Revista Surgente No. 11

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Surgente, Letras Informales Año V - Número 11 / enero – abril 2010 ISSN 1909-6895 Directora: Leidy Joana Díaz Ramos feminasuit600@yahoo.com Editor: Rodolfo Celis Serrano fitocelis@yahoo.com Diseño Y Diagramación: Holy Box theholybox@gmail.com Ilustraciones: Juan Camilo Melo Gutiérrez, Reves Conspira, Dakalister, DSK! / Dirshack, M, Doomsay, Casimira Parabolica, Holy Box Fotografías: Archivo Copyleft, Flickr, Reves Conspira, Germán Rozo, Elí Verano y Rafael Silva. Consejo Editorial: Michelle Camila Pérez, Leidy Joana Díaz, Juan Camilo Melo y Rodolfo Celis Escritores Invitados: Juan Camilo Ahumada, Carlos Díaz, José Gabriel Suárez, Germán David Clavijo, Colectivo Siniestro, María José León, Javier Orlando Lozano, Rafael Silva, Magnus, Mayte Patricia Tovar, Fredy Yezzed, Luis Armando Botina, Jallalla, Daniel Montoly y Ramón Adrián Salinas. *********************************************** *******

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Fotografia: Archivo flickr

Este tiraje consta de 1.000 ejemplares de libre distribución y es realizado por el Colectivo Surgente en el marco del proyecto “Palabras de periferia”, una de las iniciativas financiadas por el Programa Jóvenes Conviven por Bogotá 2009, con recursos de Secretaría de Gobierno Distrital, Fondo de Vigilancia y Seguriad y Organización Internacional para la Migraciones.


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> Archivo flickr

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Bochica te salve, Surgente reina y madre de las letras periféricas Vida y dulzura, esperanza nuestra. Bochica te salve A ti clamamos los desterrados, hijos de Marichuela a ti suspiramos, resistiendo y cantando en este valle del Tunjuelo Ea, pues, intercesora nuestra vuelve tus hojas incendiarias al fuego Después de este desierto, muéstranos tu palabra fruto bendito de las entrañas del sur Oh imprudente. Oh, visajosa Oh dulce, siempre aborigen Surgente, santa madre neoñera publica por nosotros para que seamos dignos y merecedores de alcanzar la gracia editorial mientras en su divina esencia te leemos y gozamos, en el infierno como en la tierra. ¡Itza quem!


> Imágenes: Archivo

omos un pequeño grupo de navegantes anónimos, cuyos nombres no merecen figurar en ninguna historia naviera. Hemos zarpado hacia Ítaca, creyendo en la buena voluntad de los dioses y en las fábulas urdidas por Nadie, un viejo charlatán, quien nos convenció que viajando hacia el sur, más allá de la finis terrae, daríamos con una tierra donde la miel y la leche manan de las rocas. El anciano ha muerto en el camino y ahora sus manes descansan en lo profundo del lecho marino, arrullados por el canto de las caracolas. Nosotros, antes que el tedio mine los cuerpos, hemos bautizado esta nave con el sugestivo nombre Surgente -tallado con garabatosa caligrafía a estribory, en las noches tranquilas, nos damos a la tarea antediluviana de contar historias hasta el amanecer. Ya son cuatro años surcando las aguas, cuatro años de ficciones que se bifurcan por extrañas cartografías, mientras el espíritu se hace uno con el azul del entorno. A veces, divisamos lo que parece la silueta de una cordillera en una costa lejana y nos embarga la ilusión de la tierra firme, pero luego las brumas resultan islotes flotantes que desaparecen con los huracanes. Esta mañana invernal, mientras continuamos soñando con Ítaca, arrojamos esta botella al océano para escriturarle nuestros huesos fabuladores.

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Tripulación Surgente Cuarto año de errancia La Mare Nostra

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> Dakalister / http://www.flickr.com/photos/dakalister/

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REFLEXIONES. Más que puertos seguros en tierra firme, este texto busca la liquidez insular de la pregunta, ahí donde se desvanecen las certezas sobre el mundo construidas desde el reduccionismo más mistificador. Por: Carlos Díaz Pinto edi_tadashi90@hotmail.com

oy en día, en todos los ambientes, se escuchan, y uno mismo repite, una serie de juicios, proposiciones o postulados sin detenerse a pensar lo que éstos implican, si son verdaderos o qué tanta verdad contienen. Esas ideas se han convertido en algo así como máximas o proverbios. Así, pues, aunque no puedo expresar todas mis disertaciones al respecto, sí pretendo plantear algunos interrogantes para reflexionar en el entorno educativo y en la Localidad. Algunos de tales postulados son los siguientes: “Vivimos en un mundo globalizado”. ¿Esto significa que el mundo después de la década del noventa del siglo pasado es distinto, por lo tanto más igualitario; que realmente hacemos parte de una aldea global donde TODOS tenemos las mismas posibilidades; que las relaciones entre las naciones se dan sobre la base del respeto a la soberanía y la autodeterminación de los pueblos, y los criterios del bien común? Si es así, esto implicaría que debemos educar a nuestros niños y jóvenes para esa aldea global, para una nación llamada Tierra, porque el mundo es justo. Pero, en mis disertaciones, que creo son compartidas por muchos, he pensado que realmente el mundo no está globalizado de esa manera. Lo que vivimos es un mundo de las desigualdades donde prima el interés individual o el de unas pocas potencias que ejercen el dominio y control del planeta, y que se pelean por ello; Un mundo en el que se privilegia la fuerza para dar respuesta a las diferencias y donde prevalece la ley del más fuerte. ¿Acaso no es esa la política de Estados Unidos al invadir naciones como Afganistán o Irak? ¿No es lo que hace el sionismo judío en el Líbano o en Palestina? ¿A qué, realmente, nos referimos con “mundo globalizado”? La verdad es que necesito una mejor explicación.


Otra idea que se repite a menudo, en seminarios y conversaciones informales, es que “vivimos en la era de la informática, las telecomunicaciones y la robótica, en fin, en la sociedad del conocimiento”. Respecto a esto, me pregunto: ¿Quienes poseen el conocimiento? ¿Todas las naciones? ¿Son, acaso, las naciones del tercer mundo? ¿Las patentes y los inventos están a disposición de todos? ¿Quiénes son los que controlan la ciencia y la tecnología? ¿Es posible hacer ciencia y desarrollos tecnológicos en una nación como la nuestra? ¿Acaso no es cierto que somos consumidores de tecnología obsoleta? Muestra de ello es la clase de computadores, fotocopiadoras o televisores que llegan a los grandes almacenes de nuestro país. ¿Son ellos muestra de la última tecnología que hay en Europa y Estados Unidos? ¿No será que se mantiene la misma división internacional del trabajo que existía en los siglos XIX y XX, pero bajo otro ropaje? ¿En las universidades de nuestro país, realmente, se preparan científicos o disgregadores de tecnología? ¿Cuánto invierte el país en desarrollo científico y tecnológico? ¿Por qué está prácticamente clausurado el Instituto de Ciencias Nucleares? ¿Se cumplieron las metas del Plan Decenal o de la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo, formuladas hace más de 10 años?

“Debemos educar en valores”: ¿cuáles? ¿La tolerancia? ¿Tolerar significa lo mismo que aguantar o dejar que el otro diga y haga lo que sea?

Igualmente existen otras ideas comunes, tales como asignarle a la educación el papel de redentora de los males de nuestra sociedad, por eso se plantea “educar en la no violencia”. ¿Acaso la violencia no tiene unas raíces sociales, económicas y políticas que la educación, por sí sola, no puede solucionar? Según lo que creo, mientras no se modifiquen esas condiciones, no se podrá hablar de una sociedad en paz. Por ejemplo, volviendo a leer algunos textos encontré que ese era uno de los postulados de la Escuela Nueva. Entonces, ¿por qué no se cumplió, después de formularse a principios del siglo XX, en medio de las dos guerras mundiales y de una serie de revoluciones y conflictos regionales?

También, quiero dejar para la reflexión otras ideas que, aparentemente, suenan muy democráticas, tales como: “hacer una escuela sin normas”: ¿anarquía? “Debemos educar en valores”: ¿cuáles? ¿La tolerancia? ¿Tolerar significa lo mismo que aguantar o dejar que el otro diga y haga lo que sea? “Debemos educar en una cultura ecológica”: ¿esto implica denunciar a los grandes contaminantes del planeta? ¿O, por el contrario, enseñarle a los niños a no tirar papeles o a cuidar las plantas y con eso se soluciona todo? “El maestro es un guía del proceso educativo”: ¿esto significa que somos la parte menos importante del mismo? ¿Acaso el maestro no es el primer responsable del proceso educativo, no es él quien tiene la autoridad, no el autoritarismo, en la escuela? ¿Será que la aplicación de esta idea ha llevado a la subvaloración de la profesión docente? “Se debe evaluar lo aprendido, no lo enseñado”: ¿esto no ha llevado a la mediocridad de los estudiantes? “Todos podemos culminar el bachillerato y entrar a la universidad”, pero si se miran las cifras, por cada 50.000 estudiantes que se presentan a la Universidad Nacional, son aceptados aproximadamente 2.800. ¿Es eso oportunidad? ¿Les estamos mintiendo a nuestros jóvenes? ¿Sólo entran los más capaces, los más aptos? Y si es así, ¿esa no es la ley de la sobrevivencia darwiniana? Y otra que difundimos en nuestros estudiantes: “Existen amplios créditos del ICETEX”. ¿Y después cómo se pagan? ¿Y los materiales que se requieren en la universidad en el transcurso de la carrera? Finalmente, considero que como docentes debemos ir más allá de las apariencias, de lo que nos dicen, nos repiten y repetimos; que tenemos la tarea de formar y develar la realidad. Si no es así, entonces, ¿para qué educamos?

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Plasmids

Ribosomes Chromosome Cell Wall

Flagella

> Casimira Parabolica

Cell membrane


De los mismos creadores de “Surgente X-files” y “La culpa fue del ornitorrinco” –crónicas ganadoras de sendos premios Simón el bobito a la mejor chiva periodística – regresa el Colectivo más perseguido por la censura oficial (Ya desbancaron a Hollman Morris del primer lugar). ¡Léalos aquí antes que los contrate la competencia!

Resident Usmelt

Por: Colectivo Siniestro

adie sabe con exactitud exacta, ni cómo jijunas, fue que comenzó esta jeroz pandemia porcina que nos tiene tan constipaos, cabizbajos y enfurruñaos. ¡No seamos tan marranos! Y es que no es pa’ menos, mire usté: después de la caída de las torres gomelas y las pirámides chimbas, la no menos calamitosa muerte del payaso Bebé (claramente anunciada por don Nostradamus) y lo que es más trágico todavía: el lamentable final de nuestra razón de ser ¡Padres e Hijos! ¡De por dios! ¿Qué otra hijuemadre desventura nos puede acaecer? ¡Ni que fuera hijo uno de dos compadres! Sólo falta que millitos se vaya pa´l descenso y quedamos en la pura inopia. Como dijera el gran profeta de la guacharaca por entre su refulgente muela diamantina: “¡Ay Virgen del Carmen, dame licencia! (sería una licencia de conducción, pues se sabe que la susodicha madrecita es la patrona de los choferes) Pero, como cuando uno ya está fregao se puede carramaniar pior, pues no habiendo superao el no tan afectivo abrazo del pato, que tanto pañuelo ha costao, cuando ¡tenga su guarapazo!: aparece como por arte de contagio un virus lo más agorero, retrechero y uribista, capaz de avergonzar a la gripe más tumbacatre del mundo; más virulento que la mayor de las blenorragias políticas de este país del sagrado (apestado) corazón, al que ni la más condensada de las aguapanelas con limón es capaz de aniquilar. Y justo se vino a hospedar a Usme ¡Por Santa Britney y San Jhon Estiguar benditos, que no hay derecho! ¡Que se quede por allá lapidando mariachis en los Méjicos! Luego es que ¡qué carramanes tiene que venir a hacer justamente aquí, al reino de Galy Galeano, ese espantajo biogenético y plaga neobíblicoguacamolesca. ¿Será porque aquí son más baratos los arriendos o qué demonios? ¿O para tener derecho al sisbén estratosubcérico? ¡Ay virgen veintiochuna (jejejejejeje… vaya ficción) líbranos de esta manifestación apocalíptica! ¡Que no sucumbamos, entre estornudos, a manos (o a pezuñas) de la extinción!

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Génesis del mal obre el origen de esta apátrida y perversa epidemia, la OMS (Organización de Mata-Sanos) en su última encíclica ecuménica ha dicho que toda la comunidad científica, y hasta los carniceros de Usme, se han puesto de acuerdo en que el virus hache hijuenosequé diablos apareció no se sabe dónde, cómo, cuándo, ni por qué, pero que en cualquier caso fue en el fascinante mundo interior de un marrano apestado que, se presume, era el de la propaganda de las tocinetas Yupy, porque ¡habrase visto un chancho más viajero y más refinado! Y claro, de viaje en viaje fue infectando a la, no menos cerda, raza humana. Pero, cansados de contemplar con impotencia “viril” (de virus por siacas), cómo esa hijuemaiza peste va diezmando a la población neoñera, este versado y apuesto Colectivo adelantó, bajo riesgo de contagio, una patriótica y psicotrópica cruzada en pos de una explicación – o al menos de una vacuna- para este infame tormento. Así que de momento y tras serias entrevistas realizadas a boca de jarro (literalmente) en ese claustro del saber bohemio conocido como El Rincón de Londoño, han venido surgiendo unas interesantes teorías al respecto: por ejemplo, don Epidemio Polanía, un iluminado porcinólogo y fritanguero, también llamado en el mundo de la ciencia gastronómica local como “el jete’marrano”, comentaba: “eso nuai gripa, por más chanchirienta que se las pique, que no sea capaz de matar un timbao e’ pelanga con su respectivo cacharrao de guarapo”. ¡Alma bendita del cucho, que en paz descanse! …

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“Eso nuai gripa, por más chanchirienta que se las pique, que no sea capaz de matar un timbao e’ pelanga con su respectivo cacharrao de guarapo”

De igual manera, el eminente parasicólogo, vidente, chamán y sobandero, don Gualberto Lucumí, “el negro mono”, nos advertía que después de la caída de un asteroide, sólo los cerdos sobrevivirían al Armageddon; pero, en esa borrachera que estaba era difícil creerle, pues nos pareció que estaba contándonos era una película de gringos. Total fue chévere hablar con el viejito. Después, el científico y guía espiritual Hermano Chepe nos refirió una profecía apocalíptica que resulta de leer al revés la mona 246 de cierto álbum de chocolatinas, la cual dice así: “Al final de los tiempos, en la era de la rata que mata, bajará desde Ralito un virus ni el más caballista que causará una ubérrima hecatombe. Entonces, en la tierra del gran zenú se oirá hablar de chuzadas, serruchos y motosierras; mientras, se desatarán oleadas de tropipop e inclementes alaridos que se tomarán por música (para nosotros que hablaba del reggaetón)”. Finalmente, consultamos la lúcida y clarividencial opinión del doctor Américo Rivera, director de espacios tan serios y reconocidos como el noticiero “Alerta Bogotá” y co-autor de libros de gran relevación médica como “Automedíquese si es tan varón y no le da miedito” o “Las bondades del bareto y el zuco”, quién, con la voz pausada del que sabe que se las sabe todas, profirió su enmienda sin dejar duda de la magnificencia de su saber epidemiológico, recitando, poco a poco, la que -según él- era la panacea contra todas las dolencias humanas; así, sin dejar de apuntarnos con el dedo, sentenció: -“Échense dolorán y qué rápido alivio. ¡Adiós dolores! Dolorán se frota y el dolor se mata. El dolor le tiene miiiiiiiedo a Dolorán!”. -“Pero, doctor… ¿dolorán?”, argüimos desconfiados. -“¡Dooolooraaán y santo remedio!”, concluyó enfadado. Así, pues, después de una semana de tragametierras, padreayudames y augurios tan fatalistas, como sacados de un capítulo de Dragón Ball-Z, La Noche de Guri-zapping o cualquiera de esos programas de ciencia ficción que dan por nuestra tele, tomamos la muy científica y madura decisión de mirar mal a ese virus y no dirigirle nunca más la palabra ¡por bobo!.


Apocalypto o escalofiebre de esa influenza hache hijuenosequé diablos, no es solamente que uno se pueda morir, la falta de apeto sexual o el hecho de tener que usar ese horrendo tapabocas, sino la desinformación que conlleva al repaniqueo social y a que se arme el zaperoco más hijuepuerca, todo por culpa de los medios de comunicación: dizque la peste la trajo un tal don Uranio, un desplazado empobrecido que llegó a la Localidad; que los que se enferman de ese mal es porque le sacudieron los hombros a la mamá; que si la plomonía es la misma mala influencia panfletaria AUV3; que si el virus del marrano es igual al de las vacas locas, pues aquí nadie dice ni múuuu…, que uno de los síntomas de contagio es la ceguera audio-testicular (se ve, se oye, pero el paciente se hace el güevón). Mejor dicho, puras garlonerías de la gente garlona: El Templo publicó que el virus atacaba a gente baja de autodefensas y El Despertador lo contradijo diciendo que atacaba era a las personas bajas de estatura; pero El Desprecio anunció que el virus ataca es a la gente de baja autoestima y al pie de una foto de una muchachita en pelota, claramente enfermita, agregó: “contra el mal: tirar, tirar y tirar”. Tal-cual, por su parte, señaló en El boletín del consumidor, que según los especuladores de Abastos esta epidemia era similar a la peste aviar, pues tenía mucho huevo; pero más terrible que la peste negra (un mal exclusivo de morochos) o la peste española, a la que hemos sobrevivido casi 500 años; mejor dicho que esto era una especie de mixtura mutacional entre Uribito, Juanes y Jotamario. ¡Ay, Virgen San Roque! La Atalaya simplemente publicó que se trataba de un castigo de dios, con lo que se dispararon sus ventas puerta a puerta (sin comentarios). Así que, entre tanta falacia viral, va tocar es creerle a la revista Surgente cuando dice: “La verdad absoluta la tenemos nosotros: ese virus lo trajeron los marcianos para matar a los hombres más machos y quedársenos con las hembritas más buenas”. En cambio, lo que sí es cierto es que los pobres chanchos son inocentes de todo este chicharrón, pues una institución tan respetable como la Secretaría de Salú de Chigorodó, anunció públicamente: “hooombe dejen en pá a eso pobre animalito, que ellos no tienen la culpita de ná” ¡Gracias, Divino Niño de Praga! Nosotros, por lo menos, fuimos de los que denunciamos ante la comunidad internacional los marranicidios acaecidos en este cochino mundo y nos solidarizamos con el gremio porcicultor cuando una encuesta del ICA mostró una baja la hijuemadre en la popularidad del cerdo (con un 84% de imagen negativa). Los que sí hicieron su nochebuena (con el perdón de los marranitos) fueron los capos del temible cartel de la lechona, algo así como una piara de tolimenses dedicados al tráfico ilegal de tan sabrosa mercancía; quienes, por cierto, acuñaron el famoso eslogan criminal: “prefiero una marranada aquí en Colombia, que un hospital en los Estados Unidos” y ni qué decir de Don Güilfrido Vargas, quien se tapó de plata con el popular Baile del marrano: “en mi casa no se baila el cerdito, nooo señooor” y “con la pezuñas arriba todoo el mundooo”.

