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Pepe Pereza Roberto Ferrer ci
Lucia Fraga Franco DiMerda Enrique Fuentes-Guerra Elena Ortiz Ana Vega Gema Serrano Tomas Illescas Emilio Arjona Silvia Loustau Patxi Irurzun Luis Sevilla Josテゥ テ]gel Conde 2 Ana Patricia Moya
P ep e P e rez a ( Lo g roñ o) . Ex – a ct or , gu i on is t a , po eta , es cr it or y d ir e cto r . S u s r e l at os h an a p are c i d o en d i v e rs as r ev i st as y fan z in es com o “Na r rat ivas ”, “La fanz in e ”, “A l ot r o lad o d el E sp e jo”, “Ag itad oras ”, “C r uc e d e Ca mi n os”, así como en diversos blogs: “Cr ón ica s para d ec ora r un vac í o” (de Xen Rabanal), “Hank Over \ Resaca” (V ic en te Muñoz Á lva r ez y P atx i Irutzun ), “Est o n o es una p e lí cu la , am ig o” (David González ), etc. Ha p u b l i c a d o e l l i b r o de r e l a t o s “Puta s ” ( E d ic i o n e s G r o en la n d i a ; s eg u n da e d ición , próx im am ent e). En breve, publicará: “ A mor e s B re v e s ” ( E d it o r ia l B a i le d e l S o l ) P u b l i c ó , h a c e t i e m p o , u n po em a r io e n u n a e d i t o r ia l d e p r o v in c ia s .
EL PSIQUIATRA En la consulta, un hombre de mediana edad descansaba tumbado en el diván. A la cabecera, el psiquiatra permanecía sentado en un butacón de cuero negro, portando en sus manos un bloc y un bolígrafo. El hombre del sofá guardaba silencio mientras analizaba sus pensamientos en busca de una respuesta. El psiquiatra se estaba impacientando y para distraerse dibujó una guillotina en su bloc... Por fin, el paciente se decidió a hablar: - Supongo que miento porque no tengo verdades que contar. - Explíquese – se interesó el psiquiatra. - Usted sabe que me paso el día solo, sin salir, ni hablar con nadie. Por suerte o por desgracia, trabajo desde casa y eso hace que mi vida social sea casi nula – aclaró el hombre. - ¿Y cómo se siente por eso? - Pues como un envase vacío. - Explíquese, por favor. - Bueno… creo que está muy claro. No hay nada en mi vida que sea de interés. Nada. Por eso, cuando establezco algún tipo de relación personal, miento sobre cómo soy o cómo vivo. Supongo 3
que prefiero ser un recipiente lleno de mentiras que un envase vacío. ¿Comprende? El psiquiatra miró aburrido al reloj y dijo: - Vamos a dejarlo aquí. La próxima semana seguimos con este tema. Al hombre no le gustó nada que el psiquiatra diese por terminada la sesión justo cuando había encontrado las palabras para expresarse. - Antes de irme me gustaría hacerle una pregunta – dijo chasqueando la lengua. - Usted dirá - dijo el psiquiatra volviendo a mirar de soslayo el reloj. El hombre se tomó unos segundos antes de formular la pregunta. - ¿Es normal que piense continuamente en rebanarle el pescuezo? La contundencia de aquella macabra interrogante le cogió tan por sorpresa que el psiquiatra estuvo a punto de perder su característica templanza. Aún así, logró mantener la calma. - ¿Cómo dice? – replicó el profesional con un hilillo de voz. - Digo… ¿qué si le parece normal que yo tenga unos deseos incontenibles de rebanarle el pescuezo? - contestó el hombre sonriendo inocente.
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Al psiquiatra se le hizo un nudo en la garganta. Finalmente, tragó saliva. - No… no creo que sea normal – consiguió decir con poco empaque. - ¿Y qué me aconseja? - Lo primero… lo primero, que evite esos siniestros pensamientos y lo segundo… le voy a pedir que por favor deje de acudir a mi consulta... ahora… si me disculpa tengo… que atender a otros pacientes. El psiquiatra intentó aparentar normalidad aunque realmente estaba aterrorizado. Creía que en cuanto aquel tipo oliese su miedo se le echaría encima. Pero no. El hombre le miró como una fiera que calcula la distancia a su presa, chasqueó de nuevo la lengua y dijo: - Intentaré hacer lo que me dice. El hombre le tendió la mano para despedirse. El psiquiatra dudó pero terminó aceptándola. - Muchas gracias por su ayuda. Le estaré siempre agradecido dijo el hombre sin dejar de mirarle fijamente ni soltar su mano. - De nada – añadió el psiquiatra con frialdad. Después el hombre salió de la consulta. En cuanto lo hizo, el psiquiatra abandonó su fingida pose. Se recostó en la pared para no desfallecer. Al poco, el hombre volvió a entrar en la consulta sorprendiendo al psiquiatra que pegó un pequeño respingo y estuvo a punto de echarse a gritar. Pero antes de que reaccionara el hombre formuló una segunda pregunta: 5
- ¿Cómo se evita un pensamiento siniestro? - Expulsándolo de su cabeza – acertó a decir el psiquiatra. - Expulsándolo de mi cabeza – repitió el hombre sopesando cada palabra – Es un buen consejo. Lo seguiré… Y sin más, el hombre volvió a abandonar la consulta. Esta vez, el psiquiatra se apresuró a echar el seguro a la puerta. Respiró aliviado. Sus piernas aún temblaban tras tan inquietante y absurda conversación.
Pepe Pereza
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Rob er to Ferrer ( Cá diz , 19 85) . J o v en po eta a n d a luz q u e c o m i enz a s u ro da je lírico con su primera obra “G r i ma y Escombr os ” (2 01 0 ). Ejerc e como educado r en su lo ca lidad nata l, sir v iéndose de la música como recu r so p eda gó gico . Es licen c iado en Educa c ión So c ial. Anter iorm ente h a pu b licado en p er ió dic os de t irada e s tata l c o m o D i a go n a l y Rebel i ó n .o rg. D e s de e l p e r io d o de 2 0 05 a 2 0 09 fu e fun dado r y e d i to r d el p e r ió d i co d i g i ta l y an da luz “GAS ” ( Gru po d e A cc i ón S oc i a l ). A ctu a lm ente publica su poes ía en diver sas re v is tas digita les y de pa pel.
TECNOLOGÍA
Por muchas resonancias magnéticas, radiografías y escáner que apliquen a mi cuerpo desnudo, nunca podrán encontrar mi esencia.
Por muchos aceleradores de partículas que construyan, nunca podrán resolver el misterio.
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HORIZONTE DE PLATA
Cuando nos hayamos en ese limbo incierto, un puente de espuma se cierne sobre nosotros y nos sumerge en nuestro onĂrico castillo.
