Revista Un Caño - Número 25 - Mayo 2010

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staff SEGUNDA ÉPOCA (AÑO 5) NÚMERO 25

Marchen dos mayos La cronología es una hermosa tentación para los bicentenarios. Como se trata del último bicentenario que veremos, haremos una opción: alejarnos de los hechos, arrojarnos sobre las ideas. “Refundar el deporte” es una genial resolución para un breve ensayo que reclame leyes, reformas, planes, instituciones nuevas. “Preguntarnos qué deporte queremos”, también suena a deseo solemne, exageradamente amanerado, al estilo de los editoriales de La Nación. “Los desafíos del bicentenario y el deporte” es un título que posee la virtud de empujarnos a decir cualquier cosa. Pero el Bicentenario está para otras aventuras. Por ejemplo, para divagar en un país sin consenso. Menos mal que hay, al menos, un Mundial en puerta que puede llevarnos a discutir nuestra identidad. La futbolera. Hora, también, de interrogarnos críticamente, qué podremos hacer por el periodismo deportivo y por la patria deportiva. La independencia deportiva, la justicia deportiva y la soberanía deportiva son conquistas pendientes que nos establecen un horizonte. Tanto hemos admirado a los jóvenes del mayo francés, como a los jóvenes del mayo de 1810, cerca de las recovas, que hoy pretendemos que estas páginas tengan algo de aquellos, y de aquellos otros. En ambos casos, la palabra revolución asociada a mayo sonaba maravillosa. Dos mayos, más que uno. El próximo paso, entonces, debería ser construir una revolución deportiva. Que es lo mismo que pedir que el deporte sea un derecho del pueblo. Pablo Llonto

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ILUSTRACIÓN DE TAPA Sebastián Domenech

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PICADO

Del avión al rincón

Cuando a Christian Okonkwo le pregunten si tiene alguna anécdota de su breve carrera futbolística, los oyentes tendrán que pedir un sillón, un whisky y mucho de tiempo para seguir su vida andariega. De Nigeria a Centroamérica, anclado en Venezuela, durmió en una terminal y terminó firmando contrato en Haití momentos antes de la catástrofe. Lo que se dice, un hombre sin suerte. Por JAVIER SZLIFMAN

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a Puerta 16 del Aeropuerto Internacional de Maiquetía, en Caracas, Venezuela, no embarca a ningún destino. Se trata de un gran salón con asientos incómodos en fila, donde la monotonía se rompe con un amplio ventanal que da a la pista de aterrizaje. En ese lugar vivió durante más de dos meses Christian Okonkwo, futbolista nigeriano de 20 años. Sin pasaporte, varado en el aeropuerto, fue un hombre de ninguna parte. La terminal, la película de Steven Spielberg, fue realidad en la piel de un futbolista. Christian nació en Nigeria pero inició su carrera futbolística a los 15 años, cuando fichó para el Merci Football Team de Egipto. Luego pasó por clubes de República Dominicana y Trinidad y Tobago. En Puerto Príncipe se enamoró de una mujer, se casó con ella y al poco tiempo la dejó embarazada. Pero decidió marcharse a México, donde había conseguido una prueba en un equipo local. Viajó desde Trinidad y Tobago, vía Caracas, hacia el Distrito Federal. Al llegar a tierra azteca, un contingente de chinos que había llegado de contrabando fue detenido por las autoridades locales. Christian también les llamó la atención a los agentes y cayó en la rodada. Pasó la noche en el aeropuerto y al día siguiente se enteró de que se había perdido su pasaporte. Intentó convencer a los policías de que era un nigeriano que vivía en Trinidad, pero su explicación no resultó convincente. Finalmente, lo mandaron de vuelta a Caracas, donde había abordado el vuelo. La odisea recién comenzaba. Christian llegó al Aeropuerto de Maiquetía el 31 de diciembre de 2008, cerca de la medianoche, y comenzó a organizar su vida en la Puerta 16, allí donde se instalan los pasajeros sin fecha de salida. Sus valijas se agolparon contra una pared y un puñado de

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sillones se transformó en su cama. Sin pasaporte ni destino posible, se paseaba por la zona de embarque como un viajero más. Mataba el tiempo en Internet, en el free shop, charlando con los viajeros y escuchando reggaetón. Extrañaba a su esposa, que dio a luz a su hija Hope en Puerto España mientras estaba cautivo en Caracas. Angustiado, jugaba de noche, solo, pateando una pelota que le habían regalado los empleados del aeropuerto. Mientras esperaba la llegada de un nuevo pasaporte, Christian no descuidó su carrera futbolística. Entabló estrecha relación con un quiosquero del aeropuerto, quien pasó a ser su improvisado manager. El hombre intentó ayudarlo a conseguir un club. Finalmente, tras más de dos meses de espera, un amigo futbolista le remitió el documentó desde Nigeria y así Christian pudo marcharse. A Ecuador, para jugar allí. Pero el transfer habilitante no llegaba desde su antiguo equipo en Trinidad y la liga estaba por comenzar. Christian no pudo fichar. Viajó a República Dominicana, pero allí tampoco se pudo incorporar a un equipo. Finalmente, terminó en el Haití Fica Club. En la isla caribeña lo sorprendió el terremoto de enero pasado. “Estaba en mi cama, durmiendo la siesta, cuando empezaron los temblores”, cuenta vía mail desde Cabo Haitiano, la segunda ciudad de Haití, sobre la costa norte del país. “Pensé que estaba soñando, pero realmente cuando encendí la televisión y escuché gritos desde afuera, tomé conciencia de lo que estaba pasando”, agrega. Para su suerte, no fueron muchos los daños que el terremoto dejó en la ciudad. Con la liga paralizada y el país devastado, lejos de familia y con poco dinero, Christian Okonkwo sigue intentando ganarse el pan como futbolista. Aunque, como todo en su vida, no le resulta sencillo.



PICADO

Volver a las fuentes

Primer exportador de futbolistas, Brasil se las ingenia igual para tener un torneo de excelencia, el Brasileirao, que en su versión 2010 estará colmado de estrellas repatriadas. Entre ellas, los cuatro atacantes que la verdeamarelha llevó al último Mundial. Por TRAVERSARO

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s, por lejos, el país que más futbolistas exporta. En 2009, 1.017 jugadores dejaron Brasil (181 a Portugal, destino por excelencia), según se informa en la página de la CBF. Sin embargo, el Brasileirao nunca se resiente. Por el contrario, se regenera: en la edición 2010, la cuadragésima, que se inicia el 8 de este mes, jugarán futbolistas de renombre (ya celebridades a punto de la jubilación, ya promesas que tropezaron en Europa) de la talla de Ronaldo y Roberto Carlos, en el Corinthians; Robinho y Giovanni, en el Santos; Adriano y Vagner Love, en el Flamengo; Fabio Rochemback, en el Gremio (que entrena Paulo Silas); Cicinho, en el San Pablo, y Savio, en el Avaí. Por ejemplo, los cuatro atacantes que Brasil llevó al último Mundial participarán del Brasileirao: Ronaldo, Robinho, Adriano y Fred (Fluminense). La pregunta, en consecuencia, es pertinente: ¿por qué vuelven los que vuelven? Roberto Carlos se incorporó al Corinthians en enero, después de quince años en Europa –Inter, Real Madrid, Fenerbahce–, y no bien llegó, anunció: “vengo a ganar el único título que me falta: la Copa Libertadores”. Carlos Augusto Ferrari, periodista de O Globo a cargo del Corinthians, explica a Un Caño: “Roberto Carlos tiene 37 años, pero está intacto. No así Ronaldo, que está pesado, apenas se mueve en la cancha. Se vino abajo porque se dio cuenta de que Dunga no lo va a llevar al Mundial”. A partir de la presencia de ellos, al equipo se lo bautizó Los Galácticos (¿La originalidad? Bien, gracias). Sin embargo, el Corinthians –que tiene a Matías Defederico y Sergio Escudero, dos de los diez argentinos que juegan en la Serie A, y a Iarley, un ex atacante de Boca – se derrumbó de arranque: no pudo avanzar a la semifinal del Campeonato Paulista, antesala regional del Brasileirao. Pero la sensación futbolística de Brasil no es el Corinthians, sino el Santos: hace un mes, en ese mismo Campeonato Paulista, finalizó primero con más de tres goles de media por partido (61 en 19), gracias a Robinho y dos pibes -Neymar (cumplió 18 años en febrero y en marzo fue tapa de la revista Placar junto a Pelé) y Ganso (sobrenombre que –discúlpese el chiste fácil – no honra: a los 20 años, no quiso saber nada con irse al Manchester City, “porque no

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es un club grande como el Real Madrid, Barcelona o Milan”)-. No por intempestivo, el regreso de Robinho al Santos es irracional: el atacante, de 26 años, dejó el Manchester City porque allí jugaba entre poco y nada, y Dunga le advirtió que para ir al Mundial debía hacerlo con asiduidad. Robinho cobra 540 mil dólares al mes, dineral que se recauda gracias al aporte de empresarios, a cambio de la explotación de su imagen. Aun así, debe volver a Inglaterra no bien termine el Mundial, aunque él ya anunció que no quiere. La situación de Adriano se asemeja: el atacante, de 28 años, debe reincorporarse a mediados de año al Inter, pero él pretende continuar en el club que preside Patricia Amorim. Italia, a Adriano, lo bajonea (en 2007 admitió que su discontinuidad en el Inter se debía al alcohol). En consecuencia, volvió a Brasil, y hasta fue campeón del Brasileirao con el Flamengo en la última temporada. Pero el tipo, aun en su Río de Janeiro natal, no tiene paz: a fines de marzo fue investigado porque le había obsequiado una motocicleta a la madre de un capo narco, Paulo Rogerio de Souza Paz. No es novedoso: en 2009 lo habían investigado por participar en una fiesta organizada por el mismo narco, “un amigo de la infancia”, según confesó a la Policía. También su compañero Vagner Love, ex futbolista fetiche de Dunga, es investigado por sus contactos con narcotraficantes. En esa última temporada, el Flamengo destronó a un equipo que venía de obtener tres torneos Brasileirao consecutivos: San Pablo, que todavía tiene a su arquero-goleador Rogerio Ceni (en el equipo desde 1993) y que contrató a Cicinho, tras sus pasos por el Real Madrid y la Roma, y al defensor Alex Silva, que llegó desde el Hamburgo, dos futbolistas que jugaron alguna que otra vez en la selección de Dunga. En definitiva, el Brasileirao será televisado por O Globo y Bandeirantes (el cable monopólico no los tiene en su grilla, pero se los puede ver vía Internet, previa búsqueda en Google). Vale la pena: al fin, es una liga muy competitiva, a la par que sorprendente. No por nada, Palmeiras en 2002, Gremio en 2004, Atlético Mineiro en 2005, Corinthians en 2007 y Vasco da Gama en 2008 descendieron a la Serie B. Por lo demás, ya se sabe, los promedios son un invento argentino.



Nos habíamos peleado tanto

Viejos y arrumados, ciertos clásicos del fútbol argentino esperan turno en la ruleta de los campeonatos. Muchos enfrentamientos “de campanillas” no se juegan desde hace décadas, y tal vez ustedes hayan sido testigos del último de ellos. Con la esperanza de que la historia los ponga en su lugar, aquí una viñeta con cierto tufillo a naftalina. Por EDGARDO IMAS

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a génesis de los clásicos de nuestro fútbol se explica por una vecindad barrial a partir de la cual se desarrolló una tradición, a despecho de modas y condicionamientos mediáticos. Ascensos y descensos llevaron a que algunos clásicos adversarios militen en categorías distintas y a que durante mucho tiempo no se vean las caras. Así, para nuevas generaciones, la discontinuidad en los enfrentamientos licuó la rivalidad y logró que los hinchas sintieran como clásicos a otros partidos. Vélez y Ferro poseen una larga historia: desde 1920 disputaron 151 partidos, todos en Primera División y con ventaja velezana. El último tuvo lugar en 2000, cuando los de Caballito vertiginosamente se deslizaron en un tobogán que en apenas un año los depositó en la B Metropolitana, mientras Vélez disputaba las copas Libertadores y Mercosur. El viejo hincha velezano sabe que su clásico rival es Ferro; sin embargo, la década sin enfrentamientos y los títulos conquistados generaron el olvido de parte de los más jóvenes, que pasaron a sentir más como clásico a San Lorenzo, o incluso a Chicago. Los últimos dos capítulos del clásico del Oeste, por la 1999/2000, los ganó Vélez: 6-1 y 1-0. Entre ambos partidos, el arquero paraguayo José Luis Chilavert marcó 4 goles, todos de penal. A partir de la vecindad de sus estadios durante dos décadas, Atlanta y Chacarita moldearon uno de los clásicos de mayor tradición, el de Villa Crespo, cuya primera edición fue en 1927 y la última, en 1999. El historial tiene una clara hegemonía funebrera, y las tres cuartas partes de los 126 cotejos correspondieron a la Primera A. Los once años sin enfrentamientos y la creciente influencia de los barrabravas, que han impuesto sus propias rivalidades al conjunto de los hinchas, influyeron para que los más jóvenes de Chacarita sientan a Boca como “clásico”, mientras que los de Atlanta colocan en ese lugar a All Boys. Durante la B Nacional 1998/99 se vieron las caras por última vez, con dos empates: 0-0 y 2-2. El Funebrero logró ascender a la A, mientras que el Bohemio se hundió en la B Metropolitana. En el Sur existen numerosos clásicos, a partir de la variedad de cruces que permite la gran cantidad de clubes y su cercanía

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geográfica. Un par de ellos son de gran tradición y permanecen olvidados: Quilmes-Argentino de Quilmes y Lanús-Talleres. El de la ciudad de la cerveza es el más antiguo de los que se mencionan en esta nota –se empezó a disputar en 1906 y sus protagonistas son entidades nacidas en el siglo XIX– y, sin duda, el más olvidado. No se juega desde 1981, y sólo hubo cuatro choques sueltos anteriores en 1964 y 1965. La distancia entre ambos –hoy los Mates juegan en la D– y la falta de partidos han constituido un duro golpe a este enfrentamiento. Jugaron 54 veces, con ventaja quilmeña, de las cuales 24 fueron entre 1946 y 1965, cuando los choques generaban gran expectativa y concurrencia de público. Se despidieron en la Primera B, cuando el 16 de agosto de 1981 empataron 1 a 1 en la Barranca y para Argentino aún jugaba la Bruja Verón, el padre de Juan Sebastián. Quilmes ascendió a Primera en esa temporada, y regresó rápidamente a la B en 1983, pero no pudo encontrar más a los Mates, que el año anterior habían bajado a la C. Otro clásico sureño semiolvidado es Talleres-Lanús. No se disputa desde 1992. Hoy, la mayoría del periodismo presenta a Banfield como el tradicional rival de Lanús, pero para muchos hinchas granates el verdadero clásico es con los vecinos de Remedios de Escalada. Distanciados por tres categorías, aún recuerdan las gratas circunstancias para ambos del último choque en 1992: Talleres triunfó 1 a 0 y así entró en el Reducido de la B Nacional. Aquel día, poco le importó la derrota a Lanús: en la fecha anterior se había consagrado campeón. Por último, tres clásicos emblemáticos del Ascenso llevan más de una década sin enfrentamientos. Defensores de Belgrano y Excursionistas no juegan desde el 27 de mayo de 1995. Dock Sud, que ahora vegeta en la D, enfrentó por última vez a su tradicional rival, San Telmo, el 25 de abril de 1999, cuando perdió 1 a 0 en cancha de El Porvenir por la B Metro. Luján y Flandria protagonizan un clásico de ciudades vecinas. No juegan desde 1998, en la C, cuando los de Jáuregui triunfaron 2 a 1 como visitantes. Agradecimientos: Patricio Minig, Néstor Bova, Oscar Barnade y Héctor Osorio, todos socios del CIHF.



s a b r e y s a r t O

El Atolón de Funafuti: mensajes Por ALEJANDRO LINGENTI

“El origen del nombre de la banda es medio azaroso, digamos que el nombre nos encontró a nosotros… El atolón de Funafuti es una isla en Oceanía. Y encontramos muchos paralelos entre esa imagen y la de nosotros como banda de rock dentro de lo que hoy son la industria y el circuito de ese género”, dice Tino Moroder, voz y guitarra de una banda que se reconoce como “una formación clásica de folk rock americano, con violín incluido” y que prefiere eludir la sombra de las influencias pero admite al clásico blues de Albert King y John Lee Hooker como mojones de una ruta posible. El apellido artístico de Tino no tiene nada que ver con un homenaje al célebre Giorgio, figura de la música disco italiana, sino con uno mucho más familiar, dedicado a su bisabuelo, Leo Moroder, un gran escultor. “Lo uso desde que empecé con la música”, aclara. “Yo prefiero no hablar de influencias, sino más bien de música que nos gusta. Es mucha y de muy variados estilos. Somos seis, y todos venimos de tocar y estudiar mucha música, desde rock hasta contemporánea. Un gran abanico…”, agrega el Moroder argentino, que a la hora de elegir un disco que le haya cambiado la vida no duda: “The Wall, de Pink Floyd. Es un disco que escuché mucho de chico. Y también fueron importantes otros vinilos que les robaba a mis padres y escuchaba a escondidas, casi todos de blues”. El Atolón de Funafuti editó su primer álbum, Pequeños rostros en piezas, en 2007, con el apoyo de una compañía discográfica tradicional. El que acaba de salir –titulado El ritmo del jardín-, en cambio, fue editado por la propia banda, lo que les permitió “más libertades y más control sobre la distribución y la prensa”, asegura Tino. “Fue una elección, pero también es verdad que hoy es difícil que te acerquen una propuesta seria. Todos hablan mucho y no dicen nada”. Sobre el rock nacional, Moroder opina que “hay cosas bue10 UN CAÑO | MAYO 2010

nas, sí, pero hay que bucear en el under para encontrarlas. Si prendo la radio y escucho las bandas que suenan, siento que son clones, tributos y copias de copias. Entiendo que el negocio lleve a que las fórmulas ya conocidas y exitosas se vuelvan a repetir y que así gira la rueda, pero las ruedas se gastan y se pinchan, también. Una banda que me gusta mucho es El Pastor & La Joven Guarrior. Eso sí es novedad”. Para este año, El Atolón de Funafuti planea girar por todo el país para mostrar las canciones de El ritmo del jardín, luego de una exitosa presentación oficial en The Roxy Live! Por lo pronto, el 22 de mayo estarán en El Marquee Session Bar de Villa Crespo y más tarde, en Concepción del Uruguay, Entre Ríos (28 de mayo) y Montevideo, Uruguay (29 de mayo). “Para conseguir lugares para tocar hay que ser precavido y armar las movidas con tiempo. Sobre todo si intentás mantener la calidad de los shows. Lugares hay, y son bastantes más que hace dos o tres años. Pero los buenos, los que tienen condiciones mínimas para que el público vea un buen concierto, son pocos”.


¿Semillas del mal? Por DAMIÁN DAMORE

La cinta blanca, (Austria, Alemania, Francia, Italia, Das weisse Band, 2009), de Michael Haneke. Con Ulrich Tukur, Bughart Klaussner, Christian Friedel.

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aneke sigue con ganas de hacer películas importantes, es decir, películas que aborden grandes temas, que sacudan, que hagan reflexionar, que incomoden. El virtuosismo con que impuso sus trucos en la pantalla es, sin dudas, el sello que se destaca en muchos de sus buenos films. Algo cambió en el rumbo de su cine cuando La Pianista (2001) llegó a Cannes. Sintió ese festival como el piloto Schumacher sentía el circuito de San Marino: un espacio donde mostrarse y vencer. Su cine cambió y sus trucos se vieron tapados por el cálculo. Le salió bien: en 2009 La cinta blanca se llevó el premio mayor del festival, la Palma de Oro. La historia se ubica en la antesala de la Primera Guerra Mundial, en un pueblo rural alemán donde el absolutismo es la regla más conveniente para todos. Al menos eso piensan los protagonistas. Muertes extrañas, mutilaciones, pederastas, incendios de la nada y niños que meten miedo son la superficie de tramas siniestras en las que el director prefiere no escudriñar. Todo se ve horrendo, la historia quiero decir, porque el puntillismo de la fotografía dejará al espectador gratamente sorprendido. La idea central es que una comunidad pervertida genere vástagos que sigan

el mismo camino. Si el relato -que termina en la víspera de la guerra- supone que esos niños serán los gérmenes del nazismo, ¿hablamos sólo de un director virtuoso (¡ese perfecto blanco y negro!)? ¿O de un sociólogo atrasado que descubrió también tarde su pasión por el cine? Por momentos dan ganas de que Haneke atrase la cinta, como hizo en Funny Games y por otros que la adelante, como sucedió en Caché, dos de sus films más notables. Son trucos que él ya no se permite.

Bonaerenses en acción Por D.D.

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osa (Ricardo Darín) es parte de una asociación que produce accidentes de tránsito para cobrar la mayor parte del dinero que paga una compañía de seguros. Es un estafador con ganas. En una de sus sangrientas puestas en escena, conoce a Luján (Martina Guzmán), una médica residente que cubre las emergencias nocturnas de un hospital bonaerense en una ambulancia. Luján es nueva y no sabe que en donde trabaja hay mucha gente entongada con el negocio. Ella se enamora de Sosa, y ese paso la convierte en un engranaje más de una empresa que involucra a testigos falsos, abogados truchos, comisarios, médicos y, claro, “los accidentados”. Carancho es un policial en donde los abogados no son los abogados que en general muestra el cine argentino: tipos inmóviles que parlotean cancheros detrás de un escritorio. Acá los abogados se sacan los pelos entre sí, los cagan a trompadas varias veces; se roban la plata de a mares... Carancho no es sólo un policial, es también una película de escapes. Y un film noir. Trapero no se mete en la denun-

Carancho (Argentina, 2010), de Pablo Trapero. Con Ricardo Darín, Martina Guzmán.

cia ni en la pereza del guiño cómplice de “sabemos de lo que hablo”. Carancho no da respiro y eriza la piel por su pesadez. Un shock de sangre y acción en el asfalto mojado de las avenidas sin cordones del oeste.

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Los veinte días que cambiarán el mundo

Al cabo de una investigación interdisciplinaria, el autor de esta nota llegó a la conclusión de que la razón por la que Messi la rompe en el Barcelona y no la ve ni cuadrada en la Selección es lo que la psicología llama trastorno de adaptación. Maradona deberá utilizar el escaso tiempo de convivencia previo al Mundial para implementar una terapéutica express. Aquí, algunos consejos desinteresados para rescatar a Lionel, único modo de aspirar a la Copa. Por ALEJANDRO CARAVARIO Ilustración SEBASTIÁN DOMENECH

“¿Y cómo paramos a este tío?”, se alarmaba el diario Marca, expresión gráfica del rancio sentimiento madridista. Claro, Lionel Messi venía de meter cuatro goles en variados estilos y circunstancias (pero en un partido solito) al poderoso Arsenal inglés y la siguiente escala del Barcelona era el Real Madrid. En otro fragmento de la oda elaborada colectivamente por aquellos días, As decía: “Messi está que da miedo”. Y tenía razón: en el derby orejeó algunas cartas de su juego genial y fue suficiente. Desde este lado del océano, el pavor que despierta Messi en sus futuros adversarios nos produce un placer infinito. Imaginamos esa sensación multiplicada a escala planetaria como una epidemia: cada adversario confirmado o hipotético de la Selección argentina en el Mundial –nos solazamos– debe estar redactando su testamento deportivo, rendido ante la certeza de una derrota ante el más grande, el indomable, arrollador y exquisito Lionel Messi. Al mismo tiempo, este Messi parado

en el centro del sistema solar, que otea a sus colegas como a pigmeos que se tragará con un mero sobrepaso de su tranco vertiginoso, desata una ansiedad difícil de manejar a rienda corta. Tan ingobernable como la fanfarria desaforada con la que empezamos a tocar marchas triunfales en el último mes. Es que, como quien engorda metódicamente un chancho para hincarle el diente en Navidad, sabemos que habrá un banquete, ¡pero queremos que sea ya! Queremos achicar la espera, no exponernos a percances, a defensores recelosos y violentos. A que el vecino del jardín contiguo lo encuentre a punto, ahíto como está de alimentos seleccionados que redundan en robustez y ternura (atributos que también valoramos en la mujer) ¡y nos robe el chancho! Todo por dejar pasar el mejor momento, sometidos a la tiranía de una fecha. Pero supongamos que no, que el gran Lionel llega al Mundial montado en la cresta de la ola. Entonces habrá que poner en marcha los dispositivos de preven-

ción para que no se desinfle sin motivo aparente, como viene pasando cada vez que se calza la camiseta argentina y pasea desganadamente por la cancha como si fuera la réplica más trucha del gran talento que juega con la diez del Barcelona.

FORMAS DE LA AUSENCIA Diego podría contar con sus muchachos en forma definitiva (y con dedicación full time) para el partido con Canadá (rival enclenque, cierto, pero se trata de un match protocolar, la contribución futbolera a los fastos del Bicentenario). Desde entonces, 24 de mayo (esperemos que se junten un rato antes), hasta el debut con Nigeria, el 12 de junio, transcurrirá un segmento vital para las aspiraciones argentinas. Alrededor de tres semanas (si no media ninguna licencia piadosa para los esforzados guerreros que vienen de “largos torneos”) es el escueto margen del que dispone Maradona para aclimatar a Messi, impregnarlo del espíritu colectivo,

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volverlo argentino hasta la muerte y conjurar, así sea con armas nobles o penadas por la ley, su verdadero y grave problema: el trastorno de adaptación. Cientos de refinados análisis tácticos (en esta edición se publica uno muy interesante de Ángel Cappa, un tipo que “entiende el juego”) han contribuido a demostrar que a Messi se le apaga la luz cuando se aleja del Camp Nou porque añora tanto sus propios movimientos como el de los compañeros. Él juega de otra cosa, y el resto también. Otros añaden que no hay estrategas siquiera similares a Iniesta y Xavi, los Batman y Robin del clan Guardiola. Tal vez. En cualquier caso, los juzgo detalles menores. Salta a la vista que el conflicto que anula a Messi no es de orden futbolístico, sino que anida, como el de cualquiera, debajo de su cotizada melena. La psicología lo ha tipificado con toda precisión, aunque, para variar, no ha sido tan eficaz en su tratamiento. La psicología, sabemos, es una disciplina descriptiva, dada a los diagnósticos creativos y la proliferación mitológica, pero no tan interesada en la terapéutica, pues se acabaría la magia. Los trastornos de adaptación, dice la cátedra, se producen “cuando hay ciertos cambios en la vida de una persona que generan estrés, y el indi-

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viduo no sabe adaptarse correctamente a ellos”. Tal cual el cuadro de Lionel Messi, un producto moldeado en el laboratorio del Barcelona, quien puso a su servicio nada menos que la hormona del crecimiento, cuando aquel chico de talle ínfimo pugnaba, antes que nada, por tener un desarrollo normal. Pero el estirón y el despegue como un prodigio del fútbol vinieron de la mano. El Barcelona es, para Messi, hogar de salvación y consagración. Cómo no sentirse desprotegido fuera de su órbita, con otros colores cruzándole el pecho. Por más que una variada documentación fije su procedencia en Rosario, lo confirme argentino.