Las EPS locales, no menos rebuscadoras y sí más timadoras, en una demostración insólita de poder mental convencieron a la población enferma de que el ibuprofeno contrarrestaba el virus (y la malaria y la taquicardia y la hernia discal y otras 223 enfermedades)

De otra parte, con la mentada pandemia porcina, cambiaron muchas cosas y se creó una especie de Nueva Ola Marrano-cultural; así, por ejemplo, los pelaos ahora se despiden diciendo “¡Nos estornudamos más tarde!”; no faltó el ingenioso que para evitar que se le metieran los ladrones pegó en la puerta un aviso que decía: “¡Peligro, marrano suelto!”; y ni qué decir de los famosos rebuscadores criollos que vendieron mil y un curas milagrosas para el mal: en Ciudad Bolívar, una ama de casa desesperada y hambrienta de fama inventó el antídoto conocido como “caldo de periódico” ¡santo remedio contra cualquier pan-demia o la falta de ella!, el popular “Profesor

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Ilustración: Juan Camilo Melo

Concayo” aconsejó en su momento que el mejor remedio era caminar mucho para sudar la gripe, pero, de tanta garretiadera, ahora anda buscando un remedio eficaz para curarse la pecueca; un desempleado usmeño, vea usted, salió de pobre y cayó en la indigencia vendiendo los tapabocas de fique, colección bicentenario; mientras que las EPS locales, no menos rebuscadoras y sí más timadoras, en una demostración insólita de poder mental convencieron a la población enferma de que el ibuprofeno contrarrestaba el virus (y la malaria y la taquicardia y la hernia discal y otras 223 enfermedades) y que la salud era un privilegio. Ah sí… y que había que agradecerles; y hasta la banca hizo su agosto promocionando supuestos medicamentos con el recibo de la luz, a crédito sobre hipoteca, con tarjetas VISA, gota a gota o moco a moco.

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Entre otras cosas, este Colectivo se enteró que la veterinaria “Marranito influyente” lanzó el Manual del buen apestao, edición especial para zoofílicos, en el que se leen estos mandamientos: “Suénese los mocos y los mockus. Úsese doble preservativo en cualquier relación hombre-chancho. Hágales caso a los cerdos judíos y absténgase de comer marrano. No saludes de beso o de mano ni siquiera a tu propia madre, así que para evitar el contagio se recomienda saludar con nalgadas o restregones bluyineros. Manténgase alejado de cerdos, ancianos y de enfermos de influenza. No compartas tus alimentos, cubiertos, jeringas, porros y ropa interior con tus amiguitos. Mantén limpia tu casa ¡sucio asqueroso! Lava tus calzoncillos (no está comprobado que prevenga el virus, pero igual lávalos). No fumes en presencia de enfermos, si no tus papás se van a enterar que eres un vicioso. Si es inevitable la cuarentena, se recomienda por cada persona aislada comprar un cartón de cerveza por día que durara el aislamiento, llevar municiones de cigarros, pornografía, parqués y carne para asar, y por si o por no, vale más tener sexo desenfrenado, háganlo con todos o todas las que puedan. Y ante la pregunta: “¿ahora quien podrá defendernos?”, ni se le ocurra llamar al Chapulín Colorao, que a estas alturas debe estar más virusiao que el PC de Jaime Barragán”.

El post-apocalipsis sto era un zambapalo viral. ¡Nadie quería salir a la calle! ¡Caían cerdos del cielo o salían de la televisión! ¡Cundía el pánico general! Todos tenían miedo, excepto el alcalde mayor, que por la pandemia olvidó lo de la revocatoria. Quedaron desiertas esquinas, parques, ollas, maquilas e iglesias. Todos estaban llenos de pánico, hasta el mismo virus. ¿El virus? Sí, claro, hasta el mismo virus. Pero, si no era para menos. Imagínense que en los pocos días que había entrado en acción en Usme ya había sido víctima de cuatro asaltos con patecabra, un paseo millonario, dos paquetes chilenos que lo dejaron temblando, una pesca milagrosa, una vergación extrema al estilo muisca, un falso positivo, una noche de UPJ por estar en una chiquiteca y hasta una indigestión con fritanga trasnochada. Y además había sido vacunado por unos policías que lo amenazaron con quemarle las manos y hasta extraditarlo si seguía hablando. Así pues, después de tan mala experiencia, el virus hache hijuenosequé diablos decidió abandonar el territorio usmekistano y dedicarse a viajar por todo el mundo en una gira promocional llamada Paniqueision World Tour 2009: Revenge Pig’s. Así las cosas, mientras nos preparamos para el ataque de la influenza burra, anunciado por las piedras de Ica, este Colectivo Siniestro seguirá investigando las manifestaciones del mal, en la tierra como en el cielo. ¡Achuuuuuuusssss!


Un colaborador habitual de estas páginas, nos presenta un relato que traza una cartografía elemental de esa otra ciudad, tan cerca del cielo y tan arraigada a la tierra, que funciona también como un cuento para dormir a una princesita.

Por: Rafael Silva Bareño > Reves Conspira

rafiska@yahoo.com

n día le dije a mi hija que me iba para Sumapaz, a lo que desconcertada pregunto que qué era eso de “Sumapaz”. -“Donde fuimos el otro día a la feria del trueque, te acuerdas que cambiamos arroz, pasta y chocolate por huevos, queso y papas”. ¡Listo! pregunta resuelta, del tipo que solemos utilizar los padres para salirle al paso a los hijos preguntones y a sus inquietudes “elementales”. Con el tiempo, por asuntos de trabajo, retorné al lugar del trueque y la pregunta a mí. Entonces, este artículo es una manera de resarcir la deuda de una respuesta más completa para Mafe y más justa con Sumapaz.

mañanas silenciosas y azules en el pequeño y lejano caserío de la Nueva Granada, admirar la destreza de los abuelos probándose al tejo, la rana y el trompo en la plaza de Nazaret –uno de los pocos centros poblados-, detallar el paso de los conejos silvestres y las carreras 3 de los curíes mientras viajas por la Troncal Bolivariana , es recordar un día de fin de año en la escuela El Raizal, la subasta de pollos de la profe y sus estudiantes, y tener ganas de volver a la feria del trueque en San Juan. “¿Cuántos huevos, por este aceite? –¿Tiene cuajada? –¿Tiene cebolla? –Me quedan papas y aromáticas –¿Cambiamos? –¡Pues listo, hágale!”

Así que le confesé que caminar el territorio sumapaceño es, ante todo, entrar en complicidad sensorial con paisajes llenos de belleza y silencio. La vista se pasea entre valles de frailejones y el espíritu se regocija en el incesante transcurrir de las aguas. Despierta el tacto ante el frío de las corrientes que circulan desde las cumbres del páramo hasta el centro de tus pulmones. El viento fluye juguetón sobre pajonales y matorrales componiendo sugestivas melodías que nos recuerdan 1 los tiempos prehispánicos, cuando los sutagaos se reconciliaban ceremonialmente con los dioses del páramo en la Laguna de los Tunjos.

Esa es Sumapaz, la localidad veinte de Bogotá, incrustada en pleno Parque Nacional Natural del mismo nombre y cuyas gentes, campesinas y de origen sencillo, tienen más cosas en común con las gentes de municipios de Cundinamarca, Tolima, Meta y hasta del lejano Huila –con quien limita entre la Vereda de San José y el municipio de Colombia- que con una familia de Santa Librada en la hermana localidad de Usme. Este contrataste se explica por el carácter de Sumapaz, como localidad netamente rural y por hacer parte de la Sumapaz Región, un territorio interdepartamental construido en el devenir histórico de la lucha por la tierra.

Pero hablar de Sumapaz, más allá de nombrar las 177.994 hectáreas del páramo más grande de mundo, es también evocar la frescura del queso de Santa Rosa– 2 una de las 28 veredas de este extenso territorio -, las

De esta manera, en este episodio tengo que echarle a la chinita el cuento duro, el cuento político sobre cómo se pobló Sumapaz. Toca contarle que se pobló a las malas, como la mayoría de municipios

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Fotografías: Germán Rozo, Elí Verano y Rafael Silva.

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del territorio nacional, producto de la violencia bipartidista -sí, la misma de los trapos rojos y azules-; del desplazamiento, que es primo hermano de la guerra y del colonizaje, que no es otra cosa que hacerse por sus propios medios al derecho del pedazo de país que a todos nos corresponde.

En este episodio tengo que echarle a la chinita el cuento duro, el cuento político sobre cómo se pobló Sumapaz.

Pero eso, en Sumapaz, a las familias campesinas no se lo escrituraron gratis, les tocó guerrearlo; primero contra el inhóspito y gélido páramo que no se deja calentar el oído de cualquiera, después dar la lucha más dura, la lucha contra los señores hacendados -con su apetito voraz por la tierra, que hace que nunca les basten cien mil y más hectáreasy contra sus privilegios guarecidos por el Estado y sus tropas, siempre tan serviles con los Dones. Así fue como en estas tierras sumapaceñas, desde las primeras décadas del Siglo XX, de la mano de líderes como Erasmo Valencia y Juan de la Cruz Varela, el movimiento agrario en defensa de los arrendatarios y colonos luchó por la parcelación y adjudicación de tierras. Hoy en día, gracias a esas luchas, muchas familias son propietarias de un pedazo de Sumapaz. No obstante, otras, por el infortunio de padres que no les heredaron más que la pobreza, o porque llegaron tarde a la repartición, sobreviven en fincas de las veredas en calidad de arrendatarios, anhelando tener un rancho propio, un terruño para cultivar y como me dijo Doña 4 5 Ifigenia en Vegas : “hacer nuestro propio queso ”.

Desafortunadamente, hoy en día, Sumapaz encarna y padece otra forma de violencia que es la lucha armada de los actores en conflicto, quienes se disputan militarmente el control geográfico del territorio, en aras de mantener sus posiciones y áreas de influencia; lo que ha llevado a una militarización exagerada del territorio -al punto que hay 4 soldados por cada habitante- y a un creciente estado de zozobra, inseguridad y violación de los Derechos Humanos. Así, por ejemplo, en el pasado Foro Local de DD HH, realizado en el Centro de Convenciones del corregimiento de San Juan, en el mes de abril, la población denunció asesinatos dejóvenes,desapariciones,interrogatoriosenlasescuelas, daño a la infraestructura pública, contaminación de las aguas, tala de bosques, destrucción del páramo, retenes repentinos, estigmatización de campesinos como guerrilleros y hostigamiento permanente por parte de las tropas del Ejército Nacional. Pero bueno, en contraposición al Sumapaz como territorio de combates y muerte, las familias de las veredas y centros poblados procuran tener un ambiente trabajador y tranquilo. Son gentes de origen y arraigo campesino, algunos venidos de Huila, Tolima, Meta y Cundinamarca, otros levantados en el páramo a punta de caldo de papa y aguapanela. Los saludamos al borde del camino, ataviados con gruesas ruanas de lana, botas pantaneras y sombrero; los vemos en sus parcelas cultivando papa, sembrando arveja, recogiendo haba, alimentando el ganado, limpiando el potrero, arreglando


a las escuelas, al menos una por vereda y, finalmente, ingresan a uno de los dos colegios de secundaria de la región. Sin embargo, no todo es color de rosa, no existe ninguna institución de educación superior a pocas horas de distancia, por lo que muchos jóvenes tienen que dejar a su familia y migrar a la Bogotá urbana, si quieren tener una oportunidad para continuar sus estudios. Esto ha ocasionado que la Localidad adolezca de profesionales nacidos en Sumapaz y que las únicas oportunidades laborales reales para los habitantes sumapaceños, se presenten en trabajos informales de jornaleo, en obras públicas o como contratistas, el primero de los cuales es el de menor remuneración -15 a 20 mil pesos diarios-, el más arduo y el de mayor riesgo. Aunado a ello muchos

> : Reves conspira

Del sombrero a la vasca, de las pantaneras a las zapatillas de marca, de la ruana a los ponchos y chaquetas, del pantalón de tela al blue-jean y de la aguapanela a la gaseosa.

la cerca. En ocasiones, al caer la tarde, los hombres se dan cita en la tienda del compadre y entre todos espantan el cansancio de las faenas agrícolas al son de las rancheras, un chico de rana y, claro, un par de polas al clima, porque en pleno corazón del páramo no hace falta pedirlas bien frías. En las escuelas y colegios encontramos a niños, niñas y jóvenes que, como buenos hijos de su tiempo, van trasformando, combinando o cambiando usanzas tradicionales del vestido o del habla con nuevas tendencias cosmopolitas: del sombrero a la vasca, de las pantaneras a las zapatillas de marca, de la ruana a los ponchos y chaquetas, del pantalón de tela al blue-jean y de la aguapanela a la gaseosa. Sin embargo, a pesar de que las nuevas generaciones tienen tendencias cada vez más urbanas, conservan arraigo por el páramo y aprecian los valores campesinos del amor por la familia y el trabajo en la tierra. Sumapaz, hoy por hoy, es la única localidad del Distrito Capitalquesepuededarellujodetenercoberturauniversal en educación preescolar, primaria y secundaria. Niños y niñas menores de 6 años son atendidos en los Centros de Educación Infantil y Familiar (CDIF), una especie de jardín infantil rural donde también reciben alimentación, pasan

jóvenes, abandonan sus estudios para “jornalear”, lo que socialmente los convierte en trabajadores adultos, algunos formalizando tempranamente pareja y familia, a la búsqueda de una finca para cuidar en calidad de arrendadores y convirtiéndose, así mismos, en nuevos siervos sin tierra.

A manera de cierre La Feria del trueque sumapaceña es un evento al que vale la pena asistir porque permite el encuentro de las culturas rural y urbana bogotanas, del campesino y el citadino, del páramo y la sabana, del agua y los recursos ambientales con la producción industrial; de la ruana, el caballo y el sombrero sumapaceños con las pintas cosmopolitas. En este sentido, también quedo en deuda con Mafe para volver juntos a la feria y, ahora sí, explicarle, como decía el slogan de la anterior administración local, por qué Bogotá también es Sumapaz. --------------------------------------------------------------------1

Junto con los doas, sumapaces y cundais, fueron las etnias indígenas que habitaban el territorio de lo que hoy es la región de Sumapaz y parte de Usme. 2 La Localidad de Sumapaz abarca una extensión de 75.756 hectáreas que representan el 42% del territorio distrital. 3 Es la carretera principal que a través de Usme comunica la Bogotá urbana con Sumapaz. La mayor parte de la vía está despavimentada, lo que hace que un viaje de Santa Librada hasta San Juan en la Cootransfusa tarde cerca de 4 horas. 4 Una de las catorce veredas de San Juan, el corregimiento más grande de la Localidad. 5 El queso, junto con la papa, es un producto insigne de Sumapaz, su producción es mayoritariamente artesanal y en el caso de las familias arrendatarias –o cuidadores- deben producirlo y venderlo. Sin embargo, los ingresos son para el propietario o patrón de la finca.

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> Archivo flickr

Por: Juan Camilo Ahumada gualtrapa764@yahoo.es

Un joven escritor continúa, por la senda de la autoficción, en un viaje a la velocidad de una motocicleta que va cruzando estaciones fantasmales en busca del tiempo perdido. “A veces estamos demasiado dispuestos a creer que

el presente es el único estado posible de las cosas.” Marcel Proust

yer a esta hora me estaba preparando para el desorden tradicional de los sábados, ayer tenía razones para moverme. Hoy no, hoy no tengo razones ni para respirar y, aún así, lo sigo haciendo por inercia. Porque no soy capaz de inventarme una manera menos de existir. ¿Dije una manera menos? Quiero decir una manera más. Ayer hice todo lo posible por recoger mis pasos, por desandarlos. Ese, el último momento antes de la muerte, pero a mí ella no me llega, porque sabe que me va peor así, viviendo. Ella sabe que si me muero no pasa nada, pero si sigo vivo, mis ruidos y mis fantasmas me procuran una vergüenza más larga. Ya me cansé de buscarla, ya me cansé de todo: de ir y venir, de regresar, de andar por terrenos conocidos, de amar a nadie, de mentir a todos, de intentar, de volver, de comenzar, de interpretar, de esperar. A mi vida le hallo sentido cuando recuerdo. Sólo en ese caso valgo la pena. Pero hay tantos recuerdos que me abandonaron… Él no tiene moto, pero siente pasión por ellas. Él se sube a la moto de parrillero (como más le gusta). El que va manejando es García. Él y García son parceros; se han pegado las farras más ásperas de la vida, se han emborrachado hasta caerse al piso y despertarse al otro día en las escaleras de la entrada a la iglesia de Yomasa. Él es el que aquí está diciendo “yo”, es el que no tiene nombre, el que se subió de parrillero y le dijo a García “lléveme al cementerio que voy a saludar a un parcero”, el mismo que destapó la caja de guaro, ahí en la Boyacá, frente al cementerio Serafín que ya estaba cerrado y sirvió tres tragos: uno pa García, uno pal muñeco de allá adentro y otro pa mí, quiero decir, pa él. Ahí empezó a desandar los pasos, ahí empezó esa moto a irse a toda velocidad para el pasado. Por la Boyacá al sur, luego por la avenida a Usme que es el lugar común de mis historias, hasta el colegio de Usme. Cuando yo empecé a estudiar aquí, esto se llamaba Colegio Distrital de Usme, cuando salí se llamaba diferente, como ahora; Francisco Antonio Zea de Usme. ¿De quién fue la idea de ponerle ese nombre tan feo a mi colegio? ¿Del mismo que lo mandó pintar con esos colores inmundos? Señores académicos: devuélvanme mi colegio, quítenle esos colores que parece un circo pobre, déjenlo como en mi recuerdo, para que cuando yo vuelva pueda verme corriendo por aquí con los zapatos rotos y el corazón entusiasmado, no me destrocen los recuerdos, vean que es lo único que tengo. ¿Y será que todavía trabaja aquí Héctor Darío o Jorge o Graciela, mi directora de curso, o Carlos el secretario o el profe de la mañana que un día putié, el del renault cuatro, Jimmy? Vea García que cuando yo estudiaba aquí, sagradamente había un muerto al año, un estudiante. Primero fue uno que apuñalaron en El Oasis, luego una pelada que mataron de un balazo, luego el que atropelló la ruta y salió al otro día en El Espacio, luego el que ya le conté la vez pasada con lujo de detalles. ¿Todavía sigues matando estudiantes colegio mío? Muy bien, así es. “No” rotundo a la reproducción y un “Sí” radical a la muerte. Pa morir nacimos y ojalá antes de empezar a multiplicarnos. ¡Cuando a mi me dé por tener un hijo, mátenme por incoherente! Vámonos ya, García, que hay mucho por andar, es decir, > Juan Camilo Melo

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¿Todavía sigues matando estudiantes colegio mío? Muy bien, así es. “No” rotundo a la reproducción y un “Sí” radical a la muerte.

por desandar. Vámonos para El Virrey sin parar en El Sucre, porque allá me la paso y no quiero volver sino hasta mañana.