Empieza el simulacro, nos dejamos llevar por la suave corriente del ensueĂąo, a la deriva, sin rumbo preciso.
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Roberto Ferrer
L u c ia F r aga ( A Cor u ña , 1 979 ) . T ra du ct o r a y ase s or a l in gü ís t ic a. A ct u a lm en t e, e st u d i a p s i co lo g í a. Lic enci ada en F ilo lo gía H is pá n i ca por la Universidade da Cor u ñ a. E s p ec i al ist a en e l ár e a d e Teo r ía de la L it e r a t u r a ; p o s e e d ip l o m a d e E s t u d ios A v a n z ad o s y u n c u r s o d e e s p ec ia liz ac ión en “ Teat ro , Cin e y A u d io v isu al e s ” . H a e la bo ra d o d iv e rs os t ra ba j os so br e e s c r i t o r e s d e l e n gu a g a l l e ga y c i n e . H a r es i d i d o en A lem an ia , don de im pa rt ió c las es de lit er atu ra cont em po rán ea y lit er atur a a ur is ecu lar . M iem br o f un da do r del grupo poét ico “Los Vá nda los ”, y de su rev ist a “Mé s t er d e Vanda l ía ”. S u s po ema s h an a pa r ec i d o en div ers as pu blicacion es : “C oolc ult u ra l Ga li c ia , “La B e l la Va rs ov ia”, “P i ed ra d e M ol in o”, etc. H a part icipado en antologías po ét ic as. Ha publicado el po emario “Nos ta lg ia d e l ac e r o”. A dm in i str a e l b lo g w w w . lu c ia fr a ga . b lo gsp ot . com.
STREEP-TEASE
Me voy a desnudar para ti Como si fuera un rito ancestral y mítico, Lenta, Suavemente. Dejando que se despiertan mis sentidos Y que mi cuerpo hable y mi boca calle. Acaricio mi cuerpo por encima del vestido, Mientras mi piel ya se encarga de erizarse. Paso las manos de los pechos a las caderas Y siento un temblor dentro de mí que quiere continuar. Me suelto el pelo que llevaba atado en una coleta Y me agito para que mi melena caiga sobre mis hombros. Sigo tocándome a través de la ropa Y tú, hipnotizado, me ayudas con la cremallera. Ya está en el suelo el velo encantado
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Que cubría mi carne de tu mirada lasciva, Pero ahora, aún queda lo más delicado Y tú ya clavado en la silla ardiendo en deseo. Mi sujetador de tul negro te niega parte de mis pezones, Tapados por medio raso negro envidioso y egoísta Que se lo quieres comer a fuerza de tela y encaje. Los corchetes ya están sueltos...pero mis pechos siguen cubiertos. El escaso vello de mi pubis parece una pradera A la que un cielo primaveral se ha vuelto negro. Negro tul que todo lo oscureces y hasta los muslos enlutas. He dejado sólo una lámpara en el suelo. Cierro los ojos y me aprieto los pechos Rezando una letanía de lenguaje corporal, Repitiendo entre dientes “eres mío, no soy tuya” Mientras me bajo las tiras del sujetador. Las pongo bajo las axilas frescas y sensuales Y, Poco A Poco, Me siento entre tus piernas prestas a saltar. Me vas quitando la braga al besar mi espalda inmaculada. Al suelo la tiraste. 10
Un triste pedazo de tul ensalivado. Y agarras mis nalgas como dos esferas celestiales. Me giras y hundes en mi escote tu cara de sátiro; Con los dientes vas quitando aquello que yo dejé. Y mis pechos al aire te enloquecen, Con su llana redondez y esa flor en el centro que es de rosa y jazmín. Mis rosados pezones brillan con tu saliva Y yo siento la rapidez de tu lengua sobre mis rosas claras. Soy de mármol en un cuarto oscuro y tus manos morenas Que no se cansan de acariciar mis pechos hasta hacerte llorar. Bautizas con tus lágrimas mis senos, Das sentido a la ceremonia ritual. Me coges en brazos como si fuera una niña Y me empiezas a lavar el maquillaje. Despiertos mis sentidos, Desnuda sacerdotisa soy. Yo, dura como la roca Y tú, un sacrificio al dios del Metal. Muere, con mi afilado cuchillo Oculto entre mis piernas.
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Lucia Fraga
F r an co D iM e r da ( L im a , P e rú , 1 9 73) . G an ó en su t ier r a n at a l va r io s c on cu rso s d e có m ic y h a p u b l i ca d o e n distin tos fanzin es y revistas del medio. En el 2000 logró refugiarse en Es paña, pa ís en el qu e vive desde entonces . En la actualidad, es cribe diversos r e la t os c o rtos pa ra l as re v ist as mus i c al e s “Hea vy Rock” y “Kerrang ”. M a n t i en e el b lo g p e rso n a l w w w . fr a n co d im erd a . b lo gs pot . com.
LA MONA Y LA GENTE Una mona perezosa paraba durmiendo todo el día. Al verla flojear, mientras todos se rompían el lomo trabajando, la gente le dijo: —A quien madruga Dios le ayuda. Pero un día, mientras la mona dormía, un programa concurso tocó a su puerta y como la encontraron la premiaron con lindos vestidos. La gente al verla pasear tan elegante le dijo: —La mona aunque se vista de seda, mona se queda. Poco tiempo después, como la mona vestía bonito, se le acercó un rico y le propuso matrimonio. Siendo ya millonaria la gente le dijo: —No por mucho dinero tener, la gente te va a querer. Mas la mona, haciendo oídos sordos, fundó muchos colegios y hospitales para los pobres siendo recordada incluso después de muerta. La gente dijo entonces: —Es más fácil que entre un camello por el ojo de una aguja que un rico al reino de los cielos. Años después, mientras el Papa la canonizaba, la gente ya no dijo nada.
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EL QUINTO MÚSICO Poco después, pasaron los cuatro músicos; el asno, el perro, el gato y el gallo, al lado de una vieja casa. Allí, en el portal, estaba un anciano en silla de ruedas y sollozaba hasta las lágrimas: — Tus plañidos le llegan a uno al alma — dijo el asno—. ¿Qué te pasa? - ¡Ay! — dijo el anciano — He trabajado para mis hijos como un burro para darles la mejor educación; he sido fiel a mi mujer como un perro, y como un gato la independencia les di; incluso como un gallo de todos los enemigos los defendí. Pero como me hago viejo y mis fuerzas me abandonan, mi familia me quiere botar. ¿Qué voy hacer en el asilo? A causa de todo ésto, lloraré hasta que alguien me ayude. —Nosotros vamos a Bremen — dijo el asno— a hacernos músicos municipales. Deja de chillar y acompáñanos que un cantante más vamos a necesitar. — ¿Un cantante? — preguntó el anciano consternado— ¿Cómo voy a ser cantante? Ellos son jóvenes y llevan vidas muy distintas a nosotros. Los cantantes nunca tienen problemas de dinero y viven en el extranjero, como ése que sale siempre en las revistas. Sus vidas sentimentales son intensas con miles de hijos no reconocidos por todo el mundo, como sale en los periódicos. Y tienen problemas con drogas y esas cosas, como ese último caso de la televisión. ¿Cantante? ¿Cómo se les ocurre? Antes prefiero la muerte. Al asno, al perro, al gato y al gallo les gustó la propuesta, y así, se fueron los cinco juntos directo a las vías del tren.
