INSILIO

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EDITORIAL En esta oportunidad quisimos elaborar un número que entablara una conversación entre autores del pasado y del presente, recrear un mapa, una nueva significación cartográfica y temporal; un número en el que el lector se uniera al desarrollo de la revista. De tal manera, intentamos dialogar más allá de la palabra y llevar este proceso a un escenario distinto, donde el azar y la numerología conviven en práctica, interactuando e integrándose al bosquejo poético que planteamos. Siguiendo estos parámetros hemos colocado a mitad de la revista una serie de instrucciones y una cuadrícula en la que usted develará su propia coordenada determinada por el azar. Tire los dados, es su turno ahora.


AUTORES Hesnor Rivera (Maracaibo, Zulia, 1928 – 2000). Escritor y Periodista. Fue docente de la Universidad del Zulia y miembro fundador del grupo literario “Apocalipsis”. Entre sus libros publicados están Puerto de escala (1965), Superficie del enigma (1968), Persistencia del desvelo (1976), Las ciudades nativas (1976), Elegías a medias (1978) y La muerte en casa (1981). Sury Sánchez (San Cristóbal, Táchira, 1994). Estudiante de Psicología de la Universidad Rafael Urdaneta (URU). Gladys Mendía (Maracay, Aragua, 1975). Técnico Superior Universitario en Turismo y Licenciada en Letras. Ha publicado los libros: El tiempo es la herida que gotea (Paracaídas Editores, Perú, 2009) y El alcohol de los estados intermedios (Editorial El Perro y la Rana y Nadie Nos Edita Editores, Venezuela, 2009). Es editora de la Revista Literaria Latinoamericana Los Poetas del 5, desde el año 2004. Andrés Palencia (San Felipe, Yaracuy, 1990). Licenciado en Educación mención Lengua y Literatura por la Universidad de Carabobo. Obtuvo el primer lugar en poesía y una mención honorifica en ensayo en la XXIV edición del Concurso Anual de la Dirección de Asuntos Estudiantiles (DAES) de la Universidad de los Andes. Actualmente cursa la maestría de Literatura Iberoamericana en la misma casa de estudios. Yorgenis Ramírez (Vargas, 1986). Poeta, bailarín de danza contemporánea y artista visual. Igor Barreto (San Fernando de Apure, llanos venezolanos, 1951). Poeta, cofundandor del conocido Grupo Tráfico. Cursó estudios de Teoría del Arte en el Instituto Caragiale de Bucarest. Profesor de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela. En el año 2014 la Editorial Pre-textos publicó su obra reunida (1983 – 2013) El campo / el ascensor. José Miguel del Pozo (San Felipe, Yaracuy, 1985). Dibujador y escribidor. Sigue Vivo. Actualmente ejerce como profesor de comunicación visual, asesor para proyectos audiovisuales y trabaja como ilustrador freelance y tatuador. Elvira Blanco Santini (Caracas, Venezuela, 1990). Es investigadora y productora creativa. Licenciada en Comunicación Social por la Universidad Monteávila (Caracas) y Master of Arts en Media Studies de The New School (Nueva York). Fue profesora en la Universidad Monteávila de 2013 a 2014. Actualmente trabaja como productora en la plataforma de arte contemporáneo Backroom Caracas y codirige la editorial artesanal Crater. Jorge Paredes (Naguanagua, Carabobo, 1988). Estudiante de Letras mención Lengua y Literatura Hispanoamericana y Venezolana en la Universidad de Los Andes (ULA).


Vanessa Leal (Maracaibo, Zulia, 1992). Comunicadora Social, estudiante del magister en Periodismo Narrativo de la Universidad Católica de Chile. Robert Rincón (Valencia, Carabobo, 1985). Licenciado en Educación mención Lengua y Literatura por la Universidad de Carabobo, con Maestría en Literatura Latinoamericana por la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (UPEL). Forma parte del Consejo de redacción de la revista POESÍA. Ha publicado el poemario Mercaderes (2010). En el 2014 fue merecedor del V Premio Nacional Universitario de Literatura Alfredo Armas Alfonzo, en el género poesía, con su libro Emaús y el vientre de arena. Actualmente cursa un Doctorado en Ciencias Sociales en la Universidad de Carabobo. Rafael José Muñoz (Guanape, Anzoátegui, 1928 – 1981). Poeta, fue colaborador de publicaciones como la Revista Nacional de Cultura, Cantaclaro y Zona Franca, de la cual fue Jefe de Redacción. De su obra publicada sobresalen Los pasos de la muerte (1953) y El círculo de los 3 soles (1968). Josué Calderón (San Cristóbal, Táchira, 1993). Letras mención Lengua y Literatura Hispanoamericana y Venezolana en la Universidad de Los Andes (ULA). Ha publicado la plaquette Apuntes desde el Eretz (Los poetas del 5 editora, 2013). Paola Valencia (Maracaibo, Zulia, 1997). Estudiante de Letras de la Universidad del Zulia (LUZ). Ganadora del XVIII Concurso Nacional de Poesía Joven “Lydda Franco Farías” (2015) con su primer poemario Memoria de pájaros. Jairo Rojas Rojas (Mérida, Venezuela, 1980). Licenciado en Letras mención Historia del Arte por la Universidad de los Andes. Ha publicado los libro de poesía La Rendija de la puerta ganador de la IV Bienal de Literatura Ramón Palomares (2011), La O azul premiado en el III Concurso Nacional de Poesía de Venezuela (2012). Su tercer libro Casa para la sospecha fue merecedor del premio mención poesía en la XIX Bienal Literaria José Antonio Ramos Sucre (2013). Con el libro Los plegamiento del agua gana la XX edición del premio de poesía Fernando Paz Castillo. Victor Manuel Pinto (Naguanagua, Carabobo, 1982). Poeta, editor y profesor universitario. Jefe del Departamento de Literatura de la Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo, donde dirige la revista POESÍA. Ha publicado los libros: Aldabadas (Editorial El Perro y la Rana, 2005, Premio Certamen Mayor de las Artes y las Letras del CONAC), Mecánica (Ediciones Poesía, Universidad de Carabobo, 2006, Premio Internacional de Poesía Ciudad de Valencia), Aprendiz de la Carne (Premio I Bienal de Poesía Eduardo Sifontes, 2007), Caravana (Ediciones Separata, Universidad de Carabobo, 2010), Voluntad para no matar (Ediciones ICUM, 2011), Poemas reunidos 2005 – 2011 (Monte Ávila Editores Latinoamericana, 2012), y Quieto (Kavrial Editores Independientes, 2014).


Luis Moreno Villamediana (Maracaibo, 1966). Licenciado en Letras por la Universidad del Zulia. Cursó estudios doctorales de Literatura Comparada en Louisiana State University (EEUU). Ha publicado los libros de poesía Cantares digestos (1996), Manual para los días críticos (2001), En defensa del desgaste (2008), Eme sin tilde (2009) y Laphrase (2012); y el poemario infantil El edificio fantasma (2015). Actualmente se desempeña como profesor de la Escuela de Letras de la Universidad de los Andes (Mérida). Jesús Sanoja Hernández (Tumeremo, Bolivar, 1930 – Caracas 2007). Escritor, Historiador y Periodista. Colaborador en revistas y medios impresos como Tribuna Popular y El Nacional. En poesía publicó el libro La mágica enfermedad y otros poemas (Monte Ávila Editores, 1995). Damián W. Lambert (Chicago, Illinois, 1987). Dramaturgo. Realizó estudios de Letras en la Universidad Central de Venezuela. Actualmente reside en Nueva York, donde realiza la maestría en Escritura Creativa de la Universidad de Nueva York. Stephani Rodríguez (Táriba, Táchira, 1995). Estudiante de Idiomas Modernos de la Universidad de Los Andes. Adalber Salas Hernández (Caracas, 1987). Poeta, ensayista, traductor. Autor de los poemarios La arena, el vidrio (Equinoccio, 2008), Extranjero (bid&co. editor, 2010), Suturas (bid&co. editor, 2012), Heredar la tierra (Común Presencia, 2013), Salvoconducto (Ganador del XXXVI Premio de Poesía Arcipreste de Hita, Pre-textos, 2015), Río en blanco (Sudaquia, 2016) y mínimos (Amargord, 2016). Asimismo, ha publicado el volumen Insomnios. Ensayos sobre poesía venezolana (bid&co. editor, 2013). También es coautor del libro Los días pasan y las formas regresan. Entre otras, ha publicado traducciones de Marguerite Duras, Antonin Artaud, Charles Wright y Mário de Andrade. Junto con Alejandro Sebastiani Verlezza editó las antologías Poetas venezolanos contemporáneos. Tramas cruzadas, destinos comunes y Destinos portátiles. Poesía venezolana reciente. Actualmente cursa estudios doctorales en la New York University.


ÍN 1

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2 (10) 5 4 (12) 3 7( )2

13 (27) 14 12 (31) 19 16 ( ) 22

Resuelva las siguientes analogías numéricas y revele un orden alternativo de lectura

2

7

8 (24) 3 4 (28) 7 8( )4

14 (7) 2 12 (3) 4 9( )1

3

8

20 (34) 14 15 (32) 17 40 ( ) 21

35 (22) 13 47 (29) 18 53 ( ) 27

4

9

4 (28) 7 5 (15) 3 7( )5

7 (28) 4 7 (49) 7 8( )9

5

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43 (27) 16 59 (36) 23 97 ( ) 29

8 (32) 4 7 (56) 8 6 ( ) 30

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12 (31) 19 18 (34) 16 27 ( ) 49

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24 (8) 16 14 (5) 9 43 ( ) 20

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19 (33) 14 7 (16) 9 25 ( ) 21

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26 (9) 17 36 (15) 21 26 ( ) 13

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6 (42) 7 7 (49) 7 5 ( ) 12

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8 (40) 5 9 (54) 6 8( )2

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9 (27) 3 6 (36) 6 8( )7

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15 (9) 6 21 (8) 13 30 ( ) 19

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7 (35) 5 9 (54) 6 8( )8

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4 (27) 3 6 (24) 4 9( )9

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47 (59) 12 19 (77) 58 39 (55) 16

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70 (44) 26 58 (41) 17 64 ( ) 12

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19 (52) 33 44 (60) 16 29 ( ) 45

DICE



Sury Sánchez

Qué te digo si se me sale del pecho Qué te digo Te digo que cantes con tus manos Que cantes en llanto Que lo que suena al fondo Se atraca entre el coraje y la voz Que ya no hay juventud entre las piernas Que todos los niños del coro están embarcando, Digo porque el silencio solo sabe revelar Quién pues puede mentir callado y de frente El reflejo se pronuncia como luz de oscuridad Ese polvo en tu frente fue una vez polvo en la mía Te digo mira, ahí está la negra La banda sonora que llama a la muerte. Tengo la espalda desnuda y quebrada Tengo toda esta memoria en mi tierra Que fue una vez tierra tuya Que se levante, que se levante Que se prenda la hoguera Que se queme todo y todos Déjate llevar, no te quedes Déjame decirte que aquí hay fondo Deja que te cuente Hay algo peor Qué te digo si ya sabes Hasta aquí Llega todo. 9


Sury Sánchez

Me marcho silenciosamente

No es más que una puerta de distracción

Me marcho sin poder leer para mis padres

Quien vive para la desesperación

Me marcho siempre leyendo para mis padres

Halla su propia tumba en la calma de su mera existencia

Dejando la marca de retirada Mis recuerdos son tantos y tan pocos Soy joven eternamente Eternamente vago en mis propias palabras Yo gano la guerra con mis codos golpeando ramas Yo gano esta y todas las guerras como una recién nacida Chillando Gritando, Sin palabras y de corazón Esto que en mi pecho se paraliza Es el amor perdido El que confunde una víbora con una paloma Vive en la miseria y con ella alimenta a su hijo Esto que en mi pecho se paraliza No es más que un tambor roto a puño

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Esto que en mi pecho se paraliza

El que vive buscando en su muerte gloria Se pega en el pecho la derrota No está vivo Ni está muerto Es una inmensidad de absolutamente nada El espacio antes de la palabra Antes de la vida Es lo que llega al oído luego del silbido del viento Después de abrazar una ola Luego del infierno Tragedia Himno

silencio.


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JosĂŠ Miguel del Pozo


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JosĂŠ Miguel del Pozo


Gladys Mendía

DISLOCACIÓN

ANATÓMICA DE LOS GRAFITIS esos ojos no son ojos son representaciones titubeos del ver del encontrar todas aquellas cosas que no son que están cayendo esa boca no es la boca no es una boca es la música es la grieta por donde escapa el perfume es la máscara es el descalabro es la transgresión del decir del experimentar del ERRAR de lo inquietante yo me condeno eternamente a mirar

los pedacitos brillando en la calle luego de reventarse los vidrios en la simulación de sus labios detrás de aquel muro gira su amor espera la última raspadura de un beso esa muchacha ya no mira la otra se toma las manos sentada en la acera persigue colores aprieta luego los puños y sus ojos siguen abiertos dos mujeres sentadas no se miran se borran

se dicen sonámbulas estos meses no tienes nombre te faltan dos palabras para ser entonces me hago palabra y estoy rayada en el muro contando las horas sin ella

las palabras corriendo tras ella por baires siempre las palabras a sueños luz de distancia pero siempre en los talones mordiendo los talones que no son sino el equilibrio del alma fiel arabesco del cuerpo

no hay crudeza más lenta que la de un talón sosteniendo una pierna temblorosa en la plaza no hay crudeza más mecánica que la aceleración de un espray cantando a la avenida su hondo desfiladero

la irregularidad del muro el calor que emana el asfalto en la madrugada nosotros vemos esas letras de hielo negro el casual voltear de la luz ficticia en la curva de su pañuelo blanco yo me prohíbo terminantemente sentir ella agita el espray gritando la distorsión del lenguaje

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Hesnor Rivera

LA CIUDAD BOCABAJO Maracaibo tendida bocabajo ve a quienes miran con amor sin cielo. Pasa un lago con cara de desvelo y hasta el sol, para huir, busca un atajo. En otros tiempos hasta el fuego trajo brisas de danza y contradanza, vuelo de faldas, clavellinas, y un pañuelo que hasta a la misma eternidad distrajo. La ciudad bocabajo ve sus propias hazañas al revés. Y en su vigilia van desfilando, como antiguas copias, cosas, seres grandes y pequeños: mi madre azul, mi casa, mi familia. Toda la historia que extravié en mis sueños.

EN FORMA DE RÉQUIEM Ahogada por la sed frente a su lago, Maracaibo agoniza a cada instante. No hay perdón para nadie ni atenuante ante el horror de semejante estrago. Ya ha perdido hasta el sol su aire mago y la brisa, el frescor de dulce amante, falseados en su mundo agonizante, por el ebrio espejismo del halago. No hay agua junto al agua, y la riqueza de tal manera corrompió a unos pocos que hasta le dieron muerte a la belleza. Se dirá que una vez –y habrá consenso– Maracaibo, ciudad de pobres locos, se ahogó de sed frente a su lago inmenso.

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Maracaibo, 22-03-1998


Hesnor Rivera

LOS ACTOS CLANDESTINOS Pasado el tiempo habrás de ser, sin duda, como noche de horror que recordaba, cobra el raro esplendor de una alborada que al cielo mismo a ser mi cielo ayuda. Habrás de ser la tempestad desnuda ya de todo su furia, transformada por la memoria en árbol de la nada donde para cantar la calma acuda. Habrás de ser, parado el tiempo, bello como el fuego infernal que en el recuerdo puede hasta convertirse en una estrella. Así serás y encontrarás caminos donde viva ese amor en que te pierda a plena luz, sus actos clandestinos.