La moto bajó “enmierdada”, como dice García, por la San Pedro que es la pendiente que hay del Oasis hasta la Antonio Nariño. Otro Antonio, ¡qué cosa, qué obsesión con esos nombres de emperador romano! Mire por esta cuadra hacia arriba, bien arriba. ¿Qué ve? La luna. No, más abajo, sobre la tierra, ¿qué ve? Una casa. Ah, ya no lo intentemos más, usted nunca verá lo que yo veo, mejor sírvame otro guaro y escuche: ahí en esa casa había un centro cristiano de rehabilitación para drogos; ahí vivían y cuando yo era peladito ahí me la pasaba metido, aprendiendo mañas y rajando de dios. Ellos me decían: que dios lo ama y yo les decía que no, que gracias, que a mí no me interesaba ese tipo, que le dijeran que ni me buscara, ni me mandara razones, que madurara. Y ellos a convencerme y yo a no dejarme. Más bien cuéntenme ¿cómo es El Cartucho, cuántas clases de marihuana hay, a quién de ustedes lo han chuzado? Y dios se iba pa la mierda y yo a aprender mañas. Y por esta cuadra hacia abajo, casi sobre la avenida, había una cantina fabulosa ¿vamos a ver si todavía existe? Otra vez a la moto, después del trago, y a bajar otra vez la pendiente por la que subía enamorado cuando era novio de Tatiana o de Yuli o de Lady, las tres novias que tuve en el colegio y que vivían en Chuniza. Esta es la cantina que le digo. Qué maravilla, está igualita, no le ha pasado un día. Entremos y tomemos guarapo que es lo que venden aquí, mientras le cuento las borracheras que nos pegábamos aquí con Cuca, con mi compadre, con José Luis, con Wilmar. No, Cuca no es una vieja, es un man de apellido Cucaita, por eso le decíamos Cuca. Vamos y le cuento completica la historia de las jarteras que nos pegábamos desde las nueve de la mañana hasta las doce cuando nos íbamos pal colegio. Él y García salieron como a la media hora, se subieron a la moto, brindaron con guaro y arrancaron hacia Alfonso López, llegaron a la iglesia, ahí se bajaron los dos, se quedaron en silencio y sirvieron más aguardiente. Desde una rockola, a lo lejos, sonó La hija de nadie de Yolanda del Río: “yo no entiendo porqué no se mueren”, decía la voz enfurecida de la mujer, “son culpables los padres más crueles, que jamás merecieron ser hombres”. Él, soltó una carcajada y García lo miró sin entender, sin saber que era lo que yo, quiero decir él, pensaba, sin entender de qué se acordaba. García me preguntó por qué me reía y yo le dije que sentía que mi vida se había quedado estancada. Ya no me pasa nada, hace rato no conozco a alguien nuevo, no conozco nuevos lugares, siento que mi vida sucede en círculos que se repiten. De pronto vimos un mocosito blanco y orejón, nos miró, es decir los miré desde mi pasado lejano y feliz, y se fue. Este barrio y el mío, El Sucre, se parecen mucho, las diferencias son pocas; esta iglesia por ejemplo, es diferente a la de allá abajo, la de allá que se llama San Juan Neuman es pequeñita, prefabricada y pobre. Esta también es pobre, pero no tanto. Mírela, esta sí se acerca más a lo que uno piensa que es la casa de dios. Yo vivo de recordar, viví pa recordar lo que me pasaba. Este barrio que se llama Alfonso López está separado del mío por un parque que se llama Villa Alemania y un colegio que no sé cómo se llama. Los dos, el parque y el colegio, están encaramados en la loma donde fui feliz de niño. A esta loma nos traían las señoras del jardín donde me criaron. ¿Cómo se llamaban? Carmen, Vicky, Raquel y Nubia (si la memoria no me falla). Nos traían a esa loma y nos regalaban las cajas de cartón en las que traían la panela y nosotros nos lanzábamos desde arriba en caída libre por la loma, o por el abismo ese grandote en que nos llenábamos de tierra. Por eso me río García, me río de mí, me burlo de lo que pude haber sido y no fui. Vámonos ya, ya estuvo bueno de lágrimas, quiero decir carcajadas, porque yo no lloro, no más me acuerdo, como dicen los que cantan rancheras mejicanas. Vámonos a Santa Librada y le cuento un último episodio de estos recuerdos que viajan conmigo a donde vaya.


De pronto vimos un mo-

¿Cómo? ¿Que dónde estamos? Pues en un putiadero, en un centro de beneficencia. Yo vine aquí por primera vez hace muchos años y desde esa vez no venía. Vine con otros manes del colegio, vinimos a conseguir a una muchacha para celebrar el cumpleaños dieciocho de José Luis. La plata la conseguimos en el colegio, hicimos una rifa donde vendíamos boletas como de doscientos pesos. Concretamos con una que se llamaba Cristina y al otro día ella llegó a la casa, hizo lo suyo y luego hicieron lo suyo con José Luis. Esa mañana fue de las que más recuerdo de mi vida de colegio. El cumpleañero entró al cuarto con la señorita y al rato salió de nuevo a mandar a Cuca a buscar un condón. Imagínese eso, parcero, el pobre Cucaita corriendo por todo lado buscando condones. Duramos como un año contándole la anécdota a todo el mundo. La mañana terminó en la casa de Ferney con caldo de papa con huevo, para que se nos quitara la rasca que nos pegamos a punta de guarapo. Ahora que caigo en cuenta, no sé nada de las personas de las que le he hablado hoy. De ellas apenas tengo lo que la memoria me deja sentir o ver o escuchar. Ah, ya me cansé de esta vaina de andar mirando la vida con retrovisor, me mamé de los flash back. Y supongo que usted también estará mamado de mis lamentos. Camine pa Yomasa a la rockola que está al frente de la iglesia, porque el guaro se acabó, vamos a tomar pola.

cosito blanco y orejón, nos miró, es decir los miré desde mi pasado lejano y feliz, y se fue.

Ahora hable usted García que me llegó la hora de escuchar, cuénteme lo que quiera, que ya yo he dicho mucho. Lo escuché, me contó sus últimas tres relaciones afectivas que no duraban más de dos o tres días. No les cuento eso porque yo no soy dueño de las historias que no vivo, no puedo contar lo que no me pasa directamente. Después le pedí a mi parcero que me dejara dar una vuelta en la moto, que me la dejara manejar, pero como yo no sé manejar y resulté en una persecución policial, por allá fui a dar contra un andén cerca a la iglesia de Santa Librada, donde también vive dios, porque él está en todos lados menos en mí. Llegaron los tombos, digo: los señores agentes, y luego de vociferar, de recordarme a mi mamita y a la de García, nos patearon y luego, en agradecimiento, les dimos unos billetes para que se fueran sin nosotros y sin la moto. Como yo me había roto la cabeza del porrazo, nos fuimos pal CAMI a esperar que me cocieran la herida por donde se me había salido la borrachera. Frente al centro médico había varios ñeros de esos que se la pasan de güiro en güiro, es decir, de lío en lío; uno de esos me saludó y García me dijo “¿usted es que conoce a todos los gamines de por acá?” “No”, le dije yo, “conozco a tres o cuatro de mi barrio y con esos tengo. Bastante decadente es mi vida en sí misma como para andarme llenando de desesperanzas ajenas”. Cuando yo iba a entrar se agarraron dos mancitos a chuzo, ahí, en la mitad de la calle. Mi parcero se asustó, pero yo no, porque esas peleítas me la conozco casi de memoria. Salí y nos fuimos a la iglesia. Yo entré porque ya eran como las seis de la mañana y la estaban abriendo. Me senté y le dije al Cristo crucificado: señor, tú sabes que yo no te quiero y sé que tú a mí tampoco. ¿Por qué no nos ahorramos este tire y afloje entre los dos? Déjame librarme de mí, devuélveme mi pasado, déjame vivirlo otra vez, no me lo quites tan pronto. Devuélveme a los que me has quitado porque me pesa mucho su ausencia. Déjame volver a vivir con mis parceros del colegio esas mañanas maravillosas, dame más tardes en la niñez para ir a la loma a lanzarme sobre un cartón, devuélveme el miedo por la muerte, hazme creer en ti, o en algo, lo que sea, quítame este peso de ser consciente de cada acción, quítame la culpa, el remordimiento, devuélveme los años que viví en Serranías y en que jugaba al médico y chuzaba culos ajenos con las jeringas que arrancaba de los cactus, quítame la nostalgia del recuerdo o hazme vivir de nuevo cada alegría. Pero como sé que no me escuchas y que si lo haces no me darás lo que te pido porque tú me llevas en la mala, porque yo hablo muy mal de ti, detén el tiempo, haz que no avance más porque cada vez es más difícil su peso y yo me siento incapaz de cargar más con él. Y vámonos ya a dormir, García, que este viejo güevón no se ha despertado y no me quiso atender.

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> Reves conspira

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Un texto dialógico en que juegan, se contrastan e interceptan las visiones del mundo de dos expedicionarios que desde un lejano, joven y diminuto país, iluminan con su palabra nuestra realidad más próxima.

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*** Por: María José León Puig & Javier Orlando Lozano Escobar

n nuestra tercera década, estamos en el país más nuevo del mundo. Fuera de todas las estadísticas, no sabemos qué puesto ocupa en el escalafón de pobreza o de IDH, pero siguiendo nuestra costumbre, vivimos en un barrio popular de Dili, la capital. El arriendo vale 100 dólares al mes ($223.350 a 8 de mayo de 2009), la décima parte de lo que pagan otros extranjeros, obsesionados por la seguridad y encerrados en conjuntos de casas para blancos ricos. Pero a la vez, diez veces lo que la señora Emma cobra a la mayoría de nuestros vecinos, separados de nuestra puerta por un gran patio de tierra donde juegan los niños, aparcan carros esporádicamente y nos encontramos los vecinos al final de la jornada. Allí, hace días, hicimos una fiesta de agradecimiento para todos los vecinos, con juegos para los niños y una improvisada clase de merengue y salsa para los hombres. Les sorprende y les gusta, acostumbrados a Roberto Carlos y música brasilera ochentera. Recién llegado, he visto un paisaje tropical seco. Parece que la luz saturara la vista de las montañas, muy amarillas en esta época del año, aunque con vegetación densa. Al otro lado, el mar majestuoso de la Polinesia me hace pensar en los primeros antropólogos. La sombra de una isla delante nuestro parece una luna o un planeta entre miles que visitó un principito extraviado en este universo acuático. En la ciudad, el amarillo de las montañas llena las calles. Pensaba que pasaría inadvertido por mi color de piel indo-boyaco, pero olvidaba que en tierra caliente la gente permanece más quemadita y mi palidez se entiende como extranjería. María José, que lleva aquí medio año, aunque antes era más blanca, ya está casi tan negra como yo. Además, chapurrea el tetun con mucho acierto y es mi contacto con los vecinos, pues no hablan español, ni yo tetun.


Timor Oriental es tierra caliente. Imagino que en América Latina habrá otras capitales tropicales en tierra caliente. Será algo parecido a las pequeñas capitales centroamericanas, pero quizás aquí están más llevados, más paila que en San Salvador, con todo y que las maras allí campan a sus anchas y dispararon los indicadores de violencia por los aires. Aquí fue la guerrilla del Fretilin la que canalizó las malas energías y la frustración de los que no encuentran trabajo en un gobierno libre y nuevo, que prometió un mundo mejor y no lo ha logrado. Ingrata e ¿imposible tarea esta en este tiempo globalizado? Si nos toca duro a nosotros, con la influencia de los gringos, en un país de 40 millones de personas, donde el embajador de Estados Unidos y un presidente de corte autoritario se disputan noche tras noche los noticieros, ¿qué será de un país media isla entre un archipiélago de 16.000, bocado delicioso para súper-Indonesia y macro-Australia, y donde Europa y Estados Unidos quieren también “ayudar” (a explotar el petróleo que hay cerca de la frontera marina con Australia)?

medio de transporte que consideraríamos “exótico”: viejo pero colorido, con mensajes alusivos a Dios, llenos hasta reventar y con multitud de accesorios animales y vegetales dentro y fuera del vehículo, hasta el punto de que viajamos sobre, junto, debajo y al ladito de cabras, cerdos, gallinas, pollos y toda clase de pescado, por poner un ejemplo. Obviamente, ningún malae (“extranjero” en tetun) viaja en “bis”, así que ese día fuimos la sensación. Queríamos poner rumbo a Baucau, la segunda población del país, como a cuatro horas de la capital, en lo que se suponía era el inicio de mis vacaciones y visita de Javier. Después de acomodar gente, bultos y animales, quedamos tres personas en una fila de asientos para dos, lo que dio mucha, pero mucha cercanía, a la persona que llevábamos al lado. Inmediatamente se presentó, en inglés, claro, se supone que los malae no hablan tetun, mucho esfuerzo, poca recompensa y en Timor a causa, o por culpa, de una presencia extranjera insensible, hablar inglés se está empezando a convertir en un signo de distinción social.

Aquí fue la guerrilla del Fretilin la que canalizó las malas energías y la frustración de los que no encuentran trabajo en un gobierno libre y nuevo, que prometió un mundo mejor y no lo ha logrado.

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Pobreza económica y juventud en tierra caliente, en Colombia, nos huele a sal, basuras, restos de pescado y aguas negras sin tapar, pero nos suena a rap y vallenato. Estos son los estereotipos, pero en Timor Oriental huele a ropa sucia, tofu, tempe y algas marinas (que se cocinan con sal) y suena a una mezcla entre música popular brasilera años 70-80 (Roberto Carlos), reggaetón y aires rockeros asiáticos (medio electrónicos, medio esotéricos). En ambos lugares el color de nuestra piel se parece, aunque los rasgos de la cara no tanto. Así, yo pasaba por japonés al comienzo, luego, cuando me quemé (o bronceé) por indonesio. Recuerdo tres jóvenes del corto tiempo que pasé en este mundo, nuevo para mí, que me dejaron un sabor a inocencia. Esto podría ser cualquier cosa, pues con lo sobrados de pícaros que nos creemos los colombianos cualquier cosa podré decir. Todos los otros me parecerán recién salidos del paraíso. Pero estos son los que recuerdo. *** A uno de los jóvenes que Javier recuerda lo conocimos en un bus, o, mejor dicho, en una “bis”. Bis es diminutivo de “biscota”, una palabra portuguesa que significa “flota”. El transporte público en Timor consiste en una serie de vehículos de diversa índole, procedencia y estado físico y mecánico, siendo los “bis” los más grandes y cómodos, por ser un híbrido entre bus viejísimo y chiva. Para los europeos es el típico

El caso es que nuestro compañero de viaje, llamémosle Joao, vio la oportunidad perfecta para practicar su inglés, todo hay que decirlo, infinitamente mejor que el nuestro. ‘Vivo en Indonesia –nos contó– porque estudio ingeniería allá’. Otro signo de clase social, aquellos que, durante la época de la invasión indonesia, pudieron huir al extranjero, muchos al propio país invasor y ahora envían a sus hijos a estudiar fuera con la esperanza de que se conviertan en las nuevas élites educadas y dirigentes de la isla. El muchacho era de conversación tan agradable y trato tan suave, tan sonriente y risueño, tan amable y delicado, que Javier vio inmediatamente en él al verdadero y buen salvaje. Seguramente Joao era una excelente persona, el caso es que cometí el error de darle mi número de celular y los siguientes días sufrí la pesadilla del acoso en mis propias carnes, pues el cándido muchacho realizaba una media de 200 llamadas por minuto, más mensajes de texto y llamadas perdidas, todas con el inquietante mensaje “llámame”. Nunca supimos qué quería, claro, a mí es que tanta candidez me asusta. El problema aquí es que Javier llegó a Timor con los ojos del “antropólogo inocente”. Excelente libro, por cierto, se lo recomiendo. Una tiende a pensar que un colombiano que ha vivido y trabajado en el sur de Bogotá, que ha conocido de primera mano tiempos de limpieza social, pobreza, violencia, marginación y otras lindezas varias, que ha viajado por el mundo, que ha estudiado, una persona así,


iba diciendo, pensaría que, pese a ser Timor el país más joven del mundo (bueno, ahora no, ahora es Kosovo), algo de malicia indígena tendría, digo yo. Pues no me pregunten cómo, ni por qué, pero así aterrizó el muchacho en esa parte del mundo, pensando que había llegado al paraíso perdido. Pero, la realidad de los jóvenes en Timor está lejos de ser idílica. En el 2006 se reveló aterradora. Habiéndose independizado de Indonesia en el 2002, el año 2006 supuso un punto de inflexión para el país. Una airada y violenta protesta de un buen sector del ejército contra la policía, mejor pagada y reconocida, terminó en una ola generalizada de violencia que duró meses y que amenazó con dar al traste con los intentos de construcción del país. El estallido de ira tuvo un único y destacado protagonista: los jóvenes. El país y el mundo descubrieron que en Timor había una población joven organizada en bandas, parches, grupos de artes marciales, que hasta ese momento no habían expresado su frustración, su ira, su no resignación ante una nueva situación política y social que amenazaba con excluirlos. Hordas de jóvenes –no olvidemos que Timor cuenta con un 75% de la población menor de 25 años- se lanzaron a las calles, machete y cuchillo en mano, algunos pocos con armas de fuego, y saquearon, quemaron, mataron y trajeron a la mente de muchos aquellos tiempos de violencia que los demás creían ya superados y pusieron sobre la mesa un problema que hasta ese momento había permanecido en la incubadora.

del mundo, con 7.8 hijos por mujer. Mi compañera de oficina, por poner un ejemplo, cuenta orgullosa que es la quinta hija de 16 hermanos. La violencia doméstica y el abuso sexual a los hijos por parte de los padres es común, aunque ahora es un delito que comienza a escapar de la intimidad de pareja para ser públicamente denunciado. Los jóvenes son a la vez víctimas y verdugos de estos delitos domésticos, llevándose las niñas y las mujeres jóvenes la peor parte. Ciertamente ser mujer y joven en Timor es un gran reto.

