Revista Surgente No. 6

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Año III / Número 6 enero - mayo 2008 ISSN 1909-6895 Director: Rodolfo Celis Serrano fitocelis@yahoo.com

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Diseño Gráfico: Carlos Martínez “Don Gato” rodapalabra@yahoo.com Comité Editorial: Mónica Xiomara Ramírez, Alejandro Trujillo, Leidy Joana Díaz y Rodolfo Celis. Escritores Invitados: Rafael Silva, Xiomara Fino, Gina Paola Márquez, John Henry Sánchez, David Tarazona, Luisa Fernanda Hernández, José Gabriel Suárez, Álex Ramírez, Carolina Cárdenas, Alex Caro, Hijo de Zaratustra y David Saturno Donatti. Agradecimientos: Leovigildo Latorre, Aura Victoria Torres, Gabriel Tolosa, Angélica Torres, Jaime Barragán, Guillermo Linero, Alejandra Jaramillo, Marcela Serrador, Javier Díaz, Diego Pachón, Mara Montes, Francisco Vanegas, Helberth Choachí, Oscar Ortíz, Sneider Ruiz, 3Full-K, Mandala, Sebastián Patiño, Carlos Ballesteros, Tatiana Avendaño, Paolo Boeccio, Johana Pinilla, Yamile Bríñez, Aquiles Cuervo, Julián Díaz, Klenya Rodríguez, Ioret Fharat, Mesa Local de Juventud, Nuvia Rivera, Myriam Riaño, Carolina Barrera, Marisol Correa, María Sung y tantos otros nombres imprescindibles. Mayores Informes: Observatorio Local de Derechos Humanos - OLDHU Calle 77 sur No. 1D-08 Este - Piso 3 Tel. 7646279 - oldhusme@yahoo.com Barrio Almirante Padilla Usme, Bogotá - Colombia Este número se realiza con recursos de Usme una palabra Surgente, uno de los 30 proyectos ganadores de la convocatoria Bogotá Un Libro Abierto, en el marco de la celebración Bogotá Capital Mundial del Libro 2008. Prohibida la reproducción total o parcial sin autorización expresa de los editores. El contenido de los artículos es responsabilidad única y exclusiva de sus autores y no corresponde necesariamente con el pensamiento de la revista.

Ave María Cano La memoria te salve María llena eres de gracia el pueblo es contigo bendita tú eres, flor del trabajo entre todas las mujeres nacidas a la sombra de la patria y bendito es el fruto de tu palabra telúrica Brava María madre de los pobres levántate de tu silencio funerario y ven con nosotros -constructores de utopíasahora y en cada hora de la muerte o de la vida It za quem


Un hombre mirando al sur .... He imaginado la escena varias veces. Un anciano que arrastra las piernas se ha instalado en la mediterránea isla de Patmos, su decisión es autonomía del mar y el viento que lo han vomitado en la orilla. ahora sabe que ya no habrá otra partida, que esta es la tierra que dará descanso a sus trajinados huesos; y es allí cuando el discípulo amado comprende su alta misión, entonces, con los girones de aliento que aún le adeuda la vida, construye un laberinto de palabras sólo franqueable por cristianos avezados; su heredad es la pieza de relojería textual más impresionante de occidente: El Apocalipsis. Imposible decir algo sobre el imaginario abismal del vidente de Patmos ¿De dónde un fatalismo tan exacerbado?¿Una confesión del alma atormentada?¿la derrota del ser frente al baluarte de la muerte? tal vez sólo la contemplación desnuda de la eternidad, pero es indudable que hay allí, en el gesto de auscultar el provenir, un alto magisterio de la vida reservada para el último de los mortales guardián de la memoria del dios encarnado. Y creo posible que en ese relato, presagio del cataclismo definitivo, es donde mejor se condensa la mirada escéptica de quien ha perdido la esperanza en mesías, oráculos y redenciones postreras. Hay en Juan sólo la retina desconsolada, la ruina del cuerpo que es el mundo y un cansancio suplicante porque la vida sea de otra manera.... Hoy, casi dos milenios después, el cielo sigue tan gris como entonces, nuestro dolor tan profundo como el suyo, nuestras bestias tan fieras como las del imperio; al punto que desde esta ventana editorial un hombre mira al sur y recuerda el verso de un poeta en su tierra: ¿Hacia dónde marchar cuando el mundo muere de tristezas?


Crítica descarnada y reacia a Surgente Como en surgente también hay espacio para el disenso y la crítica, constructiva o destructiva, viniere de donde viniere, publicamos fragmentos de un mensaje que hemos recibido de alguno de nuestros juiciosos lectores que firma bajo el seudónimo El Hijo de Zaratustra...

Surgente es una revista que, por su condición neófita, es una cosa inofensiva, es decir, que no representa gran peligro en ningún aspecto. ........ Surgente es un mamotreto desordenado que aún no ha definido a qué tipo de público va dirigido; si a los ñeros de las ollas de Usme o a los plazunos de Yomasa o a los intelectuales o a los editores. ......... Es imprescindible definir a que clase de personas va dirigida la revista; sin este aspecto la revista no llegará al número veinte y todos los esfuerzos irán a parar al cementerio de los fracasados. Y si la revista –presuntamente o no– va dirigida a todas las personas, a todos los gremios, a todos los gusanos ignorantes que andan por ahí sueltos: entonces se trata de un acto insolente, altanero, irrespetuoso, imprudente; pues no es ético (ni estético) mezclar en la misma nube a un intelectual con un plazuno pusilánime.

El diseño de los primeros tres números, por ejemplo, fue un fracaso absoluto. La imagen de los párrafos y el diminuto tipo de letra eran una ofensa al ojo del lector, un agravio al texto y a la revista misma. Seguramente muchos textos interesantes perdieron lectores por ese detalle. Los últimos números han mejorado notablemente en cuanto a diseño, sin embargo siempre será posible hacer mejor las cosas. ........... La calidad de los textos es muy variable. Se han publicado cosas muy interesantes y bien escritas, pero también se han publicado unos textos y ensayos para los cuales el calificativo antihigiénico es muy apropiado. ........... Darle la palabra al auditorio es acto grosero y de altanería. La revista debe definir una ideología, exponerla con inteligencia y, de ninguna manera, permitir que ignorantes y analfabetas publiquen cualquiera de las estupideces que circulan en sus cerebros. El auditorio siempre está para ser arrastrado, no para concederles la palabra. Para eso esta la masa, para manipularla.

........... .......... Esas cosas del diccioñero son tentativas infantiles, inmaduras, que no pueden repetirse. El lenguaje utilizado por arrastrados, ladrones, prostitutas, mariguaneros de baja ralea y zarrapastrosos de Usme, es un lenguaje que se aprende en la calle y no en los libros. Grave acontecimiento es que un intelectual, una persona culta, un hombre de letras o una persona erudita se encuentre con una revista que venera –de forma vouyerista– el lenguaje con el que se comunican en Colombia los seres humanos más deplorables. ............ La revista debe entrar a poner un límite de páginas, para que no se siga cometiendo el gravísimo error de publicar “jijuemil” hojas sobre Maradona, y todas las infamias aberrantes que quepan en esas "jijuemil" hojas que la revista le permite a un solo “escritor”.El escritor debe aprender a ser sustancial y decir mordazmente en una frase lo que intenta decir en mil.

La escasa participación femenina en la revista no ha sido brillante. Ha sido más bien superflua, pávida, opaca… hasta el punto de innecesaria. ............ Hay mucho pelagato colado en las publicaciones que ha hecho la revista. Surgente no puede ser revista de cualquier predicador de la muerte. Sin mencionar nombres propios, se puede reconocer que se han escrito cosas descabelladas y absurdas, hasta el punto de la inopia. Eso no puede seguir sucediendo. Surgente no ha definido tendencias, ni otros aspectos necesarios (vitales como el oxigeno), por ello se expone a que la imbecilidad circundante le ataque. Si el objetivo es hacer un revuelto con todas las cosas e ideas que al primer payaso badulaque se le ocurra, le pongo tres ediciones más y adiós pues!

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Kusturica: Cart贸grafo de un mundo en ruinas

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Por: Rodolfo Celis


Una leve aproximación a la obra del serbio-bosnio Emir Kusturica, uno de los más importantes directores de cine de los últimos años, quien se constituye por sí mismo en prueba viviente de que otro cine es posible

En el año 81 el Festival de Cine de Venecia recibió con sorpresa la aparición de ¿Te acuerdas de Dolly Bell? una película yugoslava; su director, Emir Kusturica regresaba a su tierra con un merecido León de oro por su primera incursión en el cine; pero los augurios todavía no eran creibles; cual si una matrona gitana de esas que pueblan sus películas, no pudiese leer todavía la consagración en su mano. ¿Te acuerdas…? era una película sencilla, apenas la anécdota de la educación sentimental de un adolescente que, en el Sarajevo de los años sesenta, ve como a su alrededor se desintegra el mundo. Pero, más allá de la anécdota argumental, esa preguntatítulo interrogaba a sus compatriotas, tras la muerte reciente del mariscal Tito, por una época hermosa, la época de los pequeños grandes descubrimientos, la gomina, los pantalones largos y los 24.00 besos que anunciaba una canción de la onda italiana; una época perdida para siempre. ¿Te acuerdas…? era también radiografía de la adolescencia en una patria unida por la resistencia al nazismo, la construcción de un socialismo independiente del eje Moscú y la apuesta por la convivencia fraterna de todos los pueblos eslavos diseminados en los Balcanes; más que una película, era la vida que se iba con la pérdida de la vieja casa-nación de los años maravillosos; una profecía fílmica sobre el desmorone del yugos –unión- que bajo una misma bandera había dado espacio a una diversidad increíble de culturas y pueblos; entonces comenzaba una transición democrática que, instigada por occidente, derivó en una sangrienta lucha intestina que acabaría con la identidad nacional y con las fronteras de la patria. Venido de un país construido con los retazos de los últimos imperios europeos y sin unatradición cinematográfica considerable, su ópera prima parecía ser una flor exótica de un día, una flor en la que se adivinaban los parpadeos estéticos de los principiantes, pero también el pulso narrativo de un

artista en emergencia que nos regalaba chispazos de buen cine, sólo reconocible como tal en la capacidad de un director para crear un universo propio regido por leyes inmanentes a su puesta en escena. Y es que el “Fellini de los Balcanes” fue construyendo, película a película, una propuesta estética absolutamente original; una forma particular de contar desde el cine a esa Yugoslavia dolorida y excluida de la historia moderna, pero también gozosa y vital, que rindió a sus pies las fortalezas de la crítica mundial en Cannes, Berlín o Venecia. El cine de Kusturica, que logra sus cotas más luminosas en obras maestras finiseculares del calibre de Tiempo de gitanos, Underground o Gato Negro, Gato Blanco, se forma en un crisol donde confluyen elementos de forma y fondo tan disímiles como la mezcla de géneros clásicos, el barroquismo escénico, la predilección por usar actores naturales, las bandas sonoras definitivas, los brochazos de realismo mágico audiovisual, la revisión de la historia reciente de los Balcanes, la violencia en una sociedad mediatizada, el festejo de la vida y de la muerte, el delito como forma periférica de inclusión en la modernidad, la pregunta constante por la identidad, la presencia del elemento animal, las metáforas visuales de profunda significancia, la tragedia del pueblo gitano, los güiños al cine clásico, la presencia de lo metafísico en la vida cotidiana, el fútbol en todas sus formas, los grandes temas universales del amor y la muerte y la presencia de la pérdida. Hoy, un cuarto de siglo después de aquel inicio fulgurante, muchas cosas han cambiado, su cine se construía mientras desenladrillaban su casa; Yugoslavia ya no existe, se la arrebataron de las manos los intereses del poder eurocéntrico, pero en cambio, sí existe una cinematografía kusturiciana que se ha convertido en una reflexión constante sobre la pérdida de la tierra prometida, que en últimas es la pérdida de la humanidad

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COLOQUIO NOCTURNO CON ROCÍO

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Por: John Henry Sánchez

l, un joven sin nombre de olor marchito y color de noche; ella, una vendedora de caricias que precipita el trasegar taciturno por los lupanares de la avenida Usme. Los dos se encuentran a las puertas de un abismo en una acalorada conversación, y algo muy parecido a la reflexión brota de repente.

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“Pienso que el cura debe estar durmiendo, o rezando, o leyendo la biblia, o mirando televisión, o llorando (¿Por qué no? ¿Acaso esos bastardos tienen el pellejo enchapado en oro y no lloran?)”

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umo. La noche está abierta como una flor aérea… como un girasol negro. Los almacenes de esta cuadra están cerrados. Las nubes bostezan allá arriba, en su lejanía musical. Camino. Fumo. Camino paulatinamente. Paso por el frente de la iglesia de Yomasa. Pienso que el cura debe estar durmiendo, o rezando, o leyendo la biblia, o mirando televisión, o llorando (¿Por qué no? ¿Acaso esos bastardos tienen el pellejo enchapado en oro y no lloran?), o hablando por teléfono con el cura de otro barrio, o con su madrecita, o comiendo hamburguesa, o, ¿por qué no?, masturbándose el ano con uno de los blancos cirios de cuarenta centímetros de largo. Camino. Fumo. Veo abajo el humo que sale del ambiente rumbero. Toño María pasa hablando solo por la acera de enfrente; yo lo veo sin decirle nada; parece que va borracho. Toño María está viejo; verlo así me hace pensar que la vida consiste en eso, en vernos envejecer uno al otro, en vernos fermentar en cuerpo y alma, hasta que una enfermedad nos arrastre hasta la tumba. El viento ruge como una invisible ceniza de frío. Rugen en mí algunos recuerdos imprecisos. Sigo caminando. Voy bajando hacia la avenida. Sigue siendo sábado. La calle está colmada de mocosas semidesvestidas y ñeritos que sonríen. Por todo lado huele a música, a bullicio, a fuego, a candela multicolor, a vértigo, a tristeza rechinante, a infierno alborotado, a todo, a cualquier cosa hedionda, menos a vida. Sigo bajando hacia la avenida. Ahora huele a pincho de pollo, a empanda y a papa frita. Un pito de carro suena fuertemente detrás de mí. Miro hacia atrás y

veo, no el carro que pitó, sino la algarabía y detrás de la algarabía veo la iglesia de Yomasa, otra vez. La iglesia hace que mi mente vuelva a imaginar el mismo cura de hace unos instantes introduciendo en su recto el mismo cirio blanco de cuarenta centímetros de largo. Vuelvo a mirar hacia abajo. Olvido lo del cura. Sigo caminando hacia la avenida. Paso por las discotecas, casi perdido entre el tropel de ñeros errabundos y ñeras que andan buscando lo que la mamá les dice que no se les ha perdido. Me siento como Dante, caminando en un infierno encendido con humo de música. Todo rechina. Creo que hay ciertos tipos de música que violentan la dignidad de un escritor. Ahora paso por los casinos donde las máquinas se tragan a los hombres que se roban hasta el control remoto de la casa y lo venden para jugar y perder sus monedas. La estupidez es una plaga que se reproduce igual de rápido a las poblaciones de los desamparados. Los desamparados, en su totalidad, forman la estupidez. Sigo bajando hacia la avenida. Paso ahora por las cantinas. Suenan los pitos de los celulares. Suenan voces de varios colores: colores opacos, nebulosos. Veo las mesas saturadas de botellas vacías y colillas de seres humanos sentados, tambaleantes y con los ojos desorbitados brillándoles en la cara como dos testículos de neón que no ven más allá de sus malditas narices. Sigo caminando. Me acerco a la avenida. El ruido diabólico de las modernas juventudes se debilita. Se oyen ecos de voces. Me siento como Dante. Camino. Me voy alejando de la calle del diablo.


