajos para la codificación del derecho canónico; los decretos eucarísticos; la renovación litúrgica; y la cura pastoral, especialmente expresada con referencia a los seminarios y la formación sacerdotal, la catequesis con el llamado Catecismo de Pío X, la Acción Católica como una forma de presencia de los laicos en la sociedad. Además no hay que olvidar el problema central que el modernismo representó para la doctrina y los desafíos que los intereses hegemónicos internos y externos de las potencias europeas ponían a la Santa Sede, a nivel central, y a las Iglesias, a nivel local. Con la Lacrimabili statu Indorum, Pío X muestra su interés por un aspecto dramático de la realidad latinoamericana: la supervivencia, la libertad y el bienestar de los indígenas, y su evangelización. El Papa se presenta pues como quien reclama la defensa de las numerosas y diferentes etnias del continente y de sus derechos. En la encíclica Pio X con su autoridad interviene recordando a su predecesor Benedicto XIV, que en la encíclica Immensa Pastorum de 1741 denunciaba la esclavitud de los indígenas y las violencias cometidas por cristianos en contra de ellos, paganos o ya cristianos. Pío X afirma que de todas esas cosas indignas, la peor, es justamente «la esclavitud propiamente dicha» y dice haberse enterado de la destrucción de pueblos enteros de indios, sobre 2
Con referencia a Pío X y su pontificado se señalan: Pio X e il suo tempo, [a cargo de] G. LA BELLA, Bologna: Il Mulino 2003; M. GUASCO, Pius X, en The Papacy. An Enciclopedia, [a cargo de] P. LEVILLAIN, II, New YorkLondon: Ed. Routledge 1994, 1197-1199; G. ROMANATO, Pio X. La vita di Papa Sarto, Milano: Rusconi 1992. 3 CONGREGATIO DE CAUSIS SANCTORUM, Index ac Status Causarum, Città del Vaticano: Tipografia Guerra 1999, 578. 4 R. AUBERT, La obra de reforma de Pío X, en H. JEDIN, Manual de historia de la Iglesia, VIII, Barcelona: Herder 1988, 550.
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todo a causa del lucro y de la corrupción del espíritu humano. Agrega además que «avergüenza realmente referir la infamia y los crímenes de aquellos en comprar y vender a las mujeres y a los niños; siendo realmente sobrepasados por ellos los peores ejemplos de salvajismo». El mismo Papa afirma haber quedado impactado frente a tales noticias y haber ordenado que se tomaran más informaciones: «En realidad Nosotros, al recibir algunas veces rumores de estas cosas, pusimos en duda la certeza de hechos tan atroces, ya que parecían increíbles. Pero, habiendo llegado a la certeza por medio de testigos muy seguros, esto es, por medio de muchos de vosotros, Venerables Hermanos, por los Delegados de la Sede Apostólica, por los misioneros y por otras personas de entera fe». El propósito del Papa es «trabajar en favor de los indios» y por ello reclama la colaboración entre los Gobiernos de los Estados latinoamericanos y la Iglesia: «si a la labor del gobierno se uniese la de la Iglesia —escribe—, entonces ciertamente se obtendrían muchísimo mejores frutos». A continuación su palabra se dirige a los Prelados del continente recordándoles su oficio de Pastores: «a fin de que aportéis cuidados y resoluciones peculiares a esta causa, que pertenece a lo más digno de vuestro pastoral oficio y cargo, y dejando de lado las demás cosas de vuestra solicitud e industria, os exhortamos encarecidamente ante todo, que todas aquellas cosas que en vuestra diócesis están instituidas para el bien de los indios, las promováis con toda vuestra preocupación, y al mismo tiempo cuidéis de instituir aquellas otras que parezcan necesarias a la misma causa». Primera acción en favor de los indígenas es, dice el Papa, la de volver conscientes los fieles acerca de «su propio oficio de ayudar a las sagradas expediciones a los indios, que habitan primeramente ese suelo americano. Sepan por lo tanto que deben ayudar en esto principalmente con una doble acción: por la limosna y por la oración». La situación requiere además fundar otras casas misionales para los misioneros para que, por medio de su labor, se logre dar libertad a los indios sometidos a «la esclavitud de Satanás y de los hombres perversos». El Papa renueva las condenas hechas por su