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El nuevo contrato social “Frente a las enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, la angustia y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causas de enfermedad, son unas pobres causas”. RAMÓN CARRILLO
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Por el Dr. Mauricio Klajman (*)
l humanismo, en el sentido amplio, significa valorar al ser humano y la condición humana. En este sentido, está relacionado con la generosidad, la compasión y la preocupación por la valoración de los atributos y las relaciones humanas.(1) Comienzo este nuevo artículo con esta definición que debería ser el faro de las sociedades, en esta nueva era a partir de la pandemia. La frase del “Gran Ramón Carrillo” reemplazando “microbios por virus”, daría lugar a un tratado de política social, de ética y sobre todo de equidad. Todo está yendo muy rápido. Ninguna pandemia fue nunca tan fulminante y de tal magnitud. Surgido en una lejana ciudad desconocida, un virus ha recorrido ya todo el planeta, y ha obligado a encerrarse en sus hogares a miles de millones de personas. Algo sólo imaginable en las ficciones postapocalípticas. A estas alturas, ya nadie ignora que la pandemia no es sólo una crisis sanitaria. Es lo que las ciencias sociales califican de “hecho social total”, en el sentido de que convulsiona el conjunto de las relaciones sociales, y conmociona a la totalidad de los actores, de las instituciones y de los valores. La humanidad está viviendo –con miedo, sufrimiento y perplejidad– una experiencia inaugural. Verificando concretamente que aquella teoría del “fin de la historia” de Fukuyama es una falacia. Descubriendo que la historia, en realidad, es impredecible. Nos hallamos ante una situación enigmática. Sin precedentes. Nadie sabe interpretar y clarificar este extraño momento de tanta opacidad, cuando nuestras sociedades siguen temblando sobre sus bases como sacudidas por un cataclismo cósmico. Y no existen señales que nos ayuden a orientarnos. Un mundo se derrumba. Cuando todo termine, la vida ya no será igual. Hay aspectos fundamentales de las causas de las epidemias y pandemias recientes, que permanecen en la sombra. Quiero nombrar algunos de éstos, distintos pero complementarios. Una primera consideración es que el capitalismo funciona con un mecanismo perverso de ocultar las verdaderas causas de los problemas, para no hacer nada sobre ellas porque afectan sus intereses, pero sí hacer negocios con la aparente cura de los síntomas. Mientras tanto los estados gastan enormes recursos públicos en medidas de prevención, contención y tratamiento, que tampoco actúan sobre las causas, por lo que esta forma de “enfrentar” los problemas se transforma en negocio cautivo para algunas empresas trasnacionales, por ejemplo, con vacunas, medicamentos, insumos médicos.(2)
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En la emergencia surgen jugosos negocios para algunas empresas o bancos. Las farmacéuticas, las productoras de insumos para la protección sanitaria, las empresas de ventas en línea y de producción de entretenimiento, se enriquecen ridículamente con la declaración de pandemia. Desde antes de la pandemia, las famosas empresas informáticas GAFAM (Google, Amazon, Facebook, Apple, Microsoft), ya eran las empresas más valorizadas a nivel de valor de mercado de sus acciones. Ahora, están haciendo ganancias enormes porque ha habido una sustitución de la comunicación directa, aún más, por la comunicación virtual. Vivimos tiempos de pandemia, paranoia y cuarentena, en un mundo capitalista que, como Ícaro, vuela raudo hacia el sol de su autodestrucción. Es como si la realidad fuese una mala escritora –mala por su falta de originalidad o mala por su sadismo– empeñada en imitar “La peste”, aquella memorable novela de Camus sobre los efectos psíquicos y sociales de una misteriosa plaga que se abate sobre la ciudad argelina de Orán; que es también, en otro plano más profundo de lectura, una parábola de la absurdidad humana. La sensación compartida de estar metidos dentro de una distopía.(3) ¿Y en nuestro país que sucede? La cuarentena –único método eficaz demostrado sanitariamente– se enfrenta a unos anticuarentena dignos del “Realismo Mágico”. Pero analicemos este fenómeno en forma distinta… ¿Quién maneja la salud en la Argentina? Un sistema totalmente fragmentado. Hay subsectores de salud que no tienen que ver con la salud además de empresarios que lucran y manejan enormes organizaciones. Recuperamos el Ministerio de Salud, falta recuperar la salud de los argentinos. Falta muchísimo… profesionales mal pagos, que deben realizar multitrabajo para subsistir… desde hace tiempo. Distribución geográfica de facilidades sanitarias caóticas, sin controles reales de sus prestadores. La desconcentración de la salud en la época de la dictadura genocida, conllevó a inequidades a amplios sectores de las poblaciones de nuestra Argentina. No es lo mismo la atención en las grandes ciudades. En la medida que nos alejamos de ellas va decreciendo en oferta y calidad. No hay control real en la aprobación por parte del Estado de la farmacopea que ingresa al país. Esto va acompañado del aumento constante y escandaloso durante los 4 años del gobierno de los ceos de los medicamentos, sin control de costos por parte de ningún ente.