“Me pregunto si asesinar un pollo es lo mismo que asesinar un niño o un presidente.” Ahora huele a pollo asado. Voy a voltear para caminar hacía abajo. Fumo otra bocanada. Volteo. Sigue oliendo a pollo asado y, sobre todo, a ají. Me pregunto si asesinar un pollo es lo mismo que asesinar un niño o un presidente. Los hombres no somos otra cosa que los depredadores más feroces de todas las especies. Ni las serpientes han podido destronarnos de este mundo de mercaderes inrevolution. Escupo el humo del cigarrillo. Me alejo. Llego a Col-subsidio. Camino por la avenida hacia el norte, como quien se va para siempre. Miro cables, ventanas, ladrillos, vidrios rancios y andenes sucios. Pocos buses pasan. Voy hacia abajo, hacia algún lado, hacia alguna parte, pero sé que tendré que retornar. No sé a dónde ir. Son las once y media. Paso por enfrente del Banco Caja Social. Miro el cajero. Siento entonces deseos de sacar todo el dinero del cajero. Desde siempre me ha parecido erótica la acción vertiginosa de vulnerar sistemas. Fumo. Maquino las cosas que haría si pudiera sacar hasta el último billete del cajero. Fumo de nuevo. Pienso en mi soledad y la presiento como una sombra infinita derramada en mí. Camino. Pienso que la plata no lo es todo en la vida, pienso más cosas acerca de ese asunto y al final concluyo que no, que el dinero no lo es todo en la vida, pero casi. Doy la última chupada al cigarrillo. Sigo caminado. Sigo bajando. Exhalo el humo y arrojo al piso la colilla del cigarrillo. Y miro mi sombra caminante. Y me pregunto si las sombras tienen alma como los hombres. Sigo caminando. Caminar es como volar. Caminar

es huir. Siempre he querido huir de mis presidios, de mi familia, de la sociedad, de la impureza y hasta de la vida misma. Siempre he sido un caminante, un habitante más del destierro que camina desolado bajo el sombrero de copa que usa la noche cuando se desnuda. Llego a la bomba de Santa-Librada. Decido dar la vuelta a la manzana. En la vuelta un hombre me invita a entrar a un chuzo. Le hago señas que no. Él me toma del brazo e insiste. Pregunto entonces cuánto vale la cerveza. El man dice que vale dos mil. Vacilo un tanto. Le digo al man que no tengo cédula. Él dice que no importa parce, que todo bien pelao. Pienso. Me decido. Acepto y entro. Subo por unas escaleras. Desemboco en un zaguán oscuro. Una voz chillona de mujer casi empelota me dice que siga papi, bienvenido, por ahí, hacia el fondo. Entonces sigo. El bullicio de la música me recibe como una bofetada inesperada (en la casa estaba escuchando a Mozart). Busco una mesa. Se acerca una hembrita. Me saluda. La saludo. Me pregunta que si puede acompañarme. Acepto sin mayor complique. Se sienta al lado mío. Hago señas con los dedos para pedir dos cervezas. El de la barra me dice con un gesto que ahorita me las manda. La hembrita me pregunta cómo me llamo. Le digo que no sé mi nombre, pero que me puede decir Girasol Negro. Ella me dice que preferiría decirme pollo. Se acaba la canción. La hembrita fuma con su sensualidad de puta en acecho y me pregunta la edad. Le contestó que cuántos me pone y, de paso, pregunto cómo se llama. Me dice que debo tener


cosas que a mí, menos los libros, pero añade que lo más importante es el dinero. Yo le digo que también me gusta caminar. Ella me dice que eso si no le gusta, que prefiere ver televisión o masturbar a chómpiras, el perro de su casa, pero eso de caminar ni de vainas. Dice que ¡que pereza andar merodeando por ahí como un loco! Hace una pausa para fumar, toma cerveza y me pregunta quién hijueputas es ese Shakespeare. Yo le digo que un luminoso escritor que me gusta. Ella me dice ahh. Luego yo le digo que somos diferentes, pero iguales,

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como dieciséis o diecisiete y que se llama Rocío. Llega el mesero con las dos cervezas. Suena otra vez la música. Le digo al mesero que me traiga un cigarrillo. El mancito hace mala cara, dice que por favor pida todo al tiempo y se va. La hembrita busca hacerme la charla. Yo le busco la mirada, pero sus ojos no responden al destello de los míos. Miro al patriarca del burdel, me vuelvo, miro a Rocío y le digo: Te apuesto uno contra mil a que tu patrón es paisa. Ella dice que es muy lógica mi apuesta, que de cada diez prostíbulos

Todas están ebrias (de alcohol, droga o tristeza). nueve son administrados por paisas; que cómo no voy a atinar que el man es paisa, luego sonríe. Me hace sonreír. Sonreímos juntos. Nos miramos. Me coloca una mano sobre la pierna y me pregunta si quiero bailar con ella. Le digo que no, que no me gusta bailar. Ella me dice que entonces qué es lo que me gusta hacer, muñeco. Yo le digo que me gusta el relax, los libros, la parsimonia, la alucinación, el sexo, el billar, la desnudez y Shakespeare. Me mira extrañada. Toma cerveza. Yo tomo. Fuma. Yo fumo. Y entonces le pregunto qué es lo que le gusta a ella. Me dice que, a fin de cuentas, le gustan las mismas

porque yo también preferiría masturbar un perro, pero no para evadir el caminar sino para evadir la televisión, esa basura infecta. El burdel está relativamente solo. únicamente en dos mesas hay clientes; en una hay tres cuchos y en la otra cinco empleados de alguna empresa. Los esclavos se conocen a leguas por la piel, por los movimientos, por la fisonomía, por la textura

de sus efigies, y por todo. El común denominador de las bajas raleas es la infelicidad, la angustia, la desgracia; todas ellas maquilladas o escondidas en una sonrisa ficticia. Las otras putas fuman, conversan y se carcajean como hechiceras encantadoras. Una de ellas tiene calzones brillantes. Otra está en baby-doll. Las otras tienen minifaldas. Todas están ebrias (de alcohol, droga o tristeza).Y hay una que tiene jean, la más joven y bonita de todas, sin desmeritar las nalgas y tetas de las otras, ni las piernas ardientes de lujuria que tengo a diez centímetros de distancia.


Y hay otras putas más, pero yo la miro a ella, a la jovencita, a la del jean, a la de cándida sonrisa, a ella, a ella, a la ebria de belleza. Rocío me dice que la que está en jean es una peladita nueva, paisa, de catorce años, vive en Alfonso López, tiene dos hijos, un hermano sicario y un marido que le da duro y le quita el billete. Me dice que la china es re-frentera porque es la que responde en la casa por todos. Después Rocío me cuenta que ella, en cambio, llegó al bar por loca, por rebelde, porque se había volado de la c a s a y s u s necesidades básicas no le daban espera, y también porque siempre le han gustado dinero, rumba, droga, recocha, bulla y vida difícil. Me cuenta que viene del Tolima, de Ibagué. Me sigue hablando de su vida, de lo que siente, de lo que piensa, de la vida solitaria que le gusta. De vez en vez yo miro la paisita, así, de reojo. Rocío sigue hablando. Me cuenta que tiene veintiún años, que vive en el barrio Almirante Padilla, al lado de una casa esquinera de tres pisos donde hacen recitales, reuniones, publicación de revistas, cine-foros y otros bullicios que no la dejan dormir de día. Me dice que vive sola porque no le gusta que ningún cabrón le vaya a imponer leyes, que le gusta mucho dormir, ver películas, comprar ropa, zapatos, cosméticos, algunas joyas y ahorrar. También me cuenta

que desde los trece se rebusca en eso, desde que se voló de la casa. Dice que no le gustan los otros trabajos porque abusan mucho de la gente, no respetan los horarios y los salarios son muy pailas y las condiciones injustas y peyorativas excesivamente. Me explica que gana más así y se jode menos, aunque se arriesga, pero que en otro trabajo también se arriesga. Que mejor dicho uno pa´ morirse no necesita sino estar vivo y al final de cuentas, muñeco, la vida es pa´ gozarla.

y también porque siempre le han gustado dinero, rumba, droga, recocha, bulla y vida difícil.

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Rocío reflexiona. Me dice que sabe que no va a llegar a vieja, que la muerte la puede sorprender cualquier noche, pero que de todas formas lo que quiere es vivir bien el tiempo que viva; sin aguantar hambre. Rocío me mira y me propone entonces que le cuente de mí, mi vida, mis rollos, mis vueltas, mi familia. Yo le digo que mi familia es una mierda, que mejor no hablemos de eso; que mi vida es otra mierda, que tampoco hablemos de eso. Ella me pregunta por qué estoy solo en el bar y yo le digo que salí a caminar porque estaba aburrido y que entré para matar el


tiempo, el aburrimiento, el tedio que me ametralla normalmente los sábados nocturnos. Me pregunta que si estoy asustado y le digo que no, que fresca, que yo voy a burdeles desde los catorce. Me pregunta que si tengo amigos y yo le digo que los amigos no existen. Me dice que tengo razón, que su mamá siempre le decía lo mismo, y que la vida misma le ha enseñado que los amigos no existen. Seguimos charlando, bebiendo, fumando, engordando, envejeciendo lentamente y,

Suena otro vallenato. Rocío me dice que quiere bailar. Le digo que no sé bailar. Me dice que tranquilo pollo, que ella me enseña. Me coge la mano y vamos a bailar. Volvemos a la mesa. Pido dos cervezas más. Le digo que me estoy excitando. Me coge la mano, me la lleva arrastrándola por sus piernas y la detiene justo antes de tocar su sexo, y me pregunta qué quiero. Me suelta. Desliza sus manos por su pecho y se acomoda los senos otra vez. Me mira. Tiene los ojos claros invadidos de locura. La miro. Le pregunto que si está drogada. No responde. Le digo que quiero sexo y le pregunto cuánto me cobra. Me explica que con la pieza, los condones y todos los servicios, me queda en treinta. Llega el mesero con la cerveza. Prendemos cada uno un cigarrillo.

Me coge la mano, me la lleva arrastrándola por sus piernas y la detiene justo antes de tocar su sexo, y me pregunta qué quiero.

de vez en vez, riendo; mientras el tiempo pasa en el burdel igual que en París y Pekín, sin que nadie pueda detenerlo. Me confiesa que la mayoría de los clientes le dan asco. Me dice que todos le preguntan por qué trabaja en eso, cómo se llama, por qué no se busca otro trabajo más decente y todas las mismas estupideces de siempre. Me dice que le responde a todos que trabaja en eso por la misma razón por la que ellos están en un burdel gastándose el sueldo, borrachos y arrechos, y no en sus casas con sus mujeres o sus hijos haciendo alguna otra cosa decente.

Ella alza la cerveza y toma. Sale el mesero. Rocío me pregunta qué opino. Le digo que treinta está bien. Me dice que listo, que le pague al man de la barra cuando nos tomemos ésta cerveza, y que de una. Entramos a la pieza. Es pequeña, oscura. Rocío prende el bombillo rojo. Solo hay una cama sencilla y una mesita de noche. Cierra la puerta. Las paredes son lúgubres, casi hasta el punto de pavorosas. Rocío se sienta en la cama y en tres segundos se desnuda. Me dice que me acerque, que me quite la ropa, que no la mire así muñeco, que tranquilo pollo que ella no come gente. Me le siento al lado, la oigo


“Se acuesta, se abre de piernas y le da dos palmaditas a la cama en señal de que me le acueste encima. Yo hago caso. Me dice que soy un pollo muy juicioso, mientras me le voy acercando.”

respirar y la deseo. Me quito los zapatos, el pantalón, la camiseta. Ella pone su mano en mis piernas. Me acaricia. Me dice que tenemos veinte minutos. Me sigue tocando. Cree que puedo ser su hermano menor. Me sigue tocando. Me acaricia la vellosidad. Me sugiere que me afeite, porque los vellos están muy largos dice. Sus manos llegan al punto. Me excito. La toco en la cara. Deslizo la mano por su boca, ella chupa mi dedo con su lengua parsimoniosa, luego le toco sus mejillas, su frente y en seguida enredo mis dedos entre sus cabellos. Me gusta sentirla, tocarla. Con la otra mano le palpo morbosamente uno de sus senos, después el otro, después el seno de antes… y aprieto con ganas, con juventud, con vida, con ardor, sus senos, sus gelatinosos senos tupidos en ardor. Ella me baja el bóxer. Me palpa. Me erecta al cien. Me dice que la toque así, que mis manos son suavecitas, libertinas, que mis caricias son tas suaves que le duelen en su humedad, que la toque, que la siga tocando pollo, que dónde aprendí a tocar así muñequito, que quién lo viera con dieciséis años y mírelo cómo aprieta de rico las teticas. Me pone el condón. Mira mi miembro, lo toca con sus dos manos, se arrodilla, mira hacia arriba, hacia mis ojos, lujuriosa, perdida; vacila unos segundos, baja la mirada y empieza a chupar, suave, en cámara lenta, con delicadeza y humedad, todo, todo, con vigor. Se acuesta, se abre de piernas y le da dos palmaditas a la cama en señal de que me le acueste encima. Yo hago caso. Me dice que soy un pollo muy juicioso, mientras me le voy acercando. Le miro su cuerpo desnudo y siento el

demonio de la lujuria penetrando en mí a través de cada suspiro. Respiro hondo. Me acerco más, un poco más, hasta ella, hasta su piel donde arde el espíritu de la nieve y los girasoles invisibles. Empieza el movimiento. Me dice que pasito muñeco, que le duele el estómago, que cuidado, que tiene tres meses de estar encinta, que mejor la deje hacer encima. La dejo. Le digo que el embarazo no se le nota. No me dice nada. Me coge la mano y la desparrama en sus senos musicales. Me mueve la mano. Se hace presión en sus senos con mi mano. Me dice que no la bese porque las putas se enamoran de los hombres que las besan. Sin embargo, me acerca la boca, pero no me besa. Después yo le acerco mi boca, pero no la beso. Sólo juego con sus dos senos que convulsionan en el contacto con la piel de mis manos. Se cumplen los veinte minutos. Suenan los manotazos de una bestia en la puerta. Ella me dice que lo siente, que se terminó el tiempo, que me venga rápido pollo porque si no la regañan, que le gustaría quedarse toda la noche pero que tiene que trabajar. Insiste en que me venga. Se mueve. Intenta excitarme con palabras. Fornicamos más rápido. Me pide que me venga, que me derrame, que estalle muñeco, que me gustaría deslactosarlo todo. Me pregunta que si me quiero derramar en sus labios o en sus senos o por dentro pollo, como usted quiera papito. Yo le digo que todavía no, Rocío, espere que me demoro un poquito. Ella me dice que los próximos veinte minutos valen diez mil más. Yo acepto, pero le advierto que no me acose. Ella dice


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que sí, que fresco muñeco, que me relaje todo porque me va a hacer ver angelitos de neón. Me pregunta qué más quiero. Yo le digo que así está bien Rocío, que se mueva así, así, que tranquila. Ella obedece. Seguimos fornicando. Terminamos. Me pregunta si me gustó. Yo le digo que sí, que claro, que por supuesto, que la suavidad de su piel Rocío me dejó untado de luz, que el roce con sus senos me aromatizó de vida y que la humedad de su sexo era como un manantial de eterna locura. Ella empieza a vestirse entonces. Me mira con la brillosidad y sencillez que dejaron mis palabras en sus ojos. Me dice que soy el primero de la noche, que ojalá yo tenga buena espalda, que dios quiera que le vaya bien porque tiene que pagar unas deudas y levantar las doscientas lucas del aborto. Yo le digo que ojala le vaya bien, que también muchas gracias por todo. Me visto. Ella me arregla el peinado, me pellizca suavecito la quijada y me dice que si no fuera porque las putas se enamoran de los hombres que besan, me daría un beso infinito; explica que no me besa porque si une sus labios a los míos su boca no se despegaría nunca de esa boquita tan roja muñeco. Salimos entonces. Ella apaga la luz. Suena el cerrar de la puerta. Caminamos por el pasillo hasta salir al bar. Ella se despide, me dice que muchas gracias niño, que a-laorden y que vuelva pollo, y que vuelva pronto, y que si me trae más palabritas de esas bonitas me hace descuento. Se ríe con una increíble sonrisa de niña tímida. Yo le digo que chao, que juiciosa, que se cuide y que tenga la criaturita, que no aborte, que de todas formas uno saca los hijos adelante como sea. Ella me dice que no pollo, ni se le ocurra, no vale la pena traer más ángeles atormentados a este hijueputa mundo de mierda; no vale la pena. Yo le pregunto que si quiere tomarse otra cerveza


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antes de que me vaya. Ella asiente con la cabeza. Salimos de nuevo al bar, nos sentamos y pedimos otra cerveza. Rocío me advierte que si otro man la llama le toca dejarme solo, que no es que no quiera estar conmigo sino que ellas no tiene permitido hacer eso, pero que hoy lo hace porque el bar está solo. Yo le digo que fresca, que todo bien, que no se preocupe. Pido las dos cervezas y los cigarrillos haciendo señas. Busco su cara, sus ojos, y le digo que tan linda, que me gustó su cama y su desnudez de pantera cristalina. Ella sonríe y se siente a gusto con mi cortejo. Yo sigo ametrallándola con palabras, mirándola siempre fijo a sus ojos oscuros como dos lunas negras con brillo secreto. Hablamos chévere de varias cosas y logro tocar el tema del aborto. Al principio, toda esquivita, ella intenta evadirme pero después enfrenta el tema. Me dice que no, que no vale la pena, que se sabe incapaz de hacerle daño a esa criatura y que hacerle daño es traerla al mundo; que prefiere abortar antes que darle dolor a un ser inocente, que darle la vida a ese niño o niña sería hacerle un daño, que prefiere enfrentar sola sus infiernos, que los hijos son un encarte, que si muchas veces no puede una con una misma mucho menos con un peladito, que nadie más tiene por qué pagar las consecuencias de sus errores, que para traerlo a aguantar hambre tiempo sobra, que ya está embarazada y que no le vaya a salir con cuentos de por qué no se cuidó, con tanto método de planificación que hay y toda esa retahíla que ya todos y todas nos sabemos de memoria, que no, que definitivamente no, que la vida es muy dura, injusta, inicua, indigna, infernal y sucia. Y después lanza en avalancha una plegaria filosófica sobre la vida. Yo, sin parpadear o hablar, escucho. Son tan ciertas, tan irrefutables sus palabras sobre la vida que, al final, sólo puedo decirle: Rocío, tenés razón. ¡Aborta!


DE REGRESO A TU NIDO

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Gerardo María Santafé, cronista de Usme (1929-2007)

Por: Rafael Silva Barreño rafiska@yahoo.com

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l jueves 8 de noviembre del año 2007 murió Gerardo María Santafé un tradicional líder comunitario, cronista, historiador y poeta usmeño. Como un homenaje póstumo, publicamos la crónica que realizó Rafael Silva, en el marco del concurso “Usme una palabra Surgente”, en la que se esboza la silueta de un personaje cuyo nombre se escribe con tintas de eternidad .

