Tinta Regia No. 1

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Tinta Regia

A単o 1 No. 001


Índice Editorial / 4 ¿De dónde vienene los poemas? / 6 Piel de noche / 7 Deixa que eu seja o céu / 8 Rotaciones / 9 Mi ciudad / 10 Aquí no pasa nada / 11 Te extraño y aún no te veo / 12 Ojos color miel / 14 El desierto que una vez habló / 16 Enamorarse / 19 Cuento / 21 Revista Tinta Regia Director: Janette Eunice Pérez Villarreal Edgar Alejandro Castillo González Corrector de estilo: Edgar Alejandro Castillo González Janette Eunice Pérez Villarreal Judit Abigail Gutiérrez Galván Myrna Santana Hernández Victor Ceniceros Meraz ©Pinterest, por las ilustraciones ©Eric de León, por las fotografías Correo electrónico tintaregia @gmail.com Monterrey, 2015

Locomoción Bípeda / 22 Te diría que fuéramos al Río... Una ciudad, todas las ciudades / 26 Una entrevista loquísima / 29 El sol de Monterrey / 33



Editorial

Revista Tinta Regia/ Año 1/ N. 001 La mejor forma de comprender la cosmovisión de un pueblo es a través de sus letras, por eso, en este primer número, hacemos una invitación al lector a adentrarse en la literatura regiomontana mediante una selección de cuentos, poemas y ensayos. Bajo la guía de los autores aquí presentes, recorrerán las calles del centro de Monterrey, conocerán el Barrio Antiguo, respirarán el pacífico aire que corre por la Macroplaza y, al final del día, disfrutarán de un tranquilo paseo a las orillas del río Santa Lucía. Nuestras recomendaciones, antes de pasar a la siguiente página, son: que se alisten con ropa ligera para el intenso calor, que se preparen con una cámara fotográfica mental y traten de captar los mejores ángulos del cerro de la Silla. Esperamos que mientras avancen se abra su apetito, pues degustarán de la tradicional carne asada que no puede faltar los fines de semana. Al adentrarnos en las historias aquí planteadas podremos ver una pequeña muestra del mundo literario que se está produciendo en tierras norteñas y sentir, en carne propia, esta Tinta Regia.


Mientras haya en el mundo primavera...


¿De dónde vienen los poemas?

Por Dante Villarreal

El poema está ahí, en el cielo, brillando, con todos los materiales propios de la [tierra. José Javier Villarreal

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¿De dónde vienen los poemas? Cuestión que todo poeta debe [plantearse: ¿del mundo de las ideas? ¿de un [sueño? ¿del subconsciente en alguna parte [del cerebro? ¿o surge, acaso, del alma con la [misma velocidad que de una nube algún rayo? Un poema nace en los ojos del [poeta, su vista hace de traductora a lo que la poesía intenta transmitir. El poeta no crea la poesía, es viceversa. Ella, se le muestra desnuda, como divinidad omnipresente. Él, intenta psicoanalizarla: trata de observar, de comprender, de hacer un diagnóstico -que casi nunca logray, finalmente, la escribe. Se vuelve fotógrafo, debe tener esos ojos de gato, esa instantaneidad en la mirada. La poesía está en todos lados: está en los libros, está en la música, está en una mujer con su bebé, está en la ventanilla del camión, está en una taza de café, está en un vaso de vodka y en un [cigarro, está en una despedida, en un

[abrazo, en un “hola” y en un “tal vez”. Es tarea del poeta encontrar ese [preciso momento en el que no alcanzan las palabras, en que las miradas quedan [absortas contemplando la imagen en una [fracción de segundo. La adaptación que el autor haga nunca será tan buena como la [imagen encontrada, esa fotografía, ese punto irrepetible ubicado en un espacio-tiempo [definido al que podemos llamar poesía.


Piel de noche

Por Amalia Márquez

Piel de noche. Sol de marzo, lluvia de septiembre. Yo te evoco, piel de noche. Frío de enero, calor de agosto. Yo te evoco, piel de noche. Collares, tambores, un corazón. Ven a mí, piel de noche. Velos, danza, sangre. Ven a mí, piel de noche.

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Éxtasis, viento y fuego. Piel de noche, piel de noche. Soy estrella de tu cuerpo. Piel de noche, piel de noche. Préndeme. Piel de noche.


Deixa que eu seja o céu (Deja que yo sea el cielo) Por Bruxa Aymé

Déjenos ser el cielo de Monterrey

Acarícieme, lléveme, respire el mismo aliento impregnado de la misma pasión, olor a trovador. Enséñeme nuevos cantos recostados en el pasto, abrigados por el mismo cielo, arrullados en una sola danza.

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Si quiere fingir saber los pasos, cuéntelos, pero siga de mi mano, no rompa el abrazo; no soy experta en tango. Y en un viejo rincón que tantos ruidos soportó, que suspiros guardó, búsqueme y encuentre una palabra: mi casa.


Rotaciones

Por Bruxa Aymé

Giro una y otra vez, tu sonrisa escapa conmigo; huye como mariposa, vuelve tan gustosa y nos traslada al mar. Escuchas las olas y tu risa alborota el silencio; estás muy lejos pero tu cuerpo se siente tan dentro de mis movimientos, de cada risa que regalas que se siente como beso. Seguimos en el mar, la lluvia se resbala en tu calor, se impregna en el tacón refugiada y temerosa; tus pies son libres y mis piernas se aprisionan con tu poder. Me provocas un terremoto; cuando abrazas mi ilusión las olas agitan el telón y me enfrentas a la pista que tras rotaciones esperó. Gastas mi tinta, enredas nuestras risas y fluyen hacia el agua; hacia las olas de mi falda. Desatas las letras más ágiles, me haces danzar en versos consumidos; la clase terminó pero lo que siento apenas comenzó.

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Mi ciudad

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Por Dante Villarreal

Hay un lugar no lejos de aquí donde entró en coma la poesía; donde la música se ha [influenciado de prostitución y cocaína; donde la fotografía no capta [imagen que no muestre el miedo de una ciudad sumida en la cruel inseguridad. Hay un lugar no lejos de aquí donde la industria asesinó por dinero a los modelos que la pintura solía retratar; donde es más visitado un antro que el museo de la ciudad; donde una biblioteca está vacía y la gente como hormigas en la plaza de un centro comercial. Hay un lugar no lejos de aquí donde un artista muere de hambre y un estudiante es más peligroso que un narcotraficante; donde la incultura es nuestro pan de cada día; donde es común ver un [secuestro o un muerto en las noticias; donde un grafiti y un mural son la misma cosa; donde son más escasos los libros que las drogas;

Donde un sacerdote liquida hectáreas en el cielo cobrando a plazos los domingos abonos voluntarios de su pueblo. Hay un lugar no lejos de aquí donde encontrarás los restos de una cultura extinta; donde contemplarás el miedo y la ignorancia fundidos en la mirada de aquellos que por la calle mendigan; donde quienes sufren y mueren son los inocentes de una ciudad perdida. Todo eso y más se percibe día con día en ese yermo cultural. Todo eso y más se percibe día con día en mi ciudad.


