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Versionando la locura de Mararía

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ALICIA PARDILLA

ALICIA PARDILLA

Los quejidos empezaron desde que salieron los insectos en aquel atardecer de verano y continuaron toda la noche sin descanso Algunos decían que parecían aullidos de perros lejanos pero todos sabían que era ella por su sufrimiento, su dolor y su desconsuelo Nadie se atrevió a salir al exterior a pesar de ser noche cálida; las más atrevidas corrieron las cortinas para asomarse por la ventana Todo era oscuridad y padecimiento Ellos no bebieron aquella tarde, ni siquiera la taberna abrió sus puertas.

Quizás esa lava que llegaba al mar fue testigo de lo que aquel día ocurrió No se sabe con certeza el momento exacto en que Jesusito, bailando y jugando como acostumbraba entre las olas, desapareció para siempre Todos conocían que el mar había formado parte de su corta vida a pesar de vivir en lo alto de la montaña Ya se encargaba Marcial de bajarlo a Playa Blanca para que el chico disfrutara en el agua

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Era el destino, decían las señoras mientras se santiguaban, que aquel día no regresara y que Marcial cargara con la culpa para siempre.

Ella, bruja para muchos, bella para todos, enloqueció definitivamente, si acaso ya no lo estaba desde antes

Era en aquella época cuando por La Geria las parras ya estaban llenas de uvas En ocasiones cuentan que la vieron saltando por los zocos, atrapada por su locura Durante el día se cree que estaba encerrada en la oscuridad de su casa aunque bien es cierto que cuando más apretaba el sol, se vio su sombra camino del pequeño cementerio

Marcial, el pobre Marcial, dormía cada noche en su puerta como si de un perro se tratara; el perdón que imploraba se intuía en cada suspiro, y un llanto leve rompía el silencio nocturno. Y aunque realmente él no tenía culpa alguna, cargó con ella el resto de su vida, más con el dolor de perder a quien casi consideraba hijo

Desde aquella trágica jornada, el silencio y la pena sobrecogieron Femés durante mucho tiempo. A pesar de que esa extraña mujer no era bien mirada por las vecinas del pueblo por la maldición que durante siglos había perseguido a su familia, y de que la mayoría de los hombres tenían mucho que callar, nadie recordaba que ningún niño muriera de aquella trágica manera El mar sí se había llevado en ocasiones algún pescador cuando faenaba cerca de las costas africanas, pero jamás este océano había robado un niño a estas gentes Era dolor y pesar de un pueblo, locura y desgarro para una madre

“La vida se desliza estúpida”, solía decir mi abuelo, el contraalmirante (honorífico) Joaquín Cervera Balseyro, y mi madre lo repetía con sorpresa, encanto y desidia Ella decía que esa frase no era válida, pero al final esas cinco palabras la engulleron La vida se puede volver estúpida si, como en una tormenta perfecta, se mezclan una serie de circunstancias que la convierten en tormenta imperfectamente perfecta Es entonces cuando la vida te atrapa, te engulle y te lleva a la más profunda de las fosas abisales En la vida podemos salir de casi todo, de la vida sólo salimos cuando se acaba En el 2009, la resaca de la marea todavía me llevaba hacia ese lugar perdido del que nunca veía una salida Kabul, elecciones, nube de periodistas, esa plaga que se arrastra entre la verdad, la ilusión y los abismos de la información. Allí conocí a Plàcid Garcia-Planas, un colega ahora amigo (aunque nadie es perfecto, como me recuerda Pascual Cervera Arango). Desde el palacio soviético abandonado convertido en un fumadero de opio kabulí donde nos conocimos, hasta las islas Bahamas, nuestras vidas han fluido en este sinsentido global que nos desborda, haciendo Plàcid que todo sea más fácil y no menos abstracto, convirtiendo la absurdez que nos ha ido sorprendiendo en pura poesía periodística Mi vida se ha deslizado entre socavones, y no sé si con mucha estupidez, pero una cosa sí que siempre supe, algo que quería demostrárselo a Snoopy: no me iba a dejar sumergir en la locura, ahí donde sólo te coloca la frus- tración ajena, frecuente y ordinaria. Los que encantan serpientes en la cueva maldita, las hacen bailar a su son, y son lo que son

El almirante Pascual Cervera Topete, hermano de mi tatarabuelo y comandante del último buque insignia del imperio español, el Infanta María Teresa, también acabó en ese abismo, un sistema enfermo y corrupto Cuando alguien o algo se hunde, como el buque del almirante, poco suele interesar, a no ser que tenga un precio, el precio de la vergüenza A plena luz, vestido de gala y a toda máquina, el almirante Cervera salió a embestir al primer buque de guerra estadounidense para que la escuadra española pudiera burlar el asedio y escapar del puerto de Santiago de Cuba. No puedo decir más…

