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Revista de Psicoanálisis del Centro Dos - Año II - Número 2 - Distribución gratuita
Versión on line: Incluye artículos inéditos y audio de la entrevista a Ricardo Monti
Nudos en Psicoanálisis On line | Año II - Número 2
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993
Quiénes escriben en este número Transmisión y psicoanálisis. Nuestras palabras Alejandra Chinkes - Coordinación editorial Página 3
Acto: condición necesaria de la creación del analista Nys Bassi Página 41
Lanzamientos: Lo indecible. Clínica con lo traumático Página 5
Del esquema del peine al matema: formalizar para transmitir Juan Bustos Página 47
Diálogos: Entrevista a Gabriela Insua Equipo editorial Página 8 Epistolar: Hannah Arendt - Martin Heidegger: amor y saber en metamorfosis Gabriela Mercadal Página 14 Lecturas: Artículos sobre Transmisión y Psicoanálisis Página 17 Enseñanza y transmisión: la lectura como política Alexandra Kohan Página 17 Experiencias de la herencia. La militancia armada de los setenta en las voces de la generación de las hijas y los hijos Mariela Peller Página 19
Producciones discursivas que afectan lo sensible del cuerpo Alejandra Chinkes Página 50 Psicoanálisis y transmisión Néstor Medvuidenur Página 53 Ruidos de la transmisión Alejo Giordano Página 55 arteDOS: Entrevista a Ricardo Monti (NUEVO: escuchar audio) Nys Bassi Página 57 arteDOS: Talleres, actividades, cuentos y poesías seleccionados Página 68
Función supervisión Gabriela Insua Página 27
Ficciones: Relato. Textos seleccionados por Patricia Hamra Página 77
Transmisión y herencia: formas de suceder Vanesa García Página 29
Psicoanálisis y transmisión Myriam Zavalía Página 77
Melancolizaciones: un mal lugar del sujeto en el deseo del Otro Paula B. Altayrac Página 33
Del lazo entre el lápiz y el escribiente Alejandra Chinkes Página 78
De análisis y transmisión Mirna Restuccia Página 37
Diálogo ficcionado con el Dr. Sigmund Freud Vanesa García Página 79
Del claustro al ágora: pensando la transmisión en psicoanálisis a partir de la experiencia en el dispositivo de pasantías Adriana Livschitz Página 39
Ilustración de tapa: Valeria Brudny - Directora de Arte
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Transmisión y psicoanálisis. Nuestras palabras Alejandra Chinkes Psicoanalista, Coordinación Equipo editorial p/ Equipo editorial
Inaugurando…
La revista Nudos en psicoanálisis se planteó desde su primer número como la puesta en acto de lo que llamamos modos del lazo entre analistas, tomando la revista misma como dispositivo de lazo. Para delinear nuestra apuesta ética y el tipo de agrupamiento que nos interesa propiciar, publicamos la circular de Freud de 1907(1) dirigida a los pioneros de la época, donde explicitaba su propuesta para las reuniones entre los analistas, dando a entender de un modo muy ameno la importancia de revitalizar el movimiento entre lo instituido y lo instituyente en los espacios de reunión. Volvemos sobre estas cuestiones porque hacen a la posición desde donde queremos seguir construyendo esta revista. Seguimos… En esta oportunidad la temática que nos pone en movimiento es Transmisión y Psicoanálisis. En primera instancia invitamos a los analistas del Centro Dos a escribir sobre dicha temática, interesados en que cada aporte singular sea el lazo que nos acerque y construya el texto de este nuevo número de la revista. Así, en la sección Lecturas presentamos estos escritos que plantean diferentes aristas del tema. También incluimos el fragmento de un artículo de la socióloga argentina Mariela Peller, en el que realiza el análisis de una producción literaria y dos películas para pensar «la herencia de la generación del 70» en nuestro país. En la sección Diálogos conversamos con Gabriela Insua quien en un intercambio vivaz nos aportó su mirada sobre la temática de este número, atravesada por el trabajo asistencial y de investigación que realiza con el Equipo de Abordajes de los Efectos del Acontecimiento Traumático en Centro Dos. La sección ArteDos nos presenta el diálogo que mantuvo Nys Bassi con el dramaturgo Ricardo
Monti en el que la transmisión está tomada desde la perspectiva de la creación artística. También se publican algunas producciones realizadas desde este espacio de entrecruzamiento entre arte y psicoanálisis. Para Epistolar Gabriela Mercadal seleccionó algunos fragmentos de la correspondencia entre Martin Heidegger y Hannah Arendt en donde se ha intentado capturar un modo de pensar la transmisión, la transferencia y el amor vehiculizados por estas cartas. En este número incluimos por primera vez la sección Ficciones, donde presentamos algunas apuestas de escritura más cercanas a lo lúdico, a la creación y a la ficción. La ilustración de tapa fue especialmente creada por la artista plástica Valeria Brudny a partir de una serie de intercambios con el Equipo editorial. A partir de lo que vinimos compartiendo e investigando consideramos que la transmisión puede ser abordada desde diferentes miradas. En primer término, si seguimos el campo semántico que recorta el diccionario nos encontramos transmisión como: «hacer llegar a alguien mensajes/hacer pasar a otros derechos o atribuciones que uno posee/en una máquina, comunicar el movimiento de una pieza a otra/contagiar enfermedad o estado anímico» (2). Podemos extraer de las definiciones la explicación relativa al pasaje de algo (mensaje, derechos, atribuciones, movimiento, enfermedad o estado anímico) de un lugar a otro, lugares que también pueden ser personas. La transmisión en esta perspectiva queda articulada a la idea de determinación, es decir que hay un emisor (el que transmite) y un receptor (al que se le transmite) con una única dirección del trayecto, solidaria de la lógica de causaefecto. Esta concepción se enlaza con la noción de herencia como aquello que una generación pasa a la siguiente. Se transmite unidireccionalmente un material homogéneo, en bloque. Entonces se afirma que al heredero sólo le queda recibir el legado, fijando así también su destino. Si se recibió
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 una «pesada» herencia no quedaría otra alternativa que la de padecerla, en donde la responsabilidad subjetiva y el valor de acto que implica estar vivo quedan arrasados. Jacques Derrida, en el diálogo que mantuvo con É. Roudinesco, cuestiona esta estructura binaria cuando dice: «Si la herencia nos asigna tareas contradictorias (recibir y sin embargo escoger, acoger lo que viene antes que nosotros y sin embargo reinterpretarlo, etc.) es porque da fe de nuestra finitud. Únicamente un ser finito hereda, y su finitud lo obliga. Lo obliga a recibir lo que es más grande y más viejo y más poderoso y más duradero que él. Pero la misma finitud lo obliga a escoger, a preferir, a sacrificar, a excluir, a dejar caer.» (3).En la página siguiente y hablando de su posición ante los pensadores de su época como Lacan o Foucault, reconociéndose él mismo en la figura del heredero agrega: «Por eso la idea de herencia implica no solo reafirmación y doble exhortación, sino a cada instante, en un contexto diferente, un filtrado, una elección, una estrategia. Un heredero no es solamente alguien que recibe, es alguien que escoge, y que se pone a prueba decidiendo…Todo texto es heterogéneo. También la herencia en el sentido amplio pero preciso que doy a esa palabra, es un ‘texto’.» (4) Siguiendo a Jacques Derrida, cuya posición nos resultó de sumo interés y cercana a la ética del psicoanálisis, decidimos pasar de pensar la transmisión en sí, a hablar de efectos de transmisión, donde el acento está puesto en la posición activa de quien más que recibir, «elije» a partir de lo dado. Considerando que ese «algo» que se pasa no es un todo homogéneo sino una heterogeneidad a considerar. Diremos entonces con Derrida que se trata de «escoger la herencia». Esta acción del que está en posición de recibir es la que entonces le dará lugar a lo dado, transformándolo en herencia, y no a la inversa. Podemos decir que el efecto de transmisión se
produce si es leído como tal. No habría una transmisión posible de calcular racional y anticipadamente. De manera retroactiva podemos decir «hubo transmisión» cada vez que en algún lugar esto sea leído de este modo por alguien en el encuentro con otros. Es por esto que apostamos a que la estructura del diálogo, el encuentro con otro, esté presente en cada detalle de la construcción de este texto que es la revista, dando lugar a que se sostenga abierta la pregunta por la transmisión. Para concluir compartimos unas palabras con las que Alexandre Koyré abre su libro «Introducción a la lectura de Platón» (1945) en el que aborda la es truc tura de tres de los diálogos platónicos: «Es te l i b r i to h a su rg i d o d e l a enseñ a nza: explicando a Platón he aprendido a comprenderle. A mis alumnos, pues, se lo dedico agradecido». Destacamos de su dedicatoria que a partir de decir a un otro se comprende lo que se estaba intentado enseñar/enunciar. Es por el efecto de transmisión en el otro que nos enteramos que algo hemos dicho. Será por el efecto de lectura de uds. que nos enteraremos qué «dice» este nuevo número de Nudos en psicoanálisis. Entonces… ¡A leer! Notas (1) Publicada por E. Jones (1953-19579). Vida y obra de Sigmund Freud. Buenos Aires, Paidós, 1997 y comentado en el artículo de Gabriela Mercadal, Equipo editorial. (2) Definición de transmisión del diccionario Kapeluz de la Lengua Española (1979). (3) DERRIDA J., ROUDINESCO, E. (2001) «1.Escoger su herencia» en Y mañana, qué…, Buenos Aires Fondo de Cultura Económica(2009) Pág. 13. (4) Ibíd., pág. 16.
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Lo indecible. Clínica con lo traumático Gabriela Insua, autora y compiladora. Con textos de: Mariana Howlin, Beatriz Cabral, Elizabet Susella, María Pía Guerrico, Verónica Meghdessian, Florencia D´Onofrio, Marta Medina. Editorial Letra Viva en conjunto con Centro Dos, 2013.
Este libro inaugura un nuevo modo de tratamiento del trauma en psicoanálisis: si éste se consolida como un acto de retorno a expensas de la cadena significante, en el límite del recuerdo, ¿cómo distinguir su presentación respecto de la de otros casos en que también desfallece lo simbólico? Asimismo, ¿cómo recuperar la vigencia de la categoría de trauma sin reducirla a un tema «actualidad»? ¿De qué modo actualizar la noción de «acontecimiento traumático» sin recaer en una versión cosmética que olvide la capacidad electiva del ser hablante? He aquí algunas de las preguntas a las que Gabriela Insua responde en la primera parte de este libro.
En la segunda par te, el lec tor encontrará un conjunto de valiosos testimonios clínicos que demuestran cómo el trauma –desde su particular modo de manifestación– insiste en la búsqueda de un interlocutor. El trauma demanda ser escuchado. Esta obra expone una resignificación de la noción de trauma que hace un lugar para el sujeto, en cuanto éste es menos la víctima de un acontecimiento imprevisto que el articulador mismo de su efecto: un decir acerca de lo que resiste al decir. Para responder a esta desgracia del ser hablante es que este libro enseña, además de una orientación clínica, una posición ética. Luciano Lutereau
Gabriela Insua -Psicoanalista. -Supervisora y docente del Equipo de abordaje de los efectos del acontecimiento traumático en la subjetividad, del Centro Dos. -Supervisora y docente del Servicio de atención a Niños y Adolescentes del Hospital Santojanni, C.A.B.A. -Supervisora y docente de la Dirección de Salud Mental de Moreno, Provincia de Bs. As.
-Supervisora del Programa PREVI, para el abordaje de los efectos de la violencia familiar y el abuso sexual infantil. -Miembro de Lacantera freudiana. -Miembro de Centro Trama. -Autora de «Volver al Método» (2010), Ed. Letra Viva, «No Patologizar la Adolescencia» (2012), Ed. letra Viva. -Coautora de «De un Trauma no sexual»(2007), Ed. Letra Viva.
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-Colaboradora habitual de «Psicoanálisis y el Hospital», Revista de Psicoanálisis, Ed. del Seminario.
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La presentación en imágenes
El Equipo editorial (De izquierda a derecha): Vanesa García, Paula Altayrac, Alejandra Chinkes, Gabriela Mercadal
(De izquierda a derecha): Gabriela Insua, Luciano Lutereau, Mirna Restuccia
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El Equipo editorial con Patricia Hamra y Alicia Pérego
Grupo Coral Provocanto, a cargo del Maestro Fernando Martorelli.
Tanto la presentación del segundo número de la revista Nudos en Psicoanálisis como la del libro «Lo indecible: Clínica con lo traumático» de Gabriela Insua, tuvieron lugar el día 26 de junio en el auditorio de Centro Dos. En la presentación de la revista, estuvimos presentes quienes formamos parte del equipo editorial, inaugurando el encuentro Alejandra Chinkes con sus palabras del Comentario editorial. Luego tomaron la palabra Vanesa García y Paula Altayrac para finalizar con las palabras de Gabriela Mercadal, que contó con la colaboración de Soraya Ciancio que prestó su voz para recitar fragmentos de la correspondencia entre Martin Heidegger y Hannah Arendt. Luego, tuvo lugar la presentación del libro antes mencionado. Los comentaristas del libro fueron Mirna Restuccia y Luciano Lutereau, acompañados por Gabriela Insua que cerró la presentación con una emotiva dedicatoria a las autoras del libro y al equipo de trabajo que contribuyó a su escritura. El encuentro finalizó con la presentación del Grupo Coral Provocanto, a cargo del Maestro Fernando Martorelli.
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Entrevista a Gabriela Insua Equipo editorial
Para la sección «Diálogos» de este número nos interesó convocar a Gabriela Insua, Supervisora y Docente del Equipo Abordajes del acontecimiento traumático de Centro Dos, coincidiendo con el lanzamiento del libro «Lo indecible. Clínica con lo traumático» producido por integrantes del equipo. En el encuentro, intercambiamos acerca de cómo piensa la transmisión en y del psicoanálisis. En esta oportunidad conversamos con ella: Alejandra Chinkes (A.Ch.), Vanesa García (V.G.) y Paula Altayrac (P.A.). A.Ch.: Este número está dedicado a la temática Transmisión y psicoanálisis. Nos gustaría que nos cuentes cómo pensás la transmisión en un sentido amplio y sobre tu experiencia en relación al encuentro con Francoise Davoine al que te referiste en diciembre del 2012 en las Jornadas del Centro Dos. G.I.: Lo que me pasó a mí con Francoise Davoine (1) fue que había leído alguna cosita de ella, porque acá en el 98 no llegaba mucho de ella, llegaba a través de Allouch (2) que era la línea que ellos tenían. Un amigo que trabajaba con hijos de desaparecidos y en el CELS (3) me dijo: «¿Por qué no vamos?». Entonces fuimos al Club Francés a las conferencias de ella y el marido. Y lo que me pasó es que cuando estaba ahí sentada en ese ámbito tan hermoso y señorial, yo escuchaba a esa mujer -es una mujer de 60 y pico de años, es francesa, por lo tanto se le nota todo ese «charme» pero está siempre vestida de gris, más claro o más oscuro pero siempre vestida de gris, con el pelo absolutamente corto, no a la «garçon», cortito, cortito y canoso, como si saliera de un campo digamos… Su mamá estuvo detenida en un campo de concentración, apresada durante algunos meses de su gestación porque era participante de la Resistencia. Pero es verdad, toda ella transmite algo. Lo que me pasó es que cuando me senté, empecé a escuchar y lo que sentía es que lo que a mí me pasaba en la clínica con algunos pacientes, que yo ya atendía, que habían atravesado acontecimientos traumáticos, escuchaba que esta mujer había teorizado lo que yo modestamente hacía o trataba de hacer; y escuché sobre ese lazo del que ella habla «détresse» (de trenza, de trenzar). Para mí eso es la transmisión, es decir, que algo de eso, de alguna manera, en algún lugar te toque y pueda armar con eso una verdad, incluso en relación a mi práctica.
A.Ch.: Podrías ampliar un poco más ese «te toque» -porque cuando pensábamos el tema de la transmisión en el equipo editorial, también surgió este término, el ser «tocado» y nos interesaba poder avanzar en la precisión de esa idea-. No sé si vos la pudiste pensar… G.I.: Más que pensar, vivir. Uno puede -nos pasa y nos pasó a todos- uno puede ir a una conferencia y escuchar algo académico que le resulta muy interesante y que le suma pero que es del orden del conocimiento. Por ejemplo que el «objeto a» tal como lo pensó Lacan en tal momento… etc.», perfecto suma, nos hace mejores profesionales de lo que hacemos; pero cuando yo digo «me toca» es algo del estatuto de la verdad ¿en qué sentido? En que va más allá del armado de la palabra dicha, siento que me representa, que me representa como sujeto, incluso -como dice Fernando Ulloa- que me representa como ciudadano psicoanalista. En el caso de lo traumático, cuando eso me representa, cuando digo: «eso me pasa», «eso tiene que ver conmigo». Y una de las cosas que dice Davoine es que si no, no se puede trabajar lo traumático. Ella armó una fracesita que conmocionó mucho al mundillo -empezaron a decir todos «¡No!, ¿¡Cómo puede ser!?» y se hicieron mucho rollo con el tema de la abstinencia- porque ella dice que para trabajar el trauma, hay que «estar del mismo lado de la trinchera». Entonces, claro, «del mismo lado de la trinchera», como si abstinencia fuera eso y no, no enchufarle ideales y cuestiones de uno al paciente. A.Ch.: ¿Cómo entendés la abstinencia? G.I.: Para mí abstinencia, la abstinencia freudiana es que todo aquello que es mi bagaje, de Gabriela Insua, digamos ideales, maneras de ver la vida, no se las enchufe al paciente. Cuando el paciente dice algo, que no interprete desde ahí, que no lo escuche desde ahí. Pero no es que yo no pueda en algún momento terrible de la vida de alguien decirle «a todos nos pasa», por ejemplo; o a alguien que está atravesando un duelo: «sé por lo que está pasando». A.Ch.: ¿Cómo pensás que opera esta frase? G.I.: Es que justamente alguien que está arrasado y que siente la necesidad de la proximidad del otro, no sienta que el analista se queda del otro lado del diván o del otro lado del escritorio. Es la sensación de que el otro sabe de lo que me pasa, aunque nunca se sepa, porque no es del orden de lo idéntico. En las Jornadas de Centro Dos conté de un paciente que estuvo «chupado» en la época de la
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momento lo saca del lugar dónde está y lo pone en lazo al otro. Ahora, si el analista le cuenta su vida, estamos en otro tema. Son intervenciones que tienen que ver con esta proximidad. V.G.: Una intervención también es por los efectos lo que posibilita. En ese punto posibilitó que se largara a hablar. En ese «¿No le conté?», que empezara a contar. G.I.: Claro. Davoine señala mucho, también Hassoun, Catherine Kolko, -Colette Soler también pero se mete menos en lo técnico- (5) señalan mucho esto de la proximidad en el trauma, esto de estar cerca y de no temerle a eso porque la abstinencia es otra cosa. La abstinencia es justamente no darle una idea en relación a lo que le pasa o catalogarla. Pero a lo que iba es que cuando se trata de la transmisión -lo que decías un poco- uno sale modificado. Yo no soy la misma analista, persona seguramente tampoco, pero no soy la misma analista desde el 98 para acá. En ese momento me encontré con ellos, y después a lo largo de los años seguí leyéndolos y asistiendo a conferencias y abordando mucho la cuestión del trauma. No soy la misma, sin lugar a dudas. Y no fueron solamente ellos… para entender qué significa «del mismo lado de la trinchera», que desde ahí se puede transmitir. Me acuerdo que en su momento también lo llevé a mi análisis porque yo decía, ¿Cómo entiendo esto de Davoine de estar del mismo lado de la trinchera si yo no estuve -yo trabajo con veteranos de Malvinas- en el frente? Tenía la edad de ellos, sí pero no estuve en el frente. Y mi analista en ese momento me dijo: «Gabriela, todos tenemos nuestro propio holocausto». Y la idea es no contarle el holocausto propio al paciente sino hablar desde allí. Es decir que cuando yo digo algo a los alumnos, transmita desde ese lugar. Por eso para mí la transmisión es algo que nace desde un lugar que tiene que ver con la verdad que me habita. A algunos los puede tocar, a otros no. V.G.: En ese punto, pienso la transmisión como lo plantea Derrida en este «escoger la herencia», que hay transmisión si hay otro que la escoge. G.I.: Exactamente. A.Ch.: Con lo cual, por un lado estaría la intención de transmitir y generar las estructuras más propicias para esto; y después está el encuentro o no con quien tome eso. La transmisión no es unidireccional… G.I.: Tal cual. Cuando me llama Eugenia para pedirme un texto para conmemorar el año de la tragedia de Once yo estaba en el taxi, le digo que sí, me pongo a pensar y tomo unas notas. Llegué a mi consultorio y me puse a escribir porque ¿qué pasa? Yo soy del Oeste, vivo hace 30 años en Capital pero yo soy de Ciudadela; me crié con el tren, vivía a dos cuadras del tren, el sonido del tren, la historia del Sarmiento, el ir a la facultad y el Sarmiento, etc. Entonces, eso me convoca desde un lugar que me es absolutamente cercano y eso tiene que ver con la transmisión. Tiene que ver con que sea algo del orden… -insisto en la diferencia que hace Lacan de saber y verdad- en la vida vivimos con el
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 saber, tenemos que saber a qué hora pasa el tren, el subte, el colectivo, tenemos que saber tantas cosas pero también, al mismo tiempo, lo importante es que como analistas y como sujetos no perdamos el contacto con la verdad. A.Ch.: ¿Pensás en que hay una especificidad en este tipo de abordajes? Si F. Davoine en el seminario que dio en el 98 ubicaba que «el trauma le habla al trauma» para pensar la posición del analista y cada quien tiene su trauma en el sentido de lo real, que se va recortando en el recorrido de su análisis, ¿cómo entendés la especificidad en estos casos? G.I.: Especificidad de escucha y especificidad de… ella habla de psicoanálisis al revés –y cuando dijo esto se armó una gran batahola también-. En realidad a lo que se refiere no es a que cambia la posición ética como analista, sino a lo que se refiere es que el abordaje es como al revés. Un paciente que tiene un trauma puede ser neurótico, psicótico o perverso. Lo traumático no hace estructura, pero lo que quiero decir es que si uno piensa en la neurosis y en el costado neurótico de un paciente con trauma o no, se trata de un desciframiento. Se trata de un desciframiento entonces voy a escuchar, tal vez sí desde el mismo lugar pero tratando de descifrar en las letras, los fonemas y en el texto que trae el paciente lo que no está dicho en lo dicho. En los pacientes traumatizados no se trata de lo que haya caído en lo reprimido, no hay palabras, es decir… por eso llamamos al libro «Lo indecible. Clínica con lo traumático» porque no es lo innombrable, lo innombrable quiere decir que tiene nombre. Lo indecible es lo que no se puede decir pero porque como dice Wittgestein (6) no hay palabras para decirlo entonces es un real salido del discurso. Es un agujero, ¿cómo se habla de lo real? Solo a través de sus manifestaciones. Y cuando de repente un paciente o uno se topa con un real ya sea a partir de la interpretación o a partir de algún suceso, o lo que fuera, queda sin palabras por un segundo ¿sí? Lo traumático como tiene la característica fundamental de ser lo imprevisto, un quantum de energía increíble –piensen en las inundaciones, lo tenemos muy cerca- la cosa del agua llegando y alguien despertándose en el medio del agua. Bueno, esa connotación siniestra que tiene lo traumático en lugar de robustecer o meterse en el fantasma, lo agujerea. El fantasma es lo que tenemos todos los días, algunos lo tenemos más adelgazado, otros más pesado pero lo agujerea. Entonces, al no haber palabras, lo que ocurre es que si uno utiliza las mismas herramientas del método que utiliza con el costado neurótico del paciente o con el paciente neurótico, lo que va a pasar es que querés descifrar lo que no está cifrado. Por lo tanto, hay muchísimo más del orden de la construcción, de la construcción de un borde a ese agujero para que no pase lo que a veces sucede en la clínica con los traumatizados que es la melancolización. No podemos olvidar que tenemos la misma cantidad de veteranos de guerra suicidados en continente, después de años que los que han muerto en el crucero General Belgrano. El último se mató el año pasado. Ojo, nadie está diciendo que porque se trabaje de esta
manera algo de eso va a ser reductible, la prueba es Primo Levi, después de 20 años empieza a escribir e igualmente después se suicida. Es decir, que es meterse con algo que no concibe estatuto de representación-palabra. Con lo cual, la realidad es que hay que ir posicionándose de una manera diferente. Uno de los textos del libro que estamos presentando lo escribió Elizabet Susella y es un texto hermoso, porque se trata de una paciente donde se ve claramente cómo ella trabaja por momentos lo fantasmático, toda la cuestión de la neurosis de esa paciente y, por otro lado, trabaja de otro modo cuando se trata de -es una paciente que estuvo en el tren- del acontecimiento traumático, se posiciona de otra manera. V.G.: Eso es lo que vos decías en uno de los artículos acerca del trauma sexual y acontecimiento traumático. G.I.: Claro. Es muy importante diferenciarlo porque si no… por eso el libro que sacamos en el Centro Trama hace unos años se llamó «De un trauma no sexual» (7) porque en realidad, así sea en el terreno de la sexualidad, por ejemplo un abuso sexual infantil de un niñito de cuatro años, no hay fantasma, no es el amor del papá, el padrastro o el tío, la tía o quién sea sobre él, no es la seducción, es la irrupción del cuerpo del otro sobre él y eso resulta absolutamente traumático. Entonces no es el trauma sexual freudiano de: llegamos a la vida, el otro nos espera y eso es traumatizante, que es traumatizante también por el plus, por la diferencia, etc. Esto es diferente porque es algo que impacta sobre el aparato, lo agujerea. Aparte se ve en la clínica. Por eso digo esto que me pasó con Davoine, era la sensación de que esta mujer había teorizado lo que yo en la clínica con veteranos veía muy seguido y con montones de pacientes que han pasado por situaciones como incendios, terror. Además cualquier situación que para alguien haya tenido estatuto de traumático, es decir, que irrumpió sin ningún preaviso, que fue de un nivel de intensidad inusitado, entonces el abordaje es distinto aunque la ética es la misma. Acá lo que uno va a tratar de hacer es justamente escuchar la verdad subjetiva pero no interrogando el agujero porque no hay cifrado. A.Ch.: Por lo que nos contás en algunas ocasiones el acontecimiento traumático es el motivo de consulta y en otras surge luego de un tiempo de análisis. G.I.: Es una posición súper respetuosa, por eso contaba del paciente que dice «usted ¿qué sabe de esto?» y lo dice enojado pero también lo dice con una cara de… era verdad lo que decía, es decir, y ahí el analista en lugar de interrogar o de pensar qué se juega… a ver; nosotros no, porque tenemos otra formación, pero sabemos que hay un psicoanálisis de resistencias aún hoy, sabemos que hay psicoanálisis más ortodoxos que, de alguna manera, interpretarían que el paciente se puso resistente. Esta es la diferencia. O sea, el paciente no se puso resistente. A.Ch.: Sería más bien un replanteo de la escucha analítica…
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www.centrodos.com.ar G.I.: Del abordaje, sí. A.Ch.: Más que de pacientes especiales… G.I.: No, no son pacientes especiales, si no iría en contra del psicoanálisis, de la ética del psicoanálisis. Pienso que no son pacientes especiales, les han pasado cosas especiales que nos pueden pasar a todos, desgraciadamente. Han vivido situaciones especiales y que entonces no tienen inscripción y al no tener inscripción, el analista tiene que tener la cintura de con eso manejarse desde otro lugar, desde otro abordaje, con muchísimo respeto. No queriendo forzar ni una interpretación ni una asociación allí donde no la hay. Hay momentos donde el paciente con lo traumático lo único que puede hacer es llorar o quedarse atónito. Entonces por ahí a lo largo de los años, van a pasar 20 años y alguien va a llorar por determinada situación, de la misma manera que antes y va a venir alguien, normativamente, todos sabemos que también hay frente a lo traumático, formularios… desde el stress post-traumático desde la Psiquiatría donde si no te bañás, no comés debés estar depresivo, melancolizado, alguien puede decir que esto es un duelo patológico «20 años y usted sigue llorando». Pueden pasar 20 años y seguir llorando exactamente igual. Y lo que tiene que hacer un analista es reconocer que ahí hay algo de lo que el análisis puede solamente bordear y no solamente, me parece que es mucho. En relación a esto que ustedes decían de la transmisión, me acordaba: hace unos cuantos años en lo que hace al programa de Malvinas… –el programa de Malvinas es un programa de la Provincia de Buenos Aires. La Provincia de Buenos Aires ha hecho bastantes cosas en relación a los veteranos, armó un programa de asistencia que hoy se llama «Pensar Malvinas»-. Hace unos años se hicieron unas jornadas de toda la Provincia de Buenos Aires y también invitaron gente del exterior para pensar Malvinas. A mí me pidieron que escribiera algo y como capacito a algunos psicólogos del programa; y aparte de vez en cuando me piden los veteranos armar charlas sobre determinado tema, por ejemplo: hace dos años fue con ellos –eran todos veteranos de las provincias, la provincia les paga el viaje a Buenos Aires-, obviamente son los que se llaman «facilitadores». Son veteranos a los que se les da asistencia, pero además se los forma psicológicamente como para ir buscando a sus colegas, sus compañeros que no se acercan. Bueno, querían hablar de violencia familiar porque una de las cosas que están teniendo o que ellos escuchan que están teniendo sus compañeros y ellos mismos, es el tema de la violencia familiar. Pero la realidad es que cuando me invitan a hablar sobre pensar Malvinas en esas jornadas dije «¿yo qué puedo transmitir?» Para una mirada histórica, estaba el Director de la Biblioteca Nacional… y me acordé de un caso, no de un ex-combatiente sino de un adolescente que su papá era veterano. Lo tomo por lo de la transmisión. El pibito estaba muy peleado con su padre, el padre veterano, un tipo que hoy tiene unos cincuenta años y el pibe sabía lo que le había pasado al padre, sabía la historia pero no
es que estaba todo el tiempo hablando de lo que le había pasado al padre, y estaba haciendo mucho «bardo». Entonces el chico, todo lo que me decía era: «mi papá no me habla, mi papá quiere que yo recuerde todo el tiempo esto pero mi papá nunca más habló» (de lo de Malvinas). El padre no hablaba pero lo miraba todo el tiempo transmitiéndole, sin decirle, a veces diciéndole, que con lo que se había vivido en este país, cómo él era un «pendejo que no hacía un carajo», etc. Yo empiezo a hablar con el chico y el chico tenía su propia batalla. Se peleaba con los chetos, con los stoncitos, los rollingas; él era un rockero, tenía una batalla y se peleaba con los amigos y bueno… pero con el padre estaba cada vez peor. Lo llamo al padre, lo entrevisto y el padre indignadísimo me dice –sin nombrar al tema de Malvinas- «yo a la edad de él…» (el chico tenía la edad de él cuando había ido a Malvinas) «yo a la edad de él, lo que yo tuve que hacer, tantos muertos a la edad de él…» –seguía sin nombrar la palabra Malvinas- y yo le dije: «mire, usted no se está dando cuenta de algo: él tiene su propia batalla. Es distinta a la de usted pero tiene su propia batalla». Entré por ese lado, el de marcarle algo de eso, pero el padre había un punto donde no podía hacer transmisión, es decir que no solo no hablaba de lo que le pasaba sino que no le podía transmitir al hijo. Un veterano puede decirles: «mirá el 2 de abril ocurrió tal cosa, el 3 de abril nos ocurrió tal otra» pero no está transmitiendo, está contando. Bueno, ¿qué ocurrió? Después de algunas intervenciones -yo venía trabajando con el pibe pero vi un par de veces al padre-, una noche que la madre no estaba y el pibe estaba enfermo…. Insisto: el pibe tenía 18 años, el padre tenía 18 años cuando fue a Malvinas. El pibe empieza con fiebre alta, el padre está cuidándolo y a la noche el pibe se pone a delirar de la fiebre, delira, delira y tiembla de frío. Entonces el padre, muy preocupado –porque era un padre muy amoroso- cuando lo ve temblar de frío, algo lo toca y lo abraza, y cuando el pibe se despierta le dice: «tranquilo, hijo. Ese frío va a pasar. Yo se lo que es ese frío. Yo se lo que es pasar el frío». Con lo cual le pude decir a ese padre que por fin le había transmitido algo. Entonces el padre se podría haber pasado contando pero que no haya transmisión. Eso también nos pasa a los analistas que estamos en el hermoso lugar de la transmisión. Hay mucho colega que –así como mucho que no- acá tengo montones de amigos que transmiten, hay muchos colegas que hablan desde un lugar súper académico y quizás tienen una erudición que yo no tengo de ninguna manera –de hecho los hay con una erudición impresionante- pero que no transmiten. Hablan desde un lugar de saber coagulado: sí, está bien, yo tengo un grupo de estudio y estamos trabajando el Seminario 10 y leo una frase de Lacan y tengo que decir lo que entiendo que está diciendo ahí; pero cuando la pregunta viene de lo que se trata es que lo que uno ha incorporado haya pasado por uno y para mí ahí hay transmisión. Si uno lo dice como lo lee sin hacerlo pasar por uno, sin que eso haya tenido un trabajo interno, para mí ahí no hay transmisión.
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 A.Ch.: La reacción del padre del adolescente, ¿la ubicas en el sentido de la identificación? Él se ve en ese temblor, en el frío… G.I.: No es identificación en el sentido de que no es «a mí me pasa eso» es «eso que te pasa a vos…» A.Ch.: ¿Como si el padre dijera «nos pasa lo mismo»? G.I.: «Eso que te pasa a vos, yo sé lo que es porque a mí me ha pasado». A.Ch.: ¿Qué dimensión tiene ese «Yo sé»? G.I.: Ese es el lazo, porque el lazo se hace solamente entre dos agujeros. Si vos querés hacer un lazo no lo podés hacer si no tenés un lugar donde meterlo. Entonces el lazo se hace entre dos agujeros. Entonces, cuando él percibe en el hijo el agujero ahí se conecta su agujero con el de él. Pero hasta entonces ¿qué veía? Veía al hijo como una cosa, como un bloque al que no le pasaba nada solo que era un «chantita». Entonces, en ese sentido es lazo, es este «détresse» que dice Davoine. Pensando en que ustedes están trabajando, la transmisión también como analistas, con el colega alumno también pasa lo mismo. ¿Desde dónde le hablamos cuando le hablamos a quienes les transmitimos? Si uno no se conecta con el no saber de uno, si uno no se conecta con los interrogantes de uno, si no se conecta con –yo siempre lo puedo laburar con adolescentes porque a pesar de tener cincuenta y dos años tengo mi adolescencia muy fresca- si uno no se conecta con el momento en el que uno sentía que no sabía un carajo, aunque ahora tampoco lo sepa, pero que si no se conecta con ese desamparo que sentíamos cuando salíamos de la facultad, que nos habían dado un montón académicamente pero después había que encontrarse con un paciente y no sabía qué hacer, no puede transmitir. Esta es mi idea. Me parece que transmisión es eso. No que me identifico –tomando lo que decís, Ale- no que me identifico con el alumno sino que sé por lo que está pasando. A.Ch.: ¿Estás diferenciando lo que se consideraba la necesidad de identificación respecto del paciente, que daría la posibilidad de la empatía? En esa perspectiva, aunque no acuerdes con ese teorización, ¿habría una verdad? G.I.: Yo digo «lazo». Más allá de lo etimológico. Es claro lo que decís, así se trabajaba, tal cual pero lo etimológico iene un contenido aparte. No es solamente una cuestión de palabras sino que antes se trabajaba así y lo que se hacía era justamente tratar de no identificarse pensando en que eso era identificación. Una cosa es que yo me identifique a un paciente que está en duelo, por mis propios duelos y me melancolice yo, o que lo acompañe todo el tiempo a tratar de que no se encuentre con eso que se tiene que encontrar, eso es identificación. La identificación es de lo imaginario. Acá estamos hablando de un real que conecta con otro real. Por eso tampoco hay palabra. Por eso también en algún momento uno puede encontrarse que en una sesión lo único que hace es hacer esto (tocarle el brazo al paciente). Y esto que toca la imagen, que toca el cuerpo, sin embargo no es imaginario. No es «pobrecito vos», es algo del orden
de lo que marca que no hay palabras para decir pero que con eso hay una conexión. Por eso Davoine dice «de trauma a trauma», «del mismo lado de la trinchera». Y yo siento que también se hace con el colega alumno, cuando uno está transmitiendo. No se qué les parece a ustedes pero la verdad es que yo siento que ellos lo valoran muchísimo más, que pueden tomar de eso. De hecho el libro es un producto elaborado de un equipo que está en lazo. Nos han pasado muchas cosas en estos años. El libro está escrito desde hace dos años y bueno, no se pudo publicar hasta ahora pero está escrito hace dos años y en este tiempo hemos crecido enormemente en un montón de situaciones que hemos vivido y donde la emoción corrió todo el tiempo, donde todo el tiempo apareció esto del trauma a trauma. P.A.: Yo creo que se podría decir por esto que decís y también por la experiencia mía que la transmisión en todo caso es lograda cuando toca algo de uno. A.Ch.: Si no, en todo caso, hubo un intento de transmisión. G.I.: Claro. P.A.: Uno puede decir que esa transmisión fue efectiva –como para decirlo de alguna manera- cuando tocó algo, porque uno puede asistir a una clase súper académica –esto que vos decías- y que no le pase nada con eso. G.I.: Yo creo –tomando esto que vos decías, Alejandra de qué quiere decir que algo nos toca- cuando uno sale modificado, en mayor o menor medida. Pero cuando uno sale modificado, a mí me pasa y me imagino que a ustedes también, que cuando salgo de un seminario, de una charla, de una conferencia que alguien dio y salgo conmovida o no salgo conmovida y cuando llego a mi casa tengo ganas de agarrar un texto o no tengo ganas de agarrarlo. A.Ch.: ¿Diferenciarías transmisión de enseñanza? G.I.: Sí, yo lo diferencio. Creo que la enseñanza es el ámbito y que cuando de mi encuentro por ejemplo acá en Centro Dos, una vez cada 15 días hacemos un trabajo teórico, es enseñanza. Si en ese encuentro, se produce algo donde yo puedo transmitir algo de eso del orden de la verdad que está más allá de cualquier palabra, de lo que me pasa con la clínica o lo que me pasa con tal punto de la teoría, y alguien del otro lado siente que eso lo representa, no que se identifica a eso, sino que lo representa que tiene que ver con él también pero no identificándose, allí habrá habido transmisión. Lo que yo te puedo decir es que la enseñanza es el ámbito y en la enseñanza hay conocimiento y hay transmisión. V.G.: La palabra «enseñar» proviene del latín «insignare», señalar hacia…, lo que implica brindar una orientación sobre qué camino seguir. Entonces, en este punto, está en el otro decir «lo tomo». Y pensaba en Jung que Freud lo nombra como el príncipe heredero y Jung nunca lo toma. En este punto uno podría decir ¿quién escoge a quién? porque ahí hay todo un esfuerzo de Freud por dejarlo como heredero de la transmisión de toda su teoría y Jung en el punto más nodal de la teoría, que es en relación a
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www.centrodos.com.ar la sexualidad, lo deja solo. En algún punto, Jung ahí no heredó, no escogió. G.I.: Exactamente y la transmisión para mí siempre tiene que tener esta condición, justamente a diferencia del ámbito de la enseñanza o de la transmisión de conocimiento es que no tiene que ver con el saber, tiene más que ver con la falta. Es decir, yo transmito desde un lugar en el que digo lo que tengo para decir y en el medio de lo que tengo para decir algo aparece de mi propia falta, que no es «esto no lo sé o esto lo sé» sino dónde, en qué punto soy alojada en eso, tiene que ver conmigo, como profesional y como persona. Del otro lado, habrá quién puede escuchar eso y quién no. Incluso puede haber alguien a quien le moleste. Lo que es muy importante es ver cómo se suceden las cosas. En el equipo tenemos una de las integrantes que tuvo un accidente terrible hace unos años y cuando empieza a trabajar, le empiezan a llegar a ella pacientes que han tenido esto, todo lo que se le conmueve a ella y no del orden de la identificación porque eso, todo lo que le pasa lo va llevando a su análisis, no es eso. Es otra cosa. Es cómo operar con eso que, por otro lado, cuando aparece una imagen, esa imagen remite a mi imagen, a la imagen que tengo del momento en que yo viví algo similar. Pero bueno, la transmisión siempre tiene que ver con algo que se transmite de la verdad más allá del saber. Y que por eso es muy importante la posición, tanto la posición del analista como la posición del enseñante. V.G.: Me parece que la transmisión se corre del saber, desde el momento que uno puede transmitir algo sin querer transmitirlo. Esto uno lo puede ver en un amigo, un vecino, que transmite algo sin saberlo. G.I.: Exactamente. Es más allá de uno. Absolutamente. De hecho nos pasa que viene alguien y nos dice «mirá quería hablar con vos o supervisar con vos o que me dijeras tal cosa porque en realidad yo lo que te escuché decir el otro día…» y uno piensa «¿qué dije?». Porque es algo que nos habita, que tiene que ver con uno y bueno, es desde ahí. En cambio el saber es otra cosa. El saber es absolutamente necesario pero se queda en el orden del conocimiento. Vos hablabas justamente de la etimología de la palabra, «método» viene de «camino al más allá» pero para método científico más allá está el conocimiento. El método psicoanalítico es la caída del conocimiento para llegar a la verdad. A.Ch.: Otro término que es cercano al de transmisión es transferencia… G.I.: Sí, transferencia de saber y toda esta cuestión. Sí, la transferencia creo que es algo que está en todo ámbito. Hay transferencia en el análisis si se logra obviamente, es el vehículo del análisis pero también hay transferencia en la transmisión, es obvio, ¿no?
V.G.: No hay transmisión sin transferencia. G.I.: Exactamente. Y en ese punto la idea es… a mí me hace muy feliz, como alguien que intenta transmitir, me hace muy feliz cuando veo en el equipo, en estos cuatro años o más que trabajamos, veo los rostros de tristeza en algunos momentos pero también de felicidad cuando llegan a sentir que están laburando como quieren laburar, que sienten que lo están haciendo éticamente bien, aprendiendo a tener otros modos de vérselas con esto. Los veo y cuando vienen y cuentan los efectos, para mí eso es transmisión y que también ellos me transmiten a mí porque me hacen dar más ganas de seguir leyendo, estudiando, metiéndome. De hecho, es una clínica muy dura. Toda la clínica psicoanalítica es dura –todos lo sabemos- pero bueno esto de estuchar muchas veces, durante meses o años lo mismo de escenas muy dantescas, muy macabras no es fácil porque a veces uno, justamente la persona de uno no viene con «ganas de». Lo que se armó con el libro fue una cosa maravillosa porque fue una idea que se me ocurrió cuando los instaba tanto a escribir. Fue una idea y enseguida se tomaron de esa idea, y ocurrió algo tan bello que hasta la portada del libro va a ser de una de los integrantes de equipo, Andrea Galán. A.Ch: Muchas gracias Gabriela por haber compartido en este diálogo tus ideas, vivencias y conceptualizaciones. Les deseamos que el libro que están lanzando le permita a los lectores «sentirse tocados» y concernidos por la temática. Notas (1) Francoise Davoine: (Savoie, Francia 1943). Psicoanalista francesa. (2) Jean Allouch: (Montpellier, Francia 1939). Psicoanalista francés. (3) CELS: Centro de estudios legales y sociales. Se trata de una organización no gubernamental (ONG) fundada en 1978 y presidida por Horacio Verbitsky. (4) Francoise Davoine y Jean M. Gaudilliere, son psicoanalistas y Doctores en Sociología. Ambos dirigen hace más de treinta años el seminario «Locura y lazo social» en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales (Paris). (5) Francoise Davoine, Jean Max Gaudilliere, Jacques Hassoun, Catherine Kolko, Colette Soler, entre otros, en el marco de la lectura del psicoanálisis de S. Freud y J. Lacan son los referentes teóricos que toman quienes conforman el Equipo de Abordaje de los Efectos del Acontecimiento Traumático, en el Centro Dos. (6) Wittgestein, Ludwig: (Austria 1889-Reino Unido 1951). Filósofo, matemático, lingüista y lógico. (7) Insua, G.; Restuccia, M.: «De un trauma no sexual (aportes teórico-clínicos)». Ed. Letra Viva, 2007.