CONTRARIADO ES EL TIEMPO Por la contrariedad que afuera enreda la forma y el sentido de las cosas, ya el vacío es más aire sin rosas, las que no sube, cielo que no rueda. Contrariado es el tiempo que me queda por gozar del mundo que tú gozas, y el presente es la noche en que reposas del largo ayer que el porvenir remeda. Se enreda en la esperanza el desvarío y el sueño es mar, la soledad distancia y el sol, porque no estás, rama del frío y contraría en mí el amor su historia cuando caen tu ausencia y tu fragancia, como gotas de piedra, en mi memoria.

Poemas inéditos facilitados por Valmore Muñoz Arteaga 15


El Dios ausente: Mística en El telescopio de la noche oscura de Ernesto Cardenal por Josué Calderon

La poesía tenía una función ritual para las sociedades primitivas, ya que fungía como intermediaria entre lo divino y lo humano. Invocaciones, maldiciones, rituales, sacrificios, fiestas y juegos se llevaban a cabo junto a recitaciones poéticas por parte de los sacerdotes, magos o chamanes, quienes creían que la poesía los conectaba con el mundo de las divinidades. Continuamente, con el paso del tiempo, la poesía perdió su sentido ritual y su función estuvo signada a búsquedas menos divinas y más humanas como en la poesía lírica, que introduce por vez primera el discurso subjetivo, en la tragedia e incluso en la filosofía, las cuales ahondan sobre la condición del ser humano y su puesto en el mundo. No obstante, su carácter mágico no desapareció con el tiempo y se transformó a lo que hoy conocemos como mística, término acuñado para referirse al conocimiento oculto de los seres humanos. En este sentido, ésta propone la existencia de una condición divina innata al ser humano, que hace posible que todo hombre acceda ―si las condiciones están dadas― a conocimientos superiores, y define la vida como una oportunidad de encontrar la divinidad individual.

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En este mismo orden, quien sigue estas ideas y da evidencia de que su búsqueda fue exitosa se le conoce

como místico. Por su parte, este buscador desea dejar un testimonio, iniciar al otro desde su experiencia llevaba al discurso, o colaborar con aquellos quienes aún su búsqueda es infructuosa, ejemplo de esto en lengua española es San Juan de la Cruz, quien marcó un antes y un después por su trabajo poético confinado al simbolismo espiritual que ordenó las etapas por las cuales el Alma transita en su proceso de unión con Dios. Hermanado a estas ideas, Hatzfeld (1976) toma un apartado en su libro sobre mística española para argumentar que la literatura aporta al místico un horizonte desde la experiencia estética, y además considera comparativamente la diferencia entre el poeta y el místico; señala que ambos tienen una búsqueda iluminativa, pero que difieren sobre la realidad sobre la cual apoyan sus basamentos: La realidad del místico es Dios, la realidad del poeta es lo humano o lo divino en un sentido general, en cuanto se presenta como un misterio que hay que aprehender y no como un problema que hay que analizar. (p. 18)

El poeta es un mago del lenguaje, éste intenta sobrepasar los conceptos establecidos para inaugurar


nuevas formas de ver la realidad e intenta trasmitir una revelación que sea capaz de llevar al lector vivencialmente al entendimiento; por su parte, el místico desea transmitir la experiencia fielmente de manera edificante para que el lector tenga herramientas y sirva como guía para su propia experimentación. De esta manera, se entiende la razón de que la gran mayoría de los místicos crearon métodos para poder acceder a la divinidad, creyendo que con ejercicios ascéticos se lograba acceder a la experiencia; ejemplo de ello, son los ejercicios espirituales de San Francisco Loyola, solo por mencionar uno de lo que más relevantes en la actualidad. Otro sentido propone Juan Liscano (2015), quien expone en su trabajo Espiritualidad y literatura una relación tormentosa, que entre la mística y la literatura existe una frontera difícilmente inquebrantable formada por los medios y los fines de cada una, ya que la espiritualidad, opina el autor, nace del silencio; y la literatura, del lenguaje; razón por la cual el fin de la espiritualidad es buscar la Unidad trascendente, mientras que el de la literatura es la pluralidad, la multiplicidad de voces capaz de escribirla. Es por estas razones que Liscano apunta que ambas se relacionan tormentosamente e irreconciliablemente, sin embargo no desestima que la literatura conduce al individuo a la espiritualidad. También evidencia en su trabajo el fracaso espiritual de la poesía, puesto que esta es un testimonio del fracaso en la espiritualidad y presenta el caso de Fausto de Goethe, y de Zaratustra de Nietzsche; asimismo, el autor hace un apartado interesante para la literatura, en el que reflexiona que a partir de ella como un ejercicio de sí misma, razón por la que no se doblega a ningún dogma o ideología. Asimismo, Donal Attwater, define el misticismo como: …conocimiento experimental de la presencia divina, en que el alma tiene, como una gran realidad, un sentimiento de contacto con Dios. Es lo mismo que contemplación

pasiva… Hay que aceptarlo como genuino, pues dan testimonios de él todos los místicos de oriente y occidente. (Hatzfeld, 1976, p. 21).

Attwater presenta como verídico el discurso místico por encontrar testimonios similares tanto en oriente como en occidente, afirmación cuestionable por su sentido determinante, y explica que la mística es una experiencia sensorial y no solamente un concepto teórico. Por ello, el conocimiento adquirido por los místicos es translógico ―más allá del pensamiento dualista―, de allí su inefabilidad. Es este el gran problema de la mística respecto al lenguaje: la experiencia se distancia de la lengua por su incapacidad para retratarla con exactitud y encarna al silencio contemplativo como medio de su expresión, mientras que la poesía busca trasladar al lector a atmósferas experienciales ―que pueden no coincidir exactamente con la vivencia mística― por medio de la metáfora y la musicalidad poética. En El telescopio de la noche oscura, de Ernesto Cardenal, publicado en 1993, veremos la conjugación de estas dualidades, texto cuyo título sugiere de entrada el símbolo de la literatura mística española: la noche oscura. “La noche oscura del Alma” de San Juan de la Cruz, narra el viaje del Alma desde la “casa sosegada” hasta su unión con Dios. El poema empieza cuando el alma encuentra los sentidos en un estado contemplativo, este sosiego permite su salida de la casa, y representa la purificación del bullicio provocado por el deseo para iniciar un viaje mucho más intenso hacia la purificación espiritual. Pero, el poemario de Cardenal no va en esa dirección, posee un agregado también evidenciado en el título que dista de la noche oscura de San Juan: el telescopio, —instrumento que desde su construcción en 1590 permitió que los seres humanos reconociéramos por vez primera como mínimos frente al inmenso cosmos―, no obstante, ¿por qué Cardenal nombra así su texto? ¿Qué tiene que ver el telescopio con lo divino y con la noche oscura?

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La noche oscura es la metáfora de la soledad y desolación de la vida espiritual, la crisis por ser abandonado por la Divinidad. Los defensores proponen que la mística es el camino para encontrar la verdad suprema, pero advierten que este camino es pedregoso, difícil y oscuro, que reta la firme voluntad del devoto para salir victorioso del desafío. Por consiguiente, es para el místico cristiano el descubrimiento del “reino de los cielos” su meta final. De la misma manera, estos explican que la oportunidad de experimentar la gloria de Dios es concedida por él mismo, pero éste abandona al creyente para poner a prueba su fe y determinación; incluso, se cree que Cristo pasó por esta prueba cuyo resultado se revela en sus últimas palabras: “Padre, por qué me has abandonado”. En la línea literaria este texto se ubica en la contemporaneidad, publicado en 1993, aunque su estructura recuerda a Epigramas (1961), libro que le confirió el reconocimiento público por su sencillez discursiva desde la forma breve, que agradeció el estilo de los maestros Erza Pound y Catulo; los poemas de este libro estaban destinados a una oyente lírica llamada Claudia, del mismo modo en que Catulo escribió a Lesbia. Cardenal no cambia la forma de aquel poemario de la postvanguardia nicaragüense, pero sí el remitente, en el que asegura haber dejado atrás las pasiones amorosas de aquel viejo texto: “Atrás quedaron los epigramas y las muchachas”. (p. 293), para entregarse al ardiente amor a lo Divino.

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Este poemario inicia con la presentación del amado y la amada en medio de la ciudad. Estos sujetos poéticos los inaugura la tradición salomónica en El cantar de los Cantares y posteriormente los toma San Juan para su Cantico espiritual. Cabe resaltar que la geografía de Cardenal dista de la idílica de San Juan; en Cardenal, el amor divino sucede en medio de una modernidad cabalgante, que se visualiza con el alumbrado eléctrico, el ruido de las máquinas, la ciudad que parece no querer

dormir y comparte su arquitectura a aquellos que no se rinden ante la noche, noche distinta a la sosegada de San Juan, en la que la amada escucha “una motocicleta en la calle acelerándose” (p. 269). En otro término, la experimentación estilística es un rasgo fundamental en el poemario de Cardenal, en ella integra en su escritura el diálogo de otros personajes, el propio pensamiento visto como algo citable, la presencia de la física, del lenguaje tecnológico e incluso matemático para expresarse: “Pero como el infinito para nosotros es igual a 0/ sentimos 0”. (p. 280). Por otra parte, Cardenal también experimenta con la transgresión del dogma cristiano en forma de juego, a esta idea Agamben (1993, p. 71) explica que “el juego perteneció una vez al reino de lo sagrado”, y que su función es invertir la ley sin destruirla del todo. Cardenal tensiona el tabú para deformar la experiencia mística en otro plano sensorial: “Si oyeran lo que te digo a veces. / Se escandalizarían. Que qué blasfemias…Y son cosas que los que se aman se dicen en la cama”. (p. 270). De este modo, el amor místico de Cardenal experimenta el gozo en la carne, tan igual como se experimenta el amor pasional, pero va más allá, pues presenta la experiencia mística como un acto de pasividad carnal donde Dios lo penetra: Fue casi una violación, pero consentida, no podía ser de otro modo, y aquella invasión de placer hasta casi morir, y decir: ya no más que me matás. Tanto placer que produce tanto dolor. Como una especie de penetración. (p. 295)

En este sentido, Cardenal propone en este poemario que la experiencia sensorial no se dista a la unión carnal, pues ambas están sujetas a los sentidos concretamente. El alma goza y por ende el cuerpo también. Esta idea rompe el maniqueísmo


que proponía que el cuerpo era impuro y opuesto a la naturaleza divina del alma tan firme en las primeras creencias cristianas, por lo que el placer del cuerpo era visto como pecaminoso. De este modo, Cardenal toma el cuerpo erótico para divinizarlo con las experiencias místicas, pero al experimentarlas, los placeres carnales pierden su capacidad de generar satisfacción en contraposición a la experiencia religiosa: ¡Poder conformarme con belleza natural y no buscarte más a ti, el inmaterial; belleza natural; si incluso la mujer desnuda me saciara, y yo ya no fuera tras de ti inconsolablemente! (p. 296)

El fragmento anterior demuestra la pérdida del gusto de la voz poética ante el mundo material, ante la belleza humana, característico de la sintomatología de la noche oscura. El mundo desde este momento nada tiene que ofrecerle, nada que la voz lírica pueda disfrutar para reavivar su propio retraimiento. Inclusive, el cuerpo erotizado de la mujer no es capaz de igualar el goce generado por la experiencia espiritual. La voz lírica demuestra que más que una noche oscura es una dependencia del goce espiritual, pues pareciera que una vez probado el elixir de Dios es imposible igualarlo con los placeres del mundo. Este goce garantiza la existencia de lo Divino en la voz lírica: “La mejor garantía de que es cierto y no invención mía es que no me des goces”. (p. 271). El poeta expone además cierto radicalismo amoroso: “Yo nací para un amor extremista” (p. 269), que manifiesta la dificultad del amor a lo Divino. Esta afirmación del amor recuerda la idea que tenía la Madre Teresa de Calcuta: “Ama hasta que duela. Si duele es buena señal”. El amor de la voz lírica de Cardenal es extremista porque ama al imposible, al invisible, al que no puede poseer, ni aprehender. Para entender mejor este amor divino, el cristianismo propone la ascesis trabajosa, ostracista, como forma de prepararse para contactar a lo Divino, con prácticas

cotidianas de devoción; pero en ocasiones la práctica espiritual es descuidada por la voz lírica de Cardenal, por lo cual reflexiona: “Hoy no tuve ningún momento de oración. ¿Qué acaso eso es estar menos juntos?” (p. 271). En Cardenal la rigurosidad de la ascética se ve atenuada, y se dirige a otros territorios de la pasión Divina, con un sentido festivo y de humor. Es esta otra característica, en la que Cardenal se diferencia de los poemas sanjuanistas, puesto que aunque en ellos también existe una entrega erótica, el tono subjetivo de Cardenal resulta ser predominante y no pretende ser un mapa sobre los procesos que el alma sufre para la transfiguración. Igualmente, es evidente lo biográfico y lo fragmentario como recurso en Cardenal para exponer al público su experiencia espiritual. Sin embargo, en un sentido literario, toda escritura es supraficcional y no puede tomarse por real lo que se escribe. Aun así, lo autobiográfico en él testimonia una coyuntura de la identidad a causa de una experiencia divina que dejó una marca imborrable en su memoria: Cuando yo estaba enamorado de ella así era, entrecruzándose sobre las calles de Tacubaya y las muchas luces de neón en la noche de México Mi consuelo es recordar lo que me hiciste aquel 2 de Junio hace 37 años. Habitación corazón Es no tener ya un corazón solo, aquella habitación deshabitada, ahora ocupada por quien uno ama. Es que quien era uno ya son dos. (p. 300)

Es importante señalar que la mística contemporánea explica que existen dos tipos de experiencias: las experiencias cumbres y las experiencias mesetas. Las experiencias cumbres de la mística son transitorias y están definidas por un estado de goce momentáneo, mientras que las mesetas son el estado natural luego de la experiencia cumbre. En la voz lírica de Cardenal se evidencia una adición a las experiencias cumbres,

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que al concluirse la derrumba por sentirse en soledad, sentimiento que quebranta el amor y en ocasiones lleva a creer al sujeto que tiene por inmerecido el amor de la divinidad: “Me intriga qué sería lo que te gustó de mí. / Tal vez un alma de ojos tristes”. (p. 296). Desde esta mirada se revisa la experiencia subjetiva de la voz lírica de Cardenal, en la que la noche oscura nunca cesa, en la que el amor Divino se presenta como tortura por su presencia transitoria: “Te vas y volvés, inconstante gurrión1, y otra vez te vas”. (p. 269), caótica a su vez porque la hace dudar de sus propias convicciones: “Pareciera ahora que no me quieres. Peor aún, que ni siquiera existes”. (p. 285). Este estado dependiente se reafirma cuando reescribe sus viejos poemas de Epigramas (1961), los cuales fueron destinados a Claudia desde el narcisismo: “Pero de nosotros tú pierdes más que yo / porque yo podré amar a otras como te amaba a ti / pero a ti no te amarán como te amaba yo.”, tono que no se mantendrá en 1993, cuando escribe a su amado invisible: “Tú perderás mucho también / Pero de nosotros dos yo pierdo más que tú” (p. 293), palabras que hacen recordar a las palabras de Cristo antes de su muerte. De esta manera, la voz lírica de Cardenal es una voz del que no supo salir de la noche oscura, la voz del poeta que fracasa en la experiencia mística plena, que pierde la fe en el camino, que navega en círculos a causa del deseo de ser amado por un ser superior en el infinitud del tiempo. Esta soledad le consume al punto de no querer entregar un espacio a lo divino, a la contemplación, al estado de calma, a su práctica ascética, que mantiene el sosiego en medio de la noche oscura, ya que prefiere ocuparse de entender las razones de su fracaso espiritual. Para Dios, desde