Franco Dimerda
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Enrique Fuentes-Guerra (Córdo ba, 1958). P oe ta . Ha pu b lic ado “Lo q ue a rd e \ El s u eñ o d el h e r id o” (fot ogra fía de J uan Jo s é R om ero y p r ó l o go d e J es ú s A l c a i d e ) y “ E l lab erin to S en tim enta l” ( c on pr ó lo go d e A l b ert a d e l a P oz a ). A c t u a lm en t e, v iv e en B e l a l cáz a r y p r e pa ra su p r óx imo p oe ma r io .
CHARLANDO CON ALGUIEN QUE PASABA POR AHÍ ¿Quién eres? La muerte Y, ¿qué quieres? Sólo te observo Hace tiempo que camino a tu lado ¿Y eso por qué? Se acaba tu tiempo Mi tiempo nunca acabará Todo lo más empezará otra etapa Todo sucede a todo Pero nada carece de atractivo ¿Buscas garantías? Llámalo como quieras Pero nadie puede vivir caminando hacia la nada Triste eres pero más dulce la vida ¿Pero no sientes miedo? ¿Miedo yo? Mal me conoces Sólo eres una realidad intentando burlarse de nosotros ¿Y supones que pasaré a tu lado sin rozarte? No es esa mi preocupación ¿Cuál entonces? Amar la vida, mientras vivo Pero yo soy parte de la vida Claro, y te amaré, pero no te desearé No malgasto mis fuerzas en problemas sin solución Ni me volveré loco de miedo mientras tanto Obsérvame cuanto quieras Camina a mi lado mientras desees Es tu trabajo, no el mío 14
Que yo viviré mientras espero ¿Pero es que no me temes? Y dale, ¿temerte yo?, ¿por qué? ¿Acaso temes al águila porque vuela O al barco porque flota? Las cosas son como son Te respeto pero no te temo Simplemente si no hay solución no hay problema
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Enrique Fuentes-Guerra
E l e n a O r t iz ( M é x ic o ) . L ic en c ia da en Ciencia s de la Comun ica c ión , e gr es ad a en la Un ive rs id ad F ran co M ex ican a . M iem b ro de la R ed Mun dia l de Es c r ito r es en Esp año l (R EM ES ), de la Un ión de Es c r ito r es H is p anoamer i c an os y d e E sc r itor es Lat in oam e r ic anos . Pa rt ic ip ó e n la an to lo g ía “M e j or e s T e x t o s ” ( 2 00 8 ) , editada por el Rincón de los Escritores y en la antología “Iwith” ( B u bo k , 2 0 0 9 ) . S u s poe ma s h an ap a r ec i do e n d iv e r s a s pu b l ic a c ion e s l it er a r i a s . R ec i b ió a c c és it y mención de honor en el I Concurso de Relatos C o n vo ca do s p o r la R ev i s t a L it e rar i a “Ka tha rsis” y finalista del II Concurso de M ic ro rr e l at o s pa ra a bo g ad os .
RESURECCIÓN Generalmente comienzo mis cartas señalando la fecha; sin embargo, en esta ocasión, y contrario a mis propias normas, lo obviaré porque resulta un dato intrascendente. Hace mucho que no hay días, meses u horas que valgan la pena, por lo tanto, perdí el sentido del tiempo. No iniciaré la misiva con el tradicional “Querida, estimada, amada…” porque tampoco eres algo de eso, mejor dicho: no eres nada. Y no, no hablo así porque esté dejándome llevar por el rencor pues ni siquiera eso me queda. No me queda nada, no hay dignidad, fe, esperanza o cariño posible en ningún rincón del alma, ni del corazón, ni dentro de las cuatro paredes que han atestiguado estos 19 años de tortura continua desde el primer hasta el último día, que es hoy. Sí, te dejo. Me marcho a cualquier parte. No tengo dinero, ni planes formulados, ni destino establecido. Simplemente abriré la puerta y caminaré hasta donde mis pies me lleven. Porque en todo este tiempo, traté inútilmente de cambiarlo todo, de hacerte entender, pero contigo, nada tenía sentido jamás. De tu boca no salieron las palabras tan esperadas a pesar de que nunca te dijo un te quiero ni mencionó un perdón. Sólo gritos, ofensas e injurias. Mientras el cuerpo anhelaba caricias recibía golpes y maltratos. Nunca dormí tan sola como lo hice a lo largo de todos estos años en que llorar por los rincones era el único consuelo posible. Además, aún queda lo otro. Es algo que hay que enfrentar de una buena vez. Él entraba como una maldición a casa, lo sabes bien, para someter con la violencia acostumbrada y profanar el cuerpo de manera grotesca… sus amigos espiaban del otro lado de la puerta satisfaciendo 16
sus deseos mezquinos y animales, haciendo que el abuso se transformara en una violación masiva. Porque si bien es cierto que nunca participaron y permanecieron cobardemente ocultos entre las sombras, la lascivia de su mirada sobre el cuerpo desnudo y lacerado dolía más que la saña del que un día juró amor y protección por siempre. ¿Qué me hizo entonces tomar esta decisión precisamente hoy y no hace 19 años, o cinco meses, o dos días antes? No sabría contestarte. Simplemente, me desperté y miré en el espejo el reflejo de las manos marchitas y viejas, el rostro ajado y sombrío, el cuerpo deforme por los kilos de angustia acumulados en este tiempo. Me sentí como un cadáver a la intemperie, maloliente y putrefacto, sin alma, sin identidad, sin nada. Me di cuenta entonces que todo lo que tengo soy yo misma, y no quiero tenerme así, no me reconozco. Tampoco es mi idea seguir llorando eternamente. Ya no soy esa niña tonta y enamorada que lo dejó todo creyendo estúpidamente que mi gran amor lograría transformarlo, ni siquiera soy ya una mujer hermosa. Soy un pobre desecho, pero aún tengo dos manos útiles, dos piernas fuertes y una vida fuera de esta cárcel en donde aún quedará algo de aire puro, un espacio verde y rebosante en el que pueda correr libremente y un refugio en donde no reine el dolor y la desesperación. Esta carta es una carta de despedida. Pero no es para él, es para ti, es decir, para mí. Estoy alejándome de la mujer débil y sumisa que soportó tantos años de esclavitud e injusticias. De esa sorda que hizo caso omiso a mi voz gritando rebeldía ante lo incomprensible. Al mismo tiempo, es también una carta de amor, un testimonio de que aunque tarde, supe encarar con valentía mi situación marchándome sin mirar atrás porque me amo y deseo rescatar lo que algún día fui. Como ves, no me tiembla la mano al escribir, las letras han sido plasmadas con seguridad, calma y precisión. Tampoco está húmedo el papel, no hay lágrimas, al contrario: hay una sonrisa plena que me ha destensado los músculos en cuanto fue esbozada.