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Preámbulo La primera vez que vi a Don Gerardo María Santafé fue una noche en épocas decembrinas del 98 cuando las gentes usmeñas, congregadas en el Polideportivo El Virrey, al unísono, alzaban las antorchas y la voz para manifestar que “Somos más, somos paz”. El reconocido líder apareció de la nada, luego me daría cuenta que su presencia en estos eventos no requería invitaciones o protocolos, simplemente estaba allí porque el participar comunitario le era connatural. No es difícil recordarlo, ni tampoco olvidar su apariencia: caminaba apoyado en una muleta, de una manera tan resuelta y berraca que más bien parecía marchar ágilmente en tres pies. Decía el filósofo Fernando González Hidrón en su librotravesía Viaje a pie que en ese afán de llegar, propio de los viajeros citadinos, le preguntaban a los campesinos: -¿Y eso cuánto se demora?-, a lo que éstos sólo atinaban a responder: -eso depende del ánimo- por esto, Don Gerardo era un caminante animoso. Las vestimentas eran otra seña de su aspecto particular, especialmente los sacos gruesos tejidos en lana, con motivos geométricos que describían su origen campesino y conservaban nuestro muisca ancestral; por suerte para la cultura usmeña, aún muchos viejos en la urbe, pero sobre todo en las veredas, mientras se guarecen del frío con ruanas, sacos, ponchos, gorros, guantes, bufandas y chalecos lanosos de coloridos motivos, perpetúan valiosos saberes y prácticas tradicionales legadas del indígena y el campesino. Este arcaico caminante, se designó la tarea de investigar parte de la historia de nuestras culturas tradicionales, de exaltar las bondades del territorio usmeño y auscultar a las gentes, envueltas por entonces como ahora, en asuntos mil, chismes, pesares, amoríos y desvaríos. También se supo parte de estas gentes, en una suerte de don de ubicuidad y tele-transportación; reencarnó en distintas humanidades: ora como indio asdoas luchando en las huestes del cacique Saguanmachica por traer de vuelta a la princesa Usminia, ora como mestizo

fisgoneando desde el balcón al virrey Solís y a María Encarnación en los tiempos gozosos en que los amantes paseaban de gancho por los jardines de la Hacienda Las Manas, ora como trovador campesino boleando tiple en El Tesoro, Las Margaritas o El Destino, ora como dirigente comunal alentando la cargada de ladrillos para el colegio Almirante, ora, como entonces, en aquel evento por la paz en el polideportivo El Virrey, donde por primera vez fui testigo de la historia de estas reencarnaciones.

1. De Tinjacá a Santa Librada. De donde vengo es para donde voy. “Y con mucha FORTALEZA Camine hasta el JORDAN, pase por el TEQUENDAMA No me quería suicidar. Al llegar a las QUINTAS Yo me encontré una GRANADA Me encomendé a SAN LUIS Por aquello de “Doña Juana” (Fragmento del “Poema a las veredas y barrios de mi Usme” GEMASAT)

Desde Tinjacá - Boyacá arribó a Bogotá a los 14 años como un buen siervo sin tierra, llegó apenas con los chiros que traía puestos, pero eso sí con unas ganas ni las más berriondas de salir adelante en la capital. Para entonces la ciudad cumplía 405 años de fundada y, a pesar de su centenaria edad, los 500.000 cachacos que la habitaban apenas estaban despertando de su letargo municipal hacia los albores de la modernidad, la urbanización y la industrialización. Usme y en general las localidades del sur eran inmensas haciendas parcialmente albergadas, dedicadas al cultivo extensivo y a la ganadería; pues sólo hasta finales de los años sesenta en el suroriente bogotano florecería la urbe, a través del loteo y la autoconstrucción. Para Don Gerardo, como para otros


inmigrantes campesinos, éstos eran tiempos duros; sin embargo, una buena señal lo auxilió en la Capital, cuando una señora lo acogió en su vivienda. En lo sucesivo, se dedicó a realizar oficios varios: mensajería, peluquería, carpintería y auxiliar hospitalario; precisamente, será esta última labor la que lo vincula al Hospital San Juan de Dios y con él a dos inquietudes que lo acompañarían por el resto de sus días: la preocupación por la salud pública y la participación en la organización comunal. Recuerda su hija Viviana Santafé que fue a principios de los años setenta que su padre, de chiripazo, llegó a Usme. “A mi papá ese día le habían pagado en el Hospital y estaba tomando con unos compañeros; ya un poquito borrachos, alguno le ofreció venderle el súperlote, que muy bonito, campestre y con terrenos para cultivar. Mi papá dijo que sí y de una entregó la plata.

Después mi mama le preguntó que dónde estaba la plata para el mercado y ahí fue que nos dijo lo del lote, por allá dizque en Usme.” Más concretamente el viejo paladín y su familia se ubicaron en lo que hoy es el barrio Santa Librada,la zona central y comercial de Usme, que, por entonces, era una zona deshabitada, sin servicios públicos y de difícil acceso. “Cuando llegamos solo había tres familias: Don Víctor Romero, Don Marcos el de la farmacia, Don Juan Acosta y la familia Gómez. Para el transporte tocaba tomar un camioncito hasta Santa Lucía y desde allí al Centro, sólo hasta después fue que la Sidauto hacía una ruta una vez al día.” (Viviana Santafé) No había nada que hacer, los quinientos pesos ya estaban pagos. Doña Anita de Santafé, sus hijos: Elsa, Libia, Ricardo y Viviana; sus nietos David, Jefferson, Cindy, Angie, María Fernanda, Jessica, Maira, Estefany, Natalia, Juanes y Luna, crecerían en Usme. -17


2. Una trova comunitaria “Yo quisiera brindarle a mi patria y a Usme mi vida entera, mi tenacidad, mi capacidad, estar por ti atento y firme defendiendo tu derecho y libertad.”

(Fragmento de Yo quisiera, GEMASAT)

Con el nacimiento de los barrios populares emergen las necesidades sociales de sus habitantes –especialmente los servicios públicos- y, con ellos, los líderes locales organizados a través de diversos espacios comunitarios: juntas de acción, comités de trabajo, madres, comedores, grupos parroquiales, brigadas cívicas o bazares que fueron y son decisivos en el desarrollo de los sectores periféricos. Don Gerardo traía el bichito de la participación comunitaria desde su vinculación al Sindicato del Hospital San Juan de Dios y una vez, en la emergencia del barrio Santa Librada, no vaciló en ajustarse las botas y el overol para ponerse al frente de las obras que demandaba la comunidad. Una de sus primeras luchas fue por el agua, la cual obtenían los vecinos de manera precaria y de dudosa calidad a través de canecas desde las quebradas de Santa Librada y Yomasa. Fue así como, ante la indiferencia y el desgreño estatal, las vías de hecho no se hicieron esperar y los habitantes decididos perforaron el tubo madre del acueducto y “se colgaron” a las mangueras para llevar el líquido vital hasta sus casas. Con el tiempo, la lucha y la brega de las organizaciones comunitarias y la legalización estatal, Santa Librada y otros barrios de la Localidad, fueron lenta y progresivamente obteniendo mejoras en la prestación de servicios públicos, desde los más elementales y precarios, como el inolvidable cocinol, hasta los últimos alcanzados como las líneas telefónicas, las rutas de transporte, la pavimentación de vías y la construcción de infraestructura para salud y educación. Antes de continuar con el aporte de nuestro líder local en estos últimos servicios, recordar, como dicen la señoras, “la brega” del cocinol. Abro paréntesis: Hace 30 años, el gas natural

“Don Gerardo traía el bichito de la participación comunitaria desde su vinculación al Sindicato del Hospital San Juan de Dios y una vez en la emergencia del barrio de Santa Librada no vacilo en ajustarse las botas y el overol para ponerse al frente de las obras que demandaba la comunidad.”

era algo tan desconocido como pensar, en la actualidad, en el Trasmilenio solar, por lo que las familias del sur nos ateníamos al cocinol, una gasolina para tanquear las estufas marca Superior. La operación de una Superior requería cátedra teórico-práctica en los más sofisticados procedimientos culinarios, desde “echarle bomba”, los bombazos exactos –muy poquito y la estufa se inundaba, mucho y se estallabacalentar el fisto con una copita encendida de gasolina, abrir la mariposa del tanque, encender y esperar que no se inundara e incendiara, lo cual ocurría con frecuencia y, sobre todo, a tempranas horas de la mañana. Solución: las amas de casa expertas siempre tenían a mano un chiro o toalla vieja, lista para ser empapada de una mezcla bendita de agua con jabón Top. Bueno, conseguir el galón de cocinol no era una labor menos compleja. El único día que venía el carrotanque con los 300 galones, era una fecha extraordinaria. Se madrugaba más porque había que coger puesto en la fila, marcar el galón, engarzarlo en una manila y empollarlo hasta finales de la tarde cuando aparecía el carro, ahh… llevar el carné de usuario y los 300 pesos que era lo que valía un galón a mis diez años por allá en el 85. ¿Cómo envejecemos, no?..... Cierro paréntesis. Hacia el año 78, en Usme sólo habían unas pocas escuelas y ningún colegio distrital, así que la construcción e implementación del Almirante P a d i l l a s e co nv i r t i ó e n e l s i g u i e n t e


objetivo de Don Santafé y la promotora comunitaria Pepa Mallarino de Rendón que, para fortuna de muchos jóvenes egresados del Almirante –por cierto que en aras de la justicia debería cambiar su nombre-, a punta de marchas del ladrillo, bingos, rifas, bazares y gestiones con la Secretaria de Educación y la Alcaldía Local, abrió sus puertas a mediados de los ochentas. De igual manera, el trabajo comunitario de Gerardo se encaminó a la construcción de obras que actualmente son una realidad, tales como los Colegios Distritales Brasilia y El Destino –en la zona rural-, la ampliación del CAMI Santa Librada, la construcción del acueducto barrial, la UPA Marichuela, la Casa Vecinal Tejares y el Hospital de Usme que suman, en total, 33 años de labores comunitarias, en las que este líder se comprometió en distintos escenarios de participación, desde la junta de acción comunal de su barrio en calidad de presidente y tesorero, pasando por el Comité de Participación Comunitaria –COPACO-, los Comité del Adulto Mayor y Derechos Humanos, organizaciones no gubernamentales como la Corporación Parque Entre Nubes y Corporación Casa Asdoas.

Mención especial merece la fundación que hiciera en el año 85 del Comité de Educación y Salud, un colectivo de trabajo y gestión comunitaria que llegó a estar integrado hasta por 25 lideres locales entre quienes se cuentan el fallecido alcalde local Nelson Cruz y otros lideres que con los años se convirtieron en dirigentes locales (Hugo Villamil, Enrique Borda, Mario Orjuela, Agustín Peña, Ana Mery González, el cacique Miranda, Catalina Nieto y Jairo Robayo, entre otros). En la década de los noventas este Comité impulsó, no sólo la creación de obras públicas en los sectores de salud y educación, sino también el levantamiento del diagnóstico de participación local y el primer censo poblacional de Usme. Pero, como bien lo señala Viviana Santafé, más allá de su denodada presencia en los escenarios de la vida comunitaria, sobresale su espíritu de lucha, su capacidad de servicio social y su afán por documentarse sobre Usme y sus gentes; valores que constantemente sobreponía tanto a su limitación física –ya que caminaba en una sola pierna apoyado en una muleta- y a las ingratitudes y celos que a veces, como malas hierbas, crecen en el mismo jardín comunitario. -19


“Un día el experto Santafé encontró lo que buscaba, ahora sabía que había llegado a vivir al nido de los muiscas y más exactamente de la tribu Asdoas.”

3. Don Gerardo, cronista y trovador. “Para mí la mujer es un santuario Que alberga la semilla de la vida Pues lleva en su alma un sagrario Donde cristo alimenta al que camina.” (Fragmento de La mujer usmeña, GEMASAT)

Le pregunto a Doña Anita de Santafé desde cuando ese amor de Don Gerardo por la historia local, por las coplas, los versos y las odas. Ella me cuenta que esa pasión nace en el centro de su principal motivación que es el servicio social y explica: “Mijo empezó a investigar y a escribir fue por los niños, por ayudarles a las tareas, porque a ellos les dejaban tareas sobre cosas de Usme y como él había sido uno de los fundadores del barrio, entonces venían y le preguntaban.” De esta manera nuestro líder comunitario empieza una búsqueda personal, autodidáctica sobre los acontecimientos, lugares y personajes de la historia usmeña. Su primera inquietud fue, precisamente, saber qué significaba el nombre de Usme, labor a la que se entrego buscando en los archivos de la Alcaldía Local, la Nacho y la Luis Ángel Arango. Finalmente un día el experto Santafe encontró lo que buscaba, ahora sabía que había llegado a vivir al nido de los muiscas y más exactamente de la tribu Asdoas. Tamaño descubrimiento fue un tesoro que no se reservó y, mas bien, procuró compartirlo con las gentes usmeñas en cuando evento le fue posible, sólo que al vocablo muisca Use-me traducido como “tu nido” lo halló un poco desabrido y se le ocurrió endulzarlo con el apellido “amor”. Desde entonces, para Don Gerardo, Usme se convirtió en “nido de amor”. Pero ese fue sólo el comienzo, su tarea como historiador local se materializó en Historia de


Usme, un grueso documento escrito a máquina, de cerca de 300 páginas, que reposa en los anaqueles de la Biblioteca Luis Ángel Arango y que constituye un valioso aporte para la memoria colectiva de los usmeños. En los eventos barriales, era común y a la vez extraordinario, escuchar los pasajes y acontecimientos históricos que de manera jocosa y pintoresca el cronista extraía y relataba de este documento. Uno de los más recordados fue “Marichuela y el virrey Solís”, relatado en el marco de ExpoUsme 2000 y que contaba la historia de los amoríos coloniales que tuvieron lugar en Usme -más exactamente en la hacienda Las Manas, hoy barrio Yomasa- entre el virrey Solís y María Lugarda Ospina, más conocida como “la marichuela” –de quien deriva el nombre de un barrio de la Localidad-. Además de su valor histórico, el relato se caracteriza por su estilo coloquial y pintoresco propio de toda la producción literaria del reconocido poeta. Vale la pena reproducir aquí un pequeño aparte de esta narración:

Un relato somnífero “Una noche al regresar de mi trabajo cotidiano me hallaba cansado y confundido por el no saber cómo solucionar los problemas que nos estaban afectando por la carencia de servicios públicos y sociales. Me senté al borde de mi cama; mi esposa trájome agüita tibia para que me bañase mi único pie. Después de tomarme un tintico, me puse mi pijama, levanté las cobijas, me metí debajo de ellas y fui quedándome dormido. Durante mi sueño recibí la visita de Morfeo, me saludo como cualquier “cachaco bogotano” con un –hola que tal- le respondí el saludo, pero no muy contento de tal visita. - Gerardo Santafé, en vista de que tú eres un “metiche” en tu mundo comunitario y además curioso, te propongo para esta celebración de EXPOUSME 2000, le contemos a propios y extraños quien fue la tal marichuela-. El dios esperó mi respuesta. - Esta bien, señor de los sueños, arranca cuando quieras y cuidado con la carreta que me vais a echar –le contesté al dios.”

“ Vio que su obra era buena y que este nido ya estaba terminado, así que sin más demoras, con paso resuelto se puso en camino de regreso a tu nido.”

Esta pequeña introducción del relato deja entrever los elementos personales y literarios con los que GEMASAT –abreviatura de las iniciales de su nombre con las que firmaba sus escritoselaboró su producción, a saber: cotidianidad, comunidad, celebración, familia, curiosidad, mamagallismo y jocosidad. Elementos todos propios de la cultura popular y que para Don Gerardo, como buen conocedor del espíritu sencillo de las gentes usmeñas, era un recurso pedagógico para atraer la atención de sus oyentes y conectarlos con los saberes históricos. Táctica de la que a menudo echaba mano en los eventos y celebraciones comunitarias, ya fuera el día de la mujer, de la madre, del adulto mayor, del campesino y, por supuesto, de los que al parecer eran sus eventos favoritos, los de promoción de la salud. Epílogo El 08 de noviembre del 2007, Don Gerardo, como hace 64 años cuando partió de su natal Tinjacá, de nuevo empuñó con fuerza su muleta, sólo que ahora su cuerpo se sentía cansado, pero no lo suficiente para darse un vuelto por los pasillos del San Juan de Dios, tomar un amarillo Sidauto con destino a Monteblanco; una vez allí, como el tiempo le alcanzaba, vislumbró hacia el sur, hacia San Pedro de Usme y a las veredas consentidas por sus coplas. Le bastó media vuelta para contemplar la urbe, cómo había cambiado su Santa Librada, ahora estaba hecha toda una Santa Poblada. Vio que su obra era buena y que este nido ya estaba terminado, así que sin más demoras, con paso resuelto se puso en camino de regreso a tu nido. -21


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¡Suerte y a la orden!