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1 En la simbología cristiana Gurrión representa el Espíritu Santo, Dios en una de sus tres formas del misterio de la Santísima Trinidad.

la teoría cristiana, no hay fracaso espiritual, hay falta de humildad, falta de devoción. Es interesante, asimismo, ver cómo desde la lectura psicoanalítica es explicada la noche oscura como los desórdenes de la psique: paranoia, depresión, psicosis. Kristeva (1997, p. 16) expone que la figura del caníbal melancólico es adoptada tras la pérdida de algo querido, que lleva a la propia destrucción en una depresión narcisista caracterizada por la culpabilidad, razón por la que el depresivo se metamorfosea en el objeto perdido para resucitarlo como un ente juzgador: “imagino que me tendrás mucha lástima” (Cardenal, 2005, p. 284). La adicción a la experiencia mística es también una droga, así lo señalan diferentes maestros de múltiples tradiciones místicas. Esa es la pérdida que se entrevé en la voz lírica, la ausencia del goce que le ciega en vez de sosegarlo. Solo en la calma se encuentra a la Divinidad, así parece creerlo San Juan cuando dice en “La noche oscura” que estando la casa sosegada, el alma puede salir sin ser notada. ¿La casa sosegada? Los deseos que perturban la calma. El cuerpo es la casa, la angustia, la ira, y los otros deseos, son quienes la desordenan. Poner la casa en orden es la tarea del místico, y por ende, su búsqueda consiste en ordenarse a sí mismo. De esto, San Agustín ya hablaba en su libro Confesiones (S.f) cuando narra que tardíamente tras muchos años de búsqueda espiritual, se dio cuenta de que buscó a Dios afuera cuando siempre estuvo dentro de sí, y que la desesperación producto de la búsqueda no le permitió ver lo evidente. Esta incorporeidad de Dios dentro del cuerpo en el cristianismo es lo que Pablo de Tarso llamó el lugar secreto para la oración, el silencio interior del que habló el maestro Eckart para encontrar el ápice del alma. Para los místicos cristianos, la contemplación da el encuentro con la divinidad oculta, quien luego guiará al camino de la Unidad con lo divino: “sin otra luz y guía sino la que en


el corazón ardía”, (San Juan, 1982, p. 23). Finalmente, hemos podido observar como la poesía y la mística distan su búsqueda. Si bien no se puede evaluar la mística de un poeta por su poesía, tampoco la poesía de un poeta por su mística. Debido a que la literatura es el misterio del lenguaje y la mística el misterio del silencio. En este sentido, la poesía de Cardenal intenta conciliar al poeta y al místico, y pareciera que su experimento evidencia la imposibilidad de la poesía para salir de la noche oscura. Pero esto, a decir verdad, a la literatura poco importa. El esteticismo y la experimentación del lenguaje es lo más importante para la literatura. Cardenal como poeta presenta una visión poco convencional de la poesía mística, desde la influencia de Teilhard de Chardin, Cardenal quiere mostrar a la poesía como un espacio de confluencias y en este orden, adjunta al lenguaje poético el lenguaje científico de la mecánica cuántica, de la mística cristiana, de la astrofísica y de lo cotidiano para demostrar que la poesía puede abarcarlo todo, tal como en la idea cristiana Dios lo hace, ya que ésta propone que para encontrar a Dios solo es necesario detenerse y prestar atención a lo que está al frente, puesto que nada dista de la Esencia divina. Curioso, desde esta óptica, es la comprensión nebulosa de la voz lírica de Cardenal que no logra apoderarse de Él, la cual apunta a Dios por medio de un telescopio que asegura su lejanía. Y es que el poemario de Cardenal, El telescopio de la noche oscura, demuestra que el hombre contemporáneo, en medio de su quebranto espiritual, sigue con los ojos en el cielo en vez de adoptar el simple quietismo que enseña la sencillez que guardan todas las cosas, toda la poesía.

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Loyola, San F. (2016). Ejercicios espirituales.


Paola Valencia

El reflejo de las aguas Nosotros nacimos del agua. Nosotros estamos arriba, pero en el fondo hay gente. En el fondo hay un mundo que se hundió y están allá abajo, por eso cuando hay una creciente fuerte se siente un ruido, ese es el llanto de los que están allá en el fondo, en el otro mundo. Del mundo que se hundió nacen, retoñan las gentes Pueblo Añu. La mano muestra en su puño La tierra le he llamado por inocencia con el nombre del nido. Estuvimos allí / encima del sueño las cosas parecen lejanas, -No voy a llorar mamaíta si me voy- mamaíta no lloro porque ya no estoy acá La noche es muy sola y alguien quiere morderme¿Quién quita el nombre? ¿Quién pone el amor en la mesa? ¿Quién me va a decir a mí que esto es el hogar? Cruzar 8.mil seiscientos setenta y ocho Metros de ida y vuelta y luego rendirme... Años después comprendí el ruido en los huesos al huir. -De las aguas he venido Por nombre le he llamado hogar Y ahora entierro jardín de peces fuerza extirpadora que me poseeY ahora también este cementerio de cosas vivas por fuera

arrastrándonos

No puede ser el hogar el abismo de la ciudad sin nombre que dejaste Pero no se busca nada me es dado llegue solo al nido de la muerte de su liquido la antigüedad de la tierra Cuando ella se acerca en la noche rozando Alguien me muerde los pies Y puso la noche y el sol media ciudad yaciendo temblaba v/ aquí está la creciente por nosotros/ acurrucándonos en su fuerza lo que queda de esta tierra es tu puño, -De las aguas vienen los seres, hermanita De las aguas, en la noche Bajaras al sueño23


Paola Valencia

De las aguas han venido a buscarme Y hallo en ese descenso otra manera de hablar de la vida.

*

Dime que sol ha nacido hoy que las aguas ya no son las mismas, he visto pasar aquella gaviota encima / el temblor y el vientre siendo devorado. Nosotros también estábamos enfermos de esa muerte, muerte absoluta:

-Nos vamos a morir, decile que nos vamos a morirYo lo supe primero Acercándome mi cuerpo estaba sucio la bestia metálica montándome escupiéndome en la espalda. “No vamos a pedir perdón por esto”: arriba una voz (¿Quién trajo las bestias?) Y la iglesia hundiéndose - la casa de mamá -la matica que ayer sembramos en nuestros corazones, El fin debe parecer un agujero enorme que todos pagamos con el rostro. Ve que me voy -dije- me voy pero no puedo huir del cuerpo. -Sol rojo, amarillo y hoy negro -Veni- en la fiebre aceite curtido de seres muertos- la plataforma y los tubos grises a la orilla, la maquinaria de la bestia- Veni veni como nos trajistei al mundo Ariyuu ahora lloraría también en tu seno. … (alguien debería disculparse) alguien debe dejar de tocar el cuerpo, golpearme y morder hasta el asco el vientre enfermo de espinas, veme allí llorando, me tiemblan las piernas, me duele en la carne el vientre de las aguas, Alguien debería… (Nosotros danzamos en la sangre...) … Decile que me voy a matar allá arriba donde los niños se tiran al fuego

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las cenizas arrojadas al tráfico son polvo impuro en mis pupilas…. ya no te veo y esto debe ser el amor.


Paola Valencia

-Sol grande vistiendo las aguas SOY YO Warushar y Warushar es todo y en mi cuerpo enfermo se rompen los seres–

Vamos a morir Si este sol no pudo amarnos más o si la bestia inútil que corrompimos durante décadas a nuestro favor nunca caerá sobre los pies de las aguas, Hemos cambiado la vida, precio tan alto a pagar por sostener el hambre debajo del godo. La gente de agua lo supo antes.

Hoy el sol se nos ha puesto negrísimo / ya no escuchamos la creciente.

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Luis Moreno Villamediana

[y qué si en el origen

en vez

de cielo

o tierra, y animales marinos, ahí mismo,

hubo menos un cielo que una pared viscosa y la consistencia del linóleo, ahí mismo. Y qué si en el origen.

y qué si en el origen había continuidad de anteriores orígenes,

salas diseñadas para venir

al mundo, lámparas para que se viera cómo se viene al mundo como Masa como órganos todavía en construcción como proyectos trazados por

el sistema

de la familia y los funcionarios qué. si en el origen.

y al cabo para qué si en el origen solo tiene lugar (qué, si en el origen)

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un simple asomo de la mera impostura de Ser


Luis Moreno Villamediana

en el origen

el inicio del Ser definitivamente hasta la explosiĂłn terminal de uno

en un reguero plas,

en estrellas de hueso, bum, sanguinolentas,

en quĂŠ, si caldo insĂ­pido]

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Luis Moreno Villamediana

1 debí salir de un papo franco y no hay recuerdo de eso ni cuando estoy henchido y cabezón como ese Santo Día y purulento

y me relamo para ver a qué supe o pude haber sabido lleno de Membranas.

solo estuve en el mundo cuando estuve ya tirado en un piso de granito cuando una enfermera me dejó reposando Entero y descubierto Inmundo con todo lo que conmigo salió de aquel papo, todo el dolor conmigo recubierto de mierda blancuzca pero

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fotogénica,


Luis Moreno Villamediana

revestido de residuos de vísceras de un animal privilegiado como es uno

(animal de oro cuando el moco

es malinterpretado).

antes qué ahí dónde.

Nada más una pulpa como un espejo al que se le inventa

arbitrariamente,

como hace un psicótico,

un nombre. tuyo es el hueco nombre

que debería darle forma y sentido a tu imagen

hasta el resto

del tiempo

sucio orgánico

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Marco Ramírez Murzi

EL PRE S TI D I G I T A D O R Vengo a sacar culebras con una flauta mágica. Esta es la plaza donde se venden los corderos y se entregan las vírgenes al mejor postor. Soy el dueño absoluto de mis propiedades. Soy el creador. No os extrañe esta mujer que presento desnuda y que no es mi mujer. Ella ha creído en los instrumentos de la prestidigitación. Nada sabía del mago ni del encantador. Nada sabía de mí, cuando invoco las fuerzas ultrahumanas y abro mi carpa bajo el sol. He ganado estas monedas con el sudor de mi frente. Conozco el secreto de la lengua, sumida en la esclavitud de las caricias. Conozco la soledad de los santos y la alegre tristeza de los mártires. Al comienzo de la creación, quise que los árboles danzaran. Se me dijo que una mujer paría a los nueve meses y nada pude hacer. El deseo se enrolla en la nuca, baja hasta el ombligo, deslizado y baboso como una serpiente. ¿A qué tanta ritualidad?

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Yo soy el inventor del amor y el inventor de los almanaques de botica. Y soy el inventor del tiempo para que los hombres crean que la muerte todavía está lejos.


Marco Ramírez Murzi

No me agrada presentarme. ¡La buenaventura! ¡El destino! ¡Las cartas!

He aquí mis monedas que fueron los antiguos sellos. Os traigo el testimonio de los hombres. Os traigo el testimonio de su tiniebla.

Fumo cigarro negro y echo a volar el humo entre oscuros vaticinios.

Cuando diga mi última palabra, retiráos: si estas monedas caen al fuego, el amor reinará.

Ahora es este fuego de una boca impenetrable. Este sentir que todos se van creyendo de su cuerpo. Este mirar los ojos y ver carbones ciegos.

Descenderá la luz hasta los ciegos. La paz estará en el aire, en las campanas. La justicia se hará cuando os nombren y digáis: PRESENTES.

¡Ahora es este grito de soledad que va por dentro! Todo estaría consumado para arrojar la luna por una ventana.

Todo poesía (1990), Biblioteca de Autores y Temas Tachirenses

Ya mañana es la muerte. Saludo a las estatuas con el sombrero en la mano. Mañana es la muerte. No habrá quién pueda preparar sus lágrimas ni tomar whisky en tu velorio. Será la muerte definitiva. Has sido este pobre sembrador de huracanes que llorará mañana por los árboles. Ya no tendrás una amante de pelo morado. Ya no tendrás una golondrina muerta debajo de tu alma. ¡Fuego, para nacer! ¡Fuego, para morir! ¡Fuego! ¡Fuego! Tú eres el carnaval de la ceniza.

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Damian W. Lambert

ABORDAJE

Y así la estética se perdió… puntos suspensivos Afincarse en lo que no ¿lo que no es? bien, bien, vamos bien Por un minuto me perdí (a mí mismo) si se puede perder uno a sí mismo quiero decir si se puede decir que uno se puede perder a sí mismo bien sea posesión, rigor (¿de qué?) Comencemos de nuevo, la estética… plumas balanceadas por el aire a través del cielo azul bosques taladrados, pisoteados, por otra cosa distinta de la suciedad Soledad (porque rima), soledad apostada en el cielo azul mismo por el que a través de, se balancean las plumas por el aire A otra voz: el seno, el seno, le han cortado el seno no llores por mí María, tengo mucho para darte aún así, riégame la réplica forestal del semen de Jesús sobre el pecho ¿les gustó? ¡El seno! ¡El seno! ¡Le han cortado el seno! Atinar al carbón, que allí en el medio, mira como cruje atinar al carbón, que allí en el medio, mira como cruje atinar al carbón, que allí en el medio, mira como cruje ¿qué dice? Atinar al carbón, que allí en el medio mira como cruje Expansión del medio como soporte de la técnica jugar con sus cabezas como soporte de la técnica hacerles dar cuenta que jugar con sus cabezas es parte de la técnica y acomodar el juego en versos, por supuesto ¿Y la estética?

