31 | Humanos y manías

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DIRECTORIO Marco Tulio Castro Director marco@diez4.com Luisa Orduño Jefa de diseño luisa@diez4.com

HUMANOS Y MANÍAS

Carlos Aguilar Webmarketing carlos@diez4.com Sergio Nolasco Editor redaccion@diez4.com Dalia Chávez Editor de foto dalia@diez4.com Luis Mario Sarmiento Ilustrador sarmiento@diez4.com Planeación y negocios bisnes@diez4.com VENTAS Lina Contreras lina@diez4.com Abril Valdez abril@diez4.com PORTADA Dalia Chávez Sin título. Especial para Diez4. Técnica: Fotografía digital. COLABORADORES Eduardo Rivera Scott, Elizabeth Rosales, José Luis Camarillo, Fernando Servín, Javier González, Juan Pablo Proal, Luis M. Sarmiento, Wilberth Chong, Quitzé Fernández, Zamara González CONSEJO EDITORIAL Juan Pablo Proal Quitzé Fernández Carlos Rosquillas César González Gama Wilberth Chong

Aunque la extravagancia nos rodea, el único sentimiento que parece despertar en la mayoría no es más que el de la incomprensión. Aquel hombre que recoge perros de la calle y los guarda en su casa no es más que un desquiciado, se podrá decir con ligereza si se desconoce su historia. Aquella mujer que no deja su teléfono celular al conducir, que no lo aparta a la hora de la comida y que si tiene pudiera bañarse con él…, bueno, lo haría, es una antisocial, se podrá sentenciar. Y qué pasa con la adicta a viajar. Dirán: es una niña rica que sólo viaja porque puede, como el roquero en bancarrota por gastar todos sus ingresos en ropa y luego mendigar comida. Incomprensible, por ejemplo, cómo es que el mexicano rechaza la pornografía nacional y a sus mujeres. «Hay un desamor por la mujer mexicana», dice un pornógrafo que no entiende el sentimiento malinchista sexual. Y así como él no entiende, sucede con el hombre que tiene más de cincuenta perros en su hogar. Un hombre que nunca pudo tener hijos con su esposa. Y sucede con la chica que no se desprende de su teléfono: una nomófoba que creció comunicada. O con la viajera sin remedio, cuya obsesión por coleccionar historias la lleva a recorrer el planeta. Las crónicas aquí seleccionadas buscan mostrar las historias detrás la vista alejada, la posición más cómoda. Se muestran manías y extravagancias no con el propósito de exhibir personajes, sino comprenderlos. En un momento donde las productoras más importantes del planeta se han volcado a producir reality shows para la televisión sobre personas que acumulan objetos, mascotas, tienen sobrepeso, rarezas médicas y un largo etcétera, es hora de proponer una sensibilización, asimilación y solución a las patologías ajenas y propias. Un periodismo espejo. O mejor dicho, que nos ayude a ver más allá de la apariencia.

Diez4 se incubó en: Diez4, año 1, número 31, Septiembre de 2012. Revista mensual editada y publicada por Editorial Diez4. Prohibida la reproducción total o parcial por cualquier sistema o método del contenido, incluyendo cualquier medio electrónico o magnético sin previa autorización por escrito del director. Derechos de autor reservados en forma y concepto. El contenido de las imágenes, la publicidad y los artículos incluidos en Diez4 reflejan solamente la opinión de sus autores o anunciantes y no representan el punto de vista de Editorial Diez4. Esta publicación se encuentra protegida y registrada ante el Instituto Nacional del Derecho de Autor, Secretaría de Educación Pública, según consta en la Reserva de Derechos No. 04-2011-090909291600-102. Esta revista es producida gracias al programa «Edmundo Valadés», de apoyo a la edición de revistas independientes, 2011, del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Diez4 se imprime en Cias. Periodísticas del Sol del Pacífico S.A. de C.V. Dirección: Rufino Tamayo #4 Zona Urbana Río Tijuana.

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CRÓNICA GONZO DE UNA NOMOFÓBICA DESESPERADA

VEINTICUATRO HORAS SIN CELULAR

Ya no puedo hacer todo lo que tenía que hacer esta mañana. ¿Y si tengo mensajes de texto? ¿Llamadas perdidas? ¿Correos? Por: Zamara González Foto: Dalia Chávez Ilustración: Luisa Orduño 11:59 pm. Como reto personal mañana no voy a tocar mi celular ni para ver la hora siquiera. No mobile phone. No-mobilephone. No-mo. No more. 01:16 am. ¿Pero cómo me voy a despertar sin la alarma? El reloj despertador que tengo lleva como 4 años sin batería. Pero no, no creo ser de ese 66% con nomofobia que dicen las estadísticas de SecurEnvoy en Inglaterra. ¿Nomofobia? Ya no saben ni qué inventar. 02:30 am. A esta hora sé que ya casi ni hay gente en Twitter o en Facebook. Pero a veces suben fotos al Instagram de Natgeo. ¿Habrá alguien en el WhatsApp? 02:48 am. Reporte parcial. Ventajas: he leído los textos para la escuela sin interrupciones. Desventajas: me siento absurdamente sola. Niveles de ansiedad: estables, con probabilidades de aumento. 11:00 am. Me desperté tarde. Ya no puedo hacer todo lo que tenía que hacer esta mañana. ¿Y si tengo mensajes de texto? ¿Llamadas perdidas? ¿Correos? A esta hora ya hubiera revisado todo y respondido. Estaría desayunada y bañada. O no. Tal vez hubiera pasado dos horas en la cama alternando el timeline del Twitter y el de Facebook. 01:40 pm. Ya me sé la rutina y se siente bien, ¿Por qué se


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siente tan bien? Desbloquear: mensajes, llamadas, WhatsApp, Skype, Instagram, Twitter, Facebook. Y al final, para relajarme, Tumblr. Luego bloquear. Algunos minutos después, otra vez la rutina, desde desbloquear hasta bloquear. Me da risa pensar que tengo que revisar los mismos mensajes que revisé 15 minutos antes, aunque sean los mismos. Si no lo hago, siento que estoy violando la ley natural con la que opera el teléfono. 01:56 pm. Niveles de ansiedad: ya me acabé una cajetilla. Niveles de tedio: respondiendo con monosílabos y gruñidos. 04:30 pm. Esta clase es aburridísima. Puedo estar segura que, en lo que el profesor se pone a recapitular la clase anterior, yo ya hubiera pasado mínimo tres niveles de Angry birds. Ya se me olvidó qué hacer en las clases aburridas. 05:53 pm. Nunca he perdido el celular. Llaves, carteras, credenciales, dinero, libros. Sí, eso sí lo he perdido, pero el celular nunca. Lo tengo siempre cerca, constantemente reviso mis bolsillos para saber si sigue ahí. Se ha vuelto rutinario sacar el teléfono y ponerlo frente a mí cuando estoy sentada, incluso en la escuela (mi mesabanco se siente completo: libreta, pluma, marcatextos, celular). Cuando sé que estaré fuera de casa, llevo el cargador. Mi celular siempre está cargado. A veces me salto comidas o desayuno a las 4 de la tarde, pero mi celular siempre está cargado. 07:40 pm. Platico con una amiga sobre mi situación con el teléfono y le digo sobre el reto personal que enfrento este día. Ella también tiene algunas historias que compartir. Al parecer un hombre en Austria fue atropellado por su propio carro. La razón: tenía que volver