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Si alguna pena siento, esa sí es por ti. Por la mujer sumisa y cobarde que me acompañó en todos estos años de tortura infinita. Me llevo los moretones en el cuerpo y las cicatrices en la piel como un recuerdo de lo que no debo volver a permitir por ningún motivo aunque la soledad me castigue. Dejo las gafas oscuras, aquellas que de tanto me sirvieron cuando debía salir de casa para ocultar mi infeliz realidad en forma de derrames en los ojos y párpados morados. Quiero que todos miren el precio que pagamos los que no sabemos valorarnos y por ello somos pisoteados. Me despido pues de este infierno para siempre. Te dejo aquí con él para que no dudes si lo ves llegar un día cargado de flores rojas y e enterrado promesas falsas.
Elena Ortiz
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A n a V e ga ( O v i e do , Ast u r ia s , 1 97 7) . Es cr ito ra , c r ít ica lit era r ia . M iem b ro de la Asociación de Es critores de A s t u r i as . H a co l ab o r ad o en d i ver s a s r ev i s t a s l it er ar i as . A u t o r a d e l l i b ro “El c ua d e rn o g ri eg o ” . O btu vo e l a c c és it d e l X X V I P r em io N a c io n a l d e P o e s ía H er n á n E s quío ( 2 0 0 8 ). P o s e e v a r ia s o b r a s iné d i t a s ( d e p o es í a y relatos). Ha part icipado en recit a les y en distin t as ant o l o g ías ( l a ú lt ima , ed i t a d a p or B art e b ly , “La man era d e r ec og e rs e el p e l o: G en e rac i ón B l oggu e r”) . H a s i d o t r adu c i da al i n g l és . A c t u al men t e , o r ganiza e ve ntos c u ltu r a l es y c o o rd in a t a l le r es l it er a r io s .
LA MENTIRA
No saben. No entienden. Ellos. Los que gritan fuera, los que no escuchan. Aquéllos que se empeñan en cerrar los ojos ante la mentira.
La verdad del hombre duele demasiado.
El hombre se convierte en hombre cuando decide
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seguir sus propias normas. Ningún dios puso sus manos sobre ningún niño herido nunca. La peste de este siglo es la ceguera que todos nos imponemos cada día para salvarnos. No hay dignidad en eso. No hay dignidad en tragar saliva y seguir caminando como si nada.
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HOGAR, DULCE HOGAR Las ratas, el gato y yo, nadie más. Ellos se habían marchado a sus respectivos hogares, con sus propios animales de compañía – nada que ver con nosotros que estábamos aquí por desesperación absoluta - y con sus maridos, mujeres, novias, novios, amantes, hijos, hijos bastardos y con sus neveras repletas de comida, sus baños limpios y su cama grande con colchón de los que no dejan marca en el costado izquierdo. Y yo junto a las ratas. Ellos las atraparon en el callejón de al lado. El gato tuvo mala suerte, no suelen usar gatos para este tipo de experimentos, pero ese día, justo en ese instante, el gato perseguía a las dichosas ratas. Le lanzaron la red sobre las cajas de cartón donde el pobre intentó esconderse al verlos con sus batas blancas. Y yo junto a las ratas. El anuncio decía lo siguiente: “gane usted mil euros y ahórrese el alquiler, abstenerse mayores de treinta y cinco”. Con el sueldo de becario y el de repartidor de pizzas no me alcanzaba ni para ir al concierto de mi adorado Bruce Springsteen, concierto que sufrí en silencio fuera del estadio, empapado por la lluvia: me faltaban veinte euros para la entrada. Cuando vi el anuncio llamé enseguida. Ellos no me dijeron nada de las ratas. Tampoco de la jaula.
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Ana Vega
G em a S erra no (Có rdo ba , 1 9 81). E s t u d ia n t e d e F i l o log í a H ispán ica . A pas iona da del teatro (desde hace ocho añ os, part icipa dentro d e l p a n o r a m a t ea t r a l d e a f i c ion a dos ) y la lectura. Sus poem as y relatos h an a p a r e c id o e n d iv e r s a s pu b l ic a c i o n es .
LA ROSA Entre los recuerdos de mi infancia hay un jardín en primavera. Yo estoy asomada de puntillas en la ventana de la cocina observando durante horas las rosas, esos alegres seres que nos endulzan los sentidos, que allí había. Eran de todos los colores y tamaños, cada una con su propia fragancia, con su propia virtud. Una de esas mañanas pude ver, casi por casualidad, que había nacido una hermosa rosa roja, la más joven y bella de todas. A medida que pasaban los días pude comprobar su coquetería tornando sus aterciopelados pétalos hacia el suave sol. Sabía que yo la observaba, escondida para no asustarla, y ella se mostraba aún más espléndida. Cómo admiraba su frescura, su descaro, su placidez. Había estado esperando un año entero y, por fin, llegaba el momento de mostrar sus más íntimos encantos. Éramos felices dedicándonos un fugaz saludo matutino. Al finalizar cada primavera nos despedíamos sabiendo que aquél era un viaje con retorno. Esa rosa generosa siempre
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me regalaba su recuerdo y yo, una de mis lágrimas. Es cierto que ella volvía, volvía y volvía tan hermosa como siempre. Yo esperaba su regreso como el de una fiel amiga, mi compañera. Hasta que una de esas mañanas, cuando salí a saludarla, vi horrorizada que no estaba. Seguro que se trataba de un mal sueño. Un horrible escalofrío recorrió cada rincón de mi cuerpo, salí corriendo a buscarla y descubrí que un niño cualquiera me la había arrebatado (para colocarla en su estúpida Cruz de Mayo). Nunca más volvió. Aún hoy recuerdo aquella extraña complicidad. Aún hoy le sigo regalando una de mis lágrimas.
Aún
hoy,
veinte
años
más
tarde,
no
he
conseguido encontrar una compañera igual.
