Inéditos II: Detectives de lo insólito y paranormal

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Julio María Fernández Meza (Veracruz, 1985) es escritor y académico. Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas y Maestro en Letras (Letras Latinoamericanas) por la Universidad Nacional Autónoma de México y Doctor en Literatura Hispánica por El Colegio de México. Sus principalesáreasdeinteréssonlacreaciónliterariaylainvestigaciónacadémica.

s asociar la luz con la razón y, por dura, la oscuridad se liga a todo lo que ontrario a la razón Cualquiera que la absurdidad de vincular unos con otros, llegaría quizá a las mismas conclusiones que yo Me propusieron investigar los asesinatos ocurridos en el valle de Hessdalen, Noruega, los cuales parecen estar relacionados con las luces enigmáticas que han vuelto a la región un imán para turistas y científicos por igual Como se sabe, estas luces de formas, tamaños y colores diversos se manifiestan a varios metros sobre el suelo y, por lo general, durante las noches. Knut Berg, el inspector encargado del caso, achacó a las luces los hechos dolosos, puesto que los cuerpos se encontraron cerca o debajo de los avistamientos, como si las luces marcaran las equis de un obsceno mapa del tesoro. Por supuesto, la idea no era mía sino del inspector. La menciono desde ahora, porque era una falacia absoluta y demostraré por qué.

El chofer, un tal Eriksen, con el que apenas charlé, me trasladó desde el aeropuerto de Oslo a la aldea, a poco más de cinco horas de distancia. Ya me suponía que los noruegos son de trato adusto. Bjørn Haugen, del Colegio Universitario de Østfold, mandó por mí. Iba recomendado por Eugenio Casasola, el renombrado detective y periodista mexicano. Siento que Casasola habría sido mejor que yo, tomando en cuenta que ya ha colaborado en otros casos de su especialidad, según me comentó por teléfono. Él no podía involucrarse en el asunto, porque deliberaba con los productores si continuar o no la serie televisiva basada en una de sus hazañas, la cual se estrenó en septiembre. Por fortuna, me adelantó un depósito y me convenció de incorporarme en la investigación; aseguró que sería bien remunerado y que convenía que expandiera mi currículum modesto en el extranjero, en consideración de la mala fama que tenemos los detectives nacionales, a los que nos tachan de cochinos al igual que las autoridades. Me indicó que el profesor Haugen cubriría los gastos del vuelo Menos mal dada la disparidad entre la corona noruega y el peso no es una

grosería como habría visto ne éxito a Casaso y p mano, apantállate a los güeritos”

Cuando llegué a la aldea, pasaban de las tres de la tarde Vi a la policía y las patrullas Descendí del coche La policía era dirigida por un hombre alto que luego sabría se trataba del inspector Berg La zona había sido acordonada Seguramente ahí encontraron uno de los cadáveres Me di cuenta de que estaba a unos pasos del camino pavimentado que atraviesa todo el valle de Hessdalen. Me enteré de este camino al verlo en el celular mientras volaba. Pregunté por Haugen, que al poco tiempo me reconoció.

—Señor Hernández, bienvenido—, el profesor pronunció mi apellido con hache aspirada. Casasola habla muy bien de usted y confiamos en su criterio. Ojalá no sufra jet lag. Lamento que esté lejos de casa durante las fiestas decembrinas. Pero la situación se ha desbordado y requerimos de toda persona abierta a colaborar. Con este último hallazgo, ya son cinco los cuerpos, todos de sexo masculino, nacidos y criados aquí mismo. La gente tiene miedo, porque la aldea es pequeña, no pasa de los doscientos habitantes. Todos conocían a las pobres víctimas y con justa razón nadie quiere salir de casa. Mis colegas y yo nos reunimos en el valle en noviembre pasado. Desde entonces estamos aquí. Se cumplieron veinte años desde que trabajamos juntos. Naturalmente quisimos celebrarlo como científicos que se respetan y nos dispusimos a trabajar. Hemos observado ocho luces hasta ahora, contando aquellas cinco asociadas a los fallecidos. El inspector nos puso el ojo encima, mas no sospecha como tal de nosotros. Ya nos interrogó y apoyamos la investigación policial hasta donde nos ha sido posible. Él cree que el fenómeno sentenció a esos hombres desafortunados, lo que rechazamos contundentemente.

Mario Hernández Abarca, para servirles. Descuide, ni sentí el cambio de horario y la familia ya está al tanto de mi ausencia Gajes

s Yo no sé o, nada de p g esos cinco hombres La coincidencia de género en las víctimas me recordó cuán espantosamente comunes se han vuelto los feminicidios en México y sentí un escalofrío

Me alegro Haugen continuó Le presento a los colegas: Erling Strand, cofundador del Proyecto Hessdalen y colaborador mío en la universidad, Stefano Antonelli, codirector del proyecto EMBLA, Massimo Teodorani, astrofísico del Instituto de Radioastronomía, dependencia del Consejo Nacional de Investigación de Italia, Jader Monari, tecnólogo de aquel instituto, y Matteo Leone, del Comité Italiano para el Proyecto Hessdalen.

Nos saludamos y al estrechar esas manos reparé en que tampoco sé ni una pizca de italiano. La cantidad generosa de italianos me llamó la atención.

Como mencioné, el inspector Berg el profesor prosiguió despotrica en contra de las luces. Ninguno de nosotros valida su hipótesis descabellada. Una cosa no tiene por qué vincularse con otra, aun cuando los cadáveres se hayan encontrado más o menos cerca de los avistamientos. La cuarta víctima, por ejemplo, apareció no lejos del campamento UFO, poco después de haberse reportado otra luz. ¿No le parece demasiada casualidad?

Estoy de acuerdo. Si el inspector cree eso, tiene una imaginación fértil. Casasola me platicó a grandes rasgos de los incidentes y durante el vuelo leí lo que pude sobre el valle y las luces. Aunque no consulté ninguna nota roja.

Solicitamos a la prensa no divulgar nada hasta no contar con más información. Usted bien lo sabe. El sensacionalismo no es más que un estorbo, aunque en el particular difiera de su amigo Casasola.

Tal vez los campistas han de sentirse

eufóricos, ¿no? ¿Entiende? Eu-fo-ric se me ocurrió hacer un chiste para aligerar la tensión Uno de mal gusto, debo decir Resulta que el nombre del campamento referido por el profesor Haugen está en inglés La creencia en lo paranormal es común aquí y se entiende ¿Quién no querría ganarse unas coronas fáciles al proveer al campista la oportunidad de contemplar platillos voladores y acaso hombrecitos grises? (Días más tarde, al recorrer la zona en busca de pistas, vi que la señal de vialidad del campamento ostentaba un platillo.) Cuando les conté el chiste a mis interlocutores, tardaron en comprenderlo, pese a que había notado que tenían buen inglés. Tuve que separar la palabra en sílabas, haciendo hincapié en la similitud con la palabra “UFO” que esconde. Lo entendieron hasta que hice un círculo con las manos e imité la forma del platillo.

Déjese de bromas repuso Teodorani . Como el profesor decía y me complace que concuerde, las luces no tienen nada que ver. Con todo respeto, Berg es un reverendo imbécil. No me dejará mentir, aunque usted no sea científico y se dirigió a mí . ¿Cómo pudo ese palurdo concluir semejante idiotez?

Massimo, cuida tu lenguaje interrumpió Haugen. El señor Hernández acaba de enterarse de la operación y debe estar cansado. Tantas horas de vuelo, además del recorrido en coche. ¿Le apetece un glühwein? ¿Cómo dicen ustedes? Con piquete dijo esta palabra en español . Creo que es así, ¿no? Venga con nosotros. Lo llevaremos a la cabaña donde nos hospedamos. Preparamos un cuarto para usted. Hablemos allí, porque ya hace frío.

Era una casa espaciosa y rústica, de paredes de madera. La chimenea estaba encendida. Pensé en corregir la expresión pintoresca del profesor, porque el glühwein es piquete puro a diferencia del ponche o de otras bebidas sin alcohol. Pero me contuve. Me sorprendió que la supiera en primer lugar Quizá se la dijo Eugenio No podía quejarme Era tinto

especiado, con el toque debido de dulzura, ni empalagoso ni insípido En la mesa había unos refrigerios y una jarra de café caliente Haugen preguntó qué tal estaba el vino y alcé la taza en señal de aprobación Devoré un sándwich de salmón Estaba por preguntar si en Noruega se acostumbraba una bebida tradicional alemana cuando Haugen reanudó la conversación

Como sabe, señor Hernández, los avistamientos volvieron célebre el valle De no ser por ellos, la aldea sería una comunidad agrícola sin gran cosa que ofrecer al extranjero o a cualquier citadino. Se han reportado desde principios del siglo pasado. En los ochentas causaron revuelo en el valle y sin muertes de por medio. Por lo menos no hubo decesos esos años. Nadie sabe bien a bien por qué se producen y siguen siendo una incógnita. No crea que nos cruzamos de brazos. Los hemos estudiado meticulosamente. Se establecieron dos iniciativas para observar el fenómeno, el Proyecto Hessdalen en 1984 y el Proyecto EMBLA que constó de tres misiones anuales de 2000 a 2002. El profesor Strand y yo, junto con otros colegas noruegos, nos hicimos cargo del primer programa. El siguiente fue una operación conjunta con los colegas italianos, varios de ellos aquí presentes. Les debemos mucho. Desde 1998, la Estación de Mediciones Automáticas opera de manera continua. El observatorio registra en tiempo real todo avistamiento mediante unas cámaras de lente amplio, un transpondedor de radar y un magnetómetro. Las estadísticas que se han obtenido son fidedignas. Las luces parpadean en patrones definidos. Y si bien falta bastante evidencia para concluir a ciencia cierta por qué se manifiestan las luces, tenemos por cierto que no tienen relación alguna con las muertes.

Todo eso está muy bien, pero ¿cómo las explican? pregunté.

Ni idea. Por eso está usted aquí contestó Haugen

Usted ce italianos, pero interesan en un q su país

¿Lo ves, Haugen? Debimos llamar a los norteamericanos Trabajan bien sin meter sus narices en asuntos ajenos protestó Teodorani

Massimo, el señor Hernández viene recomendado por alguien en cuyo juicio confío Nos apoyó antes ¿No lo recuerdas? Publicó un reportaje en la prensa mexicana sobre nuestros proyectos y supongo que nos dio a conocer en la nación.

—La verdad, no, y no me importa. Me disgusta que cuestione nuestra participación si somos parte vital al estudiar el fenómeno.

Yo no pongo en duda su papel y el de sus compatriotas. Tan sólo me parece curioso que están hasta acá, casi como si fuera su operación y no la de ellos.

Es que usted no es científico y no piensa como tal. Dese cuenta, Hernández, y perdonen el tono, amigos míos, pero ¿cómo es posible que, en vez de investigar este misterio, el gobierno noruego financió una pesquisa exhaustiva de tres años de duración sobre los patrones en que las ovejas cagan en el valle de Hessdalen, precisamente en el área en que acontece este fenómeno insólito? ¿No cree que es extraño y por lo demás ridículo? Tienen que estar encubriendo algo. Le sugiero que vea el video de YouTube al respecto, cuyo título recuerdo a medias. Es algo así como “El misterio de las luces de Hessdalen”. Lo filmaron unos ingleses. ¿Recuerdas, Strand? Los dos aparecemos ahí. Tú todo contento les mostraste las fotografías a unos estudiantes de astronomía irlandeses que vinieron aquí. Con gusto compartí mis indagaciones y escepticismo ante el gobierno. Esta es la sexta vez que estoy en Noruega, rodeado de mis colegas de antaño. Con decirle, Hernández, que hasta NatGeo grabó un episodio sobre las luces en una

no tienen eh? No son g b , os estamos ante una revelación El valle ofrece la oportunidad única para evaluar una anomalía de la naturaleza

¿Anomalía, Massimo? era Leone, cuya voz oí por primera vez Esta no es ninguna anomalía Los fuegos fatuos ocurren en varios lugares del mundo Y bien sabes que tus conclusiones dejan mucho que desear para mí Te acordarás de que refuto casi todo lo que afirmas en el artículo que publiqué hace años a instancias del comité al cual pertenezco. Un observador cualquiera bien podría ver los focos de un carro que va hacia él como tus dichosas luces, especialmente por el acimut que se forma entre el observador y el vehículo en movimiento. Nada más y nada menos dijo Leone. Yo ni sabía lo que era un acimut.

Para variar, no haces más que balbucear, Matteo. Siempre con tus estupideces. El fenómeno tiene inusitada importancia y es menester examinarlo. Según los espectrómetros, demostramos que las luces se producen sobre todo en dos rangos, el de muy baja frecuencia y el de muy alta, y que estas se avistan más en el invierno y durante las noches, entre las diez y la una de la madrugada. Si usted tiene suerte Teodorani me clavó los ojos , verá alguna. No haga caso a este señaló con desdén a Leone . Habla por hablar. Italiano tenía que ser y Leone no reprimió el grito.

Señores, por favor Strand procuró calmar a esos italianos airados.

Insisto en que son las luces el inspector habló en voz alta . No hay de otra. La gente de aquí es tranquila y no cometería atrocidades así. La iglesia está repleta de fieles a toda hora. El padre no se da abasto y menos mis hombres.

Creo que está en lo cierto, inspector estipulé.

¡Momento! Teodorani me recriminó Ya indicó estar en desacuerdo con el señor Berg ¿Y de repente cambia de opinión?

No exactamente

Explíquese ¿Sabe? Usted me desagrada Con sus aires de fanfarrón Haugen, ¿para qué llamaste a un mexicano, uno que, por si fuera poco, se las da de engreído?

Perdone los modales de mi colega, señor Hernández. Si se le suelta la lengua, no hay quien lo pare se excusó Strand.

—No se fije. En comparación con lo que me toca lidiar en México, no es nada. Como decía, lo que quiero decir es que los asesinatos son obra del ser humano.

¿Vino hasta acá para aducir lo que nosotros sabemos de sobra? reprochó él.

Son las luces, señores el inspector reiteró su punto de vista . Si no, ¿por qué aparecieron los cuerpos cerca? ¡Y los ojos de las víctimas! Si los hubiera visto Berg me habló clavándome la mirada.

¿Qué hay con sus ojos?

Blancos por completo. Como si hubieran visto al diablo mismo. Tremendo susto que se habrán llevado. Yo ya vi las luces aquellas y sí ponen los pelos de punta. Son diabólicas. Como si fueran el infierno en miniatura. Yo no las vi tan cerca, pero seguro se murieron de miedo esos pobres hombres. Que Dios se apiade de sus almas. Bueno, señores, han sido días agobiantes y necesito reponerme. Así que con su permiso.

Lo veremos pronto, señor inspector contesté. Berg se despidió y se retiró. Enseguida continué la conversación ¿Algo que añadir, Antonelli y Monari? Están muy callados.

Soy maestro en Ingeniería Eléctrica Monari habló primero Se veía más o menos

de mi edad Éramos los más jóvenes , ayudé al Dr Massimo a instalar varios equipos en las expediciones pasadas La mayoría de las grabaciones sobre las luces que pueden consultarse en el sitio “triple doble u hessdalen punto org ” , las tomé yo

Y yo soy el webmaster Asombroso lo que la tecnología logra en estos días En los ochentas, cuando Haugen y yo nos encargamos del proyecto Hessdalen, el portal no existía Es más, el Internet ni había llegado al valle dijo Strand

¿Y usted, Antonelli?

—Codirigí el proyecto EMBLA. Supervisé en persona las tres misiones. El colega Teodorani ya expuso nuestros resultados.

¿Qué clase de detective dice ser? Teodorani mostró de nueva cuenta su sinceridad o, mejor dicho, su distancia.

Uno escéptico, podría decirse. Y un diletante de la literatura. Estudié Letras, si bien abandoné la carrera, desencantado de lo que era. Encontré trabajo en un despacho de la Ciudad de México. Casi siempre me asignan casos de drogas o violencia de género. Así conocí a Eugenio y nos hicimos amigos. No soy periodista. El oficio no me tienta. En mi país, el periodismo es más peligroso que decaer en sicario o combatir en Medio Oriente. Si supieran los laberintos que hemos de surcar para dar con los maleantes y peor aún para consignarlos ante las autoridades. Colusiones por doquier y por lo general desde los altos mandos. En fin, señores, me considero discípulo del olvidado Jorge Vane, aquel sabueso que se ganó la vida como funcionario del Ministerio Británico y que en ocasiones resolvió misterios por correspondencia. No en vano uno de sus admiradores comparó al detectivecon el místico, habida cuenta de que el misterio atrae a ambos y que los dos tienen despiertos los sentidos. Yo no soy heredero de Vane, tan sólo un humilde adepto. A diferencia de Holmes, que descifraba el rompecabezas por una inverosímil colilla de cigarro, a mí me faltan

pistas No s enigmas en padre Brown, pero me defiendo, señores Entiendo que las referencias sean herméticas Ustedes son hombres de ciencia Más que nada, las digo para mis adentros ¿Podríamos ir a la morgue mañana?

Está retirada, porque se aloja en la ciudad Si gusta, puedo llevarlo Dudo que el inspector se ofrezca debido a su agenda apretada el profesor Haugen, muy amable, me brindó su apoyo y acepté

Una vez en la morgue, confirmé mis conjeturas: muerte por envenenamiento. Las víctimas habían fallecido por ingesta de un comprimido de cianuro. De ahí los ojos blancos a los que aludió el inspector. El ingenuo habrá columbrado que se les pusieron los ojos así por presenciar las luces maléficas. Como si los fulminara. No me sorprendió que las tachara de demoníacas. Era creyente al fin y al cabo. En cambio, los científicos tenían razón. Las luces no incidieron para nada. La autopsia ratificó el resultado parejo en las víctimas. Ahora bien, el hecho de que lo hayan ingerido no desvela si lo hicieron por voluntad propia o más bien se vieron obligadas. Me inclino a creer lo segundo. Sería un despropósito afirmar que los cinco se quitaron la vida de la misma manera, uno tras de otro y en circunstancias idénticas. Que yo sepa, los noruegos no se dejan seducir por los cultos recientes, cuyos miembros se suicidan o consuman actos de violencia extrema si el líder así lo ordena, aunque no debemos olvidar que el Unabomber influyó a aquel noruego loco que hace unos años perpetró los ataques terroristas en ese país. Por lo tanto, habría que averiguar quién se deshizo de aquellos hombres y por qué. La prioridad era aprehender al criminal y así prevenir cualquier pérdida futura.

En cierto modo, me sentí como en una película de horror de los ochentas (aunque nací en los noventas, crecí con esas referencias) con música de sintetizador al fondo. No es que desconfiara de todo individuo a mí alrededor, ni mucho menos supuse que las luces cambiaran de forma a

fin de imitar el cuerpo del vecino y que, al salirse de él, lo privaran de vida Ya la autopsia probó la causa de defunción No albergaba ideas fabulosas Pero la tensión era palpable Aun así infiero que la solución tendría que ser mundana Como con muchas cosas, soy escéptico, incluyendo los extraterrestres A pesar de que la literatura, las películas y series al respecto a veces les hagan justicia y los hagan creíbles Me cuesta admitir que hayan visitado la Tierra, porque ni siquiera sabemos sin lugar a dudas si hay vida más allá de nuestro planeta Tenía ante mis manos un caso anómalo No diría paranormal, aunque sí anómalo

Tenía en la mira a un par de sujetos: Teodorani o Antonelli No creía que trabajaran en equipo Por principio de cuentas, sus fines tendrían que compaginar Lo que veo improbable, sin importar que procedan de la misma península Demasiado ego en el primero y el mutismo del segundo me hizo fruncir el ceño, pero en especial su complexión Comprendo el cuidado de su cuerpo Lo proveyó de la fuerza para trasladar a las víctimas a distintos lados Se requiere de un físico impresionante si se pretende cargar un cuerpo a las colinas y a orillas del río congelado (donde se localizaron los tres primeros cadáveres) sin ser visto o sin levantar sospechas. No se hallaron rastros de neumático en las inmediaciones. Dos circunstancias eran claras: primero, el homicida debía ser un científico o, cuando menos, alguien con conocimientos profundos del fenómeno y, además, había de estar familiarizado con el valle. Por ello dejó los cadáveres en las zonas donde se reportaron los avistamientos. Una cortina de humo eficaz. Si la gente estaba distraída, el malhechor se podría escurrir a sus anchas. De lo que colegí, o bien podía consultar los aparatos de medición, o bien no actuaba por sí solo y su colaborador le notificaba dónde se registró la última bola de luz. Segundo, debía contar con algún contacto en una farmacéutica industrial, porque los comprimidos no se venden al público. Su uso está reservado para los militares o para investigación científica. Si maquinaban juntos, quizá Teodorani era el autor intelectual y Antonelli el sansón que ponía los cuerpos en su lugar. Sea como sea, no atinaba a responder qué los movía, qué móviles los condujeron a despachar personas.

Berg no desistía de sus corazonadas. La deducción de que los percances se conectaran con los resplandores, subrayaba su inocencia y, como dije, su imaginación desbocada. Dado que el valle es remoto y los noruegos de aquí son recogidos, me negué a avalar que los homicidios se ocasionaran a diestra y siniestra, incluso a pesar de que la aldea esté apartada de otras localidades. Es verdad que esta peculiaridad favoreció al perpetrador; sin embargo, no me pareció el factor determinante, nada más lo fomentó a moverse entre las sombras. Haugen me contó que “Hessdalen” significa el “valle del Hesja”, ya que el río bordea la aldea. Pertenece a la municipalidad de Holtålen, cuya población no supera los dos mil habitantes. Formada por dos aldeas mayores, que son Ålen y Haltdalen, Hessdalen se encuentra a unos diez kilómetros de la primera de ellas. Holtålen se sitúa en el condado Trøndelag, que está más o menos al centro de este país nórdico. Anoté todos estos nombres en la libreta. No sé pronunciarlos, aunque tal vez después me sean útiles. Nevaba con frecuencia y el suelo y los pinos se recubrieron de blanco. Rara vez vi a alguien en el camino o fuera de casa. El pueblo vacío me hizo pensar en mi terruño en México. Quizá no haya mucho por hacer en Hessdalen, pero sería un lugar idóneo y, me imagino, seguro para escribir, dedicarse al arte o vivir una vida sencilla. No portaba arma (el inspector no me proporcionó ninguna), porque no temía por mi vida. Dudo que alguno de los sospechosos (los dos me ubicaban), se atreviera a darme un susto. Como necesitaba más información sobre las víctimas, acompañaba al profesor en sus caminatas de rutina. Su ayuda fue imprescindible cuando interrogué a los pocos pueblerinos que nos permitieron entrar en sus hogares.

Uno de ellos, Helge Otterå, un campesino que rondará los cincuenta, citó al profesor en su cabaña quien me pidió ir con él. Otterå dijo haber visto a dos figuras merodear su casa y cada vez se sentía más nervioso, porque presentía que los fulgores aparecerían en cualquier momento. Yo aún no veía ninguno.

Nos contó que, años atrás, no mucho después de que se dio fe de un avistamiento, visitó a Magne, un amigo suyo. Al llegar a casa sintió deseos de explorar, pues era una noche sin viento ni nubes. Fue hasta la iglesia y se volvió. Cerca del hogar entrevió a dos seres adentrarse hacia los árboles, uno ligeramente delante del otro. Se veían como de dos metros, sus brazos y piernas eran alargados y sus cabezas ovaladas. Lo raro, así lo dijo, es que las figuras se abrumaron tanto como él en cuanto se percataron de su presencia y huyeron. No logró distinguir otros rasgos en la oscuridad. Y se perdieron en el bosque. Se quedó quieto unos minutos. Tras recobrar la calma, fue hacia allá. Descartó que hayan sido animales o personas, no había parecido. Emitió un reporte de lo sucedido. Preguntamos si las figuras por las que nos mandó a llamar ahora se asemejaban a las que vio tiempo atrás. No cabía duda de que en este caso eran hombres, aunque jamás los había visto. Intenté tranquilizar a Otterå, confiándole que aquella vez no tuvo un encuentro cercano del tercer tipo y que los sujetos que recién vio estaban bajo vigilancia. Me dio las gracias. El inspector aprobó mi solicitud de que una patrulla supervisara la cabaña del señor Otterå. Así se evitaban riesgos. Yo ya había mostrado mis hallazgos al profesor, los otros científicos noruegos y el inspector. Por razones obvias, rogué discreción ante sus camaradas italianos, a lo que consintieron de buena gana. Berg decidió darme el beneficio de la duda, aunque no se mostró muy convencido que digamos. Teodorani y los demás hacían lo suyo sin prestar atención a mis labores detectivescas. Por el contrario, se enfrascaban en su trabajo como de costumbre. Así, con el pasar de los días y luego de interrogar a otros aldeanos, me enteré de que los difuntos tenían otra cosa en común aunada al género: habían sido testigos de avistamientos y dieron declaraciones.

