Febrero 2018
No. 1 Manual de iniciaciรณn a la literatura submarina _____________________
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Editorial Sección
NÚMERO UNO MANUAL DE INICIACIÓN A LA LITERATURA SUBMARINA
En las profundidades del Engolasters, en las abisales aguas de este enorme lago en el corazón del Principado de Andorra, la nación más pequeña y antigua del mundo, la tripulación del submarino Ramallets 2666, único elemento de la orgullosa flota del “Pais dels Pirineus”, malvive en su interior esperando órdenes del almirantazgo y un enemigo a batir, realizando mientras tanto protocolarias revisiones de maquinaria, ejercicios cronometrados y enervantes inmersiones a profundidades fuera de reglamento. Al tiempo, para sobrellevar el mal olor, el involuntario roce de los cuerpos y el desdén han decidido (orden directa de capitanía, en realidad) fabricar una revista literaria que, en ausencia a día de hoy de una tercera Guerra Mundial o un breve pero sangriento conflicto con el Obispado de Urgell, les reporte, si no de las armas, al menos gloria en letras y satisfacción en lo colectivo al difundir entre naturales y foráneos cierto arte. Y todo desde un caparazón de acero sumergido a 80 metros de profundidad. Así emerge Torpedo, una revista temática de publicación trimestral que mediante la literatura y otras disciplinas artísticas busca impulsar a modo de parafina o gasóleo el motor de este pesado gigante submarino. La tripulación entiende ésta como la única (y genuina) manera de ganar
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terreno, o agua, en esta guerra de fronteras tenues, por lo que lejos de merodear alrededor de una vaga y grandilocuente idea fundacional prefiere garabatear un poema erótico en las hélices, un haiku en la espoleta de proximidad o un relato bizarro en monólogo interior lógico en el bellísimo metal plateado del cuerpo de un torpedo a propulsión eléctrica y pronunciar, en llamas la garganta, ¡fuego, fuego, fuego! A decir verdad también podemos llevarnos la contraria y proponer que en estos momentos históricos en los que se cierne un vuelco de modelo al compás de violentos cambios estructurales, en este contexto donde lo viejo no acaba de morir y lo nuevo no termina de nacer el aceleramiento de la brecha se nos impone como misión: criticando por un lado el viejo paradigma en un sentido holista y, por otro, propagando, con acciones sometidas al sigilo de la autopropulsión rígida, dirigidas al cambio, usando oxígeno puro para no delatarnos, propagando decía, prometiendo incluso, nuevos horizontes de abochornada y radiante felicidad. Buscamos un momento de reflexión pausada en un mundo de cambios que va a toda prisa, en donde lo lento es sinónimo de poco eficiente o improductivo. Así creamos este lugar como una oda a la pausa, recogiendo la mejor herencia del tiempo que muere pero impulsándola con nuevas materias primas de los tiempos que se avecinan. Un cetáceo de plomo se intuye bajo el agua, parece la sombra de un nubarrón, un tímido periscopio barre en 360º la superficie: es la Revista Torpedo.
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NARVALES - Cuento
BELUGAS - Microrrelato
CACHALOTES - Poesía
BALLENAS AZULES - Ensayo
DELFINES - Vídeos (web)
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Índice
CARTA AL CAPITÁN
...................................................................................................
NARVALES
...................................................................................................
No escribiré torpedo
.......................................................11
Los chistes del torpedo
.......................................................14
.......................................................22 El origen de las especies .......................................................34 El realizador Torpedo ......................................................38 BELUGAS
Blue, wrinkles y tal
CACHALOTES
Torpedo
...................................................................................................
.......................................................42
...................................................................................................
.......................................................44
Dímelo BALLENAS AZULES
.......................................................47 ...................................................................................................
El cuarto torpedo en la crisis del régimen. Cataluña y el encaje territorial. .......................................................48 El torpedo que rompe el orden mundial.
LLAMADA A FILAS (Convocatoria prox. número) TRIPULACIÓN COLABORADORES
.......................................................54
..............................................................................................63 ..............................................................................................64 ..............................................................................................68
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ILUSTRADOR RODRIGO ARAHUETES
Rodrigo Arahuetes, nacido en 1996, es dieñador y actor. Estudiante de Diseño en la facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid, ha trabajado como diseñador gráfico y/o escenográfico para la Asociación Española de Terapia Gestalt, el Centro de Investigación Teatral La Manada, la Asociación Española de Yoyó y Doctor Palas SL. Estudia Interpretación en el CIT La Manada y ha recibido formación en clown con Al Rosell y Francis J. Quirós. Como actor, ha participado en proyectos como Tape de Stephen Belber, dirigido por Carlos Silveira; La señorita Julia de August Strindberg, dirigido por Carlos Silveira; The Lying Kind de Anthony Neilson, dirigido por Luis Sorolla.
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Carta al capitán
NO ESCRIBIRÉ TORPEDO GABRIEL SALDÍAS
Primero que todo, porque no los conozco. No les tengo confianza alguna. ¿Desde cuándo regalo palabras yo? Las vendo, con suerte. Segundo, y quizás más importante, porque no entenderían lo que significa. Supongo que también tiene que ver con la confianza. Seguro creen que se han puesto un nombre épico y provocador, como si este guardara en su declamación insolente la explosión sin detonar del ataque submarino que corta el agua con destino incierto. Nada sospechan del significado secreto que su nombre tiene, tan lejos del mar, tan lejos de la gloria. Si quisiera explicarlo, que no quiero, porque no se me da la regalada gana, tendría que hacerlo en retroceso. Comenzaría, quizás, con esa anécdota que no le he contado a nadie, en donde un catedrático me dice, con tono reprobatorio, que nunca use la palabra “mapear”, sino que en su lugar opte por “cartografiar”. Cuando le pregunté por qué, me responde, no sin cierta
molestia: “Porque así es el español”. Y tenía razón, o debía tenerla, aclararía si es que se me antojara hacerlo, porque si en España un catedrático te dice que “así es” el español, pues no queda más que asumirlo como las heridas de Cristo. Si ese es el español, entonces que yo he hablado una mentira toda mi vida, tendría que admitir con vergüenza. Largas noches encerrado en mi pieza, perdón, mi habitación, en ese departamento arrendado, qué digo, ese piso alquilado en los lindes de Gran Vía, pensando en el nombre del idioma que creía mío. Porque español no soy y nunca lo seré, no, ni modo, no con esta nariz de mierda, por lo que claro está que español no puedo hablar. Demasiada sangre india corroe estas venas como para fingir que digo ordenador en lugar de computador. Al final, creo que tendría que conformarme con alguna mutación histórica destinada al olvido. Quizás un francés torcido o un portugués desaliñado.
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Carta al capitán
Habría que volver más atrás para clarificar mi duda: no, no es otro idioma, es un dialecto, como me clarificó en otra ocasión un castellano en confianza. Como quien habla de una receta de galletas, él aclaraba mi duda con una sonrisa en los labios. “Será algo dialectal”, señaló con condescendencia amorosa y educadora, al no entender una de mis expresiones animales. Claro, un asunto propio de las colonias, cómo no me di cuenta en su momento. Habrán sido los meses en barcos antes de pisar tierra firme, o el balbuceo infantil de los indios lo que habría manchado la sacrosanta lengua de los Reyes Católicos hasta hacerla degenerar en mis patatas que se llaman papas. Un dialecto, igual en categoría a todos los otros dialectos de la zona, que no pueden ponerse de acuerdo en si los frijoles han de llamarse porotos o habichuelas. Pero ya con eso claro, por lo menos respiraría tranquilo. Después de todo, cuando uno asume la condición asignada es más fácil mantener el secreto de lo ignominioso escondido en un rincón, porque nadie quiere meterse allí. En su lugar, es uno el que, a fuerza de martillazos lingüísticos, termina metido en los agujeros oscuros de los demás y en una semana ya estás flipando mogollón por cualquier cosa. Se te olvida el taparrabos que cubre tus vergüenzas y por un segundo te crees gran señor, dueño de parte del virreinato que se extiende desde el norte de la chingada hasta la punta sur de la boludez. Sin embargo, no dura mucho la ilusión, porque hasta en la madre
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patria resulta que soy expatriado entre apátridas. ¿No me daría la razón Ramón Llull y todo su linaje maldito, apretados como sardinas en unas fronteras que se les hacen demasiado estrechas para albergar ese condenado orgullo nacional huérfano? Yo, libre de toda lealtad porque soy originario del culo del planeta, como me lo confirmó un vernáculo de Girona, así lo pienso cuando contesto el teléfono, y una colombiana me trata de vender un plan de internet en catalá. “Castellano”, le imploro humillado, a medida que escucho ese rezongo ancestral por tener que rebajarse a hacer negocios en la lengua de su dueño. Al menos tenga el consuelo, hermana mía, que los dos cometemos el mismo pecado: usted, porque necesita salir a protestar el orgullo de una nación que no le pertenece, y yo porque necesito internet para hablar con mi casta perdida, allá, tan lejos, en ese agujero negro que convierte la lengua en lengüita. Así pues, me guardo mi conchudo, digo, jodido secreto, de manera insolente y mezquina. Porque nada importa, al final, lo que signifiquen estas letras en un idioma apócrifo como el mío, que no lo hablan nada más que los fantasmas y Homero, digo, Homer Simpson. Ni mi propia tierra sabe explicar por qué dice lo que dice, así que por qué voy a darle yo ánimos de grandeza. No hay nada maravilloso aquí, así que quédense con su emblema rupturista que raja el alba del porvenir con la estela marina que deja a su paso. Yo me quedo con la otra versión, esa que hace de las armas un montón de garabatos en papel.
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Narvales
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NARVALES
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Narvales
LOS CHISTES DEL TORPEDO CRISTIAN RUBIO
Gerard Yamashita era un hombre de cultura que leía a Séneca antes de acostarse y no desayunaba sin un par de páginas del “De pictura” de Alberti; protegía su incipiente calvicie con una gorra plana, de esas que ya no se llevan y fumaba casi siempre. Sus tres carreras de humanidades no le proporcionaban trabajo ni riqueza y para ganarse la vida había tenido que endeudarse y abrir un bar en el corazón del Raval de Barcelona, en la calle Robadors, la de las putas. Participaba en asambleas vecinales y su voz, tímida pero de dicción excelente en cualquiera de las seis lenguas que dominaba, era tenida en cuenta. Su bar Torpedo se caracterizaba por un aparato gastronómico del sur de España aderezado con jornadas poéticas, exposiciones y un concurso anual de imitadores de Chiquito de la Calzada, humorista que había entrado en el portal de la fama a mediados de los noventa renovando con sus chistes y extraño parlar el vocabulario de media España. Yamashita era fanático. En las paredes del local colgaban tres retratos excelentes al carboncillo de su propia manufactura: el
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guitarrista Django Reinhardt fumando un cigarrillo, escoltado por Leonardo da Vinci fumando un cigarrillo y Chiquito de la Calzada fumando un cigarrillo. Darle al pitillo representaba una actitud intelectual a la par que estética: simbolizaba al hombre pensante. Para él los genios pensaban y fumaban y de fondo escuchaban jazz. Al menos una vez a la semana confiaba el bar a su camarero paquistaní, Jahan, y se sentaba en la mejor mesa a disfrutar del partido del Barça. - Difisil, ductur —le decía Jahan emergiendo de detrás de la barra, siempre vestido con ropa muy holgada y de otra época, quizá hallada entre el fuselaje accidentado de un avión de la extinta RDA—, Leganés, muy difisil. Al escuchar “doctor” se había echado a reír pero no sería él quien se privara de esa consideración. Con el partido a punto de empezar en el viejo Samsung de 32 pulgadas dispuesto en la pared entró el Suave con mucho
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aspaviento, a grandes zancadas, el vello del pecho bien visible por la camisa entreabierta, un AMOR DE MADRE tatuado en el brazo; las manos ásperas y encallecidas de estibador. El Suave era conocido por trapicheos, por vender cosas “caídas” de contenedores y camiones, por ir muy peinado hacia atrás, a rastrillo y abotonarse poco la camisa. No había saludado a nadie al cruzar la puerta, ni al Jahan ni al Morales ni al manco Paquito Manodeperro, absorto, como Grouxo yendo de un camarote a otro, en alcanzar la mesa donde estaba su amigo. Se sentó a su lado, codo con codo y solo entonces, misión cumplida y partido sin empezar, se ofreció risueño, “qué pasa Yama,” girando el tronco como un maniquí de dos piezas para estrecharle la mano. Pidieron una botella de vino negro y Voll-Damms. También cecina, torreznos, croquetas de pollo y pistacho, habas (nadie hacía las habas a la extremeña como Jahan) salteado de riñones de cabra y dos morcillas por cabeza. Por si se quedaban con hambre pidieron un bol de arroz blanco. Comieron y bebieron prácticamente sin respirar hasta el minuto diez de partido. Terminaron y pidieron un corretto y más cerveza. El Barcelona se defendía tras un medroso inicio. El Suave gritaba: - ¡Va Piqué, rómpete el tupé! Venga hombre va, ¿pero esto qué es? ¿Pero lo estás viendo? Al finiquitarse la primera mitad el
Suave pegó un brinco para soltar un chiste de Chiquito. Empezó a caminar como si hubiera hormigas en el suelo y no quisiera pisarlas, sujetándose el riñón con una mano mientras contaba monedas con la otra. Se le escapaba una risa culpable porque los chistes de Chiquito, lo sabe todo el mundo, son malos de solemnidad, el humorista arrastra ese peso desde el inicio, sabiendo, sin embargo, y aquí la culpa sobreviene doble, que contándolo como Chiquito, jugando con dados trucados, va a terminar doblegando al público. - ¡Un circo llega a un pueblo!, necesitamos animales para los leones, que están hambrientos y se comen al público, queremos perros gatos gallinas borricos... –El Suave narraba bien, con el truco cogido, como si el mismísimo Chiquito lo poseyera.- Un gitano con el borrico, un borrico de veinte quilos, tan delgado que desaparecía si lo ponías de canto, naino naino, por la gloria de mi madre está la cosa mu mala, ¡que estamos friendo los huevos con saliva! - ¡Guárdatelo para el concurso, no seas tonto! -le decía Yamashita pasándose un clínex por los ojos. - Este borrico está mu delgao, le dicen, no sirve ni pa dar de comer a los leones. Te damos mil calas. ¡Nooorrll!, dise el gitano, -el Suave caminaba y caminaba, ahora adelante ahora hacia atrás¡Cobarde, dame dos mil! Pero si este animal lleva seis meses sin comé, se
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le ven los huesos sexuales. Bueno, dos mil calillas. Hasta luego Lucas, more nore naur. El dueño del circo tira el borrico a los leones y al cabo de media hora, ¡ay ay gitano, me has buscao la ruina! Llama al gitano. Me has buscao la ruina. He echao el borrico en las jaulas y se ha comío a dos leones y tiene arrinconá a la pantera! ¡Polagloriademimadre! El Morales y el Paquito Manodeperro reían a boca abierta. La risa de Yamashita no era sonora, nunca lo había sido, pero cuando estaba contento se notaba. El único impertérrito siempre era Jahan. Durante la segunda parte el entrenador del Barcelona sacó al campo a Jordi Alba, y a un par de canteranos. Yamashita, pensativo, preguntó al Suave:
- ¿Tú lo ves?