Aquí no pasa nada

Por Amalia Márquez

Aquí no pasa nada, llueve, pero [nada pasa Aquellos muertos sin rostro, [sangre, patria, nada pasa Nos miramos a los ojos, reímos, [bebemos, nada pasa Olvidamos o ignoramos, pero [nunca nada pasa Aquí no hay palabras, no se [siente nada Guerras que no existen, inacabada [libertad, no se siente nada Conciencias cauterizadas, símbolo inconexo, los de arriba no sienten [nada Ojos sangrantes, héroes a cuestas, [los de abajo no sienten nada Aquí no hay nadie, aquí está la [sombra transeúnte que corre, se [esconde Aquí está el grito antagónico, el [grito penante que calla, se esconde Allá exigiendo la vida de muertos, [acá el hombre sin rostro que calla, [se esconde Allá el sur con machetes, acá el [norte industrial que calla, se [esconde

No hay nada, hay llanto y [aplausos, hay hambre y [cansancio, ¡Ay, cansancio! No hay nadie, hay velas y rezos, [hay cal y veinte pétalos, ¡Ay, [cansancio! No hay nada, hay sangre y tierra, [hay ruego y promesas ¡Ay, [cansancio! No hay patria, hay soles que nacen [y hombres que mueren, ¡Ay, [cansancio!

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Te extraño y aún no te veo

Por Aníbal Hernández de Castilla

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Te extraño y aún no te veo, te quiero y no sé cómo eres, al sorber una soda o tomar un shot de tequila, ¿eres tú? ¿eres la chica de hace dos años? Te recuerdo en Riderz, cuando no sé qué pasaba por tu cabeza, y por la mía estaban Lacan y Puebla. Ahora la ciudad calla y tiembla. En un año se acerca otro relámpago desde el sur. ¿Es real? ¿es una fantasía? Porque fácil viene, y yo sé que he de verte, he de cuidar los soles aztecas y he de sembrar los billetes a fin de verte, chica Muisca , cabellito con forma de C, sonrisita de i griega, cachetitos de besos, morena de allá.


Cuentos, caminos y dĂ­as


Ojos color miel

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Por Luna Rodríguez

No podía dejar de mirarle, el sol bri-

llaba con todo su esplendor y nadie escapaba del intenso calor que se producía. Su cara, cubierta con un antifaz, no dejaba ver sus facciones, lo único que se veía de su rostro eran sus ojos, los cuales reflejaban una calidez color miel, reflejaban la bondad de aquel chico; unos ojos que al mirarme producían una extraña sensación de amistad. Allí me encontraba, recargada en el muro de una esquina. Cada vez que el semáforo cambiaba a rojo él tomaba sus botellas de plástico, dejaba la suave sobra que nos cubría y se adentraba a los brazos de ese temido sol. Se paraba frente a las filas de los carros, bajo ese desteñido semáforo, y con una sonrisa daba comienzo a su acto. En el aire volaban aquellas botellas, los ojos de aquel chico no las perdían de vista. Admiración, así es la manera con que yo lo miraba ya que su cuerpo no mostraba ser torpe, sus extremidades cedían con gracia a cada movimiento. Ese chico era especial. No pude evitar preguntarme si yo era la única que lo miraba así, entonces observe a los conductores

que gran fila formaban tras el semáforo, percatándome de que la mayor parte mostraba indiferencia, pocos le dedicaban al menos una mirada. Quise golpearlos. ¿Por qué no lo miraban? Tras el acto, caminaba entre los coches para ver si alguien bajaba el vidrio, dejando escapar el frío aire que el clima de sus automóviles proporcionaba, y le daba una moneda. Nadie lo hacía. El chico volvía a mi lado a refugiarse el intenso sol, a mi lado bajo la sombra de aquel muro. Su rostro estaba oculto bajo una capa de sudor, producto de su trabajo. Su piel, blanca como la nieve, mostraba un tono intenso de color rojo. Me resultaba imposible dejar de verlo. El tiempo pasaba y la rutina era la misma: esperar el semáforo en rojo, alejarse de mí para volver al intenso sol, hacer ese espectáculo lleno de gracia y delicadez, caminar entre los coches y volver. Ese chico siempre volvía a mí. Ningún coche le daba dinero, pero él zenojo, siempre sonreía. Sus ojos comenzaban a reflejar tristeza, y junto con los de él, los míos. Sucedió, un coche bajó su ventanilla, el conductor extendió su mano y depositó una moneda en la mano de mi buen amigo, él agradeció con una sonrisa y antes de guardar la moneda en sus bolsillos hizo algo que me partió el corazón: se persignó con la moneda, la besó y una hermosa sonrisa se dejó ver en su rostro. Mi corazón lloró de felicidad y no pude evitar sonreír con él. Llegó la hora de marcharme, al fin habían llegado por mí. Me adentré en los brazos del sol, dejándome acariciar por él, mi amigo no se dio cuenta de que yo me iba, se encontraba en plena actuación. Su semáforo cambio a verde, el chico volvió a esa hermosa sombra que nos había albergado a los dos.


Ahora era rojo, le pedí a mi acompañante que sonara el claxon y bajara su ventanilla. Mi amigo se sobresaltó al escuchar el ruido, volteó y se acercó al auto. Le sonreí y le di dinero. Me sonrió, nunca nadie me había sonreído así, era una sonrisa llena de humildad y agradecimiento. Nunca la olvidaré, pues me di cuenta de que aquel chico había notado mi interés por él. Mi semáforo cambió a verde, comencé a alejarme. ¿Su nombre? No se lo pregunté y tengo la certeza de que nunca lo sabré, pero él siempre será mi amigo, aquel que se refugiaba junto a mí bajo la sombra de ese muro, aquel, el de los ojos color miel.

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El desierto que una vez habló Por Lizy

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Mi abuelo me sentaba cada tarde en su regazo, a un lado de las escaleras que llevaban a la habitación prohibida, y me contaba historias fantásticas sobre magos y hechiceros que alguna vez había conocido. A pesar de que yo tenía sólo seis años, sabía que las historias que me contaba mi abuelo eran mentira, o por lo menos algunas cosas lo eran, pero fingía creerlas porque disfrutaba que llenaran mis días de emoción. Un día mi abuelo se sentó con aire decisivo, me miró a los ojos y dijo: —Hijo, siempre te he contado historias que te han llenado la cabeza de ideas fantásticas, y muchas de esas cosas no han sido ciertas, pero hoy te contaré la más grande historia que jamás nadie ha contado —se le miraba en el rostro un aire de felicidad que casi no podía contener—, ésta es la gran historia del desierto que una vez habló. Mis ojos se abrieron como platos y mi mente automáticamente comenzó a hacerse una idea de lo que acababa de escuchar. En eso mi abuelo me tomó, me sentó en su regazo y empezó a decir: —Hace miles de años existió un desierto totalmente solo, no había ni una persona que viviera en él, ni siquiera quién cruzara por sus dunas una mañana de primavera. Como se sentía muy solo, un día comenzó a hablar con los animales; pero éstos, asustados, huyeron al momento de escucharlo hablar y sollozar. Pasó los días llorando y lamentándose no haber tenido jamás a una persona cerca de él y se enojó tanto que, sin dudarlo mucho, se prometió algo que nadie se había propuesto: “El día de hoy dejo de ser desierto y me vuelvo laguna, bosque, selva, llanura, mar, todo menos esto”, y su

arena se volvió agua, sus cactus se tornaron grandes árboles y bellas flores silvestres, su cielo se nubló y el agua de lluvia comenzó a caer en él. La alegría invadió al desierto que se había convertido en muchos ambientes frescos y húmedos, cuando, de pronto, escuchó una voz que se dirigía hacia él. Su primera reacción fue espantarse, ya que nunca había visto a un humano, pero después se emocionó tanto que no pudo contenerse a hablar: —Hola— le dijo al hombre que se acercaba—soy tu alrededor quien habla, quiero ser tu amigo y llenarte de bienes y alegrías, por favor quédate aquí a vivir conmigo y te daré cada rama que me pertenece, cada flor que me adorna y el agua que me hace vivir, pero no te vayas. El hombre se sorprendió al escuchar esa agradable voz y, luego de pensarlo un poco, contestó: —Está bien, me quedaré contigo a hacerte compañía, pero debo traer a mi familia conmigo y también a algunos amigos y conocidos, ¿no te molesta? Y el desierto, embargado de emoción, respondió: —Por supuesto que no, invita a todos los que tú quieras, es más, forma con mis árboles y mis riachuelos un lugar donde puedas vivir tranquilo con un bello paisaje que te rodee. Quédate a vivir aquí, invita a tu familia y construye una bella casa. Entonces el hombre trajo consigo a su familia, a sus amigos y a muchas personas de la gran ciudad quienes, al ver el bello paisaje, se maravillaron de tanta naturaleza. Inmediatamente se instalaron y comenzaron a construir grandes casas de madera y cercaron su territorio, tenían bellos jardines y grandes lagunas donde descansar. Pero, al paso de los días, el desierto comenzó a sentirse cansado,


pues los hombres y las mujeres que vivían allí estaban destruyendo todo cuanto los rodeaba. Ya se habían terminado los frutos que el desierto les había ofrecido y en su lugar cazaban animales que formaban parte de sus llanuras; el agua de las lagunas se estaba terminando porque la desperdiciaban en cosas inservibles y simples; el agua del mar y de los ríos también estaba muy sucia, ya que toda la basura que los humanos generaban la desechaban ahí, además, al lavar sus ropas las llenaban de detergente. Los árboles que quedaban eran pocos, ya que los hombres los habían talado para formar muebles con la madera y cosas que, en muchas ocasiones, les eran inútiles; pero, lo peor del caso, es que sólo los destruían y no volvían a sembrarlos. Los animales que vivían allí estaban huyendo, pues los humanos, en vez de darles amor, los maltrataban y los usaban como herramientas de trabajo, haciéndolos cargar hasta el doble de su peso. Los suelos del lugar se habían vuelto áridos, quebradizos, casi peor que al principio, cuando sólo había arena en su lugar, y cada una de sus ramas y sus flores se había marchitado y secado. El cielo estaba cubierto con una

capa gris que el desierto no sabía qué era, y ni los rayos del sol ni las gotas de lluvia se sentían con ganas de llegar ahí. Entonces el desierto le preguntó al hombre que había llegado al principio: —¿Por qué me han hecho esto si yo les he dado un lugar hermoso donde vivir, les di comida, bebida, lugares donde descansar?, ¿por qué me maltratan tanto? Y el hombre, con aire de indiferencia, le contestó: —No sé por qué te quejas de lo que te hemos hecho si tú ya sabías que iba a ser así. Nosotros tenemos necesidades que debemos cumplir tomando todo lo que se nos ha dado. El desierto, a punto de soltar el llanto, le preguntó: —¿Esto es lo que hacen los hombres en cada lugar al que llegan? Y el hombre le dijo que sí. Entonces el desierto se dio cuenta de que los humanos no saben valorar su alrededor ni las cosas tan lindas que se les ha dado, y por querer tener comodidades, destruyen todas aquellas que la naturaleza les ha regalado. Acaban con hermosos paisajes naturales para crear hoteles de lujo y autopistas, todo con tal de ganar dinero y comodidad.

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De pronto, una voz le habló al desierto, era un anciano mayor que había llegado con el grupo de personas, un hombre que estaba metido en casa día y noche: —Los humanos muchas veces somos despiadados. Tenemos más de lo que hemos pedido y pensamos que nunca se nos va a terminar; abusamos de la delicadeza de la Tierra y nos volvemos depredadores que sólo buscan comodidad y su propio bien sin ver el daño que le hacemos a nuestro verdadero hogar. Creemos que podemos resolverlo todo, y es sólo cuando la Tierra se vuelve en nuestra contra que tratamos de cambiar. Pero, sabes algo, solamente el día que el mundo esté hecho cenizas vamos a abrir los ojos y a despertar de nuestra fantasía, sólo cuando la Tierra nos regrese todo cuanto le hemos hecho, vamos a comprender por qué era tan importante cuidar todo lo que nos ofrecía. En ese momento el desierto entendió qué era lo que en realidad pasaba, y aunque sintió un gran dolor al tomar una decisión, consiguió decir: —He creído en algo que realmente no conocía. Pensé que las cosas marchaban distinto y soñé con ser el refugio bello e inquebrantable de alguien, pero no ha sido así.

Y el viejo le dijo: —No te preocupes, los humanos le hacemos a todos los rincones del mundo lo que te hemos hecho a ti, pero ha llegado la hora de dejarte para que vivas tranquilo y ese cansancio que sientes se desvanezca. Vivo con la esperanza de que algún día todo cambie para bien, pero lo dudo. Entonces el desierto les habló a todos y les dijo: —Cambié para no estar solo, pero ahora que los tengo a todos aquí, mi soledad ha pasado a ser cansancio y desgaste, ya no puedo con esto. Toda la belleza natural que estaba marchita se convirtió en arena y calor, volviendo a ser el mismo desierto de antes, y los hombres enfadados se marcharon. Sólo el viejecillo le sonrió al desierto y le agradeció con lágrimas en los ojos por todo lo que les había regalado. Mi abuelo terminó la historia lanzándome una pesarosa mirada y me dijo: —Y esa es la historia real que cada día vivimos en nuestro mundo, la cual terminará igual que en el cuento, algún día esta Tierra se cansará y estará tan desgastada que nos desterrará como lo hizo el triste y bello desierto que una vez habló.