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Hannah Arendt - Martin Heidegger: amor y saber en metamorfosis Gabriela Mercadal Psicoanalista, Docente y Supervisora en Centro Dos gamercadal@gmail.com
“No digo ¿nunca aprendieron nada? porque aprender es algo terrible, hay que atravesar toda la estupidez de los que explican las cosas, y eso es algo pesado ¿saber algo no es siempre una cosa que se produce en un relámpago?” Jacques Lacan, De un otro al Otro, 1969 “Lo que mucha gente llama amar consiste en elegir a una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como si se pudiese elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en la mitad del patio.” Julio Cortázar, Rayuela, 1963 (1) Si algo de una “función maestro” puede ex-sistir (2), y si la misma es posible de ser transmitida, lo es en lo no calculado, en lo im-pensado, en lo fugaz del relámpago, pero no por ello en lo menos ferviente y duradero. Si la transmisión es “allí”, en ese instante, y a la vez se constituye en el testimonio de quien se apueste como su destinatario, la letra de Hannah Arendt nos lo brinda, quizás, como una de sus herencias. Tanto en el corolario de su relación con Martin Heidegger, plasmada en el homenaje radial a su viejo amante y maestro (3) al cumplir sus ochenta años (4), como en la hoja incluida en la Tabula gratulatoria que le entregara para la ocasión en septiembre de 1969, el testimonio de dicha función podría leerse: “y cuando el tiempo tempestuoso me asga la cabeza con fuerza excesiva, y la necesidad y la aberración entre mortales entremezclan mi vida mortal, ¡dejadme entonces recordar el silencio en tu profundidad! Hölderlin En su octogésimo aniversario, los contemporáneos
piensan en el maestro, en el profesor y algunos sin duda en el amigo. Se detienen e intentan dar cuenta de lo que significa para ellos, para el mundo y para la época esta vida que ahora se ha manifestado como algo presente en toda su plenitud reunida -¿no es esta la bendición de la edad? Cada cual tendrá preparada una respuesta diferente a esta pregunta y confiará en que la respuesta se corresponda en alguna medida con la plenitud apasionada de esta vida, de la cual testimonia la obra. Me parece que la vida y la obra nos han enseñado lo que es PENSAR y que los escritos quedarán como paradigmas de ello y como paradigmas también del valor para adentrarse en lo inaudito y jamás pisado, para exponerse del todo a lo todavía impensado, que debe ser lo propio de quien no ha puesto su causa en nada que no sea precisamente el pensamiento y su profundidad inquietante. Que quienes vengan después de nosotros no olviden además, cuando recuerden nuestro siglo y sus hombres e intenten serles fieles, los devastadores vendavales de arena que a todos nos han impulsado aquí y allá, a cada uno a su manera, y en los cuales, sin embargo, fueron posibles este hombre y su obra.” (5) Asimismo escribe en la versión mecanografiada del discurso que le envía al filósofo: “Para ti para el 26 de septiembre de 1969 después de cuarenta y cinco años como desde siempre – Hannah“ (6) Desde sus inicios en 1925 (7) y hasta el final de sus días entonces, la relación estuvo signada por esa asombrosa mixtura que amalgamaba amor y saber. Pero no nos referimos al “amor al saber” (entendida como LA verdad) de la filosofía: no nos situamos en el campo de la “profesión” (8); tampoco en el de los “amantes”. Nos arriesgamos a extraer de aquella experiencia Arendt - Heidegger, una función. Función de afectación de los términos, tanto del amor como del saber. La experiencia A – H mostrando, en acto, otro modo de hacer con el amor y con el saber. Otros
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www.centrodos.com.ar efectos en su hacer con ellos. Inyección de verdad para que ese “otro modo”, como un rayo, como un relámpago, “llegue” en algún punto. Hacerle lugar a una verdad -emergente, causa y efecto del mismo proceso y que nada tendrá que ver con LA verdad- que afecte el saber, vía el amor. Otro amor entonces que el del romanticismo o, incluso, del amor de transferencia. Un amor más allá del fantasmático “almor”. (9) Función sostenida por ese elixir necesario podríamos decir, para que las vibraciones de los cuerpos se dejen atravesar por lo nuevo, por “lo inaudito”, por lo “jamás pisado”, por lo que ilumina, por lo que conmueve, por lo que descubre y por lo que se descubre, por lo que se ve y por lo que se escucha; en fin, por lo que enseña. Una e(ró) tica (10) del amor que posibilita una entrada hacia “lo otro” -y que no se constituye sin el otro-, rozar lo desconocido, lo desconcertante, hasta lo imposible (11). No es sin ello que la transmisión nos ex-siste, es decir, nos habita como evento, como ese relámpago, como ese rayo, que quiebra lo fijo, lo cristalizado, lo sedimentado, lo cosificado, en fin, lo entificado en nosotros; que una verdad (y no LA verdad) adviene y nos afecta. Y si de un “con otro” se trata, si en un “entre dos” esto se produce (12), tres momentos se van perfilando en este amor A – H que llega como rayo, y que, sin embargo -o quizás más bien, por ello mismo-, perdura a lo largo de 50 años. Lo seguimos leyendo en los comienzos de cada uno de esos momentos. Encontramos en 1950, año en que Martin Heidegger plasmó su amor por Hannah en una serie de poemas, el modo en que aporta en lo que ve para que el evento se produzca: “...presupone una ‘mirada’ inicial que en efecto existió en su decir, de una manera muy real: la mirada que ‘lanzaba sus destellos hacia mí, que estaba en la cátedra’ (…) -un acontecimiento que reunía la ‘mirada’ (Blick) y el ‘rayo’ (Blitz) y que creó el inicio ‘duradero’” (13). Así lo expresaba también en sus poemas: REENCUENTRO DE LA MIRADA Cuando el amor entra en el pensamiento, el Ser ya se ha inclinado hacia él. Cuando el pensamiento para el amor se esclarece, el favor le ha atribuido brillo poéticamente LENGUAJE ¡Ah! Tú, seña del goce,
sonido del sufrimiento, candidez de su ternura; desgarro del silencia, primerísima juntura de la más próxima proximidad. ¡Ah! Cuán rápido correspondes a su irrupción súbita: en la correspondencia, sin interpretaciones, y, hablando, sin significaciones, tú mismo llamado para el mínimo canto que hace sonar la conversación, que se extingue en la palabra y le salva al herrero, que encadena silencio al silencio, la candidez en las cosas...” (14) Y en la misma línea, en el ejemplar de Caminos del bosque que entregó a Arendt como recuerdo del reencuentro, escribió de Heráclito ”La mirada, sin embargo, dirige el todo con presencia” (15). El “brillo poético” (que na da ten dr á qu e ver con la aspiración a la completud del brillo fálico), el sonido, la voz, la mirada, otros de los tantos componentes que hacen de ese amor una configuración alejada de cualquier imaginería; una vez más, que “presenta”, toca y se deja tocar por aquello imposible pero que no es sin efectos. A través de esos términos que sus poemas nos entregan, el rayo que atraviesa, que desgarra, que agujerea en el “habla sin significaciones”, “sin interpretaciones”; y no sin el “silencio” que posibilite surgir la “candidez de las cosas”. Allí una verdad. Allí entonces, un modo de la transmisión. Ya no se hablará de conocimientos, tampoco del saber; una silente verdad de cada quien presentándose a partir de la relación con un otro. Juego de convivientes “luces y sombras”, de inseparable “alejamiento y cercanía” que desde el comienzo se perfilaba. Efectivamente, el 24 de abril de 1925 Heidegger escribía: “Mi queridísima: Cuando te di hoy el manuscrito, me avasallaste con una alegría tan elemental que me sentí desamparado. Te di un trozo de mi alma –bastante poco a cambio de tu amor- pero tu agradecimiento entusiasta lo superó todo. ¿Fue casualidad que trajeras el manuscrito precisamente cuando estaba decidido a pedirte que lo hicieras para luego regalártelo sólo como símbolo de que a partir de ahora vives
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 compartiendo mi trabajo con el impulso inagotable de tu ‘afecto pudoroso y reservado’, que es como desvelaste con rara claridad tu esencia? Desde que he leído tu diario, ya no puedo decir ‘eso no lo entiendes’. Tú lo intuyes, tú –y acompañas. Sólo hay ‘sombras’ donde brilla el sol. Y ese es el fondo de tu alma. Desde el centro mismo de tu existencia te has convertido en alguien próximo a mí y en una fuerza que actúa para siempre en mi vida. El desgarro y la desesperación jamás podrán generar algo parecido a tu amor servicial en mi trabajo. (...) Y sólo cuando me obligaste a alejarme de ti, llegaste a estar próxima a mí, y entonces se me reveló tu esencia –en ese momento me hablaste -sin palabras- con total libertad. Desde ese maravilloso a-lejamiento me siento tranquilo y contento de tu vida y de su seguridad y energía. Tu ambiente, tu tiempo, la madurez forzada de una joven vida proyectaron ‘las sombras’. (...) Hoy llegaste tan contenta, radiante y libre, tal como yo deseaba tu regreso a Marburgo. Y estaba cautivado por el esplendor de este ser humano el que puedo estar próximo en el Tú. Y cuando, porque yo parecía ausente, preguntaste si debías marcharte, estaba contigo –completamente sololibre de escrúpulos y de cura por el mundo – sumido en diáfana alegría por el hecho de que existieras. Vuelvo a dictar el curso en la 11. ¿Sabes lo que significa? ¡Buenas noches, queridísima Hannah! tu Martin” (16) La “casualidad” de la “rara claridad” nos señala ese “rayo” por donde la contingencia se filtró entre ellos, enseñándonos quizás cómo esto puede producirse en cada quien cuando algo nos toca, nos agujerea, para no dejarnos ya indemnes; señal de que algo se transmitió. Ya no hay vuelta atrás. “Diáfana alegría” del descubrimiento, de la novedad, de la invención en el estar-ahí, con otro: “Y el hecho de que el amor sea es el legado embelesador al estar-ahí: el hecho de que pueda ser.” (17) dirá en otro momento Martin Heidegger. Contingencia que señala el cese del no escribirse. Escritura entonces de lo que no se escribía. Un cese. Función de lo escrito, dirá Lacan. (18) Y sus efectos: “...la otra noche... no había nada entre tú y yo. El más sencillo ser el uno para el otro –sin inquietud ni deseo, sin preguntar ni vacilar – tan plenamente relajado que habría querido lanzar gritos de júbilo si la reverencia ante ese instante no me hubiera hecho más dichoso todavía”. Y respecto de Hannah: “Tienes otra expresión en la cara –ya lo noté en la clase y me quedé de una pieza por el asombro (...) Dijiste que no te sentías así desde la infancia. Ahora los tienes de nuevo –los ojos radiantes, la frente pura y las manos pudorosas y bondadosas. (...) Niña – ahora que has ganado todo de nuevo, ya no lo perderás. No tendrás tu infancia como un mero don de la naturaleza, sino como fondo de tu alma y fuerza de tus ser” (19). Algo ya se inscribió allí;
un estar-ahí como posible. El amor afectado y posibilitando ese estar-ahí. También la afectación recaerá sobre el modo de transmitir: “A pesar de la carga que suponen ahora las circunstancias, el comienzo del semestre y el trabajo futuro vuelven a producirme una gran ilusión. Y tu proximidad es luz del sol.” Una luz se incorpora a la carga, a la sombra; será su conviviente. Y podemos decir que será esta “iluminación” la que tantos años más tarde Hannah tomará en su homenaje, como su herencia escogida (20) del maestro. Así encontramos una carta dirigida a Hannah donde podemos seguir el hilo de esa posición. Una decisión respecto a lo que va siendo para Heidegger transmitir y que por ello mismo -y por sus efectos al haber sido tomada por Arendt- transcribimos completa aquí: “24.VII.25 Querida Hannah: Gracias por tu cariñosa carta. Es tan segura y libre que me has dado una alegría especial. La teología te cuesta. No me extraña. Forma parte de ella. Y no es la peor señal el que creas vano el esfuerzo realizado hasta ahora. Sólo queda por ver si distribuyes correctamente la seriedad con que te la tomas – eso es todo un “arte”. Quizá debieras querer conocer mucho más a través del entusiasmo – eso no tiene que ser ni “curiosidad” ni una recepción superficial, sino un mantenerse-abierto a las posibilidades de la comprensión. ¡Nada de crispación! Este riesgo está muy presente sobre todo en nuestro ambiente – pienso en el trabajo de Bultmann y en el mío. Siempre tengo la impresión de algo “gelatinoso”, la gente joven se toma su “seriedad” demasiado en serio. No tienen nada de ese arrojo que nosotros teníamos y, creo yo, aún tenemos, aunque con ciertas modificaciones. No conocen las aventuras y olvidan siempre que tanto en el caso de Bultmann como en el mío – existe en el fondo una evolución, muy diferente cada una, que podíamos entusiasmarnos en nuestras odiseas y de de allí sacábamos también la energía necesaria para una intensidad en el trabajo que hoy en día ha desaparecido. Quien aún lleva sangre y pasión dentro de sí algún día se hartará necesariamente de esa “seriedad” falsa y senil –que por lo demás se basa en gran parte en un contagio de la “seriedad” proveniente del “se”-, y estos tampoco caerán sobre todo en el opuesto igualmente falso de una ironización fatigada – que, desde luego, es más desamparo todavía. Ya ves, ninfa bromista del bosque, eso de un “semestre perdido” no existe, sino que es sólo un trozo de vida vivida – es decir, un ser ganado. Yo daría algo por poder “perder” otra vez unos cuantos semestres. tu Martin” (21) Para Heidegger la “seriedad” en la formación -no sin el reflejo de Hannah en su decir de esta carta- es “arte”, “entusiasmo”, “mantenerse abierto”, “aventura”, “odisea”,
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www.centrodos.com.ar “energía para la intensidad”, “arrojo”; claramente no aquello que hace “serie” en lo “falso y senil” o en la “ironización fatigada”. “Poder perder” cuando ello hace experiencia, “vida vivida”, en fin, dar lo que no se tiene... Otro amor, otro saber, que también Jacques Lacan, nuestro otro maestro abonará al decir: “...las apariencias de la seriedad para responder a su gravedad no tienen ya sino el aspecto de la hipocresía?” (22); o “Mi posibilidad de ser serio es que, en la seriedad... eso no apriete todo” (23); y más claramente aún al plantear: “...un semblante ostentado (...) Sean entonces más sueltos, más naturales cuando reciban a alguien que viene a pedirles un análisis. No se sientan obligados a darse importancia. Aun como bufones, que estén se justifica (...) Soy un payaso. Sigan el ejemplo, ¡y no me imiten! La seriedad que me anima es la serie que ustedes constituyen.” (24). Seriedad en el estarahí con otros, dejándose hacer allí por el “torbellino” de lo que acontezca (25). Ahí un maestro. Allí un amor. Allí una transmisión. Notas (1) Mi agradecimiento a Gabriela Oliva, reciente “compañera de ruta” en el Centro Dos, por esta, su lectura, generosamente compartida; los destacados le pertenecen. (2) Guión heideggeriano en tanto nos posibilita abordar lo humano de la existencia como proyecto, como lo abierto, como lo arrojado hacia delante, lo no determinado; en tanto ruptura con una concepción de lo humano como ente estático, subyacente, predeterminado, fijo. (3) LUDZ, Ursula (editora). Hannah Arendt – Martin Heidegger. Correspondencia 1925 – 1975. Herder, Barcelona, 2000, p. 245: “Martin Heidegger obtuvo la habilitación para la docencia universitaria en 1915 en la universidad de Friburgo, donde Edmund Husserl fue nombrado en 1916. (...) Como privatdozent y ayudante de Husserl en los años 1919 a 1923, M. H. se ocupó sobe todo en Husserl y Aristóteles, ‘enseñando-aprendiendo’, como él mismo escribe...” (luego comenzarían sus clases en la Universidad de Marburgo, donde conocería a Hannah). (4) Célebre producción que será dada a conocer primero como uno de los artículos del número de octubre de la revista Merkur, bajo el título “Martin Heidegger ist achtzig Jahre alt” [Martin Heidegger cumple ochenta años], y luego en la publicación de la propia Hannah Arendt Menschen in finsteren Zeiten (versión en castellano: Hombres en tiempos de oscuridad. Barcelona, Gedisa, 1990). (5) LUDZ, Ursula (editora). Hannah Arendt – Martin Heidegger. Op. Cit., pp. 180-181 (destacados nuestros). (6) Ibíd., p. 395 (destacados nuestros). (7) Ibíd., p. 243: “Hannah Arendt empezó en el semestre de invierno de 1924-1925 sus estudios de filosofía, teología (protestante) y filología clásica en la universidad de Marburgo, donde Martin Heidegger enseñaba filosofía desde el semestre de invierno de 1923-1924. En junio de 1923 había sido nombrado ad personam catedrático de la
cátedra supernumeraria de filosofía de dicha universidad.” “A partir del semestre de verano de 1926 [Hannah] siguió estudiando en Heidelberg, con Jaspers como catedrático. Pasó un semestre, el de invierno de 1926-1927, en Friburgo para asistir a las clases de Husserl” luego de anunciarle a Heidegger su intención de no continuar en Marburgo, esto es, de su alejamiento, el 10 de enero de 1926. (8) Ya que “El filósofo se abandona al amor a la verdad. Ahora bien, el psicoanálisis no puede creer en ese amor, pues indica la dimensión de la impotencia de la verdad, cuyo nombre teórico es castración. El filósofo cree en un amor a la verdad como potencia, en un amor a la verdad sin castración. Sostiene una impostura.” BADIOU, Alain. “Lacan y lo Real”. En Reflexiones sobre nuestro tiempo. Interrogantes acercad de la ética la política y la experiencia de lo inhumano (Conferencias en Brasil). Buenos Aires, Ediciones del Cifrado, 2000, p. 58. (9) Cfr. LACAN, Jacques. Seminario XX – Aún. Paidós, Buenos Aires, 1995. (10) E(ró)tica del amor ya que denota un amor tal que no apunta a ninguna completud imaginaria. Amor que porta una ética, una orientación, la de lo imposible de inscribir: sexualidad y muerte en su no inscripción. (11) Doble juego en este término, con el que intentamos un acercamiento a los “maestros”: con uno, en relación a sus imposibles (educar, gobernar, analizar); con el otro, en relación a su invención, el a. (12) Y cuando mencionamos “entre dos” no nos referimos necesaria ni solamente a dos personas. En tanto elementos de una función a realizarse, estos bien pueden encarnarse en un texto, en un autor, en una obra. (13) LUDZ, Ursula (editora). Hannah Arendt – Martin Heidegger. Op. Cit., p.102 (destacados en el original). (14) Ibíd., p. 103. (15) Ibíd., p. 396. (16) Ibid., pp. 27-28 (destacados nuestros). (17) Ibid., p. 36. (18) Cfr. LACAN, Jacques. Seminario XX – Aún. Paidós, Buenos Aires, 1995. (19) LUDZ, Ursula (editora). Hannah Arendt – Martin Heidegger. Op. Cit., pp. 34-35 (destacados nuestros). (20) Respecto de “escoger la herencia”, ver los artículos de este mismo número que retoman los términos derridianos al respecto. (21) LUDZ, Ursula (editora). Hannah Arendt – Martin Heidegger. Op. Cit., pp. 40-41 (destacados nuestros). (22) LACAN, Jacques. Seminario XXI – Los incautos no yerran (Los nombres del padre), inédito, 1974. (23) LACAN, Jacques. “Introducción al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneingung de Freud”. En Escritos I, Siglo XXI, Buenos Aires, 1987. (24) LACAN, Jacques. “La tercera”. En Intervenciones y Textos 2, Manantial, Buenos Aires, 2001. (25) En esa misma línea: “Si en el fantasma el sujeto, por una ilusión en todos puntos paralela a la de la imaginación del estadio del espejo, aunque de otro orden, se imagina
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 por el efecto de lo que lo constituye como sujeto, es decir, el efecto del significante, soportar el objeto que viene a colmarle la falta, el agujero del Otro -es esto el fantasmainversamente se puede decir que todo el corte del sujeto, lo que en el mundo lo constituye como separado, como rechazado, le es impuesto por una determinación, ya no subjetiva, que iría del sujeto hacia el objeto, sino objetiva, del objeto hacia el sujeto, le es impuesta por el objeto “a”, en tanto en el centro de este objeto a hay un punto central, este punto torbellino por donde el objeto sale de un más allá del nudo imaginario e idealista, sujeto-objeto que ha constituido hasta aquí desde siempre el impasse del pensamiento, este punto central que desde ese más allá promueve al objeto como objeto de deseo.” LACAN, Jacques. Seminario 9 – La identificación, inédito, 1962 (destacados nuestros). Bibliografía ARENDT, H. Hombres en tiempos de oscuridad. Barcelona, Gedisa, 1990.
BADIOU, A. “Lacan y lo Real”. En Reflexiones sobre nuestro tiempo. Interrogantes acercad de la ética la política y la experiencia de lo inhumano (Conferencias en Brasil). Buenos Aires, Ediciones del Cifrado, 2000. DERRIDA, J. y ROUDINESCO E. “Escoger su herencia”. En Y mañana, qué…, Buenos Aires Fondo de Cultura Económica, 2009. LACAN, J. Seminario 9 – La identificación. Inédito, 1962. LACAN, J. El Seminario. Libro XX – Aún. Buenos Aires, Paidós, 1995. LACAN, J. Seminario XXI – Los incautos no yerran (Los nombres del padre). Inédito, 1974. LACAN, J. “Introducción al comentario de Jean Hyppolite sobre la Verneingung de Freud”. En Escritos I. Buenos Aires, Siglo XXI, 1987. LACAN, J. “La tercera”. En Intervenciones y Textos 2. Buenos Aires, Manantial, 2001. LUDZ, U. (editora). Hannah Arendt – Martin Heidegger. Correspondencia 1925 – 1975. Barcelona, Herder, 2000.
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Enseñanza y transmisión: la lectura como política Alexandra Kohan Psicoanalista, Docente y Supervisora en Centro Dos alexkohan@fibertel.com.ar
Un nuevo lector […] primero uno cede en las palabras y después, poco a poco, en la cosa misma S. Freud Aquél que me interroga, sabe también leerme J. Lacan Lacan lector de Freud y de La Carta Robada de Poe, ha construido un público y un lector que no están dados de manera anticipada. Digo no están, porque la lectura, cada vez, construye uno. La transmisión de una enseñanza sólo puede ocurrir en tiempo presente porque no se trata de transmitir lo ocurrido, sino de que ocurra un decir. En la Obertura de los escritos, Lacan dice: Toca al lector dar a la carta en cuestión, más allá de aquéllos a los que fue dirigida un día, aquello mismo que encontrará allí como palabra final: su destinación. (Lacan, 1987: 3-4) En la apertura de su seminario: […] El maestro no enseña ex cathedra una ciencia ya constituida […]. Esta enseñanza es un rechazo de todo sistema. Descubre un pensamiento en movimiento: que sin embargo, se presta al sistema, ya que necesariamente presenta una faz dogmática. El pensamiento de Freud está abierto a revisión. Reducirlo a palabras gastadas es un error. (p.11) En ambos inicios, entonces, Lacan precisa de algún modo lo que no cesará de insistir como dificultad. Se tratará entonces, de interrogar un texto, una enseñanza suspendiendo el saber sedimentado, pasándolo al olvido para poder desprenderse de un querer-asir y acceder sorpresivamente a una verdad como nueva. No descansar en el confort del sentido que adormece -que incluso inhibe- y que estabiliza religiosamente, sino despertar por la incomodidad, la desorientación y la descolocación que la dificultad propicia. Lacan no se dirige a lo que podría entenderse como un «estimado lector». Las dificultades, muchas veces
voluntarias, que se desprenden del modo en que escribe y sostiene su decir; lo críptico; el escamoteo; la ambigüedad y equivocidad sobre la que se desplaza; configuran un inasible que muestra, en acto, que de lo que se trata es de la transmisión de una enseñanza sostenida en un discurso que cuenta con lo imposible de decir, y no de la enseñanza de un saber transparente y referencial. Si, como sugiere Derrida «no hay lugar neutral o natural en la enseñanza» se tratará de deshacer la represión -de la cual el sentido común no es más que un nombre- para que lo vivo de la letra ocurra, pase. La enunciación de Lacan supone un gesto político que apunta a una orientación signada por la ética del Bien- decir. Una ética que, lejos de apuntar a lo bello, lejos de decir dónde está el bien, pone en escena un decir más allá de la superficialidad del texto; una enunciación -siempre frágilque deja lugar a los intersticios del lenguaje en las antípodas de la pretendida consistencia del dogma. Una política que produce un lector que, des-suponiendo el saber del Otro, queda interrogado y puede interrogar un texto, pudiendo así, ser el destinatario de una carta/letra. Lacan no se ha ahorrado evidenciar que su posición, su manera de decir o de escribir, revela una lucha contra la doxa, contra el imperio del sentido que se desprende de las Instituciones tendientes a velar porque las relaciones entre poder y saber se supongan inocuas, instituciones sostenidas en lo que J. Butler (2005) llama «semántica hegemónica». Considerar al lector un destinatario dado, no conduciría más que a la sugestión o a la fascinación y ello conlleva, otra vez, a aplanar, a vaciar el discurso, de lo que podríamos llamar la subversión creativa. Es decir, a neutralizar. En el marco de la Sociedad Francesa de Filosofía, el 23 de febrero de 1957, Lacan presenta El psicoanálisis y su enseñanza. La pregunta que sostiene la comunicación es «lo que el psicoanálisis nos enseña, ¿cómo enseñarlo?» (1987: 421); Lacan no pretende ilustrar un modo de enseñanza, el suyo, sino ubicar en la formación del analista, la manera en que la verdad pasa. Finaliza la comunicación diciendo: Todo retorno a Freud que dé materia a una enseñanza digna de ese nombre se producirá únicamente por la vía
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 por la que la verdad más escondida se manifiesta en las revoluciones de la cultura. Esta vía es la única formación que podemos transmitir a aquellos que nos siguen. Se llama: un estilo (p.440) Es justamente la cuestión del estilo (1) la que abre los Escritos publicados en 1966. En la Obertura, Lacan (1987) da cuenta de su posición cuando escribe, siguiendo a Buffon «el estilo es el hombre mismo» pero estira, prolonga la frase: «el hombre al que nos dirigimos» (p.3); y es en esta prolongación que incluye al Otro sin el cual no podemos pensar la destinación del mensaje, cuestión que alude a La carta robada y que muestra que, descifrar el mensaje es hacerse destinatario del mismo. Del mismo modo que Poe funda un nuevo lector, el lector de los Escritos que Lacan pretende producir, es aquél que deberá poner de sí: Del itinerario del que estos escritos son jalones y del estilo determinado por aquéllos a los que se dirigieron, quisiéramos llevar al lector a una consecuencia en la que le sea preciso poner de su parte. (p.4) Cabe recordar que Lacan otorga al Seminario sobre La carta robada, un lugar privilegiado en los Escritos ya que rompe con la diacronía de los mismos y se presenta abriendo la secuencia. Es en este punto que La carta robada dará una pista para la lectura del conjunto de los Escritos y, por qué no, una pista para leer a Freud.
evidenciadas. Si Dupin -al igual que el analista- es aquél que lee lo que nadie puede ver, es precisamente por la relación que sostiene con la verdad. La verdad que, para Lacan, no se desprende de la observación sino que tiene otros modos, otros medios que el sentido común. Por eso nos recuerda que la interpretación se guía no por la pregunta «qué quiere decir eso» sino «qué es lo que, al decir, eso quiere». Dupin, entonces, es aquél que descubre la verdad de los hechos gracias a una lectura particular y excepcional; una lectura que no puede hacer el prefecto por estar dentro e la Institución policial. La Institución es la justamente impide leer porque se sustenta en una técnica, en un rigor y en un poder que, enceguece y enmudece a quien es parte de ella (2). Lo nuevo, el acontecimiento, queda anudado a la destinación. En el cuento, la carta hace pasar un mensaje «cuya única peripecia es lo escrito, o sea, la letra». (Lacan, 2009:107)
Lo nuevo: destino y verdad
Si la lectura permite bordear, a la vez que preservar lo inasible, entonces habrá un lector que ya no será el mismo. Habrá que estar en guerra contra sí mismo. Porque «leer bien significa arriesgarse a mucho. Es dejar vulnerable nuestra identidad, nuestra posesión de nosotros mismos.». (Steiner, 1994:32) Un texto, una enseñanza -la de Lacan- llegará a destino si produce, no un decir del acontecimiento sino un acontecimiento en el decir; «un quizá que haría temblar toda instancia de la «última palabra»; si produce un lector que soporta estar sostenido frágil, inestable e incómodamente en los pliegues de un decir siempre a medias.
Que este momento dado sea dado, es lo que justamente nunca se da de antemano. J. Derrida Lo anteriormente desarrollado nos introduce en la cuestión del destinatario y la destinación. El lector o el destinatario no pueden suponerse anticipadamente al arribo de la carta/letra entendida como acontecimiento de lectura. Así precisada la enseñanza y la posición desde la que Lacan lee, se pueden delinear las coordenadas dentro de las cuales, el texto de Poe, resulta paradigmático. Lacan encuentra en La carta robada una maqueta de la teoría psicoanalítica: compulsión de repetición; intersubjetividad del inconsciente; el significante determinando al sujeto; la relación de verdad que el análisis instaura; la estructura de ficción de la verdad; el lugar del analista; el lugar determinante del orden simbólico; el sentido y la significación, por mencionar algunos. Un condensado de cuestiones que serán desplegadas a lo largo de su enseñanza. Pero, más que todo, podríamos decir que La carta robada muestra en su enunciación qué es leer. Son justamente las operaciones de lectura las que quedan
Para no concluir, aún Un acontecimiento debe ser excepcional, fuera de regla J. Derrida
Notas (1) «Y el estilo de Lacan estaba hecho para desbaratar durante mucho tiempo todo acceso a un contenido aislable, a un sentido unívoco, determinable más allá de la escritura» (Derrida, 1977:17) (2) Recordemos que tanto Dupin como Sherlock Holmes como Marlowe –por mencionar sólo algunos- son detectives por fuera de la Institución policial, pero además, por fuera de cualquier institución social incluida la familiar; es su condición de outsiders la que justamente les posibilita interpretar los crímenes leyendo pistas, huellas e indicios que han sido desestimadas por la opinión establecida.
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Experiencias de la herencia. La militancia armada de los setenta en las voces de la generación de las hijas y los hijos (1) Mariela Peller Lic. en Sociología - UBA-CONICET mariela_peller@hotmail.com
Este artículo fue publicado previamente en Revista Afuera. Estudios de Crítica Cultural. Año 7, Nº 12, junio 2012. Agradecemos a las directoras de esa revista la posibilidad de volver a publicar el trabajo.
Introducción
En el campo de las narraciones sobre la militancia armada de los setenta en Argentina, existe una serie compuesta por elaboraciones estéticas producidas por la generación de los hijos e hijas de militantes, en algunos casos desaparecidos durante la última dictadura militar (1976-1983). El comienzo de estas intervenciones puede situarse con el nacimiento en 1995 de la agrupación HIJOS (Hijos por la Igualdad y la Justicia contra el Olvido y el Silencio) conformada por hijos e hijas de desaparecidos, que estableció la cuestión visual como estrategia preponderante en sus operaciones políticas. Entre las diversas producciones simbólicas, no todas vinculadas directamente con HIJOS, se destacan diversas películas documentales, ensayos fotográficos, obras teatrales y más recientemente ha surgido también una serie de relatos literarios. La generación de los hijos de las víctimas del terrorismo de estado elige al arte como forma privilegiada para indagar sobre el pasado de sus padres forjando de esa forma un segmento de narrativas generacionales sobre los años setenta en Argentina. Una de las posibles respuestas a esta elección de producción de discursos estéticos por parte de la generación de los hijos de desaparecidos puede vincularse con que, como afirma Gonzalo Aguilar (2006) para el caso del cine, el arte se presenta como un lugar posible para el trabajo del duelo. Estas obras estéticas instalan una mirada crítica sobre la militancia de sus padres al interrogarse sobre sus elecciones políticas, personales y familiares, desafiando un pasado construido como mítico y heroico. Establecen, así, fisuras en las narraciones establecidas. Pero si bien, corren a sus padres militantes de la posición de víctimas que había sido legitimada en los relatos públicos de la transición democrática, no por ello
abandonan la denuncia de los crímenes cometidos por la dictadura militar. De esta forma, estas intervenciones de los hijos e hijas se construyen, como afirma Ana Amado, desde un lugar tensionado, “situando su práctica como derecho y a la vez como deber, para recuperar lazos entre lo que es y lo que fue” (Amado, 2004:49). En el presente trabajo analizo tres de esas obras: los documentales M de Nicolás Prividera (2007) (2) y Encontrando a Víctor de Natalia Bruschtein (2004)(3) y la novela La casa de los conejos de Laura Alcoba (2008) (4) . Mi lectura se organiza alrededor de la pregunta por las relaciones que entablan estas obras tanto con los discursos producidos en los años setenta(5), como con los relatos elaborado posteriormente por los protagonistas de la década del setenta, es decir, por los integrantes de la generación de sus padres(6). Si la experiencia de militancia de los padres se convierte muchas veces en el tema de estas construcciones simbólicas, ¿qué relato construyen de los años setenta? ¿Cómo cuestiones como la moral, la ideología y la política presentes en los discursos de las organizaciones armadas (y luego en los testimonios de los militantes) integran las producciones de los hijos? En su revisita al pasado de sus padres, ¿qué escogen estos jóvenes, qué seleccionan, qué filtran, qué interpretan, qué barren, qué repiten?, y finalmente ¿qué modalidades adoptan para regresar a ese pasado? La figura del heredero tal como es conceptualizada por Jacques Derrida en diálogo con Elisabeth Roudinesco es una noción productiva para reflexionar sobre las relaciones que establecen las obras de los hijos con los discursos de los setenta. Si bien Derrida utiliza la idea de "experiencia de la herencia" para pensarse a sí mismo y a su obra en relación con los teóricos estructuralistas de los años
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 sesenta, las operaciones que realiza esa experiencia son también las que asumen los discursos estéticos que analizo en este artículo. El lugar del heredero es el de aquél que escoge su herencia, es decir, el de un sujeto que no acepta lo legado de modo completo pero tampoco lo descarta en su totalidad. En este procedimiento de selección se exhibe la responsabilidad con respecto a lo heredado, una responsabilidad que supone una fidelidad en la infidelidad. Porque como afirman Derrida y Roudinesco, "la mejor manera de ser fiel a una herencia es serle infiel, es decir, no recibirla literalmente, como una totalidad, sino más bien pescarla en falta, captar su momento dogmático"(2003: 10). A partir de estas ideas, en este artículo analizo qué conservan y qué dejan de lado sobre los setenta las construcciones simbólicas de las hijas e hijos tanto en sus contenidos como en sus procedimientos formales. El nombre de la niña En el prólogo a La casa de los conejos Laura Alcoba le habla a Diana Teruggi, militante de Montoneros desaparecida, a quien le dedica su novela.(7) Escribe: “Pero antes de comenzar esta pequeña historia, quisiera hacerte una confesión: si al fin hago este esfuerzo de memoria por hablar de la Argentina de los Montoneros, de la dictadura y del terror, desde la altura de la niña que fui, no es tanto por recordar como por ver si consigo, al cabo, de una vez, olvidar un poco” (Alboba, 2008:12) . La escritura se presenta como un acto relacionado al pasado de la autora, se instala como un ejercicio de memoria manteniendo vínculos con el relato testimonial. Porque si bien el registro es claramente ficcional, el lector sabe -porque la novela se encarga de crear ese pacto de lectura con él- que los datos que se narran tienen asidero en la realidad. A la manera de la Emma Zunz de Jorge Luis Borges, este relato, como muchas otras obras de la generación de los hijos, mezcla la prueba autobiográfica con una trama ficcional y de esa forma construye su verosimilitud, su credibilidad. Se encuentra cercana al realismo pero a la vez nos genera cierta desconfianza en la evidencia. En este sentido, es interesante que, como menciona la autora en una entrevista que le realicé en octubre de 2009, el libro está escrito en francés y no en español, es decir, la niña Laura narra la historia en presente y en primera persona en una lengua que no era su lengua materna. El libro es la narración de la vida cotidiana de un grupo de militantes de Montoneros desde la mirada de una niña de siete años, instala así una discusión sobre los vínculos entre infancia y violencia política en los setenta. El relato está situado durante los años setenta, en la ciudad de La Plata. La narradora es la niña Laura, que cuenta en presente todo lo que va sucediendo en su vida en el año 1975 y en los días previos al golpe de estado de 1976. Ella es hija de una pareja de militantes montoneros, su padre está preso en aquellos años; su madre debe mudarse con ella y una
pareja de compañeros militantes, Cacho y Didí (que está embarazada), a una casa donde se monta una imprenta clandestina encargada de imprimir y distribuir el periódico Evita Montonera. En la casa, que funciona bajo el disfraz de un criadero de conejos, se construye en el fondo un “embute” que oculta la imprenta. La elección de una narración en primera persona y por parte de la niña es la que, a mi parecer, genera el efecto más importante del relato porque pone en evidencia las tensiones experimentadas por aquellos que no habían elegido participar de la violencia política, por aquellos niños que aún eran incapaces de procesar esos acontecimientos, de comprenderlos del mismo modo que un adulto. La novela narra la experiencia de esta nena que vive en la clandestinidad, que sabe que no debe decir su apellido, que tendrá documentos falsos y que en un momento de angustia pierde la certeza sobre su identidad y se pregunta: “¿Cuál es, al fin y al cabo, mi nombre?”. Pregunta que instala la vacilación sobre la identidad y la conciencia del peligro de pronunciar su nombre. Otro problema relacionado con la cuestión de la falta de saber sobre el nombre, es el de los secretos que debía mantener la niña. La novela exhibe las tensiones derivadas de la vida clandestina de los militantes y de aquello que era preferible que sepan o no los niños. Que los niños sepan implicaba que comenzaban a formar parte del grupo que poseía el secreto y que por lo tanto estaban también expuestos a la posibilidad de delación, lo que aparejaba riesgos para todo el grupo familiar y también para la organización. A la vez este saber ponía a los niños frente a situaciones incómodas en los espacios públicos, ya sea en la escuela o frente a su familia ampliada que, muchas veces, desconocía todos los detalles de la militancia de los padres, situaciones que hacían que los niños deban mentir a pesar de no llegaban a comprender enteramente qué era aquello que debían ocultar y por lo tanto cometían "errores".(8) El relato nos cuenta que las salidas al colegio que realizaba la niña produjeron varios acontecimientos que pusieron en riesgo la seguridad de los integrantes de la casa, por ello Laura tuvo que dejar de ir a la escuela. Preocupada por instruirse decide hacer un crucigrama en el que escribe junto a "va", "muerte", "Videla", "dar", "Isabel" y "arte", la palabra "asar", así con "s" porque si no le era imposible ubicarla en el crucigrama. Por azar esta niña vive aquellos años en clandestinidad, digo por azar porque de alguna forma esa experiencia no le es propia, sino que es una experiencia que le ha sido otorgada por otros. Por azar, la niña logra salir del país con su madre en el 76. En el exilio se enterará que la casa de los conejos fue destruida en un operativo conjunto de la policía y el ejército, el 25 de noviembre de 1976, en el que murió Diana Teruggi (Didí). La hija de Diana (Clara Anahí Mariani), que ya había nacido en aquél momento, fue secuestrada y sigue siendo, aún hoy, buscada por las Abuelas de Plaza de Mayo. La pregunta por el nombre que se hace la niña, que puede entenderse como una pregunta que continúa
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www.centrodos.com.ar aún hoy, puede vincularse con dos de las palabras del crucigrama, las dos que a simple vista parecen más ajenas a la serie: arte y azar. La novela da cuenta de una búsqueda por comprender el nombre propio, por comprender ese nombre que fue mucho tiempo cargado con temor, que era sentido como una amenaza. La niña y también la adulta, que aparece como narradora tanto al comienzo como al final de la novela, intentan comprender cuánto de azar hubo en esas muertes y supervivencias. Y es el arte -que se exhibe en el crucigrama como una palabra incluida más bien por la adulta escritora que por la niña- el que le otorga a Laura Alcoba (narradora-escritora- niña- adulta), la posibilidad de relatar esas experiencias vividas, de construir sentidos sobre ese pasado, de criticarlo, pelearse con algunas situaciones, entender otras. Como afirma Alejandra Oberti, los relatos testimoniales (en este caso una autobiografía ficcional) no sólo dicen cosas sobre el pasado sino que también hacen en el presente. "os testimonios contienen actos de justificación, denegación, ajustes de cuentas, perdones, condenas, traiciones y acusaciones" (Oberti, 2008: 45). Tanto por su tema (la niñez, la violencia política, la memoria) como por sus procedimientos genéricos (vínculos ambiguos entre ficción y relato biográfico) se puede enlazar la novela de Alcoba con algunos pasajes de los films testimoniales Los rubios de Albertina Carri (2003) y M de Nicolás Prividera. Una de las primeras imágenes de M es el plano de una televisión prendida pero sin imagen que se refleja en un espejo, la cámara se va moviendo y mostrando diversos ambientes de una casa. La cámara esta a la altura de la mirada de un niño pequeño, lo primero que enfoca la cámara es la pantalla de un televisor encendida pero sin imagen, luego va caminando por la casa, de fondo se oyen los testimonios que se escucharán luego a lo largo del film. Oímos relatos entremezclados, vemos a través de una cámara que está a la altura de un niño, un niño que ronda por una casa y que finalmente se detiene en una foto antigua de un hijo con su madre. El espectador ya percibe que el niño es Nicolás, más adelante sabrá que la mujer es Marta su madre desaparecida en el año 1976 durante la última dictadura militar en Argentina. Los rubios también utiliza un recurso con el que se hace presente la mirada infantil de los trágicos hechos transcurridos en la historia reciente argentina. La película abre con una animación con muñecos Playmobil para la construcción del cuerpo de los padres ausentes de Albertina. Alguien, que suponemos es Albertina de niña, juega con estos muñecos, que reemplazan lo que pudieran haber sido actores en ficción. Es sólo a través de este recurrir a un juego infantil que la realizadora puede representar el secuestro y desaparición de sus padres, bajo la fantasía de una nave espacial que los "chupa". Estas escenas de los films de Carri y Prividera, como lo hace la novela de Alcoba, se instalan en un narrador infantil; son los niños los que cuentan esa historia. La novela de Alcoba es narrada por la niña Laura de siete años, la cámara
en M se sitúa a la altura del niño Nicolás y la escena de la desaparición es representada en Los rubios por medio de un juego con Playmobils. De esta forma, estas narraciones nos hablan de las relaciones complejas entre infancia, violencia política y desapariciones, pero además lo hacen desde una mirada infantil. Una mirada que de ningún modo esta subestimada por ser la de un niño o niña y que tampoco se caracteriza por su pasividad por ser la de un testigo visual. Estas narraciones literarias y fílmicas construyen una figura del niño ligada al hacer, son imágenes donde los niños hablan, caminan, juegan, allí hay movimiento, que se aleja de una construcción de la mirada como pasividad. Y también es el hacer en el presente, el construir una obra estética, que da cuenta de una producción de sentidos actuales sobre ese pasado. Esta operación de hacer (con) ese pasado de los padres nos conduce a la pregunta por la herencia que escogen estas obras. En el caso de La casa de los conejos en ciertas descripciones de la cotidianeidad que realiza la novela surge, de manera a veces directa y otras veces más desviada, cierto clima ligado a lo siniestro y a lo opresivo pero que se mezcla con momentos de alegría y felicidad. Ese clima se contrapone a lo que la niña Laura en la novela piensa como “un drama infantil normal” (que como mencioné anteriormente, es también el que construyó Prividera en su infancia para explicar-se la ausencia de su madre). Por otro lado, la novela muestra a una niña permanentemente interesada por parecer adulta y que en muchos casos posee información ligada al mundo de los adultos, pero que llega a la conclusión de que no está a la altura de las circunstancias. Hay cierto sufrimiento allí en ese saber y no saber. Todos esos detalles de la cotidianeidad vistos a través de los ojos de la niña generan un efecto de cuestionamiento a la infancia que le tocó vivir. Así, la novela se contrapone con aquellos relatos que presentan miradas heroicas sobre la militancia de los años setenta en Argentina, en la narración no hay condescendencia con aquellos adultos que poblaban el mundo de la niña, sino que más bien la novela permite una lectura en clave de “orfandad”, que a la vez entra en tensión con la idea de que entre los integrantes de la casa de los conejos llegaron a conformar “casi una familia”. Creo que esa es la herencia que elige Alcoba: una interrogación crítica sobre las circunstancias en que se desarrolló su infancia y a la vez un rescate de la figura de la familia que así y todo, en clandestinidad, con nombres falsos y estrategias de ocultamiento, construyeron los integrantes de aquella casa. Poner el cuerpo “Su niñez estaba poblada de nombres, su propio cuerpo era como un salón vacío lleno de ecos de sonoros nombres derrotados. No era un ser. Una persona. Era una comunidad”. Esta frase de William Faulkner es la primera imagen que nos presenta el film M de Nicolás Prividera. Le
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 sigue el plano de una televisión prendida pero sin imagen que se refleja en un espejo, la cámara, que se encuentra a la altura de un niño, se va moviendo y enfocando diversos ambientes de una casa. La cámara finalmente se detiene en una foto antigua de un hijo con su madre. Luego del plano de la foto familiar observamos los créditos de presentación del film, donde hay una pieza de un juego de encastre con la letra “m”. Esa única pieza es un fragmento en busca de otros que se ensamblen y simboliza un modo específico de entender a la memoria. En este punto Prividera parece acordar con Pilar Calveiro quien afirma que “la memoria arma el recuerdo no como un rompecabezas donde cada pieza entra en un único lugar, para formar una figura también única sino que opera más que como un rompecabezas, como un lego. O que con las mismas piezas yo puedo construir distintas figuras” (Calveiro, 2004: 72). Luego de la presentación de los créditos del film aparece la imagen borrosa de Marta Sierra (madre de Nicolás) filmada en los años setenta. Desde el comienzo M anticipa la topografía de la película: un hijo en búsqueda del paradero de una madre desaparecida. Un hijo que quiere saber sobre la militancia política de su madre en los años setenta, que se pregunta qué tan implicada estuvo ella en la violencia política de aquellos años, que interpela a aquellos que la conocieron buscando algún dato que le sea útil para comprender esa parte de su historia personal. Historia personal que es también la historia reciente de Argentina. rta Sierra, bióloga, empleada del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), ubicado en Castelar, Provincia de Buenos Aires, Argentina, fue secuestrada a los 36 años, por las Fuerzas Armadas argentinas, pocos días después del Golpe Militar del 24 de marzo de 1976. Sus hijos Nicolás (el director y protagonista del film) y Guido tenían seis años y dos meses, respectivamente, en aquél momento. Desconocen lo que sucedió con su madre luego de ese secuestro, no saben en qué centro de detención se encontró, ni exactamente cuál era el compromiso que tenía con la militancia política en aquellos años. No saben si militó o no en la organización política Montoneros. La película es el recorrido que realiza Nicolás durante el año 2004 en búsqueda de algunas respuestas sobre la vida y muerte de su madre. Pesquisa que realiza primero entre diferentes organismos de derechos humanos, para luego pasar a entrevistar a varias personas que conocieron a su madre (familiares, compañeros de militancia política, compañeros de trabajo), indagando sobre las causas, los hechos, los silencios, traiciones y afectos que conformaron la vida de Marta en aquellos años. La forma que adopta este recorrido se presenta como lo que Paul Ricœur (2004) denomina, siguiendo a Freud,
“trabajo de rememoración”, es decir, cuando un sujeto por medio de una pesquisa activa logra recordar. La importancia de esa operación radica en que la modalidad del recordar supone una postura activa por parte del sujeto. En estas consideraciones sobre la memoria, Ricœur retoma la distinción aristotélica entre mneme y anamnesis. La primera, se refiere al recuerdo como simple evocación, como algo que se le aparece al sujeto que recuerda, sin que éste lo haya invocado. Designa un movimiento en gran medida independiente de la acción del sujeto y remite al qué se recuerda. A este tipo de recuerdo Ricœur lo denomina “memoria pasión”. La segunda, se refiere al recuerdo como objeto de búsqueda. Es cuando la rememoración es ejercida y practicada por un sujeto, y el recuerdo emerge como objeto buscado, encontrado y construido por medio de esa pesquisa. Este modo del recuerdo remite al cómo del recordar y es un movimiento sometido a la acción del sujeto, es una “memoria-acción” (Ricœur, 2004: 109). Tres operaciones que realiza el film de Prividera me conducen a considerarlo como un trabajo de rememoración en el sentido en que lo trabaja Ricœur: su búsqueda de asunción de responsabilidades (propias y ajenas); su intento de construcción de una comunidad, un nosotros desde el cual ejercer el recuerdo; y por último, su respuesta a la herencia de los setenta, respuesta que supone la generación de nuevos sentidos sobre ese pasado. En primer lugar, el protagonista (Nicolás), que se presenta con cierto aire detectivesco -no sólo por el piloto que lleva a lo largo del film, sino también por el tipo de preguntas incisivas que realiza a sus entrevistados- expone su cuerpo en la película y es así que lleva activamente adelante la búsqueda de pistas, es decir, que se hace cargo él mismo de indagar sobre ese pasado. Es él quien se dirige a cada institución, es él quien realiza cada uno de los llamados telefónicos, es él quien hace cada una de las preguntas. Y es él también quien dirige el film. La mostración de este hacerse cargo no es casual, sino que es una de las tesis fuertes de la película. En este sentido, el film hace suya una frase del libro de Pilar Calveiro Política y/o violencia que aparece subrayada mientras vemos a Nicolás leyendo: “Es necesario escrachar, poner en evidencia, impedir el disimulo de quienes se hacen los desentendidos en relación con las responsabilidades que les cupieron” (Calveiro, 2005:19). Una de las consideraciones importantes que realiza Calveiro en su libro se relaciona con la búsqueda de “otras” responsabilidades sobre la violencia política de los años setenta, más allá de las que les cupieron a las fuerzas armadas. La autora sostiene que es fundamental indagar sobre la existencia de otras responsabilidades, si bien ello no significa de ningún modo reactivar la “teoría de los dos demonios” (9). Entre esos actores sociales que cree
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www.centrodos.com.ar necesario interrogar se encuentran los partidos políticos y sus líderes, los sindicatos, las organizaciones políticas, y por supuesto las propias organizaciones armadas. Esta búsqueda de otras responsabilidades, pero principalmente este hacerse responsable del propio protagonista, habla de una postura ético-política sobre la que se sostiene la película. El film pone en escena que, como versa el epígrafe que abre este trabajo, la responsabilidad no puede disociarse de una experiencia de la herencia; el sujeto no sólo debe responder por sus propios actos sino también por aquellos que lo preceden. La indagación por esas "otras" responsabilidades está presente cada vez que Nicolás toma la palabra en la película para hablarle en cierta forma al espectador. En esos momentos que son dos, está también presente su hermano (que suele estar callado o hacer sólo algún pequeño comentario), pero lo más relevante es que Nicolás aparece reflejado en un espejo, es decir aparece duplicado. Este reflejo de Nicolás hace que en la escena se sume una persona más, un tercero, que le otorga a la escena la idea de un nosotros, produce así una comunidad, es decir, pone el foco en lo colectivo, en que los otros son necesarios para cualquier ejercicio de memoria. Como afirma Gonzalo Aguilar en un artículo donde analiza M: "El yo anuda lo social y lo personal, lo político y lo histórico, la presencia y la ausencia, [generando] un yo vicario desde el que se piensa la posibilidad de la memoria y de lo político" (Aguilar, 2007a: 173-174). En este sentido, afirmaba Prividera en una entrevista: “El tránsito al proyecto colectivo que es el cine tenía que ver para mí con que esa historia no era sólo mía, y que tenía sentido investigarla y romperse el alma sólo si tenía un destino público (...). Tenía que encontrar la conexión entre la historia personal y una historia social. Y el proyecto mismo de la película era una metáfora de esto: ver si encontraba gente a la que realmente le interesara” (Kairuz, 2007). El film de Prividera responde a la herencia de los setenta pero ¿cómo lo hace?, ¿cómo se relaciona con ese pasado y con las voces de sus protagonistas? En un artículo publicado en la revista El Amante, que lleva el sugerente título "Lo que hacemos con lo que nos han hecho", Prividera sostiene que "la Historia no se cuenta sola. Hace falta interrogarla, exponer sus condiciones de producción, cuestionarla" (Prividera, 2007: 38). El modo en que el film organiza las voces múltiples de los protagonistas genera ese cuestionamiento de la historia al que se refiere Prividera. Cada uno de los entrevistados (familiares, compañeros de trabajo de la madre, empleados de instituciones de derechos humanos, entre otros) enuncia cosas diferentes que muchas veces se contradicen entre sí. Contradicciones que el film expone sin intentar diluir. En diálogo con esas voces está la de Nicolás, que en varias ocasiones realiza reclamos por las responsabilidades de los adultos implicados, pero también pide ayuda a la generación de sus padres para poder reconstruir su historia, la Historia.
