4 minute read

El escritor solapado. Carlos Peña

13

Carlos Peña lo alude como un literato encubierto, mientras que Arturo Infante explora la fórmula de su éxito. En agosto de 2013 el rector de la UDP y el presidente de la Cámara Chilena del Libro repasaron la trayectoria del reconocido editor argentino Daniel Divinsky, fundador de Ediciones de la Flor. La ocasión fue la ceremonia que lo distinguió como profesor honorario UDP.

Advertisement

En una de las varias entrevistas que ha concedido, Daniel Divinsky se descri bió a sí mismo como «un escritor solapado». La frase tiene, como ustedes advierten de inmediato, un magnífico doble sentido: por una parte, alude a la actividad de escribir en la solapa, es decir, en la prologación de la cubierta de un libro, presentando en ella de manera directa y breve el argumento o al autor; y, por la otra, alude al hecho de servirse del oficio de editor, es decir, del oficio de componer libros, como una forma más o menos vicaria, sustituta o compensatoria del oficio de escribir. ¿En cuál de los sentidos, si es que en alguno, debiéramos tomar la definición que de sí mismo ha hecho Divinsky?

Es probable que los editores hayan debido casi siempre co menzar como escritores encubiertos, o solapados como prefiere el profesor Divinsky, personas que se han servido del oficio para estar cerca de los libros y del misterio de la escritura, gente para la cual el oficio de editar es un medio o instrumento para acceder, emboscada, a ese otro oficio, el de escribir, que pareciera ser el verdaderamente importante; pero es seguro que, a poco andar, la tarea de degustar intelectualmente la escritura de otros a fin de averiguar si las tra zas sobre el papel valen o no la pena, introduciendo en ocasiones breves ajustes que borran errores y corrigen ripios que al autor, demasiado enamorado de lo que ha hecho, se le escapan, es lo que acaba siendo el objeto principal de su vocación y de su quehacer.

Así entonces, no es que la de editor sea una vocación sustituta, una compensación simbólica de lo que en verdad importa, algo que se hace a falta de otro algo mejor, sino que es una vocación en sí misma, con sus propias obsesiones y sus propias reglas. La escritura sobre la escritu ra –que eso y no otra cosa es la edición– vale, pues, por sí misma y no tiene un valor que le venga transferido desde algo distinto de sí misma.

Se trata, además, de una vo cación que, cuando se la mira de cerca, parece casi una metáfora de la condición humana. En efecto, una de las varias ideas que formuló Freud, alterando así de una sola vez la manera que tenemos de comprender lo que somos, fue la de que los seres humanos nos construía mos retrospectivamente desde la memoria, y que esta equivalía a un texto o un registro que cada uno editaba, una y otra vez. Editar no sería entonces un que hacer más dentro de la división del trabajo: sería, como se ha sugerido, 1 la metáfora de lo que nos constituye.

Uno de los testimonios más tempranos acerca de la opinión que Freud tenía del mecanismo

1 Esa es la idea que presenta Zizek en El sublime objeto de la ideología (Ciudad de México, Siglo Veintiuno, 1992), al tratar la insinuación de Lacan según la cual «el futuro ha sido». Entre nosotros, ese es el tema que cruza la excelente colección de ensayos de Carlos Pérez Villalobos Dieta de archivo (Santiago, Universidad Arcis, Colección Rabo del Ojo, 2005).

14

de la memoria se encuentra en una de las cartas que dirigió a Wilhem Fliess, escrita en di ciembre de 1896. 2 En esa carta le confía a su amigo que está trabajando sobre el supuesto de que nuestro mecanismo psíquico se compone, le confidencia, de capas superpuestas que contie nen huellas mnémicas que cada cierto tiempo son ordenadas mediante nuevas inscripcio nes. Mi tesis, explica Freud en esta carta, es que la memoria existe de forma múltiple en una variedad de signos o líneas superpuestas, cada uno de los cuales inhibe, corrige y desvía a la anterior. La memoria entonces aparece como una escritura sobre la escritura, como una escritura que tacha a la anterior para ser luego tachada a su vez por una nueva inscripción, sin que jamás podamos ver, por decirlo así, el original. El psiquismo huma no, en otras palabras, sería un permanente juego de edición hasta el extremo de que cada ser humano puede ser bien descrito como un editor de sí mismo, un sujeto que mediante ocultos e imperfectos mecanismos decide qué de lo que ha vivido merece ser recordado y qué, en cambio, reprimido o tachado; qué argu mento será, en definitiva, el que organizará los recuerdos que estructuran la identidad que cada uno, autor y editor de sí mismo, presentará ante el mundo.

No es, pues, la escritura sino la edición lo verdaderamente importante.

2 Sigmund Freud. Cartas a Wilhem Fliess (Buenos Aires, Amorrortu, 1986), p. 218.

Así entonces, si le creemos a Freud, debiéramos concluir que cuando Daniel Divinsky, este magnífico editor que ha tenido la gentileza de aceptar esta dis tinción de la Universidad Diego Portales, se llama a sí mismo un escritor solapado, está en verdad subrayando no un rasgo que sea peculiar de su oficio o su condi ción, sino una característica que lo une y lo confunde con todas las otras personas, puesto que todas las personas podemos ser definidas como escritores solapa dos o editores, en la medida en que estemos dispuestos a reco nocerlo o en que vivimos nuestra vida en la labor permanente de escribir y editar en la memoria lo que hemos vivido.

Carlos Peña es rector de la Universidad Diego Portales. DANIEL DIVINSKY

This article is from: