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Andrea Insunza
Periodista y profesora UDP
«Es peor, mucho peor de lo que te imaginas.» Así parte David Wallace-Wells El planeta inhóspito, un libro descarnado sobre el cambio climático que en su segundo párrafo nos recuerda que «la Tierra ha experimentado cinco extinciones masivas antes de la que estamos viviendo hoy», y que «en todas ellas, salvo la que acabó con los dinosaurios, intervino el cambio climático creado por gases invernadero». El libro no se centra en la naturaleza sino en los humanos y en los efectos del calentamiento global en nuestras vidas. Wallace-Wells sistematiza la información de cientos de artículos publicados en la última década y decenas de entrevistas con expertos, para reportear algo siempre difícil y esquivo para el periodismo: el futuro. Y uno incierto. Crítico de la prudencia con que la comunidad científica informa sobre sus pronósticos por temor a que los errores fortalezcan a los negacionistas, el autor se apega a la evidencia y da cuenta de los varios futuros posibles en un texto que él mismo advierte está plagado de posiblementes, quizases y presumiblementes y en el que, así y todo, «el retrato del sufrimiento que surge es, así lo espero, terrorífico».
Wallace-Wells sitúa el problema en el tiempo. Nos dice que la idea de que el calentamiento global ha sido un proceso lento inaugurado con la quema del carbón en la Inglaterra del siglo XVIII no es tal: una sola generación –la de nuestros padres– ha llevado al planeta «al borde de la catástrofe», particularmente en las últimas tres décadas. Y explica, también, que los horizontes que científicos y autoridades fijan para advertir del peligro o definir metas (que no cumplen), el 2050 o 2100, nos hacen perder de vista que todo lo que ya hemos hecho tendrá consecuencias en un tiempo remoto. Escéptico de lo que llama la «izquierda ecologista», consciente del progreso generado a partir de la revolución industrial, indiferente con que el crecimiento económico tenga un impacto negativo en el medio ambiente –«en lo que a mí respecta, el mundo podría perder buena parte de lo que consideramos “naturaleza” siempre y cuando pudiésemos seguir viviendo como lo hemos hecho hasta ahora»–, como todo buen periodista Wallace-Wells se rinde ante la evidencia: eso que él desearía «no es posible». No hay más camino, constata, que terminar con los combustibles fósiles en un par de décadas. Y esa solución no pasa por decisiones individuales, sino por la política. Quizás lo más fascinante y aterrador de El planeta inhóspito es que el autor distingue a esta