¿La nomofobia será heredada? Crecí viendo a mi mamá pasarse del bíper en la mano al celular. por su teléfono. Al encender su carro se dio cuenta de que había olvidado su celular en casa, se devolvió por él y cuando regresó vio que su carro avanzaba colina abajo. En un intento nada astuto por detenerlo, el hombre fue golpeado por el carro y se rompió algunos huesos. Mi amiga se ríe mucho mientras me cuenta, a mí me da pena pensar que todo eso suena como algo que pudiera pasarme a mí. Luego me cuenta otra historia: en Inglaterra un hombre borracho estrella su carro, sobrevive el impacto y sale del vehículo. Camina algunos pasos, luego recuerda que olvidó su teléfono adentro del carro y regresa. Mientras tanto, cerca de ahí otro hombre envía mensajes de texto mientras conduce. Mi amiga hace una pausa, luego dice: «ya te imaginarás lo que pasó». Le pregunto si el hombre borracho sobrevivió y dice que no. «Está bien loco todo eso», menciona. Y yo me quedo callada y abro otra cajetilla. 09:38 pm. Mi madre ha de estar preocupadísima porque no le he enviado mensajes para avisarle dónde ando, a qué hora salgo de la escuela, si ya comí, qué comí, si el carro sigue haciendo ruidos extraños, si le di de comer al perro. ¿La nomofobia será heredada? Crecí viendo a mi mamá pasarse del bíper en la mano al celular. Después tengo muy presentes los incontables timbrazos del radio y la voz de sus compañeros de trabajo. Ahora que tiene un smartphone nos hemos acostumbrado a enviarnos fotos mientras estamos sentadas en el sillón, sin hablar. 10:27 pm. Llego a casa y preparo algo de cenar. Cenar se siente más silencioso cuando no

estoy revisando el teléfono, lo cual es completamente pendejo. ¿Por qué será que cuando estoy usando el celular o la computadora pareciera que hay voces y ruido y gente moviéndose a mi alrededor? Hago una comparación en mi cabeza. La primera escena es esta: yo parada en medio de un montón de gente con cabezas de avatares y profile pictures, todos están hablando y enseñado un montón de fotos de comida y de fiestas y de outfits. Hay muchos colores, pero el cuarto en el que estamos es azul-logotipo-deTwitter. Algunos se me acercan y me hablan al mismo tiempo, por turnos les contesto a cada uno de ellos. Hay ruido, mucho ruido. La segunda escena va así: estoy sentada en mi comedor al lado de un plato de comida ya fría, tengo el teléfono en las manos y la cara iluminada por la pantalla. Estoy completamente callada, la tele está apagada, el perro está dormido. Las dos escenas se sobreponen en mi cabeza y pronto me doy cuenta de que son la misma cosa. 12:15 am. Se acabó el reto. Tomo el celular y aquí viene el saldo: 7 mensajes de texto, 3 llamadas perdidas, 24 correos no leídos, 18 mensajes de WhatsApp, 4 mensajes directos en Twitter y 10 menciones, 27 notificaciones en Facebook. ¿Cuánto tiempo me va a tomar revisar los timelines del día? ¿Cuántos likes y favs y corazoncitos le debo al internet? Va a ser una noche larga. 03:27 am. He terminado de redactar esta bitácora. Veces que revisé el celular mientras escribía: 30. Niveles de ansiedad: descendiendo en picada.


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(Y EL HUMANO QUE NOS RECORDÓ A LOS PERROS)

EL PERRO QUE NOS RECORDÓ LO HUMANO


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En plena masacre electoral, un perro callejero que fue noticia nacional por unos instantes, tal vez un par de días, fue adoptado por Rafael Sánchez Casas, quien lo llevó a su vida al lado de sus 55 perros y 3 gatos. Y lo mordió. Por: Quitzé Fernández Ilustración: Luisa Orduño En una comunidad de Veracruz, donde los muertos por crimen organizado estremecían y las campañas electorales calentaban los ánimos en toda conversación, el pueblo se levantó para que liberaran a un perro callejero que corría el riesgo de ser sacrificado. «Todos somos Solovino», exclamaban las protestas. ¿Quién es el hombre que adoptó al animal mediático y lo salvó de morir? Le dicen Don Perro y presume haber encontrado la felicidad criando a 57 perros y contando… En plena masacre electoral, un perro callejero que fue noticia nacional por unos instantes, tal vez un par de días, fue adoptado por Rafael Sánchez Casas, quien lo llevó a su vida al lado de sus

55 perros y 3 gatos. Y lo mordió. —¿No has visto al perro que torea a los carros? Es de los dulceros del parque, preguntó una sobrina a Rafael, o Don Perro, como lo conocen los habitantes de un municipio cercano a Xalapa, Veracruz, donde tiene una propiedad acondicionada para sus animales: simplemente nuestros caminos se cruzaron, piensa mientras maneja una camioneta llena de ladridos y felicidad. Ese perro, Solovino, se había convertido en la mascota preferida del Parque Juárez, dulceros, boleros y periodistas lo alimentaban. El boom mediático empezó cuando a un comerciante se le ocurrió colgarle un letrero donde pedía croquetas. Tomaron fotos. La imagen se apoderó de Twitter y Facebook. Tiempo después, una semana antes de las elecciones presidenciales, Víctor Tobías Gil, Jefe del Centro de Salud Animal del municipio de Xalapa, envió una brigada de hombres a recogerlo. Reportes decían que era un animal que estaba en riesgo porque frecuentaba correr entre los carros, alguna vez atacó a una persona. Pero alguien grito: ¡Dejen a Solovino! Otro respondió: ¡Todos somos Solovino! Y los que estaban ahí se unieron a los reclamos para que dejaran libre a ese perro mestizo, color café claro, corto en pelaje, con patas manchadas en blanco y orejas y

hocico ribeteados en negro. Al otro día, muy temprano. Fue recogido por los trabajadores del municipio para que nadie lo salvara de su destino. Quienes estaban cerca de él pensaron que lo iban a sacrificar. Politizaron el asunto, culpando a la alcaldesa Elizabeth Morales de una campaña negra. En Internet se volvió escándalo. El Universal y Excélsior dieron espacios a la noticia, se habló de marchas y crueldad animal en medios locales. El municipio tuvo que emitir un comunicado explicando que el perro estaba bien. Y llegaron más de veinte solicitudes de adopción para llevarse a Solovino. A través de la ONG Amigos de los Animales, AC., Rafael Sánchez preguntó a Martha Alarcón, su presidenta: —¿Qué sabes de este perro que ya es un escándalo? —Hay una lista de veinte personas que lo quieren adoptar. No te preocupes. Tendrá un hogar. Pero Rafael se aferró y quedó en la cola. Después recibió una llamada. —¿Y si Solovino no está disponible? ¿Te llevas a otro? —Sí. *** —Ese perro es la ley, tiene energía para tanto. Ya querían hacer una marcha para que lo regresaran. Era amigo de todos. Gabriel Estrada Castillo es un dulcero de 53 años de edad, su puesto familiar, con más de 70 años de tradición, fue el primero


