COLLOQUIUM|derechos humanos
María de Jesús Alvarado y Lucrecia Molina viven desterradas. Ambas tienen familiares desaparecidos por los ejércitos de sus países. Ambas llevaron sus casos ante la Corte Interamericana. Las vidas de las dos conservan la esperanza de la no repetición POR VANESA ROBLES
L
vanesa robles
Es periodista independiente. Actualmente forma parte del equipo del Centro Universitario por la Dignidad y la Justicia Francisco Suárez, sj, del iteso.
6
magis ENERO-FEBRERO 2022
os datos superficiales sirven poco para describir lo mucho que se parecen estas dos mujeres, Lucrecia —Luqui— Molina Theissen y María de Jesús —la Güera— Alvarado Espinoza. La primera es guatemalteca, capitalina. La segunda es mexicana, chihuahuense. La voz de la primera es dulce; no sumisa, sólo dulce. La segunda tiene un tono fuerte al hablar; no agresivo, sólo fuerte. Luqui es de rostro afilado, ojos chinos, pelo corto. La Güera es de carita redonda, ojos claros, usa una cola de caballo larga. Luqui nació en 1955, la Güera en 1980. Y justo aquí empieza el lado b de esta historia: los 25 años que hay entre ambas no han hecho diferencia en la infamia de la desaparición cometida por cuerpos de seguridad militares en América Latina. El 6 de octubre de 1981, un grupo de hombres sacó de su casa, en Ciudad de Guatemala, a Marco Antonio Molina Theissen, hermano de Luqui, cuando él tenía 14 años —antes, los criminales sometieron a la madre—. El 29 de diciembre de 2009, un grupo de hombres se llevó de sus casas, en el ejido Benito Juárez, primero a Nitza Paola, hermana de la Güera, y a su primo José Ángel Alvarado Herrera; luego, a Rocío Irene Alvarado Reyes, de 18 años —sometieron a la madre de Irene, a sus hermanitos y a su hija de dos años—. Marco Antonio, Nitza Paola, José Ángel y Rocío Irene siguen desaparecidos. Luqui y la Güera decidieron que, además del camino del dolor, iban a recorrer el de la justicia. En momentos distintos llevaron a sus países a juicio ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos (Corte idh), en un proceso que duró años. Esperaron, con la intuición de que las sentencias señalarían la responsabilidad de sus Estados en las desapariciones. Intuyeron bien, pagaron el precio. Por el hostigamiento militar y por el miedo, Luqui Molina, su madre, sus hermanas y sus sobrinos viven exiliados en Costa Rica. Por el hostigamiento militar y el miedo, la Güera espera, en Texas, el juicio por una solicitud de asilo en Estados Unidos que incluye a otras 10 personas, entre hijos, sobrinas, padres. Luqui y la Güera participaron en la reciente edición del Foro suj de Derechos Humanos, celebrado en octubre pasado