Despertando de la digestión de los torreznos y morcillas el Suave, sobresaltado, dudó si le preguntaba por Luis Enrique y sus cambios o por la presencia (eso sí sería preocupante) de uniformados y secretas en el bar. Solo cuando comprobó que las seis o siete mesas a su alrededor estaban libres de sospecha, respiró hondo y con el poso de espanto aún en los ojos, inquirió:
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- ¿Lo cuálo?
va?
- La vida, ¿ves hacia dónde
- Coño –hizo un silencioPues al hoyo. - ¿Y ya está?- Gerard Yamashita cogió la copa con su habitual gesto, una sencilla y natural elevación del dedo meñique que algunos parroquianos referían a un pasado aristocrático de su familia en Japón y sorbió el vino con la lentitud de los entendidos. Alguien había entrado en el bar y tomado asiento discretamente. El Jahan había ido a servirle y al volver interrumpió a los dos amigos en plena conversación: - Me parese Chiquitón del Calsado. El Suave y Yamashita se intercambiaron una mirada incrédula. Jahan señaló los retratos al carboncillo.
- El Chiquitón me parese.
Cortado en mano Yamashita se dirigió hacia la mesa del nuevo cliente. Estaba en su bar, lo adivinó enseguida: la nuca y la cabeza de cráneo brillante a la que se acercaba era la del humorista de mayor impacto en la historia reciente de España, el mismísimo Chiquito de la Calzada. El café hirviendo le temblaba en el platito como si lo hubieran olvidado sobre el capó de un Nissan Patrol de ocho cilindros. Con el gran hombre delante no supo qué decir. A
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Chiquito las patillas en forma de media luna le caían por las orejas y la frente despejada le terminaba en unos ojos acuosos y tristes, como si fuera un hombre cargado con un peso insoportable. Tenía más de ochenta años, el poco cabello sobre la alta frente repeinado hacia atrás como un bandolero de las series de Televisión Española. Vestía una camisa blanca bajo un traje azul casi negro con corbata verde aguamarina. Torso y hombros de anciano, las manos convexas de cantaor sobre la mesa retorciendo una servilleta. Yamashita intentaba hablar pero solo emitía un pitido gutural semejante al que haría un enfermo de bronquitis. Las apagadas pupilas del humorista lo contemplaron. - Tú ere un Torpedo de Japonés. — Le dijo finalmente — En Japón hay muxo japoneses y muxo terremotos. Yo viví en Japón. Hase un siglo. Dos años durmiendo en una habitasión grande como un seisientos. Ganaba sinco mil calas por actuación. Pero no tenía a mi Pepita y me volví. Yamashita estaba mudo. Al cabo de un rato comprendió que aún sostenía el platito con el cortado en la mano, enfriándose y se lo sirvió. Chiquito siguió hablando y confesó haber llegado al bar deambulando desde casa del productor de cine con el que había realizado varias películas y que el nombre del bar, “Torpedo”, le hizo entrar.
- ¡Cómo no iba a entrá en un
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bar llamado Torpedo! Por desgracia, desde la muerte de su mujer (mis pies y mis manos, mi bastón, mi temple) no hacía otra cosa que vagar, falto de memoria, sin retener las cosas, charlando con el retrato de su esposa. Eso decía. - El ésito, el dinero, la fama, la casa nueva cambiaría por comerme unas tostás con la Pepita. De Nocilla, que éramo mu golosos, ¿te das cuen? Volvería ahora mismo a haser de cantaor en tugurios y sin cobrar un duro por cogerla la mano. Aunque fuera un paseíllo solamente. Ella se murió así ¡Pam! Sin despedirse. Y si te visto nomacuerdo. Chiquito terminó su alocución y miró a su izquierda y en la mirada se advertía que buscaba la aprobación a sus palabras, un gesto o una sonrisa tranquilizadora. Pero a su izquierda solo había una silla vacía y más allá otras sillas y otras mesas, todas vacías y en contacto ya con la pared, una máquina expendedora de tabaco. El Suave se acercó y tomó el relevo de su bloqueado amigo. - Cada año le homenajeamos con un concurso de imitación, no sé si lo sabía.
- ¿Cómo dise?
- Le homenajeamos —repitió el Suave.
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- Yo no sirvo pa na. No me acuerdo ni der teléfono de mi casa. El Suave hizo una seña a Yamashita y este, nervioso, empezó a marcar un número en el móvil. - Si usted quisiera… solo unos minutos. Ya lo estamos montando, para nosotros sería un honor… Al cabo de un par de horas, el concurso, adelantado un par de semanas, estaba en pie. A Chiquito lo habían acomodado en una especie de altar en compañía de unas bravas, boquerones, bombones de morcilla y un bol de arroz blanco; también una gran pinta de cerveza tostada, bien fría y con el grueso de espuma normativo. Chiquito, asustado, daba sorbitos de vez en cuando. Las actuaciones se realizarían en el fondo del local, un espacio descuidado y de iluminación tenue pero también íntima, donde se acumulaban cajas con género y al que se accedía sorteando mesas y sillas y bajando tres escaleras tras la barra de aluminio y la máquina de tabaco. Alrededor del humorista, imitadores de todas las edades ejercitaban poses y sonidos, se recomponían los cuellos de floreadas camisas y caminaban como si sortearan cristales por el suelo mientras se sujetaban el riñón. Las expresiones pecador, torpedo, te das cuen, duodeno, quietor, se repetían. El Suave iba
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de aquí para allá agarrado a una cerveza ya caliente con la camisa cada vez más abierta, sin parar de hablar con quien quisiera escucharlo: - Las vocales a final de palabra, en chiquitostaní, son al, el, il, ol, ul. Acabado en ele. Las consonantes, en realidad, también. Yamashita lo sabe mejor que es de letras. ¡Yama! La noticia de la presencia del gran hombre había llenado las treinta sillas desplegadas en semicírculo. Se habían bajado las persianas para que no entrara más gente y levantado el veto sobre el tabaco. Jahan servía las mesas a destajo. El primer chiste lo contó el hijo de los del Can Josepet, uno de los bares de Robadors, un crío chino de unos diez años que había pasado de Pokemon a Chiquito en medio año y se había fanatizado consumiendo el recopilatorio “Genio y figura volumen 2” a través de Youtube. En cuanto subió al escenario inclinó la cabeza ante la mesa de Chiquito y empezó su representación con grandes gritos de ¡¡pecadool…,cobaalde…!! mientras movía los piececitos como si estuviera sobre una cuerda de equilibrista. Cuando se le acababa el escenario giraba y volvía a empezar. Luego subió a escena un comercial sexagenario de una empresa de mensajería, escritor en sus ratos libres, al que su acento catalán, de Gironella no desanimaba a imitar
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el habla andaluza y los gestos del maestro mientras caminaba por el escenario fingiendo dolor en las lumbares. Su afición a la escritura era tan incomprendida por su familia, ninguno presente, como su pasión por el humor del malagueño. Al terminar su actuación, tras tímidos aplausos, se acercó, lo ojos brillantes por la emoción, a estrechar la mano blanda del humorista. A continuación actuaron media docena de personas, entre ellos Paquito Manodeperro, un ex legionario manco que explicó el chiste del niño orejotas y la Marilisa, una siciliana menuda y simpatiquísima, de rizos brunos y voz dulce, que ofrecía talleres de yoga postnatal a las prostitutas del barrio. Con unas pocas onomatopeyas y usando solo seis o siete palabras de la paleta idiomática de Chiquito compuso alguno de los más graciosos chistes de la noche. Tras ella se hizo un breve receso y Yamashita aprovechó para tomar asiento frente a la mirada perdida del maestro. No sabía decirle lo profundamente en deuda que se sentía por tenerlo ahí, por los buenos ratos pasados viendo sus shows, por la honradez de su trabajo, por no haberle visto nunca enfadado; toda una generación empapada por sus neologismos y su forma alegre y estrambótica de narrar la ciencia de la vida. Solo quería que supiera, si no lo sabía ya, que su paso por la tierra iba a dejar huella en la gente. Quería decirle que él, cuando estaba
triste, hablaba chiquitistaní en la intimidad para ahuyentar las penas. Deseaba que se sintiera arropado, precisamente ahora que estaba solo y más lo necesitaba. También le hubiera agradado poder compartir con él su teoría sobre la tendencia del humor del siglo veintiuno a pecar de un rígido relativismo, gracioso solo para hipsters trasnochados. Todo esto quería transmitir pero no supo. Lió un cigarrillo y se lo ofreció. Chiquito se quedó mirando el cilindro nicotínico en la punta de la mano extendida. La metástasis de una incipiente locura afloraba en sus ojos y Yamashita, sintiéndose ridículo, retiró el ofrecimiento y se encendió el pitillo. - ¿Le molesta, maestro? — acertó a balbucear. - A mí no me molesta ya nada, que tengo ochenta y cinco años. El otro día me caí y me quedé tirado en casa hasta que vinieron los bomberos. - ¿Le gustan las actuaciones? ¿Le parecen correctas? - ¿Los chistes? Es que yo ya no me río. Es solo eso. Ahora voy por la calle mirando al suelo y sin hablar con nadie. No recuerdo ni mi teléfono. Mi sobrina me quiere llevar a su casa. Me disen que viva con ellos. Pero las cosas de Pepita dónde están, ¿eh? ¿Y su retrato? Cómo la voy a dejar ahí sola. No tuvimos hijos, ¿sabe usté?
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- ¿Quiere algo más de comer? Chiquito, como si despertara de un largo sueño observó con atención las tapas en la mesa. No había probado nada. - Ah, muxas grasias. Voy a comerme esta morsilla. Mmm, está mu rica. Yo estuve allí, sabe usté? Cantando. Sinco mil calas me pagaban. Chiquito aguantó nueve concursantes. Al décimo dijo que se le hacía tarde, que había olvidado la lavadora encendida, como si estuviera en Málaga y no en Barcelona, como si no debiera irse a dormir a un hotel. Abandonó el bar entre la decepción de los congregados, a paso de tortuga, del brazo de Yamashita, que lo acompañó hasta la Rambla del Raval y lo subió a un taxi. Al volver, como escarcha de frigorífico, la tristeza había invadido el bar y vaciado algunas sillas, pero el Suave aún no había salido a escena y quedaban incondicionales con ganas de volver a reír. También faltaba la entrega de premios, aunque se intuía que la cortesía de la casa lo haría recaer en el más joven de los participantes. Yamashita se acercó a su amigo y le regaló un cigarrillo. El Suave estaba ya en camiseta imperio y tenía el aliento suyo de las siete de la madrugada. Fumaron. Yamashita le dio un par de cariñosas collejas. - ¿Nos vamos al hoyo y se acabó? Tú, yo, Django, el Jahan, Leonardo, Piero della Francesca, Sócrates, Shakespeare, Chiquito de 22
la Calzada,… ¿De verdad lo ves así? - Pa que nos coman los gusiluces. Yamashita se fijó, como había hecho tantas otras veces en el ruinoso tatuaje que el Suave portaba en el antebrazo. - Pues yo creo que tu difunta madre, en paz descanse, es ahora un ángel en el cielo esperando a reencarnarse para poder estar de nuevo contigo. De hecho en otra vida tu madre será tu hijo, un hermano o tu mujer. El Suave contempló a su amigo. A veces olvidaba sus facciones orientales. Era algo sin importancia, pero al darse cuenta se enorgullecía de tener un compadre así, tan distinto al resto, tan generoso al compartir sus elevados pensamientos de igual a igual: la gente no se daba cuenta de la importancia de estas cosas para un tarambana como él. Entonces apuró el cigarrillo, lo tiró al suelo y caminando hacía el escenario dijo: - Deja a mi santa madre en el hoyo, no me la levantes todavía. Y el público, en cuanto le vio el caminar rompió a aplaudir y a reír. - Uno borrasho, un pecador de la pradera nasido despué de lo dolore, borrasho perdío…en un coshe. Con una borrashera mu grande que le daba la mano al mismo do o tre vese… Y así empezó el chiste del borracho al que daba el alto un agente de la Meretérica.
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EL ORIGEN DE LAS ESPECIES ENIL AFAR
En la otra vida dice haber sido un pintor aunque yo siempre dudo de la veracidad de sus historias. Lo cierto es que yo no sé mucho de pintura, solo tengo los libros que se acumulan en estas habitaciones que no son todos ni mucho menos, y sobre este tema no dicen demasiado. Tampoco sé mucho sobre el mundo que ha sido y por lo tanto me pierdo en sus referencias sobre lugares y personas; no me importa, me gustan sus relatos porque me hacen sentir parte de una historia en la que todo tiene sentido. Posee formas un poco hoscas y la incómoda costumbre de mirarme tan fijamente que da la impresión de leerme entre líneas y a través de las marcas silenciosas que conforman mi rostro; no obstante, tiempo atrás, antes de la Caída, así la llamaba mi padre, me lo puedo imaginar como un hombre educado y afable.
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Caída. Acto o hecho de caer. Capitulación, rendición,
conquista de una ciudad o fortaleza. Finalización en el ejercicio de cierto poder. Fin de una dinastía, monarquía o civilización. El caer en culpa o en pecado. Caer enfermo. Conclusión de la tarde. Llegada de la noche. En todo caso, me gusta hablar con él, tampoco es que tenga muchas personas con las que hacerlo, somos cuatro viviendo en el pueblo pero raramente buscamos la compañía los unos de los otros salvo para intercambiar las cosas que nos hacen falta. Además, yo soy el más joven y poco o nada puedo aportar a la soledad que parece que todos buscan. Sin embargo, con él es distinto, a pesar del tiempo y la distancia que nos separan y del hecho de que haya llegado hace tan
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solo unos pocos meses, hay algo extraño que me atrae. Más que un hombre lo he empezado a considerar parte de la narración que me ayudará a desentrañar el sentido de este relato sin tiempo, reducido al ínfimo espacio de un pueblo abandonado, sin demasiados personajes y que a veces me da la impresión de no llevar hacia ninguna parte. Según me dijo mi padre antes de morir, mi misión es ampliar la colección de libros que se amontonan en la casa de paredes desconchadas donde vivo. Del mundo que había desaparecido en la última guerra solo quedan estos estantes repletos de una historia que debe ser preservada pues en ella se descifrará al hombre, decía él. Sin embargo, por más que me esfuerzo –busco libros, los leo, los clasifico- no soy capaz de extraer nada de todo aquello, pues el mundo al que pertenezco no tiene absolutamente nada que ver con el que aparece ahí. Por ejemplo, entre los libros clasificados como “historia universal” que ocupan gran parte de uno de los muros del salón, hay una balda específica para la “historia militar” en la cual yace un grueso volumen titulado Historia del mundo a través de las armas. En él se hace un recopilatorio detallado de la tecnología que había servido para matar, es decir, la historia del refinamiento de los instrumentos para la aniquilación del otro.
Entre las cosas que cuenta el libro hay una que me ha dejado particularmente sorprendido, se trata del desarrollo de un objeto subacuático que servía para hundir barcos: el torpedo. Por una parte, me maravilla la idea de que un objeto tan pesado como un barco pueda flotar y, por la otra, me sorprende que se haya creado un instrumento para hundirlo. Entiendo el porqué de la violencia, me refiero a las razones más superficiales, el poder, la riqueza, de esas tengo suficientes referencias en los libros, pero no comprendo las motivaciones profundas, el significado último, el objetivo, sobre todo teniendo en cuenta y a la vista de las consecuencias: el mundo reducido a este pueblo habitado por cuatro seres terriblemente abandonados. Esa tarde, el pintor llegó con ganas de hablar, lo que significaba que lo que estaba a punto de escuchar era un monólogo que apenas admitiría alguna acotación aclaratoria mediante la cual se intentaría cerrar la brecha entre lo que él me contaba y lo que yo sabía o entendía. Afortunadamente, hablar no era lo mío. Igual que muchas otras veces, empezó sin hacer ninguna introducción, como si la historia hubiera comenzado antes de encontrarse conmigo y ahora le diera cierto fastidio volver a explicar algo que ya había dicho. Es así que yo me encontré
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de repente en medio de una narración de la cual tendría que ir recogiendo retazos sueltos para formar con ellos un amasijo de sentido. Estaba acostumbrado, pues gran parte de las historias que conocía estaban llenas de vacíos que me costaba llenar. -Por la tarde –dijo con un gesto bastante afectado, mientras sujetaba un cigarro apagado entre los dedos índice y medio de la mano derecha-, después del colegio, habíamos decidido irnos de acampada. Era viernes. Recogeríamos cada uno lo que pudiéramos de casa y nos encontraríamos en el lugar de siempre, en la esquina donde nuestras calles se cruzaban. Todos vivíamos cerca, en la parte alta de la ciudad, en un barrio de calles con aceras anchas y tranquilas, lleno de espacios verdes e incluso un pequeño bosque vecino a donde de vez en cuando íbamos a explorar. Un mundo limpio, protegido y silencioso a su manera.
acabaría como ha acabado. Pero solo he descubierto oscuridad, una profunda y negra oscuridad removiéndose como una serpiente en el agua estancada de mi ser, creciendo lentamente hasta ocupar casi por entero el silencio.
-Íbamos al mismo colegio y casi siempre volvíamos juntos, era un camino fantástico, apacible, alegre, contábamos chistes, hacíamos planes, inventábamos historias. Parecía que aquello duraría para siempre, el cielo despejado y el sol quemándonos la cara; sin embargo, ahora no son sino recuerdos borrosos, sueños lejanos a los que no he vuelto más que muchos años después intentando encontrar algo perdido en mí, un punto de inflexión, una señal de que todo
y reconocida, dotada de los
Aquí, como si sus palabras se abrieran paso a través de la frontera que se alzaba entre el recuerdo y la realidad, los árboles a nuestro alrededor se agitaron y él guardó silencio durante un instante, se encendió el cigarro y se quedó mirando hacia la montaña cuya sombra se alargaba cayendo rápidamente sobre nosotros. Frontera. De fronte y -era.
Línea de límite (o también, comúnmente, zona de límite, concebida como una línea estrecha de territorio que se aproxima al borde), sobre todo en cuanto a delimitación oficial oportunos sistemas de defensa. Línea que separa claramente ambientes, situaciones o concepciones distintas y que a veces es entendida como confín que puede ser trasladado o modificado, sobre todo en sentido progresivo. Lugar de unión entre extraños. En silencios como aquellos me parecía despertar del sueño al
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que sus palabras me empujaban, emergía de esos recuerdos a un presente distinto, como si este mundo nuestro fuera otro sueño dentro del suyo, a veces incluso me sentía incapaz de discernir el lugar al que yo pertenecía: el pueblo, la vida al lado de mi padre cuidando de la tierra que sembrábamos, las historias sobre mi madre y el mundo que no conocí, el silencio nocturno, el cielo iluminado por las constelaciones, su muerte y los días en soledad; o la vida a la que él me llevaba y que, a veces, parecía envolverlo todo.
verticales sobre un riachuelo de aguas transparentes.
Poco tiempo antes de morir mi padre desperté una noche con una extraña confusión. No sé cuánto tiempo pasó entre que abrí los ojos y comencé a ver algo, no estoy seguro de si fue solo un instante o varios minutos, pero lo que recuerdo vívidamente es que durante todo ese tiempo en el que la oscuridad me envolvía, no lograba saber quién era ni dónde estaba, solamente era consciente del sueño del que acababa de despertar y ese sueño me parecía la vida. Escuchaba el sonido de los pájaros sobre la cabeza, las hojas secas crujiendo bajo los pies, un automóvil de color rojo y un camino de hormigas que transportaban trozos enormes de hojas verdes. Una telaraña en cuyos listones, en donde había insectos muertos, brillaba el rocío como un collar perlado. La luz del sol que atravesaba el manto de hojas que hacía las veces de cúpula y proyectaba haces de luz
no-humano, lo sobre humano. En
Silencio. Del latín silentium.
Ausencia de ruido, de sonidos, de voces y similares. Condición que sucede en un ambiente o caracteriza una determinada situación. El hecho de no hablar o dejar de hablar, de no manifestar la propia voluntad. Lo opuesto a la palabra que define. Indeterminación, ilimitación. Mientras la palabra constituye lo humano, el silencio evoca lo oposición a la acción implica la no-acción como modo de dejarse llenar por la armonía universal. Aquella confusión nocturna me había dejado tal impresión que a la mañana siguiente nada más despertar fui a contárselo a mi padre que yacía hace días débil en la cama. Le conté todo lo que recordaba del sueño y cuando terminé pude ver que me miraba con atención. Después de un breve silencio interrumpido por la tos que intentaba aguantar inútilmente, me dijo que todas y cada una de las imágenes y sensaciones que le había narrado eran suyas. Me explicó que no había tenido un sueño sino que había evocado el recuerdo de cuando él, siendo niño, fue con su padre al bosque. Que el automóvil rojo que yo
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había visto era el que mi abuelo había tenido durante toda la vida. Lo maravilloso, continuó, no era que las imágenes fueran precisamente aquellas suyas sino que las sensaciones mantuvieran tal claridad y fuerza en mí, pues él nunca había buscado aquel recuerdo hasta ese día. Me dijo que su padre, al ver cómo los insectos atrapados en la telaraña le causaban una fuerte impresión, le había explicado que todos los seres vivos estaban interconectados, desde los más pequeños hasta los más grandes, formando un enorme tejido ajado que se hundía en el tiempo y el espacio. Era así que la muerte no podía considerarse una pérdida sino solo una transformación en el código universal. Cada ser heredaba un conjunto de mensajes y una vez su vida cesara los devolvería habiendo puesto en ellos algo propio y único. Somos parte, le dijo señalando aquellos insectos, de esa interminable sucesión y todo en este proceso tiene un significado particular, todo tiene una importancia fundamental. Esa fue una de las últimas veces que hablamos. A partir de aquel día la fiebre consumió su cuerpo lentamente, pasaba la mayor parte del tiempo dormido y solo despertaba para beber el agua que yo le traía. Por eso me sorprendió tanto que una noche, cuando los primeros fragmentos de luna asomaban ya a través de la ventana, me despertara llamándome levemente, usando
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mi nombre de la forma más cariñosa. Sueño. Del latín somnus. Acto
de dormir. Sucesos o imágenes que se representan en la fantasía de alguien mientras duerme. Cosa que carece de realidad o fundamento, y, en especial, proyecto, deseo, esperanza sin probabilidad de realizarse. Modo de ser. Vida posible de los otros. Realidad ingerida en otra realidad como fantasía. El otro lugar de la existencia. Al abrir los ojos lo vi incorporado en la cama, su sombra proyectándose en la pared del fondo delgada pero firme, parecía totalmente recuperado y me habló moldeando las palabras de manera clara. No había ni rastro de la espesa nube que lo había envuelto las últimas semanas y me pareció que volvía a ser él mismo. Sacó de debajo de la cama un libro enorme y me dijo que era parte, el primer volumen exactamente, de la enciclopedia que había encontrado en el altillo de una de las casas abandonadas del pueblo. Me la quería dar para mi cumpleaños número trece que sería la próxima luna pero había pensado que era mejor hacerlo esa misma noche. Me dijo, adelgazando las palabras hasta hacerlas casi imperceptibles, que en ella encontraría parte del significado de las voces inciertas de los libros. Me dijo también
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que había estado pensando en la conversación que habíamos tenido sobre el recuerdo de su infancia y que ahora entendía completamente lo que eso expresaba. Cada uno de nosotros, me explicó, y aquí su voz volvió a adquirir fuerza, formamos parte de la enciclopedia eterna, somos palabras que unidas de la manera adecuada crean la narración universal del tiempo, somos mensajeros y al mismo tiempo mensaje. Yo debía encontrar la historia a la que pertenecía, sabiendo que cada acto en ella tendría una importancia fundamental para la transformación universal. Con el silencio que siguió a esa declaración nos fuimos a dormir, yo con el anhelo de que su enfermedad por fin se hubiera mitigado. Eran esperanzas vanas pues cuando, a la mañana siguiente, me acerqué a su cama para comprobar su temperatura, ya no respiraba, estaba rígido y frío. Lloré junto a su cuerpo sintiéndome absolutamente abandonado, pero al llegar la noche, y tal como me había pedido, lo llevé hasta el huerto que cultivábamos y lo quemé con los troncos para el invierno. Me quedé toda la noche alimentando las llamas hasta que de él no quedó más que un montón de ceniza humeante. Muerte. Del latín mors, mortis.
Cesación o término de la vida. Destrucción, aniquilamiento,
ruina. Aquello que otorga autenticidad al Ser en contraste con la ex-istencia como forma del Ser fuera del Ser. Margen de la vida. Lugar en el que no se es y por lo tanto se es nada. Oscuridad. Reflejo inverso. Condición del otro. Sueño. -No tardamos mucho, solo el tiempo suficiente para recoger las tiendas de campaña, juegos de mesa y algunas salchichas que asaríamos durante la nochecontinuó mientras se encendía el cigarro que acababa de hacerse de tal manera que las palabras le salieron de la boca junto a pequeñas nubes de humo. -Las tardes eran aún largas y teníamos por delante el suficiente sol para instalar el campamento y prepararnos para pasar la noche. No sería nada especial, lo hacíamos casi cada fin de semana y conocíamos el terreno de sobra, de hecho, incluso, teníamos preparados en el lugar unos cuantos troncos y piedras para hacer la fogata. -Subimos el tramo de calle que quedaba desde donde nos habíamos encontrado y tomamos el sendero que se perfilaba primero a la derecha y después a la izquierda en dirección a la montaña. Cuando ya llevábamos un rato caminando, escuchamos voces que se acercaban desde el otro lado, no era nada común que nos cruzáramos con alguien por
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allí, y mi corazón empezó a latir con fuerza recordando algunas de las historias sobre traficantes que iban por esos caminos para no encontrarse con la policía. Cuando las voces por fin se materializaron vimos que solo se trataba de unos chicos un poco mayores que nosotros pero que seguro no eran de por allí. Lo supimos al instante por la ropa que llevaban, de mala calidad, un poco rota y sucia, pero tampoco parecían traficantes. Cuando llegaron hasta donde nosotros estábamos, entre miradas de complicidad y risas, nos preguntaron que a dónde íbamos pero, como no teníamos ganas de compañía, simplemente señalamos hacia arriba sin decir una sola palabra. -Eso fue todo, ellos siguieron bajando y nosotros subiendo. Durante un instante dudamos si volver a casa, todos habíamos sentido cierto riesgo no controlado pues no dejábamos de ser cuatro niños. Sin embargo, el día, que continuaba siendo claro, desvaneció cualquier temor: seguramente aquellos chicos solo estaban haciendo tiempo mientras las muchachas que limpiaban en nuestras casas salían de trabajar. -Caminamos unos cuantos cientos de metros más y cuando ya parecía que el bosque comenzaba a espesarse giramos de nuevo hacia la derecha atravesando unos arbustos que tapaban un pequeño sendero que conducía hasta un claro de unos
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cincuenta metros cuadrados. Era nuestro refugio secreto. Tiempo. Del lat. tempus.
Duración de las cosas sujetas a mudanza. Intuición y representación del modo en que los eventos singulares se suceden y establecen una relación los unos con otros, presente, pasado y futuro. Factor que empuja ineludiblemente al cambio. Recorrido cíclico o periódico de la eternidad cuyo énfasis recae en la irreversibilidad y caducidad de los eventos humanos. Recorrido eterno de los sucesos astronómicos. -Nada más llegar dejamos las mochilas en el lugar acostumbrado y repartimos las tareas: Rubén y Óscar prepararían la zona de la fogata y Pablo y yo instalaríamos las tiendas, que eran dos armatostes viejos con los tubos oxidados y la tela rasgada pero que aquella noche cumplirían su función de sobra. -Cuando terminamos decidimos que aún había suficiente tiempo de luz como para subir hasta la parte alta de la montaña y volver, conocíamos bien el camino y nos llevaría más o menos un par de horas. -Pablo y yo éramos los dos deportistas del grupo y solíamos picarnos bastante, aunque yo raramente lograba superarlo,
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subiríamos juntos pero bajaríamos cada uno por su lado para ver quién era el más rápido, mientras que Rubén y Óscar se quedarían cuidando de las cosas. Ellos no participaban de estas competiciones absurdas, simplemente se hacían a un lado y se reían de nosotros por lo bajo. Rubén era extremadamente inteligente aunque en la escuela le solía ir mal, usaba su agilidad mental para hacer reír a los demás, tenía un humor insuperable, rápido, fino y a veces un poco payaso, se movía incansablemente y tendía a la excentricidad, tenía dos ratas blancas de mascotas y una hermana pelirroja y pecosa a la que nunca quería dejar venir porque decía que era pequeña pero sobre todo tonta. -Óscar, por su parte, era un niño tímido, torpe, tartamudo y terriblemente bondadoso aunque se enfadaba con frecuencia dada su extrema susceptibilidad, siempre creía que nos estábamos metiendo con él, y cuando lo hacía era imposible controlarlo, subía el tono de la voz y su tartamudeo crecía de tal forma que no había quien lo entendiera, lo que provocaba a su vez que su enfado aumentara hasta que, desesperado, intentaba lanzar un último insulto del que apenas surgía una sílaba repetida incansablemente. Más tarde, cuando se tranquilizaba, volvía como si nada hubiera pasado. Vivía solo con su madre, que era una mujer grande, germánica,
con una voz estentórea que impresionaba. Entre ellos hablaban en alemán lo que hacía que para nosotros, muchas veces, el objeto de la discusión fuese un enigma que nos divertía descifrar. -Cuando llegamos arriba del todo nos sentamos en un saliente de rocas desde el cual podía verse el valle del que veníamos. Entonces Pablo sacó del bolsillo algo que en un primer momento me pareció una piedra pero que más de cerca resultó ser el fósil de un trilobites, uno de su colección. Me lo puso en la mano y me dijo que era para mí. Mientras veíamos caer la tarde, algo que después, cuando reconstruí ese recuerdo, reconocí como una enorme angustia surgió de mi pecho, me costaba retener el llanto que me oprimía la garganta y llenaba los ojos y mientras intentaba aguantarlo me di cuenta por primera vez que nunca más se repetiría aquel momento ni nunca más me volvería a sentir feliz de esa manera tan plena. -Ya no tenía ganas de volver corriendo aunque seguramente me vería obligado a hacerlo dado que se había hecho demasiado tarde. Pablo, que no había dicho ni una sola palabra después de darme el fósil, se puso de pie de un salto y salió a toda velocidad cuesta abajo. Yo, por mi parte, y después de lanzarle una última mirada al valle cuyas casas en el fondo comenzaban a iluminarse, salí tras él dejando a mis espaldas una imagen que jamás volvería a ver.
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Angustia. Del latín angustia.
Existencia. Del latín tardío
pecado original que saca al Ser
del hombre. En filosofía se
de su inocencia y lo hace surgir
establece por oposición a la
como un espíritu individual.
esencia, realidad concreta de un
Mientras el miedo se dirige hacia
ente cualquiera. Estado de una
las cosas particulares, la angustia
realidad en cuanto es tal o, en
no se refugia en nada, abre al
sentido específico, el estado de
Ser a la existencia auténtica y lo
la realidad que puede ser objeto
retrae hacia sí mismo. En ella la
de una experiencia sensible.
totalidad se vuelve accidental y
Posición absoluta de un objeto o
fugaz mostrando el verdadero
un sujeto. Oposición absoluta al
significado de la presencia del
no ser.
Revelación. Fundamento del
ser en el mundo. La tarde había caído casi completamente cuando volvió a quedarse callado, la línea roja que iluminaba el horizonte fue pasando del rojo al azul y después al negro. Cuando me di cuenta de la oscuridad que nos rodeaba, lo único que brillaba de este lado, como si el sol al irse hubiera dejado encendida una brasa, era el cigarro que se iluminaba al ritmo de su respiración. De nuevo, una sensación extraña se prendía en mi pecho como avisándome de que la realidad en aquel momento era ligera y de que el mundo podía disolverse como una columna de humo agitada por el viento de la misma forma en que lo había hecho su historia. Desperté de la ensoñación y me pareció ver elevarse otra columna, una real, de la tierra del huerto. Habían pasado cinco años desde la muerte de mi padre pero sentía como si hubiera sido ayer.
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exsistentia. Acto de ser. Vida
-La hoguera crepitaba con fuerza –continuó-, Pablo, como siempre, había ganado la carrera y yo había llegado abajo justo a tiempo, antes de que la oscuridad me volviera el camino imposible. Habían hecho un buen trabajo con el fuego que se alzaba con violencia. Después de refrescarnos un poco, sacamos las salchichas que habíamos traído y las clavamos en unos palos preparados para la ocasión y así cenamos por última vez los cuatro juntos. Yo el domingo me iría de aquella ciudad y, poco tiempo después, también de aquel país, aunque entonces no lo sabía. -Pablo no fue el único que me dio un regalo, también lo hicieron Rubén y Óscar: el primero un botón dorado que se arrancó de la chaqueta en aquel momento y el segundo uno de sus cómics más queridos. La noche avanzó a gran velocidad entre juegos de cartas e historias de miedo. La fogata se fue apagando poco a poco hasta
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que el frío de la madrugada nos obligó a meternos en las tiendas. Antes de dormirnos, Pablo y yo estuvimos haciendo planes: yo volvería cada semana para irnos de excursión, podríamos buscar fósiles e ir creando una colección conjunta, seguiríamos siendo los mejores amigos y hablaríamos todos los días y, finalmente, un poco más adelante, él también se vendría a la misma ciudad que yo a estudiar. Así, poco a poco, nos fuimos quedando dormidos entre el exaltamiento de nuestra amistad y el futuro que nos esperaba. -Al día siguiente, cuando salimos de las tiendas a la humedad intempestiva de la mañana, descubrimos que tendríamos que volver descalzos, pues nos habían robado los zapatos. -Después de recoger las cosas, iniciamos el descenso un poco tristes y enfadados, cojeando cuesta abajo. La primera casa era la de Rubén que había ido todo el camino quejándose de lo caras que eran sus zapatillas y entró dando un portazo y casi sin despedirse. A Óscar lo dejamos en segundo lugar, tartamudeando y muerto de frío. Y un poco más allá, Pablo entró en su casa no sin antes ofrecerse a dejarme unos zapatos que yo rechacé. -Nunca más los volví a ver aunque años después me enteré de que no solo yo me había ido, Óscar había vuelto al país de su madre casi al mismo tiempo
que yo empezaba la carrera. Rubén, por su parte, tuvo una adolescencia un poco desbocada y había terminado recluido en un centro de desintoxicación. Alguien se lo había encontrado un poco descoordinado e ido una noche en un bar. Lo de Pablo, sin embargo, fue distinto, pocos meses después de irme alguien había entrado a su casa a robar. Lo dejaron con las manos atadas a la espalda y un disparo en la sien. -Ahora que vuelvo a esos recuerdos, me pregunto si no sería aquella sensación de que estaba perdiendo algo irrepetible un aviso de lo que después pasaría en el planeta, aquella Caída que nos haría conscientes de manera irreparable de nuestro fin. Aunque, por otra parte, creo darme cuenta de cómo esta historia que es la vida no es sino un trozo absolutamente prescindible. Nada tiene ningún sentido, nada es aviso ni señal de nada. Y aquí volvió a hacerse el silencio y me di cuenta que era el punto final. La realidad volvía a parecerme un sueño, la noche había avanzado tanto que la luna comenzaba a lanzar sus primeros rayos a través de los árboles que se recortaban en la montaña. Se encendió un cigarro y me hizo un gesto con la cabeza y a modo de despedida se fue subiendo la cuesta apenas iluminada con la luz de las estrellas. Yo me imaginé sentado con él en el saliente de roca, como Pablo, con un nudo
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en la garganta, sintiendo cómo el tiempo se volvía irrepetible y sabiendo que aquello nunca más volvería a ser igual. Me vi poniéndome en pie de un salto y corriendo cuesta abajo sin pensar en la imagen que dejaba atrás. De nuevo, al mirar hacia donde la noche ocultaba el huerto, me pareció ver humo elevándose y recordé a mi padre que, con sus manos fuertes, revolvía el suelo para enseñarme la forma correcta de preparar la tierra para la siembra y supe en ese preciso instante que yo era también él, de la misma forma que era Pablo y sería otros tantos más, repetido y siempre distinto, como una palabra en la enciclopedia universal.