El muchacho era de conversación tan agradable y trato tan suave, tan sonriente y risueño, tan amable y delicado, que Javier vio inmediatamente en él al verdadero y buen salvaje.

Otro de los jóvenes que seguramente Javier recuerda es Abetus, mi vecino y arrendador, un joven de no más de 30 años con una sonrisa de oreja a oreja y un trato impecable, así como Joao, de esos que Javier considera un ejemplo de bondad infinita. Abetus una noche casi mata a la señora Emma, su esposa, delante de la puerta de mi apartamento. Yo podía escuchar los gritos de ella en mi oído, y, como para ese momento ya sabía suficiente tetun como para entender lo que ella decía, la oía gritar desesperada labele, o sea el equivalente en español a “no lo hagas”. Pero, Abetus lo hizo y le abrió la cabeza con un machete. Luego comentaban los vecinos, los mismos chismosos que no fuimos capaces de salir a ayudar a la señora Emma, que tranquila, que eso era algo que ocurría muy a menudo, y que, de todas formas, debía quedar en la intimidad de la pareja, que para eso son los matrimonios. En Timor es muy común casarse sin tener apenas los 20 años. El matrimonio es una institución sagrada, así como la familia y el hecho de tener muchos, muchos hijos. No en vano la tasa de fertilidad es la más alta

Pese a que los incidentes del 2006 han sacado a la luz la verdadera realidad de los jóvenes en Timor y pese a que el hecho ha ayudado para problematizar en exceso su papel en la convulsa sociedad de la isla, lo cierto es que Javier tiene un poco de razón, y, como en todos los países donde los jóvenes son demonizados, Timor tiene una mayoría de juventud que es un excelente ejemplo de compromiso social y superación personal y colectiva. *** Esmeralda, en cambio, es una joven de la isla Atauro, astro marino más cercano a la isla de Timor, visible desde Dili, distante un trecho que el transbordador recorre en tres horas. La vimos la tarde del día de San Pedro, luego de la procesión de un poblado de pescadores cargando a una anciana y una joven sobre sendas canoas, a lomo de pescador hasta el mar, mientras cantaban en una lengua local diferente del tetun algo como ‘hermano pez, espéranos, vamos a tu encuentro’, después de la pesca ritual dirigida por los mayores y ejecutada por los jóvenes y los hombres más fuertes, distinguidos como “cazadores submarinos” y luego de la misa oficiada por un cura portugués que parecía sacado de “La Misión”. No destacaba por ser particularmente amable, pues muchos entre su grupo lo eran. Ella se ofreció a acompañarnos en el camino a pie, de regreso hacia las cabañas donde nos estábamos hospedando. Éramos cinco, María José, una profesora brasilera de un colegio de modalidad técnica, un muchacho de la isla, Esmeralda y yo –tres extranjeros y dos locales-. Fátima, la profesora, se adelantó por un sendero de piedra suelta en bajada y resbaló graciosamente. Pero su cuerpo, más pesado de atrás que de adelante, casi aterriza de cola. Esmeralda cruzó el aire ágilmente para prestarle sus piernas, a la vez que decía, con la misma agilidad y sin perder dulzura en la voz: ‘¡cuidado profesora!’. Ella contestó también con timbre de flauta dulce y gracioso acento: ‘no esh nada’. Luego, se repitió la escena 60 veces, con silencio concentrado de equilibrista y finalmente

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con carcajadas cuando rodaba por tierra o perdía el equilibrio para mojarse o ensuciarse. Si pudiera, se hubiera quitado las piernas para cambiárselas a la dulce profesora que nos hacía reír tanto. Imposible convencerla de reducir su nivel de atenciones hacia nosotros. En otras partes, estas atenciones se cobran, pero aquí, comentábamos luego con algunos españoles, la ventaja de que el turismo no haya entrado con tanta fuerza es que los locales no acostumbran pedir dinero a los extranjeros. Alguna guía de viaje, para viajeros del norte (de Bogotá, o del mundo, por ejemplo Lonely Planet o la Bradt), lo comenta, nos dice una amiga de María José. Como si dijera: ‘los nativos están ahí a nuestro servicio y, además, no importunarán al turista pidiéndole favores’. Esmeralda pertenece a una clase de jóvenes que parecen ser los más domésticos del mundo. Siempre los del tercer mundo rural, humilde y sencillo.

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actuando como si los mansos habitantes de los países “inferiores al mío” estuvieran allí para servirnos en cuanto sus benefactores. Descubro en mí al detestable conquistador cuya sangre violadora corre por mis venas, pese a mí. Como Jhon, tiendo a pensar que mis ideas son mejores o más importantes que las de los demás, especialmente “los pobres e inocentes” (así los exploradores ingleses consiguieron jugosos acuerdos comerciales con reyes africanos engañados y robados a leguleyazos en el siglo XIX). Unas veces, señalo la violencia y el salvajismo de los otros como si aquí a mi lado no hubiera de eso. Otras, organizo o me veo envuelto en safaris en que gente local, como si fueran mis propios amigos de Usme, parecen fabricados a propósito para servirme, sin más.

Como Cristóbal, tiendo a pensar que todo el mundo es más ingenuo que yo. Pero también, a veces, que todo el tercer mundo es más salvaje que mi propio terruño ensangrentado.

Soy un Cristóbal Colón colombiano, uno de los primeros miembros de la diáspora de la localidad quinta. Repito la visión de los conquistadores cuando vinieron a transformarnos en la mano de obra global que hoy somos, pero de otra manera y sin las joyas de una corona. Un Jhon Livingstone de ruana buscando un compatriota en un gigantesco paraje desconocido para decirle ‘usted debe ser colombiano (o colombiana), supongo’. Como Cristóbal, tiendo a pensar que todo el mundo es más ingenuo que yo. Pero también, a veces, que todo el tercer mundo es más salvaje que mi propio terruño ensangrentado. O también, me dejo sobreatender,

Cerca de señalar al timorés oriental como inocente, salvaje e inferior, caigo en cuenta de que como colombianos tenemos una mentalidad tan conquistadora y depredadora como la de nuestros antepasados españoles, y como la de sus colegas y sucesores, ingleses y norteamericanos, a quienes no quiero imitar. Entonces, miro para adentro y enfrento al indo-boyaco presumido, que se les da de más vivo porque se cree que sus calles son las más peligrosas del tercer mundo y se cree que sus ladrones de cuello blanco son los narcos más vivos, o los asesinatos más crueles o extravagantes son por cuenta de los cuchilleros y matones de su país de origen, como si hubiera que estar orgulloso de ello. Y le digo: ¡En guardia! ¡Contra el nuevo conquistador creído, machista, nacionalista, aprovechado, competitivo de muertes y crueldades, indolente y vacío! Por ahí no es, como dijo Esmeralda: ‘¡Cuidado profesora!’.


>Holy Box / http://www.flickr.com/photos/theholybox/

Una aproximación a la realidad nocturna de uno de los sectores más sórdidos de la ciudad, que es también una pregunta sobre el papel del cronista en un mundo signado por el amarillo exótico.

Por: Germán David Clavijo golpededado@gmail.com


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un hombre lo acuchillan, lo recogen unos vagabundos, gente mal vestida, habitantes de la calle que se convierten de pronto en sus hermanos y velan para que no se muera, mientras se va formando alrededor un tumulto de habitantes de casas, con baños, con inodoros, con salas, con televisores, que miran como el acuchillado se desangra mientras ellos, los “ñeros”, tratan de detenerle la hemorragia y les dicen, a los decentes, claro, a los que tienen celular, que llamen a una ambulancia. Los taxis no quieren recoger al herido que ya va perdiendo la conciencia, seguro piensan en la tapicería, yo intento parar varios, les digo que les pago la carrera al hospital, intento abrirles la puerta a la fuerza, mientras lo cargan (¿Quiénes? ¿Los decentes? No, los ñeros) para meterlo. No, no se puede, llega la policía en motos y defiende al taxista en su derecho de no querer que se ensucie su tapicería. El tipo se sigue desangrando, pasan unos minutos, al rato llega la camioneta de la policía y lo recoge, ya dormido, al herido. Cerremos aquí esta escena. Sólo puedo decir que al otro día cuando pasé por esa esquina, el lugar donde se había derramado casi toda la sangre estaba más limpio que los alrededores, se veía que más tarde, esa misma noche, alguna señora del barrio había lavado con jabón la sangre y que, a punta de cepillo, había dejado casi nuevo ese pedacito de calle. A mí, que estoy acostumbrado a la sangre (he recogido mucha, todo un balde, recuerdo, cuando mataron a un narcotraficante que estaba comprando una tarjeta de recarga de celular en la farmacia de mi mamá) no se me hizo extraño que apuñalearan a algún tipo que borracho tal vez hubiera estado por ahí pataneando a alguien; lo que sí me hizo sentir extraño en este país, donde uno se acostumbra

Yo soy también un artículo de lujo en los anaqueles de este gran supermercado, hace poco lo supe, entonces lo escribo. a todo, fue que las personas que yo hubiera considerado más —digámoslo de alguna manera— confiables, por ejemplo si tuviera que dejarlos solos en la librería en la que trabajo, hubieran sido los que precisamente, ya sea por miedo o morbo, habían dejado al tipo desangrarse. Y ahora no me voy a poner a contar acá todo lo que he visto en estos barrios (Santafé, Samper Mendoza, casi centro de la capital), no, no lo voy a hacer, ya está claro todo lo que he visto, no lo entiendo, pero está claro como un hecho aquí en mi mente. Es que como de lo que he visto, esto es lo que más morbo despierta, más interés, entre los lectores que cómodamente leen estos relatos de cronistas, que los escriben con la esperanza de algún día poder leer así de cómodos en salas amplias, entonces,

así lo hago. Yo soy también un artículo de lujo en los anaqueles de este gran supermercado, hace poco lo supe, entonces lo escribo, no porque me duela, no porque no entienda, no porque quiera entenderlo, no porque la noche es larga y estoy solo, ni porque el mundo afuera se esté yendo a la guerra e intente prevenirlo, avisarlo para ver si podemos hacer algo. No, puro entretenimiento, pura diversión, eso es lo que hago… en fin, no, no me voy a poner a contar acá tantas cosas vistas, con una es suficiente para intentar nombrar algo más allá de la estadística de lo que viene pasando, pasa y entretiene. Hace dos meses volví a este barrio en el que pasé buena parte de la época de mis estudios, volví del Norte, donde estuve un año exiliado en una casa grande, donde todas las personas tienen perros que sacan en las mañanas y en las noches; una casa rodeada de parques donde los niños juegan en columpios vigilados, un celador en cada esquina. Sí, volví ya en una tónica diferente, volví con la intención de crear en este barrio una Casa donde todos los interesados puedan disponer de un espacio para desarrollar sus habilidades y sueños… en fin, volví y, como antes, ahora vivo en frente de un CAI de la policía que, según muchos, le brinda seguridad a la cuadra y nos hace sentir a nosotros, los habitantes de ella, algo así como los playboys del barrio: seguridad, la gran palabra, con muchos vigilantes en frente lo que nos iguala de alguna manera, según la mitología, al Norte. Claro, pero es que esto de la tranquilidad que implica el CAI es discutible. Sí, seguramente no se atreverán los ladrones a robarme entrando a la casa, sin embargo, más de una vez, mientras estoy despierto en la noche —trato de no dormir con una ciudad tan encendida al frente—, he escuchado gritos que vienen del CAI… Gritos de “¡Me van a matar! ¡Ayúdenme!” o de “¡Socorro!”, peleas interminables de parejas, de familias, de enemigos (de todo el mundo, porque todo mundo pelea)… Sí, he escuchado y, entonces, me asomo a la ventana… al parecer no pasa nada, nadie se asoma, es como la televisión por cable... y un bombardeo en directo sobre Irak o sobre un campamento de la guerrilla en diferido, no importa… Importa que tenemos policía al frente y somos los playboys del barrio... Todo decente por lo demás, para decirlo de una vez, un gran barrio.


>Holy Box

entretenimiento de este tipo de lecturas que en épocas pasadas se escribían desde la minoría (desde lo extraordinario) para la mayoría. Piénsese, entonces, en la crónica de sociedad de los diarios, donde algún afortunado relataba las delicias de Sociedad —con mayúscula— a la plebe ansiosa de chismes y de elegancia; o en las crónicas de la conquista, donde un pequeño grupo de avanzada contaba, a todos los letrados que pudieran leerlas, de las extrañas y salvajes costumbres de los indios que encontraban y de cómo y bajo qué medios era mejor infundirles el amor por Cristo, fuese a través del sermón amoroso o de la espada. Sí, así fue siempre, sin embargo, todo eso se ha trastocado, se ha invertido y ahora son los habitantes de los grandes barrios, donde historias sin fin se suceden, quienes escriben para una minoría que se siente comprometida con lo que, realmente, nunca verá, ni le importa. Se me viene a la mente esta pregunta: ¿Por qué se dice cinturones de miseria? Yo diría cinturones de riqueza. Sí, yo escribo, escribimos, para los cinturones de riqueza. Fin de la digresión… ¡Sigamos! Y si quisiera contar, qué podría interesar más al lector que historias de travestis que en grupo roban y manosean, o de grupos de niños que atacan ancianos, y si usted se para y mira mucho, entonces ellos dicen que es que el viejo quería violar a uno de ellos y así los transeúntes no saben qué pensar y se zafan. Sí, de todas esas historias es lo que hay en estos barrios, los más vívidos de la ciudad, y no de vez en cuando, sino todas las noches, todas. Ah, cuando ya en la casa miro desde el patio la infinidad del barrio, que se extiende como una piel de tigre, me afligen todas las historias que sé que no contaré nunca porque son demasiado de lo mismo. Pero estos barrios no siempre fueron así, las mismas casas amplias y señoriales, los apartamentos que, comparados con los más modernos, resultan gigantescos, dan fe de otra época, por allá en los años 20, 30, 40 y hasta 50, cuando se podía ver al poeta León de Greiff salir de su casa, en la que convivían, tras las puertas, millones de libros desparramados por todos los cuartos. Ah, esas sí que eran imágenes dignas de memoria; pero no, sigamos con lo de la suciedad y la sangre, porque yo sé que es lo que al lector le interesa… y aquí una digresión: es extraño el

Es como la televisión por cable... y un bombardeo en directo sobre Irak o sobre un campamento de la guerrilla en diferido, no importa… No, mejor otro día, en este justo instante en que escribo escucho a alguien desde el CAI, y eso que me separan desde la altura de mi quinto piso más de cuarenta metros, con la voz característica de los travestis que han asumido en el alma su rol estudiadamente femenino (femenino y travesti, ese es un asunto que tenemos que explorar otro día… ¿Cuestiones de la cultura?) Grita que ¡no!, que le cortaron una mano, que “¡mi mano! ¡mi mano!, ¡me va a quedar una cicatriz en mi mano!”… Grita y grita. Ya van más de dos minutos y lo sigo escuchando, así haya subido el volumen a la música para intentar zafarme. No, no puedo, tengo que ir a la ventana a verlo, a ver qué está pasando; dejo, entonces, esta crónica inconclusa. Me levanto.