TERAPIA INTENSIVA Trabajo titánico entonces, toda vez que a la profundidad del trastorno se suma la peculiaridad de los síntomas. Los adultos suelen experimentar temblores, agitación y palpitaciones, manifestaciones exactamente opuestas a la mortal impavidez que aqueja a Messi, pobrecito. Descartado el acompañante terapéutico (Messi, como cualquier celebridad, ya se mueve con un séquito numeroso) y en consideración a la celeridad con la que el DT está forzado a operar, el plan express más aconsejable es hacerlo compartir la habitación y la mayoría

de las actividades con Tevez, un verdadero ciudadano del mundo, un hombre de toda la cancha, un sobreadaptado. Espejo invertido del sufrido Lionel, el Apache encuentra en las diferencias culturales un estímulo a sus dotes de seductor. Formado en un barrio marginal, entre la pelota y el delito (pertrecho débil para salir a conquistar el mundo), Carlitos fue héroe en Boca, en tierra de rivales como Brasil, y en clubes grandes y chicos de Inglaterra, donde no necesitó blandir más que una y sólo una frase en la lengua de sus anfitriones: “It´s very difficult”. Llega y la rompe en cualquier rincón del mapa, enamora a los hinchas, parece feliz. No sé cómo podría concretarse ese traspaso de experiencias, de la sabiduría innata que distingue a Tevez. Si a la manera de la filosofía peripatética, en charlas relajadas al aire libre, o al pie de la computadora, atentos a los jugadores virtuales que deslumbran a Messi. En cualquier caso, sería un contacto imprescindible. Un refuerzo a considerar: la participación de Grondona en calidad de asesor adjunto. Sarandí y Zurich, la placidez suburbana de la ferretería y la solemnidad institucional de la FIFA, templo babélico de la mayor industria moderna. Pesos y euros, bienes inmuebles y bonos del tesoro de los Estados Unidos. Don Julio también domina todo el espinel, es de los que nunca extrañan, de los que ganan hasta en el estadio más hostil. Entre Tevez y Grondona, confío, Lionel estará a sus anchas en Sudáfrica, emocionalmente fuerte para vaciar íntegra su caja de sorpresas. Tratamiento paralelo: dosis diarias de argentinidad. Rondas de mate obligato-


rias, aprendizaje acelerado del truco, grabaciones de Rimoldi Fraga y videos escogidos de Felipe Pigna explicando la posta de nuestra historia. Habría que ver si dan los tiempos. Aunque, pensándolo mejor, habida cuenta de que la Selección de Maradona es multinacional y políglota, cifra inequívoca de la aldea global, más vale no apelar a referencias territoriales y culturales obsoletas. Por el contrario, más favorable a la adaptación de Messi sería convencerlo de que ningún lugar está lejos, que el mundo es uno y, por lo tanto, cualquier camiseta da igual,

cualquier ciudad se asemeja en lo esencial a la mayoría. Pasajeros de las redes y la comunicación instantánea, comunidad sin fronteras, somos una verdadera patria grande. Catalanes y argentinos, todos hermanos. Así que a dejarse de joder con la nostalgia. En fin, habrá especialistas que arrimarán propuestas alternativas. Pero, como bien le dijo Miguel Pichetto al resbaloso Julio Cobos antes de su voto por la espalda en el Senado: lo que haya que hacer, hagámoslo rápido. A lo sumo, en tres semanas.

El plan más aconsejable es hacerlo compartir la habitación y la mayoría de las actividades con Tevez, un verdadero ciudadano del mundo, un hombre de toda la cancha, un sobreadaptado.

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Primero el huevo, después la gallina

Para nuestro columnista invitado, el problema no es Messi en la Selección, sino la idea de juego que contiene a Messi en la Selección. Descalifica las lecturas patrioteras –las tilda de “nauseabundas”– y abona una teoría: el día que la Selección juegue de acuerdo a su tradición y cultura, Messi se sentirá muy cómodo y será el mismo que brilla en el Barcelona. Por ÁNGEL CAPPA

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a razón por la cual Messi no rinde de la misma manera en el Barcelona que en la Selección argentina o, para decirlo directamente, la que explica por qué Messi juega muy bien en el equipo catalán y mal en la Selección, hay que buscarla en el concepto más elemental de este juego: es el funcionamiento colectivo el que ayuda o el que dificulta el rendimiento individual. Y como la cosa es de ida y vuelta, a partir de esa premisa las individualidades –si tienen el brillo de Messi– le agregan a lo colectivo todo el peso de su talento. El Barcelona se desenvuelve dentro de un estilo definido desde hace rato. Posiblemente, desde que Cruyff fue el entrenador, o tal vez desde antes. Messi, que se incorporó al Barça siendo un niño aún, se formó en ese estilo, del mismo modo que casi todos sus compañeros. No olvidemos que en el primer equipo del Barcelona hay 8 ó 9 canteranos criados en la misma ideología, y que en su mayoría están jugando juntos desde que empezaron sus carreras. La filosofía del Barça es clara y tan

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antigua como olvidada, tan sencilla como despreciada, tan eficaz como ignorada: la pelota hay que dársela a un compañero, y como hay una sola, hay que cuidarla. En otras palabras, el toque. Y para que haya toque tiene que haber posibilidades de pase, y para eso se debe recurrir a otro concepto fundamental: el que tiene la pelota no corre, corren los que no la tienen para ofrecerse. Ese es el punto de partida. Y después viene todo lo demás. Utilizan el ancho de la cancha en la circulación y se animan a jugar, es decir, a arriesgar en una gambeta si es necesario, a tirar una pared entre varios rivales, a encarar si la jugada lo requiere, y tantas otras cosas que se ven en el equipo de Guardiola. Y como respetan al fútbol

La filosofía del Barça es clara: la pelota hay que dársela a un compañero y cuidarla.

como un juego colectivo, cuando pierden la pelota todos se sienten implicados en la recuperación. Nadie le va a pedir a Messi que sea él quien la recupere, pero sí que ayude a Puyol a hacerlo. Tampoco nadie le va a pedir a Puyol que gambetee a cuatro rivles o meta una pelota de gol. Pero ambos están capacitados y se sienten tan responsables e involucrados en una y otra situación de juego. En ese contexto, Messi se siente cómodo. Y a su natural inspiración le va sumando acciones que responden al conocimiento del juego. Ya no se limita a jugar de wing derecho y tirarle toda su habilidad a los rivales en los últimos 20 metros. Ahora comenzó a asumir otras funciones. Por ejemplo, en algunos partidos actúa de enganche, detrás del 9 y participa también en la elaboración de las jugadas. Es simple en el medio, y cuando se presenta la oportunidad, se anima a encarar. Ya utiliza los dos perfiles y busca la jugada de gol desde la derecha, desde la izquierda e incluso entrando por el medio.


El funcionamiento del equipo –y también, por supuesto, la calidad de muchos de sus compañeros– le facilita el crecimiento como jugador. En cambio, en la Selección argentina, particularmente la de los últimos y agobiados tiempos –la que hizo equilibrios sin red para llegar al Mundial– no le ofreció a Messi las mejores condiciones, ni siquiera parecidas a las habituales en el Barça. Porque tuvo que ir resolviendo los problemas con la inmediatez del caso y, en vez de aferrarse a un estilo determinado, hizo lo que pudo, motivada más por el nerviosismo de la situación que por una idea determinada. En la Selección argentina, incluso, se apeló al cambio casi continuo de jugadores y de formas de jugar, para buscar el rendimiento urgente para sacar la cabeza del agua. A Messi se lo esperaba no como un jugador más –aunque sea el mejor, siempre es uno más–, sino como el salvador. Le dieron la pelota a Messi esperando que él arreglara lo que no el equipo no podía. Resumiendo: lo comparamos con Diego, le pusimos la corona antes de tiempo y nos encomendamos a lo que pueda inventar. Don Alfredo Di Stéfano me dijo una vez: “un jugador a los 20 años no sabe nada. Juega con lo que trae de la cuna. Después aprende”. Messi está más o menos en esa edad, y la responsabilidad que se le suele dar en la Selección, como casi único responsable de la creación, es inadecuada e injusta. Es así como la cuestión se planteó al revés. En vez de tratar de encontrar un estilo, una idea, un equipo para que Messi y no sólo Messi pueda expresar todo lo que sabe y le sirva también para seguir creciendo, nos preguntamos qué le pasa a Messi que no juega como en el Barcelona. Y no se nos ocurre algo mejor que criticarlo, dudar de su indudable categoría y hasta cuestionar su patriotismo, un extremo que ronda lo nauseabundo y absolutamente fuera de lugar. Todo contribuye a que un pibe de

22 años, por más que se llame Messi, se ponga la camiseta argentina como una condena, en lugar de vivir esa instancia como un acontecimiento feliz y soñado. Demos vuelta la tortilla, hagamos un equipo, respondamos a una idea, a una identidad –a nuestra manera de entender y jugar al fútbol–, elijamos a los 11 titulares, pensemos en los posibles suplentes, entrenemos los conceptos que vamos a

manejar y después, sólo después, miremos a Messi como el crack que es. Y así, no tengo dudas, veremos cómo aparece el jugador que deslumbra al mundo. Da la casualidad de que el Barcelona juega como jugábamos nosotros hace algunos años. Quiero decir que no se sentirá extraño, que volverá a ser feliz con la Selección. Y, de paso, nos hará felices a nosotros también.

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Serán la hostia, pero nos envidian al chaval

De paso por España, Fernando se convirtió en un cronista envidiado: fue a ver Real Madrid - Barcelona, lo colmaron de elogios para Messi y se trajo un panorama claro de cuál es la selección favorita para ganar el Mundial, pese a que los españoles mucho no lo dicen. ¡Qué va! Se bajó del avión, y escribió. Por FERNANDO PACINI

“Que sí, que es un muy buen equipo. Pero que ¡vamos!, luego hay que jugar. Y tú sabes, Italia, Alemania, los de siempre, luego terminan ganando los Mundiales”. Un taxista catalán pone las palabras justas al sentimiento general del aficionado español respecto de la participación de su Selección en Sudáfrica 2010. Es cierto que la Selección española jamás lució tan bien el cartel de candidata como esta vez. Sobre todo, vista desde afuera. Porque los españoles se consideraron en muchas ocasiones candidatos a ganar alguna Copa del Mundo. Las cicatrices de esos golpes del pasado son las que ahora invitan a la mesura. Optimismo, sí. Muchísimo. Pero con cautela. Esta versión acabada de la Roja es el producto de una Liga que no fue nunca más la misma desde 1992. La intervención de Johan Cruyff en el FC Barcelona fue revolucionaria. Nadie ha hecho más que Cruyff por el fútbol español. Él pegó el primer martillazo al muro de la Furia. Y resultó que detrás de los escombros había un paisaje fabuloso. El éxito de su dream team marcó el camino. Allí había algo nuevo, lleno de conceptos y de belleza. Barcelona no se apartó más de ese modelo. Todo lo contrario: lo profundizó. Hubo un paréntesis en 2000,

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luego de la venta de Figo al Real Madrid, y alguna confusión futbolística; un par de años que en todo caso ayudaron a confirmar que ya no había que correrse del plan. Siguieron los triunfos y el reconocimiento total por ese estilo que se distingue por muchas razones, entre ellas, una altísima consideración por la estética del juego. Dice Santiago Segurola (ex jefe de deportes de El País y actual columnista de Marca) que es tan bueno lo de Barcelona, tiene tanto contenido, que da vértigo imitarlo, contrariamente con lo que sucede casi siempre con los procesos exitosos. Pero la Selección española no puede obviar semejante referencia. Y se le parece bastante. Con matices tácticos, sin extremos tan definidos, a veces con algún mediocentro más, pero siempre pensando los partidos desde el mismo lugar: posesión, elaboración, ataque. El pase es

A España sólo le falta contrastar un aspecto ante las grandes potencias: saber si tiene la “malicia” para ganar una Copa del Mundo.

el arma imprescindible para crear los espacios. La tenencia parece ociosa, hasta que de pronto hay por dónde profundizar, y ahí van... España tiene sin dudas el mejor mediocampo del mundo: Xabi Alonso, Busquets, Iniesta, Xavi, Silva, Fábregas. Cuatro de ellos nacieron en La Masía, la escuela de fútbol del FC Barcelona. Un par de buenos arqueros (aunque Valdés posiblemente quede afuera), un ataque aceptable con Fernando Torres y Villa, y una defensa seria (hoy Piqué es el mejor central del mundo) conforman un equipo inevitablemente “candidato”. En la Eurocopa dio el salto de calidad. Allí se fijaron las ideas, con semejante conquista. A este equipo sólo le falta contrastar un aspecto ante las grandes potencias: saber si tiene la “malicia” para ganar una Copa del Mundo. Si la maquinaria no funciona (porque se sabe que en el fútbol a veces las cosas no salen como se quieren), en una Liga pasa poco o nada. Pero un mal día en un Mundial sabe a despedida. Y si ese mal día sucede, la pasión desaforada, el carácter, eso de lo que tanto hablamos y que llamamos “actitud” pueden rescatarlo de un final anticipado en la competencia. Si aprueba ese final, España se recibe. Calificó holgadamente los parciales, pero acá hay final obligatorio.


EL TEMOR DE MESSI España respeta a las tradicionales potencias. Sobre todo por la historia. Pero a la Argentina la respeta también por Messi. No hay español que no esté fascinado por su fútbol. Provoca delirio en Barcelona y admiración a gran escala en todo el país. Si la Selección argentina es historia + Messi, entonces hay un rival de mucho cuidado. Parece una conclusión muy básica, y tal vez lo sea. Pero vamos, dirán, con jugadores como Messi, Higuaín y Agüero, parece un equipo temible. Los ven cada día, los conocen y hasta los sienten propios. Y agregan a Tevez, a Diego Milito… Y ya no es una definición tan apurada. Pero el temor está con Messi. Saben en España que si las dos selecciones avanzan, el cruce llegará tarde (no antes de las semifinales) y que antes habrá que sortear

otras exigencias. Pero no quisieran nunca enfrentar a la Argentina, especialmente por no jugar contra Lionel. Messi sigue evolucionando a la misma velocidad de sus piernas. Hace un rato nomás, hablábamos de un extremo derecho que necesitaba de ciertos límites para partir y desplegar su juego. Hoy se mueve naturalmente como centroatacante: retrocede, participa, juega al espacio, marca goles (y muchos). Mejoró su salto y su juego aéreo. Su remate de media distancia también ha mejorado. Siempre fue rápido para armar el tiro. ¡Ahora es más rápido! Sus disparos van al arco o apenas afuera. De eso al gol no hay casi nada. Valora mucho más la elaboración, sin la ansiedad de querer acabar la jugada. Se asocia, marca el pase, se desmarca incansablemente… Y a la hora de ter-

minar el ataque es el mejor: su potencia goleadora se ha manifestado como nunca en esta temporada. Son muchas virtudes para un solo futbolista, más todo lo que ya se ha dicho de Messi. La afición y la prensa que ven a diario al crack argentino saben que además de todo lo bueno que es, hay un momento del partido en el que Messi se apropia del espectáculo. Todo le pertenece. Las miradas están en él y en nadie más. Se produce una atmósfera de tensión: algo importante está por suceder. Es el “momento Messi”. Luego, el partido ya no es el mismo. Messi lo sacudió, hay otro oxígeno. Y Barcelona está ganando. No sólo España preferiría evitar jugar contra Messi. Seguramente cualquier selección rechazaría la oferta. Se lo respeta mucho. Un respeto que llega al límite del miedo.

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El aprendizaje de un genio

¿Será Messi la megaestrella del próximo Mundial? Ni le pedimos que consulte al Oráculo griego ni que se dedique a prácticas esotéricas. Simplemente le solicitamos a Román que nos brinde un poco de su pluma para evaluar las consideraciones sobre un jugador que dividió a los argentinos, o al menos eso es lo que nos parece. Por ROMÁN IUCHT

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hora que Diego anunció cuál va a ser el equipo que debutará ante Nigeria, algunas ideas dejarán de ser especulaciones para transformarse en certezas. Que el entrenador argentino defina que su defensa se asentará en la base de cuatro marcadores centrales perfila una intención. “Mi reino por el cero”, sería una definición que podría ajustarse al dibujo. Si el entrenador supone que la solidez está garantizada por la presencia de duros marcadores, éso será una de sus apuestas más arriesgadas. Porque si ellos les sumamos a Mascherano y Jonás, dos luchadores con criterio pero sin vuelo, el circuito creativo del equipo se reducirá a cuatro nombres. Messi ya sabe de qué se trata. No podrá soñar con un lateral que le pase por detrás y le lleve marcas. No deberá suponer que, salvo Di María, Verón e Higuaín, habrá asociaciones lícitas que busquen la creación. La Selección será un equipo rocoso en el fondo, intenso en el medio y oportuno en ataque. Sería interesante que los satélites del planeta

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Messi le ofrecieran opciones para establecer un circuito aceitado. Es posible pensar en un Messi figura del Mundial sin que esto garantice la vuelta olímpica. Es imposible imaginar que si se obtiene el título, la Pulga no sea el mejor del torneo y el jugador más decisivo. Es decir: el zurdo puede tener brillo propio y encandilar a todos, pero si el equipo no lo ayuda, difícilmente pueda solo contra siete rivales calificados. Sus gambetas tienen peso propio, pero sin un entramado que lo auxilie seguiremos esperando su jugada increíble cada vez que tome la pelota. Su crecimiento es evidente. La tendencia a abandonar la raya y arrancar desde más atrás en posiciones centrales,

No grita, no se exaspera ni se impacienta. Lo suyo es jugar, sin grandes histrionismos ni gestos grandilocuentes.

lo hace una presa cada vez más difícil de detener para los depredadores de turno. Su influencia en los últimos treinta metros de la cancha es asombrosa y su gambeta para definir en la medialuna del área invita a consagrar a ese sector del campo como “la zona Messi”. El punto es que no lo tratarán con suavidad. Es tan cierto que es capaz de ridiculizar a sus defensores como que la violencia de su marca será un denominador común en cada uno de sus arranques. Sabemos que el pibe es un rayo, conocemos su control supersónico en velocidad, disfrutamos de su pegada clase “A”, y nos asombramos con sus frenos Premium. Es tiempo de que descubramos si además de todo eso tiene la guapeza de los grandes, que aún sabiendo que les van a pegar, siempre la piden y encaran. También hará falta que el pibe se amolde a la estructura. Messi no es un jugador de partidos, sino un jugador de jugadas. Explota con espasmos y cuando ocurre su fuerza se hace incontenible. Sus lagunas albicelestes son mucho más


Es tiempo de que descubramos si además de todo tiene la guapeza de los grandes, que aún sabiendo que les van a pegar, siempre la piden y encaran. profundas que las que tiene en Catalunya, y esa sí será parte de su responsabilidad. Un lenguaje corporal activo, una expresión de alegría y un disfrute por jugar el que en lo fáctico será su primer Mundial como primer actor, luego del papel de reparto que tuvo en Alemania hace cuatro años, nos darán a todos la pauta del grado de comodidad y de sus sensaciones frente al gran escenario de una Copa del Mundo. Quizás haya llegado la hora de que deje de ser ¨Leo¨ para los catalanes y Messi para los argentinos. De que pueda ser un jugador de PlayStation también en la tierra de Mandela. Que con la misma frescura con la que le pidió la pelota al árbitro luego de la inolvidable noche ante el Arsenal, logre expresar su genio creativo. Al fin y al cabo su fútbol es nuestro, tanto como la extraña capacidad expulsiva que tiene éste país para lograr que tantos compatriotas como él sean noticia fronteras afuera y se asocien al club de los argentinos de la diáspora. No grita, no se exaspera ni se impacienta. Lo suyo es jugar, sin grandes histrionismos ni gestos grandilocuentes. Los que le buscan la declaración para el título de tapa caen rendidos como sus ocasionales rivales, ante su tono bajo y sin malicia. No es líder ni lo quiere ser. No es carismático ni vende humo. Messi es formal y cortés. En el camino de su aprendizaje, nada nos haría más felices que verlo dentro de un par de meses, graduado de genio y con el título bajo el brazo.

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Todo va tan rápido que algunas discusiones se adelantan sin sentido. Comparar a Messi con Maradona resulta demasiado atrevido a esta hora de la historia. De todas maneras, Víctor Hugo realiza algunas reflexiones sobre las peripecias de un debate futbolero que se acrecentará o adormecerá en Sudáfrica. De los lectores, seguramente, vendrá un gran aporte. Por VÍCTOR HUGO MORALES

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uizás los maradonianos deban prepararse para lo más inesperado que, como tales, podrían afrontar: que alguna vez surja una duda (seria) respecto a si fue, o no, el mejor de toda la historia. En unos diez años esto podría suceder, y el responsable de esa discusión también es argentino y se llama Lionel Messi. Los desesperados del marketing, los vendedores de tapas y espacios de radio y televisión que rellenan horas sin ganas de producir demasiado, lo hacen ya, en estos días. Plantean discutir el asunto ahora mismo. La estupidez, invencible, les levanta la barrera. A quien escribe estas líneas ya se lo han planteado jóvenes periodistas que no vieron a Diego, y hasta hubo llamados de España para iniciar la disyuntiva. Sostenían que si el hombre más joven no es el Dios del fútbol (porque de eso se hablaba), es el Messi... as. Puede ser, hombre, les dijo. “Hombre, sí, en eso concuerdo”, soltó en gracioso español de España el entrevistado de Buenos Aires. Pero paremos ahí. La urgencia de lo que vendamos el lunes o rellenemos en el programa de hoy, no puede quitarnos el pan de mañana, cuando acaso (sería muy raro, pero acaso) la comparación sea pertinente. Y si no habrá que echar al ruedo las hazañas de Diego, que algunos no conocen y otros, los muy traidores, olvidan. Pero Lionel no tiene nada que ver con estos desvaríos. El chico es una joya no solamente cuando juega, sino que parece

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bien rumbeado en la vida. Si ya mismo aceptara eso de lo que lo quieren convencer, ¿que haría en los próximos diez años? ¿Cuál sería su estímulo? En cualquier bache de su vida deportiva, los mismos irrespetuosos que lo ponen al lado de Diego y piden que uno elija, se lo harían con otro. Zurdos y argentinos salen a cada rato. Se sabe. Un partido les bastó a estos caraduras para lanzarse por la banda contraria. Messi no anduvo frente al Inter de Milan. El que a veces juega mal porque una cosa es el Barsa y otra la Selección. Jugó flojito ese día y ¡con la camiseta de los catalanes! Ummmmm, dijeron estas bestias. Ya le cayeron al pibe. Deben haber sido los mismos que amontonaron seis goles y se los tiraron al póster de Diego en la cara, diciéndole, por Messi,”él es mejor”.Y ya agrandados le gritaban a Diego: “y, es más bueno, ¿sabes? Y mas humilde. No se la cree como tú”. Ahora, visto el partido con los italianos, se miraron perplejos.”¿Qué está pasando aquí?”, preguntaron. Nada. Que como Ronaldo meta tres goles, el mejor será él. Y el Pipita se lo come a don Alfredo, ya vas a ver. Messi es el mejor del mundo. Si Dios y “Dios” lo asisten de la mejor manera en el próximo Mundial habrá que ir haciéndose a la idea de que, un día, los maradonianos le entreguen el trofeo. Que eso ya no es imposible que ocurra, lo saben. Lo sabemos.


¿Y si Messi se rompe?

Pese a que se barajó como posible tapa, a la mayor parte de los que hacemos Un Caño nos pareció que la revista podía ser tildada de mufa si llegaba a suceder. Igual, va una humilde paginita, que toca madera, no pasa debajo de una escalera ni se cruza con gatos negros. Por CHRISTIAN COLONNA

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ay una teoría que no guarda armonía con la realidad. Con una de las realidades, para ser precisos. Sí, porque en este caso, hay dos realidades. Y no tienen que ver con el canal que la cuente. Es la historia recontramegasuperhípertrillada de Messi en el Barcelona y Messi en la Selección. Por qué es crack en un lado y un jugador normalito en el otro, se podría simplificar (por cuestiones de espacio) en dos cuestiones: 1) el 5 en el Barcelona es Xavi y en Argentina, Mascherano; 2) el 4 en el Barcelona es Dani Alves y en Argentina, nadie. El quid de esta cuestión es qué pasaría con la Selección en el Mundial si Messi llegara a lesionarse. No es por ser agoreros pero todo futbolista está expuesto y más él, que juega todo lo que juega su equipo sin un segundo de descanso (salvo cuando él decide irse de los partidos). Lo curioso es que Argentina lo espera como el salvador cuando todavía, de este lado del océano, no demostró parecerse a aquel Messi. Entonces, ¿en qué se basan la prensa, el público, los futbolistas, los comerciantes, los taxistas y los funcionarios (más todos los gremios que faltan) para decir que Messi será el salvador? En cómo juega con el Barcelona. Pero vale la pena recordar, aunque no metiera de a tres o de a cuatro, que hace rato que Messi la rompe en su equipo. Y que a las Eliminatorias mandaban a su doble. O a su mitad. ¿Esto significa que la Selec-

ción jugaría mejor sin Messi? La hipótesis es incomprobable, ya que, si juega Messi, no se sabría cómo funcionaría el equipo sin él. Y si no lo hace, no se sabría qué habría pasado con él en la cancha. Entonces, si hay que agarrarse de los antecedentes, que Messi no llegue al Mundial sería un problema más para el marketing de la FIFA que para la Selección. Seguro que Maradona no pensará lo mismo, claro. Sobre todo porque tendrá más trabajo. O, simplemente, trabajo… Con el as de espadas se vive más tranquilo. Pese a que en el momento de tirar la carta, ésta se transforme en un ancho falso. En la mano, en la previa, en los cálculos de todos, siempre será el as de espadas. Y eso espera el mundo (más los argentinos): que demuestre lo que es. Que, de una vez por todas, les tape la boca a los que dicen que sólo juega con una camiseta y con compañeros de ciertas características. ¿El tan bendito, lógico y necesitado (urgente) tiempo que pide Maradona alcanzará para formar un equipo y que Messi sea la pieza desequilibrante, la que no puede faltar? ¿O aún así seguirá siendo el chiquito que se para contra la raya derecha, va enganchando para adentro, eludiendo sin mirar a los compañeros hasta poder patear y tirar a la tribuna las que en el Barcelona cuelga del ángulo? Habrá que esperar unos días y que Dios le dé salud para comprobarlo.