Enamorarse

Por El iluso errante

—¿Por qué lo dices?—le pregunté con desconcierto. —Tienes facilidad para expresarte—respondió sorprendiéndome y sin tardar mucho. Entonces empezó mi viaje, fue donde supe algo que, a pesar de que siempre estuvo ahí, nunca lo había pensado. Ese talento, esa facilidad, ese don del que me han hablado no es nada que no tengan ustedes. Esto no es extraordinario, mucho menos un talento, es más bien algo que todos hemos hecho, y me refiero a enamorarse. El barco que surca las olas es la inspiración, el sujeto en él es el color anaranjado que muestran las nubes en el atardecer de fondo, y el cuadro completo, la fusión de sentimientos; está compuesto por el simple acto de enamorarse. Y no me refiero precisamente a enamorarse, sin ofender

a nadie, en esa forma tan plástica y falsa de hacerlo en los best sellers a los que muy poco gusto comparto. A esa forma occidental, tal vez anticuada y políticamente correcta de hacerlo, esa que habla de encontrar a alguien, confesarle cierta debilidad sentimental, quererlo, odiarlo, dejar de llamarle, mandarle señales de necesidad, reencontrarse, volver a quererlo, copular; dejar y repetir el ciclo cuantas veces queramos. Yo me refiero a enamorarse todos los días; es algo que todo artista, todo mortal debería hacer. Quizás habrá sonado estúpido en su cabeza, para algunos ha sido algo que les vuelve más larga la salida, y para otros, un recuerdo embotellado en un nombre, algunas caricias y cierto momentos íntimos. Yo me enamoro casi a diario y verán de qué hablo. Enamorarse de la luna cuando está ahí, escondida entre dos nubes; de oler nuestras casas cuando a ellas llegamos después de un día de esos que llamamos horribles; enamorarse de la forma de la nariz de una mujer, de la manera de hablar de un hombre, del rostro de cualquier quimera que vaya por aquí y por allá. Cuando uno se enamora todos los días, es más feliz. Yo, por ejemplo, me enamoré de la muchacha a la que le cedí el asiento en la mañana, del hombre que me gritó “fíjate pendejo” al atravesarme en su camino, incluso de la forma de cantar tan desagradable de mis vecinos que no me dejaron dormir hasta bien entrada la madrugada. Uno puede enamorarse de la muerte, de Dios, de Buda, de Satanás, de Vicente Fernández, de Ed Kemper, de Rocío Durcal o de Charles Manson. Uno puede hacerlo con lo que sea que se le antoje. De la voz de una persona, de la forma de vestir de otra, incluso de la tremenda estupidez del personaje tan curioso que dirige nuestro país. De esto último, les aclaro, enamórense de manera corta, pues que-

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rer a los idiotas no deja nada bueno, algunos de ustedes bien lo sabrán. Una persona que se enamora tan seguido, dirán tal vez, no sabe amar de verdad. Amar es romperse en mil pedazos y dejar caer cada fibra de uno en alguien. Piensen un poco si les digo que enamorarse y amar pudieran parecer ir de la mano, pero no de esta forma en la que se los propongo. Cuando te enamoras todos los días, las cosas parecen ser distintas, incluso aquellas malas, aquellas incómodas a la vista. Voy, por último, a decirles: prueben y enamórense todos los días. En el mundo seguirán habiendo guerras, atentados y malas revistas. Háganse un favor y enamórense todos los días para no saberse miserables. Encuentren en ello que ningún día es como el anterior; lo bueno, lo malo y lo raro se van, se vuelven distantes. Enamórense y hagan a la humanidad menos idiota y apretada. Piénsenlo y verán, esta cosa que les digo no es disparatada.


Cuento

Por Enrique Bazaldua

Son las patrullas y ambulancias vividoras, enamoradas del crepúsculo. Es su mejor hora y aprovechan cada instante para hacerse notar y despertar a los que sueñan, ¡siempre con sus chillidos tan molestos!, me hacen levantar del muladar, caminar a tientas, asomarme a la ventana y buscar un trago. Después de beber los últimos suspiros de whiskey barato, decidí salir por cigarrillos sueltos a la vinatería del barrio, y adentrarme entre las calles que son tierra de salvajes, de prostitutas, de pandillas, borrachos, artistas, vividores y soñadores. Estaba hecho un yonkie y no era lo mejor de mí en ese momento, cualquiera durante el día me hubiese dado caridad por lástima o se hubiera cambiado de banqueta por miedo. Pero ahora no, ahora me confundo entre los malvivientes nocturnos. Al llegar a la licorería me atendió una chica de labios gruesos y ojos grandes como de gato, nunca la ha-

bía mirado por el sitio y menos me creí que fuera tendera, ella era de las chicas que crees encontrar en revistas Vogue, posando para la moda, de enfermera o de alumna de universidad, pero de licorera nunca, al menos que estés soñando. En fin, busqué nervioso los pesos en mi bolsillo carcomido y pedí dos Marlboro. La chica, detrás del mostrador, me ofreció fuego, yo quería guardar los tabacos para cuando llegara a casa, pero fue inevitable hacerle caso para tratar de cruzar al menos un “buenas noches” con ella. Luego de saber su nombre y hablar de esto y del otro, se ocupó en sus asuntos laborales y mi cigarro quedó casi vacío. Interrumpiéndole un poco, quedamos en dar una vuelta después que le sustituyeran en turno, y faltaba un buen rato para eso. Salí de la tienda acordando regresar cuando acabara sus labores y volví a las calles, a caminar entre las miradas acosadoras de las ratas, y los reflejos azul y rojo en los vidrios de las casas. Dos cuadras de charcos y gritos lejanos después, llegué a donde se juntan los chicos, con el saludo casual me uní al rollo, que era pendejear recargados en las paredes de la esquina sin ningún tema en específico de que hablar, sólo era hablar, hablar por hablar. El chiste era perder el tiempo y no regresar a casa para evitar quedarme dormido y faltar a mi cita. Estar con los chicos no es algo que me agradara en realidad, pero me funcionaba ahora. El cielo comenzó a ponerse púrpura y molestábamos a los estúpidos que pasaban por ahí, ellos buscaban bronca y yo en que distraerme para olvidar los nervios que acaban conmigo desde adentro. El frío me cogía duramente y no pensaba sacar mi último Marlboro ya que los chicos se aventarían sobre él como un adolecente virginal a una prostituta ya pagada. En ese