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en el más allá Lo que parece una historia mínima se convierte en un relato sobre la trascendencia del amor con la banda sonora de esos aires vallenatos que traducen en palabras el sentimiento popular. Por: Magnus

magnus324@yahoo.es

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oque Franco Lopera, un barranquillero menudo, de semblante vivaz y mediana edad, cruza el enorme umbral que preside cronos, sobre la entrada principal del Cementerio Central. Va en busca de Nancy Cortés Pedraza, su esposa cachaca. Al adentrarse, deja atrás el ritmo vertiginoso de la vida bogotana. El caos, el barullo y la impaciencia de los capitalinos fallecen para él al cruzar bajo las palabras en latín: “Esperamos la resurrección de los muertos”. A paso mesurado, este hombre se enfila hacia el ala izquierda del cementerio en busca de una bóveda. Sigue la curva larga del anverso de la elipse central hasta llegar a la esquina suroriental del camposanto. Dobla más a la izquierda y se va derecho a las bóvedas que hay casi al fondo. Allí, en la 339, está Nancy. Roque le lleva a su bella durmiente dos detalles, de esos que en vida la dejaban “matada” y más enamorada de él. Lo primero es un ramo de alhelíes teñidos de azul que compró en la carrera 20; lo segundo -y tal vez lo más especial- es una serenata de amor. Pero, no es cualquier serenata. Es una serenata vallenata. Con venerable respeto, Roque coloca dos flores en una vasijita allí dispuesta para tal fin. Se postra frente a la loza de mármol que mandó a poner hace mes y medio, en la que se lee el nombre de su esposa y las fechas de rigor: “Agosto 22 de 1982 – Septiembre 14 de 2008”. Luego de santiguarse, saca el teléfono celular de su chaqueta –un Motorolla V3, gris-, pulsa algunos botones y dice, mirando de lado a lado: “Con el perdón de ustedes”. Empieza así un son, donde el acordeón parece cantar sólo al principio, que Roque, luego, acompaña por lo bajito… Como Dios en la tierra no tiene amigos Como no tiene amigos anda en el aire

Es la versión rockera de los noventa, interpretada por Carlos Vives en Los Clásicos de la Provincia. Tanto le pido y le pido, ay hombe Y siempre me manda mis males Y en el siguiente verso, las manos de Roque van al pecho y su voz sube de volumen para hacer un duelo de palabras contra las que escribiera Juancho Polo Valencia hace más de cincuenta años… Se murió mi compañera qué tristeza Nancita mi compañera qué dolor Y solamente a Lopera, ay hombe el guayabo le dejó. Las notas tristonas del vallenato resuenan por toda la galería. Roque acerca el aparato a la fría loza que, increíblemente, parece calentarse al contacto con la música. El dolido juglar deja que suene el resto de la canción, meciendo el cuerpo en un solemne bailecito y sólo en los versos finales opera de nuevo su juego de palabras… Pobre mi Nancy, mi Nancy adorada Yo te recuerdo en todas mis parrandas Cuando se termina la canción, en el cielo, un sol curioso se asoma por entre la nublada tarde del cementerio, como para ver qué es la algarabía aquella que perturba el sacro descanso de los vecinos de Nancy. Entonces, el viudo se sienta para seleccionar la próxima melodía. “Con esta la enamoré y la convencí de que se juntara conmigo, préstenle atención a la letra”, dice sonriente, pero luego su cara adopta de nuevo el rictus tristón. Empieza a cantar, otra vez, después que suena una nota arremolinada de acordeón. Se escucha ahora


> M / http://www.flickr.com/people/mgraphics/

al Binomio de Oro de América, con Jean Carlos Centeno interpretando Quiero que seas mi estrella… Tú dulzura, en tu sonrisa Y en tu mirada, ternura y lluvia de amor Prisionera a ti te tienen Y sin salida, entre paredes sin sol Es con este verso –“Sólo con este y con ningún otro más”, afirma- es que las lágrimas empiezan a brotar de los ojos color canela de Roque. Allí está Nancy atrapada, mientras su hombre le canta con un profundísimo sentimiento… Comprendo que a tu libertad le han puesto cadenas Mas tu alma te grita atormentada que quiere volar Y Roque Franco Lopera canta la siguiente línea a todo pulmón, incluso más alto de lo que lo hace Centeno a través del celular… Yo también tengo el alma destrozada y el corazón dolido Por falta del cariño que tú me puedes brindar Tu vida está cercada y aún quedan dos caminos El que tomes tú conmigo y el que el destino nos traerá. Nada interrumpe este hermoso y extraño ritual. Otros visitantes pasan y miran por el rabillo del ojo a Roque, que pone una y otra y otra vez esa misma canción en su teléfono móvil. Al pasar, una señora de pelo cano saca a relucir con su acompañante el

cliché rolo sobre los costeños: “Ahí están pintados esos bullosos que no respetan es pero nada.” Cuando ya se cansa de estar sentado, Roque se pone de pie para cantar por quinta vez el vallenato que le concediera hace tres años el amor de Nancy Cortés. De repente, se sume en un mutismo en el que lo único que hace es llorar dignamente desconsolado. No dice, ni hace nada. Se queda allí, con una expresión de tristeza que se mezcla con otras dos canciones donde la pareja protagonista de la historia se separa a causa de las fuerzas del azaroso y adverso destino. El primero en sonar es A una Sirena, del Dúo Sensacional, seguido de Obsesión de Las Estrellas Vallenatas. Después de cuarenta minutos, Roque Franco Lopera se despide de su amada. Y es un final triste para esta serenata, ya que la homenajeada nunca jamás se asomará a la ventana. “Ya me voy, mi vida, no te friego más”, le dice él a la lápida, tras darle un beso repleto de ese amor que trasciende la eternidad. Con andar pausado y la mirada baja, pasa frente a imponentes mausoleos familiares, sindicales y religiosos, hechos de mármol, granito y piedra caliza. Se va Roque el cantor y no repara en los finos adornos, detalles y retoques de este museo frío y húmedo que resguarda siglos de historias de vida y de muerte. Cae la luz de la tarde y en las tumbas suntuosas resuena el eco de la lírica visita del marido barranquillero. Se oye aún el funesto verso final de la primera canción. Pobre mi Nancy, mi Nancy querida Yo te recordaré toda la vida. ***

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Pรกrese derecho mire esa joroba parece un camello

>Holy Box / http://www.flickr.com/photos/theholybox/


pero sin oficio... Póngase a hacer algo productivo..... ace algún tiempo, en el seno de las familias tradicionales, se hablaba de ser un hombre hecho y derecho, para categorizar una cierta edad en que se imponía la autonomía individual, signada por el querer ir hacia donde se le diese a uno la gana, sin permiso de los padres; una época propicia para desbrozar los montes o salir a conquistar los mares. Ser hecho y derecho, era casi una postura ontológica frente al mundo, por supuesto, era también el momento en que se rompían las ataduras con la casa paterna y el individuo, listo para enfrentar la soledad del mundo, era capaz de salir a ganarse la vida con el sudor de la frente, o a que ella se lo ganara. De ahí, de esa remembranza viene el nombre de un proyecto que juntó a pelaos de diversas organizaciones juveniles de Usme en un empeño por articular trabajos y saberes en la realización de un proceso de reflexión, investigación y promoción en torno a los Derechos Humanos y su relación con la juventud local. Así, pues, entre las muchas actividades que se llevaron a cabo, se realizó el Foro Juventud y Derechos Humanos en Usme; un evento masivo realizado en el CDC Julio Cesar Sánchez en noviembre del año 2009, en el que jóvenes habitantes de la Localidad se tomaron la palabra y presentaron diversas ponencias al respecto; de ellas hemos seleccionado tres trabajos que nos parece merecen la pena ser multiplicados y leídos atentamente, en tanto ponen de manifiesto posiciones diversas sobre un tema que tiene tanto de ancho como de profundo; así, pues, publicamos este primer dossier, como una manera de contribuir al diálogo actual y ampliar la resonancia de esas voces que claman en el desierto; convencidos que los jóvenes en Usme, ya están hechos y derechos para abordar la discusión sobre su devenir histórico.

oveja negra

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>DSK/ http://www.flickr.com/photos/dirshack/


Una ponencia en la que se explora el tema de la “limpieza social” como fenómeno urbano de violencia contemporánea, ligada a una macabra semántica instituida por la publicidad comercial. Por: Rodolfo Celis Serrano

fitocelis@yahoo.com

l lenguaje que utilizamos a diario, el nombre que le damos a las cosas, la manera como llamamos la infamia, son elementos fundamentales a la hora de acercarnos a cualquier problema de vulneración de la dignidad humana. Las palabras nos permiten aproximarnos a las cosas o por el contrario tomar distancia, no sentir el dolor en las vísceras, no ponerse en los zapatos del otro. Así pues, el horror se hace innombrable, se le busca el subterfugio discursivo, la elipsis en boga, el eufemismo que nos salve de la complicidad con lo inhumano. Ahora bien, en esta Colombia dolida y dolorosa, víctima y victimaria, tras una larga historia plagada de horrores, a cual más espantoso, como si los fondos oscuros de la ignominia fuesen insondables, se ha ido acuñando toda una terminología que peca de folclorismo local, que excluye el sentido último de los fenómenos que nombra, que elimina los vértices filosos de la palabra y que renuncia a comunicar, a cumplir con el deber de nominar ... así, los falsos positivos denotan una contradicción de términos, no son falsos, ni positivos ¿o positivos para quién?; ni las pescas son milagrosas, ni una persona puede ser reducida a ser un canjeable de las FARC como quien trueca chucherías en un mercado persa, y las repúblicas independientes no eran más que unos cerros con unos cuantos campesinos comunistas siempre en desbandada, y las bandas emergentes son las mismas bandas de siempre, y no existen, como tal, balas perdidas, sino sicarios con mala puntería y de la limpieza social como frase hecha mejor es no hablar, ah bueno, sí, se supone que de eso es que voy a hablar....

¿Y eso como con qué manducatoria se come? “Limpieza social”, doble término para llamar un fenómeno contemporáneo de violencia principalmente urbana que ha azotado al país. Si le hacemos caso a la definición semántica, uno tiene que aceptar que existe basura, escoria, mierda, mugre, todo lo no deseable en una cultura que nos dice que el aseo es salud. Viva la higiene, carajo, que eso sí pobres, pero limpios, y hay que bañarse día seguido, incluso en fechas de guardar; y eso de la mugre es

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para hippies anacrónicos; y hay que cepillarse los dientes, siempre después da cada comida o en peligro de muerte; y usar desodorante, aunque su empleo genere este círculo vicioso: el calor produce sudoración, así que el efecto axe, además de atraer nenas lindas, previene la sudoración, pero rompe la capa de ozono y aumenta el calor... qué dilema, ¿no? ... pero, volvamos a lo de la limpieza. ¿Cuál es esa basura? ¿Quiénes son los barrenderos? ¿Quién les contrata? ¿Cómo se limpia la mugre social? ¿Será coincidencia que la limpieza se haga tan cerca del basurero distrital?

Tratamiento de los desechos Desde la perspectiva de la élite bogotana, digamos “del norte” para pecar de reduccionistas, las localidades del sur viven entre la basura, sus jóvenes son desechos sociales, por tanto de Doña Juana a la “limpieza social” no sólo hay una cercanía semántica, también hay toda una propuesta política y una visión de ciudad; una postura ideológica que hace que la limpieza se haga en el sur, preciso el lugar donde va a parar toda la bazofia de la ciudad....

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La sociedad tiene mugre, así que hagamos un parangón con las propagandas de jabones y detergentes: la sociedad es una sábana blanca que sumergida en el enjuague profiláctico de la sangre sale despercudida y reluciente. Inmaculada como la sagrada concepción de Jesús. Pero, aquí no tenemos manchas de tierra, salsa y mora (la típica mancha de comercial) aquí las manchas a limpiar son personas, mestizos, estratos cero, subcero, uno y dos, varones, desempleados, desheredados, por fuera del sistema educativo. Jóvenes a los que hay que matar porque si no qué hacemos. Y al final, como en esos treinta segundos que dura un comercial, volvemos a una situación ideal: tenemos señoras sonrientes, padres sonrientes, niños sonrientes. -¿No se han fijado que en esta publicidad nunca hay jóvenes como nuestros vecinos de barrio?-. Todo el mundo salvado de la mugre física, metáfora de la mugre social que nos carcome... pero ésta, persistente, volverá a aparecer allí de donde se le ha desterrado y no hay Ariel que valga, por mucho revitacolor y tripleacción que le pongan; y volverá porque las condiciones que la producen no cambian y el fenómeno, como en un eterno retorno, se repite idéntico. Del manduco a la lavadora, he ahí la historia de la lucha del hombre contra la mugre.

Aquí no hay mecánicos, verduleras, calibradores, coteros de Abastos, indios o negros... ahh bueno, sí hay una negra que curiosamente se llama Blanquita...

¿Y de dónde sale la suciedad publicitada? se pregunta uno de inocente que a veces se pasa, pues surge de la acción lúdica del juego o la alimentación. Los niños juegan con el perro o la pelota en medio del fango o, de pronto, en una mesa rebosante de platos humeantes se chorrean el suéter blanco de rayitas, marca Lacoste; pero vaya otra desarmonía, hay aquí un exceso de salsas y comida que no coinciden con el hambre del mundo objetivo... ahora bien, la inmundicia de comercial nunca se relaciona con el mundo de lo real citadino, no es producto del trabajo duro, del esfuerzo cotidiano o el rebusque. Aquí no hay mecánicos, verduleras, calibradores, coteros de Abastos, indios o negros... ahh bueno, sí hay una negra que curiosamente se llama Blanquita... entonces uno se cuestiona y concluye: si en el mundo mágico de la televisión, que representa la visión de una clase, la mugre de los pobres no aparece, es porque nuestra suciedad es distinta, de otra naturaleza y de otro origen, no surge del homo ludens del que habla Huizinga, sino de la resistencia y la marginalidad, del habitar el submundo y arrastrarse en pos de la subsistencia.


Nuestros jóvenes de los barrios periféricos, esa gentecita peligrosa a la que hay que aniquilar para que no joda más, son ñeros desparchados (no neoñeros o ñeros ilustrados, por supuesto), habitantes del subsuelo que, a fuerza de no tener nada que hacer, se dedican al rebusque y a pasar la vida, antes que otros les cobren su estadía en el mundo; hijos de una generación de desplazamientos, de no lugares, de desencuentros. Y están ahí, esperando que lleguen los panfletos, la amenaza, el desplazamiento, como si el destierro o el entierro fuesen la marca de Caín. Sus hermanos mayores ya lo vivieron (o lo murieron) y ahora les toca a ellos y después a su hermanitos menores. La limpieza social como un ángel exterminador, de esos que describe la Biblia, suena su trompeta y a esconderse se dijo, o a enfrentar la muerte sin miedo, como ese joven del barrio Brasilia que había visto su nombre en siete listas diferentes de Alfonso López hacia abajo, o sea hacia el norte; y, sin embargo, seguía en el parque, fresco, o resignado; en fin, no tenía para donde ir, así que mejor esperar a la fatal señora jugando básquet, mientras en cada cesta se le iba un fragmento de vida.

Se piensa que la única solución es acabar con el joven, sin atacar el problema, pues están convencidos sus propagandistas que muerto el perro, acabada la rabia.

Otra pregunta, ¿de dónde vienen esos jóvenes que hay que exterminar?, pues los genera el sistema que arruma a los pobres en las orillas de las ciudades, los arrincona en cerros de autoconstrucción, en casitas que se hacen con ladrillo, cartón, paroid o lo que caiga. Y en una localidad como Usme, o como cualquiera del sur, con la mitad de su población siendo joven, ¿qué le ponemos a hacer a esa muchachamenta, si no hay nada qué hacer?... y sin dinero, ni infraestructura para el consumo cultural y el disfrute de esa edad maravillosa, es muy fregado hacer uso del tiempo libre; pero, si el sistema predica que hay que cambiar tiempo por dinero y nadie compra el trabajo juvenil, lo que sobra es tiempo, tiempo para todo... para lo bueno y lo malo, aunque a estas alturas del chico uno ya ni sabe dónde se traza esa línea divisoria de la moral. Entonces, dejémonos de vainas: nuestra mugre… perdón, nuestros jóvenes a los que hay que limpiar, son una mancha social que se genera en ese cuerpo enfermo que es el sistema sociopolítico en el que estamos inmersos, aunque el poder se niegue a reconocerlo, como en la publicidad que nunca muestra la mugre del cuerpo, nada de excrementos, semen, flujos menstruales u otras secreciones... el mal, entonces, nos dicen y casi estamos dispuestos a aceptarlo, viene de afuera, pero no, el mal es producto de la enfermedad sistémica, de la forma como está hecho el mundo. Al menos, nuestro mundo más cercano.

El corazón de la infamia Digámoslo de una buena vez, por si acaso no ha quedado claro en todo este excurso macarrónico. La mugre, en este preciso momento, no es ni más ni menos que nuestros hermanos, hijos, amigos o vecinos. Jóvenes habitantes del sur, en cuanto en ellos se vislumbra un problema social, en tanto son seres capaces de representar un peligro para el establecimiento. Entonces, la mugre es territorializada. Así, cuando el CINEP hizo un estudio de casos, descubría que los jóvenes que mataban en Ciudad Bolívar, por ejemplo, eran chicos que se hacían en las esquinas, que andaban en parches, que no se habían ido todavía de la casa, pero que eran vistos como una amenaza para el orden social, incluso por sus propios vecinos; y ese mismo estudio se encargaba de mostrar cómo estos jóvenes, a diferencia de los del norte, se tenían que hacer en la esquina

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porque no tenían otros espacios de socialización; expulsados de la incomodidad de la casa, se iban a la libertad de la calle; mientras los niños bien, por lo general, tenían cuartos grandes para sí solos dónde recibir amigos o conjuntos cerrados con zonas verdes, no potreros como los nuestros. En fin, que el problema de la configuración arquitectónica y la injusticia urbanística se constituye en un elemento clave a la hora de desentrañar el tema del exterminio sistémico de jóvenes al sur. Así se configura un prototipo del joven eliminado, barrido, por el Raid social que los mata tan rápido que se ven caer: es un joven por fuera del sistema educativo, laboral y económico, un joven que se evade del mundo en el consumo de psicoactivos y/o encuentra salidas económicas en una búsqueda de dinero que raya con la ilegalidad. Pero, frente a esta problemática, se piensa que la única solución es acabar con el joven, sin atacar el problema, pues están convencidos sus propagandistas que muerto el perro, acabada la rabia.

Mirando hacia atrás con ira

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El estudio clásico sobre el tema de la limpieza social lo realizó el investigador Carlos Rojas para el CINEP en el año 1994, en él se encargaba de mostrar la evolución del fenómeno que, se podría decir, arranca en la Pereira de 1979, cuando una medida del gobierno municipal ordenaba marcarle la frente con tinta roja indeleble a los ladronzuelos, para así tenerlos identificados, esta medida terminó generando un fenómeno de asesinato selectivo de estas personas ya identificadas -por la marca entraba la bala- en la que se seguía un patrón importado del Cono Sur en donde de manera sistemática se masacraban y torturaban a los opositores políticos de las dictaduras de los sesentas y setentas. Así, lo que fue una práctica iniciada por la inteligencia francesa en la lucha contraindependentista argelina, se implantó con total éxito en el sur del continente y después en Colombia, aunque hay que decir que de aquella época hasta la fecha han cambiado sus móviles y sus formas. Lo que en un principio era una apuesta criminal contra raponeros, gamines, drogadictos, prostitutas y homosexuales, llevada a cabo por grupos anónimos bajo el ideario de ser defensores de la moral y las buenas costumbres; pronto se convirtió en un mecanismo de legitimación de las fuerzas armadas, legales e ilegales, en territorios hostiles; un mecanismo efectivo para ganarse la población civil, autopresentándose como defensores del pueblito llano.

“Los cobras”, dos hermanos guachimanes y un cuñado taxista que se cargaban a cuanto desechable –nótese el valor deshumanizante de la palabraencontraban a su paso.