Por: Xiomara Fino Celis

'Suerte y a la orden' le decía al Traque a pesar de que no jugara al chance. 'Suerte y a la orden' era la frase célebre que cada cliente esperaba escuchar al terminar de hacer su apuesta. Por supuesto, esperaban que la suerte tomara formas concretas que permitieran al soñador pagar las deudas adquiridas, comprarse el artículo de moda, abonar a la cuota de la casa de interés social obtenida después de cumplir con los trámites burocráticos que caracterizan al sector público y privado del país; hacer la fiesta de los 15 años de la hija menor o simplemente sentarse en cualquier tienda de barrio a beber pola con los amigos. Debo confesar que poco creo en cuestiones de suerte; pues como dice el grupo Niche en su canción “Lamento Guajiro”: ¡La suerte la forjo más nun cala espero! Sin embargo, cuando se necesita el trabajito uno termina diciendo cosas con las que nunca se ha estado de acuerdo o jamás se pensó decir; los pagos en la universidad no dan espera o si la dan es con una cuotita de interés por mora. La vacuna mensual del Estado también acosa, o se paga oportunamente o se le cortan los servicios…pues 'suerte y a la orden' si ganó bien y si no también, siga apostándole al sistema.


Claro que debo aceptar que, contagiada por la ilusión de los clientes a la hora de apostar, muchas veces le metí plata a algunos numeritos pero nunca gané, como muchos de los clientes que tenía. Después de hacerles el chance durante cinco años al final me culpaban por no obtener ni un premio, para varios terminé siendo un bulto de sal. Muchos, por molestar, me exigían la devolución del dinero que habían “invertido” durante el quinquenio. Y la verdad es que si sumábamos la apuesta diaria, la multiplicábamos por las semanas, estas por los doce meses del año y las del año por cuatro más, me hubiera tocado dejar de estudiar un semestre y dedicarme a trabajar exclusivamente para pagar esa deudita o entregarme a los brazos del 'suerte y a la orden', esperando con ansias locas ganarme un premio de aproximadamente millón doscientos mil pesitos. Mi lugar de trabajo estaba ubicado frente al altar de la virgen del Carmen que compraron los conductores para que protegiera sus autobuses, que por cierto,

Hace cuatro meses la volví a ver, ya tenía cara de quinceañera, me acerqué y le hice la misma pregunta ¿Leidy, qué quiere ser cuando sea grande? y ella contestó –No sé Xiomara, no sé-. Al Traque nunca le hice esa pregunta. Pasaba siempre tan de afán que a duras penas lograba saludarlo y cruzar algunas palabras. El Traque siempre entraba con su mano llena de monedas, su olor característico, la pinta de siempre y la misma inquietud -¿Cuánta plata hay aquí?- decía. Yo le contaba las monedas y él salía satisfecho, no por la cantidad, sino por la certeza de su riqueza. Los primeros meses de trabajo fue complicado hacerse a los clientes. Recuerdo que por dos semanas salía a la puerta y con voz muy suave y, un poco avergonzada, decía -“¡chance a la orden!”- Creo que eso debió funcionar. Uno de mis primeros compradores fue un profesor de tenis. Su apuesta era al número 328, lo recuerdo porque un día que dejó de hacerlo, cayó como número ganador. Nunca se me olvidará su

Hace cuatro meses la volví a ver, ya tenía cara de quinceañera, me acerqué y le hice la misma pregunta ¿Leidy, qué quiere ser cuando sea grande? y ella contestó –No sé Xiomara, no sé-.

por esos días estaban siendo pintados de verde, pues la oleada Transmilenio los había puesto a su servicio; cosa que la Virgen del Carmen no pudo evitar, y es que ante la monopolización no hay santo que valga. Lo cierto era que mi 'suerte y a la orden' iba respaldado por una miradita a la virgencita cada vez que el cliente salía de la agencia de chance. La oficina era frecuentada por personas de diferentes oficios, profesiones y ocupaciones. De ellas había dos que entraban y nunca apostaban, una de ellas se quedaba por horas y la otra sólo un instante. Eran Leidy y el Traque. Leidy era una niña de siete años que iba a la oficina para que le ayudara a hacer las tareas, a veces sólo iba a pasar el rato. Un día, después de tantas jornadas juntas, le pregunté a Leidy qué quería ser cuando grande y contestó que ser chancera.

cara de tragedia. Sin embargo, continuó metiéndole plata al número, claro que muchas veces mandaba a su hijo menor, Diego se llamaba, para que le fiara el chance. Después de un año terminó por adeudarme $89.000; platica que se perdió porque nunca recibí la paga. Tuve clientes muy curiosos. Jenny una niña de 25 años que actuaba como una de ocho, siempre era la primera en llegar; creo que estaba pendiente de mi arribo a la oficina, entre las 4:00 y 5:00 pm. Cuando me pasaba de esta hora corría y me hacía el reproche diciendo -¿Por qué abrió tan tarde, señorita?, -¿Tenía que hacer alguna diligencia o su mamita estaba enferma? Porque si su mamita está enferma déle una agüita de bla…bla…bla…, yo le hacía rapidito los números y pronunciaba la frase celebre, después del 'suerte y a la

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“Yo, sin querer queriendo terminé conociendo su existencia. Una historia recopilada con las versiones de la gente…”

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orden' no había nada que decir, su visita culminaba. Entre las 5:00 y las 6:00 pm llegaba Don Francisco, un viejito encorvado como un tres, me contaba que vendía comida marina: caviar, langostinos, camarones, comida que francamente mi exigente paladar rechaza, prefiere la herencia africana: la morcilla, el chorizo y todos aquellos embutidos que los europeos resisten de las reses, pero que los negros aprovechan para hacer los deliciosos manjares que luego, por efectos de la Conquista y la Colonia, se importan a América y hoy en día son una de las comidas más apetecidas en nuestra localidad. Después de sus comentarios, el viejito Francisco hacía el chance o los chances. Su apuesta era una hilera de numeritos de cincuenta y cien pesos cada uno, al terminar de hacerlos me dejaban la mano tan cansada que quedaba sin ganas de hacer uno más en toda la noche. Sin embargo, doña Josefina, siempre con afán, me obligaba a continuar con la labor. Iba de rapidez porque tenía una tienda a la vuelta de la esquina y no la podía dejar sola mucho tiempo. Hacía su chance y decía: –Mijita que pase a donde el viejo Lito que le va jugar unos números, él no puede venir porque el chuzo está lleno de borrachos-. Así que cuando tenía tiempo o, a veces, cuando Leidy llegaba la dejaba en la oficina y corría a donde don Lito. Agarraba mi valera, el papel carbón, el listado de números de las loterías y al señor bolígrafo, causante del callo en el dedo corazón de mi derecha. Antes de entrar a la tienda tomaba aire y lavaba mi cerebro con un poco de paciencia pues sabía que durante un rato tenía que someterme a los coqueteos e insinuaciones 'decorosas' de los borrachines. Después del primer semestre el trabajo se fue volviendo más ameno o me acostumbré a éste. Los clientes ya saludaban con familiaridad, cada uno tenía su historia para contar en los cinco o diez minutos que se demoraban haciendo su apuesta. Sin embargo, había una historia que era común para la mayoría. Todos la conocían o creían conocer la vida de él. Unos con más certezas que otros, pero todos con algo qué decir, cada quién con su propia versión.

Él, era un personaje que transitaba las calles de la localidad quinta de Usme y así como los personajes de los años cincuenta tenían el Centro como núcleo de su existencia y sus acciones, el Traque, deambulaba por uno de los barrios de la localidad con un efecto similar. No había nadie en esta comunidad que no distinguiera al Traque. Yo, sin querer queriendo, terminé conociendo su existencia. Una historia recopilada con las versiones de la gente… que se convierte en leyenda, pues cada cual le agrega su toque secreto. La primera vez que vi al Traque fue cruzando frente a la oficina con un bulto de cemento al hombro. Don Huguito iba a pañetar la fachada de su casa y el Traque le llevaba uno de los insumos. Luego se convirtió en una visita usual,


lo veía frecuentemente, no sólo cruzar por la oficina, sino por mi cuadra y las avenidas principales. Lo veía recogiendo cartón, vidrio, mejor dicho reciclando. Otras veces lo vi tirado en cualquier andén con la cara llena de raspones y golpeado como si “alguien” se hubieran ensañado contra su cuerpo. De esos “alguien” no hablaré aquí, no vale la pena, ellos son cualquiera, el Traque no. Algunos dicen que le ayudaba a las viejitas a pasar la avenida, acompañaba a la gente a la puerta de sus casas por la noche y, terminados sus actos de solidaridad, pedía monedas a los beneficiados. Por supuesto, ante tal nobleza y cordialidad la gente accedía y le daba sus pesos. Muchas veces algunas personas aprovecharon y le pagaron poco por los oficios, y como el traque, cual proletario, solo tenía su fuerza de trabajo, pues tenía que vender ésta bajo las condiciones impuestas por su empleador. Seguramente si las neuronas de su cerebro no se hubieran agotado ante tanto consumo de droga, el

golpeado al Traque, porque le había insultado a uno de sus hijos y, por eso, ya no le llevaba en la buena. Jaime, el barrendero de los buses que parqueaban al lado de la virgen, me contó que el toxicómano se había volado de la casa por que su papá, un tombo hp, llegaba por las noches borracho a golpearlo hasta que el pelao no se aguantó más, se abrió de la casa y cogió la calle. Marcela, una muchacha que juega chance y baloncesto en la localidad, pasó un día a preguntar el resultado de la suerte y mientras miraba el tablero de los resultados, le hizo un gesto de saludo al Traque, quien iba cruzando por el frente de la oficina. La curiosidad me tentó, así que le pregunté por el personaje. Ella, con cara de extrañeza, dijo: “-Yo tengo una amiga que se llama Jacqueline, ella es vecina del papá del Traque- y añadió: -el papá es policía, un día lo sacó de la casa porque estaba cansado de tener un vicioso bajo el techo. Mi amiga le dio posada hasta que un día el traque se le robó el balón de baloncesto y

Seguramente si las neuronas de su cerebro no se hubieran agotado ante tanto consumo de droga, el Traque hubiera pensado en la dictadura del Proletariado, pero la realidad era otra… en la dictadura del Proletariado, pero la realidad era otra… pues se gastaba los pagos mediocres en comida y bazuco, sobre todo en bazuco. En variadas ocasiones se acercó a la oficina del chance a hacer la pregunta de rigor -¿¡Mona, cuánto hay aquí!? Y extendía su mano con las monedas. Un día doña Josefina llegó a hacer el chance y se cruzó con el Traque. Luego procedió a preguntarme qué quería. Le contesté que pretendía saber cuánto dinero tenía en la mano y luego, sin afán, dijo: -pobre muchacho, el papá lo echó de la casa hace años porque un día se le robó el revolver y se lo vendió-. Ese día despertó mi inquietud por averiguar un poco más sobre la vida de este personaje. Así que continué preguntándole a los fervientes devotos de la suerte que me visitaban cada noche, sobre su subsistencia. Don Huguito me contó que un día habí a

lo vendió. Mi amiga nunca más lo volvió a dejar quedar en la casa. Aunque, a veces, le daba comida, lo dejaba bañar y le regalaba ropa vieja para que se cambiara-.” Marcela concluyó su comentario diciendo: -'es que el vicio es muy duro, pero muchas veces más duros son los padres'- y se fue. Una tarde me quedé por fuera de la oficina porque había perdido las llaves. Así que tomé una gaseosa en la tienda de don Lito mientras llegaba el cerrajero. Acomodé mi derrier sobre la butaquita de madera ubicada al lado izquierdo del orinal y mientras Jaime depositaba allí los líquidos acumulados de su vejiga, le pregunté que desde cuándo conocía al Traque. Él hizo un cálculo mental, se subió la cremallera y contestó: como desde los doce- y continué -¿Y alguna vez fue a la escuela?, él dijo: -que yo sepa no, nunca lo vi con uniforme, ni esas maricadas. Debe ser por eso que el

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chino no sabe contar- En ese momento llegó el cerrajero y yo salí a ver que pasaba con mi puesto de trabajo. Me empleé un año más en la oficina de chance, pues había terminado mi carrera universitaria y tenía un empleo como profesora en un colegio de la Localidad. Al Traque, así como a los clientes del chance me los seguía encontrando por las calles de Usme. A los que daban la cara los saludaba; a los que no, no les insistía. El Traque siempre dio cara, con golpes o sin ellos, siempre dio cara. A nadie nunca escuche decir que sentía odio por el Traque o que había sido golpeado o atracado por este personaje. Es por eso que el día que me encontré a Marcela en el bus, hace cuatro meses, me sorprendió escuchar la pregunta que me hizo -¿Si sabía que mataron al Traque?, al muchacho ese por el que usted me preguntó un día. De inmediato la cinta del cassette se me devolvió y el sentimiento de impotencia, rabia y dolor, invadió mi cabeza mientras observaba las dos cárceles que dan entrada a la localidad quinta de Usme; La Picota y el batallón del Ejército Nacional. Le pregunté a Marcela por el autor del crimen y dijo que no sabía. Sólo me contó que había visto los carteles funerarios que invitaban a su entierro. Hace veinte días volví a visitar la tienda de don Lito. Parecía que el tiempo allí no hubiera transcurrido. Los estantes seguían siendo los mismos y los clientes también. Aproveché la confianza que había ganado en algún momento y pregunté por el Traque. Ninguna de las cinco personas que estaban allí contestó nada. Sólo después de unos instantes don Ciro dijo: -A ese lo mataron- ¿Y porqué? pregunté Eso no se sabe - ¿Y quién lo mato?- añadí. Nuevamente don Ciro contesto –eso tampoco se sabe- . El ambiente se tornó un tanto desagradable, como que la confianza se había perdido o como que la discreción, con una pizca de temor, inundaba la voluntad de todos. No pregunté más, era obvio que nadie iba a pronunciar palabras al respecto. Así que pedí un paquete de galletas wafer y salí despidiéndome de todos y dando anticipadamente feliz navidad y próspero año nuevo

“El día que me encontré a Marcela en el bus, hace cuatro meses, me sorprendió escuchar la pregunta que me hizo -¿Si sabía que mataron al Traque?”


“Mona, a ese men lo mataron. ¿Merecía morir? – pregunté. El dijo: -No. Nunca en la vida, nunca en la vida. Ese men la guerreaba por lo suyo”

próspero año. Pasé al local donde quedaba la oficina del chance, el letrero ya no decía Apuestas Echeverry, de hecho ya no existe una empresa que tenga este nombre, pues el monopolio extranjero también coptó la empresa nacional de este sector. En el lugar hay ahora unas cabinas telefónicas y un café Internet. Entré a hacer una llamada y me encontré a Jaime. Aproveché y le pregunté por el Traque. Él, de forma muy educada ,dijo: -Mona, a ese men lo mataron. ¿Merecía morir? – pregunté. Él dijo: -No. Nunca en la vida, nunca en la vida. Ese men la guerreaba por lo suyo. Sí, era vicioso, pero nadie puede quejarse de que el pelao los haya lastimado, nadie-, insistió. El Traque fue, es y será uno de esos personajes que no se olvidan. Pues creo que hasta a la misma Leidy le marcó la existencia. Un día, de esos tantos, haciendo tareas y pasando ratos, me dijo que tenía que ganar el año porque su mamá le había dicho: -Leidy, Leidy, si no estudia y pierde el año se la va a llevar el Traque-. Por supuesto el Traque estaba llevado pero nunca se llevó a Leidy. Aunque a él si se lo cargaron. Se lo cargaron los paramédicos de la ambulancia cuando lo encontraron muerto en uno de los barrios de la UPZ Yomasa. Algunos dicen que fueron los del negro coche, aquellos de los que habla la canción de Andrea Echeverri: “Pilas, pilas gritan los ñeros. No se le haga raro que mañana no amanezcan. En las horas de la noche, en un negro coche. todos saben a qué vienen, qué intensiones tienen. Vienen los que hacen justicia,vienen con las manos sucias.Pilas, pilas, gritan los ñeros” Al Traque, a pesar de mi consabida muletilla utilizada para animar a los apostadores, nunca le di 'suerte y a la orden'. No era eso lo que él necesitaba. Sin embargo, es una de las frases que más se utilizan en los sectores populares carentes del beneficio de las políticas públicas. Al parecer la única ley que cobija a toda la población del país es la de seguridad, a la que más millones de pesos se le invierten del presupuesto anual. Es esa política de guerra auspiciada por el gobierno gringo la que deja sus efectos en nuestras comunidades.El arrancarle la vida al Traque es muestra de ello.