8 en el Parque Juárez, donde por las tardes se observa desde su mirador la neblina caer en los tejados. Un día de hace siete meses llegó un perro callejero de pelos erizos color miel, muy parecido a Golfo, personaje de la película La Dama y El Vagabundo. Se hicieron amigos, por las tardes comía y jugaba; en las noches desaparecía. Ya tenía su plato al pie del puesto de Gabriel. La primera vez que le preguntaron sobre el perro, contestó: Pues solo vino. Y Solovino se le quedó. —Era medio cabrón, iba y se meaba en las revistas de enfrente. La primera vez que lo vi, pensé: A ese cabrón lo voy a poner bien gordo. Una trabajadora de Gobierno le regaló un collar con su nombre; otra le llevaba croquetas. Gabriel decidió colgarle un letrero en el cuello que decía: «Xfa cómprame croquetas, las dejas en el puesto que está en la esquina de Palacio. Gracias». Cree que eso molestó a la autoridad y por eso fueron por él. Fue a visitarlo al Centro de Salud Animal, Solovino lo reconoció, saltó y movió la cola. Fotógrafos los captaron cuando estaban juntos; las fotos ahora están de recuerdo en el puesto. —Le dije al doctor, el perro se identifica conmigo, y yo con él. Su hábitat es el Parque Juárez. Ahí debe vivir. Me comprometo a traerlo cada fin de semana. Yo le hice fama para que

otros se lo llevaran. La gente me pregunta ¿Sabe dónde está Solovino? En la perrera le dijeron: Deja tu solicitud. Quisiera verlo un día de estos. *** Lo único que hizo diferente a Solovino, piensa Víctor Tobías Gil, Jefe del Centro de Salud Animal, fue la campaña mediática que lo acompañó. —Fue levantado a petición de varios reportes ciudadanos. Era un perro agresivo que se comía los hotdogs de los comerciantes

preocupada que pensaba que a Solovino lo iban a dormir, se trataba de un ser inocente, expuesto, que no reaccionaba. Y la gente lo quería ayudar. Amigos de los Animales buscaban a una persona que realmente amara a los perros entre las más de veinte solicitudes. Rafael Sánchez dijo: Si necesitan un hogar, yo se lo puedo dar. —Rafa es un amante de los animales, es de las pocas personas que invierten sus recursos en ellos. Se ha llevado

Una trabajadora de Gobierno le regaló un collar con su nombre; otra le llevaba croquetas. Gabriel decidió colgarle un letrero en el cuello que decía: «Xfa cómprame croquetas, las dejas en el puesto que está en la esquina de Palacio. Gracias». y se orinaba en los periódicos. Se tomaron cartas en el asunto, pero era defendido por periodistas y comerciantes. A Solovino le encontraron lesiones y pulgas. Lo esterilizaron. Además tenía chicles pegados en el cuerpo. Lourdes Jiménez, Secretaría de la Mesa Directiva de Amigos de los Animales, AC., contó que los medios de comunicación actuaron en contra de las instituciones, pero gracias a ello la gente volteó a ver a los animales de la calle. —Había gente realmente

perros que nadie quiere adoptar: viejos, mutilados, enfermos. Probablemente sea la persona que más perros ha adoptado con nosotros. En veintitrés años de Amigos de los Animales, nunca había visto un caso tan sonado. Los demás candidatos a adopción coincidían en que no quería otro perro que no fuera Solovino. —Está en una casa donde lo adoran, tiene una nueva familia. Sabe Dios que vaya a pasar con él. *** Rafael Sánchez tiene 50 años de edad, cinco de ellos recogiendo


9 Fotografía: Quitzé Fernández

Rafael Sánchez tiene 50 años de edad, cinco de ellos recogiendo perros: Ya suma 45 animales adoptados y 11 ahijados a quienes alimenta a diario. Recorre la ciudad en una camioneta color rojo, que tiene un cartelón de Andrés Manuel López Obrador pegado en el camper. perros: Ya suma 45 animales adoptados y 11 ahijados a quienes alimenta a diario. Recorre la ciudad en una camioneta color rojo, que tiene un cartelón de Andrés Manuel López Obrador pegado en el camper. Es fácil identificarlo, siempre pasea perros de un lugar a otro. A través de las ventanas de la camioneta asoman con su

lengua y orejas volando. Los ladridos se escuchan a varios metros de distancia. A casi todos los tiene viviendo en una cancha de futbol desmantelada que acondicionó como refugio de animales. Antes de llegar a ese lugar, pasa a casa de Tino, un granjero gordo, bigotón y de sombrero de paja que tiene 11 perros amarrados. —Oía que me ladraban perros.

Estaban flacos, en los huesos. Pedí permiso para que me dejaran pasar todos los días a darles comida. Hay una línea muy delgada entre un perro feliz y uno miserable: la cadena. Recomendó que los esterilizara para no tener sobre población. —En la colonia me dicen El Mocha huevos. Los niños me conocen como Don Perro. Dentro de los mitos que hay sobre su persona, está el que por cada perro esterilizado recibe una cantidad económica; o que el PRD está detrás de todo esto. —Yo soy de izquierda, mi padre fue un médico de pobres. Cuando Rafael entra a la antigua cancha, el ladrar de perros ensordece el ambiente. Los tiene divididos en dos secciones


10 El perro de la calle sufre. No son como el sol y las nubes. Es un ser desamparado. Los pretextos para deshacerse de un perro son increíbles.

con malla ciclónica. —Me sé los ladridos de los 45 perros. Son como un hijo, no son un objeto. Son seres vivos. Cuando les vas a dar de comer tienes que pasar lista. Es un acto práctico. Es difícil caminar entre más de 40 perros. Todos se paran de patas; todos quieren ser acariciados. *** Resulta complicado entablar una conversación en medio de cuarenta perros emocionados. Cuarenta y cinco perros y once ahijados consumen un bulto de 25 kilos de alimento a la semana: 2 mil pesos. También dos kilos y medio de salchicha. Cinco veterinarios de base. Tres horas de baño a la semana en una pileta con un brebaje especial para las pulgas. La construcción de un aljibe para la captación de agua de lluvia con capacidad de 270 mil litros, lo que equivale a 27 pipas de agua. Emplear toda la mañana en atenderlos.