Y fue entonces que la limpieza social se hizo un mal necesario para amplias capas de la población que creyeron que había que aceptar la propuesta del general Camacho Leyva, quien en alocución nacional convocó “a las gentes de bien a armarse para asumir por mano propia su defensa”. Esta propuesta de dejar la seguridad y la justicia en manos de la población civil, ante la percepción general de que en este país nunca ha funcionado el sistema judicial, fue la que condujo a la creación de las Convivir y los grupos ciudadanos de exterminio; y aunque casi nunca se sabía quiénes eran los asesinos detrás de la limpieza, siempre se creyó que éstos eran agentes del estado, especialmente de la policía y del desaparecido F-2, pensionados de las fuerzas armadas o ciudadanos del común, como era el caso de un grupo que actuaba en Cali bajo el nombre de “Los cobras”, dos hermanos guachimanes y un cuñado taxista que se cargaban a cuanto desechable –nótese el valor deshumanizante de la palabra- encontraban a su paso.


Tiempo después, allá donde no hacía presencia efectiva el estado para brindar seguridad, aparecieron paramilitares, narcos o guerrilleros, proponiendo pena de muerte por delitos menores, incluso excarcelables en el sistema penitenciario, una medida de fuerza extrema que, se supone, tenía por objeto sembrar el terror y hacer desistir o desplazar a otros pequeños criminales. En fin, el cuento es que la limpieza social se terminó convirtiendo en una estrategia político-militar de este, ya de por sí, cancerígeno conflicto interno. Yo, recuerdo, y aquí mi experiencia es válida como testimonio, que siendo muy chico en Chimila, un caserío del Cesar, los guerrilleros mataban violadores, cuatreros (ladrones de ganado) o pequeños delincuentes, dizque para garantizar la tranquilidad colectiva y, claro, la gente contenta porque ya no se les perdían las gallinas del solar, aunque cada tanto apareciese un cristiano con la barriga al sol; en ese sentido, lo que muestra la experiencia es que en estos territorios se disminuye la criminalidad, pero aumenta el asesinato. Después fueron los paras, quienes de la mano de la lucha contrainsurgente impusieron su ley del terror contra todo lo que consideraban lacras sociales, y ahí fue que no quedó santo con cabeza, literalmente hablando; entonces la muerte se hizo un evento cotidiano y cada que sonaban los disparos en Aguachica, con mis primos, apostábamos quién llegaba primero en su bicicleta al tumulto que se agrupaba en torno a cada caído.

Que afeas el espacio público: ¡te mueres! Que eres una prepago sidosa: ¡ahhh, pues te vas es muriendo, gran hijueputa!

Y así, de muerto en muerto, la escala de valores se nos fue trastocando, pues se asume que la pena de muerte es un castigo a la medida del crimen cometido, entonces por esta vía se llega a la corrupción de cualquier concepto del derecho a la vida y volvemos a la más prístina ley del talión, incluso más atrás de los tiempos del código de Hammurabi, pues si entonces al que mataba se le mataba, ahora la muerte se regala por menos de nada, es decir que si usted se roba un celular o está metiendo vicio en un potrero, eso le hace merecer la pena capital. ¡No seamos tan maricas!.... Y es que estamos viviendo en una nación donde ella, la señora de la hoz, se cotidianizó, perdió peso, se disolvió, como todo lo sólido, en el aire y se tornó moneda corriente que se intercambia por cualquier cosa. Que me caíste mal: ¡te mueres! Que me robaste mil pesos: ¡te mueres! Que afeas el espacio público: ¡te mueres! Que eres una prepago sidosa: ¡ahhh, pues te vas es muriendo, gran hijueputa! Así, no es extraño, entonces, que el valor de la seguridad se haya hecho más importante que el de la vida; típico mal de la banalidad burguesa que, como dijese Hanna Arendt, conduce a las sociedades totalitarias en las que buenos padres de familia, ciudadanos cumplidores de la ley, que declaran renta y todo y que, eso sí, no serían capaces de matar una mosca, justifican y legitiman la violencia contra todo lo que representa amenaza para su tranquilidad. “¡Que maten a esos chinos bazuqueros que se la pasan metiendo vicio!” gruñen presidentes de junta, convencidos que ellos sí representan el lado bueno de la sociedad y que los otros son lo malo, la plaga, la enfermedad, la mugre. Visto así el fenómeno, con las reducciones propias de esta ponencia y sin más afán que dar algunas puntadas sobre el tema, es plausible que lo que fuese en un principio una retaliación de una parte de la sociedad burguesa, que se consideraba así misma portadora de La Verdad con mayúsculas y en defensa de sus intereses de clase, por lo general en el orden económico-simbólico, se fue internalizando, asumiéndose como marca discursiva, apropiándose terriblemente y convirtiéndose en buena nueva aceptable. Así, los primeros limpiados del escenario eran putas y habitantes de la calle que afeaban ciertos sectores

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urbanos y desvalorizaban la propiedad raíz; pero, convencidos de que esa era la salida para la criminalidad y la inseguridad, todos los actores entraron a jugar en la ilegalidad del asesinato selectivo. Ahora, siguiendo el ejemplo de estos anónimos patriotas, todos nos sentimos con derecho a predicar la muerte, entonces pasamos a no darle al caído el beneficio de la duda y fue cuando en Colombia todos los muertos pasaron a ser sospechosos habituales, ya no hay muerto bueno, “ese seguro la debía”, “por algo lo mataron”, y entonces se nos naturalizó la pena capital, así, sumaria, sin proceso, sin derecho a la defensa, la pura fisicidad del poder omnímodo, omnipresente, anónimo, que, como bien señala Judith Butler, nos va configurando como sujetos, que se mete a vivir a nuestras casas, con nuestros miedos e inseguridades y que le dice a los padres que si no acuestan a sus hijos temprano, otros se los acuestan, lo que hace que ahora la culpa ya no sea de los victimarios, sino de las víctimas, que asumen su pecado, su desviación, su enfermedad como un mal sólo curable con la muerte; porque eso sí, a nadie se le ha ocurrido pensar que un ser humano se pueda rehabilitar, que merezca una segunda oportunidad, que se le puedan abrir escenarios de reinserción social; pues pareciera que el lema fuese: muérete, la limpieza social es la salida.

¿Y por qué, ahora, vuelve al limpieza?

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Para los que se azararon cuando apareció la bonanza de panfletos amenazantes, anunciando una nueva temporada de profilaxis social, déjenme decirles que el fenómeno, como ya he dicho, no es nuevo, los que son nuevos son los actores; si en el pasado la medida fue usada con éxito por agentes del gobierno, paras y guerrilleros; ahora lo que uno ve es un reacomodamiento de los actores de la guerra, que después de los procesos de desmovilización y reorganización sicarial, se trasladan a las ciudades a conquistar territorios que antes eran de otros, de cara a consolidar nuevos corredores importantes geoestratégicamente para sus negocios non sanctos. Así, las bandas emergentes lo que buscan es el reconocimineto y la organicidad en las comunidades en las que intervienen para mimetizarse entre ellas. Es decir, lo que buscan es apoyo social, redes de informantes, gente a su servicio, aliados de cara al futuro y para lograrlo lo que hacen es aplicar un modelo exitoso en el pasado, de una simpleza apabullante: si usted llega y se hace pasar por defensor de la comunidad, allá donde el estado no puede imponer el orden por las vías legales, pues del presidente de junta para arriba, los ciudadanos de bien, nótese la ironía, le van a recibir como benefactor social, ángel de la guarda, dulce compañía, que no nos desampares ni de noche, ni de día...

¿Y de derechos qué? ¿En qué parte de la constitución colombiana se aprueba la pena de muerte? ¿Bajo qué tipo de autoridad o legislación se decide que hay seres humanos que merecen morir? ¿Quién imparte este tipo de justicia? ¿Quién les concedió esta autoridad? ¿Qué presupuesto ético se emplea para hacer las cuentas del crimen y el castigo? ¿Por qué la pena es tan desproporcionada? ¿Hasta dónde llega la legítima defensa y dónde empieza la paraestatalidad del uso de la fuerza? ¿Por qué mataron a Betty si era tan buena muchacha? Ante estas y otras preguntas que puedan surgir, dejémonos de vainas y resumamos toda esta carreta así: No existe ninguna razón ética o moral, que justifique y haga viable el exterminio selectivo como mecanismo social para tener una sociedad más justa, más humana y más digna. Eso es todo, es hora ya de acostarse y sus dientes cepillar, buenas noches, buenas noches.... BIBLIOGRAFIA ARENDT, Hannah. Sobre la violencia. Alianza Editorial. Madrid. 1969. -----------------------. Los orígenes del Totalitarismo. Alianza Editorial. Madrid. 2006 BALIBAR, Etienne. Violencia, identidades y civilidad. Editorial Gedisa. Barcelona, 2005 BAUMAN, Zygmunt. Miedo Líquido: La sociedad contemporánea y sus temores. Ed. Paidós. Barcelona, 2007 BLAIR, Elsa. Muertes violentas, la teatralización del exceso. Ed. Universidad de Antioquia. 2005 BUTLER, Judith. Violencia, luto y política. Rev. Íconos Quito. 2003 BUTLER, Judith. Mecanismos psíquicos del poder. Ed. Cátedra. Madrid. 2001 CRUZ KRONFLY, Fernando. La Sombrilla Planetaria. Editorial Planeta, Santafé de Bogotá, 1.991. FOUCAULT, Michel. Microfísica del poder. Buenos Aires. La Piqueta, 1991 FOUCAULT, Michel. Vigilar y castigar. Siglo XXI. Buenos Aires. 2002 ROJAS, Carlos. La violencia llamada limpieza social. Bogotá: CINEP, 1996. ROJAS, Carlos. Conflictos morales y Derechos Humanos en Colombia. Ed. Universidad de Caldas. VAN DIJK, Teun. La noticia como discurso. Ed. Paidós. Barcelona. 1990


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LOS JÓVENES FRENTE AL CAOS MULTICAUSAL DE VULNERABILIDAD EN EL SUR DE BOGOTÁ

Una mirada sistémica de la problemática de Derechos Humanos en la población juvenil desde la perspectiva de la organización social.

Por: Mayte Patricia Tovar


a ciudad de Bogotá, como el centro urbano más grande del país, ha desarrollado una serie de dinámicas propias que, en diferentes condiciones, les permiten a sus habitantes vivir, convivir y sobrevivir. El hecho de ser una ciudad en constante expansión y proporcionar diariamente acogida a un centenar de personas, que llegan buscando una mejor calidad de vida, ha generado una situación de caos, a todas luces insostenibles.

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Uno de estos factores es la creciente condición de pobreza en la que viven más de la mitad de los habitantes de la ciudad, que, vistos de manera geográfica, se ubican mayoritariamente en el sur de la ciudad, en la periferia, en el límite de la ciudad rural; donde no solamente se hacen sentir las necesidades materiales más básicas, sino que también se evidencian dificultades sociales, políticas, culturales y familiares, derivadas de un modelo socio-económico decadente en el que, finalmente, se halla inmerso el joven como individuo y sujeto en construcción. Si bien es cierto que la juventud hace parte de una de las etapas vitales del ser humano, por cuanto en ella se producen infinidad de cambios y relaciones, es indiscutible que muchos de estos aspectos prevalecen aún en la adultez, sin embargo, el hecho que nos convoca está directamente relacionado con el joven y su condición y, por ende, será en este en quien fijemos nuestra atención. Antes de señalar el evidente estado de vulnerabilidad en el que se encuentran los y las jóvenes dentro de los múltiples sistemas de los que hacen parte, es importante definir lo que entendemos por joven. En este sentido, la Fundación Semillito desde su quehacer, su comprensión de la realidad y la intervención realizada, desde hace varios años, en la población del sector de Juan José Rondón -UPZ 52 La Flora- en la localidad de Usme, ha podido construir la idea del joven como “un sujeto de derechos y deberes en el marco de una serie de sistemas que lo rodean y le permiten construirse y desarrollarse”; en este sentido, tenemos en cuenta a la familia, la pareja, los amigos, la escuela, el trabajo, la economía y los restantes aspectos que lo nutren, afectan y definen. Así, el joven es -para nosotros- un sujeto en construcción, una persona enmarcada en un rango de edad del ciclo vital en el cual se da el proceso de definición del autoconcepto, se viven cambios físicos, psicológicos, se desarrollan conductas y se asumen posturas proyectadas en una realidad, las

que les permiten sobrevivir al entorno, sufriendo el proceso natural de acomodación en la transición de la niñez a la adultez. Pero, el joven también es un ser social enmarcado en una realidad cultural mediada por circunstancias étnicas, ideológicas, políticas, religiosas, socioeconómicas que lo definen y le permiten ser, desempeñando un rol determinado. Ahora bien, entendiendo quién es el joven, observaremos que el contexto en el que éste emerge se halla complejizado por una serie de sistemas que se relacionan entre sí, dificultando su ser y su quehacer. En este sentido, encontramos que el sistema políticoeconómico posee una serie de falencias que disminuyen la posibilidad de una formación integral del joven, en tanto éste proviene de familias desintegradas, multiproblemáticas, que develan la sintomatología propia de una sociedad enferma.

son fácilmente tildados de pandilleros, ladrones, marihuaneros, desadaptados, inoficiosos, ociosos y cuanto adjetivo se halle para desprestigiarles. Los y las jóvenes que hacen parte de las organizaciones sociales que desarrollan su trabajo en el sur de la ciudad, en espacios carentes de recursos de toda índole, han sido educados en una sociedad con prácticas culturales históricamente violentas, que han ido pasando de generación en generación, conduciendo a una degradación de la conducta social, lo cual, tristemente, se entiende como algo normal y cotidiano, y no como una vulneración permanente de los derechos humanos. Ellos y ellas son víctimas y victimarios como resultado de la inequidad frente al acceso a la salud, a educación de calidad, a oportunidades de trabajo dignas, en fin, a una buena calidad de vida que tenga en cuenta sus necesidades más básicas (alimentación, vestuario, servicios públicos, recreación, entre otras), las que no sólo han sido desatendidas por el estado y el gobierno de turno, sino que –además- han sido ignoradas por gran parte de la sociedad. Este factor de desventaja social coloca al joven en una condición evidente de vulnerabilidad y riesgo, no sólo por su condición de ser humano poseedor de


derechos olvidados, sino como sujeto que se define en esta realidad particular. Así, tenemos que una de las formas que tiene el joven para enfrentar esta difícil condición es resistirse a la autoridad buscando grupos, parches, combos, tribus u otros escenarios que lo acojan, lo validen, lo respeten y de alguna manera reivindiquen su dignidad, a la vez que le garantizan, en cierta medida, un margen de protección. Los jóvenes en esta situación de vulnerabilidad, además de encontrarse en una época compleja de la vida donde se asumen responsabilidades, roles y tareas nuevas, deben enfrentarse al juicio público y la estigmatización de su condición, lo que termina por convertirse en un factor más de rebelión, ya que son fácilmente tildados de pandilleros, ladrones, marihuaneros, desadaptados, inoficiosos, ociosos y cuanto adjetivo se halle para desprestigiarles. Otro sistema que incide profundamente en el joven es la familia, organización que, dadas las condiciones socio-económicas y políticas del sur de la ciudad, se convierte en un espacio del que el joven, generalmente, quiere salir; no sólo por el maltrato, sino también por el abandono y la soledad propia de hogares donde los padres no se encuentran en la casa por motivos laborales. Adicionalmente, a este aspecto se suma la incidencia de los medios de comunicación y la brecha, cada vez más grande, entre ricos y pobres, que, volviendo a la comprensión del joven, suscitan en su ser un sentimiento de resentimiento social, rechazo e incluso violencia desde el lenguaje, el vestuario y el comportamiento para defender su persona de un ataque diferencial donde a todas luces resulta perdedor. A este respecto, debemos tener en consideración, por ejemplo, que la educación privada que reciben los jóvenes de los barrios del norte de la ciudad, en estratos 5 y 6, no tiene punto de comparación con la calidad de las instituciones de carácter público destinadas a los estratos 1 y 2 que acogen a los jóvenes del sur de la ciudad. Esto imposibilita, también, su acceso a la educación superior, ya que nuestro joven no se haya en condiciones académicas de competir o sostener, económicamente hablando, su estadía en la universidad pública, que es al único escenario al que puede acceder sin recurrir a un endeudamiento con el ICETEX, en caso de cumplir con los requisitos para el mismo. Finalmente, otro factor de riesgo que se ha evidenciado, particularmente en el sur de la ciudad, es la presencia, cada vez mayor, de grupos al margen de la ley; quienes insertan en sus filas a un considerable número de jóvenes, que optan por las armas como una alternativa de vida, frente al abanico de posibilidades que les ofrecen en sus hogares y comunidades, aún desconociendo los verdaderos propósitos de éstas. Así, pues, es interesante observar cómo estos grupos ilegales

han desplegado toda su habilidad y potencialidad para amedrantar, influir y permear a la juventud de la periferia, al punto de controlar sus horarios y privarlos, solapadamente, de su libertad, esto sin contar los asesinatos, desapariciones y señalamientos a los que también la juventud se ve sometida. De esta manera, podemos ver, con mayor claridad, que la condición del joven, frente a la reivindicación y exigibilidad de sus derechos, es una cuestión urgente, pues son ellos quienes deben sobrevivir en este contexto social; y es, justamente, en este punto, donde la labor de las organizaciones sociales cobra mayor vigencia, ya que no sólo hacemos presencia en las comunidades, con espacios de acogida y protección, sino que tenemos la misión de empoderar al joven de herramientas individuales y colectivas para hacer valer sus derechos. Estas herramientas, desde las organizaciones, se tejen de múltiples maneras, pues así como los problemas son multicausales, las estrategias de intervención también deben ser multifocales y complementarias de una organización a otra, incentivando el desarrollo personal de los jóvenes a través de la escritura, las artes, el dibujo, el teatro, los medios de comunicación, el encuentro con la naturaleza, la reconstrucción del patrimonio cultural, entre otros, y trabajando desde el desarrollo colectivo en la conformación de grupos de investigación, formación y apoyo a las comunidades.