Predecesor, y establece las penas canónicas para los culpables de tales crimines: «condenamos y declaramos reo de inhumano crimen a cualesquiera que, como él mismo dice: a los predichos indios pongan en esclavitud, los vendan, los compren, los cambien o regalen, los separen de sus mujeres o de sus hijos, se apoderen de sus cosas y de sus bienes, o de cualquier manera los priven de su libertad, reteniéndolos en esclavitud; también a los que para tales cosas dan su consejo, auxilio, favor y acción cualquiera sea el pretexto y cualquiera sea su color, o que enseñen o aconsejen que esto es lícito o en alguna otra forma quieran o pretendan cooperar a lo ya dicho.... Por lo tanto queremos que la potestad de absolver de estos crímenes a los penitentes en el fuero sacramental sea reservada a los Ordinarios del lugar». En la conclusión de su texto magisterial, Pío X señala los actores que, por su rol y responsabilidad, pueden colaborar en la obra de los Prelados, a saber: en primer lugar aquellos que gobiernan las Repúblicas latinoamericanas y detienen el poder para una eficaz intervención por parte de los Gobiernos; en segundo lugar el Clero, y principalmente aquellos que se han
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entregado a las Sagradas Misiones; finalmente no menor puede ser el aporte de todas las personas de buena voluntad que se unan en favor de la Religión y de la dignidad humana5. ¿Cuáles son las informaciones a las que se refiere Pío X? ¿Por qué se refiere a los Delegados Apostólicos? ¿Quiénes son los misioneros mencionados? ¿Cuáles son las preocupaciones y los reclamos de los misioneros en defensa de los indígenas, de sus derechos y de su bienestar? La realidad chilena presentada en algunos informes de la época nos permite responder a tales interrogantes. 2. La protección y la promoción humana integral de los indígenas en los informes de los misioneros «Horrorizado y profundamente conmovido» a causa de algunos informes que habían llegado a Roma desde la zona del Putumayo, en la Amazonia peruana, Pío X -mediante su Secretario de Estado, Cardenal Rafael Merry del Val-, había ordenado a la diplomacia pontificia presente en el continente de reunir informaciones precisas e informar a la Santa Sede. Los Delegados Apostólicos se habían entonces comunicado con los Superiores de los misioneros que por su labor en los territorios indígenas tenían conocimiento directo de la situación. Además de esto, el Papa había enviado a un visitador, el P. Giovanni Genocchi, para que también este pudiera informar directamente al Papa. De todo esto tenemos noticias en el fascículo 38 del fondo Archivo Nunciatura de Chile del Archivo Secreto Vaticano, donde se halla la documentación relativa a Chile. El título del fascículo es Evangelizzazione degli Indiani esistenti in Cile y contiene —además de la correspondencia entre la Santa Sede y el Internuncio Apostólico en Chile, Mons. Enrico Sibilia— las relaciones de diferentes religiosos comprometidos en la evangelización y promoción humana en diferentes regiones de Chile: los franciscanos y los capuchinos en la Araucanía, los jesuitas en la zona del archipiélago de Chiloé y los salesianos en Magallanes, además de algunas noticias acerca de la Isla de Pascua. A una mirada de conjunto en las fuentes chilenas de la encíclica papal citadas, aparecen algunos elementos por medio de los cuales podemos extraer la postura y las concretas intervenciones de los misioneros en función de la promoción humana integral. Las sintetizamos a continuación, para después reproducir los testimonios documentales: evangelización, educación, civilización cristiana, instrucción, formación, propiedad, trabajo y recursos económicos. Estos elementos podrían reunirse bajo dos perspectivas: el desarrollo espiritual y el desarrollo material de la persona y de sus derechos. Evangelización, educación, civilización cristiana, instrucción, formación. Desde Chillán, el franciscano Juan José De Cock, Delegado General de la Provincia Franciscana de los Siete Gozos de la Bienaventurada Virgen María, en su informe pone de manifiesto el estrecho nexo entre la labor evangelizadora y el civilizar cristianamente llevada a 5
Véanse Adjunto.