Deduje que ninguno de los sospechosos sería un desalmado que atentara contra la gente durante la Navidad. Y estuve en lo cierto. Ni siquiera en Año Nuevo se suscitó desgracia alguna. Esperaba sus movimientos para instar a que el inspector Berg emitiera la orden de aprehensión. Si mis sospechas eran correctas, en el siguiente avistamiento tendría que repetirse el pasado, lo que no deseaba en modo alguno, no obstante me hacía estar a las vivas a fin de actuar en el momento preciso. Pasé las dos fiestas con los científicos, cuyas caras largas se mantuvieron así en ambas ocasiones. Teodorani, por supuesto, no dejó de criticarme, quejarse de mí, maldiciéndome. Sin éxito pidió que me sacaran de la casa de huéspedes. Hasta profirió que me largara a mi país. El profesor Haugen no podía con la pena y me pidió perdón una y otra vez. Traté de hacerle plática a Antonelli, a ver si sacaba algo, aunque no conseguí nada. Siguió inmutable. Al menos hubo sendas jarras de glühwein. Bebí como vikingo. Y, ¿quién lo diría? Resultó que Haugen sí charló de antemano con Casasola y por eso supo de mi predilección por el vino caliente. Llevaba casi un mes en aquel valle silente y, pues, me emborraché. Estaba hasta la madre de no poder capturar a los cabrones, aun cuando ya los tenía bajo las manos. Y no sé si el destino intercedió por mí o tuve suerte, lo que es verdad es que aquellos idiotas no hicieron de las suyas cuando me embriagué

La cruda me duró un par de días Haugen me atendió Ahora yo me sentí apenado El inspector se enteró de que me pasé de copas y me echó en cara mi conducta Puse de pretexto que la borrachera fue premeditada Si tenía la guardia baja, los malhechores habrían de proceder Berg se enfadó e imploró que me comportara No hubo de otra más que darle la razón

Ocurrió el segundo domingo de enero Cuando el padre ofició la misa nocturna en honor de los finados Él solicitó la presencia de todos nosotros: la aldea entera estaba allí, junto con los científicos, sin importar su nacionalidad, el cuerpo policíaco, el inspector y yo El profesor Haugen y yo saludamos al señor Otterå, que estaba visiblemente tenso a pesar de los policías En teoría, el acto multitudinario y solemne tendría que acontecer sin contrariedades y eso esperaba Lo que no pude predecir es que una luz aparecería sobre la iglesia

Percibí tonos azules y blancos. No traspasaron el techo, aunque refulgieron con toda intensidad en las ventanas. Salimos. La luz sobrevolaba el templo. Parpadeaba en el patrón que indicó el profesor. El brillo me hizo taparme los ojos, aun así no aparté la mirada. Era de gran tamaño. Por un instante extendí los brazos lo más que pude, tratando de abarcarla y la luz me deslumbró. No debí distraerme. Pero era la primera vez que veía algo semejante, algo que no podría describir. Me tallé los ojos. Se armó un escándalo y la gente gritó despavorida, recluyéndose en la iglesia. El inspector no paró de bramar en contra del resplandor. Cuando abrí los ojos, veía unos puntitos que titilaban. Oí que Teodorani opuso resistencia en contra de los oficiales. No atiné a ver a Otterå. Se habrá metido con los demás. Oí que Berg mandó apresar a Antonelli. El alboroto obró a su favor, porque se dio a la fuga...

No esperaba lo que me ocurriría la siguiente mañana. El inspector se presentó con sus hombres a primera hora.

Lo siento, señor Hernández. Lo escoltaremos de inmediato al aeropuerto. Yo iré en persona en la unidad que está afuera. Aliste su equipaje. Tiene cinco minutos para salir.

¿Qué fue lo que hice?

Órdenes de arriba, señor. Déjelo así.

Apenas alcancé a despedirme de Haugen y Strand. Envié saludos a Leone y Monari, que seguían dormidos. El profesor se lamentó del trato. Prometió escribirme por correo, siquiera para compartirme su opinión.

Posdata del 15 de agosto de 2023. Antonelli continúa prófugo. No hay rastro suyo en la red. Ni siquiera en la web oscura. Ocultó sus huellas bastante bien, sin duda auxiliado por ambos gobiernos. Sospecho que la protección que gozó era la única manera para que el problema no se les saliera de las manos, considerando la escala internacional del escándalo. ¿Acaso era un espía? Todo parece corroborarlo. Así tuvo acceso a los comprimidos. Si lo era, ¿qué función cumplió en realidad en EMBLA? ¿Por qué actuó dos décadas después de las misiones originales? Más aún, ¿para qué liquidar a unas personas que no hicieron más que reportar unas formas luminosas en el cielo? Mucha gente lo ha hecho antes sin perecer. ¿Por qué ellos precisamente y por qué antes de que cerrara el año pasado? Ignoro qué será de Teodorani. A lo mejor está preso, pero tampoco hay noticias acerca de él. El profesor Haugen se niega a dar detalles, seguro por temor a las represalias. Me comenta que sus labores no cesan, ni la de sus colegas. Al parecer, las luces se manifiestan con mucha mayor frecuencia, incluso ahora en verano Por fortuna, sin consecuencias funestas Es bueno saber que los científicos recopilan más datos sobre las luces anómalas Que les saquen todo el jugo Lo que de verdad me alegra es que prevenimos que aquel campesino de mejillas sonrosadas perdiera la vida El profesor y él se volvieron amigos Otterå ya no ha visto más hombrecillos, aunque sí dos que tres esplendores que dieron de qué hablar Haugen me platica con felicidad de su reciente amigo El hecho de que sean tan distintos los hizo muy unidos

Los móviles de Antonelli y/o Teodorani siguen siendo ignotos para mí Y quizá para medio mundo Eugenio insiste en que publique el caso, aunque aún no me decido ¿Acaso los decesos sirvieron para que el fenómeno se reconozca más abiertamente en la comunidad científica y cuente con el financiamiento debido? Si esto es cierto, ¿para qué incurrir en el asesinato? No hay correlación alguna entre los hechos Esto me hace pensar que cualquiera de ellos o bien podría ser que los dos, creyó en una razón oscura que no logro comprender Si solemos atribuir a la luz propiedades positivas y benéficas, es porque nos permite ver, porque esclarece la oscuridad y la disipa Pero, ¿siempre debe ser así? ¿No podría la oscuridad

revelar la razón o la luz propiciar la sinrazón? ¿Por qué tantas expresiones de nuestra lengua se fundamentan en esta serie de contrastes entre la luz y la oscuridad? El incidente de Hessdalen me acecha por las noches y ya no por las luces. Me intrigan los tenebrosos motivos que arrebataron la vida a unos pueblerinos que no debieron abrir los ojos.

Escritora amante de los géneros de terror, fantasía y ciencia ficción, proveniente de Monterrey, Nuevo León. Ha publicado en la revista Rigor Mortis con el cuento “La sombra de la muerte”. Fue seleccionada en la convocatoria para la antología de cuentos Liminales II de la editorial Casa Futura Ediciones con un relato titulado “Mi madre la loca”. Facebook: Anna Chapa.

preguntan qué es lo que más recuerdo de m iene a mi mente. Fue el año en que cumplí trece años, el que marcó los inicios de y en el que me enfrenté a la muerte y a lo oculto por primera vez. Aún recuerdo eía su rostro, la ropa que llevaba puesta y el enorme vacío que dejó dentro de mí. ontaré lo que ocurrió, para quien quiera creerlo, para quien quiera conocer la historia de cuatro chicos marginados.

Vivíamos en una ciudad pequeña, de esas en las que todos se conocen y en las que nada está realmente lejos. Mara de cabello negro salvaje y ojos amables, Lucas con sus enormes gafas y cabello castaño despeinado, Daniel con su cuerpo alto y su sonrisa de oro y yo, una niña escuálida de cabello marrón y piel pecosa Ante cualquiera éramos unos marginados, ñoños y locos, pero entre nosotros éramos oficialmente El club de la noche

Nos gustaba investigar sobre cosas paranormales y aspirábamos a tener una agencia de detectives de lo paranormal cuando fuéramos mayores No sé si fue nuestro amor por las historias de lo inexplicable, nuestro sentido de moralidad o quizás nuestras propias personalidades las que nos orillaron a lo que pasó ese verano Ahora que lo he analizado una y otra vez me doy cuenta de que no importa si algo hubiera sido diferente, creo que hubiéramos tomado la misma decisión No éramos unos niños jugando a ser detectives, sino unos niños que en verdad querían ayudar y que querían crear un mundo mejor

Las muertes comenzaron poco antes del verano Vinieron acompañadas de unos chubascos que no cesaron por días, como un mal augurio Primero fue Diana Valdés de doce años, que había sido encontrada en su habitación sin vida y sin ninguna explicación Luego Diego Rodríguez de diez, encontrado en la orilla del bosque después de haber estado desaparecido dos días Y siguieron más, en total seis niños muertos en menos de un mes y la policía no tenía ni siquiera a un sospechoso

Lo más extraño era que varios de los niños habían jurado haber visto un pájaro negro y grande rondando en la noche, un animal que emitía un silbido extraño, días antes de sus muertes La teoría común era que había una epidemia de alguna enfermedad que hacía que los niños alucinaran antes de morir Para nosotros, las muertes debían estar relacionadas con algo paranormal La policía no quiso escuchar nuestra teoría, por supuesto, así que nos vimos obligados a investigar por nuestra cuenta

Pasaba de la medianoche, nuestros pies se hundían en el lodo y la humedad se nos metía hasta los huesos mientras caminábamos río arriba buscando respuestas con las linternas Nuestros padres creían que seguíamos en la casita del árbol en el jardín de mi casa, pero El club de la noche estaba en medio de un caso

Tienen que ser brujas dijo Daniel saltando de una roca a otra

Una neblina espesa ondeaba a nuestro alrededor Varias personas contaron qu e habían visto a un ave negra gigante por el río. No era un búho, decían, ni un murciélago, era algo más grande, más oscuro y producía un silbido enervante. Habíamos leído testimonios que declaraban que las brujas podían transformarse en aves o en lechuzas y que estas emitían un silbido como ningún otro pájaro. ¿Serían brujas las que estaban matando a los niños de nuestra comunidad? Fuera lo que fuera, estábamos decididos a averiguarlo, solo queríamos terminar con el miedo que recorría las calles de nuestra pequeña ciudad.

Contábamos con pocas pistas y quizás poco tiempo, pero eso no nos detenía, éramos unos chicos obstinados. Cada uno llevaba un amuleto de protección contra brujas y otros seres paranormales: Mara llevaba una flor de estramonio que su abuela le había ayudado a conseguir en el mercado, Daniel llevaba un crucifijo, Lucas llevaba un llavero de plata y yo unas tijeras de metal.

El sonido del río acompañaba nuestros pasos mientras la neblina se tragaba la luz que emitían las linternas.

ucas, vaho p que vamos a encontrar algo?

Bueno, podemos oírlo dijo Mara entrelazando su brazo con el mío para mantener el calor

Yo creo que no va a aparecer dijo Daniel, que seguía dando saltitos Tal vez la bruja decidió descansar hoy

Ni siquiera sabemos si es una bruja musitó Lucas.

—Pero todo indica a eso.

—Aun así, ¡necesitamos evidencia para estar seguros!

Y así continuó su discusión. Mara y yo soltamos una risita, pasándolos y siguiendo adelante. Habíamos estado caminando ya casi una hora a lo largo del río, rodeados de los susurros del bosque, cuando notamos una luz al frente. Mara y yo nos detuvimos de golpe y los otros casi chocan contra nosotros. Los cuatro entrecerramos los ojos tratando de distinguir la fuente de luz.

¿Qué es eso? murmuré.

Conforme nos fuimos acercando y la neblina se fue abriendo, vimos que provenía de la otra orilla. Era una luz mucho más grande que la de nuestras linternas, incluso hasta más grande que nosotros mismos. El sonido del agua se mezcló con el sonido de lo que parecía ser un gruñido y, cuando estuvimos lo suficientemente cerca, distinguimos que provenía de una bestia. Incluso hoy cuando pienso en aquella escena me embarga un escalofrío. Era un ave de metro y medio negra que emitía un brillo a su alrededor. Sus ojos eran dos pozos rojos tan intensos como el sol y, en lugar de pico, tenía una hilera de largos y filosos dientes que se encontraban pegados al cuello de una niña y, de su cuello, manaba un hilillo de sangre que goteaba en el agua oscura Al verla bien me di cuenta de que

era Cynthia Cardoza, una niña que vivía a dos calles de mi casa Aún llevaba su pijama de gatitos puesta

Ninguno se movió, pero pareció como si la criatura nos hubiera sentido porque con un movimiento acelerado posó sus ojos de serpiente en nosotros Dejó caer el cuerpo de Cynthia al agua con un chapoteo y comenzó a arrastrarse hacia nosotros Cruzó el agua como si flotara, la neblina bailando a su alrededor Los cuatro tropezamos hacia atrás, incapaces de coordinar nuestros movimientos

Un silbido agudo y ensordecedor estalló en el aire y tuvimos que taparnos los oídos, aunque parecía que provenía desde dentro de nuestra propia cabeza. Lucas resbaló con el barro y el ave se puso encima de él, lanzando un vaho gris a su cara. En ese instante Mara alzó el estramonio en alto, pero eso no hizo efecto alguno en la criatura porque sus dientes seguían acercándose al cuello de nuestro amigo.

Al moverme sentí algo duro en mi bolsa. Las tijeras. Las saqué y estiré el brazo, como había hecho Mara, más asustada por su cercanía a Lucas que por su presencia en sí. El ave soltó un siseo cargado de horror y retrocedió. Di unos pasos al frente, interponiéndome entre ella y Lucas, manteniendo firme el amuleto frente a nosotros hasta que el ave batió sus negras alas y desapareció entre la neblina. Unos segundos pasaron en los que nuestra respiración agitada era todo lo que se escuchaba. Entonces Mara corrió al lado de Cynthia, pero era tarde.

La policía encontró el cuerpo de Cynthia en donde lo habíamos dejado. Nuestros padres fueron llamados a la estación y nosotros prestamos declaración. El jefe de policía atribuyó al miedo colectivo y a nuestra imaginación lo que habíamos presenciado. Estábamos conmocionados por encontrar el cuerpo de Cynthia, eso era todo. Lo que sacamos de esa noche fue un buen regaño por haber estado vagando solos por la noche. Aunque eso no nos importó porque habíamos sacado algo más importante. Habíamos visto a la criatura que estaba matando a los niños

Al día siguiente, reunidos en el cuarto de Lucas, con la lluvia corriendo por su ventana como una cortina que nos separaba del mundo exterior, nos sentamos a analizar lo que había pasado

No lo entiendo sentenció Lucas, acomodándose las gafas Tiene las características de una bruja, pero le sorbió la sangre a Cynthia y supongo que a los demás chicos también

Como un vampiro dijo Daniel, moviendo la pierna de arriba a abajo.

Tuve que darle un golpe para que se apaciguara.

—¡Me estás poniendo nerviosa!

Lo siento.

¿No notaron algo extraño en ese silbido? dijo Mara abrazándose a sí misma . No lo sintieron como… ¿dentro de su cabeza?

Los cuatro nos miramos y asentimos, dejando que el sonido de la lluvia inundara la habitación.

Nunca había escuchado de una criatura así dije, estaba sentada al lado de Mara en la cama.

¿Y si es un mutante entre una bruja y un vampiro? dijo Daniel irguiéndose en la silla.

¿Cómo va a ser un mutante? masculló Lucas.

Bueno, puede pasar.

¿No te basta con un monstruo normal? dijo Mara sonriendo.

¡Vamos, concéntrense! exclamó Lucas, cerrando el libro que tenía en las manos . ¿Qué más recuerdan de la criatura?

Nos quedamos pensando Cada vez que cerraba los ojos, aquella imagen envuelta en

niebla acelera

No era un ave normal murmuré sin abrir los ojos , parecía semi-humana, ¿o lo imaginé?

Yo no me acuerdo, solo recuerdo sus dientes manchados de sangre dijo Daniel estremeciéndose

No, yo también lo noté dijo Mara De repente me pareció ver rasgos de una persona, pensé que lo había imaginado porque pasó tan rápido, pero si tu también lo viste…

—Hay que investigar más —musitó Lucas muy serio y eso zanjó la sesión.

Eso significaba una excursión segura a la biblioteca, porque era ahí a donde íbamos cuando necesitábamos respuestas. El bibliotecario ya nos conocía y nos saludó al vernos. Nos entregó los últimos volúmenes de las revistas de ciencia ficción y de lo paranormal que habían llegado.

La biblioteca era un establecimiento pequeño, no tenía todas las novedades de libros y tenía un olorcillo a humedad, pero para nosotros era un lugar seguro. Nos acomodamos en una mesita mientras buscábamos entre los libros de leyendas regionales, en un libro sobre análisis de criaturas en la literatura y en los artículos de las revistas de lo paranormal.

Estuvimos sentados en esas sillas plegables hasta que nos dolió el trasero y leímos tantas hojas amarillentas que empezamos a ver borroso. Se estaba haciendo de noche, así que tuvimos que parar. Nos fuimos a casa en nuestras bicicletas, cansados y rendidos. En el cielo las estrellas nos acompañaban, había dejado de llover y el panorama se veía claro. Esa noche, cuando me fui a acostar, temía que al despertar apareciera otro nombre en las noticias, otra vida perdida. En sueños vi esos ojos rojos brillando hacia mí, taladrando en mi cabeza hasta que el dolor fue insoportable, mientras que los dientes afilados penetraban la piel de mis amigos

vil y p q que sentía en la cabeza

Por la mañana un rayo cálido de sol que entraba por mi ventana espantó las pesadillas que me habían aprisionado toda la noche Cuando el club se reunió ese día, estábamos aliviados porque no se había producido ninguna muerte Sabíamos que la cosa no mataba cada noche, pero aún no encontrábamos su patrón de caza y eso nos ponía nerviosos

Así que pedaleamos con ansia hasta las afueras de la ciudad, hacia la granja de don José, el viejo alfarero. Era un hombre viejísimo que había vivido de todo y que conocía mucho de leyendas y de monstruos. Lo íbamos a visitar seguido porque siempre nos recibía con historias interesantes y una sonrisa amable. Vivía con su esposa y ambos llevaban trabajando en la alfarería al menos cuarenta años.

Nos recibió con unos abrazos y unas tazas calientes de champurrado que había hecho su señora y nos invitó a sentarnos en su humilde salita frente a un fogón, donde le contamos lo que había pasado.

Me suena a las historias que te contaba Paco dijo su esposa.

Sí respondió él, pensativo . Cuando viví un tiempo en la Ciudad de México, un compañero que venía de Tlaxco me contó historias que circulaban por su pueblo y que seguían causando miedo a sus habitantes porque estas criaturas se alimentaban de la sangre de los infantes. Les decían las Tlahuelpuchis.

¿Tlaupeluchis? dijo Daniel.

Tla-huel-puchis. Se dice que son mujeres que tienen la capacidad de transformarse en animales. Y cuando lo hacen, emiten un brillo fantasmal. Estas mujeres de lo único de lo que se alimentan es de sangre, en especial de niños. En las historias que me contaba mi amigo, me decía que en su pueblo la gente dejaba objetos de metal

s porque se cree que las propiedades que tiene el metal son dañinas para los espíritus de la noche; también dejaban espejos en la puerta porque estas mujeres no soportan ver su propio reflejo Hasta donde se sabe las Tlahuelpuchis solo pueden ser mujeres

Miré a los demás, recordando cómo las tijeras habían ahuyentado a la criatura

Pero, ¿qué son en sí? preguntó Lucas, inclinándose hacia adelante en su asiento

Algunos dicen que son una especie de nahuales, otros que son brujas, la verdad nadie lo sabe. Porque además, decían que estas criaturas podían convertirse en niebla e hipnotizar a los padres para hacer su sueño más profundo y así poder alimentarse de los pequeños.

¿Entonces siempre tenían que estar cuidando a los niños? preguntó Mara horrorizada.

No, las Tlahuelpuchis solo aparecen de noche, entre la medianoche y la madrugada. Especialmente cuando hay clima lluvioso o nublado, como la noche que me cuentan. Aunque la verdad nunca había oído de ninguna acá en el norte del país.

¿Y se les puede matar? me oí decir de repente.

El aire que entraba por las ventanas y hacía bailar las cortinas se había vuelto gélido. Sentí un escalofrío.

Algunos dicen que si una persona mata a una Tlahuelpuchis está condenada a convertirse en una. Aunque en las historias de mi amigo decía que entre el pueblo habían matado a varias con fuego, o habían logrado ahuyentar otras poniendo ajo molido en una tortilla y dejándolo en las ventanas de las casas.

Esa tarde buscamos los amuletos necesarios y esperamos. La siguiente noche de lluvia tardó cinco días en llegar, en los que ningún otro niño murió Era un movimiento al azar,

pero pensamos que tendría que salir a cazar, debía esta las aceras mojadas por un buen rato, rodeados de nues recorrido en el río Ese parecía ser su lugar predi y alimentarse de ellas

Recorrimos el mismo camino del río, temblando de frío y de miedo, sin rendirnos La luz apareció ante nosotros hasta casi las dos de la mañana La encontramos bajo un viejo árbol con un chiquillo en brazos La imagen era tan grotesca que quise vomitar, pero no hubo tiempo de eso El ave nos sintió o quizás nos escuchó llegar, porque soltó un gruñido y aferró al chico entre sus garras

Estuvo a punto de batirse en vuelo con el pequeño, pero Mara y yo comenzamos a lanzar ajo envuelto en tortilla para llamar su atención Y cuando volvió su rostro huesudo hacia nosotros, Daniel levantó un espejo en alto Un chillido resonó en el aire y la niebla se hizo más densa a nuestro alrededor Por un momento no pudimos ver nada y temí que el plan no hubiera funcionado, pero luego vimos al ave alzarse en vuelo y huir, espantada.

El pequeño seguía en el lodo y respiraba. Tenía los ojos abiertos, pero parecía que su mente estuviera lejos, en un lugar inalcanzable. Después salió poco a poco de su sopor y nos indicó el camino a su casa, lo llevamos y regresamos a nuestras casas sin que nadie supiera nada. El chico quizá no recordaría nada por la conmoción.

Al acostarme después de haberme secado, no pude evitar sonreír. Esa noche habíamos vencido. Habíamos hecho algo, El club de la noche había salvado una vida y aunque nadie lo supiera nunca, nosotros lo sabíamos y eso era suficiente. En ese momento no sabía que la pesadilla comenzaría al día siguiente, con una llamada telefónica.

El día amaneció nublado, había caído una tormenta por la noche que había dejado estragos en la ciudad. Cuando entré a la cocina mi madre me dedicó una mirada extraña, estaba al teléfono, pero se lo quitó de la oreja para preguntarme si sabía dónde estaba Mara, su madre estaba muy preocupada porque no había amanecido en su cama esa mañana.

Fue como si alguien me hubiera golpeado en el pecho y hubiera sacado todo el aire de mis pulmones. Mara había desaparecido de su habitación por la noche, no estaba ni con Lucas, ni Daniel, ni conmigo y eso solo quería decir una cosa. Me puse el impermeable y las botas, salí por la calle con mi bicicleta, imaginando una y otra vez el cuerpo helado de Mara sobre el río y a la criatura con los dientes en su cuello.

Para cuando llegué a casa de Mara ya había una patrulla ahí, y Lucas y Daniel iban llegando también en sus bicis. Los tres nos miramos y el terror fluyó en nuestras miradas. Sin decir nada, nos fuimos pedaleando hacia el río. Estuvimos mucho tiempo fuera, recorriendo el bosque sin encontrar rastro de Mara. ¿A dónde se la había llevado?

No podía respirar, los árboles se cerraban en torno a nosotros como si quisieran aprisionarnos con sus ramas. Ese monstruo se había llevado a Mara para vengarse de nosotros, y no sabíamos a dónde se la había llevado, ni siquiera sabíamos quién era la Tlahuelpuchi aún. Y lo peor de todo, no sabíamos si Mara seguía con vida.

No podemos quedarnos sin hacer nada exclamé con voz temblorosa, el pánico me recorría todo el cuerpo.

Tenemos que encontrar a la Tlahuelpuchi dijo Lucas mirando de un lado a otro, concentrado.

Daniel lanzó una piedra al río, vi que tenía lágrimas en las mejillas.

Piensen siguió balbuceando Lucas . Es una mujer, lo más seguro es que viva sola.

Hay muchas mujeres en la ciudad viviendo solas, podría ser cualquiera dije enfurruñada

¿Cuándo empezaron las muertes?

Daniel y yo nos miramos

Poco antes de que empezara el verano

Hay que encontrar a una mujer que viva sola y que se haya mudado a la ciudad poco antes exclamó Lucas Tiene que ser nueva en la ciudad, porque ¿cómo es que no hubo muertes antes?

Si ese monstruo creía que nos había asustado, estaba equivocada, no íbamos a rendirnos, no mientras tuviera a Mara y hubiera una oportunidad de salvarla. Después de analizarlo mucho, terminamos en el palacio municipal, en las oficinas del censo. Nos arreglamos lo mejor que pudimos y solicitamos el dato de cuánta gente se había mudado a la ciudad desde hacía un mes, para un proyecto de la escuela de verano.

No sé si sonamos convincentes o no, pero a los aburridos trabajadores no les importó darnos la información, a fin de cuentas, era información pública que cualquiera podía consultar. Revisamos las hojas que nos entregaron y vimos que solo una propiedad había sido habitada recientemente por una persona.

¿El viejo molino? preguntó Daniel extrañado.

Sí, la nieta del viejo propietario dijo que quería restaurarlo y hacerlo un museo, que por eso ha regresado a la ciudad dijo el trabajador.

¿Ella sola? pregunté.

El dependiente de mirada aburrida se encogió de hombros.

Eso parece.

Los tres nos miramos. Tenía que estar ahí, tenía que, porque no nos quedaba mucho tiempo Saliendo de ahí, volvimos a reunir los amuletos que teníamos, dijimos a nuestros padres que estaríamos fuera buscando a Mara y nos armamos de todo valor del que fuimos capaces

j era una construcción de ladrillo rojo que antaño había servido para producir tortillas de maíz y que había cerrado años atrás por un incendio Se decía que el viejo que vivía ahí se había vuelto loco y había incendiado el molino con su esposa dentro Esa tarde, mientras pedaleamos hacia él no lo pensé, pero ahora que he tenido tiempo de analizarlo, sospecho que quizá el linaje de la Tlahuelpuchi que perseguíamos era más antiguo de lo que pensábamos ¿Acaso el hombre se habría dado cuenta de lo que era su esposa?