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Soñar no cuesta nada

Repasando viejos equipos de la historia, es posible sacar conclusiones sobre algunas variantes que podrían ser ensayadas por Maradona para aprovechar el potencial de Argentina de tres cuartos de cancha hacia delante. Por MARIANO HAMILTON

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onerse a armar equipos de fútbol sin estar adentro del vestuario ni conocer en detalle las diferentes particularidades de los jugadores es un tanto audaz, porque uno se expone a las razonables críticas de los entrenadores, que seguramente están mucho más capacitados que nosotros, los periodistas, para tomar decisiones más certeras. Por otra parte, los que se juegan el futuro en cada partido son ellos –los jugadores, los técnicos–; mientras que nosotros, al día siguiente, nos sentamos frente al teclado para opinar relajadamente sobre lo actuado. Es cómoda la posición de los periodistas, lo admitimos. Passarella alguna vez nos definió como “los invictos”. Y algo de razón tenía, específicamente cuando se refiere a los resultados de lo partidos. Pero nosotros también tenemos algo que perder: el valor de nuestra palabra, de la opinión y, sin ir mucho más lejos, el prestigio. Porque los periodistas necesitamos ser creíbles. Y si ante determinada coyuntura decimos cualquier cosa, a la larga lo pagamos. Y ojo que no estamos hablando de objetividad. La objetividad no existe. Es una estupidez que nos quisieron inculcar en las escuelas de periodismo y que, con el tiempo, conseguimos alejar. Todos somos seres subjetivos. Tenemos opiniones políticas, estados de ánimo y estímulos que nos llevan a sostener posiciones sobre diversos temas. En definitiva, cuando

se habla de objetividad en realidad se debería decir honestidad intelectual, más allá de los patrones de turno o de las conveniencias personales. Pero bueno… El asunto es la Selección argentina y cómo se podría armar un rompecabezas diferente para poder aprovechar los diferentes talentos que integran hoy el equipo. Antes de seguir, queremos dejar en claro algo: los grandes equipos de la historia, o los que se mantienen en el recuerdo de los hinchas, fueron aquellos que hicieron algo diferente, que rompieron las estructuras tradicionales del fútbol para dar un salto de calidad. Entre los mejores que vimos, podemos contar tres: Brasil del 70, Holanda del 74 y Francia del período 1982-84. De los argentinos, hay que mencionar también a tres: a los que jugaron los mundiales del 78, 86 y 94, que con diferentes suerte y estrategias dejaron su marca en la historia. Brasil del 70, con el Lobo Zagallo a la cabeza, dejó para la historia un equipo integrado por cinco números diez: Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé, Rivelino. Y la sola mención alcanza para dimensionar cómo jugaban. En la Holanda del 74 de Rinus Michels convivían tipos como Cruyff, Neeskens, Van Hanegen, Rensenbrink, Rep… Lo que ya era toda una declaración de principios. Pero lo más llamativo


es que aquel equipo jugaba con un solo central: Rysbergen. El otro lugar era ocupado por Jansen o Haan, depende quien estuviera más cerca de la zona, que bajaban cuando el equipo defendía, algo que no ocurría más de cinco o seis veces por partido porque, además, Holanda jugaba tirando el achique en la mitad de la cancha. Michel Hidalgo, en 1982, decidió sumarse a estas excepciones de la historia y se animó a formar un equipo con Ettori; Amoros, Janvion, Bossis, Tresor; Giresse, Tigana, Genghini, Platini, Rocheteau y Six. Y para quienes no conocen los apellidos, debemos decir que Giresse, Genghini y Platini jugaban como volantes ofensivos en sus respectivos equipos. Francia perdió en las semifinales de España 82 ante Alemania en un partido memorable, y con esta misma idea fue campeón de Europa dos años después. En Argentina 78 Menotti, un poco contra su voluntad y también adaptándose al talento de sus jugadores, terminó jugando con Kempes, Bertoni, Luque y Ortiz como titulares. Y hasta el mismo Bilardo, en el 86, tuvo su rato de audacia poniendo en el mismo equipo a dos volantes con llegada, como Giusti y Enrique, junto a Maradona, Burruchaga y Valdano. Nos queda como recuerdo el equipo que había armado Basile para Estados Unidos 1994: Islas, Sensini, Cáceres, Ruggeri, Chamot, Balbo, Simeone, Redondo, Maradona, Caniggia y Batistuta. Cuatro hombres bien parados en el fondo, Simeone para la recuperación como volante central y Balbo, Redondo, Maradona, Caniggia y Batistuta para producir fútbol. Tal vez, y no creemos equivocarnos, fue la mejor propuesta que se recuerde, pero lamentablemente fracasó por el doping positivo de Maradona. ¿Qué debería hacer Maradona con los jugadores que tiene de tres cuartos de cancha para adelante? Repasemos la lista: Messi, Higuaín, Agüero, Tevez, Palermo y, se dice, todavía hay lugar para uno más, que saldría del dueto Lavezzi - Milito. Licha López y Saviola, por mencionar a dos que podrían estar, parecen descartados. ¿Por qué mencionamos a Saviola, un jugador que nunca estuvo en los últimos años? Porque fue el

mejor jugador en Alemania 2006 y porque ha recuperado el nivel que parecía haber perdido. ¿Se podría hacer algún dibujo diferente al que Maradona ensayó contra Alemania? Recordemos aquella formación: Romero, Otamendi, Demichelis, Samuel, Heinze, Jonás Gutiérrez, Mascherano, Verón, Di María, Higuaín y Messi. Sí. Se puede. Pero para hacerlo, Maradona debería creerse que es capaz de hacer algo para quedar en la historia. Nos preguntamos: ¿sería descabellado que Tevez jugara en lugar de Jonás Gutiérrez como volante por derecha? ¿Estaría tan mal sacar a Mascherano y jugar con Verón como tapón para así darle un lugar a Agüero en la ofensiva? Si Argentina ya tiene cuatro centrales para defender, ¿para qué necesita un volante de recuperación como Mascherano que, por otra parte, está jugando bastante mal en el Liverpool? ¿Sería tan complicado ver a Argentina con esta formación? Romero, Otamendi, Demichelis, Samuel, Heinze, Tevez, Verón, Di María, Agüero, Higuaín y Messi. Se podría hacer una prueba en lo que queda por delante, ¿no? Todos los grandes equipos de la historia tuvieron una estrella excluyente que fue rodeada por intérpretes acordes. Pelé en Brasil, Cruyff en Holanda, Maradona en Argentina, Platini en Francia… Argentina lo tiene a Messi. El asunto es que el que todos dicen que es el mejor jugador del mundo se sienta lo suficiente contenido por los otros diez compañeros para desarrollar el fútbol que mejor sabe.


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“Argentina es siempre un mal enemigo”

Vicente Del Bosque, técnico de España, la mejor Selección del momento y campeona de la Eurocopa, le dijo a Un Caño que sólo pasará a la historia si ganan el Mundial. Y ve a los de Maradona como un peligro, por su gran poderío. Por IGNACIO FUSCO

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a fecha ya ha sido escrita: 16 de junio del 2010. Esa tarde, cuando la España de Vicente Del Bosque acepte su enfrentamiento con Suiza, la mejor Selección del mundo aceptará, también, las inevitables reglas de la injusticia. “Fútbol bien jugado o mal jugado, eso no importa: sólo los que ganan pasan a la historia. Italia ha conquistado el último Mundial y listo, hombre, allí está... Eso, lamentablemente, no ocurre con las selecciones que pierden”. Lamentablemente, también, España se condenará a un solo destino en el próximo Mundial: la invencibilidad, o la imbecilidad. A la historia no le interesa demasiado el arte, no es curiosa, no pregunta, es apenas un funcionario que escucha el resultado y anota, obediente, permitiéndote ingresar. “El extremismo es lo que vende”, nos enseña, quizá resignado, Vicente Del Bosque, desde Madrid. El Bigotón debutó en la Furia el 20 de agosto del 2008, dos meses después de que Luis Aragonés alzara la última Eurocopa. Desde entonces, el técnico que ganó la Champions y la Intercontinental 2002 con el Real Madrid condujo en 24 partidos a la Nueva Furia. Y ganó 23. Entre tantos toques aún pueden

verse un 3-0 a la Chile de Bielsa, una histórica victoria frente a Inglaterra, el reciente 2-0 con Francia en Saint Denis y el cómico baile a la Argentina. Sin embargo, España deberá demostrar su verdadero poder en el Mundial. Ustedes disculpen: España no debería ni presentarse al Mundial. Alguna vez la guillotina podría resignarse, tomarse franco, sentarse a esperar. “El grupo ya sabe lo que significa que nos apunten como candidatos, que casi todas las selecciones nos señalen así –le cuenta Del Bosque a Un Caño–. Lo bueno es que España ya ha vivido unas cuantas situaciones muy difíciles, y de todas ha salido muy bien. La Eurocopa era un gran desafío, por ejemplo; sin embargo, se pudo ganar. Ya veremos, hombre, ya veremos…”. –Conocida la conquista de la Euro, Vicente, ¿cuál fue el quiebre previo, el punto de partida de esta era? –Bueno, hubo un encuentro, ante Dinamarca, en la fase de clasificación para la Eurocopa, que yo creo que marcó un antes y un después en este grupo. Éramos visitantes… Una victoria casi nos aseguraba ir a la Copa, Dinamarca se jugaba una de sus últimas fichas, y se ganó muy

bien, 3-1, jugando como lo veníamos haciendo, con autoridad. Posiblemente haya sido ese día. Luego, claro, el triunfo en la Euro nos dio el impulso definitivo. Con aquel 1-0 a Alemania en la final, España reafirmó su línea, le dio continuidad a una idea que aún no ha abandonado. ¡Oiga, amigo! –Sí… –Mire, yo ahora estoy en Madrid, voy llevando el coche y tengo que ir a por una persona en diez minutos. ¿Cuánto va a tardar esto? –Diez minutos, Vicente. –Porque tengo que llamarla para que vaya bajando, así que usted pregúnteme y yo le aviso cuando deba cortar. Yo le atiendo, eh, pero en un momento voy a tener que cortar. Luego me vuelve a llamar. ¿Le parece? –Como usted diga. Le pregunto, entonces. –Vale. –Al comienzo me decía que la historia sólo acepta a los que ganan. ¿En serio cree que España no está marcando una época? ¿Que sí o sí va a tener que reafirmarla o reafirmarse en el Mundial? –Yo sólo le digo cómo es esto. Usted

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lo sabe, es así: Italia ya está en la historia, no importa demasiado cómo haya jugado. La gente sólo recuerda a los que ganan. Por supuesto que yo me apunto a este fútbol, el de la España actual, que ya se ha alejado muchísimo de nuestro símbolo original. –El de la Furia. –El de la Furia, claro. Hace ya muchos años que a ese entusiasmo le hemos sumado esta calidad. –Mientras Argentina y Brasil parecen preferir el contraataque, Inglaterra continúa con su veloz estilo y Francia, Italia y Alemania quieren encontrar una regularidad, España ha reivindicado el toque con demasiados volantes mixtos: Xavi, Xavi Alonso, Fábregas, Busquets… –Es verdad. La mayoría de los jugadores que tenemos van por el centro, aunque eso no nos ha impedido que aprendiéramos a acelerar por las bandas. Hubo partidos en la Eurocopa en los que también hemos sabido esperar y atacar con más espacio, más velocidad. Yo no creo que exista –ni tampoco que sea conveniente– un fútbol único. –¿Y cómo definiría al de España? –De sociedad. El fútbol es sociedad. Lo primero, buen control de balón. Luego, iniciativa. Y que la posesión y la inteligencia me abran los caminos. Porque debo llegar a portería, ¿no? Sin arcos, amigo, no hay fútbol. –Cada vez que les consultaban sobre el juego de la Selección argentina, Basile y Maradona culpaban al calendario. “No hay tiempo para trabajar”, decían. España tampoco lo tiene. ¿Cómo logra, entonces, semejante coordinación? –No, bueno, yo no logro, yo no logro (risas)… A ver, vamos a ver: el entrenador es esclavo de las características de sus jugadores, y éstos son los míos, hombre, así juegan. Por supuesto que también me ayuda que a veces lo intentemos casi con

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el mismo medio que el Barcelona, pero lo cierto es que en otro sitio yo no podría arriesgarme a esto porque no tendría la misma continuidad de juego. Afortunadamente tenemos jugadores así, y así jugamos. –Aquí solemos polemizar con las diferencias entre jugar bien y jugar lindo. –Pues lo mejor es el equilibrio. Yo necesito una balanza entre lo colectivo y lo individual. Necesito un Messi para lo individual, pero –antes– intérpretes colectivos. Uno, dos toques, una combinación, y luego, vamos, a atacar. Eso es el fútbol. –Hace algunos meses, respecto del Mundial, usted dijo en una entrevista: “algo me da miedo”. ¿Qué le da miedo? ¿Relajarse? ¿Que la presión aleje a España de su estilo? –No, no, relajarnos no. Yo me refería a entender lo duro que es este fútbol, lo que nos espera, la escasez de diferencias entre las selecciones. Y que, por supuesto, este optimismo no debe confundirnos. ¡Bueno, amigo! –Sí, Vicente. –Que debo cortar, debo hacer esta llamada. Usted aguarde y llámeme en diez minutos, que yo le atiendo, vamos, ¿sí? En España aún asombra la sencillez de un tipo que podría haber elegido cualquiera de las máscaras de la fama: el ego, la soberbia, la distancia, y que sin embargo atiende a un argentino, pidiéndole una pausa e, insólitamente, cumpliendo con su promesa de volver a charlar. En el 2003, el periodista salmantino Francisco José Sánchez Cañamero publicó la biografía del entrenador. La tituló Vicente Del Bosque: la serenidad. Nacido en Salamanca el 23 de diciembre de 1950, Del Bosque es hijo de una familia de ferroviarios. Su abuelo paterno, Manuel, trabajaba en la Compañía del Oeste, en el barrio de Garrido. A me-

dia cuadra nomás, dándole la espalda a la estación, un flaco alto y jetón pateaba entonces sus primeros balones. Su padre, Fermín, era uno de los encargados de acomodar los equipajes y las mercancías en los trenes. A sus 19 años, antes de que naciera Vicente y luego de la Guerra Civil, fue encerrado en el campo de concentración del colegio de los Padres Paúles, en Murguía, en el País Vasco. “Su nobleza ha sido lo que más me marcó”, ha contado en diferentes entrevistas el técnico español, quien también vive su misión de padre: Alvaro, el menor de sus tres hijos, de 21 años, tiene síndrome de Down. “Al principio ha sido una situación muy dura, pero luego la hemos llevado con la mayor tranquilidad. ¿Por qué le iba a tocar a otro y no a mí? La verdad, es una bendición –se suelta el entrenador–. Una situación así, a diario, te hace relativizar las cosas. Te hace más sensible”. Y entonces el hombre atiende, relativizando, siempre sensible, otra vez. –“¿Hola? Sí, dime, dime, que ya voy en la carretera y estoy un poco cohibido. Tú pregunta, nomás”. –La Argentina de Maradona se ha sentido fuerte jugando de visitante, en Europa, ante selecciones que acaso peleen el título mundial. Derrotó 2-0 a Francia, 1-0 a Alemania, pero ante España casi no tocó la pelota. ¿Por qué? –¡Bueno, hombre, que no han estado tan lejos! Si yo recuerdo que fue apenas 2-1... –Vicente… No tocó la pelota. –Bueno, bueno, pero tú fíjate en lo siguiente: jugando mal y siendo inferiores, como tú dices, nos costó ganar hasta el minuto 80. Aunque España lo haya tomado como un amistoso, aquel choque fue lo más parecido a un encuentro de competición (N, de la R: Xavi Alonso, autor de los dos tantos, convirtió el último, de penal, a los 41 minutos del segundo tiempo).


–Sólo le falta decirme que Argentina juega bien. –Pero le hablo en serio, yo no tengo la impresión de que la superioridad haya sido tan grande. Argentina es una Selección poderosa, hay que respetarla. Mire: Argentina es un mal enemigo. Sepa eso: Argentina es siempre un mal enemigo. –¿Se asombró al ver al que, dicen, es “el otro Messi”? -Ya en la fase de clasificación no había jugado como está acostumbrado, pero bueno, eso es algo normal, usted sabe que los jugadores que lo rodean no son los mismos. La oportunidad que tiene Messi en el Mundial es la de demostrarse, entonces, que ha aprendido de eso. No pode-

mos obviar, juegue como juegue, que es muy importante para su Selección. –¿Y Maradona? –No, bueno, no lo puedo juzgar, no lo conozco. De Diego sólo puedo decir lo que todos saben: que se ha clasificado cerca del final y que Argentina será un rival dificilísimo. Vuelvo a lo del comienzo: España juega así por sus jugadores, y Argentina también tiene muy buenos elementos. –Exceptuando a Argentina y Brasil, ningún sudamericano se ha clasificado a los cuartos de final de un Mundial. España se enfrentará a Chile, uno de los apuntados como posible revelación. –Los hemos recibido en el 2008, en Villarreal, y aunque el resultado fue muy claro a nuestro favor (3-0), ya se veía que

sería una de las selecciones más difíciles del torneo. Tiene velocidad, anticipación, criterio, ataca con voracidad… Acaso algún equipo sudamericano o africano al que no apostamos demasiado nos dé la sorpresa. Aunque las sorpresas cada vez son menos. –¿A usted qué selecciones le gustan? –Pues muchas, muchas: Inglaterra, Italia, Alemania, Brasil, Argentina… ¡Bueno, amigo, que sigo manejando! –¿Le puedo hacer la última? –Vale, venga… –Terminémosla con Xavi, Torres, Iniesta. ¿Cómo jugaba Vicente Del Bosque, volante central? –Muy lento (se ríe). Muy, muy lento. Pero eso no es lo importante, ¿no? La velocidad nunca hizo al fútbol.

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“Tenemos mucho para ganar y poco para perder”

Hay otro entrenador argentino que persigue un sueño en forma de Copa. El Tata Martino, al frente del seleccionado paraguayo, no se achica. Dice que este tipo de torneos se juegan a ganar de cualquier manera y pone como ejemplo a Grecia en la pasada Eurocopa. Un análisis del jugador guaraní y algunas reflexiones sobre la profesión de entrenador. Por ARIEL SENOSIAIN

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iego Simeone leía los diarios italianos en la concentración de la Selección en Ezeiza. Campeón dos días antes con la Lazio, había regresado a Buenos para jugar un partido de eliminatorias rumbo al Mundial 2002. Marcelo Bielsa, frontal más allá del límite, le enfrió el sentimiento: –¿Para qué lee? En poco tiempo nadie se acordará del equipo de ustedes. No fueron un campeón que vaya a quedar en la historia. Gerardo Martino no fue protagonista de aquella historia, pero sí, seguramente, de varias otras con uno de los interlocutores. Con quien tiene muchos puntos en común; entre ellos, el deseo del que dará cuenta, mezcla de idealismo y ego: el eterno bronce social a partir del armado de un equipo de fútbol. De ser parte del salón de la fama por el éxito, pero también por el camino previo. El Tata, cuando todavía no se había cruzado con Bielsa, elegía jugar bajo la

sombra de la platea techada de Newell´s. La aventura de correr para recuperar se la reservaba a algunos de sus compañeros. Él prefería la parte menos sacrificada pero a la vez más difícil: jugar y hacer jugar. –¿Podrías jugar en esta selección paraguaya que dirigís? –En ésta no. Y en otras tampoco. Tal vez podría cumplir con el manejo de los tiempos entre tanto vértigo. Pero no estaría a la altura del compromiso general para robar la pelota, tan propio no sólo de la Selección que dirijo, sino de las últimas selecciones paraguayas. Con ese compromiso colectivo, nosotros resolvemos la falta de buena circulación de la pelota, de posesión y hasta de un conductor. –¿Aspirás a que tus equipos siempre sean dominadores o, de acuerdo a lo que tenés y al eventual rival, el protagonismo no es tan prioritario? –Dirigiendo la Selección, cedí una sola vez: contra Colombia, como visitante, por Eliminatorias. Ese día estábamos ganando

sólo por una genialidad de Salvador Cabañas. No podíamos jugar como lo habíamos planeado ni siquiera con la ventaja parcial. Entonces en el entretiempo les pedí que esperáramos en el medio. Terminamos 1-0. Jamás dije algo así. Siempre tratamos de generar el error, no simplemente esperarlo. Claro, a veces no logramos lo que quiero. Es más, en el recuento deben ser mayoría los partidos en los que no podemos. Nos cuesta ser protagonistas cuando nuestra falencia es la tenencia del balón. Pero hay que intentarlo. –¿Entendés a los que prefieren otro juego? –Son mayoría. Los entiendo sólo cuando tienen pocos recursos dentro del plantel. La diferencia radica en los que quieren durar y los que queremos quedar en la historia. No alcanza ni siquiera con ganar un torneo. Barcelona ganó muchos campeonatos a lo largo de su vida, pero en la historia quedaron pocos. Para mí no sirve ser uno más. Hay que aspirar a la verdadera gloria.

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–¿Qué equipos argentinos quedaron en la historia en los últimos años? –Varios de la década del 80: Ferro, Argentinos, Independiente, Newell´s... En los 90 River dejó una marca. Y el Boca de Bianchi seguramente quedará en la memoria del hincha de Boca como ninguno, aunque ésa es la diferencia: quedar en la historia no es sólo quedar en el recuerdo del hincha. –¿Existe una manera de jugar para ganar el Mundial? –Se puede ganar de cualquier manera. Grecia ganó una Eurocopa defendiendo. Aunque vuelvo a lo de los recursos y la justificación en lo que uno tiene: sería muy difícil que Grecia gane atacando. En nuestro caso, sería miserable proyectar que, con una clasificación a octavos, quedemos satisfechos teniendo en cuenta los resultados de Paraguay en los últimos mundiales. En estos años no hemos sufrido los partidos que jugamos contra las potencias. Los hemos jugado. Por eso les digo que tenemos mucho para ganar y poco para perder. Desde su llegada a la Selección paraguaya, oficializada el 8 de febrero de 2007, cinco futbolistas argentinos adoptaron la nacionalidad paraguaya: Sergio Aquino, Jonathan Santana, Néstor Ortigoza, Jonathan Fabbro y, recientemente, Lucas Barrios. “Algunos se la jugaron. De hecho a Fabbro no lo cité. A Barrios tampoco, lo suyo es una alternativa por lo que le sucedió a Cabañas. Con los otros reconozco haber dado el puntapié inicial. Sé que les brindo una posibilidad y también un problema. Incluso no les aseguro su

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presencia en el Mundial. Por eso necesito que estén seguros. Mientras tienen dos documentos, tienen dos chances de Selección; apenas juegan el primer partido, les queda una. A Ortigoza le pregunté si estaba convencido hasta minutos antes de arrancar el primer entrenamiento”. –¿Tenés alguna culpa por las ocasiones en las que quisiste ganarle a Argentina? –Para nada. Esto es un trabajo, y así lo tomo. La mejor manera de representar a mi país es trabajando bien. Además, hace tiempo que estoy en Paraguay, y estoy cómodo. El futbolista paraguayo es aplicado, de gran entrega. Me hace creer, a partir de su intensidad, que el ejercicio que están haciendo es el mejor que preparé en mi carrera. Es la forma que tienen de dar. –¿Algo relacionado al “se juega como se vive”? –Puede ser. A mayor necesidad, mayor intensidad y entrega. Los futbolistas paraguayos que actúan en su país viven el día a día, no tienen asegurado su futuro económico. Más allá de todo, no necesité gran tiempo de adaptación. Tengo en cuenta la idiosincrasia y las costumbres para vivir en la sociedad paraguaya, para adaptarme en la diaria. Pero no en el trato con los jugadores. –¿Un técnico podría hoy pedirles a sus jugadores que recorten artículos

“El futbolista paraguayo es aplicado, de gran entrega”.

del próximo rival, como hacía Bielsa en Newell´s? –Sería difícil. Debería tener capacidad de seducción y contar con un plantel convencido. Bielsa, en Chile, podría. Los jugadores recortarían los diarios y subrayarían con distintos colores. Pero todo eso queda reservado para técnicos distintos: Marcelo, Pellegrini, Passarella y algún otro. Todos los demás vivimos dentro de la medianía. –Después de la Selección argentina, Passarella dirigió a la uruguaya, Parma, Monterrey, Corinthians y River, y sólo tuvo éxito en México. ¿Sigue entre los distintos? –No tengo dudas. Lo que pasa es que en Brasil no dirigió al San Pablo, ni en Italia al Inter. Los técnicos necesitamos inteligencia en la elección de los trabajos. Tenemos que decidirnos por equipos que nos permitan seguir subiendo. –¿Boca te hubiera dado la posibilidad de seguir subiendo? –Tal vez. Pero no podía comprometerme tanto tiempo antes. Pienso que no hay que trabajar apenas termina el Mundial. Debe provocarse tal vacío luego de haber llegado a cumplir un sueño tan importante que, asumiendo rápido otra tarea, algo haría mal: lo anterior o lo nuevo. Además hubiera tenido que unirme a los jugadores con buena parte de la pretemporada hecha. Me ocurrió cuando asumí en Brown de Arrecifes: empecé después de ir a ver el Mundial de Francia. –¿Te mencionaron la palabra mágica “proyecto”? –No creo en los proyectos. Muchas veces se terminan antes de lo imaginado por resultados negativos y no puede haber re-


proches. Entiendo plenamente al dirigente que habla con otro técnico antes de que se vaya el que está en funciones. No hay que ser hipócritas: no es una traición, es una previsión. De paso, así terminamos con los interinatos a mansalva. Un interinato muchas veces modifica el plan de las divisiones inferiores. Quién sabe lo que podría haber hecho Alves en las inferiores

de Boca. Por otro lado, nosotros somos los primeros en darnos cuenta cuando los jugadores no quieren o cuando no les llegamos. Allí debemos irnos, la falta de credibilidad no se corrige. No hace falta llegar a perder varios partidos seguidos. Los dirigentes no tendrían que echar nunca a un técnico: si tiene dignidad, el técnico debería irse antes.

“Los dirigentes no tendrían que echar nunca a un técnico: si tiene dignidad, el técnico debería irse”.

