Dossier 19

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Sentarse con el villano [ beside the enemy ] palabras clave: transición política, Pinochet, derechos humanos keywords: political transition, Pinochet, human rights

Por Claudio Fuentes Saavedra

E

n la película NO, de Pablo Larraín, el protagonista decide colaborar con la campaña en contra de Pinochet antes del plebiscito de 1988. En la misma oficina de publicidad, su jefe está comprometido con la campaña del SÍ, que defiende la permanencia de Pinochet en el poder por ocho años más. Ambos saben lo que el otro está haciendo. En una escena, que quizás pasa inadvertida en medio de tanta emotividad, el jefe amenaza al protagonista aludiendo a su familia: «Ándate a la casa y cuida a tu hijo mejor». El protagonista y su familia habían sido objeto de amenazas directas en su domicilio por parte de las fuerzas de seguridad del régimen. Lo interesante de la trama es que al final de la película, una vez que Pinochet es derrotado en las urnas, los dos publicistas vuelven a su rutina de trabajo en la misma agencia. No hay resentimiento, ni rencor, ni recriminación. Un silencio algo cómplice une a estos dos personajes que vuelven a vender productos de mercado. Simbólicamente, el devenir de ambos actores ilustra lo que fue la transición democrática en Chile. «Buenos» y «malos» que estaban en trincheras opuestas abruptamente se sentaron juntos a conducir el proceso político chileno. Eso abrió fuertes interrogantes sobre la ética y la moral de lo ocurrido en el pasado y el presente. Al tornar la mirada hacia atrás, los protagonistas se preguntaban si era necesario abrir las heridas del pasado, si fueron necesarias las violaciones a los derechos

humanos, o si en realidad una epidemia de crueldad se había apoderado de los actores políticos y militares. Al observar ese presente de 1988, aquellos mismos actores se interrogaban sobre el límite de lo éticamente correcto para democratizar el país: ¿aceptamos convivir y legitimar las acciones y omisiones de quienes nos torturaron, de quienes hicieron desaparecer a nuestros familiares, compañeros, camaradas y seres queridos? ¿Aceptamos la justicia en la medida de lo posible? No podemos hablar de maldad sin referirnos al golpe de Estado y sus consecuencias inmediatas en la violación de los derechos humanos. La división dictadura /democracia no solo marcó a una generación, sino que define hoy gran parte de nuestra memoria y de lo permitido /no permitido en nuestra sociedad. Durante muchos años, los militares y sus colaboradores civiles negaron la existencia de aquellas aberraciones. En la medida en que las investigaciones y sobre todo la televisión nos fueron develando los restos de los cuerpos sepultados y los barrotes lanzados al mar, los uniformados pasaron de la negación a la justificación. En 1991, el Ejército declaraba oficialmente que lo sucedido en 1973 había sido producto de una guerra y que «por su naturaleza, el uso de la fuerza legítima puede afectar la vida de las personas y su integridad física». Agregaban que «desde el punto de vista de cualquier institución armada seria, cuando se enfrenta una guerra solo cabe como propósito la victoria total».


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