La propiedad estaba a las afueras de la ciudad, rodeada de silencio y soledad. La construcción se alzaba triste por la cuesta: envuelta de hierbas que reptaban por sus paredes de ladrillo, su techo derruido y su aspecto funesto. Al lado, a unos cuantos metros, se alzaba la que habría sido la casa del viejo propietario. La reja de hierro oxidada estaba entreabierta, como si nos esperara. Nos acercamos vacilantes, sostenía las tijeras en una mano y ajo en una tortilla en otro. Daniel y Lucas iban a mi lado, llevaban un espejo y un cuchillo de metal.

Eran las cinco de la tarde, pero la neblina se había hecho tan espesa y el cielo tan oscuro que en un momento dejamos de ver hacia adelante. Nos juntamos unos contra otros, esperando que la criatura saltara ante nosotros para devorarnos y, en su lugar, nos encontramos con una voz tranquila y burlona.

Bienvenidos nos dijo.

La niebla que nos rodeaba comenzó a asfixiarnos, nos entró por la nariz hasta lo más hondo de nuestra mente. Estábamos frente a la casita envejecida, su forma, borrosa por la niebla, comenzó a desdibujarse. Todo a nuestro alrededor, hasta nuestros propios pensamientos se desvanecieron, solo quedó un hilo de voz, un eco que recitaba instrucciones.

Nos dijo que soltáramos nuestros amuletos y eso hicimos, dejando que se perdieran entre la hierba. En ese momento ni nuestro cuerpo ni nuestra mente nos pertenecían Los tres entramos en el esqueleto del que

antes había sido el molino, donde las goteras y el olor a humedad prevalecían Caminamos siguiendo esa voz hacia el corazón de las sombras, aplastando guijarros y objetos olvidados con nuestros zapatos La niebla nos empujaba hacia adelante Nos detuvimos ante una trampilla de madera gruesa en el suelo que se abrió como la boca de una bestia y nos tragó uno por uno Nos cegó una oscuridad absoluta mientras bajábamos los peldaños de piedra hasta llegar a un sótano Supongo que sería donde guardaban antes las conservas o los sacos de harina. La puerta se cerró encima de nosotros con un estruendo y se llevó la poca luz consigo. No sabíamos qué tan grande era el lugar ni qué nos esperaba dentro.

—¿Mara? —susurré con voz temblorosa.

Las sombras se movieron a nuestro alrededor. Y frente a nosotros, una figura parecía cada vez más nítida, más cerca. Los tres buscamos nuestras manos en la oscuridad.

No deberían estar aquí dijo la voz de Mara.

Nadie debería estar aquí suspiró Daniel, aliviado . Pero al menos ya no estás sola. Juntos encontraremos una manera de salir y de matar a esa cosa.

Sí, somos El club de la noche dije sintiendo una oleada de esperanza . Hallaremos la manera… Saldremos de aquí.

Mara comenzó a sollozar al tiempo que Lucas soltó mi mano para buscar algo entre sus bolsillos. Sacó su llavero linterna y apuntó hacia los sollozos. Ahí estaba Mara, pálida ante el haz de luz.

No lo entienden susurró , yo no puedo irme de aquí.

¿Por qué dices eso? pregunté mientras me recorría un escalofrío . ¿Te tiene hipnotizada?

Mara índice al luga

tres nos acercamos, vacilantes, y distinguimos una pijama anaranjada y unos rizos oscuros La incomprensión nos sobrepasó Era el cuerpo lívido de mi mejor amiga No habíamos llegado a tiempo, la bestia ya se había alimentado Lucas apagó la linterna y los tres dejamos que la oscuridad nos consumiera

¿Qué te ?

Tienen que salir de aquí. Fue la respuesta de Mara, su voz era tan baja como un soplo de aire.

Pero no encontramos ningún objeto en ese sótano que nos fuera de ayuda y, el hecho de saber que en cualquier momento podría hipnotizarnos otra vez sin que lo supiéramos, nos hacía sentir aterrados. Nuestras esperanzas se debilitaron aún más cuando nos dimos cuenta de que al monstruo le gustaba tenernos ahí, como sí fuéramos sus bolsas de alimento congelado. Primero se llevó a Daniel sin que ninguno pudiera detenerla. Nuestra impotencia provocaba sus carcajadas en la niebla mientras se lo llevaba escaleras arriba. Lo tuvo un rato, no supimos cuánto tiempo, hasta que escuchamos sus pasos cansados bajando de nuevo.

¿Qué pasó? preguntó Lucas.

No quiero hablar de eso… susurró a través de la oscuridad.

Después se llevó a Lucas y, al igual que a Daniel, lo regresó un tiempo después. Su rostro a la luz de la linterna estaba pálido y ojeroso. Lo abracé en cuanto bajó y no dije nada. Lloré junto a él mientras trataba de contener el temblor de mi cuerpo, más por el miedo que por el frío. Nos quedamos los tres juntos y el espíritu de Mara a nuestro lado. ¿Cómo habíamos llegado ahí? Ya nunca podríamos salir, nadie nunca sabría lo que nos había ocurrido

Quise creerle, pero el terror se había instalado en mi cuerpo y me estaba carcomiendo poco a poco En ese momento no supe si ya era de noche, pero un letargo se fue apoderando de mí y, cada vez que mi mente comenzaba a divagar, veía el rostro de esa criatura frente a mí y sus dientes atravesaban mi carne sin que yo pudiera moverme

Me desperté al sentir un frío que había reptado hasta mi cabeza. Abrí los ojos, pero mi mente siguió distante. Me levanté del suelo sucio y me dirigí hacia las escaleras. Lucas y Daniel caminaban frente a mí. El pánico revoloteó en mi estómago. ¿Acaso nos despacharía ya a los tres? ¿Se había cansado de nosotros? Caminamos hasta el centro del lugar, un rayo débil de luna se filtraba por las ventanas rotas. Mara iba a nuestro lado y con una mirada me confirmó que no nos dejaría solos.

Espera aquí, cariño dijo una voz en mi cabeza y los tres nos detuvimos en medio de las sombras.

«¿¡Qué estás esperando!?», grité en mi mente. La rabia se revolvía en mis entrañas.

Ya es tiempo, despierta Julia me susurró Mara. Su voz sonó suave en mi cabeza, disipando la niebla que me impedía pensar con claridad y devolviéndome el control de mi cuerpo.

Me volví hacia mis amigos para hacer un plan.

¡Hay que escondernos! susurré, pero nadie se movió. Lucas me miró con ojos tristes y cuando Daniel me tomó la mano sentí un escalofrío. ¿Seguían bajo la hipnosis?

Julia, ellos ya no pueden irse tampoco…

Mi pecho se contrajo de una manera dolorosa El mundo a mi alrededor se derrumbó y me tragó consigo Cuando se

y Lucas, ellos nunca habían vuelto a ese sótano El club de la noche había muerto Me dejé caer en el suelo y dejé que las lágrimas me quemaran en los ojos La noche jamás me había parecido tan oscura Ahora me encontraba realmente sola

No estás sola dijo Daniel con la mano en mi hombro Ahora me daba cuenta por qué su tacto siempre era tan frío

Vamos a ayudarte a escapar masculló Lucas con resolución y por su mirada parecía que había estado formulando un plan , vas a terminar lo que empezamos. Y aunque no estemos, el club no ha muerto. Tienes que seguir con nuestra misión, aún tienes mucho qué hacer.

El nudo en mi garganta me estaba ahogando.

Escúchame Julia, tienes que hacerlo dijo Mara con voz dura . Esa cosa seguirá matando niños si no la detienen. Y hay muchos otros monstruos allá afuera y más personas a las que puedes salvar.

Promete que lo harás por nosotros insistió Lucas.

Asentí, porque en ese momento haría lo que fuera por ellos.

Nuestros amuletos siguen en el patio, ella no ha podido tocarlos murmuró Daniel ayudándome a ponerme de pie.

Tranquila, ella no sabe que estás fuera de la hipnosis, no puede vernos y no sabe que te estamos ayudando dijo Mara . Ahorita está en la cocina.

Asentí y miré algo que brillaba entre la oscuridad. Uno de los pedazos rotos de la ventana. Me acerqué, lo levanté y vi mi reflejo. Una cara pálida en la oscuridad.

Tienes que prenderle fuego me dijo Lucas con voz apagada Es la única manera en que la puedes matar

Puedes hacerlo Julia, solo debes estar lista

Volví a asentir y regresé al medio de la habitación donde me había dejado Me sequé las lágrimas para ver claramente y entonces esperé

He vuelto, cielo dijo una voz raposa, la criatura caminaba hacia mí desde las sombras con su cuerpo humano Hubiera pensado que era una mujer normal y amable, de no haber sentido la intensidad de esos ojos rojos quemándome . Ahora vas a ir con tus deliciosos amigos. Si supieras lo que disfruté chupando su sangre.

Se inclinó sobre mí con movimientos fluidos y su aliento podrido me revolvió el estómago. Mis amigos asintieron.

Ahora escuché sus voces en mi cabeza.

Saqué el pedazo de vidrio y lo puse frente a esos ojos rojos. Un silbido estruendoso retumbó en toda la habitación.

¡Corre, Julia!

Salí buscando a tientas nuestros objetos perdidos entre la hierba con la respiración entrecortada y la adrenalina hormigueando por mi cuerpo. Mientras buscaba desesperadamente, escuché un aleteo detrás de mí y sin darme cuenta unas garras se encajaron en mis hombros haciéndome gritar de dolor.

La Tlahuelpuchi se había transformado en un ave y cuando acercó su boca hacia mí, una vaho fétido me dio en el rostro. Un silbido ensordecedor y furioso sonó en las paredes de mi mente. Me tumbó sobre la hierba y aprisionó mi cuerpo contra el lodo frío.

No, Julia gritó Mara apareciendo ante mí . ¡Estira la mano!

Su voz sonó como un rayo de sol entre una tormenta. Estiré la mano y mis dedos se cerraron en torno a algo frío y duro En un movimiento rápido, encajé las tijeras y estas

se hu lanzó u mí, tam

¡Corre! escuché tres voces en mi cabeza

Y eso hice Corrí hacia la cocina, tomé una leña y la metí al fogón Y mientras ardía regresé con pasos rápidos hacia la criatura que se retorcía en la hierba Había vuelto a su forma humana, aunque aún tenía las alas negras pegadas a la espalda Acerqué el fuego a su ropa y me alejé para verla arder. Su vestido prendió rápido, trató de volar, pero no lo logró porque estaba lastimada. Miré esos ojos rojos con satisfacción mientras los alaridos me penetraban los oídos. Me quedé ahí parada hasta que el cuerpo mutante se convirtió en cenizas. Ya nadie estaba a mi lado.

Entonces tomé mi bicicleta y me fui por el sendero. Fui directo a la oficina de policía, donde declaré que la mujer que vivía en el molino nos había secuestrado a mis amigos y a mí, que sus cuerpos estaban en la propiedad y que ella había matado a todos los niños. Cuando me preguntaron cómo escapé, les dije que no lo recordaba. Después se pensó que la mujer había escapado. Nunca nadie sabría la verdad.

Por mi parte cumplí mi promesa. Y aunque en mi vida haya visto muchas cosas increíbles, muchas veces dudé si lo que habría sucedido esa noche era real, si había sido una ilusión que me había ayudado a sobrevivir al horror. Pero ahora estoy segura de que mientras me alejaba del molino en mi bicicleta, no estaba sola. El club estaba conmigo, lo había estado en ese sótano y, en el fondo, tengo la certeza de que siempre lo estará, porque en El club de la noche uno nunca abandona a sus amigos.

Eva Sulim Campos Martínez. Ha publicado un total de seis cuentos en diferentes medios, como El Velador en Licor de Cuervo, La mosca en Revista Estrépito, Petunia y su hambre en Nudo Gregoriano, El valle inquietante en Revista Sputnik. FaceBook: Eva Campos

mi auto en el estacionamiento del Minister a, bajé del auto y caminé hacia la entrada E abía sido en otras ocasiones y, sin embargo, había entumecido mis piernas y manos despacio y abrí la puerta de cristal Dentro se hallaban los trabajadores nocturnos, y cías que me habían llamado hacía apenas media hora

¿Dónde está? pregunté

En la sala de interrogatorios respondió Jessica

Sin decir ni una sola palabra más, caminé hacia la sala Abrí la puerta y observé a la mujer por la cuál me habían llamado Se encontraba sentada, con su espalda encorvada hacia la mesa Su aspecto era detestable, su cabello estaba enmarañado, su piel era muy pálida, y su ropa se encontraba muy sucia; era como un indigente Con mis dedos apreté el puente de mi nariz, para después entrar de lleno a la habitación Me senté al otro lado de la mesa y la observé fijamente

Buenos días, señora, mi nombre es Jazmín Durán, ¿con quién tengo el gusto?

La mujer se revolvió incómoda en el asiento, miró hacia los lados, se tomó las manos sobre el pecho y me miró con sus ojos enloquecidos Negó con la cabeza, y miró de nuevo hacia la mesa Durante unos minutos, la observé atentamente, su actitud me decía que no era más que una mujer loca Crucé los brazos y suspiré exasperada

¿Cuál es su nombre, señora? pregunté . Allá afuera hay un par de personas que dicen que una yegua se comió a su bebé, ¿es verdad?

Incluso, decirlo en voz alta era poco creíble, bostecé mientras pensaba el porqué había aceptado venir, cuando a todas luces, lo que estaba pasando no era más que un invento de una mujer desquiciada. Sin embargo, Jessica, me había convencido, ella creía que probablemente algo malo le había sucedido al hijo de esta señora, y que por eso, debía investigar la verdad. Bostecé nuevamente.

Señora, mis compañeros me comentan que la encontraron caminando descalza a la altura del kilómetro veintiséis de la autopista. Dicen que no dejaba de gritar que una yegua se había comido a su bebé, sería tan amable de explicarme qué fue lo que pasó.

La mujer alzó su cabeza con rapidez y me observó aterrorizada. Se levantó violentamente, tiró la silla y gritó llena de pánico.

¡Se comió a mi bebé! ¡Se comió a mi bebé!

Entre gritos, corrió hacia mí; me levanté de un salto y pegué mi cuerpo contra una esquina, poniéndome en guardia para defenderme, en caso de que intentara golpearme. Pero no lo hizo, se arrojó contra mis pies y abrazó mis pantorrillas.

Por favor, señorita Jazmín suplicó entre sollozos , salve a mi bebé.

El alboroto de la mujer había sido tal, que incluso los policías entraron armados a la sala. Miré a los oficiales, y les indiqué con la mano que todo estaba bajo control. Abandonaron la sala, y me quedé sola de nuevo con la mujer. Respiré profundo, me agaché y la tomé por las axilas, la levanté despacio y, otra vez, miré su rostro. Ella había recordado mi nombre, lo que

la realidad Observé su rostro enrojecido y sus no mintiera, pero era mucho más probable que estuviera totalmente desquiciada

Cálmese, señora, para salvar a su bebé primero necesito que me diga qué fue lo que sucedió, ¿entiende? la mujer siguió llorando, la paciencia se me estaba terminando Señora, si no tiene nada que decir, será mejor que se vaya

La aparté de mi camino, fui por la silla que momentos antes había arrojado y la acomodé de nuevo en su lugar La mujer se quedó de pie, mirando hacia la pared, esperé por varios minutos a que dijera algo, al no obtener ninguna respuesta, me di la vuelta y abrí la puerta

Mi mi nombre es Magdalena Jiménez susurró

Me di vuelta.

—Muy bien Magdalena, siéntese, y cuénteme qué fue lo que pasó.

Parecía que la mujer había entrado en razón. Se sentó y se limpió la cara con las manos. Yo también hice lo propio, me senté frente a ella, y esperé a que hablara.

Una yegua se comió a mi bebé… murmuró mientras lloraba.

Tomé un pañuelo de mi bolsillo y se lo di.

¿Cómo pasó?

Esta mañana tenía que limpiar los establos en el rancho. Mi tío Simón no se encontraba, por lo que no tenía con quién dejar a mi bebé, así que me lo llevé al establo. Me llevé su cobijita de borregos, la acomodé sobre un montón de paja y recosté a mi bebecita sobre la cobija guardó silencio un momento . Después me fui a limpiar el excremento, los restos se tienen que tirar afuera, en una carreta para después usarlos como abono, por lo que salí del establo. ¡Juro que solo me fui por unos minutos! ¡Solo fueron minutos! lloró de nuevo . Entonces, cuando regresé, ¡ahí estaba ésa maldita yegua comiéndose a mi bebé!

Asentí un par de veces.

¿Por qué no llamó a la policía? En estas situaciones, la gente suele llamar a emergencias . Magdalena no respondió.

Suspiré, sin duda estaba mintiendo . Lo entiendo, sin embargo, las yeguas no comen bebés, ni siquiera son carnívoras expliqué . ¿Dónde vive? Quiero que…

¡Sí comen carne! gritó interrumpiendo mis palabras, se llevó las manos a la cabeza y se jaló los cabellos . ¡Cuando era niña yo vi cómo una yegua devoraba a su potrillo! ¡Así que sí, sí comen carne!

Guardé silencio, y la miré sin parpadear por unos minutos. Si aquella mujer me estaba mintiendo, lo descubriría.

Así que vio una yegua comerse a su cría, a ver, cuénteme qué vio

Llevó sus manos a su estómago y reclinó su sintiendo algún tipo de dolor

¿Se siente bien?

Magdalena asintió con la cabeza

Sí, todo bien

Pues entonces continuemos, cuénteme qué vio

Recuerdo que una yegua había tenido a su potrillo en el rancho, por lo que yo sentía mucha curiosidad por verlo, una noche me escabullí sin que nadie me viera, entré al establo y caminé hacia el corral de la yegua. Fue cuando un chillido llamó mi atención, algo o alguien estaba llorando muy fuerte. El llanto venía del corral de la yegua que recién había tenido a su bebé, me asomé por el borde de la reja y las manos de Magdalena comenzaron a temblar—, lo que vi allí paralizó todo mi cuerpo, sentí que algo frío me cubría de pies a cabeza, no podía creer lo que estaba mirando. ¡La yegua se estaba comiendo al potrillo! Le devoraba las entrañas, mientras que el pequeñito no dejaba de llorar. Yo grité tan fuerte que desperté a mi tío Simón. Para cuando él llegó, la yegua ya había asesinado a su bebé se detuvo un momento y calmó sus manos . Mi tío Simón me explicó que eso hacían las madres, cuando las crías nacen con alguna discapacidad, por lo que aquel potrillo debió tener algo malo dentro de él, para que ella se lo comiera, sino qué otra razón habría... Por eso también se comió a mi bebé…

Fruncí las cejas.

¿Cómo que por eso se comió a tu bebé? me recliné sobre mi silla, y crucé los dedos de las manos sobre la mesa.

Magdalena asintió y sus lágrimas mojaron sus mejillas.

Mi bebé estaba enfermito, por eso se lo comió la yegua.

¿De qué estaba enfermo?

Magdalena se levantó abruptamente de la mesa y corrió hacia un rincón.

¿Magdalena? corrí detrás de ella . ¿Estás bien? ¿Qué sucede?

No me siento muy bien…

En cuanto terminó de hablar comenzó a toser incontrolablemente. El vómito no se hizo esperar, como si se tratara de una fuente, un líquido rojizo mezclado con trozos de lo que parecía ser carne, salía de su boca. Pero el vómito solo era el primero de más problemas, pues su cuerpo comenzó a temblar como una hoja.

¡Jessica, Gustavo, necesito ayuda!

Levanté a Magdalena como pude, pasé mi brazo por su cintura, y su brazo por mis hombros, ella necesitaba ir al consultorio médico, su rostro estaba palideciendo y sus manos estaban muy frías

vi caminar hacia la sala de interrogaciones acompañada de un hombre mayor

Detective Durán, ha llegado un hombre que dice conocer a la mujer Observé al anciano que acompañaba a Jessica, era muy viejo, tenía sombrero de paja, sus botas estaban sucias, sus pantalones enlodados, y tenía puesta una chamarra de cuadros grises y rojos La expresión que tenía aquel hombre dejaba mucho qué pensar, sus ojos estaban idos, sus cejas estaban fruncidas y su boca temblaba mucho. No me daba confianza aquél hombre.

—Jessica, ve por Rubén, necesito que atienda a esta mujer, se ha puesto muy enferma.

¡¿Qué le ocurre a mi Magdalena?! preguntó asustado el anciano, mientras se acercaba hacia nosotras.

Lo detuve antes de que siquiera pudiera tocarla.

¿Qué es usted de esta mujer? miré de nuevo a Jessica . ¿Qué no me escuchaste? ¡Ve por Rubén!

Jessica asintió y se fue corriendo hacia el elevador.

Mi nombre es Simón, y vengo por mi Magdalena dijo con nerviosismo . Ella es mi esposa, y la he estado buscando desde esta mañana, gracias a Dios está bien.

Fruncí las cejas.

¿Su esposa? Creí escuchar que usted era su tío.

El hombre se movió incómodo.

Bueno sí, también, pero pues ya sabe cómo era antes… Además no tiene a nadie, y pues yo me tuve que hacer cargo de ella, y cómo iba hacerlo así nada más, qué iba a pensar la gente de mí, tuve que hacerla mi esposa, por su bien

Guardé silencio, sentí asco de aquel hombre

No puedo dejar ir a Magdalena hasta que se aclare lo del bebé y hasta que su salud mejore Ella ha dicho que su bebé estaba enfermo, ¿dónde está el niño?

Simón se petrificó, se quitó el sombrero, y pude ver la palidez apoderarse de su piel

¡Fue un accidente, se lo juro! gritó histérico ¡Ella no quiso hacerlo! ¡Está igual de enferma como lo estaba nuestro bebé! ¡Ella no quería comérselo!

Me quedé helada en mi lugar.

está diciendo?!

Simón comenzó a llorar como un niño.

Traté de evitarlo, pero no llegué a tiempo. Ella ya había asesinado al niño, y se lo estaba comiendo explicó sin ningún gramo de empatía . Perdónela, está enferma y tonta como el bebé.

Solté a Magdalena como si su cuerpo me quemara, no podía creer lo que estaba escuchando. Magdalena cayó al piso de sentón. Hasta ese momento pareció reaccionar de nuevo, giró su mirada hacia a mí y dijo:

¡Se comió a mi bebé!

—¡¿Qué

César Bañuelos (Guadalajara, Jalisco, 1982). Estudió Medicina veterinaria en la Universidad Autónoma de Sinaloa. Fue vocalista de la banda

mexicana de metal “Evilheart”. Facebook: @caesarmorhognonserviam

Mariela secó icadeza a fin de compensa de la tela Al pasar la toal orrillas miró hacia un lado, le dedicó un guiño al cuerpo esbelto y trigueño que se reflejaba en el espejo; orgullosa de la pronunciada silueta de sus nalgas La toalla del motel cayó al suelo al tiempo que ella se erguía con las manos sobre la cintura Avanzó hacia el tocador del baño, su cadera se mecía como una balsa en medio de un mar sereno, sacó de su bolso un estuche de maquillaje y una pipa hitter. El borde de la pipa se encandeció tras una larga calada: su boca exhaló hebras de humo gris mientras sus pezones se endurecían.

«Avendaño, Quintero, Salazar» nombró en su cabeza los apellidos de los clientes que había tenido hasta esa noche «Borrego, Aréchiga, Ornelas y, el suertudo de esta noche...», apretó los labios.

¿Por qué no puedo recordar el tuyo, amor? dijo en voz alta, segura de que ya nadie podía escucharla . Sinceramente me gustabas, fuiste gracioso y lo hiciste muy rico alzó las cejas, resaltando el verde de sus ojos, después cerró un párpado y aplicó la sombra del maquillaje . Siempre les doy su trago sin tener que darles las nalgas. Pero contigo fue diferente, contigo sí se me antojó.

El lápiz rojo purpúreo se deslizaba sobre sus labios cuando sintió una sacudida que le obligó a soltar el labial y asirse del tocador. Le sobrevino un fuerte acceso de tos, su boca se llenó de un sabor amargo y ferroso.

¡No! Se arqueó con las manos sobre el pecho hasta arrojar un esputó sanguinolento sobre el suelo . ¡Hijo de puta! Salió del baño para confrontar al hombre que había dejado sobre la cama. Pero se topó con la habitación vacía.

Mariela tembló antes de caer al suelo con la boca llena de espuma. Arañaba el piso y pataleaba Reconocía cada síntoma; los había presenciado en sus clientes antes de morir

No comprendía cómo ese hombre había logrado sobrevivir al veneno ni en qué momento lo ingirió ella, pero estaba segura del final que le acechaba El terror y la incertidumbre dieron paso a la resignación Quedó inmóvil con la mirada fija en el techo, igual que en las noches de su infancia, pero esta vez no eran su tío y su abuelo, sino la muerte quien ultrajaba sus entrañas Sus ojos enrojecidos expulsaron lágrimas cuando susurró entre sanguinolentos estertores

¡Romero! 2

—¿Tu nombre es Nicolás Cuevas? — Preguntó el agente Édgar Romero.

Sí, señor. Nicolás tenía las manos entrelazadas sobre la mesa, como si estuviera en medio de una plegaria.

¿Qué edad tienes, Nicolás?

Diecisiete.

Bien, muchacho. Es necesario que sepas que nadie te está señalando como culpable y que este interrogatorio es sólo para aclarar algunos detalles. ¿Lo entiendes, Nicolás?