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cabo por sus hermanos misioneros y por las Hermanas Terciarias Franciscanas y dirigida a niños y niñas. Así escribe: «Para evangelizar y civilizar cristianamente los indios nuestros misioneros van á misiones entre ellos en los meses desde Octubre hasta Abril: en estos meses los visitan en sus mismas reducciones, les predican la palabra de Dios y obtienen el poder bautizar algunos adultos y muchos párvulos, enseñar á los primeros, junto con las verdades eternas los rezos y bendecir algunos matrimonios. Mantienen internados para niños indijenas en las Casas misionales de Temuco, Lautaro, Victoria, Cholchol, Collipulli, Angol y Cañete y existen en Angol y Lautaro dos grandes internados para la educación de las niñas indijenas ambos regentados por las Hermanas Terciarias Franciscanas. Además nuestras Misiones provocan anualmente numerosas reuniones indijenas en sus Casas Misionales […] todos estos medios dan su resultado: el indijena tiene más aprecio por el misionero; visita con más frecuencia la misión; en las circunstancias difíciles va á poner sus quejas y á pedir consejo al misionero y, hombres y mujeres, doquiera lo encuentran, lo saludan como á su conocido y amigo». (ASV, Archivo Nunciatura Chile, fasc. 38, fojas 33r-34r).
Desde la Prefectura Apostólica de la Araucanía (Valdivia), el capuchino Atanasio de Eglsee, quien escribe por el hermano de religión, el Prefecto Burcardo de Röttingen, reclama la importancia y el servicio social de la obra que se realiza en la misión. Además, como en el caso de los salesianos, se da una formación laboral por medio de la enseñanza de oficios: «Las escuela y principalmente los internados para hombres y mujeres, con enseñanza de oficios. Es un medio soberano é indispensable para asegurar la educación religiosa tanto de indígenas como de los hijos de campesinos chilenos. Suprimir uno de nuestros internados bajo cualquier pretexto sería un desatino enorme. No es pequeña la suma total que da el Gobierno chileno para nuestros colegios, bien que no alcanza ni á lo lejos para cubrir los gastos» (ff. 51v).
También el autor de la relación acerca de los llamados indios chonos, el jesuita P. Silvestre Antonio Correa Bravo, destaca la dimensión educativa para la instrucción y la formación religiosa: «[los misioneros] después de algunas visitas, además de la instrucción que pudieran dar á los indios, podrían pedirles a sus hijos para educarlos en algún colegio de indígenas, á semejanza de los que tienen los RR. PP. Capuchinos en la provincia de Valdivia, y que se fundará en alguna de las islas pobladas del Archipiélago de Chiloé, como Curlín, por ejemplo, isla de donde salían los antiguos jesuitas para misionar en los archipiélagos australes» (f. 54v).
Desde Punta Arenas, el salesiano monseñor José Fagnano, Superior de la Prefectura Apostólica de la Patagonia Meridional, escribe que «Para la completa conversión de los Indios Yaganes y Alacalufes que ocupan diferentes regiones del territorio se necesitaría concesiones de terrenos para edificar escuelas, enfermerías, Capillas y para mantener cría de animales sea para la manutención de carne, sea para ocupación de los Indios, único trabajo, á que pueden dedicarse los hombres, mientras se instruyan todos y se educan especialmente los niños» (f. 58v)6.