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EL REALIZADOR MARIANO RE
Debo a un ensayo literario y a los torpedos haber vuelto a Buenos Aires después de varios años de ausencia. La idea fue de mi novia quien, probablemente temiendo por mi salud y por la de nuestra relación, se puso en contacto con la doctora Musetti, mi antigua terapeuta, para concertar una cita. Diría que todo empezó hace unos dos años cuando se publicó por primera vez el ensayo de Bernardo Hernández titulado: “Disertaciones en torno a la simbología fálica de los torpedos”. Apareció entre las páginas cuatro y seis de una revista literaria de la que soy un orgulloso suscriptor. Mi indignación fue total. La cuestión es que pocas semanas antes, en un número especial de la revista dedicado exclusivamente a la literatura y el mar, se habían publicado unos deliciosos artículos sobre los submarinos en la literatura, y decidí escribir una
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carta al editor comentando con entusiasmo aquellos artículos. Contaba allí mi afición por los submarinos y los torpedos y, además, aportaba algunos de mis extensos conocimientos sobre la materia. Decía también, en el texto, que, desde que en mi adolescencia trabajé en una tienda de maquetas y modelismo, me aficioné – al borde de la obsesión – a los submarinos y los torpedos. Sabía muchas cosas interesante sobre el tema y creí que aquella era una buena oportunidad para compartirlas. Debo decir, con cierto orgullo, que mi escrito se publicó en el número siguiente en la sección de cartas del lector. Hubiese sido esa una agradable anécdota si no fuese porque una semana después, en el siguiente número de la revista, se publicaba el ya mencionado grosero artículo del señor Hernández sobre los torpedos. Al leerlo, no sólo me sentí personalmente agredido, ya que
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no podía soportar que se redujera un objeto tan hermoso a un simple símbolo sexual, sino que además, en una segunda lectura, noté que en ciertas frases el autor parecía haber copiado o al menos tomado algo del estilo de mi carta de la semana pasada. Decidí, ante tan desagradable contratiempo, escribir otra misiva a la revista, no tanto para refutar la teoría del señor Bernardo Hernández, sino más bien para expresar mi indignación contra el autor y su penoso artículo. Debo reconocer que había en mis palabras un tono bastante desagradable y algunos insultos que no deseo reproducir aquí. Y fue quizás por esto por lo que no recibí ninguna respuesta ni, por supuesto, fue publicado mi texto en la sección de cartas al lector. Está claro que si todo hubiese terminado allí, no estaría yo ahora aquí en Buenos Aires, asistiendo a estas sesiones con mi psicoanalista y lejos de mi novia. Pero no fue así. Porque resultó que el señor Hernández, en el siguiente número de la revista y a la semana siguiente de mi carta indignada, publicó otro artículo abominable que se titulaba “Maquetas, modelismo y otros hobbies infantiles”. No puedo decir que en el texto se hablase directamente de mí, pero puedo asegurar que encontré ahí evidentes ataques a algunas de las cosas que yo había escrito en mi carta anterior (la que no se había publicado).
A ese ensayo, por supuesto, le siguió otra respuesta indignada de mi parte, que tampoco vio la luz, y en la que me explayaba a gusto hablando de la poca habilidad del señor Bernardo Hernández para escribir textos sobre temas de los que nada sabía. Dejando de lado los insultos, se podría decir que en mi carta le daba yo clases a ese señor sobre cómo el modelismo y las maquetas eran aficiones de gusto refinado y perfectamente adecuadas para hombres adultos. Sería injusto decir que no recibí ninguna respuesta a mi carta porque, a pesar de que ésta no fue publicada en la revista, sí es verdad que a ella le siguió, a la semana siguiente, otro texto de Bernardo Hernández que podía leerse (al menos yo podía) como una contestación a mis argumentos. Y no sólo eso. Porque es que además empecé a darme cuenta de que el señor Hernández tomaba los temas de mis cartas indignadas y varios argumentos que en ellas aparecían y los hacía suyos. Y al no haber yo publicado ninguna otra después de aquella primera carta, me di cuenta de que esos temas parecían ahora de su propia autoría y yo no tenía cómo demostrar el ultraje. Llegado a este punto, mi indignación –que ya no iba sólo dirigida al señor Hernández sino también a la revista, que encubría su fechoría– se transformó en un ataque de nervios producto de la impotencia. Mi novia, claro está, al verme tan alterado, me recomendó
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en un principio dejar de escribir aquellas cartas. De ese modo, decía ella, ese señor no tendría otra oportunidad de robarme más ideas. El problema era que yo (ahora, después de varias sesiones de terapia, puedo decirlo con tranquilidad y certeza) encontraba cierta satisfacción en aquel intercambio de ideas, en aquella lucha de intelectos. Me gustaba ver que de algún modo mis ideas se publicaban en la revista. Aunque me molestaba muchísimo que no las publicaran con mi nombre o que no publicaran al menos mis cartas para probar que las ideas eran mías. No pude, como quería mi novia, dejar de escribir aquellas cartas. La doctora me dijo que era por algo relacionado con el goce que yo experimentaba al ver mis ideas, mis reflexiones, publicadas por el señor Hernández. “Pero ese puede ser un buen modo de darle la vuelta a todo esto”, me dijo la doctora Musetti en una de nuestras sesiones. “Piense que hay alguien ahí afuera que está realizando lo que usted no puede realizar, alguien que publica por usted”.
siento mucho más equilibrado. Y aunque es verdad que no he dejado de escribir mis cartas a la revista, ya no se encuentra en ellas el tono indignado que tenían hace algunos meses. Ahora, mayormente, el tono es cordial y expongo allí mis ideas y mi punto de vista con elegancia y sin necesidad de agredir a nadie. No hay ataques ni insultos. Y yo siento que, despojado de esa ira, mis reflexiones mejoran. Yo lo noto y, por lo que veo, mi realizador también debe haberse dado cuenta de la mejoría, ya que en su último artículo ha expuesto una importante teoría sobre la representación del objeto torpedo como símbolo de las ideas sumergidas en la literatura, ideas que explotan cuando entran en contacto con algún otro objeto bajo la superficie. Y esa es una idea mía. Toda mía. Si sigo así puede que en algún momento aparezca mi nombre en uno de esos artículos. Aunque, la verdad, ya no me interesa.
Fue así como surgió por primera vez en nuestras sesiones la idea del realizador. Ahora estamos trabajando sobre eso. A mi novia, debo decir, no le hace mucha gracia mi decisión de quedarme algunas semanas más. Pero es que en los cuatro meses que llevo trabajando con la doctora Musetti, puedo sentir los avances y las mejoras en mi comportamiento. Me
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TORPEDO HERMANOS ALQUÉZAR
—Lámparas de araña. Originales del siglo xix, con cristal de Bohemia, en excelente estado de conservación. —Mmmh… «Bohemia» es lo de los jov… —El antiguo imperio austrohúngaro. La actual República Checa. —Ah. La república, sí. —Pertenecieron al conde Styka. Iluminaban el salón principal de su castillo en Alba Iulia, al pie de los Cárpatos —Mmh... Los Cárpatros… ¿Y son muy caras?
—Las lámparas de araña están… demodé. —Sí, tienes razón. Verá, las lámparas de araña están demodé. Nosotros lo que queremos es comprar una antigüedad… —Algo vintage. —Gracias, cariño. Sí, algo vintage, pero no tan antiguo, ¿me entiende? —Creo que no.
—Son piezas únicas que…
—¿De qué siglo dijo que eran?
—Sí, sí, pero ¿valen mucho?
—Del diecinueve.
—Mucho.
—A eso me refiero. Antigüedades no tan antiguas, ¿sabe? Vintage… pero más de ahora.
—Ah. Bueno, si vienen de los
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Crápratos, no sé, puede que nos interesen… Creo que a mamá le gustarían unas lámparas de los Cálpatros. ¿Tú qué dices, cariño?
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—Creo que ya le sigo. De hecho, si no me equivoco, lo que tenemos a continuación puede que se acerque más a lo que necesitan. ¿Qué les parece? —¿Qué es esto? — Es un torpedo. —¿Un torpedo?
—Claro. —¡Póngalo en el jardín! —Sí, no es mala idea. Junto a la pérgola. Mi abuelo coleccionaba armas también. Pistolas, rifles, espadas… antigüedades. ¿Tú qué dices, cariño? —Coleccionar armas no es muy… trendy.
—Un torpedo. —¿Un torpedo de torpedear? —Un torpedo de torpedear. —¡Un torpedo! —Un torpedo original de la Guerra Civil. —¿Española?
—Sí, tienes razón. Verá, coleccionar armas no es muy trendy. No sé yo si somos gente de las de coleccionar armas, ¿sabe? —Ah, pero todavía no les he contado lo mejor. No se trata simplemente de comprar un arma. —Ah.
—Española.
—No es un arma cualquiera, tiene algo especial.
—¿De qué bando?
—Oh.
—Del nacional, por supuesto.
—Este torpedo no está desactivado.
—¡Oh, claro, claro!
—¿Y eso qué quiere decir?
—Fabricación alemana. Manufacturado en 1935 en Kiel por la Krupp y traído a España a finales del 36 en la operación Úrsula. Está en un excelente estado de conservación.
—Que todavía puede estallar. De hecho, puede explosionar en cualquier momento. —¡Oh!
—Mmmh… No sé, no sé… No tenemos estanque donde meterlo, ¿sabe?
—Poseerlo conlleva el riesgo continuo de que explote, estarían ustedes en peligro de muerte permanente.
—Pero tendrán jardín…
—¡OH!
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—Ustedes y sus visitas podrán experimentar la sensación de peligro inminente, totalmente impredecible, en todo momento. En cenas, recepciones… —¡Y brunchs! Muy interesante, sí señor, muy interesante. Mi tío compró una vez un tigre, ¿sabe? Estaba amaestrado y él podía acariciarlo y pasearlo por el jardín con una correa extensible, de las de perro. Estaba amaestrado, sí, pero en cualquier momento se le podían cruzar los cables y arrancarle la cabeza a mi tío de un zarpazo… Interesante el torpedo, sí señor. ¿Tú qué dices, cariño? —Edgy. —Edgy… ¡y vintage! Y ¿es caro? —¡Carísimo! —Bien, bien… De momento estaríamos potencialmente interesados en el torpedo.
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Belugas
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Belugas
BELUGAS
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BLUE,WRINKLES Y TAL Vas a cruzar el paso de cebra. Miras a una mujer a los ojos y te das cuenta de que es una señora milenaria. Milenaria del todo. No sabes muy bien qué significa eso, pero sientes el peso de los años en sus ojos y la sabiduría de un millón de árboles. Eso tampoco sabes muy bien por qué, pero lo sabes. Es milenaria.
SARA SIERRA
Y entonces ves que tiene algo en la mano. Es un vaso de café de esos de cartón, como el que llevas tú, exactamente igual que el tuyo pero un poco más arrugado. Al tuyo le quedan cuatro sorbitos y en el suyo hay cuatro monedas que no sabes muy bien para qué acabarán sirviendo, pero la verdad es que da lo mismo. Ella es milenaria y tú no, tú tienes muchos más años de los que te gustaría y ella menos de los que debería. Si esa mujer fuese un cuadro tendría el color azul, el color arruga, el color blanco y el color gris. Podría ser una canción de algún grupo moderno, en plan, “Blue, wrinkles, white and grey”… Te suenas rimbombante, como las grabaciones de gente leyendo a Edgar Allan Poe con voz profunda y trasnochada. Te acuerdas de que tu profesora de filosofía te regaló un libro de Poe y te limitaste a mirar las ilustraciones. Piensas en Poe y te viene a la cabeza “hippi, happy, foggy” o algo así. ¿Esa mujer habrá oído hablar de Poe? ¿Y de ilustraciones? ¿Y de la Ilustración? Y te resultas pedante, sabiendo cosas sin saber y pensando en escribir sobre alguien que sin saber escribir sabe más que tú y que todas las personas con las que te vayas a relacionar hoy. Y piensas en cómo está ahí, sentada, mirando, penetrando en tu alma como un torpedo, y siempre has pensado que torpedo se escribe con “z”, igual que París es azul y que el número cuatro es naranja y que los lunes son amarillos, igual que esa mujer es un árbol y que por sus arrugas corre savia hasta el corazón. Con ceta, como cebra en inglés, como el paso en el que te tienes que parar sí o sí. Donde te tienes que parar y mirar, a poquito que aprecies tu vida.
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TORPEDO ANAÏS EGEA
Como un proyectil abriéndose camino entre las tripas metálicas de un buque rompiendo su esqueleto de hierro y sal como el crujido de un hueso, las palabras se me inyectan en remotos recovecos corrompiendo mi paz destruyendo mi estructura. Me desangro con la dignidad de una gaviota intentando repartir de forma justa las culpas, los dolores y los golpes, pero las explicaciones mienten y los perdones son tibios y nuestro mapa se hunde irremediablemente en ese terreno cenagoso de los dos besos cordiales, las preguntas que no esperan y los escudos los escudos erguidos, helados y orgullosos de marcar tajantemente las fronteras. Porque algo ha muerto y nos llega su olor, su descomposición acuosa y verde, su latido agónico. Pero aguantamos porque aunque cada día hiera titila la esperanza de encontrarnos por casualidad y suerte en terreno sólido otra vez, la bandera blanca resistiendo el embiste de todas las tormentas. Y hasta entonces recibimos palabras homicidas subtextos destructores olor a podredumbre mientras nos afanamos tercamente en eviscerar ayeres en que nos quisimos bien.