Creo que sí. Recorrió con la vista el cuarto estrecho en el que se encontraban, buscaba un objeto o un adorno en el cual poder distraer su atención. Pero en ese cubil no había nada más que la mesa con una carpeta color manila, una taza blanca y un vaso con agua.

Entonces comencemos. Edgar se interrumpió para dar un sorbo a la taza de café, sin dejar de mirar al joven en ningún momento . ¿Desde hace cuánto conocías a Takashi Quiang?

Unos diez años Nicolás pestañeaba , desde que abrió el restaurante chino frente a la escuela.

¿Te refieres a la Escuela Primaria

Sócrates?

¿Estudiaste ahí, Nicolás?

Desde el segundo grado

Edgar tomó la carpeta, hojeó los papeles que contenía para después devolverla Bebió otro trago de café y observó al joven en silencio por unos segundos: tenía la mirada clavada en la mesa y no dejaba de mover sus piernas, como un niño que quiere ir al baño.

¿El nombre de Howard Iniesta te es familiar?

—No entiendo... ¿Qué tiene que ver con esto? Levantó la cara con los ojos abiertos por completo.

Yo haré las preguntas por lo pronto, Nicolás el joven volvió a bajar la mirada . Entonces... ¿Howard Iniesta?

Estudiamos juntos hasta el cuarto grado.

Es extraño que recuerdes tan fácilmente a alguien de tu infancia.

Él era el único niño pelirrojo en toda la escuela, su mamá era alemana Nicolás se mordió el labio inferior . Además, era mi amigo.

¿Qué pasó con él?

Se lo robaron.

¿Robaron? El agente entrecerró los ojos.

Bueno, desapareció. Aunque mi madre siempre me dijo que se lo habían robado.

¿Cómo pasó?

Un día regresábamos de la escuela, Howard vivía a dos calles de mi casa, pasando el parque Nos separamos en una esquina y nadie lo volvió a ver

¿Fum No, se

Haces bien, muchacho el humo salió de su boca como si esta fuera el mofle de un carro viejo ¿Cuánto tiempo tenías trabajando para el chino?

Casi tres años

Casi tres años Edgar apagó el cigarro sobre la mesa Nicolás ¿cuál fue, específicamente, tu trabajo durante ese tiempo?

—De todo: era mesero, ayudaba en la cocina, barría y trapeaba, y... —el joven enmudeció.

¿Y?

Y abría el restaurante todos los martes.

¿Por qué?

Porque descansábamos los lunes y el señor Quiang siempre estaba indispuesto los martes por la mañana; yo tenía que abrir.

¿A qué te refieres con “indispuesto”?

A la resaca el joven daba pequeños golpes a la mesa con sus dedos . El señor Quiang siempre llegaba crudo los martes. Era el único día que no sonreía.

¿Recuerdas notar algún comportamiento extraño en él?

Pues era un chino, todos son extraños.

¿Era violento?

¡Nunca! El señor Quiang era muy amable, por algo le decían el Chino Sonrisas.

Bien. Cuéntame sobre la mañana del martes pasado.

El joven suspiró y bebió agua antes de hablar

erta erta principal Cuando pasé por la oficina del señor Quiang me di cuenta de que estaba abierta, él nunca dejaba su oficina abierta Le hablé para saber si estaba ahí, pero nadie contestó Entonces escuché un ruido, como una mujer que lloraba

¿Y qué hiciste, muchacho?

Entré en la oficina, no había nadie Pero seguía escuchando a la mujer El sonido venía detrás de una cortina. Siempre creí que era una decoración china, con sus dragones dorados y el terciopelo rojo, no sabía que tapaba la entrada a otro cuarto — se rascó la cabeza—. Allí encontré al señor Quiang.

¿Estaba vivo cuando lo encontraste? El agente pasó los dedos sobre su cara como si se acicalara la negra barba de candado.

No creo, tenía la cara azulada y la lengua de fuera.

Dime exactamente qué fue lo que viste.

Él estaba sentado en un sillón frente a una pantalla... sin ropa tragó saliva , tenía en la mano una pipa larga, como esas que usan los chinos en las películas.

¿La pantalla estaba encendida?

Sí.

¿Alguna programación en especial?

Había una muchacha amarrada a una cama, primero creí que era porno, pero entonces apareció un hombre con una máscara del “Green Goblin” y comenzó a cortarla con una motosierra los pies del joven brincoteaban tanto que al agente le dio la impresión de que en cualquier momento saldría corriendo . ¿Ese video, era de verdad?

Aún no lo sabemos, ¿recuerdas algo más de ese cuarto?

Nicolás calló durante un instante antes de responder

Había un muñeco grande, colgado en la pared, arriba de la pantalla

¿Un muñeco?

Sí, de esos que usan para coger

¿Qué pasó después, Nicolás?

Salí de allí, llamé a emergencias y me quedé sentado en la banqueta, frente al restaurante

¿Algo más que tengas que contarme?

No, señor.

—Bien, es todo por lo pronto, muchacho.

¿Puedo preguntarle algo, señor? El agente asintió con la cabeza . ¿Por qué me preguntó sobre Howard?

Porque lo encontramos Romero y encendió otro cigarro.

¿En serio? ¿Está bien? Dijo sin molestarse en ocultar su entusiasmo. El agente miró a Nicolás directo a los ojos mientras el humo del cigarro ondulaba entre ellos.

Él era el muñeco sobre la pantalla.

Paola aún se sentía embriagada por el orgasmo cuando un dolor punzante en su vientre le sacó del mar de placer en el que se había sumergido. Tembló al sentir el líquido viscoso que escurría de su entrepierna. Abrió los ojos con la certeza de encontrarse con su novio; lo que vio bajo la luz tenue de las velas la apremió a levantarse del suelo para huir de ahí, pero su cuerpo permaneció inmóvil como el de un muerto.

¿Tienes miedo? Gruñó un ser antropomorfo, de nariz larga y orejas puntiagudas, que estaba parado frente a ella Pensar que hace tan solo un momento te me entregaste como una perra en celo

3

sacudió su largo falo manchado de sangre

¡No! La voz de Paola sonó como un ronco murmullo pese a que gritaba ¡Diana! ¿Dónde estás? llamó a su hermana, quien la había acompañado a la fiesta, pero no hubo respuesta

El duende desnudo se carcajeó, mostrando dos hileras de dientes puntiagudos que le surcaban la cara de oreja a oreja Sus ojos ictéricos, repletos de venas rojas, se abrieron tanto que parecían estar a punto de salir disparados de sus cuencas.

¡No tienes por qué temer, pequeña! Le acercó a la cara una caja negra, con una lucecilla roja, que sostenía entre sus manos huesudas—. ¡Ahora serás inmortalizada!

Paola luchaba por mover su cuerpo, pero era como si estuviera desconectado de su cerebro. Unas manos la levantaron del suelo, sintió cómo apretaban su piel. Decenas de luces se encendieron en el lugar, se trataba de un salón de paredes negras, sin adornos ni colores. Vio a un grupo de duendes, de cuerpos morenos y caras verdes, que bebían y reían al tiempo que ultrajaban a una mujer. Las lágrimas brotaron de los ojos de Paola; se trataba de su hermana. Intentó llamarla, con todas sus fuerzas, pero sólo emergió un susurro entrecortado de su boca. Diana no le respondió: tenía la mirada perdida y su cuerpo sólo se movía en respuesta a los violentos embistes de los duendes que se aglomeraban a su alrededor como cerdos en el comedero. Paola no tuvo más oportunidad de llorar por su hermana, pues ese mismo destino se precipitó sobre ella.

Dos duendes la penetraron al mismo tiempo, desgarrando su ano, en tanto que un tercero le clavó los dientes en la vagina como un jaguar ejecutando a su presa. No dejaba de pedir que se detuvieran, pero sus ruegos solo incrementaron la brutalidad del abuso. Enmudeció cuando un miembro, de fétido esmegma, se introdujo en su boca hasta osbtruir su garganta. El vómito fluyó por las comisuras de sus labios al tiempo que el duende puso un cuchillo en

su garga «Es el fi «ya acab

Mira a la cámara, pequeña abrió los ojos al reconocer la voz de su novio Llevaba puesta una máscara de Green Goblin, y le filmaba con una cámara de video

La hoja de metal se deslizó por su cuello, surcaba piel, carne y vértebras Paola se estremeció de terror al darse cuenta de que, pese a tener la cabeza separada del cuerpo, no moría y seguía sintiéndolo todo.

4

El Dr. Norzagaray siguió al agente Romero con la mirada hasta que su corpulenta figura desapareció dentro del elevador del edificio. Retrocedió unos pasos dentro de su departamento, cerró la puerta con llave, cruzó la sala repleta de pinturas renacentistas con un andar tranquilo. Se sirvió un whisky seco en la cantinera de bambú y se sentó, trago en mano, en un sillón de terciopelo negro, justo frente a la pecera que abarcaba media sala.

¿Qué buscaba el policía, doctor? Una voz infantil sonó frente a él.

Sólo necesitaba que le firmara unos papeles del trabajo.

¿Está usted en problemas?

Nada de eso, niño prendió un puro . Se robaron un cuerpo del anfiteatro, justo antes de la autopsia, Romero necesitaba que firmara mi declaración de los hechos. Fue una muy noche atareada, olvidé firmar esos papeles antes de salir.

¿Quién era el muerto?

Una muchacha que entró desnuda a un restaurante, gritando que unos monstruos la querían matar, antes de sufrir un paro cardiaco y quedar tendida sobre el piso respiró el aroma del whisky y bebió un trago

Sí Pero no a las drogas habituales

¿A qué se refiere, doctor?

¿Recuerdas el polvo vudú?

Marcó mi vida, sería imposible que lo olvidara

Bien dijo con la mirada puesta en la luz de la mañana que se filtraba por la ventana . Tengo la idea de que han logrado una versión sintética para meterla al mercado.

—Eso suena muy feo —chilló la voz infantil—. Volvería zombis a mucha gente.

Ya lo está haciendo Norzagaray exhaló el humo blanco del puro.

¿Usted tuvo algo que ver con la desaparición del cuerpo de esa mujer?

Era una muchachita respondió él para después dar un ligero sorbo a su vaso , la raptaron al salir del colegio. Era muy bella con una piel suave y delicada, y una vagina inmaculada.

Doctor ¿usted se robó ese cuerpo?

Cuando dices “ cuerpo ” hablas de un cadáver se puso de pie y ella no está realmente muerta. Su corazón ya no palpita pero su cerebro sigue activo. Piénsalo, hubiera sido una tortura el hacerle una autopsia bajo ese estado.

¿Y qué pretende hacer con ella entonces?

Pisotear una flor es un crimen contra la naturaleza, es mejor deleitarse con su fragancia y agradecerle a la creación por su existencia.

Pero, sabe que eso es un error, recuerde lo que pasó con mi madre.

Lo que pasó con tu madre no se repetirá, niño

Esta vez conozco las consecuencias sacó un paquete de condones de su bolsillo, dio media vuelta y caminó hacia su recamara Felicítame, niño Esta es mi luna de miel

¡Felicidades, padre! La voz infantil despidió al doctor

Los peces de aletas de colores, largas y danzantes, se arremolinaron alrededor de un recipiente de vidrio, tapizado de piedras rojas y verdes Dentro, un feto grisáceo movía sus manos y sus piernas, como si estuviera en el vientre de su madre. 5

Puerto Paraíso. La mañana de este viernes fueron encontrados los cuerpos sin vida de dos jovencitas, una de ellas menor de edad. El hallazgo ocurrió dentro de un domicilio ubicado en un conjunto departamental de la Zona Norte. Según los primeros reportes los vecinos se percataron de un fuerte olor a animal muerto proveniente del departamento y, al no dar con el paradero de sus inquilinas, llamaron a las autoridades. Celedonio leía la nota roja en su teléfono celular, lo suficientemente alto como para que Edgar pudiera escucharlo del otro lado de la barra del bar. Las autoridades identificaron a las víctimas como: Diana N de 22 años y su hermana Paola N de tan sólo 13 años de edad. Los cuerpos de las jóvenes hermanas presentaban claras señales de tortura y violación. De manera extraoficial se relaciona este crimen con el asesino serial llamado el Artista.

Están mal dijo el agente Édgar Romero antes de vaciar su cerveza de un trago.

Sí. La gente cada vez está más jodida Celedonio retiró el tarro de la barra . ¿Otra, mi jefe?

La gente siempre ha estado jodida, Cele. Solo que ahora todo se sabe, antes era fácil ocultar las cosas Édgar encendió un cigarro . Sírveme una oscura.

Me va a disculpar, jefazo. Pero ya sabe

que para fumar tiene que salir al estacionamiento

Pues llama a la policía respondió con media sonrisa No me refiero a que la gente esté mal por las muertes de esas niñas, eso cae en lo obvio hundió sus hombros , lo que digo es que están mal por pensar que fue el Artista

En serio, jefe O no le serviré más cerveza

Pese a que el acento costeño de Celedonio suavizaba la gravedad de su voz, en ese instante no dejó de sonar retadoramente autoritaria para el agente Romero. El barman le acercó un cenicero y Édgar lo miró fijamente, entonces apagó el cigarro en el cenicero, como si estuviera acuchillando a un cerdo.

¡Muchas gracias, caballero!

No abuses de mi amistad, Cele su voz sonó tan irritada que él mismo se alarmó, así que decidió cambiar el tema . ¿Dónde está tu mesera estelar, la rancherita?

¿Quién, Mariela? La encontraron tiesa en un motel hace tres días... sobredosis Celedonio dejó un tarro de cerveza oscura frente al agente.

Lástima, tenía el culo más hermoso que he visto en mi vida.

Era muy nalga pronta, jefe prendió un cigarro, le dio una fumada y lo apagó en el cenicero . ¿Por qué piensa que no fue el Artista el que mató a esas niñas?

He estado en el peritaje de todos los asesinatos de ese cabrón. Nunca ha dejado una escena sin su firma.

¿Lo de la fotografía?

Sí, la puta foto con el título de su “composición” tomó un trago de cerveza Por otro lado, ese cabrón tiene su calendario para matar

¿Cóm hace que

¡Por supuesto! , pero de todos modos se lo que digo, Cele: inició el primero de febrero, seguido por el veintiuno de marzo y el treinta de abril Mata durante el sabbat, por eso la última fue el treinta y uno de octubre

¿Es cierto lo que dicen de la bailarina, lo de los dildos?

Sí, ese cabrón le metió un consolador de cobre en cada hoyo y los conectó a la corriente de dos veinte. El olor a carne quemada llegó a la memoria del agente Romero—. Cuando le tomó la fotografía, aún estaba viva. “La luz del orgasmo ” escribió, el hijo de puta, detrás de la foto.

¿Y usted cuándo cree que volverá a matar, el loco ese? Celedonio sonrió burlón: sus dientes parecían chicles blancos que contrastaban con su tez morena.

Esta noche, Celedonio. Es veintiuno de diciembre. El último sabbat del año.

¿Y qué hace aquí, mi jefe? ¿No debería de estar buscándolo para echarle el largo brazo de la ley?

Dejando de lado que es realmente imposible saber dónde atacará, estoy de vacaciones y me importa una mierda.

¿Qué tengo que romper para que me atiendan? gritó un hombre gordo y calvo, con los brazos repletos de tatuajes, que estaba sentado al otro extremo de la barra.

En un momento estoy con usted, caballero sonrió Celedonio . Ya vuelvo, mi jefe.

Édgar le dio un largo trago al tarro, perdiéndose en el sabor profundo y cremoso de la stout; suspiró con los ojos cerrados y dejó el tarro vacío sobre la barra. En ese momento se dio cuenta de que un tipo se había sentado a su lado, demasiado

bajo e la pistola que llevaba en la sobaquera El sujeto se levantó del asiento y se retiró de la barra sin mediar palabra Édgar le siguió con la vista hasta que desapareció en la puerta del bar

¿Y eso? Celedonio había regresado de atender al hombre gordo; señalaba una llave larga y cilíndrica, con un llavero en forma de ojo, que estaba sobre la barra

Debe de haberla dejado el que se acaba de ir.

—¿De quién habla, mi jefe? Aquí nomás estaban usted y su sombra —respondió el barman levantando las cejas—. Es igualito a un ojo de verdad.

Édgar tomó el llavero y lo examinó con curiosidad. Tal como lo había mencionado Celedonio, era la copia exacta de un ojo humano: la pupila negra y redonda, el iris azul cielo y las pequeñas venas rosadas distribuidas sobre el blanco de la esclerótica. Una incrustación de metal sujetaba al ojo y en ella estaba grabada la frase “Ciego a la perversidad”. El agente se puso de pie con la vista fija en la puerta del bar.

¡Buenas noches, Cele! Dejó unos billetes sobre la barra y se guardó la llave en el bolsillo de la chamarra.

Salió al estacionamiento, la sangre le palpitaba en la sien. Miró en todas direcciones hasta que localizó al hombre antes de doblar en una calle a dos manzanas de distancia. Corrió tras él, la calle donde había doblado resultó ser un callejón, pobremente iluminado. Entró empuñando su pistola.

“Ciego a la perversidad” era el nombre que el Artista le había dado a su primer asesinato: un niño de seis años al que había descuartizado y vuelto a unir con suturas de caña de pescar. Todas las partes del cuerpo estaban presentes, excepto su ojo izquierdo.

Recorrió el callejón hasta llegar al final sin encontrarse con nadie Las paredes eran demasiado altas, así que buscó alguna puerta o ventana Pronto encontró una puerta de metal sin manija cuya cerradura er

redonda Recordó la llave que llevaba en el bolsillo y la introdujo en la cerradura, la puerta se abrió con un rechinido Dentro solo se veía oscuridad Edgar entró con el arma al frente y, tras dar unos pasos, la puerta se cerró de golpe y una lámpara de luz negra se encendió en el lugar Romero se giró dispuesto a vaciar su pistola ante cualquier amenaza, pero no había nadie, miró a su alrededor y se cercioró de que estaba solo El sitio era una bodega cuadrada, sin escondrijos; los únicos muebles eran una mesa larga y una silla de madera, dispuestas en medio de la bodega. Sobre la mesa había una canasta de mimbre con un candelero, sin encender, a cada lado y una cámara fotográfica.

El agente escuchó el llanto de un bebé, se apresuró hacia la mesa y encontró a un recién nacido dentro de la canasta, sobre una cama de uvas y manzanas. Le observó con detenimiento mientras el olor del meconio llenaba sus narices. Su cabeza no dejaba de palpitar. El llanto del bebé le recordó al chillido de un cerdo en el matadero. La saliva se acumuló en su boca hasta filtrarse por las comisuras de sus labios.

¡Hola, pequeño! Dijo al tiempo que sacaba un encendedor de su bolsillo y prendía las velas.

Volteó a un lado y el hombre del bar apareció: se trataba de su reflejo en un espejo.

¿Tienes hambre, niñito?, yo también tengo hambre. Tomó una de las manzanas y se la llevó a la boca; la fruta tronó como un hueso entre las fauces de una fiera . In nomine patri, maleus satani...

And it's been the ruin of many a poor boy, and God, I know I'm one...

La voz del viejo Juanito resonaba en el bar acompañada por las cuerdas de su guitarra. Celedonio lavaba algunos tarros, cuando un hombre bajo, con cabello crespo y bigote

6

grisáceo, dejó un objeto pequeño sobre la barra

¿Es real? preguntó el barman

Snuff completamente real la mano del hombre temblaba Te voy a ser sincero, pinche Cele, solo vi unos minutos pero te garantizo que es lo que estás buscando

¿Cuánto dura?

Dos horas, una por cada morra sonrió mostrando sus dientes barnizados de café y tabaco.

—¿Y cómo estaré seguro del contenido, compa Óscar?

Tienes mi garantía.

¿La garantía de alguien que no conoce por completo su producto?

No es mi producto, yo no fabrico esta mierda y tampoco la consumo, pinche prieto su sonrisa se perdió en una pequeña línea enmarcada por su bigote.

¡Claro! Usted es un santo, mi Óscar.

Mira, cabrón. Tengo una hija de la misma edad que esa niña, no me voy a poner a tragar esa mierda nomás para ver si te gusta la voz del hombre sonó muy amenazante . Si no te es suficiente mi garantía: ¡Te vas a la verga, tlacuache! extendió la mano para recoger el objeto. Celedonio le sujetó de la muñeca y dejó un rollo de billetes en su mano.

Sólo estaba jugando, compa Óscar. Ya sabe usted que sin mirar confío en la calidad de lo que distribuye tomó la memoria USB de la barra, la guardó en el bolsillo de su pantalón y llenó un tarro con cerveza para después dárselo a Óscar . La casa invita, mi estimado.

Un día de estos te van a meter un buen susto por andar de payaso, pinche Cele Óscar le dio un trago al tarro al tiempo que

levantab del noti Artista a volumen del televisor

La mañana de este sábado veintidós de diciembre, las autoridades fueron alertadas del hallazgo del cuerpo sin vida de un bebé, en la pila de bautismo de la iglesia de la Virgen del Fracaso, ubicada en la zona Sur de la ciudad de Puerto Paraíso Los primeros reportes policiacos indican que el cuerpo del neonato fue encontrado dentro de una canasta de frutas, misma donde se localizó una fotografía instantánea con la leyenda “Banquete de inocencia” escrita al reverso.

Bruno A. Arredondo. (1990). Mercadólogo y fotógrafo. Actualmente desarrolla dos proyectos literarios: la antología de cuentos sobre los pasos del duelo, ‘Cuentos del Cosmos’, y la novela juvenildeacción‘2056’.

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Twitter:@Brunzsax

Hora del Lobo Me dirigí a la habitación, rodeado de policías y vecinos ortal de madera y metal; el interior del departamento se bañaba con la e las ventanas, como unos ojos demoníacos que nos espiaban desde el do La lluvia me había empapado todo menos la cabeza que aún cubría con un ro rojo Pisé la alfombra, trocé el vidrio de una jeringa de tantas que había en el departamento

El aire se hacía cada vez más pesado, los cuerpos apestaban Diez muertos volteaban hacia el ventilador estático del techo ¿Suicidio o asesinato? No había señales de intrusos o de lucha, cada uno murió como si sus almas hubieran sido extraídas Tomé un cigarrillo y lo pasé por mis dedos buscando el encendedor que no cargaba; intentaba dejarlo Me posé de frente a las ventanas de luces rojas, retando al demonio que nos espiaba Tú sabes qué pasó Le dije Sentía su respuesta con el tacto de una mano en mi hombro

Detective dijo la oficial

Sí, respondí Sé que es inútil; los demonios solo actúan cuando se les llama

Un Códex fue robado hace dos días

Homicidio respondí

Sí, pero, más importante aún, esto sale de la jurisdicción estatal

No respondo al Estado, oficial añadí viendo las ventanas que parpadearon al tiempo que movía mis labios Vengo del infierno a buscar a un convicto de las llamas

El agua de mis ropas se secó al igual que su boca.

Lo… lo siento, señor, no sabía que Hel había mandado a un activo a tierras humanas.

—Este es uno de los hijos de Garm, el lobo guardián de Hel. Lo llevo rastreando un par de años y al fin lo encuentro. Como buen perro que es, no puede actuar sin órdenes de alguien. Quién robó el Códex lo sabía y lo usa como arma.

Nosotros no podemos hacer nada añadió la oficial viendo estupefacta aquellas ventanas rojas que le iluminaban hasta los huesos . Solo un demonio puede interactuar con otro demonio.

Vacíe el edificio, deje los cadáveres. Alimentó su forma etérea pero no su forma física. Tendrá hambre cuando entre a este Reino.

Las ventanas parpadearon. El tabique de las paredes tembló dejando caer fino polvo naranja.

En… entendido.

El resto de los oficiales tardaron en darse cuenta de lo que sucedía, y uno a uno salieron de la habitación. Me agaché y tracé con una tiza de sangre una línea paralela a las ventanas que me seguían a cada paso. La pared comenzaba a adelgazarse como una membrana que se movía desde el otro lado. Tomé uno de los cuerpos por la muñeca, abrí sus venas con una navaja. La sangre aún era líquida. Empapé mis manos y luego mi rostro. Sonreí viendo aquellos ojos famélicos. La lluvia se detuvo.

El edificio se movía, las paredes se habían hecho de gelatina y, de membrana del vidrio se desgarraba, dejando ver monumental hocico g que mostraba colmillos tan grandes como mi torso. Abrió sus fauces. Vi las almas de aquellos recién muertos, digiriéndose con ácido etéreo que les carcomía. Aunque no les escuchaba, gritaban.

Sus ojos entraron como un par rubíes incandescentes al igual que los míos; nos vimos fijamente. Me superaba en tamaño, pero, aunque ese lobo fuera un demonio nórdico, las balas eran mis aliadas. Desenfundé un revólver y con dos disparos le volé los ojos. Rugió con fuerza mientras se lanzaba hacia mí. Se golpeaba en la barrera intangible que mi tiza había erguido. Las paredes crujían y estallaban como esquirlas de vidrio mientras se ondeaban de lado a lado a consecuencia de la fusión de planos que traía el demonio al Reino de los humanos.

Los golpes de la bestia manchaban de sangre la barrera. Le apunté esta vez a los colmillos y estallaron con cada bala de mi revólver. Una de las almas escapó, flotando entre las fauces ensangrentadas hasta desvanecerse en el aire como el humo en la noche.

Tu padre te busca le dije mientras recargaba mi arma.

No volveré respondió hablando directo a mi cabeza. Sus fauces estaban cerradas de impotencia y sangre le caía por entre las encías . Sabes que allá no hay nada para nosotros.