El recorrido que presenta la película puede interpretarse por un lado, como la búsqueda de la conformación de este espacio de vínculos entre generaciones donde la trasmisión del pasado sea posible, y por otro, como el intento de Nicolás, integrante de la generación de los hijos de desaparecidos, de darle su propio sentido al pasado, puesto que no momifica aquello que le trasmiten, sino que narra con ello su propia historia. En este sentido, la película discute con aquellas formas de relación con el pasado que lo único que pueden hacer es repetirlo. Hay una escena en la que se evidencian dos modos del recuerdo. Uno es el de la repetición, es un modo de hacer memoria que no percibe que es puro resguardo del pasado con la pretensión de abolir cualquier distancia con él. El otro es el de la rememoración, que supone un trabajo del sujeto para construir ese recuerdo, que implica una elaboración de ese pasado y lo habilita para actuar en el presente. La escena mencionada se trata del diálogo entre Nicolás y la hija de Ana, una ex-militante compañera de Marta Sierra. Antecede al diálogo un cártel aparecido en la pantalla que dice "Repetí la historia tantas veces", frase que luego será dicha por la interlocutora de Nicolás.(10) Transcribo parte del diálogo: Hija de Ana: Me tendría que sentar y creo que me acordaría paso a paso todo, todo. No se si repetí la historia tantas veces como para que... Nicolás: ¿Con quién la repetiste? Hija de Ana: Con el que se me acercara, es algo que no lo puedo evitar. Y a su vez me permitió tener fresquito todos los recuerdos esos, los tengo y los repito cada vez que puedo, me gusta repetirlos. Nicolás: ¿Por qué? Hija de Ana: Porque no quiero que se me olvide nada, nada, nada, nada. Me han tenido que bajar del tren, yo me peleo cuando me parece que no, que cambian la historia, no, no, no... La postura de la hija de Ana (que nos recuerda al Funes memorioso de Jorge Luis Borges que capturado por recordarlo todo no podía pensar), se inscribe dentro de lo que podemos reconocer como una compulsión a la repetición del pasado. En contraste, las palabras y los gestos que Nicolás realiza mientras escucha (y sobre todo el trabajo que realiza a lo largo de la película) dan cuenta de su desacuerdo con este modo de vínculo con el pasado. En cambio, el film establece una relación habilitante con el pretérito de la generación de sus padres. El detective que busca pistas es también el director de la película, si por un lado interroga a la década del setenta, por el otro, actúa su presente cinematográfico, narrando su propia película. Construye nuevos sentidos con su obra, que no es mera reproducción del pasado, sino producción del presente.
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 Preguntas a la madre Natalia Bruschtein es la hija de Víctor Bruschtein, militante del Partido Revolucionario de los TrabajadoresEjército Revolucionario del Pueblo (PRT-ERP) (11) desaparecido el 19 de mayo de 1977. Su cortometraje, realizado como tesis de la carrera de dirección cinematográfica, muestra la búsqueda que Natalia realiza para comprender la elección de su padre por la lucha armada, que lo puso en situación de riesgo y que de alguna forma, deja entrever el film, lo condujo a la muerte. La búsqueda implicó que Natalia viajara a la Argentina, puesto que vive desde niña en México donde creció junto a su madre (Shula Erenberg) en el exilio. Las primeras imágenes del film, que nos muestran lo que alguien (Natalia) ve desde un tren en movimiento, dan cuenta de esta idea de recorrido, de itinerario, de pesquisa, de búsqueda. La tonada mexicana de Natalia evidencia el traslado a un territorio otro para realizar la búsqueda, para comprender las elecciones realizadas por su padre en el pasado. La narración adopta la primera persona de la enunciación. Natalia es así directora, guionista, protagonista y narradora del film. Esta primera persona queda plasmada desde el comienzo cuando vemos una foto de los años setenta, en la que se encuentra Víctor con Natalia en brazos; en la fotografía han sido incorporadas las señalizaciones: "mi papá, "yo". Al igual que sucede en el film de Prividera, los materiales documentales que se incorporan en la película de Bruschtein son fotografías de tono familiar; no hay imágenes históricas de los setenta. Los films eligen exhibir al padre (y la madre en el caso de M) en escenas más bien íntimas que los alejan de la grandilocuencia de las imágenes históricas sobre movilizaciones políticas que suelen ser seleccionadas en otros documentales para hablar de aquellos años. Otro procedimiento similar es el referido a la voz en off. En ambos documentales la voz en off más clásica es reemplazada por la presencia de los directores en la pantalla, presencia que organiza la narración del film. Tomando como punto de referencia la primera persona, Encontrando a Víctor se estructura alrededor de diferentes escenas donde Natalia interroga a sus familiares cercanos que fueron testigos de la militancia de su padre en los setenta y que estuvieron también vinculados a alguna organización político-militar: su madre, su tío, su abuela, su tía. Es decir, se despliegan las voces de los familiares protagonistas de aquella época siempre interpelados por la presencia de Natalia. Tanto Natalia como sus entrevistados aparecen en primeros planos cerrados que generan un clima intimista y familiar. Las preguntas que ella realiza suelen ser fuertes y sin concesiones con esos adultos que están allí
escuchándola y respondiéndole. Sin embargo, son los gestos, las miradas, las sonrisas los que, efecto de estos primeros planos, generan la idea de un diálogo. El diálogo entre generaciones es allí posible. Porque más allá del tipo de preguntas incómodas que Natalia formula, ellos están presentes para devolverle la palabra (que es justamente el reclamo que hacía en M Prividera: "hablen, expliquen, contesten, háganse responsables"). Las escenas en las que Natalia dialoga con su madre, que al igual que su padre desaparecido fue militante del ERP, son emblemáticas de esta modalidad de diálogo entre afectuosa e inquisitiva. En la primera de esas escenas Natalia le lanza a la madre, aunque con tono débil, un pedido de explicaciones y un fuerte reclamo por la elección de la lucha armada a pesar de la tenencia de una hija: "¿Nunca tuvieron miedo de que pase algo?”, "¿no tuvieron miedo a que el hijo quede huérfano?", "bueno, pero estaban en una situación de riesgo", "¿y no es para nosotros más saludable tener a un padre vivo?” y también, “¿por qué nuestros padres prefirieron quedarse en la militancia que quedarse con sus hijos?”. A esta interpelación que le realiza Natalia, la madre responde con un tono tranquilo, intentando explicarle a su hija el porqué de las elecciones del padre y de las suyas, recuperando ciertos tópicos sobre la intensidad del tiempo de la revolución. En otras escenas del diálogo entre la madre y la hija, el montaje ha borrado las preguntas de esta última y sólo nos quedan las largas explicaciones de la madre sostenidas en silencios (también largos) y miradas algunas veces comprensivas y otras veces inquietas de Natalia. La madre se deja someter al interrogatorio de la hija, la hija intenta no ser complaciente con la madre pero se le escapan miradas cómplices, sonrisas amistosas, gestos que llevan la marca del intento de un entendimiento. A la posición ocupada por Natalia en este diálogo Ana Amado, en un trabajo donde analiza diversos textos audiovisuales de la generación de los hijos de desaparecidos, la denominó la del “testigo-escucha”. Una figura que va al encuentro del relato de lo que está ausente, que está abierta al pasado, a la violencia y a la muerte que estuvieron implicadas en él. Esta figura del "nuevo testigo” es "el elegido para pensar el desastre, para guardar memoria, y al mismo tiempo, romper con la lógica (y su legitimación temporal) del "haber estado" de una generación" (Amado, 2009: 202). Esta figura del escucha abierta al diálogo permite la transmisión de sentidos entre generaciones y posibilita esa experiencia de la herencia que no puede desligarse de una responsabilidad con la generación de los padres. La responsabilidad con el pasado se hace evidente no sólo mediante las huellas exhibidas en las obras estéticas de
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www.centrodos.com.ar estos hijos e hijas sino también en las marcas que cargan en sus nombres y sus cuerpos. No casualmente Natalia Bruschtein elige finalizar su film con una frase de su tío Luis Bruschtein (también militante en los setenta como su padre) que se refiere a lo que sí ella lleva consigo de la generación de su padre. Luis le dice: "es como que fueran hijos de ellos, como que si ellos hubiesen estado vivos, ustedes serían como son, como si ustedes hubiesen tomado cosas de ellos, a veces gestos, pero a veces también son formas de ser, formas de pensar , elecciones que hacen en la vida”. A estas palabras de Luis le sigue la imagen de una foto de Víctor de los años setenta sobre la que se superpone imagen en movimiento de Natalia en la actualidad. Ella lo acaricia, lo mira, lo toca, se pone a su lado. Este procedimiento de yuxtaposición los une en el presente, generando un encuentro posible sólo en la temporalidad y el espacio del film. ¿Qué mejor cumplimiento de su tarea podemos imaginar para esta "testigo- escucha" que la producción de ese encuentro imposible entre las generaciones? Hacer posible ese encuentro, con sus críticas y cuestionamientos, es darse el lugar para realizar una experiencia de la herencia. Fielmente infieles Un sujeto se transforma en heredero cuando otro muere. Tras la muerte de ese ser querido el sujeto necesita realizar (aunque no siempre sea posible) un trabajo de duelo. Como discursos vinculados a las muertes de seres queridos, estas obras son espacios que posibilitan un trabajo de duelo (si bien inconcluso y fragmentario) personal y social de esas vivencias traumáticas. Paul Ricoeur denomina"memoriaacción" a la modalidad del recuerdo que supone una rememoración ejercida y practicada por un sujeto, en la que el recuerdo emerge como objeto buscado, encontrado y construido por medio de una pesquisa activa (Ricoeur, 2004: 35). Si los acontecimientos trágicos generan huecos en la memoria y grietas en la capacidad narrativa, las producciones estéticas de las hijas e hijos de desaparecidos son un intento de luchar contra esa imposibilidad de dar sentido a los acontecimientos del pasado. La búsqueda y la incorporación del pasado en una narración es un acto fundamental para su comprensión y reinterpretación. Las obras logran así recuperar una historia despedazada por el horror y construir una memoria que escapa por medio de un acto de lenguaje a la repetición. Porque los relatos que han construido las hijas e hijos de militantes de los setenta si bien toman como tema de sus obras la violencia política de aquellos años lo hacen mediante relatos y procedimientos que critican los valores morales y la cultura política de la generación de sus padres, sin por ello barrer con todo. Mediante sus obras generan nuevas narraciones que no duplican los sentidos ya dados al pasado sino que cuestionan tanto los relatos de tono heroico como los victimizantes.
En suma, las operaciones realizadas por estas obras construyen un discurso que escapa a la repetición del pasado. Un contraejemplo es el film Cazadores de utopías de David Blaustein (1996). En un análisis de ese film Gonzalo Aguilar sostiene que los hitos históricos y la organización cronológica de acontecimientos que privilegia el film son exactamente los mismos que los de los documentos producidos por Montoneros en los años setenta, la sensación que tiene el espectador es la de estar releyendo aquellos documentos. De esta forma, el film narra repitiendo el pasado y no deconstruyéndolo o reformulándolo (Aguilar, 2007b). Nada más alejado de esa repetición que las producciones simbólicas que analicé en este trabajo. Mi análisis de las obras estéticas producidas por hijas e hijos de militantes y/o desaparecidos muestra que estos jóvenes nacidos durante los años ‘70 en Argentina han hallado en el arte una forma de poder narrar con voz propia un pasado que parecía pertenecer sólo a sus padres protagonistas. Es la posición asumida por estos jóvenes la que les posibilita construir una enunciación diferente. Su lugar de enunciación no es el de aquél que recibe algo y se queda pasmado sin saber qué hacer con ese legado. Muy por el contrario, estos jóvenes construyen su propio lugar de herederos porque mediante sus obras realizan la operación de “escoger su herencia” (Derrida - Roudinesco, 2003). Operación que en su enunciación se presenta como un oxímoron, puesto que la definición de una herencia es la de aquello que un sujeto no elige sino que se le es dado. Ese desplazamiento desde una posición que recibe al pasado hacia una que lo interroga otorgándole nuevos sentidos es crucial como modo de legitimación de las voces de las hijas y los hijos. Al escoger su herencia los jóvenes construyen un pasado diferente al mismo tiempo que se posicionan en el centro de la escena (pasada y actual) para reclamar también su protagonismo. La legitimación de esas voces críticas no se basa, como lo hacían los testimonios de sus padres, en el “haber estado allí” del testigo sino que se sostiene en ese proceso de nombrarse a sí mismos herederos, en ese posicionarse (y exhibirse públicamente) ellos mismos como hijas e hijos de los setenta. Unas hijas e hijos que asumen una posición crítica con respecto al pasado y a muchas de las elecciones políticas y personales de sus padres. Sin embargo, si bien estos jóvenes eligen asumir públicamente la posición de herederos, su lugar lleva también una marca de sangre, difícil de perder de vista. En otras palabras, las hijas e hijos sostienen sus cuestionamientos incómodos no solamente en la operación de elegir su herencia, sino también desde el lugar del que ha sufrido en carne propia las elecciones de otros (los padres, los políticos, las FF.AA, la sociedad). Si bien no han sido protagonistas plenos de la violencia de los setenta han formado parte de esa escena y han sufrido sus consecuencias. Y en ese sentido conservan algo de la autoridad del que lo ha vivido.
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 Una idea similar sostiene Ana Amado cuando se refiere a estas obras como gestos a la vez de autonomía y de dependencia. Autonomía que se expresa formalmente en la primera persona de la enunciación y en la presencia en la imagen como narrador- personaje; dependencia que se exhibe en ese apego al origen, en ese hacer entrar en escena (de modos diversos) a los ausentes (Amado, 2009: 165-166). Entre el amor y el espanto, la dependencia y la autonomía, las obras de las hijas y los hijos de desaparecidos llevan adelante experiencias de la herencia que ponen en escena el quid del vínculo entre padres e hijos. Como hijos nuestra vida siempre es consecuencia de las decisiones de otros, el problema, como bien lo marcaba Prividera, es qué hacemos con lo que nos han hecho, el problema es qué hacer con la herencia. Dice, al respecto, Derrida: "Únicamente un ser finito hereda, y su finitud lo obliga. Lo obliga a recibir lo que es más grande y más viejo y más poderoso y más duradero que él. Pero la misma finitud obliga a escoger, a preferir, a sacrificar, a excluir, a dejar caer. Justamente para responder al llamado que lo precedió, para responderle y para responder de él, tanto en su nombre como en el del otro. El concepto de responsabilidad no tiene el menor sentido fuera de una experiencia de la herencia” (Derrida - Roudinesco, 2003: 13). Lo que ponen de manifiesto estas palabras es que lo que está en juego en esa experiencia de la herencia es la responsabilidad del sujeto con respecto a sí mismo y a los otros. Otros que lo preceden y otros que vendrán. La herencia escogida es lo que resta luego de atravesar estas obras. Una herencia que critica muchos de los modos familiares y políticos de proceder en los años setenta pero para dejar emerger nuevos sentidos de esas mismas figuras. Fidelidad a los setenta, a la familia y a la política construidas por sus padres y sus madres, fidelidad que se exhibe en ese gesto infiel (y ético) que toma del pasado lo que permite cambiar el presente y el resto lo deja caer. Notas (1) Una primera versión de este trabajo fue presentada en la mesa "Problemas de género" en las V Jornadas de Trabajo sobre Historia Reciente realizadas en la Universidad Nacional de General Sarmiento, Los Polvorines, Provincia de Buenos Aires en junio de 2010. Agradezco los comentarios de las coordinadoras (Isabella Cosse, Karin Grammático y Alejandra Oberti), algunos de los cuales fueron incorporados en esta nueva versión. (2) Documental, 8-M, Argentina (2007), dirección y guión: Nicolás Prividera, producción: Pablo Ratto y Nicolás Prividera. (3) Cortometraje (Argentina- México, 2004), guión y dirección de Natalia Bruschtein. La directora vive desde niña en México donde se exilio con su madre en la década del setenta.
(4) Buenos Aires, Edhasa, 2008. La autora nació en La Plata en 1968 y vive desde los diez años en París, donde estudió Letras y es hoy catedrática universitaria. La casa de los conejos es su primera novela, que fue publicada originalmente en Francia por Gallimard bajo el título Màneges. La traducción al español la realizó Leopoldo Brizuela. (5) Con la idea de un discurso de los setenta me refiero al imaginario presente en los textos producidos en aquella época, principalmente en documentos, boletines y revistas de las organizaciones armadas. Excede a este trabajo el análisis de ese discurso, del que menciono aquí brevemente algunos motivos: una visión heroica de la política; una idea sacrificial, ascética, voluntarista y disciplinaria de la militancia; la legitimidad de la violencia y la lucha armada como camino a la transformación social; la primacía de un paradigma de la guerra; cierta confianza en la idea de cambiar al hombre ("hombre nuevo"); la importancia de la posición de la clase para el cambio social, entre otros (Peller, 2008). Muchos de estos motivos exceden a la Argentina de los setenta y son rastreados por Alain Badiou (2005) a lo largo de todo el siglo XX occidental. (6) Con la idea de un discurso de los protagonistas me refiero a los diversos textos testimoniales (films, textos literarios, autobiografías, etc.) producidos por la generación de los setenta, ya sean de elaboración propia o que se encuentren presentes como partes de las producciones de los hijos. (7) Montoneros fue una organización político-militar surgida en 1970 con vínculos católicos y nacionalistas y autodefinida como peronista. Su acta oficial de nacimiento a la vida pública fue el secuestro y posterior asesinato de Pedro Eugenio Aramburu, responsable del golpe que derrocó al presidente Juan Domingo Perón en 1955. (8) Otra forma de convivencia entre los niños y el secreto es la que se presentó en aquellos casos en que ante la desaparición de los padres los niños no obtuvieron la verdad por parte de los familiares que los criaron. En una entrevista realizada por Memoria Abierta, Nicolás Prividera cuenta que inventó sobre su madre una muerte por una enfermedad larga, para poder tener una historia sustituta para explicar su falta en la escuela (Memoria Abierta, 2006) (9) La llamada "teoría de los dos demonios" fue un modo de narración sobre la violencia política de los años sesenta y setenta en Argentina que comenzó a circular en los años de la transición democrática. Sostenía la idea de que existieron dos bandos enfrentados (organizaciones guerrilleras y Fuerzas Armadas), igual de violentos y con igual responsabilidad, frente a una sociedad que era espectadora y víctima de esos bandos. Este tipo de explicación de los hechos ocurridos obtura la comprensión del pasado reciente argentino. (10) Una de las modalidades en que la palabra de Prividera entra en diálogo con la de los entrevistados es mediante el uso de estos carteles. Los carteles resaltan palabras de
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www.centrodos.com.ar los entrevistados antes de que ellos las pronuncien, esa anticipación les da otro sentido. El significado que emerge está ya atravesado por la escucha de Prividera que, como la psicoanalítica, oye más allá de lo que las palabras dicen literalmente mostrando fisuras y tensiones en los relatos. (11) El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) surgió en 1970 como brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), partido trotskista fundado en 1965 y liderado por Mario Roberto Santucho. Bibliografía Aguilar, Gonzalo, 2006. “Los rubios: duelo, frivolidad y melancolía”, Otros mundos. Un ensayo sobre el nuevo cine argentino, Buenos Aires, Santiago Arcos editor. Aguilar, Gonzalo, 2007a. “Con el cuerpo en el laberinto. Sobre M de Nicolás Prividera”, en Sartora, Josefina; Rival Silvina (comp.), Imágenes de lo real. La representación de lo político en el documental argentino, Buenos Aires, Libraria. Aguilar, Gonzalo, 2007b. “Maravillosa melancolía. Cazadores de utopías: una lectura desde el presente”, en María José Moore; Paula Wolkowicz (ed.), Cines al margen. Nuevos modos de representación en el cine argentino contemporáneo, Buenos Aires, Libraria. Amado, Ana, 2004. “Órdenes de la memoria, desórdenes de la ficción”, en Ana Amado y Nora Dominguez (comp.), Lazos de familia. Herencias, cuerpos, ficciones, Buenos Aires, Paidós.
Amado, Ana, 2009. La imagen justa. Cine argentino y política (1980- 2007), Buenos Aires, Colihue. Badiou, Alain, 2005. El siglo, Manantial, Buenos Aires. Calveiro, Pilar, 2004. “Puentes de la memoria: terrorismo de Estado, sociedad y militancia” en Lucha Armada en la Argentina Nº 1, Buenos Aires. Calveiro, Pilar, 2005. Política y/o violencia. Una aproximación a la guerrilla de los años 70, Buenos Aires, Norma. Derrida Jacques - Elisabeth Roudinesco, 2003. “Escoger su herencia”, Y mañana, qué…, Buenos Aires, FCE. Kairuz, Mariano, 2007. “La pesquisa”, en suplemento Radar en Página 12, Buenos Aires, domingo 18 de marzo de 2007. Memoria Abierta, 2006.Testimonio de Nicolás Prividera, Buenos Aires. Oberti, Alejandra, 2008. "Memorias y testigos. Una discusión actual", en Políticas de la memoria nº 8/9, Buenos Aires. Peller, Mariela, 2008. “Fotografías, escrituras y política. Sobre los modos de representación de la militancia armada en Estrella roja del ERP”, Revista Afuera. Estudios de crítica cultural, año 3, nº 4, Buenos Aires. Prividera, Nicolás, 2007. "Lo que hacemos con lo que nos han hecho”, El Amante Nº 184, Buenos Aires. Ricœur, Paul, 2004. La memoria, la historia, el olvido, Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica.
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Función supervisión Gabriela Insua Psicoanalista, Docente y Supervisora en Centro Dos gabinsua@hotmail.com
«…una transmisión lograda ofrece a quien la recibe un espacio de libertad y una base que le permite abandonar el pasado para mejor reencontrarlo» (1) En uno de esos paseos virtuales por las redes sociales, salió a mi encuentro un posteo de una querida colega, que hoy reside en Barcelona, donde ella mencionaba una frase de Jacques Hassoun perteneciente a uno de sus libros menos conocido. Escribo exultante: «Maria Laura, ¡es la primera vez que veo un comentario de tan bello texto de Hassoun! ¡Que bueno!» Me contesta: «Gaby, llegué a Hassoun por tí, cuando me recomendaste «Los Contrabandistas de la Memoria». No oculto la alegría que sentí ante su comentario, pero a su vez, éste como eco me trasladó a quién me llevó a mí a Hassoun: «Francoise, llegué a Hassoun por tí», pensé. Esto es para mí la transmisión. Y nada tiene que ver con la lógica de una recomendación literaria o académica. Tantas veces recomendamos textos y quienes nos escuchan no van hacia ellos. La transmisión ocurre a mi entender cuando quien transmite logró poner (y no hablo de un hecho de conciencia) en ese acto algo del goce subjetivo que lo atravesó en el encuentro con ese autor y el participante de ese espacio de enseñanza que recibe lo que fue transmitido, lo recibe desde un lugar que va mucho más allá del acopio de saber. ¿Cuándo o cómo saber que esto ocurrió? Sencillamente en el recorte que mi colega hace del texto. En ese recorte, quien lee esta incluído en la lectura, haciendo con lo que recibió su propio texto. Luego de ésta para mí, emotiva semblanza que me resultó gráfica del tema a tratar, quisiera cernir la cuestión de la transmisión, a cómo se juega en la supervisión. Supervisión, que también ha sido llamada «análisis de control», cuando en realidad no hay nada que controlar si se está ubicado en función de supervisión. La supervisión implica una escucha del decir de un analista interrogado por un caso, digamos por el decir de un paciente.
Que el supervisor tenga por lo general más años de experiencia en la tarea, tal vez más lectura de la teoría no implica de ningún modo que la tarea sea de control o que se tenga una super-visión. Se trata de la misma herramienta de la atención flotante puesta esta vez a escuchar el decir del analista donde mediodice de lo que le ocurrió en tal o cual sesión en el análisis de tal o cual paciente. Aquello que está pasando allí, se escucha justamente en los lapsus del analista, en por dónde toma para relatar el caso, en qué sesgo lo interroga del discurso y del padecer del paciente. Supervisión…escuchar al analista que ha oído del decir de su paciente. Debo confesar que es un espacio del que disfruto mucho. Entre supervisor y analista en supervisión, transferencia mediante obviamente, se construye un lugar donde el analista busca encontrarse con sus impasses, sus puntos ciegos al decir de Freud, pero para que se produzca dicho lugar es preciso que pueda percibir que el supervisor conoce lo que está transitando porque ha pasado por allí (con su modo y con sus vicisitudes claro) y de hecho no está exento de pasar aún y siempre. Si le ocurre el supervisor buscará a otro colega a quién ubique en «función de supervisión». Por lo tanto personalmente creo que en la supervisión, la transmisión es transmisión de una experiencia y a la vez del agujero constitutivo de toda experiencia. Lo más preciado que puede lograr el supervisor es poner en causa al analista cuando el obstáculo lo hace no «estar analista» como bien decía Fernando Ulloa. Por todo esto, no llamaría jamás transmisión a esas supervisiones que se ubican de un modo superyoico, sancionador, casi «gozoso» de marcar la dificultad en quien los solicita como supervisor. He recibido muchas veces en supervisión colegas que se asombran cuando no los «reto» (para decirlo de una manera jocosa pero oportuna, incluso por el equívoco que habita a este significante), acostumbrados a ser fustigados o señalados por algunos supervisores que le subrayan moralmente diría su dificultad. No puede haber transmisión allí donde el que dice transmitir se ubica en el lugar de dueño de saber.
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www.centrodos.com.ar Eso no es otra cosa, diría, que la neurotización de la supervisión. El conocimiento teórico, uno lo tiene, de a ratos, a veces, presente, pero no para constituirse en la encarnación del conocimiento que le marcará a otro lo que no sabe. Sí, con el telón de fondo de la teoría y de lo aprehendido en el ejercicio de la clínica, el supervisor está allí para desde una posición de barradura, acompañar al analista a través de escuchar el decir de su encuentro con el paciente, acompañar digo a encontrar su modo de «estar analista». Más que en lo que se dice, la especificidad de la idea de transmisión está en desde dónde se lo dice… y en el supervisor, desde dónde se escucha.
Podría decir entonces que más que la supervisión sostengo la función supervisión cuando allí soy convocado por un colega que me honra con esa cita. Notas (1) HASSOUN, J.: «Los Contrabandistas de la Memoria». Ed. De la Flor, Bs. As., 1996 Imagen: «Lazo de unión» (1956) de Maurits Cornelis Escher (1898-1972). Fuente: http://www.taringa.net/posts/ imagenes/9023632/Espectaculares-obras-de-escher.html
TALLERES CLINICOS 2013 SEGUNDO CUATRIMESTRE AGOSTO LA REGLA FUNDAMENTAL: PARA EL ANALIZANTE Y PARA EL ANALISTA Disertante: Marisel Varela Miércoles de 18,30 a 20 horas (7, 14 y 21 de Agosto) EL PSICOANÁLISIS CON ADOLESCENTES Disertante: Valeria Girela Viernes de 18,30 a 20 horas (9, 16 y 23 de Agosto)
SEPTIEMBRE LA FUNCIÓN DEL DINERO EN PSICOANÁLISIS Disertante: Claudia Garro Miércoles de 18,30 a 20 horas (4, 11 y 18 de Septiembre) LA ABSTINENCIA DEL ANALISTA Disertante: Rosa Sánchez Sábado de 10,30 a 12 horas (7, 14 y 21 de Septiembre)
OCTUBRE FORMACIONES DEL INCONSCIENTE, SU PRESENTACIÓN EN EL ANÁLISIS Disertante: Adriana Antón Miércoles de 18,30 a 20 horas (2, 9 y 16 de Octubre) EL ANALISTA SEMBLANTE DEL OBJETO A Disertante: Victoria Márquez Viernes de 18,30 a 20 horas (4, 11 y 18 de Octubre) Entrada libre y gratuita. Se requiere inscripción previa.
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Transmisión y herencia: Formas de suceder Vanesa García Psicoanalista, Docente de pasantía en Centro Dos vanesa_marag@hotmail.com
Transmisión encuentra su raíz en el prefijo de origen latino trans que significa: «paso al lado opuesto» con sus diferentes matices: a través de: pasar de un lado al otro; situado del otro lado; situado detrás (en el espacio) o a continuación (en el tiempo) de la cosa que se expresa, o tapado por ella; cambio o trastorno. Por otro lado, misión proviene del latín miss-o-onis que tiene connotaciones como enviar, lanzar. (1) Ahora, hay algo que en ese pasar de un lado al otro, de enviarlo, de lanzarlo que nos trasciende, porque no solo depende del que lanza, también cumple una función esencial en la transmisión el Otro, como lugar de inscripción, cuestionamiento, y relanzamiento del trazo propuesto. Posibilitando recrear lo ya escrito, que dejara como saldo una marca contundente de que uno estuvo allí, no solo contemplando si no recreando a su modo y en el recrear mismo establecer la diferencia, dando lugar a que algo de lo novedoso pueda advenir. Convirtiéndose así en un heredero que tendrá como misión «escoger su herencia». (Derrida- Roudinesco 2003). Jacques Derrida interroga el lugar del heredero: «Al explicarme de manera insistente sobre ese concepto o sea la figura del legatario, llegué a pensar que, lejos de una comodidad garantizada que se asocia un poco rápida con dicha palabra, el heredero siempre debe responder a una doble exhortación, a una asignación contradictoria: primero hay que saber y saber reafirmar lo que viene antes de nosotros, y que por tanto recibimos antes incluso de elegirlo, y comportarnos al respecto como sujetos libres. ¿Qué quiere decir reafirmar? No solo aceptar dicha herencia, si no reactivarla de otro modo, y mantenerla con vida. No escogerla, (porque lo que caracteriza la herencia es ante todo que no se la elige, es ella la que nos elige violentamente), si no escoger conservarla en vida». (2) En este punto me quiero detener para articular lo antes expuesto, con la película «Elefante Blanco». (3) Sinopsis de la película Narra la historia de amistad de dos curas Julián y Nicolás, a los que se une una trabajadora social Luciana. Los
tres intentarán luchar contra la droga, los narcotraficantes, los poderes gubernamentales y policiales, una jerarquía inmóvil sospechada de corrupción. Para de esa manera defender su compromiso y lealtad hacia la gente que vive en esa mole espectral de cemento que lo han bautizado con el nombre de: «Elefante Blanco». (4)
Esa lucha es hacia afuera, hacia adentro será afrontar sus diferentes formas de entender la fe, fe en el otro, en sus convicciones, sus acciones, en un ser superior. Nicolás es un sacerdote que se lo puede ver en los inicios de la película, ejerciendo su trabajo pastoral en la selva del Amazonas, donde una noche los aborígenes son atacados por fuerzas paramilitares llevando a cabo una matanza donde nada queda en pie. Frente a ese escenario, lo que
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www.centrodos.com.ar hizo fue huir, esconderse para no correr la misma suerte. Vive a partir de allí atormentado por haber elegido ser un sobre-viviente. La culpa lo desresponsabiliza de su toma de posición ante los hechos. Julián como amigo lo tranquiliza diciéndole que no había nada para hacer, Nicolás lejos de que esas palabras lo alivien, le dice que lo que (no) hizo lo ahoga, no lo deja respirar, no sabe como va a con-vivir con eso. Frustrado por la impotencia y el sentimiento de culpa, acepta la invitación de su viejo amigo Julián, quien lo va a rescatar, y le propone que se sume a acompañarlo en el proyecto que viene desarrollando en el gran Elefante Blanco, ofreciéndoles a los vecinos de la villa una vida más digna. Julián oculta un secreto, tiene en esta invitación sus propios planes. Frente a la inminencia de su muerte por estar muy enfermo, ve en Nicolás su sucesor, un heredero. Pero el que va a heredar nada sabe. Todo estalla cuando en el final, los dos curas se enfrentan a un dilema ético. Ante sus ojos se abren dos caminos posibles; participar o mantenerse al margen, tomar la decisión de salvar a un adolescente de la villa de la violencia de los traficantes de drogas y con este acto involucrarse, o tomar una posición neutral sacrificando el futuro de ese chico para salvaguardar sus propias vidas. Dilema ante su fe y compromiso con los demás. La herencia: «No se lo que te doy, ni sabes lo que me debes» «Cada uno de nosotros es, de algún modo, todos los hombres que han muerto antes. No solo los de nuestra sangre». (Borges, 1974) La película incluye referencias explícitas y homenajes en varias escenas, al cura tercermundista Carlos Mugica (5), al final de la misma propone, en la suerte que corre Julián, una analogía entre el personaje real y el ficticio. (6) Es por ello que me puse a investigar sobre el padre Carlos Mugica. En esa búsqueda comprendí el por qué de una frase que los dos sacerdotes en la película repetían insistentemente cuando sentían quebrantar su fe. «Señor quiero morir por ellos, ayúdame a vivir para ellos, señor quiero estar con ellos a la hora de la luz.» (Párrafo extraído de las oraciones creadas por el Padre Mugica) (7). La misma está presente en una placa, en su panteón. Su tumba está en la capilla Cristo Obrero de la Villa 31 de Retiro. Por otro lado al leer una entrevista que se le realizó en Junio de 1972. [8] pude a través de sus propias palabras, saber cuál era su posición ante la fe.