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Dímelo: qué palabra escoges entre esta ciencia que desconoces
DÍMELO ADOLFO MARCHENA
y una realidad de arquitecturas que se evapora, escapa por el desagüe de un plato de mármol blanco. Posiblemente esa embarcación que frecuenta la verdad y el sueño y lanza su torpedo en alianza de sequía y hambre. Dímelo: Después de hundir los flecos últimos de la memoria dónde se esconden en qué cajón, las llaves de un porvenir que suplanta todas sus fauces de aquellos animales heridos que se relamen heridas y lamen la piel de sus principios. (Vitoria-Gasteiz, 1967)
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EL CUARTO TORPEDO EN LA CRISIS DEL RÉGIMEN. CATALUÑA Y EL ENCAJE TERRITORIAL JUAN VÁZQUEZ ROJO
Como bien señala nuestra editorial, alejándonos del ruido mediático, en Torpedo buscamos un momento de reflexión pausada en un mundo de cambios acelerados, en donde lo lento es sinónimo de poco eficiente o improductivo. De este modo, para analizar los acontecimientos recientes en Catalunya, más allá de los detalles y de las pasiones del momento, debemos ponernos en contexto y tomar una perspectiva de largo plazo, tanto espacial como temporal. En este sentido, podemos decir que la crisis territorial que vive en estos momentos el Estado español es una fase más de la crisis del régimen político de la transición, otro torpedo más que amenaza el edificio creado en el 1978. La crisis interna de un Estado que se inserta en una crisis
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más grande: la de los regímenes políticos occidentales. Así, estamos enfrentándonos a un momento histórico, de gran calado, no coyuntural, insertado en la crisis del orden mundial de posguerra liderado por EE.UU. como potencia hegemónica. No es de extrañar, que en este caos global que vivimos, de crisis de la globalización financiera, la mayor parte de los movimientos rupturistas sean soberanistas y/o cuestionen la globalización. Para entender el problema que existe en el Estado español, hemos de entender qué significa la hegemonía y la legitimidad en política. La hegemonía, en términos gramscianos, es el poder adicional del que goza un bloque dominante para hacer pasar su propio interés
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particular por el interés universal de la sociedad. En este sentido, trayendo a colación la metáfora de Maquiavelo, el poder es como un centauro: mitad hombre mitad animal. El hombre vendría a definir esa parte del poder que se sustenta en la legitimidad y en el consenso, es decir, el poder dominante es capaz de hacer pasar su visión particular del mundo por la visión universal, estando la mayor parte de la población más o menos de acuerdo con dicho orden de las cosas. La parte animal se refiere al poder duro, esto es, al uso explícito de la violencia. Pues bien, cuando un gobierno precisa aumentar de forma reiterada el uso de la violencia para imponer un orden determinado, este deja de ser hegemónico al perder la legitimidad, lo que implica que, a medio plazo, tendrá serias complicaciones para mantenerse en el poder. Ningún gobierno, por muy autoritario y dictatorial que sea, puede alargar su estancia en el poder sin gozar de consenso y legitimidad, es decir, solamente con el uso del poder duro. Por lo tanto, la legitimidad es el pilar en el que descansa la hegemonía. El régimen político actual de España se construye y legitima en los años de la Transición, como salida a la crisis política, económica y social de los últimos años del franquismo. Los pilares en los que se fundamentaba este régimen y que sirvieron para salir de dicha crisis, a la vez que se construía un relato legitimador, fueron las libertades
civiles y políticas con un modelo de monarquía parlamentaria y un sistema de partidos de corte bipartidista, la creación de un débil Estado del bienestar, un nuevo encaje territorial y una promesa de prosperidad y seguridad de las clases medias. Todos estos elementos se configuraron en medio de la incipiente globalización financiera y de la propia integración del Estado español en ella. En consecuencia, el grueso del modelo productivo español, fundamentalmente desde la entrada en la Comunidad Económica Europea, comenzó a ser el mejor ejemplo de lo que significó la globalización financiera en occidente: la pérdida constante del peso de la industria, la apertura comercial, la liberalización financiera y la consecuente entrada masiva de capitales transformados fundamentalmente en burbujas de crédito e inmobiliarias. En esta tesitura, el crecimiento de la economía española se sustentaba en el turismo, la intermediación financiera y, sobre todo, la construcción. Esta última actividad ha sido el núcleo del PIB español, sin el cual no se puede entender prácticamente nada del modelo de las últimas décadas. Como señalan Isidro López y Emmanuel Rodriguez en su obra Fin de ciclo, tomando el concepto de Robert Brenner, la burbuja inmobiliaria actuaba como un “keynesianismo de precio de activos”, dado que la capacidad de consumo interno se basaba en la revalorización de los activos inmobiliarios de las familias,
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siendo a su vez, la demanda interna, la que actuaba de motor del PIB. En consecuencia, la demanda interna funcionaba como la principal variable, todo ello en un contexto en el que los salarios reales permanecían estancados, el paro estructural era elevado y el gasto público se mantenía débil por las directrices del marco europeo. Así, la única posibilidad era la del “efecto riqueza”, esto es, un consumo en base al crédito gracias a la revalorización de los activos inmobiliarios, los bajos tipos de interés y la entrada de capital extranjero. Pues bien, desde el año 2008, los consensos y la legitimidad creada en torno al marco de la Constitución del 1978, esto es, un encaje político, social, económico y territorial, que dio una estabilidad política más o menos continuada al país, han empezado a perder fuerza. Con el inicio de la crisis económica, comienza la primera fase, al quebrarse el modelo económico que sostiene el consenso material, engarzado fundamentalmente en la estabilidad y prosperidad de las clases medias. Tres años después, en el 2011, surge el 15M, una respuesta a la crisis social que rompe con el relato legitimador del propio régimen y del sistema de partidos, dando una explicación determinada a los recortes, a la corrupción y a la pérdida de derechos sociales. Tres años después, en enero del 2014, nace Podemos, canalizando el caldo de cultivo que dejó el
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propio movimiento del 15M, dando comienzo a la crisis del sistema de partidos (bipartidista), así como al cuestionamiento de la monarquía que concluye en la abdicación del rey. Por último, después de lo que parecía un ciclo político cerrado, o al menos eso se teorizaba por parte de muchos analistas, empieza la cuarta fase de la crisis: la fractura territorial. En relación a esta última, más allá de las posiciones ideológicas que se puedan tener en torno al conflicto en sí, cabe tener en cuenta ciertos detalles para entender el calado de esta crisis. Dos puntos. Primero: la violencia utilizada por el gobierno central tiene unas implicaciones profundas, pues indica un problema de gobernanza notable además de una pérdida del poder consensual pues, como hemos señalado, un bloque dirigente que precisa del monopolio de la violencia para imponer la ley evidencia problemas estructurales, lo que a medio plazo acelera dicha falta de legitimidad y, en este caso, el propio problema catalán: la pérdida de legitimidad del Estado español en Catalunya, la desconfianza de las propias instituciones del Estado central y la aceleración del sentimiento independentista. Segundo: la aparición del rey es tremendamente significativa. Por un lado, por la propia presencia, ya que las manifestaciones de la Casa Real son reducidas y muy medidas. Por otro lado, porque el monarca asume el discurso y la estrategia del gobierno central apoyando toda la
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intervención, arrastrando también al PSOE, al actuar como último representante y garante del poder duro del régimen. Del mismo modo que el 15M generó un apoyo de más de tres cuartas partes de la población, la crisis territorial debe analizarse en esas coordenadas, es decir, un ochenta por ciento de la población catalana está a favor del derecho a decidir, que desborda en gran medida el sentimiento independentista. Así, la lectura en materia de caldo de cultivo social es importante, pues más allá de la dicotomía de nacionalismos español y catalán, se encuentra una población catalana, la mayoritaria, que defiende el derecho a decidir. En este sentido y enlazando con la estrategia del gobierno central, la represión del 1O y la aplicación del artículo 155 supone romper con ese ochenta por ciento de ciudadanos catalanes, algo que difícilmente tiene vuelta atrás, más todavía en una comunidad en la que históricamente el PP nunca ha tenido peso político. En efecto, un gobierno deslegitimado por más de un ochenta por ciento de la población no tiene ninguna posibilidad de cerrar en positivo dicha crisis, al menos en Catalunya. De esta forma, con el procés y sus principales impulsores claramente debilitados y deslegitimados, es difícil entrever cómo se canalizará el descontento en Catalunya a medio plazo. Sin embargo, a corto plazo, la estrategia del gobierno central
ha tenido, o tiene, un impacto positivo en el electorado del partido, lo que le permite afianzar a sus votantes exacerbando algo básico en política: el nosotros frente al ellos. Con la intervención mediante la aplicación del artículo 155 de la Constitución, el gobierno ha conseguido aplastar políticamente al Govern, dejando a las principales caras de Junts per Si más que derrotadas, consumando la restauración del bloque de la Transición. Con todo, desde octubre estamos asistiendo a lo que Jorge Lago llamó “El 15M del PP”, esto es, la reivindicación patrióticoconservadora de la unidad de España en las calles, aunque, de forma más amplia, podríamos llamarlo un “15M de derechas”. En consecuencia, teniendo en cuenta que ese movimiento social patriótico desborda al electorado del PP, podemos estar ante un nuevo caldo de cultivo para el auge de partidos de extrema derecha o, como mínimo, un neto desplazamiento del eje ideológico hacia este lado.. En este sentido, en los últimos años se ha hablado mucho de los motivos por los que la extrema derecha no cuajaba en España, a diferencia de Europa, pues se esgrimía que este sector lo canalizaba el PP, o que el 15M consiguió relatar y hegemonizar una visión progresista de la crisis y, por tanto, funcionó de freno al relato y a la canalización reaccionaria. Sin embargo, por primera vez desde que empezó la crisis del régimen de 1978, asistimos
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a un caldo de cultivo para una salida marcadamente reaccionaria, un sector social que puede ser canalizado por una derecha populista (en el sentido laclauniano del término), esto es, la versión española de Le Pen, AfD, UKIP, Trump, etc. El arma de doble filo de la estrategia del Partido Popular es la posible ruptura de la derecha y la aparición de ese movimiento populista. Así mismo, como todo movimiento tectónico, esto es solo parte del epicentro, pues los efectos políticos y su canalización se dejarán ver a medio plazo. Por último, levantando más el foco del análisis, para entender el interregno español, europeo y mundial, debemos de tener presente que nos encontramos en la mitad de una crisis estructural similar a la de los años treinta. Para su resolución será fundamental ver el avance de la disputa por un nuevo orden hegemónico a nivel mundial y el rumbo que tomen las crisis de los regímenes políticos en Europa, pues, al fin y al cabo, la soberanía del Estado español es mínima dentro del marco europeo. De esta forma, así como en lo que respecta a la crisis económica, el nudo gordiano lo encontramos en las instituciones europeas, concretamente en el Banco Central Europeo, en la Comisión Europea y en el gobierno alemán, hecho que se ignora de forma reiterada en la política española por todo el arco parlamentario. En este sentido, como señala Isidro López en un reciente artículo en El Salto, tanto las intervenciones en Catalunya
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(la actual y la de septiembre de 2011) como la acontecida más recientemente en el Ayuntamiento de Madrid, ejemplifican mucho mejor el hecho de que más que el 155, todas estas actuaciones son un ejemplo del 135, artículo que subordina y limita, más aún, la soberanía del gobierno español. En definitiva, más allá de la lucha entre ejecutivos español y catalán, la decisión última se encuentra en el gobierno alemán, pues en gran medida la soberanía nacional se subordina a las instituciones europeas con el Tratado de Maastricht, siendo la política catalana y española presa de la Eurozona. Por último, a medio plazo existen altas probabilidades de que estalle una nueva fase de la crisis económica iniciada en el 2008, algo que sin duda implicará un recrudecimiento de la crisis de la Eurozona, lo que a su vez afectará de forma profunda a la economía española, fuertemente endeudada y sustentada por las políticas monetarias del BCE y por los bajos precios del petróleo. Este hecho acentuará las grietas del régimen del 78, tanto en el ámbito territorial como en el económico, político y social. Abróchense los cinturones, pues la crisis política será un recorrido largo.