Así como los problemas son multicausales, las estrategias de intervención también deben ser multifocales y complementarias Vemos, entonces, que las organizaciones sociales son un oasis en medio del desierto real, el lugar donde se recarga la energía, se construyen nuevas metas y se amplía el horizonte de acción y reconstrucción de esta sociedad; lo que implica, para las mismas, una responsabilidad enorme a la hora de proponer, promover, e intervenir. Entendiendo, también, que nuestra labor debe contribuir a la disminución de la vulneración de los derechos de los niños, niñas y jóvenes habitantes de nuestra comunidad. Así, pues, particularmente desde la Fundación Semillito, se han venido adelantando una serie de actividades que vinculan a los niños, niñas, jóvenes y a sus familias en un trabajo integral de reconstrucción del vínculo afectivo, en un escenario de respeto y amor que se espera transcienda al panorama comunitario y pueda transformarlo y afectarlo, con dinámicas de conocimiento y reconocimiento del valor personal, así como de la necesidad que tenemos todos de trabajar unidos por un bien común, que como se ha identificado desde diferentes perspectivas se traduce en la mejoría de la calidad de vida de todas las personas.

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Una ponencia que explora la situaci贸n del liderazgo juvenil y su martirologio a manos de corruptos, matones, procesos y burocracia Por: Ram贸n Adri谩n Salinas Franco radrian@yahoo.com


a mayoría de líderes en Usme son jóvenes entre los 14 y 35 años, que crecieron en la comunidad y se percataron, de manera vivencial, de las problemáticas sociales, tales como los racionamientos de agua, la escasez de trabajo y de comida, las calles sin pavimentar, la carencia de alcantarillado o los muertitos de todos los días. Son líderes que poseen un espíritu y una voluntad indígena inquebrantable, para los cuales no es una prioridad el quejarse. Pero, pensar que la juventud es una bendición resulta utópico, ya que la escasez de oportunidades limita la realización de los sueños y metas de muchos pelaos de esta Localidad, convirtiéndoles en seres explotados y manipulables. Según los estudios del bono demográfico, Colombia está pasando por la etapa ideal de productividad económica y social, en términos de desarrollo; aunque, se sabe bien que esa productividad, para la juventud, es sinónimo de explotación económica, social y cultural. Pero, ¿qué más se puede pedir en un país donde la palabra “equilibrio social” se desvanece ante las franjas más anchas de desigualdad en Latinoamérica? En ese sentido, se sabe bien que en Colombia los jóvenes poseen la tasa más alta de desempleo, frustración en sus proyectos de vida, fácil ingreso al consumo de sustancias psicoactivas, abstención electoral y alta tendencia hacia la rebeldía; en resumen: la juventud es una gran carga para un estado que enfatiza sus esfuerzos en seguridad democrática.

de Colombia –JUCO- y estudiante de la Universidad del Valle, quien llegó hace unos meses a la Localidad, denunciando que una mano invisible lo quería silenciar. Algo muy común en estos días. En el caso de John, le tomaron fotos en diferentes manifestaciones desde el 2004, un año después un loco en moto le gritó: “A vos, por joder tanto te va a pesar”, otro día fue interceptado por un vehículo al que querían forzarlo a entrar, pero por un pelo se logró escapar; y, últimamente, le llegó un hermoso panfleto amenazante a la sede de la organización donde laboraba; así que regresó a su tierrita, donde la gente no olvida, resultando asesinado por tres disparos de origen desconocido o, como dijeron las investigaciones, por “balas perdidas”. Este ejemplo demuestra que algunos quieren volver mártires a todos los que piensan diferente o ven alternativas distintas a las mismas problemáticas nacionales.

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En muchos casos no es necesario “darle chicharrón”, porque una bala también le cuesta al estado, basta con matar su espíritu y el sentido de su liderazgo.

Aunque el plan de la Política Pública de Juventud 2006-2016 manifiesta que: “Se fortalecerán y promoverán las políticas, instancias estrategias y programas para la juventud, brindando mecanismos, escenarios y oportunidades que garanticen el ejercicio de sus derechos, la participación con decisión, el reconocimiento de su diversidad y la elevación de sus capacidades en función de fortalecerla como un sujeto político para la realización de sus proyectos de vida y la construcción de una sociedad justa y democrática”; la verdad es que suena bonito, pero queda como en este escrito, entre comillas. Entonces, decir que este tipo de fundamentos es lo que orienta la gestión y la acción pública sería una injuria que contrasta con la vivencia de los jóvenes, maquillando con bonitas palabras la realidad de los espacios políticos de la Localidad. Por el camino de los caídos Un mártir es aquella persona que sacrifica su vida por una causa que beneficia a muchos, un ejemplo común es Jesucristo o, en un plano más terrenal, sería el caso de John Caicedo, un militante de la Juventud Comunista

Pero esta no es la única forma de silenciar a un joven líder. En muchos casos no es necesario “darle chicharrón”, porque una bala también le cuesta al estado, basta con matar su espíritu y el sentido de su liderazgo. Para ser más preciso, y sin afán de generalizar, me interesa mostrar, con un ejemplo, cómo los decretos y políticas que protegen y dan oportunidad a los jóvenes son usados para el beneficio de algunos pocos, muestra de ello es la Secretaría de Integración Social, que de integración sólo tiene el nombre. Aunque, inicialmente, fue buena la idea de contratar a entidades privadas que se encargaran de los espacios comunitarios y procesos de inclusión social, la verdad es que estos escenarios cayeron en manos de organizaciones no gubernamentales (ONG), que cumplen una estricta ficha técnica para ganar estos millonarios contratos. Sin embargo, se ve la corrupción a flor de piel cuando estos organismos se aprovechan de la buena voluntad y ganas de trabajar de los jóvenes usmeños, explotándolos en condiciones no legales. ¿Cómo es posible que en espacios públicos comunitarios, si un joven quiere compartir o multiplicar alguno de sus valores, saberes y vivencias a otros pelaos, tiene que disponer de una hoja de vida con bastante experiencia o, en su caso, ser recomendado por algún amigo de los ejecutores del proyecto? ¿Por qué para poder llevar un proceso metodológico, tiene que trabajar para el operador (la ONG) dictando talleres con un costo que ellos establecen? ¿Cómo es posible que el joven trabajador deba asumir un 60% de los ingresos de los usuarios, sin derecho al fortalecimiento de su espacio, ni acompañamiento de la Secretaría, mientras el restante 40% se usa para infraestructura y para pagar los sueldos de los trabajadores administrativos, siendo

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que ellos no se aparecen ni para saludar y, a su vez, deciden quién merece un espacio y quién no? Permítanme y me disculpo, pero eso no tiene nada de equitativo y, menos aún, puede ayudar a realizar el proyecto de vida digna de un joven -al que sólo le va bien si llena el salón, aunque la calidad de la enseñanza no sea realmente buena-, olvidando a ese ser humano que desea compartir y buscar una manera diferente de ganarse la vida en los espacios comunitarios, mejor dicho, en sus espacios.

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sobre todo en una Localidad donde prevalece el verse bien y destacar por arriado o malvado, donde la academia pasa a un segundo plano y la diplomacia es desplazada por la grosería; donde el saber se centra en conocer todos los personajes de Pandillas, Guerra y Paz II, donde las estrategias se visionan en torno a cómo sobrevivir en el Desafío de regiones: la revancha y la vida social se centra en tener la mayor cantidad de parceros en Facebook o messenger. Por eso, cuando un muchacho decide tomar la bandera y hacer algo, debe cambiar, en gran medida, estas cosas geniales que identifican a la juventud usmeña, por reuniones, salidas ambientales, lectura, eventos culturales o foros, cosas que a lo mejor no son tan divertidas, pero le satisfacen más.

Si nunca dejáramos de ser jóvenes, recordando que el corazón nunca se arruga, y no permitiéramos que los procesos y el dinero se impusieran sobre los sueños e ideales, el impacto de extinción sería diferente

Tampoco hay coherencia en el hecho de que los proyectos dirigidos a jóvenes sean gestionados y administrados por personas que olvidaron el significado de la juventud desde que decidieron ser servidores del dinero; pues, aunque la Ley permite que el Estado y la sociedad civil concierten las políticas y planes de juventud, ésta es una tarea que sólo los jóvenes líderes de la Localidad pueden realizar de forma competente y responsable. Así, pues, vuelvo y me pregunto ¿Por qué entidades no competentes realizan procesos tan importantes, llevándose por delante los derechos de los jóvenes, sin que nadie haga algo? ¿Por qué estas ONG que ganan proyectos y licitaciones millonarias contratan a pelaos sin experiencia, para que sirvan a sus intereses egoístas, rompiendo los sueños de un proceso libre y transparente?; pues, la respuesta es muy sencilla: por la maldita corrupción, ya que la mayor parte de estos gigantescos proyectos llevan intereses y dinero de por medio. Así, pues, mi postura es que no deberíamos dejar que el dinero del Distrito, nuestro dinero, sea despilfarrado y aprovechado por unos cerdos ambiciosos. El golpe es duro, jóvenes, y la realidad puede cobrar el precio de sus sueños. Este tipo de situaciones enunciadas, conllevan a que cualquier joven que quiera realizar un proyecto diferente termine por cansarse de verse explotado en un escenario en el que los únicos beneficiarios son los operadores y la Secretaría, porque cumplen metas y de esta forma justifican los recursos que el Estado destina para ellos, recursos que no son muchos. Así pues, se concluye que cuando un joven se estrella con una realidad en la que los estamentos encargados de apoyar su visión de vida son los mismos que le explotan y acondicionan al sistema (el modelo de vaquitas ordeñadas por unos pocos cochinitos de corbata), no le queda más opción que acoplarse y apaciguar su espíritu emprendedor o morirse de hambre, lo que lleva a la extinción de muchos liderazgos en esta Localidad. ¿Hacia dónde encaminar los pasos? Ser un líder juvenil es algo muy complicado,

Ahora bien, una pequeña solución para que los jóvenes líderes no sigan desapareciendo, consiste en manejar planteamientos simples a problemas grandes. Si nunca dejáramos de ser jóvenes, recordando que el corazón nunca se arruga, y no permitiéramos que los procesos y el dinero se impusieran sobre los sueños e ideales, el impacto de extinción sería diferente, porque se empezaría a romper el esquema de géneros y edades, identificándonos como seres humanos. Aunque la tarea no es simple, esto debe empezar por un fortalecimiento emocional y cultural en que la sociedad y el Estado dejen de temer a la juventud naciente y trabajen mucho en las familias, colegios, universidades, entre otros escenarios. No es una tarea imposible si empezamos por usted, por eso invito a las personas que no son tan jóvenes a que tengan en cuenta de manera seria a las personitas crecientes, permitiendo la construcción de procesos de manera incluyente, sin miedo de darles trabajo o la oportunidad de embarrarla. Esta ponencia, más que una queja, es una denuncia, un llamado para no permitir que sigan sacrificando a más pelaos de buenas ideas. Personalmente, he visto como muchos son usados y acoplados al sistema, y no quiero eso para su mercé, deseo que vea mas allá de las montañas y sueñe; pero, más que eso, deseo garantizar que, por lo menos, puedan intentar hacer lo que visionaron y no sean extinguidos por estos asesinos y/o burócratas. Yo, por mi parte, he decidido no ser un mártir, ni pertenecer a la última generación de jóvenes visionarios.


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Por: Jallalla

El Corán se le resbaló, decidido y sólido, entre el secular cansancio de los dedos inertes. Y así, simplemente, el abuelo Poli exhalaba por última vez sus aires árabes transportados a un pueblito del interior de la Provincia de Mendoza, apenas un puntito en el mapa, como solía decirnos a los nietos entre mate y mate. Los ángeles que lo acunaron desde aquel viaje en la bodega del barco, quisieron permanecer un rato más, como resistiéndose a creer que mañana… y pasado, no iban a ver su paso cansino y cortito atravesando la quinta ni desperdigar lentamente el agua sobre los almácigos de lechuga morada… Los ángeles se quedaron mustios, sin saber hacia dónde dirigir ahora el aleteo frágil y delicado de sus maternales alas. Y la primavera insistió, impertinente y sola, en madurar los brotes de escarolas y radichetas plantadas amorosamente hace un tiempo atrás. En el exacto tiempo de la siembra. El Abuelo miró aliviado y libre de tanta coraza levantada, desde el ángulo que marca la partida. Y quiso explicarles con un hilillo de voz que estaba bien, mejor que nunca. Que no lloraran. Que se quedaran tranquilos… Pero allí abajo, sobre la colcha de brocato, mientras algunos lloraban a otros se les escuchaba decir: - ¿…a nombre de quién estará la casa del lago…?-

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Por: José Gabriel Suárez Merchán jogasum@hotmail.com

Lunes.

S

ubo por las escaleras apoyándome en la baranda que está sujeta a la pared, hago fuerza y articulo cada una de las extremidades para lograr mi propósito. Con firmeza, mi mano se posa ante la fría estructura metálica y se desliza por ella con fina delicadeza, haciendo más fácil mi ascenso. El intervalo y el ritmo que mis piernas le dan a este desplazamiento ascendente, obligan a todo mi cuerpo a actuar en conjunto, como una moderna y perfectamente articulada máquina, que libre de la rigidez de otros materiales, danza al vaivén de los escalones.

Ilustración: Juan Camilo Melo

Termino mi recorrido y me encuentro, de pronto, en el segundo nivel de mi espacio habitacional, rodeado de variados objetos que me traen de inmediato recuerdos nutridos de alegrías y tristezas, recopiladas durante los muchos años que han marcado mi existencia. Me hago paso entre ellos y, mientras los contemplo, permito que una mezcla indescifrable de emociones cohabite mi mente por un segundo y sigo mi camino, posterior al escape involuntario de una sonrisa que refleja la alegría inmensa y la tranquilidad de ver que aún siguen ahí, inmóviles como el día anterior, mientras mi mente guarda la esperanza de que mañana también lo estén, para así saber que sigo vivo y que mi vida no es el resultado del sueño de alguien más. Me acerco a la cocina. Tomo en mis manos el recipiente que por tradición se emplea para la preparación de la bebida cafeínica matutina, lo ubico paralelo al fogón de la estufa, giro la llave que controla el suministro del hidrocarburo que posibilita la cocción de los alimentos y acerco, con demasiada precaución, una cerilla, encendida previamente, contra la base áspera del quemador. Deposito una cantidad generosa de agua en el recipiente

y me quedo observando perplejo el movimiento y la luminosidad del fuego. Minutos más tarde vierto, sobre el agua hirviente e incolora, una cuchara rebosante de café, agitándola, casi con violencia, para lograr la mezcla de ambas sustancias y encontrar el punto exacto que satisfaga mi deseo por ese sabor, que ya está fijado en mí y se presenta diariamente a la espera de ser saciado. Cubro con un guante la manija que sobresale del recipiente, para impedir que el calor producido por el fuego lastime mi mano, la agarro con fuerza, sirvo en un pocillo, que siempre es el mismo y está ubicado en idéntico lugar, parte de esa bebida caliente; luego, me dispongo a tomarla con sorbos cuidadosos que me permitan saborearla, distinguirla de las anteriores, para así establecer, con cierto aire prepotente, que esta vez quedó mejor. Me dirijo a la terraza, sosteniendo con dos dedos el pocillo, y me ubico en el sillón que aguarda con paciencia mi llegada, descargo el peso de mi cuerpo en él y, de manera casi ritual, cruzo las piernas, levanto el pocillo, saludo a la mañana, respiro con afán una enorme bocanada del aire que pasea frío frente a mí y que al adentrarse en mis pulmones me recarga de energía,cierro los ojos y escucho el silencio que caracteriza la mañana. Terminoelcafé,enciendolaradio.Entrecortadamente escucho algunas de las noticias que desde hace algún tiempo son las mismas disfrazadas de un color diferente, entro al baño y me dispongo a bañarme, con la mano derecha lentamente hago circular el registro y observo algunas gotas de agua precipitarse hasta el suelo, con la mano izquierda, trato de salvar a unas cuantas, haciendo que su caída sea menos traumática, luego me ubico justo en su trayectoria y finalmente, las esparzo por todo mi cuerpo con ayuda de mis dos

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manos, aquellas minúsculas gotas de agua me lo agradecen y, en reciprocidad, me producen una sensación de alivio y frescura, esa misma que necesitaba para dar inicio a este nuevo día.

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Ato alrededor de mi muñeca, y con cierta agilidad, una pulsera que me acompaña desde hace varios años, creo que está en mi brazo no porque me guste, sino porque la costumbre de llevarla es más fuerte que el impulso emotivo que me obliga a ponerla. Subo el pantalón, aseguro el cinturón, abotono la camisa, calzo los zapatos y anudo los cordones, corrijo el peinado y me preparo para salir a caminar, repaso mi rostro por última vez en el espejo, no sin antes pensar lo maravilloso que resulta ver el reflejo sobre el cristal, y experimentar la sensación de habitar un mundo paralelo donde el otro que es igual a mí, hace lo mismo que yo y exactamente al mismo tiempo, lo que nos lleva a estar parados frente al espejo, él de un lado, yo del otro, mientras pensamos ser el mismo. Así todos los días… Salgo de mi casa y lo primero que encuentro, camino al trabajo, es el ladrido de los perros que desde la altura de las terrazas vecinas, tratan de establecer su poderío y acallar a los otros, la calle está solitaria, decadente, triste. Mientras paso, todas las casas me observan con sus opacos cristales, luego murmuran entre ellas y, finalmente, escucho las duras críticas que hacen sobre mis ropajes, esto no resulta para mí nada novedoso, pues es una vieja costumbre que tienen, quizá en razón a las burlas que les hago desde el balcón de mi casa, en las tardes de lluvia, cuando disfruto verlas mientras su pintura es borrada por el agua que cae. Meto las manos en los bolsillos de la chaqueta, porque me reclaman la tibieza de su interior, dentro, juguetean los dedos, cada uno queriendo ser el primero en agarrar

las monedas que allí reposan, accidentalmente uno de ellos las impulsa con tanta fuerza que las arroja y caen en el asfalto, que incómodo les resulta tener que recogerlas y lo hacen a regañadientes, no si antes lanzar toda serie de injurias sobre aquel travieso que ahora los obliga a todos a enmendar su error. Al levantarme, encuentro en frente de mí a un hombre que tiene la apariencia de no haber comido en días y de no haber dormido en semanas, pese a lo complejo de su apariencia, se ve fuerte y corpulento. Susurra unas cuantas e indescifrables palabras y procede a mostrarme un cuchillo, señala con impaciencia mis bolsillos y trata de introducir su mano derecha en ellos, me rehúso y hace un gesto de desagrado. Abanica con fortaleza su mano izquierda, de la cual brota la delgada y brillante hoja. Lentamente los segundos pasan, como si el tiempo mismo quisiera detenerse para no tener que presenciar el devenir de esta penosa situación. Cubro mi rostro con las manos y casi instantáneamente una sensación de humedad recorre mis brazos, caigo de rodillas y con sordo esmero, escucho los pasos de aquel sujeto alejándose por la calle, busco a mi alrededor tratando de encontrar algunas de mis pertenencias, que el ladrón dejó tiradas tras el afán de huir, pero lo que encuentro con desconsuelo son algunos de mis dedos rodantes o mejor errantes, lejos de mí…

Martes.

