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Habitación sin rejas
Una sala vacía con una sola silla y una mesa preparada para comer. En la mesa con mantel blanco, un plato también vacío y también blanco, cubiertos, servilleta blanca de papel, vaso y copa, una jarra de agua y una botella de Faustino VI. Entiendo que esa mesa me espera y que alguien vendrá a servirme en algún momento. No he visto a nadie desde que llegué pero tampoco es necesario. Comer comería, aunque tampoco es imprescindible. Me siento a esperar que llegue la comida mientras pienso en la mejoría que he experimentado desde que llegué a este centro de recuperación. La ventana con cortinas corridas me sigue dejando ver el mar. No hay rejas. Por la noche hay luna y en ocasiones, tengo la oportunidad de cambiar el mar por la montaña. Es así mi estado de ánimo. Arrimo la silla hasta cerca de la ventana para recibir el sol en la cara y ponerme a leer. Hay más luces y las historias suelen ser más bonitas con luz. Miss Marte es la nueva novela que estoy leyendo y Jabois me muestra detalladamente la Costa da Morte. Sonrío. Entré en este lugar porque todos querían evitar esto y el gallego me la muestra de una forma aún más bella. Sé que un día iré a visitar la Costa da Morte, pero no para morir, sino para gozarla. Dicen que ya casi estoy recuperado. Por eso estoy en estancias sin rejas. Levanto la vista constantemente para ver el exterior, ese mar que sugiere grandeza a la vez que lejanía. Siempre miro mucho el mar porque me recuerda cuando era él quien en soledad escuchaba mis quejas. Sigo solo. Nadie vino a servirme la comida. Y con el paso de las páginas del libro, sesteo. Cuando me despierto recuerdo que he soñado con Mai, la protagonista del libro que leo, y cómo se pone guapa para adentrase en el mar y nadar hasta desaparecer. Solo una persona la observa y no hace ni dice nada. Ella sufre la pérdida de Yulia y quiere marcharse. Es su decisión. Nadie se lo impide. Cuando miro hacia la mesa ya no hay nada en ella. Parece que mientras dormía recogieron la vajilla y se llevaron hasta el vino. Solo dejaron un vaso lleno de agua sobre el mantel blanco. Si miro a la ventana ya no adivino el mar. Seguramente no me estoy fijando bien o es que cayó la tarde y ya está más oscuro. Dicen que ya me encuentro mejor y que pronto podré recoger mis cosas para marcharme. Estoy contento por ello aunque tengo mis dudas. Aunque no lo cuente, aún me pasan cosas extrañas a las que no encuentro explicación. Y no sé porque pasan, me ponen mal. Creo que el mar aún deberá esperar.
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