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instante cualquier cosa era mejor que eso y así pasé el rato, sin plática, sentado, con frío y sin fumar. ¡Carajo! el tiempo no pasaba rápido y yo soy un ansioso. Nos pusimos a jugar a la rayuela, aún traía unos dos pesos que al apostar se volvieron siete, un buen número pensando en que salí con nueve de mi casa esta madrugada. No era el apostar o ganar más morralla lo que aumentaban mis ganas de seguir jugando hasta quedar en ceros como un típico Godínez en casino, mi pedo era más surrealista y jugaba mi dinero por el simple hecho de entretenerme. Llegó la hora de volver a la tienda, en el camino pensaba en mil temas de conversación, planeaba mis palabras, imaginaba preguntas y sus posibles respuestas para así alargar la charla que aún no tenía con la chica, quise ir lento para llegar notan puntual y hacerme el intrigante; pero, ¿qué de interesante hay que pueda pensar aquella mujer que hago? Me deje de idioteces y apresuré el paso. Al llegar, ella estaba recargada en la entrada de la tienda buscando con la mirada y yo, viendo su escote no tan atrevido, pero que igual era sexi, le saludé y caminamos rumbo a su casa; ahora, no sé si aceptó el caminar juntos por miedo de ir sola a casa o por la adrenalina de salir con un desconocido.

Ninguna de mis palabras ya planeadas salió a luz, pero se crearon nuevas acompañadas de risas y empujones amistosos y bromas vulgares dichas de una forma decente. En verdad valía la pena cada hora muerta con los chicos por cada segundo vivo con ella, esta mañana no nos enrollamos en nada más que un beso de mejillas. Pero sé en dónde encontrarla, y ahora tengo por despertador los chillidos de las patrullas y ambulancias.


Locomoción Bípeda

Por A. Drian Abbadié

Dos noches atrás se encontraba bajo la cama durmiendo entre hilos y aromas. Justo ahora despreciaba la situación de la que era prisionero. Se enfrentaba al enclaustre de media cruz. Mayúsculo el temor y el desagrado que fermentaban en su pequeño abdomen. Temblaba. En un caluroso día de abril, tiritaba de miedo y de frío, acercaba su cuerpo a la pared caliente; la examinaba con sus diminutos ojillos perfectamente redondos y negros. Después de una rápida inspección, se colocó en el rincón más seco, alejado y oscuro.

Él odiaba tanto esos días, pero mucho más las noches, las noches sobre todo, sobre cualquier injurio o maldición, incluso más que un verdadero día frío sin presa. No había nada que odiara más. Sus diminutos ojillos observaron la manera en que iba transcurriendo el día. Fue razonable que al caer la noche él sintiera que moría. La luna llena, parida por un cielo límpido y despejado, le desfiguró el rostro con su color adiamantado. Las diminutas patitas, cubiertas por un opaco pelaje, apenas

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Vio cómo se acercaba un gato pardo, mismo que husmeaba el suelo pegando su naricilla tiznada por la suciedad de una noche entera buscando alimento entre las canaletas. Pasado un momento, el gato perdió todo interés en aquel lugar. Volvió a quedarse solo, sufriendo la angustia propia. Se encogió, quiso pasar desapercibido, tuvo miedo e imantó cada una de sus ocho patas al cuerpecillo rechoncho y peludo. Movía inquietamente sus dos colmillos como si estuviera triturando algo; sin embargo, era un mero tic nervioso.

visible, mutaron de tal manera que causaban horror. Sintió el desgarre de cada milímetro de su cuerpo, observó con verdadero terror cómo las tres articulaciones de sus patas desaparecían y en su lugar brotaba una extremidad tan ancha que no podía controlar. Decía adiós. Desnudo sobre el suelo, triste con aquel cuerpo enorme, daba la bienvenida al nuevo cuerpo sin pelo, con cuatro extremidades grandes que le resultaban inútiles e incontrolables. Sus ojos, coronados con una hilera de pestañas, se humede-


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cían porque aquel cuerpo le causaba tanta desdicha. Las personas que transitaban aquella calle se detenían un instante a observar a aquel hombre desnudo al final del callejón, y se decían entre sí: “Deberíamos llamar a la policía, al parecer está muerto”. Otros tan sólo se burlaban de lo gracioso que resultaba ver a un hombre lleno de mugre. Mantenía los ojitos cerrados durante toda la dolorosa espera, apretaba los dientes y sentía asco cuando el extraño pedazo de músculo dentro de su boca se movía por reflejo. Su nueva complexión parecía hincharse unos segundos, después regresaba al tamaño normal. Él parecía no entender que su nuevo cuerpo obtenía de manera distinta la oxigenación para vivir; la respiración mediante los pulmones era ajena a su comprensión. La verdad es que jamás sintió curiosidad por saber la procedencia del nuevo cascarón, quizá lo único que reconocía, con su nueva naturaleza, era el hambre. Evitaba abrir los ojos para no encontrarse con el espanto que representaba saberse diferente. Entonces pasaba toda la noche como el silencio, llena de sus defectos, se moría a cada hora transcurrida. El cielo se iluminaba despacio, como si existiera siempre adormilado, él sentía desaparecer la bestial luna con la luz del sol. Aquel cuerpo, considerado una maldición, un defecto, se volvía diminuto, se encogía, el proceso se volvía doloroso: cada extremidad se fracturaba, las articulaciones regresaban, ocho patas de nuevo, el favorito color grisáceo, la capacidad de devorar insectos aún más pequeños. Los ojillos se abrían y se descubrían amando el arácnido cuerpo. La última noche de luna llena. Las personas que pasaban por ahí, con prisa, parecían ya no distinguir a la pequeña araña lobo que se escabullía, abandonando el enclaustre de media cruz.


Todo estรก por descubrirse


Te diría que fuéramos al Río… Una ciudad, todas las ciudades

Míkel F. Deltoya

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La poesía, dice Octavio Paz (1998), “revela este mundo, crea otro”. Habría que decirse entonces que la revelación del mundo está ya en el poeta; el poeta entonces, se convierte en un mediador, intermediario, en un revelador, en una garita o puente donde ese complemento misterioso y a la vez conocido, cruza, se reparte bilateralmente. El mundo del poeta es la suma de todas sus experiencias más aquel sustrato, aquello que nace, que surge cada vez que se pronuncia. Te diría que fuéramos al Río Bravo a llorar pero debes saber que ya no hay río ni llanto, del poeta juarense Jorge Humberto Chávez, viene a reconocer esta sumatoria de esa ciudad, de aquella sociedad al norte de Chihuahua, en el pleno desierto, mancillada por el estigma de las muertas que siguen haciendo ecos, cuyas voces continúan susurrando muerte y el acecho gregario que desemboca en un constante apego al fin de la vida. Para la crónica como poema, dice Flora Sussekind (1988) respecto a Drummond de Andrade:

El poeta-cronista es una duplicidad opuesta a la que une las figuras del poeta y del crítico en la modernidad. Mientras la poesía crítica hace del poema un objeto y un interlocutor del ejercicio literario que se construye justamente sobre los vacíos y las rajaduras formadas por el distanciamiento entre el artista y el público. Apunta Sussekind (1988), “el poeta cronista responde por una vía distinta al desdibujamiento de tales identidades”. ¿Es Jorge Humberto Chávez un poeta-cronista? El concepto de crónica, se puede decir, es una transición temporal, frame by frame del momento, de un instante finito, un algo que comienza, que surge y termina, violenta o pacíficamente. El instante, para la crónica, es tomar una fotografía de palabras, palabras que han de subordinarse al estado del tiempo, segundo a segundo, instante con instante. […] y he aquí que empieza la música en el Paseo de los Compositores alguien grita el perro huye silente calle abajo el cuerpo A cae de inmediato tez morena clara de veinte años complexión regular vestido en color azul […] (2013; 21). La carencia de comas, de signos de puntuación, ha de recordar al lector que el tiempo y el instante no juegan pausas, menos la muerte que al final, es una pausa indefinida, inmediata. Y he aquí que empieza el suceso, el instante en el que la fatalidad rodea a los individuos, meras nomenclaturas, A, B, C, D, porque su esencia no funciona, no funciona cuando caen letra por letra al suelo y entonces recordamos que son personas las que están cayendo. Así el instante, como lo plasma la voz poética, no necesariamente ocurre en un presente perfecto.


Las crónicas, para ser leídas, ya poeta y para el lector, se reconstruhablan de un presente, pero es en ye en sequía, en sangre. Y es ahí el pasado cuando se redactan. En cuando las fechas se vuelven laTe diría que fuéramos al Río Bra- gunas mentales, flashbacks en los vo…, Ciudad Juárez está conecta- que el poeta, revelando en su exda con el resto del mundo, hasta periencia nuestra experiencia, nos que todas las ciudades del mundo remonta siempre al hoy con nosson Juárez y Juárez es el resto del talgia del ayer: mundo. El poeta, siempre revelaEl 6 de octubre de su año dor del instante, también ha de re[Armando El Choco nos velar situaciones, crónicas indeci[comentó en bles de sucesos que aún continúan una fiesta que lo habían ido a rebotando cual eco desértico: [buscar En el año 2006 mi padre adelgazó tanto y lo encontraron un mes más que pudimos meter su cuerpo [tarde esa mañana que en una caja [calentaba el motor de 1.70 por .65 m de su auto para llevar a sus […] [hijas a la escuela en el año 2006 mi país empezó a adelgazar en 1967 íbamos al río El río Bravo reivindica su la calle y la noche [Bravo a lavar los coches posición de ente solo para más flacas cada vez [del barrio primero desaparecer, para dejar de el del Chato luego el de la ciudad crecida de volverse un charco, un cadáveres (2006; [Bogar y al último el del obstáculo para los 25). [Huarache Veloz inmigrantes. Ahí es cuando la crónica pierde su determien el año 2010 ya sin río nación, se convierte en un [casi un migra y Sergio infinito, se vuelve un instan[Adrián de 13 años te-eterno (favorecedora contradicpelearon él con una piedra en ción) que hace al lector descubrirse [su mano y el agente con un en un momento que sucedió en el [revólver (2013; 20). 2006 y no ha terminado. Allí entonEs ahí cuando el río desaparece, ces, el poeta-cronista yuxtapone el cuando entre 2010 y el 67, en el río adelgazamiento de los suyos, que deja de correr agua, deja de permiahora son los nuestros, por enci- tir que laven coches y ahora, cual ma de su país que ahora es nuestro encabezados de periódicos como en país, que siempre ha sido nuestro los que el Choco laboraba, donde país y que esa fecha, so pena de ese Jorge H. de los créditos labora, las banderas o partidos, hace que el poeta nos arroja imágenes turde las arenas de Samalayuca y Te- bias, tenues, tristes, en donde el río rrenos Nacionales y el Cristo Negro, desaparece entre instantes, entre comiencen a brotar gotas de sangre. versos, entre estrofas. La idea del río, la imagen del río La resignificación territorial repreque divide, del río que ya no ríe y senta para la voz poética un papel de que tampoco llora, es una constan- juez y verdugo, la voz poética entonte dentro del poemario. El río Bravo ces, busca hacer sinónimos cardireivindica su posición de ente solo nales con los aspectos de la ciudad: para desaparecer, para dejar de No hay este: sólo norte y volverse un charco, un obstáculo [poniente la palabra sol es para los inmigrantes. El río, para el [del poniente

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la palabra río queda en el [norte la palabra mojado [en el norte también […] Papá es norte la palabra país [era difícil no era poniente [ni norte país parecía decir ciudad algunos [la usaban mejor como barrio (2013; 22). Norte entonces se vuelve mil cosas, norte se vuelve frontera, madre se vuelve charola de pan, la Montaña Franklyn, su estrella, las calles, los burritos; todo se vuelve norte, poniente, al país, no termina de englobársele una composición, un punto cardinal. Masacre se vuelve pérdida de inocencia, se vuelve Tlatelolco, se vuelve un vacío y ni siquiera la voz del poeta logra englobar tanto vacío ni crudeza en una palabra, en algo que ocurre en el sur cuando luego, décadas después, las otras ciudades (que son y que no son Juárez) sufrirán por las muertas y dirán: allá matan. Al final del día, entonces, Jorge Humberto Chávez, ahondará en ese río ya inexistente, ese río que dejó de aparecerse en sus corrientes pluviales que regalaron a México el Chamizal, ese río que se sacudió más allá de la Heróico Colegio, ese río que pese a que divide políticamente un país, una ciudad, un mundo, muchos mundos, no deja de ser un vínculo intransferible de las ideas. La ciudad es una, afirma Chávez, y eso es, una ciudad que es muchas ciudades, pero sigue siendo una donde comienzan otros significados. Te diría que fuéramos al Río Bravo a llorar pero debes saber que no hay río ni llanto es pues, una evocación a la memoria colectiva reflejada en la voz de un poeta, revelador de universos, revelador de ríos, de nostalgia a ríos e instantes que se reproducen frame by frame, intercalándose en la pupila, diciéndonos que el río ya no está, que únicamente quedan los huesos

secos del río, la sangre de los inmigrantes, las voces de la violencia y del carril cerrado. La poesía es muchas: [palabras que trasmutan [apenas cruzas este río. Una mirada escruta desde [los arbustos el paso verde [en el agua. Aquí es el fin del cerrado [corazón, el término de un [país huérfano; aquí comienzan otros [significados (2013; 28). Entonces después de querer ir al río a llorar y saber que no está, tras revivir memorias, tristezas, instantes, allí, luego de aquella revelación, el poema hará que nos remontemos a esa frase majestuosa con que Gary Jennings terminó su novela Azteca: Aquí terminan los caminos y los días.