Subo por las escaleras sin poder apoyarme en la baranda que está sujeta a la pared, hago fuerza y articulo mis extremidades inferiores. Las superiores yacen colgantes de una extraña maraña que rodea mi cuello. Cómo cuesta lograr mi propósito. Con furia, mis ojos miran la fría estructura metálica y mi mente recuerda la sensación que producía deslizar la mano por ella, quizás esa conmoción producida por la rabia y la


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angustia hacen más difícil mi ascenso. El intervalo y el ritmo que mis piernas le dan a este desplazamiento ascendente es tan torpe, que obligan a todo mi cuerpo a actuar en conjunto como una moderna y ahora desarticulada máquina, que llena de rigidez por los materiales que están adheridos a él, no puede danzar al vaivén de los escalones, tal y como solía hacerlo. Termino mi recorrido y me encuentro, de pronto, en el segundo nivel de mi espacio habitacional, anhelo desmesuradamente que nada de lo habitual esté ahí y que este día de mi vida, sea sólo el sueño de alguien más, pero no es así. Me acerco a la cocina, recuerdo cómo el día de ayer, tomé en mis manos el recipiente que por tradición se emplea para la preparación de la bebida cafeínica matutina, las lágrimas se deslizan por mi rostro, mientras imagino que lo ubico paralelo al fogón de la estufa, observo la llave que controla el suministro del hidrocarburo que posibilita la cocción de los alimentos, sin poderla girar, pienso en las vendas alrededor de mis manos y en lo difícil que me resultará, de ahora en adelante, encender una cerilla contra la base áspera del quemador y, más aún, acercarla al fogón. Como si disfrutara de mi tormento, la llave deja escapar gota a gota el agua que debería estar siendo depositada en el recipiente, anhelo el movimiento y la luminosidad del fuego; hoy, por primera vez en muchos meses, no puedo verter sobre el agua hirviente e incolora una cuchara rebosante de café, ni tampoco puedo agitarla casi con violencia para lograr la mezcla de ambas sustancias, ni encontrar el punto exacto que satisfaga mi deseo por ese sabor que ya está fijado en mí y se presenta diariamente a la espera de ser saciado y que desde hoy tendrá de manera indefinida, que seguir esperando...

Me dirijo a la terraza y me ubico en el sillón que aguarda con paciencia mi llegada, descargo el peso de mi cuerpo en él y de manera casi ritual, cruzo las piernas, saludo a la mañana, respiro con afán una enorme bocanada del aire que pasea frío frente a mí y que, al adentrarse en mis pulmones, me recarga de energía, cierro los ojos y escucho el silencio que caracteriza la mañana. Esta vez interrumpido por los sollozos de mi pocillo, que siempre es el mismo y que hoy se quedó en el mismo lugar sin poderme acompañar... Nunca antes había pensado en la utilidad de mis manos, en las muchas cosas que puedo hacer con ellas, y en lo difícil que resulta no tenerlas, no es fácil bañarse, vestirse, calzarse, repasar el peinado, juguetear con las monedas al interior del bolsillo de la chaqueta, detener el bus, sujetarse, saludar a las demás personas, señalar un lugar, levantar un objeto, escribir mi nombre, limpiarme la nariz, marcar un número telefónico, escribir este texto. Aunque la curiosidad me invade, el temor no me permite acercarme al espejo, pues no quiero experimentar esa sensación de estar habitando un mundo paralelo, de hecho no quiero ni imaginar lo que ocurriría si veo el reflejo de ese otro que ayer era igual a mí, y que hoy puede ser totalmente diferente, que hoy puede tener más dedos que yo. Desde la casa de enfrente una tímida voz me saca de mi letargo - ¿Necesita algo vecino?Con una risa irónica, casi diabólica, le grito: – ¡Más dedos por favor!

Marzo 23 de 2009

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Del libro “Microsagas” Por: Fredy Yezzed

A Amparo Mastrollani

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Mi amante viene religiosamente todos los primeros de cada mes. Extiende una manta roja, saca de su cartera una botella de vino y dos finísimas copas para brindar con mi nuevo rostro de piedra. Nunca olvida los gladiolos y las dos rosas amarillas, símbolo de nuestra íntima amistad. Me ha comentado de la descortesía y vulgaridad de mi esposa, al no poner sobre mi lápida, uno de esos tantos versos que escribí a la muerte y que tantas veces fueron elogiados. También de las manos extrañas adonde fue a parar mi biblioteca personal. Trato, con la brisa de los jardines del cementerio, de decirle que no se lamente por esas pequeñeces que nos hacen rechinar los dientes. Le confieso, para tranquilizarla, que esos libros me alejaron de ella, le quitaron el amor que le correspondía. Me expresa, también, mi amante, entre lágrimas: que no sabe qué hacer con ese libro de poemas inédito que le di semanas antes de mi ingreso al hospital. Me dice que ha pensado mandarlo a casa de mi esposa con una nota anónima; que ha contactado a unos cuantos editores, quienes se han rehusado con demencia. Aún más, que ha madurado la idea de confesarles a mis amigos poetas, lo nuestro y que, tal vez, ellos puedan hacer algo por rescatar el libro del anonimato… Yo, entretanto, con gritos inaudibles, señales naturales y movimientos invisibles, le aúllo, le grito, le suspiro, le susurro, le explico, le digo que no, que no, que no importa, que está equivocada, que ese libro lo escribí sólo para que ella lo leyese. Nadie más.

Con una lima lo encontraron hiriendo los barrotes. Cuando el juez le preguntó: por qué deseaba volver a las frías y grises paredes de la cárcel, él contestó con parsimonia, blandiendo una pajilla entre los dientes: “Es difícil matar una costumbre, es difícil…”


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En un sueño le fue dado elegir la forma y la hora de morir. Después de descartar violentos accidentes, guerras inventadas, terribles enfermedades, desastres meteorológicos y la humillante vejez, pidió a la voz del sueño, no despertar nunca más del sueño.

A Andrés, a Edward y a Cristian.

Yo soy el culpable de la muerte de mi hermano menor. En la tarde de su tercer cumpleaños, corrió a mi cuarto con una hoja de papel en sus manos y me rogó que le hiciera un barquito. Yo no sabía que se montaría en él y no volvería. Yo no sabía que en el patio, en el fondo de la alberca, estaba su Mar.


Por: Luis Armando Botina Castro

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Estos cielos artificiales No han pagado sus facturas de hastío En los cadáveres públicos de las cuentas del olvido Estos cielos manufacturados en hormigón Por dioses industriales Se derrumban gravitando miedos Atornillados al más miedo Este palacio de orillas de viento Y arena Se ha transformado en tumba de oro En cristal Y fuego Este palacio de ficciones prestadas Sucumbe en el almíbar de dioses de cartón Este altar de catalepsia escupe fuego Ciudades de alquiler Ojos de formol Que adornan cementerios en el acuerdo de los vivos Por donde se pasean almas Y flores de entierro Estos cielos artificiales Duermen con los sueños pegados a los huesos Pensando Y meditando el apetito en el cráneo Y el esqueleto ***

El demente El incorpóreo El penta del universo browniano del tedio Y el tedio que reposa Afloja los huesos del alma Y deja el ojo Y la calavera en el hilo de la luna En los granos del cielo En lo perdido del alma En el semilla del tiempo Y el tiempo El demente El incorpóreo El penta del círculo browniano de la muerte El acontista El de los disparos al aire El que déjame sus pájaros reposar Ardiendo en los tornillos del cielo En la sal antigua del tiempo. ***


Esta ciudad es una puta del corazón de las tinieblas el tubo en el alquiler del viento la sangre de atmósferas ajenas Esta ciudad llueve -49.9 kilos de angustia un paraíso roto de espanto la mordida mueca del desespero el último bus pálido de la muerte Esta ciudad surge de bajo tierra hay ángeles y arcángeles invertidos en sus bolsillos El olvido visita las espaldas de la muerte masca el chicle del miedo asiste adherido al polvo al asfalto Este olvido asiste al entierro del silencio que duerme en su laberinto de asco Esta ciudad ve televisión a 2 metros de la desesperación y está enferma de llantos obesos y fingidos Esta ciudad es el último brindis de la soledad en el rostro de la muerte ***

>Holy Box / http://www.flickr.com/photos/theholybox/

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Por: Daniel Montoly

La rosa de Gil de Biedma 60

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“No es el mío este tiempo” Jaime Gil de Biedma “Llegó un tiempo en que es inútil morir” Carlos Drumond de Andrade

Viví para confesar ante los detractores el bárbaro espectáculo de mi inocencia para llorar por la niñez arrancada del útero materno en la plena luz del maduro ocaso. Igual de brusco fue gritar más allá del cauce después del cansancio. La eternidad me sedujo al sueño y mi piel se hizo innombrable a las rosas metálicas como también al ávaro perfume de mis sepultureros. ***

En busca del árbol de la infancia Fuiste en busca del árbol que habría de revelarte este mundo Más, en tu ruta encontraste los huesos del padre que nunca viste Tu madre, que llorando tejía un cuerpo para tu nombre Ahora quieres sacar tus ojos Parar la caravana en medio de la noche y desparecer en busca de la esfinge con la llave de tu muerte Despiertas de tu mito porque la esfinge ha muerto. ***


> M / http://www.flickr.com/people/mgraphics/

Ciudad a las 4:00 AM La estepa mixtura de sus pies, su desvivir al escuchar la orquesta del cristal bajar a prisa por los toldos y ella, dormida entre las tantas manos tiznadas con símbolos de humo bailan en secreto con la mujer y la rueda En el eje de su vértigo naufragan las manecillas de los ángeles Con biorítmicas canciones de monóxido duermen a los niños elementales convirtiéndolos en zombis Ella duerme, ellos duermen en ella chupando sus senos narcóticos armados de revólveres y navajas abren su vientre de loba taciturna Serenamente, al otro extremo las chicas se maduran debajo de los árboles contándole a cada vagabundo el rosario de sus desventuras El círculo parece no tener otro fin que, el principio de la cólera porque después de ellas se escuchará la música de sus cadáveres salir de sus muros agrietados ***

La ritualidad del círculo “Soy incapaz de enternecerme con los vegetales” Charles Baudelaire

El péndulo, frágil titubea por la velocidad del viento La llama ineludible lame el verdor de la aurora con sus labios perennes como presagio del silencio Todo nace para ser eterno y en su inmortalidad la palabra muerte es una duda en la mecánica del círculo ***

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i en occidente, desde los viajes de Magallanes, se sabe que el mundo es redondo, sólo hasta el pasado siglo se descubrió que gira cada cuatro años en torno a una pelota. Así, pues, para disgusto de amas de casa que se ven privadas de la programación telenovelesca habitual, este es año de mundial, un mes en que la vida marcha al ritmo de las eliminatorias hacia la final; la tragedia de un equipo adquiere ribetes nacionales y el triunfo pasajero se celebra con pitos y banderas ondeantes por las calles. Entonces, uno, se dedica a vivir la pasión, gloria y caída de estos contemporáneos ídolos de barro, no sin agradecerle a la vida por haber sobrevivido cuatro años de surgencia para ver otro mundial y darle rienda a la emoción contenida tanto tiempo. ¿Quién será el campeón? es la pregunta obligada, así que froto la bola de cristal y aunque veo a los aspirantes tradicionales, mi favorita, por el fútbol que practica es España. Si no es ahora, no será nunca. Ya dieron el aviso en la Eurocopa y tienen una camada de jugadores que sólo las conjunciones astrales han hecho jugar juntos, ellos saben que pasarán otros cien años antes que vuelvan a nacer tantos y con tal calidad. España es mi apuesta porque respeta la pelota, juegan de memoria, ya lo ganaron todo, tienen como base al Barcelona y una nómina con nombres como Casillas, Fábregas, Villa, Torres, Xavi, Iniesta o Puyol; un equipo sin fisuras, compacto línea a línea, con un técnico como Vicente del Bosque, para nada amarrete, que mantiene la filosofía del “tocando y pa’lante”. Un equipazo para la gloria o el abismo. Pero en el fútbol siempre hay espacio para las sorpresas, siempre las hubo: Turquía, Camerún, Perú, Polonia o Croacia, tuvieron un mundial fantástico y nunca más volvieron a figurar. Este año tienen pinta de ser sorpresa los griegos, que llegan a su segundo mundial, con un largo proceso y un equipo sólido de obreros, así se ganaron una Eurocopa contra todo pronóstico y pueden volver a sorprender; Chile que tiene mucha juventud, calidad y un excelente técnico en Bielsa; y, tal vez, por el lado africano Argelia, que eliminó angustiosamente a Egipto el mejor equipo africano de la década, de hecho me parece que Egipto será la única selección que extrañaré. De otra parte, me parece que los equipos del África Negra se volverán a quedar en simple promesa. Ya los leones indomables de Camerún no son sombra de sus predecesores, a pesar de Eto’o, ni le creo al equipo marfileño de Drogba, ni a Ghana o Nigeria, que se especializaron en ganar mundiales menores, pero que siempre se rajan en los partidos decisivos; y mucho menos a los bafana-bafana, que juegan de locales, pero no tienen con qué pelear; así que la copa seguirá siendo patrimonio de Europa o regresará a Latinoamérica. Y para cerrar mi profecía, creo que el goleador será Miroslav Klose o Luca Toni; aunque dejo un margen de espera para los españoles: el guaje Villa y el niño Torres, una dupla de miedo. Aunque, quien sabe, a lo mejor resulta ser un desconocido cualquiera, con los antecedentes cercanos de Salenko y Schillaci, que llegaron siendo suplentes anónimos y se encarrilaron a las redes en plena competencia, para después apagarse en el olvido.

Espero las máximas emociones que el fútbol puede brindar, lo elevado, lo infame y lo inesperado; así pues, me sentaré frente a la pantalla chica con muchos precedentes: la mano de Henry que eliminó injustamente a Irlanda, el cabezazo de Zizou a Materazzi en la última final, el gol anulado en España 82 para que un jeque petrolero no retirase a la selección de Kuwait, la botella de agua con somnífero con que Bilardo durmió al carioca Branco en Italia 90, el descaro con que los árbitros llevaron a Corea hasta las semifinales en el 2002, ese lejano partido España-Italia del 34 que dejó 7 jugadores lesionados de lo lindo que se dieron, la cacería de piernas con que acabaron a Pelé en Inglaterra 66 o el gol inexistente que en ese mismo mundial le dio el título a los locales. Pero junto al bochorno, también está lo grandioso: las históricas remontadas germánicas que hicieron acuñar aquello de que el fútbol es un deporte en el que al final ganan los alemanes; ese balón que no le entró a Resenbrick en el último minuto de la final del 78 o el que sí metió Alcides Gighia para el Maracanazo; el recuerdo de cuando Korea del Norte eliminó a la gigante Italia en el 66 o cuando Arabia Saudita sorprendió a Bélgica con un majestuoso gol de Saeed Al Owairán, tan bueno como el del Diego. Cómo no recordar la tarde en que Oleg Salenko metió cinco goles en un solo partido, el día que Gordon Banks atajó un cabezazo infalible de Pelé o la gesta de Goicochea tapando penaltis cual un dios albiceleste. Quién puede olvidar lo que era la licuadora danesa, la naranja mecánica de Rinus Michel o la canairinha de Telé Santana, que tenía en su mediocampo a Sócrates, Falcao y Zico, tres magos como nadie ha podido volver a reunir; equipos que no ganaron nada, pero que siguen haciendo soñar a los amantes del jogo bonito. Y si con los mundiales hemos aprendido más geografía universal que con cualquier Atlas de primaria, siguiendo los viajes de la pelota alrededor del globo, en esta ocasión habrá que distinguir entre Eslovenia y Eslovaquia, dos productos de la balcanización europea; no confundir las Coreas, Norte y Sur, que clasifican juntas a la cita orbital; saber que Nueva Zelanda y Australia son representantes de Oceanía; o que, entre el vecindario, tendremos el regreso de la diminuta Honduras, con un técnico compatriota que repite la historia de los profetas en tierra ajena; pero, lo fundamental será descubrir ese lejano país que es la Sudáfrica post-apartheid, con un achacoso Mandela convertido en la principal atracción mundialista, sin haber jugado nunca al fútbol, lo que no se veía desde el duce, cuando la Squadra Azzurra estaba obligada a ganar el título para el fascismo, con todo y oriundis. Y como la fiesta también ocurre fuera de la cancha, los mundiales realizados en la periferia nos regalan siempre grandes imágenes para el recuerdo, tales como aquél Maracaná con 120.000 furibundos cariocas torciendo por la verdeamarela; la lluvia de papelitos que cubría al Monumental de Núñez, mientras los muchachos de Menotti dejaban la piel en el gramado, la marea roja de los estadios coreanos o el invento mexicano de una ola que estremecía las bases del Gigante Azteca. Así, pues, es de esperarse una gran fiesta en las tribunas, tan coloridas y festivas como en la última Copa de Naciones, preámbulo de este magno evento, en la que se veía a un país diverso hermanado en una sola bandera, muestra de que el fútbol también es un espacio para la reconciliación nacional. Así, pues, oprimo “on” en el control remoto y que ruede la pelota.


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Bandera Salve Surgente Mensaje hallado en una botella Reflexiones Lo que el virus se llevó Sumapaz, la otra Bogotá que se viste de ruana In memoriam ¡Cuidado Profesora!: Usme en Timor Oriental Gritos en la noche, entretenimiento en diferido para usted que lee Para Nancy en el más allá Hallazgo arqueológico Dossier No. 1 - Jóvenes, hechos y derechos Apuntes sobre la limpieza social Los jóvenes frente al caos multicausal de vulnerabilidad en el sur de Bogotá Jóvenes líderes en vía de extinción El Corán y el abuelo Poli Más dedos por favor Historia secreta - El prisionero La forma de morir - El náufrago Cielos artificiales - El acontista Paraíso roto La rosa de Gil de Biedma - En busca del árbol de la infancia Ciudad a las 4:00 am - La ritualidad del círculo Viceversa

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