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Guión, como quien se sabe culpable, guión, como quien guarda silencio entierra un cadáver, entiérralo tan bien, como si se tratara de tu padre en prisión, arrímate a la sombra, hazte sombra, burla al guardia y vuelve, vuelve sobre tus pasos, como quien guarda silencio, como quien se sabe culpable Guión, guión


Damian W. Lambert Cuesta llevar un nombre el aire hiere mis dedos ama (sí, ama), la lluvia que barre, que barre sólo un toque como al empuñar cuchillo, errático (sí), por el borde deslizándose cera encendida a santo de nada verbo en líquido, punción en recuerdo sí, sí Se jugaba, seriamente porque de risa absoluta nada se jugaba, a la rim ba ¡Aud! A la rim ba ¡Aud! Se jugaba con sus cabezas metiéndoles tierra en la boca encerrándolos en celdas por palabras estremecidas al toque con las vísceras arrinconados, la ley, la norma dictado del juego Hacia un abismo trillada imagen en apariencia pero tan tenaz si su elección lleva el ruido de la sangre el ruido de campanas

ruidosas (de más está decirlo) nombradas en estrofas que no incluyen una devota blasfemia del contenido así dicho (¿sí?) regado como una metáfora que no cabe si se entienden los nichos de metáforas Pero lo que hay que entender es que NO claro, el agravio, la colisión (religión) Magnicidio combustible, del pelo al pero hay que entender de una vez por todas si se entiende que es a tu padre que enterraste 33


Damian W. Lambert Tal vez duerme furibundo, escucha la orquesta, de duendes, de navíos extraviados, un romance que sorprende al clérigo en devota inquisición de contenido, como antes se dijo, no a la tributaria tripartita, no muy complicado, más o menos un lenguaje sublevado, mas tampoco la nada del reposo ¿comprenden? Sí la máscara del nervio, no el cuello de gallina volteado, ahora bien si confunden, si llegaran a confundir el método hablando de métodos y de bases, de perfectos subjuntivos obstruir la salida supurante, la ventana en cúspide de torre que señala al horizonte con el dedo medio único erguido aún así no se ha tratado la imagen de la iglesia donde se acude a lo sagrado de a dos Y para terminar que propia esa relación entre la estética y lo profano propia a la blasfemia, a lo encorvado a lo que se dice y no se podía decir que con ceja te han dicho no digas sin pensarlo Yo digo lo dicho debe ser como un puñal ya dentro deslizando aquello todo emerge de los lados rimas, acústica, ¡qué belleza tan gastada! hay que incendiarlo todo, verbos, métodos, agravios suministrar las vueltas equívocas, la extrañeza aspirada Volver, volver, al revés de la madre plegar el sido sobre la tierra caliente el estar por ser, un eco, estrellándose una aguja en su justo equilibrio, fiel al hilo de los años, que la atraviesan que la atraviesan

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Ahora a juzgar si quedó retratado el encono serio juzgar, juzgar, de lado, al frente la lanza El recuerdo de ceniza un prodigio ( )


Yorgenis Ramírez

10

por la noche

—Esta vaina es un atraco— Dijo Yonaiker José el hijo de mi vecino con fruición heroica en medio de un bus errante de miseria. Él desenvainó la noche calibre 9 milímetros señalando el límite del oxígeno emocionando al niño quien creyó que Yonaiker jugaba a la guerra con su aspecto de G.I. JOE pistola en mano y la muerte mostrando sus dientes. ¿De qué sirve la poesía cuando la vida se detiene ante una 9 milímetros rasgando el aire que sostiene tu nombre con trémula quietud? Perpetrado el robo el bus siguió su rumbo oliendo a odio y a miedo

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Yorgenis Ramírez

Marzo Robert me pidió que le presentara un guarimbero (la puta madre) Cómo se fuma uno semejante idea adolescente de un chamo de 12 años que solo conoce su oscuridad indeclinable Era un sado reto de poesía y vida que no podía eludir Y sin pedir permiso a mami salimos en busca de un Guarim-boy Con ojos de aguardiente llegamos a Chacao Justo en la Plaza Bolívar nos topamos con una letanía de carpas donde se imparten clases de yoga ecofeminismo cyber sexualidad y vamos a ver ¿a quién entrevistar? De pronto vimos cruzar impaciente a un joven descarnado buscando piedras con que tumbar al gobierno Llevé a Robert donde aquel joven y a quema ropa le preguntó: —¿Por qué? El joven no se hizo esperar y dijo:

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—Qué culpa tengo yo de no ser bolivariano, ni albañil de no gustarme el oficio de taxista ni celebrar la vida leyendo poemas

Qué culpa tengo de no saber cantar las mañanitas ante tanto coño feroz Ni saber jugar a la Güija póker, truco Ni fingir humildad de malandro convertido al evangelio

1

Qué culpa la mía de no gustarme el Miss Venezuela de odiar a Osmel Sousa de no soportar un Caracas-Magallanes ni la Coca Cola nuestra de cada día Qué bendita culpa de malgastar horas leyendo Foucault Lorca, Wilde, Steiner De tener baja la testosterona la dignidad la fe calzar 37 fumar pescados rabiosos Qué culpa la mía por no creer en la igualdad social en cine, radio, televisión en ninguna galaxia ni ser activista de los derechos humanos Qué culpa ser cauto débil pendejo anacoreta 3.0 Mi único credo es lanzar piedras en contra del gobierno con algo de belleza—. Y el joven se fue con sus piedras en mano en el misterio donde descansa la poesía


DO-C

Yorgenis Ramírez

Por la tarde me encontré con aquel amigo que hice en mi primer día en el barrio Tenía aspecto de Tito Rodríguez después de una larga sesión de tragos, putas, farras y boleros Con sinceridad de niño dios quiso que recitara un poema Yo solo llevaba las páginas del diario donde reseñaban el asesinato de su hijo Yonaiker José por bailar con una jeva del tal Piraña Morales que a punta de navajazos puso a Yonaiker hediondo a silencio Yo abrí la página de aquel suceso frío como la lengua de Yonaiker tendido en el hocico del asfalto y dije: —Hay un cuerpo que luce como un río envenenado en la antigüedad del suelo Luce un color de silencios que nos mira a los ojos pidiendo auxilio— Y mi amigo inquirió —No se preocupe Yo vi a mi hijo lleno de sangre lucir como un lucero estrellado contra la vida— Y volví a pensar que soy un bueno para nada delante de aquel poeta

(Vivir aquí, 2016)

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Villarroel ParĂ­s


DE UN PUEBLO Y SUS VISIONES:

Viaje y memoria hacia una geografía poética petrolera por Andrés Palencia

En el Año de 1979 se publica en una edición de la Universidad de Carabobo el poemario De un pueblo y sus visiones del poeta venezolano José Miguel Villarroel París, quien siendo oriundo de San Antonio de Maturín del estado Monagas retrata en esta obra los efectos y las secuelas que dejó la industria petrolera y que supuso la transformación de territorios a lo largo del país. En De un pueblo y sus visiones asistimos a un viaje por el Oriente Venezolano, en un recorrido propio de una road movie que nos lleva al Tigre, pasando por Caripito y el Tejero, ciudades y pueblos que se sitúan en el Oriente de Venezuela.

paisaje, donde se percibe además otro aspecto esencial: el viaje errante y desolador de los trabajadores petroleros, siendo nuestra historia petrolera también la historia de quienes abandonan el campo para ir hacia la tierra que anuncia un falso progreso: Tomar los burros montaña abajo montaña arriba Mañanita despertando los gallos los corrales y seguir con el ruido de las palanganas Noches tras noches gitanos de un campo a otro De Caripito a San Juan allí en el delta vadeando el Tonoro el Guarapiche el Tigre Así salieron mis primeros viajes en medio de

Si bien se puede apreciar en los poemas que componen la obra cierto rechazo hacia los cambios abruptos que provoca la instalación de la industria petrolera en el espacio físico de estos territorios y en la forma de vida de quienes allí habitan, también se manifiesta el repudio ante el asentamiento de las transnacionales, que suscita la llegada de personas extranjeras, generando la imposición de una cultura foránea. Sin embargo esto no se expresa desde un discurso meramente referencial, donde predomina la denuncia y el panfleto; el poeta, y he aquí el hallazgo y lo resaltable en esta obra, recurre a un lenguaje sensible donde las imágenes se construyen desde la memoria, desde la mirada del niño que acompaña al padre en el peregrinaje por los campos petroleros: veníamos de un viaje a otras tierras (…) “veníamos de un viaje Uno es en sí mismo un profundo viaje…” desde aquí el poeta anuncia lo que será la constante en el resto de la obra, la interiorización de lo que se nombra, la interiorización del

la [noche otro viaje cadena en el tiempo… (p. 15)

El poeta recrea el paisaje de sus primeros viajes, construye imágenes que reflejan un espacio bucólico, campestre, de montañas, de burros y gallos, pero ese espacio irá adquiriendo otras tonalidades a medida que el viaje avanza, y la paisaje bucólico va quedando atrás, dando paso a lo que Rodolfo Quintero llamó “la ciudad petróleo”: Esta meseta está llena de taladros Desde El Tejero Santa Bárbara Jusepín Los apamates están llenos de petróleo Muertos con una tristeza de país en ruina Esta meseta está llena de taladros Sembradas de hombres muertos Un largo cementerio viene desde Caripito Y no tiene fronteras

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Es la gesta la nueva conquista entre pueblos que viven y mueren La estampida del sueño en un juego cerrado… (p. 16)

El paisaje se mimetiza con el petróleo, todo lo que hay en él tiene el color, la textura y la forma de éste, la muerte se muestra simbolizando un espacio venido a menos, del deterioro de un país en ruina, los hombres que marchan hacia un destino oscuro que extrae de ellos todas sus fuerzas dejándolos tumbados en el sueño de un progreso ilusorio: Es la historia de la nueva conquista Hecha por jurungos y torpucios La nueva historia -una versión curiosa del desarrollodel atraso como para engañarnos repitiéndonos

significativos, habrá que recordar que “en las primeras décadas del siglo XX Venezuela es un puñado de aldeas regadas en un amplio territorio (…) de culturas orientadas hacia la tierra: viven para sus cosechas, sus hijos y su iglesia” (Quintero, 1968, p. 59). No es casualidad que varios escritores que vivieron y palparon la época del boom petrolero, ya sea en la región zuliana o en el oriente del país, hayan presentado especial interés en retratar los efectos de la industria petrolera, en las transformaciones que surgieron dentro de las mencionadas regiones tanto en las estructuras físicas-territoriales como en el modo de vida de las personas que habitan estos territorios. Si bien el poemario de París fue publicado en la década del 70, el yo poético que se expresa en su obra se ubica en un momento anterior, haciendo de la memoria su más insigne herramienta y del padre la figura emblemática:

un adelanto llenos de carros neveras artefactos casaquintintas

Mi padre llegó a El Tigre por el año 40

Edificios Hombres que mueren como perros

Con muchos pueblos muertos sobre su cabeza

Esta meseta está llena de taladros balancines y mechurrios

Errante y desmontable estallante de luz entre sus

Esta meseta está llena de todo y de nada (Loc. Cit)

[ aros llegó al tigre armado de fracasos y silencios

Es evidente el tono de rechazo ante la transformación que ha sufrido el espacio físico, nuevamente el poeta alude a la muerte, es un paisaje que se torna fantasmagórico, donde el espacio como territorio está compuesto por todo lo que materialmente genera y se relaciona con la industria petrolera. El poeta no esconde su posición frente a lo que considera un engaño, ya lo había advertido Uslar Pietri en sus ensayos sobre el tema: “construida con petróleo transitorio se alza en Venezuela una nación fingida. De calidad tan transitoria como el petróleo con que está construida su apariencia. No más verdadera que una decoración de teatro”. (Uslar Pietri, 1972, p.45), en este caso la decoración, o los objetos que decoran aparecen nombrados claramente en el poema: carros, neveras, edificios, casaquintas.

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Hay que resaltar que ese asombro por los cambios surgidos en las ciudades, en especial en aquellas en donde se instalaron refinerías y donde hubo explotación petrolera por parte de empresas transnacionales no es un hecho casual; las transformaciones se dieron de manera abrupta y desenfrenada bajo el amparo gubernamental, y en un período corto de tiempo los cambios se hicieron

(…) El Tigre veinte casas en piernas Calles de Barro Al frente como un trono el taladro con sus mismos [ jurungos y torpucios por esa tierra desconocida y roja bajaron las familias y todo aquel mundo armable y desarmable [ prefabricado y muerto se vino al Tigre (…) (p. 31)

A través de la imagen paterna se representa el desplazamiento que sufrieron muchas personas al intentar enrolarse en las filas de las industria petrolera, el padre que nos muestra el poeta no es apacible, es un “peregrino errante” que simboliza la gran cantidad de personas que abandonaron sus espacios originarios en la búsqueda de una mejor vida: viajar viajar hasta el encuentro de la tierra prometida (p.16). El padre que se evoca en el poema es aquel que ha transitado por muchos caminos, donde aparece nuevamente el rastro de la muerte para señalar los pueblos donde sus habitantes yacen sumergidos en un sueño, es esa especie de muerte que es la ilusión por un progreso que nunca llega y donde la realidad caótica producto de la monotonía se asume con indiferencia y


naturalidad. No es osado decir que en esta obra Villarroel París inaugura la figura del padre petrolero en la tradición poética venezolana; figura que clamaba por su presencia teniendo en cuenta lo vasto de la figura paterna en nuestra lírica y lo importante que ha sido la industria petrolera en la historia nacional. Junto al padre que llegaba a la cuidad de El Tigre, el poeta rememora cómo en el pueblo se van suscitando los cambios: Cuando yo abrí los ojos el cementerio de El Tigre comenzó a crecer dentro del mismo pueblo Cuando yo abrí los ojos las rokolas se contaban por [millares La violencia nunca se fue de El Tigre Uno podía encontrarse con la misma gente [refiriendo el accidente de su mano perdida Cuando yo abrí los ojos mis pies se habían llenado con todo el abandono de esos pueblos. (p. 32)

Hay un contraste evidente en el poema, en estos últimos versos el caos ya está instaurado, a diferencia de los versos iniciales donde apenas comenzaba los embates de la industria petrolera en la ciudad de El Tigre. Es El Tigre una ciudad constituida por la vorágine de la maquinaria petrolera, transformada a imagen y semejanza de ésta, un espacio caótico, pero a diferencia de otros poetas que nombran el caos desde una mirada distante, el poeta se involucra con el espacio, lo interioriza, lo nombra desde la primera persona, el yo poético y el espacio son uno solo y el mismo. El caos es externo e interno, quizás este sea el hallazgo esencial en la poesía del poeta monaguense que lo desmarca de otros poetas que han tocado el tema petrolero: relacionarse con el paisaje de manera cercana, interiorizarlo, mostrarse sensible ante el paisaje, fundirse en él y padecerlo, sin esa forma del discurso socializante y realista que tanto se ha criticado.

Caripito es un manglar y cada casa guarda para sí esa visión pretérita del hombre Por allí pasamos en cuadrillas rumbo a Guanoco donde los mangles tienen su cementerio En esas calles se grabó un lenguaje soez La vida entonces giraba en los burdeles… (p. 17)

Nuevamente el poeta recurre a la memoria, como si lo observado disparara una serie de recuerdos del pasado, un espacio atravesado por una visión retrospectiva y nostálgica, en donde el paisaje ya es un lugar monótono que deja solamente espacio para el recuerdo. Se refleja en el poema la aparición de sitios característicos y surgido en las ciudades a raíz de la implantación de la industria petrolera: los prostíbulos, al cual habría que añadir las licorerías, espacios de vicio y distracción para los trabajadores de la industria, y que condicionan el modo de vida de los habitantes: “es la mala vida una forma de vivir en las “ciudades petróleo (…) en las calles de las ciudades petróleo hay siempre caras extrañas, recién abiertas ventas de licores y casas de prostitución” (Quintero, 1968, p.71), esta serie de establecimientos no solo constituyen un espacio nuevo dentro de la estructura urbana de la ciudad, sino también un espacio que modifica la convivencia social y el modo de vida de sus habitantes. El viaje por el que nos ha llevado Villarroel París tiene su punto final en El Tejero, ciudad situada en el estado Monagas, confluyen en este poema el tono nostálgico y de reproche ante lo que se ha convertido la ciudad: El Tejero no era el mismo pueblo Cuando los jurungos reventaron el primer pozo El tejero era el tiempo sumergido en las ruinas Borroso distante inexistente Rodando sobre una bicicleta de warehouse en [warehouse

El poeta sigue su recorrido por distintas ciudades del oriente venezolano, esta vez deteniéndose en Caripito ciudad del estado Monagas, de esta ciudad nos dice el poeta:

Por el campamento de la Mene Grande Oil Company Circulo Anaranjado Fierro de asfalto alto sol de [alambradas El Tejero un pueblo de fifty fifty pasado y presente

En los manglares el agua está tranquila

Zona de regateo donde el gobierno

El tiempo queda estático y el viento muere

reclamaba cincuenta por cincuenta del desastre

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No importaban la gente ni los recursos naturales Sólo interesaba la mitad de cada dólar… (p. 39)

La ciudad ha sido tomada por las transnacionales, produciendo la imposición de nuevas formas de vida y de convivencia, se ha erigido en una ciudad petróleo, se revela en el poema un tono de rechazo y desasosiego frente a la establecida industria petrolera. Las empresas transnacionales son elementos relevantes en la historia del petróleo en el país, el poeta las nombra como elementos propiciadores de una ciudad distópica y apocalíptica. El espacio físico se evoca desde el rechazo y la nostalgia, y se describe al igual que las otras ciudades como caótica, abandonada y “en ruinas”, además de constituirse en un espacio donde lo comercial predomina sobre lo humano. Así Villarroel París culmina el viaje poético con el mismo tono que lo comienza: Veníamos de un viaje en medio de la noche Veníamos entre gentes de tantos campos perdidos [y cerrados Cuando yo abrí los ojos mis pies se habían llenado con todo el abandono de esos pueblos Sellé mis compromisos con el pasado familiar Pero es mentira aquí estoy cargando todos los [cementerios. (p. 41)

París reescribe desde un lenguaje poético la historia petrolera nacional, un vacío que debía llenarse en nuestras letras, pero no solo eso, así como inaugura la figura del padre petrolero, es De un pueblo y sus visiones la primera y gran obra poética del petróleo en Venezuela, la cual, sin embargo, ha permanecido durante todo este tiempo en el olvido, marginada, salvo algunas excepciones, por críticos y estudiosos del tema. Valga este pequeño estudio para sacar de la sombra a la luz de los lectores esta obra que debe situarse en un lugar privilegiado en nuestra poesía por el hallazgo de dar testimonio sensible de lo que podríamos llamar “nuestra historia petrolera”.