Bibliografía: Paz, Octavio. El arco y la lira. México: FCE. 1998 Chávez, Jorge Humberto. Te diría que fuéramos al Río Bravo a llorar pero debes saber que no hay río ni llanto. México: FCE. 2013 Susskind, Flora. Un poeta invade la crónica. Revista Letras Libres, suplemento Vuelta. p. 48. 1988.


Una entrevista loquísima Entrevista a Dalina Flores Por Myrna Santana Junio, 2015

Esta entrevista tiene como propósito conocer un poco más sobre su carrera, los proyectos que tiene actualmente y su relación con la literatura. Entrevistador: ¿Cómo nació su pasión por la literatura? Dalina: ¡Que preguntas tan extrañas! No sé, la verdad es que desde que soy súper chiquita mi mamá, bueno, toda la familia de mi mamá tienen mucha afectividad por la poesía, son declamadores todos, tienen discos y toda la cosa, pero no sé, tal vez por eso me puse en contacto muy temprano con la poesía y también pues en mi casa siempre había libros y, una vez, cuando iba en primero o segundo de primaria, mi papá me regaló unos cuentos de (León) Tolstoi y de (Óscar) Wilde, y entonces ya me clavé a partir de entonces. Y creo que me gusta la literatura como voyerista, me gusta espiar en otros universos pero desde muy chica. No escribía, empecé a escribir a los trece años, hice una obra de teatro chafísima, y no sé, después en la adolescencia, yo creo que no hay nadie que no haga poesía en la adolescencia: “te quiero mucho”, “tus labios rojos.” Entrevistador: Sus primeras creaciones, dice que fueron a los trece años, entonces ¿ha ido cambiando, cuando usted escribe, algún concepto de su visión? Dalina: Yo creo que cada quien tiene actitud diferente hacía la literatura. Hay autores que dicen que la literatura es su vida y que se dedican a escribir ocho horas diarias, no como un trabajo. Para mí siempre la literatura ha sido como una terapia, es como sanadora, es como una oportunidad de reencontrarte y de buscar alternativas, y bueno, yo empecé a escribir, como te dije, a los trece años e hice una obra que se llamaba Bolo el Tortugo, ¡hazme el favor! Después hicimos una adaptación para títeres, que trataba de una tortuga buscando a su mamá, es una tortuga bebé y no sabe qué pasó con la mamá, entonces, una de las historias es que a la mamá la cazan

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unos seres humanos, y se la llevan a disecar para ponerla afuera de una fonda de mariscos, entonces la tortuguita anda por todo el bosque buscando a su mamá, y se va encontrando animales que aparentemente son muy peligrosos, pero son muy buenos y lo que tienen en común es que a todos los ha dañado el hombre. Entonces hay una parte en donde se quema el bosque y Bolo tiene que irse por el río y llega a un tiradero en la ciudad, donde encuentra la otra cara de los animales que son las ratas, pero las ratas de la ciudad, que están todas maleadas y que lo agandallan, entonces se hace un final súper triste de que ve a su mamá disecada en la fonda. Está muy feo, pero a lo que voy es que para mí, escribir siempre ha sido una manera de decir algo que te preocupa y, que de alguna manera, puedes condensar en algo que te hace bien. Hace varios años me entrevistaron y me preguntaron que cuándo era la próxima obra, y les respondí que no sabía, pues cuando estoy feliz no puedo escribir y tengo muchos años de felicidad. Hace tres años me dio muy fuerte por volver a escribir poesía, pero no por buscar la forma poética, sino porque lo que escribía era poesía. Yo soy narradora, hasta la fecha soy narradora, pero de pronto me comenzaron a salir textos muy líricos que, cuando otros autores leen, me dicen que soy poeta y les respondo que no soy poeta, pero a lo que voy es que cada etapa de tu vida te va planteando una necesidad de escribir de cierta manera. Intenté hacer una novela hace dos años y todavía está ahí, está en escaleta, o sea, está la estructura pero no termina de cuajar por que no sé. Me quedan bien los cuentos, pero las novelas no, porque no aguanto el ritmo de estar jugando con la tensión, se me caen rápido las cosas. Entrevistador: Y, por ejemplo, de sus creaciones de lo cotidiano que termina en guerra mundial, ¿eso a qué responde? Dalina: Fíjate que eso es bien chistoso porque hace muchos años leí un artículo de Deborah Tannen, una feminista que ha desarrollado muchísimo la teoría literaria, y ella decía que los hombres y las mujeres no nos comprendemos porque tenemos procesos mentales distintos, entonces ella pone un ejemplo de que cuando vas en la carretera y tú quieres un café, le preguntas a tu esposo: “¿Quieres un café?”, en vez de decirle: “párate, quiero un café”. Entonces, si tu esposo te dice que no, pues ya te indignas porque no agarró la onda de que lo que querías era pedirle un café tú. Entonces a partir de eso me puse a analizar la forma de relacionarme con mi pareja y me di cuenta de que, realmente, él entiende las cosas súper literal, y yo entiendo otras cosas. Entonces, a partir de ahí, nos comenzó a dar risa cuando reflexionábamos de algunas situaciones que podrían convertirse en una discusión que pues, raramente, no tenían que ser discusiones porque las mujeres tienden a sobreentender, ver todo lo que está en la superficie y los hombres no lo ven, y uno piensa que sí lo ven. Entonces lo empecé a escribir como simpático, de hecho me acaban de decir que me pasan un contacto para poder publicarlo, porque se les hace súper chistoso y buena onda, entonces sí voy a buscar publicarlo pero realmente es como te digo, una terapia. Entrevistador: Cambiando un poco en lo que es su carrera, ¿qué es biblionautas y cómo nace ese proyecto?, ¿en necesidad de qué?