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Gema Serrano
To m á s Ill escas Ferrez u e lo (C ó rdo b a). P ert en ec e a la G en era c ión X co rdo b es a. Com pa rt e a fic ion es t an dis pa r es y p o co comun es com o la p oes ía y la m ico logía . A c t u a lm en t e r es id e e n la pr o v in c i a d e S e v i l la . C om o m i em br o d e l a As oc i a c ión C u ltu r a l Soñ an do Cam in os h a pa rt i c i pa do e n r e c it a l es d e p o es ía, p or cuy a l a bo r d i v u lg a do r a h a s i d o r e c i ent em en t e p r e m i a d a. A lgunos de sus p oema s a p ar ecen en w ebs .
FERIA DEL LIBRO Esta tarde hemos ido a la Feria del Libro. Hemos ido girando varias veces alrededor del circo romano de La Victoria, buscando aparcamiento (conoces mi torpeza en estos casos), hasta que me has soltado que he arruinado tu vida y has bajado del coche. Y me he puesto a mirar las novedades, como ignorando que estabas allí, y me he puesto a girar en el recinto buscando, vanamente, un libro que ofreciera algo nuevo a mi vida, mientras Gala firmaba en un stand. Me ha desasosegado encontrarme con una antigua profesora de instituto, y comprobar cómo ella sigue igual
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de juvenil, y yo, en cambio, muchos años más viejo. Después, ya reencontrados mas no reconciliados, hemos ido a tomar una copa a un viejo bar donde íbamos de novios, ignorando los versos de Sabina sobre la conveniencia de nunca volver a un escenario de felicidad. Hemos terminado girando lentamente en torno a Las Tendillas sin historia de amor entre los dos, como dos vagabundos que están juntos solamente para protegerse, y hemos vuelto a casa con nuevos libros pero menos libres.
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Tomás Illescas
E m ilio Arjo na Crespo (Có rdoba , 19 71) . Estudiante de Derecho de la Une d ; act u a l m en t e t ra b a ja c omo funcionario de la Universidad de Córdoba. Autor de la novela “La pu e rt a ha cia el t i e mp o Per did o ” ( A l d ev a r a , M a dr i d , 2 0 0 9 ) . H a s i do f in a l is t a e n e l c e rtam en de r e la to c onv oca d o por el laboratorio Wyett (2009). Ha cola bo rado en diversas r e v is t a s (Có r do ba , la r e v is t a v e c in a l d e la b a r r i a d a d e F á t im a , e t c ). S u s p o ema s a pa r e cen en lo s l ib ro s “P oetas 20 08 ” ( e d it a do p o r la A s o c i a c ió n A i r e s d e Có r do ba ) , “Tintas pa ra la vida II” (2010), así como en distint as Webs. Est á a pu n t o d e e d it a r s u p r ime r po em a r io , “La es tac i ón d e la e sp e ranza ”. H a s id o par t ic i p a n t e d e Cos m o po ét i c a 2 0 0 8 .
VERDAD
He de nacer en mis deseos, desprovista de amuletos que desvirguen el vértigo que produce la secular semilla del polvo original. Sangraré cien soles cada día, y convertiré cada caño de esperanza en una fuente de deseos y mentiras en la que saciar la sed de los desesperados. Anidaré, tétrica y lasciva entre gárgolas de plomo, sobre las que el viento tumbe su mitra de plagio antiguo revestida de ambigüedad. Soñaré cada beso de mis manos, en el que se reflejen mis ojos un sola vez para ser admirados por la luna ecuestre
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que habita en Andalucía. Reiré, de sangre y lodo vestido cada verbo, y en él nacerán mil árboles de estrategias consumadas en carátulas espermáticas. Lloraré en cada gota de aire el viento de venenosa factura que en los sueños se aloja, y que cada noche visita tu cabeza de púgil mutilado. Sentiré cada susurro de tu aliento, y cada lengua rozará mi recuerdo y en el túmulo de mis huesos brotaré cual venero desbocado. Partiré cada día en mil espejos, y haré de toda noche el cuévano de una maldición en la que sólo girará un ejército de inalcanzables lunas. Cumbres y abismos desprovistos de vuestro regio asombro, vosotros que aposentáis los recuerdos sobre cada piedra, haced un nido en cada casa, y en él engendrad remordimientos.
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Habré de lanzar cada mañana un sinfín de raudas saetas que clavarán las carnes trágicas y atravesarán corazones e ilusiones, porque yo soy la verdad, desprovista de mi cuerpo etéreo, y en mí nada vive para nunca, excepto la propia mentira de esta certeza precoz.
Emilio Arjona Crespo
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S i lv i a L oust au ( M a r d e P l at a , A r g e n t ina ) . E s cr it or a , p o et a , t rad u c t o ra . H a g a n a d o d i v e r s o s pre m io s po r su s po em as y cu ent os . Ha pu blica do “Manda la ”, “El metab olismo de la lágrima ” y “Esp ej o d e los día s ”. H a a p a r e c id o e n d is t int a s a n t o l o g í a s l i te ra r i as y h a es cr ito d i vers os e n s ayo s. Sus po em as h an s i do t r a du c idos a l c at a l án , r u m an o y s a rdo . Col a bo r a en r e v is t as literarias, n acionales e int ernacionales, así como en d i st in t os s it io s W eb s . C o rr e sp on sa l y m iem br o de la S ec r et ar ia de R eda cc ión de la Revista Anual Art esan ías L it era r ia s (Is ra el). M iem br o de Po et as del Mun do . Su ú lt im o po em ar io es “D e Mar y Mad res”.
107 se descubrieron en el Pozo de Arana 10.000 trozos de huesos calcinados. la pared herida no alberga ni raíz ni llanto. sólo bocas moldeadas en silencio sólo manos dejando escapar el último recuerdo. heridas de tinta turbulenta un río esperando. tierra ávida. diez mil caracolas hay no. diez mil trocitos de marfil hay no. diez mil desgarros en la niebla diez mil huesecitos luminosos afligidos desolados. diez mil hijitos compañeritos encontrados murmuran en la luz.
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XXV blanca cigüeña atraviesa la niebla de la noche. tacos de charol pisan la oscuridad del puerto. un marinero se sostiene en el perfume del alcohol mientras mata la lejanía. tras las ventanas encendidas sombras ovilladas suspiran el último ardor.