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Sobre la aún hoy discutida y particular experiencia de la misión salesiana San Rafael de la Isla Dawson, resulta oportuno hacer un especifico relieve señalando algunos estudios, caracterizados por diferentes enfoques. En primer lugar el estudio de: F. ALIAGA, La Misión salesiana en Isla Dawson (1889-1911), Santiago: Editorial Don Bosco 2000 [La Misión en Isla Dawson (1889-1911), en Anales de la Facultad de Teología, 32 (1981), Santiago]. Véase también otros diferentes aportes sobre el tema de la extinción de los fueguinos: Monografía de Magallanes, Punta
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Anota además con precisión las escuelas abiertas por los salesianos para niños y niñas, su tipología, el nivel de instrucción impartida y el número de los alumnos: Escuelas. Elementales de niños: 5 (una es particular); Elementales de niñas: 6 (dos son particulares); Elementales mixtas: 6; Liceo de niños: 1; Liceo de niñas: 1; 1 Internado para niños pobres y huérfanos (20 niños) R. R. P. P. Salesianos; 2 Internados para niñas: a) pobres y huérfanas: 80; b) para pobres: 18, Hijas M. Auxiliadora (Asistencia aproximativa de niños 2.000) (f. 58v).
Propiedad, trabajo y recursos económicos También la defensa de los derechos materiales de los indígenas es un elemento que prima entre los intereses de los misioneros, porque, como afirma Röttingen, los indios «como consta, son víctimas de incesantes atropellos y abusos de parte de los civilizados» (f. 52v). Bajo diferentes puntos de vista, se pone de relieve la condición de injusticia sufrida por los indígenas, frente a la modernización estatal que avanza, y el esfuerzo de los misioneros para socorrerlos y ampararlos. Por ejemplo, continúa el capuchino, a los indígenas «Se le ha radicado en el suelo donde tenían sus casas y se les ha marcado su parte de terreno sin respetar los limpios ó roces que habían hecho, ni tomar en cuenta la mala condición de los terrenos. La tierra que ha quedado vacante, la habían tomado ya antes los chilenos ó extranjeros, unos con algún título de justicia, otros con atropellos y muy descarada astucia, como es conocido, mientras que otra porción de terreno ha sido entregada por el Supremo Gobierno á unas empresas colonizadoras que traían colonos extranjeros, ó á lo menos lo prometían, ó se ha dado á meritorios servidores del Estado ó de partidos políticos dominantes» (f. 44r).
En efecto, escribe también De Cock, del «territorio que en otro tiempo fue de sus antepasados [ahora] son dueños grandes y pequeños propietarios chilenos» (f. 31r). Además, reportan los capuchinos, a los indígenas «en el último alzamiento les quitaron ó mataron los soldados millares de animales (en el norte de la Prefectura), con otra parte de animales han concluido los ladrones, pues el abigeato está en voga en grande escala, gracias á la debilidad, ineficacia o culpable connivencia de los juzgados. El indio que roba y es descubierto, paga su iniquidad con presión y flagelos, mientras que el carnicero que compra los animales robados de todas partes está sentado entre los curules o ejercita el cargo de juez» (ff. 44r-44v).
Esta situación afecta otros aspectos de la vida de los indígenas, como el haber transformado a los indígenas en agricultores, hecho que los ha vuelto aún más pobres, casi sin los recursos suficientes para la subsistencia. En efecto, a partir de la pacificación de la Araucanía, los indios se han trasformado Arenas: Escuela Tipográfica del Instituto “Don Bosco” 1945, 333-334; M. MARTINIC, El genocidio Selknam: nuevos antecedentes, en Anales del Instituto de la Patagonia, 19 (1989-1990), 23-28; C. GARCÍA-MORO, Reconstrucción del proceso de extinción de los Selknam a través de los libros misionales, en Anales del Instituto de la Patagonia, 21 (1992), 33-46; M.A. NICOLETTI, Los misioneros salesianos y la polémica sobre la extinción de los selk’nam de Tierra del Fuego, en Anthropologica 24 (2006), 153-177; C. ODONE-P. MEGE, Imágenes misionales. Sueños y fotografía del Extremo Sur, en M. ALVARADO-C. BAES-C. ODONE (Editores), Fotografía Fueguina, Santiago: Editorial Pehuén 2007, 37-48.