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espués que la apuesta humanista de la Ilustración se vio frustrada en manos de la burguesía y su revolución capitalista, y luego de la posterior reflexión del siglo XX acerca de ello; en este siglo naciente persiste una crecida tendencia a revaluar el sistema a través de discursos demagógicos que enaltecen el orden establecido apoyándose en la masificación. La posibilidad de control político y económico que brinda tener el manejo de los medios masivos de comunicación, es la mayor gestora del reacomodamiento del capitalismo y sus apuestas mercantiles. Luego de la Revolución Francesa, el poder era manejado por los burgueses, por la clase emergente europea, puesto que tenían el control económico y ponían el precio a sus mercancías y productos porque eran los únicos que las poseían. Posteriormente del periodo de guerras mundiales perpetradas en el siglo XX, por la lucha evidente del control económico y político mundial, el arte y las ciencias humanas han reflexionado fuertemente acerca del papel deshumanizador del capital. El arte de vanguardias, el existencialismo f ilosóf ico, el psicoanálisis y el descubrimiento de la naturaleza azarosa de la conciencia del ser humano, sirvieron como pilares para la reflexión y puesta en crisis del sistema imperante. Sin embargo, fenómenos como la masificación mediática y el fanatismo al comercio, a la compra y venta del alma, de la salud, de la felicidad, entre otras “maravillas” que permite el sistema, han posicionado nuevamente en lo más alto d e l a o rg a n i z a c i ó n o cc i d e n t a l

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Por: David Tarazona Callejas

la deshumanización, incluso del conocimiento y la reflexión. El individuo de los últimos veinte años está inmerso en el descubrimiento del “alma” del dinero, de la felicidad que le brinda empeñarse en seguir estereotipos que le implantan la educación y los medios masivos de comunicación. Muestra de ello, la increíble realidad de familias con televisor y sin condiciones de vida dignas: alimentación, salud y educación. Por ello, se hace necesaria una reflexión acerca del papel avasallador que tiene hoy, y desde hace por lo menos veinte años, la adoración cotidiana a los discursos reproducidos por los ejes del poder que han globalizado el mundo, con el fin de dominarlo, a través de la facilidad que brindan los medios de “información” legalizados por las mismas esferas de control. Vicente Verdú propone 5 aspectos que sustentan la problemática que se ha expuesto, no sólo en este texto sino en la mente de muchos seres humanos que contemplan objetivamente su realidad, y que explican el alcance que ha tenido hasta nuestros días la expansión del capitalismo, pese a sus fracasos y crisis ya bastante reseñadas por los pensadores y artistas de los siglos XIX y XX. ¿Cuál es la clave para que tal fuerza tenga tanto auge hoy en día? ¿Cuál el secreto para que la mayoría de la humanidad defienda la verdad que los está haciendo valer menos que el dinero? ¿Por qué la felicidad y el éxito se miden en dólares y en euros? ¿Por qué una realidad inventada en el televisor y otra diferente en las calles? Estas no son preguntas de un libro de auto superación, ni es una propaganda para que el lector se convierta a alguna religión.

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Simplemente son preguntas que surgen a partir de la ref lexión de lo que ocurre en la contemporaneidad, no sólo occidental, sino mundial. Todos los aspectos legitimadores e impulsadores, llamémoslos así, de los que habla Verdú son una forma de encubrir la adoración al consumismo, nuevo dogma en la renovada era del capitalismo. El primero, es la nueva individualización del sujeto. Después de que las críticas que han hecho autores como Jesús Martín Barbero, acerca del pensamiento masificado y la anulación de la individualidad, el capitalismo de ficción, así llamado por Verdú, procura volver a la individualización del sujeto. El problema es que lo hace no desde la crítica y la reflexión de cada individuo, sino desde la oferta de productos para cada “sujeto comprador”. Es así que cada sujeto no es un individuo para pensar y actuar desde su postura, sino solamente para comprar. Qué ironía, el individuo ahora es libre para comprar y exigir la particularización de los productos que va a consumir. ¿Será libre para decidir no consumir y adoptar otro, ritmo de vida, después de hacer una reflexión del verdadero papel de su existencia? Evidentemente, la respuesta es negativa. El segundo aspecto es la legitimación de la explotación al trabajador que hace el surgimiento de nuevos conceptos como el estrés por exceso de trabajo. Cuando la teoría marxista habló sobre el decaimiento del capitalismo debido a la baja de consumo de la clase trabajadora por la falta de salario suficiente, no contempló que éste se inventaría la forma para que el trabajador fuera explotado en el trabajo y en el mercado. El tercer aspecto: Dios es mi guía. Dios es el guía de gobiernos como el de Bush en EE UU o como el de Uribe Vélez en Colombia. Dios es el guía de atrocidades como, las guerras mundiales, la nueva cruzada en Irak, la desaparición de intelectuales políticos y estudiantes latinoamericanos a partir de los años sesenta, entre otros genocidios “necesarios” para mantener el orden. Yo diría: para mantenernos ordenados.

Otro aspecto propiciador del consumismo y la reafirmación del sistema capitalista es precisamente el aprovechamiento que se hace de la creciente necesidad, histórica, de creer en una fuerza creadora o aniquiladora de la vida. Aunque una de las apuestas de la modernidad fue la secularización de la idea de Dios, es falso que el hombre haya dejado en segundo plano la imagen de una fuerza superior que explique los misterios que la ciencia aún no ha podido. Es esta imagen la que el ser humano aprovecha para dominar a la mayoría y crea nuevas pseudoreligiones por televisión o Internet, sin olvidar las nuevas ofensivas de religiones monoteístas instauradas hace más de veinte siglos que al verse desplazadas por los medios, se han incluido a ellos. El cuarto aspecto es la presentación de la verdad en los medios y en las esferas sociales, que tiene que ver con el quinto aspecto porque está directamente relacionado: La ética maquillada, o cosmética como la llama Verdú. En los medios de comunicación se presenta la realidad que al público, que es el consumidor de lo que éstos le venden, le interesa ver. Al consumidor le interesa ver la realidad que la ética cosmética proclama: quiere ver cómo viven los grandes y famosos benefactores del mundo, que usan estrategias de donación de unos pocos millones de dólares que les sobran para crear fundaciones contra las problemáticas que ellos mismos han ayudado a cultivar al obtener su riqueza. Entonces surgen campañas publicitarias de multimillonarias tabacaleras para ayudar a los enfermos de cáncer o de multimillonarios países que dominan a otros con la excusa de liberarlos de grandes males. El monopolizador del poder económico y político tiene ahora la imagen de benefactor. Por eso es que ahora la imagen lo es todo, y los medios de comunicación son los encargados de maquillarla para que sea más hermosa a los ojos de todos y a nadie le moleste. ¿Dónde queda la verdad? Realmente nadie sabe. Lo peor es que sólo unos pocos se preocupan por encontrarla y descubrir la realidad. Esta es la reflexión enorme que queda por hacer desde campos como la filosofía, el arte, la política y la ética.


MEGAPROYECTOS DE INFRAESTRUCTURA: LA INICIATIVA IIRSA* EN COLOMBIA Por: Luisa Fernanda Hernández lfhernandezm@unal.edu.co

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Un texto que nos invita a mirar con sumo cuidado el tema de los megaproyectos de infraestructura; los que, para la autora, no deben ser tomados sólo como simples puentes, carreteras, o ríos drenados que van a permitir la integración del continente y van a generar trabajo para todos. *IIRSA: Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Sur Americana.

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.... una agenda consensuada de 31 proyectos de alto impacto que

se llevarían a cabo entre el 2005 y el 2010 con un valor aproximado de $6.300 millones de dólares.

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través de este breve artículo me gustaría dar a conocer qué es eso de la Iniciativa IIRSA, de qué formas está involucrada Colombia en ella y dar algunas ideas de por qué es importante pensar estos temas de por sí bastante ladrilludos. Desde el punto de vista institucional (1), esta iniciativa es “un foro de diálogo” entre las autoridades, léase presidentes, de los doce países suramericanos para lograr un “patrón de desarrollo territorial equitativo y sustentable”; sin embargo, en términos concretos esta Iniciativa firmada en el año 2000 en la Cumbre de Presidentes de América del Sur, llevada a cabo en Brasilia, contempla la realización de 507 proyectos de infraestructura de transporte, energía y comunicaciones, orientados a conseguir la integración física del continente, y de paso del hemisferio, los cuales representan una inversión estimada de 69.000 millones de dólares (2). De igual manera, en la reunión que se desarrolló en el 2004 se estableció una agenda consensuada de 31 proyectos de alto impacto que se llevarían a cabo entre el 2005 y el 2010 con un valor aproximado de 6.300 millones de dólares. En Colombia se realizarán 3 de estos proyectos, pertenecientes a 2 de los 10 “Ejes de Integración y Desarrollo” en que se divide la Iniciativa: el Eje Andino y el Eje Amazonas. Los tres proyectos para Colombia son: 1) Carretera Pasto – Mocoa, 2) Recuperación de la navegabilidad del Río Meta, y 3) Paso de Frontera Cúcuta – San Antonio del Táchira. Los cuales serán financiados con recursos públicos a través del endeudamiento, y privados, a través de concesiones. En el país las entidades encargadas de la Iniciativa son el DNP y el INVIAS (3). De hecho, para el proyecto: Carretera Pasto –

Mocoa, de importancia estratégica por permitir la unión entre el Océano Pacífico y el Atlántico (Entre Tumaco en Colombia y Belem do Pará en Brasil), el B I D ( 5 ) “a p o r tó” u n a co o p e ra c i ó n “n o reembolsable” de 1.3 millones de dólares, para realizar una Evaluación Ambiental Regional, y diseñar un Plan de Manejo Básico Ambiental y Social de la Reser va Forestal de la


el tema de la infraestructura no puede verse desligado de otras esferas de la vida social que son determinantes para entender la importancia estratégica que estos megaproyectos pueden llegar a tener.

Cuenca Alta del Río Mocoa, la cual será atravesada por la construcción de la variante entre el municipio de San Francisco y el de Mocoa e n e l d e p a r t a m e n t o d e l P u t u m a y o. En mi opinión, el tema de la infraestructura no puede verse desligado de otras esferas de la vida social que son determinantes para entender la importancia estratégica que estos megaproyectos pueden llegar a tener. En otras palabras, es indispensable que al hablar de una iniciativa como la IIRSA se aborden temas como el de la seguridad (5) , la integración hemisférica y regional, o la globalización de la economía. Por ejemplo, en el documento de la Estrategia del Comando 2016, del Comando Sur de los Estados Unidos: Amistad y Cooperación por las Américas, publicado en Marzo de 2007 (6) , se afirma que los recursos energéticos y la i n fra e s t r u ct u ra q u e l os re s pa l d a s on fundamentales para garantizar la prosperidad regional y, de paso, garantizar los objetivos de Estados Unidos, que no son muy claros en el documento. Para Estados Unidos y en documentos como la E s t r a t e g i a d e Fo r t a l e c i m i e n t o d e l a

Democracia y el Desarrollo Social (2007-2013), publicado por el DNP (7), las principales amenazas a la seguridad, la estabilidad y la prosperidad son: la pobreza y la desigualdad, la corrupción a nivel institucional, el terrorismo y los delitos que tienen cabida en los espacios “no gobernados” o “mal gobernados”, de ahí la importancia que le dan al control de todo el territorio colombiano y en ese sentido los megaproyectos sirven también a ese fin, porque junto con la construcción de carreteras y puentes, va la militarización de esas zonas para proteger los f lujos de importaciones y exportaciones. Considero fundamental la concepción de seguridad que maneja EU porque ésta influye en la visión que se tiene sobre lo que significa desarrollo y la visión que de paso el gobierno colombiano ha incorporado sobre el mismo. Desde mi punto de vista, el discurso institucional que une la seguridad con el desarrollo está articulado de la siguiente manera: la pobreza, resultado de que Colombia no se haya integrado a la economía mundial (8), y la desigualdad en la distribución del ingreso y los beneficios del crecimiento generan exclusión, terrorismo y delitos como el narcotráfico o el lavado de activos que amenazan el funcionamiento de la democracia, pero que además merman la conf ianza de los inversionistas, locales o extranjeros, para invertir en estos países por la falta de garantías, y entonces, teniendo en cuenta que el crecimiento económico depende de la inversión y la inversión facilita la integración exitosa de las economías nacionales y regionales a los circuitos globales, la cual genera desarrollo, es imprescindible que el estado garantice las condiciones de seguridad para mantener un


Nos han hecho creer que las únicas opciones para “salvarnos” son la aprobación del TLC, aumentar los cultivos agroindustriales de palma africana poniendo en riesgo nuestra seguridad alimentaria y privatizar todo o casi todo, no necesariamente debe seguirse este camino.

nivel creciente de inversiones. En resumen, para el gobierno es necesario que exista seguridad para generar desarrollo y es necesario que haya desarrollo para erradicar las condiciones de pobreza y desigualdad que dan paso a las amenazas a la seguridad. Este es un argumento circular que no explica nada y que puede ser ilustrado con el siguiente fragmento: “La integración a una economía mundial en expansión requiere utilizar recursos que históricamente jamás se aprovecharon y emplear de forma eficiente otros, inadecuadamente utilizados, a causa de la tendencia de la economía nacional a volcarse sobre el pequeñísimo mercado interno…El incremento en la productividad es una de las consecuencias más benéficas del comercio internacional para países que, como Colombia, han estado históricamente aislados de la economía mundial” (PND 20062010: 23). En este contexto, el crecimiento económico ininterrumpido y la inserción de Colombia en la economía global, a través de un modelo de crecimiento hacia fuera; es decir, exportar todo lo q u e te n g a m o s, p o rq u e s e g ú n m u c h o s economistas, esas son las ventajas comparativas de Colombia, aparecen como el único camino posible para alcanzar el desarrollo, acabar con la pobreza y la desigualdad a través de la distribución de recursos, siendo que no necesariamente es así. Aunque nos han hecho creer que las únicas opciones para “salvarnos” son la aprobación del TLC, aumentar los cultivos agroindustriales

de palma africana poniendo en riesgo nuestra seguridad alimentaria, privatizar todo o casi todo, no necesariamente debe seguirse este camino, como ya muchos lo han señalado. Para Arturo Escobar, en su libro La Invención del Tercer Mundo, la idea del desarrollo manejada cotidianamente- que se asocia con escuelas, carreteras, todos homogéneos, sin pobreza, produciendo y exportando- es una invención histórica creada en Estados Unidos luego de la Segunda Guerra Mundial, para crear las diferencias entre el primer mundo, el segundo y el tercero, y de esta forma justificar la intervencin de éste país en pro de evitar la expansión comunista y de paso, la movilización social. No quiero presentar aquí una teoría de la conspiración estadounidense, pero sí quiero invitar a que se analicen las decisiones que se toman en el país con relación a un contexto más amplio. Es decir, que los megaproyectos de infraestructura no se tomen como simples puentes, carreteras, o ríos drenados que van a permitir la integración del continente y van a generar trabajo para todos. La invitación es a que se miren en relación con la visión de desarrollo o de seguridad que se maneja en el país, en Estados Unidos, en América del Sur, y que se analicen con relación al Plan Colombia, a la Visión Colombia II centenario: 2019, entre otros. Porque, aunque en apariencia todos estos proyectos corresponden a iniciativas particulares de Colombia, tal y como lo muestra el PND 2006 – 2010, hay influencias más grandes que determinan qué se hace y qué no se hace.


Citas: 1. Para mayor información institucional se puede consultar la página web: www.iirsa.org 2 . P a r a m a yo r i m f o r m a c i ó n , c o n s u l t a r e n : www.iirsa.org//aic.asp?CodIdioma=ESP 3. Departamento Nacional de Planeación e Instituto Nacional de Vías. El pasado mes de Diciembre, la directora del DNP, Carolina Rentaría fue elegida como la presidente del Comité de Dirección Ejecutiva de la iniciativa IIRSA para el año 2008. 4. Banco Interamericano de Desarrollo. 5.Con una visión militar de la seguridad, pero también con una visión un poco más amplia de la seguridad que tiene que ver con el bienestar de la población y la reducción de la desigualdad. 6.Documento disponible en www.southcom.mil 7.Texto disponible en www.dnp.gov.co 8. Según el DNP, en el Plan nacional de Desarrollo, países como Colombia han estado históricamente aislados de la economía mundial. No obstante, es

extraño encontrar una afirmación como esta en un texto del año 2007, siendo que toda la teoría de la dependencia desde la década de 1960 afirmó que la pobreza de estos países no se debía a que no estuviera insertada en la economía internacional, sino precisamente a la forma desfavorable en la que se habían insertado en dicha economía (Dos Santos, 1970). BIBLIOGRAFÍA DOS SANTOS, THEOTONIO. 1970. “The structure of dependence”, en American Economic Review, Vol 60, No. 2. Pp: 231-236. ESCOBAR, ARTURO. 1998 [1996]. La invención del tercer mundo. Bogotá: Editorial Norma

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“EL TUERTO REINA EN EL PAÍS DE LOS CIEGOS”

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(Una mirada crítica sobre la Escuela en tiempos de globalización)

Por: José Gabriel Suárez Merchán

El neoliberalismo se presenta como la única alternativa y el único enfoque realista; puesto que la otra alternativa, que es el comunismo ha fracasado. De este modo, la supremacía del capitalismo y de su proyecto de nueva fase, el neoliberalismo, hace que el mundo esté en proceso de quedar totalmente mercantilizado, tanto a través de la mercantilización de aquellos elementos de asistencia pública que el Estado de Bienestar desmercantilizó, como por la extensión de la forma mercantil a todos aquellos ámbitos que hasta ahora se habían librado de ello” (Iyanga Pendi Augusto, Política de la educación y la globalización neoliberal, Ed. Universidad de Valencia, Pag 67, 2004)

Con el paso del tiempo se hace definitiva la consolidación de un nuevo modelo que presenta a la “globalización” como una práctica vigente y más que necesaria en el mundo actual; para conducir a los diferentes estados a un particular y eficaz proceso de desarrollo, que al generarse de manera simultánea, termina convirtiéndose en un movimiento mundial y que, obviamente, se practica necesariamente con un carácter colectivo, que de alguna manera obliga la vinculación de todos aquellos que no quieran atravesar por una etapa de retrazo aún más notoria que la actual, esto sobre todo en cuanto a los países latinoamericanos se refiere.


