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Las infecciones urinarias en verano
Por Dr. M Auricio c olici G no *
Las infecciones urinarias afectan con frecuencia a la población en general y pueden manifestarse como un cuadro leve con asistencia ambulatoria, pero también como uno severo con necesidad de tratamiento e internación.
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En estos casos, la infección se localiza en alguna parte del aparato urinario, que está compuesto por la uretra, la vejiga, los uréteres y los riñones. Esta patología se produce cuando las bacterias ingresan en la uretra y viajan hacia la vejiga.
Si la infección se mantiene solo en la vejiga, se denomina cistitis bien o infección urinaria baja; mientras que, si se desplaza hacia los riñones, se la conoce como pielonefritis o infección urinaria alta.
Las infecciones de la vejiga son las más comunes y se observan más en mujeres que en hombres. Por otra parte, si bien son menos frecuentes, las infecciones urinarias altas son más severas. Normalmente, las bacterias no están presentes en la vía urinaria, sin embargo, se desarrollan cerca de la uretra tanto en mujeres como en hombres. violento”, describiendo cómo la aporrea con un zapato o un rebenque.
Existen algunos factores que pueden aumentar ese riesgo de que las bacterias ingresen por la uretra y transiten por la vía urinaria, tales como una infección urinaria que no se haya resuelto de manera completa, sexo anal u oral sin protección, presentar cálculos renales o reflujo ureteral (lo que implica un bloqueo del flujo de orina), una predisposición genética, alteraciones anatómicas, natación en lugares no acordes para tal fin, compartir baños con higiene deficiente, realizar un mal aseo corporal, poca ingesta de líquidos y automedicación con antibióticos, entre otros.
Denuncia también que sus hijas, la servidumbre y ella pasan noches sin acostarse, temiendo que él “ejecute alguna fatalidad sobre nosotras”, ya que ha puesto una daga “en los pechos de una esclava embarazada”. Esa misma esclava acude otra noche a defenderla y él, tomando un hacha, amenaza con partirla en dos. Desesperada al ver que su patrona estaba tirada en el piso por la paliza que le había dado, la negra la levanta y van a refugiarse en el fogón de los indios, donde Amado no se atreve a entrar.
No paran ahí las denuncias: lo acusan también de haber aconsejado a su hija, la casada, que diera veneno a su marido, pues él lo detestaba.
Su gran aliado es el alcalde Baigorrí, que intenta llevarse a la joven, pero cuando llegan a la casa, no la encuentran por más que buscan hasta en los sótanos y el techo. Al parecer, la escondieron en el aljibe.
En aquel conflicto sin cuartel, él se apodera de las donaciones que se habían hecho a los jesuitas, pero su mujer lo hace perseguir por la ley. Amado pide que se le devuelvan “bienes propios”, o sea su hija menor, la huerfanita María –una allegada-, la negra Josefa con su hijito, “y otras cosas”. Como su mujer se mantiene protegida por la ley, Amado pide que la encierren en un convento o que la excomulguen.
“En 1666, doña Micaela de Oscáriz Beaumont y Navarra sostuvo un duro pleito de separación con su marido, el capitán Fernando Amado.”
Las disputas siguen y la joven cita todas las leyes que la ampararan mientras él la acusa de haber vendido sus alhajas para culparlo, y pide un recurso para que “deje de desaparecer cosas de la casa, puesto que, como esposo de ella, ahora me pertenecen.”
Y como si aquello fuera poco, acusa a su hija -la del veneno- diciendo que no lo respeta y pide nuevamente que su hijita menor sea llevada a otra casa: no queda claro, sin más datos, por qué causa.
Micaela, sin inmutarse, se ampara en el arzobispo y para provocar a su marido, sale a la calle con el rostro velado, él sospecha, le arrebata el velo y grita ante los vecinos que ella “le pertenece”. La guerra sigue hasta que llega el gobernador Argandoña que, luego de estudiar el caso, lo conmina a entregar los bienes que correspondan a su mujer y a desaparecer, sin derecho a apelación.
Últimos datos: 1) En Mendoza intenta seducir a una viuda sin éxito; 3) Termina asesinado dejando tras de sí muchas deudas.
Los síntomas típicos de una infección urinaria baja o cistitis incluyen urgencia para orinar (sensación incontrolable de ir al baño), dolor o “quemazón” cuando la orina pasa por la uretra, impresión de vaciado incompleto de la vejiga, dolor o sensación de presión en la pelvis, malestar en la espalda y/o sangre en la orina, y fiebre o mal estado general con decaimiento.
A veces, las infecciones urinarias altas pueden causar los mismos síntomas que los de una cistitis, pero también provocar fiebre (temperatura su- perior a 38 º C), dolor lumbar (en uno o ambos lados de la espalda baja, que es la zona en donde se encuentran los riñones), náuseas o vómitos. En este caso, los síntomas que más repercusión generan son generales.
Retrasar el tratamiento conduce a complicaciones graves. Por lo tanto, es conveniente consultar rápidamente con el médico si se presenta alguno de los síntomas enumerados.
*Médico urólogo, Centro Argentino de Urología. mauriciocolicigno@gmail.com