Eso no lo decido yo.

Solo eres un sabueso y yo un lobo, ¿qué es lo que te hace tan diferente a mí? ¿Qué te da el derecho de entrometerte con los de tu propia clase?

Un cheque disparé de nuevo.

Búrlate si quieres; tus balas no lastiman mi forma etérea y este cuerpo solo es un recipiente intercambiable. ¿Cuánto tiempo crees que nos queda, eh? Los humanos están aprendiendo a abrir portales sin necesidad de los Códex. Faltará poco para que entren a Hel o a los otros Reinos y acaben con nosotros.

¿Qué habría allí para ellos? Solo hay muertos y oscuridad.

Su ímpetu de conquistar. No les importa lo que haya, solo quieren tenerlo todo sin importar las consecuencias Nosotros éramos los guardianes entre Reinos, y ahora nos tratan como basura de cuentos; se ríen, nos menosprecian, pero solo conocen una fracción de nosotros Si las Puertas entre Reinos se abren, la humanidad languidecería ante nosotros

Así que eso es lo que buscan Abrir las Puertas Gracias, demonio, ahora sé qué es lo que buscas y que no trabajas solo Accioné el gatillo y le volé un pedazo de labio , respóndeme, ¿para quién trabajas?

El Gran Plan está en marcha Un lobo no se inclina ante un sabueso No tengo más que decir

Descargué el resto de mis balas y le abrí la cabeza hasta que quedó inerte La membrana comenzó a cerrarse, dejando sola su titánica cabeza al interior del departamento Recargué mi arma y resoplé La puerta a mis espaldas se abrió de par en par

oleste dijo un policía agitado que apenas podía respirar Tenemos menos veinte portales en la ciudad

oficiales que pueda, las Puertas se están abriendo

¿L las puertas? preguntó

Las Puertas cósmicas que separan este Reino, Midgard, de los demás Vienen ángeles, demonios, gigantes, elfos, y más bestias Créeme, no son como las imaginas

Cerré la puerta de la patrulla mientras encendía su torreta Las llantas se deslizaban sobre el húmedo pavimento que se iluminaba con los destellos azules y rojos El motor rugía al mando del volante; detrás de mí, más patrullas seguían

Un incendio se desató sobre la calle 4° y se reportan múltiples avistamientos de seres humanoides alados… Me acaban de informar, ¿qué? Hay reportes de un… ¿es verdad? Un gigante de fuego en el puente noroeste… La radio no dejaba de parlotear. Los humanos conocerían una pizca de la existencia de otros Reinos ajenos al suyo. Esta noche solo se pondría mejor.

No sé quién haya trazado este plan, pero lo hizo a la perfección. Por milenios los Reinos han estado separados y solo los Códex contienen la información necesaria para abrir Puertas entre ellos; a menudo traen una que otra criatura, pues su estructura es volátil. Mantener una Puerta abierta por más de dos minutos es algo que no se había hecho hasta ahora. La pregunta correcta no es ¿quién?, sino, ¿por qué?

Una explosión bramó desde el interior de un edificio, derramó una cascada de vidrios rotos y cuerpos destrozados al frente de la patrulla. Más localizaciones habían entablado combate con criaturas, se volvían numerosas en la ciudad.

Las luces se teñían de rojo, nuevos portales se abrían dando luz a valkirias que descendían cubiertas en membranas metálicas que las cubrían de las esquirlas y balas al tiempo que blandían sus espadas de fuego, desatando caos y horror en las calles.

Muchos pensaban que el tiempo en los otros Reinos no había avanzado. Pero no es así. Y aunque su tecnología y ciencia habían mejorado al igual que el progreso del hombre, su brutalidad era incapaz de compararse a la de Midgard.

Un proyectil invisible impactó en el cofre de la patrulla a la que me subieron. Nos hizo girar por el aire sin perder el impulso. Rodamos sobre algunos metros hasta inmolarnos en el pavimento. Algunos oficiales murieron al impacto, otros por la tecnología élfica que nos disparaba con proyectiles que destrozaban la carne y sangre. Tomé mi revólver y me abrí camino.

Me arrinconé en un callejón bajo una farola de luz verde, escondido de las balas y los gritos de los hombres lánguidos ante la inclemencia bélica de aquellas criaturas. Una bala ladró por mi oreja, otra se llevó mi sombrero y una más se enterró a mis pies. Alguien me seguía. Disparé a la farola que estalló como una supernova en el cosmos, que me cubrió con sus restos. Bañado en penumbra, un par de tiros más volaron en mi dirección, pero impactaron en la sombra.

Alguien me quería muerto; ningún oficial me habría disparado, menos con intención letal. Me escondí en una esquina y el fogonazo de su arma me dejó ver por un instante el brillo de su rostro y sus alas de arcángel.

Sealtiel, quien ordena los planetas y los cielos. Tiene la fuerza suficiente para mantener abiertas tantas Puertas a la vez. ¿Por qué colaborar con demonios nórdicos para abrir las Puertas de los Reinos hacia Midgard? ¿Qué objetivo tiene un arcángel? Tal vez deberíaa preguntárselo.

Esperé el siguiente disparo, entonces arrojé un basurero, haciendo como si me hubiera desplomado en el callejón Se acercó inmutado, a pesar de la refriega que aumentaba en la

ciudad Valkirias o gigantes, ninguno se atrevería a tocar a uno de los sie menos yo, -aunque la sorpresa estuviera de mi ladoSe acercó lo suficiente para que mi revólver tocara su cabeza Dispa barril, se frenó al tocar los cabellos de Sealtiel Me tomó por el brazo desenvainando su espada flamígera e intentó rebanarme por el hombro, las flamas reconocieron a uno de los suyos El golpe me dislocó el hueso

No hay razón de permanecer ocultos ahora, demonio dijo mientras de su cuerpo emanaban pedazos de armadura que se soldaban hasta que le cubrieron de pies a cabeza, solo dejaron su rostro visible

¿Qué negocio tiene un arcángel en Midgard? ¿Perdiste una apuesta?

Los planes del Creador no le incumben a una rata como tú.

Llámame entrometido, pero sospecho que el Creador no tiene cuartel en esto. Hace milenios que no se involucra en nada, dudo que algo haya cambiado.

—Hablas demasiado, demonio.

Soy un sabueso, me pagan por hacer las preguntas correctas. Dime, los humanos entraron en tu Cielo, ¿verdad?

¿... cómo sabes eso?

Si te dijera que un perro me lo contó, ¿me creerías? escupió . Ahora quieres acabar con el Reino de los humanos antes que interfieran en los demás; después de todo, es tu responsabilidad mantener el orden en los Cielos, bueno, Reinos.

Sabes que no se detendrán, demonio.

Y aunque acabes con todos, Sealtiel volverán a hacerlo. Como ya ha pasado.

¿Qué alternativa tenemos, demonio? No podemos aniquilar a los hijos del Creador, solo mantenerlos a raya.

Lo admito, para ser tan débiles son una fuerza digna de reconocer, y aunque este Reino es para ellos, está en su ser conquistar aquello donde puedan poner sus manos. Tal vez por eso es que el Creador no ha intervenido, después de todo, son su imagen y semejanza. El padre que niega ver a su hijo.

Habla con cuidado, demonio, no agotes mi paciencia.

Perforaste mi sombrero, me lo debes.

¿Y ahora? Llevar de nuevo a los humanos a la edad de piedra requerirá tiempo.

Ellos lo harán por su cuenta, créeme, he vivido aquí mucho tiempo y no aprenden de sus errores ni corrigen sus vicios. Están condenados a su propio ciclo de ignorancia y conocimiento. Su tecnología avanza, pero no sus corazones. Hasta ese momento, no saldrán de Midgard Odín se dio cuenta de ello hace milenios, y ahora vaga por el cosmos sin intención de regresar

s, dejaré que el propio fuego de los humanos los acabe me vio con furia Solo regresa a tu Cielo, sin tu presencia las Puertas p

Mira me dijo alzando el brillo celestial de sus ojos al cielo nocturno Una estrella brillaba con más fulgor que el resto

Parece que lanzaron su propio fuego respondí Lo bueno de ser demonio es ser inmune a las llamas o la radiación

Adiós, demonio, hasta volvernos a ver

Las alas de Sealtiel se extendieron de entre la armadura de su espalda, alzándose como dos cascadas que dejaron entrever un vistazo al cosmos; al agitarlas, desapareció.

—Bueno, supongo que un cigarrillo no me hará daño.

La explosión barrió toda la ciudad de vida. Los edificios se evaporaron y toda la carne se extinguió en el fulgor de una estrella creada por el hombre.

años. Proveniente de México, estudiante de ciencias y fanático de lo inexplicable.

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o prueba de audio. Actualización de bitácora para el caso 33, A l agente encubierto en Valadia informa de un catastrófico accidente que involucra al rio de investigación donde trabaja el sospechoso del caso, el doctor Gryst. Es necesario r personalmente para verificar su posible deceso o evitar una fuga.

El dispositivo aferrado a mi brazo por viejas correas replica mi voz con suficiente claridad. Dejo caer mis manos sobre el borde de la cama. Espero, miro el suelo y siento la suave vibración del crucero estelar BN-1 subiendo por la estructura metálica y atravesando el delgado colchón hasta mis brazos. Mi mente sabe que es una señal clara para terminar, de regresar para adentrarme en el infierno cósmico y sacar del juego una amenaza más, que si bien no termina con el mal que hay en el cosmos, es un paso en la dirección correcta. Miro por la ventana circular aquel extraño efecto de colores mezclados en una danza inestable que no es producido por el grueso cristal de seguridad. No. Así luce el infinito espacio al viajar largas distancias mediante atajos prohibidos entre las estrellas. Pronto llegaremos. Los documentos y reportes que hay en el archivo del caso 33 vuelven a demostrar que, como siempre, estoy equivocado: sí puede existir un caso peor que el anterior. No puedo flaquear, no debo dudar, no puedo ser débil, porque si no soy yo quien camine a través de las llamas cósmicas del inframundo, nadie más lo hará.

Aún no cesan las pesadillas gestadas por el caso anterior. Aún no limpio mi mente de las grotescas imágenes que tuve que memorizar para resolver un enigma que nadie podría siquiera intentar entender. Hay leyendas en todos lados que hablan sobre la existencia de seres monstruosos que duermen entre las estrellas o más lejos que ellas incluso. Dicen que pueden desatar el caos, la destrucción, muerte y desgracia. Yo no creo mucho en eso, porque jamás he visto algo así, pero sí creo en que esos puede ser provocado por algo más mortal, porque si de atrocidades y desastres hablamos, los seres que uno menos esperaría son quienes resultan peores que aquellas míticas criaturas de incertidumbre.

El crucero se sacude un momento y luego hay paz. El exterior se vuelve negro y cada músculo de mi cuerpo se tensa. Me levanto de la cama sintiendo su suavidad por última vez en caso de que esta vez no regrese. Extiendo la mano hacia mi chaqueta azul con detalles metálicos de color verde oscuro que me identifica como agente comandante de la división de casos especiales de Binary Stars, otra forma de decir que me ocupo de todo aquello que provocaría a un agente promedio arrancarse los ojos para no ver lo que yo veo a diario.

Salgo de mi habitación al fin y camino por el frío pasillo metálico mientras me ajusto las mangas y reviso que todo mi inventario esté en orden. La bitácora en el dispositivo personal aferrado a mi brazo, mi placa identificadora, mi arma que rara vez sirve de algo y lo más importante: mi collar Un simple dije de madera negra con forma de sol Mi mente racional no cree en supersticiones, pero sé que de algún modo sigo vivo después de enfrentar estos pozos infernales Tras escuchar las palabras de la persona en agonía que me entregó dicho amuleto, no me atrevo a negar nada por completo

Una vez dentro de la sala de mando, noto que la tripulación está sumida en un silencio nervioso Todos miran al frente Delante de nosotros se sitúa imponente un planeta de color esmeralda, parcialmente cubierto por la oscuridad que marca la división entre el día y la noche Me causa cierta ironía la tensión de estas pobres personas, ya que ni siquiera se ven obligados a bajar a aquel mundo No, su único trabajo es dejarme ir a mí y a mi demencia, hacer lo mío y volver una vez que haya atrapado al responsable o, si se pusieron difíciles las cosas, confirmar su partida a un lugar peor

Permanezco de pie frente a una cápsula blanca que me observa con su enorme ojo abierto Entro en ella y me siento La oficial de cubierta me mira a los ojos con una preocupación rutinaria Le dedico una leve sonrisa confiada y me ajusto los cinturones de seguridad Ella teclea las coordenadas, después espera la señal del capitán para que se lance la cápsula una

recta. Por el momento me limito a repasar lo que debo hacer, ya que todo ha salido de un modo inconveniente, un accidente ha cambiado los planes y por eso me he visto obligado a acelerar la búsqueda del individuo, si es que sigue con vida. El capitán asiente y la oficial presiona un enorme botón azul en una pantalla. El ojo de la cápsula se cierra en un estruendo, todo se presuriza. Entonces salgo disparado hacia abajo y en dirección al planeta, alejándome con rapidez de la pacífica comodidad del crucero, precipitándome a través de la negrura, hacia el caos. Mi alrededor se sacude mientras corto la atmósfera. Al cruzar la densa capa de nubes, se expone la ahora confirmada tragedia. La ciudad es solo un manchón de escombros negros debido a un accidente

La cápsula ajusta su trayectoria un par de veces y frena poco a poco, después aterriza con suavidad sobre una capa de trozos de concreto ennegrecido El ojo frontal se abre y salgo despacio, me invade un aire amargo Reviso mi entorno y puedo notar que cualquiera que haya sido el accidente tuvo un costo grave

Actualizando bitácora del caso 33. Superficie de Valadia. Sin señales de peligro directo. He llegado a la ciudad donde se ubica el laboratorio para el que trabaja el señor Gryst. Se confirma una pérdida total en la ciudad después de lo que parece haber sido una explosión termonuclear con epicentro en el complejo científico del objetivo Procederé a investigar el área en busca del doctor Puedo ver servicios de emergencia nativos de Valadia retirándose de la zona, trataré de evitarlos

Normalmente no habría razón para estar aquí, pisando un cementerio de almas inocentes que alguna vez fue una ciudad Si mi objetivo, en este caso el señor Gryst, muere por sus propios asuntos, entonces no hay más que perseguir Sin embargo, no voy negar bajo ninguna circunstancia que el castigo que menos apruebo es la muerte Para seres tan atroces como los que persigo, la muerte es lo más piadoso que se les puede ofrecer por sus actos El señor Gryst no es la excepción Un científico brillante que terminó convirtiéndose en un secuestrador de niños para un fin más que reprobable: la experimentación Cualquiera que haya sido su proyecto, parece que provocó un accidente de magnitud apocalíptica cuyos daños puedo ver ahora No es lo mismo ver cosas así en imágenes que estar sobre los escombros grises y la ceniza de seres alguna vez vivos Entonces, ¿por qué venir? Simple: después de que el agente informante reportara el accidente, y de que los servicios de emergencia declararan a la ciudad como pérdida total y se marcharan con un agrio malestar, se recibió un mensaje del mismo doctor Gryst Se entregaba y aceptaba cualquier crimen que se le quisiera imputar Una maravilla de no ser porque se supone que debería estar carbonizado y su alma ardiendo en el pozo infernal más profundo del cosmos Consideré sin dudas que este mensaje era una trampa con fines desconocidos, pero atroces Esta es la razón de que esté aquí para terminar con todo de una vez Capturarlo o verificar su nada merecida muerte

Inicio el recorrido hacia el complejo de experimentación. Reviso atento cada grieta y fisura entre los escombros de los edificios pulverizados y, después de horas de caminar con dificultad, llego al enorme edificio que según los escaneos aéreos del informante solía tener forma de una estrella de cuatro puntas, ahora no era más que una masa de concreto parcialmente de pie. Al llegar me doy cuenta que no queda mucho del edificio para revisar, pero se hace evidente al acercarme que hay más niveles bajo tierra, así que busco una forma de bajar. En lo particular me parecía extraño que después de una explosión de esta magnitud, el suelo de la planta baja, donde parecían estar los laboratorios, siguiera intacto. Trato de no pensar mucho en los detalles, ya que la prioridad ahora es encontrar a Gryst, si sigue con vida, y arrestarlo. Entonces, al girar la cabeza debido a un escombro que cruje muy fuerte a mi derecha, lo veo. Mi cuerpo sabe enseguida que ya estamos dentro de la zona de lo impredecible. El señor Gryst está de pie con medio cuerpo oculto detrás de una columna

partida, y al mirarlo se da vuelta con lentitud y desaparece por u ruinas.

Tal vez debí correr tras él, pero era inquietante que en su rostro hubiera dos manchones negros donde deberían haber estado sus ojos. Cosas peores he presenciado, así que no pierdo el tiempo y recorro la zona oeste del complejo con mucho cuidado que, según el escaneo de mi dispositivo personal, se mantiene en pie pero muy inestable. Entro por el pasillo oscuro expuesto en el que yo creo que Gryst había entrado. Me interno más y más a las entrañas del edificio a oscuras y finalmente me topo con algo que debió ser alguna vez un elevador en una especie de recepción. Las puertas están parcialmente abiertas. Instalo una soga para descender ya que la escalera está repleta de trozos del techo. Desciendo despacio por el ducto en completa oscuridad y, después de un considerable tiempo en el que mis extremidades se entumecieron, puedo ver una puerta entreabierta de aspecto peculiar. Balanceo mi cuerpo y me arrojo hacia la puerta. Entro a un largo pasillo oscuro con muros de cristal a los lados. Intento seguir el esquema del edificio en mi mapa holográfico, pero lo descarto al notar que varios derrumbes internos habían modificado la estructura original y es más sensato improvisar una ruta segura hasta donde se suponía debía estar el laboratorio personal de Gryst.

Después de dar vueltas un sinfín de veces, de subir y bajar cortas escaleras sumidas en una oscuridad densa a pesar de la iluminación de mi linterna, vuelvo a tener un breve encuentro con el objetivo. Es Gryst otra vez. El pasillo donde lo veo se encuentra, como casi todo, en completa oscuridad, pero yo puedo verlo con una nitidez atroz. Está allí, de pie e inmóvil con su larga bata blanca gastada. Su rostro inexpresivo aún tiene las dos manchas negras en lugar de sus ojos, parecen cambiar de forma. Levanta una mano y cierra lentamente la puerta que nos separa. Esta vez sí corro tras de él.

Intento abrir la puerta pero es inútil, está cerrada. Cuando logro derribarla me recibe un pasillo totalmente bloqueado por escombros que no lleva a ningún lado. Así paso horas, dando vueltas y recorriendo pasillos una y otra vez. De vez en cuando tengo breves vistazos del científico que terminaban por alterar mi ruta. No es difícil imaginar que comienzo a dudar de la claridad de mis sentidos considerando los peculiares encuentros con Gryst y su rara apariencia.

Sé que he encontrado algo importante cuando mi luz revela una enorme compuerta metálica llena de símbolos de advertencia y señalizaciones coloridas de precaución. Me toma un largo momento burlar la seguridad del cerrojo electrónico que, para mi incomodidad, aún funcionaba. Da a entender que no todo estaba destruido en la parte subterránea del complejo, lo que dificulta deducir el origen de la explosión. La puerta se abre parcialmente con una exhalación. El mismo aroma amargo y denso emerge del interior y me deja aturdido por un momento. Entro a una pequeña habitación con un pasillo al otro extremo que me conduce a lo que parece ser una enorme sala de experimentación en completa oscuridad. Durante mis investigaciones llega un punto en el que mi trabajo se complica y mi habilidad para tomar decisiones se pone a prueba Avanzo buscando alguna pista en la oscuridad de la enorme habitación circular Entonces encuentro algo que sin duda es una mala señal, siento un fuerte espasmo helado recorrer mi cuerpo al verlo Es una gruesa columna metálica con luces extrañas de la que salen varios pares de cadenas, registro trece después de contar con la mirada Al seguir su longitud con mi luz, noto que terminan en grilletes arcaicos que mantienen inmovilizados los brazos de pequeños cuerpos grises, secos y petrificados cuya carbonización impedirá una clara identificación, pero que parecen ser las víctimas de Gryst Una risa grave resuena en toda la sala y saco mi arma buscando el origen

No fueron suficientes dice la misma voz Gryst emerge del otro lado de la sala

rostro y su roída bata blanca No se parece en nada a los vistazos que tuve de él a lo largo del camino Avanza hacia mi, arrastra los pies y se detiene sin dejar de mirarme

Todos ellos murieron, fueron inútiles, y ahora yo también lo soy Él me mantuvo con vida porque no quiere que escape de mi castigo por haberle fallado

Frente a mí hay un loco La inteligencia se convierte en locura con mayor facilidad y frecuencia

He estado encerrado en una habitación segura de este laboratorio, esperando a que viniera alguien Usted, agente Pine, fue quien después de todo acudió Claro que sé quién es usted Él me lo dijo, me dijo también que usted y su gente vendrían por mí Él me dijo que los llamaría para que vinieran Estoy seguro de que ya lo vió Noto su mirada atenta en mí, usted busca algo que no tengo Ya se ha encontrado con algo raro antes de llegar conmigo y puedo imaginar qué fue Le puedo decir que si observó seres con manchas de tinieblas en lugar de ojos, es seguro que lo tuvo frente a usted sin siquiera saberlo

No escucho más Inmovilizo sus manos en su espalda y lo guío de regreso al exterior Resulta bastante difícil sacarlo por el ducto del elevador Llamo al equipo de apoyo para que revisen lo que había encontrado y me quedo un momento con los agentes de inteligencia para recuperar evidencia de todo y documentar hasta el más mínimo detalle del atroz escenario Al revisar las fotografías que añadieron a la base de datos del caso, noto en las imágenes de los pequeños cuerpos que estaban en una posición extraña, parecían haberse hincado en el momento de la súbita detonación, y después de revisar las fotografías de las cadenas descubro que los grilletes no estaban asegurados con nada Si estos pequeños hubieran querido liberarse hubieran podido Era evidente que me esperaba una larga conversación con el señor Gryst

Actualización de la bitácora del caso 33 El objetivo de nombre Liam Gryst ha sido capturado La evidencia está siendo documentada y se está llevando a cabo la planeación de la ayuda que será otorgará a las autoridades de Valadia para la limpieza de la ciudad destruida. Procederé al análisis de la evidencia y al interrogatorio del individuo para definir exactamente los cargos que deberán imputársele.

Ha sido sencillo. Estoy de regreso en el crucero el mismo día con una sensación de vacío. Todavía quedan cosas fuera de lugar, pero Gryst ya tiene un lugar en las celdas de la nave y será trasladado a su encierro definitivo pronto. El interrogatorio fue confuso, pero confirmó que algo no está bien del todo. Escucho una y otra vez la parte que me interesa de la grabación y no puedo evitar pensar que algo no está claro aún.

Agente Pine: Doctor Gryst, en este punto ya sabemos que fue usted quien raptó a esos niños. Los encerró y los encadenó a una máquina desconocida. Entonces, sobre la explosión, ¿qué sucedió?

Doctor Gryst: La explosión fue… su salvación, agente. Pudo ser la mía también pero él no me dejó morir. Está molesto. No pudo cruzar porque fallé. Hice todo lo indicado, cada paso, cada orden la llevé a cabo con exactitud, pero los niños no fueron suficiente. La puerta, esa máquina abre la puerta, es una llave, una inmensa llave.

AP: Cuando usted habla de él, ¿a quién se refiere doctor?

DG: No va a poder encerrarme, agente No tendrá sentido No importa d y eso no significa que no lo volverá a intentar, quizás no pronto, tal vez exista cuando él vuelva a tratar No se detendrá, cada vez que falla, Necesita los cuerpos, necesita trece cuerpos jóvenes con algo especial Servirán para aquellos que cruzarán primero No es tan sencillo La puerta se abre un poco, ellos cruzan y la abren del todo Después él llega Después no queda nada

AP: Dijo que la máquina es una llave Pero, ¿cómo funciona exactamente?

DG: Solo me dejó conocer lo relevante para mi papel en todo esto, agente, igual que a usted, por eso los atrajo Pero soy un ser pensante Sé qué hace la máquina y ahora lo sabrá usted Cumple dos propósitos Extraer la vitalidad que usará para darle fuerza a la llave y además dejará los recipientes vacíos para aquellos que cruzarán primero Yo podría saber qué falló, pero lo descubrirá eventualmente, ya no me necesita más. Lo que hice, no quise hacerlo, agente. Aun así, es imperativa mi muerte.

La fecha de su traslado se fija y el crucero BN-1 comienza el viaje. El doctor no se había sorprendido de nuestra existencia, su mundo no es tan primitivo, pero se inquietó cuando supo el modo en que viajábamos largas distancia en el espacio. Dijo que así será más fácil para él encontrarlo.Puedo decir que, sin importar el delirio de aquel hombre, una cosa era cierta: moriría. Cuando el viaje termina y emergemos de la colorida turbulencia, la señal de vida del doctor ya no existe. Procedo a buscarlo en su celda. Lo que encuentro es una de esas imágenes que tardo en eliminar de mi memoria.

La luz de la celda titila nerviosa. Los muros metálicos blancos están manchados con una sustancia negra humeante. No lo encuentro a primera vista, hasta que debido a un inevitable instinto miro hacia arriba. Ahí está el doctor, adherido al techo de algún modo. La apariencia de su cuerpo es exactamente igual al de aquellos pequeños, está carbonizado, tieso, su persona sólo es huesos con piel oscurecida y estirada sobre ellos. Sus articulaciones fueron forzadas en ángulos antinaturales. Está parcialmente cubierto en esa extraña sustancia negra volátil que emite el aroma amargo de antes. No hay nada en las grabaciones de la celda, solo hubo un momento de penumbra mientras cruzábamos el cosmos mediante atajos prohibidos entre las estrellas.