Le preguntan: ¿Quién es Dios? PM: «Definitivamente, Dios no es una idea si no alguien. Dios es una persona que se entregó totalmente a mi, y se dejó matar por mí» Dios es un ser que en lugar de servirse del hombre se pone al servicio del hombre, y por eso todo hombre que da su vida por los otros sea un ateo, un marxista, o lo que fuere, ese verdaderamente se une a Cristo» «Antes de hablarle de Dios a una persona que no tiene techo, es mejor conseguirle un techo». «Es decir conseguirle un techo a una persona ya es hablarle de Dios» -Un cristiano ¿Tiene derecho a matar? PM: «No lo sé. Lo que sí está claro es que tiene que dar la vida por sus hermanos de una manera eficaz. Cada uno verá de acuerdo a su ideología, de acuerdo con la valoración particular que haga de la realidad, con la información que tenga, lo que tiene que hacer.» En este punto pienso que el personaje de Julián, es un heredero del legado que deja el Padre Mugica: ¿Cómo llegué a esta conclusión? Julián a través de su labor pastoral, construye su lugar de heredero, escogiendo su propio destino final, ¿que pasa de un lado a otro? «quiero morir por ellos». Podría haber optado morir de otra manera manteniéndose al margen ¡tenia la coartada perfecta! La muerte lo estaba acechando, podría haber quedado como un mártir sin elección posible ante la muerte venidera. Sin embargo decide burlarse de ese destino, él sorprende a la muerte de otra manera. Muere como legítimo heredero, se comporta como un sujeto libre allí donde parecía no tener mucho margen para serlo. «Un heredero no es alguien que recibe, es alguien que escoge, y que se pone a prueba decidiendo» (DerridaRoudinesco 2003) Doy un paso más ¿Cómo se pone en juego la transmisión entre Julián y Nicolás? Julián va descubriendo en el transcurso de la historia, que mientras él está tratando de hacer todo lo posible para cumplir con la orden divina, Nicolás está más en el terreno de lo humano, pretendiendo hacer justicia por mano propia, desorientado por su anhelo de saciar su deseo carnal con una mujer (Luciana). Siempre está en otro lado, diferente al que el otro le tiene asignado. Por eso es que Julián lo increpa, ¡necesita saber si su amigo está preparado para continuar con su legado! No lo quiere a su lado como un frío espectador, quiere que se involucre, que le demuestre que no se equivocó al escogerlo. Pero ¿quién escoge a quién?
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 Le quiere transmitir lo que no pudo tomar en su primera decisión. En ella Nicolás eligió ser un sobreviviente de la matanza de los aborígenes en el Amazonas. No es que no supo qué hacer con ese escenario tan temido, él podría haber elegido hacer cualquier otra cosa, en vez de esconderse, huir, mirar desde afuera, ser un simple testigo. Pero hubo un tiempo de revancha, un momento bisagra que marcará para siempre a Nicolás, el asesinato frente a sus ojos de su amigo Julián. Esta vez ante esa escena, no se mantuvo al margen se jugó su carta acompañando a su amigo en el operativo policial, hasta estaba dispuesto a morir por ellos, pero como una burla del destino una vez mas sobrevivió. La encerrona a la que se tiene que enfrentar es ¿de qué manera va a escoger sobrevivir ahora? En un primer momento, se recluye en un monasterio de clausura para pensar en silencio. Un tiempo después, Luciana lo va a buscar al monasterio y vuelven juntos al gran Elefante Blanco, para hacerse presentes en un homenaje que los vecinos de la villa le hacen al padre Julián. Podemos vislumbrar por el final de la película que Nicolás, escogió su herencia, reafirmó el legado que le dejó su antecesor. Decidió continuar con el proyecto que Julián había comenzado, esta vez eligió vivir involucrándose, para renunciar a ser un sobreviviente. Forjando que en ese suceder algo distinto suceda. Concluyo con las palabras de J. Derrida: «Somos herencia que testimonia su herencia a través de lo heredado» Notas (1) Diccionario Manual de la Lengua Española Vox. © 2007 Larousse Editorial, S.L. (2) Diálogo con Élisabeth Roudinesco en: »Y mañana qué...», Buenos Aires, julio de 2003, F.C.E, pp. 9-28. Edición digital de Derrida en castellano (destacados míos). (3) Dirección y guión: Pablo Trapero. Países: Argentina y España. Año: 2012. Género: Drama. Interpret ación: Ric ardo Darín (Julián), Jérémie Rénier (Nicolás), Martina Gusman (Luciana). Guión: Alejandro Fadel, Martín Mauregui, Santiago Mitre y Pablo Trapero. Producción: Alejandro Cacetta, Pablo Trapero, Juan Gordon, Juan Vera y Juan Pablo Galli. (4) El Elefante Blanco es un edificio ubicado en la Ciudad Oculta del barrio de Villa Lugano en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se trata de una estructura semiabandonada cuyo destino era el ser el hospital más grande
de Latinoamérica. El proyecto de este edificio data de 1923. Se había realizado una colecta pública para juntar fondos con ese fin, además de un subsidio aprobado por el Congreso de la Nación por iniciativa del senador socialista Alfredo Palacios. La Liga Argentina contra la Tuberculosis instalaría allí el Instituto de la Tuberculosis, cuyas obras comenzaron en 1938, para paralizarse a los pocos años. La obra fue retomada durante las dos primeras presidencias de Juan Domingo Perón (1947-1955), en el barrio de Lugano, cerca de la Villa 15, la cual en ese momento no se encontraba aún demasiado desarrollada. Esta villa miseria comenzó a ser conocida a partir de la década de los ’80 como Ciudad Oculta. El Elefante Blanco tenía como objetivo ser el hospital más grande de toda Latinoamérica, pero nunca se llegó a cumplir el mismo, ya que, luego de que Perón fue derrocado por Eduardo Lonardi y los militares en 1955, el edificio quedó abandonado. Actualmente el Elefante Blanco es propiedad de la «Asociación de Madres de Plaza de Mayo», y es utilizado diariamente como comedor de la gente que vive en la villa contigua. En el edificio, las Madres de Plaza de Mayo, organizan merenderos con el fin de que los habitantes de Ciudad Oculta vayan a desayunar, almorzar, merendar y cenar en el predio gratuitamente. Se encuentra instalado, adicionalmente, un jardín de infantes, llamado Jardín de los Abrazos, y un taller de costura, puesto que el edificio es muy grande. También hay proyectos para crear unas escuelas primaria y secundaria, y un centro de salud dentro del predio, ya que su voluminosidad no está usada por completo debido a sus escasas actividades beneficiarias dentro de éste. El origen del nombre o apodo Elefante Blanco, no es muy complejo. Nunca tuvo un nombre oficial puesto que no llegó nunca a funcionar ni a inaugurarse en los tiempos de Perón, así que fue bautizado por los mismos habitantes de la villa. El nombre Elefante, se debe a su gran tamaño y voluminosidad (12 pisos con decenas de salas cada uno); el adjetivo Blanco se debe al color y su tonalidad. Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Elefante_Blanco_ (Villa_Lugano) (5) Reseña de su Vida en: http://w w w.lafogata. org/02latino/5latinoamerica/a26.htm (6) El padre Mugica fue asesinado en 1974, después de celebrar una misa en el barrio de Villa Luro. El padre Julián, es asesinado por la policía en un enfrentamiento que se lleva a cabo en la villa, para salvarle la vida a un adolescente que era perseguido por dicha fuerza.
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www.centrodos.com.ar (7) Ver oración completa: http://www.elhistoriador.com.ar/frases/la_resistencia/ padre_mugica.php (destacados míos). (8) Entrevista a Carlos Mugica «Un cura se confiesa», Buenos Aires, Junio de 1972. Revista 7 Días. Edición Digital (destacados míos). http://www.elhistoriador.com.ar
(2) Edificio «elefante blanco». Fuente: http://www. diariodecultura.com.ar/web/news!get.action;jsessionid= 193083FA8CF306B16A4D3 C2678EEDDA2?news.id=11753 (3) Tumba de Carlos Mugica. Fuente: http://es.wikipedia. org/wiki/Carlos_Mugica
Imágenes (1) Afiche película «Elefante blanco». Fuente: http://www. imdb.com/title/tt2132324/
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Melancolizaciones: un mal lugar del sujeto en el deseo del Otro Paula B. Altayrac Psicoanalista, Coordinadora Institucional en Centro Dos paula.altayrac@gmail.com
Acerca del deseo de la madre Es llamativo cómo la frase «transmisión del deseo» aparece solo dos veces en la obra de Lacan, una vez referida al sueño y la otra vez referida a la transmisión del deseo de saber pero no en relación a cómo se transmite algo de la posición deseante de un sujeto. El deseo de la madre, tal como lo piensa Lacan, es una X y entonces lo que primero va a parar a ese lugar, intentando colmar ese deseo es el hijo, en posición de falo materno, de manera que entre la madre y el hijo está el falo como objeto de ese deseo materno. Para la salida de ese lugar de objeto de la madre, lo esencial está puesto en la función paterna, que viene a operar la separación del hijo no de la madre sino de esa posición de falo. Con esta operación se frustra al niño del objeto madre y a la madre se la priva de ese objeto. En el Seminario 5, Lacan trabaja cómo el amor que tenga la madre por su hijo y también la relación de amor a un hombre inciden en el modo de transmitir la falta y por consiguiente, en la subjetividad del hijo. Así se ocupa de las madres de Hans y de Gide, del modo particular de vivir su maternidad y los efectos en la subjetividad de sus hijos. Al conceptualizar la metáfora paterna, Lacan tendrá en cuenta que el niño, está convocado a ser el objeto de deseo de la madre (falo), no obstante, si se trata de una madre neurótica, este hijo no alcanza para recubrir esa falta (muy diferente es lo que ocurre en el caso de que la madre sí se satisfaga con ese hijo, quedando este hijo como falo de la madre deviniendo instrumento de goce del Otro como ocurre en la perversión). Esto quiere decir que persiste en ella un deseo que no se satisface con el hijo y esto constituirá el enigma del deseo del Otro materno. En este punto sí podríamos pensar -a pesar de que no esté dicho en estos términos en la obra de Lacan- que el Otro materno, transmite algo del orden del deseo en este alojar con su falta a un hijo. Es desde su propia falta que se desea un hijo y así, se lo aloja en el propio deseo.
Todo esto que planteo es a nivel de la constitución subjetiva del niño. En las viñetas clínicas que pasaré a revisar, de lo que se trata es de ubicar qué ha pasado en cada uno de estos casos con el lugar que tuvo el sujeto en el deseo materno. Este lugar que es el de objeto causa del deseo materno, si bien ha sido ocupado por estos sujetos -de lo contrario estaríamos ante la presencia de casos de autismo y de psicosis- en estas pacientes se escucha que algo de ese deseo que debe alojar al hijo ha fracasado. Viñetas clínicas La primer viñeta corresponde a una paciente que atendí en la institución durante algunos meses. Se trataba de una paciente histérica que al momento de consultar estaba muy melancolizada. Consulta por problemas de pareja, una inminente separación, una queja en relación al lugar que ocupa en la pareja y al poco tiempo trae al análisis la siguiente escena: recuerda cómo su mamá estaba enferma, tirada en la cama, con un color amarillo en su piel y que a los ojos de la paciente, parecía muerta. Por esa época, en la que la paciente tenía unos 13 años, la madre pierde varios embarazos y entonces a decir de ella estaba siempre o embarazada y haciendo reposo o tirada en la cama luego de alguna pérdida y deprimida. En esta escena en particular, la paciente resalta el color amarillo de la piel de su madre, ese color cadavérico que ella ve en el momento en que el padre la alza para llevarla al hospital y, desmayándose en brazos del marido deja caer un zapato. La mirada de la paciente está puesta en ese zapato caído, tal como es ella quien está caída del deseo materno. De esta escena, cuenta que el padre les dice a ella y a su hermana un par de años mayor que vayan con él al hospital pero la paciente se niega, se queda sola en su casa y tiene su primer ataque de pánico del que sale caminando sola hasta la casa de una tía que quedaba a unas cuadras. El síntoma posterior de ella, será no poder salir sola de su casa, haciéndose siempre acompañar primero
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www.centrodos.com.ar por su esposo y luego por alguna de sus hijas. En esa misma entrevista contará que siempre estuvo sola, que siempre se las arregló estando sola y que ahora ya no puede. Dirá que cuando tenía 15 días de vida, su madre la deja al cuidado de su abuela materna y se va de vacaciones con el padre y la hermana de la paciente. El relato familiar de este suceso es que la paciente durante esa semana se la pasa llorando y finalmente hacen volver a la madre para que ella se calme. Ya en su adultez la paciente sostiene que del lado del Otro no hay nada más para ella y llega a agredir al otro para hacerse abandonar. Todo esto remite a ese primer abandono materno. En el presente, refiere que si bien se le ocurren algunos proyectos en relación a su profesión, dice que nada la motiva y que no tiene fuerzas para hacer absolutamente nada, nada la despierta y nada la hace salir de ese pozo. La segunda viñeta clínica que tomaré es la de una paciente a la que atiendo en el hospital. Ya desde la entrevista de admisión, lo que aparece es la angustia excesiva de la paciente que intenta tramitar vía atracones de golosinas y la denuncia de que este mecanismo ya no le sirve para calmar esa angustia que no sabe todavía a qué se debe. A las pocas entrevistas relata que su padre era alcohólico y su madre depresiva. Todas las mañanas, esta madre al despertarse puteaba en voz alta por seguir estando viva y decía, delante de la paciente, que querría estar muerta. La paciente refiere que si bien sabe que la madre a su manera la quiso, siente que siempre estuvo sola y ahora consulta por el temor a la soledad que le provocaría romper con su actual pareja. De su infancia no tiene demasiados relatos pero sí todos sus recuerdos remiten a una pubertad y adolescencia muy duras debido a que a esta madre se le arma algo complicado en relación al despertar sexual de su hija. Así, esta madre no puede transmitirle nada en relación al pasaje de esta joven a convertirse en mujer, tampoco puede transmitirle nada en relación al amor a un hombre. No obstante esta relación con la madre, la paciente no puede separarse de ella y aún hoy, habiendo fallecido la madre, no puede hacer el duelo por esta pérdida y el corte que no ha podido hacerse en lo simbólico, se hace en lo real del cuerpo. En el pasado descubre que cortarse los brazos y en ocasiones, las piernas, es lo único que calma su angustia. Este dolor sentido en el cuerpo, que se le hace insoportable, «no pude bancarme el dolor» -dice en una entrevista-, es lo que calma su angustia. Actualmente, la paciente se siente desganada y le cuesta encontrar una buena razón para vivir, refiere: «siento que nunca voy a ser feliz». Se trata de una paciente neurótica melancolizada grave. Algunas ideas acerca de la melancolía y la melancolización En principio, hay que decir que siempre que se habla de la melancolía están presente dos cuestiones: la primera es que se trata de una psicosis y que por ende, en ella predomina un rechazo al inconsciente y un rechazo a
todo saber. La segunda cuestión presente, es la cuestión del duelo, tal como Freud la conceptualiza en «Duelo y melancolía». En las viñetas que expuse recién, está presente la cuestión del duelo. La primer viñeta, se trata de una paciente histérica que, si bien para su madre no ha tenido demasiado brillo fálico, sí lo tuvo alguna vez para su marido y ahora la relación con él está llegando a su fin. Lacan dice que lo que se duela es el lugar de causa que el sujeto ocupó para otro semejante y que entonces no se puede duelar a aquel para quien no se ha ocupado ese lugar de objeto causa. Si el análisis la conduce a hablar acerca de la relación con su madre en su primera infancia es porque este duelo por la relación de pareja, ha resignificado el duelo por no haber sido objeto causa del deseo materno y esto la lleva a una melancolización profunda, a un estado de detenimiento en el que todo parece desmoronarse para esta paciente. En el caso de la segunda paciente, es el duelo por la muerte de su madre el que no puede hacerse. Piensa en ella todo el tiempo y la angustia que la invade muestra que para ella no han pasado todos estos años desde esa muerte. El tiempo desde ese instante ha quedado detenido, no obstante, ella dice haber sido «depresiva» durante toda su vida. Nuevamente, lo que ha faltado desde el inicio es haber ocupado ese lugar de objeto causa en el deseo de la madre. Una madre demasiado depresiva como para poder alojar a su única hija. Más allá de la cuestión del duelo reciente, en los dos casos se escucha que hay poco del deseo de la madre para estas mujeres. En el primer caso, se trata de una madre depresiva y enferma que pierde numerosos embarazos y que por hacer el duelo por sus pérdidas, no puede donar nada de su amor a sus hijas. La paciente denuncia que esta madre nunca la alentó a que siguiera su vocación y en cambio le decía que hiciera lo que quisiera, no habilitando una pregunta acerca de lo que ella querría hacer de su vida. La madre de la segunda paciente, también es una madre tirada en la cama que maldice por estar viva y durante años no parece registrar mucho a su hija hasta ser sorprendida por la pubertad de ésta y ahí toda su atención pasa por impedir que la paciente salga, conozca hombres y elija la carrera profesional que ella quiere. Si bien Lacan ubica a la melancolía del lado de la psicosis, también es cierto que puede ubicarse una melancolización en el campo de las neurosis. Al hablar de las psicosis, Lacan dirá que en ellas el objeto no ha sido extraído y por lo tanto, en la melancolía el yo ideal aparece instaurado a partir de la degradación, es el propio yo un objeto degradado e inmundo. En las viñetas precedentes, si bien se trata de pacientes que están dentro del campo de las neurosis, efectivamente escuchamos -y hasta se puede observar en los casos más graves- cómo el yo se ha identificado con el objeto desecho rechazado por el Otro. Se trata de un punto de melancolización que no hace estructura -y por eso digo que se trata de pacientes neuróticas- en el que se escucha
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 muy poco del sujeto y su posición deseante y en cambio, está muy presente la cuestión del objeto anal. Justamente, es esto, el hecho de poder escuchar que haya un objeto recortado (objeto anal) es que podemos pensar que se trata de neurosis graves en las que, una vez trabajado en el análisis el punto de melancolización, se podrá volver a escuchar algo de la histeria, fobia o neurosis obsesiva. Estas mujeres que he tomado como ejemplo se ven en un lugar de objeto desecho, la imagen que el espejo les devuelve es la de «vieja y sin gracia» y «gorda». En ellas, el rechazo materno recae en el propio cuerpo no pudiendo rescatar nada del brillo fálico. En el caso de una de ellas, al menos alguna vez lo ha tenido para su marido, pero el paso del tiempo y las circunstancias ahora vienen a confirmar lo que la madre le ha dicho: que ella sin un hombre no puede y por eso pierde muchos kilos, pasa días sin bañarse y sin siquiera salir de la cama. Ambas pacientes aparecen como no habitadas por ningún deseo, en casos extremos, ni siquiera por el deseo de vivir y es que cuando no se tuvo el lugar de objeto causa de deseo para la madre, entonces, el enganche a la vida es pobre. La dimensión del deseo se encuentra perdida y lo que hay entonces es un goce excesivo. Creo que esto es lo fundamental que se escucha en el trabajo con estas pacientes. Lacan ubica claramente la relación entre angustia y deseo del Otro en términos de que la angustia es ante el no saber qué objeto «a» se es en el deseo del Otro. Ahora bien, respecto al deseo, el objeto siempre se presenta en función de causa, si el sujeto no ha sido objeto causa del deseo materno, solo queda, ser objeto resto (la otra dimensión del objeto «a»). El paciente melancolizado se identifica a ese objeto resto y desde allí responde a la pregunta por el «¿qué me quiere el Otro?». Esto da cuenta de la posición de estos pacientes que se escuchan más del lado del objeto y de allí que no encontremos nada de su posición deseante. Los autorreproches y el autocastigo dirigidos al yo, dan cuenta de esta introyección del objeto en el propio yo y de ahí, la famosa frase de Freud de que la sombra del objeto recae sobre el yo. Sin embargo, a esta lectura, Lacan agrega que, de lo que se trata es de atacar a la imagen narcisista para alcanzar al objeto «a» inherente a ella. Lo poco que hubo del lado de la mirada que sostiene al sujeto en tiempos constitutivos, es lo que da cuenta de la perturbación de esta imagen especular. En estos casos los sujetos se muestran empobrecidos por esta mirada que falló y entonces lo que se presenta cada vez es lo pobre del lado del Otro. Eva Lerner, en su tex to «Ni blanco ni negro. Melancolizaciones» resalta como una característica de los pacientes melancolizados la «demanda de mirada y de voz por demás, es decir demanda de deseo del Otro» (1). Así, una de estas pacientes, llamaba a toda hora para que la escuchara pero también para escuchar ella algo de mi voz
y en la voz, la presencia, sin importar tanto el sentido de lo que yo dijera en esas intervenciones telefónicas. En estos casos, la madre en el relato de las pacientes, ha permanecido deprimida, «tirada, como muerta», «muerta en vida» -dirán ellas-, como si lo pobre del deseo de estas madres no hubiera sido suficiente para sostener a estas hijas en una posición de deseantes. El paciente melancolizado, ubicado en ese lugar de objeto resto para el Otro materno no puede desear nada. El objeto de desecho se lleva entonces en el propio cuerpo e invade toda la vida de las pacientes en un «todo es una mierda» y «ya no hay nada más que esperar» que impotentiza a todo quien la escuche (analista y también familiares). Si en el tratamiento psicoanalítico la dirección de la cura es por la vía del deseo, en estas pacientes habrá que trabajar mucho para que puedan empezar a escucharse como sujetos deseantes y así preguntarse por aquello que las causa. A modo de cierre Si bien una madre que en lo sucesivo se muestra poco deseante, va a impactar en la subjetivación de la relación al deseo que tengan sus hijos y algo de esto podemos ver en el personaje de Francesca en «Los puentes de Madison» (2) muy distinto es cuando esta carencia del deseo está en los tiempos de estructuración psíquica del sujeto-hijo. En esta película vemos que el hecho de descubrir allí a una mujer deseante -donde no parecía haberla- se relanza algo del deseo extraviado de estos dos hijos y esto produce cambios en lo sucesivo de sus vidas. No obstante, podríamos decir, que lo fundante del deseo materno estuvo presente, y quizás justamente, esta mujer por estar más como madre es que puede sacrificar algo del amor por un hombre para quedarse junto a sus hijos y su marido para solo animarse a mostrar algo de su deseo luego de su muerte. Lo que no ha podido decir es justamente, lo que elige mostrar a través de la revelación de sus diarios y es que, allí donde se creía que había sólo una madre, también había una mujer. Como dije antes, muy diferente es lo que acontece cuando el sujeto no es alojado completamente en el deseo materno, la melancolización es su efecto en estas pacientes. Para ellas, la melancolización se trata de una respuesta momentánea ante la angustia y no una respuesta subjetiva que haga a la estructura, por lo tanto, esto debería permitir que el trabajo en un tratamiento sea más propiciador a que surja con estas pacientes algo del orden del deseo. Solo en los casos más graves, lo que se produce es un rechazo a la palabra y entonces la labor analítica se hace mucho más difícil ya que es solo por esta vía -la de la palabra- por la cual se podrá acceder a la dimensión del deseo. Cuando una de ellas, abandona el tratamiento diciendo que ya no quiere continuar hablando de lo mismo, cierra toda posibilidad de elaboración que relance la apuesta por el
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www.centrodos.com.ar propio deseo. Poder ubicar en el análisis cuál es el punto de melancolización y poder trabajar acerca de cómo fue este Otro materno que se tuvo, permitirá que ellas puedan salir del pozo de la melancolización y que se relance algo del deseo. Lo que fracasó en tiempos constitutivos, este fracaso de la mirada del Otro que constituye el yo ideal, el fracaso de la inscripción de una pérdida real se reedita posteriormente ante la exigencia de subjetivar una nueva pérdida y esto puede llevar a la melancolización de estos sujetos que no son psicóticos ya que hubo inscripción del Nombre del Padre pero en los que, esta inscripción no ha sido sin ciertas particularidades (un padre alcohólico, un padre ausente, un padre que poco puede encarnar esa función para la que ha sido convocado). Y es justamente, en esta incapacidad de hacer el corte con ese lugar de desecho de la madre, que estas pacientes, lejos de poder desear otra cosa, más allá del lugar otorgado por la madre, quedan entrampadas allí. Cuando está presente el deseo de la madre y allí ha operado la función paterna, entonces el hijo podrá desear más allá de los padres y podrá hacer su vida. Cuando esto fracasa, estamos frente a casos en los que el sujeto no aparece y se es puro objeto dificultando así la emergencia del sujeto durante el proceso analítico. Para concluir, retomemos lo que intentaba esbozar al comienzo, cuando hablaba de la transmisión, acerca de cómo se transmite algo del deseo. Aquí podemos esbozar una respuesta. Al referirse al deseo, Lacan habla de que éste se transmite por el lugar que se ocupa para el Otro materno, por esa falta en la madre que aloja al niño. Una madre cuyo hijo ocupa su lugar de falta, puede preguntarse qué le pasa a ese niño, corre para verlo, lo abraza, lo acaricia, le habla y en definitiva, con todo eso lo aloja, lo
libidiniza y le dona eso que es con lo que contará después el niño para vérselas durante toda su vida. Las madres de las pacientes mencionadas, en cambio, por distintas circunstancias tal vez, han estado más en una posición gozosa y no en una posición deseante. Esto quiere decir que estas niñas no les han hecho falta, no han encarnado la falta del Otro materno y el efecto de esto puede ser un punto de melancolización a ser trabajado en el tratamiento. Notas (1) LERNER, E.: «Ni blanco ni negro. Melancolizaciones» presentado en las Jornadas Aniversario 20 años de Escuela en la práctica del psicoanálisis, EFBA, 1994. (2) «The Bridges of Madison County», USA, 1995. Dirigida por Clint Eastwood e interpretada por Clint Eastwood, Meryl Streep, Annie Corley, Victor Slezak y Jim Haynie. Guión escrito por Richard LaGravenese, adaptación de la novela homónima de Robert James Waller. (3) FREUD, S.: «Duelo y melancolía». Tomo XIV. Ed. Amorrortu. (4) L ACAN, J.: Seminario 5 «Las formaciones del inconsciente». Clase X «La metáfora paterna II». Ed. Paidós. (5) LACAN, J.: Seminario 10 «La angustia». Clase XXII «De lo anal al ideal», Clase XXIV «Del «a» a los nombres del padre». Ed. Paidós. (6) CALCAGNINI, C.: «La función materna: entre el deseo y el estrago». Trabajo presentado en la Reunión Lacanoamericana de Psicoanálisis, Tucumán, 2003. En www.efba.org.ar. Imagen: «Los puentes de Madison». Fuente: http://www. blogdecine.com/criticas/clint-eastwood-los-puentes-demadison
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De análisis y transmisión Mirna Restuccia Psicoanalista, Docente y Supervisora en Centro Dos mirna_restuccia@hotmail.com
«Todo retorno a Freud que de materia a una enseñanza digna de ese nombre se producirá únicamente por la vía por la que la verdad más escondida se manifiesta en las revoluciones de la cultura. Esta vía es la única formación que podemos pretender transmitir a aquellos que nos siguen. Se llama: un estilo» (1) Podríamos pensar en términos absolutamente amplios a la transmisión como lo que recibimos de los que nos antecedieron, y aquellas marcas que nosotros dejaremos en los que nos sucederán. Una forma de pasar de una generación a otra los modos de interpretar la realidad, los valores, los ideales, etc.; pero dejando la impronta propia en aquello que de transmitir se trata En este sentido, recuerdo a una paciente que había heredado de su familia una serie de «recetas culinarias» que habían sido traídas por sus bisabuelos desde el pueblo de sus orígenes; y que pasaron luego a la generación siguiente en forma escrita. Pero lo interesante de este relato es que ella decía que ahora de adulta las recetas que mejor le salían eran las que había visto hacer a su abuela y las que ella misma de chica cocinaba con su mamá. Se trataba en este caso de un saber que puede enseñarse a través de lo escrito; pero que resulta mejor si se ha pasado por la experiencia de hacerlo con otro. Diría entonces que algo de ese «saber hacer» se transmitió. En otro sentido sabemos que la universidad enseña una serie de contenidos académicos que responden a las exigencias de la curricula a cumplir; el lugar del saber universitario. El lugar de las enseñanzas establecidas. Aquí podemos citar a Lacan: «El discurso universitario está hecho para que el saber sea una vestidura» (2). Una vestidura que vela absolutamente lo que queda por fuera en el saber establecido; lo real. Porque si hay algo que el psicoanálisis viene a conmocionar es justamente ese saber por la vía de un discurso que subvierte lo establecido. Partiendo de aquí, me atrevería a decir que la formación psicoanalítica comienza con un fin. Es a partir de lo que bien podríamos llamar el «fin de la carrera universitaria» que se inicia el camino de la formación psicoanalítica. Creo fundamental marcar entonces la diferencia esencial entre una «carrera», que nos da la idea de cierta prisa por llegar a la meta; y un «camino», que es un lugar a recorrer, no sin incertidumbres, y con algunos obstáculos. Nuestra formación, a diferencia de otras disciplinas no pasa sólo por horas acumuladas de cursadas en posgrados y de títulos
y masters. Sabemos que en la universidad «se enseña psicoanálisis»; pero son los maestros los que lo transmiten. Ahora bien, hay distintas instancias de transmisión; los seminarios -que Lacan sostuvo durante tantos años-, las supervisiones, los ateneos clínicos, los grupos de estudio. Cada uno con su modalidad propia. Y en cada uno se trata de cómo nos implicamos subjetivamente en esa actividad. El psicoanálisis nos enseña la alienación del sujeto al significante, también nos enseña que no hay un saber absoluto; a diferencia del discurso de las ciencias. Por lo tanto como dice Lacan «...levantar la bandera del no saber es un buen camino» (3). Por lo demás el psicoanálisis no pretender ser una ciencia. Pero además de esto creo que hay un lugar ineludible para la transmisión del psicoanálisis y ese lugar es el propio análisis; que también es indispensable para la formación del analista. Si pensamos en ambos procesos creo que se podría establecer cierto paralelismo entre por ejemplo la elección del analista y la del maestro. En ambos casos se trata de transferencia; así como es necesario la instalación del Sujeto supuesto saber para que sea posible el análisis; o sea el lugar desde donde será eficaz la intervención del analista; también es necesario que al maestro se le suponga un saber para que haya transmisión. Creo imprescindible resaltar la importancia del análisis, por un lado por lo que escucho a los colegas que se están formando o en las supervisiones cuando dicen «esto me pasó a mí en mi análisis, o esto lo entendí en mi análisis». Y si, de eso se trata. Para ampliar esta idea me voy a detener un poco en la teoría. Hay una serie de aforismos lacanianos que escuchamos reiteradamente, y sobre todo al principio del recorrido en la profesión, sin poder terminar de dar cuenta y a veces entender que quieren decir y cuál es su alcance, tanto en la clínica como teóricamente. Cito algunos: «el Otro no existe», «no hay Otro del Otro», «la castración del Otro», «el analista se autoriza de sí mismo», «no hay relación sexual», etc. Me voy a detener específicamente en «el Otro no existe» que viene de la mano de «no hay Otro del Otro». La pre maturación del cachorro humano lo deja expuesto al exceso que el Otro ejerce sobre él con su baño de lenguaje; exceso que en el mejor de los casos lo aliena al significante, pero que además en el mejor de los casos también le dará a ese humano la posibilidad de ser sujeto de lo inconsciente. Con todas las consecuencias que esto tiene. Si el Otro baña al infans con el lenguaje es porque algo de su deseo está puesto allí; que hace que a partir de
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www.centrodos.com.ar aquí, y por el solo hecho de la introducción del lenguaje se genere un malentendido. Bienvenido sea. Dicho muy breve y sintéticamente, si hay malentendido el significante funcionará como tal, previa operatoria del Nombre del Padre. Ahora bien, este «pasaje» del sujeto por el Otro, no es sin consecuencias; ya que la alienación no es sólo a los significantes, sino también al deseo del Otro. El sujeto neurótico demanda ser demandado; atrapado en las redes del Otro trata todo el tiempo de obturar su falta (la del Otro, por supuesto) y narcisismo mediante se las ingenia por la vía fantasmática para responder al deseo del Otro. Muchas veces escuchamos a los pacientes emprender verdaderas cruzadas para no vérselas con su propio deseo y como consecuencia dejar en falta al Otro. De todo ello se deduce que el Otro es fundamentalmente un garante para el sujeto, garantiza que nada falte; garantiza que el sujeto no está solo, que alguien lo sostiene; bueno, la lista de garantías puede seguir. Es el garante de su verdad. A partir de aquí pensemos entonces en qué consiste el recorrido de un análisis. En principio se trata de que hay un Otro a quien se le supone un saber sobre lo que le pasa al sujeto; al que se le supone que porta el agalma, ese objeto preciado que al sujeto le falta, pero del cual nada sabe; y fundamentalmente que tiene todas las respuestas a sus padecimientos. Pero resulta que de lo que se trata en el análisis es de recorrer ese camino que conduce a desunir lo que el narcisismo ha unido, a desamarrar los lazos que amarran al sujeto al deseo del Otro. Así como el saber del sujeto supuesto, en este caso el analista, en su caída va dejando lugar a la verdad que Freud reconoció bajo el modo de retorno de lo reprimido, así el sujeto va asumiendo que el Otro no tiene todas las respuestas, ni sabe todo, ni puede todo. Por lo tanto no está en condiciones de garantizar nada; ni él ni nadie. Si el Otro como garante no existe y tampoco hay nadie que pueda garantizar absolutamente nada; entonces la consecuencia es que el Otro del Otro (el garante del Otro) no existe; que es lo mismo que decir que «no hay Otro del Otro». Él también está castrado. Atravesar esta barrera y asumir la castración del Otro y la propia tiene otra consecuencia y es que el sujeto es absolutamente responsable de sus actos, y puede ejercer la libertad de elegir más allá de la neurosis. Apropiándose de sus marcas propias. Como dice Colette Soler: «...el análisis solo se termina con la producción de un incrédulo» (4). Puede entonces «autorizarse de sí mismo». Toda una transmisión. Porque en definitiva «autorizarse de sí mismo» no es un punto de partida, es un punto de llegada. Poder soportar que el Otro caiga hará posible en la conducción de un análisis soportar caer del lugar de analista. Lo que no
implica que no se puedan conducir análisis sin haber llegado al fin del propio. He ahí también la importancia de las supervisiones; otro lugar de transmisión, de un saber hacer ahí en la clínica. Lugar en el que además cobran importancia las resistencias, no del paciente, sino del analista. Esos puntos que hacen obstáculo a que el análisis avance. En relación al maestro considero que sucede algo parecido. El maestro se sostiene en ese lugar mientras el alumno considera que porta o detenta el saber. Posición de alumno que se ve conmocionada cuando, al igual que en el análisis puede empezar a cuestionar lo que viene de este Otro, de ese al que se le asigna el saber. Y entonces comienzan a surgir los cuestionamientos; no sólo al maestro, sino también a lo escrito. Allí comienzan a ponerse en juego las marcas propias. Porque el saber del que se trata en psicoanálisis es del saber no sabido del inconsciente. Como dice Lacan «el saber es un enigma»; el saber del inconsciente es un enigma para el sujeto. Saber al que se accede si el analista no obtura con su comprensión los dichos del analizante; lo cual impide que se desplieguen las asociaciones. Otra forma de amarrar al sujeto. Lacan nos previene en algún sentido respecto de esto cuando nos advierte en el seminario 7 «contra la trampa benéfica del querer-el-bien-del-sujeto.» (5). Advertencia que si bien en este caso es en relación al deseo de curar, también es válida en el sentido en que si «creemos saber» cuál es el bien para el sujeto, no sólo obturamos la escucha sino que además nos posicionamos como ideal. Para finalizar una cita de Lacan: «Lo que yo enuncio del sujeto, como efecto él mismo del discurso, excluye absolutamente que el mío haga sistema, en tanto que lo que hace su dificultad está en indicar, por su proceso mismo, como ese discurso mismo, es comandado por una subordinación del sujeto, del sujeto psicoanalítico, del cual me hago aquí soporte por relación a eso que lo comanda y que sostiene a todo el saber.» (6) Notas (1) LACAN, J.: (1957) El psicoanálisis y su enseñanza. Buenos Aires, Siglo XXI editores, 1975. (2) LACAN, J.: Hablo a las paredes. Buenos Aires, Paidós 2012 (3) Ídem anterior. (4) SOLER, C.: Los afectos lacanianos. Buenos Aires, Letra Viva, 2011 (5) LACAN, J.: El seminario 7. La ética del psicoanálisis. Buenos Aires, Paidós, 1988 (6) LACAN, J.: El seminario 16. De un Otro al otro. Edición no establecida.
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Del claustro al ágora: pensando la transmisión en psicoanálisis a partir de la experiencia en el dispositivo de pasantías Adriana S. Livschitz Psicoanalista, Docente de Pasantía en Centro Dos asle1911@yahoo.com.ar
Pensar la transmisión en psicoanálisis nos lleva inevitablemente a distinguirla de lo que llamamos enseñanza y nos sugiere inmediatamente que estamos en el territorio de una de las tres tareas que Freud señalara como imposibles: educar, gobernar y analizar. La formación en psicoanálisis sufre -bien podríamos decir goza, en toda la amplitud del término- de una tensión inherente al psicoanálisis mismo. Tensión que frustra y causa intermitentemente a los que ocupamos cualquiera de los lugares en que se produce. Tensión sostenida por el deseo, tensión efecto de la castración. Decimos transmisión en lugar de enseñanza porque, en tal caso, lo que se enseña queda del lado de lo que se señala, se muestra. En la transmisión, intentamos dar un paso más, y al decir esto va quedando planteado que se trata de un paso. Para enseñar, muchas veces, un pizarrón basta. Para transmitir, imaginario y simbólico son insuficientes. Como bien dice Isidoro Vegh «Se enseña un saber. Se transmite un deseo» (1). Ubicar la vertiente deseante es aludir al campo del Otro, por lo que inevitablemente nos remite al concepto de transferencia. Sabemos -por experiencia- que la transmisión es en transferencia. Los tres imposibles sobre los que de todos modos insistimos lo son. Nadie se deja gobernar, ni educar, ni analizar sino en transferencia. Parafraseando a Freud podríamos afirmar que la transmisión tampoco es posible «en absentia ni en effigie» (2). La articulación entre transmisión y transferencia se hace tangible cuando consideramos el concepto de presencia. La palabra no basta para que haya transmisión. Simbólico, Imaginario y Real anudados la hacen posible. La etimología siempre nos orienta algo a la hora de pensar conceptos y nos servimos del prefijo trans -presente en los conceptos tan nodales del psicoanálisis como lo son transferencia y transmisión- para ir ubicando de qué movimiento se trata. De lo que se trata es de una travesía. Transmitir (del latín transmittere): Trasladar, transferir.
Ahí nomás, en la primera definición transmisión y transferencia aparecen como sinónimos y aunque, en rigor, sabemos que no lo son, tienen puntos convergentes que nos hacen considerar que estamos ante algo que comparte, por lo menos, cierta textura. En su texto de 1919 «¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad?», Freud deja planteada la pregunta en el título y expone lo inherente a la universidad y lo inherente al análisis para desplegar la dificultad que esto conlleva sin por ello cerrar con una respuesta. En tal caso, concluye el texto con expresiones de deseo y limitadas esperanzas. Una de las primeras y principales tareas a las que es convocado quien emprende su formación como analista es la de abandonar el discurso universitario, discurso que ordenó su paso por la facultad, pero que para el camino que le espera es imprescindible trocar. Los términos en la fórmula discursiva exigen una rotación. La enseñanza en la universidad se sirve de las pasantías clínicas para empezar a dar lugar a la transmisión. No es, sino saliendo de los claustros donde se encuentra aquello que aportará -mediante la experiencia- una diferencia. Y esta se produce en el encuentro con el texto de la clínica, que convoca a la lectura analítica, en el encuentro con la praxis se produce el pasaje de alumno a pasante. La enseñanza tiene su lugar en lo que llamamos claustro. Podríamos decir que la transmisión elige el ágora para su despliegue. Hay un movimiento de salida en la práctica clínica y es acompañando ese movimiento que ponemos en juego la transmisión. Mi función docente en el dispositivo de pasantía me da la oportunidad de asistir una y otra vez al efecto que produce en quienes están saliendo o han salido de la universidad este encuentro con la práctica clínica. Momento inaugural, entusiasta, conmovedor, inquietante, como sólo el movimiento de salida suele producir. Del claustro al ágora, el alumno/pasante confrontado con la ocasión de escuchar y el tutor/docente convocado a escuchar
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www.centrodos.com.ar esa escucha producen una experiencia que está hecha de pasajes. Pienso en dicho dispositivo y no puedo dejar de detenerme en su nombre: pasantía. Pasante: el que pasa de un lado a otro. También decimos hacer pasar cuando hablamos de transmisión. Estamos en una instancia de pasaje, de travesía. Nombramos pasante al alumno universitario que llega a realizar su práctica clínica en las instituciones. Y también se nombra pasante a quien, finalizado su análisis, se dispone a dar testimonio del mismo. Pasantía en los inicios, pase en los finales. Encontramos pasantes en ambos dispositivos y momentos de pasaje en los que transmisión y transferencia se ponen en juego. Para hacer pasar es precondición donar, soltar. No sólo el concepto, la idea, el pensamiento. Es precondición donar la falta que causa para hacer pasar la causa. El consejo de Lacan era, enseñar a partir de lo que uno no tiene, su no saber. Acerca del deseo del enseñante, plantea en el Seminario 10: «Que a alguien se le pueda plantear la cuestión del deseo del enseñante es señal, como diría Perogrullo, de que la cuestión se plantea. Es también señal de que hay una enseñanza. Y esto nos introduce, a fin de cuentas, a la curiosa observación de que, allí donde el problema no se plantea, es que hay un profesor. El profesor existe cada vez que la respuesta a esa pregunta está, por así decir, escrita, escrita en su aspecto o en su comportamiento, en aquella especie de condicionamiento que podemos situar en el plano de lo que llamamos preconsciente, es decir, algo que se puede expulsar, venga de donde venga, de las instituciones o incluso de lo que se llaman sus inclinaciones.» «No es inútil percatarse de que el profesor se define entonces como aquel que enseña sobre las enseñanzas. Dicho de otra manera, hace un recorte en las enseñanzas. Si esta verdad fuese mejor conocida -que se trata de algo análogo al collage-. Ello permitiría a los profesores poner un poco más de arte en el asunto, del que el collage, con el sentido que ha adquirido en la obra de arte, nos muestra la vía. Si hicieran su collage preocupándose menos de que todo encajara, de un modo menos temperado, tendrían alguna
oportunidad de alcanzar el mismo resultado al que apunta el collage, o sea, evocar la falta que constituye todo el valor de la propia obra figurativa, por supuesto cuando una obra es lograda. Y por esta vía llegarían a alcanzar, pues, el efecto propio de lo que es precisamente una enseñanza» (3). El deseo del enseñante es análogo al deseo del analista en el punto mismo del des-ser al que se es convocado en la función. Pienso en ese collage del que habla Lacan, hecho de lo aportado por el deseo de saber que habita fundamentalmente al enseñante pero que sólo es causado en el encuentro con quién pregunta. Un collage posible por un encuentro de faltas. Nuevamente el a relanzando una y otra vez lo que hace que la transmisión se ponga en juego. Comprobamos, en la experiencia, que es la falta en el enseñante, la hiancia, la que habilita la pregunta y hace de ese encuentro un momento de transmisión. Cuando un docente -en posición de profesor- se muestra completo, el efecto que produce del lado del alumno es de inhibición. Autorizada la pregunta, es posible hacer pasar alguna respuesta. Que algo pase, algo ocurra. Que algo de la transmisión tenga lugar. Un instante. Algo. Algunos. La lógica del no-todo corroborándose una vez más entre el deseo de saber y los conceptos. Es de esa estofa que todo está hecho en psicoanálisis, por la que un seminario sucede a otro, un escrito a otro y todo lo producido es embrión de próximas producciones. Ni más ni menos que la estofa del deseo es la que hace posible la transmisión, único modo de que algo del saber pase, atraviese y sea aprehendido por quien se dispone a formarse en psicoanálisis. Notas (1) VEGH, I.: (1991) «Matices del psicoanálisis» Agalma (2) FREUD, S.: (1912) Obras Completas, volumen XII, Amorrortu editores, Buenos Aires, 1980. «Sobre la dinámica de la transferencia» (3) LACAN, J.: Seminario 10 «La angustia» «Aforismos sobre el amor». Ed. Paidós.