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El enviado especial de la comarca

Se viene, se viene el Mundial. Y con el Mundial, los periodistas de diversos medios que desde Sudáfrica intentarán hechizarnos, los más con lugares comunes, los menos con talento e inteligencia. En un homenaje a los enviados especiales de los pueblos chicos, esta semblanza de experiencias personales de nuestro compañero cordobés. Por OSVALDO ALFREDO WEHBE

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al vez los tiempos y la televisión hayan determinado el comienzo del fin de la capacidad de asombro. Ésa que hacía que un enviado especial (que casi siempre es enviado de sí mismo), contara para la pequeña ciudad, con ojos de alguien del lugar, lo que se vive en un evento internacional. Recuerdo la avidez que me provocaba narrar desde las calles de Montevideo lo que pasaba en el Mundialito del 80. Se me ocurría que debía comparar cada cosa, cada persona, cada negocio con algo relacionado con mi ciudad. Los corresponsales de las radios o diarios de pequeñas urbes son un tema delicioso si se hiciera un libro titulado Cómo cubrir un Mundial: ayer, hoy y siempre. Esos aventureros de la noticia deberían tener un capítulo especial. Desde el punto de vista estrictamente periodístico están, como en la vida, los amantes de la profesión; los que quieren ir por su propia pasión por el deporte; y los otros, los que son una empresa en sí mismos y saben que a partir de ese campeonato u olimpíada pueden juntar unos pesos. Y existe la mezcla de ambos. El representante de su pueblo en un Mundial recorre las calles buscando los sponsors que lo hagan llegar a la cifra soñada. Es por eso que los que hemos tenido la fortuna de viajar por el mundo representando a una empresa -junto a un grupo de compañeros o solos-, nos encontramos en cada acontecimiento con caras que se nos hacen familiares de tanto verlas en esos sitios.

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Y a veces hasta olvidamos de dónde vienen y para qué medio trabajan, pero están, siempre están. Y llegaron hasta ahí después de mucho esfuerzo. Algunos para contarle a su gente sólo de la Selección y el fútbol y otros, fantásticos narradores de viajes. Haciendo base en la experiencia personal, he gozado de los micros para la radio local o las columnas para el diario de mi ciudad mucho más que de las transmisiones para los medios de Buenos Aires para los que me tocó en suerte trabajar. A fines de los setenta y a principios de los ochenta, uno dibujaba desde un teléfono, o desde una máquina de escribir, el mundo que quería contarles a sus paisanos. Lo que pasaba allí, tan lejos, entre el fútbol y una cultura diferente había que explicarlo con lujo de detalle. La comida, las calles, el puerto, los automóviles, las marcas de cigarrillos, las mujeres; cada cosa, cada lugar que uno veía, por donde uno pasaba, tenía que referirlo a los amigos del pueblo como si estuviera en la sobremesa de un asado de cada semana en el club. De a poco la televisión hizo que nuestros parroquianos perdieran junto al progreso esa capacidad de maravillarse ante la narración oral o escrita de una jugada o un paisaje extraño. Por lo tanto los enviados especiales tuvimos que agudizar el ingenio. Hubo que comenzar a bucear en la vida misma para salir de los lugares comunes y ordinarios de las coberturas nacionales. Si hasta los entrenamientos llegan en directo, la misión es hundirse en los temas que, si bien son susceptibles de mostrar por la tele, al intelecto periodístico actual poco le interesan. Y sin ser petulante, hay que hacer cierto tipo de periodismo documental investigativo. La función, entonces, es interesar a una población muy informada sobre la formación de los equipos y la tabla de posiciones sobre otras cuestiones que giran alrededor de un acontecimiento deportivo. Y aquel menesteroso corresponsal del pueblo en que vive seguirá aún en los tiempos de Internet siendo un juglar irreemplazable.


PICADO

Mundial mata bandera

Se sabe que pocas tierras son tan fecundas en futbolistas como Brasil. Se sabe, también, que los jugadores sufren poco de patriotismo y que les sale fácil cambiar de camiseta. Un Caño repasa la lista de los brasileños que, ante la falta de oportunidades con su Selección de origen, miraron hacia otras tierras y decidieron rendir homenaje a aquella vieja frase de Groucho Marx: “Estos son mis principios. Si no les gustan, tengo otros”. Por EZEQUIEL BERGONZI

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l problema es quién ataja. El resto está cubierto. La mano viene así: hasta trece jugadores nacidos en Brasil podrían jugar el Mundial de Sudáfrica para otras selecciones, aunque en la lista no hay ningún colega de Julio César, el guardián de Dunga. El número, optimista, contempla casos como el de Amauri, delantero de la Juventus que al recibir la ciudadanía italiana dijo, sin ponerse colorado, que sería “el hombre más feliz del mundo” si entrara a la cancha con la azzurra cuando los actuales campeones debuten contra Paraguay. Faltó que jurara que de chiquito soñaba con conocer a Fellini… No la tendrá tan fácil: Luca Toni, titular en el equipo de Lippi, ya le mostró los dientes: “no es justo que juegue en Italia sólo porque Brasil no lo llama”, le mandó, en una escena propia de Riquelmes y Palermos, pero alla romana. Fabiano Santacroce, un chico de 23 años del Nápoli, es el otro brasileño que anda estudiando el himno italiano, por si las moscas. Las resistencias a adoptar extranjeros también tienen historia en México. En la pelea se metieron Leandro Augusto y Sinha, dos que –por nivel– ni por asomo podrían vestirse de verdeamarelhos. Igual, sus boletos nos son precisamente una fija, si se miran las últimas convocatorias del Vasco Aguirre. En el lote de trece, se amontonan casos más seguros. Uno es el de Marcos Senna, volante de 33 años del Villarreal, clave en la España eurocampeona. Más difícil la tendrá el desconocido Benny Feilhaber, un defensor de 25 años que empezó su carrera en Estados Unidos y que, si se lo mira bien, podría pasar por yanqui. Para esa Selección jugará en Sudáfrica. En la otra punta de Amauri, ícono de los oportunistas, se encuentra Claudemir Jeronimo Barreto, Cacau. El delantero de Stuttgart vive desde hace

diez años en Alemania y, a esta altura, en un restaurante le sale más fácil pedir chucrut que feijoada. En 2009, para conseguir la nacionalidad teutona, debió responder 33 preguntas. La anécdota la refleja la revista brasileña Veja: tenía que responder qué no había en Alemania durante el período del nacional-socialismo. “Elecciones libres”, eligió el muchacho entre cuatro opciones, y le fue bien. Para festejar su naturalización, sus compañeros de equipo decidieron que debía tener un nombre bien teutón: lo bautizaron Helmut. En la Selección de Joachim Löw, Cacau podría alternar en la delantera con Kevin Kuranyi, un carioca más carioca que el Pan de Azúcar, que ya estuvo en Alemania 2006. Mucho más tranquilos están Alex Santos y Marcus Tulio, que tienen la vaca atada en la Selección de Japón. Los dos estarán en Sudáfrica, siguiendo la tradición de brasileños reconvertidos en orientales que tuvo un punto alto en Ruy Ramos, aquel de pelos larguísimos, figura de esa Selección en los noventa. La imaginaria Selección de ex brasileños se hace realidad en Portugal, el equipo que más aporta a la causa. El morbo está servido: Brasil y Portugal se enfrentarán el 25 de junio, en el último partido del Grupo G. “Será Brasil A contra Brasil B”, encendió la mecha Dunga después del sorteo. El trío de brasileños/ portugueses lo integran Pepe, Deco y Liedson. ¿Alguien se imagina a la canarinha afuera del Mundial por un gol de uno de ellos? Apátrida sería lo más dulce que les gritarían los torcedores. Todos buscan la honra de Anfiloquio Guarisi, el único brasileño que salió campeón del mundo con otra Selección. Deprimido por no tener chances en el scratch, Filo –así lo llamaban– cruzó el Atlántico y se hizo italiano después del Mundial del 30. No le salió mal: en 1934 consiguió el título. Lo que las crónicas de la época no confirman es si, como bien se puede sospechar, miró hacia el pasado y dedicó un “¡Vaffanculo!”.

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¡Hip Hip Hurra! El primer Mundial cumple 80 años. Un Caño no está en condiciones de publicar fascículos con la Historia de los Mundiales. Mucho menos de enviar periodistas hasta los rincones de Sudáfrica donde la era está pariendo una ilusión. Nuestra modestia alcanza para recrear experiencias extrasensoriales de nuestros redactores y para darle uso a un bonito álbum de fotografías del Mundial del 30 que un jugador uruguayo, campeón del mundo, le regaló en el pasado a un periodista de carne y hueso. A diferencia de los monopolios, nosotros prometemos y cumplimos: no habrá más entregas. Por PABLO LLONTO

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punto de cumplir trece mundiales de fútbol durante mi vida, y con asistencia cero, debo confesar que estoy un tanto preocupado por mi epitafio: “Aquí yace el único periodista deportivo que jamás concurrió a un Mundial”. No luce bien para la Chacarita. Sin embargo, otro problema atraviesa mis madrugadas en los últimos años. Cuando descubro, en sueños, que me hubiese gustado ir a uno solo. No se trata del Mundial de México en 1986, la vez que Diego igualó al supuesto Dios de la Creación. Ni el del 74, cuando once (o quince) aventureros vestidos de naranja rimaron toque con eficacia. Ni el del 70, cuando una orquesta fue admitida como equipo de fútbol y se llevó la Copa, al grito de “Brasil, Brasil”. Mi sueño, señores, es que la bendita máquina del tiempo que alguien terminará de inventar un día me deposite en Montevideo de 1930, más precisamente en la primera semana de julio, justo cuando está por empezar el primero de los Mundiales y el frío nos disciplina a todos en el mismo sufrimiento. Me veo silbando una milonga, en el puerto. A la espera de un barco italiano, el SS Conte Verde. En la nave se han embarcado cuatro seleccionados de Europa que se vienen al Río de la Plata para enfrentar a los americanos. Los aguardan de este lado del océano apenas nueve equipos. El Mundial

del 30 sólo verá, entonces, a 13 países. Entre amarres y desamarres se conocen las primeras historias. Llegan Francia, Yugoslavia, Bélgica y Rumania. Egipto, el quinto país invitado, le falló a Jules Rimet, el presidente de la FIFA. Sus jugadores debían subir en una de las escalas de Conte Verde. Los egipcios les piden a los dirigentes uruguayos que cambien la fecha de inicio del torneo para lograr una combinación de viajes en barco. Pero los locales quieren dar un ejemplo de organización seria y desechan la amable solicitud egipcia. Además, aquí se comenta que los dirigentes uruguayos están cansados del boicot y las excusas europeas. “Dicen que nadie quiere venir a Uruguay porque les queda muy lejos”, vocifera un periodista, buscando que alguien lo contradiga. Está muy enojado y con ganas de pelear. Cuando alguien interroga sobre el juego de los rumanos, un informante repite que han formado una Selección... con los obreros de una petrolera. Les han prometido licencia paga en el trabajo. Debutarán ante Perú, que también llegó con sus laboriosos jugadores amateurs. De todo lo que se dice en el puerto, hay información que a nadie le llama la atención: durante el viaje en barco los equipos se entrenaban sobre la cubierta, unos quince o veinte minutos, por día. Los pasajeros comentan que con cualquier elemento, envuelto en diarios, armaban una pelota. Montevideo es una ciudad donde

abundan los terrenos baldíos. Y se construyen estadios en doce meses. Hay una sospecha de que han explotado a los trabajadores de la construcción porque la gente ha visto crecer al Centenario las 24 horas del día, los 365 del año. El comentario de la calle es que en el futuro se tardará mucho menos en levantar estas moles. Lo cierto es que hay tribunas con el cemento fresco y los detalles de finalización en la lista de espera. Los más pesimistas dicen que la Copa del Mundo no podrá empezar en el Centenario porque aún estarán con el cemento y la arena. En el barrio de Manga, donde abundan los anarquistas, se habla de fútbol, pero también se habla de las consecuencias de la crisis. Desde la caída de la bolsa de Nueva York en octubre del año pasado todo viene en picada.

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En la esquina de la Carbonería El Buen Trato, se anuncia venta de carbón de leña y piedra. Los uruguayos están asombrados por el despliegue de la prensa extranjera para un torneo de fútbol. Deberían saber que Francia viene con los mejores y que nada le saca la fama de favoritos a los argentinos. La última final ha sido caliente: ocurrió en Amsterdam 1928, durante los Juegos Olímpicos. Uruguay venció a la Argentina. Un rumor habla de las dificultades que tendrán los argentinos para hacerse los guapos en el Centenario. Uruguay es el rey del mundo en fútbol y hay multitudes que irán a la cancha para confirmarlo. El clima, digamos, es un poco agresivo. Aquí son contradictorias las versiones sobre el arquero uruguayo Andrés Mazzali. Lo han visto irse de la concentración con una rubia hermosa y los dirigentes, exaltados, piden que se lo expulse del plantel. Mazzali es ídolo popular y muy admirado por las uruguayas. Pintón y campeón sudamericano de los 400 con vallas. Además, tiene sus admiradores entre los fanáticos del básquetbol porque también integró el equipo de Nacional. Otro rumor tiene como protagonista a Carlos Gardel. El Zorzal ha cantado en Amsterdam, en la concentración argentina, horas antes del partido final. Los cabuleros montevideanos piden que repita el mismo ritual. Si también es cierta la historia del jugador Canavessi, hay que prepararse para darles credibilidad a es-

tos embrujos (comentan que en Amsterdam pidió no jugar contra los argentinos, porque siempre que lo hacía, Uruguay perdía. El muchacho no jugó, y Uruguay se consagró). Falta muy poco para el comienzo de la Copa. De la Selección boliviana llegan pocos comentarios. Están preparando un gesto sorpresa: cuando salgan a la cancha lucirán una camiseta en la que podrá leerse una suma de letras y un saludo, “Viva Uruguay”. De los argentinos, hay noticias confusas: al parecer Scopelli está un poco asustado con el clima de guerra. Y han dicho que más de uno abomina de haber cruzado el charco. ¿Es que existe el fútbol en su estado más puro aquí en Montevideo? El joven cronista que recorre el puerto no advierte más que bondades y algunos miedos, y no es otro que el viejo cronista que lo sueña. No hay comparaciones en estos días, y sólo resta aguardar unos cuantos matchs (así los llama la prensa), para observar si éste será el primer y último Mundial con espíritu de barrio. Hay en el aire una sensación de que nos invadirá el profesionalismo. También en el aire están los gritos de los hinchas. El que aún predomina es uno que tiene bastante ritmo: “¡Hip Hip Hurra!”. Por más que intentamos demorar el sueño, se divisa (siempre) la hora del despertador. La magia de estas andanzas por la Montevideo del 30 está cerca de esfumarse. El esfuerzo por verme sentado en el palco, observando el match inaugural entre Francia y México o el primer gol, no puede perdurar más. Las imágenes se nublan, se ahuecan, se pierden. Y entonces regresa el cronista, al triste presente y la honda iniquidad de no haber presenciado un partido de Mundiales ni siquiera en sueños. Debo confesarlo. Mi sueño tiene influencias. Las hay de los amores en Montevideo, la ciudad perfecta para los argentinos: hay río a la vuelta de la cara, hay carne, hay mate, hay fútbol... Y todo al precio de una ciudad tan silenciosa como candombera. Las hay también de aquel viaje en 1980, cuando se cumplían cincuenta años del triunfo de Uruguay por 4 a 2 en la primera final de la Copa del Mundo. La sección Deportes de Clarín había considerado que un joven de 19 viajase a Montevideo para entrevistar a los sobre-

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vivientes del Mundial del 30. Eran unos cuantos, más que los argentinos. Debo confesar que he perdido el archivo de la nota y que no recuerdo cuál de todos los señores mayores me regaló el álbum, de cuyas páginas obtuvimos las fotos que ilustran esta nota. Me dijo en su humilde casa montevideana: “ustedes, argentinos, vinieron hasta acá para entrevistarnos a nosotros, y aquí nos tienen muy olvidados”. Y dicho eso se dirigió a un cajón, luego a su viejo y querido álbum, y me extendió el obsequio como quien regala una camiseta. Desde entonces, los sueños se repiten. Una sana envidia se yergue sobre el afortunado cronista, que ha sido enviado del 2010 a 1930. Durante los laboriosos días previos al Mundial de Uruguay, con una boina, seguramente inglesa, toma nota el hombre de la prensa. No hay representantes, no existe la TV, todos se saludan. Es habitual que un futbolista salude y converse con los hinchas. El deporte, comentan, no se ha rendido al dinero, porque casi no hay dinero en el deporte. No hay hoteles cinco estrellas colmados de dirigentes, ni barcos charters donde la AFA coloca presidentes de clubes con esposas y novias para que se den un mes de la Gran Vida. No hay contratos exclusivos y tampoco los jugadores alardean con lujosos autos o desbordes de nuevos ricos. Nadie sabía, ochenta años atrás, lo que se venía.


El poeta de la zurda

En un hallazgo de bibliotecas, la pluma de Raúl González Tuñon se nos viene encima ardiente de fútbol amateur. Unos textos que le sientan bien a la nota del Mundial del 30. Ponernos en época y hablar de “fields” y “tenismen” es una maravilla del pasado que no veremos en la tele Por GERMÁN FERRARI

“¿Vos de qué cuadro sos, papá?”. El poeta y periodista Raúl González Tuñón escuchó con sorpresa la pregunta de su hijo Adolfo, desconcertado ante la insistencia de sus amigos del barrio de Colegiales que deseaban saber su afinidad futbolística. El autor de La calle del agujero en la media tuvo una respuesta enigmática: “De Racing, Boca, San Lorenzo e Independiente”. Adolfo lo miró asombrado; el ensayo de explicación era complejo para sus pocos años: “De los cinco grandes, soy de esos cuatro, porque River es un club que se mudó de barrio y encima le dicen ‘millonarios’”. Esa traición y ese apodo eran inaceptables para un militante comunista. “¡Pero decime uno…!”, insistió el chico, que segundos después escuchó un extraño “Boca”, a pesar de que su abuelo Manuel Tuñón, como buen español, había seguido a San Lorenzo. El fútbol nunca apasionó a González Tuñón. De muchacho simpatizaba con Racing ante la contundencia de los seis campeonatos ganados entre 1913 y 1919. Pero más tarde se volcó a Independiente, tras el triunfo por 2 a 1 frente al equipo escocés Third Lanark, en 1923, al quedar deslumbrado por los atacantes Manuel Seoane y Raimundo Orsi, este último, autor de los dos goles. Las alusiones futbolísticas en su obra poética y periodística son escasas: una mención a la cancha de Boca, su deseo de ser “futbolista o tenismen” para enamorar a una muchacha, los estadios como punto de unión con la política… Sin embargo, la participación de Argentina en los Juegos de Amsterdam, en 1928, le despertó un interés inusitado. Una semana más tarde, con la llegada de Argentina y Uruguay a la final, publicó Poema blanco y celeste, que acompañaba la nota previa a ese primer encuentro decisivo y que nunca formó parte de sus libros: Mojado de caña, ¡bailemos un tango! Desde la pampa chica, desde la cancha del Plata muchachos uruguayos, muchachos argentinos, hasta el estadio olímpico de Amsterdam el corazón de América florecido en caminos se alarga hasta vosotros como una cinta larga. Cinta blanca y celeste, toda celeste y blanca para los entreveros, para los desafíos,

pedacitos de cielo llevó la muchachada. Para la fiesta patria del abrazo, para adornar del júbilo la sonora guitarra. Muchachos que aprendieron el fútbol bajo el sol de latón oxidado que entibia los suburbios. Sobre las duras calles, gambeteando faroles y chatas areneras y vigilantes y en el hueco cordial de los baldíos que no hay en ninguna de las otras ciudades. ¡Bossio, Bidoglio, Médice, Carricaberry, Monti, Tarasconi, Ferreyra, Gainzaraín, Evaristo, Paternoster y Orsi! Ya están los once guapos que mañana llevarán al estadio de la ciudad de Amsterdam, con otros once guapos, veintidós corazones luminosos de pampa. Desde Puente Alsina al Cordón vibrarán las nuevas ciudades bajo una idéntica emoción. Una emoción blanca y celeste, de barrio a barrio, de esquina a esquina. Banderas de un mismo color son la uruguaya y la argentina. Idénticos colores exhiben los dos bandos. De idénticos colores son Palermo y el Prado. Nos empapa la gloria de las mismas auroras. Nos enjuga el pañuelo de los mismos ocasos. La pelea de mañana sobre el field del estadio, De tan grande y tan noble parecerá un abrazo. El partido terminó 1 a 1, y para desempatar fue necesario un segundo encuentro, tres días más tarde. Argentina cayó por 2 a 1. El poeta de El violín del diablo decidió homenajear al seleccionado en la figura del mediocampista Luis Monti: “señor capitán de la pelota”, esa “sucia y descolorida, que muchas veces fue a parar tras de las tapias de los burgueses, en las manos de los vigilantes y en el fondo de las cloacas”. El título del poema en prosa simbolizaba una manera de sentir la vida y el fútbol, en tiempos en que el amateurismo se acercaba a su fin: La pelota de trapo.

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Mi nombre es Ariel O. (y hoy no bebí)

El autor de esta nota libera sus más escondidos fantasmas para abordar desde el lugar adecuado el alcoholismo que acosa a Ariel Ortega. Habla desde su propia experiencia, algo que nunca es fácil, y escapa de las recetas mágicas y las especulaciones estúpidas e irresponsables de algunos ¿periodistas? ignorantes. El objetivo es uno solo: orientar a Ariel, o a quien padeciera la misma problemática, a combatir la enfermedad. Por PABLO DE BIASE

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or fortuitas y diversas razones, tuve que ver con demasiada frecuencia a River, en los largos días finales del Negro Astrada. Estoy hablando de dos eternos meses de andar buscando y viendo flashes de entrenamientos en todo tipo de noticieros, apariciones sombrías de algunos jugadores en programas “especializados” y, lo más difícil, ¡partidos enteros en los que, perdiera por mucho, por poco o empatara, siempre jugaba muy mal! De pronto, en alguna de sus escasas apariciones de por entonces, en un entrenamiento, algún ingreso en el segundo tiempo, o hasta en algún partido en el que salió de titular, ¡zácate!, la mirada del Burro atravesó horizontalmente la pantalla como un tajo, cortándome el alma con un vidrio de copa rota. Era una imagen demasiado dura, que me obligó, con revulsivo gusto a bilis, a recoger los pedazos rotos del espejo interior. El gesto, la mirada de Ortega, concentraban años de mi propio dolor. Sin embargo, mi primera reacción ante la tristeza infinita de los ojos de Ariel, condenados a pagar el precio elevadísimo e inevitable de la compañía ruinosa y ominosa de cierta rubia espumante y traicionera, fue ponerme a pontificar sobre los estragos del alcoholismo. Del peligro que representa, cada vez más, para tantos proyectos de futbolistas y de hombres, esta enfermedad del cuerpo y de la mente: decenas de miles de cracks en bancarrota que, probablemente, no conocerán más fama que la de borrachos. Y blá, blá, blá. “Hacelo fácil”, me recordé. Decidí, entonces, tocado por el dolor solitario de Ortega, saturado del ruido sordo de la fama y de los expertos recién graduados, que recomiendan y entienden pero nunca comprenden, escribirle una carta desde mi propio dolor, astilla del mismo palo, con la esperanza humilde de pensar que algún día pueda decir “Mi nombre es Ariel O. (y hoy no bebí)”, en una reunión de Alcohólicos Anónimos, o de algún otro programa de recuperación eficaz, que le devuelva el brillo a esos ojos, que tanta felicidad regalaron, por ejemplo, con la camiseta de la Selección.