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«con asombrosa rapidez en agricultores, y cultivan su suelo al modo que han aprendido de los campesinos chilenos con quienes solían trabajar en común. Hay indios que cosechan una buena cantidad de cereales y que poseen maquinas trilladoras, pero la gran mayoría es pobre y puede solo subsistir por la gran sencillez en su alimentación. Felices son aquellos que viven á orillas del mar ó de los lagos donde pueden aprovechar marisco y los peces» (f. 44v)
La migración a la ciudad en busca de empleo es otra situación de pobreza e injusticia denunciada por los misioneros: no pocos son los indios que se ven obligados a ir a las ciudades temporal o definitivamente, en busca de un empleo, según los oficios que han podido aprender; los empuja la necesidad «la cual cada año, más se irá haciendo sentir; porque el Supremo Gobierno ha dejado la gran mayoría de los indios con una muy exigua extensión de terrenos tocándoles solamente 3-4 hectáreas por cabeza» (ff. 43v-44r). La situación no se presenta mejor en la Isla de Pascua, como se lee en el Informe que el presbítero Zósimo Valenzuela, capellán militar, redacta acerca de su viaje y estadía en la isla entre marzo y abril de 1911; sus habitantes, los Pascuenses o Rapa Nui, son muy pobres, comen un pedazo de carne dos o tres veces en el año, piden ropa para no sufrir el frío en la noche y no reciben asistencia espiritual7. Solamente la Vicaría Castrense puede hacerse cargo de ellos, enviando algunas veces a un capellán y apoyándose en la ayuda de los barcos de la Armada. Así, no hay aspecto de la vida de los indígenas de las diferentes etnias que no interpele la intervención y el cuidado de los misioneros: estos no dejan de insistir reclamando incluso a los cristianos sus deberes para con el Evangelio, como reclamará Pío X y como observa De Cock: «los mismos civilizados ó chilenos, pues, generalmente los que han ido á labrar su fortuna por aquellas tierras son hombres descreídos y en todo caso despreocupados del cumplimiento de sus deberes cristianos» (f. 31r). Reflexiones conclusivas Con ocasión del encuentro nacional de reflexión y estudio sobre la encíclica Lacrimabili statu indorum de san Pío X, organizado por la Iglesia en Colombia (Bogotá, 18-20 de septiembre de 2012), el Papa Benedicto XVI recordaba la obra evangelizadora de la Iglesia y el autentico interés para el bienestar y la promoción humana integral, en el respeto de los derechos del hombre y de los pueblos originarios de América Latina: «Deseo exhortar a todos a considerar esta efeméride como un momento propicio para dar un nuevo impulso a la proclamación del Evangelio entre estos queridos hermanos nuestros, incrementando el espíritu de mutua comprensión, de servicio solidario y de respeto recíproco. Al abrirse a Cristo, ellos no sufren detrimento alguno en sus virtudes y cualidades naturales, antes bien la obra redentora las vigoriza, purifica y consolida. En su divino Corazón, podrán encontrar una fuente viva de esperanza, fuerzas para afrontar con tenacidad los retos que tienen planteados, consuelo en medio de sus dificultades e inspiración para descubrir los caminos de superación y elevación que están llamados a transitar. Al anunciarles el mensaje salvador, la Iglesia sigue el mandato de su Fundador, y en él se fundamenta para secundar los genuinos anhelos de estos pueblos, a menudo truncados por la frecuente falta de respeto hacia sus costumbres, así como por escenarios de migración forzada, violencia inicua o serios obstáculos para defender sus reservas naturales. Con hondo amor hacia todos, y en consonancia con la doctrina social de la Iglesia, invito a escuchar sin prejuicios la voz de estos hermanos nuestros, a favorecer un verdadero conocimiento de su historia e idiosincrasia, así como a potenciar su participación en todos los ámbitos de la sociedad y la Iglesia. La actual 7
Z. VALENZUELA, La Isla de Pascua, Santiago: Imprenta de San José 1912, 9.
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coyuntura es providencial para que, con rectitud de intención y configurados a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida para todo el género humano, crezca entre los pastores y fieles el deseo de salvaguardar la dignidad y los derechos de los pueblos originarios y éstos a su vez estén más dispuestos a cumplir con sus deberes, en armonía con sus tradiciones ancestrales»8.
