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NI AUSENTE NI PRESENTE… FALLIDO

sionales con remuneraciones ridículas, que siguen adelante por la acción generosa de un puñado de médicos, enfermeras y trabajadores que se niegan a abandonarlos, donde se atienden los más pobres, pues los dirigentes que dicen defenderlos y se encargaron de destruirlos se asisten en sanatorios privados.

Un país donde el 25% de las mujeres dice llegar tarde a la consulta por cáncer de mama por no tener con quien dejar sus hijos a cuidado o no poder abandonar sus actividades laborales.

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Con un Estado “presente”, que “aumenta” derechos creando un Ministerio de la Mujer, pero en el cual la jornada escolar extendida (ley 26.206), que podría tener al cuidado esos niños, y salvar la vida de sus madres, de aplicación obligatoria desde 2006, solo alcanzaba en 2019, el 80% en Tierra del Fuego, 52% en Córdoba, 50% en CABA, 24% en Catamarca y 7% en Buenos Aires.

La Argentina ya no es esa Nación inclusiva, de una ascendente clase media que acotaba el conflicto social, un sistema educativo ejemplar en la región, y dotada de todas las riquezas naturales.

Fue sustituida por una sociedad y una dirigencia que, desde hace décadas, renunció al debate de problemas y soluciones trascendentales.

La Constitución de 1994 disponía crear un régimen de coparticipación federal (CF) de impuestos, antes del fin de 1996, y lleva 27 años sin cumplirse, y no figura en la agenda de ningún partido político.

La ley vigente, de 1988, transitoria por 2 años, se sigue prorrogando, y legitimando una distribución arbitraria, en función de presiones de política partidaria, que discrimina fuertemente (la provincia de Buenos Aires, que en 1958 tenía el 33,8% de la población del país, y recibía el 29% de la CF, tiene hoy el 39% de la población, y recibe el 22%).

Sociedad y dirigencia que para abordar sus problemas parece necesitar que haya previamente conflicto o muertos, en un país, en el que la vida, ha perdido su valor.

Una sociedad victima indefensa de bandas narcos, que clama por seguridad, en un país en que el crimen organizado hizo pie, sin que los responsables de cuidarnos se presenten, antes del tiro que hoy le toca al vecino y mañana vaya a saber a quién.

Un Estado que, en estas, y tantas otras materias esenciales mira para otro lado, donde el apego por el dinero rápido y mal habido, y la acción de malos gobernantes convirtió a aquel país dorado en un lugar invivible para el hombre común.

Fruto de ese vaciamiento conceptual, la vida pública quedo, sin dirección, y curiosamente en el país del Estado “presente”, se aprecia más bien su deserción.

En el Estado presente la educación se privatizó como nunca: entre 2004 y 2020, los alumnos de escuelas privadas primarias crecieron en 230.000 (22%), los de escuelas públicas disminuyeron un 9% (400.000 menos).

Y quienes logran acceder a la escuela pública lo hacen en edificios dañados, con cada vez menos días de clase y docentes mal pagos haciendo florecer la escuela privada, a la cual asisten los hijos de los dirigentes que se encargaron de destruir la escuela pública, en la que nos formamos muchos argentinos, y que hoy solo existe en el corazón de los viejos que la extrañamos.

Hospitales que apenas se tienen en pie y vacíos de profe-

En las primeras décadas del siglo pasado, las familias asumían la necesidad de construir el destino de sus hijos, y había una idea de compromiso colectivo de la comunidad respecto de la tarea de formación: cualquier vecino nos “retaba” si decíamos malas palabras, o nos veían pelear con otro, y hasta podía tocar el timbre de nuestras casas para comentarles a nuestros padres esas transgresiones.

Y no había duda que lo hacían para cuidarnos. Era una sociedad en la que los mayores daban el tono al futuro posible, y los demás permanecían en silencio. Los padres médicos querían que sus hijos también lo fueran; los mecánicos dejarles su taller. Todos querían construirles la mejor adultez posible, de acuerdo con su propia visión y posibilidad.

Nos decían que debíamos levantarnos temprano, estudiar, esforzarnos, cuidar nuestra presencia, respetar a los adultos, aceptar las reglas de convivencia, lo que estaba bien y mal. La libertad de los chicos no era un concepto prioritario y si lo eran la certidumbre, el bienestar, el cuidado, como componentes de una idea de felicidad.

Sería hora de un balance, antes de que vuelva a escucharse, el inconducente: “que se vayan todos”. Antes que se descubra que nuestros gobiernos fueron negligentes con la economía, nos hicieron vivir por encima de nuestras posibilidades y nos condujeron a la bancarrota, que llama a las villas de emergencia, “barrios populares” como si eso atenuara la tragedia de su crecimiento y las escuelas dejaron de poner aplazos para poner siglas: el alumno nunca reprueba, y la inclusión dejo de ser fruto del esfuerzo y el trabajo ahora lo garantiza el hablar con e.

Tal vez un líder pueda apelar a la idea de terminar por fin con los años de descalabros y pueda prometer algo modesto pero deslumbrante: construir por primera vez un país serio y normal, que nos aleje de este manicomio social y financiero.

Como decía Jorge L. Borges, tenemos el deber de la esperanza, de recrear ese país, que hoy es un recuerdo, resultado no de un Estado presente, y ni siquiera de uno ausente, sino de uno auténticamente fallido. n

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