Buenos Aires, abril de 2010 Querido Ariel O*: Me sería imposible decirte lo mucho que me conmueve ver la tristeza de tu mirada, única, por supuesto, pero “típica” para quien pasó alguna temporada en el infierno. Hace poco menos de diez años, mi madre, los amigos buenos, la poca gente que podía quererme aún, después de años de desconcierto frenético, perdió la esperanza. Yo había sido durante años lo que antes se describía como un bebedor empedernido, crecientemente solitario y demasiado problemático en compañía. Finalmente, me encontraba al borde del abismo. Un psiquiatra muy bueno había pronunciado una sentencia tenebrosa: “Bebedor obsesivo, en rápida deterioración, futuro desahuciado”. Este profesional solía hablar de mi caso con palabras como “tiene defectos de carácter subyacentes, demasiada sensibilidad emocional, puerilidad y sentimientos de inferioridad”. Y después de haberme noqueado con cantidades de pastillas de todos los colores, que lo único que conseguían era que los pedos me dejaran más boludo, el Doc insistía, entonces, recurriendo al costado más humano de la psicología: “este auténtico sentimiento de inferioridad se ve desmesuradamente exagerado por su sensibilidad infantiloide, que es la que le genera esa ansiedad insaciable y anormal de aprobación personal y de éxito ante los ojos de los demás. Es todavía un chico que llora por la luna”. Pero parecía que la luna no quería escucharme, en el mejor de los casos. En el peor, creía que se trataba de una conspiración conjunta, en mi contra, de la NASA y la CIA. Pero el Doc no perdía las esperanzas, o el deseo perversamente profesional, de agujerearme con la verdad. Un valiente, ahora que lo pienso. De tanto pincharme, no entiendo cómo no me convirtió en un colador de cerveza (lo único que tomaba por entonces, pensando que era livianita y se iba con el meo). La cuestión es que, sin piedad, seguía haciendo el diagnóstico

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de mi alma híper sensible y de mi cuerpo: una sintética biografía de mi vida averiada. “Al descubrir el alcohol, encontró mucho más de lo que encuentra la gente normal. El alcohol no es para él –es decir, para mí–, un mero tranquilizante, significa la liberación de los conflictos internos. Parece liberar su atormentado espíritu”. Mi atormentado espíritu vagaba del mostrador del bar a la caja del supermercado chino, en una rutina cada vez más vertiginosa y repetida. Mi vida, en tanto, se me había ido de las manos. Parecía copado por el diablo (y no, precisamente, por mis simpatías por Independiente). El psiquiatra, que me ayudó a descender unos escaloncitos más en el horno, al hacerme probar risperdona y otra medicación para psicóticos, volvió a la carga con su diagnóstico “más humano”, y el borrachito interior (que ya era un gigante que se me salía por las orejas) no sabía que era peor, si el efecto horrendo de la medicación, o la dureza de la verdad que me contaba en tercera persona, creo que para hacérmelo más tolerable. “Si lo consideramos así, nosotros, la gente normal (él y su recepcionista, por ejemplo, que me miraba con una mezcla de pena y desprecio, cada vez mayores en la medida en que el escabio me iba volviendo más impresentable, más desagradado, con las pupilas como dos bolitas negras que querían rajar de ese entramado rojo, cuya trama reticular ya casi no se distinguía), podemos imaginarnos, como ha ocurrido en el caso de Pablo. Una vez que él llega al punto de obsesión, el alcohol eclipsa todo lo demás. Por esto, parece ser tan egoísta. E inmoral. Mentirá, engañará, robará o hará lo que sea para lograr su objetivo de beber. Naturalmente, todos los que están a su alrededor se sienten asombrados y desconcertados porque creen que sus acciones responden a su voluntad. Pero esto está muy lejos de ser así. La verdadera imagen de Pablo es la de un idealista en bancarrota: alguien que se encuentra en quiebra por haber perseguido sus sueños vanos e infantiloides de perfección y poder. Ahora, víctima de su obsesión, es como un chico solito llorando en un cuarto oscuro y desconocido, que espera angustiado a venga su mamá y encienda la luz”. Tengo que confesarte, Ariel O., que es posible que yo haya recreado lo que me dijo ese médico. Pero ésta es la vida de un alcohólico, tal como yo la viví antes de mi liberación (condicional y “de un día a la vez”, como dicen en Alcohólicos Anónimos). ¿Tenía yo, como alcohólico, un carácter defectuoso? No tengo la menor duda: sí. ¿Era también, como alcohólico, un hombre enfermo? Sí, muy enfermo. Al punto de que, con una bodega dentro, racionalizaba mis próximos pasos. “Si me tomo una cervecita tibia, tem-

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prano, eso va a matar la resaca y me voy a sentir bien el resto del día”. Me decía eso, y a la noche no me acordaba cuántas cervecitas más habían acompañado a aquélla primera, ni cómo había terminado tirado sobre mi cama (con los zapatos y el sobretodo puestos, eso sí). No sé hasta qué punto yo era responsable por mi manera de chupar. Lo cierto es que fui dejando despojos humanos en mi camino, al punto de que una persona amada podía ser, cuando las ganas obsesivas eran insoportables, un estorbo en la corta trayectoria del sillón a la heladera. Ni hablar de las quejas y consejos bienintencionados. Eran moscas que quería sacarme rápido de encima para poder beber. De todas maneras, no voy a ampararme en la idea de que era un tipo enfermo. Sin dudas, en los primeros años, yo tenía cierto grado de libre albedrío. Abusé de ese libre albedrío, para el gran sufrimiento de quienes me querían, y no de quienes querían estar a mi lado para ligarse unas copas gratis. Me siento profundamente avergonzado por todo aquello. Pero también, absolutamente liberado y feliz de poder elegir ser una persona responsable de sus actos, hoy en día. Hace casi diez años, un amigo, que ya era entonces un alcohólico liberado de su obsesión, vino a traerme “la luz” que finalmente me sacó de la tormenta. A vos también te puede llegar ese día. Si lo pensás un poco, tranquilo, dejar de beber no es tan difícil, basta con un poco de voluntad. Después, como bien sé, no se puede seguir solo, porque el autoengaño del borrachito interior es mucho más poderoso. Cuántas veces habré prometido dejar de beber para siempre y a la media hora estaba sentado en un taburete, y no le pedía yogur al barman, seguramente. La ayuda que me acercó mi amigo se multiplicó en muchísimos nuevos amigos, a los que no les importaba aprovecharse de mí, sino que me ayudaban para que su propia liberación del escabio fuera más firme. Así fue, nomás, un día, calladito y con la cabeza baja, concurrí a una reunión a la que me invitó ese amigo. Desde entonces, sigo concurriendo, y lo único que hicieron todos esos nuevos amigos fue darme ayuda para tener un poco de fe y esperanza. Desde entonces, también, vengo intentando, con mucha humildad, ser una mejor persona. En general, me sale bien. Y te aseguro que aunque haya días en que no me sale tan bien, igual me siento agradecido y en paz, porque desde ese momento, a principios de este siglo, no volví a probar un trago ni volví a sentir el tridente del diablo pinchándome el culo.

*Inspirada en un pasaje de “El lenguaje del corazón”, Oficina de Servicios Generales de AA, Buenos Aires, 1999, pág. 101.


PICADO

¡Hay fútbol en Marte!

No tenés más que viajar hasta El Salvador para encontrarte con el Atlético Marte. Aquí la insólita historia de un equipo que es dirigido por... un argentino. Por NINO SEGURA

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i alguna vez te gritaron que “sos un marciano” y ese insulto te llevó a gastar horas y dinero en quitarte el trauma con el psicoanálisis, pues Un Caño te ofrece una solución para resolver tu intríngulis prescindiendo de teorías freudianas o lacanianas: andate a El Salvador y sentí el orgullo de ser un marciano. Vida no descubrieron (todavía) en el planeta rojo, pero en San Salvador, ataviados con unas camisetas azules y blancas, hay un grupo de marcianos que alienta en las tribunas. Es la grey del Atlético Marte, equipo de la Primera División salvadoreña, que nació y se hizo grande a punta de fusil: fue, durante muchos años, el equipo de las Fuerzas Armadas de este país centroamericano. Y que hoy, en plena etapa de resurrección, tras siete años en Segunda, procura recuperar la grandeza conducido por un técnico argentino (cuándo no). Se llama Ramiro Cepeda, llegó al club como futbolista, ejerció como entrenador cuando aún jugaba e inició allí su carrera como DT. Saltó del Ascenso argentino (se formó en Armenio, donde debutó, y también pasó por Colegiales y San Telmo) directamente a explorar rarezas en Guatemala y Honduras hasta que, en 2003, se instaló en El Salvador. “Los hinchas se llaman a sí mismos marcianos, y lejos está de ser un insulto. Y por supuesto que tienen cantos con melodías de las canchas argentinas”, explica Cepeda. Actualmente, el Marte maneja un presupuesto mensual de 20 mil dólares, “mientras los equipos más poderosos llegan a los 80 mil dólares”, se lamenta el técnico. Por eso se queda lejos de la pelea grande y el propio técnico se mete en los foros de Internet para explicarles a los hinchas la realidad marciana. “Hoy somos un equipo responsable, serio y trabajador, pero con jugadores de poco rodaje”, le respondió a un tal Carlos que pidió la cabeza del técnico, que había osado decir en una entrevista que “este equipo no tiene idea de ser campeón”. ¿Por qué cayó en desgracia? En sus 60 años de vida (los cumplió el último 22 de abril), Atlético ganó ocho campeonatos de Primera División. Los últimos tres fueron durante la sangrienta guerra civil que mantuvo dividido a El Salvador durante más de una década, entre 1980 y 1992. Ahí, el Marte

era fuerte. “Como era el equipo de las Fuerzas Armadas, a cada uno de los más de 70 mil soldados que había alistados se les descontaba unos 80 colones (80 centavos de dólar) mensuales para solventar el presupuesto del equipo. Y lo hacían con gusto, claro”, le recuerda a Un Caño don Félix Guardado, el actual presidente del club, militar retirado que en la guerra fue enfermero. El conflicto era entre el gobierno salvadoreño, de orientación derechista, y el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, un comando armado de izquierda que tenía mucho apoyo popular entre los campesinos y los habitantes de menores recursos. Claro: al Atlético Marte iban a verlo, muchas veces obligados, los soldados. Pero eran muchos más los que iban a los estadios “a verlo perder, sólo porque era el equipo de los militares”, aporta Guardado. Tras la guerra civil, que dejó unas 75 mil víctimas fatales, se le tumbó la popularidad. Y cuando las FFAA perdieron capacidad económica, Atlético Marte quedó a la deriva, sin sustento y con pocos civiles con ganas de reivindicarlo. La lucha se tornó estéril, y el descenso en 2002 fue inexorable. Hasta que de la mano de Cepeda emprendió el camino del retorno. Con este argentino de capitán, zafó del descenso a Tercera en 2003. Y en 2009 lo devolvió a la elite. Ni siquiera estadio tiene. Debe alquilarlo para que poco más de mil hinchas por partido vayan a verlo de local. Son los marcianos, que le deben su nombre a Marte, el dios griego de la guerra, cuya figura le da vida al escudo del club. Así lo bautizaron en los 50 el entonces futbolista de Alacranes F.C. (la anterior denominación de la institución) Conrado Miranda y un coronel del ejército salvadoreño, cuando las FF.AA. compraron al equipo y lo rescataron de un inminente descenso. Por eso no es casual que su actual presidente sea un militar retirado. Y que compita en una liga que tiene como principal animador al Club Deportivo Futbolistas Asociados Santanecos. FAS, la sigla por la que se lo reconoce; y fasistas se llaman orgullosos a sí mismos los hinchas de este equipo. Sí: parece que los marcianos no sólo son los hinchas del Atlético Marte... MAYO 2010 | UN CAÑO 43


Yo, Federico

El menos famoso de los Higuaín brilla en Godoy Cruz, habla con orgullo del trabajo de su hermano en el Real Madrid, relata sin eufemismos cómo lo trató siempre el mundo del fútbol, al que define como “un menjunje social”, y asegura que “acá se cree que si no sos campeón sos un forro, y si te vas al descenso, un hijo de puta”. Por EZEQUIEL BERGONZI y RAMÓN ZAPICO

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iguaín no sabe si va a estar en Sudáfrica. Aunque falte poco más de un mes, todavía no se anima a afirmar que sí, que el sábado 11 de junio, cuando Argentina debute contra Nigeria, él será uno más en Johannesburgo: “mis viejos van seguro, mis hermanos también, pero yo todavía no sé. Andá a saber si tendré club a esa altura”. Higuaín, Federico Higuaín, tira el chiste y se ríe, dejando en off side a los que creen que la comparación con Gonzalo, el futbolista mejor reputado de la familia, lo tiene podrido. Nada que ver. Habla del nueve del Real Madrid, su hermano menor, y el orgullo le sale por la boca. “Nunca pude estar con él en Madrid para ver cómo vive, para estar en la calle con él y ver el reconocimiento que tiene. Siempre le digo eso a mi viejo: debe ser hermoso ver como saludan con cariño al hermano de uno. Pero nunca pude viajar.” Aquí y ahora, más allá del hermano Pipita y el papá Pipa, Federico llega a estas páginas por acciones propias, aunque en la charla las idas y vueltas sobre una familia tan particular sean constantes; es una de las figuras, o la figura, de Godoy

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Cruz, la revelación del Clausura, el enemigo impensado, el que se metió desde Mendoza en una pelea porteña, o casi: ganar el campeonato. Para escaparle además a la cultura del dedito acusador del fútbol argentino. Dicho con sus palabras: “la realidad es que el fútbol te da más tristezas que alegrías. Acá se cree que si no sos campeón sos un forro, y si te vas al descenso, un hijo de puta. Uno solo sale campeón y dos se van al descenso, esto quiere decir que hay 17 equipos compuestos por una manga de forros”. –¿Y el Turco Asad qué papel juega en esta historia? –Los técnicos jóvenes, que fueron ex jugadores y recién se inician, tienen un concepto diferente a los de antes. Él ya había andado muy bien en las inferiores de Vélez, se veía que podía tener nivel. Y lo está demostrando. Es serio, trabajador

“Hacer un gol es lo más lindo del mundo y lo más difícil también”.

y nos dio confianza, imprimiendo una mentalidad positiva e insistiendo con que podíamos ser protagonistas. Federico llegó a Godoy Cruz después de muchos altos y bajos, propios de los jugadores de la época: con 25 años, el Tomba es ya su sexto club como profesional. Aunque él casi que preferiría no incluir a River en la lista, porque apenas si jugó en la Primera: “la sensación de tener como rival al equipo en el cual me inicié no deja de ser chocante. Tiene un valor agregado, pero ya me acostumbré. Ahora, de ahí a que no grite un gol contra ellos hay mucha distancia; una cosa es ser desagradecido y hablar mal del club y otra, muy distinta, es gritar o no un gol. Hacer un gol es lo más lindo del mundo, y lo más difícil también”, se para, unos días después de haber festejado en el Monumental su tercer tanto contra la camiseta que llevó en su adolescencia. El viaje siguió en Nueva Chicago, del que se reconoce hincha y en el que ganó un ascenso, antes de caer de sopetón en el Besiktas de Turquía. Amplía, Federico: “viví en Estambul, una ciudad súper cosmopolita, linda. Me fui a los 21 años con


mi novia. Los turcos en sí son alegres pero era difícil entenderlos, hablaban mucho en su lengua. Yo estaba en un barrio cerrado de Estambul, pasé seis meses lindos. Pero quería irme. Son elecciones en diferentes momentos de la vida. Hoy, con 25 años y un hijo, no abandonaría tan rápido”. La rueda giró después hacia el imponente América de México, seis meses sin chispa, para traerlo enseguida al Independiente del Tolo Gallego. Ay. Amplía Federico: “cuando terminó la temporada pasada, me quedaban dos años más de contrato, pero yo veía que las cosas no estaban bien, que habíamos terminado mal con Gallego, y me fui”. Ahí entra la prolijidad de Godoy Cruz, la titularidad segura y su segunda explosión como jugador desequilibrante. Lo que cuentan los diarios.

DESTINO MARCADO Hasta aquí, lo cronológico. En el medio está su adaptación a lo que Federico llama “crisol de razas”; él, un chico de clase media acomodada, llegó al fútbol por gusto y por herencia, a compartir planteles con otros menos acomodados a la clase y más acostumbrados al hambre. Al típico test de una revista femenina respondería sin dudar: tildaría “rock” en género musical, escribiría “Rolling Stone” en revista de cabecera, con el bonus track de la científica Muy Interesante (“me encanta”) y respondería “Amando a Pablo, odiando a Escobar”, de Virginia Vallejo en el ítem “último libro que leíste”. Está dicho: no da el biotipo de futbolista preocupado por las llantas del auto, digamos. Sostiene Federico: “ni yo ni ninguno de mis hermanos tuvimos la desgracia de sufrir hambre o de no tener juguetes. Gracias a lo que mi viejo hizo en el fútbol, a las patadas que pegó, si querés, nunca nos faltó nada. Pero a él y a mi mamá sí les había faltado y nos enseñaron a valorar. A ser respetuosos, a no diferenciar. El fútbol es un mejunje social, un crisol de razas.

Tenés al pibe que viene de la villa, al que viene del country, el que no tiene padre, el que tiene padre chorro... Pero bueno, uno después se va familiarizando con todo. Te doy un ejemplo: yo en mi vida escuché cumbia, no me gusta. Pero ponés ahora un CD y conozco todas las letras”. Dice mamá cuando habla de Nancy Zacarías, hija de Santos. Es que Federico es nieto de aquel legendario entrenador de boxeo y sobrino de Claudio, que en sus mejores tiempos de futbolista fue titular en San Lorenzo. “De chico seguía a los que mi abuelo entrenaba: Coggi, Palma... Creía que estaba en medio de Ro-cky”. Los datos denuncian las múltiples entradas deportivas de la familia Higuaín. Pero si vamos a hablar de fanatismo por el fútbol, detengamos la cuenta en mamá Nancy. Comenta, Federico: “el fútbol, obvio, es parte de su vida. Le gusta hablar, nos ve jugar, opina... Y te digo una cosa: ve bien el fútbol. Imaginate: somos cinco hombres hablando de fútbol todo el tiempo. No le quedaba otra que aprender”. –¿Sólo observa o también da cátedra? –No es que me va a marcar un error táctico, pero tiene noción. Sin entrar en detalles, opina con criterio. –Supongamos que ella está en Madrid y juega Godoy Cruz a las 2 de la mañana de España, ¿trata de ver el partido? –Sí, sea la hora que sea, esté donde esté, por radio, por tele o por Internet. Ahora que está en Madrid lo ve por rojadirecta.com. Se le corta cada dos minutos, pero lo pone igual. –¿Y después te llama?

–Antes. Tenemos la cábala de hablar siempre antes de jugar. Cuando hablo con ella, hago goles. Gonzalo la impuso. Lo suyo era religioso: antes de cada partido le hablaba y siempre hacía goles. En este ítem, el del hermano famoso, vuelve a parar la pelota. Ya pasó por Nicolás, el más grande, ex jugador de San Telmo y ahora representante de jugadores (Federico y Gonzalo incluidos, claro) y por Lautaro, el más chico, “fervoroso hincha de Racing” y más baterista que futbolista. Entonces sí Federico habla de Gonzalo, el nueve de Maradona en Sudáfrica. Ilustra: “no tiene otra ilusión que jugar al fútbol y hacerlo bien. Estar rodeado de tanta gente que juega tan bien siempre te va a servir. Si sos inteligente y lo sabés aprovechar, podés crecer. Y Gonzalo es inteligente. Está demasiado expuesto por dónde está, pero se maneja bien. Bah, siempre se manejó igual. Ahora en el Madrid y también acá en River, cuando era un pibe. Apenas se concretó su pase al Madrid, me acuerdo que él estaba durmiendo la siesta; entonces entramos con mi viejo a la habitación y le decimos ‘Gonzalo, se hizo lo del Real’. Él giró, completamente en otra, nos contestó ‘bueno, después me cuentan’, y se dio vuelta. Eso marca su forma de ser”. Lo quiere, Federico.

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Por estos días, Adrián Gabbarini abraza el éxito debajo de los tres palos en Independiente. Pero su camino hasta la gloria encierra un viaje doloroso, miedo a la soledad y veranos como espectador de arqueros. También un asado clave en el que fue mozo, que le permitió llegar sin darse cuenta al club de sus sueños. Por RAMÓN ZAPICO Y EZEQUIEL BERGONZI

Escena 4: Domínico, pensión, 2002. Cuando llegó a la pensión, Adrián Gabbarini era el más jovencito. Extrañaba, no sabía bien qué hacer y tenía problemas de adaptación, más allá de que jugaba siempre en su categoría de inferiores. Pensó en volverse varias veces. Es más, apenas su padre vio las condiciones en las que vivía, el barrio en el que estaba ubicado, quiso sacarlo de prepo y retornarlo a Mendoza. Pero no hubo caso. “La vida en esos lugares siempre es difícil. Más para un pibe que viene de tan lejos como yo. La pensión está metida acá adentro, en Domínico, es medio inaccesible y vivís condenado a no poder salir. Lo hablaba con Julio (Comparada) el otro día. Por más que a los pibes le pongas computadoras, plasmas y camas de oro, ellos necesitan una vuelta, tener una novia o un amigo cerca”, reflexiona. –¿Tanto se sufre? –Yo estuve tres años y medio, la viví realmente… Llegué siendo el más chico y me fui como el más viejo. Y es duro el tema: por ahí te hacés amigo de uno al que después dejan libre y te querés matar. Me pasó. En la pensión se rinde examen todos los días porque se le está generando un gasto al club. Mucha competencia... No es sencillo. Habría que hacer algún cambio, por lo menos. –¿Cómo cuál? –Y, lo mejor sería trasladar todo al estadio. Yo, después de las siete de la tarde, no sabía dónde meterme. Estaba aislado,

me tenía que poner a tomar mate con los guardias de seguridad. Pero Comparada me prometió ahora que iba a mudar a los pibes para Avellaneda. Va a armar una cena dentro de poco para recaudar fondos para eso. Nosotros, los jugadores de Primera, vamos a ser los mozos. –¿Otra vez de mozo? –(Risas) Sí, sí, corro con ventaja... Escena 1: Mendoza, verano, 1995. El tipo esperaba ansioso la llegada de cada verano. No para ir a la playa, sino para ir a ver las pretemporadas de los equipos de Primera. No quería autógrafos ni fotos con los jugadores. Él iba a ver cómo se entrenaban los arqueros de turno. Aquella vez llegaba Luis Islas. Así que se subió a la bici y, a pesar del calor mendocino, pedaleó con su grupito de amigos. Como cada vez, se puso detrás del alambrado, asombrado, pero sin cholulismo. Le gustaba memorizar movimientos, atajadas. “Era la época de Chilavert, de Burgos, de Navarro Montoya… Trataba de observar a todos por tele o cuando venían para acá. Pero no tenía a ninguno de referente. Ahora me pasa lo mismo: no tengo un modelo único al que intento copiar”, afirma Gabbarini, y desnuda su asfixiante pasión por el puesto más ingrato del mundo del fútbol. “Está bien –confiesa–, en realidad hay uno que me encanta, Julio César, para mí el mejor del mundo. Aunque también me gusta Casillas, yo que sé... Romero incluso me

parece buenísimo: es alto y tiene agilidad, completito. Algo difícil de encontrar. Los arqueros altos como Dida, Cech y Van der Sar son más lentos. Él, en cambio, no. Y por eso se destaca”, analiza Escena 8: Domínico, entrenamiento, abril 2010. Pasa un hincha y le pide un saludo para Noelia, que cumple 15 años. Pasa otro y le ruega un saludo para la subcomisión del hincha. Se le acerca un tercero y le manguea una prenda. Gabbarini sabe que ya es famoso dentro del club, por eso busca cumplir con todos y jamás se aparta de su diplomacia informal. Sube al auto y, tras apenas dos minutos, el hincha manguero se le acerca de nuevo para recordarle lo de la prenda: le pregunta también por Fabián Assman, lo trata confianzudamente (leáse: “¿Todo bien, boludo?”) y lo despide con el golpe bajo. “No te olvides, eh. Hace años que estoy esperando esto”. Adrián se ríe. No termina de comprender su vertiginoso ascenso. Cuenta que unas semanas atrás un muchacho le rogó que le firmara el brazo y a los dos días apareció en la práctica con el garabato tatuado en la piel para siempre. Insólito. “Me chocó mucho. Con esas cosas no caigo. Igual era un loco el chabón ese, jaja, estaba enfermo”, comenta tentado. Ya más serio, cierra su concepto: “a veces uno se olvida de lo que promete, como con este hincha de recién. Pero el otro no se olvida. Y es entendible. Cada vez que un equipo

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iba de pretemporada allá, a Mendoza, yo me ponía feliz si me saludaba alguno. Ese tipo de recuerdos quedan para siempre. Por eso me gusta tratar de cumplir. Por ahí los hinchas tienen un aprecio que uno no llega a medir”. Escena 2: Mendoza, verano del 2000. Una tarde de ésas, un amigo de ésos le comentó que el padre había organizado un asado para el plantel de Independiente, que realizaba la pretemporada en la ciudad, a modo de agasajo. Y lo invitó. “Yo ya atajaba en la Primera de Guaymallén, el equipo de mi ciudad, y esa tarde me había entrenado. Estaba muerto. Pero mi amigo, Leandro, me insistió así servíamos y de paso hablábamos un poco con los jugadores. Estaban Clausen y Bochini como entrenadores”, explica Gabbarini a modo de introducción. En su nuevo oficio de mozo, se lució tanto que hasta tuvo tiempo de charlar con Ariel Rocha y Darío Sala sin dejar de llevar achuras y carne a la mesa principal. En un momento, se produjo un silencio y el padre de su amigo le presentó formalmente a Clausen. Le comentó, incluso, que era arquero. Y el DT, de la nada, le respondió: “tenés buena altura, flaco, ahora hay que ver si atajás alguna. ¿Te animarías a entrenar mañana con nosotros?”. Escena 6: Domínico, diciembre de 2008. Sentado en un costado, aunque nunca aislado del grupo, Gabbarini esperaba. Como siempre. Tenía la cabeza quemada y el balance anual, una vez más, iba a dar negativo. Llevaba ya ocho años en Independiente, con muchas suplencias en la espalda y un futuro incierto. Había probado suerte en Independiente Rivadavia de su provincia, allá por 2005, pero prefirió volver. Comía banco casi siempre. No siempre porque, por suerte, existían los torneos de verano. Así que, en silencio, esperó el nuevo año para tratar de aprovechar su oportunidad. “Tal vez se va Assman y se me allana el camino”, habrá pensado. Pero Assman no sólo no se fue, sino que además llegó Hilario Navarro. Le tocaba ser tercer arquero. “Mirá, yo fui hasta cuarto arquero, y por ahí no he lle-

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gado a estar ni en el plantel. Es decir, no formaba parte estable del grupo. Subía, bajaba, pero nunca me asentaba”, acota. –¿Y cómo no te caías anímicamente? –Y... No me caía porque estaba en Independiente. Yo esperé siempre por este arco. A mí me pasó algo muy loco: estaba Fabián en un gran momento y había llegado Hilario. Por dentro pensaba: “no voy a jugar nunca más acá, necesito mostrarme”. La cosa es que justo llega una oferta de un club de B Nacional, me llamó Comparada y me contó que me querían sí o sí. Pero decidí quedarme igual. No sé bien por qué razón. Quería tener una posibilidad real, al menos. Había sido suplente de Fabián durante más o menos 80 partidos, necesitaba comprobarme a mí mismo, que podía, que no me quedaba grande el buzo. Julio me bancó y me quedé. El resto de la historia es conocida. –¿Cuánto tuvo que ver Santoro en tu perseverancia? –Pepé siempre me entrenó a mí, siempre me habló. Preparaba a todos para su momento, a todos por igual. Tenía diez arqueros de todas las divisiones y les hablaba a todos. Nos decía que el puesto era jodido, que el tren no pasaba dos veces, que había que estar preparado para la oportunidad... Un maestro. Siempre me repetía a mí: “ser arquero es como ser boxeador: yo te puedo entrenar como al mejor, pero si después salís al ring y no lo aprovechás, chau”. Me hizo estar tranquilo para aguantar mi chance. Este puesto es así: hay que bancarla y esperar. No queda otra. El arquero está solo. Nadie te defiende. Si te equivocás, estás muerto. Es ingrato. –El hecho de pertenecer a una escuela que saca arqueros permanentemente, ¿te ilusionaba o te frustraba antes de llegar a Primera? –Me daba esperanza saber que había tantos tan buenos, sin dudas. Porque pensaba: “algo tengo que tener si me metieron en esta escuela” (risas). En este puesto, si te bajoneás, te pasan por arriba. Escena 3: Mendoza, verano de 2000. La noche previa a la gran prueba Adrián no durmió. Se acostó temprano, pero hasta las tres de la madrugada no hubo caso. Por la mañana, llamó a su

DT de Guaymallén para contarle lo que le había pasado y pedirle autorización para faltar. Muy nervioso, se cambió en su casa y partió para el campo de entrenamiento. Desde el lado de afuera del alambrado, sus amigos lo esperaban para alentarlo. De no haber sido por la invitación de Clausen, Gabbarini habría estado ahí con ellos, como en cada pretemporada de un equipo de Primera. “Los arqueros eran Rocha, Sala y Albil. Yo practiqué con Damián afuera. Cuando terminaron de hacer fútbol, Clausen vino y me empezó a patear. Terminamos de entrenar y en la elongación me le acerqué, total el “no” ya lo tenía. Le toqué la espalda y le pregunté: ‘¿y?’. Y me contestó: ‘uhh flaco, tenés muchas condiciones vos. ¿Te animás a ir a jugar a Capital con el club?’. Me lo dijo de la misma manera que me había preguntado si me animaba a ir a entrenar. Un loco. Yo no lo podía creer”, relata. Más tarde, Clausen le dijo que él se iba a encargar de arreglar todo para que lo llamaran y lo citaran de la pensión y lo despidió. Así de simple. No hubo prueba en Capital, no hubo tironeos, ni charlas formales. “Mi viejo –insiste Gabba- creía que el tipo me iba a pedir porcentaje o algo así, que es lo primero que se tiende a pensar. Pero no pidió nunca nada. Es más, después de ese día, nunca más lo volví a ver al Negro. Ni se debe acordar de mí. Cuando yo me vine, a él lo echaron porque los resultados no se le dieron. Así que nunca más lo crucé”. Escena 7: Avellaneda, marzo 2010. El Old Trafford de Avellaneda estalla en aplausos cuando la voz del estadio anuncia la formación y arranca por el arquero. La constatación es inmediata: Gabbarini, el arquero del momento, el salvapuntos, el tipo por el que apostó Gallego, es el nuevo ídolo de la hinchada roja. De pronto, su horizonte se despejó de un pestañeo: se fue Assman e Hilario no pudo afianzarse. Entonces llegó la tan esperada oportunidad y, tal como había enseñado Pepé, no se podía desaprovechar. Y no se desaprovechó. “Esto que estoy viviendo es lo que siempre busqué, lo que todo jugador busca: el reconocimiento. De los hinchas, de la prensa,


de los compañeros... Yo lo manejo con tranquilidad porque lo estuve esperando mucho tiempo”, explica. Y sentencia: “recién después del gol tonto que me comí con Vélez me terminó de caer la ficha del lugar que estoy. Mi historia venía muy linda hasta ahí pero después de ese gol hice un click. Si bien hace muchos años que juego acá, me di cuenta de la verdadera repercusión que tiene Independiente. Lo deben haber pasado mil veces. Encima fue un viernes. Los dos días del fin de semana no salí de mi casa. Y me lo pasaron cada vez que prendí la tele. Fue una tortura. Pero me ayudó. Se aprende de los errores. Es la clave”. Escena 5: Avellaneda, 2002. Todos los miércoles, como cada miércoles, la sexta de Independiente iba a la ex Doble Visera y enfrentaba al equipo de Primera como parte de las prácticas semanales. El equipo de Primera no era cualquier equipo: fue el que le dio el último título al club, con Américo Gallego

como DT. “Perdíamos todas las semanas 6 a 0. Pero para mí era más importante jugar ahí que los sábados con mi categoría porque me podía mostrar un poco”, define Adrián. Lo cierto es que después de que el Rojo se consagró en ese Apertura, Alejandro Botero, el tercer arquero, se lesionó, y el Tolo lo pidió a él para que se sumara a la pretemporada. Es decir, salteó a los arqueros de Quinta y de Cuarta, sin importarle nada. Fue su primer contacto con la elite. “Ahí me di cuenta que el chabón no se casa con nadie: no le importaron las recomendaciones sobre Molina o sobre Ustari, que ya pintaba”, destaca. –¿Por qué creés que Gallego le llega tan bien al jugador? –Es un tipo muy futbolero, muy ganador. Y si lo sabés captar, no te puede ir mal. Es un DT de fútbol que habla como DT de fútbol, no como matemático. Si lo querés captar, bien, y si no te gusta, peor para vos. Pero si no le hacés caso al Tolo, sos un boludo, jaja... –¿Y se acordaba de esa vez que te subió en la pretemporada?