Bañarse tres veces al día. Tener un pequeño taller de herrería en casa. Un dormitorio por si algún animal se enferma. *** Hace cinco años empezó a recoger perros de la calle, de forma anónima. Un perro atropellado fue el primero que salvó. Simplemente se le ocurrió. Y de ahí más y más. —El perro de la calle sufre. No son como el sol y las nubes. Es un ser desamparado. Los pretextos para deshacerse de un perro son increíbles. Historias fantásticas de abandono abundan en su manada. A Hunter, un Beagle, lo echaron a la calle porque se comió un celular de 5 mil pesos, lo encontró afuera de la casa de su amo. Rafael se acercó diciendo que se había salido el perro. —No se salió, lo eché a la calle. Se comió mi celular. Ya no es mío. Mientras que a Potter, un primo de Hunter, se cansaron de él y lo

echaron a la azotea. —Una de las formas más feas del abandono es la azotea. Están los perros a sol y lluvia, abandonados. La azotea es Siberia. A otros los encontró amarrados; en los huesos. Rafael tiene separados del resto de la manada a Chiquilina y sus tres hijos: Albóndiga, Pirrinplín y Pirata. Ellos empezaron a cazar en grupo, primero rodeaban conejos y los mataban, después borregos y vacas. Vecinos del lugar donde tiene a sus perros querían sacrificarlos. Lo buscaron. Al adoptarlos encontró que tres perros suyos, de los más pacíficos estaban mordidos. Un día se escondió para ver qué sucedía al interior del grupo, y sorprendió a Chiquilina y sus hijos atacando en grupo, así que los separó con una malla. Cuando Rafael está con ellos los perros conviven con el resto, no se atreven a atacar en su presencia. *** Siempre de izquierda. Nació en Xalapa, hijo del doctor Alejandro Sánchez Simmedinger y Yolanda Pérez Casas, quien murió cuando Rafael tenía siete años de edad. Lo crió la doctora Emilia Zetina. Fueron seis hermanos; tres viven. Rafael es delgado; cabello cano. Ojos brillosos: sonrisa eterna. Era admirador de Fidel Castro, Che Guevara. Estuve en


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Al fin le encontré sentido a la vida. Cuando veo a mis perros es otra historia. Estás comprometido con la vida. Es mi familia. Son mis hijos. movimientos estudiantiles en la Universidad Veracruzana. Estudió odontología en la Universidad Veracruzana, se especializa en poner brackets a adolescentes; se casó en 1988 con Fabiola Hernández Lira, también de 50 años y odontopediatra. Ella piensa que él está loco por su labor con los animales, pero lo apoya. Cuando su esposa cumplió 50 años de vida le decoró un muro que está en la sala de su casa, hay fotos de días pasados; de la familia, de todos los momentos de la felicidad. —No pudimos tener familia por razones médicas. El milagro de la concepción no se dio. Rafael Sánchez dice que la odontología es de gente burguesa; no conoce a ni uno que apoye a López Obrador. Incluso ha perdido pacientes por entrar en polémica hablando de política. Por las mañanas cuida a los perros, en las tardes trabaja en su consultorio. —Son profesiones que te aíslan, queriendo ayudar a la gente terminé ayudando a los perros. Te vas quedando solo. *** En un cuarto de hectárea viven los perros. Hay una palapa, un taller de herrería, una gradas pequeñas de cemento de lo que era la antigua cancha de futbol y un pequeño departamento de dos pisos al fondo del terreno, donde Rafael duerme cuando

un perro está enfermo, o quiere deshacerse un poco del mundo que lo rodea. En ese departamento hay tres gatos adoptados: Noche, Bombero y Camila. La cancha la construyó hace 15 años por su afición al futbol. Es seguidor del Cruz Azul y medio campista. —Me dejaba dinero, pero no satisfacción. La rentaba para fiestas. Eran 2000 pesos de ganancia cada sábado. Rafael asegura que un perro tiene deseos, anhelos. No nada más ladran porque sí. Cree que debería desaparecer el comercio de perros, eso lleva a reproducir animales para venderlos. La satisfacción que encuentra ahora, es distinta. Es algo que buscó durante años. —Al fin le encontré sentido a la vida. Cuando veo a mis perros es otra historia. Estás comprometido con la vida. Es mi familia. Son mis hijos. *** Rafael, Don Perro, va y viene a Xalapa. A casa lleva algunos perros: los que están enfermos, a los viejos, a los que comen sapos y se pueden envenenar, o los que se están adaptando, como Solovino. Trata de no desprenderse de la vida humana, por lo que a casa ningún perro entra.

—No he perdido esa esencia humana, me gusta hacer mis cosas. Sentarme en el estudio a la computadora. Comer en la mesa con mi esposa. Está consciente que Solovino tuvo afectos antes que él, y por el momento se está acostumbrando a su nuevo hogar, donde son válidas, dijo, las visitas de quienes entablaron una amistad. Le preocupa que el perro sea tan dependiente; cuando viaja en la camioneta Solovino se acerca a la cabina, por la parte de atrás, mientras Rafael lo acaricia. Es el único perro no enfermo que no sube por si mismo a la camioneta, aún no se acostumbra. Tiene que ser lazado con un bozal para cargarlo, aún tira mordidas. —No está acostumbrado a la disciplina. De toda mi manada, es el único que me ha tirado una mordida. El día de la adopción me mordió la mano derecha. No hay perro malo, son agresivos por timidez. *** La primera semana de agosto, Rafael adoptó a Tripié, un perro amputado de una pata delantera que llegó a Amigos de los Animales, un Pastor Ejidal, o Street Terrier legítimo. Ahora tiene 57 perros y 3 gatos. No sabe cuándo va a parar.


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FOBIAS, ACUSACIONES, EXCENTRICIDADES Y MUCHAS DROGAS

DEMONIOS Y NEUROSIS DE ROQUEROS Entre las décadas de los sesenta y ochenta, editoriales católicas publicaron a mansalva folletines de por qué el rock no era simple música, sino toda una estrategia de Satanás para apoderarse de las almas tiernas.