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Acto: condición necesaria de la creación del analista Nys Bassi Psicoanalista, Docente y Supervisora en Centro Dos nysbassi@yahoo.com.ar «Flectere si nequeo superos, Acheronta movebo» (1) «Alea iacta est» (2) El eje propuesto para este número de la revista Nudos «Transmisión y Psicoanálisis» me suscitó diferentes cuestiones, de un modo renovado, sobre algunas articulaciones que he trabajado en otras publicaciones. Las mismas -si bien no se recubren- considero que se implican. El psicoanálisis se funda como discurso practicable por el acto freudiano de producción del inconsciente. Este acto tienen una lógica situable en el lazo transferencial, y es cada vez. En este escrito articularé lo que entiendo son las condiciones y consecuencias de los términos que en la estructura implican operaciones para su posibilidad. Para prevenir el efecto de encolado en los agrupamientos de analistas que hace a la resistencia en el discurso del psicoanálisis, y a la imposibilidad de que allí -por lo tanto- haya analista y transmisión del discurso del psicoanálisis, Lacan agrega el dispositivo del Cartel, pero el mismo no basta sin la permutación. Aceptación de la castración que da lugar a la heterogeneidad. Parto del siguiente enunciado: un analista se hace, en transferencia. Siendo esta instrumentada por el lenguaje permite -haciendo en y con la transferencia- el advenimiento, si alguien así lo decide, de un analista. Advenimiento efecto de un acto que produce, y en este sentido crea, el pasaje de analizante a analista. Ahora, qué particularidad tiene que tener ese hacer para que haya, se cree, un analista y que -por lo tanto- en esa creación se efectúe la transmisión del discurso del psicoanálisis. No es de cualquier modo, corresponde a la lógica del acto analítico, el cual hace surgir un tipo de lazo: el psicoanálisis como discurso, diferente de -por ejemplo- la religión y la ciencia. Pudiendo, sin embargo, en las psicoterapias volverse practicable el modo religiosos o científico de tratar el malestar y padecimiento humano. En esas prácticas, a diferencia de la apuesta psicoanalítica, en donde se trata de un saber textual, en esos discursos, se practica un saber referencial. Un saber que se instituye como referencial, requiere
de alguien que, haciendo uso de la transferencia y el lugar que la misma otorga, se la cree. Un ejemplo sencillo de una práctica que sostiene un saber referencial sería la introducción de -por ejemplo- un adjetivo calificativo. Supongamos que alguien sancione sobre el decir de otro que es «exagerado» o «minimizador», en ambos casos se establece un en más o un en menos desde una medida que se sostiene como ideal, ubicándose el que sanciona de ese modo como el juez y defensor de esa medida a la cual habría que tender. Este aglutinarse en torno al ideal es el que Freud ubicó en Psicología de las masas y análisis del yo. Sabemos que los términos de la masa están en la estructura, por eso puede producirse una masa de a dos como en la hipnosis. A Freud le preocupaba, se interrogaba, acerca de la posición que los pacientes asumían frente al médico, también en los centros de internación, inquietud presente en «Dinámica de la Transferencia»; o, por ejemplo -en la misma línea- frente al hipnotizador; y tiempo después con respecto al líder de una masa. El se interrogaba acerca de estas particularidades, evidenciando de este modo su ética. Una transmisión que ya no sería la del discurso del psicoanálisis, ni una apuesta a la formación de analistas, puede encontrar ya en «Psicología de las masas y análisis del yo» su razón y propósito, siendo -cuando esta se constituye- una práctica desconocida para sus portadores por la alienación que la misma implica y requiere para sostenerse como tal. Entonces el amo reina, el amo que puede gobernar en el amor, llamase amor de transferencia. Una vez otorgado ese lugar, de no haber alguien sujetado a las condiciones que impone el discurso del analista, implicando el cumplimiento de la regla fundamental, (asociación libre para el analizante y abstinencia para el analista) el riesgo es que de la transferencia como fundamento de una práctica se instituya el fundamentalismo. Esta es la lógica que Lacan lee en los llamados postfreudianos, lectura que pone en juego una posición y que conduce a que su transmisión se vea objetada, a su
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www.centrodos.com.ar «excomunión» con todo el sentido religioso que el término implica. Parte de estos acontecimientos históricos Lacan los relata -entre otros textos- en el escrito llamado «De nuestras antecedencias». Allí hace también un comentario irónico en relación a la primera presentación del estadío del espejo, considerándola en «Acerca de la causalidad psíquica» (3), el primer pivote de su intervención en la teoría psicoanalítica. El dice -lo cito casi a la letra (4)- que traspasando las puertas del psicoanálisis inmediatamente reconoció prejuicios de saber mucho más interesantes, por ser los que deben reducirse en su estructura fundamental. Inventa la metáfora del estadío del espejo, colocándolo esta invención en le corazón de una resistencia teórica y técnica que, aunque constituía un problema que cada vez fue más patente, se hallaba, bien lejos de ser percibido por el medio de dónde él había partido. Me resulta interesante y significativa esta alusión relativa a lo que no se percibía, estando la percepción determinada por la posición que alguien asume, y en este caso -al igual que en Freud- esa posición implica una operatoria con respecto al mismo medio del que había partido en su formación. El comentario irónico con respecto a la presentación de 1936 es acerca de Ernest Jones, Lacan dirá: «…quien presidía el congreso en su carácter de presidente de la Sociedad Psicoanalítica de Londres, posición para la cual lo calificaba, sin duda el hecho de no haber podido yo encontrar jamás a uno de sus colegas ingleses que dejara de hacerme partícipe de algún rasgo desagradable de su carácter.» Entiendo acá que para Lacan E. Jones sólo podía presidir esa asociación por cierta identificación de sus colegas ingleses con respecto a él, identificación que -al no ser interpretada- no sólo no había caído, sino que, por este mismo motivo lo sostenía a E. Jones en ese lugar de presidente, no pudiendo ser otro el motivo por el cual el hubiese podido estar allí. Esto hace a la resistencia en y al discurso del psicoanálisis, en tanto una agrupación se sostiene, consolida y reproduce bajo la lógica de la masa. Años después de la presentación del estadío del espejo, en «Tópica de lo imaginario» (Seminario I), lógicamente sucedáneo del primero, queda claramente establecido que ambos constituyen una metáfora en donde se resitúa la dimensión del Otro, ya presente en Freud aunque no nombrada de este modo. Este movimiento destaca la función desconocimiento del yo, ubicada también por Freud (5), siendo el yo un lugar en donde el sujeto se enajena, transformándose en ese otro que es la imagen que se asume como propia en el espejo por sanción del Otro. El reestablecimiento de la función del Otro trae como consecuencia, asimismo, la diferencia entre el yo ideal: i(a), y el ideal del yo: I. Que había quedado confundía por una mala traducción desde al alemán al inglés, y -a mi parecerpor la no localización del campo del Otro, siendo esta -a mi criterio- el fundamental motivo, de lo contrario el error en la traducción se hubiese podido leer. Freud da varios
ejemplo en el capitulo «Errores» en «Psicopatología de la vida cotidiana» de cuando un error no puede ser leído, visto. La formalización que hace Lacan acerca de todos estos términos, tienen la implicancia de hacer surgir el fin de análisis establecido por la IPA, como una resistencia. Los llamados postfreudianos, al apuntar a reforzar al yo, mediante la alianza con la «parte sana del yo», reforzaban el desconocimiento del cual el yo es sede en tanto la identificación enajenante que lo constituye. Se solicitaba -de este modo- que fuera juez la misma instancia que es parte, sosteniendo al analista como ideal, quien supuestamente podía junto con «la parte sana» del yo «objetivar» lo considerado «ilusorio» y «distorsionado» de la transferencia, proponiendo como fin de análisis la identificación con el analista. En oposición, Lacan dirá que el amor de transferencia lejos de ser ilusorio es un amor real, tan real como ya nos los muestra Ana O., con su «pequeño baloncito» En el seminario «La Transferencia», en la primera clase, Lacan dice que al principio fue el amor, al principio del psicoanálisis, y hace alusión al caso que dio inicio al psicoanálisis: Ana O. Pero también, este principio -relativo a la presencia o ausencia del amor- hace a la existencia de un sujeto. Freud habla de transferencia por ejemplo en «Introducción del Narcisismo», es por trasferirle el narcisismo originario -es decir el primario- al objeto, que este adquiere un carácter de sobreestimación. Este movimiento llevaría a transformarlo en un objeto amado, mismo movimiento que dos páginas después -en el mismo texto- sitúa en relación al lugar que un niño puede adquirir en relación a sus padres, es His Magesty the Baby, formulando esta célebre y tan citada frase acerca de que el amor paternal no es otra cosa que el narcisismo redivivo de los padres. Entonces, Freud define a la transferencia como amor de transferencia, la liga al amor y como vimos hay una relación de antecedencia entre el narcisismo y el amor como lo entiende en ese momento. Sin entender las operaciones que efectúan a la subjetividad, no es posible avanzar en la formalización que se establece con respecto al movimiento de la transferencia, y su condición de necesariedad para la práctica del acto psicoanalítico, cuya lógica impone que en el movimiento que produce la transferencia en donde la demanda empuja a la identificación y «al espejismo del amor» -en donde el analista es llamado a funcionar en el lugar del Ideal- sea posible un más allá de la identificación. Es necesario -entonces- despejar ciertos términos, establecer la diferencia entre Ideal del yo, yo ideal y objeto a. Articulaciones que pueden ser situadas en lo que Lacan formaliza -retomado textos freudianos fundamentalesen las últimas clases del seminario «La Transferencia» y resignificándolo desde lo establecido en el apartado de «La Transferencia y la Pulsión» del Seminario Xl, sobre todo en la clase XX, y respecto a nociones que anteceden a estos
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 seminarios, como son clases del Seminario I «Tópica de lo imaginario» y del Seminario V acerca de «Las Insignias del Ideal». Este recorrido establece claramente las antecedencias de lo que Lacan retoma en las primeras clases del seminario «El acto psicoanalítico» (6). Para volver -una vez más- a sostener en acto que el psicoanálisis instituye un hacer que no es del analista sino del analizante, un trabajo que no responde a la pasividad del llamado analizando, siendo en el acto en donde el analista le da al hacer analizante soporte y autorización. Acto en el que están implicados interpretación y transferencia. Lacan explicita que la primera forma de acto inaugurada por el psicoanálisis es el acto sintomático, nunca tan bien logrado como cuando es fallido. Quedando planteada -entonces- la cuestión de otra verdad que la de la intención. De esta base partimos, sin ella no habría análisis posible Esto se puede cernir claramente -entre otros textos- en toda las serie de ejemplos que Freud da tanto en el capítulo de las «Acciones causales y sintomáticas» como en el que le sigue -y que ya nombré- de «Errores» en «Psicopatología de la vida cotidiana», manifestándose la acción no reducida a la modicidad sino en su función significante, estando el organismo engañado por el lenguaje al quedar la necesidad adulterada. En «Estudios sobre la Histeria», Freud sitúa claramente este efecto del significante, retomándolo Lacan, una vez más, en la primer clase del seminario XV, sirviéndose de la experiencia pabloviana, a quien nombra risueñamente como estructuralista lacaniano y de la mejor observancia. De algún modo Pavlov sostiene implícitamente que el significante es lo que representa a un sujeto para otro significante, edificando la posibilidad de captura del efecto significante sobre el campo del viviente, constatando que allí donde esta el lenguaje no hay ninguna necesidad de buscar referencia en ninguna entidad espiritual: La experiencia pavloviana revela asimismo, como alguien puede fundar y transmitir una experiencia sobre principios que ignora profundamente, obteniendo un objetivo al precio de cierto desconocimiento de lo que constituye la estructura de la experiencia; la significancia de esta experiencia en tanto acto. Vuelvo a traer en este punto la propia ignorancia de Lacan, él no sabía que su acto de formalización del estadío del espejo iba a revelar como efecto lo que se constituía como el corazón de la resistencia en la IPA. Podemos aislar en ese recorrido dos tiempos: el acto y la lectura de su efecto, por eso el acto es su lectura. La dimensión del desconocimiento, es lo que a mi entender lo lleva a Lacan a trabajar el Menon, en el seminario «El acto psicoanalítico» (7), a continuación de las clases en donde retoma una vez más en su enseñanza la experiencia Pavloviana. Es allí también en donde diferencia al saber del conocimiento, siendo la realidad primera con respecto al conocimiento pero no con respecto al saber y su articulación con la verdad.
El saber puede nacer en cierto momento, por ejemplo el saber-hacer o el saber-vivir. En este punto Lacan hace una referencia a la lógica, diciendo: «la cuestión cobra acá todo su peso de saber precisamente lo que resulta de algo que podemos llamar manipulación de la letra, según una formalización llamada lógica, por ejemplo antes de que nosotros nos hayamos ocupado de ello. El campo del álgebra antes de de la invención del álgebra, es una cuestión que cobra todo su alcance. Antes de que se supiera manipular algo que hay que llamar por su nombre, cifras y no solamente números». Lacan también hace un llamado a «algunos» que hayan leído sobre el proceder de Cantor, quien opera con cifras. Es a través de la experiencia cantoriana que Lacan sanciona que la apertura de este orden tiene claramente el mismo derecho que cualquier otro a la calificación de verídico. Y se formula la pregunta ¿significa que este orden estaba esperando la operación de Cantor desde la total eternidad? Pregunta legítimamente formulable también con respecto a la operatoria freudiana que permitió producir al inconsciente. Lacan responde que precisamente es una pregunta que tiene su valor y no tiene nada que ver con la anterioridad de la realidad en relación a su representación. Y continúa diciendo, párrafo siguiente: «la combinatoria y lo que se despliega en ella de una dimensión de verdad deja surgir de la manera más auténtica lo que hay de esta verdad que ella determina antes que el saber nazca». Entonces la verdad determina antes de que el saber nazca. En lo atinente al acto -como ejemplos- Lacan ubica en serie hechos fenomenológicamente disímiles pero que soportan una estructura lógica equivalente: el cruce del Rubicón (8), el paso fuera de la ley (9), la producción por parte de Pavlov del acto reflejo, el acto Cantoriano que hace surgir a través del método de la diagonal al número transfinito, el acto freudiano de producción del inconsciente. Serie presente en sus primeras clases del seminario «El acto psicoanalítico», y que el establece -esto hace a su acto- como experiencias testimoniales de la lógica que hace a lo que el aísla, nombra y propone como la estructura del acto, operatoria que necesariamente pone en juego un «fuera de la ley», fuera de la regulación que establece una serie determinada y que implica una operación -a su vez- sobre esa serie. Freud opera sobre la serie que él mismo conformaba como médico vienes, pero al realizar su acto de producción del inconsciente se sale de la ley que regulaba su práctica como médico para fundarse como analista. Este movimiento no es disímil al que genera Lacan con respecto a la IPA. A la serie entonces que constituyen Freud, Cantor (10), Julio Cesar, Pavlov y Lacan quien dice -en su seminario siguiente, el XVI- que acepta gustosamente la imputación y crítica de leer a Saussure en diagonal, a condición de que se este habando del método de la diagonal Cantoriano, cuya consecuencia implicó la demostración que de toda seriación que se pretende exhaustiva se puede extraer alguna otra
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www.centrodos.com.ar entidad que no esta contenida en esa serie. Lacan, acepta haber hecho de Saussure un uso diagonal, uso en donde se juega la lógica de su acto. Entonces, no será sin tomar el llamado que Lacan hace, sabiendo que sólo será para «algunos», pero que ese algunos -a quines llama- solo podrá constituirse no en tanto «elegidos» o «designados» por alguien, sino en función de cierto trabajo a efectuar, cierto trabajo con respecto al saber, por ejemplo en sus palabras «saber acerca de cómo procede Cantor». Proceder que evidencia la necesariedad de dar un paso fuera de la ley (11) que organiza a una serie para poder operar sobre ella de un modo que permita descompletar un universo que se pretenda cerrado. Ese paso implica un pasaje, y -parafraseando a Lacan- hace allí dónde no lo había: crea; materialidad propia del acto -en lo real- en tanto que es siempre significante. Es en el seminario XI donde Lacan dice que en la historia del psicoanálisis solo la intervención del deseo de cada analista ha logrado añadir un detalle más, alguna observación complementaria, refinar alguna incidencia, creación que por lo que hace surgir pone en evidencia -así como el número trnasfinito cantoriano- el descompletamiento de lo que hasta allí se estaba tratando, manifestando la presencia de cada analista en el plano del deseo, siendo además el testimonio de que allí hay/hubo analista. No podemos pensar ninguna formalidad del acto por fuera de esta presencia de cada analista en el plano del deseo; deseo no homogenizable, único para cada quien como para cualquiera, condición y puesta en forma de un acto creador. A Lacan le preocupaba la homogenización que genera el efecto de «encolado», así lo llama en D´Ecolage, el 11 de Marzo de 1980, que puede producirse en un grupo. Indica que se debe permutar para prevenir ese efecto de encolado, y que esta permutación tiene que darse en el plazo de un año máximo dos, en ese momento estaba hablando del Cartel. También dice que el sorteo asegurará la renovación regular de los hitos creados a fin de vectorializar el conjunto. A nivel de la estructura podemos pensar este efecto de encolado -por ejemplo- en lo que Lacan trabaja en Juanito como lo que es «amovible» y lo diferencia de lo «móvil» La mayoría de las referencias tanto del termino permutación como permutaciones las encontramos en el seminario «La relación de objeto» con respecto a Hans, o, por ejemplo, en el escrito «Instancia de la letra», también en una ocasión en referencia a ese historial. Lacan muestra las permutaciones y transformaciones que se van produciendo entre las diferentes construcciones míticas de Juanito y establece una serie de permutaciones entre diferentes elementos significantes. Es recién luego de que Juan descubre una propiedad esencial de la situación que puede dedicarse a cierto número de intercambios y permutaciones. Para el descubrimiento de esta propiedad esencial es decisivo, dice, «desatornillar» a la madre, «desmontarla», «movilizarla», hacer que también ella,
la madre, entre en el conjunto del sistema como un elemento móvil y a la vez equivalente a los demás, no -por consiguiente- con mayor importancia, es decir, no anteponiendo la madre a cualquier otro término. Este es el pasaje de lo imaginario a lo simbólico. Juanito nos enseña que en el paso de lo imaginario a lo simbólico, lo imaginario se organiza como mito y va en la dirección de una construcción colectiva, solo con esto no logra serlo pero es un paso necesario que tendrá que dar otros rodeos para franquear cierta hiancia y admitir que en el campo privilegiado del mundo hay en efecto sujetos que están privados realmente del falo imaginario. La presencia del padre puede haber simbolizado la situación por su ser o por su no ser, para el caso da lo mismo, pero solo así será posible descansar y encontrar un poco de armonía. A veces esto puede llevar toda la vida, hay resistencias de los sujetos masculinos -sean anatómicamente varones o mujeres- a admitir efectivamente que hay sujetos femeninos. Admitir que hay sujetos femeninos, implica una posición que corre tanto para quien sea anatómicamente varón o mujer. Lacan dirá es heterosexual aquel que gusta (ama) de las mujeres. De la admisión o no que cada quien tenga del hecho de que hay sujetos femeninos, dependerá la concepción que se sostenga con respecto a las relaciones sociales, y tiene allí también la raíz de un desconocimiento mantenido a veces en toda la concepción del mundo. Un desconocimiento -dice Lacan- se mantiene más allá de todo límite en sujetos que pretenden haber aceptado perfectamente la realidad y con una sonrisa. Pero -continúa-, el borramiento de este hecho en nuestra experiencia muestra hasta que punto somos todavía incapaces de beneficiarnos de los términos más elementales de la enseñanza freudiana. Entonces se pregunta ¿Por qué es tan difícil admitirlos? Nos señala la vía a través de la función de la permutación con respecto a Juanito: «…en el sistema de las permutaciones es él quien acaba asumiendo personalmente el agujero de la madre, o sea el abismo, el punto crucial, el punto último en cuestión…». Es en el sistema de las permutaciones en donde se acaba asumiendo que ella -la madre- no tiene el falo que le supone el sujeto, en tanto el mismo cree serlo, siendo en este ser el falo en donde funda y sostiene su ser. En el seminario «La Transferencia», en la última clase, cuando Lacan esta trabajando algunos términos con respecto a la conformación de la masa, queda planteado también que lo que es cierto en el plano de lo colectivo lo es también en el plano de lo individual y podemos decir también al revés. Por lo tanto, lo que es cierto en Juanito, lo es también en lo colectivo. En este sentido, considero importante -como ya dijedespejar ciertos términos de la estructura del sujeto para ver precisamente como de ellos depende la conformación de la masa. No voy a hacer acá un recorrido extenso al respecto, pero sí mínimamente situar que de lo que se
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 trata es de que el objeto investido va al lugar del Ideal, el objeto a (en Freud es el objeto exterior) es el líder, y es en función de este objeto que va al lugar del Ideal que los yo se identifican entre sí. Allí se establece esta totalidad, esa homogenización, de estar todos en la misma. Es desde el Ideal desde donde se mide la distancia que hay desde el yo con el yo ideal, siendo este último la imagen de la perfección que hay que alcanzar obteniendo a través de él una satisfacción narcisística. Es desde el Ideal que el sujeto se captura como i (a), encontrando un modo de ser. Allí no hay analista posible, ya que no hay ser del analista, no hay ninguna identificación que soporte su saber hacer, tanto en el sentido del verbo como de a-ser, resultado de una pérdida en el ser. No hay representación del analista, sino que es un lugar ficcional que se encontrará como efecto de la transferencia. En palabras freudianas el analista ingresará como un término más de la serie psíquica, Lacan, años después, postulará al analista como semblante de a. Entiendo -entonces- que la permutación produce que ya no sea posible elegirse ni reunirse por eso que hace a la mismidad y que se establece por la coalescencia del objeto con el Ideal, y que de este modo -al nivel de esa mismidad- rechaza lo distinto, lo heterogéneo, al rechazar la castración en el Otro. La admisión de la castración, implicaría la aceptación de que hay sujetos femeninos. En el sentido contrario, las dos cosas también van juntas, el rechazo a la castración que la masa establece y el rechazo a lo femenino. Entonces, podemos pensar a la permutación como una apuesta a arreglárselas con lo hétero, privados del estar todos en la misma de la masa. Es evidencia de una posición, la heterogenidad de convocatorias que sostiene Centro Dos, en las conferencias, seminarios, talleres, publicaciones, etc., en donde son invitados analistas de diferentes procedencias, de diferentes escuelas e instituciones psicoanalíticas, renovadas cada año, permutadas. En los grupos de analistas en formación reunidos al azar, asisten quines circulan realizando su práctica y produciendo en distintos espacios con diferentes orientaciones en la comunidad psicoanalítica. Esa heterogeneidad en Centro Dos, también se practica en la creación de espacios ligados a la interdiscursividad con el arte, la educación, lo jurídico, la ciencia, etc. En las demandas de tratamiento que aloja desde el año 1993, asumiendo -desde su fundación- la responsabilidad de dar una respuesta frente al obstáculo que muchos tenían -tanto en el ámbito de las instituciones estatales como en prepagas, obras sociales y consultorios particulares- en atender pedidos de tratamiento de quienes, al no encontrar un lugar en donde la formulación de su demanda pudiera ser escuchada, quedaban rechazados. Dar lugar a estas demandas y permitir que su articulación con el deseo sea puesta en discurso, fue uno de los pilares de la fundación y crecimiento de Centro Dos.
En esta ocasión, no retrocede en la heterogeneidad con la apuesta que la revista Nudos, vuelve a realizar en este su segundo número. La permutación, pone en juego que aquello que pudiera estar agrupando y produciendo ese efecto totalizante, con la satisfacción narcisística que obtiene, caiga, e introduce un orden de privación, instaura un descompletamiento de la totalidad, que se constituye en torno a la completud con y en la madre. En el ejemplo de San Agustín que Lacan retoma varias veces, se evidencia algo con respecto a la dimensión primera que pone en juego el verse por fuera de esa totalidad que se conformaba con la madre, el sujeto palidece, al ya no estar allí formando parte de esa totalidad, cae como falo y aparece el otro. En este ejemplo hay una permutación que se produce por sustitución, hay otras operaciones que pueden producir una permutación. En San Agustín vemos una permutación producida por la sustitución, y da lugar a la formación de una metáfora. Es un pasaje de lo imaginario a lo simbólico. Las identificaciones que forman parte del yo del sujeto, todas esas identificaciones son conmovidas ante la totalidad que representa esa imagen del niño amamantado por la madre. Si el sujeto acepta ser sustituido, queda liberado de un lugar que de lo contrario lo aprisionaría, puede no aceptarlo, pero si acepta es una metáfora: él es otro. Esto puede aceptarse en cierto momento y no en otro momento, o bajo ciertas condiciones, hay una oscilación. Teniendo en cuenta que cualquier cosa puede constituirse -tal y como Lacan lo muestra en el historial de Juanito- en objeto metonímico de la madre, podría también serlo un dispositivo, a fin de restituirle el falo a la madre, afín de no caer. Entonces la fórmula $◊a, será remplazada por Φ ◊ i(a) y lo que es el corte y la división del sujeto por el objeto causa del deseo será sustituido por el i(a), yendo al lugar del sujeto el ser del falo. Es a nivel de ser el falo que se produce el encolado, lo amovible, lo que no circula, sentido contrario a lo que evitaría la permutación, por el orden de privación que produce, en donde se introduciría como un instrumento lógico, el elemento que en Juanito esta encarnado por el elemento mítico del tornillo, y produce -dice Lacan- la verdadera solución del problema, el falo es entonces algo incluido en el juego simbólico, se puede combinar, esta fijo cuando esta puesto pero es movilizable, circula, es un elemento de mediación. Mi experiencia me permite dar testimonio que en Centro Dos, desde que alguien recibe el llamado de una persona solicitando una entrevista para iniciar tratamiento, la apuesta es que pueda producirse el encuentro con un analista, conllevando necesariamente una caída del dispositivo institucional (12), no hay amparo ni resguardo posible en él, no es amovible para un analista, acto que constituye a su transmisión, y en este movimiento instaura un tiempo lógico que determina una cronología particular en cada caso, no posible de ser prefijada, ni estandarizable.
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www.centrodos.com.ar Para finalizar, vuelvo a citar a Lacan, éste -sirviéndose de Freud- nos transmite la lectura, que realiza del historial de Juan, siendo el acto su lectura, haciendo surgir del texto lo que nos enseña: «en el sistema de las permutaciones es él -digamos el sujeto- quien acaba asumiendo personalmente el agujero de la madre, o sea el abismo, el punto crucial, el punto último en cuestión» Notas (1) «Si domeñar no puedo a los de arriba, moveré el Aqueronta». Esta cita de La Eneida de Virgilio Freud la usa como epígrafe en «La interpretación de los sueños». El Aqueronta o Acheronta es el río de los infiernos, y solo se pasa una vez. Fue un verso olvidado por los postfreudianos pero pronunciado y sacado a lo luz nuevamente por Lacan en el momento de su excomunión. (2) Ver nota No. 8. (3) LACAN, J. : Escritos 1, página 174-175. (4) LACAN, J.: Escritos 1, «De nuestras antecedencias». (5) En «Estudios sobre la histeria» cuando S. Freud esta haciendo un desarrollo sobre el caso Emmy en un pie de página cita experimentos de Bernheim con respecto a la hipnosis y las respuestas de las pacientes luego de preguntarles acerca de su actuar frente a una orden dada durante la hipnosis pero ejecutada poshipnóticamente. En la traducción de López-Ballesteros el texto dice: «no tiene conocimiento de la verdadera causa de su padecimiento» y directamente lo expresa como «ignorancia» y «desconocimiento». O sea, la función desconocimiento del yo, ya la podemos ubicar -dicha en esos términos- en esos primeros experimentos tomados por Freud, experimentos que son la antecedencia del método psicoanalítico. Él no tenía en ese entonces conceptualizado todavía el yo, pero sí ya podía ubicar el desconocimiento que se pone en juego cuando alguien intenta dar razones de su actuar. Sin embargo, he descubierto que en la edición de Amorrortu el término desconocimiento no aparece, perdiéndose en la traducción que hace J. L. Etcheverry. (6) y (7) Traducción de Silvia García Spil. (8) El cruce del Rubicón fue el detonante de la Segunda Guerra Civil de la República Romana. Marcaba el límite del poder del gobernador de las Galias, el derecho romano impedía que cualquier general lo cruzara con su ejercito en armas, de este modo Roma quedaba protegida de amenazas. La noche del 11 al 12 de enero del año 49 antes de Cristo, Julio Cesar se detuvo atormentado ya que cruzarlo significaba cometer una ilegalidad y convertirse en enemigo de la República. Julio Cesar da la orden a su ejército de atravesar el río, iniciando la guerra civil, con la frase «alea iacta est» (la suerte esta echada). (9) «…si un día, por franquear cierto umbral yo me pongo
fuera de la ley, ese día mi motricidad tendrá valor de acto». J. Lacan, Seminario El acto psicoanalítico, Clase 1. (10) Cantor es un matemático alemán de origen ruso, que vivió desde el 1845 al 1918, es contemporáneo de Freud. Lacan lo ubica junto a él y a Freud en la misma serie (Seminario XV). (11) No es por seguir la ley de la biyección que Cantor encuentra el número transfinito, sino por inventar el método de la diagonal que no responde a la biyección. (12) El dispositivo queda claramente evidenciado -en ocasiones - como siendo solidario del goce parasitario que empobrece y constriñe a un sujeto. M tiene un trabajo y quería ser profesional, para así lograr ingresar y tener altos cargos. Intentaba cursar materias en la facultad pero se cansaba y abandonaba para pasear, salir con amigas y hacer compras. Además los profesores -según ella- no sabían lo suficiente, quería que estudiaran y le explicaran más, salvándola -de este modo- del tiempo que ella tendría que dedicar a leer y estudiar. Pretendía que el costo lo pagara otro. Tenía una relación amorosa con su jefe. Quería ascender pero allí era complicado. Obtenía algunas ventajas por su relación amorosa y sus compañeras la odiaban. Se quejaba de que la odiaran, anhelaba ser querida, pero no dudaba en aprovechar su lazo con el jefe para exceptuarse de lo que las compañeras cumplían y los costos que asumían (horarios, ausencias, vacaciones, etc.). Atendí a esta paciente hace varios años por la prepaga que ella tenía, hacía unos meses que habíamos comenzado cuando decido no formar más parte del equipo de la prepaga y le comunico mi decisión. Frente a esto se enoja y dice que la prepaga tendría que seguirle pagando el tratamiento, que ella necesitaba y que a ellos no les importa. Le digo que puede buscar a otra persona con la cual atenderse en la prepaga, dice que no quiere otra persona, que quiere continuar conmigo pero enojada y quejándose se pregunta ¿Por qué el esfuerzo tengo que hacerlo yo? De este modo el dispositivo de la prepaga era un modo más para ella de seguir sosteniendo la misma posición gozosa que la detenía y empobrecía, un modo más de que el costo lo pague otro, no queriendo saber hasta allí de las consecuencias. Por este motivo, los dispositivos que no permiten una caída del mismo, como sucede en muchas coberturas médicas con las renovaciones de por vida, además de otras cuestiones a considerar relativas a tiempo y dinero, no posibilitan que la condición de goce que hace sufrir a un sujeto se conmueva., la misma esta anudada al uso del dispositivo siendo ese el modo en el que se formula su demanda. Fue necesario de mi parte renunciar a un dispositivo de esas características para no ser sostén ni cómplice de ese amparo. (Los datos reales del caso fueron modificados para preservar la identidad). (13) Imagen: Caesar Crossing the Rubicon de Jean Bouquet.
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Del esquema del peine al matema: formalizar para transmitir Juan Bustos Psicoanalista, Docente y Supervisor en Centro Dos juanbustos@fibertel.com.ar
Entonces Josué se dirigió a Yahvé en el día en que Yahvé puso a los amorreos en manos de los hijos de Israel y dijo: sol detente sobre Gabaón y tu luna sobre el valle de Ayalón. Y se detuvo el sol y se paró la luna... (Josué 10, 12) Santísimo Padre, puedo estimar suficientemente lo que sucederá en cuanto algunos adviertan, en estos libros míos, escritos acerca de las revoluciones de las esferas del mundo, que atribuyo al globo de la tierra algunos movimientos, y clamarán para desaprobarme por tal opinión. Copérnico, Junio de 1542. Justo en el límite del mito religioso y el comienzo del matema moderno se instala la preocupación de los analistas por dar cuenta de una práctica cuyos «mojones» son ineludibles a la hora de dirigir una cura. «Pues el psicoanálisis no es nada sino un artificio del que Freud dio los constituyentes al establecer que su conjunto engloba la noción de esos constituyentes. De tal manera que el mantenimiento puramente formal de estos constituyentes basta para la eficacia de su estructura de conjunto, y que entonces lo incompleto de la noción de estos constituyentes en el analista tiende en la medida de su amplitud a confundirse con el límite que el proceso del análisis no franqueará en el analizado». (1) Contundente, las posibilidades de llevar adelante un proceso analítico por parte del analista son proporcionales a su formación. Invitación de Lacan a adentrarnos en el pantano de la Ciencia. Recordemos que con mucha insistencia Freud y con sugerencias explícitas Lacan nos recuerdan que de lo que se trata en la clínica es del «caso por caso», la «singularidad» dicho en términos más actuales. La pregunta que se nos impone es por la validez y la pertinencia de una escritura que en su sincronía intenta aprehender invariantes cuando el «caso por caso» nos impone una atención especial en la singularidad y en los modos particulares que tienen los acontecimientos subjetivos de sucederse históricamente. Es justamente en esta discusión que tiene relevancia el concepto de estructura. Para el psicoanálisis la dimensión estructural es introducida por Lacan a partir de la fuerte influencia que recibe desde la antropología y la lingüística con una
modificación que rara vez sus críticos consideran. Se trata de dos diferencias sustanciales que establece Lacan respecto del estructuralismo que lo precede: una es que la estructura de la que nos habla Lacan es una estructura en falta, una disposición en sistema de los elementos afectado por la falta de uno, y la otra es que la estructura no excluye la subjetividad. Queda así el camino de acceso más explicitado. Nuestra preocupación por la formalización del psicoanálisis y por ende las modalidades de su transmisión no son una mera inquietud epistémica ni una especulación en el marco de la llamada «filosofía de las ciencias» sino un modo de dar cuenta de nuestra clínica y de las maneras de conducirla. Encuentro con la estructura íntima que sostiene nuestra fenomenología clínica. Si tuviéramos que reconstruir la historia del psicoanálisis ligada sólo a este sesgo comenzaríamos por los escritos freudianos en donde a partir de esquemas, dibujos o simples letras Freud intenta transmitir algo del orden de la estructura diríamos ahora con un lenguaje del que él no disponía. El Freud del «Proyecto...» con sus letritas griegas o el Freud que sitúa en el esquema del peine lugares designados con letras es un autor preocupado por la modalidad de transmisión de un saber que iba adquiriendo paulatinamente cierta rigurosidad en cuanto a los «significados conceptuales» de dichas letras. Es con relación a estos «significados conceptuales» que tiene relevancia lo que enuncia Freud en algunos lugares de su obra. Podemos decir que hay dos lugares («Pulsiones y destinos de pulsión» e «Introducción del Narcisismo») emblemáticos donde Freud traza los horizontes estratégicos de su empresa científica, son lugares textuales donde el deseo de Freud queda explicitado. Es en 1915, en «Pulsiones y destinos de pulsión» que Freud nos dice: «... tenemos que ponernos de acuerdo acerca de su significado por la remisión repetida al material empírico del que parecen extraídas, pero que, en realidad, les es sometido. En rigor, poseen entonces el carácter de convenciones, no obstante lo cual es de interés extremo que no se las escoja al azar, sino que estén determinadas por relaciones significativas con el material empírico, relaciones que se cree colegir aun antes que se las pueda conocer y
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www.centrodos.com.ar demostrar. Sólo después de haber explorado más a fondo el campo de fenómenos en cuestión, es posible aprehender con mayor exactitud también sus conceptos científicos básicos y afinarlos para que se vuelvan utilizables en un vasto ámbito, y para que, además, queden por completo exentos de contradicción. Entonces quizás haya llegado la hora de acuñarlos en definiciones» (2) (subrayado nuestro) Modificando el orden: relación con la clínica, acuerdo respecto el significado y como paso conclusivo: acuñar definiciones. Precisar a partir de la escritura conceptos que permitan ordenar el material clínico por un lado y trasmitir dichas definiciones por el otro. Las «definiciones» freudianas retoman el espíritu científico y relanzan una renovación de raigambre pitagórica que nos dejan en las puertas de los matemas lacanianos. Dado que es en los pitagóricos donde rastreamos la noción de matema expresa una doctrina ligada a la traducción matemática de la estructura íntima del cosmos. Retomando a Freud decimos que sus «formulaciones» deben considerarse como una intervención que ordenará el modo de observación clínica y mantendrá con el Inconsciente una partida infinita. La conceptualización del Inconsciente y de la Metapsicología como el ordenamiento nosológico freudiano incidirá en las mismas formaciones del inconsciente y en las configuraciones sintomáticas. En lengua contemporánea, el discurso freudiano interviene en lo real. Es una intervención, no ya una posición contemplativa, es un intento de producir alguna modificación en lo que Freud ubicaba como una cierta fijeza en la satisfacción pulsional. No es el psicoanálisis una mera práctica hermenéutica o un simple ejercicio de desciframiento del sentido. Es una intervención que apunta a producir alguna modificación en la posición del sujeto respecto de su propia satisfacción, un acto del analista que intenta desbaratar ese goce singular por el cual el sujeto que sufre acude a verlo. Se detecta aquí una concepción homóloga a la Ciencia Contemporánea en tanto entendida como posibilidad de intervenir en lo real, pero la deuda a todas luces es con la Ciencia Moderna y podemos decir que los avatares del psicoanálisis se encuentran determinados por el surgimiento de ésta. Sus posibilidades de asumir una formulación como su modo de concepción del sujeto es un rasgo heredado de la inauguración cartesiana del cogito (3). Siguiendo el pensamiento de Descartes, entendemos que la duda metódica opera en el sujeto un vaciamiento de significaciones que culminan en la certeza, y el horizonte alcanzado por el cogito sienta las bases de la revolución científica del siglo XVII donde Newton y Galileo se encargan de «destruir el cosmos» (4) y de fundar una escritura que abre la era moderna (5). Ahora bien, la fundación cartesiana sólo sienta las condiciones de posibilidad para que sea aproximadamente en el siglo XVII que Galileo y Newton operen la ruptura con el misticismo y la divinidad. Será la escritura en su modalidad de formula la que inscriba esta ruptura y despida para siempre la ilusión de comunión entre el hombre y la naturaleza. Para decirlo expresamente
son escasas «letras» las que dan cuenta de la ley de la atracción de la gravedad, es una fórmula que no trata de cuerpos concretos sino que es una abstracción, un recorte, una construcción. Una combinación de letras que produce una escritura con una característica inédita en la historia del pensamiento humano y que es justamente el elemento invariante como expresión matemática. La fundación de la Ciencia Moderna está relacionada a la operacionalización llevada a cabo con estas invariantes, es decir, la formulación de un discurso que funda cierto orden en lo real y que dota al hombre de un marco de referencia desde donde «mirará» el cosmos. En este sentido hablamos de inauguración de la ciencia cuando se escribe una fórmula y cuando a partir de ésta se lee una universalización de los efectos sostenidos en esta articulación, allí se inscribe el pasaje de un objeto natural a un objeto teórico. Estamos en el centro de la cuestión, en los problemas de escribir para el psicoanálisis sus modos de concebir al sujeto dividido y a las formas de operar con él. Se trata de fundar una escritura cuyos elementos no produzcan ningún efecto de significación. Aquí arriesgamos un acercamiento del psicoanálisis a la Ciencia Contemporánea en la medida que las letras que configuran una fórmula sólo adquieren sentido una vez puestas en relación. En este sentido la escritura matemática y la escritura del inconsciente se acercan, a diferencia de la ciencia moderna que toma lo real desde su propio sistema de representaciones. Será Jaques Lacan quien a lo largo de toda su obra insistirá por poner en relación y tensión al psicoanálisis con la ciencia. E insistimos no como una preocupación filosófica sino como un modo de ajustar los medios para que la experiencia analítica sea posible de ser trasmitida. El psicoanálisis será en este sentido una «praxis» en la medida que se propone tratar a lo real por lo simbólico, es decir, a través de una red de significantes que permitan producir determinado «saber» y que dicho saber sea transmisible. Esta temática abre la problemática cuestión de la formación de los analistas en la medida que tiende a confundirse con una acumulación de saber que linda con la erudición (6) y también abre la polémica respecto de cuáles son los «límites» de lo simbólico con relación a lo real. Hay dos intervenciones lacanianas de la década del 60’ que intentan situar esta discusión: una es la formulación del objeto a como real «insignificantizable» y otra, consecuencia teórica, es la postulación del sujeto como dividido entre el saber y la verdad (7). Estas dos referencias sirven para mostrar el sendero por donde Lacan va a intentar una formalización, una escritura de la experiencia analítica en su conjunción y disyunción con la Ciencia. Psicoanálisis y Ciencia se conjugan en el sujeto de la ciencia y tienen como referencia compartida en este punto el cogito de Descartes y son heterogéneas con relación a la verdad, sobre todo porque para Lacan la verdad está íntimamente vinculada a la castración freudiana. Es la Ciencia en este punto la criticada por Lacan en la medida que deja por fuera a la verdad, forcluye al sujeto, lo sutura.
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 Son distintas denominaciones que adquiere esta crítica y que tienden a presentarnos a lo «indecible» como lo expulsado del campo de la Ciencia Moderna. Si para la Ciencia Moderna es necesaria la extinción de la significación en la medida que tiende a construir «redes sistemáticas de elementos en sí desprovistos de significación, pero coherentes entre sí» (8) que tiene como característica rechazar al sujeto (el sujeto evanescente de Descartes) y presentarse entonces como un discurso sin sujeto; nos queda por pensar entonces a los que practicamos el psicoanálisis pensar cómo es la formulación de la estructura que sostiene la fenomenología de nuestra práctica analítica teniendo en cuenta que para dicha escritura deberemos considerar la «verdad» como causa, lo imposible de escribir: la castración, la «no» identidad del sujeto, la no-proporción sexual y una serie de conceptos elaborados como conjeturas que se edifican en torno a la incompletud y al vacío. Es decir, que necesitamos de una cierta disposición de las letras en una fórmula que no sólo «congele» las significaciones imaginarias sino que sea comunicable y racional, se constituya como saber («inventado»), que dicho saber sea instrumento para intervenir en lo real, es decir en la posición subjetiva y singular de un goce y que incluya en la formulación misma lo «imposible». Una lógica que no puede ser la lógica tradicional aristotélica ni tampoco la Lógica Simbólica dado que ambas se proponen como «suturando» al sujeto, es decir, que en su formulación excluyen la verdad que lo causa. Estas lógicas son, podríamos decir: lógicas del fantasma. Si nosotros vamos a utilizar una lógica para el psicoanálisis no puede ser aquella que sutura al sujeto y por supuesto tampoco aquella lógica que en tanto del fantasma, articula la neurosis. Habría como una advertencia en Lacan al respecto en la medida en que la lógica que de cuenta de la experiencia del análisis no puede ser la misma que conforma el fantasma. En este sentido una escritura lógica no debe «velar» lo real sino al menos marcarlo como imposible. Lacan insiste a lo largo de toda su enseñanza con tratar de arribar a una escritura de este estilo y habría que leer en dicha perseverancia el anuncio de los riesgos que se nos presentan a nosotros en tanto neuróticos de entender la teoría «fantasmáticamente», es decir, descifrar en «clave neurótica» aquellos fundamentos que sustentan nuestra clínica. Es por esta razón que hay una recurrencia notable a aquellos autores que en el marco de sus disciplinas inauguraron una ruptura respecto del paradigma vigente.