–Obvio. Apenas me cruzó, el mismo día que volvió al club, se acercó y me dijo: “acordate que el primero que te vio acá fui yo, eh”. Escena 9: Dominico, Abril de 2010. Ahora Gabbarini, de 25 pirulos, está sentado en su Peugeot 307 con Un Caño. Llueve y hace frío. Tiene gestos de educación y respeto con cada hincha que se le acerca. Incluso con uno que lo manguea una y otra vez. Y se larga al diálogo. Destaca que ganó en experiencia, que ahora lleva mejor los partidos y que sabe cómo resolver ante situaciones límite. Afirma que nunca está solo porque sufre la soledad. Revela que ahora tiene alojado al cuñado con su novia, que el fin de semana irán los viejos y, luego, sus hermanos. Que la permanente compañía le ayuda a llevar con mayor tranquilidad el crecimiento de su popularidad. Cuenta toda una historia personal tan interesante que hasta podría publicarse sin orden cronológico. Pero confundiría.

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Y mañana serán Atlas Las tribulaciones de Atlas, el club que nació en los cincuenta para jugar los torneos infantiles Evita y que hoy tiene un programa de televisión que se ve en toda América, forman parte de esta nota. Una pintoresca pieza sobre una pintoresca historia, de ésas que no abundan en nuestro fútbol. Por DAMIÁN DAMORE Fotos ALFREDO SRUR


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os colores unidos de Atlético Atlas – club que nunca salió de la primera D del fútbol argentino- simbolizan la grandeza del mundo: marrón, como la tierra; celeste, como el cielo. El equipo que hoy tiene su base en la ciudad de General Rodríguez, provincia de Buenos Aires, se creó en 1951, entre las extensas parcelas que todavía envolvían los barrios porteños de Colegiales y Villa Urquiza. Se llamó Club Social y Deportivo Atlas. En esas tierras hubo lugar para que media docena de clubes convivieran y pegaran sus canchas, una al lado de la otra. Más tarde, alguno desapareció; otros cambiaron de nombre, un par se mudaron... La ciudad avanzó orgullosa como un gusano y, rodeados de cemento, se vieron obligados a ceder terrenos y buscar otro lugar en el mundo. Ricardo Puga, el fundador de Atlas, emprendió la diáspora hacia el conurbano bonaerense (el otro club que lo hizo fue Fénix). Cuando leyó en el diario un aviso de venta de terrenos a cincuenta kilómetros de la Capital, pensó: “tal vez sean baratos”. Puga compró barato, sí, pero a cambio se encontró con un granja dura y trabajosa. Parecía que su ley era la misma que animó a Cristóbal Colón a buscar América. “Tierra, tierra, tierra”, bramó hasta encallar sus manos. Sometido al autoconocimiento, hizo hasta los agujeros en donde hoy se clavan los hierros de los arcos del estadio que lleva

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su nombre, con capacidad para dos mil personas. Puga cargó, removió y regó la tierra hasta alisarla lo más que pudo. En 1965 anotó a Atlas en los torneos oficiales de la AFA. El escudo del club que fundó ilustra a un hombre musculoso sosteniendo al mundo. TODO VERDOR PERECERÁ Cada vez que un club de Primera D pierde la categoría asume como castigo el ostracismo. Como no hay ninguna categoría menor, la AFA lo mantiene desafiliado de la competencia durante una temporada, y luego de un año puede regresar para competir de nuevo. Hubo clubes que nunca volvieron. Se trata de la antesala a la muerte. Atlas padeció la experiencia cinco veces en su historia. La última, como Víctor Sueyro, pudo contarla en un programa de televisión. En 2003, el productor Maximiliano Ambrosio propuso al club hacer un ciclo para redimir la historia trunca de una entidad que siempre estaba en los últimos puestos de la Primera D. El canal iba a ser la cadena Fox-Sports, que transmite para toda América. Lo miraron con desconfianza: pensaron que se trataba de un gerenciamiento encubierto. “Durante varios años, el fútbol del club estuvo administrado por gente vinculada a la municipalidad de Moreno. Sufrimos las desafiliaciones de 2001 y de 2003. Yo soy

presidente desde 2002, luego de la segunda desafiliación, se retiraron y apareció la televisión”, relata su versión de lo sucedido Rolando Borosky, el titular de Atlas. “En la productora trabajábamos con el teatro, pero nos gustaba la idea de incursionar en la televisión, ya que nunca lo habíamos hecho. Atlas estaba desafiliado y a mí se me ocurrió la idea de hacer un programa de televisión. Pensamos en ocupamos de todo el marco social y humano de la historia, no sólo del resultado de un partido de fútbol. En el club tomaron la propuesta con mucho escepticismo. No comprendían nuestro interés: a la cancha nunca iban más de quince personas. Sucede que en los clubes chicos, siempre miran mal al que viene de afuera, creen que se va a apoderar de todo. Nunca fue nuestra intención”, se sincera Ambrosio, quien además de producir, le pone la voz al programa Atlas, la otra pasión, un ciclo semanal que fluctúa entre el programa partidario de fútbol y el documental. Ambrosio es un relator omnisciente, más que gritón, y en el programa no sólo destaca los avatares de la campaña de los Guerreros -como apodan al equipo marrón-, sino también de cómo el club salió de aquella incoercible inmovilidad de la temporada 2003/04. Atlas jugaba de local contra Central Ballester. El único resultado que le garantizaba la permanencia en la división era la victoria. Ganaba 2 a 1 y en la cancha estaba el técnico que el club había apalabrado para comenzar la nueva temporada: Néstor Retamar. El nueve de Ballester, un cordobés llamado Wilson Severino –hijo de una uruguaya y un brasileño- sacudió la red del estadio Ricardo Puga y el afán de trascender. El empate postergó las ilusiones de Atlas, que quedó desafiliado, pero no las de la televisión, que empezó a tejer su historia. “Habíamos cerrado el acuerdo con el club, que había contratado a Retamar, que ese día estaba en la cancha. Retamar estaba haciendo planes para el programa, ¡perdón!, para el equipo. Miraba a los que serían sus jugadores. Cuando Severino metió el empate, condenó a Atlas. Faltaban cuatro minutos para el final y el partido terminó empatado. Parecía que el programa se caía por el parate, pero seguimos adelante con el proyecto y filmamos todo lo que fue pasando ese año. Cuando Atlas volvió a


jugar, nos sirvió de back-up para empezar en 2004”, narra, con fallido incluido, Ambrosio. Retamar pidió como refuerzo al verdugo cordobés. Severino, quien hoy sigue jugando para el club, tiene treinta años y es el máximo anotador de la historia del club, con setenta conquistas. TRISTE PIEL DEL UNIVERSO Atlas recibe veinticinco mil pesos mensuales de la televisión. Eso le alcanza para cubrir todo el presupuesto del fútbol: un plantel de treinta profesionales, más el cuerpo técnico. Aunque en la D es habitual que todos los clubes paguen viáticos a sus jugadores, no resulta fácil conseguir el dinero. Pero Atlas tiene pantalla; así se abrió otro canal para recibir aportes en infraestructura. Varios comerciantes interesados en ver sus marcas por televisión colaboraron con la entrega de materiales. El estadio, ubicado en el kilómetro 47 de la bajada de Malvinas Ar-

gentinas, luce ahora de otra manera: hay vestuarios nuevos, alambrado olímpico y riego automático para el césped, una delicity para la categoría más débil del fútbol argentino. Hasta la ropa es de primera: Atlas viste la marca Nike, que desde su llegada a Argentina sólo trabó acuerdo con clubes como Boca y Racing. Hay más de doscientas personas un miércoles a la tarde para ver al equipo frente a Centro Español. Atlas ya resignó la chance del ascenso directo, pero clasificó al Reducido por un lugar en la Promoción. Intenta lograr el primer ascenso de su historia. De la tribuna cuelgan banderas y tres jóvenes martillan un bombo para alentar al equipo. En un pequeño palco -que están preparando para cuando vengan más periodistas- hace vista para evitar el sol Rodolfo Motta, padre de Pablo, el técnico del equipo. Carlos Nallino, vocal primero, recibe a Un Caño en el acceso a la tribuna local. Pispea los partidos como puede y es

“Salimos del anonimato. Han venido espectadores ecuatorianos para ver al equipo y siempre hay una bandera uruguaya cuando jugamos de local” (Carlos Nallino, vocal primero).


el encargado de cortar las entradas para el ingreso. “El club creció mucho en estos cuatro años. Hemos incorporado ajedrez, construimos un salón para cien personas que alquilamos, en fin, nos movemos. Pero igual esta infraestructura aun no alcanza. Por ejemplo: para entrenar a las ocho categorías que juegan en los torneos de inferiores de AFA, nos prestan unas canchas en Moreno. Lo principal es que salimos del anonimato. Han venido espectadores ecuatorianos para ver al equipo y siempre hay una bandera uruguaya cuando jugamos de locales. No depende de nosotros que la televisión se quede, año tras año se renueva el contrato. Pero si ellos se van, no creo que nos hundamos, en estos años hemos sentado una base, podemos soportarlo”, augura el dirigente. Pero no son todas flores para “el Real Madrid de la D”, como se mofan algunos hinchas rivales de Atlas. La fama cuesta: los jugadores son blanco de todo tipo de cargadas cada vez que juegan de visitantes y, según opinan algunos dirigentes, hasta los árbitros renuevan su protagonismo mostrándose como actores de reparto de una novela citadina. “Los rivales dicen que no son futbolistas, que son actores. Pero cada vez sucede menos. El club al-

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canzó una notoriedad impensada, yo no puedo creer que cuando viajo me reconozcan como el presidente en un pueblito del interior del país. Sin la televisión todo sería mucho más difícil. Antes, íbamos a las otras canchas todos dispersos, con mucha suerte alquilábamos un micro escolar. Hoy, la empresa Flechabus nos pone un micro de dos pisos para llevarnos a jugar de visitante”, grafica Rolando Borosky, al frente del club desde hace ocho años. HITORIA DE UNA PASIÓN ARGENTINA Las dos primeras temporadas de Atlas, la otra pasión tuvieron a una figura notable, el técnico Retamar. Si hubiera que ubicarlo en un grupo de entrenadores, ocuparía un lugar destacado entre “los motivadores”, lista que ocuparían sin dudas el Bambino Veira, el Negro Marchetta y el Profe Córdoba. Cada vez que sus dirigidos entraban al vestuario en el entretiempo, Retamar –mediante una arenga desmedida-, planteaba la espectacularidad de una escena melodramática. La opacidad del vestuario, remarcando los contrastes entre luces y sombras, la mirada cabizbaja de los protagonistas, con el rostro batido con el maquillaje natural

del barrio y la música incidental, clave en situaciones extremas, fueron una polifonía de signos que pusieron el énfasis en la actuación. Retamar, tuvo un pasado como jugador en Leandro N. Alem, vecino rival de Atlas. “Es cierto que hay cosas que facilitan el trabajo del programa. Desde un primer momento intentamos separarnos del formato programa partidario, de hecho mis narraciones son sobrias, como si me escapara de la verdadera historia. El inconveniente es lo que genera eso en los rivales a partir de ver el programa en la televisión. ¡Los salen a matar, a los jugadores de Atlas! Lo mínimo es que los puteen de arriba abajo. Vi muchos jugadores de otros clubes que salen mal predispuestos. Piensan: ‘estos lo tienen todo, parecen jugadores de otra categoría’. A mí me lo han dicho. Y no se dan cuenta de que la esencia es la misma que los otros equipos de la D: chicos que se preparan, se sacrifican y sueñan como todos los demás equipos”. En aquel torneo de 2004, Atlas se quedó en semifinales y Alem, el otro club de General Rodríguez, ascendió a Primera C. Atlas se quedaba sin siquiera jugar con sus “primos”. Pero a no temer: las tramas intrincadas se inician con el fortuito quiebre de la armonía familiar.


PICADO

No soy de aquí ni soy de allá

Un arco en una localidad y el otro en la vecina. Semejante curiosidad es parte de las características del nuevo estadio del Espanyol, allí donde el Barcelona de Messi no pudo ganar en abril. Visitado por Maradona, ya entró en la categoría de rarezas del fútbol mundial. Lindo jaleo para los exaltados hombres de la estadística. ¿Dónde se ha jugado cada partido? Por PATRICIO NOGUEIRA

S

i San Lorenzo es verdugueado con ese cantito que pregunta maliciosamente “¿de qué barrio sos?” tras mudarse al Bajo Flores, ¿cuánto sufrirían los azulgranas si encima se hubiese levantado su nuevo feudo con media cancha en, por ejemplo, Vicente López y la otra mitad en San Isidro? Por más disparatada que parezca esta situación, de ella pueden hablar los hinchas de un club histórico catalán como lo es el RCD Espanyol de Barcelona. El club periquito tenía su viejo estadio de Sarriá desde 1923. Fue allí donde Argentina cayó ante Italia y Brasil en el Mundial 82. Pero las inmensas deudas llevaron a que en 1997 fuese dinamitado para vender el terreno. El exilio llevó al Espanyol a jugar al Estadi Olimpic de Montjuïc, sede principal de los Juegos Olímpicos de 1992. Rebautizado en 2001 como Lluís Companys, en homenaje al presidente catalán fusilado por el franquismo, es tan futbolero como una cancha de polo, con una gran pista de atletismo y una distancia abismal entre las tribunas y el campo. Si bien deportivamente no le fue mal al Espanyol en Montjuïc, pues ganó dos Copas del Rey y llegó a una final de la Copa UEFA, la frialdad del estadio y una cultura que, a diferencia de Italia, sí valora y necesita la casa propia, llevaron al presidente Daniel Sánchez Llibre a la búsqueda de terrenos para levantar uno nuevo en los alrededores de Barcelona. Finalmente consiguió un solar que pertenecía a dos municipios diferentes, dividido en partes casi iguales entre Cornellá y El Prat, ambas localidades del Baix Llobregat que lindan al sur de la capital catalana. Como el 51% del terreno corresponde a la primera localidad y encima la dirección oficial también es de ahí, se lo empezó a nombrar como de Cornellá, lo que motivó una protesta de las peñas pericas de El Prat por celos a sus vecinos. Los problemas para el Espanyol recién empezaban. Los terrenos se adquirieron en 2002, y los trámites burocráticos se tornaron interminables. El contexto político agravaba todo pues en España gobernaba José María Aznar del derechista Partido Popular, en Catalunya estaba Jordi Pujol, del autonomista Convergència i Unió, en Cornellá mandaba José Montilla, del Partit Socialista de Catalunya, y en El Prat gobernaba Lluís Tejedor, del izquierdista y ecologista Iniciativa per Catalunya Verds. Leandro Aguirre, ex director del periódico partidario Blanc i Blau sostuvo en su momento que “debe haber sido la única vez que en España se han puesto de acuerdo para algo tantos partidos políticos diferentes”.

Tras idas y vueltas, el pasado 2 de agosto el Espanyol inauguró su nuevo y hermoso estadio para 40.500 personas ante el Liverpool. A falta de un sponsor y sin acuerdo para ponerle nombre, se lo denomina Estadi RCD Espanyol, para no herir susceptibilidades. Es un recinto de última generación, con placas fotovoltaicas generadoras de energía, catalogado de elite por la UEFA, con un ambiente ideal para los futboleros y con una curiosidad: tiene un arco en cada localidad, lo mismo que los bancos de suplentes, pues el límite territorial corre casi como la línea del centro del campo. Si bien de la seguridad se encargan los Mossos d’Esquadra (policía catalana), el tráfico de los accesos al estadio está a cargo de las Guardias Urbanas que, al tener cada municipio la suya, dividen la tarea. Muchas veces se desvían coches de un distrito a otro, lo que produce escozor en los mandos de ambas ante diversidad de criterios y normas que vuelven locos a los automovilistas. El pasado 20 de marzo, el estadio perico fue visitado por Maradona, quien le comentó a Sánchez Llibre su admiración por las instalaciones. Después vio cómo el equipo dirigido por Mauricio Pochettino, un auténtico ídolo del club, derrotaba al Sevilla. Además de ellos, están Roncaglia, Forlín, Pillud, Cristian Álvarez y Nico Pareja, que le dan un toque bien argento al club de… Bueno, al Espanyol.

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Nacional y popular

Épica barrial, neorrealismo criollo y peronismo explícito en tres clásicos futboleros (pero del cine), a cargo de grandes directores (más Discépolo y el cameo de algunos cracks), en el querido blanco y negro que tan bien pintó a la Argentina. Por FABIÁN MAURI

PELOTA DE TRAPO

de Leopoldo Torres Ríos (1948) Nada debe pesar más en la conciencia del doctor Eduardo Lorenzo, Borocotó Jr. que ser el responsable de que el onomatopéyico seudónimo heredado de su padre se haya convertido en el argentinismo que describe el errático comportamiento de algunos políticos, cuyo máximo exponente está sentado, a la derecha, en el segundo sillón de la República. Ricardo Lorenzo, Borocotó, hizo célebre su apodo (inspirado en el repiqueteo de los tamboriles en las llamadas del carnaval de su Montevideo natal) alimentando de recuerdos, anécdotas y misceláneas la sección Apiladas que se publicó en la última página de El Gráfico por más de treinta años. También a su pluma debemos el guión del film que nos ocupa, dedicado a “todos aquellos que aún conservan en una vuelta de la oreja un poco de la tierra del potrero”. Durante la primera mitad, la película cuenta las aventuras de una barra de pibes pobres, cuya única fortuna es la pertenencia al Sacachispas, el cuadrito que fundaron pese a la desaprobación de sus mayores, que no ven con buenos ojos que sus hijos se queden hasta entrada la noche jugando en el campito con su pelota de trapo. Sospecho que toda la mitología futbolera acerca del estilo de juego argentino está fundada en esos primeros cuarenta minutos del relato. Con notable maestría, Torres Ríos dirige a unos pibes atorrantes puestos a actuar y consigue antológicas secuencias que recuerdan pasajes de Roma, ciudad abierta y Ladrones de bicicletas. Borocotó, de fuerte convicción cristiana, encuentra en la infancia idealizada el reservorio de los más nobles valores. Y

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como buen cristiano, también mete en la historia a la muerte, que llevándose al Flaco, que jugaba fenómeno, dará la pitada final para la edad de la inocente felicidad de los purretes del Sacachispas. Fundido a negro, obvio. El primer plano de un juvenil Armando Bo pre-Coca Sarli, a punto de patear un penal, nos desayuna sobre el paso de los años. Es Comeuñas, el capitán del Sacachispas, que creció y sigue jugando en los potreros. Allí lo descubrirá un viejo crack, malogrado por los excesos, que ve en el muchacho la oportunidad de redimirse y lo convence para que se presente a una prueba profesional. Habla con Guillermo Stábile, el verdadero, el Filtrador, el longevo entrenador del seleccionado argentino, que se interpreta a sí mismo. A los diez minutos, Comeuñas está jugando la final de un campeonato sudamericano contra Brasil en la cancha de River. Con Tucho Méndez y Capote De la Mata devolviéndole paredes. Bueno, es un film… Pero una vez más, cuando va todo viento en popa, la enfermedad y la muerte sobrevuelan y la trama se torna metafísica. Todo parece indicar que Comeuñas y el Flaco volverán a encontrarse en El Team del Más Allá. Me temo que, en beneficio del film, para estas secuencias Torres Ríos, con mucho tino, delegó la dirección en su primer asistente, su hijo, Leopoldo Torre Nilsson. Es notable el cambio que logra Babsy en el registro de la imagen. Ahora expresionista, con los claroscuros y los contrapicados, que serán su sello cuando se largue solo, le aporta a la discreta performance de Armando Bo la profundidad psicológica que necesita su personaje en ese trance. Un digno hijo de su padre Leopoldo. No como otros.


EL CAÑONERO DE GILES de Manuel Romero (1937)

Dos dirigentes de un cuadro grande de la Capital trajinan la llanura de la provincia de Buenos Aires, con la misión de descubrir un crack para reforzar el team porteño en el campeonato que está por comenzar. Un poco casualmente, presencian en San Andrés de Giles el exótico partido final de un torneo pueblerino. Llama su atención el desempeño del centrodelantero del Giles Fóbal Club que, aunque torpe y atolondrado, define el match con un cañonazo que rompe la red. Lo contratan. Hasta ahí una historia vagamente inspirada en el suceso popular de Bernabé Ferreyra, el Mortero de Rufino, tal vez el primer galáctico del incipiente profesionalismo argentino, por el que River Plate pagó a Tigre la suma récord de $35.000 para contarlo entre sus filas en 1932. En el film, el crack chacarero condenado al éxito es Luis Sandrini. Encarna un personaje más chaplinesco y punk que el melodramático y conservador que padeció nuestra generación en aquellos bodrios tales como El profesor Hippie o Los chicos crecen. De hecho, la patológica personalidad del jugador está atravesada por un suceso de su infancia que resultó determinante en su esquizofrénica manera de jugar al fútbol. No les voy a contar de qué va. Alquilen el DVD. Lo mejor de la película son los pasajes que guardan algún valor documental, las escenas de vestuarios donde aparecen como figurantes los jugadores de River Plate, vestidos con sus inmaculadas camisas blancas con la banda y el escudito redondo. Incluso el arquero Bossio, la Maravilla Elástica, y el back Minella recitan un par de diálogos con el energúmeno de Sandrini. Las panorámicas de la vieja cancha de River en la Avenida Alvear y Tagle, llena hasta la bandera, y los planos de sus adyacencias, los días de partido, son reveladoras de la potencia del futbol como fenómeno popular en los años 30. Es interesante observar que el discurso del film, frente al reciente profesionalismo, es siempre desconfiado y ramplón. La fotografía y el montaje son lo más flojo, muy por debajo de los estándares de calidad de una época en la que el cine nacional empezaba a ser una gran industria. Así y todo, en sólo 65 minutos, el director Manuel Romero, precursor del costumbrismo y primera espada de la Luminton, construye con la lógica y la dinámica de un comic clásico una cándida comedia de aventuras en la que hay hasta tiros, un secuestro y un héroe que escapa en aeroplano, se arroja en paracaídas y cae, ya vestido de jugador, sobre el verde césped en blanco y negro de Alvear y Tagle para marcar el gol del campeonato.

