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El puesto perfecto
¿El orden de nacimiento afecta la personalidad de los hijos?
Las familias con varios hijos tienen una particularidad, aunque los padres sean los mismos, no a todos los hijos se les trata igual y cada uno de ellos ocupa un lugar diferente dentro de la familia. Cuando no le damos la importancia a esto, los hijos pueden sentirse insuficientes al compararse con sus hermanos, pero cuando somos intencionales, Dios utiliza estos roles familiares para moldearnos y prepararnos para cumplir su propósito en nuestras vidas.
Nacional de Estadística (Dane), hace 50 años, la mujer colombiana tenía, en promedio, siete hijos. Hoy, tiene en promedio dos y la tendencia es a tener uno solo. Ese cambio afecta también el trato hacia los hijos y el lugar que ocupan en el mundo. Hay una práctica que en muchas familias parece un chiste, que dice que los papás de varios hijos tienen un álbum completo de fotos para el primero, un par de fotos del segundo y
ningún recuerdo del tercero y los que siguen. Y no solo se está hablando de las fotos. En muchos casos, también aplica para el tiempo y la atención. Esto está directamente relacionado con la energía, el tiempo y los recursos que tienen los padres con cada hijo, pero también con lo intencionales que son con cada uno. Se necesita la guía profunda de Dios para comprender cómo afecta el orden de nacimiento a cada uno de los hijos en su personalidad.
Apoyados en la teoría del psicoterapeuta austríaco Alfred W. Adler, quien destacó que “nuestras dinámicas familiares moldean muchas de nuestras actitudes y comportamientos”, Hechos&Crónicas trae un análisis sobre cómo el orden de nacimiento puede influir significativamente en la personalidad, las relaciones con los demás, con nosotros mismos y hasta con Dios, tanto en la infancia como en la adultez. Conocernos y conocerlos, siempre nos hará mejores padres, para que los hijos no tengan que venir a sanar las heridas no resueltas de nuestra infancia.
El Primogénito: líder y responsable
El hijo mayor, generalmente, asume un rol de liderazgo y responsabilidad debido a la atención inicial de los padres y las altas expectativas que se depositan en él. Este hijo tiende a ser perfeccionista y orientado hacia el logro, características que pueden ser una bendición o una carga. En un contexto cristiano, estos hijos pueden mostrar una inclinación natural hacia roles de servicio y liderazgo, pero también pueden enfrentar desafíos como el mie do al fracaso o una autocrítica excesiva, pues para ellos se convierte en un tema complejo mantener las expectativas. Desde pequeños, los hijos mayores suelen asumir el rol de cuidadores, líderes y modelos a seguir. En la adultez, esta posición puede tra ducirse en personas organizadas y comprometidas, pero también en individuos que luchan contra el perfeccionismo y el peso de querer cumplir con todo. Es importante recordarles cons tantemente que su valor no radica en lo que hacen, sino en quiénes son en Cristo. Como dice 2 Corintios 12:9, «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad». Los hijos mayores pueden aprender a depender más de la gracia de Dios y menos de su propio esfuerzo.
El Hijo del medio: el pacificador
Ser el hijo del medio significa aprender a negociar y encontrar su lugar entre hermanos mayores y menores. Estos hijos tienden a desarrollar habilidades sociales destacadas, buscando conexiones fuera del núcleo familiar. En la adultez, esta experiencia los convierte en mediadores naturales y personas que valoran profundamente las relaciones. Aunque no sean necesariamente los más sociables, tienden a ser mediadores en todos sus entornos, debido a que su posición los moldea como personas empáticas y abiertas, cualidades que reflejan el mandamiento de amar al prójimo. Sin embargo, también pueden sentir que son "olvidados" o que deben esforzarse más para ser reconocidos. Por eso, es vital recordar que su identidad no depende de la percepción de los demás, sino de ser amados incondicionalmente por Dios. Como dice Isaías 9:15-16, Aun cuando ella lo olvidara, ¡yo no te olvidaré! Grabada te llevo en las palmas de mis manos.
El hijo menor: un espíritu libre
Los hijos menores generalmente son los más consentidos y tienden a desarrollar un espíritu extrovertido, aventurero y creativo. Se cree que, por ser los menores, encuentran a los padres con menos afanes, más tranquilos, pero también con menor capacidad de asombro y mucho más distraídos, por lo que los hijos pueden sentirse menospreciados e insuficientes por no lograr captar fácilmente la atención de sus padres, lo que los lleva a buscar atención de formas poco constructivas.
Esta ambigüedad, entre ser los consentidos de la casa y los últimos de la familia, los puede convertir en uno de dos extremos: increíblemente independientes o completamente dependientes de los demás. En la adultez, esta independencia o búsqueda de afirmación puede ser una fuente de fortalezas, pero también de desafíos.
Los hijos menores pueden destacar por su alegría, positivismo y dinamismo; sin embargo, es importante que recuerden que su valor no radica en la aprobación de los demás, sino en su identidad como hijos de Dios. Romanos 8:15 nos recuerda: Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!».
¿Qué tanto impacta el orden de nacimiento?
Según Adler, “es fundamental recordar que el impacto del orden de nacimiento no es determinante ni absoluto. Factores como la cultura, la dinámica específica de la familia y la apropiación de la identidad en Cristo, juegan un papel crucial”. Por ejemplo, una familia cimentada en principios bíblicos, puede contrarrestar actitudes negativas como el egoísmo o la rivalidad, fomentar la unidad y la empatía y construir roles positivos para cada
La Biblia nos brinda varios ejemplos sobre la complejidad en el orden de nacimiento. José y sus , Jacob y Esaú (Gépor ejemplo, reflejan tensiones familiares y la importancia de buscar el propósito divino más allá de las circunstancias, los roles y
Independientemente del lugar que ocupamos en la familia, Dios usa nuestras experiencias para formarnos y equiparnos para su obra. Todos tenemos un rol único y valioso que cumplir. Así como cada hijo en una familia tiene un lugar especial en el corazón de sus padres, también cada uno de nosotros tiene un lugar especial en el plan de Dios.