Quizás también una página de Mis viajes de Ignacio Domeiko pueda ayudarnos en percibir la concepción que anima a la Iglesia y a sus misioneros a la hora de relacionarse con los indígenas, el respeto por sus personas y por una educación a la fe considerada como un camino plenamente humano. El autor recuerda el dialogo acaecido en las tierras araucanas de Tirna, entre el comisario Zúñiga y el mismo Domeiko: « “Por el camino se habló de las medidas prácticas que era menester aplicar para dominar a este —según decía— pueblo salvaje. “El indio —dijo Zúñiga— es astuto, traicionero, engañoso, odia al cristiano y al español, y jamás se someterá de grado; es un animal al que no se pueden aflojar las riendas, sino que tratar con severidad y hasta exterminar si es preciso, y sobre todo obligarlo por la fuerza a todo, sin darle paz ni descanso”. Y cuando le mencioné la necesidad de mantener el mayor número posible de misiones y de darles protección, replicó: “conozco a los misioneros; yo mismo seré su misionero y les enseñaré todo” y dio un manotón al sable. Se veía que era partidario de la autoridad dictatorial y que no le agradaba compartirla entre el sacerdote y el soldado. El camino misionero le resultaba demasiado largo”»9.
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Véase: http://www.osservatoreromano.va/portal/dt?JSPTabContainer.setSelected=JSPTabContainer%2FDetail&last=false= &path=/news/vaticano/2012/216q12-Messaggio-del-Papa-per-il-centenario-della.html&title=%20%20%20Los%20derechos%20y%20la%20dignidad%20%20de%20los%20pueblos%20ind%C3%A Dgenas%20%20se%20deben%20salvar%20de%20toda%20violencia%20%20%20%20%20%20%20%20%20&local e=es 9 I. DOMEIKO, Mis viajes, Santiago: Ediciones de la Universidad de Chile 1978, 682-683.
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Adjunto
Carta Encíclica a los Arzobispos y Obispos de América Latina sobre la condición de los Indios Pío P.P. X Venerables Hermanos: Salud y bendición apostólica Vehementemente conmovido por el penoso estado de los Indios de América inferior, Nuestro ilustre antecesor Benedicto XIV, trató su causa con gran preocupación, como bien lo sabéis, en su Carta Encíclica Immensa Pastorum aparecida el día 22 de del mes de Diciembre del año 1741, y como casi lo mismo que él lamentó en aquella carta también Nosotros debemos deplorarlo en muchos lugares, llamamos ahora solícitamente vuestra atención hacia la misma. En ella se queja entre otras cosas de que, aún cuando la Sede Apostólica mucho tiempo hace que se preocupa de aliviar la afligida situación de aquellos, no obstante existen aún «cristianos que como si hubieren olvidado totalmente el sentido de la caridad derramada por el Espíritu Santo en nuestros corazones, a los pobres indios no sólo carentes de la luz de la fe, sino también a los limpios por el bautismo, los reducen a la esclavitud, los venden como esclavos, los privan de sus bienes, y realizan con los mismos tales obras de inhumanidad que los apartan principalmente de abrazar la fe de Cristo, y sobre todo hacen que se obstinen en su odio para la misma». De todas estas cosas indignas, empero, aquella que es la peor, o sea la esclavitud propiamente dicha, poco después, por obra de Dios misericordioso, ha sido abolida totalmente; y para su abolición pública en el Brasil y en otras regiones mucho contribuyó la maternal insistencia de la Iglesia ante hombres esclarecidos que gobernaban esas Repúblicas. Y de buena gana confesamos que, si no lo hubiesen impedido muchos y grandes obstáculos, las resoluciones de aquellos hubiesen tenido muchísimo mayor éxito. Sin embargo, aún cuando algo se ha hecho en favor de los indios, no obstante es mucho más lo que resta por hacer. en verdad cuando examinamos los crímenes y las maldades, que aún ahora suelen cometerse con ellos, ciertamente quedamos horrorizados y profundamente conmovidos. Pues ¿qué puede haber de más cruel y de más bárbaro, que el matar a los hombres a azotes, o con láminas de hierro ardientes, por causas levísimas a veces o por el mero placer de ejercer su crueldad, o impulsados por súbita violencia