Bibliografía Quintero, Rodolfo (1968) La cultura del petróleo. Caracas: Ediciones Facultad de Ciencia Económicas y Sociales UCV.

Uslar Pietri, Arturo (1992): De una a otra Venezuela. Caracas: ediciones Mesa Redonda.

Villarroel. P, José Miguel (2009) [1ºedición 1979]: De un pueblo y sus visiones. Barcelona/ Venezuela:

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Fondo editorial del Caribe.


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Víctor Manuel Pinto

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POR UN PUÑADO DE FRANCOS


Víctor Manuel Pinto

Der Führer Mein Führer asesino nunca duerme. Mira flores rojas en su palacio blandiendo solo su sica peruano, bebiendo solo su sangre santera. Der Führer realmente come flores. Fuma sus capullos secos y piensa al lanzar al aire una morocota de la olla al final del arcoíris de los partidos ya aniquilados. (Mein Führer mana leche de sus manos y caen pantaletas en sus botas) Der Führer es un faro, ¿o un falo? El líder tiene un halo sangriento, aspira sus rosas y enloquece. Y si llevan su estandarte al revés, que se les bote encima el rojo sobre el oro de sus rubias porno: Suck my big and nigger dick! Mein Führer al arpa como Nerón. (Y caen las mujeres asfixiadas, locas por mostrarle sus tetas gordas) A mi taita Lope le va a gustar ponerles esa piedra tan pesada; quemarles la nalga europlatanera… Que no vuelva ninguno que no venga de Sorte con su escapulario santo. Si es amarillo lo acribillo abombándolo de moscas azules. Que no vuelva ninguno que no venga de Sorte con su escapulario santo. Si es rojo de mi avión lo arrojo para que sepa caer sin un ángel. Me sacan tus soles sal de la frente, mi señor, General de generales; dame tu bota para escupirla, dame tu suela para lamerla, si tan paternal, si tan gigantesco, sodomas los piojos de mis tormentos. Necesito humillarme, matar mi ego. Mi señor, Capitán de marañones, solo tengo un machete y dos granadas. Abre el sello de tus bacanales, la orden de izar mi gran bandera negra; aguardiente en la copa de oro y en la olla al final del arcoíris de los partidos ya aniquilados. Mein Führer ebrio es lo mejor que he visto. Recitando con los ojos cerrados: Suck my big and nigger cock! Salvaje al arpa como Nerón. Der Führer es un falo no un faro. El líder en loto en flor flotando quieto sobre huesos y calaveras. Indio salvaje abembado Yo sé. Mein Führer realmente come flores, bebiendo solo su sangre santera.

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Víctor Manuel Pinto

MASSA, 1944 Soy sin sentirme Salvador Serpientes. Su sucia soldadesca saca sesos, sus sapos sabuesos sobre sus sienes, salivazos sexuales, sables sangre; sus sogas sofocantes sin salida. Soy sin sentirme sueños seculares… ¡Sodomitas! Su semen sobre semen; sotanas sin ser, sotanas sin salve… ¡Sicarios! Soy su saña sin Señor… Sal sellando suturas –Sometido. ¡Sebastián! Sus saetas socavándome… Severo subsuelo sin sacramentos, silbando sin sudar salmos sereno,

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soy sintiéndome Salvador Silencio.


Víctor Manuel Pinto

VALLENATOS OSCUROS REVERENCIA A LOS HIJOS DEL DIABLO

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Víctor Manuel Pinto

Los ahorcados Los peores sueños acontecen despiertos. Su materia es el nervio que nos dobla hasta vomitar agua ácida, vomitar amargo, o la diarrea irritante del pedazo comido a la fuerza que se va si las manos empuñan cosquillas que sudan. Así va la cabeza, sola, amarrada al nudo de su sueño, mientras la tracción del cuerpo guinda con su peso al desamparo. Dividido, por una correa oscura que le aprieta la grasa o la delgadez, lo genital oculto junto al rabo limpiado a solas sentado y con papel. Esa mancha que sugiere una ola de barro que nos atesta la boca de su materia es la frustración que llaman vida si fracasan, es lo que sus complejos llaman Ser sin logro, sin posiciones, sin lucro. Esa mancha que imprimimos estomacalmente mal es el cuerpo en purga, es el cuerpo en lucha, con la cabuya irreal de la mente: toxinas, mentiras.

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Así queda la cabeza, sola, amarrada al nudo de su sueño.


Víctor Manuel Pinto

Burlas a Menelao SALOMA PARA REMAR

—Esta es mi espada hirsuta y carnosa que envainaré en tu hocico de hiena. —Esta es mi espada mojada y roja que cruzose mil veces con tu lengua. —Tres veces uno fueron los cuchillos que el tarot clavó a mi corazón. —Tres veces tres contaba esa baraja las espadas sobre mis pesadillas. —La reina ordeña a otro animal macho, .hierve la sangre bajo su cola hembra —Funda de la espada hirsuta, ajena, que le envainan por detrás, de rodillas. —Oh, gran rey, hijo varón de la cabra. —Oh, gran rey, tu corona de gallina.

Estos poemas pertenecen al libro en construcción WELSERLAND (2017)

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Jairo Rojas Rojas

Letanía Namasté gracias por leer el sol fuera de sí escribir lo que solo había cantado el cielo estrellado en mi ojo tu dolor primero profanar el templo con legión, llamarada y ola ahí la catedral que luego vi al despertar : donde hubo angustia donde visitó Dios con agua y tomillo en el preámbulo bailando, (solo), era el primer rayo de luz en la boca entreabierta

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detrás de los ojos cerrados gracias por recoger mi nombre y guardarlo en tu aliento usted sabe: ya habíamos muerto ******* ya éramos milenarios ******* usted sabe: la mano que pierde ganando el alma que se hizo candela en la línea del horizonte encantando el agua, el vino, las setas con suficiente piel para bendecir con lluvia ―ya tú sabes― recuerdo que tenía corazón para la plegaria frente a la ola brava, en los caminos a la cima, para la laguna primera, la magia, un corazón nomás para toda la gente de mi pecho y no concluía la sed, quiero agradecer que me dieras de beber la sangre del padre y la madre para ablandar mi lenguaje nosotros: religados hibernando, demorados siempre así, gracias por ese abrazo excavando la memoria mientras construía un cosmos en la caja del basurero para desquitarme del desarraigo; recuerdo dormir junto a la reina herida también justo donde bendice el sol, con palo santo


Jairo Rojas Rojas

de la tarde haciendo ruido con preguntas mal formuladas lloviendo sobre los ojos dolidos ante tanta luz de invierno desde ahí empecé a hablar con Marosa la Sabina y Raimundo Rojas a reconciliarme con el agua que no se jacta de tener todas las estrellas con sangre en sus venas sedientas de baile; gracias por matarme yo: la cabeza más visible la cabeza que flota ¿yo? Que hundí el puñal en el vacío de mi cuerpo perfecto, su centro de espiral; todos sabían que no era un sueño porque empezaban a odiarme cuando cantaba desde ahí pude dormir en los brazos del sol que repite aunque ya era astro viejo / destructor incluso / desde ahí puedo leer lo que escribiste en el fuego que no es ajeno a mí todas las mañanas yo sabía que no era un sueño hoy porque es la historia que cargo cada vez que abro la mano buscando compañía poco a poco empiezo a sentir mi cuerpo: las manos titilan luz, el pecho que fustiga la penumbra con sus mares, el iris del tercer ojo enganchado al origen de este cuerpo que flota cuerpo para hundirse lleno de letras los huesos poderosos, la lengua amanecida por venganza, la oreja llena de olas, la cintura enjoyada de vocales, con un puñado de tierra en el ombligo, este cuerpo de niño que crece pasando planetas, cuerpo de bestia pues que se asoma para no pensarlo demasiado qué poca atención al cuerpo masticado y su relación con la luz, porque me cuesta ver lo obvio ahora encantado estoy con el milagro y el misterio; te he visto llorar porque me he visto caminar solo con la mente

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Jairo Rojas Rojas

arrastrando mi lápida (a solas) nunca te fuiste y te lo agradezco gracias porque no perteneces a ningún lugar por cargar con la soledad de tu estrella que todos aman (pero así entraremos victoriosos a la fiesta) ya lo sé te conozco porque hablo con el árbol que escuchó tus secretos me confundo contigo heme acá: castigado por hablar con ángeles la pela al cuerpo constelado los chancletazos buenos no solo a este cuerpo poseído por la furia ¿de Dios? Heme acá: mirado por todos luego de probar la miel que alimenta el cielo luego de hacer el amor con el ángel, o la bruja, o la sauria, o el agua sin confines, luego de nacer de mi vientre soy mi madre como todo el mundo la madre es Dios como ayer Dios necesita amar cuidar necesita otra vez Gracias por dejarme vivir en el fondo del agua con mi familia en la ciudad ruinosa enmugrecida por el odio poeta heme acá: hace poco vi cómo se hundieron todos los ídolos mi lengua ya era otra o de otro no sé gracias por perdonarme pero - perdóname por quedarme solo en el atardecer - perdóname por solo querer pasear lentamente - perdóname por llevarte al paseo lunático - perdóname por no comerme todos tus demonios

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gracias porque nada termina y esta historia apenas empieza con el mover de luz a cada paso así:


Rafael José Muñoz

EMBRUJADO No me queda la menor duda de que yo soy un animal: miro mis manos y descubro que los signos de tulún, los signos güeros, los signos de la tiruga, los signos de la estrella vueltos sumatijas, vueltos milopes en la milaja del hierosín. No me queda duda, mare te prescors, mare nostrum, mare aix bufridi cuttittittitti, sahar cátaro en los ladrillos de San Gregorio, 1.611 portefuille de Juan Bodín, y de los albigenses, cabezas crátaras, urnas catárikas en la melonza del unfazón. Y volví la cabeza hacia atrás, hacia el espejo, a ver si se veía, y murmuraba: Oh, Remo, aquí están tus criaturas, aquí están tus dólmenes blancos y tristes, oh, devoto musonio de la topilla celestial. Pociris diera pinchaza sorciers en las orugas herejes de tus jardines con ofiris tocando las campanas en el C-enterio. Y se levantó y dijo: No he muerto, camino entre vosotros. En la boca se le vio el corazón de Lis Grofí.

Caracas, 24 de enero de 1965.

CUERPOS CELESTES Cuerpos celestes que yo admiro desde mi prisión, todos son míos; La Osa Mayor tiembla ante mis poros, Mercurio se pone a llorar cuando me ve; Epsilón suspira porque yo lo traiga a mi pecho y alumbre los caminos del solitario y le dé un yuyú. Yo, que tengo corrientes eléctricas, te obsequio esas raíces y ese cielo y el jardín de esta aguja de una millonésima de milímetro. Te obsequio esta pequeña ru-eda para que veas un billón de cirios en cada molécula. Yo soy un miligramo reinando sobre el mar, yo soy el que produce los universos más brillantes en el prisma de una naranja. Yo soy el dios de Tetelar, el que agita el teclado y pregunta si parle vous comme ye. Ye suis Ulises, el de las plumas de la gallina, el de las grandes rotativas luminosas, el dios de las urnas. Yo soy el Gran Sanrú.

Caracas, 25 de enero de 1965.

El círculo de los 3 soles (1968), Editorial Zona Franca

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Elvira Blanco

Respuesta a la primavera Para William Carlos Williams

Ya es primavera otra vez Ya es primavera otra vez Ya es primavera otra vez Todos los días Despierto y Me aturde La primavera Con ese ruido De nacer Otra vez Rosa confundido con azul con blanco Dentro de una ola Verde Cúpula Cambiante cercando el cielo muralla Delimita la elevación individual En su espuma se pierden y encuentran Yo y yo y yo y yo yo y De mañana Absoluto Opaco Nada De noche Una boca Engulle La luz

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Flores y flores revertidas De identidad intercambiable


Elvira Blanco

Ya es primavera otra vez Una ciudad fluye como un río contaminado Escombros En constante auto demolición Auto edificación A medias La primavera arrasa con lo que estaba muerto Y lo lleva al mar Sus cimientos tienen nombre y apellido Ya es primavera otra vez

La primavera arrasa con lo que estaba muerto Cada noche: la ceremonia de incendiar el terreno baldío De incendiar todo lo que está marchito Así se abre la primavera: ardiendo Y por todo el terreno retumban sus gritos Porque lo rocían con gasolina aunque sea inocente Porque está muerto La primavera es hermosa Y no hay invierno: Hay frío temprano Y en el medio La primavera Jamás se ha detenido Jamás Hemos conocido Sino Primavera La primavera es hermosa Y atroz Con eso de nacer todos los días

El dolor de parto: Las contracciones La cara

presionan 57


Elvira Blanco

El estómago Las piernas Las costillas Duele la tráquea Y los dedos Lo peor es el sol En los ojos Quiero Arrancarlos Ya es primavera otra vez Ya todo crece De la tierra Mojado En líquido amniótico Y llovizna Las raíces de los árboles rompen las aceras (estos árboles están aquí desde antes de que tú nacieras) Los que transitan las saltan O las esquivan O se caen Y se raspan las rodillas Y derraman sangre sobre el cemento El cemento bebe la sangre Porque es primavera (es una fiesta) Late Dentro de todo En los animales que entran por el techo, por la ventana En las serpientes de árbol Las mariposas negras Los roedores Las garzas Los halcones Los pájaros grises que se roban las migas Los gatos de monte y

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El monte Abraza el tendido eléctrico Las cañerías En un banquete Traga las casas


Elvira Blanco

Ya es primavera otra vez Ya es primavera otra vez Ya es primavera otra vez Y otra vez Y otra Y otra Y otra La primavera está en casa Creciendo en la última gaveta del tocador Y debajo del aire acondicionado Apenas la vida comienza a sentirse normal cuando cae la tarde Pero esto no engaña a la imaginación: La primavera está en la grama de mis pulmones La primavera me hace toser no me deja dormir soporto sus ataques hasta que yo misma me entierre Ya es primavera otra vez Los volcanes están extintos (Aunque los ciudadanos digan que no Porque quisieran tener un volcán Les gusta soñar que duerme) Bañarnos en lava ¿Cómo llamaríamos a esa estación? Llegó la primavera: INICIO

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Jesús Sanoja Hernández

Teatro I. Pájaro silbador. Cuarto oscuro. Diez. En las obras completas está el secreto, una oda si estás enfermo, una elegía si oyes música, un canto sostenido si quieres vivir hasta el final detrás del cuchillo, matando a sílabas la última palabra. La vista el lago te hará menos sombrío, morando, y tendrás Virgen con un puñal de dientes, entre hojas. He allí tus placeres. He allí tu sitio en este mundo. Flores, objetos, cables, humos, cenizas.

