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SOLO SON NEGOCIOS

El gobierno ha presumido como un logro principal en materia de seguridad la captura de Ovidio Guzmán. Esta detención la logró cambiando radicalmente los ejes de su estrategia de seguridad: desató una guerra en Culiacán, no hubo abrazos sino muchos balazos, usó helicópteros para disparar contra los presuntos delincuentes, el Ejército actuó con una letalidad que implicó la muerte de 19 enemigos, la población civil estuvo en riesgo y sí detuvo a un capo de renombre. Ovidio no cayó por el dinero de los programas sociales ni por abrazar maleantes o por ordenar a los militares dejarse humillar. Cayó porque se usó toda la fuerza del Estado. Y aunque le duela al presidente leerlo con todas sus letras: en Culiacán, se metió a una guerra contra el narco.

Es decir, la captura del hijo del “Chapo” Guzmán, que le ha granjeado muchos aplausos, representó un viraje de 180 grados en la estrategia de seguridad del gobierno. ¿Será que el propósito de año nuevo de AMLO es ser el gobierno que hasta ahora no ha sido?

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¿Será que en el año 5 ha decidido empezar a rectificar?

¿Querrá salvar su legado en lugar de heredar una bomba de tiempo? ¿Reconstruirá el aeropuerto de Texcoco?

¿Retirará el veto contra las farmacéuticas y resolverá el desabasto de medicamentos?

¿Aceptará recibir en Palacio Nacional para dialogar a los papás de niños con cáncer, a las víctimas de la violencia y a las colectivas feministas?

¿Reabrirá las guarderías, las escuelas de tiempo completo y a las estancias infantiles?

¿Detendrá la construcción del Tren Maya? ¿Priorizará las energías limpias más que su refinería hiper contaminante? ¿Quitará a Bartlett de la CFE? ¿Retomará el seguro popular? ¿Dejará en paz al INE? ¿Se volverá un presidente amigable a la inversión, dejará de romper contratos por capricho y cumplirá con el TLC? ¿Dejará de forzar el AIFA y se concentrará en recuperar el nivel 1 de seguridad aérea para México? ¿Le recomendará a Claudia Sheinbaum que deje de hacer campaña y se dedique a mejorar el metro? ¿Dejará de acosar a jueces, intelectuales, periodistas, académicos, ONGs, científicos, activistas y a cualquiera que sea vigilante y contrapeso de su poder, o sencillamente tenga una opinión distinta a la suya? ¿Se reunirá con dirigentes de partidos y líderes legislativos de oposición para llegar a acuerdos? ¿Será que se dio cuenta que ya es hora de gobernar como dijo que gobernaría, y nunca lo hizo?

No creo. Más bien veo lo de Ovidio como algo que tuvo que hacer y que hubiera preferido evitar. No como un giro en su política de seguridad, mucho menos la cancelación de su pacto electoral y financiero con el crimen organizado: basta detectar que dos mañaneras después ya estaba casi ofreciendo disculpas a los narcos y poniéndolos en la misma canasta que a los militares muertos en cumplimiento de su deber (a cuyo funeral no asistió). Este no es un presidente que suele reconocer errores y en- mendar. Él se sigue por su ruta y hasta donde tope. Claro, lo que termina topando es el país.

Una megacaptura sí se puede hacer en unos días. “No se puede detener a un capo tan importante de la noche a la mañana, un operativo así toma meses de planeación, es una tontería decir que la captura de Ovidio Guzmán es porque viene Biden”. He leído mucho ese argumento en los últimos días. No es cierto. Hoy les voy a contar cómo en México se armó en cuestión de días un operativo todavía más grande para detener a un capo todavía más poderoso y escurridizo, y cómo se hizo a partir de prisas políticas y mediáticas. Es la historia de la segunda captura del Joaquín “El Chapo” Guzmán en el sexenio de Enrique Peña Nieto. En enero del 2016 el gobierno de México tuvo noticia de que estaba a unos días de publicarse un reportaje en la revista “The Rolling Stone”, en el que se contaba con detalle la historia de cómo Sean Penn y Kate del Castillo habían logrado reunirse con “El Chapo” Guzmán, líder del cártel de Sinaloa, quien unos meses antes se había escapado de la cárcel y era el hombre más buscado del mundo.

La revelación era un golpe durísimo para la administración de Peña Nieto: mientras el gobierno no lograba detener al capo que se les escapó en sus narices, éste se reunía con estrellas de Hollywood para negociar una película biográfica. Del reportaje se desprendía un dato todavía más brutal: cuando contactó con “El Chapo”, Sean Penn estaba en el mismo hotel de Nueva York en el que estaba hospedado el presidente Peña Nieto que participaba en la Asamblea General de la ONU. Con unos pisos de diferencia, un actor americano hablaba con “El Chapo” y un presidente decía que no lo encontraba por ningún lado. Según me revelaron por separado y en distintos momentos varios funcionarios del más alto nivel de ese sexenio, cuando el entonces presidente Peña Nieto supo lo que podría generar ese reportaje, dijo a los entonces secretarios de Gobernación y Marina, Miguel Osorio Chong y Vidal Soberón, que capturaran al “Chapo” antes de que saliera el reportaje, o si no, rodarían cabezas. Tenían cuatro o cinco días para agarrarlo. Y sucedió: “El Chapo” fue detenido el 8 de enero de 2016 y el reportaje se publicó tres días después, el 11 de enero. Es cierto que existía un seguimiento previo al “Chapo”. Es cierto que la Marina había realizado varios operativos en los que se les había escapado por minutos. Pero es también cierto que por órdenes del presidente tuvieron que acelerar las cosas para que lo agarraran de inmediato, a como diera lugar.

Un dato del caso del hijo: la visita de Biden se anunció el 25 de noviembre. Así que el Ejército no tuvo tres o cuatro días para concretar la captura de Ovidio, tuvo mes y medio. Tuvo tiempo. Y sí, estas cosas se pueden hacer casi de la noche a la mañana.

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