Ahí, debajo del barquito de Jerry, imponente, estaba el Infanta María Teresa Nos lanzamos al agua con equipos de esnórquel comprados en un chino. A bucear a pulmón Con su móvil, Plàcid grabó e inmortalizó ese momento sublime y –una vez más– absurdo de la primera visión del crucero sumergido Yo ni siquiera lo vi, estaba demasiado preocupado por encontrarlo Y fue ahí, en ese punto del Caribe, donde –como diría Pascual Cervera Arango, bisnieto del almirante– me “zafé” de mi enemigo y descubrí todos esos placeres que nos rodean. Que el mejor de los homenajes es el recuerdo y el peor hundimiento, el olvido

FotograFía: CARLOS CANTON @carloscantonfotografia

Poema: IGNACIO ROMERO ©Poemario “Bogando entre líneas” (ed remotas 2022)

Falúas

Languidecentes navíos de borda mortal avanzando en el tenebroso camino imagen de ínfima cáscara flotante minúsculo asterisco de vidas frágiles

Llantos en el rugido marino miedoso silencio de almas perdidas desorbitados en busca de destino pies buscando tierra sin heridas.

Vidas huyendo de una casa sin presente sobre frías maderas cargadas de sombras pateras, ruletas de la muerte fúnebre crucero de fronteras con olas

Ignacio Romero

La fiera que r ugía palabras

Myriam Ybot

El 27 de abril, todos los rumbos en Lanzarote conducirán a Yaiza, empedrados de losas amarillas, hechos al andar por caminantes de quijotismo insobornable, en busca del tiempo perdido por quién sabe qué perezas administrativas, tierra para los pasos de Daniel el Mochuelo, Germán el Tiñoso y Roque el Moñigo

Al final de las mil y una rutas hay un tesoro escondido, una fiera que ruge palabras y sueños y que durante cuatro jornadas se ofrece, cornucopia infinita, para alimentar a destajo ilusiones infantiles, curiosidades adolescentes y hambrunas adultas En ocasiones, la impermanencia actúa como un duende chistoso y no podía seguir sucediendo que la isla-mujer, palimpsesto literario por excelencia para ser infinitamente reescrita (a sus pies señores Espinosa, Arozarena, Houellebecq, Saramago; señora Stone, un placer), careciera de Feria del Libro

Pero como siempre hay un roto para un descosido, también hay gente audaz dispuesta a taponar con páginas, relatos y música el más insondable de los agujeros negros (y es público y notorio que tres años sin que se celebre esta cita de urgencia con el pensamiento es un boquete de dimensiones tales que justifican sobradamente la metáfora)

Ante tamaño dislate, un grupo de profesionales de la edición y la amorosa venta de libros, bajo el nombre común y propio de “Isla Literaria”, se confabuló para, golpe a golpe, verso a verso, despacho a despacho, activar la vuelta a su cauce de una feria que quisieron “fiera” por depredadora de ignorancias y por su renovada fortaleza ante las amenazas del desinterés y la inopia; reina de la jungla poliédrica y cooperativa de la cultura. Se acabó la docilidad ante la estulticia, la aceptación de lo inaceptable, la renuncia por inercia

Suenen trompetas, álcense estandartes y banderolas, vuelve la feria por todo lo alto, con doble efeméride tatuada en sus razones y un desfile de autores y autoras que promete convocar almas lectoras sinnúmero y cargar brazos de novedades editoriales como si no hubiera un mañana (y habrá tres, junto a sus respectivas tardes)

Arozarena y Mararía; el escritor, telegrafista y radiólogo de emociones masculinas, y su personaje, María de Femés, sombra alargada y oscura hecha de fascinación y carne dolorida Ambos conjurados como cebo literario para atraer la presencia del respetable y copar los titulares de la prensa, al grito de ¡lean periódicos y revistas en sus tintas, la reseña c o m p l e t a d e l a ú l t i m a p e l i p r o g r a m a d a p o r C i n e c l u b Lanzarote, los chascarrillos del azúcar del cortado, lean! Porque, como preconiza la sacerdotisa de la biblioteca global, la guardiana de la página impresa, la grandísima Irene Vallejo, en su Manifiesto por la lectura, “ somos seres entretejidos de relatos, bordados con hilos de voces, de historia, de filosofía y de ciencia, de leyes y leyendas Por eso la lectura seguirá cuidándonos si cuidamos de ella No puede desaparecer lo que nos salva”

Amén

I Fiera del Libro de Lanzarote

Ya i z a , 2 7 a l 3 0 d e a b r i l d e 2 02 3

A c t o i n a u g u r a l y a p e r t u r a d e s t a n d s : j u e v e s

2 7 e n h o r a r i o d e t a r d e la orilla rodrigo ri era (Phd) assis tant Prof essor Biocon (Bi odi versity and co nserv atio n) iu-ecoaQua uni versid ad d e las Palmas d e gran canaria

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