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¿Cómo empezar a gestionar los riesgos? Por Fernando G. Mariona (*)
ecíamos en el número de marzo de esta Revista, que la decisión institucional de establecer una política de gestión de los riesgos en el seno de una institución médica ha de ser orientada fundamentalmente a tratar de evitar la producción de daños en los pacientes, por las erróneas conductas humanas y el uso equivocado del conocimiento de las personas que en ellas se desempeñan. La declaración de la pandemia por el Covid-19, impulsó una serie de medidas en los establecimientos públicos y privados de nuestro país que obligó a adoptar protocolos preventivos y de actuación, así como la redacción de triajes para el manejo interinstitucional tanto de pacientes como del recurso humano y su equipamiento, registros clínicos, consentimiento informado, prevención de contagios e infecciones, uso racional del equipamiento, entre otras conductas, políticas y procedimientos. Sería bueno aprovechar este envión, la “estropada” en términos náuticos, para que las naves del cuidado de la salud de las personas lleguen a buen puerto. Tal vez este podría ser el momento de tomar la decisión de empezar a gestionar los riesgos a los que se halla expuesta la actividad del servicio del cuidado de la salud de las personas, para tratar de evitar los daños que son evitables, sin más pretextos. Ese envión podría conducir a efectuar cambios muy importantes en la organización, que deberían tener influencia sobre el resto de las políticas institucionales, las decisiones estratégicas, los modos de gerenciamiento, y necesariamente definir las responsabilidades de los actores involucrados en dichas tareas. Antes de adelantarme debo aclarar que la referencia al “uso equivocado del conocimiento” significa para mí “tenerlo, pero usarlo mal, no tenerlo y hacer igual, errónea o negligentemente o no saber usarlo y hacerlo en forma imprudente”. Lo primero que debería hacer la dirección o la gerencia general o los accionistas, en forma conjunta con la dirección médica y las jefaturas de cada servicio, sería transmitir al resto de los cuadros de RR.HH., en relación de dependencia o no, cuál es la importancia que la seguridad del paciente tiene en la política de la institución, con la finalidad de tratar de evitar la producción de daños en las personas que acuden en búsqueda de asistencia, daños originados en conductas equivocadas, el mal uso de las habilidades y del conocimiento, por los seres humanos que en ella se desempeñan. Desarrollar una política de Gestión de los Riesgos de los actos médicos consiste, en una primera etapa, en otorgarle un lugar importante a la seguridad del paciente mientras se encuentre dentro de la institución. Esta declaración debe ser legitimada con una “actualización” de lo que significa en el campo de la medicina, la responsabilidad profesional, la ética y los derechos de los pacientes, en relación directa con los actos médicos y la seguridad del paciente. Desde la perspectiva de la atención de la salud, la
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seguridad del paciente supone un conjunto de normas, procedimientos, instrumentos y métodos basados en evidencias científicas, destinadas a tratar de minimizar el riesgo de daño evitable, que es sobreagregado por el individuo en cada acto médico, y de los eventos adversos que se producen, por la conducta errónea del individuo en la atención de la salud de otro ser humano, al que se denomina paciente, mientras se encuentre dentro de una institución médica, ya sea internado o ambulatorio. Caso contrario, la no comunicación, la no información, por parte de la dirección general y/o la dirección médica dará la sensación al RR.HH. que, entre el riesgo de la actividad y el comportamiento humano de los actores de primera y segunda línea, no existe ninguna relación. (“Los pacientes se caen de las camas y se rompen la cabeza, el hombro o la cadera por culpa de ellos mismos”; “hemos operado en forma errónea el miembro de un paciente programado, porque el paciente no nos avisó”). Un programa de seguridad del paciente, con la finalidad de tratar de evitar los daños evitables incluye medidas que garantizan prácticas diagnósticas, terapéuticas y de cuidados de enfermería seguras, así como de protección del medio ambiente, organización y funcionamiento institucional, incluyendo la dotación, competencias, incumbencias, sostenimiento y capacitación de todo el RR.HH. que pasa por la institución. El rol de los responsables es impulsar la política, mostrando la importancia que se da a la seguridad del acto médico, sensibilizar y convencer a todos los actores y con tal fin, explicar el sentido de la gestión y lo que se pone en juego, patrimonio, prestigio, libertad, salud, realizando prácticas de forma no segura. Dentro de dicha perspectiva, el ejemplo de compromiso que debe dar el management en el tratamiento de los problemas de seguridad del acto médico es un elemento determinante. El compromiso en materia de seguridad del acto médico y por carácter transitivo del paciente, debe ser inequívoco y manifestarse a través de sus decisiones relativas a los diferentes sectores de la vida de la institución: reclutamiento, formación, proceso de certificación interna de profesionales, técnicos y todo el equipo de salud, acreditación institucional e inversión, entre otros temas centrales. La política institucional de gestión de los riesgos de los actos médicos para lograr la seguridad de los pacientes, a los que se hallan expuestos por la producción de daños por conductas erróneas del recurso humano dependiente o no dependiente, puede inclusive llevar a renunciar a la institución a continuar con una actividad, si la secuencia, la frecuencia y la severidad del perjuicio al paciente y al patrimonio institucional así lo ameriten. Las decisiones que se toman al respecto son decisiones políticas que también implican responsabilidades sociales, civiles, penales, administrativas. Las mismas deben ser claras, motivadas, basadas en ejemplos internos, a fin de no generar ansiedad o rechazo de responsabilidad en los