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EL TORPEDO QUE ROMPE EL ORDEN MUNDIAL JUAN VÁZQUEZ ROJO
La revista Torpedo empieza su camino precisamente en un momento histórico, social y político en el que todo lo sólido se resquebraja. La materialización de este hecho se presencia en la decadencia del orden mundial tal y como lo conocíamos desde la II Guerra Mundial, lo que implica una ruptura con la cultura dominante hasta el momento. En este sentido, podríamos decir que el torpedo es más un momento o una situación que un artilugio en sí mismo. Parafraseando la famosa frase de Antonio Gramsci, el torpedo es ese elemento de ruptura o de crisis en el que “lo nuevo no termina de nacer y lo viejo no acaba de morir”. No obstante, todas estas descripciones no dejan de ser afirmaciones abstractas, algo que procedemos a concretar en las próximas líneas. ¿Dónde empieza todo? Siguiendo
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a Immanuel Wallerstein y Giovanni Arrighi, desde el siglo XV la historia del sistema mundial o sistemamundo viene marcada por ciclos sistémicos de acumulación, esto es, ciclos económicos dirigidos por una potencia hegemónica. En dichos ciclos, existen dos etapas, una inicial de expansión material y una final de expansión financiera. La primera se centra fundamentalmente en la inversión en la esfera productiva, en la que se crea la riqueza realmente existente. Esta etapa llega a sus límites en el momento en el que el capital acumulado no se puede reinvertir con una rentabilidad suficiente, esto es, cuando nos encontramos ante una crisis de sobreacumulación. En ese contexto, el capital, que se caracteriza fundamentalmente por perseguir siempre espacios de rentabilidad, se orienta hacia los canales financieros, dando lugar
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a una enorme expansión de los mismos. Como hemos afirmado, la riqueza realmente existente se crea en el ámbito productivo, por lo que la esfera financiera está intrínsecamente relacionada con la productiva y cualquier deslindamiento entre ambas tiene que ser necesariamente temporal. De este modo, las etapas de expansión financiera suelen ser mucho más caóticas, inestables y con recesiones recurrentes. Asimismo, todo ciclo sistémico de acumulación está enmarcado en una estructura hegemónica, esto es, una determinada correlación de fuerzas congelada en una amalgama de instituciones, una determinada cultura y una forma de ver el mundo que impera y dirige a la sociedad en una dirección concreta, todo ello bajo la batuta de una potencia que actúa como hegemón. Aquí, la hegemonía se entiende en términos gramscianos, es decir, esta sería el poder adicional del que goza un bloque dominante para hacer pasar su propio interés particular por el interés universal de la sociedad. Este liderazgo se consolida y fundamenta con esas instituciones y esas formas de ver el mundo, de leyes y de relaciones de poder que conforman un orden compacto e imponen ciertas reglas de juego. Como podemos observar, el término de hegemonía sobrepasa el concepto utilizado habitualmente en las relaciones
internacionales, como pura dominación, pues el liderazgo del que goza una potencia, en este caso, se caracteriza por incluir una dualidad entre el consentimiento legitimador y el poder duro como telón de fondo. En este sentido, siguiendo el hilo argumental del párrafo anterior, la decadencia de las hegemonías está relacionada con las etapas de expansión financiera, en la que se alcanzan los límites de poder geoeconómicos y geopolíticos, aunque también culturales e ideológicos. Pues bien, desde el siglo XV, hemos vivido tres órdenes mundiales hegemónicos: El liderado por Países Bajos, posteriormente por Gran Bretaña y, desde los años cuarenta, el actual liderado por Estados Unidos. Después de la II Guerra Mundial, Estados Unidos se convirtió en el motor principal de la acumulación de capital a nivel mundial, así como en el director de las reglas de dicho proceso. Así, la nueva potencia hegemónica dominaba en el ámbito productivo, con las empresas punteras en tecnología, en el comercio, en las finanzas y en el ámbito militar. La configuración del nuevo orden hegemónico, que precisa de una congelación de estructuras institucionales de la nueva correlación de fuerzas y dominio a nivel mundial, fue liderada por EE.UU. mediante los acuerdos de Bretton Woods, la creación tanto del Banco Mundial como del Fondo Monetario
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Internacional y la creación de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Con estos pilares se establecieron los marcos imperantes en el ciclo sistémico de acumulación estadounidense, en los que se delinearon las trazas para el comercio y el desarrollo económico, para a su vez intentar mantener la estabilidad económica a nivel mundial. En primer lugar, con los acuerdos de Bretton Woods se configuraba un orden financiero mundial con el dólar como moneda de reserva internacional mediante un sistema de tipos de cambio fijo y de convertibilidad en oro. En segundo lugar, el FMI y el BM se establecían como coordinadores del crecimiento económico y la expansión del libre comercio en todo el mundo. En tercer lugar, la OTAN servía como marco de seguridad militar para la contención del poder contrahegemónico de la Unión Soviética en el mundo. De esta forma, el bloque histórico formado en esta etapa se sustentaba en la hegemonía de EE.UU. que ampliaba su poder internacional con las alianzas de Europa y Japón como potencias regionales, ambas englobadas en el marco político internacional que actuaba como sustento estructural legitimador y ampliador de dicha hegemonía, creando un contexto de suma positiva entre países.
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Mediante esta configuración, los EE.UU. no creaban únicamente un marco de contención de la Unión Soviética, sino que impulsaban una legitimidad cultural dentro del bloque occidental capitalista y un liderazgo hegemónico basado en instituciones multilaterales internacionales. De esta forma, más allá del poder duro, la potencia estadounidense lograba así asimilar el rol de líder moral e intelectual, fundamental en cualquier orden hegemónico que genere consenso. La idea del sueño americano empezaba a imponerse como meta del individuo occidental, esto es, la noción de un ser racional, emprendedor, egoísta y ajeno a la sociedad que tenía todas las posibilidades de triunfar a su alcance, idea que se radicalizaría en la década de los ochenta. Además, en el aspecto socioeconómico, esta etapa se caracterizó por la estabilidad financiera mediante un cierto control de capitales a nivel mundial, el auge de las políticas keynesianas, estados proteccionistas, salarios relativamente elevados y la creación de estados del bienestar más o menos fuertes. Después de varias décadas de expansión material, en los años setenta entramos en una etapa de transición que se caracterizó fundamentalmente por la ruptura del patrón oro-dólar que imperaba en el sistema monetario internacional desde los inicios de
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dicha hegemonía. Así, durante aquella década, se gestaban las bases de la expansión financiera que se viviría a partir de los años ochenta, como señala Wolfgang Streeck: “Ahora los Estados estaban localizados en los mercados, y no los mercados en los Estados”. Esta nueva expansión se cimentaba en tres pilares. El primero era la libre flotación del dólar, que proporcionaba a EE.UU. un poder adicional que le permitía evitar restricciones macroeconómicas tales como el déficit público o el déficit en la balanza por cuenta corriente. El segundo, las políticas neoliberales caracterizadas por los ajustes salariales, el control estricto de la inflación y del gasto público, así como por la privatización del sector público y la liberalización de los sectores comerciales y financieros. El tercer pilar es la financiarización de la economía, es decir, un aumento considerable del peso de las finanzas en la economía, que venía empujada por los dos elementos anteriores y que facilitaba una vía de escape a la crisis de la expansión material. Concretamente, en las últimas tres décadas hemos vivido una expansión de los canales financieros de la economía, hecho que se puede constatar simplemente atendiendo a varios datos. Por ejemplo, observando la economía estadounidense, si el crédito al sector privado como porcentaje del PIB representaba
un 87% en 1970, en el año 2007 significaba el 206% del PIB; la capitalización bursátil pasó de un 41% del PIB en 1975 a un 137% en 2007; la participación en los beneficios totales del sector financiero pasó del 20% al 40% entre la década de los ochenta y la de los dos mil. A nivel mundial, los activos financieros (sin incluir los derivados) crecieron anualmente más del doble de la inversión no financiera o del PIB per cápita entre 1982 y el 2004. En este contexto, en los países de la OCDE, la deuda de las familias aumentaba mientras la participación de los salarios en el PIB cayó 10 puntos entre la década de los ochenta y la de los dos mil. En efecto, todos los sectores de la economía estaban directa o indirectamente afectados por la progresiva financiarización de la economía. Este hecho hace que a principios de la década de los dos mil, el régimen de acumulación de EE.UU., en pleno auge de su etapa de expansión financiera, empieza a mostrar los primeros síntomas de debilidad con el descalabro de la burbuja puntocom, los atentados de las torres gemelas y la invasión de Afganistán e Irak. En este punto, el poder hegemónico de EE.UU. se debilita, evidenciando una deflación de poder, transformándose cada vez más en lo que en relaciones internacionales se denomina hard power o, en términos gramscianos,
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hegemonía sin consenso, esto es, pura dominación, un elemento fundamental para entender la decadencia de cualquier orden político, pues, al fin y al cabo, cuando el ropaje del consenso y la legitimidad se rompen, el poder duro queda al desnudo. En consecuencia, este proceso se acelera con la crisis económica del 2008 y con su reverso social, las manifestaciones que comienzan en el 2011, como las revueltas árabes, el 15M en España o posteriormente el Occupy Wall Street. El descontento de las clases populares y de las clases medias a lo largo del globo a causa del empeoramiento de las condiciones de vida de la mayoría de la población tienen una determinada transformación política en función del contexto local, regional y geopolítico. El mundo comienza a experimentar distintos fenómenos políticos impensables hace una década, como son las guerras de Siria, Ucrania o Yemen, o las victorias electorales de Trump, Syriza o el Brexit. Con todo, el mundo entra en una fase de caos sistémico, en la que el orden de posguerra liderado por EE.UU. tiene problemas para regir frente a potencias como China o Rusia, algo que se manifiesta en la pugna militar, institucional y comercial. Así, tenemos como ejemplo la batalla en Siria y Ucrania entre Rusia y EE.UU., las tensiones entre la propia potencia americana y china en el Pacífico, las iniciativas de gran calado como
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el Banco Asiático de Inversión e Infraestructura o la Nueva Ruta de la Seda por parte del país asiático o el propio fracaso de los tratados de libre comercio liderados por EE.UU. como el TTP o el TTIP, en un intento de restaurar su dominio comercial y financiero. Dentro del análisis puramente económico, observamos que, pese a los discursos grandilocuentes de recuperación económica a nivel internacional, simplemente con observar varios datos, vemos cómo estamos lejos de tal recuperación. Por ejemplo, el último análisis financiero del FMI, muestra cómo los niveles de deuda a nivel internacional siguen siendo preocupantes, incluido el motor de crecimiento de las últimas décadas, China, que se encuentra inmersa en una escalada de deuda insostenible. Todo ello en un momento en el que las autoridades de los Bancos Centrales comienzan a plantearse subidas de los tipos de interés y reducir o eliminar las políticas de expansión monetaria que han sostenido de manera artificial la economía ante tales niveles de deuda. En este contexto de baja productividad e inversión, reducidos niveles de rentabilidad y altos porcentajes de deuda con respecto al PIB, todo indica que una reducción de la rentabilidad en EE.UU., ya sea por la subida de precio del petróleo o por la imposibilidad de renovación de deudas ante la subida de tipos,
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vuelva a sumir al sistema capitalista internacional en una nueva crisis. Por lo tanto, vivimos en un momento histórico en el que las viejas estructuras hegemónicas levantadas en Bretton Woods no permiten un liderazgo firme y consensual ni una base sólida para asegurar un relanzamiento del ciclo económico. Así, las características que representaron el último ciclo económico (19802007) siguen siendo las mismas en la actualidad y los problemas de deuda privada y pública, de débil inversión así como de reducida rentabilidad, siguen acuciando incluso en mayor medida que al comienzo de la crisis. Mientras tanto, China y Rusia emergen como actores de peso que reclaman una reconfiguración del orden mundial, aunque por el momento no existe una alternativa fuerte a la vieja estructura. En los próximos años, seguramente décadas, veremos una intensa pugna entre las principales potencias para ejercer una mayor influencia en la creación del edificio que represente el nuevo orden mundial. Históricamente, la pugna llevada a cabo en etapas de caos sistémico siempre derivaba en una guerra a escala mundial (las últimas fueron la I y II guerras mundiales). Este hecho nos hace pensar en una nueva guerra a gran escala que resuelva la pugna llevada a cabo en este caos sistémico, aunque a diferencia de otras etapas similares, como fue la de los años
treinta, en este momento histórico nos enfrentamos a los límites del planeta. Encerrados en un sistema que precisa crecer indefinidamente para sobrevivir en un planeta finito, afrontamos una paradoja irresoluble, los propios límites físicos del globo. Siguiendo a Karl Polanyi, pionero en la teorización antropológica de este fenómeno en la época de la expansión financiera británica, la fase que estamos viviendo se caracteriza por lo que él denominaba utopía de libre mercado, donde el propio sistema necesita mercantilizar cada vez más las relaciones sociales, más esferas de la vida, a la vez que promueve de forma creciente el individualismo. Sintetizando la idea de Polanyi, en este caso la organización social está supeditada al sistema económico, a su autorregulación, algo que es llevado hasta sus últimas consecuencias, tocando el nervio antropológico del ser humano: “Permitir que el mecanismo de mercado dirija por su propia cuenta y decida la suerte de los seres humanos y de su medio natural, e incluso decida acerca del nivel y de la utilización del poder adquisitivo, conduce necesariamente a la destrucción de la sociedad”. En esta afirmación profundiza César Rendueles al describir nuestro contexto: “No ha existido nada parecido al proceso de subordinación al mercado de todas las relaciones sociales
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típico de nuestro tiempo. No hay sociedades en las que la institución del mercado se haya apoderado de esta manera del resto de relaciones sociales. Y esta subordinación ayuda a explicar las características y limitaciones de otros rasgos de la modernidad”. En este sentido, la necesidad del propio sistema de mercantilizar las relaciones sociales hasta el extremo deriva en una mercantilización radical de la fuerza de trabajo, algo que llega a mezclarse con la propia mercantilización del ser humano. De esta forma, como afirma el filósofo Carlos Fernández Liria, podríamos decir que el propio sistema de autorregulación precisa no solo de crear subjetividad, sino de crear sujetos, algo que choca de frente con el nervio antropológico del ser humano como ser social, destruyendo instituciones que generan sociedad. En definitiva, todas estas luchas constituyen el estallido, la vuelta atrás de la sociedad reprimida, de la sociedad individualizada. El ejemplo más crudo de esta decadente descripción es el desplazamiento forzado al que se ven sometidas setenta millones de personas refugiadas y desplazadas en todo el mundo, lo que sin duda hace que el concepto de vida líquida que utilizaba el filósofo Zygmunt Bauman cobre más fuerza que nunca.