EL HINCHA

de Manuel Romero (1951)

Enrique Santos Discépolo escribe el guión de El Hincha para la Sono Film durante el apogeo del Estado de Bienestar del primer peronismo. Para esa época, el autor, célebre por su talento enorme y su nariz, había compuesto ya casi todas sus memorables letras de tangos. Su concepción fatalista de la naturaleza humana -“Uno está tan solo en su dolor” (Uno), ante “la indiferencia del mundo” (Yira, yira) que “fue y será una porquería” (Cambalache)-, su resquebrajada fe -“Aquí ni Dios rescata lo perdido”(Qué vachaché)- y su extrema desesperanza -“Yo vivo muerto hace mucho” (Desencanto)- eran el distintivo sello de su poética. Pero a finales de la década del cuarenta, Discépolo, en sintonía con los tiempos que corren, descubre que la realidad ya no es hostil y que la Patria de la Felicidad es posible. En El Hincha, el pulso de esa patria late en el barrio del Ñato. Interpretado por el propio Discépolo, el protagonista vive, como en un cuadro de Daniel Santoro, orgulloso de la dignidad que le da su trabajo en el taller. Cuida de su madre y de su hermana, comparte el tiempo libre con sus amigos del café y, tras un largo y casto romance con Diana Maggi, está a punto de casarse. Lo único que amenaza a esa armonía es el fantasma del Descenso. El cuadro del barrio, el Victoria Fútbol Club, cómodamente instalado en el fondo de la tabla, necesita ganar dos de los tres partidos que faltan para quedarse en Primera. Esa circunstancia, la posibilidad de volver a un pasado peor, moviliza al Ñato, que se pone al frente de la gesta barrial para intentar cambiar la realidad y salvar al equipo del descenso. Desconfía de los dirigentes, que venden a las jóvenes promesas del semillero a los clubes poderosos. Reniega de algunos de sus cracks que, ya casi veteranos, no sienten los colores y juegan sólo por el dinero. Combatiendo al capital, con el bastón de mariscal en su mochila, el Ñato está dispuesto a dar la vida por… el Victoria Fóbal Clú. La elegía no puede ser más peronista. En un pasaje, un oligarca que quiere quedarse con el mejor jugador del Victoria discute con el Ñato, que va vestido de overol y lo llama atorrante. “¿Atorrante? ¡Atorrante es usted! Yo soy un hombre de trabajo, mientras que usted y sus amigos viven del cuento y de la estafa”. Por suerte, todo termina bien. El cuadro se salva del descenso y, en un luminoso final, el Ñato, en primer plano fundido contra un fondo de tribunas colmadas grita: “¡Viva el Victoria Fóbal Clú!”, que es como decir Hasta la Victoria Siempre. Pocos años después, la metralla de la aviación libertadora apagará ese resplandor.

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PICADO

Metamorfosis apache

Carlos Tevez ha sorprendido a más de uno con sus permanentes cambios de look. ¿Se olvidó de sus orígenes en Fuerte Apache? Nuestra especialista en moda cree que lo de Carlitos está más vinculado a la necesidad de construir una imagen atractiva para los creativos publicitarios y para las chicas que a rebelarse contra su origen. Por CECILIA DI GENARO

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uién podría negar que las transformaciones y los cambios de look son, en sí mismos, un espectáculo que atrae a la monada. Y no solamente a las chicas interesadas en moda ni a los fanáticos de People&Arts. El universo del deporte es también una especie de circo sin animales –o algo así–, donde los jugadores pasan de ser héroes a bufones, sin escalas, y viceversa. Hay relatos que siempre emocionan y se reeditan en la realidad. Y Tevez es otro sponsor oficial de los Cenicientos, como lo fue Maradona alguna vez. De Fuerte Apache a las pasarelas londinenses –donde debutó como modelo en un evento para recaudar fondos para la lucha contra el cáncer, organizado por su club, el Manchester City–, el jugador mitifica desde el guardarropas hasta sus cortes de pelo, en un esfuerzo integral, que envalentona y regala esperanza de triunfo dentro y fuera de la cancha. Aunque si hay alguien que no se parece en nada a un modelo, ése es Carlos Tevez. Ortodoncia para tener una sonrisa Kolynos, cirugía para curar esas cicatrices que van desde la oreja hasta el pecho y que lo identificaban desde que era un bebé de 10 meses. Y, además, “empilcha lo mejor”, según aseguran los hinchas. ¿Qué es lo que importa? ¿La mirada ajena o la propia? Podrían ser ambas, y nadie lo acusaría de vanidoso –a quién no le importe gustarse y gustarles a los demás, que tire la primera piedra–. Pero las preguntas surgen porque el otro día un amigo fue a filmar un documental a su barrio de toda la vida –Ejército de los Andes, más conocido como Fuerte Apache– y se enteró de que esto de hacerse el tipo cool es visto por sus ex vecinos como un desprecio hacia sus orígenes. Yo, personalmente, creo que a todos los hombres se los mide por una misma vara: para ser un 58 UN CAÑO | MAYO 2010

traidor no importa el origen o el barrio. Se es o no se es. Así de simple. Lo digo especialmente por esa vieja justificación de que si venís de abajo se te permite cierta amnesia de clase. No digo que sea el caso de Tevez y, en todo caso, no va a ser un cambio de look lo que determine estas cuestiones. Sin embargo, y como alguna vez dijo Pancho Ibáñez, “todo tiene que ver con todo”. Mientras en la sobremesa se debate sobre si el Apache se olvidó de los amigos o si es verdad que se preocupó por licuar su linaje, Carlitos se prepara para la faena mundialista y todos los ojos están puestos en él. Por eso, ya cambió el peinado otra vez: se sacó el volumen savage, las trenzas cosidas, y se dispone a abandonar el podio del jugador más feo del horizonte internacional. Ojo, que así y todo, con las chicas no le va nada mal. Su primer romance mediático fue Natalia Fassi. A ella la siguieron varias modelos y chicas Playboy (Vanesa Carbone, Mariana Paesani, Vanesa Mansilla, entre muchas). Todas comparten el mismo paladar y el hecho de ser mujeres desprejuiciadas. Para ellas, sus cambios de look o sus polémicas facciones no son problema. Seguramente porque sólo es importante es lo de adentro… del bolsillo. El ex delantero xeneize se ríe, supongo. Sabe que está más cerca de cumplir con el arquetipo del fumador de paco que con el de perfecto galán, ¿y qué? Entonces se calza el look hiphopero/callejero/cuasi-villero –ese de bermudas amplias, buzo con capucha y gorrita con visera, que provoca panic attack en el típico muñeco de clase media cuando detiene el auto en un semáforo– y le factura unos cuantos millones a Frávega por bailar y cantar en un comercial de ritmos tropicales. Como en la obra esa No seré feliz pero tengo marido, me lo imagino a Tevez diciendo “no seré Brad Pitt, pero tengo efectivo”. ¿Y qué? Cada uno hace lo que puede. Esa frase no sé si la dijo Pancho Ibáñez, pero pónganle la firma porque es cierta.


PICADO

Cómo lograr un buen servicio (más allá de los courts...) Por ROSCOE TANNER

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o de la orca, en Orlando, siguió así: la oferta decía “buena paga”, así que no lo dudé y viajé a Estados Unidos. A todo esto, obvio, ya había leído las numerosas notas que hablaban de cómo Tilikum (¿Sabén qué significa? ¡Amigo! ¡Ja!) había terminado con su entrenadora, Dan Bransheaw, sumergiéndola en el fondo del estanque hasta ahogarla. Con esos antecedentes, puse mis reparos. Las autoridades del SeaWorld trataron de convencerme. “El accidente fatal nos creó mucha mala fama, Roscoe”, argumentaron. “Pero en nuestra convocatoria por mail hubo un mal entendido.” –No entiendo –dije. –Sí, lo que buscamos es un entrenador para nuestro nuevo delfín, Bipper. Eso cambiaba las cosas, claro. Ahí me envalentoné. Después de todo, un ex tenista de algo tiene que vivir. Y mi paso fugaz durante las vacaciones por Mundo Marino, en San Clemente del ToYou, me terminó de dar confianza. Pero la experiencia duró poco. En cuanto me acerqué al estanque para conocer a Bipper, me llamó la atención que no lucía la típica la eterna sonrisa que, desde Flipper hasta estos días, caracteriza a los delfines. –Sorry, pero este animalito de Dios está muy serio –le dije a la gente del parque acuático. –Es que está pasando por un proceso depresivo –me explicaron-. Justamente porque tardamos mucho en encontrar un entrenador que le permita salir a escena y actuar frente a los niños. –Boys, ustedes saben que lo mío es el tenis, y sobre todo una capacidad natural para detectar un buen servicio. Pero además de tristón, a este bicho lo veo muy gordo para ser delfín. A medida que yo seguía dudando, cada tanto Bipper irrumpía del agua, volaba por el aire y volvía a sumergirse empapándonos cada vez más en cada uno de sus chapuzones. La farsa se terminó con la siguiente aparición de Bipper. En su nueva voltereta por el aire todos pudimos ver una mole negra manchada de blanco. Para mi poca sorpresa, y tratando de contener mi calentura, les dije: –Como diría el Súper Agente 86, caben tres posibilidades: Bipper se puso smoking. Se disfrazó de pingüino. O ustedes me están tomando por un Charly. No sabían dónde meterse. Estaba claro que la gente de SeaWorld había intentado engañarme, y que el tal Bipper no era otra cosa

que una orca –Tilikum, obvio– pintada de gris metalizado. –Señores, puedo llegar a entender su desesperación por encontrar algún Charly, insisto, que se anime a jugarse la vida, pero la próxima vez ¡no usen pintura al agua, muchachos! No paraban de disculparse, y me aseguraron que se harían cargo de los gastos del pasaje de Buenos Aires a Miami, y a su vez no entendían eso de querer tomarme “por un Charly”. Les conté lo que en Argentina significaba ser “un Carlitos”, y de paso negocié pasajes, hospedaje y todos los gastos pagos para pegarme una vueltita por Augusta. Ver a Tiger Woods después de cinco meses de inactividad, y encima en un major como el Masters del saco verde, era de por sí un gran programa. Aunque, lo reconozco, mi gran expectativa pasaba por poder cruzarme, entre hoyo y hoyo, con alguna de las tantas chicas que desfilan por los medios jactándose de haberle agregado una mancha más al Tigre. Con semejante revuelo mediático, a Tiger no le iba a ser nada fácil concentrarse. Ni que hablar cuando el día de la primera vuelta el cielo de Augusta se vio surcado por esa avioneta Cessna con un cartel al viento en el que se leía: “Tigre, ¿quisiste decir Booty-isme?”. Un juego de palabras con booty, que en Estados Unidos significa nalgas, burlándose del anuncio de Tiger sobre sus intenciones de regresar a la práctica religiosa del budismo (como su madre), en busca de paz y equilibrio espiritual. No nos habíamos repuesto de la broma cuando una segunda avioneta mostraba otro cartel, esta vez con la leyenda: “¿Enganchado en el sexo? ¡Yo también!”. No sé por qué, empezaba a sentirme un poco identificado (sólo un poco, eh), cuando alguien me reconoció y me ofreció otro trabajo tan bien pago como poco convencional. La cosa pintaba arriesgada, es cierto, pero si había zafado de terminar habitando el aparato digestivo de una orca, por qué no probar en tirarme con paracaídas justo sobre el hoyo 18, abrazado a una muñeca inflable. Eso sí que resultaría más efectivo que los carteles. No puedo decir quién me ofreció el trato. Sólo diré que cuando finalmente me decidí, las autoridades de Augusta clausuraron el espacio aéreo hasta el final del torneo. Por cierto, ya que estoy aprovecho: VENDO MUÑECA INFLABLE. Como dicen ustedes, es gauchita. Y muy reservada. MAYO 2010 | UN CAÑO 59


“San Lorenzo es una religión”

Viggo Mortensen pasó por Buenos Aires para inaugurar una capilla cuerva construida con sus aportes. “Tiene que ver con una evangelización mundial. No importa el Dios que tenga cada uno. Sólo que sientan los colores”, le explica a Un Caño. Por DIEGO MARTINI

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omo si el entrevistado fuera un volante de creación belga, habilidoso, mañero, piola, cualquier desprevenido podría definir que “éste nació en Barracas” al escuchar hablar a Viggo Mortensen, aferrándose a la tan mentada picardía argentina que tanto beneficio y tanto daño nos ocasionó históricamente. Su pausado decir no delata tonada neoyorquina. Mucho menos danesa. Quizá sea por aquella experiencia de filmar Capitán Alatriste en España, luego de meses de hablar castellano puro o, seguramente, por sentirse un vecino de Boedo, que ésa es su misión en la vida, algo que salta a la vista al escucharlo cantar el sufrido tango Silencio, de Le Pera, en una conferencia internacional contra la guerra. Habitante de Nueva York, como también de Los Angeles, el actor no logra cortar el lazo que lo une al barrio que conoció de grande, porque por más que haya vivido en Buenos Aires durante 11 años (“en el centro”, recuerda), nunca lo había visitado hasta el 2003, cuando volvió a la Argentina por la difusión de El Señor de los Anillos. Entonces, tiene cuenta corriente en varias líneas aéreas para dejar todo y salir volando a ver jugar al Ciclón. O cantar en la fiesta del Centenario del club. O, como en este último caso, inaugurar la capilla de la Ciudad Deportiva, construida gracias a una donación suya. “Cuando estoy lejos,

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me cuesta, como a cualquiera. Si perdemos, me cuesta ir a trabajar”, intenta explicar, sintiéndose nativo argentino. –Al menos seguís lo que pasa con el equipo, ¿no? –Por Internet, seguro. También puedo ver los partidos por televisión. Cuando fuimos campeones en el 2007 estaba trabajando con ingleses y uno de ellos era hincha del Arsenal. Le dije que le íbamos a ganar al Arsenal argentino y empezó una linda charla futbolera. Y el director me decía que los argentinos son tramposos, pero en la cancha son incomparables, si no, no serían tan buscados. Pero así los ven, tratando de sacar ventaja siempre. Y aunque haya algo de cierto, para mí se tiene que valorar la calidad futbolística y también a la persona. Y la verdad es que a mí siempre me han recibido más que bien. Al final, estuvo buenísimo el partido y pudimos conseguir el título.

“Cuando estoy lejos, me cuesta, como a cualquiera. Cuando perdemos, no quiero ir a trabajar”.

–Pero vos te transformaste en el hincha número 1, la gente te adora. ¿No se da que te pidan cosas? Que compres jugadores, que inviertas en la vuelta a Boedo, como ya hiciste. –No. Nunca. Pero no estoy para eso. Lo bueno es que puedo ayudar en algunas cosas. Además, hay mucha gente que sigue luchando para que poco a poco se regrese a Avenida La Plata. Y, obviamente, estoy a favor de los esfuerzos por la repatriación. Pero aunque no hay que olvidar de dónde venimos, no hay que menospreciar el lugar al que hemos llegado. –Por eso la Capilla nueva en la Ciudad Deportiva. –Puede ser, aunque tiene mucho que ver con una evangelización mundial. Eso es lo mío. El que me quiera escuchar, bienvenido sea. Siempre trato de hacer hinchas en todo el mundo. Y queremos que los que vayan a la Capilla lo hagan sin que importe el Dios que tengan. Sólo que se sientan bien y que sientan los colores. –Sos católico, pero ¿sos de ir a misa? –Muy poco. En ocasiones como ésta, pero me gusta estar conectado de alguna manera con la religiosidad, creo que es importante. De hecho, pedí permiso varias veces para que me dejen poner en la Capilla el cuervo que creó un artista norteamericano, que quizás pueda ser tomado como una muestra de la era precristia-


na, algo hereje. Pero hay que tomarlo con sentido del humor. –Pero San Lorenzo es casi como una religión para vos. –Lo es. San Lorenzo es una religión. Ahí está el punto: Viggo intenta convencer a los demás de que una mirada positiva es lo mejor ante cualquier contingencia. Amén del análisis de la pésima campaña de San Lorenzo en este Clausura, siempre está atento a que la

bandada de cuervos no se desbande. Incluso desde su sitio web (www.percevalpress.com) donde defendió a Migliore cuando los hinchas lo criticaban porque va a los partidos de Boca como fana que es. “¡No sean boludos intolerantes! Los Cuervos somos más grandes que eso de castigarle a un jugador por ir a ver un partido de fútbol. Y Migliore no tiene que dar ninguna explicación”, arengó desde su tribuna web. Justamente en ese portal ya está trabajando para ir asumiendo el

physique du role en su nuevo emprendimiento cinematográfico: la vida de Sigmun Freud, que se llamará The Talking Cure y será dirigida por su amigo David Cronenberg. En percevalpress.com, Viggo subió los perfiles de varios futbolistas de primer nivel, incluyendo a algunos de San Lorenzo, claro (entre ellos, el de Mirko Saric, en un nuevo aniversario de su fallecimiento). De ahí la barba tupida (“encarno a Freud cuando era más joven que en la imagen que todos conocemos: a esa altura ya estaba muy enfermo”), que da pie a la consulta acerca de si su San Lorenzo es un caso para diván: “no creo. El equipo tuvo mucha mala suerte, pero tiene jugadores con mucha capacidad. A pesar de todo sigue siendo un orgullo ser cuervo”. –En uno de tus viajes contaste que le habías puesto a Cate Blanchett la bandera azulgrana sobre su vientre embarazado. ¿Hay un nuevo cuervito? –Je, no sé. Tengo entendido que ya fue madre, pero no pude charlar con ella. Ojalá que no se olvide de eso. Lo más importante es seguir haciendo hinchas. –¿Y se viene algún actor famoso para ver al Ciclón en tu próximo viaje? Un Pacino, o Stallone... –No creo que Sylvester sepa mucho de fútbol, aunque recuerdo esa película que hizo con Pelé, Ardiles... (risas). Con paciencia, Viggo Mortensen atiende cada pedido de los hinchas de San Lorenzo, que se desesperan por una foto con él o por una firma. Y él se saca la careta. Porque se siente más cómodo en el rol de par de cada cuervo que lo pretende. Entonces, como si hubiera nacido en Barracas, a más de uno le recuerda que él es Guido. ¿Qué? Así lo bautizó el Bambino Veira hace un tiempo y el propio actor hasta firma textos con ese nombre, preparándose para cuando le toque volver al país que lo cobijó entre 1958 y 1969, cambiándolo para siempre, inoculando en su sangre el virus del mateador adicto y del cuervo más furioso. “Siempre recuerdo que los Matadores fueron campeones, pero yo ya había elegido antes a San Lorenzo. Eso sí, no sé por qué”, atina a contar. Y, Freud, al fin, diagnostica: “es amor; simplemente eso”.

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Tirame una tabla

Pregunta del Manual del Hincha Sabelotodo: ¿alguna vez River y Boca estuvieron a punto de irse al descenso? Para los menos memoriosos, esta bonita remembranza de Alejandro Fabbri, siempre atento para tapar cualquiera de nuestras discusiones de cafetín. Los del Rojo también pueden sacar pecho. Por ALEJANDRO FABBRI

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o resulta nada raro que en cualquier oficina, en cualquier universidad o escuela secundaria, en el bar o en un lugar donde se junten los futboleros de ley, las bromas de hoy sean cada vez más pesadas. Primero, chistes y después, alguno que tararea la musiquita con que se identifica al fútbol del Nacional B. O que un hincha de Huracán o de Racing o de Chacarita (da lo mismo) diga bien fuerte: “y, alguna vez les tenía que tocar. ¿Tenían coronita? Ahora aprendan a sufrir”. Y enseguida llega algún insulto. La víctima, en general, está en el centro de las cargadas de amigos y ocasionales participantes de una reunión. La víctima es, hoy, de River. Es que el cuadro de la banda roja, el equipo que ganó más veces un torneo de Primera, el que ganó más partidos en la historia y metió más goles, arrancará último en la tabla de los promedios para la temporada 2010/2011. Un hecho histórico. Nunca antes River había quedado tan comprometido, ni siquiera en el amateurismo. Llegó a Primera en 1909 y no se fue más. Al contrario, lide-

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ra la tabla de éxitos deportivos. Ni River ni Boca ni Independiente han sufrido un descenso en sus largas y fructíferas historias. Sin embargo, han tenido momentos difíciles, pero poco emparentados con la lucha por mantener la categoría. De los tres, River ha sido el que nunca había pasado por una situación como la que vivirá en la próxima temporada. En sus campañas apenas puede mencionarse un puñado de malos tragos. En el Metropolitano de 1982, que ganó Estudiantes de La Plata con 54 puntos, River finalizó en un insólito décimo puesto, con 34. Y además, sexto entre los ocho equipos de la zona A del Nacional 82. El plantel de River había sufrido el alejamiento de varios campeones mundiales –Fillol, Passarella, Juan José López y el Beto Alonso–, mientras Mario Kempes regresaba al fútbol español. Años de crisis económica y de poderío cada vez más menguado del presidente Rafael Aragón Cabrera y su socio, el todopoderoso marino Carlos Lacoste, hombre fuerte de la última dictadura militar. Cuando se suponía que River mejoraría, llegó lo peor: penúltimo en el Metropolitano de 1983, con raquíticos 29 puntos, superando al modesto Racing cordobés por dos puntos, y quedando a salvo del mayor papelón de su historia: ser último en un torneo largo. Aquí hay que hacer una aclaración sencilla y práctica

para terminar con una leyenda instalada desde hace tiempo, que se transformó en una mentira de las que abundan en el fútbol argentino. Los promedios se establecieron para ese torneo Metropolitano de 1983, con la suma de los puntos obtenidos en las dos últimas temporadas. River reunió 63 puntos contra 60 de Nueva Chicago y 58 del Racing Club, que fueron finalmente los dos equipos que descendieron. Es decir, los promedios se pusieron un año antes del resultado final de la temporada de 1983 y no después. River salió penúltimo porque sus jugadores y directivos contaron los porotos y advirtieron que estaban a salvo de Chicago y la Academia de Avellaneda. Así de simple. De ahí hasta hoy, apenas se pueden mencionar el décimo puesto del torneo 1986/87 (mientras los titulares ganaban la Copa Libertadores), alguna mala posición en los primeros años noventa, repletos de títulos, y los últimos años. Veamos: décimo en el Clausura 2005, decimocuarto en el Apertura 2007 y, el colmo de los colmos, último con Diego Simeone como entrenador en el Apertura 2008, después de haber sido campeón con el mismo entrenador. La flojísima campaña de esta temporada alimentó apenas el promedio, y por esa razón los fantasmas se corporizaron. Por primera vez, hay que mirar la tabla adicional y usar la calculadora. Y a dejar lujos y recuerdos gloriosos en el armario por un rato. Los otros dos invictos en descensos pasaron lo suyo y tuvieron dosis de dramatismo para conservar la categoría. En


el caso de Boca, lo más grave le ocurrió en el campeonato de 1949, cuando recién en la última fecha pudo zafar del cadalso. El octavo puesto en 1948 había sido un aviso, y el torneo siguiente fue una cruda realidad. Boca terminó con 27 puntos, los mismos que Tigre y uno apenas por delante de Huracán y Lanús, que debieron desempatar para definir el único descenso. Aquel Boca hizo papelones importantes: arrancó perdiendo con Independiente y, con cinco fechas jugadas, apenas tenía un punto, gracias a un pálido empate ante Ferro en la Bombonera. El libro de pases de la AFA se mantuvo abierto durante toda la primera rueda, y los dirigentes boquenses movieron cielo y tierra para seguir trayendo jugadores, mientras el equipo seguía perdiendo puntos. En el medio del torneo se incorporó la célebre dupla ofensiva de Chacarita, compuesta por Campana y Busico, y para la última fecha de la primera rueda llegó el centrodelantero de Vélez Juan José Ferraro, adquirido en una cifra record para la época: medio millón de pesos. Lanús, que perdía 3-0 con Boca, lo dio vuelta espectacularmente y se quedó con un 4-3 memorable donde brilló

Carlos Lacasia, futuro crack de Independiente. Así, la primera rueda se fue con Boca último, en soledad, con miserables nueve puntos. La segunda rueda le permitió recuperarse al punto de ganarle el clásico a River (subcampeón), y llegó a la última jornada teniendo que vencer a Lanús en la Bombonera para quedarse en Primera. Hubo goleada y fiesta en la casa boquense, porque fue un 5-1 mortífero, con dos goles de Campana, uno de Ferraro y celebraciones varias. Aquella fue su peor campaña, salvada con lo justo. En los últimos sesenta años apenas se pueden mencionar la pésima campaña desarrollada en el Metro de 1984 –decimosexto entre diecinueve equipos–, en medio de la más pavorosa crisis económica que vivió Boca. Después, decimotercero en el Apertura 94, y los últimos papelones, con el puesto 15 en el Clausura 2005 y el 14° lugar en el Clausura 09. Como verán, nunca ni cerca del descenso directo, salvo en 1949. La historia de Independiente es similar a la que ha vivido Boca. En los primeros cuarenta años de profesionalismo, lo peor fueron dos novenos puestos, en 1942 y 1949, y el decimotercer lugar en 1965, mientras jugaba la Copa Libertado-

res y no había descensos. Repitió la posición diez años después, en 1975, con otra Libertadores en el festejo. Hubo un flojísimo puesto 14 en el Metro de 1980, cinco puntos por arriba del descendido Quilmes. Con los promedios nunca sufrió apuros. Ha demostrado, en los últimos veinte años, que su especialidad no son los torneos cortos. A pesar de los títulos conseguidos en el Clausura 94 y Apertura 02, es muy poco para un grande como el Rojo, con 37 campeonatos cortos consecutivos. Encima, los peores puestos fueron en la primera década del nuevo siglo: Independiente fue último en el Clausura 2002. Pero, claro, el promedio nunca lo inquietó. Y no sufrió el mal de la calculadora. En suma, River e Independiente han quedado últimos alguna vez. Boca, nunca. Sin embargo, los xeneizes tienen la peor marca: estuvieron a un punto del descenso, una situación que no sufrieron ni los millonarios ni los de Avellaneda. Nos espera un 2010/2011 movidito, con el bajo promedio que será una realidad para el equipo de Cappa y de Passarella. ¿O la historia será testigo de una resurrección?

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No se aceptarán cartas que excedan los 1000 caracteres.

Asunto: PROYECTO PROPIO De Eduardo Díaz Me tomo el atrevimiento de pedirles un permiso que –doy por descontado– para agregar una enlace hacia su pagina de un humilde blog que hemos hecho con amigos: http://manoinquieta. blogspot.com/ Sé que deben recibir muchísimos correos y no es mi intención que lean justamente este, así que de última sabrán que hay un blog que admira el contenido y a los escritores de esa revista, la que nos ha inspirado para emprender este proyecto.

Asunto: DEBATE CON BUENA ONDA De Matías Fernández No quiero polemizar ni crear un mal clima en la revista. Soy de Banfield desde la cuna, lo he seguido a lo largo de mis casi 30 años y conozco la parte de nuestra historia que contó Fabbri hace unos números. Me cayeron mal las líneas escritas por Juan I. Isern, donde nos acusa de haber comprado partidos en el anterior torneo. Ustedes (los de Newell´s) no tienen la necesidad de ensuciarnos para destacar sus virtudes. Dimos la vuelta por méritos propios y ustedes batallaron dignamente. No necesitan de eso para dejar en claro que son más grandes o importantes. Te propongo que, a la hora de ensalzar a tu club, cites la lucha de la gente leprosa genuina para recuperar el club tomado luego de la penosa gestión anterior. Ese es un logro que vale más que los títulos y no muchos pueden darse el lujo de inflarse el pecho con eso. Nosotros hemos salido campeones, pero nuestra dirigencia deja mucho que desear, y por momentos parece querer imitar a la anterior conducción leprosa y eso es horrible.