Por: Juan Pablo Proal Ilustración: Luis M. Sarmiento La iglesia católica bien pudo haber sido la mayor promotora del rock. «Buena publicidad, mala publicidad, al fin y al cabo publicidad». Este lema pragmático de la mercadotecnia fue la estrategia, implícita, con que los hombres de la sotana difundieron la «música del diablo». Entre las décadas de los sesenta y ochenta, editoriales católicas publicaron a mansalva folletines de por qué el rock no era simple música, sino toda una estrategia

de Satanás para apoderarse de las almas tiernas. La iglesia se valía de las traducciones de letras, portadas y los dogmas de fe de mensajes subliminales para convencer a la población que cantar Stairway to Heaven era un himno a Lucifer. Si bien las portadas de los álbumes y los títulos de las canciones podrían parecer pruebas insuficientes (y más si se presentaran ante un órgano purista como el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación), el comportamiento de las estrellas del rock podría

darles la razón absoluta a los purpurados. ¿Cómo convencer a los feligreses que el rock no era satánico si Ozzy Osbourne le arrancaba la cabeza con los dientes a un murciélago?, ¿Cómo podrían argumentar a favor del rock Keith Richards inhalando las cenizas de su padre con ayuda de la cocaína y Pete Townshend destrozando un escenario completo? La personalidad de los roqueros fue lo que más escandalizó al aún conservador público del siglo XX. En medio de la vida en Technicolor, resultaba perturbador leer en los diarios que Keith Moon se había emborrachado toda la noche travestido de mujer. Los líderes roqueros, la mayoría veinteañeros con tantos problemas existenciales como células cancerígenas, las más de las veces venían de familias disfuncionales, hogares sin amor, barrios pobres y sin mayor esperanza que fábricas humeantes. Y así se tejieron esos mitos de los rockstars y las carreras meteóricas de excesos. Así, también, fueron creándose las historias de los roqueros más maniáticos del planeta. Algunos


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por su historia personal, otros tal vez por genética y muchos más por alguna desconexión de sus neuronas, pero vaya que muchas de esas personalidades eran las últimas que una joven podría invitar a comer el domingo con sus padres. Veamos, a manera de superficial repaso, al promiscuo Jerry Lee Lewis, quien se casó con su prima hermana, Myra, de tan sólo trece años. Después de ese matrimonio, tuvo dos más, y su cuarta mujer se ahoga en la piscina de una amiga. Siguiendo esta bonita tradición, la quinta mujer se muere por una sobredosis de metadona. En la primera camada del rock hubo más figuras neuróticas, entre ellas el célebremente misántropo Chuck Berry. La camada de roqueros sesenteros superó a sus maestros. Veamos al bajista John Entwistle, de los Who, quien siempre estaba sin un quinto porque todo lo que ganaba se lo compraba en ropa. No hay mucho que contar de sus contemporáneos, Jim Morrison, Jimi Hendrix, Eric Clapton, los Stones. Cada una de estas biografías es una aproximación al infierno. Una de las personalidades menos sanas, por llamarlo eufemísticamente, fue Syd Barret, miembro fundador de Pink Floyd, quien fue arruinado por su adicción al LSD, que disparó todos sus demonios personales. Y qué decir de Alice Cooper, a quien se le achaca haber pactado inmortalidad a cambio de usar el nombre de una bruja homónima. Por cierto, Cooper, de ser el mayor de los villanos del rock, mutó a cristiano empedernido. Pero si de personalidades asociales hablamos, uno de los reyes fue Sid Vicious. Este joven, que ni siquiera sabía

tocar instrumento alguno, tenía la misión de romperlo todo a su paso, desde quebrar a un periodista con su bajo, hasta viajar a América sin jamás percatarse de haber llegado, nublado de heroína. No sólo las personalidades roqueras border están ligadas a la falta de empatía social. El baterista de Rush, Neil Peart, detesta dar autógrafos y estar con sus fans, porque piensa que son unos extraños a los que nunca dejaría entrar a casa. Y el líder de King Crimson, Robert Fripp, goza de tocar la guitarra en una esquina del escenario, casi sin luces que lo proyecten. Los roqueros de los noventa también tuvieron sus propios estandartes a la locura. Ahí está el rey de los escándalos, Marilyn Manson, quien de pequeño quedó marcado por su abuelo, quien se travestía de mujer y se masturbaba en el sótano. Manson, después, provocaría la rabia de los más conservadores estadunidenses, quienes incluso lo responsabilizaron de la masacre de Columbine, por considerarlo el peor ejemplo para la juventud. A tal grado llegó el sufrimiento y la incapacidad de gozar la vida, que el rock tiene una largísima lista de suicidios: Ian Curtis (1980), Steve Clark (1991), Kurt Cobain (1994) y Michael Hutchence (1997), por citar una pequeña muestra. ¿Tenía razón la iglesia en censurar al rock? Digamos que la Iglesia ha tenido razón en muy pocas cosas: la tierra no fue plana, el universo tampoco geocéntrico, los indígenas de América son tan humanos como los hombres europeos y Jesús nunca regresó. Sólo que, en honor a la verdad, en el rock podría estar el mejor compendio de la biografía de la locuraneurosis-manías personales.


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SU VICIO ES COLECCIONAR HISTORIAS POR TODO EL PLANETA

ME LLAMO NICOLE Y SOY ADICTA A VIAJAR


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Queda claro que a esta estudiante de mercadotecnia de la exclusiva Universidad Anáhuac no le gusta sentirse atrapada entre cuatro paredes. Es inquieta y se muere por coleccionar historias. Dice que sólo las encuentra lejos de casa. Ésa la razón por la que viaja: sin historia, sin anécdota, sin experiencia que coleccionar, no es viaje. Por: Javier González Ilustración: Fernando Servín Cuando la escucho hablar viene a mi mente Pata de perro, la canción de Maldita Vecindad: «Había estado en Nueva York y bailado en Japón, en Brasil se enamoró y en Haití tocó el tambor, a Mandela conoció y en la URSS se emborrachó». En el caso de la guapa chica de 22 años que habla delante de mí, se puede decir que se luxó un tobillo en Berlín, sufrió una infección en los ojos luego de acariciar un gato playero en Camboya, comió cucarachas de mar en Asia junto a una pandilla de vagabundos, ahí vivió en una comuna hippie, convivió con un traficante de cocaína y un tratante de blancas en Taiwán, y aún así, Nicole Canún piensa que el lugar más hermoso sobre la tierra es Hierve el agua, un sitio de cascadas petrificadas