Es testimonio para nosotros la postulación del «infinito no numerable» de Cantor, la postulación de Gödel respecto de la imposibilidad de demostrar un teorema que no sea incompleto, el «principio de indeterminación» de Heisenberg y por supuesto toda la vertiente topológica que marca una ruptura epistémica con la geometría tradicional. Decía Lacan allá por 1974: «Sin intentar esta relación con la escritura, no hay manera en efecto de llegar a lo que, al mismo tiempo que planteaba su in-ex-sistencia, he propuesto como una meta por la que el psicoanálisis se igualaría a la ciencia: a saber demostrar que esa relación es imposible de escribir, o sea que por ello no es afirmable pero tanto como no refutable: a título de la verdad Con la consecuencia de que no hay verdad que pueda decirse toda, incluso ésta, puesto que ésta no se la dice ni poco ni mucho. La verdad no sirve para nada más que para hacer el lugar en el que se denuncia ese saber. Pero ese saber no es que sea nada. Pues de lo que se trata es que accediendo a lo real, lo determine tanto como el saber de la ciencia. Naturalmente, ese saber no está ya preparado. Porque hay que inventarlo» (9) Obviamente en esta última frase hay una interpelación a quienes hoy seguimos trabajando en psicoanálisis. «Hay que inventarlo» nos invita a participar de un emprendimiento que no por ser científico deja de ser creativo. Notas (1) LACAN, J.: «El psicoanálisis y su enseñanza», Escritos 1, Siglo XXI. (2) FREUD, S.: «Pulsiones y destinos de pulsión», Tomo: XIV, A. E. (3) BAAS, B.-ALOSZYC, A.: Descartes y los fundamentos del psicoanálisis, Atuel, 1994. (4) Ver KOYRÉ, A.: Pensar la Ciencia, Ed. Piados, 1994. (5) Ver: KOYRÉ, A.: «Los orígenes de la ciencia moderna. Una interpretación nueva», en Estudios de Historia del Pensamiento Científico, Siglo Veintiuno de España Editores, 1977. (6) En la conferencia que diera Lacan en Ginebra sobre el síntoma, postulará que la experiencia del propio análisis es una condición para su transmisión. Consultar: «Conferencia en Ginebra sobre el síntoma», Intervenciones y textos 2, Ed. Manantial. (7) LACAN, J.: «La ciencia y la verdad», Escritos 2, Siglo XXI, 1975. (8) MILLER, J. A.: «Elementos de Epistemología», Recorrido de Lacan, Ed. Manantial. (9) LACAN, J.: «Nota Italiana», Uno por uno», 1991.
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Producciones discursivas que afectan lo sensible del cuerpo Alejandra Chinkes Psicoanalista, Docente y Supervisora en Centro Dos alechinkes@yahoo.com.ar Una pregunta me puso a trabajar: ¿De qué hablamos cuando hablamos de transmisión en el campo de la subjetividad? Después de buscar en el diccionario, intercambiar con colegas, leer diferentes textos acerca del tema, empezar a escribir, dudar, pensar que no se me ocurría nada interesante para decir, compartir algunos esbozos del artículo a mis colegas del equipo editorial y que me animaran a seguir escribiendo, leer otros textos y finalmente sentarme otra vez a escribir… arribé a esta primera aproximación: Podemos decir que hay transmisión si hay pasaje de un lugar a otro de «algo» no reductible a las palabras, pero que está entramado en su campo. Nos interesa pensarlo en términos de efecto de transmisión, en el sentido de que alguien pueda testimoniar que se le ha transmitido. Que pueda decir sobre el movimiento y el registro subjetivo de ser «afectado», «tocado» por «eso». «Eso» que para pasar necesita del soporte del texto que le hace de vía, de canal pero que no coincide con lo enunciado. Podríamos decir que en la transmisión está en juego fundamentalmente la dimensión de la enunciación que se hace «carne» en alguien. Esta suerte de definición me surgió al interrogarme sobre cómo ciertos textos lograban un efecto subjetivo que podría traducir como el ser «tocada» o «estar concernida». Podría decir que ese mismo efecto ha tenido lugar en el recorrido de mi análisis, en algunos momentos puntuales; y en ocasiones escuchando a algún otro significativo. Se trata de producciones discursivas que afectan lo sensible del cuerpo. Si bien considero que para que se produzca dicho efecto se requiere que el que está en posición de receptor decida (1) dejarse tomar, no todo texto invita a ello. La hipótesis que pongo en consideración es que esta invitación se propicia si el autor nos muestra la construcción de ese saber, dejando lugar para lo que no cierra, lo no sabido, lo que solamente se insinúa, sin arrasar con las marcas de las dificultades que van surgiendo a partir del trabajo de producción. Si mantiene lo vivo presente en ellos; si el autor no aspira a arribar a una verdad absoluta sino a mostrarnos el camino de su pensamiento, la lógica en juego en su experiencia. Si deja las huellas del recorrido que lo lleva de lo conocido a la invención.
I Ésta es la modalidad de escritura de Freud en toda su obra y entiendo es la máxima transmisión que nos ha legado sobre el psicoanálisis. La posición que él mantiene respecto del saber en sus textos es de igual estructura que la actitud de escucha psicoanalítica. Entiendo que si hay algo a transmitir en los diferentes dispositivos que hacen a la formación de los psicoanalistas es esa posición tan particular de Freud que inauguró el campo del psicoanálisis. A modo de ejemplo podemos tomar sus conferencias en las cuales ficciona el diálogo con un interlocutorcuestionador que lo va haciendo argumentar sobre los puntos de contradicción, que de ese modo quedan resaltados, mostrándonos el modo en que construye sus hipótesis. En la 6 ° conferencia. Premisas y técnica de la interpretación (1915-6) nos dice: «Señoras y señores; no los he reunido aquí para tenerlos engañados o disimularles algo. Sin duda he anunciado unas Conferencias elementales de introducción al psicoanálisis pero con ello no me propuse una exposición in usum delphini –para uso del delfíndestinada a presentarles una argumentación tersa que ocultara cuidadosamente todas las dificultades, llenara las lagunas, retocara las dudas para que ustedes pudieran creer, con ánimo tranquilo, que habían aprendido algo nuevo. No, justamente porque ustedes son principiantes quise mostrarles nuestra ciencia tal como es, con sus escabrosidades y asperezas, con sus requerimientos y reparos.»… Agrega en el párrafo siguiente que «la enseñanza suele empeñarse en ocultar al principio a los alumnos estas dificultades e imperfecciones. Pero eso no sirve en el psicoanálisis.» (2) En la «4° Conferencia. Los actos fallidos (conclusión)» (1915-6) en el último párrafo volviendo al tema en cuestión, el valor de las operaciones fallidas para el psicoanálisis, refiere que para terminar va «mencionar sólo una de las preguntas no respondidas que ustedes me dirigen ¿Cómo es posible que con tanta unanimidad declaren que esos mismos fenómenos son contingentes, faltos de sentido y de significado, y se opongan con tanta energía a su esclarecimiento psicoanalítico? Tienen razón, eso es llamativo y requiere de explicación.
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 Pero no se las daré, sino que poco a poco los internaré por los nexos que les harán patente esa explicación sin mi ayuda» (2) En la introducción a las conferencias James Strachey explicita que a Freud «la conferencia, como método de exponer sus opiniones le atraía, pero solo bajo una condición: él tenía que mantener el contacto vivo con su auditorio, ya fuera este real o supuesto». Nos aclara que «se oponía a presentar sus puntos de vista de una manera autoritaria y dogmática»; y lo cita: ´yo no se los quiero comunicar…, prefiero que lo colijan´; donde las objeciones no deben ser acalladas, sino planteadas y abiertamente examinadas.» Relaciona, entonces, su método expositivo en el que se destaca la estructura del diálogo con la «característica esencial en la técnica del psicoanálisis mismo». (2) F reu d en vari as o casi o n es d i scu te co n su s argumentaciones de otros textos. Por ejemplo en el Capítulo VIII de Inhibición, síntoma y angustia (1926[1925]) dice: «Es tiempo que nos pongamos a meditar. Desde luego, buscamos una intelección que nos revele la esencia de la angustia, un ´o bien-o bien´ que separe, en lo que sobre ella se dice, la verdad del error. Pero es difícil lograrlo…. Ahora les propongo otro procedimiento; reunamos, sin tomar partido, todo cuanto podemos enunciar acerca de la angustia, renunciando a la expectativa de alcanzar una nueva síntesis» Podemos percibir que el procedimiento que elige para tratar el tema es el mismo que emplea para «escuchar» a sus pacientes. En este sentido, seguimos a Lacan en «Intervención sobre la transferencia» (1951) donde retoma el relato que hace Freud construyendo el caso Dora, y dice «…el concepto de la exposición es idéntico al progreso del sujeto, o sea a la realidad de la curación» (3) Por lo tanto, ¿podemos decir que en la modalidad expositiva de los textos de Freud se nos transmite el método psicoanalítico a los que decidimos tomar ese legado? II Leyendo a René Descartes en el «Discurso del Método» (1637) y «Meditaciones metafísicas» (1641) también ubiqué ese efecto subjetivo que estamos homologando al registro del efecto de transmisión. A partir de ello comencé a releerlo bajo la pregunta: ¿Qué es lo que en estos textos invita a la transmisión? Ambos tienen la marca de ser testimonios de una experiencia. Manuel García Morente, en el prólogo (4), dice que estos escritos inauguran la filosofía moderna y lo hacen con lo que se podría llamar «una autobiografía espiritual». Rescata que en una carta Descartes ha explicado respecto al «Discurso del método» que «si a este trabajo le he puesto de título Discurso y no Tratado del método es porque no se propone enseñar el método, sino solo hablar de él, pues más que una teoría consiste en una
práctica asidua». Entiendo que los denomina autobiografía espiritual porque Descartes nos va mostrando como ejercita su método, contando su experiencia, no ahorrándonos sus vacilaciones, errancias, cuestionamientos y dificultades en la aplicación de su método. Son textos plagados de términos que hacen a sus sentimientos, sensaciones y descripciones de las situaciones en las que le surgen los pensamientos. Para ilustrar esto podemos leer la segunda meditación en la que comienza diciendo: «La meditación que hice ayer me ha llenado el espíritu de tantas dudas, que ya no me es posible olvidarlas. Y sin embargo, no veo de qué manera voy a poder resolverlas; y como si de pronto hubiese caído en unas aguas profundísimas, quédome tan sorprendido, que ni puedo afirmar los pies en el fondo, ni nadar para mantenerme en la superficie…» En otra parte deja traslucir la invención que está en juego al contarnos: «Por casualidad hace que mire por la ventana a unos hombres que pasan por la calle en ese momento.» A partir de esa «casualidad» extrae un ejemplo que lo hace avanzar en su explicación. En el «Discurso del método» explicita: «… me gustaría dar a conocer en el presente discurso los caminos que he seguido y representar en ellos mi vida como un cuadro, para que cada cual pueda formar su juicio, y así, tomando luego conocimiento, por el rumor del público, de las opiniones emitidas, sea éste un nuevo medio para instruirme, que añadiré a los que acostumbro emplear. Mi propósito, pues, no es el de enseñar aquí el método que cada cual ha de seguir para dirigir bien su razón, sino sólo exponer el modo como yo he procurado conducir la mía.» (5) En este fragmento nos refiere qué lugar le da a su escritura en el lazo con los otros. Con sorpresa, recibimos su texto que se diferencia del estereotipo cartesiano con características individualistas que solemos estudiar en la escuela. En esta línea son sus palabras cuando dice: «…pensé que de todas mis otras opiniones podía libremente empezar a deshacerme; y como esperaba conseguirlo mejor conversando con los hombres que permaneciendo por más tiempo encerrado en el cuarto, donde había meditado todos esos pensamientos, proseguí mi viaje antes que el invierno estuviera del todo terminado.»(6) Es el diálogo con el otro lo que le permitiría avanzar en ese camino de «destrucción» de los saberes anteriores, que no resistían el método de la duda y que lo alejaban de la verdad que buscaba para afianzarse y sentirse seguro. En ese sentido decide publicar el Discurso en francés y no en latín para ampliar las posibilidades de intercambio con otros e invitándolos a seguir adelante dirá «empezando los últimos por donde hayan terminado sus predecesores, y juntando así las vidas y los trabajos de varios, llegásemos todos juntos mucho más allá de donde puede llegar uno en particular». En relación a lo que llama sus logros manifiesta que
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www.centrodos.com.ar son la consecuencia de cinco o seis principales dificultades que ha resuelto. Ahí aparece el obstáculo como motor de su trabajo. También explicita que las verdades a las que arribó son para él, que otro podría aplicar el método y hacer un camino diferente. En esto pone en juego una dimensión de la verdad no universal (7). En la búsqueda inicial estaba dispuesto a la ruptura con lo establecido, a dejar caer las verdades incuestionadas que le habían enseñado. Lacan en el Seminario 9, en la segunda clase, resalta en relación a ese movimiento destituyente que «el primer tiempo tiene la traza de un pasaje al acto; en el Seminario 14, clase 6, lo describe de este modo: «Cuando Descartes publica su cogito, que él articula en ese movimiento del Discurso del método, que se desarrolla en escrito, se dirige a alguien, lo lleva sobre los caminos de una articulación cada vez más constrictiva. Y luego, de golpe, algo sucede, que consiste en despegar de ese camino trazado, para hacer surgir de esto otra cosa que es el ‘yo soy’.» Acto que es de algún modo detenido al buscar la seguridad de alguna verdad de la que ya no pudiera dudar. En ese atolladero aparece el «Pienso, soy» como punto de apoyo que requiere del Dios que no engaña. Descartes nos lo dice así: «Advertí que queriendo yo pensar que todo es falso, era necesario que yo, que lo pensaba fuese alguna cosa y observando esta verdad yo pienso, luego soy encuentro el primer principio de la filosofía que andaba buscando.»(8) La complejidad de su hallazgo la trasmite cuando agrega: «Yo soy, existo esto es cierto; pero ¿cuánto tiempo? Todo el tiempo que dure mi pensar.» «Yo soy, existo es verdadera necesariamente, mientras la estoy pronunciando o concibiendo en mi espíritu» (9) Descartes en estos escritos testimonia sobre su «despegue de ese camino trazado», invitándonos a
sentirnos afectados por su acto y a realizar el nuestro. Como punto de arribo Entendemos que en la manera en que alguien elije para contar se juega su apuesta de transmisión, más allá de la intención o el registro consciente que se tenga de ello. A la manera de argumentar, a la modalidad expositiva para lograr un efecto en el otro la llamamos retórica. Entonces podemos decir que habrá retóricas que propician, que invitan a que pase «lo que no anda», lo que «no encaja»; que le dan lugar a lo que no entra en la síntesis y esperan del interlocutor un trabajo en tanto se sienta afectado en lo sensible del cuerpo. Notas (1)Decisión: desde la noción de acto del Seminario 15 «Acto psicoanalítico» de J. Lacan, en la que no hay un yo que pueda considerarse agente de dicho acto. Es decir, por fuera de toda intención voluntaria. (2) FREUD S., Conferencias de introducción al psicoanálisis (1916-17), Tomo XV, Amorrortu editores. (3)LACAN J., Intervención sobre la Transferencia (1951) en Escritos 1 (4)RENATO DESCARTES, Discurso del Método (1637) y Meditaciones metafísicas (1641), Traducción, prólogo y notas Manuel García Morente, Espasa- Calpe, Madrid (1984) (5) Ibid., Primera parte, Pág.36. (6) Ibíd., Tercera parte, Pág. 57/58. (7) Ibíd., Sexta parte, Pág. 86, 89, 97. (8) Ibíd., Cuarta parte, Pág. 62. (9) Ibíd., Segunda meditación, Pág. 124,122.
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Psicoanálisis y transmisión Néstor Medvuidenur Psicoanalista, Docente y Supervisor en Centro Dos hospital_dedia@yahoo.com.ar
Una pregunta que se reitera una y otra vez y que despierta mi interés: ¿Hay enseñanza del psicoanálisis o efectos de transmisión? Adentrándonos en el tema en análisis y como primera aproximación, me inclino a pensar que, si bien las escuelas proponen programas de formación para el psicoanálisis, lo que sí podemos afirmar es que no hay programas en sí que nos permitan un acceso al psicoanálisis. El saber que se desprende de nuestra práctica; no pertenece, o al menos no debiera entrar en los atolladeros del saber universitario, que como sabemos participa del discurso amo (Lacan y los cuatro discursos). Se trata de la formación del analista, entonces, dirigiéndonos a ese lugar es importante no pedagogizar la práctica. Un modo de obstaculizar la inclinación a la pedagogización del psicoanálisis es ubicar el modo en que cada uno pueda acercarse a la experiencia. Lacan, funda la escuela freudiana como un intento de garantizar la transmisión del psicoanálisis, cuestión que ha tenido consecuencias para lo que ha seguido después. Podemos afirmar que al enseñar, hay efectos de transmisión porque el discurso del psicoanálisis no se pliega a ningún saber, en sentido de un conocimiento epistémico. Respecto de la enseñanza hay transmisión, y con ello, efectos. Se trata de la localización de lo que queda para si, entonces es un saber producido por los efectos analizantes de aquel que transita por la experiencia de lo real. Si aprendemos, corremos el riesgo de alejarnos del psicoanálisis. Entonces, tendremos una clínica del sentido y no de lo real; de la mano de lo real vamos hacia la constitución del síntoma. ¿Qué podemos decir del psicoanálisis? Es un sesgo práctico, al decir de Lacan, en el seminario XXIV, una práctica cuya orientación es a lo real. Así planteadas las cosas, surge otro interrogante: ¿Se aprende lo real? No. Pero, si existe una aproximación por salto; cada vez que desmontamos un saber, entonces
podemos encontrarnos con otra escena que permite respecto del saber, una caída y una ganancia como experiencia de cuerpo. Lacan se ha ocupado en gran parte de su trabajo, de mostrar los efectos indeseados de una practica terapéutica, advirtiendo de tal modo que el psicoanálisis conlleva una cuestión de tiempo. La transmisión como efecto de formación es eso, un efecto. Se trata de disponer de tiempo, el necesario; hacer entrar las operaciones del dispositivo. Consideremos efecto de formación como lo simbólico entrando en lo imaginario y articulado a lo real. Así, existen efectos de formación cuando hay un punto de exterioridad con lo universitario, ahí es posible generar un espacio otro. Entonces hay campo del psicoanálisis, y por lo tanto, efectos. Es interesante pensar que existen efectos cada vez que se produce un salto, y por lo tanto, hay entrada de real. La formación supone eso: una entrada que siempre es otra entrada. Hay una responsabilidad que supone el hacer pasar a otros una experiencia, que como experiencia tiene un punto intransmisible; se pasa algo, un resto, el objeto a. La escuela que Lacan pensó, garantiza la formación a partir del analista que se autoriza. No se trata de saber, sino del saber hacer con el síntoma; con ese trozo de Real, es que estando ahí, el analizante podrá devenir analista. Así, se llega por salto, discontinuidad, no hay progreso. Se trata de hacer comunidad, comunidad de analizantes. El psicoanálisis genera lazos a partir de la transferencia. Hay un compromiso que es permitir que cada analizante encuentre el modo de hacer con la clínica, lo que será el resultado de su transitar por el psicoanálisis, el paso por los textos y sobre todo, la experiencia encarnada de lo real que supone la practica del psicoanálisis. Se trata de la formación del analista, respecto de lo oído, lo leído; es decir, el uso, aquello usado, de lo que se hace uso: he allí la formación, lo usado de lo leído.
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Ruidos de la transmisión Alejo Giordano Psicoanalista en Centro Dos alejogiordano@yahoo.com.ar
Más de una vez escuché decir que cuando los analistas nos reunimos para hablar de Lacan de lo que allí se trata nada se entiende, ubicándose el locutor rápidamente en un supuesto lado de “afuera” que sitúa, en contraposición, un lado de “adentro”, conformando así una especie de segregacionismo que, se podría pensar entonces, nos “hermana”. No obstante, la trama no es tan sencilla y en su desenlace es común encontrar aparentes dificultades: Si bien la amplia producción en todas las direcciones de prolíferos autores redunda en la fragmentación de un movimiento psicoanalítico, que lejos de ser unificado gracias a las rivalidades belicosas de las distintas escuelas, discute hasta los más básicos enunciados; el específico y cifrado lenguaje que se utiliza empuja a los aspirantes a expresarse en una jerga que, en ocasiones incluso desconocen, con tal de mantener cierta impostura de pertenencia. Y el hermetismo del propio Lacan, aunque con justificados propósitos y sus acólitos imitadores provoca la deserción del recién llegado. Cabría preguntarse a modo de hipótesis: ¿Tiene algún sentido incendiar esta babelización discursiva con el fin de uniformarnos en un mismo sendero hacia la tierra prometida del análisis?, ¿Cómo influyen en la actual coyuntura los múltiples estilos discursivos?, ¿Es ignorada esta diversidad? Se podrá objetar que algún parámetro hay que tener pero, en principio, ante ello surge un primer obstáculo relacionado a la distintiva transmisión del psicoanálisis: Su discurso es todo lo contrario a un discurso amo, entendiendo por ello, que es el reverso a toda concepción que a modo de síntesis final pretenda acaparar un saber absoluto, encontrando cual piedra en el zapato, en el inconsciente y en la idea de saber no sabido que en él se aloja, la imposibilidad y su condena al fracaso, de cualquier intento de totalización. En consecuencia el psicoanálisis se inscribe como práctica subversiva que socaba a todo intento de dominación del saber o discurso hegemónico. En concordancia con este postulado surge el conocido: “¿Cómo se puede ser psicoanalista?”. Lacan plantea que para dicha formación “no hay manera de dar con sus principios” (1) o que “la autorización de una analista sólo puede provenir de él mismo” (2). Estos enunciados pueden prestarse a confusión cuando no se los concibe como un proceso que modifica al sujeto
en el núcleo mismo de su ser, y que no puede regularse mediante procedimientos ritualistas ni asegurarse con un certificado impreso. Como destaca Lacan, en la formación de analistas “debido a su insuficiencia, los criterios son sustituidos por algo que pertenece al orden de la ceremonia” (3). Insuficiencia que me veo precisado a señalar ya que son sobrados los momentos e indicaciones que él da para como desenvolverse en la práctica, donde cumple un papel fundamental el discurso del sujeto y su escucha. Encontrando en esos lugares su fundamento: “Un psicoanalista debe asegurarse en la evidencia de que el hombre, desde antes de su nacimiento y más allá de su muerte, está atrapado en la cadena simbólica” (4), y que “esta exterioridad simbólica con relación al hombre es la noción misma del inconsciente” (5). No creo entrar en contradicción con Lacan al pensar que la deficiencia teórica en la doctrina nos pone en el defecto de la enseñanza que responde de ella. Pues así lo plantea en el ´56 respecto a esta problemática: “La explicación debe buscarse en la situación del psicoanálisis más que de los psicoanalistas. Pues si hemos podido definir irónicamente el psicoanálisis como el tratamiento que se espera de un psicoanalista, es sin embargo ciertamente el primero el que define la calidad del segundo” (6). Pero entonces: ¿Cuál es la situación del psicoanálisis hoy por hoy?, ¿Ante qué funesto panorama nos enfrentamos?, ¿Es la misma situación?, ¿Debemos entrar en pánico? Como propone Elizabeth Roudinesco en su lapidario: “¿Está superado el psicoanálisis?”(7). En su libro “El idioma de los lacanianos” Jorge Baños Orellana señala que habitualmente se recuerda “la estructura de las revoluciones científicas”, el libro más leído de Kuhn, por su concepción de la historia de las ciencias como un desarrollo discontinuo hecho de “crisis de paradigmas” y de “conversiones” masivas, dejando de lado lo que llamó “ciencia normal” que corresponde a los años quietos que describen el paisaje habitual de las comunidades científicas, y no las esporádicas revoluciones. Al plantear la normalización como un interludio oscuro y burocrático, se pierden los méritos de la ciencia normal. Se advierte así, que el paso a la ciencia normal es necesario; “Un paradigma tendrá que devenir ciencia normal o, de lo contrario, sucumbirá” (8), y por lo tanto cobra importancia el camino que se tome para
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 alcanzarla, evitando el empantanamiento. Frente al cual, el debate surge como alternativa alentadora. Dentro de este panorama; “La jerga, el hermetismo, los cantones de investigación, la explosión de publicaciones. Todos ellos, aparentes ruidos de la transmisión, no serían otra cosa que índices de vitalidad paradigmática” (9). En conclusión la transmisión del psicoanálisis encuentra en los espacios de análisis, supervisión y debate grupal su máximo exponente para evitar la cristalización de la práctica en estereotipias. Tarea que, lejos de verse beneficiada por una uniformización consigue en la diversidad de estilos y en la deliberaciónlas más fructíferas retribuciones. Es decir, marchando todos al unísono se perdería la dinámica de la discusión de ideas, con lo cual, no queda más que hacer, en respuesta a la hipotética pregunta del comienzo, una férrea defensa de los así llamados aparentes ruidos de la transmisión restituyéndoles su carácter revitalizante y ubicando el meollo de la cuestión en hacer visibles los distintos estilos discursivos que un mismo individuo puede tener para sacar provecho de ellos al aplicarlos a su palabra en distintas situaciones. Tratar de ver el ¿Qué?, el ¿Quién?, el ¿Cómo?, el ¿Cuándo? y el ¿Dónde? las reducciones son aplicadas. Ya que son las mismas simplificaciones estentóreas las que: sacadas de contexto tergiversan la teoría acarreando los peores perjuicios y contextualizadas se vuelven útiles, aplicadas al lugar y momentos justos, e incluso, necesarias.
Bibliografía BAÑOS ORELLANA, J.: (1995) “El idioma de los lacanianos”, Ed. Atuel, 1995. LACAN, J.: (1964) Seminario XI, Ed. Paidós. LACAN, J.: (1967) Seminario XIV, 1967, inédito. LACAN, J.: (1969-1970) Seminario XVII, Ed. Paidós. LACAN, J.: (1966) Escritos 1, Ed. Siglo XXI, 2008. “Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956”. ROUDINESCO, E.: (2000) “¿Está superado el psicoanálisis?” Label France. Notas (1) LACAN, J.: (1964) Seminario XI, Ed. Paidós. Pág. 238. (2) LACAN, J. : (1967) Seminario XIV, inédito. (3) LACAN, J.: (1964) Seminario XI, Ed. Paidós. Pág. 238. (4) LACAN, J.: (1966) Escritos 1, Ed. Siglo XXI, 2008. “Situación del psicoanálisis y formación del psicoanalista en 1956”. Pág. 439. (5) Ibíd. Pág. 440. (6) Ibíd. Pág. 432. (7) ROUDINESCO, E.: (2000). “¿Está superado el psicoanálisis?” Label France, 39 en: (http://www.diplomatie.gouv.fr/label_france/ESPANOL/ DOSSIER/2000bis/04psychanalyse.html) (8) BAÑOS ORELLANA, J.: (1995) “El idioma de los lacanianos”, Ed. Atuel, 1995. Pág. 369. (9) Ibíd. Pág. 315.
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Entrevista a Ricardo Monti
Dramaturgo y Director teatral (ver breve biografía en recuadro aparte)
Nys Bassi Psicoanalista, Docente y Supervisora en Centro Dos nysbassi@yahoo.com.ar
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Nota de autor - Retorno de un decir «Marguerite Duras evidencia saber sin mí lo que yo enseño» Jacques Lacan (1) La conversación con Ricardo Monti prosiguió un poco más de lo hasta aquí publicado, y puede ser escuchada en la presente publicación on line. Luego, ya con el grabador en off, charlamos algunos minutos, tratando cuestiones que hacen a lo cotidiano y avatares de la vida en tanto tal. Hemos realizado con Paula Altayrac, responsable de la desgrabación, algunas correcciones que faciliten la lectura, respetado las vacilaciones, insistencias, demoras, interrupciones, y modismos a fin de sostener la transmisión del estilo presente en la construcción del relato. La generosidad de Ricardo Monti, pionero, maestro de maestros, a quien le agradezco la gentileza de haberme recibido en su casa y dedicar casi dos horas a darnos testimonio de su recorrido, permitió lugares de encuentro en el decir -muestra de su humildad, curiosidad y constate predisposición a dejarse sorprender- estos, para mí, seguramente implicarán retornos en donde, cada vez, tomar alguna otra enseñanza de su transmisión. Apostando, en esta publicación, a compartir esa experiencia con ustedes. Si el inconsciente esta estructurado como un lenguaje porque es efecto del significante, captar las leyes del significante es captar la legalidad del inconsciente, por eso considero que la agudeza de un artista es solidaria de que se diga -y no rechaza- los efectos del inconsciente. Ellos -los artistas- tanto para Freud como para Lacan han tenido mucho para enseñarnos. Más allá de las distinciones que podemos establecer con respecto a cómo pensamos algunas nociones en la heterogeneidad que conformamos los que practicamos el discurso del psicoanálisis, en esta entrevista, resuenan puntos de encuentro allí donde un artista y un analista crean y recrean su práctica, en como leen y se leen en lo que hacen. Siendo esta lectura su acto. La imagen como significante, la aparición de lo nuevo en la resignificación, la enseñanza como creación, el tiempo subjetivo, la realidad
como construcción, el método hecho según la mano de su creador y no como una preceptiva, el valor del nombre propio, la ignorancia, el desamparo, la orfandad, el valor de la conversación, la anticipación del artista, su política, su ética, los oximorones del alma, etc., Fueron lugares de encuentro, que produjeron mis preguntas, forjadas en la lectura que el trabajo de Ricardo Monti me suscitó y por lo que me concierne e implica en este tiempo. La risa suscitada en ambos, fue provocada por el encuentro entre mis preguntas y el relato que Ricardo Monti realizaba, el cual -sin que lo supiéramos- se conducía hacia la pregunta subsiguiente que yo tenía prevista, siendo para mí un reencuentro de lo que su lectura ya me había hecho saber. Allí Monti cita a Goethe «uno solo puede aprender lo que ya sabe». En consonancia, Freud sitúa al saber inconsciente como un saber que está localizado en un lugar como no sabido. La risa adviene como placer junto con la significación y Freud la ubica en el campo de los motivos del chiste, este último -en la lectura de Lacan- devela la estructura del funcionamiento del inconsciente freudiano. Tiene que haber una comunidad de significación compartida, lo que suele decirse «ser de la misma parroquia», entre el que cuenta y el que escucha, para implicar en ambos un modo de sortear la represión y rebasar al yo. El chiste abrocha sentido, tienen un efecto de cita en tanto una parte ya fue dicha. Ese plus poético de significación, dice algo en más que cada uno entiende como puede. Entonces, se produce el nexo entre lo que se venia diciendo sin saber y lo que se termina diciendo sin querer. Por eso, la sorpresa y la risa, están ligadas a lo que del inconsciente, en el decir, nos enterarnos. Me comuniqué con Ricardo Monti después de toda una semana de -sin percatarme- dar vueltas y postergar. Finalmente, un sábado al medio día, lo llamé. Me atendió muy amablemente aceptando ser entrevistado, ofreciendo la posibilidad de concretar para el siguiente lunes, o sea, dos días después. No esperaba esa proximidad, le pedí
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 que demoráramos el encuentro una semana, quería estar preparada lo mejor posible. Había obras suyas que no había leído, datos que desconocía, no soy experta en dramaturgia -le dije- ni critica de arte, ni periodista. Le hablé casi con cierto tono de súplica para que me de más tiempo. Respondió cordialmente, con serenidad: ¿la próxima semana entonces?, martes 26 de marzo a las 10hs. Esta era una experiencia completamente nueva para mí, sin referencia. Lacan en la primera clase del Seminario 17 dice que el saber es el goce del Otro, y que la confusión es ya una salida del hecho estar dando vueltas en círculo, el círculo que implica: el significante, el Otro, el saber, el significante, el otro, el saber, etc. Permitirse la confusión implica un límite y salir del sistema del goce que el saber del Otro conlleva. Entonces allí ya no hay saber referencial, se hace en donde no lo hay, condición de toda creación, de la posibilidad de lo nuevo. Así es como me aventuré en la lectura de las obras de Monti, críticas y entrevistas, guiada por mis preguntas, las cuales no han sido, sin la autorización decididita en la propia experiencia del análisis. Fin de un análisis, en dónde lejos de afirmar la convicción de la pertenencia a una elite no afectada por los determinantes del inconsciente, siguiendo a Lacan, de lo que se trata es de autorizarse a avanzar y no retroceder en que se diga lo que de la verdad, en su estatuto de semidicha -por ser subversiva- se prefiere sofocar. Apuesta sin garantías jugada en toda autorización, siendo esta para Lacan «de sí mismo», y no sin los otros (el analista se autoriza de sí mismo y con algunos otros). El otro es un término lógico, y en esta ocasión, esos otros
son ustedes los lectores. Luego de la entrevista comprendí que había estado con uno de los dramaturgos más importante de Latinoamérica -a mi criterio- el Borges de la Dramaturgia. Me sentí afortunada, pero a la vez fue inevitable hacerme cierto reproche neurótico: ¿cuánto más podría haber peguntado?, ¿qué tan distinto? Encuentro con la castración jugada en la imposibilidad de la identidad del retorno. En el testimonio de mi experiencia –en esta como en otras ocasiones- me guía lo señalado por Lacan en D´Ecolage: «Ningún progreso ha de esperarse sin una puesta a cielo abierto periódica de los resultados como de las crisis de trabajo». Recurrir a esta cita, pretende - sin refugiarme en la salvedad- la consideración de una orientación que hace a la mía. Hace tiempo publiqué un artículo sobre Psicoanálisis y Escritura, creo oportuno recortar el final del mismo: «…no es sin la lectura soportada en otro que el escrito puede revelarse y la verdad semidicha en ese texto hacerse oír, no es sin esa lectura que el discurso psicoanalítico puede proseguir. En este caso -en acto- frente a mis palabras, no es sin ustedes que de lo que retorna podrá hacerse escrito». Notas (1) Agradezco a Miriam Fratini miembro de Freudianas, haberme hecho llegar esta referencia. Lacan, J.: «Intervenciones y Textos 2». Homenaje a Marguerite Duras, del rapto de Lol V. Stein. Pág. 66.
Breve biografía de Ricardo Monti (1) Es uno de los dramaturgos más importantes de habla hispana. Es también maestro de dramaturgos y director teatral. Cursó estudios de Filosofía y Letras en la Universidad de Buenos Aires. Sus piezas teatrales se han representado en los principales teatros de Buenos Aires, y luego en numerosas provincias de la Argentina y en el exterior del país: Uruguay, Brasil, Venezuela, Puerto Rico, Estados Unidos, España, Francia, Italia, Portugal y Alemania. Su obra es acotada y precisa, construida a partir de imágenes internas que guardan diferencia
con la imagen cinematográfica, generalmente asociada con la narrativa. Así, su teatralidad no resulta complaciente, sino de una densidad y profundidad inusitadas. Ricardo Monti es pionero de una escuela de dramaturgia basada en la imagen generadora, continuada por dramatrugos como Mauricio Kartun, Jorge Huertas, Eduardo Rovner y Enrique Papatino. Su compromiso ideológico contra la dictadura cívico-militar autodenominada Proceso de Reorganización Nacional, lo llevó en 1981 a ser uno de los dramaturgos integrantes del prestigioso
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movimiento de restistencia conocido como Teatro Abierto, y más tarde, a rechazar públicamente el Premio que le otorgara el matutino Clarín, vinculado con la dictadura.
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Obra 1970 - «Una noche con el Sr. Magnus & Hijos» 1971 - «Historia tendenciosa de la clase media argentina, de los extraños sucesos en que se vieron envueltos algunos hombres públicos, su completa dilucidación y otras escandalosas revelaciones» 1976 - «Visita» 1977 - Guion del film «Saverio el cruel» (en conjunto con Ricardo Wullicher, también director de la película).
1979 - «Las imágenes en la creación literaria» 1980 - «Marathon» 1981 - «La cortina de abalorios» 1989 - «Teatro y libertad» 1989 - «Una pasión sudamericana» 1993 - «La oscuridad de la razón» 1994 - «Versión teatral de Rayuela» 1996 - Traducción y versión de «El visitante del Dr. Freud» (de EricEmmanuel Schmitt) 2000 - «Finlandia» 2003 - «Apocalipsis mañana»
2003 - «No te soltaré hasta que me bendigas» Sus obras teatrales han sido editadas por varias editoriales en Argentina y en otros países del mundo, además de compiladas en antologías. Su obra ha sido parcialmente traducida al inglés, alemán y francés. (1) Fuente: Wikipedia.