Quizás fue el caso más breve de mi carrera, pero no por ello fue sencillo o menos terrible que los anteriores. Además, estoy bastante seguro de que será necesario recordar todo esto en algún momento ya que no siento que haya sido lo último que se escuchará de lo que sucedió en Valadia, de lo que le pasó al doctor Gryst.

Finalizo la bitácora del caso 33. El doctor Gryst falleció en circunstancias desconocidas. Se inició una investigación aislada sobre el hecho. Debo aclarar un par de cosas con el alto mando, ya que al revisar las grabaciones del exterior de la celda han indicado que es posible verme a mi entrando a la celda, y en efecto parece que soy yo, pero estoy seguro de que no tengo manchas negras en lugar de ojos.

Originaria del Estado de Yucatán, México. En 2021, estuvo entre los ganadores del concurso de cuento “México-Tenochtitlán, Siete siglos de Historia”, convocado por la Secretaría de Educación Media Superior de México.

Facebook: Flor Cordero Flor Cordero | Facebook Instagram: @florcordero09

ojos con lentitud, sus pupilas se contrajeron por la luz q ó un par de veces, acostumbrándose al entorno. Se vio a sí mismo recostado en la n comprender cómo había llegado a ella durante la noche antó precipitado, asustado Muchas ideas cruzaban su cabeza Tenía una sensación de quilidad No entendía la razón por la que estaba tan alterado Necesitaba saber por qué sentía que el corazón se le iba a salir del pecho, pero no conseguía rememorar ni siquiera los sueños que tuvo, en busca de alguna pesadilla Asumió entonces que su estado se debía a algo que pasó antes de quedarse dormido

De pie sobre el frío suelo de la habitación, forzó su mente, intentando desmembrar los recuerdos de la noche anterior ¿Qué había sucedido para ponerlo tan ansioso y angustiado?

No encontró nada, estaba bloqueado por un muro oscuro y gigantesco que le impedía descubrir las memorias del día pasado

Sentía como si su propio cuerpo no le perteneciera, como si sus extremidades se movieran con torpeza y apenas aprendiera a caminar Tenía una persistente sensación de incomodidad, como si alguien hubiese perturbado y violentado su tranquila vida

Pudo visualizar, de forma automática, dos palabras que, para él, carecían de sentido: «ellos existen» Las recordaba de algún lugar Aparecieron en su cerebro como un rayo de luz alumbrando el camino que, con esfuerzo, intentaba descubrir No entendía su significado ¿Ellos?, ¿quiénes?

Se frotó los ojos tratando de disipar la masa de pensamientos que arremolinaba su cabeza Pasó las manos sobre su calva y suspiró cansado

Recorrió su cuarto, temeroso, preparado para encontrar cualquier cosa que delatara lo ocurrido la noche anterior No halló rastro alguno Miró por casualidad la fecha en la pantalla de plasma: año 2232 Todo parecía estar normal

Fue a su armario en busca de un enterizo negro y se lo puso Intentó explorar el resto de su hogar pues se sentía ajeno a él, como si detrás de todos los objetos perfectamente acomodados hubiera algo mal hecho, algo que no perteneciera ahí, en quietud, esperando ser descubierto

Sentía que mil ojos se clavaban en sus movimientos, que sus acciones eran perfectamente vigiladas, sus pasos medidos y los sonidos de desesperación que emitía por momentos, cuantificados

Caminando por la casa escuchó algo peculiar, como si el piso estuviera hecho de cartón y no hubiera ninguna clase de cimiento debajo. Asustado, golpeó con el talón un par de veces comprobando lo que había oído. Se recostó sobre la madera para escuchar mejor, y pudo distinguir, muy a lo lejos, un sonido mecánico moviéndose.

Un aura blanca, acompañada de una espesa niebla que emanaba del suelo, llenaron la pieza. Los ojos comenzaron a arderle. Se levantó con rapidez y salió al jardín delantero entre quejidos de dolor. Corrió a la pequeña fuente en el parque del vecindario y enjuagó su cara con avidez.

¿Le sucede algo, joven Ryal? la voz de una anciana resonó en sus oídos.

Una especie de niebla blanca apareció en mi casa, cubrió el salón y mis ojos comenzaron a quemarme, señora Ylian.

Sería una fuga de gas, deberías llamar al servicio.

Él parecía insatisfecho con la respuesta.

¿Le puedo preguntar algo? ¿Qué es lo que hizo usted ayer?

no a su barbilla, intentando recordar.

Ya sabe usted, joven, que soy muy vieja, olvido todo. Supongo que lo mismo de siempre, regar mis plantas y sentarme a observar el sol.

En ese momento un rictus de dolor transformó el rostro de la fémina, tapó sus oídos con las manos y emitió un chillido. Él quiso acercarse para ayudar, pero tan repentinamente como empezó se detuvo.

Dio la vuelta y se dirigió a una de las muchas casas iguales en la manzana. Asombrado por lo que acababa de presenciar, se dejó caer en el pasto junto a la fuente. «¿Qué estaba pasando?».

Regresó a su morada, abrió la puerta ligeramente y se asomó para ver el interior. Todo parecía tan normal que asustaba. No había rastros de ningún tipo de niebla, aun así, prefirió mantenerse alejado por el momento.

Cerró y volvió sobre sus pasos. Caminó encima de las rocas negras que adornaban el lugar, miró las plantas y parecían tristes, las flores se marchitaban y ya no había animales rondando por ahí. Era extraño ver el lugar tan vacío de vida, tan muerto.

En su andar se tropezó con el juguete de un niño, lo recogió y vio al pequeño parado junto a él.

¿Cuántas veces te he dicho que no tires tus juguetes al suelo? una voz masculina rompió el silencio.

Buenos días, señor Tynis, buenos días, niño Enryk.

Buenos días, joven Ryal. Saluda, hijo.

El menor se mantuvo quieto, con la mirada gacha y sosteniendo entre sus brazos el juguete que había recuperado.

Señor, perdone que lo moleste con una pregunta tonta, pero ¿qué fue lo que hizo usted ayer durante el día?

El señor Tynis lo miró con confusión, pero amablemente respondió a su pregunta.

Habré estado en el trabajo como siempre… no estoy seguro, no recuerdo mucho más. En fin, tengo que llevar a Enryk al colegio Con permiso

Tomó la mano del infante y se alejó a paso veloz El pequeño se soltó de su agarre y rápidamente corrió hacia él

Ellos vinieron le susurró

De inmediato regresó con su padre y se perdieron en la distancia «Ellos» Esa palabra se quedó adherida a su mente, era la segunda vez que la escuchaba Corrió a la casa de su mejor amigo Llamó a la puerta, y esperó Un joven delgado, de aspecto desgastado y un poco más bajo que él, con un enterizo negro igual al suyo, le abrió la puerta

¡Ryal, hermano!, ¿qué haces por aquí?

Lo saludó con un abrazo y le invitó a pasar dentro

Tomy, algo extraño sucede Primero la niebla en mi casa, luego la señ loca, el hijo del señor Tynis Paró de hablar un segundo, acomodando las ideas en su cabeza . ¿Qué es lo que hiciste ayer?

Tomy pareció desconcertado al ver a su amigo tan histérico. Mirando su rostro de seriedad se dio cuenta de que no bromeaba. Se sentó en el sofá del salón y dejó ir su cabeza sobre el respaldo, meditando su respuesta con cuidado.

No lo sé, supongo que lo mismo de siempre.

¡No supongas! ¿Por qué todo el mundo supone? Ahí está el problema, nadie sabe con certeza. Es como si el ayer nunca hubiera existido. Hoy me desperté con dolor de cabeza y una sensación de angustia extrema, pero no logro entender por qué.

Tú siempre buscando misterios que resolver… eso no es sano, te lo he dicho muchas veces.

Esto es serio Tomy, pregúntale a Mayle, seguro ella tampoco lo recuerda.

Hace muchos días que no sé nada de ella. La última vez qu e la vi parecía cambiada, estaba obsesionada con que había personas de otro planeta intentando colonizarnos. Ya sabes, esos seres de los que nos han contado nuestros abuelos. Ella dice que los ha visto. Que son muy altos, con pieles distintas a las nuestras, y ojos de diversos colores. Y dice que ellos ya están entre nosotros, vigilándonos.

La palabra «ellos» hizo eco en su cabeza, esa maldita palabra siempre estaba ahí para atormentarlo.

¿Dónde crees que pueda estar ahora?

Mencionó algo de encerrarse en su casa, y no salir hasta que «ellos» se fueran. La he ido a ver, pero no abre la puerta.

Ryal, quien se encontraba parado frente al sofá en el que reposaba su amigo, se tensó un poco y cerró los puños con fuerza.

Voy a verla.

Ella está mal de la cabeza, hermano. Lo que necesita es un médico, no un detective.

Lo ignoró Abrió la puerta, salió y caminó sobre el sendero rocoso que conectaba todas las casas Decidió tomar un atajo al hogar de la chica, se adentró entre los árboles que descansaban pacíficos sobre las áreas verdes del vecindario, hasta llegar a un pequeño claro de bosque Normalmente se oían cientos de aves de todas las clases, pero ese día el silencio reinaba, junto con la sensación de ser observado

Creía ver cómo las plantas giraban sus cuerpos en dirección a él y, a pesar de no tener ojos, podía jurar que lo miraban, lo juzgaban

Anduvo por la senda hasta llegar a un caserío, buscó el número correcto y tocó la puerta Nadie contestó Intentó de nuevo, pero obtuvo el mismo resultado

Rodeó el edificio en busca de alguna ventana y se dio cuenta de que todas se hallaban cubiertas por grandes trozos de madera

e ellas gritó el nombre de la chica varias veces, lo más alto que pudo, n era y qué quería

Paseó por la puerta trasera y pudo escuchar el sonido de unas pisadas cerca de él, dentro de la casa

Mayle, soy Ryal Vengo a hablar contigo suspiró Vengo a hablar sobre «ellos»

Alguien pareció atragantarse, sonaron un par de llaves y la puerta se abrió de golpe, dejando ver a una joven con un enterizo negro sucio y el rostro cansado

Sólo quieres burlarte de mí, como los demás

No, sé que tú sabes algo Mi casa está extraña, la gente está extraña, el ambiente está extraño. Me estoy volviendo loco escuchando la palabra «ellos» por todas partes, resonando en mi cabeza, acechando en mi presente y amenazando mi futuro. No entiendo de dónde viene y necesito saberlo.

—Vaya, ¿tu complejo de detective salió a la luz? —contestó sarcásticamente—. ¿Qué quieres saber de «ellos»?

¿Quiénes son? ¿Qué es lo que buscan?

¿No los has escuchado en las leyendas que los abuelos cuentan? ¿Nunca te hablaron sobre ellos tus amigos en la escuela mientras contaban historias de terror bajo los frondosos árboles? ¿Jamás tuviste la curiosidad de preguntar acerca de esos despiadados entes que horrorizaban incluso a nuestros padres?

Creí que eran sólo historias para dar miedo.

«Ellos» son tan reales como tú o como yo. Son seres de otro planeta, destruyeron su hogar y vagan por la galaxia en busca de otro lugar que colonizar, dominar y corromper. Son criaturas capaces de cometer los crímenes más atroces con el motivo de satisfacer sus primitivos deseos de poder. Son bestias que ansían tener el control de todo aquello que los rodea y no dudan ni un segundo en destrozar a cualquiera para conseguir sus sádicos fines.

«Ellos nos vigilan a cada segundo. Ahora saben dónde estoy y no tardarán en venir por mí. Puedo escuchar el sonido que augura mi muerte.»

Mayle cayó al suelo, tapándose los oídos y gimiendo de dolor al igual que la anciana.

Haciendo un máximo esfuerzo lo tomó del hombro y lo acercó a ella, susurrándole despacio algo que erizó su piel y lo congeló por unos instantes.

La chica lo sacó de su trance con un empujón, pidiéndole que huya lejos de ahí.

Él, aún perturbado, corrió lo más rápido que pudo. Las rocas del camino lo hacían tropezar de vez en cuando. Escuchó el grito de agonía de su amiga, ya a la distancia, y sintió la presencia de alguien siguiéndole de cerca. Aceleró el paso, el sudor caía a mares de su pálida piel.

Vio a lo lejos una puerta metálica que se camuflaba entre los árboles secos que ahora predominaban en el lugar.

Fueran lo que fueran, su sola presencia parecía asesinar a todo ser vivo que estuviera a su paso.

Escuchó las pisadas acercándose cada vez más. Casi podía imaginar a alguien asomarse por los matorrales que rodeaban el claro en el que se encontraba

Se aferró con fuerza a la valentía que avivaba su pecho y decidió adentrarse en la oscuridad de aquella puerta, para descubrir el misterio que acechaba detrás de cada esquina

Se precipitó al rectángulo de metal y lo abrió, haciendo eco en el interior de una habitación de un metro cuadrado en la que reposaba una escalera hacia las profundidades

Oyó murmullos de personas hablando fuera, por donde había llegado El idioma le sonaba desconocido

Escuchó algo que destruyó la poca cordura que le quedaba: un pitido agudo e intenso retumbando dentro de su cráneo. Se cubrió los oídos intentando, sin éxito, disminuir el sonido.

La puerta empezó a moverse, la manija bailaba dificultosamente al tratar de abrirse. Entró en pánico, sujetó la perilla evitando el paso de aquellas personas que, por sus voces, aparentaban confusión y enojo. Así estuvo unos segundos que parecieron eternos, luchando contra la presión que ejercían de fuera hasta que los extraños cesaron los intentos y se alejaron del lugar.

Con cuidado descendió las escaleras, una por una, pero velozmente. Al llegar al final, que no era tan profundo, se topó con un pasillo enorme en el que se cruzaban caminos entre sí, como un gran laberinto.

Anduvo temeroso entre las paredes metálicas. Después de algo de tiempo escuchó la voz de una persona, al contrario de las anteriores, esta sonaba familiar y hablaba su idioma. Podía percibir que venía de arriba, pero no veía nada por el techo de madera que recubría los túneles. Siguió caminando y la voz se desvaneció dando paso a otra, y a otra, y a otra. No entendía muy bien dónde estaba o de quiénes eran esos murmullos, hasta que atendió a uno que le pareció familiar, el de su mejor amigo. Se paró en seco y se concentró para escuchar mejor. Efectivamente, su oído no le había traicionado, era la voz de Tomy.

Su mente hiló cabos y comprendió el espeluznante embrollo en el que se encontraba metido. Estaba bajo las casas de todos los habitantes de la ciudad

¡Tomy! ¡Hey, escucharme?

Sus gritos hacían eco en los oscuros pasadizos, pero no percibió respuesta alguna Siguió intentando un par de veces hasta que pudo oír pisadas metálicas acercarse a él entre la negrura, divisó una máquina de por lo menos dos metros de altura que se movía en dos pies y caminaba directamente hacia él, emitiendo un sonido de alarma

Su instinto de supervivencia lo obligó a correr lo más rápido que sus cortas piernas le permitían. Doblaba por pasillos al azar, intentando no andar en círculos. Podía sentir los susurros del idioma desconocido rozarle la nuca, erizando su piel. Siguió avanzando hasta encontrarse otra puerta, más grande que la del bosque. Sin pensarlo, la abrió. Pudo respirar unos segundos de tranquilidad hasta que decidió explorar el entorno con su vista.

La carnicería que presenciaba era lo más horripilante que vio jamás. Conocidos, amigos, compañeros; una decena de cuerpos sin vida estaban tendidos sobre camillas metálicas. Sus pieles habían sido despojadas, la carne adherida a sus huesos había sido cortada en filetes sangrientos apilados a un lado del cadáver. La zona abdominal se hallaba completamente expuesta, los órganos vitales podían apreciarse con claridad. Algunos de ellos se encontraban fuera de la cavidad, exhibidos en frascos de vidrio sobre estantes de madera. Sus párpados se cerraban cayendo bochornosamente, dando a entender que nada se hallaba dentro de sus cuencas y la boca estaba tan abierta, que las comisuras parecían rasgadas, igual que una prenda descosida.

Cada camilla, además de los restos diseccionados, tenía una carpeta escrita en su lengua. Las letras eran rojas y dentro se veían fotos de aquellos que dormían eternamente sobre el metal. Inspeccionó, con todo el miedo que esto le generaba, los archivos en sus manos. Distinguió dibujos de lo que parecían ser cabezas a las que se les inyectaba una especie de cuadrado

con cables minúsculos y na adherida Comprendió el origen de los pitidos

Caminó alrededor de los cuerpos

Reconoció a la señora Ylian, al padre y el niño de la mañana, a amigos cercanos que no había visto en mucho tiempo

Sintió náuseas y ganas de llorar Sabía que estaba condenado, que «ellos» tarde o temprano lo encontrarían

Abrió una puerta alta que se encontraba al fondo de la habitación, y caminó por otro largo pasillo hasta llegar a unas rejas gigantescas, de rendijas diminutas, por las que él no cabría.

Sin aviso, una mujer tomó con fuerza los barrotes y se arrodilló frente a él.

—¡Ayúdanos, por favor! ¡Nos van a matar, nos van a matar…!

A su voz se le sumaron otras diez, veinte, treinta… De pronto, decenas de personas se encontraban pegadas a las barras de metal, pidiendo auxilio.

Él intentó callarlas, pero fue en vano. Gracias a eso, dos sujetos de aspecto desconocido, que estaban cerca de la gran jaula, se sobresaltaron y corrieron hacia el barullo.

El joven vio dos figuras altas y corpulentas, vestidas de verde oliva; en su espalda cargaban una especie de arma tubular desconocida para Ryal. Intentando escapar, se escabulló a través de sus piernas y corrió. Pero de nada sirvió el esfuerzo, rápidamente fue atrapado por estos entes.

Los escuchó hablar entre ellos en su extraño vocablo; parece que se burlaban de él.

Regresaron al frente de la cárcel donde estaban los demás, tomaron las armas cilíndricas, las activaron y de ellas salió un gas color naranja brillante que quemaba al tenerlo cerca. Sin piedad, dispararon el contenido contra la multitud, moviendo el armamento de izquierda a derecha para despejar la entrada. Abrieron la celda y lanzaron dentro al joven, encerrándolo junto a aquella gente inocente, despojándolo de toda esperanza de salir vivo de ahí.

En total resignación se recostó en el piso frío, tratando de no hacer caso a los gritos de desesperación que se oían a su alrededor

Dejó reposar sus cuatro piernas sobre el suelo Sus enormes y oblicuos ojos oscuros comenzaron a gotear lágrimas de impotencia Con los afilados dedos de sus manos frotó cálidamente su piel violácea, buscando consuelo

Rememoró los momentos felices que había vivido en su tranquila ciudad: las sonrisas, los juegos, los días en los que se pasaba la tarde entre largas conversaciones con su mejor amigo, contándole sobre sus nuevos proyectos de investigación. Quién diría que su hobby favorito lo llevaría a descubrir su propio final.

Maldijo a los que le arrebataron su esencia, su vida. Con la furia atascada en su pequeño pecho soltó frustrados quejidos por el dolor de su alma.

Mientras veía en su mente los rostros de aquellos grandes seres, con las cabezas llenas de pelo, dos piernas largas, y relucientes ojos de color verde, azul o marrón, recordó las palabras que su amiga le susurró antes de ser atrapada por aquellas sádicas criaturas: «Ellos se hacen llamar humanos, pero en realidad, no son más que monstruos».

Originario de Puerto Rico. Ha publicado varios cuentos en revistas en inglés y unos pocos en castellano en páginas web.

de la Biblioteca de la Universidad ic Clasificados ión de los eventos ocurridos el viaje a Londres el 27 de noviembre de 1999:

Todo comenzó cuando fui convocado a primera hora de la mañana a la oficina del decano, quien me llamó por un asunto urgente Me encontraba sumamente nervioso, me preguntaba si involuntariamente expuse algunos de los secretos de la universidad o, peor aún, si permití que alguna entidad sobrenatural entrara a nuestro mundo Después de todo, debido a mi concentración, tengo acceso a libros especiales Aunque el protocolo para trabajar con ellos es complicado y conlleva la autorización de un gran número de personas Por suerte, nunca he visto nada sobrenatural, todo ha sido teoría

Arribé a su oficina, llamé a la puerta y este me indicó que pasara. Cerré la puerta detrás de mí y me senté frente al Dr. Williams. Se encontraba muy serio y mi nerviosismo creció. En silencio, me pasó una breve carta de un viejo amigo, Robert Barker. Hicimos nuestra maestría en Historia Antigua en Oxford. Leí la nota en silencio. «Querido Oswald, hace dos meses hicimos un descubrimiento maravilloso, pero también horrible en la Antártida. Será mejor que vengas a Londres lo antes posible y no olvides el libro. Tu amigo Robert».

Al leer la nota rápidamente comprendí la seriedad y la urgencia del Dr. Williams. Después de la desastrosa expedición a la Antártida ocurrida en septiembre de 1930, todo asunto misterioso relacionado al gélido continente levanta rápidamente el interés de la universidad. El Dr. Williams me indicó que saldría esa misma tarde. Una vez en Oxford, el Dr. Walsh, un antiguo profesor mío durante mi tiempo en dicha entidad se encargaría de mí y me daría más detalles sobre dicho descubrimiento.

Salí de la oficina del Dr. Williams en dirección a mi apartamento para preparar el equipaje. Desde el momento que salí del

edificio, mí No sensación

Miré varias veces hacia atrás, busqué con mi mirada desconcertada por los alrededores, pero no distinguí nada fuera de lo común Continué mi rumbo, pero la sensación de ser observado permaneció en todo momento Llegué al edificio de apartamentos y subí a la segunda planta, donde se encuentra el mío Tan pronto abrí la puerta pude comprobar que mi temor de estar siendo observado era completamente justificado. Alguien había estado dentro. Todo estaba revuelto, desordenado, como si estuvieran buscando algo. Temerosamente entré, dejando la puerta un poco abierta por si tenía que salir apresuradamente. El apartamento era pequeño, la sala, comedor y cocina eran prácticamente un gran cuarto, el único dormitorio estaba a mano izquierda, al igual que el baño. Tomé la lámpara que se encontraba en la mesa junto a la puerta, como si esta fuera a defenderme de cualquier intruso. Aterrorizado, procedí a entrar a la habitación. Estaba desordenada también, pero no había nadie dentro, el baño también estaba vacío. Tiré la lámpara sobre la cama y me senté al lado ella, preocupado, perturbado y asustado.

Dejé pasar unos minutos antes de levantarme de la cama. Miré desde la ventana de la habitación, escudriñé la calle con detenimiento, pero nada extraordinario captó mi atención. Unas pocas personas caminaban en la calle, en la esquina del edificio del frente, un hombre con sombrero fumaba, no le di mucha importancia. Alguien tocó a la puerta. Me asusté ya que interpreté el sonido como un simple ruido y no como alguien llamando, rápidamente pensé que el autor de tanto desastre había regresado. Con temor pregunté desde el cuarto quién era y me indicaron que era el mensajero del Dr. Williams trayendo un paquete. Me tranquilicé. El Dr. Williams me había indicado que mientras preparaba mi equipaje enviaría a su asistente con la copia del libro, de esa forma yo no perdería tiempo Reconozco al mensajero, un estudiante de maestría en antropología

el desorden del apartamento, yo solo lo saludé y tomé el que dijera algo g y er a mirar por la ventana No podía tranquilizarme El hombre que fumaba seguía en el mismo lugar Me quedé mirándolo y fue cuando él levantó su rostro y miró directamente hacia mi apartamento, hacia la ventana de mi habitación, hacia mí Instantáneamente me retiré de la ventana, mi corazón se aceleraba cada vez más Sin perder tiempo, tomé un pequeño bulto del armario, metí un poco de ropa, ni conté lo que metí y tampoco la doble, pero tenía que salir de allí Tiré el paquete sobre la ropa revuelta y cerré el bulto De la gaveta de la mesa de noche, la cual estaba abierta, tomé mi pasaporte Me intrigó que estuviera allí y no lo hubiera hurtado la persona que irrumpió en mi apartamento Obviamente buscaba algo en específico Salí del apartamento y me aseguré de que el seguro de la puerta estuviera puesto y prácticamente corrí hasta la planta baja Al salir del edificio, miré hacia la esquina donde se encontraba la figura que me dirigió la mirada. No se encontraba allí. No había nadie. En ese momento pasó un taxi el cual detuve sin pensarlo, me subí y le indiqué al chofer que se dirigiera al aeropuerto.

De camino al aeropuerto me tranquilice un poco más. Comencé a dudar sobre la figura de la esquina. Tal vez mi nerviosismo y miedo por lo que encontré en el apartamento me hizo pensar que me observaba. Tal vez fue solo coincidencia. Mi mente no funcionaba con claridad. Salí hacia el aeropuerto asustado, sin tan siquiera notificar a las autoridades sobre lo ocurrido. Debía tomar el vuelo a Londres, por el susto recibido salí con bastante anticipación antes de la hora de partida. Cerré los ojos y prácticamente dormí los veinticinco minutos restantes para arribar a mi destino.

Realicé el registro sin problema, ya el boleto estaba a mi nombre, solo tuve que dar mi información y pasaporte a la asistente y a los pocos minutos me encontraba pasando el puesto de seguridad.

Una vez pasado, recogiendo mi bulto de la correa de inspección, miré hacia afuera del área de seguridad y allí, detenido y mirándome fijamente se encontraba el hombre con sombrero que vi frente a mi edificio. Tomé mi bulto con rapidez y me dirigí a la puerta de embarque sin mirar hacia atrás.