TEATRO I

En cambio tu primera edición no saldrá, tú no saldrás nunca, ay ese nunca de uña romántica en el alma. Pálidas las astucias del idioma, agotadas. Y eternamente tú como sacando la nariz por la ventana y volviendo al libro y cerrando toda posibilidad de aire. Tú, naranja fraguada en hermetismo, licor que rueda por el pecho. De modo, gran tristeza, que cuando la joven pregunte si quieres café, dirás no, gritarás no, y otro no, y más no. Grave, infeliz, ocasional, ponte el cartelón: vacío en tu memoria, corriendo como una idea en la vuelta del sol y siendo el retoño de lo que murió en el acto clavado, tonto, superficial, lisiado, lejos.

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La mágica enfermedad y otros poemas (1955) Monte Ávila Editores Latinoamericana


IV

Adalber Salas Hernández

Mire, la verdad es que yo tampoco sé mucho. Las noticias que pasan en la tele apenas hablan del asunto. Los periódicos se están quedando sin papel y tienen que economizar el espacio, así que imprimen los casos más jodidos, ¿me entiende? Los más cabilla. Pero por ahí siguen las balas y cada una tiene nombre, apellido, cédula de identidad. Eso no sale en ningún titular. Al muerto apenas lo velan con café y cachitos de jamón hasta que se destiñe. Después, solo es cuestión de esperar mientras se hace borroso en las conversaciones familiares. Pero las historias se van sumando, ¿sabe? Y uno las cuenta con tono profético, como si alguna de esas muertes anónimas fuera la propia. Y quién quita, puede que así sea. Capaz aquí todos estamos muriendo la misma muerte sin darnos cuenta. Claro, no va a salir en primera plana. Nadie va a reportar esta muerte larga y niña, toda hecha de números flacos. No es noticia. Nadie quiere enterarse del trabajo quebradizo de los números, ¿me sigue? Pero igual termino preguntándome cómo lo logran. Cómo cuentan esos gramos de pólvora, impactos de bala, avemarías y señortenpiedad, kilos de carne inmóvil, litros cúbicos de sangre aturdida sobre el asfalto y todos esos granos de sal que son la única materia del alma. ¿Cómo no enloquecen un buen día, los números? ¿Por qué insisten en seguir registrando, echando cal sobre el lomo del tiempo para disimular esa carne que se pudre? No entiendo qué hacen que no nos dejan aquí, sin cantidades ni fracciones, sin los mínimos santos fosforescentes que abarrotan el más allá, finalmente solos. 61


VII

Adalber Salas Hernández

(Planto por la muerte de Maese Don Domingo)

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Ven, pasa, siéntate aquí, fíjate qué casualidad, justo ahora iba a escribirte una elegía o algo así, capaz me salía una carta en verso, aunque todo el mundo sabe que ambas cosas son de mal gusto. Ven, termina de cruzar la puerta, no tienes por qué dudar tanto. Siéntate a la mesa, debes estar harto de estar allá afuera, con ese olor cansado, como a yodo, que tiene Caracas cuando se deja cubrir por las nubes. Ven, siéntate, no te quedes ahí, que te va a dar gripe, y no hay nada peor que un muerto con gripe, moqueando y estornudando sobre la superficie pulcra del más allá. La eternidad no es un pañuelo, ¿sabes? Mira que venirte a morir así, dejándonos a todos con la palabra en la boca como un punto de plomo, como el principio de algo que no se sabe bien qué es, como un clavo bajo la lengua. Venirte a morir así, dejándonos a todos con la garganta amarrada. Pero termina de pasar, anda. Un trago no te ofrezco porque últimamente no tomo (ya lo sé: no hay animal más lamentable que un poeta abstemio), pero aquí hay unos cigarros que tenía guardados para cuando visitaras. Todo el mundo sabe que los muertos, aunque no respiran, sí que fuman. Tranquilo, no son light. Tú, que siempre fuiste ciudadano del humo, te saltaste la frontera sin decirle a nadie, te volviste inmigrante ilegal del más allá. Al menos puedes fumar sin pensar que te manchará los dientes; la tierra ya te los robó para ponerlos en su boca. Voy a poner un poco de Chet Baker, aquel disco que me grabaste hace años, cuando vivía arrimado en casa de mi tío. ¿Se oye bien? Ahí, parado en el marco de la puerta, no debes tener la mejor acústica. Toma, te presto mi encendedor. ¿A qué sabe el humo cuando ya no tienes boca? Y la música, ¿cómo se cuela en ti, si no tienes oídos? ¿No te atraviesa como si fuera una corriente eléctrica, un susto del aire? ¿Como si el espacio se estirara y se contrajera, pidiendo algo? O vamos a poner algo de Monk, para escuchar esos dedos que van y vienen sin pedir nada a cambio. Vamos a oírlo errar, andar a la deriva en la noche estirada como el cuero de un animal enloquecido, sosteniéndose en el temblor de cada nota, que a cada paso se derrumba. Suena como esos hilos de sal que mantienen unido el cuerpo a duras penas.


Adalber Salas Hernández

Ven, entra, pasa con lo que traigas, con tus nombres deslucidos, lavados con cloro, con tu nuca besada por las raíces, con tus venas como una lluvia estrecha e innecesaria. Mira, dime una cosa, ¿los otros muertos aguantan tus chistes? ¿No discuten tus opiniones literarias? Todo el mundo sabe que los muertos tienen poca tolerancia, por eso casi nunca nos visitan. ¿Se callan cuando te da por agarrar el acordeón o la armónica? Me gustaría escucharte tocar, aunque desde allá el sonido llegue sucio, cargado de barro. Igual te oigo bien, tu voz tiene el brillo lejano de las cosas por venir, esa hojalata de la promesa hecha que opaca todo lo demás. Creo que ya no voy a escribir la elegía, sería una ridiculez. Mejor hago silencio para que toques algo.

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El instante como acto creador en Azimut y el Camino de Carlos Osorio por Robert Rincón

Hombre no sólo descubre, también crea. Andrey Tarkovski

El instante, como tiempo detenido, ha sido un aspecto estético y trascendental dentro de la poesía, que ha tenido una profunda resonancia, por ejemplo, en libros como La intuición del instante (1999) de Gastón Bachelard, donde el tiempo es una ruptura de la continuidad temporal, abriéndose a lo espiritual; distante de la mirada trágica del individuo posmoderno carente de referencialidad descrito por Michel Maffesoli en su texto El instante eterno (2001). En Bachelard (ob.cit), la poesía tiene una impronta signada por lo temporal: ‹‹el tiempo es una realidad afianzada en el instante y suspendida entre dos nadas›› (p. 11). Señalamientos que coinciden con una lectura de Azimut y el Camino (2013) del poeta Carlos Osorio Granado (Caracas, Venezuela, 1955). El instante, ese tiempo y espacio detenido, nos lleva a acercarnos a un horizonte de imágenes, sonidos y silencios que se abren y se hacen vitales; bien sea en la disposición visual del poema o en el ritmo breve que se dispone al oído: Al momento que el árbol se abre aparece la vida.

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Arriba la luz entre sus ramas el viento.

Todo suena desde la más pequeña garganta y nada desafina. (p. 9)

El árbol es parte de ese horizonte nuevo, construido a partir del empleo de otros signos importantes, como la luz y el viento. En el árbol reside la vida atravesada por una fuerza capaz de visibilizar y de nombrar lo oculto, representado aquí, por la luz, donde el viento es el movimiento de lo efímero; del mismo modo, nos transmite la sonoridad única que define este instante donde: ‹‹todo suena››, todo se articula, todo tiene un sentido en cuanto a realidad circundante. Un mundo, visto de esta manera, es creado por la luz /sonido que da existencia a todo lo que está alrededor. La disertación filosófica, que asume Bachelard (ob. cit) en cuanto al tiempo, la orienta a dos posibilidades de conceptualizarlo, bien sea por un instante o por una duración. El pensador francés, ante esta dicotomía de mirar el tiempo, compara la visión de Gaston Roupnel con la mirada de Henri Bergson. El primero sostiene que el instante es la verdadera realidad del tiempo y absoluta, dado que la duración es solo una construcción, mientras, el segundo observa que la duración refleja la realidad del tiempo y no el instante, por considerarlo una completa abstracción.


Bachelard incorpora esta discusión con la finalidad de fortalecer su concepción sobre el tiempo en la poesía, más cercano de Roupnel que de Bergson, afirma que: ‹‹un breve poema debe dar una visión del universo y el secreto de un alma, un ser y unos objetos, todo al mismo tiempo (…) inmovilizando la vida›› (p. 93). En Azimut y el Camino (ob.cit) el universo poético se organiza a partir de una danza entre el silencio y el sonido, entre la luz y los objetos reflejados, como si estos objetos cobraran vida a partir de una mirada luminosa y el sonido que los nombra por primera vez: Sombras y agujeros de luz entre el verdor por donde cuela el canto de la vida. La expresión de esta selva nos mantiene en un punto silente. Vibran los cuerpos hacia un cuerpo mayor, que hasta un ángel baja a saciar su sed en la quebrada. Porque no nos ha visto. (p. 25)

La naturaleza se expresa y cobra su voz a partir del silencio. La vida y la luz se unen de nuevo para ofrecer un sentido de espacio único, un instante, un momento irrepetible y silencioso donde la soledad se quiebra con la compañía ofrecida por la naturaleza. En el poema, el instante como tiempo detenido, tiene cierto paralelismo con esa estética propuesta por Los haikus, donde su brevedad, la naturaleza inscrita y el silencio que brota detrás de los versos, dan la sensación de que las imágenes ofrecen una atmósfera de algo detenido o que está por detenerse. A pesar de que esta naturaleza se aprecia en movimientos de ríos, de árboles o de animales, entre otros elementos

que marcan ritmos sustanciales, existe una pausa, un tiempo entre dos nadas. En otros poemas, la naturaleza se transfigura a medida que es oída, lentamente se abre en el espacio y en el poema, como en un ascenso y un descenso: Ver los cerros el surgimiento del sol, leve reposo al oído. Para alejar el sueño voy al encuentro que viene. Me estiro, en una respiración y tibio mi cuerpo recibe la vida. (p. 11)

El sol se abre y silencia lo agitado. Al igual que el viento del poema anterior, aquí el oído cumple la referencialidad de que algo debe ser escuchado, un ritmo: ‹‹una respiración››. Luego, el cuerpo se sintoniza con este sonido que deviene de la luz donde todo ocurre, todo crea. Concuerdo que el instante no es solamente una realidad del tiempo, como lo señala Roupnel, sino además, un estado espiritual de encuentro y distancia con los objetos que están alrededor. Una nueva vida congregada con otros: Quién se convoca a reunirse consigo mismo debe saber que afuera un mundo llama, por lo creado y siempre reclamaría. Que basta una flor para sacarlo. O sentarse a escuchar desde un segundo lo eterno. (p. 41)

¿Qué es esto que de afuera nos llamaría?, ¿dos planos de la vida?, ¿una atenta y otra distraída? No lo sabemos. Pareciera que estas interrogantes dejan 65


al poema en suspenso. Si esa fuese la intención estaríamos en contacto con ese instante donde las preguntas no implican buscar respuestas sino vivirlas, que la respuesta o reacción que tengamos no sea una lucha constante de interpretaciones, sino de un detenimiento para apreciar lo que está alrededor. Una congregación del instante como mencionaría Bachelard (ob.cit).

se dirige a la vida con unas imágenes que parecen significar lo contrario. Lo oscuro de este espacio, se confunde la belleza de las flores con la pasividad de nuestra mirada rendida al placer, otra forma de morir cuando el instante no es vivido. Creemos en el diablo. Mientras juramos temerlo le rendimos sumisión bajo los efectos de esa lengua que no para de hablar por nosotros.

Pese a que todo discurso conlleva el uso de palabras que remiten a la duración de hechos como señalaba Bergson; Bachelard, por su parte, sostiene que en el instante poético, el tiempo es un orden de varios elementos que actúan simultáneamente, pero, de igual modo, este orden implica una ruptura con la linealidad de la vida como se concibe comúnmente. El instante, en este sentido, puede ser asociado a una experiencia donde se detiene el tiempo y el espacio, una especie de fotografía de: ‹‹algo vivido o que se vive››. El poema, como discurso estético, posee este rasgo de pausa en el tiempo y el espacio. En esta forma sagrada de vincularse con el entorno donde prevalecen las impresiones del instante, la ruptura de este estado es el quiebre de una relación profunda con la vida. Es falta de respeto saberse el hijo, el padre, el marido, habiendo conocido la luz de las mañanas que nos yergue y dejarnos caer, perdernos entre flores, libar el jugo de la muerte para persuadir al sueño que debilite la carga de nuestro sufrimiento. Reptamos bajo la luna implorando al sol en la oscuridad. (p. 45)

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En este poema, se muestran otras palabras (caer, muerte, sueño, luna y oscuridad) que orientan una lectura del desvarío del humano, de la pérdida de la brújula existencial y la vuelta de espalda a lo sagrado, al instante que se percibió en lo familiar. El poema

Nos lleva, nos lleva mostrándonos jardines, remansos y una vida plácida. Si invocamos el nombre de alguna deidad que salve él estará presente en su fulgor comiendo. Seremos arrancados si no rompemos ese yugo con valentía. (p. 47)

Aquí el diablo, pese al significado occidental del mal, representa la mirada dormida, la mirada pasiva del hombre que no vive el instante. Al igual que en el poema anterior, la belleza tan elogiada por nuestros sentidos, cuando no somos sus servidores sino ladrones afanados por conceptualizarla y dominarla, aparece la insatisfacción humana. En una época donde se ha privilegiado la mente, la razón y el pragmatismo por encima del corazón y la vida interior del humano, resulta anacrónico mencionar alma o espíritu, precisamente porque para los que sostienen la racionalidad por encima de todo, tales aspectos no existen, solo la mente. Sin embargo, un poema, al igual que otras expresiones artísticas denominadas clásicas, se ha mantenido a lo largo del tiempo porque hay un ‹‹algo››, un ‹‹misterio›› que bordea y es invisible a la forma y a la técnica estética. Ese ‹‹algo›› produce en el hombre un estado que va más allá de su comprensión racional, como sostendría el cineasta ruso Andrey Tarkovski (2013): ‹‹El arte se


dirige a todos con la esperanza de crear una impresión, un choque emocional, y hacerse aceptar, no a través de un razonamiento irrefutable, sino por la energía espiritual que el artista puso en su obra››. (p. 46). En Azimut y el Camino (ob.cit), el instante es un estado donde los objetos son nombrados desde una relación emocional con esa voz que los vivifica, en el espacio donde se circunscriben. Una voz que se congrega con el entorno y expresa su separación. Una voz que se mezcla con la luz que proyecta y nombra por primera vez lo que refleja. Una voz que se interroga por lo esencial de las cosas. De allí que la búsqueda de esta voz poética sea el alma de cada objeto, del cuerpo como geografía emotiva y de encuentro con lo otro que se capta por su singularidad, resultado de una vigilancia ante el ruido y el ego imponente de nuestra naturaleza.

