Dossier 44

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Macarena Lescornez

Lucía Dammert

Mi año de lectura comenzó con este libro, que aún no se me va de la cabeza. Con una prosa sin excesos y elegantemente precisa, nada hace vislumbrar que Panaderos es la primera novela de Meneses. Su capacidad para retratar atmósferas y personajes es más propia de un experimentado observador o cronista que de un principiante. Sí, de cronista, porque lo que logra Meneses es dar cuenta, sin desmesuras, de la realidad –cruda realidad– de una panadería de supermercado, donde a diario un grupo humano expone esas complicidades, esos códigos propios de quienes sólo buscan sobrevivir al día a día. De quienes se saben prescindibles, intercambiables en una cadena de producción llena de injusticias y abusos soterrados. Pero, por dramático que sea el panorama, Meneses rehúye el panfleto o los sentimentalismos vacuos. Muy por el contrario, echa mano de un relato centrado en lo cotidiano, en las rutinas, en los detalles de lo simple, incluso en el humor, para dejar en evidencia estructuras y dinámicas del pequeño universo que es esa panadería. Un universo que, aunque pequeño, es un lúcido retrato –de los mejores que he leído en el último tiempo– de esos oscuros y precarios engranajes que permiten mantener en funcionamiento el sistema, nuestro sistema.

Llevo casi tres meses de cuarentena preventiva. He aprovechado para leer de forma variada, desde Las pequeñas alegrías, de Marc Augé; Largo pétalo de mar, de Isabel Allende; Nocturno de Chile, de Roberto Bolaño; La pasión según G.H., de Clarice Lispector, hasta Lo mucho que te amé, de Eduardo Sacheri. Nunca había dado oportunidad a los cuentos breves ilustrados, y Tony Takitani, de Haruki Murakami e ilustrado por Ignasi Font, ha sido un brillante descubrimiento. Un cuento breve, centrado en los sentimientos de soledad, en las tribulaciones sobre el amor, las relaciones interpersonales, así como en el apego y el dolor. Todo es efímero en la vida. Incluso los recuerdos y los objetos que nos traen a la mente a las personas que han marcado nuestros sentimientos pasan sin poder controlarlos. Tony, japonés e hijo de japoneses, carga con un nombre americano que lo atormenta de niño. Es huérfano de madre y abandonado por un padre que prioriza su trabajo como músico de jazz. Ilustrador exitoso y metódico, se casa con una adicta a la compra de ropa con la que lleva una vida armoniosa hasta que en un accidente ella muere. Queda solo, con los cientos de vestidos y zapatos que la recuerdan. Luego muere su padre, dejando una amplia colección de discos. La soledad de Tony, descrita e ilustrada con maestría, me recuerda a los millones que hoy

Directora de The Clinic

Nicolás Meneses, Panaderos, Santiago, Hueders, 2018, 128 páginas

Cientista política


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