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MASHA LIACHOVITSKAYA

POR VALERIA GALLARINI SIENRA omando un acercamiento académico para realizar cada una de sus visiones artísticas, el enfoque principal de Masha es transmitir los estados únicos de escenas, personajes, objetos y naturaleza.

La artista es excepcionalmente sensible a los colores. Para ella el color y la luz son esencialmente sagrados. Cree que todo, incluido un olor, un sonido o incluso un silencio, puede expresarse mediante el color. “Todos somos energía, una onda, una frecuencia, una vibración. Por lo tanto, todos estamos conectados. Mi objetivo es recordar eso”, dice Masha. Su obra es más elocuente aún cuando expresa esa energía hermosa, solar y vibrante que contiene.

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Masha está trabajando en técnicas de óleo y acuarela desde su estudio en Areguá, Paraguay, donde vive en pura unidad con la naturaleza. La artista está preparando su primera muestra individual en la Galería BGN / ARTE, que será curada por Silvana Domínguez.

¿Cómo te acercaste a la pintura?

Mis padres siempre apreciaron el arte, así que al notar un atisbo de interés artístico en mí a una edad temprana, me alentaron a seguir mi pasión por la pintura. No era una elección muy popular en mi país, así que tenía muchas dudas sobre convertirme en artista.

Nuestra casa siempre fue como un museo, llena de cuadros. Hoy, en su mayoría, son mías, incluyendo pinturas de Ilya Danshin, quien tuvo un gran impacto en mi carrera. Es un artista ruso muy conocido, mi maestro más importante y el amigo más cercano de la familia. De chica pasaba mucho tiempo en su taller de arte en Polenovo, a 130 km de Moscú, donde se plantaron las primeras semillas de mi energía creativa. Estaba tan fascinada por su estudio, su estilo de vida cotidiano, su arte y la forma en que percibe el mundo que creó a su alrededor. Realmente resonó conmigo en un nivel tan profundo y desde ahí supe lo que quería experimentar en mi vida. Y así… aquí estamos ahora.

¿Cómo llegaste a Paraguay y qué fue lo que te retuvo aquí?

Es una larga historia que intentaré abreviar. Mi esposo, Roman Zima, también lituano, estudió en Dinamarca. Durante su carrera de Ingeniería, se hizo amigo de un compañero paraguayo, quien lo invitó a Paraguay durante dos meses en 2017. Roman volvió a Copenhague tan enganchado con Paraguay, que dijo: “Oye, ¿quieres ir conmigo para allá?”. Y acepté.

Durante dos años trabajamos mucho para ahorrar lo suficiente para el viaje. En diciembre de 2019 nos mudamos a Paraguay. Areguá realmente hizo una diferencia en nuestras vidas. Entiendo por qué la gente llama a Areguá la ciudad mística. Muchas realizaciones profundas sobre la vida sucedieron allí, y eso hizo que este lugar fuera muy especial para nosotros.

¿Quiénes son tus referentes artísticos?

Tengo una lista muy amplia de artistas a los que admiro. Uno de ellos es Bato Dugarzhapov, un pintor contemporáneo de Moscú, Rusia. Podría decirse que es el pintor más destacado del nuevo estilo contemporáneo, conocido como neoimpresionismo. Este enfoque de la pintura combina realismo y abstracción de una manera innovadora. Así también John Singer Sargent, el famoso artista estadounidense.

¿Qué buscás transmitir con la pintura?

Busco un equilibrio perfecto entre impresionismo y realismo, donde los aspectos más importantes en los que me enfoco son los ritmos de luz y color. Mi objetivo principal no es en absoluto hacer una reproducción fiel de lo que veo. Es crear una hermosa experiencia visual que se basa en la observación de las verdades fundamentales de la naturaleza. Eso es lo que hace que la pintura sea más poderosa, ya que nos relaciona a nivel humano.

¿Qué estás preparando para tu próxima muestra?

La próxima exposición se centra en mi papel de observadora del entorno, contemplando con cuidado lo que resuena naturalmente en mi conciencia y los momentos de fascinación en los que mi atención es atrapada por el mágico juego de las frecuencias de color. Se trata de una poderosa energía de estar profundamente enamorada de este extraño mundo. Intento suscitar el mismo sentimiento en el espectador.

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