Visto que la globalización en primera instancia se entiende como un proceso económico, hoy día es fácil dilucidar cómo la afectación que este fenómeno produce, redunda en casi todos los aspectos políticos, culturales y sociales de cada país donde se hace presente, permeándolos y creando la necesidad impajaritable de incorporar en las políticas estatales una propuesta de visión holística, que tenga como marco de referencia la totalidad y no la particularidad. De esta manera se van descubriendo las enormes falencias frente a los sistemas económicos latinoamericanos, copiados y/o adoptados, en la mayoría de los casos, de manera arbitraria de los desarrollados en Europa y Estados Unidos, propiciando un desequilibrio frente a las políticas de estado que además de no ser coherentes con las necesidades generales de cada nación, de desfragmentarlas y priorizarlas de manera improcedente, tratando de dar una solución parcial y dejando de lado la búsqueda de soluciones eficientes que permitan cobijar una mayor cantidad de necesidades, no son lo suficientemente sólidas como para mantener una continuidad y se esmeran por garantizar únicamente el beneficio inmediato de sus intereses particulares. Infortunadamente la dinámica constante en la mayoría de los países latinoamericanos es la inestabilidad y la incoherencia en cuanto a las políticas de estado, suscitando que las p ro p u e s t a s d e go b i e r n o co n t r i b u y a n notablemente en detrimento de los procesos de desarrollo de cada país y respondan, sólo en ocasiones, a problemáticas aisladas que denotan una falta de proyección, impidiendo eficacia en la consolidación de una propuesta social, cultural, política, educativa y económica reforzada en el tiempo y el espacio; única salida para afrontar de manera acertada el fenómeno de la globalización. Por todos es bien sabido que hay una generalización de problemáticas en los países latinoamericanos y que, a pesar de que en algunos de ellos dichos conflictos se evidencian de manera más aguda, sigue

prevaleciendo la falta de políticas educativas sólidas como factor detonante que impide hablar de desarrollo, evento que como el sentido mismo de la palabra indica, debe concebirse como un ejercicio constante. Es imposible hablar de globalización cuando no se cuenta con un programa de educación, que ofrezca a los ciudadanos la posibilidad de formarse y mantenerse a la par con los conocimientos, los avances científicos y las tecnologías de punta, de tal manera que se pueda tener un avance sino equiparable, por lo menos no anacrónico con el resto del mundo. Tal como lo plantea Ezequiel Ander Egg, en su libro Debates y Propuestas Sobre la Problemática Educativa, a menudo la escuela enseña contenidos del siglo XIX, con profesores del siglo XX, a alumnos del siglo XXI. Y pese a que es una frase que en primer instancia genera duros cuestionamientos, no pasa de ser un comentario irónico que afecta ciertas susceptibilidades, sobre todo las de aquellos que fueron educados bajo ese modelo y lo consideran todavía pertinente. Es indiscutible que los modelos pedagógicos que han servido de referencia para la formulación de propuestas educativas en Colombia, han tenido sus aplicaciones en contextos lejanos al nuestro y que por obvias razones no han servido más que como placebos que de momento sirven para extinguir los visos de inconformidad por parte de algunos sectores. En este lugar es donde más se ha notado la influencia de organismos como el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial, regentes del movimiento educativo latinoamericano que a nivel mundial presentan u n a i m a ge n f avo r a b l e q u e s e vo l có estrepitosamente sobre los países subdesarrollados, pero que en realidad no buscan más que la modificación de cifras y resultados que más adelante les garanticen, a través de la mano de obra, la retribución de sus aportes. La falta de capacitación constante a docentes y la falta de un horizonte claro impide que se pueda fortalecer la educación, pero lo más -37


Hace falta un control exhaustivo que impida que el producto adquirido no sea sólo un paquete básico que someramente alivie el mal del analfabetismo

estrepitoso es que no hay siquiera una mínima intención para que este proceso se pueda gestar, ya que la desvirtuación de la educación es un mal progresivo, ésta, ha dejado de fijarse en el estudiante como la razón primordial de su existencia y ha comenzado a ver el conocimiento como un producto de fácil elaboración y distribución, en otras palabras: la educación se ha convertido en una maquinaria económica muy fuerte, en un buen negocio; el estudiante paga por un ser vicio, es decir compra el saber. Infortunadamente en este sentido hace falta un control exhaustivo que impida que el producto adquirido no sea sólo un paquete básico que someramente alivie el mal del analfabetismo (como hasta ahora lo es). Por ello se hace necesaria, además de urgente, la ge n e ra c i ó n d e u n p ro g ra m a e d u c a t ivo latinoamericano que no sólo se preocupe por la reducción de los niveles de analfabetismo, o por la ampliación de la cobertura, sino que busque desarrollo de aprendizajes significativos, que tengan en cuenta al individuo, su contexto, su desarrollo personal y laboral; de esta manera se puede garantizar la formación de seres productivos, líderes, con amplio sentido de pertenencia, comprometidos con la transformación social, que aporten a la construcción colectiva de la nación. Dicha transformación debe ser tanto de forma como de fondo y debe involucrar a todos los entes estatales, no gubernamentales, empresa privada y comunidad educativa en general, es decir, sólo con la participación de todos, apoyados con una gran inversión en recurso humano, físico y económico se podrá generar una reforma educativa que permita a América Latina obtener una participación

activa y eficiente en relación con el resto de países del mundo. Para tal efecto se establece la conformación de la OEI (Organización de los Estados Iberoamericanos), entidad que desde su nacimiento ha buscado la unificación de criterios que permitan a todos los países latinoamericanos desarrollar un proceso conjunto teniendo como cartapacio la globalización, encontrándola como herramienta fundamental para la implementación de un nuevo modelo educativo, de carácter más social e igualitario, que permita a este conjunto de países buscar nuevos horizontes, lejos de la pobreza y la marginación. “La educación está en una encrucijada: debe saber conservar lo esencial y desprenderse de lo accesorio. La lógica económica que sigue la globalización conduce a nuevas formas de exclusión social a través de una distribución desigual de las oportunidades educativas. La lógica de la educación debería controlar los efectos de los cambios, pero sin renunciar a los principios de la escuela democrática”. (Fabricio Caivano). Dicho plan requiere de varios aspectos para su desarrollo, entre ellos el establecimiento de políticas de administración y gobierno que estén valoradas en sentido colectivo y no con el carácter individualista que hasta ahora se presenta con mucha frecuencia en la mayoría de países, requiere, a su vez, de un cambio de conciencia que verdaderamente reconfigure la significación del ciudadano, ya que está claro que no se puede pretender tener un pensamiento global, cuando no se tiene un sentido local. “Si no atendemos a los problemas locales


Sería un acto de irresponsabilidad conocer la realidad crítica por la que está pasando la educación en la actualidad y no hacer nada al respecto

básicos, jamás accederemos a la muy celebrada globalidad, asociada ésta a la posibilidad de relaciones isonómicas entre las naciones y de equidad en el acceso a servicios para el bienestar social”. (Bello Ma. Eugenia, Educación y Globalización, Pag 26) Para poder establecer de manera eficiente este proceso de transformación en el sistema educativo se requiere, de la misma manera, hacer un proceso de transformación sobre la sociedad, generar nuevos ciudadanos que estén en capacidad de proporcionar solución eficaz a las necesidades presentes, que conozcan el contexto situacional de su país, que asuman responsablemente esa realidad propia y se comprometan con su transformación, en pocas palabras: nuevos ciudadanos requieren nuevos maestros, ya que es imposible pretender que un sector dogmático de pensamiento anacrónico lidere un proceso de actualización en la educación. Se hace urgente formar nuevos ciudadanos, capaces de asumir la nueva era planetaria.( Edgar Morin, en el libro Los siete saberes necesarios para la educación del futuro, habla de la era planetaria, como la experiencia colectiva que el ser humano co m i e n z a a a f r o n t a r y p a ra l a c u a l , infortunadamente, aún no está preparado; manifiesta que dicha era requiere la generación de una sociedad con conciencia crítica y propositiva frente a la necesidad urgente de entender al planeta como un sistema que agobiado por un historial de ineficiente administración y poca optimización de los recursos naturales, se

encuentra en un periodo de crisis, del cual solo podrá sobreponerse cuando se asuman compromisos serios por parte de las potencias mundiales, cuando se comprenda que el planeta y la responsabilidad para con él es de todos quienes lo habitamos.) Dentro de la pedagogía constructivista de la Transformación (PECONTRA) se plantea un nuevo modelo educativo, que busca la formación de una sociedad democrática participativa, con u n c i u d a d a n o s o l i d a r i o, h u m a n i s t a y comprometido. Y como el proceso de formación de nuevos ciudadanos, implica a su vez de un nuevo grupo de formadores, es por eso que cobra importancia l a p ro p u e s t a d e l Mo d e l o Pe d a gó g i co Investigativo, Vivencial, Interciencial y Participativo, que busca como primera medida la formación de docentes investigadores participativos. Sería un acto de irresponsabilidad conocer la realidad crítica por la que está pasando la educación en la actualidad y no hacer nada al respecto y, más aún, que los docentes no hagan nada por ofrecer una solución y, aunque el panorama es desconcertante, no es permisible ni tan siquiera pensar en dejar en mano de las futuras generaciones de formadores el problema, puesto que nadie podrá jamás enseñar algo que desconoce. Por ello la propuesta de formar docentes comprometidos con la investigación, con la reformulación y aplicación de nuevas propuestas que en realidad vinculen al estudiante e n l a c o n s t r u c c i ó n d e l s a b e r, p e r o

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No hay un pensamiento colectivo que lleve a todos los países a sentirse ciudadanos del mismo mundo, de hecho ni siquiera hay un pensamiento colectivo que lleve a los colombianos a sentirse habitantes del mismo país que no se limiten a hacerlo de manera escueta, sino que a través de la práctica vivencial del acto mismo de aprender logren establecer esa comunicación directa con la construcción colectiva del saber. Cuenta con un papel protagónico, entonces, el hecho de la intencionalidad; quien sabe para donde va, logra llegar; si se busca la formación de un sujeto integral comprometido con la transformación social, se debe comenzar por el mismo sujeto, es imposible adquirir sentido de pertenencia por un espacio que se considera ajeno; es imposible tratar de hablar de identidad cultural, cuando se ha sido alienado por otras culturas externas; es imposible formar líderes comprometidos por la transformación social cuando no se tiene conciencia de qué es lo que se debe transformar. Muchas veces los jóvenes rechazan sus tradiciones culturales simplemente porque ignoran el sentido real que ellas tienen y no se les puede culpar por eso. La educación, la ciencia y la tecnología, infortunadamente, no van de la mano y esto impide que se pueda hablar de un avance integral. Sin la pretensión de proponer un panorama desalentador, pero tampoco queriendo pasar por alto la situación de orden mundial, es preocupante a la vez que innegable la realidad que hoy se afronta, puesto que paradójicamente la curiosidad constante del hombre por conocer todo cuanto está a su alrededor, por entender su funcionamiento, por buscar afanosamente el conocimiento y el poderío que este concede, por la búsqueda constante de nuevas y mejores condiciones

de vida que faciliten su estadía en este mundo; esa misma curiosidad, es la que lo ha llevado con su afán desmedido y su codicia insaciable a destruir, lenta y dolorosamente, su casa. La preocupación por la utilización de armas de destrucción masiva se hace mayor cada día; la erradicación de especies y recursos ya no es noticia; la devastadora presencia del hombre sobre la tierra lo han llevado a recibir varias cucharadas de su propia medicina y a iniciar el conteo regresivo de su propia aniquilación. No hay un pensamiento colectivo que lleve a todos los países a sentirse ciudadanos del mismo mundo, de hecho ni siquiera hay un pensamiento colectivo que lleve a los colombianos a sentirse habitantes del mismo país. No hay un ápice de sentido colectivo para que todos se sientan comprometidos con la construcción de una nación justa, igualitaria y democrática, de hecho todos creen que la mejor alternativa está en salir en cuanto se tenga oportunidad, nadie se detiene a pensar que aunque a nadie le gusta recoger el desorden ajeno, éste deja de ser ajeno cuando me está afectando y me impide ser y crecer. Quienes ya se han dado cuenta de ello, están interesados por hacer un último esfuerzo para dar un giro a la historia de la humanidad, a pesar de que no es nada fácil, tampoco es imposible de lograr, su intención es positiva y seguramente arrojará buenos frutos, claro que se hará posible siempre y cuando a todos los ciegos del planeta (categoría que incluye a los que no quieren ver más allá de sus narices) no se les ocurra seguir con la dinámica de la reelección de los tuertos.


Final del juego

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Por: Alex Ramírez

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aulo nunca estuvo convencido que la escritura fuera el mejor medio de expresión para contar su historia, fragmentada e incoherente después de todo. La escogió como último recurso tras una separación difícil con Dania, su esposa, y una consecuente crisis que lo llevó a perder su trabajo como bibliotecario, que consiguió casi por error. En realidad nunca tuvo grandes pretensiones como escritor y, a lo largo de su vida, rodeado

de libros que recordaba por su diseño de portada - ya que siempre quiso viajar a esos lugares exóticos que aparecían en ellas- o por su razón bibliográfica, nunca tuvo interés por la gran literatura, por poseer lo que se conoce como cultura general o por pertenecer a las pequeñas élites seudointelectuales que asistían a la sala de tertulias de la biblioteca y daban la impresión de estar muy satisfechos de sí mismos, consagrados y convencidos de su amor por las letras. -41


Luciano quería escribir sobre lo mejor que había hecho en su vida, que definitivamente no era su empleo, su cartón de bachiller o su carrera de derecho. Quería escribir sobre sus juegos con Dania. Antes de empezar, el día anterior dejó un mensaje en el teléfono móvil de Dánia, donde, haciéndose pasar por un compañero de la biblioteca, le pedía una cita en la plaza de las Nieves para darle un dato importante sobre Paulo. Dejó sus muebles como parte de pago de una habitación terrible que rentó en la Candelaria y, sin decir nada, se dirigió a la Plaza de las Nieves, el lugar donde, se podría decir, vería a Dánia por última vez. Tenía dos cajas de tiza en las manos, sacó una de ellas, se arrodilló en el suelo y comenzó a escribir. “El adulto no se forma a los dieciocho años; lo hace en el momento en que

maridos sinque usted lo note, máxima discreción”. Cuando recibió el mensaje se estaba bañando. Le parecía extraño que alguien tan lejano a ella quisiera hablar sobre Paulo, sin embargo decidió estar allí. Avanzaba lentamente en su escritura, su capacidad de concentración era escasa y se detenía en asuntos como la durabilidad de la tiza en relación con la distancia que pretendía abarcar, pero a medida que se desarrollaba su escritura, Paulo tomaba más en cuenta la textura de las superficies, la presunta edad de los muros respecto a las capas de pintura que el tiempo iba desmoronando, las fechas y eventos que los carteles a medio arrancar dejaban como vestigio de lo que ya pasó. Pensaba en la memoria de la ciudad como una extensión de su

las fechas y eventos que los carteles a medio arrancar dejaban como vestigio de lo que ya pasó. renuncia al juego. La cédula, al ser presentada ante el mundo, nos hace acreedores de toda la escenografía que han montado para nosotros, unos hombres sin rostro que ya no serán más los adultos, sino una nueva raza de niños sombríos que nos atrapan y nos arrancan suavemente la alas, dejándonos vivos reptando por el suelo; entonces, la tortura se convierte en la nueva modalidad de juego y todos aspirarán poder jugarlo algún día, aunque eso les cueste renunciar al niño que fueron en un principio…” No muy lejos de allí, Dania, su ex esposa, empacaba sus cosas para mudarse a un apartamento más amplio con su nuevo novio Jean Pool. Y no era que Paulo no le hiciera falta, sólo deseaba no estar mucho tiempo sola y Jean Pool había llegado como una imagen fresca de sus momentos más efervescentes con Luciano; lo había reemplazado por alguien que parecía haberlos espiado hasta en sus momentos más íntimos; esto la asustaba porque toda situación análoga con su antigua relación le parecía un remedo abaratado, un clisé de alguien que pone un aviso clasificado diciendo: “reemplazo

propia memoria, como un cuaderno que él mismo borró para, luego de muchos años, frotar sus hojas con un lápiz y descubrir lo que siempre ha estado allí. Recordó el momento en que vio a Dánia por primera vez: los ojos pasando rápidamente por entre la multitud, la sensación de un vacío embriagante lleno de expectativas; en aquella estación de buses, tiempo después, un pacto tácito empezaba a tejerse entre los dos; la realidad no sería la misma y esa felicidad que se brindaban consistía en la savia más pura que los hacía ser dioses de sí mismos; y la ciudad con sus accidentes, sus requisitos y sus malformaciones, era el escenario perfecto para desarrollar lo que de niños, sin tener idea uno del otro, habían protagonizado en el patio de sus casas, con sus juguetes y su soledad tranquila. “…Como aquellas ocasiones en que Dania y yo fingíamos no conocernos; nos subíamos al bus y allí comenzaba todo: sin nada planeado, nuestra meta consistía en volvernos a conocer antes de que alguno de los dos bajara y esto podía ocurrir en cualquier momento. En uno de aquellos viajes sin rumbo, el bus estaba


tan lleno que apenas podíamos vernos el escorzo, un ojo, la mano en la varilla. Frente a mí, una mujer ejecutiva, muy joven, se delineaba los ojos. Dania no pudo evitar bajarse con la corriente humana que crecía a borbotones. En un instante noté el lápiz labial que asomaba por el bolso de la mujer, lo saqué rápidamente y escribí mi número telefónico en la ventanilla del frente. Todo fue tan rápido que no supe si Dania había logrado escribirlo; el juego era tan definitivo, que nuestra relación dependía de él. Duré mucho sin saber de ella y temí no volverla a ver. Veinte días después me llamó. Había alcanzado a anotar el teléfono pero con dos números errados, así que le pidió el favor a una amiga, que probara todas las posibilidades numéricas hasta lograr contactarme; al principio, ella se negó porque no

