LUDUS|cuento
In gla te rra POR JAZMINA BARRERA
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magis MAYO-JUNIO 2022
En Inglaterra tengo un palacio de hielo. Mi hijo de cuatro años tiene una vida paralela, imaginaria, en Inglaterra. Nunca ha estado en el Reino Unido, no entiende la diferencia entre Inglaterra y Gran Bretaña, pero si le preguntas por su nacionalidad te dirá que es mexicano (como yo), chileno (como su padre) y también “inglaterrense”. Ya van varios meses de esto, tantos que no logro recordar la primera vez que lo dijo. Estoy segura de que su anglofilia tiene que ver con un cómic sobre la historia de los Beatles y con Paco y el rock, uno de sus libros favoritos, que es la historia de un perro que viaja a Londres y se forma allá una banda de rock. No ha visto fotos ni videos de Gran Bretaña, sabe más bien poco del país, pero casi diario suelta una o dos frases que poco a poco van construyendo su propia utopía británica. ¿Sabes qué hago en Inglaterra? Tengo un puestito donde hago galletas que no tienen azúcar y saben como si tuvieran azúcar y tienen forma de animalitos. Pero además de los libros y los Beatles, me temo que yo también tengo algo de la culpa de esa idealización. De alguna manera he debido transmitirle mi idilio con ese lugar en el que mis pies han pasado tan pocos días, pero mi mente tantos. Durante muchos años, Gran Bretaña fue eso para mí: un espacio en mi cabeza. Mucho tiempo antes de mi primer viaje a Londres, durante mi adolescencia, leí, devoré, me obsesioné con una sarta de libros situados en el Reino Unido y esas lecturas fueron dándole forma en mi imaginación. Su geografía eran las cumbres borrascosas de Emily Brontë, los prados y campos de George Eliot, los mares helados de Coleridge y esos pueblos oscuros de Sherlock Holmes. Londres era una mezcla de las calles de Virginia Woolf con las tiendas de Dickens, las jugueterías de Angela Carter y los teatros y los pubs de los gatos de T. S. Eliot. Pasé buena parte de mi adolescencia en esa Gran Bretaña de los libros, que era mi refugio de las