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En definitiva, el mundo de posguerra ya no existe, la realidad que conocemos está cambiando de forma acelerada, rompiéndose y no hay vuelta atrás. Muchos autores señalan que volvemos a los años treinta pero, en aquel periodo histórico, el planeta no conocía los límites físicos que ahora tiene que afrontar. Parafraseando a Bruce Ackerman podríamos decir que nos ha tocado vivir una época caliente de la historia, pues el futuro del planeta está en disputa.
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LLAMADA A FILAS CONVOCATORIA PARA EL PRÓXIMO NÚMERO: DISTOPÍAS
Bando: en vista de que a partir del día noveno del presente, a las 13:00 horas, encontrándonos en un punto indeterminado del lago Engolasters perdimos toda comunicación con el exterior nos vemos obligados a la aplicación del siguiente protocolo claramente definido en el manual de a bordo, sección XV, situaciones de emergencia, donde dice: “Si viéndose totalmente incomunicado ya sea por un fallo de sistemas o por un silencio obligado debido a los escenarios recogidos en los apartados 19 y 20 de este manual, el Ramallets 2666 deberá disminuir toda actividad no imprescindible, bajar hasta el lecho marino y reunir a toda la tripulación en la sala de mandos durante el tiempo que crea adecuado el capitán.” En tales circunstancias, el Ramallets 2666, mediante el presente escrito introducido con mucho arte por el contramaestre en una botella de cocacola anuncia a quien lo lea que el próximo número de nuestra pequeña revista submarina estará dedicado a las Distopías. Sea bienvenido todo cuento, poema, microrrelato, reseña, artículo, ilustración o fotografía que trate futuros aciagos.
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TRIPULACIÓN COMANDANTE
Nuestro comandante renunció a una vida de comodidades como regente de un gigantesco establecimiento de venta de alcohol embotellado, tabaco de exportación y recambios de motocicletas por dedicarse al arma de marina. Su experiencia como patrón de navíos de cabotaje en veranos pasados en la Costa Brava le sirvió de salvoconducto para comandar el Ramallets 2666, el más moderno (y único) buque de la flota andorrana. Debido a sus orígenes lusos (su padre nació en la ciudad de los tranvías) los correveidile del Almirantazgo lo apodan, con desprecio, el portugués. En su presencia, en cambio, bajan la mirada y se guardan muy mucho de llamarle otra cosa que no sea Senyor Comandant. En su camarote, sin mujer ni hijos y apenas amigos más allá del contramaestre o el contador, dedica el tiempo a dibujar su submarino al carboncillo y a escribir poesía; versos evocadores e intensamente emocionales en los que tan pronto se halaga a una meva Meritxell como a un par de turbinas hidráulicas. Mucha pasión contenida y destierro interior. Los Jocs Florals submarins fueron idea suya y se celebran cada primavera. Bajo su atenta mirada la tripulación compite por ganar el Narcissus poeticus, una flor blanca con la que se premia al mejor poema. También la Revista Torpedo es hija suya y tiene, incluso, el beneplácito del Almirantazgo y del Govern Andorrà, que lo ven como una interesante herramienta de propaganda, algo siempre útil en vísperas de la guerra que se avecina. En ella el portugués podrá, al fin, hacer ver su valía y predisposición, ayudando al Petit país dels pirineus a ocupar el sitio que merece en los libros de Historia.
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Cristian Rubio Villaró tuvo una infancia feliz y en su obra se refleja, poderosa, la influencia de Mortadelo y Filemón, Borges y Parque Jurásico del Crichton, por este orden. En su periodo universitario, cuando fue el mejor, triunfó en modestos certámenes literarios y codirigió la extinta revista de literatura “Preferiría no hacerlo”. Entre sus cuentos más recordados (por él mismo y familia) se encuentra el de la Gran Hormiga Cornuda y aquel otro de un superhéroe negro o aquel otro de un seiscientos en llamas.
OFICIAL DIÉSEL
Ya en la madurez de sus treinta y muchos sobrelleva el merecido anonimato proporcionado por su ignorada obra creativa y planea nuevas formas de volver al candelero tras surcar sin éxito nuevos campos como la poesía, el guión o el Warhammer; para ello ha puesto su esforzado brazo al servicio del Ramallets 2666, de su tripulación y de su aparato de propagando: la Revista Torpedo.
NAVEGANTE
Enil Afar. Él no sabe ni de donde es, vive cogido a un sextante y a una carta de navegación mohosa, ronda casi siempre la escotilla exterior aunque a veces finge dormir en un pequeño banco de madera en uno de los pasillos más remotos del Ramallets para no tener que hablar con los demás. Cuando más alegre se le ve es cuando el submarino roza la superficie y él puede salir al exterior, coge el sextante, que todos saben roto, y lo orienta hacia el sol o las estrellas, depende el caso, y hace anotaciones rápidas en un cuaderno que después, una vez huya a su camarote, trasladará a la carta de navegación para trazar una ruta incomprensible para casi todos menos para el comandante que, una vez la tenga en sus manos, la revisará exhaustivamente asintiendo de vez en cuando, con semblante serio y silencioso pero complacido.
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RADIO Y SISTEMAS DE ESCUCHA
Anaïs Egea es filóloga y actriz. Le gustan especialmente las novelas decimonónicas, los deconstruccionistas, los simbolistas franceses, los autodefinidos y las palabras esdrújulas. Como creció en un pueblo donde no había personas de su edad ni internet, pudo desarrollar muchas facetas artísticas y una ligera fobia social. A día de hoy, compagina la escritura con las artes escénicas y con una tendencia compulsiva a apuntarse a un bombardeo, por eso a veces diseña páginas web, hace vídeos, escribe artículos o canta en karaokes después de un par de copas. Vive como una ermitaña en el camarote más escondido, rodeada de cables, cuadros de gatos, litografías de Toulouse-Lautrec, radios que emiten pitiditos y máquinas que no sabe muy bien para qué sirven pero que pule con esmero tres veces al día.
Inma nació en Extremadura y lucha a diario para que su incapacidad para pronunciar las eses no le reste credibilidad como filóloga y cancerbera del idioma. Es profesora de secundaria por una vocación que a veces ni ella misma comprende. Le gusta domar adolescentes y guiarlos por el camino estéril de la literatura. Ha perdido la capacidad de sorprenderse ante la más aberrante de las faltas de ortografía. Intenta ejercitar sin mucho éxito la pluma. La mayoría de las veces acaba leyendo o viendo lo que otros escriben. Cae fácilmente en la procastinación, mientras acaricia sin cesar el lomo de sus perras. Le encanta hacer listas absurdas y la única que respeta es la de la compra; el máximo exponente de su creatividad es la cocina. No tardará en conquistar los estómagos de la tripulación para que puedan digerir gustosamente sus textos.
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CHEF A BORDO
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ARTILLERO
Juan Vázquez Rojo. A Coruña, 1990. Economista obsesionado con comprender como funciona el mundo en el que vive. Apasionado de la política, la economía y la cultura en general. Fundamentalmente, ha trabajado en la investigación de temas relacionados con el euro, la globalización y las relaciones internacionales, siempre desde un punto de vista heterodoxo. Su alter ego, el artillero del Ramallets 2666, vive obsesionado con la defensa y con la supervivencia de la nave a lo largo de los mares y océanos que surcan. Por ello, además de consultar continuamente sus mapas plagados de marcas que señalan las bases militares y las zonas de conflicto, no puede parar de leer a Sun Tzu, Carl von Clausewitz y a Maquiavelo.
Mari Nieves Lorenzo no es de aquí y no hace lo mismo que los demás, es diseñadora gráfica y actriz. Pertenece al otro lado del Atlántico aunque ya se siente cómoda navegando por el Mediterráneo. Es una apasionada de las artes en las que se ha sumergido desde su infancia: la danza, las artes plásticas, los vídeos, la música, la fotografía, el teatro y ahora integra, entre sus múltiples facetas en proceso de desarrollo, la literatura. Nunca se había subido a un submarino y, a pesar de su claustrofobia, nada le impide participar en nuevas aventuras.
OFICIAL DE SUPERFICIE
Tiene la tarea de asimilar, ordenar y, si es posible, aportar una estética a las ideas magistrales que surgen de la cabeza del resto de la tripulación.
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COLABORADORES GABRIEL SALDÍAS
Gabriel Saldías Rossel, 1985. Legalmente santiaguino; espiritualmente una araucaria. Académico y escritor. Ha viajado en el tiempo, pero no recuerda muy bien cuándo. Trueca remedio casero contra la ira asesina y la alienación moderna / ofrece: la fuente de la senectud. Errante contra su voluntad, residente esporádico de Chile, España y Canadá, quisiera no levantarse de la cama un lunes por la mañana. Ha publicado “Fricciones” (Nadar, 2016), pero más ha dicho en sus desmadres cotidianos contra los seres humanos. Le da miedo perderse, por eso vive perdido.
Nació en Buenos Aires el 3 de agosto de 1977. Vivió en diferentes ciudades del mundo y trabajó como fotógrafo, camarero, agricultor, pintor de casas, artesano y botones en un hotel entre muchas otras cosas. En la actualidad reside en Tenerife donde cursa estudios en Lengua y Literatura Inglesa. Ha publicado la novela Nocturno (Editorial Baile del Sol, 2017) y, actualmente, se encuentra trabajando en su segundo proyecto que lleva el provisorio título de Vidas Pasadas.
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MARIANO RE
HERMANOS ALQUÉZAR
Hermanos Alquézar vive en Barcelona. Es miembro del colectivo La Máquina. Recientemente ha publicado una antología de relatos titulada Matarratas. Poco más se puede decir de él.
Adolfo Marchena (Vitoria-Gasteiz, 1967). Poeta y narrador. Trabajó en diversos programas de radio. Dirigió las revistas literarias Amilamia, Factorum y el fanzine Odaliana. Autor de Cartapacios de Lucerna, Proteo: el yo posible, La reconstrucción de la memoria, Musicalidad de los tejados (poesía), 683 Planta Neurología (narrativa) y de manera conjunta La mitad de los cristales y Poemas Fundidos. Ha sido incluido en diversas antologías (Sin Embargo, Relatario, Voces del Extremo, etc.). Sus textos aparecen en revistas literarias electrónicas y de papel: El coloquio de los perros, Letralia, Río Arga, Turia, Los cuadernos del matemático. Traducido parcialmente a tres lenguas. Ha prologado también el libro de Javier Flores, El frío de la Fe, así como un estudio titulado Poesía de la emancipación, tierra de barbecho, sobre el libro de poesía de Alfonso Pascal Ros con el título Principio de Pascal. Incluido dentro de Poetas, antología universal, coordinada por el editor Fernando Sabido Sánchez. www.revistatorpedo.com
ADOLFO MARCHENA
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Esta es la triste historia de Sara Sierra, una persona que quería hacer algo con su vida pero cuyos padres la obligaron a estudiar Arte Dramático. Bueno, la verdad es que no. Nací en Logroño y crecí en una casa en la carretera rodeada de perros. Empecé a estudiar Diseño de producto en la ESDIR porque mis padres insistieron en que tenía que estudiar una carrera “de verdad” antes de hacer Interpretación pensando que me daría cuenta de que quizá lo mejor fuese tomármelo como un hobby. Pero de lo que me di cuenta es de que la vida es muy corta y de que lo más “de verdad” que podía hacer era dedicarme a lo que realmente quería. Así que me mudé a Madrid y me formé como actriz en la escuela de Mar Navarro y Andrés Hernandez, el Laboratorio teatral de William Layton y el Centro de Investigación Teatral La Manada. Cuando terminé, seguí haciendo cursos y talleres con gente importante que me enseñó danza, verso, comedia, esgrima, lucha escénica y hasta a tocar la viola. Como actriz, he trabajado en teatro con La Joven Compañía (dirigida por José Luis Arellano) y diversas producciones de La Manada, en el mundo audiovisual he trabajado con María Ripoll, Juanma Carrillo, Alex Ygoa y Roberto Pérez Toledo. Ahora mismo, actúo “de verdad” siempre que puedo y, el resto del tiempo lo dedico a un montón de hobbies como rodar por el suelo, hacer manualidades con patatas y reírme muy alto.
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SARA SIERRA
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ILUSTRADOR: Rodrigo Arahuetes TRIPULACIÓN: Cristian Rubio Enil Afar Anaïs Egea Inma Ponce Juan Vázquez Mari Nieves Lorenzo COLABORADORES: Gabriel Saldías Mariano Re Hermanos Alquézar Adolfo Marchena Sara Sierra 2018. Número 1. Manual de iniciación a la literatura submarina.
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