La entrevista N.B.: Su proceso de creación, según entendí, forma parte de un trabajo de elaboración interna particular. En algunas entrevistas que encontré se hablaba de este tiempo. Distinto de otros momentos de su producción donde se fijaba una cierta cantidad de páginas a escribir por día, y Ud. decía, «yo me angustiaba» si no las cumplía. Luego abandonó esto, dejándose llevar por ese tiempo de elaboración interna que no está estandarizado, no está predeterminado, y parte del encuentro con lo que llama «imagen interna». En relación a esta imagen resalta la puesta en juego de un punto de mira, una determinada perspectiva desde donde se para a mirar. Se me imponía la analogía con el trabajo que realizamos como analistas al interpretar el sueño. Es decir, se desarrolla el relato de un texto a partir de una imagen que habla en tanto es significante. Por ejemplo, en otro caso, en las alucinaciones, Lacan dice lo mismo, son significantes. En ese momento él estaba cuestionando determinadas posiciones de la medicina y de cierto sector del psicoanálisis que las consideraban fuera del significante. Lacan dice: «toda imagen es significante». Entonces, quería preguntarle, si usted podría coincidir que el tiempo de elaboración interna que usted propone se trata de un trabajo que no es calculable, no es posible de estandarizarse en un tiempo programado, y no entra en la lógica, en ese sentido, universitaria. Considerándola una transmisión de otro orden, en tanto no puede entrar en un programa donde hay que cumplir con fechas y entregas. Digo esto, porque la formación del analista corresponde también a otro discurso que no es el universitario. Lo pensaba como una analogía con la formación del artista. R.M.: Siempre hay elaboración interna previa, digamos. Lo otro se refiere más bien a técnicas o rituales que
cada escritor de alguna manera se va fijando y que va cambiando a lo largo de su vida. Cuando yo necesitaba escribir una cantidad de páginas diarias era muy joven entonces, estaba tratando de afirmarme en mi voluntad de ser un escritor. Después, cuando eso de alguna manera ya fue cumplido, no necesité de ese signo exterior. Pero bueno, este es un ritual o forma parte de esos rituales con los cuales los escritores y los artistas en general acceden a ese territorio más misterioso que es el de la elaboración interna, que muy bien vos identificaste o relacionaste con el trabajo del sueño, del psicoanálisis. Algo de eso leí, y sí, siempre tuve la misma sensación de que había un gran parentesco entre un proceso y otro. Hablaste también de la alucinación, son todas cosas bastante emparentadas. Cuando hablo de la imagen en tanto producto de la imaginación creadora, estoy hablando de algo que está relacionado y hay una relación de grados, obviamente, que en un determinado punto ya cambian la naturaleza de la cosa. Pero hay una continuidad entre la imagen interna, producto de la imaginación creadora, el sueño, la alucinación, ¿por qué no? inclusive, o zonas menos riesgosas como el recuerdo y todo otro proceso mental que necesita de la imagen interna para sostenerse. Hay una distinción fundamental entre la imagen creadora, las fantasías y el sueño, no la alucinación ya en sus grados extremos, sino el hecho de que es un proceso captado por la conciencia en el momento que se produce. Entonces, ya en sí tiene cierto grado de selección y de elaboración distinto al sueño. Pero aún así, de todos modos, depende bastante del tipo de obra. Una de mis obras, por ejemplo, «Visita» es algo cercano a la alucinación o al sueño. Fue tan fuerte la experimentación de esa imagen que recuerdo perfectamente el lugar, el bar, la hora, a pesar de que han
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 pasado décadas y décadas. Yo estaba leyendo La Razón, vespertino, y di con una noticia policial breve, termino de leerla –además no era una gran noticia-, dejé el diario sobre la mesa (recuerdo perfectamente la mesa), y ante mi vista pasó como un relámpago la obra. Que no tenía que ver con una duplicación realista de lo que había leído sino que disparó un sueño interno, un conjunto abigarrado y cerrado de imágenes profundamente significativas. Desentrañar este sueño diurno, este sueño de la conciencia, de la razón, «la razón produce monstruos» dice Goya (1), me llevó años, tuve que elaborar mucho eso. Soy un autor que necesita saber qué es lo que quiere decir, aunque esto no es necesario para el arte. Podría muy bien haber atenido a esas imágenes, escrito eso y punto, pero no, soy un autor que necesita desentrañar los significados y esto es lo que me lleva mucho tiempo. A veces la obra no se completa tan prematuramente, sino que es un proceso lento de imágenes que se van entramando. Hay un trabajo de esas imágenes, en términos psicoanalíticos, como hablaste del trabajo del sueño. Pero sí, son fenómenos bastante próximos. A veces, inclusive, uno puede desentrañar mal, quedar escondidas las motivaciones más profundas de esas imágenes, y redescubrirlo uno, o, a través de una indicación de otro, mucho más adelante. A mí me ha pasado. N.B.: Un proceso de resignificación. R.M.: Sí, de resignificación exactamente, pero después de un largo tiempo. «Ah, ¿Cómo no me di cuenta en ese momento que debajo de todo esto estaba tal cosa, tal experiencia, la muerte de mi padre?, por ejemplo». Lo descubrí muchos años después. Hay una profunda relación, como vos indicás, entre el proceso creativo a través de imágenes y el proceso del trabajo de un sueño. N.B.: Su comentario me recordó, cuando usted nombró la muerte de su padre, a un error que comete Freud en la corrección de un capítulo en «Psicopatología de la vida cotidiana». En una de las tantas correcciones que hizo, si mal no recuerdo esa era la cuarta, se da cuenta que en tres anteriores no había visto el error en un nombre. Tres veces no ve que lo había escrito mal, mencionaba una obra en donde había puesto un nombre diferente al del escritor. De ningún modo podía cometer ese error desde el desconocimiento de la ligazón entre la obra y el escritor, sino porque este equívoco estaba relacionado con su padre. Freud no pudo leerse hasta cierto tiempo después de la primera escritura. Se puede reubicar otra cuestión, resignificando eso mismo que se produjo, sólo con cierto tiempo de trabajo subjetivo. R.M.: Sí, sí, tal cual. En este caso no era un error de un nombre sino una obra entera: «Marathón» (2), que está profundamente relacionada con la muerte de mi padre y todo esto no lo leí hasta muchos años después. N.B.: La transmisión de esta experiencia creativa, de este recorrido suyo que me cuenta, que no es estandarizable, ¿cómo se juega en usted como maestro?, quiero decir: ¿cómo orienta el encuentro con esa particularidad que se
juega en el proceso creativo? R.M.: Eso es otro arte en sí mismo. Enseño arte a través de una experiencia artística por eso opté por las clases individuales, porque es una conversación donde puedo adentrarme profundamente en el mundo imaginario del otro, sobre la base de un sistema que no sé si es un sistema o método, pero sí he desentrañado cuál es el proceso interior del proceso creativo, cuáles son sus etapas a grandes rasgos, y entonces sí, puedo orientar a otro. A mí me costó bastante escribir, a pesar de tener toda la voluntad de ser escritor desde muy chico. No soy un autor fluido, esto me llevó a una gran introspección y a indagar mucho sobre los procesos de la creación, fui haciendo descubrimientos que me permitieron establecer una especie de proceso general o método general que me ayuda en el proceso pedagógico del arte. Pero siempre dejando un costado muy grande de creatividad, esas serían las reglas, los lineamientos generales. Dejo un gran espacio a la reinvención a partir de los materiales y del proceso imaginario de la persona que tengo enfrente. N.B.: Ese método general al que hace usted referencia, es una creación personal, basada en la propia experiencia. R.M.: Sí, absolutamente. Y en general difiere de cosas que he leído, intentos de metodizar que terminan en una preceptiva, y descreo completamente de las preceptivas. Lo he encontrado en forma suelta, en testimonios de autores, o en una carta de Chéjov, en unos párrafos de Nietzsche, reportajes a García Márquez. Ahí lo encontraba, resulta que fulano habla exactamente de lo mismo que yo de alguna manera he descubierto, pero no lo encontré sistematizado. N.B.: ¿Será que no responde a una sistematización? R.M.: No, porque a partir de trabajos que algunos alumnos hicieron o escribieron, sí se puede. Yo no lo haría. Me pidieron varias veces pero no es algo que me interesa volcar a un plano teórico. N.B.: Freud se resistía a escribir sobre el método, cualquier cuestión que él dijera sobre técnica sabía que podía existir un caso para el cual iba a ser necesario dejar ese precepto de lado, entonces no quería generar adhesión a la técnica. Y sabiendo su lugar, preveía que esto podía suceder. R.M.: Podía hacerlo, perfectamente. N.B.: Por el lugar que ocupaba en relación a la producción de saber. R.M.: Claro, no me equiparo, pero hay un temor de esa especie, que se entienda como una cosa matemática, fría y aplicable a todos los casos. N.B.: En las obras suyas que he leído, me llama la atención el encierro en el que se encuentran los personajes, por ejemplo, ubiqué esto en el final de «Historia tendenciosa…» (3). La pregunta planteada allí es «¿cuántas veces vamos a tener que repetir la historia?», aparece la repetición conduciendo una y otra vez al mismo lugar, a la reiteración de un guión que constriñe a un sujeto al mismo lugar. Otro ejemplo es el encierro de los hijos de Magnus (4), no hay paredes pero no pueden irse. A mi
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www.centrodos.com.ar entender, matan al padre porque no lo pueden dejar. El encierro macabro de los personajes en «Marathón», los bailarines no pueden dejar de responder a la demanda del animador. También el encierro del personaje de Roca en «No te soltaré hasta que me bendigas» (5), una voz en el teléfono a la cual no puede dejar de responder y que lo reduce a tener que aceptar que es una mierda. Todos estos personajes que se hacen objeto del Otro, bailando para el otro y aferrándose a ese lugar, pensaba, si este aferrarse es una defensa, este lugar de objeto del Otro como una defensa a la orfandad y al desamparo renunciando a una existencia particularizada y abrazando la ignorancia. Ellos no quieren saber, estos personajes no quieren saber cuando están en esa posición. Veía por ejemplo la ignorancia del exterior desconocido por los hijos de Magnus, dicen querer salir, pero se sostienen en el desconocimiento. El hecho también de que Equis -en «Visita» (6)-, era el hijo, se ignoraba y al final se descubre o, el no querer saber de Perla con respecto a ese segundo lunar, que daría cuenta si efectivamente es el hijo, pero no lo mira, se niega a mirar. Esta ignorancia tiene que ver con la posición subjetiva, esta relación entre la ignorancia y ser el objeto del Otro, ofrecerse a ese lugar de objeto como una defensa al desamparo y la orfandad. Irse también sería salir de la ignorancia, y su amparo. R.M.: Bueno, fijate que el personaje para mí eje de «Marathón» se llama Héctor Expósito. «Expósito» es un niño huérfano. N.B.: No había advertido el nombre. R.M.: Pienso mucho en los nombres, tienen que tener mucha resonancia. Inclusive el nombre Héctor, es un héroe troyano derrotado, él es un derrotado y un Expósito. Ema Expósito, la mujer, es un ser muy frágil. El tema de la orfandad es un tema que ronda. Es esa vulnerabilidad frente a los enigmas de la existencia. Los personajes de «Marathón», cuando a partir de su rebelión son amenazados por el animador con el descubrimiento del secreto del premio, la reacción instintiva y masiva es de no enterarse. No quieren saber porque puede ser una enorme decepción la revelación de que han estado bailando por nada. Prefieren mantenerse en la ilusión y la mentira porque les sigue dando sentido a sus vidas y además está el riesgo de la pérdida absoluta de sentido. Siempre se juega el tema del sentido o no sentido. En el caso de los hijos de Magnus, es bien claro que ellos han sido constituidos por el mundo de Magnus, están absolutamente a la sombra del padre, salirse de ese lugar los enfrenta con fantasías de aniquilación, de falta de sentido, inclusive uno de los hijos lo dice: «Bueno, vamos a deambular por ahí afuera, muertos de frío, entre tachos de basura», se imagina eso como lo que está afuera del mundo de Magnus. Por eso, tenés razón, lo matan porque no pueden dejarlo. N.B.: Mi pregunta era si Usted podría coincidir en esta relación entre ignorancia y ser objeto del Otro, el no querer saber al cual hacía referencia en «Marathón»,
«El sueño de la razón produce monstruos» de Francisco de Goya. manteniéndose allí esos personajes como objetos defendiéndose del desamparo. Esto lo fue respondiendo, y lo reitero porque capta algo estructural del sujeto. ¿Podríamos decir que más allá de la coyuntura política o momento histórico con el cual pueden ligarse algunas obras suyas, las vuelve universales la captación de esa estructura que hace al drama humano? Me refiero al encierro en esa ignorancia, ofreciéndose como objeto del Otro por temor a la orfandad y al desamparo, renunciando a una existencia particularizada. R.M.: No se cuál puede ser el común denominador de todas mis obras porque esto fue cambiando en el tiempo (N. de A. 1). La relación con el entorno en que surgió cada una está, pero no de una manera determinante. No ha sido esa la intención, sino que está impregnada por el entorno porque es inevitable. Eso quizás se nota más en algunas obras que en otras, sacando una obra de connotaciones claramente políticas como «Historia tendenciosa…», es la única que escribí en un momento de un gran auge de la militancia política en fines de los 60s, principios de los 70s. Pero después ya no. Inclusive después de esta obra, la que sigue es «Visita» y muchos la consideraron relacionada con la necesidad de un lenguaje más hermético o más
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 metafórico en la dictadura, sin embargo no es así porque la concebí mucho antes de la dictadura, pero digamos calzó bien. En realidad era un proyecto anterior en el que, de alguna manera, me revelaba con el condicionamiento político tan fuerte de mi generación en los años 60s. y comienzos de los 70s. Inclusive escribí un artículo -que después no lo pude encontrar- donde explicitaba esta rebelión mía, como que se dejara al arte un lugar especifico, que no todo fuera político, en una generación donde todo era político. Yo hablaba de que el arte tenía otros tiempos que la política que era más inmediato, que el arte y la cultura necesitan de tiempos más largos, sin por supuesto, negar lo político. Si bien mis obras están muy enraizadas en lo histórico, tienen mucha vinculación con el mito. Últimamente alguien citó a Borges, no se si lo mencionó Cristina (Kirchner) en un discurso-, donde decía que el mito es la última verdad de la historia y que el resto es periodismo (7). Me pareció maravillosa esa frase. Siempre busco en mis obras cuál es el mito fundante. Es una forma mía de pensarlas, por ejemplo en «Una pasión sudamericana» (8) el mito fundante es el mito de los amantes y la destrucción de los amantes, que se repite varias veces en la historia. Es el caso de «Tristán e Isolda» (9) pero también en otros casos como «Abelardo y Eloísa» (10) donde está el tema del poder y Eros como fuerzas contrapuestas y sobre eso trabajé. Sobre eso pensé mucho. Es muy compleja la relación entre lo histórico, lo político, lo mítico en cada una de mis obras. N.B.: Lacan dice que el mito es la estructura. Lo digo porque son preguntas que me fueron surgiendo en relación a la lectura de su trabajo. En relación al mito, y el mito lo pienso como la estructura, entonces, esto lo vuelve, tomando lo anterior que decía, universal. En el sentido de que sus obras pueden y han sido montadas en otros lugares del mundo y traducidas. Si la estructura es lo invariable, lo atemporal, más allá de las particularidades de un contexto sociocultural determinado, al captar estas cuestiones de la condición humana, permite también que sus obras puedan ser montadas en diferentes lugares del mundo y, en este sentido, más que de la historia del país y de Latinoamérica me parece que sus obras se sirven de esta historia -en algunos casos- para evidenciar la condición de la subjetividad humana. R.M.: Sí, claro. N.B.: El drama de la renuncia a una existencia particularizada por un deseo que no sea estandarizable, domesticable, ni objetivizable. Lo ominoso, el eterno retorno del mal jugado en esa posición de objeto con respecto a un padre terrible, una dominancia política, una madre voraz o un grupo social. R.M.: Sí, claro. Eso es así en el arte. Uno necesariamente está tratando de expresar a través de sus imágenes más profundas, más enraizadas en el mito, como son las imágenes artísticas, búsquedas que tienen que ver con las preguntas sobre la condición humana. Si uno tiene una vocación artística profunda y no chiquita, es
inevitable que esto ocurra, por supuesto desde las propias circunstancias históricas, personales y desde las propias vivencias. Pero esto hace justamente a la riqueza del arte. Yo tengo la convicción de que el arte surge desde la infancia, que todas las imágenes de una obra artística, de alguna manera están prefiguradas y determinadas por la infancia, que es el momento donde aparecen más fuertemente las imágenes, están muy marcadas por las experiencias de la infancia que son obviamente las más frescas y las que se reciben más «incontaminadamente» las impresiones que se instalan y se marcan para siempre en la subjetividad. En ese sentido a mí me pareció muy rica –no he leído muchas aproximaciones psicológicas al origen del arte- una de las mejores me pareció siempre la de Winnicott en «Realidad y sueño» (11) donde él habla del objeto transicional y del arte como procedente de ese objeto transicional entre la madre y el mundo. A mí me pareció también donde se instala el juego, como un paso previo al mundo real, al mundo que está más allá de la madre, en la transición del sujeto hacia el mundo. Y de este modo es como yo ligo bastante el arte a la madre, a las madres, a la figura de la madre y a las experiencias e impresiones, imágenes e impresiones de las imágenes de la infancia. Ahí está toda la obra de un artista, toda la obra de un artista es un desarrollo de eso. N.B.: Freud coincidiría con lo que usted está diciendo. Winnicott se sirve de Melanie Klein y ella de Freud y hay muchos textos de Freud que hablan por ejemplo de Goethe, de Leonardo Da Vinci, muchas referencias… R.M.: Dostoievski N.B.: «Dostoievski y el parricidio» (12). En muchos textos Freud ubica esta misma lógica que usted está diciendo: que en los primeros años se imprime esta relación del creador y la obra. Pensaba en los personajes encerrados, el cuerpo es grotesco, putrefactos. Uno de los personajes decía como en Hamblet «Algo huele mal en Dinamarca», y pensaba en el abrazo a la ignorancia y lo putrefacto de un lugar de ser el objeto del Otro, ser un resto del Otro, eliminado a la basura, la basura a la cual hacían referencia los hijos de Magnus, revolviendo la basura, el cadáver de Equis pensado en ser tirado a la basura, y, por otro lado, lo vital en el irse, irse para existir, irse de ese lugar. Pensaba si es parte de la transmisión de una ética y que determina a la vez una estética. Una ética allí dónde queda situado en el sentido de lo grotesco, lo putrefacto, esa posición de objeto servil del Otro, y en el hecho de irse para existir. Si esto es parte de la transmisión de una ética. R.M.: No, porque yo trato de evitar ese tipo de planteo éticos. La solución que encuentra un personaje no indica un mejor o un peor camino, en mis obras, generalmente. Eso lo dejo librado, es la opción de este personaje. Entonces a veces es muy irónico, por ejemplo, la ira del pequeño Tom Mix en «Marathón» yo no se si es ético, no es mi opción por lo menos, mi opción estaría más cerca de la de Héctor Expósito que se queda en el baile,
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www.centrodos.com.ar no abandona el mundo humano, de alguna manera. Tom Mix está emparentado con los rebeldes metafísicos que jugaban al «todo o nada» y Héctor es el que se queda en todas las circunstancias, no es un héroe, es un personaje detestable en algunos aspectos. Sin embargo, en ese aspecto, descubre, en última instancia, el amor por esa desgraciada mujer a la cual ha castigado espantosamente en la obra. Mientras que, a su vez, Tom Mix es seguido por la sombra de la madre y ni se lo plantea, hace como un acto de negación en su rebeldía absoluta, él cita a Maiakovsky (13) al irse «si muero resucítenme, aunque más no sea porque lo he soñado ese futuro tantas veces». Una poesía maravillosa de Maiakovsky. Maiakovsky termina suicidándose. N.B.: …melancólico. R.M.: Termina suicidándose y escribiendo con su sangre su último poema, realmente con la sangre de él, se estrelló el barco del amor contra la vida cotidiana. No se refería solamente al amor que él amor podía sentir por Brick, que era su amor, sino que se refería a la revolución, a la etapa stalinista. Se estrelló la barca del amor, el amor revolucionario, ese hambre de futuro, ese hambre de ir hacia lo nuevo, se estrelló contra la grisura espantosa del stalinismo, como un arrecife que ya no se podía pasar. Y Tom Mix es de alguna manera expresión doliente de ese revolucionario a ultranza que tuvo su expresión en la dictadura cuando hubo jóvenes, montoneros, que volvieron para una contra ofensiva. Era como estrellarse contra una roca y ellos lo sabían y sin embargo, lo hicieron, hicieron ese tipo de defensa. Frente a eso está Héctor que establece una relación profunda con Tom Mix de simpatía, Héctor decide quedarse en el baile y bailar de alguna manera hasta el final en la búsqueda de una justicia de la cual a su vez se muestra muy escéptico. No sé cuál es éticamente la mejor opción, me inclino por una, pero no todos vieron esto, muchos vieron en el irse de Tom Mix un acto de libertad muy grande pero bueno… N.B.: Es un exilio. R.M.: Claro. N.B.: ¿Es porque se inmola o porque se exilia? R.M.: Y puede ser ambas cosas. Pero es el que no transigía, o sea, es o todo o nada. No hay términos medios. En cambio, Héctor se queda en el dolor, pero es quedarse en la vida. De alguna manera, «Marathón» es una obra que está fuera de la vida, pero… ¿quedarse en la vida es éticamente más positivo que salirse de la vida? No lo sé. No lo planteo en términos éticos, de opciones éticas que la obra ofrezca. N.B.: Lo preguntaba, quizás sea importante contextuar la pregunta, no en el sentido moral de que una cosa sea mejor o peor, pero esto último que usted dice: «no lo sé» eso hace a una ética, que en la obra quede planteada la pregunta, que genere la pregunta. R.M.: Ah, sí. Eso sí, por supuesto. En todas las obras está ese planteo ético. N.B.: En ese sentido lo pensaba.
R.M.: Sí, claro. Lo que no aparece es una respuesta. Una respuesta digamos, taxativa N.B.: Un juicio moral. R.M.: Claro. No es que yo quiero que la gente salga pensando tal cosa, porque verdaderamente el arte se funda en la libertad y no puedo negarle la libertad al lector, al espectador de la obra. Mis obras son ambiguas porque francamente a mí mismo me surge la contradicción, pienso una cosa e inmediatamente pienso lo contrario. No quiere decir que no tenga mis convicciones, las tengo. N.B.: Pero se abstiene de que aparezcan en la obra. R.M.: Las obras quedan abiertas. Todas mis obras, te diría, son obras abiertas. Inclusive, la más política que es «Historia tendenciosa…», vos leíste la versión corregida, pero en la versión original terminaba con una serie de preguntas. Preguntas, preguntas y preguntas. Siempre he tenido una acción política, no es que me niegue personalmente, ahora en la obra es distinto. La obra tiene que ser un territorio de provocación N.B.: ¿De provocación? Quizás de la pregunta. R.M.: De la pregunta. Es una provocación del pensamiento. A mí me gustan las obras que me dejan pensando, no las que me ofrecen un mensaje cerrado «tómalo o déjalo», esas obras no me atraen. Me atraen las que me generan interrogantes, que me llevan a cuestionamientos y por lo tanto, trato de hacer lo mismo con las mías. N.B.: Mi siguiente pregunta tiene que ver con eso último (risas) (N. de A. 2) R.M.: (risas) Tenía que estar organizado como un discurso y sin embargo mira vos… N.B.: Tiene que ver precisamente con la pregunta: «¿Qué estoy haciendo aquí?», dice por ejemplo Tom Mix, se interroga. Pensaba si precisamente el tema de la pregunta arma una salida. Si preguntarse hace una salida, lo que decía recién Usted de provocar el pensamiento. Si acaso el preguntarse hace una salida de la ignorancia. No lo digo en el sentido de una cuestión moral, pero sí, una salida de esa ignorancia y, como decíamos, allí esta la apuesta ética, en esa interrogación. Provocar esa interrogación. R.M.: El «¿Qué estoy haciendo aquí?» de Tom Mix es la pregunta última. Es el «ser o no ser» de Shakespeare. «¿Por qué estoy soportando todas estas cosas cuando podría con un puñal acabar con todas estas desdichas y humillaciones?» ¿Por qué aceptar la humillación de la vida, el ultraje de los poderosos, por qué aceptar todo eso cuando podría solucionarlo tan fácilmente con un puñal, quitándose la vida? Ser o no ser. El ser implica esa permanente humillación. El no ser es la solución radical a la herida humillante del ser. Por eso es que como metafísico radical Tom Mix se lo plantea como se lo plantea Hamlet, es un metafísico radical. Ahí la pregunta funciona en ese sentido pero vos lo relacionabas con otra cosa. N.B.: Planteaba que es una posición ética provocar la pregunta. El interrogarse arma cierta salida de la ignorancia, en comparación con el bailar sin hacerse
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 ninguna pregunta, siendo esta la máxima alienación. R.M.: Claro. N.B.: Lacan, con respecto al ser y no ser, lo que plantea, especialmente en textos que trabaja la alienación y la separación (14) y que tienen que ver con lo que usted decía recién, plantea que hay una renuncia entre el ser –sostenido en ciertas identificaciones, «soy esto, en esto me sostengo porque se constituye y se conforma toda mi organización del mundo»- y el no ser, que es vivido como una muerte pero no necesariamente en lo real, sino que, es –como lo que decía en relación a los hijos de Magnusese sentimiento ligado a la pregunta de su obra «¿quiénes seríamos fuera de acá?». Es la despersonalización, porque me constituí en esto y si no es siendo esto entonces ¿de qué me sostengo? ¿Cómo me sostengo? Esa existencia que implique un «no ser eso» lo cual no implica morir en lo real. R.M.: Está muy relacionado con mis obras. Es una pregunta que está prácticamente en todas mis obras. Que tiene que ver con el tema de la ignorancia. No se por qué, me viene una cita maravillosa de Goethe (15) que dice que uno solo puede aprender lo que ya sabe (risas) (N. de A. 3). N.B.: Claro, sí. Eso mismo dice Freud cuando habla del saber inconsciente. Es un saber no sabido, pero es un saber. En relación a esos anhelos -esto en realidad ya lo dijo- que aparecen, un premio por ejemplo del animador al cual se someten, se esclavizan. Aparece esta figura que es la del animador, el que los dirige, pero a la vez -lo mismo pensaba en relación a Magnus y sus hijos- el animador no existiría sin ellos y ellos no podrían bailar sin el animador. Con el baile sostienen a ese animador, le dan su razón de ser y se hacen dirigir. Lacan dice «quieren amos, los tendrán» (16), cuando trabaja los cuatro discursos que son el discurso universitario, el de la histeria, el psicoanalítico y el del amo. Dice que hay un pedido de amo. Acerca de esta lógica que hace a la existencia humana, ¿podría coincidir en que es una apuesta jugada en sus obras y que da cuenta de cierta ética -en relación a lo mismo que veníamos hablando- no en el sentido de mejor o peor sino en el de dejar planteado el dilema? R.M.: Sí ¿cuál es tu pregunta? N.B.: Si hay alguna apuesta ética ya la contestó, pero me interesa retomarlo. Si hay una apuesta ética decidida, una apuesta que hace a una ética, una apuesta decidida a que el dilema quede planteado en estas contradicciones. R.M.: Claro, está relacionado con el tema de la justicia. En «Marathón» aparece constantemente el tema de la justicia y la posibilidad o no de la justicia. Cuando la prostituta dice en un párrafo «no hay justicia» lo dice como un descubrimiento. Era muy difícil transmitirle a la actriz, a las actrices, porque se tomaba en el sentido de la frase común. N.B.: Como de queja. R.M.: Como de queja. Pero ella hace un descubrimiento «¿no hay justicia?». Frente a la muerte lo descubre
esta mujer. Ella es bastante elemental, a mí me resulta sorprendente, porque me sorprenden los personajes, que un personaje tan elemental hiciera una consideración tan profunda ante la muerte, ella descubre que no hay justicia. N.B.: Sale de cierta ignorancia en la cual vivía, o inocencia. Van juntas inocencia e ignorancia. R.M.: Sí, exactamente, hace este descubrimiento tremendo para ella, sale de tal forma, tan inesperadamente de su ignorancia y de su inocencia porque efectivamente es un ser muy inocente que tiene afirmaciones ridículas, un convencimiento muy elemental y muy ridículo en general sobre ciertas cuestiones. Uno puede pensar en algunas personas muy inteligentes y sin embargo es ella quien hace este descubrimiento crucial. N.B.: Lo cual habla de la complejidad de estos personajes, que el descubrimiento crucial lo haga… R.M.: Completamente. Eso me sorprende y es algo que me dan las imágenes, por ejemplo en un momento determinado el revólver pasa vertiginosamente de mano en mano y descubro en una imagen que termina en manos del albañil tuberculoso que está luchando ahí por la última gota de vida. De pronto uno llega a esos instantes cruciales y ¿qué hace? En la imagen pasó esto ¿y cómo se resuelve?, si se resuelve por la lógica, se empobrece. Si uno intenta salirse de las honduras de la imagen y resolverlo a nivel lógico, superficial, bueno, el tipo tendría que tirar el arma, pero yo dejé correr mi imagen y en mi imagen él se apuntaba a la cabeza y decía «quiero morir, quiero morir». O sea, el más hambriento de vivir es a su vez el que está dispuesto a morir. La mujer le saca el revólver, lo sostiene ella en la vida. Esas son las sorpresas que permanentemente me deparan mis personajes a quienes yo los dejo expresarse siempre muy libremente, no condiciono su itinerario. N.B.: El que sale o el que se exilia, al que no le interesa el premio, a veces no logra salir, lo matan. El que quiere salir no siempre logra salir, pensaba si en esto está en juego la falta de garantías o de resultados frente al intento que no promete ni garantiza éxito, pero que sí promueve la apuesta, el quedarse en el baile, seguir bailando, como seguir apostando. R.M.: Sí, obviamente, son apuestas sin ninguna garantía absoluta, de ningún éxito. Simplemente, el jugarse por el jugarse pero así es la vida humana. Uno se vive jugando permanentemente por cosas que no sabe ni si van a salir bien, ni siquiera si son las correctas. N.B.: No es posible anticipar. R.M.: No. N.B.: Por los efectos podrá leerse el tipo de apuesta. R.M.: Después uno se dará cuenta si la pifió terriblemente y bueno, en ese momento hizo esa apuesta. N.B.: Esto está muy en relación a la lógica de la práctica analítica, por eso mi pregunta iba dirigida… R.M.: Ah, (risas) N.B.: Porque se trata de una apuesta a que allí hay un sujeto, un sujeto deseante. Pero es una apuesta sin
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www.centrodos.com.ar ninguna garantía. R.M.: No, seguro. N.B.: Se puede acompañar en ese recorrido hasta cierto punto y después hay otro que tiene que decidir. Y esa decisión es una decisión que no promete ni va a garantizar nada. R.M.: Por eso, digamos, yo no tengo ningún problema en estar en permanente revisión de mis ideas porque son una apuesta, siempre. N.B.: El fin de un análisis, por ejemplo -yo tengo una formación freudo-lacaniana, lo digo porque hay diferentes orientaciones- el fin de análisis como lo presenta Lacan, específicamente, al menos como hasta ahora lo entiendo, tiene que ver con la caída de cualquier tipo de ilusión de exitismo de la apuesta y con la caída también de la creencia de la existencia de la posibilidad de cualquier Otro garante o amparador, aunque no es fácil salir y renunciar por completo. Diría que es imposible renunciar por completo a la búsqueda del amparo, en cierto momento puede retornar. Entonces, me parecía que algo de esto se transmitía en las obras y que está en relación a la despersonalización porque es otro aspecto en sus obras: ya no se cree en lo que se creía, en lo que se sostenía lo que se era, con lo cual, quién se es. Tiene que ver con ese efecto de despersonalización. Yo lo leía desde ahí también. Ahora, como maestro, en relación a su transmisión y al acompañar a otros a producir sus propias obras, por lo que he leído y también por lo que en este encuentro hizo referencia, Usted se abstiene de juzgar si alguien va a poder o no escribir, si alguien va a poder o no ser un gran escritor. En algún momento le hicieron una pregunta de si alguna vez le había dicho a algún alumno que no podía escribir. Usted se abstiene de este tipo de respuestas y –entiendo- considera que se llega a escribir como efecto de un trabajo. Un trabajo a realizar y no por una condición innata. Por un trabajo y cierto tiempo a recorrer que está en relación a esa elaboración interna a la cual hacíamos referencia al comienzo. R.M.: Requiere de una vocación. Eso sí, requiere de una vocación artística, no es que cualquiera desde cualquier lugar puede convertirse en un artista. Depende de condiciones que seguramente están enraizadas en la infancia, ¿no es cierto? Requiere primero de una abundancia de imaginación, es decir, que el artista es típicamente alguien que tiene una imaginación desbordante. No sabe qué hacer con tanta imaginación. Necesita colocarla, objetivarla en algún lado. Lo otro es un proceso, siempre existe un proceso. Un proceso de aprendizaje que puede ser un proceso autodidacta. De hecho, mi proceso de aprendizaje fue personal, no existían en mi época talleres, empezaban algunos pero más que nada de narrativa. En ese sentido, el trabajo de orientación pedagógica del maestro es ayudar a realizar ese proceso de autoaprendizaje. Orientar el proceso de autodidacta del artista. Por esto mismo que hablábamos de Goethe, uno aprende lo que, de alguna manera, ya
sabe. Entonces, generalmente mi trabajo consiste en base a sacar prejuicios, ayudar a la gente a que se libere de prejuicios respecto de lo que es la escritura y vaya a su contacto más primario, más personal y profundo con el proceso de la escritura porque hay mucho prejuicio respecto a lo que la escritura tiene que ser, hay muchas modas, ese tipo de cosas arriesgan mucho el contacto personal y auténtico con el mundo propio. Condición primera de una obra artística es la autenticidad. No me interesa, puede ser la obra más elaborada, pero que está escrita desde la inautenticidad no me importa nada, para mí no existe porque termina en modas, interviene cierta facilidad de escritura. Yo me acuerdo cuando era adolescente y de pronto sabía que escribía cosas que no se amoldaban a lo que era correcto escribir en ese momento, tenía críticas feroces. Y estaban los que escribían correctamente y deslumbraban a todo el mundo desde lo que se esperaba que uno escribiera o cómo uno escribiera en ese momento. En ese sentido siempre tuve una lucha personal con mi escritura. Nunca me sometí absolutamente a ninguna moda, ni ningún prejuicio acerca de lo que era correcto o cómo fuera correcto escribir. N.B.: Se sometió a su deseo. R.M.: Absolutamente. N.B.: No es que no hubo ningún sometimiento, sino que se sometió a su deseo. R.M.: Totalmente. N.B.: …Que trae muchas renuncias también. R.M.: Totalmente, los escritores que más admiro yo no puedo escribir como ellos. N.B.: ¿Cuáles serían? R.M.: Por ejemplo Thomas Mann que yo adoro (17,) pero ¿qué tiene que ver Thomas Mann conmigo? Por ahí hay alguna influencia. Hay, obviamente, porque uno escribe desde la sensibilidad artística, no solamente desde su mundo personal y de la experiencia personal sino desde todo el arte que ha absorbido a lo largo de toda su vida. Pero quizás, te digo, por ahí influyeron más determinadas expresiones de la plástica que autores literarios en mi obra, por ejemplo el expresionismo alemán. El expresionismo alemán está muy presente en «Magnus». Me refiero al expresionismo, no tanto el expresionismo literario que también existió, es bastante interesante, pero no tanto a este sino al expresionismo en la plástica y al pre-expresionismo, un pintor como Ensor (18) tuvo mucha influencia en la escritura de «Marathón», un pre-expresionista, creo que era belga Ensor, pintaba máscaras, muy teatral. N.B.: Esta relación con la plástica de su proceso creativo ¿tendrá la misma lógica que la relación a lo que nombra imagen interna? R.M.: Claro, exactamente. El mundo de imágenes internas de pronto tenía que ver con ese mundo del expresionismo porque uno puede tener un mundo de imágenes internas de muy variados orígenes y muy variados estilos, por decirlo de alguna manera, pero tiene que detectar cuáles
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 son aquellas imágenes que más auténticamente lo llevan a la escritura. A mí las imágenes que más auténticamente me llevaron a la escritura -imágenes internas me estoy refiriendo, no externas- eran aquellas que estaban más naturalmente emparentadas con el expresionismo plástico. Después, cuando me pidieron que escribiera para cine ya no podía escribir desde esa imagen y descubrí que tenía todo un universo de imágenes -el cine es más realista- mucho más próximo al realismo y no sabía que era tan abundante ese mundo de imágenes. Me sorprendió mucho encontrarme con eso, porque mis imágenes más profundas tienen otro grano -pensando en la fotografíaotra atmósfera, otra textura, otra luminosidad, más emparentada con el expresionismo que con los grises de las imágenes más realistas. Y sin embargo, tenía a mi disposición imágenes, cuando las necesité para escribir cine me sorprendió muchísimo tener tal cantidad de imágenes de observaciones de la realidad que yo no sabía que tenía, porque siempre me iba más a lo hondo (risas), a bucear en esa imagen y que dejaba de lado, como no interesantes, toda una cantidad de observaciones de las cuales no era conciente que tenía, impresionante. N.B.: Este saber no sabido. R.M.: Claro. N.B.: Un comentario en relación a lo que decía recién, Lacan -también Freud- salen de esta antinomia entre esta imagen interna y externa, lo digo por cuestiones… R.M.: No conozco… N.B.: Claro, esto pudo ser resuelto de algún modo. Está claramente develado por ejemplo, con las problemáticas subjetivas muy graves como pueden ser las psicosis, pueden no ver parte del cuerpo o pueden estar frente a un espejo y no verse. Esto evidencia que la percepción está determinada, también por estas primeras experiencias -que usted decía-, esta relación con -por ejemplo- la madre, la creación de ese objeto transicional. Este objeto existe porque hay cierta separación que se pudo producir en esta relación con respecto a la madre. Si no, este objeto no existe, por ejemplo en el autismo, no hay ninguna existencia de ese objeto, o sea que, la realidad que podemos pensarla como objetiva, existente, que nos antecede, en realidad, no antecede a lo que se vaya jugando en ese lazo sensible, significante, porque ahí está el lenguaje. Es un baño, un ingreso, un nacimiento al lenguaje. Hay un nacimiento orgánico pero el sujeto tiene un segundo nacimiento que es un nacimiento al lenguaje y esto constituye a la percepción. Entonces, en este sentido, es que esa imagen que parece externa en realidad también es interna, porque lo que se percibe es posible de constituirse en tanto tal por esas significaciones en las cuales estamos tomados y de las que nos podemos enterar al leer qué percibimos y cómo lo percibimos. Por eso Freud no podía leer ese error, al cual hice referencia, aunque estuviera escrito. R.M.: No lo veía. N.B.: Claro, no lo veía, porque el ojo está tomado por la
mirada, el ojo orgánico está tomado por la mirada y la mirada está afectada en este caso, por la muerte del padre. Esta relación entre la percepción constituida y tomada por las significaciones jugadas en los lazos, en esos lazos primeros, que hacen, por ejemplo, que Lacan afirme que el órgano o la organicidad está perdida para el sujeto. Tenemos un cuerpo pero el cuerpo está hecho por el significante. Entonces, esta antinomia entre imagen externa e interna se resuelve en una frase -por ejemplode Lacan que dice: «la realidad es siempre fantasmática». Fantasmática en relación a cómo está constituida la subjetividad. Lo que decía usted, está en la misma lógica, lo que va diciendo con respecto al proceso creativo y a dónde miraba, eso plástico o esas expresiones particulares de la plástica, son las que me implican o las que me despiertan porque en realidad eso tiene mucho que ver con mis imágenes. R.M.: Exactamente. N.B.: Si me permite la pregunta, me gustaría saber su relación respecto al psicoanálisis, me gustaría preguntarle si usted ha tenido alguna experiencia en relación al psicoanálisis. R.M.: Sí, sí. Yo hice análisis con distintos analistas, en distintos momentos. N.B.: Cuando usted habla de ese tiempo del proceso de introspección ¿está en relación quizás a un trabajo, a cierto tiempo analítico o no? R.M.: No, no. Era muy joven, te estoy hablando de la adolescencia, adolescencia tardía, juventud. Yo empecé a analizarme mucho después. N.B.: Si tuviera que recomendar algunas obras para aquellos que quieren iniciarse en la dramaturgia ¿Cuáles serían las primeras lecturas que sugeriría? R.M.: Bueno, no sé si las primeras pero los imprescindibles son Beckett (19), Chéjov (20), Ibsen (21), los clásicos obviamente, Shakespeare (22), hay que leer todo. Hay que leer mucho pero digamos, esos son los imprescindibles, los grandes autores. Para mí fue terriblemente estimulante y revelador Beckett, «Esperando a Godot» que tuvo una preciosa puesta en escena. La lectura de Chéjov, que nunca lo vi bien puesto, es muy difícil de hacer Chéjov. Sería una jerarquía para quien empieza a escribir, tiene que leer todo, lo bueno y lo malo porque de lo malo también se aprende mucho. N.B.: ¿Ahí también daría nombres? Es más difícil decir cuando se trata de los malos. R.M.: No se, no se me ocurre alguien que me haya impresionado mucho por malo pero está implícito, no se me ocurre ahora, pero uno va aprendiendo de esos mecanismos. No me acuerdo, tendría que escarbar mucho, pero… una obra de Adamov (23) sobre la revolución francesa, me pareció espantosa. Sin embargo, era interesante el Adamov más relacionado con el absurdo. No era un gran autor pero eso era más interesante. La alegoría sobre la revolución francesa me permitió
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www.centrodos.com.ar descubrir mucho acerca de los peligros de la alegoría, que es una gran tentación para quien empieza a escribir. Generalmente, se tienta con la alegoría y la alegoría es un género muy difícil, extremadamente difícil porque es muy racional, es donde un personaje no puede tener grandes contradicciones, es la idea que representa y punto. Y si querés jugar contradicciones ahí embrollás todo porque ya no representa cabalmente esa idea, entonces no te sirve. Un gran peligro la alegoría. En su momento, en lo positivo, leí mucho Brecht (24) me influyó bastante, después dejó de tener tanta importancia pero bueno, mis autores preferidos han sido esos que te mencioné. N.B.: ¿E hispanoamericanos? R.M.: Hispanoamericanos… en Argentina siempre me resultó muy interesante Arlt (25) aún obras que son casi meros bocetos como «Trescientos millones» es una obra sensacional, muy estimulante, Discépolo (26), un gran autor de una gran obra que es la de Defilippis Novoa (27) «He visto a Dios». A veces no es necesario que sean todas las obras de ese autor, una u otra, una obra por ejemplo esta que mencioné. En el teatro latinoamericano no encontré cosas que me impresionaran mucho. N.B.: Bueno, yo seguiría preguntando (risas), pero tendríamos que ir finalizando. En relación a la transmisión tanto la que su juega en una obra, en el texto dramático, como en su función de maestro, quizás haya algo que quiera agregar. R.M.: No, ya hemos hablado ampliamente… mirá cuánta vinculación hay entre Lacan, estas cosas que me revelabas de afinidad de pensamiento que yo no sabía que existía porque no conozco, no tengo lecturas específicamente de Lacan, que además se que es una lectura muy difícil. Notas de autor 1: Ricardo Monti responde en relación a lo que varía, a lo cambiante. Yo retomo en la siguiente pregunta frente a su respuesta, mi interrogante respecto de lo invariable, lo que se sostienen más allá del tiempo y diferencias de lenguas. 2: Las risas son frente al encuentro que se va produciendo entre las preguntas que yo anticipadamente tenía pensadas, y el relato que Ricardo Monti va realizando. Su relato se va conduciendo -sin él saberlo- hacia la pregunta siguiente que yo tenía prevista. Quizás, entonces, podemos decir que para mí es un reencuentro de lo que su lectura ya me había hecho saber. 3: Nuevamente las risas por lo que ha ido sucediendo en la construcción del relato. 4: Agradezco a Amancay Espíndola su corrección. Notas (1) « El sueño de la razón produce monstruos» es un grabado de la serie Los Caprichos del pintor español Francisco de Goya. Está numerado con el número 43 en la serie de 80 estampas. Se publicó en 1799. (2) Monti, R.: «Marathón» (1980).
(3) Monti, R.: «Historia tendenciosa de la clase media argentina», (1971). (4) Monti, R.: «Una noche con el señor Magnus E hijos» (1970). (5) Monti, R.: «No te soltaré hasta que me bendigas» (2003). (6) Monti, R.: «Visita» (1977) (7) Efectivamente, tal como lo menciona el Sr. Ricardo Monti, la presidenta Cristina Kirchner dijo en su discurso desde la Casa de Gobierno, del 12 de marzo del 2013: «Jorge Luis Borges decía que «el mito es la última verdad de la historia. El resto es efímero periodismo». (8) Monti, R.: «Una pasión sudamericana» (1989). (9) Tristán e Isolda es una leyenda del ciclo arturiano que cuenta la historia de amor entre un joven llamado Tristán y una princesa irlandesa llamada Isolda, conocida popularmente como «La blonda» (la rubia), para distinguirla de otro personaje homónimo en el mismo relato, «Isolda la de las manos blancas».1 La principal característica de la historia se basa en mostrar un idilio extraordinario, que escapa de todas las normas y de los sentidos morales, centrando su atención en los sentimientos de los protagonistas.2 La trama, está enraizada en tradiciones que probablemente se remontan a la época de la dominación vikinga de la isla de Irlanda en el siglo X, durante el periodo del Reino de Dublín. Fuente: Wikipedia. (10) Abelardo y Eloísa: (Francia) es una trágica historia de dos amantes que no pueden estar juntos. Ambos fallecen separados: Abelardo murió en la abadía de San Marcelo, en Chalons-sur-Saone, el 21 de abril de 1142. Tenía por entonces 63 años y Eloísa murió en 1163, pero recién en 1808 los restos de ambos amantes fueron depositados juntos en el Museo de monumentos franceses de París. Fuente: www.mitosyleyendas.idoneos.com (11) El nombre correcto de la obra de Donald Winnicott a la que se refiere el Sr. Monti es «Realidad y Juego» (1971). (12) Freud, S.: «Dostoievski y el parricidio». En Obras Completas, Tomo XXI, Amorrortu editores, 1928. (13) Maiakovsky, V.: (Georgia, 1893 - Moscú, 1930). Poeta soviético. (14)Lacan, J.: Seminario 11 «Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis», clase 16 «El sujeto y el otro: la alienación». Clase del 27 de mayo de 1964. Ed. Paidós. (15) Johann Wolfgang von Goethe: (Fráncfort del Meno, Hesse, Alemania 1749 – Weimar, Turingia, Alemania, 1832). Poeta, novelista, dramaturgo y científico alemán. (16) Frase de Lacan, J.: «...Si tuvieran un poco de paciencia y si quisieran que nuestros improptus continúen, les diría que la aspiración revolucionaria es algo que no tiene otra oportunidad que desembocar, siempre, en el discurso del amo. La experiencia ha dado pruebas de ello. A lo que ustedes aspiran como revolucionarios, es a un amo. Lo tendrán...» en Seminario 17 «El reverso del psicoanálisis», Clase 2 «Impromtu de Vincennes» del 3 de diciembre de 1969. Ed. Paidós.
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 (17) Thomas Mann: (Lubeca, Alemania, 1875-Zúrich, Suiza, 1955. Escritor alemán nacionalizado estadounidense. (18) James Ensor: (Ostende, 1860 - 1949). Pintor belga. (19) Samuel Barclay Beckett: (Dublín, 1906 - 1989). Dramaturgo, novelista, crítico y poeta irlandés. (20) Antón Chéjov: (Taganrog, Rusia 1860 - Badenweiler, Alemania 1904). Médico, escritor y dramaturgo ruso. (21) Henrik Ibsen: (Skien, Oslo, Noruega 1828 - 1906). Dramaturgo y poeta noruego. (22) William Shakespeare: (Stratford-upon-Avon, UK, 1564 - 1616). Dramaturgo, poeta y actor ingles. (23) Arthur Adamov, nombre real: Arthur Adamian: (Kislovodsk, 1908 - París, 1970). Dramaturgo francés. (24) Bertolt Brecht: (Augsburgo, 1898 - Berlín Este, Alemania, 1956). Dramaturgo y poeta alemán. (25) Roberto Arlt: (Buenos Aires, 1900 – 1942). Novelista, cuentista, dramaturgo, periodista e inventor argentino. (26) Enrique Santos Discépolo: (Buenos Aires 1901 – 1951). Compositor, músico, dramaturgo y cineasta argentino. (27) Francisco Defilippis Novoa: (Paraná, Entre Ríos 1889 – Buenos Aires, 1930). Dramaturgo y realizador argentino.
Iniciación a la dramaturgia sugerida por Ricardo Monti Los imprescindibles: En sus palabras los imprescindibles: -Samuel Barclay Beckett -Antón Chéjov -Henrik Ibsen -William Shakespeare -Bertolt Brecht Hispanoamericanos: -Roberto Arlt: -Enrique Santos Discépolo: -Francisco Defilippis Novoa -Arthur Adamov (para aprender acerca de los riesgos de la alegoría en su obra sobre la revolución francesa)
Taller de narración oral: «CONTA-DOS» «Lo maravilloso es por cierto causa de placer, como se deduce por el hecho de que todos relatamos una historia con agregados en la creencia de que ofrecemos un deleite a muchos oyentes» Aristóteles «De lo que rebosa el corazón, habla la boca» I Ching La propuesta se trata de una actividad destinada a incurrir en el arte- oficio de la narración oral. Si tomamos el juego de significantes que recrea Lacan en francés: p´oblier, aludiendo a publicar-olvidar, podemos pensar que todo texto publicado queda destinado al olvido. Olvido que mueve a una re-creación. La transmisión oral de un texto queda entonces como un modo de juego entre la memoria y el olvido. La letra escrita, en tanto producción del sujeto, es una marca, no importa lo que ocurrió, sino aquello que nos lleva a navegar… Re-producir la letra no es sólo privilegio de quien escribe, es también un modo de re-producción de quien la
lee, de quien la transmite y de quien la escucha. La transmisión de esa letra escrita, la narración oral, es entonces otra producción del sujeto, del sujeto que la re-crea en una particular escena, que a la manera de un hecho teatral construye otro lugar. Este nuevo espacio que abrimos en Centro Dos, al que llamamos Conta-DOS -apuesta a la aventura de la re-creación, a la búsqueda del propio estilo, a la palabra, a la voz, a la mirada, a la escena, al pasaje de lo escrito a lo narrado, en fin…al placer de contar… En el marco de los encuentros proponemos trabajar con textos de diversa índole (literarios cuentos, relatos, populares, trabajos teóricos, casos clínicos u otros escritos traídos por los integrantes o sugeridos) y adaptarlos y recrearlos en el registro oral, reconocer las características y diferencias de la oralidad frente a la cultura escrita y explorar los propios recursos expresivos, tonos y estilos del lenguaje oral. Creemos que este espacio también nos habilitará a nosotros, analistas, a encontrar nuevos recursos para la transmisión de trabajos que sean presentados en jornadas,
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www.centrodos.com.ar seminarios, y otros ámbitos de exposición de nuestro quehacer clínico. Proponemos finalizar el taller con una muestra, que consistirá en la puesta en escena de los relatos trabajados en el taller. Coordinan: Clarisa Valencia y Constanza Monié Actividad Arancelada. Inicio agosto 2013. Vacantes limitadas. Informes e inscripción en secretaría académica.