en Oaxaca. Ha perdido decenas de cámaras y recomienda nunca salir de México sin Pepto Bismol. Para conceder la entrevista sólo puso una condición que conforme avanza la conversación, suena mucho más lógica: que nos encontráramos en un parque. Queda claro que a esta estudiante de mercadotecnia de la exclusiva Universidad Anáhuac no le gusta sentirse atrapada entre cuatro paredes. Es inquieta y se muere por coleccionar historias. Dice que sólo las encuentra lejos de casa. Ésa la razón por la que viaja: sin historia, sin anécdota, sin experiencia que coleccionar, no es viaje. —Yo no hice kínder. Desde chiquita me acostumbré a que si mis papás encendían la luz muy temprano, nos tocaba viaje. Su padre es Nino Canún, un reconocido periodista mexicano al que recordamos por la frase «Y usted, ¿qué opina?», que paradójicamente, no disfruta de viajar pero que tenía que realizar giras de presentaciones con el programa que lo hizo popular. Nicole dice que el culpable de su manía es un tío que le enseñó a subirse a una camioneta y conducir hacia donde el destino la conduzca. El tío le enseñó a disfrutar el viaje. A él le debe haber comprendido que «viajar no es salir a tostarme en el camastro». Por eso dispara anécdotas que dejan boquiabierto y con oídos embelesados, como aquella en la que conoció a un inglés que demandó a la empresa donde trabajaba y ganó varios millones de libras esterlinas. Decidió nunca trabajar más. Se mudó a una comunidad rural para dormir en el piso. *** «Mucha gente llega a París para tomarse la foto en la Torre Eiffel, quieren su profile

picture. Yo lo que hago es hablar con las personas: los lugares hacen fotos, pero la gente hace historias y si yo regreso sin una historia qué contar, es un dinero que se fue a la basura», explica Nicole, que configura el blog anekdotikah.blogspot.mx. Algunas memorias guardadas: «Eso fue lo último que pensé antes de hacer maletas. Metí cuanto vi: cosas de baño, ropa primaveral, sandalias, ¡qué sé yo! Sólo quería llegar al aeropuerto... (después me arrepentí de haber empacado en un estado como ése: sí, era verano, y sí, pasaría unos días en Italia, pero, ¿quién lleva bermudas y bronceador a Noruega?)». «El avión venía repleto y los únicos dos asientos vacíos eran el que estaba a mi derecha y el que estaba a mi izquierda, así que fui la única pasajera que voló 14 horas totalmente acostada. Me hice un colchoncito con las tres almohadas y las tres frazadas de los tres asientos correspondientes, me tomé un Lexotan y abrí los ojos en Frankfurt. Aún dopada, recogí maletas y salí a respirar. Ya me esperaban ahí y rápidamente tomamos un tren a Berlín. Berlín. Tan lindo como hostil. Aparentemente elegí una ciudad equivocada considerando el humor que me cargaba... Berlín. Fría y gris. Como yo». *** En siete años ha recorrido poco más de 20 países («y eso, porque he repetido varios»). Su primer viaje fue a los 15 años y desde entonces sus padres le han auspiciado el vicio. Sus padres por cierto, opinan que en cada viaje ella aprende algo («experiencia mala más experiencia buena, igual a experiencia»). Nicole también opina sobre su futuro, aunque no le quita el sueño: sabe que cada


16 vez está más cerca el momento en que deba buscar un trabajo. Sabe que una vez teniéndolo, no podrá viajar tanto como ahora. La escuela no le ha dado margen para estudiar más allá de la técnica para darle valor a un producto o algún servicio. Tal vez por eso sólo domina el inglés, francés y su lengua madre, el español. Licenciatura en Mercadotecnia: «40 años de experiencia confirman nuestra distintiva misión de formar a los hombres y mujeres de negocios, de un claro Liderazgo de Acción Positiva, visión humanista e internacional y sólida formación profesional. Nuestros egresados se distinguen por insertarse más rápidamente en los círculos de poder con la finalidad de buscar la transformación positiva de la sociedad y de impulsar el desarrollo de México». Y sin embargo, en los planes de Nicole no está lucrar con sus viajes. Nunca ha vendido una crónica viajera. No ha comerciado sus fotografías. No ha reseñado ciudades. No planea vincularse con el globalizado mercado del turismo. En sus viajes, Nicole, no ve marketing. Aún. Tiene mucha energía y hambre por comerse el mundo. La diferencia es que no se conforma con las

Y sin embargo, en los planes de Nicole no está lucrar con sus viajes. Nunca ha vendido una crónica viajera. No ha comerciado sus fotografías. No ha reseñado ciudades. No planea vincularse con el globalizado mercado del turismo. En sus viajes, Nicole, no ve marketing. Aún. Es una hedonista en busca del placer, una adicta a viajar como los alcohólicos buscan placer en la bebida, y nada más. rebanadas que tiene a mano, sino que busca probar platillos de todas las nacionalidades. Es una hedonista en busca del placer, una adicta a viajar como los alcohólicos buscan placer en la bebida, y nada más. Cuando caminábamos hacia la banca donde nos sentamos a charlar, Nicole cuenta que antes de partir recientemente a Europa —su primera visita a Berlín— cortó con su pareja: no soportó la idea de que su pareja viajara con otros tres hombres (a los que Nicole abandonó, por cierto, dos días después de llegar a Alemania). No es algo nuevo. Antepone su necesidad de salir de viaje (sea un fin de semana a cualquier rincón de México o un mes a otro continente) a cualquier compromiso familiar. No ha

querido conseguir trabajo, aunque dice que está en edad de ello porque eso le quitaría el tiempo para escapar. En una ocasión, de puro gusto se robó un mes del semestre de clases para irse a Asia. El mes de un semestre que ronda los 6 mil 300 dólares. —¿Eres adicta a viajar? —pregunto con el temor de que se ofenda. —Súper junkie, pero no estoy en el caso de que vaya a sacar un cuchillo y quitarte el dinero para irme a viajar, aún. Su última palabra es enfatizada por una sonrisa que pretende aligerar su velada amenaza. Lo que ella reconoce como adicción no le ha llevado a terapia o con el psicólogo, pero admite que sigue algunos patrones de un adicto a las drogas. Se alteran


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sus prioridades, busca la forma de ganar dinero para su vicio, no duerme («es que las ofertas de vuelos salen en la madrugada») y su salud se ve afectada. «Cuando regreso, sé que será una semana de hospitales. La última vez estuve cargando casi 27 kilos de equipaje, yo peso 48, así que me lastimé los huesos, otra vez bajé tanto de peso que se me caían los jeans». Aún mantiene un lazo con la realidad. En su andar por el mundo, está consciente que una cosa es ser un viajero y otra, un trotamundos. «Ésta es mi casa. Aquí es donde recargo pilas para volver a salir, al revés de quienes las recargan durante las vacaciones. No

cambiaría por nada mi país sólo por tener el gusto de salir de él, no quisiera que me pasara como a otros que he conocido, que se quedan en el viaje». —¿Te puedes quedar en este tipo de viaje? —Sí. Tengo una amiga que vive en Taiwán que cuando viene no sabe ni cuánto cuesta el metro. Se quedó en el viaje. Es una turista aquí. Otros chicos que conocí en Europa, una pareja, fueron de paseo pero se quedaron allá. Se volvieron cirqueros urbanos, porque les daban propinas en euros, y hasta se iban a presentar en un festival. En este instante, cuando Nicole termina lo que queda del té que

compramos, se nos acerca un desconocido con una carpeta en las manos. Debe tener poco menos de 40 años. Nos dice, mientras pasa las páginas de su carpeta en la que colecciona fotografías de plantas, que durante un viaje a Francia aprendió a hacer jardines verticales y nos pide un donativo pues ahora quiere llevar esa cultura a comunidades vulnerables. «Un viaje siempre te cambia», me dice Nicole después de que le hemos dado unas monedas al hombre. —¿Dónde te gustaría morir? —le lanzo. —En México, sí… que digan que estoy dormida y que me traigan aquí.