Silvia Loustau
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P a t x i I r u rzu n ( P a mp lo na , 19 69). Autor de los libros: “Cuentos de color g r is”, “C uent os sa nfermineros ”, “La p olla más g rand e de l m und o”, “A ju st e d e c u en t os ” (relat os y cu ento s ); “Od i o enamorad o”, “Cuestión d e S up e rv i ve nc ia ”, “C i udad R et r et e ” ( n o v e la s ). H a p art i c i pa d o en d i ver sa s ant o lo g í as (“G o lp es , F i cc i on e s d e la R ea l idad Soc ia l ”, “T r ip ula nt e s ”, e t c ), h a c o o r d in a do a l g u n a s (c o m o “Ha nk O v er \ Resaca ”) y también ha cola bo rado en diferentes medios (“El Pa ís”, “ADN”, “Vina l ia Trippers”, “Fáb ula ”, et c ). Ha o bt en ido d iv e rso s prem ios literarios.
ANGELES EN EL INFIERNO A aquella mujer no le gustaban los hospitales. A nadie le gustan los hospitales. La vida y la muerte se agarran en ellos por las solapas y a menudo todos miramos para otro lado, como si fuera una pelea entre desconocidos. En cierto modo lo es: sabemos tan poco sobre nosotros mismos, somos tan incapaces de responder a preguntas tan elementales (¿quiénes somos, a dónde vamos?) que las clases de filosofía
deberían
impartirse
en
un
hospital,
alrededor
de
un
quirófano o un paritorio. - Quizás la vida sólo sea una escupidera debajo de la cama, una bolsa de orina turbia al final de una sonda, el aliento de un dios con las muelas picadas - pensó la mujer, quien no es que fuera una escritora existencialista, ni tampoco que tocara en un grupo grunge: aquella mujer, simplemente, la estaba palmando. Daba igual que sus amigos y familiares rodearan su cama,
sonrieran o hablaran como
si no vieran toda aquella enredadera de goteros convertida en una prolongación de sus arterias. La mujer lo sabía: lo veía al fondo de los ojos de su hija, limpios y temblorosos, como dos agónicos moscardones removiendo con sus patas peludas sendos cuencos de agua cristalina; aquellos ojos que le miraban sin comprender qué hacía tendida en una cama, en lugar de persiguiéndole por el pasillo
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de casa, haciéndole cosquillas una vez que la atrapaba, llevándole a borriquito a la cama... Ella lo sabía: la estaba palmando. - Lucky man, lucky man, lucky man...- entonó alegremente, sin embargo. Aquella canción, la preferida de su marido, era una contraseña entre ellas dos. Deseaba que la carita de la niña se iluminara como un sol que le alumbrara por dentro y reflejara en el lado oscuro de su corazón el vivo retrato de su padre, el chico más extraño de todo el manicomio. Incluso su belleza era extraña, tan perfecta que parecía irreal, de otro planeta. La niña, por el contrario, había heredado junto con aquella belleza de su padre todas las imperfecciones de la madre, sus cejas espesas, sus dientes amontonados, y todo ello particularizaba aquella belleza, la hacía más real que la de su padre, un ángel reducido a cenizas. Durante varias semanas, en el comedor del manicomio, enredó su mirada con la de aquel hombre, hasta hacer de ella algo necesario, la única manera de olvidar todo, aquellas salas en las que dejaban encerrados y sentados sobre su propia mierda a algunos internos, o el olor del yodo cuando les ataban con las correas y les frotaban muñecas y tobillos... Necesitaba los ojazos grandes y negros como sartenes de aquel ángel, pasaba noches enteras en blanco dejando que le frieran despacito el corazón, imaginando que se posaba sobre su cama, que se besaban y hacían el amor. Allá en el psiquiátrico una se sentía tan sola, tan olvidada que cuando alguien le prestaba atención era como si se rompiera por dentro una presa en mitad del 32
pecho y la riada arramblara con todo. Y un día él también la necesitó. Se amaron con desesperación. Como si estuvieran locos. Después a él los electrochoques lo redujeron a aquel remolino de semillas y cenizas dentro de su vientre: aquella niña que ahora le miraba con sus ojos limpios y temblorosos, aquellos ojos que no sabían mirar para otro lado cuando la vida y la muerte se agarraban de las solapas; aquellos dos ojos como moscardones que, a pesar de todo, la niña sabía como espantar. - Lucky man for you- canturreó ella también, y aunque aquello bastó para alumbrar el corazón sombrío y moribundo de la mujer, sintió también un escalofrío, porque aquella luz era la misma que le iluminara sus noches blancas en el manicomio, la luz de otro ángel, y ella sabía que los ángeles no pueden vivir en este infierno, que el mundo nunca les perdonará que tengan alas.
Patxi Irurzun
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L u i s S ev i l la ( M a d r i d) . P o et a , n a r ra do r , fot ó gr af o , c r ít i co , m is án t ro po . H a ap ar e c ido en d iver sa s an to lo gías .
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Hasta ahora No ha habido nada: sólo la ciudad, Las carreteras, los cambiantes semáforos, Las putas del polígono, las fotografías Cayendo cataratas, Un par de cigarrillos de liar Con las mesas de arena y dunas, Unas cervezas Rancias como una boca de lija, Y un vacío que ni tú Podrías comprender. 34
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No puedo evitarlo, Llegar a casa y abrir una cerveza Por mucho que dije que no bebería más Y que dejaría de leer poesía obscena y todo lo que me haga reír aunque los puristas y melancólicos de lo que nunca serán no lo llamen arte. Supongo que soy como los demás: Me paso el día fingiendo que soy normal, Ya sabes, un trabajo que no me gusta, Conversaciones que no me interesan ni aunque se desnudara y me hiciera una mamada, Sonreír tratando de no herir a los bienpensantes Que también son bienhallados, Y cuando me quito las botas y la camisa Me transformo en tantos que hacen coloquios y copulan entre ellos. Es increíble lo que hace una cerveza En la cabeza de un hombre encantadoramente intolerable: Debería echar raíces, mujer, hijos, ir al fútbol los domingos, Pagar religiosamente todos los meses todas las cuotas, Y perderme los insultos cuando toco pianos que pocos saben tocar, Escupirle a la cara a una mujer Porque estoy tan borracho que no sé como decirle que no la soporto, De hecho, estoy tan borracho que no puedo ni hablar: por eso la escupo, Una señal de protesta. Me perdería las noches en vela, buscándote a tientas O tratando de olvidarte, o masturbándome buscando en la oscuridad tu pelo 35
Como una fragancia secreta. Evitaría los exabruptos y sería de un partido político con la misma idiotez con que se es de un equipo de fútbol, Porque importaría poco lo que dicen, Sólo importa que sería el único que tuviera razón aunque siguiera sin saber qué razón es la que llevo. No me crecerían las orejas como a Rhett Butler Ni jugaría al póquer con el diablo aunque fuera del maldito sur. Es más que posible que me quede sin nada, Que incluso pierda mi ventana con el mundo, Sin una sola moneda con la que echarle mano a una cerveza donde la den más barata. Pero no puedo evitarlo Aunque digas que tengo un problema y que debería ir a un especialista, Porque lo más probable es que yo sepa más de la oscuridad Que ese especialista, Y si fuera una mujer trataría de seducirla y llevarla a la cama Advirtiéndola que la primera noche me pongo nervioso, me corro pronto, soy un desastre. Pero tengo manos, y sirven para algo más que escribir o mecanografiar albaranes. Me lo perdería todo, Los desvelos y el insomnio, Todo lo que me prestan, todo lo que pierdo por el camino, Cuántos me quieren y cuántos me envidian, Porque la envidia es la verdadera cara de los que detestan. No vería Los libros que acaban devorados en un contenedor, 36
Y tu boca O tu otra boca, Tu nombre Y tu otro nombre, Los pendientes que te dejas, El cepillo de dientes que abandonas como si eso fuera a traerte de vuelta mañana, Los olores que dejas en las sábanas, Los días que no regresas, que no te llamo, que no protestas, que te reclamo, que me olvidas. No puedo evitar saber que me perdería Leer un poema en el retrete Y languidecer, Incluso vivir como un cobarde Mientras espero a que regreses de un lugar en el que nunca hemos estado.