Llegué a la puerta de salida designada. Me senté mirando hacia el pasillo por si veía al hombre del sombrero. Pasó un buen rato, llegó el momento de abordar y ni señales del extraño, lo que calmó un poco mi ser. Una vez abordo, coloqué mi bulto bajo el asiento delantero, entre mis piernas y no deje de mirar quién más entraba en el avión. Ya cerrada la puerta y listos para despegar, pude respirar con tranquilidad.

«No me había seguido, tal vez había sido un juego de mi imaginación», pensé. Como el vuelo fue comprado a última hora no había vuelos directos, debí cambiar de avión en Nueva York y de ahí seguiría a Londres. Dormí durante el corto trayecto.

Luego de desembarcar me detuve en un puesto para comprar un refresco y unas galletas. Seguí hasta la nueva puerta de embarque donde esperé cerca de una hora para abordar el nuevo avión. Al poco tiempo de tomar mi asiento y volver a colocar mi bulto entre mis pies bajo el asiento delantero, noté a un hombre que se veía agradable. Mantuvo contacto de ojos conmigo mientras tomaba asiento y me sonrió antes de sentarse unas pocas filas delante de mí. Al momento no le di importancia. Cuando llegamos a Londres y comenzamos a desembarcar, el hombre que me saludó cuando abordamos en Nueva York, se volteó y volvió a sonreírme. Comenzó a caminar hacia la puerta y como yo ya estaba de pie note que no llevaba nada. No tenía maleta ni bulto, absolutamente nada. Pensé que seguramente había registrado el equipaje y se dirigiría a buscarlo en el área de reclamo. Como yo no registré equipaje no tenía que ir al nivel bajo para reclamar por lo que procedí directamente hacia la salida del aeropuerto.

Me encontraba exhausto, soñoliento y con hambre, d hotel que me había reservado la universidad Iría a ver al me dirigía a la terminal de taxis, volví a ver al hombre de una sonrisa, saludo que no contesté Sus manos seguían vacías, no tenía equipaje Me apresuré a tomar un taxi, pero cambié de destino Como el vuelo fue nocturno, todavía no era muy tarde en Londres, por lo que me seguí directo a la universidad Mi miedo había resurgido y la sensación de estar siendo observado se remarcaba

El Dr Walsh estaba en su oficina Me preguntó por el viaje y si me gustaba Miskatonic, contesté que sí y me invitó a tomar asiento A puerta cerrada comenzó a proveerme información más completa sobre la expedición de Robert Omitió los hechos irrelevantes, por lo que comenzó cuando la expedición encontró los cuerpos congelados de tres expedicionarios británicos desaparecidos por años No pertenecían a la universidad, pero sí eran bien conocidos en la institución Los cuerpos de los expedicionarios no estaban solos, con ellos también había una pequeña caja de metal sellada y una carta asegurada dentro de un protector plástico y adherida a la tapa de la caja. La carta no se encontraba en buen estado, pero aún era leíble. El Dr. Walsh me pasó copia de la misma.

A quien encuentre nuestros cuerpos. La estación ha sido completamente destruida y nosotros estamos destinados a morir en estas tierras heladas. Roy está casi inconsciente y Chris no está muy lejos de estarlo tampoco. Soy el que está en mejores condiciones y ya no puedo caminar. La criatura que nos atacó vino del océano. Nuestra investigación incluía enviar ondas de sonido al fondo del océano debajo de la capa de hielo y tomar algunas muestras del sedimento marino. Pero cuando estábamos durmiendo, la gigantesca criatura con múltiples ojos y sin forma definida abordó el complejo, el ataque fue tan rápido y sorpresivo que no hubo tiempo de pedir ayuda. En un instante devoró a Dexter y a Miller y fue cuando Roy tomó un hacha y logró cortarle un pedazo. La criatura produjo un horrendo ruido y regresó a las profundidades. El pedazo cortado comenzó a moverse en el suelo de la misma manera que la miel se mueve cuando se derrama. Era un líquido espeso pero transparente como el agua. Tenía un ojo y nos miraba intensamente. Agarré la caja de metal que usamos para almacenar las muestras. Pensando que la criatura podría volver en cualquier momento me apresuré a recolectar el espécimen. La radio había sido destrozada y los dos vehículos de nieve quedaron inservibles gracias a que la criatura pasó sobre ellos cuando regresaba a las profundidades del antártico. Decidimos tratar de llegar al campamento australiano que está a varias millas de distancia. Si nos quedábamos en las ruinas de nuestro campamento sabíamos que moriríamos. Debíamos intentarlo, aunque las posibilidades de alcanzar el campamento vecino fueran mínimas. Fallamos. Pero la caja necesita llegar al laboratorio de Oxford, lo que encontramos es un descubrimiento maravilloso pero mortal, debe ser estudiado por el bien de la humanidad. Imploro no abrir la caja y que se envíe lo antes posible a Inglaterra.

Miré al Dr. Walsh y él habló antes de que le preguntara cualquier cosa.

La caja desapareció del barco y la tripulación fue asesinada, incluyendo a su amigo. Lo siento me dijo.

La noticia no me sorprendió, con todo el misterio desde que recibí el primer contacto, algo me dijo que mi amigo estaba muerto. Pregunté si la policía tenía alguna información. Contestó que no, que lo único que faltaba era la caja. Estaba claro que mi presencia ya no era necesaria. Fui enviado a Inglaterra para evaluar el posible descubrimiento en la Antártida, corroborar la existencia de una criatura extraña. Después de todo, sin la caja no había nada que pudiera hacer. Notifiqué mi decisión al Dr. Walsh acerca de regresar a Massachusetts al día siguiente. Ese fue el momento en que me pidió el libro La pregunta me tomó por sorpresa ¿Por qué necesitaba el Necronomicón? No había nada que consultar, no había evidencia física del descubrimiento, no se sabía lo que

ría nada ondí que p g ibro real ya que es un tomo muy valioso como para removerlo de la universidad Al escucharme, cambió su temperamento en un segundo De ser una persona pasiva se transformó en un loco enfurecido Sus ojos expresaban ausencia de cordura, de razón, de inteligencia, solo emitían el frenesí que lo había poseído en esos momentos Se levantó y caminó hacia mí También me levanté y caminé hacia atrás tratando de poner un poco de distancia entre nosotros. Estaba aterrado. Continuó pidiendo el libro. Cuando mi espalda tocó la pared, sabiendo que no tenía ningún lugar para correr, miré dentro de mi bolsa y extraje la copia. Él la agarró de mi mano y la tiró hacia un lado.

¡Esto es basura, es inútil! gritó.

Le dije que la copia tiene la misma información que el original. Me respondió que soy un idiota incompetente, que no es solo la información lo que necesita, que también necesitaba la fuerza que posee el libro. Caminó en dirección a su escritorio, balbuceando palabras que no logré comprender. Hablando más para sí mismo que para mí. Se detuvo junto al baúl de madera que estaba en un rincón de su oficina, prácticamente detrás de su escritorio. Poco a poco lo abrió y extrajo una caja de metal, similar a la que describe el documento. Con un poco de dificultad la colocó sobre su escritorio. La caja todavía estaba cerrada. Me volvió a mirar, sus ojos eran otros, su aspecto era otro, había pasado el umbral de la locura, ya no era mi antiguo y respetado profesor. Había visto ese tipo de expresión anteriormente, al menos en fotos, en los archivos de la universidad.

¡Imbécil, lo has arruinado todo, todo! gritaba mientras intercambiaba su mirada entre la caja y mi persona. En ese momento, abrieron la puerta de la oficina y entraron un oficial y un detective. El Dr. Walsh los miró con una mezcla de miedo y enojo. Pude comprender que él sabía la razón por la que los oficiales de la ley se encontraban allí

La policía había encontrado evidencia que lo relacionaba con los asesinatos en el barco Fueron a cuestionarlo, pero la caja de metal sobre el escritorio del profesor terminó por corroborar las sospechas de los oficiales Me di cuenta de que él estaba detrás de todo, incluyendo la carta que supuestamente Robert había escrito Comprendí que la intención de la carta no era mi evaluación del descubrimiento, eso solo era la excusa para que yo llevara el Necronomicón Qué asunto oscuro pretendía realizar el profesor, lo desconocía

En un desesperado movimiento, el Dr. Walsh sacó una pistola de su escritorio y les disparó a los representantes de la ley, gritando que nadie se la va a quitar, que la caja era de él. Escuché dos disparos más. Esta vez vinieron del arma del detective, una de las balas alcanzó la ventana detrás del Dr. Walsh, la otra bala lo golpeó en el brazo y este soltó su pistola. Tomando fuerzas de quién sabe dónde, tomó la caja en sus manos. Dio dos pasos hacia atrás y tropezó con el baúl de madera. Lo último que escuché de él fue su grito al caer, llevándose la caja consigo. El oficial corrió hacia la ventana solo para ver el cuerpo varios pisos más abajo. La caja estaba a su lado. Bajamos y la gente ya se arremolinaba a su alrededor. Todos estaban sorprendidos de ver el cuerpo sin vida del profesor. Vi la caja, el impacto la abrió solo un poco, de haber querido no hubiera podido ni introducir uno de mis dedos en la abertura, si había algo dentro, aun debería estar ahí.

Me quedé mirándola fijamente. Solo había agua alrededor de la caja, agua muy viscosa que corría lentamente hacia uno de los desagües del canal, pero lo más extraño era que ese drenaje estaba calle arriba. La inclinación era sutil y a pesar de haber otro drenaje más abajo, y sin importar la fuerza de la gravedad, la viscosidad se movía hacia el drenaje superior. Los presentes se habían enfocado en el cuerpo del Dr. Walsh y no en la caja o el agua viscosa que desafiaba las leyes físicas. Mientras entraba en el drenaje pude ver cómo un ojo que flotaba en esa masa viscosa me observaba detenidamente. No apartó su vista de mí hasta que toda la

viscosidad desapareció dentro de la oscuridad del drenaje

No muy lejos de mí, noté cómo una figura, un hombre con sombrero, también miraba escurrirse a la criatura Me miró a los ojos, se dio vuelta y comenzó a alejarse del lugar Permanecí unas tres semanas adicionales en Londres Debía dar parte a las autoridades de lo ocurrido, mi declaración de los hechos, lo que en realidad no fue mucho problema ya que la universidad había enviado a un abogado para encargarse del asunto El tiempo extra fue a la espera de que ocurriera alguna anormalidad o avistamiento de la criatura, pero todo permaneció tranquilo. A petición de Miskatonic y con autorización de Oxford, traje la caja de metal conmigo para su posterior estudio, también traje la carta que Robert supuestamente había encontrado.

El Dr. Williams me recibió al día siguiente de haber regresado a Arkaham. Mi apartamento estaba totalmente organizado, el Dr. Williams me informó que él se encargó del asunto. No pregunte cómo obtuvo acceso al mismo y en verdad, prefería no saber.

El Dr. Williams, además de escuchar mi historia, la versión oral de este reporte que escribí posteriormente a la reunión, también me había citado para aclarar las dudas que yo poseía. Primero me indicó que la criatura que se describía en la carta, y que posiblemente pude ver escurriendo por el drenaje, se le conoce como Shoggoth. Me explicó cómo los Shoggoths fueron creados por antiguos dioses como una raza de esclavos. Estos tienen la forma de masas grotescas cubiertas por docenas de ojos como indica la carta. Tienen una fuerza inmensa y son prácticamente inmunes contra los ataques físicos que puedan recibir. Estas criaturas, eventualmente, desarrollaron una conciencia propia y se rebelaron contra esos antiguos dioses, lo que los llevó a vagar por los espacios oscuros del universo, espacios que aún habitan en la actualidad. También me dijo que los hombres que me siguieron son parte de una secta devota a las fuerzas sobrenaturales.

Una d Dr W combina y garantizarían su aceptación Me indicó que estos hombres estaban pendientes a mis pasos, querían asustarme para que entregara rápido el libro donde el Dr Walsh Les resultó su plan, pero una vez comprobando que yo solo tenía una copia del libro y viendo cómo la criatura escapaba, la secta perdió interés en mí El Dr Williams me dijo que seguramente uno de ellos estaba escuchando desde las afueras de la oficina del Dr. Walsh, siguiendo los sucesos y que por eso supieron que solo yo contaba una copia del libro y no el original. Si no, me hubieran seguido acosando para quitarme el libro a toda costa.

También me dijo que no era la primera vez que trataban de apoderarse del libro. Me contó cómo hace ya bastante tiempo, un campesino de Dunwich llamado Wilbur Whateley una noche logró irrumpir en la biblioteca para robarlo. Casi lo consigue pero un perro guardián, enloquecido por el extraño olor corporal de Wilbur lo atacó y acabó con su vida con una ferocidad inusual. Wilbur pretendía utilizar los conjuros del libro para convocar a los antiguos. El Dr. Walsh y sus amigos de la secta pretendía utilizar el Necronomicón para controlar con alguno de sus conjuros al Shoggoth de la caja. Las copias del libro tienen la misma información que el original pero no su mística energía, una energía necesaria para que los conjuros funcionen. Me sugirió que leyera el reporte de lo sucedido, se encontraba en los archivos clasificados de la biblioteca.

Salí de la oficina del Dr. Wiliams. De ese misterioso suceso que viví solo me faltaba escribir este informe y entregarlo al director de los archivos, luego podría volver a mi rutina normal en la universidad.

21 de diciembre de 1999
Universidad Miskatonic Arkham, Massachusetts USA

Frente a mí pusieron un trozo grande olenta

¿Seguro que lo comerá así? pr , contrariado . Puedo pedir que lo pongan más tiempo en la parrilla.

Yo miraba hipnotizado los riachuelos de sangre que nacían en la carne apenas sellada, le dije que no había problema. El Raro escuchaba atento el diálogo. Habíamos concertado vernos en un famoso restaurante del centro para contarle sobre mi viaje a Santa María del Oro, de donde regresé hace poco más de un mes, sin embargo, el trabajo de oficina atrasado y sobre todo el cansancio que acumulé durante mi estancia en el pueblo impidieron que nos reuniéramos antes para charlar.

El Raro esperaba con ansias mi relato, pero preferí concentrarme en el sabor ferroso que me ofrecía la sangre cruda. El cosquilleo en el cuello era una sensación embriagadora.

Deja de comer y cuéntame dijo el Raro con tono molesto.

Su orden me fastidió, pero sabía que el motivo de nuestra reunión eran los pormenores del viaje. Dejé los cubiertos sobre la mesa y comencé a narrarle lo sucedido, en cuanto terminara de contarle podría seguir con mi festín.

No sé lo que pasó, estaba muy oscuro y solo vi una silueta dije para terminar.

El Raro tenía un semblante de extrañeza al final de mi relato, pero lo que más lo descolocaba era la forma en la que comía mi plato.

Nunca te había visto comer de esa manera. 2

Conocí al Raro en la secundaria Me enseñó una revista donde se relataban diversos homicidios, estaba repleta de fotografías que iban desde escenas de crímenes hasta rostros de asesinos. Según me dijo, su papá era un lector asiduo de la nota roja.

Ese día algo cambió en mí para siempre, descubrí que detrás de la muerte hay un trabajo sucio que pocos se atreven a realizar. Mientras algunos se dedican a llorar cuando una persona parte al más allá, otros preparan el cuerpo sin vida y en el caso de un homicidio hay todo un equipo que debe esclarecer el crimen. A mi corta edad decidí a qué bando quería pertenecer.

Yo era el único amigo del Raro. Todos en el salón coincidían en que había algo extraño en él; le rehuían. Poco a poco mis compañeros también fueron alienándome, a tal grado que ni a él ni a mí nos dirigían la palabra. Eso afianzó nuestra relación, ya que al no tener otra alternativa trabajábamos juntos los deberes escolares y eso nos llevó a intimar fuera de la escuela.

Por esa misma época, el hermano de mi padre murió en condiciones extrañas, que inspiraron en la familia toda clase de suposiciones con respecto a su fallecimiento. Nadie disipó los rumores y el incidente se convirtió en un secreto familiar que terminó por cambiar mi visión de la muerte. Descubrí que no solo se muere de viejo o a causa de una enfermedad.

Después de asistir al centro de capacitación policiaca me convertí en detective, especialista en homicidios. Tuve una época de abundancia en la cual resolví casos aquí en Durango. Pienso que la suerte influyó más que mi trabajo de investigador, porque atrapar a un asesino en la ciudad es como buscar una aguja en un pajar.

Mi suerte llegó a su fin y se instaló un periodo de sequía, todos los casos que me asignaban quedaban sin resolver, parecían impenetrables. Me convertí en un elemento inútil para la unidad, como la mayoría de los que la integrábamos en ese momento. Durante dicho periodo de estancamiento, la vida puso de nuevo al Raro en mi camino. Se había convertido en reportero de nota roja de un tabloide de mediana circulación, al parecer llevaba algunas semanas buscándome hasta que dio conmigo.

Tengo un trabajo para ti.

Me explicó que una familia de un rancho cercano encontró varios de sus animales muertos en circunstancias misteriosas, al parecer les habían succionado el interior dejando únicamente el cuero Al principio me negué puesto que no veía la relación conmigo

Llamaron a la policía ejidal, al médico veterinario e incluso al sacerdote, pero nadie ha dado una explicación satisfactoria, por eso vine a buscarte

Veré qué puedo hacer, no te garantizo nada

Acepté por curiosidad y porque necesitaba una bocanada de aire fresco en medio del viciado ambiente de mi carrera, pero la razón principal fue por la estima que le tenía al Raro 4

camino de terracería Poco a poco me interné en un horizonte apuntalado por un cerro enorme color arcilla, el suelo que se extendía por debajo parecía roca firme y cedía pocos espacios a la vegetación Tras bordear la mole, llegué a Santa María del Oro

Descubrí un pueblo decadente que tiempo atrás tuvo su auge gracias a la industria minera En pleno tiempo de bonanza y sin ninguna explicación, las compañías que extraían los minerales abandonaron el lugar Los habitantes que eran empleados murieron de manera prematura, y los foráneos regresaron a su lugar de origen. Solo quedaron las ruinas y su misterio. Cuando llegué a la central camionera, tomé un taxi para ir a la dirección que me dio el Raro. El chofer me miraba por el retrovisor cuando comenzó a hablar.

¿Es la primera vez que viene acá?

Sí, vengo a visitar a la familia Carrete

Empezó a cuestionarme con respecto a las intenciones de mi visita. No quise revelarle el verdadero motivo, en cambio desvié la conversación preguntándole por la mina y recibí una respuesta que no esperaba.

Lo único que nos dejó la minería fue la miseria y un cerro con un hoyo.

El resto del camino el taxista despotricó contra las autoridades por la poca atención que le daban al pueblo. La conversación se ensombreció aún más cuando habló sobre los estragos de la devaluación del peso, el asesinato de Colosio y el levantamiento del Ejército Zapatista.

Esto se pondrá peor, joven dijo mientras frenaba el vehículo . Hemos llegado.

Viajé alrededor de ocho horas a bordo de un autobús, las primeras tres fueron en carretera estatal, el tiempo restante fue por

Estaba frente a la casa, tenía dos ventanas simples y una puerta de metal, el sol se había comido el color Toqué un par de

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veces y salió un hombre maduro, era el Sr Carrete Aunque esperaba mi llegada no mostró entusiasmo alguno

Atravesamos algunos cuartos y salimos al patio, desde ahí se veían algunos árboles y un camino que apuntaba a la antigua mina, como me explicó el hijo mayor del Sr Carrete Cerca estaba el corral, caminamos alrededor de diez minutos para llegar Ahí tenían apilados los animales muertos Me ofrecieron guantes de látex para maniobrarlos El señor comenzó a relatar que la noche del incidente hubo un alboroto en el corral, era normal que las cabras hicieran ruido, pero después surgieron chillidos cargados de miedo y dolor; sin duda algo sucedía.

—Llegamos tan rápido como pudimos y encontramos a las cabras asustadas en una esquina. En el centro había tres muertas con unos hoyos en el cuello. Estiró la cabeza de una de ellas y me mostró los orificios . En ese momento salimos corriendo a buscar a alguien en los alrededores, pero no vimos a nadie. Al día siguiente, ya bien amanecido, notamos que los cuerpos no tenían sangre, estaban secos, ni siquiera tenían las vísceras. Inspeccioné uno de los cuerpos y en efecto era un pedazo de cuero que parecía haber sido disecado. Nunca había visto algo así. No supe qué pensar.

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Reubicamos el corral en un par de días y construimos un sitio camuflado en medio de los árboles, desde donde se podía observar a los animales sin ser descubierto. Pasé varias noches en vela vigilando. Esperaba ver a una persona, era lo lógico, pero esa noche llegó una silueta, no alcancé a ver los detalles porque la luz de la luna era débil, pero parecía algo como un pulpo Los animales se inquietaron Los Carrete tenían instrucciones precisas de no aparecer, aunque escucharan el alboroto Yo no daba crédito a lo que veía y en un segundo la criatura estaba en mi escondite

Me despertó la voz de Carrete

¿Se encuentra bien? dijo mientras me

sacudía del hombro

¿Dónde estoy? pregunté desorientado

Me contestó que por la mañana notaron que no había regresado a la casa, por lo que vinieron al escondite Volvimos a la casa Me encontraba confundido y tenía un escozor en el cuello «Algo debió picarme cuando me quedé dormido», pensé mientras saciaba mi sed en el grifo del agua

Durante el resto de mi estancia no pasó nada anormal, a excepción del insomnio que me visitaba por las noches. Decidí finalizar mi visita y retomar mi trabajo de escritorio en la fiscalía. No había resuelto nada, como en mis últimos casos, pero tenía una anécdota nueva para contar.

Tomé el autobús de regreso a la ciudad, las malas noches que venía cargando y el ruido del motor lograron arrullarme. Pero tuve una pesadilla. Estaba en medio de una gruta húmeda, las paredes se cerraban en un único camino del que salía un riachuelo pestilente, la voz del Raro sonaba en mi cabeza diciendo «camina». Vacilé un momento y entré, llegué a un claro donde no se veían las paredes ni el techo. En el centro había miles de cabras amontonadas que chillaban de forma ensordecedora. Giré y comencé a correr en dirección opuesta a la hecatombe, pero a los primeros pasos un tentáculo atrapó mi cuello. Sentí que las ventosas succionaban a tal grado que mi piel se reventaba como un volcán de sangre. Al borde del desmayo desperté porque el camión frenó de repente.

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El Raro y yo nos despedimos afuera del restaurante, yo había saciado mi hambre y él su curiosidad Yo me encontraba en una especie de letargo, regresé a mi casa a descansar

En las semanas siguientes me olvidé del asunto, hasta que vi un titular en el puesto de periódico

EXTRAÑA CRIATURA

ACECHA DE NOCHE A LOS ANIMALES Y LOS MATA

En el reportaje, el Raro describía a un ser de naturaleza desconocida que merodeaba por las granjas, y se comía los animales.

La noticia se convirtió en un reguero de pólvora que días después escaló a la televisora local, que hizo un reportaje en Santa María del Oro. Lo que aderezó la noticia fue que la familia Carrete había desaparecido sin dejar rastro.

No sabía que era el principio de un escándalo que duraría un par de años. Habría avistamientos en varios estados de México, al sur de Estados Unidos y en Puerto Rico. Según diferentes medios de comunicación, la criatura habría sido producto de un experimento fallido o un extraterrestre de metro y medio de altura, con alas y colmillos sobresalientes. El país entero efervecería con la noticia de que «el Chupacabras» andaba suelto, no habría noticiero a nivel nacional que no dedicara algunos minutos a entrevistar a personas que supuestamente lo habían visto o expertos dando explicaciones de lo más enredadas

Es casi 2023, hace años que me retiré de la policía, debo admitir que no es mi mejor momento

Las cosas han cambiado bastante Ahora se condena al gobierno y a las industrias extranjeras por haber contaminado durante décadas al pueblo de Santa María con metales pesados Además se sabe que el escándalo de la extraña criatura fue un montaje mediático Eso es irrefutable, al igual que la mancha negra que tengo en mi cuello Su forma es irregular, parece el contorno de un país desconocido que crece poco a poco, que no hay manera de frenar Los doctores que consulté han llegado a la misma conclusión: melanoma Mientras escribo esto, descubro una noticia en Facebook:

APARECEN ANIMALES MUERTOS EN DURANGO ¿REGRESO DEL CHUPACABRAS?

Solo es cuestión de esperar. Viene a mi mente el recuerdo de aquel día cuando conocí al Raro.

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ive Zúñiga, acostumbrado a merodear por las meñas buscando pistas, ahora daba vueltas en su omo un león enjaulado, pensando en cómo aría su trabajo. Pues una cuarentena había sido la responsable de su encierro y de su mal humor, pero que se intensificó al constatar el imperante desorden de su casa. Así que con rígidos movimientos comenzó a acomodar algunos de los objetos que estaban en el suelo y, mientras los desempolvaba, sus ojos se detuvieron en una mancha negra, ocasionando que dos palabras brotaran de su cabeza. De inmediato se trasladó a su cuarto, sacó un desgastado fólder, retornó a su escritorio y, en efecto, las palabras Dark Web aparecieron entre las desgastadas hojas.