Fotografía: Cortesía Nicole Canún


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LAS PELÍCULAS QUE LOS CINES DE PORNOGRAFÍA NO PROYECTAN

EL RETO DEL PORNO MEXICANO


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20 Por: Sergio Nolasco Fotografía: Elizabeth Rosales Aquellos dedos plásticos hicieron descubrir a Elizabeth —a sus cinco años de edad— que frotarse la entrepierna resultaba placentero. La niña jugaba con una muñeca rígida que por temporadas permanecía guardada en el armario de la casa. Aquella era una figura decorativa de medio metro de alto que no sólo estimulaba su creatividad, sino que definió el rumbo de su vida. En medio de la sala, Elizabeth disfrutaba de la muñeca hasta que apareció su bisabuela con cara de sorpresa, casi de espanto. Le dijo: «No, mija. Mira, ven, te voy a lavar las manitas y te voy a dar un chocolatito». Esa tarde de descubrimiento sexual se convirtió en una enseñanza que Elizabeth Rosales nunca olvidará: siempre es mejor ser descubierta comiendo un chocolate que masturbándose. Tres años después, Elizabeth aprendió a mirar en secreto las publicaciones que tenía su padre. Disfrutaba ver los desnudos de «El amor en tiempos del Sida» de Rius, y las ilustraciones de Condorito. A esa edad, aquellos dedos de la muñeca pasaban al olvido. —Desde que tengo memoria, soy una persona que ha tenido el sexo muy presente en su vida, yo recuerdo los momentos en que me masturbaba desde chiquita, las sensaciones y todo eso. Tal vez por eso, veinte años después, aquella Elizabeth Rosales precoz entró a un mundo donde el erotismo se consume casi a escondidas. Después de una licenciatura en artes visuales, Elizabeth se convirtió en una fotógrafa que registra las salas de cine porno y las grabaciones mexicanas. Ha recorrido el país para encontrar

Elizabeth se convirtió en una fotógrafa que registra las salas de cine porno y las grabaciones mexicanas. Ha recorrido el país para encontrar fachadas de cine pornográfico hasta lograr un archivo casi histórico de las salas que sobreviven en la era de la pornografía gratuita en línea y de la piratería. fachadas de cine pornográfico hasta lograr un archivo casi histórico de las salas que sobreviven en la era de la pornografía gratuita en línea y de la piratería. —La gente debería disfrutar del sexo. Debería vivirlo libremente. Con su trabajo fotográfico, Elizabeth descubrió que las salas de cine se convierten en un refugio, una trinchera de la libertad sexual. Encontró en el mundillo pornográfico a la pantalla como la luz al final del túnel de la represión y supo que esa luz parece estar a punto de apagarse para los mexicanos: el apocalipsis de las salas de cine porno en México. En un país donde circulan más de 1,500 publicaciones de corte erótico, según la industria editorial mexicana, hay menos de 50 salas de cine pornográfico en el país. Pero lo que más impacto causó en ella, fue descubrir que esas salas no le dan espacio a las producciones mexicanas y existe un malinchismo evidente entre los consumidores de porno en México. Se topó con las voces que denuncian este desinterés por el porno nacional: —Los administradores de las salas de cine pornográfico argumentan que no hay películas mexicanas con calidad para proyección en la pantalla grande. Fernando Deira habla con la confianza que le dan más de

siete años como productor, escritor y director de cine para adultos con la compañía Sex Mex. Y si ve usted a las actrices que trabajan bajo la dirección de Fernando Deira, pondrá en tela de juicio el argumento de los administradores de cines. Deira, a quien tal vez se le conoce por éxitos como Supernatural, Blackmail o Triple milk, dice que además de la falta de salas de cine, la pornografía mexicana enfrenta una guerra contra el Internet. Sostiene que la gente ya no va al cine porno porque prefiere ver películas desde la intimidad de su computadora. En un país como México, que ocupa el quinto lugar mundial en la búsqueda de videos pornográficos en Internet, según estadísticas de Google Insights, el problema no resulta complejo de entender. Aún así, México está cerca del porno pero lejos de proyectar el propio. —El público prefiere ver a mujeres extranjeras que nacionales. Aún no hay en México ese amor por la fémina mexicana; contemplar a la fémina como para que digan: vale la pena ver una película mexicana, dice Galileo Montaño, un productor de cine pornográfico especial. Dice que ha fornicado con poco más de 800 mujeres entre mexicanas y extranjeras. Galileo es propietario del Cártel del paraíso y probablemente dueño


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del mayor de los egos en la producción del porno en el país. Si en las salas de cine para adultos proyectaran las películas mexicanas, quizá harían feliz a alguna actriz del medio que por mucho tiempo ha deseado que su cuerpo se aprecie en la pantalla grande, que la reciban en una premiere con alfombra roja, donde asistan medios, fans y celebridades. Esa actriz está en alguna parte del país. Se llama Karina. —Me encantaría aparecer en la pantalla grande de México, pero lo que molesta no es la falta de espacio en los cines, sino que no vean el trabajo pornográfico mexicano como algo digno y común. Cuando le informo que la pantalla grande mide 5 x 9 metros y los cines porno mantienen un tráfico de visitas constante, Karina se estremece. O eso prueba su voz. Su sueño: que en México acepten la pornografía mexicana. Que su cuerpo sea admirado por los hombres de México, aunque su identidad sea un secreto.