conducir a la matanza de una vez cientos y miles, o devastar pueblos y aldeas para realizar matanzas de indígenas; de lo cual hemos recibido noticia que en estos pocos años han sido destruidas casi totalmente algunas tribus? Para excitar de tal manera los ánimos influye en alto grado el inmoderado deseo de lucro; pero no menos también el clima y la situación de los lugares. Así pues, estando aquellas regiones sujetas a un clima ardientes, que penetra hasta los más íntimo del ser, y destruye la fortaleza de los nervios, estando alejados de la Religión, de la vigilancia de los que gobiernan, y casi puede decirse, de la misma sociedad, fácilmente ocurre que. si los que hasta allí han llegado no tenían aún depravadas sus costumbres, en breve tiempo comiencen a tenerlas, y por lo tanto, quebradas las barreras del deber y del derecho, se entreguen a todas las depravaciones de los vicios. Ni tampoco se perdona por estos el sexo ni la debilidad de la edad: avergüenza realmente referir la infamia y los crímenes de aquellos en comprar y vender a las mujeres y a los niños; siendo realmente sobrepasados por ellos los peores ejemplos de salvajismo. En realidad Nosotros, al recibir algunas veces rumores de estas cosas, pusimos en duda la certeza de hechos tan atroces, ya que parecían increíbles. Pero, habiendo llegado a la certeza por medio de testigos muy seguros, esto es, por medio de muchos de vosotros, Venerables Hermanos, por los Delegados de la Sede Apostólica, por los misioneros y por otras personas de entera fe, ya no Nos es lícito tener ninguna duda de la veracidad de estos hechos. Por lo tanto, es el momento de que movidos por esta preocupación intentamos poner término a tanto mal, suplicando humildemente a Dios, quiera mostrarnos benignamente algún camino para poner remedio oportuno a esto. El, pues, que es el Creador y el Redentor amantísimo de todos los hombres, como Nos inspirara el trabajar a favor de los indios, ciertamente nos inspirará aquello que mejor se acomode a Nuestro propósito. Entre tanto mucho Nos consuela, el que aquellos que gobiernan esas Repúblicas, intenten en toda forma arrojar esa ignominia y mancha de sus dominios; por cuya preocupación mucho podemos alabarlos y aprobarlos. Aunque ciertamente en aquellas regiones, como están muy alejadas de la sede del poder y muchísimas veces inaccesibles, estos intentos de la potestad civil, llenos de humanidad, ya sea por la astucia de los malhechores, que rápidamente pasan los límites, o ya por la inercia y perfidia de los administradores, a menudo tiene poco efecto, y no raramente también cae en la nada. Por lo cual, si a la labor del gobierno se uniese la de la Iglesia, entonces ciertamente se obtendrían muchísimo mejores frutos. Por lo tanto, antes que a nadie, apelamos a vosotros, Venerables Hermanos, a fin de que aportéis cuidados y resoluciones peculiares a esta causa, que pertenece a lo más digno de vuestro pastoral oficio y cargo. y dejando de
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lado las demás cosas de vuestra solicitud e industria, os exhortamos encarecidamente ante todo, que todas aquellas cosas que en vuestra diócesis están instituidas para el bien de los indios, la promováis con toda vuestra preocupación, y al mismo tiempo cuidéis de instituir aquellas otras que parezcan necesarias a la misma causa. De aquí que aconsejaréis con toda diligencia a vuestros pueblos acerca de su propio oficio de ayudar a las sagradas expediciones a los indios, que habitan primeramente ese suelo americano. Sepan por lo tanto que deben ayudar en esto principalmente con una doble acción: por la limosna y por la oración, y que esto lo hagan no sólo por la Religión, sino porque lo exige la Patria misma. Vosotros empero, en todos aquellos lugares de educación, como ser, en los Seminarios, en los Colegios, en los internados de niñas, principalmente religiosos, haced que no cese en ningún momento ni el consejo ni la predicación de la caridad cristiana, que obliga a todos los hombres, sin distinción de nacionalidad ni de color, hijos de un mismo Padre; la