Referencias Bachelard, G. (1999). La Intuición del instante. México Fondo de Cultura Económica. Maffesoli, M. (2001). El instante eterno. Argentina: Páidos. Osorio, C. (2013). Azimut y el Camino. Venezuela: Signos Ediciones y Comunicaciones. Tarkovski, A. (2013). Esculpir el tiempo. México: Ediciones Rialp-UNAM.

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Stephani Rodríguez

Travesía No hay muros Te lo he dicho no hay muros Estemos donde estemos canto y permanezco Estemos donde estemos el presente no tiene edad Si me despierto con la aurora Ya estás en mi vida Estemos donde estemos las fuentes se desatan El ancla no es del viaje Te lo digo. Andrée Chedid

I Vienes desde atrás Y estás tan cansada Tu aurora se desvanece por las calles de un país Que guarda tu alma Un país muerto. Te ahogas Y los aullidos de la hacienda No te salvan. Te pudres en tu cuello Adornado Ahorcado.

II Te lo he confesado Cada día viaja un sueño entre el viento Que me habla tras las rejas Halándome Un viento que se incrusta en el tejado Para mostrarme lo que me espera en las manillas de las puertas

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Moriré pronto Lo confieso.


Stephani Rodríguez

III He dibujado cada noche Y las hojas Solo me desean a mí En medio de ellas Muerta. He llorado cada día Pero mis lágrimas permanecen Ausentes. Intenté gritar Pero mi garganta duerme bajo el silencio, Recuerda. Corrí, Las luces de mi casa se apagaban Y mi cuerpo se disipó Entre los brazos de mi madre Donde el dolor Viene de la pérdida. Nunca quise ser la única caminante de la noche Lo confieso.

IV Busqué sin parar Busqué sin mirar atrás Busqué lo que ni siquiera conocía mi camino Busqué Y dejé mis uñas enterradas en la arena. Te confieso Levanté mi rostro Y de las montañas venía un mar de olas rojas Un mar Desde nosotros. No quiero recorrer este viaje de calles divinas Que matizan los rostros de niños hambrientos Calles que premeditan el inalcanzable camino de la muerte.

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Stephani Rodríguez

V Enlacé todas mis heridas al llanto Como un camino que me iluminaba hacia el pasado.

VI La luz es el acertijo final De esta bestia.

VII Un monte Es partícipe de todo Un monte Detrás de mi casa Destruido. Mis huellas Son marcas de caricias Que dejé en cada lugar Desde mi despedida. El canto de los grillos penetra mis oídos En estas calles Es lo único que tengo.

VIII Estoy cansada de escuchar mi voz Sin redención apuñalando mi cabeza

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Me busqué en camas desteñidas Me encontré contemplando los párpados preciosos de desconocidos Quise atarme a ellos Pero las mariposas carcomían mi piel.


Stephani Rodríguez

IX Vengo de un cuerpo que desde el umbral Solo lo acaricia el insomnio He desgarrado mi ropa interior Como al cansancio de la ciudad Vengo Y nada me pertenece Todos los paisajes viajan conmigo Señalando el silencio que vive en mí Y exhiben el brillo De aquellos cielos que no recuerdo. Quién dice Que la ausencia no viene del portal de la muerte Como una ventana ardiente que se abre Quién dice que la muerte es una salida Si queremos entrar.

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Jorge Paredes

La pendiente del barranco

se inclina hacia las huellas del héroe desconocido los pasos

que doy

A N Ó N I M O S

prueban cuánta fue la resistencia no tuvo el chance mínimo de ver

la primera chispa de veinte con las

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que borraron su rostro


Jorge Paredes

M I R C O

Hoy mirco no trajo mirco a casa sus mircos pasarán mirco hoy mirco se subió a un mirco y nos pidió todos los mircos que teníamos o nos daba un mirco hoy mirco como sus mircos tenía mirco y nosotros ayudamos a mirco con su mirco después que le dimos todos los mircos agarramos a mirco le abrimos la boca le hicimos tragar mirco y no nos importó que ardiera tanto mirco por todo su mirco así regresamos a mirco a su mirco para que le sirviera mirco a sus mircos como hacen los mircos con sus mircos alimentándolos con el buche pero hoy mirco no llegó a casa.

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Alfredo Silva Estrada

CASA QUE ME RESPIRA CASA QUE RESPIRAMOS Mi casa rota Nuestra casa maciza de horizontes en cada muro que se escapa En todos sus tabiques temblorosos de ahora La abrigo en esta mesa del poema estrechando confines Hay bestias a la puerta remueven inmundicias Y aves de todo el día que sobreviven con nosotros No sé por dónde entrarle me duelen sus resquicios Ya no sé dónde queda se ha hundido en la memoria con este laberinto de la ciudad aullando por cimientos Ya no sé dónde hallarla y siento que en sus grietas anidan tantos astros –Está hecha un escombro repiten los hermanos Pero tal vez persistan raíces esforzadas de algún arbusto trunco Veo ondular las crines de aleros que susurran con un viento de entonces Pero no voy a verla Ella viene a buscarme Me encuentra ante la mesa tendiendo lejanías Contemplo el cielo entero pegado a sus ladrillos Aquí golpeo el caos con los enseres fieles Y se pone a cantar en las sartenes de la casa más joven Aquellas puertas repintadas se entreabren y rechinan en mis huesos Las palomas carnívoras ya nada pueden contra la casa vieja van a hartarse a jardines corrompidos de máquinas Mi casa se mantiene intacta en el poema Se arraiga en el arranque del aliento Se yergue sin esfuerzo afirmada por cesuras musgosas Sus muebles guardan vetas del bosque familiar que a treguas me rodea

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Resiste los embates sin futuro de la ciudad ultrajada Tan solo sofrenadas de lluvias que elegimos se atreven a investirla


Alfredo Silva Estrada –No se caerá jamás decían los abuelos Durará cuanto dure tu primer poemario que no hemos comprendido Se sostiene con arcos que apuntalo en el verso Le insuflo aire ritmado Le doy lugar presente en el lugar de siempre Le acaricio los cantos que apenas entreveo Hago el amor en sus penumbras libres o bajo los resoles de los desamparados La habito desde el fondo del más arisco olvido hasta el sueño que tiene los poros de la amada Le violento el umbral para dejar mis pasos en las casas ausentes La casa me respira boca a boca No es el lugar este vivirla íntegra sino cada pisada con hambre de extrañeza en lo más íntimo Ausentarse con mástiles de la ciudad ahogada percibiendo el anclaje que se oxida en riberas futuras para que advengan órdenes del habitable origen Desfallezco apoyado en portales de infancia Apegado el oído a músicas terrosas Abrazado a planetas que zumban en mi patio Me rehago en los quiebres de la casa de nunca Sé que la casa existe Jadeante pero existe Y es este sobresalto de horizontes en mi cuerpo y el otro en el nimbo de hollín que llevamos a cuestas al rescate de soles Solo damos los rasgos de tus rostros amados Rota casa maciza respirándonos No la nombra el sollozo.

a Leonardo y a Mariela marzo, 1989 Por los respiraderos del día (1980-1992), Monte Ávila Editores Latinoamericana (1998​)

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Más poesía que años Entrevista a Héctor Hernández Montecinos A finales de los ’90, el poeta y ganador del Premio Pablo Neruda 2009 fundó junto a otros autores la Novísima Poesía Chilena como respuesta a la obra de la generación que lo precedió. Hoy, con unos 40 libros publicados, el protegido de Raúl Zurita se prepara para lo que ha llamado su última gran performance: la renuncia a la escritura de la poesía. Por Vanessa Leal Soto

La noche del 13 de septiembre de 2002, en el barrio Bellavista de Santiago, un auto chocó contra otro auto y un poeta salió herido. El conductor del primero, nieto de un empresario chileno, huyó y dejó a Héctor Hernández Montecinos tendido en la calle, quien había sido atropellado por el segundo auto. Una hora después, a las tres de la mañana, Hernández Montecinos −chileno, poeta, editor, gestor cultural, académico− esperaba ser atendido en el pasillo de la emergencia del Hospital de Urgencia Asistencia Pública, conocido como “La Posta”. Había perdido sangre y tenía un hueso expuesto, pero no fue sino hasta las 7 a.m. que le inyectaron morfina para calmar el dolor. Esa mañana, los abogados del empresario se aparecieron en el lugar para decirle que se iban a encargar de él y que lo llevarían a una clínica privada, pero el poeta sintió temor y les dijo que solo se trasladaría en una ambulancia de La Posta al Hospital Clínico de la Universidad Católica, en donde se sentiría más seguro porque estudiaba letras hispánicas en esa universidad. Tres semanas después, abandonó el hospital en la silla de ruedas que lo acompañó alrededor de un año, con fierros en la pierna izquierda.

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En 2003, se mudó con su mamá y su hermana Gabriela a un departamento en el cultural barrio Lastarria, que compró con el dinero que recibió como compensación por el accidente.

“Dentro de mi pobreza, esperaba que con lo que me pagaran alcanzara para comprar una computadora para mí y una bicicleta para mi hermana. Con eso iba a estar feliz. Por eso, cuando me dijeron que me iban a pagar el 20% de lo que me correspondía, acepté. No quería saber nada más del empresario ni de sus abogados, y pensé que nunca iba a tener tanta plata para comprar un lugar”, recuerda.

Infancia y dictadura Hasta ese momento, Héctor Hernández Montecinos –o Poeta HH, como también se hace llamar– había vivido en el barrio popular El Salto, en la comuna de Recoleta. Allí pasó su infancia, en plena dictadura militar. Sus padres, Héctor Hernández y María Montecinos, se habían conocido en Santiago luego de que la madre llegara en los ‘70 de Valdivia, en donde aún vive su familia. La pareja se separó en 1993 cuando Hernández Montecinos tenía 13 años y su hermana estaba por nacer. “Mi papá fue chofer de micro (bus) casi toda la vida y creo que ahora se jubiló. No lo veo desde hace un par de años”, cuenta el poeta. ¿No te llevas bien con él? “Nunca nos llevamos nada. Él ahora vive con otra familia en Loncura, un balneario. Nunca fue violento,


malo o nos pegó, pero yo me aburrí porque no sentía su cariño. Era muy frío, silencioso y reservado. Le dije a mi mamá que quería que se fuera porque me daba pena que el bebé naciera y viviera con alguien así. Mi mamá me dijo que no se podía y yo le respondí que lo iba a echar. Cuando lo encaré, le dije: ¿Sabías qué? Va a nacer el bebé y yo no quiero que vivas acá. Quiero que te vayas’. Lo jodí tanto que al final dijo: ‘Ya, me voy, pero acuérdate de que tú me echaste’. Y le contesté que asumiría las consecuencias. Mi mamá no se volvió a casar”. Hernández Montecinos estudió la educación básica en el colegio Francisco Bilbao, que está frente al Regimiento de Infantería N°1 Buin, cerca de donde ocurrió la Matanza de Corpus Christi en 1987, en la que 12 integrantes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez fueron asesinados por la Central Nacional de Informaciones en venganza por el atentado contra el general Augusto Pinochet. “La dictadura fue espantosa. Yo vivía en un sector pobre que quedaba en la periferia, muy político, que estaba custodiado por policías y militares. Los lunes, los militares iban al colegio a cantar el himno nacional y teníamos que estar todos cuadrados y con susto porque tenían armas. Siempre teníamos miedo de que nos mandaran al regimiento por portarnos mal y muchas veces nos sacaron corriendo porque había aviso de bomba. Si querían hacer un atentado al regimiento, lo que estaba más cerca era el colegio y era fácil entrar”, relata el poeta.

Novísima Poesía Chilena Hernández Montecinos entró a estudiar como becado a la Universidad Católica en 1998. Allí, en una clase de lengua española, leyó un cuento suyo que atrajo la atención de una compañera, que luego sería, junto a él, representante de la Novísima Poesía Chilena: Paula Ilabaca. “Ella y yo éramos diferentes en términos socioeconómicos; los marginales de la carrera que sentían que los miraban raro”, dice el poeta. Ilabaca, sobre aquel día, recuerda: “A mí me gustó mucho su cuento. Me acerqué a él para decírselo y se emocionó. Ahí nos hicimos amigos”. ¿Cómo era Héctor entonces? “Era muy tímido y callado. Nada que ver con como es

ahora, que tiene proyección pública. Con las lecturas que hicimos en la universidad comenzó a abrirse”, continúa. Y cuando escribe, ¿cómo es? “Entra en un trance. Se aísla y cuesta comunicarse con él”, termina la poeta. Al año siguiente, en un taller de poesía en Balmaceda 1215 que estaba dirigido por Sergio Parra, se formó la Novísima Poesía Chilena como alternativa a la poesía de los ‘90. “Estábamos en el segundo año de la universidad y Paula ya escribía poesía fantástica. Yo quería ser dramaturgo, pero me había inscrito en letras porque quería aprender a escribir. Paula me dijo que fuéramos a Balmaceda porque daban talleres gratis y se podía estar con escritores de verdad. Entonces me gustó la poesía y le dije chao al teatro. Ahí se armó un grupo con poetas como Gladys González y Felipe Ruiz”, cuenta Hernández Montecinos. ¿Qué los diferenciaba de lo que hubo antes? “Nosotros encontrábamos que la poesía de los ‘90 era literatosa, falta de vida, de lo contingente; muy pretenciosa. Y nosotros, como veníamos de la calle, pusimos el tema de la homosexualidad, las drogas y la represión en los poemas; temas sucios que en la poesía de entonces no estaban. Nuestra alianza era más bien con los ‘80, con lo que se hizo en dictadura. Escribir en estado de emergencia o excepción te condiciona a ser más atento a los signos; a ser abierto a diferentes posibilidades o materiales de escritura, cosa que siento que pasa en la época de hoy, a la que yo llamo “hiperdictadura”. El mundo cambió después del atentado a las torres gemelas en tanto se multiplicaron los sistemas de control, de vigilancia y de seguridad. La policía asumió otro rol social cuando se instaló la posibilidad de que el enemigo estuviera a tu lado; del enemigo interno. Esa hiperdictadura hace que la poesía vuelva a pensar nuevamente el control, el autocontrol, la censura, la autocensura y el enemigo interno”, dice el poeta.

Zurita, el primer lector En 1999, Hernández Montecinos ganó el Concurso Nacional Poesía Online, que tenía como jurado a Raúl Zurita y Carmen Berenguer, entre otros autores. El día de la premiación en el Palacio de La Moneda, después 77


de haber leído el poema ganador, se le acercó un hombre para felicitarlo porque su poema era “fantástico”. Le dio un papel con su teléfono anotado para que lo llamara para juntarse; quería saber lo que estaba escribiendo. Paula Ilabaca, que se encontraba con él, le dijo que quien le había hablado era Raúl Zurita, a lo que él contestó: “¿Quién es él?”. Ella le explicó que era un poeta importante que se había tirado amoníaco en los ojos, quemado la mejilla y masturbado en público. “Uy, qué miedo. No quiero saber nada de ese viejo”, dijo Hernández Montecinos. Guardó el papel y se olvidó del asunto. Al año siguiente, Zurita fue profesor residente en la Universidad Católica, en donde dio un taller literario. Hernández Montecinos tomó el curso y un día se acercó a Zurita en el patio. Él lo recordó del premio y le preguntó: “¿Qué has escrito desde el año pasado hasta ahora?”. Hernández Montecinos contestó que mil páginas. Zurita, asombrado, le preguntó si escribía poesía desde antes, y Hernández Montecinos le respondió que no. Entonces el premio nacional le dio dinero para que imprimiera y anillara sus textos para leerlos. “Nos juntamos y me dijo que había leído todo y que yo era un genio, el primer poeta del siglo XXI. Que mi obra había que publicarla. Buscó editoriales, pero publicar un libro de mil páginas de un pendejo de 18 años no se podía. Finalmente, contactó a Ediciones del Temple para que publicara No!, que fue mi primer libro, para el que tuve que elegir 100 páginas. Le pregunté si estaba bien lo que estaba escribiendo porque en un taller me habían dicho que escribía mucho. Me respondió que siguiera así, que lo que hacía era maravilloso; que entendía el diagrama que había hecho”, recuerda. “Fue el primero que me leyó. El primero que me dio ánimos para escribir. El primero que habló sobre mí en otros países. El primero que entendió mi obra. Su generosidad conmigo ha sido casi la de un padre”, dice Hernández Montecinos.