*** Hay una pantalla iluminada y butacas. En la pantalla, un par de asiáticas desnudas que se besan. Hay un hombre con pantalón militar y boina verde olivo que las observa detrás de un árbol. También hay decenas de hombres que miran a los tres desde fuera de la pantalla. Decenas de rostros tintineados por la luz de la pantalla. También hay hombres paseándose por los pasillos vacilantes de la sala. Y está Elizabeth, callada, sola, sentada observándolo todo. —Estas salas son un mercado sostenido por hombres que desean liberarse mientras disfrutan de una grabación asiática, estadounidense o europea, dice Elizabeth. Ha estado aquí por más de una hora, o si en estas butacas el tiempo se midiera por orgasmos, Elizabeth ha estado aquí hace más de seis. Ahora mismo, mientras toma anotaciones, su butaca empieza a vibrar. El origen de estos movimientos se encuentra a cinco espacios de ella: un hombrecillo con bigote

de cantinflas y gorra beisbolera roja se masturba con los ojos clavados en la pantalla. Y a nadie en la sala parece incomodarle. *** Habrá que tener algunos datos presentes: este año en México se han producido cinco películas para adultos con todos los permisos de ley. Una razón por la que los cines no proyectan películas mexicanas puede ser la escasez de producciones legales, sospecha Javier Cortés, titular de la Dirección General de Radio, Televisión y Cinematografía, (RTC). Las cinco películas son categoría D, que es restringida y no necesariamente pornográfica. Así es que las productoras reguladas en México luchan no sólo contra la pornografía gratuita en Internet, sino también contra la piratería y la producción casera; para la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio, Servicios y Turismo, las ganancias por piratería en el país llegan a los 75 mil millones de dólares al año.


22 *** Es curioso, pero el primer encuentro de Elizabeth con el cine porno nacional no fue por la puerta de una sala, sino por la de una tienda. Una sex shop. Tras pasar entre muñecas, juguetes sexuales y réplicas enormes de penes; llegó a la sección de películas mexicanas, tomó la primera que le llamó la atención y después de analizar su portada, Elizabeth le dio vuelta a la caja del DVD que la llevaría a establecer contacto con este ambiente cerrado. El foco se encendió en su cabeza cuando vio el correo electrónico de la productora. Pero en el mundillo de la pornografía mexicana, Elizabeth era una intrusa. —Yo no sé quien eres. Tú no sabes cuántas peticiones de este tipo recibimos al día. Ésta es una empresa formal. Si tu intención es formal, entonces contesta este correo con los siguientes datos. La información que pidió Galileo Montaño por escrito eran desde su currículum, hasta sus medidas corpóreas, fotografía de cuerpo completo, gustos y detalles de su interés en un largo etcétera. —Mi intención con el proyecto del registro fotográfico es a favor de la cultura porno del país, le respondió Elizabeth. —. Llega sola y espera que yo me acerque a ti —le respondió

por correo el productor, cuando le dio fecha e indicaciones para verse. Se encontraron de noche en una oscura calle cercana a la estación del metro Pino Suárez en la Ciudad de México. Elizabeth descubrió a alguien diferente a lo imaginado. Se topó con un Galileo calvo y amable: el actor y productor de cine porno le ofreció café y galletas dentro de una dirección aparentemente abandonada. La pasó a uno de los cuartos del establecimiento y bebieron café en una salita. —Bueno, yo ya me voy a casar y decidí que el porno no es lo mío después de 10 años de dedicarme a ello; aparte a mi futura esposa no le gusta que ande en esas cosas y pues por ella lo dejaré. Galo estaba acompañado. La prometida sentada junto a Galileo le sonrió cortésmente a Elizabeth, que en este momento no entendía para qué la había citado. Lo comprendió después del encuentro a través de una conversación telefónica. —Mi verdadero yo no podía dejar el porno. Galileo dirige en México la productora Cártel de paraíso y sabe que para hacer porno en el país no hay muchos problemas, a no ser que se pretenda vivir de ello. Se queja de que no es un buen negocio. Galileo lleva 10 años trabajando en esto y sus ingresos constantes provienen

de la fotografía comercial. —Todos nos conocemos en el negocio de la pornografía en México. Sólo hay unas cinco o siete productoras legalmente establecidas en el país, dice Galo desde Estados Unidos, donde ahora trabaja en un proyecto temporal. *** Lo único que acompaña al escaso tránsito de esta noche es el murmullo de la gente que llegó temprano para entrar al cine. Más de cien personas se forman en esta banqueta de la ciudad de México para conseguir una buena posición ante la pantalla y disfrutar de la función. El murmullo y las risas a pulmón abierto no son la molestia más grande para los comerciantes y vecinos junto al cine, sino que todos hablan del estreno en cuestión: Corrupción Mexicana, una producción nacional de pornografía homosexual que cuenta cómo con soborno y chantaje se consigue cualquier cosa en el país. —¿Conoces a los actores? —Uno de ellos es pareja de un amigo mío. Guapísimo. El director es mi vecino, si vieras cómo está. —Ay Dios mío, pero si todos los que están abajo son hombres, dice espantado un habitante de los condominios pegados al cine con las manos en la cabeza. Al filo de la banqueta, los hombres que esperan se miran


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la mayoría hablan del estreno en cuestión: Corrupción Mexicana, una película nacional de pornografía homosexual que cuenta cómo con soborno y chantaje se consigue cualquier cosa en el país. al espejo, se retocan el cabello, se sacan la ceja y otros se colocan tantito rubor en las mejillas. La mayoría apenas rebasa los 25 años de edad y visten tenis, pantalones sueltos y tirantes apretados. Todos sonríen y charlan con desenfado. Esperan e ignoran los afiches detrás: unas imágenes con mujeres de pechos siliconados. Aquellos que llegan a voltear hacia los cartelones sobre la pared del cine comentan sobre los cuerpos de un par de actores que aparecen sin camisa besándose. Una probada al estreno de las ocho y treinta de la noche de hoy. Las puertas se abren y Joselito y sus amigos son los primeros

en entrar. Conocen la ruta a recorrer. La repiten de memoria para el novato que lo acompaña: las puertas de cristal, el pasillo colorado, la escalinata redonda decorada con alfombra roja, el andador oscuro perfilado por butacas y nuestros asientos. Adentro, una sala de cine engalanada y las risas cada vez más altas. Hay un sentimiento de liberación y no es en vano. Los que ocupan su lugar hasta llenar cada butaca, los que se toman fotos en grupo, los que apartan asientos a amigos con retardo y los que se saludan de beso en beso están a punto de disfrutar la primera premiere porno gay del país. Jueves y la convocatoria de

Mecos Films hace que la sala del cine Ciudadela en el Distrito Federal se llene. Y parece que nadie puede estar más contento. —Hay una generación de hombres que históricamente han vivido reprimidos. Elizabeth habla porque también estuvo ahí. Esa noche de 2010 en el Ciudadela, se ocupó en fotografiar cada detalle arriba contado. Cada guiño, sonrisa y afiche. Cada expresión y saludo. Y con todo, supo que para las salas de cine porno hay un futuro prometedor. —Entonces los cines porno en realidad son un escaparate para la sexualidad. Las salas no serán reemplazadas por el Internet o la piratería, puesto que se convierten en una alfombra roja por la que se puede andar libremente, un par de butacas en las que se coexiste sin más murmullos que los propios.



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