Dalina: Biblionautas surgió hace muchísimo tiempo. Cuando yo estaba en la carrera conocí a dos promotoras que estaban dando, por parte de Limba, unos talleres para hacer que los chavos leyeran, entonces fui, tomé los talleres con Limba y empezamos a implementar en Cuautla, una ciudad de Morelos, talleres para niños y está muy divertido. Me acuerdo muchísimo de una niña llamada Tabatha porque estaba muy loca y era muy creativa pero pues ya, ahí quedó el asunto. Mucho tiempo después tuve a mi hija y, desde antes de que naciera, yo le leía mucho y hacíamos muchas cosas que tuvieran que ver con la literatura. Obviamente, desde que ella nació tiene muchos libros y empecé a aplicar con ella todas las teorías de acercar a los niños a la literatura, pero entonces, cuando de verdad convives con un niño, te das cuenta de que la teoría deja de ser teoría, y te das cuenta de que realmente hay mucha percepción, juegos de palabras que, por intuición, los niños hacen. Y bueno, a partir de mi hija y su contexto, mi cuñada y yo vimos que mi sobrino y mi hija Luna necesitaban como espacios para compartir con otros niños los mismos referentes culturales porque, de pronto, era Barney, y en el mejor de los casos Dora La Exploradora, no tenían más que compartir y entonces comenzamos a idear talleres donde tener a nuestros hijos, entonces si ves la memoria gráfica de Biblionautas, es desde bebés con las fotos de Luna, hasta ahora, y es bien curioso porque a medida que ella va creciendo, también van cambiando mis intereses como profesional, pues estuve muy metida en la literatura infantil, pero ahora que ella es joven, pues estoy más a lo que ahora se conoce como literatura juvenil y bueno, realmente es como una intención de hacer más lectores pero con un fin muy concreto: acercar a mi hija a la literatura. Entrevistador: En los proyectos que ha realizado Biblionautas como Tu palabra vale, ¿cómo surge?, ¿se cumplieron sus expectativas? Dalina: Pues ahí van, todavía tienen dos meses para pagar. Nosotros buscamos, más allá de trabajar en talleres que tienen un apartado donde damos sesiones para los papás, pensando que se tiene que hacer un equipo porque todos somos responsables de acercar a los niños a la literatura. Pero además, hacemos actividades que tienen como propósito la promoción de la lectura, entonces hacemos desde lecturas en voz alta, muchas estrategias y así como Tu palabra vale también hicimos Cita a ciegas, donde cubrimos las portadas y pusimos palabras clave para que cada quien llegara a encontrar su amor literario sin saber qué era. También Toma un libro, que fue en la Macroplaza y consistía en que la gente llegara y tomara un libro. Pero ahora, en Tu palabra vale, buscamos algo juguetón pero que al mismo tiempo nos haga voltear hacia la literatura, entonces al principio no todo el mundo estaba muy de acuerdo en Biblionautas sobre Tu palabra vale, decían que era absurdo que nosotros batallemos por conseguir libros nuevos, que esa es otra cosa que a mí me encantó, porque las editoriales y las librerías a las que fuimos fueron súper buena onda, porque les gustó el proyecto, entonces eso muestra mucha solidaridad también de estos agentes involucrados en la literatura. La gente de Biblionautas decía que íbamos a pedir libros nuevos y la gente no los iba a pagar, o sea, si pretendemos que la gente pague con la promesa de que van a realizar algo,

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no lo van a pagar. Yo considero que es matar a dos pájaros de un tiro, porque tenemos que recuperar los lazos de confianza hacia el otro, entonces, el darle la confianza al otro de creer en su palabra, porque es una persona como yo, y a mí me gustaría que confiaran en mi palabra. Entonces sí es muy interesante y está teniendo los resultados que cuando menos yo esperaba. La verdad es que la mayoría de nosotros esperaba que nadie hiciera sus pagos, estábamos preparados para que si nadie pagaba llevarnos un gran golpe al corazón, pero hemos visto que poco a poco la gente ha subido las fotos de sus pagos, y hay pagos que a mucha gente le resultan muy absurdos, pero que a mí me resultan muy nobles como pasear a un perro y leerle un cuento. Entrevistador: ¿Biblionautas tiene más proyectos en mente como ese? Dalina: Si, nada más que tenemos que pensar. Yo creo que la gente que está involucrada en esta tarea de la literatura, de la enseñanza, tiene que ser muy creativa para realmente convocar, por ejemplo, en este Tu palabra vale, fueron más de 180 libros vendidos que a mí me parece padrísimo para haber sido cuatro o cinco horas, a mí me parece que fue mucha gente. Tenemos que buscar cosas que sean divertidas, que no se repitan y, de hecho, acabamos de meter un proyecto, una convocatoria para nosotros comprar los libros, porque eso también es otra cosa, estamos muy involucrados en recuperar la oferta de la literatura mexicana contemporánea, y si queremos llegar a conseguir esos libros para ponerlos a la disposición de los compradores con su palabra, va a ser algo muy lindo Entrevistador: Fuera de Biblionautas, ¿cómo visualiza el panorama de la difusión literaria? Dalina: Yo creo que hay muchas instancias que están haciendo muchas cosas, lo cual me parece muy constructivo. Creo que a estas alturas hay un boom, que no sé si vaya a repercutir positivamente desde muchos ámbitos, por ejemplo, los BookTubers que se lanzan a hacer sus comentarios, y me parece que hay que darle seguimiento a estos proyectos como investigadores. Creo que nuestros proyectos están respaldados por presupuestos teóricos muy sólidos, lo cual es una ventaja, y por otra parte estamos en continua investigación, porque en todos los talleres se observa, se toman notas y eso le puede dar pie a otras personas que estén involucrándose en lo mismo, estas propuestas necesitan solidez. Hasta hace muy poco, yo recomendaba literatura considerada juvenil, y los lectores llegaban a ella con mucho entusiasmo, pero particularmente este semestre, con todos los jóvenes que estuve trabajando estos textos tuvieron una actitud de rechazo, y lo que manifestaban es que como no es una saga no te deja picado, son personas que están muy en contacto con este boom editorial, así como de las traducciones, las cuales a mí no me gustan, bueno, no es que no me gusten, me gustan pero no las prefiero, y por otra parte sí vi muchos chavos enjuiciando moralmente las historias, lo cual me sorprende, muchos prejuicios morales, lo cual me sorprende porque están acostumbrados a que si alguien se porta muy mal merece un castigo. Creo que sí nos ha hecho mucho daño leer sagas y leer motivación personal.


Sol de Monterrey Por Alfonso Reyes

No cabe duda: de niño, a mí me seguía el sol. Andaba detrás de mí como perrito faldero; despeinado y dulce, claro y amarillo: ese sol con sueño que sigue a los niños. Saltaba de patio en patio, se revolcaba en mi alcoba. Aun creo que algunas veces lo espantaban con la escoba. Y a la mañana siguiente, ya estaba otra vez conmigo, despeinado y dulce, claro y amarillo: ese sol con sueño que sigue a los niños. (El fuego de mayo me armó caballero: yo era el niño andante, y el sol, mi escudero.) Todo el cielo era de añil; Toda la casa, de oro. ¡Cuánto sol se me metía por los ojos! Mar adentro de la frente, a donde quiera que voy, aunque haya nubes [cerradas, ¡oh cuánto me pesa el sol! ¡Oh cuánto me duele, [adentro, esa cisterna de sol que viaja conmigo!

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Tinta Regia agradece a sus escritores y fot贸grafos por sus colaboraciones A帽o 1 No. 001



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