construyeran de manera recíproca y se renovaran constantemente. En realidad ella, ante Paulo, fue igual de dócil, y eso le molestaba aún más: darse cuenta de sus antiguos errores en la persona que quería amar. Recordó la cita con el bibliotecario y salió sola, con el pretexto de comprar una pastilla. Por la carrera séptima la gente le pareció tan dócil como su novio, pero pensó que siempre se es fuerte en comparación a otro y avanzó muchas cuadras sin pensar en nada, sólo la brisa y las voces como rumores de fondo. Tal vez se había equivocado con Jean Pool, y renegó de su educación que le enseñó muchas cosas inservibles en la vida, pero nunca le enseñó a tomar la decisión correcta. En la Plaza de las Nieves descansó unos minutos y arregló la cadena de su bicicleta; mientras lo hacía,

avanzó muchas cuadras sin pensar en nada, sólo la brisa y las voces como rumores de fondo. comprendía nada. Dania sabía de memoria mi número desde hacia un año. Después de probar dieciocho veces y someterse a insultos, obscenidades y conocer otro tipo con mi nombre, decidió buscar un día entre las cosas de Dania, y allí lo encontró. A ella le dijo que lo averiguó en la llamada número veintitrés…” aquel fragmento lo escribió con marcador borraseco, en el paradero donde esperaban la ruta para ir al centro de la ciudad, sobre una publicidad de coca-cola. No quería utilizar un material permanente porque su intención no era prolongar sus recuerdos que, aunque bellos, resultaban muy dolorosos. Quería que el tiempo se encargara de borrarlos. Aquella máxima de Epicuro donde la felicidad también consiste en regocijarse con los recuerdos, no le pasaba a Paulo. Una mañana soleada de domingo, Dania se sentía animada para salir en bicicleta y fingir uno de esos accidentes en ciclo-vía que planeaba con Paulo. Jean Pool la apoyaba en todo, con docilidad y entusiasmo, pero como si en el fondo le pareciera ridículo. Esa docilidad molestaba a Dania, porque estaba acostumbrada a que los juegos se

extrañamente se fijó en una línea de palabras borrosas, lo hizo porque algo familiar había en ellas, de alguna manera conocía esa letra. “…Suena música jazz y sus frías caricias son lo que más se parece al amor: cuando ya se ha podido definir una nota, cierta armonía, un ritmo determinado, la canción cambia, no permanece estable y hay que empezar de nuevo. Con el amor siempre se empieza, pero ¿Cuándo se dirá que podremos acabar con él?...” Indudablemente se trataba de Paulo: su estilo de letra, su gusto por el jazz…pero sobre todo, y fue el detalle definitivo, lo supo porque estaba en frente suyo, escribiendo en el piso de la plaza. Estaba en frente suyo y no supo qué decirle. Se devolvió en bicicleta lo más rápido posible y cuando entró al apartamento le dijo a Jean Pool que se iba, que no podía seguir viviendo más con él. Le hubiera gustado penetrar en él para saber a donde iría. Cuando llegó a Las Nieves le dijeron que se acababa de ir no se dónde, al manicomio seguramente. Odió tener esa incertidumbre, porque en este juego no había sido invitada, y por más que quisiera entrar no conocía las reglas. Donde estuvo el texto solo quedaban manchas de polvo blanco y -43


... la esperó viendo crecer el curubo de la casa hoja por hoja

algunas letras incoherentes, sin embargo, miró cada una para poder hallar un indicio que le permitiera armar una secuencia lógica, un signo minúsculo rescatable entre el barullo de la gente, el viento flagelante y los miles de accidentes insignificantes que rodearon aquel acto breve, efímero y frágil, que contenía una información tal vez, solo valiosa para ella. Recordó que en aquel lugar ellos se vieron por última vez, hace unas tres horas; le parecía un poco tonto, pero era lo único que tenía para construir un recorrido, un mapa mental, eso era: los lugares donde habían inventado sus juegos. Paulo tenía la cara curtida, las personas le llevaban de comer y le preguntaban cosas que no respondía. No volvió a hablar. Luego de una semana de pedir tizas, caminar barrios enteros y escribir sin pausa, la poca gente que lo acompañaba compartía su silencio. Se sentía tan despojado de sí que no podía fijarse en algo particular, sólo su tarea lo embargaba, y tuvo la necesidad de abandonar su forma de narrar en primera persona, de no contar más sus anécdotas, de terminar su escritura… al fin y al cabo había llegado hasta el lugar donde él esperaba, si descifraba el juego, llegaría la mujer por la cual emprendió su cometido imposible. “…Dania lo llenaba todo de significados nuevos, una palabra salía de su boca y se volvía amarilla, tenue, inconfundible, de su garganta salía para buscar en sus olores tibios, en su música blanda de arena

que cae sobre los poros húmedos…se separaron porque ella quería volver al patio de su casa y aislarse del mundo solo con él; se separaron porque él quería huir de su casa materna para inventar afuera los juegos que nunca le habían dado… en la puerta de su casa la esperó más que el día del juicio final, con talismanes y santos que le regalaron por el camino; la esperó tanto que pasaron los años y él ya se había encariñado con sus viejos; la esperó porque ya quería tener nietos sin haber tenido aún hijos; la esperó viendo crecer el curubo de la casa hoja por hoja, hasta que un día llegó una carta y una cajita con la ceremonia del té, donde decía que Dania estaba recorriendo el mundo en busca de Luciano, porque ella no podía seguir sintiendo todo eso.” Recorrió todos los sitios, la estación de buses, la avenida veintiséis, los bares de la Macarena, San Victorino… Lo recorrió todo en estricto sentido cronológico en flash back. Pero le decían que no lo habían visto o que se acababa de ir. Seguramente nunca la esperaría, siempre estaría un paso más adelante que ella. Recordó la paradoja de Aquiles y la tortuga, que escuchó una vez en la sala de tertulias de la biblioteca cuando visitaba a Paulo, y supo que por más que se esforzara, siempre abría milésimas de tiempo, espacio y polvo microscópico entre los dos. Por unos instantes quiso regresar a casa de sus padres, pero pensó que no perdería nada si paraba un bus con ruta desconocida.


AL ESTILO JALISCO

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Por: Gina Paola Márquez

A las dos y cincuenta de la madrugada, emergiendo de unos espesos telones de niebla, se dejaron divisar unas candelillas que ascendían por la cordillera. Un poco más tarde ya se escuchó con nitidez el traqueteo de los motores, esforzándose en remontar la carretera, que se presentaba empinada, resbaladiza y llena de curvas. Se trataba de tres furgones, y por el rugido acezante de los motores parecía que venían con una carga siniestra, un lastre apenas comprable al que producen los instantes congelados del delito y la consiguiente captura en la mente de los delincuentes recién apresados. Eran tres camiones Ford 600, carpados en negro, sin placa, sin ningún distintivo, y al coronar el ascenso, se habían detenido al borde de la carretera.

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Mientras las luces de parqueo amarillas p a r p a d e a b a n , co n l o s m o to re s to d av í a ronroneando, el personal empezó a descender haciendo comentarios sobre el frío, la escarcha de hielo, el Polo Norte, los muertos preservados en nevera, las glaciaciones y la belleza de la luz añil de la madrugad, la ristra de placeres que siempre preceden a la salida del sol y que algunos estarían disfrutando ahora mismo bajo la calidez remota de unas cobijas de lana de chivo. Unos habían salido de las cabinas de los camiones, otros saltaban de la parte de atrás, desde unas cajas en madera de pino de ciento cincuenta por ciento treinta que llenaban las bodegas. "CKD 1—25", rezaba la marca roja de los guacales. Se frotaban las manos, jugaban con el vaho que salía de sus bocas, algunos fumaban, otros se pasaban vasos de plástico con tinto, por todas partes empezaron a sonar radios portátiles; se transmitían órdenes los unos a los otros, consultaban planos, listados, referencias. Pronto se pusieron de acuerdo para descargar los camiones y transportar las cajas hasta puntos estratégicos. Cuando el sol asomaba ya claro y la bruma se deshacía en jirones mucho más delgados, el personal ya había cubierto el lado derecho de la carretera con tulipanes plásticos, simpáticas flores amarillo cromo y rojo escarlata. El flanco izquierdo prefirió dejarse, en cambio, con doradas espigas de trigo —también de plástico—, y en conjunto daba la hermosa impresión de una pradera de oro; el efecto mejoró todavía más cuando se sometieron a prueba los ventiladores para simular viento. Cuatro ranchos de cartón, imitación bahareque, se habían armado en el borde de la carretera, espaciados unos quinientos metros uno de otro. En el primero de ellos, junto a una ceiba de fibra de vidrio, habían puesto un aldeano de cera que cargaba con un gallo de pelea en los brazos, y le habían acondicionado incluso una manguera para que pareciera como si estuviera orinando. Muy cerca de otro de los ranchos se veían grupos de gallinas de cuerda picoteando el piso, ejecutando saltos alados, repentinos, alegres; la verdad, nadie que los escuchara piar se atrevería a controvertir la realidad de estos pollos, nadie

los podría considerar juguetes hiperrealistas o artefactos de precisión. Otro rancho se había dispuesto como tienda, con un oxidado aviso de Coca Cola en la puerta, y adentro creaban magnífica atmósfera los bultos de naranjas y plátanos inf lables. En las afueras parqueaban dos tractomulas de papel aluminio, y si uno se acercaba un poco más, en las cabinas encontraría durmiendo a unos choferes de mazapán que se cubrían la cara con una bayetilla roja. Una vez se pudo ajustar la temperatura de las parrillas que irradiarían un clima fijo en los treinta grados centígrados, los tres furgones se llevaron a la mayoría del personal, y prácticamente no quedaron sino los técnicos de sonido bregando con sus paneles y sus altavoces para cuadrar la imitación de las chicharras, el correr de una quebrada en la distancia, el canto de los gallos, los golpes de peinilla desmontando, el rebuzno de los burros, los gritos de los compadres que se llaman de una loma a otra. Pasadas las cuatro de la tarde, llegaron dos buses con el decorado humano, y al igual que el personal de paisajismo que había venido en los camiones, perfectamente entrenados, todos se ubicaron muy rápido en sus puestos y empezaron a maquillarse, a hacer ejercicios de calentamiento. Daba un poco de risa ver a esos muchachos ensayando su papel de viejos, y no porque lo hicieran mal, sino al contrario, porque casi se diría que pasaban de los sesenta y toda su vida habían estado mascando los mismos cigarros, sentados a la puerta de estos ranchos desvencijados, contemplando lejanías y pronunciando nombres igual de lejanos en medio de silencios de quince minutos exactos. Y lo mismo las chicas, en su papel de campesinas reservadas, echándole maíz de plastilina a las gallinas de cuerda, agachándose a recoger pedacitos de cartón que parecían guijarros, mirarlos de cerca casi un minuto y luego lanzarlos a la carretera como si hubieran comprobado que no eran amatistas ni rubíes. Había incluso una pareja que actuaba hasta conseguir que uno se enterneciera de mal modo, lacrimoso, con un nudo ciego en la garganta, pues ella llevaba a la espalda un atado de leña


de poliuretano al que cualquiera le concedería un peso de no menos de treinta kilos; la innegable fatiga de su frente, además, permitía inferir que venía caminando con su carga hacía por lo menos tres o cuatro horas. Y él, por su parte, era realmente insuperable, de una vivacidad extrema, lograda con real maestría; iba arrastrando una mula de rodachines minúsculos, cargada con cañas también de poliuretano, y en su rostro cualquiera juraría que iba el cansancio de muchas generaciones, las aspiraciones frustradas, las cicatrices de tiempos de compactas violencias y las privaciones de sagas en el cúmulo de los años. A las seis en punto sonó una sirena y al instante el decorado humano suspendió los ensayos y los calentamientos; cada uno se concentró en desempeñar el papel que se le había asignado. También en este momento los buses partieron. El montaje en su conjunto quedó a punto, los terminados de pintura ya secos, los dispositivos electrónicos funcionando a la perfección. Prácticamente ya sólo faltaba que trajeran a don Vicente Duarte,si bien la organización

tendido; para él, el paisaje era el mismo que contemplaba hacía unas dos horas. Se limitaba a hacer cuentas del tiempo y las poblaciones por las que debía pasar para llegar a su destino, y apretaba fuerte la manija de un maletín tipo portafolio que llevaba sobre sus muslos. De repente, justo a la altura del rancho que se acondicionó como tienda, el bus se detuvo para que los pasajeros se bajaran a estirar las piernas y tomar la comida. Eso, por lo menos en apariencia, porque ya estaba todo dispuesto para que don Vicente se quedara engarzado durante cinco eternidades seguidas en este lugar sin retorno, sin norte, sin fundamento. Pareciendo como si saliera de los altavoces de la tienda, pero en verdad proviniendo de la consola central, sonaba en sistema cuadrafónico una ranchera de las predilectas de don Vicente:

era tan exacta que había previsto estas dos horas de prueba por si acaso. Así, si algo fallaba, se contaba con tiempo de sobra para efectuar las reparaciones que fueran del caso. Pero todos los mecanismos trabajaban con la suavidad precisa de las oscilaciones astrales, y de la misma manera continuó todo hasta oírse la segunda sirena, ésta con sonido de papagayo, a las ocho de la noche en punto. De este modo se le avisaba a la gente que don Vicente ya había entrado a la zona. Don Vicente venía desde Cúcuta en una flota corriente preparada por la organización, pintada como las de Copetrán, completamente ajeno a la nueva dimensión de la realidad que se le había

la música consiguió que don Vicente entrara en un estado de ánimo de melancolía dulzona, que empezara a sacar de los entresijos de la alacena de su memoria unas piezas remotas, ajadas, empolvadas y amarillentas; unos recuerdos de los que casi toca manejar con pinzas y sin respirar para que no se vayan a desmoronar. Así, con los ojos volcados hacia su interior y su canastilla de memorias, don Vicente prefirió pedir un aguardiente en lugar de su orden anterior: una sopa y una gaseosa. Don Vicente venía con un traje habano, de los habituales en él, ésos estrechos y brillantes que le hacían resaltar los kilos de demás que tenía. Sin embargo, para sus años, don Vicente se mantenía en buena forma. No en vano procuraba hacer algo

Estaba todo dispuesto para que don Vicente se quedara engarzado durante cinco eternidades seguidas en este lugar sin retorno

"Al sentir tan de cerca tu olvido, Al mirar la maldad en tus ojos, Comprendí que jamás me has querido, que he perdido mi tiempo contigo” Y, de acuerdo a lo previsto,

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"La verdad me ha dolido hasta el alma, Y aunque tú no mereces mi llanto, Lloraré como lloran los hombres Por haberte querido yo tanto” Estaba previsto que al terminar su trago de anís, don Vicente estuviera ya pensando de manera irremediable en la mancornadora que se la había jugado hacía sus buenos cuarenta años, cuando él escalaba los primeros peldaños en el Banco Señorial. La idea era que la metiloxidiribina disparara su nostalgia a un pico inmanejable, que se animara a pedir de una vez medio frasco más de anís, sin preocuparse de su bus, de su recorrido, de sus obligaciones en la ciudad de destino. De este modo, cuando la flota partiera con los otros pasajeros ficticios, don Vicente apenas si se acordaría que llevaba un encargo urgente

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de deporte todas las mañanas, de la misma manera que evitaba con celo redoblado las carnes y otras preparaciones donde la grasa se manifestara con especial protagonismo. Y bebía su jugo de sábila y en la noche no podía irse a la cama sin su tisana de ginseng rojo. Antes de que la chica hubiera puesto sobre su mesa la copa de anís con las diez gotas de metiloxidiribina, se habían sentado en la mesa vecina tres hombres de camisa abierta para mostrar las vellosidades del pecho y unos gruesos lazos de oro de fantasía que les colgaban del cuello. De acuerdo al plan, estos hombres debían darle un toque típico a la escena, para lo cual era casi indispensable que simularan haber acabado de bajar de una camioneta cuatro por cuatro, pero habiendo en realidad salido de las sombras, fugaces, desenvueltos, a caballo de su gusto rimbombante. Ahora se carcajeaban con la seguridad de los millones y los prodigiosos miligramos de plomo, y de vez en cuando le lanzaban miradas de compasión u horror a don Vicente, y de apetencia o gula, a la chica que servía. Don Vicente tarareaba la letra de la ranchera mientras el enervante empezaba a hacer efecto:

... que se animara a pedir de una vez medio frasco más de anís, sin preocuparse de su bus, de su recorrido, de sus obligaciones en la ciudad de destino.


desde Cúcuta. Al efecto, ya a bordo del bus, mientras descabezaba una siesta, se le había cambiado el maletín; en lugar de los bonos, los oficios de la Secretaría de Hacienda y demás papeles notariales, se le había llenado el portafolio con fotos en sepia de una mujer muy parecida a la que lo mancornó hacía cuarenta años. Se había tenido incluso el acierto de incluir allí mismo un clavel inmortalizado y un pañuelo bordado con las iniciales MS, las de la mujer sobre la cual insistimos tanto. "Sacaré de mi orgullo deshecho Una gran voluntad pa' olvidarte, Paso a paso saldrás de mi pecho Y jamás volveré a recordarte” Y el affaire entre MS y don Vicente, visto desde la barrera, era tan corriente, tan igual en sus microscópicos detalles a esos muchos que suceden a diario, esos que día tras día hacen que la humanidad pierda algo de fe en la bondad o la lealtad o el futuro de progreso y empleo para todos, futuro pleno de paz y armonía. La habría encontrado seguramente por primera vez en un recital de poesía de los piedracielistas. Se la habría presentado cualquier Gustavo Palacios. Los tres se habrían sentado a tomar un café en el Metropolitano. Habrían intercambiado teléfonos, se habrían citado para dos días después en la esquina del Banco Señorial, y ya, un beso, un fervor, soltar los hilos de una combinación de seda, y lo inconcluso, la extraña desaparición de MS durante quince días a cual más de insoportables. Luego, una frotación ocasional y un mancorneo continuo, la desazón de pasar un rato minúsculo con ella en un hotel para después seguir a un salón del infierno desde donde la veía abrazada a Gustavo Palacios y a otro pocotón de sobretodos y siluetas grises siempre armadas de paraguas. Pocos se extrañarían, por tanto, de las nubecillas de lagrimeo que le acortinaban los ojos a don Vicente, que le hacían despojarse de los anteojos para limpiarse con un pañuelo, aunque el gesto hubiera sido ejecutado con la dignidad del que se borra sólo unas perlas de sudor.

