5 minute read
CÓMO PERDONAR LAS OFENSAS
La sanidad espiritual llega cuando podemos perdonar. Efesios 4:31-32. "Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo".
¿Estamos sintiendo en nuestra vida amargura, ira, odio o maledicencia hacia otra persona? ¿Deseamos vengarnos de alguien que nos ha causado daño en el pasado? Existen tres razones principales por las que una persona alberga esta actitud:
Advertisement
- El orgullo mantiene encendida la llama del odio y el resentimiento en nuestro corazón.
- El egoísmo: todo lo queremos hacer a nuestra manera; creemos que, si nos han causado daño, debemos castigarlos con nuestro odio hasta que corrijan todo lo que nos han lastimado. Egoístamente esperamos que los otros cambien, antes de que nosotros empecemos a perdonar.
- La ignorancia: algunas personas no saben lo que puede suceder si nos negamos a perdonar. No han encontrado la manera correcta para reaccionar frente a estos recuerdos dolorosos.
La primera consecuencia de dejarnos llevar por estas actitudes es que vamos a estar esclavizados, viviremos atados a nuestra ira y a nuestro odio. Si no podemos cambiar, vamos a vivir cada día sin poder sentir amor por los demás.
La segunda consecuencia es que vamos a ver cómo nuestra relación con los demás se ve afectada. Habrá momentos en los que nuestros seres queridos, amigos o compañeros de trabajo se van a alejar de nosotros debido a la actitud que manejamos, especialmente, cuando por cualquier razón comenzamos a criticar y a emitir juicios. Es prácticamente imposible para una persona que no ha aprendido a perdonar, convivir en paz con los demás. Se convierten en seres incapacitados para recibir y para dar amor. Esto produce frustración, ansiedad y culpabilidad, y hará que esta persona esté constantemente enojada y disgustada con los demás, aun cuando no entiende por qué se siente de esta manera. No podemos darnos el lujo de vivir sin perdonar a los demás, pues este estilo de vida es destructivo.
La tercera consecuencia es que su relación con el señor Jesucristo va a ser afectada. No podemos mantener un compañerismo con Jesucristo si nos estamos negando a perdonar a quienes nos han herido.
Esto no solo va a afectar nuestras emociones, nuestras relaciones con los demás y con Cristo, después de cierto tiempo vamos a empezar a sentir daños físicos, somatizando todo aquello que nos amarga y entristece.
El segundo punto que encontramos en el pasaje de Efesios es que estas heridas pueden ser sanadas por medio del perdón. Cuando hablamos de sanar viejas heridas debemos estar conscientes de lo que NO significa ser perdonado. Perdonar no es justificar las malas acciones que otra persona ha tenido hacia nosotros; no es tratar de entender el trasfondo que esta persona ha tenido que vivir en el pasado. Tampoco significa que vamos a tener que buscar una razón válida para entender por qué esta persona nos lastimó; mucho menos podemos afirmar que perdonar está relacionado con la negación. Hemos sido marcados profundamente con esa herida o injusticia. Si lo negamos, lo único que hacemos es empujar la herida más profundamente en nuestro ser. Pero podemos estar seguros de que en algún momento todo esto va a salir a flote.
Otra idea errónea es creer que debemos aceptar a toda persona tal cual es. Podemos aceptar a las personas con sus errores, pero esto no significa que automáticamente las hemos perdonado por lo que nos hicieron. El hecho de que toleremos a los demás no significa que los hemos perdonado. La tolerancia no significa perdón.
Una última idea errónea que podemos tener en relación con el perdón es pensar que el tiempo puede sanar cualquier herida. Puede que haya pasado mucho tiempo, pero si no enfrentamos el problema nunca nos vamos a ver libres de este dolor. Lo que va a suceder es que vamos a continuar arrastrando estas ofensas sobre nuestra espalda y las llevaremos a donde vayamos. Cualquier día vamos a reaccionar de cierta manera y no entenderemos por qué estamos actuando así. El veneno ha estado almacenado en el fondo de nuestro ser, ha continuado afectándonos a pesar de que no nos habíamos dado cuenta de que seguía ahí latente. No vamos a escapar de esta situación si echamos mano de tolerancia, justificación, excusas, o explicaciones, ninguna de estas es la manera correcta para enfrentar las heridas del pasado.
¿Qué ocasionó tus heridas?
Puede ser resentimiento hacia un profesor que te evaluó injustamente y te perjudicó académicamente. O de pronto sientes odio por aquellos que cuando eras niño se burlaron de ti porque eras gordito o porque usabas lentes. El paso del tiempo no lo ha solucionado, de ser así, no te hubieras acordado de todo esto hoy. Solo podremos vivir con plenitud cuando nos llenemos de valor para enfrentar todas estas heridas injustas del pasado.
Vamos a enfrentar heridas ocasionadas por personas que viven a nuestro alrededor y que, de pronto, no son conscien- tes de cuánto daño nos hicieron, o sencillamente nos lastimaron sin querer.
O puede suceder, que las personas que nos hirieron viven a cientos de kilómetros y es probable que nunca más las veamos. También es posible que aquellos que nos han herido, ya han muerto. ¿Cómo podemos enfrentarles si ya no están entre nosotros?
Esto es lo que debemos hacer para sanar nuestras heridas:
No debemos reclamarle a nuestros padres por los errores que puedan haber cometido al educarnos, lo más seguro es que estaban tratando de hacer lo mejor para nosotros. Nunca debemos herir a los demás mientras estamos enfrentando y tratando estas heridas para perdonarlos. ¿De qué manera entonces? Considero que la mejor manera es tomando dos sillas. Una es para nosotros y la otra para esa persona, aunque no esté presente. Digámosle todo lo que sentimos y si queremos llorar, podemos hacerlo para desahogarnos. No importa cómo expresemos nuestros sentimientos, lo importante es que podamos sacar de nuestro interior todo lo que nos está dañando. Es probable que debamos repetir esta conversación y no importa cuántas veces debamos hacer el proceso, es la manera que Dios ha provisto para que nuestras heridas sean sanadas.
Lo primero que sucederá cuando perdonemos a alguien genuinamente, es que esos recuerdos del pasado que tanto daño nos ocasionaban van a dejar de influenciar negativamente nuestra vida. Empezaremos a ver a esa persona que nos ofendió, desde otra perspectiva; no como nuestro enemigo, y ahí comenzaremos a experimentar una libertad verdadera.
El peso de nuestra culpa por no poder perdonarles va a desaparecer. Vamos a sentir un gran alivio en nuestro espíritu y solamente así vamos a empezar a vivir el amor y el gozo verdadero. Vamos a ver cómo nuestro compañerismo con esa persona mejora; y si ya partió a la presencia del señor o está lejos, la recordaremos sin amargura ni resentimiento.
Podemos permanecer intransigentes y dejar que ese recuerdo siga envenenando nuestra vida o enfrentarlo con el método de las dos sillas. Los más beneficiados con todo este proceso seremos nosotros mismos al sentirnos liberados al perdonar las ofensas y a quien nos ofendió.
Creemos que es mejor no escarbar en el pasado porque es revivir el dolor y preferimos no hacerlo, pero la realidad es diferente porque el rencor y la amargura nos siguen carcomiendo interiormente, ocasionándonos daño emocional y físicamente. Limpiemos nuestro corazón con una actitud honesta para confesar y sacar todo el odio y el resentimiento, y ser verdaderamente libres perdonando.