Ahora más que nunca le urgía conocer bien esos dos vocablos, ya que de eso dependía su investigación. Después de una ardua semana pudo descubrir múltiples cosas que podía realizar al dominar todo el contenido del fólder y, cuando se sintió ducho, desde la comodidad y seguridad de su asiento, se sumergió en ese mar negro, cuya única protección era el anonimato. Al interior veía con asombro cómo todas las dicotomías parecían diluirse en una masa insondable; a medida que profundizaba tenía la sensación de encontrar cada vez algo más dantesco. Toda la adrenalina que experimentaba en las calles ahora lo vivía desde su casa, dejando atrás esos movimientos involuntarios o extraños que hacía para evitar ser descubierto

No obstante, al igual que la mancha negra, algo captó su atención: una entrada titulada Dédalo. La abrió y aparecieron otras entradas más, pero registradas con innumerables nombres en orden alfabético y en distintos idiomas Maquinalmente buscó su propio

nombre: Zúñiga Rivera, Juan Antonio, y para su sorpresa lo encontró; “podría tratarse de un homónimo, lo voy a averiguar”, pensó.

Entonces su ingobernable curiosidad lo hizo adentrarse, pero aparecieron más entradas, aunque esta vez distribuidas por año: 1980, 1981, 1982, hasta la fecha actual. La adrenalina, que antes le generaba placer, ahora se tornaba en un confuso miedo. Con cierto nerviosismo entró al 2021. Y, otra vez, seguían apareciendo más, pero ahora clasificadas por meses y solo hasta el mes de agosto Para el detective Zúñiga esto ya se tornaba siniestro; no obstante, su espíritu resoluto terminó por imponerse. Ingresó al mes de agosto y, como un macabro juego, aparecieron más, pero ordenadas desde el primer día hasta el día treinta y uno.

En efecto, su mirada de resignación constató que el calendario señalaba el 31 de agosto del 2021. De pronto los latidos de su corazón comenzaron a retumbar con tal violencia que su cuerpo se estremeció, su respiración se lentificó y una fuerte sensación de vahído hizo agarrarse de las esquinas de su escritorio para sostenerse: nunca había experimentado algo parecido por una simple fecha. Sin embargo, su férrea necesidad de respuestas siguió anteponiéndose ya no podía retroceder aunque quisiera ; de modo que, al recuperar algo de tranquilidad, entró… y un grito terrorífico ensordeció su casa.

(Guadalajara, Jal. 1996). Licenciada en enfermería. Sus cuentos aparecen en las antologías Escrituras en juego (Luvina, 2016) y Fantástica muerte (Anapoyesis, 2022).

escurría por mi nariz. Un solo golpe lo provocó. El lavamanos contenía ya un charco con ella. Busqué más papel, lo enrollé y lo metí en el lado izquierdo. Mis y el pantalón estaban limpios. Me miré en el espejo, no tenía morete alguno. «Esto esapercibido, a excepción de la camisa. Debo deshacerme de ella para que mamá no de momento la usaré y la cubriré con el suéter de la escuela», pensé. Sé que me esperan en casa, esperan mi regreso, es un día importante. Hoy es mi cumpleaños.

Desde hace doce años mis padres contratan payasos que cuentan chistes sobre animales, realizan trucos con pelotas y aros, a veces me ponen al frente por insistencia de mamá como parte de su espectáculo. Suelo equivocarme al hacer el acto, los invitados se burlan, pero para mí eso no es gracioso. En una ocasión un niño se atragantó al reírse y, desde entonces, llegué a la conclusión de que los cumpleaños son tristes, nunca se sabe cuándo será el último.

Tom dejó de visitarme cuando cumplí ocho. Dijo que era momento de despedirnos, él debía partir porque ya no lo necesitaba, mencionó que fuera valiente pues, en el mundo de los grandes, las cosas más terribles son creadas por ellos. Hoy sé que Tom tenía razón, cuando las personas crecen se transforman en seres oscuros, su piel se cae y se vuelve gris Caminan, sin saber lo que hay detrás: cargan bultos, algunos tienen gusanos que se mueven en la cabeza, otros cucarachas He visto cómo esos insectos les arrancan los sesos Mis amigos no lo saben, pero ellos también tienen gusanos Solo Juan no, él tiene cucarachas, le aparecieron luego de que Ana lo rechazara Yo lucho cada día para que esos bichos no me ataquen

Me limpié la nariz y volví al salón La maestra de matemáticas nos puso ecuaciones y, cuando sonó la campana, salimos Al llegar a casa mamá abrió la puerta Tenía un regalo en sus manos y me lo dio

Te dejé tu traje en el clóset y este es un regalo de la abuela, arréglate rápido, ¡la terraza ya está lista!

Sí, mamá

Subí a mi habitación y revisé el clóset Había una camisa azul, unos pantalones negros y una corbata gris Me quité el uniforme y me bañé Al salir guardé la playera en una bolsa negra Me miré en el espejo, solo tenía una leve marca roja en la nariz Terminé de peinarme y tomé la bolsa, una cucaracha estaba en la cama, la aventé al suelo y la pisé Cuando voltee al espejo me vi a mí mismo con la cabeza llena de gusanos que se retorcían Me tallé los ojos, parpadeé unos segundos y mi cabello estaba limpio, sin rastro de esos bichos Había sido mi imaginación, suspiré aliviado Bajé al patio y eché la bolsa en la basura

Cuando llegamos a la terraza percibí el olor del pasto La tarde estaba soleada Había globos azules en cada rincón, cadenitas de papel y un letrero enorme que decía: «¡Feliz cumpleaños!» Se encontraban sentados alrededor de las mesas mis tíos, primos y algunos amigos La fiesta siguió, pusieron música en una bocina, llenaron una mesa con regalos, comimos pizza y mis parientes se levantaron a bailar cumbia

¡Aaaaah! Una niña corrió entre llantos Tenía la cara roja y la cubría con ambas manos ¡Está allí, está allí! decía, mientras señalaba los baños

Tenía razón, estaba allí. Corrí hacía él.

—¿Qué haces aquí?

—Vine a mi fiesta. —Tenía una servilleta y se limpiaba las heridas del rostro. Lo miré por un

momento, era más delgado, menos alto Horas antes también usaba uniforme, nuestro rostro era el mismo

¡Esta no es tu fiesta me burlé , es mi fiesta, y de ahora en adelante ellos son mi familia!

¡No! Intentó golpearme en la nariz otra vez y lo esquivé Lo pateé y cayó al suelo

Entiende, yo soy más fuerte, tú eres el doce y yo soy el número trece, tu tiempo aquí se acabó Lo tomé del cuello y lo sujeté con todas mis fuerzas, él intentó encajarme las uñas en las manos, pataleaba, y después de unos segundos sus piernas dejaron de moverse

Sus ojos quedaron mirando hacia arriba y su boca abierta Tenía el cuerpo lleno de moretes, rasguños, y le escurría sangre de las heridas Lo eché al bote de la basura De ahora en adelante el número doce ya no existirá Lavé mis manos y arreglé mi peinado En el lavabo observé un par de gusanos amarillos y una cucaracha bajó por mis hombros, sacudí mi cabeza y salí Juan vino a buscarme, me fui con él Al llegar a la mesa, mis padres trajeron el pastel y cantaron las mañanitas Soplé las velas Al pastel saltaron cucarachas y gusanos, se recorrieron, buscaron un hueco y se introdujeron en el betún

Cuando levanté uno de esos bichos mis manos se volvieron grises

ico Amanecer.

ihuahua, Chih. (14/JUL/2014). - El de julio pasado nuestro compañero Zepeda desapareció luego de salir de la redacción de este periódico alrededor de las dos de la tarde. Desde entonces, sus familiares, colegas y amigos han intentado localizarlo sin éxito y han levantado las denuncias pertinentes frente a las autoridades responsables Los colaboradores de este medio exigimos al gobierno del estado que investigue y esclarezca los hechos de manera expedita De igual modo, hacemos un llamado a los organismos internacionales especializados en derechos humanos a sumarse a la denuncia de este y muchos casos más en contra de la libertad de información, que desde hace al menos ocho años se han incrementado no sólo en Chihuahua, sino en el país entero, donde el clima de impunidad parece permearlo todo Desde hace meses Lauro Zepeda había denunciado amenazas de muerte en su contra Zepeda se dirigió entonces a la Procuraduría General de Justicia para levantar un acta de hechos Los últimos testigos que lo vieron afirman que se hallaba en compañía de Eduardo Reyes, el licenciado que lo atendió al iniciar tal proceso jurídico Hemos intentado contactarlo, pero no hemos tenido éxito

En las últimas semanas nuestro reportero se encontraba investigando casos en los cuales la infancia y el narcotráfico se daban la mano Enseguida reproducimos el último texto en el que estaba trabajando nuestro compañero Lauro, antes de desaparecer.

* * *

En la carretera La Soledad San Carlos (específicamente en el tramo La Soledad Agustín Melgar) se encuentra la Escuela Secundaria Leyes de Reforma El pasado 31 de marzo en el festival del día de la primavera el alumno Justo Julio de Guzmán, quien cursa el tercer año, recitó su poema “Cuna” Los maestros y los padres de familia quedaron asombrados por la emocionalidad del escrito Josefino Prado, profesor de

historia de la misma escuela, pidió al alumno el texto y lo envió a un concurso en España; el poema resultó ganador en la categoría “Poesía joven” En el acta del jurado se decía que el poema ganador, entre otros valores, poseía gran capacidad expresiva, y que su “potencia estética” se derivaba del efecto de “perturbación y belleza” que era capaz de generar El profesor Josefino tuvo que firmarlo con su nombre, ya que el concurso era para mayores de 18 años Luego del resultado, entregó el premio económico al estudiante Esta es una breve entrevista que pudimos tener con Justo Julio de Guzmán.

Reportero: Justo, ¿en tu casa leen?

JJG: No.

Reportero: ¿Entonces cómo y por qué surgió en ti el gusto por la poesía?

JJG: No lo sé, me sale y ya. Un día, simplemente, me nació.

Reportero: ¿A quién leíste tu primer poema?

JJG: A un conejo de mi abuelo.

Reportero: ¿Quién es tu poeta favorito?

JJG: Nunca he leído a uno, aunque me gustaría mucho leer a alguno.

Reportero: ¿Tienes amigos que también escriban?

JJG: Sí. Los conocí en la cancha, allá por donde tiene su tienda Doña Tuerta.

Reportero: ¿Dónde se reúnen?

JJG: No te puedo decir.

Reportero: ¿Por qué?

JJG: Porque no.

Reportero: ¿Hiciste un pacto con ellos que te prohíba revelar dónde se reúnen?

JJG: Mmmm, no , no lo hice con ellos

Reportero: ¿Entonces con quién?

JJG: No te puedo decir

Reportero: ¿Por qué no?

JJG: Porque me cortarían la cabeza

[Se crea un silencio y JJG se muestra incómodo]

Reportero: ¿Quién, de los niños con los que te reúnes, escribe mejor? ¿Cuántos son?

JJG: Somos ocho. Hay un vatillo que se llama Antonio, pero le decimos el Juanga porque es bien putito. [JJG ríe].

Reportero: ¿Sobre qué escribe?

JJG: Haz de cuenta lo mismo que yo, nomás con más odio.

Reportero: Cuenta lo que quieras sobre la o las personas con quienes hicieron el pacto.

JJG: No puedo… No quiero.

Reportero: ¿Por qué no?

JJG: Porque no, no tengo ganas, eso es todo.

Reportero: ¿Les tienes miedo? ¿Has sentido incomodidad o dolor por hablar de ellos o por estar con ellos?

JJG: ¡Qué pregunta! Sí lo he sentido, pero me gusta estar ahí, nadie me obliga.

Reportero: ¿Te han hecho daño?

JJG: ¡Dios! No entiendes nada. Mira, es como cuando mis primos y yo matamos a pura pedrada a un coyote; sabemos que eso está mal, pero lo volveríamos a hacer.

Reportero: ¿Tus papás saben sobre estas reuniones?

JJG: Sí

Reportero: ¿Qué opinan?

JJG: Nada, no opinan nada

Reportero: ¿Saben que lo que escribes y lo que vives con tus amigos tiene mucho de violento?

JJG: Sí, pero no pueden hacer nada Cuando han intentado algo, todo se arregla con una llamada a mi casa Después del premio ya no les molesta tanto, ya se dieron cuenta que atrás de esto hay cash

Reportero: ¿Podemos publicar un poema tuyo en el periódico?

JJG: Nomás un fragmento… que no lleve mi nombre verdadero.

Ahí termina el texto incompleto en el que estaba trabajando nuestro compañero Lauro, antes de su desaparición Hemos hecho lo posible por encontrar el poema referido en la nota y en la entrevista, pero hasta el momento nuestros esfuerzos han sido vanos

* * *

Nuevos casos de niños poetas: René Ávila y la niña Villafuerte

Periódico Amanecer.

Cd. Chihuahua, Chih. (8/AGO/2014). - El pasado 14 de julio, este periódico publicó una nota llamada “El extraño caso de los niños poetas”. En ella se denuncia la desaparición de nuestro colaborador Lauro Zepeda (hasta la fecha aún no hay pistas de su paradero) junto con la publicación de una entrevista al niño poeta Justo Julio de Guzmán, ganador del concurso “Premio Internacional de Poesía Miguel Hernández”, comunidad Valencia 2014 (España). Después de la publicación de la nota llegó a la redacción un video cuyo título, en principio, nos pareció enigmático: “Violencia-Poesía/Rosario Castellanos”. En él se observa un bailable escolar, el cual resulta interrumpido por un joven, quien toma el micrófono para leer una hoja de papel. Se trata de un poema perturbador y bellísimo, ante el cual los padres de familia y maestros se observan conmocionados, prestando atención ceremonial a las palabras del adolescente. En cuanto termina, todos quedan en silencio y, enseguida, se corta la grabación. Investigamos el origen del video y supimos que el episodio ocurrió el pasado 10 de mayo, durante el festival del día de las madres, en la secundaria Rosario Castellanos. Llama la atención que esta secundaria se encuentra en el mismo tramo de la carretera en que se halla la secundaria Leyes de Reforma, a la que asiste Justo Julio de Guzmán. No hemos podido localizar al protagonista del suceso, el joven René Ávila, para obtener alguna declaración.

Además del vídeo, nos llegaron varios correos electrónicos y recibimos algunas llamadas de padres de familia. En su mayoría, denotan una preocupación por el extraño comportamiento de sus hijos en los últimos meses. Aunque intentamos formalizar alguna entrevista con ellos, se negaron a concederla. Tampoco las autoridades educativas estatales o municipales han accedido a ello. Hasta el momento, sólo hemos logrado entrevistar a la Madre Sofía, encargada del colegio Luz y Esperanza, un internado privado ubicado en la carretera La Soledad-San Carlos (en el tramo La Soledad-Emiliano Zapata). Ella habló sobre el caso de la niña Ernestina Cambell Villafuerte, a quien no hemos podido localizar.

Reportero: Madre, usted envió un correo a nuestro periódico para denunciar lo que ocurría con una de las estudiantes que están en su colegio…

Madre Sofía: No, no. No fui yo. Fue una de las muchachas que le da clases, pero ella prefirió no estar aquí para no exponerse. Como yo soy la autoridad máxima en la institución, me pareció que yo debía dar la cara y relatar lo ocurrido con la estudiante, ¡es que esa niña está fuera de los parámetros de conducta normales! Cualquier persona que haya visto las salvajadas que hace y dice, debe comprender la importancia del caso

Reportero: ¿Qué clase de salvajadas? Tengo entendido que Ernestina es muy buena en sus clases de español y que ha ganado varios concursos literarios

Madre Sofía: Sí, la niña Villafuerte es magnífica en todas sus clases, ese es el problema No sé de dónde saca las blasfemias que escribe, aquí no se las enseñamos Me he enterado de los premios que ha ganado Son celebraciones del horror

Reportero: ¿Me podría decir cuáles son las conductas extrañas de Ernestina?

Madre Sofía: Ocurren fuera del colegio, no se crea que aquí… Son esas reuniones que hace en su casa. Me han dicho que la han visto cometiendo actos impuros por la calle de la Soledad, también que recluta a otras muchachas de su edad. Dicen que tienen un club con gente de mucho dinero, ya sabe, de esas personas que andan matando gente inocente. Hasta hacen rituales. La niña Villafuerte es hija de uno-de-ellos. Usted sabe, ¿no?

Reportero: No, no lo sé. ¿De quién es hija Ernestina?

Madre Sofía: Ay joven, no me haga comprometerme, es hija de El Patrón. Así le dicen. Yo en persona no conozco a sus padres, nunca se aparecen por aquí.

Reportero: ¿Sabe qué cosas escribe la niña Villafuerte?

Madre Sofía: Escribe cuentos y poemas Ganó un premio a nivel estatal con un libro de ciento veinte páginas

Reportero: ¿Usted lo leyó? Hemos intentado conseguirlo, pero no lo hemos podido encontrar

Madre Sofía: Sí, lo leí

Reportero: ¿Puede contarme de qué trata?

Madre Sofía: Ay, joven, sólo espero que su investigación sirva de algo Mire, el libro empieza hablando del cielo, lo describe diciendo que se parece a una gran lápida blanquísima y gigante que aplasta y guarda a un gran cadáver O sea, nosotros, los humanos Y dice que la lápida blanca es una línea gigante de cocaína que Dios inhala cuando le aburrimos ¡Usted cree semejante barbaridad!, ¡lo demás es aún peor!

Reportero: Continúe, por favor

Madre Sofía: ¿Joven, de verdad cree que sirva de algo esta entrevista?

Reportero: Madre, no lo dude En principio, dejará en claro que esta institución no es responsable de lo que la niña Villafuerte escribe ¿Puede recordar la parte que más asombro le causó del libro?

Madre Sofía: Ay joven, pues luego empieza a decir que a ella la engendró un rayo, que es hija de un dios blasfemo y describe cómo se producen los relámpagos en la atmósfera Dice que es por un choque de cargas eléctricas en el cielo, dice que es como frotar un globo contra una melena de cabellos oscuros. Y luego, ¿con qué cree usted que sale? Dice que ella penetra los objetos con su mirada, que los obliga a que admiren su belleza electrificada; hay muchas descripciones sexuales entre caballos galopantes y personas; un globo blanco tiñéndose de rojo al ser consiente de sí, ¡al elevarse por los cielos! La niña Villafuerte está loca, joven, loca de remate. Cuando habla del cielo, siempre lo vincula con algo fúnebre y sádico. También dice que ella es el mismo cielo, una lápida. Que es infinitamente pesada, y que es más blanca y más rosada que la mejor cocaína del “pinche cielo estrellado”. Así escribe, joven: con malas palabras y blasfemias. Yo no sé en qué momento se les alentó a los jóvenes a hablar de esa manera. Y, además, ¡los premian! ¡Dios bendito! ¿A dónde iremos a parar? También dice que la lápida celeste es más ácida y pútrida que un gran cadáver que flota eternamente a nuestro rededor. [La madre Sofía se detiene, contiene un sollozo y sigue]. Perdóneme joven, es que de ver-

dad me duele esa niña ¿Cómo es posible que estos niños miren así al mundo? ¡Parece que han nacido viejos! ¡Por Dios! Me acuerdo que mi infancia y la de mis hermanos fueron muy distintas Dios bendito, ¿qué más necesita saber?

Reportero: Sólo siga

[La madre Sofía se seca el sudor de la frente]

Madre Sofía: Después explica lo que hace en sus reuniones y lo compara con la gestación del mentado rayo Habla de cómo hace el amor con los caballos negros que habitan en el rancho de su padre Habla del punzar de una vulva de yegua al terminar la copulación; del cosquilleo de una libélula en sus pantaletas cada vez que ve a un caballo correr, y como los toros copulan borrachos en el cielo Describe también un carrusel de niñas ricas y güeritas que rinden culto a esos toros que copulan en las alturas, y que son los relámpagos mismos. Prefiero no recordar más. Me parece que recordar tantas blasfemias es abrirle paso al mal hacia este mundo.

Nuestra investigación está en proceso Seguiremos persiguiendo datos y entrevistas para comprender por qué se ha gestado este fenómeno de “niños poetas” en esta zona del país; y qué tienen que ver con la desaparición de nuestro colaborador. El libro de Ernestina Villafuerte se llama Relámpago. Está publicado por el Gobierno del Estado. Es una narco-novela fragmentada, o bien un libro de cuentos con unidad de sentido compartida Un crítico literario escribió que es brutal, perturbador, bellísimo.

ánico joven, alto, delgado y de piel dorada se encontraba tendido debajo de un l

n perro calor» de la tarde rebotaba implacable en el adoquín de la calle poco transitada, mente arreglada; el polvo y la arenilla se amontonaba en algunas partes; todavía había restos de baldosa partidos a la mitad desperdigados por el suelo

¡Separen a los perros! alguien gritó

Juan mecánico escuchó los gruñidos de unos perros y el chillido lastimoso de uno Sale de debajo del automóvil y, una vez incorporado, posa su mirada en una multitud que comienza a agolparse alrededor de los perros Uno de ellos es su queridísimo amigo Apolo, un bóxer de apenas un año que había conseguido para que cuidara su taller Era algo manso, no se metía con otros perros, pero era espantapendejos Ahora estaba en medio de una pelea con el perro Matón de la cuadra, producto de la cruza entre un bulldog americano y un corriente

Las peleas de perros son algo muy común en la colonia El problema es que el contrincante de Apolo es afecto a ese tipo de disputas Juan mecánico ya ha sido testigo de esos altercados Una vez en la misma calle vio cómo murió un perro pequeño en las fauces de ese maldito perro Matón La dueña, doña Paty, observaba a lo lejos, encorvada y morena, y en ningún momento intercedió para que su bestia dejara en paz al minúsculo animal.

Juan se sintió conmovido por la escena. Deseó tomar venganza por un perro que no era suyo. La impotencia derivó en desprecio hacia el animal y también hacia la señora.

La familia de doña Paty tiene cierta reputación. Para empezar, a su esposo se lo ha llevado varias veces la policía por borracho, escándalo y alteración del orden en la vía pública. Sus dos hijos, todos lo saben, se dedican al narcomenudeo y a las peleas de gallos. Recientemente entraron al negocio de la «educación canina», en realidad la venta-crianza de perros de raza. Incluso, algunas perras de razas tras ser utilizadas, hasta quedar secas, son abandonadas a su suerte fuera de su casa.

Ahora bien, la pelea entre machos es la más común. Aquí normalmente se están disputando la jerarquía o el territorio. La naturalidad de estas peleas es que tienden a terminar pronto, ya que las jerarquías se definen rápidamente y cada macho toma su rol.

Juan mecánico se limpia las manos con una franela y corre hasta la pelea. El perro Matón tiene prensado a su perro manso. Una poderosa mandíbula que lo ha inmovilizado y lo tiene llorando de dolor. Por inercia toma la mitad de un adoquín. De manera involuntaria sujeta el trozo de concreto.

«¡Cómo quisiera estrellarle la cara a ese maldito perro! ¡Como quisiera patearlo!».

Pero patearlos o golpearlos solo provocará que se encienda más la pelea y que termine perdiendo su querido bóxer Apolo.

Alguien lo saca de su abstracción:

¡Juan, haz algo para que se separen!

El joven mecánico solo levanta un poco la piedra por encima del hombro. Espera que aquella acción se vea como una advertencia, como algo intimidatorio ante el agresor. Sin soltar a su presa, el perro Matón está atento de lo que se sucede a su alrededor.

No le pegues a mi perro dice Doña Paty, frunciendo el ceño y agitando de manera enérgica un palo de madera.

¡Lo va a matar! dice Juan, sosteniendo el adoquín en la misma posición Lo aprieta Está a punto de descalabrarlo

¡Pero no le vayas a pegar a mi perro! ordena la señora El tono de su voz enciende los ánimos de Juan

Recuerda otra ocasión Había ido a la tienda, los hijos de doña Paty ingerían bebidas alcohólicas afuera del establecimiento En las proximidades, el perro Matón revolcando a un perro pequeño Un par de perros, sus secuaces, cuidando El perro pequeño dejó de llorar Su vida se apagó entre las fauces del perro Matón Incluso, luego de soltarlo, lo orinó Juan solo observó No hizo nada por entrometerse porque sus dueños lo confrontarían, y Juan no quería bronca.

Hay que rociarles agua para que se separen dice un vecino entre la multitud.

Algunos ya han salido con cubetas de agua y otros con picos y varillas para golpear a los perros.

Yo agarro a mi perro y tu agarras al tuyo ordena doña Paty.

Si la señora tomara por las patas traseras a su perro, en un rato estarían separados. Las peleas de perros siempre están a la vuelta de la esquina, pero cuando involucran a nuestro mejor amigo la angustia y la adrenalina se apoderan de uno.

¡Bueno, ya estuvo! dice Juan y, tomando impulso, deja caer la piedra en la cabeza al perro Matón. Este la recibe en el hocico, de inmediato suelta a Apolo y sale chillando despavorido.

La multitud comienza a dispersarse. Doña Paty, refunfuñando, anda tras su perro.

¡Perdóneme que le pegue a su perro, señora! ¡Tenía que hacerlo para que soltara al mío!

Juan regresa a su taller. Mete a su perro y le dice algunas palabras a modo de regaño. El joven mecánico se ríe por lo que acaba de suceder.

«¡Qué bueno, se lo merece! Para qué se mete con mi perro».

Coordinadores editoriales

Julio César Ortega López

Germán Robles Perez

Comité editorial

Andrés Mijangos Labastida

Héctor Zapata

Taydé Sánchez Olmos

Uriel Velazquez Bañuelos

Maquetación

Julio César Ortega López

Imágenes

DALL.E 2

Coordinadores de Taller de lectura y creación literaria Inéditxs

Germán Robles Perez

Julio César Ortega López

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FERNÁNDEZ MEZA

A.

COMP

GARCÍA S. ROJAS

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G. CHAPA

A. CHAPA CAMPOS BAÑUELOS
ARREDONDO RAMÍREZ CORDERO NADAL

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