Luis Sevilla
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L ic enc ia do en Comun ica c ión Au dio v isua l, a ctua lmen t e t r a b a ja en e l m e d i o t e le v is i v o , t a m bi é n c o m o i l u s t r a d o r y d i s eñ a dor f r e e la n c e. H a a pa r ec i d o en l as a n t o l og í as “Ma ñana L u m in osa ” (Centro de Estudios Poét icos), “ C u en t o s S e l e c t o s V o lu m en V I ” (Edito r ia l Jam a is ) y “ E l t a ma ñ o d e l t i e mp o ” (An roart Ed icion es). Obtu vo un accésit en el V Certamen de L iteratu ra A en i gma. H a part icip ado, con su s ilustraciones y t extos, en diversas revistas. En el 2 0 0 9 p u b l i có e l p o ema r io “Fieb res Galantes” ( S h ib o l et h ) . En b r e v e, pub l i c a r á en G ro en lan dia su próx im o po ema rio , “Ma t eria Os cu ra ”.
LA CARTA CONCRETA
Te quiero concreta, no lo dudes mientras no estés aquí y estés en todos los momentos, no en el espacio sino en el tiempo, pues de esperanza y de recuerdo me alimento, cuando antes me alimentaba al abrazar tu cuerpo y tus ojos castaños. Pero puedes también acusarme de vampirismo, de succionar tus ilusiones. Aún las tengo aquí, esperando que las recojas, y, por otra parte, mecanografiándotelas en una carta certificada escrita en el aire porque no sé si quieres recibirla en papel.
Te quiero concreta, como volver a encontrarte a la vuelta de la esquina. Sí, ya lo sé, te ruborizas; sé que hay muchos sueños por aquí,
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sé que puedes estar besándote con hombres que a mí me gustaría ser, o que podrías estarme marcando el alma si dejas arrastrar tu esperanza deambulando por un laberinto minoico de alcohol. No bebas ese azufre de tedio si es para estropear tu cara y olvidarte de cómo se sonríe. Ni todos los años que tengas conseguirán eso, así que prefiero que lo llores, ojalá fuera junto a mí, abrazados desnudos y sin conciencia en la cama de cualquier habitación del mundo
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José Ángel Conde
A n a P a t r ic i a M oy a ( Có r d ob a , 1 9 82) . P lu r iempleada. Licenciada en Hum a n id a d es . M a s t e r en T ex t o s , Docu mentación e Intervención Cu ltu ral (espec ialidad Edición ). H a public ado “Bocad itos d e Rea l idad ” (primera edición , del 2008, la segun da, para el 2010 ) . Su s t ex t o s h an ap a r ec i do en d iv er sa s r e v ist as literaria s, digitales e impr esas, de Espa ña e H i s p an o amé r ic a. En b r e v e pu b lic ará su prim er libro de relatos, “Cuentos de la Ca rne”. Sus po em as han sido t ra du c ido s a l inglés , cat a lán , ita liano , a lem án , fr an c és y p o r t u gu é s . T i e n e s u e s pa c io en l a s A f in i da d es N a r r a t ivas y Elec tivas. En breve, sus relatos y poem as a p a r e c e r á n en d i s t int a s a n t o lo g ía s y p la qu et t es .
LOS RETALES DE MIS ALAS Quiero ser libre, enclaustrar mi ser entre cuatro paredes y escribir hasta que se me partan los dedos, enjaular mi corazón en una historia verdadera, sumergirme en las melodías de mis discos sin preocuparme por la responsabilidad de mañana, tener la maleta descosida por mil destinos, buscar consuelo en tus hombros en esos infernales días de lágrimas y furia, golpear las dos mejillas sin sentir culpabilidad, recordar los intensos aromas de la soledad - a pavimento mojado, a fruta roja -, gritar a pleno pulmón que ya no hay secretos, que, en mis manos, respuestas, sólo respuestas… Pero yo sólo soy libre para t r a b a j a r , t r a b a j a r , t r a b a j a r
y
trabajar.
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PASEO Te espero en el portal de casa, mientras me enciendo un cigarrillo y dejo la bolsa con tu regalo en la acera sucia de hojas secas, envoltorios de bocadillos y bollería industrial, botellas rotas y condones aplastados. Se nota que la fiesta de adolescentes del instituto se ha vuelto a trasladar al barrio todas las noches de sábado. Te avisto, a lo lejos, al final de la calle, caminando apresurada. Miro el reloj: eres puntual, como siempre. Cuando te acercas a mi lado, te disculpas, jadeando, yo te tranquilizo pues has llegado a la hora convenida. Te acerco tu caja de tabaco que te habías dejado en el escritorio de mi cuarto, te coloco bien al cuello la bufanda que también olvidaste en casa (hace mucho frío) y rebusco en el fondo de la bolsa de plástico del Mercadona un pequeño paquete envuelto en papel de regalo. Te lo acerco. Tú lo abres: el último libro del autor que te encanta. Lo vi en una tienda y no me pude resistir. Decides, por la ofrenda, invitarme a comer, yo sonrío y acepto, imponiendo la condición de que el lugar escogido fuese barato porque no quiero que malgastes tu dinero. Tú aseveras y así nos disponemos a emprender el paseo hacía la Avenida Principal, porque está cerca y no podemos recogernos tarde ya que toca, por desgracia, madrugar. Transcurren cinco minutos y siento como acercas tu mano a la mía; yo, que noto como, por un lado, cada célula de mi cuerpo se revoluciona con el ligero roce y, por otro, como me invade un temor irracional e instintivo, la aparto. No vuelves a insistir hasta que estamos a punto de cruzar el parque – no puedes evitar embobarte con los perros que juguetean en el césped y con los críos torpes que se caen del columpio y el tobogán – y otra vez, tus deditos que se me arriman sigilosos a los míos que, nada
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más percatarse de su cercanía, se retiran al instante. Con la mosca detrás de la oreja, te paras. Te colocas frente a mí, con el ceño fruncido, el gesto serio. Yo suspiro: vamos a discutir. Yo odio los enfrentamientos verbales, pero me resigno, somos seres adultos y las cosas se resuelven así, discutiendo. Agacho la cabeza y te escucho. No. No tengo ningún problema. Ninguno. Te lo digo en serio. Mis sentimientos son firmes. Ya me conoces: a pesar de la mala fama de mi condición, no soy una ridícula e inmadura abeja picaflores. Eres la única persona de mi vida. Sí, Sí. Por supuesto. Perdona. Lo siento. De corazón. Estoy segura de ti. Muy segura. No. Tus manos no me dan asco, al contrario. Si fuera así, ni me dejaría acariciar. Claro que hay motivo para no dártela. Cálmate. El motivo no eres tú. Cuando llevas años dándole la mano a cobardes Peter Panes adictos a la libertad y a tristes princesas con dos máscaras a juego, cuesta trabajo, mi amor. Cuesta mucho trabajo.