cual debe probarse no sólo con palabras sino con hechos. Igualmente, no debe dejarse de lado ninguna ocasión de demostrar, siempre que se ofrezca, cuán indecorosos son para el nombre de cristiano estos hechos indignos, que demostramos. En cuanto a lo que a Nosotros respecta, teniendo no sin causa una gran esperanza del consentimiento y el favor de las potestades públicas, tomamos principalmente el cuidado para que podamos aumentar el campo de la acción apostólica, en estas inmensas latitudes, el disponer de otras puertas misionales, en las cuales los indios encuentren un refugio y un amparo para su salud. La Iglesia Católica nunca fue estéril en hombres apostólicos, quienes urgidos por la caridad de Cristo estuvieron prontos y preparados aún para dar su propia vida por sus hermanos. Y hoy, cuando tantos odian la fe, o la dejan el ardor por diseminar el Evangelio entre los salvajes no sólo no ha decrecido entre los hombres de todo el Clero y de las religiones, sino que crece y aún más se difunde, por virtud principalmente del Espíritu Santo, el cual protege en las cosas temporales a la Iglesia, su Esposa. Por lo cual estas ayudas que, por beneficio divino, Nos han sido concedidas, juzgamos necesario usarlas tanto más copiosamente con los indios para librarlos de la esclavitud de Satanás y de los hombres perversos, cuanto más los apremia esa necesidad. Por lo demás, habiendo los predicadores del Evangelio empapado esta parte de la tierra no sólo con sus sudores sino también a veces con su misma sangre, confiamos en el futuro, que de tantos trabajos, de cristiana humanidad alguna vez la alegre mies florezca en inmejorables frutos. Además, para que todo aquello que vosotros, o por vuestra iniciativa o por consejo ejecutéis para utilidad de los indios, tenga a máxima eficacia dimanante de Nuestra apostólica autoridad, Nosotros, recordando el ejemplo de Nuestro Antecesor, condenamos y declaramos reo de inhumano crimen a cualesquiera que, como él mismo dice: «a los predichos indios pongan en esclavitud, los vendan, los compren, los cambien o regales, los separen de sus mujeres o de sus hijos, se apoderen de sus cosas y de sus bienes, o de cualquier manera los priven de su libertad, reteniéndolos en esclavitud; también a los que para tales cosas dan su consejo, auxilio, favor y acción cualquiera sea el pretexto y cualquiera sea su color, o que enseñen o aconsejen que esto es lícito o en alguna otra forma quieran o pretendan cooperar a los ya dicho...». Por lo tanto queremos que la potestad de absolver de estos crímenes a los penitentes en el fuero sacramental sea reservada a los Ordinarios del lugar. Siendo conformes a Nuestra paterna voluntad, también continuando lo hecho por muchos de Nuestros Predecesores, entre los cuales también debe conmemorarse nominalmente a León XIII, de feliz memoria, hemos queridos escribiros a vosotros, Venerables Hermanos, sobre la causa de los Indios. De vosotros empero será el luchar con todas vuestras fuerzas, para que Nuestros deseos se cumplan con todo éxito. En estas cosas os habrán de favorecer ciertamente los que gobiernan las Repúblicas; no faltarán tampoco, entregándose con toda actividad al trabajo y al estudio, aquellos que pertenecen al Clero, y principalmente los adictos a las Sangradas Misiones; y por último están sin ninguna duda todos los buenos, que ya por sus obras, los que pueden, ya por otros oficios de caridad ayudarán a la causa, en las que se unen al mismo tiempo razones en pro de la Religión y de la dignidad humana. Porque realmente al que gobierna, se agrega la gracia de Dios omnipotente; bajo suyo auspicio, Nosotros, como testimonio también de Nuestra benevolencia a vosotros, Venerables Hermanos, y a vuestra grey impartimos solícitamente Nuestra Bendición Apostólica. Dado en San Pedro de Roma, el día 7 del mes de Junio de 1912, noveno año de Nuestro Pontificado. Pío Papa X. (Edición de Encíclicas Pontificias. Colección completa 1832-1959, [a cargo de] HOYOS, Federico, Buenos Aires: Editorial Guadalupe 1958, 872-874).
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