Exposición Colectiva de Artes Visuales La 5ta. Exposición Colectiva de Artes Visuales se inauguró el día viernes 26 de abril a las 19.30hs en la planta alta de Centro Dos. Es un honor para nuestra institución que en el año de su veinteavo aniversario, en un esfuerzo conjunto con Arteme (Galería de Artistas Emergentes de Carlos Regazzoni) y Gusta tu Gusto (espacio de difusión virtual), las paredes de nuestro auditorio y pasillos continúen siendo galardonados con las producciones de artistas plásticos. En el transcurso de poco mas de un año, fueron expuestas más de 250 obras de aproximadamente cien creadores.
La apertura -en esta ocasión- contó con la presentación de «Mujeres, Mujeres...», narrativa oral a cargo de Clarisa Valencia (analista de Centro Dos) y Constanza Monié. Acompañó también la muestra Susana Rubin (artista plástica mexicana), quien realizó pintura en vivo. El evento fue presentado por la coordinadora de arteDos, Nys Bassi y contó con la presencia de artistas y profesionales de Centro Dos. La próxima exposición colectiva de artes visuales, la cual incluirá fotografías, caricaturas y dibujos, se realizará durante el mes de agosto.
Bitácora Recientemente se ha creado un espacio abocado a la escritura. Espacio que llevará el nombre de Bitácora y que fue propuesto por dos analistas de la institución: Myriam Zavalía y Soraya Ciancio. ¿Por qué psicoanálisis y escritura? ¿Por qué este cruce de coordenadas entre uno y otra? En principio, ¿por qué no? El ánimo de este espacio no es unir ambas prácticas en un todo cerrado y englobante, sino más bien hacer jugar la falta como lo que está en la base del acto creativo. El escritor busca subjetivarse en su acto y un análisis también es un llamado al sujeto. Con la ayuda del analista, el paciente, cual narrador oral, le otorga otro sentido a lo vivido. Si bien analizarse no es exactamente hacer poesía, también es hacer con palabras, transformando una historia de verdades coaguladas en una con otro porvenir. La escritura subjetiviza así como el análisis apunta al sujeto, suponiéndolo ahí, por venir. El sujeto aparece en su producción, es donde muestra su deseo, su falta. La escritura se sirve del significante así como la pulsión, que tiene raíz en lo real, se expresa por medio de lo simbólico, y así también como el sujeto es lo que un significante representa para otro significante. El sujeto se
escribe y se vuelve a escribir en la experiencia analítica para que la segunda versión de la historia «oficial» tenga menos amos superyoicos y un margen más amplio de movimiento al que llamaremos deseo. Proponemos como primera actividad una convocatoria dirigida a quienes quieran publicar sus poemas, cuentos, relatos breves, ensayos… Los mismos serán puestos en circulación tanto en los espacios virtuales como -previa selección- en la sección arteDOS de la revista Nudos. Aquellos que estén interesados pueden enviar sus escritos a los siguientes correos: myriamzavalia@yahoo. com.ar y sorayac7@hotmail.com. Al participar con nuestros escritos estaremos favoreciendo el lazo social dentro de la institución, en esta ocasión de la mano de la obra, lazo entre analistas como efecto del trabajo y también y por sobre todo, de la circulación de la obra y del valor que tiene publicar. Nos advertimos de las dificultades inherentes a vérnoslas con el producto de lo que surge del acto de escritura. Ese rechazo al acto, ese horror, no es más que el rechazo ante la castración. En ese tríptico de respuestas neuróticas, las inhibiciones, las angustias y los síntomas, encontramos
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Centro Dos: asistencia y docencia en Psicoanálisis - Fundado en 1993 las diversas modalidades de no querer vérnosla con ella. El horror que se siente, el tuyo, el mío, el nuestro, ese que es propio del acto, será la contrafuerza con la que pacientemente habremos de jugar esta apuesta de publicar nuestra producción. Para terminar les traemos un pequeño fragmento de lo que dijo Jorge Luís Borges en una conferencia que pronunció el 24 de abril de 1973: «…De todos los destinos del hombre, quizás el más afortunado, el menos desdichado, digámoslo con más modestia, es el destino de escritor, especialmente de poeta, digamos de artista, porque lo mismo da. Podemos pensar en pintura, podemos pensar en música, podemos pensar en arquitectura, es exactamente lo mismo. Y es esto: la vida suele ser generosa en desdichas. Es absurdo suponer que las desdichas son privilegio de los pobres. No, los ricos también tienen desdichas. Pero el privilegio del poeta es saber que esas desdichas no son inmediatas, porque como dice Bécquer: «Cuando me lo contaron sentí el frío de una hoja de acero en las entrañas». A la larga, esas desdichas,
eso del amor, eso que nos mata, el desdén de una mujer por ejemplo (estoy hablando de cosas verdaderas, no de hechos superficiales), la muerte de una persona querida, todo eso será o debe ser transmutado en poesía. La felicidad no, la felicidad es su propio fin, la felicidad no necesita ser transformada en otra cosa…Pues bien, el poeta tiene ese consuelo. Sabe que todo le es dado para que él lo transmute en poesía, porque la desdicha en sí no es un fin. No creo en las ventajas de la desdicha, salvo como instrumento de trabajo, como material de trabajo. Y así, a la larga, todas las cosas de algún modo están justificadas, quizá no para nosotros, a nosotros puede quedarnos la tristeza, la desesperación, para muchos el suicidio, pero para algunos puede quedar la belleza. Y esa suele ser la suficiente justificación del oficio poético, de las pequeñas molestias, de las trabas técnicas del oficio poético. Esto es lo que yo quería decirles a ustedes, mis queridos amigos». Myriam Zavalía / Soraya Ciancio
Primeros cuentos y poemas seleccionados Pozo ciego Nunca se sabrá quién había dejado abierta la tapa del pozo ciego. No paraban de correr. Estos hermanos eran de esos chicos sanos porque se habían criado al aire libre. La chiquita ya había dado varias vueltas. Le corrían gotas por los costados de la cara, tenía los cachetes colorados y la respiración agitada. A cada rato se miraba las manos. Creía que le crecería un sexto dedo al costado del meñique antes que oscureciera. No sabía quién era Dios pero lo suponía poderoso y entonces le pedía ese dedo a él, cada vuelta una desilusión, seguían siendo cinco en cada mano. Movida por la fuerza de la desesperanza corría sin parar. No había nadie más que estos dos hermanos. En una de esas infatigables vueltas, ella no advirtió que cada vez se acercaba más al pozo ciego que estaba con la tapa abierta. El hermano corría medio destartalado pero más atento. No le agarraban esos estados de trance que invadían a su tozuda hermana apenas once meses más chica que él. Ella estaba cada vez más cerca del pozo al que no le prestaba atención. No pararía por nada del mundo porque ese señor que nunca aparecía al que todos llamaban Dios le debía un dedo en cada mano. Sin sentir cansancio siguió girando alrededor de su sueño casi alucinado durante un tiempo infinito ya que nadie estaba ahí para contarlo. Fueron giros a toda velocidad todos iguales excepto el último.
Su hermano la vio desde atrás. No es que ella le ganara, iba rezagada en la última vuelta, calculó él, triunfante. No pudo ayudarla, ese cuerpo tan conocido para él iba desapareciendo, se había caído dentro del pozo ciego. Se acercó y miró esas aguas turbias que se movían, aparecían las manos de su hermana agitándose. ¿Qué haría? Tuvo la impresión de que algo no andaba bien, pero no tenía en claro qué. Decidió acercarse al petizo que estaba atado al caño del tanque. Dejó atrás el agua que ya no se movía y de un salto por la izquierda se subió al caballo que tenia apenas un cuero y una cincha. Eso le daba placer al corredor destartalado, galopar al atardecer sin tener que cuidar a su hermana que siempre le tuvo miedo a los caballos. No dejó al petizo Faustino hasta que ya no hubo más luz y la primera luciérnaga le advirtiera que ya era de noche. Fue al monturero, se bajó de un salto y empezó a desensillar al morrudo criollo. Le sacó el cuero y la matra, sosteniéndolo por las riendas, le tiró un poco de agua con un balde y por último le sacó el freno y lo metió en el corral con los demás caballos de la tropilla. Caminó hasta donde los grandes conversaban. Alguien le preguntaría dónde estaba su hermana y él respondería que la última vez que la vio estaban corriendo alrededor de la casa. Myriam Zavalía
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Sueño (canción) Cuando la noche Pálida y fría Acecha aquí Pienso en tus ojos Límpidos ojos Un día de abril En un instante Vivificante Vienes a mí Mientras te abrazo Busco en tus labios Un elixir Cuando tu voz Cálida y tersa Como un arrullo fugaz Deshoja frases Que algún poeta olvidó En la mesa de un bar Plácidamente Te veo dormir A media luz En los contornos De tu figura Reflejos con un tinte azul Y suspendidas En el espacio Que hay entre los dos Flotan caricias Llantos y risas Y una canción de amor Cuando tu voz Cálida y tersa Como un arrullo fugaz Deshoja frases Que algún poeta dejó En la mesa de un bar
Microscopio Dos minutos de autor Se trata de un espacio abocado a la producción de micro audiovisuales, de dos minutos de duración, a cargo de Virginia Toricez (colaboradora de arteDOS). El mismo, permitirá difundir y conocer el testimonio de diferentes artistas acerca del origen de su obra. Será nuestra apuesta, hacer de esa transmisión una enseñanza. Seguinos en Facebook: arteDOS
Taller de Bitácora Invitamos a los analistas a formar parte del taller de escritura que abrirá sus puertas en agosto del corriente año. Los encuentros serán mensuales, los 1eros sábados de cada mes, manteniendo en el intervalo un seguimiento de la producción a través de espacios virtuales (foro y mail). El programa confeccionado servirá como guía y disparador de la escritura Es una actividad arancelada que sigue el postulado fundacional de Centro Dos, pudiendo acordar el participante el valor que le asignará al bono según sus posibilidades y consideración. Las reuniones serán en la sede de Centro Dos de Corrientes 4524, de 11 a 12:30 hrs., dando inicio el 3 de agosto. La inscripción es por mail y con cupos limitados. Los esperamos. Soraya Ciancio: sorayac7@hotmail.com Myriam Zavalía: myriamzavalia@yahoo.com.ar
G. Veliz
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Jesús 8:30 Viernes 30 de octubre del 2009. Ocho treinta de la mañana, Analía, 28 años, cierra la puerta de su departamento de un ambiente, haciendo equilibrio con el hombro para que su morral no resbale y caiga hasta su antebrazo. Saluda a Omar, el encargado del edificio, quien para esa hora ya terminó de baldear la vereda, y camina dos cuadras hasta la estación de Flores. Ocho treinta de la mañana, Jesús, 12 años, abre el cierre de la campera Adiddas dentro de la cual pasó la noche acurrucado, en la estación de Flores. Se pone en pie y se despereza para despertar también el resto de su cuerpo entumecido. Analía estudia Letras en la Universidad de Buenos Aires, en la sede de Puán en Caballito, a una estación de tren de su casa. Había empezado Psicología, pero después del año y medio abandonó por el entrecruzamiento de diversos factores, del destino y personales, y durante cinco años trabajó en la recepción administrativa de la Universidad de Palermo. Hace dos años decidió retomar los estudios, pero siguió trabajando como administrativa para así mantener el ingreso económico. Jesús ya no va más al colegio. Desde que Papá no volvió a casa, haya que agradecerle al abandono o a la policía; desde que Mamá comenzó a consumir paco, ya no hubo un sostén en la familia que alguna vez fueron, y tuvo que salir a la calle a buscar plata día a día. Jesús es el mayor de tres hermanos. Siguen Guillermo de nueve y Eva de cinco. Los tres pasan el día en la estación. La calle le enseño su lenguaje, «el aguante», a ser «pillo», a saber cuándo se puede «boquiar» y cuando hay que quedarse «piola». Le enseño sobre los «chetos», la «gilada» y los «ortivas». Esa fue su educación, la calle, que le brindó herramientas para poder buscar y encontrar un ingreso económico, cuanto más, más «piola». 09:15 Nueve y cuarto, Analía espera el tren en la estación, posicionada al final del andén donde la costumbre le enseñó que queda justa la primera puerta del último vagón. Sabe también que en el tren te pueden manotear algo y es mejor tener cuidado. Nueve y cuarto, Jesús se fija en una chica con morral esperando al final del andén, un poco más sola que los demás. Está «regalada», piensa. Tantea la navajita en su bolsillo derecho mientras camina hacia ella, pegado a la pared, esquivando la atención del masivo engranaje social que ya está a la orden del día, esperando el tren para que la rueda del trabajo se ponga en funcionamiento. Nota los pies de la chica marcar el ritmo de sus auriculares. Está distraída. Dos realidades se unen. Punta punzante (¡No!). Ella queda más fría que el frío del filo que la aprieta. (.¡Me están robando!.) Jesús mete su mano. Sustrae un celular mientras el tren llega a la estación. (¡Memuevomecorrolegritolepegomeaprieta ¿y si me e m p u j a!?) Las puertas se abren justo en su frente, la gente desciende y asciende. Mira a su alrededor, ya no hay nadie. Mejor dicho, hay demasiada, tanta gente, que no puede ver al ladrón, que sabía lo que hacía, que calculó el tren, los tiempos y ahora ya va por la escalera que cruza las vías bajo tierra. 09:17 Nueve y diecisiete, aunque vestida, Analía se siente desnuda. Sube al tren y se traga la necesidad de comentar lo que le acaba de suceder. Desnuda se ahoga en un mar de desconocidos. Nueve y diecisiete, Jesús examina el celular, pensando cuánta plata puede conseguir en el local de Beto, que no pregunta, sabe que es robado, pero solo piensa también en cuánta plata puede conseguir a cambio del celular que le trae Jesús. De pronto escucha la voz rota de su madre, furtivamente esconde el celular. Si acaso su madre descubriera el nuevo arrebato, quisiera toda la plata para ella, para su paco. Y Jesús no puede permitir eso. Sus hermanos se quedarían sin comer. Y él no podría comprarse cigarros. Él no consume paco, ver a su madre entre la piel y el hueso le ha causado tal impresión, que ya no desea ver en ella su reflejo. Alguna vez, tan lejos y tan cerca, en su primera infancia, la pudo amar. Ya no. «Mi mamá ya no me mima»: -Que hacé acá, vo! Tarado! Mierda! Subí a la estación, mugre! A vé si traé algo de plata, conchatuya, no serví para nada vó, pendejo de mierda – cachetazo en la cabeza.
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Jesús, sin embargo, logra esquivar el intento de violencia física que el cuerpo de su madre dispensa, aunque no logra esquivar la violencia verbal, psicológica, que va a dar en el corazón, en su alma, inyectando un combustible veneno que alimenta el vacío agujero que crece todos los días, incrustado en su pecho, ese que empezó a crecer el día que su papá desapareció. 11:30 Once y treinta Analía escribe en su facebook: «Hola a todos!!! Hoy iba a subir al tren en la estación de Flores, a las 9 hs aproximadamente, y un punga con navaja en mano me robo el celular. Obviamente no había seguridad, brillaba por su ausencia… así que por el momento estoy sin celular punga la reconcha de tu recalcada… anda a trabajar y la reconch… de tu mmm… punga de mierda y la reputa madre que lo parioooooooooooooooooooooooooo… ya estaaaaaaaaaaaaa… necesitaba descargar un poquito jajaja Perdí toda la agenda así que por favor me pasan sus números por privado. Besoteeeeee!!!! Once y treinta Jesús hace plata el celular arrebatado en lo de Beto. Se detiene a fumar un cigarrillo en la esquina de la estación. Esta vez no escucha la voz de su mamá. Se le aparece enfrente antes que pueda ocultar el cigarro. -Ah para lo cigarro careta sí tené plata conchatuermana! Puto! Degraciado! A ver, a ver! ¿Cuánto tené? ¡Mostrá acá! ¡¿Nada má!? La reconch… – Cachetazo en la nuca – andá ya a la estación y me traé plata bien piola, ¿oíte miseria? Noste ocurra traé poco puto, ¿he? Al día siguiente. 21:55 Sábado31 de Octubre del 2009 Veintiuna y cincuenta y cinco. Analía mira la tele desde su sillón mientras cena las empanadas que pidió a domicilio. Una coca de litro y medio a $12 le parece la compañía ideal. -Pobre motoquero - piensa - trabajar con ésta lluvia… La intensa precipitación la convenció de permanecer en su casa, pese a que era sábado, pese a que la habían invitado a salir. Llovía, pero no hacía frío, por lo que la ventana estaba abierta y la persiana baja, de éste modo no entraba la lluvia, pero sí lo hacía en forma entrecortada, la brisa fresca que había traído el aguacero. Pero algo más llega desde su ventana; los gritos de una discusión callejera. -Me cago en el barrio – piensa mientras sube el volumen de su televisor. Los gritos se van haciendo cada vez más fuertes, intensos y violentos, alterando inevitablemente la tranquilidad de su cena en soledad. Un grito espantoso y desgarrador hace que deje de masticar. La potencia de la voz está determinada por la fuerza del aire que atraviesa las cuerdas vocales. Al oído de Analía llega el aliento desde la garganta de un desconocido y desconociéndolo, igualmente puede entender, sentir la carga de dolor vibrante en sus cuerdas. Es un dolor desolado, existente desde un cuerpo que se rompe, desde un alma que se parte. No es solo un grito, es a la vez un llanto. Un pedido de ayuda. Sin pensar, llama al SAME. Si hubiera pensado, no hubiera llamado. Le hubiese dado vergüenza, se hubiese excusado, respondiéndose a sí misma que no eran asuntos que la involucraran. Pero no pensó. Al próximos Lunes. 09:17 II Lunes 2 de Noviembre del 2009 Nueve y diecisiete. Analía ve el tren que está por llegar a la estación. Por unos instantes, el engranaje social se congela. Temerosos, sus ojos ven sospechosos en todas direcciones. La transpiración de su acelerado corazón, se siente fría por el miedo… pero nada sucede. Nada le sucede ya esta vez. Un mes después. 09:30 Miércoles, 25 de Noviembre del 2009. Nueve y treinta de la mañana Analía pasea la mirada sobre los titulares del diario. Solo lee palabras sueltas. Se detiene un momento en un artículo psicopedagógico sobre la adolescencia porque le recuerda las materias de su primer carrera. «Estrategias para propiciar una adolescencia sana» Su retina lee fragmentos del texto… «No es bueno que los padres invadan su habitación, lean sus cartas… Se debe gestar una relación de confianza… cuando se aplica un castigo o se priva de algo que para ellos es importante… Integrar… esto les ayuda a socializar… comenta Ana María Cumplido, Psicóloga Clínica en adolescentes de Megasalud»… Continúa con el zapping visual de noticias, da vuelta algunas páginas, sus pupilas se hacen piedra.
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«Adicta al Paco, mató su hijo porque «mendigaba poco». 09:42 Nueve y cuarenta y dos. El reloj de la oficina. La fotocopiadora. Los edificios de su ventana. El escritorio. Su taza de café. Y la cucharita sobre el plato que la sostiene, de a poco se disuelven incongruentes conforme sigue leyendo la noticia. «Lo apuñaló en el estómago en una esquina de Flores. La víctima tenía 12 años y solía pedir dinero en la estación de trenes del barrio. Su madre, de 38, solía retarlo porque creía que conseguía poco. Había sido internada varias veces… …El crimen fue hace veinte días, pero a ella recién la detuvieron ayer. Ocurrió en los alrededores de la estación de trenes de Flores, en medio de la intensa lluvia que cayó el sábado 31 de Octubre: un chico de 12 años pidió ayuda a los gritos, alguien llamó al 911 y así fue como una ambulancia del SAME se encontró con que el menor tenía una puñalada en el abdomen. Lo llevaron de urgencia al hospital Piñero, pero al rato murió... …Aquel Sábado de tormenta, Gonzalo Jesús Torres, apareció tirado en la esquina de Yerbal y Bolivia, cerca de la estación de Flores. Estaba en el suelo y tenía una puñalada en el abdomen… …La navaja usada para herirlo fue encontrada al día siguiente, tirada a la vuelta de dónde ocurrió el ataque, sobre Yerbal… El teléfono de su escritorio suena y se sobresalta. -Hola Ana, vení dale, te estamos esperando para elegir la foto – le habla una compañera de trabajo que sigue las directivas del director de la Universidad, quien propone una foto de cada sector para mostrarlas en un video de fin de año, adjuntas a frases como «vale la pena» o «living la vida loca» -Shh… Ya voy – responde mientras se le ajusta la garganta. 09:45 Nueve cuarenta y cinco… las pupilas apuñalan su corazón «…hubo una pelea entre dos chicos de la calle… uno de los protagonistas llevaba una campera de lluvia oscura con capucha, mientras que el otro terminó herido y a los gritos. Cuando los investigadores profundizaron sobre las descripciones, se dieron cuenta que el supuesto chico de la campera, era en realidad la madre… …cuando los testigos pudieron identificar a la mujer recordaron incluso que a diario mantenía peleas con su hijo por la poca plata que llevaba cuando pedía.. …con esta información el fiscal Krascuki pidió la detención de la mujer, que se concretó ayer.» Desnuda, igual que como sintió después de ser robada, comprende y relaciona todo. Su ladrón es el de la noticia de hoy. Imagina los últimos segundos de la vida que viniera al mundo por doce soles, para abandonarlo por autoría de quien lo trajo. Imagina la lluvia, la calle y la soledad que ejercen millones de gotas precipitándose desde el cielo. Algunos autos estacionados. Imagina las calles que ella recorre antes de llegar a la estación y que de memoria conoce, ahora con aspecto macabro. Imagina que, tal vez, la lluvia haya nublado la vista del nene, con la gracia de permitirle la pequeña duda, la pequeña esperanza de pensar que tal vez, esa figura oscura que lo acaba de apuñalar, no sea su madre. Quizás un regalo de la felicidad que le fue negada al final de su vida, para no despedirse de esta realidad creyéndola el peor de los infiernos. «Tal vez no sea mamá». Pero sabe que solo se trata de su propio anhelo, del de ella, sentada frente a su escritorio, frente a su taza de café, y la cucharita, sobre el plato que la sostiene. Y su anhelo se vuelve un suspiro que desaparece en el aire acondicionado. Ante lo más crudo de la realidad, imagina que tal vez, en el ajetreado viaje en ambulancia, lo más cerca que estuvo de un médico jamás, sintiendo un espanto helado comenzar a abrazarlo a través de la herida abierta que lleva, en el cuerpo y en el alma, cuando ya casi no pudo más y sintió sus fuerzas desvanecerse, mientras escuchaba gritar en la lejanía al médico apurando al conductor, cuando entendió por fin que se moría y todo cuanto había en la ambulancia repiqueteaba en el desordenado habitáculo; cuando todo dejó de tener sentido, tal vez, tal vez, se haya preguntado, muerto de miedo, ¿»dónde estás papá»? Fue una pregunta que ella imaginó, que supuso que podría haber sucedido, una intuición no constatada, pero que hizo explotar su pecho en el llanto que se manifestó a través de lágrimas que pronto brotaron por sus ojos, que ya no pudieron leer más, ya no quisieron saber más.
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Aleja de sí el diario, como si fuese el portador del mal impreso en blanco y negro. El periódico se desparrama sobre su escritorio, las hojas se tuercen y dejan al descubierto la noticia anterior: «Estrategias para propiciar una adolescencia sana». -Son nenes como los nuestros los que maldice la pobreza – piensa y siente. En su imaginación se dibujan ahora sus sobrinos. Llenos de risa. Llenos de luz. Por terminar el preescolar. Estrenando un alma tan igual como la que ese chico trajo al mundo doce años atrás. Recuerda su comentario en facebook el día que esa misma alma le robó su celular, en donde volcó todo su odio, su impotencia, y que ahora desearía nunca haber escrito. Y siente un vergonzoso impulso por borrarlo. Pero no. ¿Para qué? Como si pudiera cambiar algo en esta trágica historia. Aunque ya no es odio lo que siente y se pregunta; ¿tuve que leer esto para entender… que no fue Jesús quien me robó, sino su pobreza? De Educación. De Amor. Y decide comentarse a ella misma: «Dedicamos escritos, investigaciones y trabajos enteros para hablar sobre la sana adolescencia de nuestros hijos, pensamos y nos replantemos cómo poner límites, cómo retar, cómo reír, cómo amarlos. Y sin embargo, si un adolescente, nos asalta, no nos detenemos a cuestionarnos qué de todo aquello habrá faltado en su educación, nuestro pensamiento se detiene en nuestra pérdida. De ésa pérdida somos presos, sin poder ir más allá, tal vez, porque en ese más allá, hay un saber que es más angustiante que la pérdida misma: el saber que somos parte de una sociedad que no cesa de crear las condiciones para que atente contra sí misma. Y que nuestro silencio, es cómplice» http://edant.clarin.com/diario/2009/11/25/policiales/g-02048024.htm Cualquier parecido con la realidad… … es nuestra responsabilidad… Juan Foster
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El arte de transmitir emociones El oficio del artista es muy solitario. Está ahí, solo, frente a la tela, en una eterna lucha con el color, la forma, la composición, la línea, y por sobre todo, con él mismo, con su propio interior. Pintar es para el artista, una necesidad imperiosa. Una necesidad de expresarse, que viene desde lo mas profundo de su ser. Una necesidad de sacar hacia fuera infinidad de sentimientos, pasiones, sueños, pesadillas, dolores, alegrías. Pintar es desnudarse, darse a conocer tal y como es. Es él, plasmado en cada línea, en cada pincelada, en cada tono, en cada obra. Y el artista pinta por él mismo, y para él mismo. Es su propio mundo. Su propio universo, poblado de fantasmas, de ideas, de valores, de emociones. Su propio interior. El Afuera viene después. Después de volcar en su obra parte de si mismo, de su esencia. Después de firmarla y saber que ya no hay vuelta atrás. De saber que ya está lista. Lista para que otros ojos puedan verla. Lista para que la mirada del otro la complete. Ya que la obra no va a estar terminada, no va a estar completa, sin la mirada del otro. Es el espectador quien termina la obra, quien le da sentido
a la misma. El artista, solo hace el cincuenta por ciento del trabajo. El otro cincuenta por ciento, lo aporta quien la mira… Y es ahí cuando se produce algo maravilloso, mágico. Cuando alguien ajeno a el mismo observa la obra, y al hacerlo puede sentir algo. Cuando el artista con su trabajo, puede transmitirle al otro, algún tipo de sensación, de emoción, ya sea que le agrade o le produzca rechazo. Porque lo importante es hacer que al otro le suceda algo al mirar su obra. Que no se mantenga indiferente ante la visión de la misma. Que se descubra a él mismo en esa visión. Y si esto se produce, toda la soledad, todo el esfuerzo, todas las pesadillas y los sueños, van a haber valido la pena. Darío Zilbersztein – Analía Galligani Darío Zilbersztein es arquitecto, artista plástico y Director de Arteme (Galería de artistas emergentes de Carlos Regazzoni). Analía Galligani es Profesora de Educación Inicial y Artista plástica.
Mural pintado por Analía Galligani y Luis Santero para el Hospital Rivadavia
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Relato Conversando con Patricia Hamra (Directora del Centro Dos), al momento de contarle sobre nuestro interés acerca de que la revista número 2 de Nudos abordara los conceptos de Transmisión y Psicoanálisis, ella se refirió a la estrecha relación existente entre los vocablos transmisión y tradición, ya que etimológicamente la palabra tradición significa transmitir y entregar; resultando así, que la cultura, las experiencias relevantes, las costumbres de una sociedad, etc. se transmiten de generación en generación muchas veces a través de relatos, cantos, cuentos, leyendas, etc., y que mediante dicha transmisión, un grupo social intenta asegurar que las generaciones jóvenes den continuidad a los conocimientos, valores e intereses que los distinguen como grupo y los hacen diferentes a otros. Luego de lo conversado, Patricia Hamra nos acercó dos relatos, uno de ellos, escrito por una poeta africana y el otro, un cuento surgido de la tradición jasídica, los que incluimos en esta Sección a la que hemos denominado Ficciones.
ocasión más en la que los pobladores cantan la canción. Si en algún momento durante su vida la persona comete un crimen o un acto social aberrante, se le lleva al centro del poblado y toda la gente de la comunidad forma un círculo a su alrededor. Entonces... le cantan su canción. La tribu sabe que la corrección para las conductas antisociales no es el castigo, sino el amor y el recuerdo de su verdadera identidad. Cuando reconocemos nuestra propia canción ya no tenemos deseos ni necesidad de hacer nada que pudiera dañar a otros. Tus amigos conocen tu canción, y te la cantan cuando la olvidaste. Aquellos que te aman no pueden ser engañados por los errores que cometes o las oscuras imágenes que a veces muestras a los demás. Ellos recuerdan tu belleza cuando te sientes feo, tu inocencia cuando te sientes culpable, tu propósito cuando estás confundido.
La Canción de tu alma, por Tolba Phanem, mujer, poeta africana: Cuando una mujer de cierta tribu de África sabe que está embarazada, se interna en la selva con otras mujeres y juntas rezan y meditan hasta que aparece la canción del niño. Ellas saben que cada alma tiene su propia vibración que expresa su particularidad, unicidad y propósito. Las mujeres encuentran la canción, la entonan y cantan en voz alta. Luego retornan a la tribu y se la enseñan a todos los demás. Cuando nace el niño, la comunidad se junta y le canta su canción. Luego, cuando el niño va a comenzar su educación, el pueblo se junta y le canta su canción. Cuando se inicia como adulto, nuevamente se juntan todos y le cantan. Cuando llega el momento de su casamiento, la persona escucha su canción en voz de su pueblo. Finalmente, cuando el alma va a irse de este mundo, la familia y amigos se acercan a su cama y del mismo modo que hicieron en su nacimiento, le cantan su canción para acompañarle en el viaje. En esta tribu, hay una
Cuento de tradición jasídica: Cuando el maestro espiritual del jasidismo, Israel Baal Schem Tov, tenía ante sí una tarea trascendental, iba a cierto lugar del bosque, encendía un fuego y meditaba rezando. Y aquello que decidía hacer, se realizaba. En la generación siguiente, cuando su discípulo tuvo ante sí la misma tarea, se dirigió a aquel lugar del bosque y dijo: «No sabemos ya encender el fuego, pero todavía conocemos las oraciones». Y lo que decidió hacer, se realizó. Una generación posterior, cuando el discípulo del discípulo tuvo ante sí también la misma tarea fue a aquel lugar del bosque y dijo: «No sabemos ya encender el fuego y hemos olvidado las oraciones, pero aún conocemos el lugar del bosque donde aquello pasó. Tiene que ser suficiente». Y, en efecto fue suficiente. Pero una generación más posterior aún, cuando el discípulo del discípulo del discípulo se sentó en su dorado trono, en su castillo dijo: «No sabemos ya encender el fuego. Hemos olvidado las oraciones. No
Psicoanálisis y transmisión Consultorios llenos, desde la mañana hasta la noche. No es solo un dato, ni gente amontonada, es un espíritu, un espíritu porteño. Y nada tiene que ver que el papa sea argentino. Analistas que escuchan, leen, estudian, escriben, fallan, preguntan y vuelven a escuchar, a leer, a estudiar, que equivocan, que analizan si pueden, que hacen como pueden. A veces mejor y a veces no tanto. Una y otra vez, como se pueda. En serio, no en serie. Repensando los casos, yendo ellos mismo a análisis interminables, supervisando y estudiando, descubriendo que la dificultad es parte ineludible de la cosa analítica. ¿Qué se puede hacer con la historia, con la transmisión de la historia? Por de pronto escucharla aliándonos al sin sentido para liberar al sujeto de identificaciones y luchas imaginarias que coagulan un sufrir de más mentiroso y enquistado. Si todo se trata de la protom pseudos, al menos en las neurosis de transferencia,
no importan más que los dos tiempos de anclaje para constituir la retroacción. Ese tiempo con delay nos deja fuera del tiempo para estar inmersos en el no me acuerdo y con eso no puedo. Fuente de síntomas, inhibiciones y angustias, tiempo que puede haber sido y no fue, espacio que he de recorrer y no me andan los pies. Transmisión de un absurdo que por obtuso condenó a sufrir y una vez puesto en jaque ya ni cosquillas produjo. Ese disparate que comandó al sujeto durante años hacia la estupidez vana y de pronto si transmitió algo, la historia pasó a ser cualquier cosa, algo que ni memoria merece, ni olvido, sino novedad, ocasión de usar la libido para otra cosa, ponerla en lugares nuevos. Transmisión que orienta hacia más de una salida, lecturas varias que permiten si bien no un final feliz, una causa hasta el final. Myriam Zavalía
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Del lazo entre el lápiz y el escribiente En el lazo de un análisis una imagen me fue dada. Se trataba de decir algo sobre la función del analista, del trabajo analizante y del tiempo. Haciendo la salvedad que como toda imagen metafórica abre sentidos pero también crea obstáculos, nos puede permitir pensar la práctica analítica más allá de los estándares de tiempo (frecuencia y duración de sesiones por ejemplo) y espacio. El analista: como lápiz para que alguien escriba y lea: La primera clave que nos aporta esta imagen es que el analista no está allí como sujeto, está en posición de instrumento, artefacto a ser tomado. El analizante es el que está como agente en ese hacer, es el que toma o no a quien se ofrece como lápiz. Sin embargo, también está la dimensión de ese alguien que se ofrece, que se hace lápiz. Allí se evidencia la tensión siempre presente en la práctica analítica entre la presencia de dos cuerpos que se encuentran en un espacio-tiempo y el salto topológico que hace que se trate de un solo discurso, de una figura enhebrada discursivamente en ese entre dos cuerpos. Para que este salto del dos al uno en continuidad moebiana sea posible se requiere que quien se ofrece al lugar de analista no intervenga desde sus ideales y que además dé lugar a que se realice una lectura a partir de lo que se vaya escribiendo. Podemos decir que la lectura es ya un corte que engendra la superficie del escrito. Entonces lo dado a leer será la superficie producida en ese encuentro entre el lápiz y el escribiente. Habrá escritura a partir de dicho encuentro. El lápiz como objeto de nuestra cotidianeidad posee una estructura particular; está hecho a la medida de la imagen corporal, invita a ser tomado por la mano, y de su uso se extrae, por lo menos, un trazo. Tenemos estructura, imagen y trazo. Trazo que solo tendrá existencia a partir del movimiento producido en el encuentro lápiz-escribiente. En el contexto de un análisis al movimiento discursivo lo podemos considerar como los diferentes trazos que alguien va entrelazando, dando lugar a la escritura de su historia. Si llamamos escrito, ya no simple trazo, a aquello que cambia el estatuto de un sujeto, que conmociona su relación con el saber no sabido, transformando su posición respecto de la alteridad, entonces también podemos pensar el escrito en su valor de acto (en el sentido que J. Lacan lo plantea en el Seminario XV «Acto psicoanalítico» 1967-8). Si lo situamos así, el escrito-acto será lo que hace emerger un sujeto otro, instaurando una pérdida, que puede ser significada en un análisis como la caída de alguna identificación con la cual el sujeto se hacía representar. La palabra en función de escrito-acto la podemos ilustrar con algunos ejemplos de la vida cotidiana, a
saber la pronunciación del «si» que se dice en el acto del casamiento, es a veces observable en la presentación al último final de un estudiante de una carrera universitaria, también al dar un paso nunca dado en una conversación con un amigo, una pareja, un hijo. Todas estas situaciones donde visiblemente alguien pasa de soltero a casado, de estudiante a licenciado, de amigo de a ex-amigo de, es decir donde un significante que lo representaba cae, se pierde. De este modo se vacía una posición, deja de hacerse representar por ella. Esta estructura se presenta en el espacio singular de un análisis cuando el analizante se escucha decir algo que en tanto dicho ya no tiene retorno, es decir funciona como escrito, conllevando la pérdida de una posición que ubicada como sintomática portaba sufrimiento y fijeza. En esos momentos el escribiente testimonia a veces sensación de alivio, también angustia. Es allí que hay lugar para lo nuevo, se hace posible «pasar a otra cosa». Si se escribe otra cosa no es sin haberse situado durante algún tiempo un «lo mismo», donde lo nuevo hace diferencia. La dimensión del tiempo… Tiempo para que «lo mismo» deje su huella, en la diacronía de la historia, armando una superficie con marcas. Desde otra mirada del tiempo diremos que ese «lo mismo» queda constituido cuando está perdiéndose. Jugando con esta imagen metafórica podríamos decir que el movimiento que lleva a un analista-lápiz a ir a hablar-escribir a otro (analista) sobre lo que viene escuchando en un análisis, surge cuando… Ese que se ofrece como lápiz se percata que algo pasa, que no se está escribiendo, que hay movimiento pero no escritura, que no lo puede leer, que su intensión frena el curso del escribiente, que ya hace tiempo que se escribe «lo mismo». De ese encuentro puede producirse lo que llamamos supervisión, o por lo menos la apuesta de que ello suceda. Se podría pensar ese encuentro como la posibilidad del analista de tomarse a sí mismo como el lápiz del otro (analizante), poniendo en juego los significantes del discurso que de ese análisis lo interrogan, para en posición de analizante arribar a alguna escritura. Luego, que este pedazo de escritura, escrito en otro espacio, pueda ser insertado en la escena 1 para relanzar lo detenido, leer lo nuevo, despejar los prejuicios, etc. Es decir para que pueda estar ahí… el analista: como lápiz para que alguien escriba y lea. Alejandra Chinkes
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Diálogo ficcionado con el Dr. Sigmund Freud Convocada para escribir sobre Psicoanálisis y transmisión, pensé: ¿Qué tendría Freud para decirnos al respecto? Me dejé llevar por la imaginación -lugar de cultivo para que la creación se despliegue-, así es como me surgió la idea de armar un diálogo ficcionado con el Dr. Sigmund Freud, que paso a compartir con ustedes. V.G.: Debo confesarle que soy una fiel lectora de sus obras, es por ello que me honra estar aquí con usted, para abordar el tema que hoy nos convoca: transmisión y psicoanálisis. Ya que esbozo la palabra, fiel, la voy a usar como disparadora de mi pregunta. El Sr. Jacques Derrida dice que «la mejor manera de serle fiel a una herencia, es serle infiel, es decir no recibirla literalmente». En su extensa obra sobre psicoanálisis que nos deja como legado para aquellos que queramos escogerla como herencia, se puede entrever en muchos de sus artículos, en ese largo camino que ha recorrido, algunas veces acompañado y otras no tanto, que hubo maestros que lo han marcado, que no le han sido indiferentes... Es decir a quienes les ha sido fielmente infiel ¿De quiénes ha escogido su herencia? S.F.: Es verdad lo que usted dice, en este largo camino que he transitado, en ocasiones me he sentido acompañado, causado por mis colegas, otras veces me he sentido muy solo pero han sido momentos de gran producción para mi. Otras me he sentido injustamente invisibilizado y la mayor parte del tiempo he estado en el centro de las tormentas. Pero entiendo que lo que mi teoría le ha aportado a la humanidad, no era, ni es, un lugar cómodo, venir a decirle al mundo que «el yo no es dueño de su morada», bueno decir eso, sosteniendo el convencimiento más absoluto e inquebrantable de creer en el inconciente, no ha sido sin costos para mi persona. Es como un rayo que atravesó la faz de la tierra, que una vez dicho, cada quien como parte de la humanidad se la tendrá que ver con ello, negarlo, hacerse cargo… Para no irme de tema en relación a su pregunta, sé que voy a ser justo con algunos, con otros no tanto pero es parte del juego que usted me propone, ¡Tengo que decidir! Voy a hablar de aquellos que indiscutiblemente me han transmitido o como dice usted, de quienes he escogido su herencia. Comenzaré por decirle que hay dos personas de quien me siento absolutamente deudor, porque han dejado huellas en mí y más allá de mí, no azarosamente he escogido los nombres de dos de mis hijos varones, dejándoles su sello, ellos son Ernest Brucke y Jean Martin Charcot. A Freud, Jean Martin, quien fue el segundo de nuestros hijos, pero el primero de mis tres hijos varones le pusimos con Martha ese nombre como homenaje a Jean Martin Charcot, pero lo llamábamos Martin. Freud, Ernst fue nuestro cuarto hijo, tercero y último hijo varón, después de Martin y Oliver. Recibió este nombre en honor a mi querido Brucke. ¡A estos dos grandes hombres voy a recordar! Brucke ha sido una persona muy importante para mí ya que él tuvo mucho que ver con la elección de mi profesión como médico y luego con mi viaje a París, donde tuve otro gran encuentro con aquella brillante persona ¡Charcot! V.G.: Comencemos con Brucke.
S.F.: Ingresé a la Universidad de Viena en el otoño de 1873, a la edad de 17 años. Debo reconocer que seguí de una manera negligente mis estudios estrictamente pertenecientes a la carrera médica ya que aprovechaba cualquier oportunidad que se me presentaba para detenerme en lo que me interesaba y nutrirme de otros caminos colindantes. V.G.: ¿Cuáles eran las cosas que lo hacían detenerse en su carrera y avanzar en esos otros caminos? S.F.: No sentía atracción directa hacia la medicina propiamente dicha. Siempre sentí que me agradaba fantasear con poder retirarme de la práctica médica para dedicarme a la tarea de descifrar los problemas de la cultura y la historia. En última instancia el gran problema de ¿Cómo el hombre ha llegado a ser lo que es? En mis años tempranos nunca se me dio por jugar al doctor, mi curiosidad infantil buscó, evidentemente, otros caminos. En mi juventud, había sentido la incontenible necesidad de comprender algo de los enigmas del mundo en que vivimos y de contribuir en algo, acaso, a su solución: lo único que me parecía conceder más esperanzas en cuanto a la realización de esto, era inscribirme en la facultad de medicina y así lo hice. En ese avanzar lento, bajo la influencia de Brucke -con quién estuve seis años estudiando fisiología en su laboratorio junto a este destacado médico y fisiólogo alemán, el más grande de las autoridades que jamás tuvieron influencias sobre mí-, me afinque en la fisiología si bien ésta en aquellos tiempos, no pasaba de los estrechos límites de la histología. En esa época yo ya había aprobado todos mis exámenes médicos pero no demostré ningún interés en hacer nada realmente relacionado con la medicina hasta que a fines de Junio de 1882 sucedió un acontecimiento que puede ser considerado como el más decisivo de mi vida: el día en que este maestro a quien yo respetaba profundamente me hizo la advertencia de que, en vista de mis reducidas posibilidades materiales, no me sería posible de ningún modo dedicarme a una carrera puramente teórica. Así fue como pasé de la histología del sistema nervioso a la neuropatología y más tarde, frente a la incitación de nuevas influencias, llegué a ocuparme de la neurosis. En este punto, entre otros tantos innumerables que podría contarle, ha sido un hombre que me ha dejado marcas. Siguiendo su consejo, abandoné el laboratorio de fisiología e ingresé en el Hospital General de Viena. Muchos en aquel momento supusieron que había habido una ruptura con Brucke, pero siempre repetí que había tomado esa decisión por recomendación de él, consejo que tomé. Es más, él conservó un cálido interés por mi carrera, fue mi principal padrino cuando aspiré al título de Privat-Dozent, donde gracias a su influencia obtuve la valiosísima beca para el viaje a París. Allí conocí a mi querido Charcot. Correspondería continuar contándole sobre Jean Martin pero es tanto lo que tengo para decirle sobre él, que me parece que merecería un capítulo aparte. Ahora le quería preguntar algo a usted, quien dice ser una fiel lectora de mis obras. ¿En qué punto me ha sido usted fielmente infiel? V.G.: Esa respuesta en la que tendría mucho para decirle, la dejamos para el próximo encuentro... Vanesa García
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Nudos en Psicoanálisis Año II - Nro. 2 «Transmisión y psicoanálisis» Registro DNDA en trámite Director-Propietario: Patricia Hamra Domicilio Legal: Av. Corrientes 4524 Ciudad Autónoma de Buenos Aires Staff de la revista Coordinación editorial: Alejandra Chinkes Equipo editorial: Alejandra Chinkes Gabriela Mercadal Paula B. Altayrac Vanesa García Diseño y composición: Paula B. Altayrac Responsables de sección: Nys Bassi - Sección arteDOS Ilustración de tapa: Valeria Brudny
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