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Ana Patricia Moya
Pepe Pereza 3
El psiquiatra (relato)
Roberto Ferrer
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Tecnología (poema) Horizonte de plata (poema)
Lucia Fraga 9
Streep-tease (poema)
Franco Dimerda
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La mona y la gente (relato) El quinto músico (relato)
Enrique Fuentes Guerra 14
Charlando con alguien que pasaba por ahí (poema)
Elena Ortíz 16
Resurrección (relato)
Ana Vega
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La mentira (poema)
Gema Serrano
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La rosa (relato)
Tomás Illescas
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Feria del libro (poema)
Emilio Arjona Crespo 26
Verdad (poema)
Silvia Loustau 29 30
107 (poema) XXV (poema)
Patxi Irurzun 31
Ángeles en el infierno (relato)
Luis Sevilla Dos poemas
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José Ángel Conde La carta concreta (poema)
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Ana Patricia Moya Los relates de mis alas (poema) Paseo (relato)
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SUPLEMENTO DE GROENLANDIA NÚMERO NUEVE (Septiembre \ Diciembre 2010) Diseño: Ana Patricia Moya Rodríguez Directora: Ana Patricia Moya Rodríguez Edita: Revista Groenlandia Han participado en este número: Ana Patricia Moya Rodríguez, Pepe Pereza, Patxi Irurzun, Luis Sevilla, Roberto Ferrer, Lucia Fraga, Franco Dimerda, Enrique FuentesGuerra, Elena Ortiz, Ana Vega, Gema Serrano, Tomás Illescas, Emilio Arjona, Silvia Loustau, José Ángel Conde, Felipe Solano (página 11), Amarande Guzmán (portada, contraportada, páginas 2, 6, 28, 42 y 44), Carmen Guillén (páginas 25 y 30) y Ángel Muñoz Rodríguez (páginas 8, 13, 15, 18, 21, 23, 33, 37 y 39). Todas las obras – relatos, poemas y fotografías – pertenecen a sus respectivos autores. Todos los contenidos de esta publicación, desde el número cero, están protegidos. Este suplemento \ especial se presenta junto a la revista de número correspondiente. Groenlandia expresa que, para proteger nuestra cultura, es esencial proteger las ideas originales de sus autores porque las mismas son un trabajo de imaginación y esfuerzo únicos. Groenlandia aboga por la total libertad de expresión sin censuras. Groenlandia es una publicación gratuita que no busca lucro: defiende la cultura gratuita. Todas las publicaciones son de descarga gratuita desde las distintas plataformas disponibles (página Web, ISSUU, SCRIBD).
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ISSN: 1989-7405 DEPÓSITO LEGAL: CO-686-2008
SUPLEMENTOS \ ESPECIALES DE GROENLANDIA
Cada número de Groenlandia va acompañado de un suplemento o especial (temático). En estas publicaciones
encontraréis
poemas,
relatos,
aforismos, fotografías, ilustraciones, etc, de Rafael Infantes, David González, Gustavo M. Galliano, Ana Patricia Moya, Luna Miguel, David Morán, Ana Pérez
Cañamares,
Escandar
Algeet,
Manuel
Guerrero Cabrera, Luis Sevilla, Alejandro Serna Rodríguez, Patxi Irurzun, Juan José Romero, Luna Miguel, Yamila Greco, Silvia Loustau, Javier Das, Pepe Pereza, Andrés Ramón Pérez Blanco, Adolfo Marchena,
Raúlo
Cáceres,
Ulises
Varsovia,
Amarande Guzmán, Antonio J. Rodríguez, Ángel Muñoz
Rodríguez,
Carmen
Pablo
Guillen,
Revagliatti,
Luis
Morales
Óscar
Amézaga,
de
los
Varona, María
Ríos,
Rolando
del
Carmen
Serrano, Roberto Arévalo, Jorge Santana, Luisa Fernández, Juarma
José
López,
Ángel
Conde,
Francisco
Parra,
Felipe Jesús
Solano, Suárez
Fernández, etc. Los podéis descargar en:
www.revistagroenlandia.com http://www.scribd.com/RevistaGroenlandia
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PUBLICACIONES DE GROENLANDIA Libros Poesía La reconstrucción de la memoria (Adolfo Marchena) Bocaditos de Realidad, primera edición (Ana Patricia Moya) El Gotero (Luis Amézaga) Las Aguas y las Horas (Saúl Ariza) La conspiración de la sirena (David Morán) Ya no leo tebeos de Wonderwoman (Ángel Muñoz) Transeúntes del olvido (Velpister) Cosas que nunca te diré (Eva Márquez) Te lo verso a la cara (Ada Menéndez) Autorretrato sin óleo (Pablo Morales de los Ríos)
Narrativa Putas (Pepe Pereza)
Antologías Los rincones más oscuros: antología del miedo Des-amor: antología literaria groenlandesa Un poema siempre será nada más que un poema
Próximamente: Poesía No hay prosa (Andrés Ramón Pérez y Carmen Contreras) Apología de la muñeca de Bellmer (Jorge Heras) Materia Oscura (José Ángel Conde) Escupiré sangre (Isaac Contreras) Narrativa Realidad Paralela (Ana Vega) Putas, segunda edición (Pepe Pereza) Cuentos de la Carne (Ana Patricia Moya) Antologías 46 Poetas Guerreros (antología jóvenes poetas mexicanos)
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