La chica encargada de servirle la media botella de aguardiente tenía clara instrucción de descubrirse el pecho, soltarse unos tres o cuatro botones de su blusa, cosa que al momento de inclinarse a servir, don Vicente no tuviera otra alternativa que clavar la vista en sus senos. Con este detalle excesivo se pretendía crearle una confusión salvaje, hacerlo sentir la pulsión sexual de los veintisiete años, hacerle asociar de alguna manera esos senos frescos y pulposos con los de MS, ponerlo nuevamente en una habitación del Hotel Regina a las tres y media de la tarde, fugado de su escritorio en el Banco Señorial con la excusa de una calamidad familiar. La calamidad, claro, no era otra que la ausencia de MS, el incumplimiento de la cita, y la lentitud mancillante con que el reloj enlodaba los latidos de su corazón, una negligencia del tiempo como si cada segundo estuviera separado del otro por un abismo infranqueable, un pozo de tierra movediza. Mirar por la ventana de la habitación, contemplar la llovizna, los charcos, el lugar vacío que debería llenar MS, las sábanas limpias, la ramplona nulidad del ser. El siguiente tema que había sido programado desde la consola central se mezclaba ahora de manera impecable con lejanos tiroteos, generando la sensación de que a la vuelta de ese cerro se estuviera llevando a cabo uno de esos fantásticos despliegues de plomo tan habituales en estas zonas del continente. ¿Quién? ¿Quiénes? Difícil precisarlo. Habitual simplemente. "Un montón de recuerdos ingratos, una carta que no se ha leído, un retrato tirado en el suelo, y en mi mano una copa de vino” Se había calculado que para este punto don Vicente, animado por la ingestión de ciento veintiocho centímetros cúbicos más de anís, sudoroso por los treinta grados que se le aplicaban sin fisuras, ya estaría devolviendo la cinta de sus tratos con las damas unos años atrás. Lo lógico sería que pasara de los fotogramas de MS a los de IB, la hija de una - 49


Eso es todo lo que hay en mi vida, una vida que no vale nada...

señora en donde se hospedaba a principios de 1.956. Por culpa del alcohol no podía vislumbrar más que los sutiles vellos que le cubrían las piernas a esta criatura. Había olvidado las particularidades de su rostro, se le difuminaron las frases que intercambiaron en un corredor de esta pensión, se destiñó la tinta de unas esquelas que le dio, y en fin, no le sobrevivía sino el recuerdo borroso de sus piernas, o de los vellos que las cubrían para ser más exactos. “Eso es todo lo que hay en mi vida, una vida que no vale nada, una historia de amores perdida, porque tú no quisiste ser mía” Se sobreentiende que don Vicente, a sus años y pese a su rutina de gimnasia en las mañanas y su tacita de ginseng rojo en las noches, no podría sobrevivir mucho tiempo a este explosivo coctel de anís, metiloxidiribina y rancheras. No pudo ser mayor cosa, por consiguiente, lo que alcanzó a pensar antes de caer doblado sobre la mesa, fundido de la borrachera y la nostalgia campante. Si acaso se quedaría con una imagen, una de las más recurrentes en la mente de los contadores públicos como él: la cuenta T con el saldo final en rojo y una

chica que baila desnuda sobre las cifras. Hacer trabajar la mente de las víctimas en una dirección seleccionada no era sencillo. Requería mucha concentración, mucha dedicación, un inmenso despliegue de creatividad, recursos y disciplina; en suma, un abnegado amor por el oficio. Muchos meses de investigación en los que se trazaba el mapa sentimental de las víctimas podían echarse a perder por un gesto mal realizado, un simple encogimiento de hombros fuera de lugar, un simple torcer los labios fuera de ocasión. Cada detalle que se incluía tenía su razón de ser, y debía por lo tanto bruñirse y retocarse con el mismo celo de un escultor puntilloso, uno que aspira siempre a lograr la consagración, la obra maestra. Desde los guionistas de recuerdos y creativos de paisaje hasta el más simple de los estibadores, todos debían dejar el alma en cada montaje. Además, cada año que pasaba se multiplicaba el estrés laboral, puesto que la organización accedía a hacerse cargo de más y más pedidos, y no era sólo cuestión de lucro, sino más de entrega por la causa, de llano filantropismo. Por eso quizás eran muchos los que habían intentado trabajar aquí y no habían


resistido la presión más de dos o tres meses. Había otros, en cambio, que por una u otra razón encontraban que era algo retorcido y de gusto perverso hacerle esto a la gente, y renunciaban a los pocos días. A éstos les disgustaba sobre todo el carácter evanescente de la organización, no saber quién ordenaba, quién pagaba, qué motivos se tenían para cada montaje. En fin, quizás fuera algo de vocación. Claro que lo mismo, o casi lo mismo, podría decirse de muchas otras ocupaciones: el lechero, el escribiente, el jefe de mantenimiento, la mucama, el capataz de obreros, el chofer, el ingeniero de soporte, la masajista, el botones, el bombero. Analizando con fino escalpelo, todos finalmente trabajan sin ninguna certeza sobre la organización que los contrata, y con su trabajo seguro afectan siempre a otro, sin saber si lo merece o no, si va a sufrir una grave consecuencia por culpa suya. Pronto, desde la consola central, sonó el chillido del papagayo que les anunciaba a todos que don Vicente ya estaba roncando sobre la mesa, con el ritmo cardíaco en picada. La chica que lo atendió salió del interior de la tienda y les lanzó una sonrisa a los tres hombres de la mesa vecina, los de las camisas de palmeras abiertas hasta tres centímetros por encima del ombligo. —Ya estuvo, ¿no? —les dijo. —Sí, menos mal —le contestó uno, y aprovechó para prolongar un momento más la conversación—. ¿Tú eres de los de planta o de los temporales? Sus dos compañeros se levantaron de la mesa y decidieron internarse en la oscuridad, caminar hasta la zona de las parrillas de calefacción, donde habían visto conocidos. —Temporal, los que estamos trabajando aquí hoy somos casi todos temporales. Tú también, ¿cierto? —No, llevó ya quince años en esto. Tengo contrato a término indefinido. La chica estaba cansada, de modo que antes de responderle prefirió tomar una gran bocanada de aire, mirar hacia el cielo y sonreír al contemplar las estrellas, esas luces que titilaban con una agudeza diferente al brillo que despedía el resto del montaje: —Qué bien. ¿Sabes a qué horas vienen a recogernos?

...sonó el chillido del papagayo que les anunciaba a todos que don Vicente ya estaba roncando sobre la mesa, con el ritmo cardíaco en picada.


Alex Caro CORRECCIÓN Existe el mundo para un libro. Mallarmé. Los versos que se escriben en estado de incertidumbre revelan algo del poema que habitan. Contradicen por entero su existencia y sobreponen el blanco de la página al tinte negro de las letras. Un color tan claro y amplio como el manantial del lago en que se muestra un dios azul. Entonces piensa uno que esos versos pueden cambiar que no son los definitivos que sus palabras sobrenadan en el mar y ahora se juntan, ahora se alejan según la memoria, el tiempo y el azar formando islas inverosímiles donde viene a refugiarse el poeta cuando los relojes se desvanecen como en un sueño que no se quiere soñar. Así, concluye uno que sólo en apariencia pueden reclamarse esos versos del poet, que más bien son ecos de una playa que vuelve a hundir sus arenas en las aguas para dar paso a otras que emergen desde el fondo con sentimiento de vergüenza en la inocencia de archipiélagos desnudos salpicados por la saliva lúbrica del padre sol. Para que surja así de las aguas la pregunta ¿Qué quiere el poeta al corregir el poema tachando o cambiando las palabras? ¿Va el camino de la corrección hacia la madurez del estilo? Imita él la nada y la mejora, pues al final quiere lo que le postraba ve que existen el mar y la hoja para un poema y con ello arrastra su sueño hasta la luz del más hondo querer. Verdaderamente toda página en blanco tiene un fondo negro y sufriente que se complace buscando las palabras justas.


EXHORDIUM Ese poema. Sus ecos resuenan sobre estas páginas cuando el cielo recoge su fuego en estelas encendidas en su rosa de blancos cabellos y las aves cantan para alistar su viaje de la tarde allí, donde la tierra se tiñe de rojo son tus versos el mosto de vino que la fecunda en esperanzas y tu palabra asciende a la claridad con el polvo del camino es viento que se añeja en el recuerdo murmullos de una tarde perdida bajo el ramaje del Álamo reverdecido que regresan entre las églogas de Garcilaso y dicen de altas cumbres donde ya es la noche. Toda esta tarde es la sombra de ese poema nunca escrito se filtra en la lumbre tenue que arrastra mil aleteos de hojas sueltas en el río invisible que fluye alegre por la encina. El jardín se tiñe con la anilina agridulce de la naranja mientras los ojos descansan Para dejar que la tierra crezca.


Carolina Cárdenas 1 Benévolo desplazarse sobre prados de dolor Asumirse consumida y a la deriva Desvalida Naufragante de islas deliciosas. Tocar el agua a tanteos Por las vértebras de los cabellos: Cabellos profundos, flotantes, abandonados. Mientras el silencio se baña en tripas Y el deseo se difumina Con el transitar de los espejismos. Distinguirse del resto de los mortales Por la joroba que dibuja el devenir Vestirse de sedas degradadas Sin ser recuerdo ni contacto Mientras el silencio se baña en tripas 2 Andaba alejado en el abismo Minándose de murmullos Deslizando el sufrimiento solemne Cerciorándose de los ecos Convirtiéndose sangre, hígado, y riñón. Era espasmo en la madrugada Mientras Jugaba a las escondidas entre las baldosas. Pájaros moribundos Se incorporaban por su voz, boca y oído. Piernas y entrepiernas de ángeles gusanos Se incorporaban en la tierra abismal de su cuerpo.


David Saturno Donatti Oración erótica Noche, única luz en la que creo Gonzalo Márquez Cristo

Noche Lúbrica flor de fuego: Húndete entre los pétalos de mi voz Moja tu sexo en la espuma de mis pensamientos Chorrea en mi piel la demencia de tu cuerpo Desangra tu desnudez sobre mis flancos Noche Desnuda tentadora Desesperada flor de labios que Alucinan Tentadora desnuda: Toca con tu fuego los pétalos de mi sed Avienta tus demencias sobre el humo multicolor de mis delirios Ven y peregrina ávida entre las geometrías de mi extravío Hiende los astros de mi lengua Haz alquimia en mis sentidos Renuévate en el vacío de mi nada Cuartéame la piel con tus suspiros Noche Pozo de las sombras Noche Raíz de símbolos

Noche… Noche Hija de las violentas olas matiz violeta del vacío infinito Bayadera enigmática Augurio insondable donde se conjuran deseos Mágica pesadilla cincelada en ascetismos Pócima de locura vertida en vinos de la belleza Peregrina de tu propia desnudez Enloquecida levedad dispersa entre huellas del vuelo: Arrástrame Arrástrame Noche Arrástrame hasta tu sangre venerable Arrástrame a tus lluvias y a tus temblores A tus lejanos ecos azules A tus convulsiones y tus diluvios fantasmagóricos A las excoriaciones de tu silencio incomprensible Noche Enrédame en tus cabellos Noche Prostituta del aire Llévame a la furia de tu sexo


Al cine B, lo que es del cine... Uno que se ha pasado la vida sentao, entumío, acoquinao y casi tullío, frente a la tele, paraíso del ocioso; mirando esas mugreras del sauriovisual colombiano; salpicao con uno que otro atún, que no enlatado, importao de las extranjas; uno que ha pasao por el armatoste de pantalla blanco y negro que sólo funcionaba después de darle sus buenos golpes, moverle durante una eternidad la antena con la tapa de olla y colgarse con un brillo lavaplatos a los cables de la perubólica, para poder ver la franja de películas nocturnas que nos traía Frecuencia Latina -para los que no madrugábamos a ver La cocina de don Pedrito, una especie de Jotamario cholo, pero menos facho; y eso sin contar los pecadillos de ver Cine Privé, a bajo volumen, en el televisor de la sala mientras todos dormían, porque no existía más sino el único, el todopoderoso, el papaúpa de todos los televisores, el que vio crecer dos generaciones y morirse a los abuelitos; uno que se trasnochó viendo en Cinema Uno toda la saga de retrocedernuncamorirsejamás, viernescatorce o loschinosdelmaiz; Uno que sí ha vivido las amargas y las ácidas para poder disfrutar de ese invento maravilloso que es el cine por televisón; uno que sí sabe de séptimo arte como pa`que vengan unos dizque críticos, como el padrecito ese medio cegatón que trasnocha los Viernes como alma en pena (¿será que no trabaja ni dice misa?) a engatuzarnos con su tal cine arte, cual si lo que uno videase no tuviere su arte de entretener y hasta sus protohéroes del caspa, con su zaguán de la fama y todo (ahí le tengo a Ringo Lam, Jairo Pinilla, John Woo, Tsui Hark, Jackie Chang o Billy Blanks). Y todo eso pa decir que estoy mamao y recontramamao de películas con dramonones mejicanos; que ya no son culebrones sino anacondas lacrimosas; películas dizque pa la sensibilidad, que pa que las viejas vean que uno sí tiene sentimientos (como si les importara), que porque eso es estar en la onda más post ¡carreta! Y lo peor: estos cinemamertos sólo han visto los 14cañonazos del cine arte, máscara del cine comercial más descarao; ¡mariquis veamos Saló en El muro y tenemos película pa descrestar! ¡es que La vida es bella refleja el absurdo de la existencia humana! ¡La naranja mecánica es la mejor película de mi vida! ¡El acorazado Potemkin o nada!

Por: Iguazo Fílmicus Spielberg Onanocinefílico terminal amoadagogarcia@yahoo.be …. Jajajaja; permítanme la carcajada más infiernosa de que sea capaz mi guarguero hereje.... Y lo que me embejuca es tanta falta de dignidad, para no admitir que crecieron con Barney y todavía cantan “te quiero yo y tú a mí …”; que se les quedó la insipidez de los Powers Rangers, el irá, irá, iré oh oh oh... del show de Xuxa o el amor canino de Lassie. Nada de eso; yo, el mismísimo Iguazo Fílmicus que parlamenta y escribe, digo, con la autoridad inmoral de quien nunca puso un zapato en la Cinemateca Distrital que lo mejor que hay es el cine B, y si es por televisión: mejor que mejor; que vale más Michael Dudikoff que cualquier caribonito llámese Cruise o Crowe; que Steven Seagal es el héroe de acción más retrochimba, pues demolía al adversario más caradura sin arruinarse el peinado; que la mejor saga de la historia es Kick Boxer (inolvidable Tom Po: “sangras como sangra Mei-Ling cuando hace el amor …. Nooooooooo!!!!”) y no está muy lejos El guerrero americano; que igual no me gusta Van Damme por ponerse a mostrar el trasero en sus últimas películas y por llorón ¿cómo carajo un peleador que da tremenda patada giratoria, su marca personal, se deja dar esas garroteras tan hijuemadres antes de reaccionar al final?; aún así creo que Cyborg es la mejor película de todos los tiempos; digo que Don “el dragón” Wilson era un pichaloca y sus mejores combates fueron siempre en la cama, ojalá con la moza del enemigo; digo que el Escorpión Rojo, protagonizada por Dolph Lundgren es un millón de veces mejor que Rambo; que el más fiero de todo el universo es el viejo Chuck Norris que mató a mordiscos una rata en Desparecidos en acción y en Fuerza Delta vino a Chibchombia a capturar a un perverso Pablo Escobar ¡y sin ayuda de los gringos!; digo que Charles Bronson es el héroe más vengativo e impío de todo el cine ¡Kill Bill es un cuento de niños al lado de El vengador anónimo!; digo que Cinthia Rothrock es la vieja más descafeinada, pero nadie como Lady Dragón para aplicar la garra de tigre a cualquier karateca ojirasgao que atravesara su camino; digo que El santo y Blue Demon son los padres del cine arte latinoamericano y digo que Reno Raines era un policía de los mejores, hasta que testificó contra unos policías corruptos y éstos en su afán de eliminarlo, mataron a la mujer que amaba.



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