Arquitectura de la mentalidad

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Cuando el poeta comenzó a escribir, en 1999, vislumbró una obra que se dividía en tres partes. Esta trilogía lleva por nombre “Arquitectura de la mentalidad” y comprende tres tomos de los cuales ya han sido publicados dos libros que superan las dos mil páginas: “Debajo de la Lengua” (2009) y “La Divina Revelación” (2011). El primero reúne lo que el poeta

escribió entre 2007-2009, y el segundo entre 1999 y 2011. El último libro está inédito y se llama “O4”. Dejó de escribirlo en el 2012. “Se me ocurrió hacer una trilogía por la tragedia griega, que a mí me interesa mucho. Está dividida en tres partes que son independientes pero que, a la vez, dialogan entre sí y conforman una unidad. Cuando yo pensé estos tres libros hice un dibujo, que es la manera en la que me acostumbré a escribir. Hay poetas que escriben, juntan los poemas y luego arman un libro. Yo armo el mapa para que haya una continuidad. Es un método extraño; un trabajo muy mental”, explica Hernández Montecinos. La última parte, “O4”, era un texto que estaba pensado por el poeta como si fuera un PDF o una memoria extraíble encontrada en el 2500. Pero luego lo alejó de la ciencia ficción y lo acercó a lo autobiográfico. “Ahora estoy investigando la poesía proyectiva, que es un tipo de poesía investigativa en la que uno junta fotos y textos antiguos. Después de que termine este libro, voy a cerrar el proyecto y ya no voy a escribir más poesía”, dice. ¿Para siempre? “Sí. Parte del proyecto incluye su fin. Estoy en un buen momento literario y creo que hay que abandonar el barco… Yo hice harta performance a principios de los ‘90, y una última performance sería dejar de escribir; la renuncia a la escritura de la poesía”. ¿Y cómo te vas a obligar a dejar de escribir? “El otro día hablaba con unos amigos que están haciendo una obra de teatro de cuando ellos entran y salen del personaje. Yo les decía que nosotros estamos adentro del sistema de la sociedad por muy críticos que seamos. La pregunta es cómo nos salimos, cómo hacemos pequeñas triquiñuelas para fugarnos del modelo. Donde hay ciertas cosas que están desgastadas, como la idea del compromiso a algo, la renuncia me parece que es un gesto político. Hay un sistema que te ofrece mil cosas ante el que uno puede decir: ‘Está bien, pero renuncio a él. No quiero esto ni esto otro’. En la medida en que uno puede renunciar encuentra autonomía, que es lo más cercano a la libertad”. El poeta, quien se confiesa detractor del cuento y el cine, ha comenzado a escribir alrededor de 15 novelas que han terminado convertidas en poemas.


“Son novelas experimentales; raras. Lo que hago cercano a la narrativa son los estados de Facebook, que escribo cuando me baja la nostalgia por mi mamá, mi papá, mi hermana o mis amigos. Los empecé a juntar y ordenar, y tengo una buena cantidad de escritos íntimos que podrían ser un librito autobiográfico. Aparte, aún tengo unas agendas y cartas que le mandé a mi mamá y a mi papá cuando era niño”, relata.

Desconté que fuera un cuento, pero pensé que podía ser una novela porque la empecé a escribir en prosa, con puras frases cortas. Escribí unas 20 páginas de una sentada y después me dije: ‘No, no hay caso. Esto es un poema’. Y lo corté en versos cortos. Yo creo que es lo mejor que he escrito y me ayudó a pensar que si eso fue lo último que escribí, no creo que escriba algo mejor”, dice Hernández Montecinos.

¿Qué dicen esas cartas?

¿Crees que, de alguna manera, rechazas la novela?

“La primera carta la escribí a los 8 años. Había visto en la tele que unos extraterrestres habían llegado a una plaza de un pueblo de Rusia y habían raptado a un niño. Yo me impresioné tanto que le envié una carta a mi mamá en la que le decía: ‘Me voy portar bien. Te quiero mucho’, por miedo a que los extraterrestres me llevaran. Son cartas delirantes que, de algún modo, no le importarían a nadie, pero que tienen un valor porque son las de un niño con imaginación, que luego derivó en un escritor de 36 años”. ¿Por qué odias los cuentos? “Todo cuentista hace un decálogo del cuento perfecto. Y un género literario que pretende ser perfecto me cae mal. El cuento tiene esa prepotencia y soberbia de creerse compacto y con buen remate; tiene pretensiones estilísticas. En cambio, en las novelas hay partes de relleno, y en los libros de poesía hay poemas que no siempre son los mejores, pero que sirven de transición a otros temas. La diferencia es que en un poema el relleno no lo es tanto. Todo tiene un sentido. Si pasó un gato por la ventana, para mí, tiene que ser fundamental para que esté en el poema”. Un día de 2012, Hernández Montecinos estaba en camino a comprar pan cuando vio a un niño jugando con unos soldaditos de plástico, mientras su papá regaba las plantas. El papá miró el cerro que su hijo había hecho con los soldaditos y lo mojó con la manguera. Entonces el niño dijo: “Papá, morí en el río”. “Cuando el niño dijo eso tuve una especie de revelación y me imaginé lo siguiente: El niño murió en el río. Es de noche en un bosque y el padre mete la mano para sacarlo del agua. Está muerto y lleva años así. El niño lo ve pero el padre no. La mamá está en la casa, a la que van llegando los coyotes, que avanzan desde el bosque”, relata el poeta. “Vi esa imagen en un segundo y me devolví a la casa para empezar a escribir.

“Algo me pasa con la novela; con la tensión. El otro día estaba con un amigo que es cineasta y el me preguntó que cuáles películas me gustaban. Yo le dije que no me gustaban. Él me respondió: ‘Odias los cuentos y las películas. Estás loco’. Es que las películas, al igual que las novelas y las series de televisión, me dan lata (fastidio) porque requieren mucha concentración”.

Una herida llamada México En el año 2008, Hernández Montecinos se fue a vivir a México D.F. El año anterior había visitado por segunda vez el país para asistir a un festival y había conocido al poeta mexicano Yaxkin Melchy. Empezaron una relación y Hernández Montecinos regresó a Chile a reunir dinero para irse a vivir con él. “Él es el mejor poeta mexicano joven. Es alguien que está muy comprometido con la poesía y que hizo mucho por su generación. Juntos hicimos una editorial cartonera y encuentros literarios con los poetas jóvenes”, cuenta. Al principio, vivía con Melchy, la mamá y la hermana. Pero luego la pareja se mudó a un apartamento que la madre de Melchy les compró en la colonia Navarte, entre la Universidad Autónoma de México y el Palacio de Bella Artes. En 2009, a los 29 años, Hernández Montecinos recibió la noticia de que había ganado el Premio Pablo Neruda, que se le otorga a autores menores de 40 años cuya obra resulta significativa para la literatura chilena. “Me gustó que me premiaran porque me fui de Chile muy incómodo y decepcionado del campo cultural. Me estaban atacando mucho desde la academia y otras partes porque le hice una crítica muy fuerte a los poetas de los ‘90”, dice el poeta chileno. “Yo pensé que el premio iba a apaciguar las aguas, pero fue otro escándalo más

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porque era joven y decían que no me lo merecía, o que si me lo merecía me lo tenían que dar después, cuando estuviese cerca de los 40. Otros decían que yo tenía hartos libros, una obra, y que no necesitaba esperar a esa edad. Era un premio que habían ganado Raúl Zurita, Diego Maquieira y Gonzalo Millán, que son poetas que me interesan. Fue muy bonito y me emocionó”. En 2012, terminó su relación con Melchy y se fue a vivir a Colima, a unas 8 horas de México D.F. Allí trabajó fomentando la lectura en pueblos, con niños y campesinos. El duelo de la ruptura, dice, lo atravesó con ayuda de ese apostolado. “Renuncié a esa relación porque quería dejar que Yaxkin tuviera su espacio y brillara. Él es más joven que yo y sentía que el premio me había puesto nuevamente en escena. Me sentía culposo de que mientras más destacaba yo, más se opacaba él junto a mí. Estaba con una persona que quería y con la que era feliz, pero la forma en que esa persona podía realizarse completamente sin tener obstáculos en su carrera literaria, era que yo renunciara a ese amor. Y renunciar a ese amor era renunciar a la casa, a los amigos. Dolió y sufrí como nunca antes. Fue la relación que más me marcó en mi vida”, recuerda el poeta.

Dos más dos son cinco

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Es una tarde de finales de junio en el restorán Cantábrico de la avenida Alameda de Santiago y Héctor Hernández Montecinos cuenta, por encima del bullicio de los comensales que se entremezcla con la música, que después de haber egresado del pregrado, entró en el doctorado de Filosofía, Mención Teoría del Arte, de la Universidad de Chile, cuya tesis –enmarcada en el arte conceptual en Chile desde la obra de Cecilia Vicuña– se encuentra terminando. La tesis del doctorado en Literatura de la Universidad Católica, que comenzó en 2015, la quiere enfocar en la escritura documental. También está trabajando en una editorial llamada “2+2=5”, a través de la cual se publicará un libro de Paula Ilabaca y otro de una de las hijas del poeta Pablo de Rokha.

¿Cúantos libros has publicado hasta la fecha? “La última vez que conté tenía unos 35 libros publicados, así que ahora deben sumar 40, entre libros y antologías que hago de mis textos”, dice el poeta. “Me gusta decir que tengo más libros que años”.

*Esta entrevista fue editada a partir de la versión publicada en el blog del Magíster en Periodismo Escrito de la Universidad Católica de Chile y el diario El Mercurio, en agosto de 2016.


Igor Barreto

Repentina nevada En el ghetto de Ojo de Agua ha nevado en honor a Mandelshtam. Ocurre que con tantas muertes y tráfico atolondrante no habíamos tenido ocasión de mirar a lo alto. Es un milagro que unió al cielo con la tierra. ¡Ha nevado! Y alguien sostiene un libro en la mano izquierda, mientras palpa con la diestra los minúsculos copos de nieve. Todas las casas fueron pintadas gratuitamente de blanco y mucha de la pobreza se escapó por esa loza quebrada de un cielo encapotado. Mandelshtam impartió lecciones sobre el frío a una anciana recién llegada de un desierto con cabras de la remota frontera norte. Los copos de nieve cayeron de un árbol cuajado de flores: fueron modestos lirios blancos y pétalos de margaritas. Pero en la calle principal del ghetto, el barro se apelmazaba gélidamente. 81


Igor Barreto

Era un lodazal cobrizo donde rechinaban las ruedas de los automóviles derrapándose por la cuesta. ¡Pobres perros del barrio! Las familias han debido refugiarlos en sus casas porque mueren como esculturas acurrucadas contra el dorso de los escalones en las veredas. Y los gatos congelados caen de las cornisas y se parten como un simple jarrón. No hay pájaros… pero no importa, porque la nieve es algo nuevo. Total en las muchas fotos que enviamos por correo, somos los únicos testigos

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de este enigma.


Igor Barreto

Posible comienzo Con el cambio de lugar de los símbolos se inició la destrucción del país. La imagen se fue totalmente a negro. Todavía hay miedo y la timidez está tan cerca de la ira. ¿Qué hacer para que desaparezca lo ocurrido intencionalmente? Tal vez vendrá otro hombre con gran poder sobre el azar. Recuperemos un sentido mayor. Aún tenemos restos de la casa: existe una puerta y lo que falta regresará.

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Igor Barreto

Andanzas con un mago Una noche fuimos al mar y entramos descalzos palpando arena y guijarros. Las olas golpeaban nuestras rodillas como rompientes de otra costa. En aquel lugar aplacó el agua negra y pude hablar con la imagen de mi hermano enfermo de eternidad. Mandelshtam, así se llamaba el mago, había llegado de Rusia y trabajó un tiempo como taxista en Caracas: sus ojos fueron los parabrisas de esta ciudad. Cierta vez alguien escupió su guayabera blanca: una gota salobre lanzada al desierto absoluto del Sinaí. Y Yo, quise golpear al insolente con un madero pero Mandelshtam como todo un ñáñigo santísimo intervino para que no lo hiciera. Tantas almas llenas de maldad nos rodeaban, tantas almas que yo no veía:

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Tantas almas llenas de maldad nos rodeaban,


tantas almas que yo no veía: Demonios arremolinados en el éter entre lengüetas de fuego y humo espíritus atormentados que cargaban a sus espaldas algo como una concha de caracol y con manos embadurnadas en resina pretendían tocarnos. Demonios con rostros de cabras o de cerdos acodados en la barra de un tugurio tomando cerveza con nosotros. Yo sabía que luego irían a bailar bajo un árbol maldito. Demonios que abrían sonámbulos las puertas batientes de un restaurante chino donde nos citábamos para gustar una sopa de carne muerta. Lo cierto es que ayer murió el mago. La muerte de un mago es siempre el ázimo fruto de un malentendido. Lo cierto es que ayer murió el mago. La muerte de un mago es siempre el ázimo fruto de un malentendido. 85


Como quiera que sea, recordemos a otros magos: Nikolái Gumiliev Heberto Padilla o Roque Dalton. Al viajar hacia la funeraria en mi amado Ford Thunderbird se hizo una tranca de carros y carros. Sobre el asiento del copiloto estaba el estuche abierto de mis lentes: como la imagen de un sarcófago ideal para un mago. En sentido contrario cruzó un camión lanzando la bocanada de humo más negra que he visto: como la capa negra de la muerte: que venía por su presa, por aquel mago que supo acorralarla cuando vivíamos dichosos sentados en la plaza de los armenios o leyendo barajas en su pequeña casa de la calle El Refugio en el ghetto de Ojo de Agua. Era un cuchitril con un querrequerre de plumaje verde y amarillo, y una bestial tortuga del río Orinoco encerrada entre las cuatro paredes de un baño o aquel malvado loro que se escurría de noche a la cocina a robar trozos de queso o de fruta. Recuerdo que en los convites Mandelshtam bailaba muy bien guaracha. Así pasaron aquellos años, mientras bebíamos con insistencia un caldo humeante de carne muerta.

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El muro de Mandelshtam (2016), Ediciones Sociedad de Amigos del Santo Sepulcro




CRÉDITOS Dirección: Paola Nava Edición: Paola Nava Jesús Montoya Diseño Editorial: Santiago Gamero Yirmary Nucette Maria Isabel Ramirez Corrección de textos: Jesús Montoya Portada y Contraportada: Línea Determinada: coordenadas_unidad Ernesto Montiel Instagram: @montielster Ilustraciones: Pedro Medina Página: 14 Instagram: @pmedina29 José Miguel del Pozo Página: 38 Instagram: @monstroise Diego Sierralta Páginas: 55 y 60 Instagram: @diegosl Colaboradores: Valmore Muñoz Arteaga Raily Yance Agradecimientos: Armando Rosales Contacto y ubicación: www.revistainsilio.com revistainsilio@gmail.com Maracaibo, Venezuela.

Revista Insilio | volumen 2 |

Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.


maracaibo, venezuela, 2017.


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