Asunto: PURA EMOCIÓN De: Francisco Delfino Mis recuerdos de pibe que pateaba la pelota, relatando como “el hombre de la radio”, todavía perduran. Muchos soñábamos con salir al verde césped para que esa voz nos nombrara e hilvanara algún relato memorioso que llegara a millones de personas. Pasó el tiempo y no fui futbolista, pero ese hombre sigue allí, emocionándome como siempre. Cábala desde el jardín, ésta ha consistido en encerrarme en mi pieza, radio mediante y dejar que el partido lo dibuje él con su voz. Rito impuesto por mi hermano, no sabíamos que hacer contra Brasil en el 90 y para no ver más el baile que nos estaban pegando nos fuimos a escuchar la radio a la pieza. Más allá de comerme alguna puteada de mi viejo (porque el audio de la radio va primero 64 UN CAÑO | MAYO 2010

que la TV) sigo fiel a la tradición. ¿Cómo olvidar su relato de los penales contra Italia, o el “¿¡Gardel está vivo!” contra Grecia, o los ta-ta-ta de algún gol? Hoy he tenido el gusto de conocer a Víctor Hugo Morales. Ante mi temblequera al saludarlo, desenfunde Un Caño y le pedí un autógrafo. Al no poder hacerlo sobre la tapa, la abrió al azar y firmo adentro. El título de la hoja preguntaba “¿Cuánto dura el sueño del pibe?” Al instante comprendí que algunos duran por siempre.

Asunto: ROJO HASTA LA MUERTE De Juan Ignacio Ernesto Ante todo quiero felicitarlos por la revista que devoro (hace tiempo ya), ávido como un águila espera a su presa. Tanto es así que la periodicidad de la revista hace que el mes me quede tres semanas corto. Quería también felicitar la diversidad de opiniones, y la profundidad con la que toman cada uno de los temas que encaran. Muchas veces, obviamente, me encuentro en el disenso pero ¿qué más lindo que eso…? El poder encontrar nuevas opiniones (incluso algunas que uno no había siquiera pensado) sobre este hermoso deporte que amamos. Bueno, basta de elogios y un tironcito de orejas: ¿Para cuando alguna notita de los rojos de Avellaneda? Estamos un poquito olvidados. Ya pasaron los primos de Núñez, los de la boca y los hermanitos de Avellaneda, pero los colorados aun no.

Asunto: ¿PARA CUANDO? De Leandro Javier Vaquila Buenas cañeros… Quisiera saber cuando se la van jugar posta y van tocar temas como las tranzas de los representantes, empresarios, técnicos. Estoy hablando de una cosa que es obvio en el fútbol, pero no se dice de frente: el tema del pago de dinero o la cesión de porcentajes de pases para clubes o técnicos para poder debutar o jugar seguido en un club. Claro ejemplo, Passarella llegó a River y le pidió a San Martín porcentaje de su pase si quería ser el titular (no había un 5 titular inamovible, y se probó a Méndez, Lima y Ahumada). San Martín se negó y no volvió a jugar más en la vida, y así Ahumada, eterno suplente, empezó a jugar todo los partidos con sorpresivos buenos rendimientos. Después Passarella se jacta de haber promovido tantos juvenile$, ¿será que debutaron tantos porque el que pagaba podía, además de tener o no condiciones? Muy buena la revista, mis saludos y admiración! Un caño: El tema de la corrupción de algunos entrenadores es recurrente en las reuniones de sumario. Pero se nos complica hablar con fundamento. Vos mencionás a Passarella y eso que decís es incomprobable, al menos por ahora. ¿Qué hacer al respecto? ¿Sumarnos al coro de irresponsables que dicen cualquier cosa o esperar tener una historia bien armada para ser presentada? Optamos por lo segundo.


Asunto: SOBRE EL DUEÑO DE LA PELOTA De Miguel Arnauty

La nota que se le realizó a Aníbal Fernández deja en claro dos puntos centrales. Siempre se dice que en un reportaje es imprescindible que el entrevistado se suelte y hable para que diga lo que incluso no debe decir, o se muestre tal es, como ocurrió en este caso. Detallo mi opinión: 1) Dejó en claro que haría lo imposible para que Quilmes ascendiera (cuando dice remar en el dulce de leche), y hoy el equipo del sur gana partidos discutidos, con fallos cada vez más polémicos. Incluso en el partido que perdió con All Boys le dejaron un jugador en cancha (Meza Sánchez) cuando el árbitro debió expulsarlo a los 20 minutos de juego. Collado, otro buen alumno del poder de turno, ante Defensa se mostró muy duro con los jugadores del Halcón pero no con los de Quilmes. Una pena, porque el equipo de Ghiso merece ser campeón de otra forma ya que tiene equipo para ser unos de los ascendidos. 2) ¿Cuál es la ideología de este seudopogresista de Aníbal? Estuvo con Duhalde, no se pone colorado en decir que apoyaría al gallego De la Sota, todos de la derecha del peronismo. Y sin embargo ahora esta en un gobierno “progresista y popular”. Mmm… qué raro es el jefe de gabinete con que autoridad moral crítica a Pino Solanas. Don Aníbal es más bien un hacedor de ideologías difusas. A esta altura sólo me da la sensación de que su ideología es tener poder para, entre otras cosas, hacer que su equipo –oh casualidad– se encuentre en la punta del campeonato.

Asunto: ERA UN CHISTE… De Lic. Dario Mendelsohn

Soy lector de la revista desde octubre de 2005, cuando los descubrí al ser consultado para la nota “Dejen tranquilo a fasola”. Hace 20 años que trabajo en el futbol y ya he sido psicólogo de 11 planteles profesionales. El motivo de mi mail es la nota “ Todos atrás y Freud de nueve” escrita por Pablo Cheb Terrab, donde lamentablemente (aunque probablemente sin intención, pero con desconocimiento de qué es la psicología del deporte) el autor menoscaba la función del psicólogo, afirmando por ejemplo “...Desde el diván el gran Américo estuvo expuesto a un experto en tácticas ofensivas que diseñó sus estrategias partido a partido. Todo tiene sentido. Fue el psicólogo el que interpretó los esquemas defensivos de Argentinos juniors. El que sugirió la dupla de enganches con Silvera de único delantero, el que rescato a Guiñazú y a Castagno Suárez, el que hizo rendir al burrito Ortega, el que se adapto de inmediato al futbol mexicano (vía telefónica las sesiones continuaron, obvio...”.

Somos muchos los profesionales que venimos trabajando en el futbol desde la psicología del Deporte, y comentarios como los mencionados, y en una revista que legítimamente goza de un prestigio creciente, lo único que logran es fortalecer las resistencias del mundo futbolístico hacia los psicólogos. Un caño: Aceptamos tu opinión, como te imaginarás. Pero nos parece que no entendiste que el “Quinto Whisky” es un chiste…. Nadie de los que hacemos esta revista pensamos que lo que escribió Pablo es serio, como tampoco pensamos que Maradona está muerto o tantas otras tonterías que desarrollamos cuando, justamente, bebimos un poco más de la cuenta.

Asunto: FUNEBRERO ENOJADO De Javier Ríos Soy hincha del funebrero y les quería comentar algunas cosas. La primera es que espere tres días desde la ultima derrota de Chaca (hasta el momento el 0-3 contra Newell’s) para ver si se me pasaba un poco la calentura, pero no se me pasa. Dicha calentura esta provocada por dos factores fundamentales: los jugadores y los dirigentes. La bronca con los primeros es por la falta de interés por el equipo. Esta claro que, cualquiera sea la suerte de Chacarita, Vismara, Morales, Parra y Echeverría (entre otros) van a seguir jugando en Primera. Después de mostrarse contra Boca, les importa un bledo la suerte del funebrero. Basta verlos deambular por la cancha con la misma actitud de zombis aunque vayan ganando, empatando o perdiendo. Intencionalmente o no, tienen la cabeza en otra parte, y saben que el único que pone en riesgo su laburo, partido tras partido, es el DT. Qué impunidad que tienen los jugadores. Con los dirigentes la bronca es otra, porque echaron a Gamboa (29 puntos en 24 partidos) que es un técnico que mandó el equipo para adelante contra viento y marea y pretendía morir con la suya, contrariamente al travestismo cotidiano en nuestro querido fútbol. Claro está que los jugadores y su falta de actitud ayudaron para la salida del Negro. Cada vez estoy más convencido de las pocas ganas que tenían los dirigentes de ascender, en pos de terminar la cancha para quedar “en la historia del club”. Espero que no queden en la historia por ser los que iniciaron un proceso nefasto que termino con Chaca en la primera C. Este último párrafo estaba destinado a elogiarles la revista, pero la bronca me nubla la mente y solo me queda por decir ¡Aguante Pablo Llonto! PD: espero que se hagan fans en Facebook de la pagina “Diego Bonadeo, un gran periodista deportivo censurado por los monopolios” MAYO 2010 | UN CAÑO 65


Asunto: LA CUESTIÓN MESSI De Carlos Neri Me interesa compartir con ustedes una reflexión relacionada con lo que podríamos llamar “la cuestión Messi”; entendiendo por “cuestión Messi” a la proliferación de juicios de valor muy contradictorios en relación con el rendimiento del joven futbolista en la Selección Nacional. No me voy a detener en los éxitos obtenidos con la celeste y blanca (por ejemplo medalla de Oro en JJOO o torneos Juveniles) ya que el debate me parece más adecuado plantearlo desde el punto de vista conceptual. La principal crítica que se le hace a Messi es que no rinde en la selección de Maradona con el mismo nivel que lo hace en el Barcelona. Mucho se ha hablado y son varias las explicaciones que se han dado. Pero me parece que hay un asunto sobre el que nadie ha reflexionado aún o sobre el que no se ha reparado. Muy simple, ¿no habría que preguntarse cuál es el jugador que juega mejor en la selección nacional que en su club? Ninguno. Demichelis juega mucho mejor en el Bayern que en la Selección Higuaín brilla en el Madrid y no en el equipo de Diego. Tevez es casi venerado en el City y en el equipo nacional alterna regulares con malas. Verón es el centro de gravedad de Estudiantes y en la selección es sólo una pieza importante de a ratos. Mascherano se destaca en su equipo mucho más que en este último tramo en la selección mayor. Ottamendi se puso la camiseta argentina y le temblaron las piernas. Y así podríamos seguir con el recorrido y se repetiría el balance. Pero sólo en Argentina se discute a Messi. En todo el mundo se lo elogia. En algunos sitios es casi una deidad. En Argentina se lo descuartiza. ¿Se imaginan qué pasaría si Messi fuera brasileño?... Pues yo no lo quiero ni pensar. La realidad es que habrá que esperar que Maradona tenga un tiempo de trabajo con el plantel, que se conozcan más, que convivan, que aprendan a construir un grupo sólido, que entiendan lo importante que es la solidaridad y lo bien que viene ayudar a que el compañero explote todas sus posibilidades en beneficio de todos. En definitiva que crean en el objetivo y se den cuenta que representan los sueños de todos los futboleros que no pudimos llegar hasta allí. Debemos tener fe en que esto sucederá y entonces tal vez podamos ver al mejor Messi, y al mejor Demichelis, y al mejor Higuaín, etc. ¡Al mejor equipo! Sólo hace falta que baje el nivel de endiosamiento personal que cada uno de estos muchachos vive producto de la maquinaria comercial que gira en torno a ellos. Si eso se logra y se acuerdan de cuando el ruido de la pelota y el olor del potrero era el telón de sus sueños, seguramente no habrá quien los pare. Y menos a Messi. Un caño: Esperemos que te guste la producción que hacemos en esta revista. Creemos abordar el tema desde varios ángulos.

Asunto: CUENTO PARA UN CAÑO De Felipe Olivari Vargas El motivo de este mail es simplemente felicitarlos por su segundo ciclo, ya que soy seguidor suyo desde los primeros números en el 2005 y conservo los ejemplares viejos en mi biblioteca como material de archivo. Me puse muy contento cuando vi Un Caño de regreso en los kioscos de diarios y eso me inspiró a escribir un cuento que narra mi pasión por la clase de periodismo que reflejan en cada número. Un caño: El cuento lo tiene Llonto. Él decidirá si se publica. Igual, desde ya, muchas gracias.

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Asunto: MURALISTA De Christian Fernández Glazer Hola a todos, soy Christian Glazer, artista plástico. Soy quien realizó el mural de Evita en el barrio de Mataderos el cual salió de fondo en la nota “Marcha presa” del número 24 de Un Caño. Les escribo para presentarme y contarles un poco sobre quien soy y lo que hago. El mural lo realice con motivo de la declaración a Evita como “La Mujer del Bicentenario” siendo éste el titulo del mural. El mural está pintado sobre una de las paredes del Club Cárdenas de Mataderos el cual se encuentra frente a la cancha de Nueva Chicago. En el club seguimos con ese legado peronista del barrio que mamamos desde la cuna: ayudar a los que menos tienen y nuestro objetivo es abrir sus puertas para que los pibes no estén en la calle. Vivo en Lugano, soy hincha de Chicago y estoy aferrado a todas estas historias de los barrios de Mataderos y Lugano como la que cuentan en la nota. Esto es lo que me motiva a realizar estos trabajos como artista del barrio. Les cuento también que estoy realizando distintos murales dentro del estadio de Nueva Chicago y esto lo hago sin cobrar un mango. Simplemente por esas cosas que llenan el alma y por el orgullo pertenecer a un barrio, a un club y a una historia de vida.

Asunto: DESCANSAR EN LA MEDIOCRIDAD De Javier Blanco Horas después de la derrota de River a manos de Newell’s y horas antes de la de Boca frente a Colón, un quemero en la oficina me dijo, en mi nueva condición de sufrido hincha gallina: “decí que, por lo menos, los bosteros están igual que ustedes”. En realidad, creo que justamente ahí, radica uno de los problemas de River. Y uno de los problemas de Boca. Ambos descansan en la mediocridad del otro. Si no fuera por la preocupación con los promedios que empieza a asomar, esto se tomaría como una desagradable etapa de transición: al fin y al cabo, no se puede pelear el campeonato todos los años y mucho menos salir campeón. En tanto y en cuanto salga campeón cualquier otro equipo que no sea Boca, al hincha de River no le cambia nada. Absolutamente nada. En forma inversa, estoy convencido que gran parte del campeonato logrado por Banfield se debe a los recientes laureles de Lanús. Yendo más allá, tal vez que Racing haya sido el primer equipo argentino campeón de América y del mundo, preparó el camino del Independiente Rey de Copas. O quizás, la no obtención de la Copa Libertadores por parte de San Lorenzo, tenga su origen en la falta de copas internacionales de su tradicional rival. Sería algo así como “dime quién es tu enemigo y te diré quién eres”. Dicho esto, no deja de ser curioso que cuando me alegro ante una derrota de Boca, la misma pueda indirectamente repercutir, en forma nociva, en el club de mis amores. Pero aún así, cómo evitarlo.


Reproducimos el debate que se produjo entre los lectores por la última tapa de Un Caño. Ininteresante. Aclaración: no corregimos los textos. Salen tal como fueron publicados. Diego Castiñeiras Primero los quiero felicitar por la gran revista que están haciendo, soy un fan sin participación hasta ahora y coincido en muchísimos de los informes por ustedes publicados. Y aprovechando mi inspiración (limitada por cierto) quiero hacer referencia a la negativa de “el gran Victo Hugo” para relatar el mundial por la TV Pública. Se me ocurrio realizar una campaña para convencer al maestro de que reemplace al “impresentable relator del pueblo” vía facebook, twitter o lo que fuese. Todos sabemos de la honorabilidad de Morales y que sus afinidades en ciertos temas con el gobierno nacional no fueron en pos de nada. Por lo tanto no debería haberse sentido mal al aceptar el ofrecimiento por parte del canal estatal. Aunque ya estamos a un paso, yo mantengo mis esperanzas de tener un mundial con señal digital y Víctor Hugo en los relatos. O quizás sea otra de las similitudes de la historia y tengamos que ver una genialidad del nuevo barrilete cósmico con el audio editado como ya estamos acostumbrados a ver al “D10S”... Ver más Desde ya muchas gracias por leer mi carta, saludos a todos los que participan de la revista y muchos éxitos!!! El 07 de abril a las 13:01 · Eliminar · Denunciar Néstor Hernán Aranciva ...gracias por la nota del impresentable de ARAUJO...es lo mismo que pienso cada partido que el transmite...ademas de estar secundado por un tipo como “Jr”...persona tan oscura como el gordo muñoz....que supieron arrastrarse en cuanto gobierno defacto y democratico hubo....por un FUTBOL SIN ARAUJOS, NIEMBROS Y CLOSS....!!! La revista como siempre esta muy buena...gracias por demostrar que puede hacer periodismo en serio sin amiguismos ni favores por detras..!!!! El 04 de abril a las 17:53 · Eliminar · Denunciar Sergio Butvilofsky Hola gente les queria comentar que la empece a leer desde que salio en esta segunda etapa y por que escriben periodistas al cual les interesa el futbol como espectaculo faltaria el Ruso Verea, Bonadeo x 2 me gustaria que se sume Gambetita La Torre bueno se dan cuenta por que estoy tan contento de leer esta revista Mi unica critica siempre... Ver mas constructiva es que me gustaria que se hable un poco mas de futbol recuerdos, entrevistas, etc por que mas alla que no me lo banco a Araujo desde hace mucho tiempo no vale la pena perder varias hojas en este payaso en las cuales podrian haber cosas mas interesantes, gracias. El 13 de abril a las 21:07 · Eliminar · Denunciar Luciano Scordato no salia el martes? como los dejo Victor Hugo hacer una tapa que no hable bien del gobierno? no se kirchnerisen... no quiero la un caño para todos... El 31 de marzo a las 15:07 · Eliminar · Denunciar Pablo Perez ah bueno luciano... CRITICAS A VICTOR HUGO... jajaja quien sos?? quien te crees que sos? “no se kirchnerisen’’? jaja me das pena luciano me das pena El 31 de marzo a las 16:09 · Eliminar · Denunciar

Nicolás Hernán Giacovino Victor Hugo es un procer, por favor no confundamos objetividad, principios y honestidad intelectual con servilismo camaleónico con el gobierno de turno, acusación espurea llevada a cabo por una oposición recalcitrante y fanática de las casas de brujas... Gracias por tanto! El 31 de marzo a las 22:19 · Eliminar · Denunciar Luciano Scordato Pablo, quien soy? una persona, por lo cual con respeto puedo opinar, te doy pena porque pienso que VH no es el de antes? Compro la revista desde la primera de la primer etapa, hasta cree un foro para que volviera, lo de Kirchnericen, si lo pusiste porque lo escribí mal, Ok, me rio yo también!, y como lector, creo tener derecho de dar mi punto de... Ver más vista!, puedo Pablo? me dejas? A VH lo sigo desde que que estaba en 7mo grado, en mi forma de pensar, yo YO repito! Yo lo noto diferente! Entiendo que su diferencia con Clarín que dista de tanto tiempo, hoy lo encuentra victorioso, gracias a que la AFA transo con el gobierno y dejo TYC, pero no por eso tiene que salir a los abrazos con marioto y defender a K, y si hice el comentario del Miércoles, es porque siempre crei que VH, el Ruso Verea, Llonto, Iutch, D. Bonadeo, y hoy Matías Canillan y Latorre, son los únicos tipos a los que le creo, y puedo fumarme todo el programa sabiendo que no me quieren vender humo...., igual reconozco, que mi reacción fue muy poco pensada y lo puse en caliente, tendría que haber esperado un poco mas, y ver como viene la revista, o mejor optar por la opción de Nicolás que es mas sana y razonable! El 01 de abril a las 22:53 · Eliminar · Denunciar Nicolás Hernán Giacovino Celebro la diversidad de opiniones y su discusión mientras sea de forma cordial y con fundamentos, entre caballeros, como bien demuestra serlo Luciano... Salud, cañeros pensantes, con opiniones formadas y abiertos al sano debate, es un modo de llevar a la práctica las premisas del espíritu crítico que lamentablemente no abunda en los tiempos que corren! El 02 de abril a las 22:04 · Eliminar · Denunciar Luciano Scordato Gracias Nicolás!, cuando empecé a comprar la revista, a la vez que me recibía de periodista Deportivo, me daba mucha bronca cuando ponían cosas con las que no estaba de acuerdo, hasta que entendí que precisamente de eso se trata, poder exponer las ideas con libertad!, por eso la revista ya es de culto, cuando la compre el viernes, la primer nota ... Ver más que leí fue le de Lingenti, y ahí sentí una bocanada de aire fresco!, al ver nuevamente que el hecho de que trabajen todos juntos no significan que todos digan lo mismo! y gracias por entender que mi critica no era destructiva ni de capricho, si no solo un punto de vista, el cual defiendo por la forma de ver las cosas y no un ataque porque si! El 03 de abril a las 19:03 · Eliminar · Denunciar

NO LE PEGAMOS A LOS INTENDENTES En la nota publicada en el número 24 sobre San Telmo y su estadio, debimos aclarar que la la tribuna lleva el nombre del ex intendente de Avellaneda, Baldomero Álvarez de Olivera. Y que Jorge Ferraresi es el actual Intendente. MAYO 2010 | UN CAÑO 67


Ponga huEvo

Ni siquiera la presidencia de Bolivia alejó a Evo Morales de su pasión por el fútbol. Fanático practicante, armó un equipo para rodearse de ex estrellas, jugó con Maradona, inauguró canchas en su país y dejó plantada a Michel Bachelet para terminar un partido. Pero curiosamente, el buen hombre no es zurdo. Por PAULA MOLINA

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iestro, algo lento y con unos kilos de más, el presidente Evo Morales para la pelota y suelta el pase a la izquierda. Sabe que cada acción es presa de mil comentarios: que no juega mal, pero que es un poco torpe, que yerra goles cantados, que cuando falla no se hace cargo y pone alguna excusa para protestarles a los árbitros, que hace trampa, que se enoja si le van con la pierna fuerte, que les hace reclamos a sus compañeros y que puede jugar muchos amistosos, pero que a todos se los toma en serio. “El fútbol es la mejor manera de integración y más en un país pobre como Bolivia”, repite Morales. El mismo personaje que fue cocalero y que antes trabajó como ladrillero o panadero. El que fue trompetista y que, cuando niño, cuidaba las llamas que su familia tenía en Orinoca, Oruro, aprovechando los ratos libres para eludirlas con una pelota de trapo. Hoy está sentado en un sillón del Palacio Quemado, con jeans y zapatillas, pero con el cargo de Presidente Constitucional del Estado Plurinacional de Bolivia. Y juega al fútbol, sí. Porque El Evo (así, con el artículo adelante) ocupó muchas funciones, pero soñó con una sola: ser futbolista profesional. No pudo (aunque se probó en San José de Oruro), pero se empeñó en continuar con la práctica como diputado, en época de campaña, o

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incluso como primer mandatario. Ahí lo tienen, con la diez y como capitán del equipo del Palacio, un selecto grupo que integran hombres de la seguridad de Morales, miembros del Ejército y la Policía y ex figuras del fútbol boliviano. ¿Si cualquiera puede jugar? Claro que no, porque una de la formas de disimular lentitudes, torpezas y unos kilos de más es rodearse bien. “Un día entré a jugar al fútbol con los colonos y fui el goleador. Luego todos querían que jugara con ellos. ‘Oye, joven. ¿Dónde está tu chaco? ¿Desde cuándo vives aquí?’, me decían. Y ya en la noche vinieron a visitarme, me hice amigos”. La frase es una de las tantas que se le atribuyen al Evo, que a los 13 años armó el equipo de su comunidad. El nombre elegido fue Fraternidad y él se transformó en capitán y delegado: según el libro Jefazo,

Porque El Evo (así, con el artículo adelante) ocupó muchas funciones, pero soñó con una sola: ser futbolista profesional.

de Martín Sivak, con la lana de las llamas que esquilaba y con los zorros que cazaba, compraba pelotas y camisetas. Gracias a la práctica del deporte, Morales estableció lazos sociales que lo ayudaron en su crecimiento sindical. Cuando se mudó a El Chapare salió campeón con el equipo que había formado, Nuevo Horizonte. Fue nombrado secretario de Deportes del sindicato San Francisco de la central 2 de agosto, su primer cargo en la carrera sindical. Evo recibe en el corazón del área, elude a Esteban Pogany y la empuja de zurda al gol. Golazo. En YouTube está la prueba de que ahora, con 50 años, el presidente conserva calidad: debe haber sido bueno en el pasado. El festejo se produjo en marzo de 2008, en el Hernando Siles, a estadio lleno porque en el equipo rival estaba Maradona. Los motivos: demostrarle a la FIFA que se podía jugar en la altura de La Paz y ayudar a las 90 mil víctimas de una inundación. La pelea con la FIFA fue una lucha más para Evo, quien llegó a jugar a 6.000 metros de altura y bajo la nieve (y marcó un gol) para defender su idea. Diego se comprometió con esa lucha: “al deporte no lo puede prohibir Dios, y menos Blatter. Ustedes, los bolivianos, tienen que jugar donde nacieron. Yo quiero decir que los argentinos no le tenemos miedo a la


altura”. El veto finalmente no se concretó y un año después la Selección de Maradona perdía 6 a 1 en La Paz. La política le permitió a Morales darse esos gustos: jugar con Maradona, rodearse de futbolistas a los que escuchaba por radio o miraba por TV. Con Diego estuvieron juntos en una cancha tres años después de conocerse. “¡Pensé que eras más altote!”, se lo escuchó decir al Evo, que levantó las cejas, sorprendido, una vez que vio al Diez asomarse en el vagón del tren del ALBA (Alternativa Bolivariana para las Américas) que surgió en 2005, como contrapartida a la Cumbre de las Américas. Tiempo después, el entrenador de la Selección le elogiaría sus condiciones futbolísticas. “Tamta”. Esa fue la primera palabra de Evo Morales: pelota, en aymara. El presidente podría haber sido hincha de San José de Oruro, teniendo en cuenta su origen, pero es fanático del Bolívar. En 2004, al término de una entrevista con un periodista argentino cuando todavía era diputado del MAS, se animó a pedirle

entradas para el partido entre su club y Boca. Y las obtuvo gracias a la intervención del embajador Horacio Macedo. Sigue fútbol por TV en cada hueco que tiene (se ha llegado a enganchar hasta con el fútbol playa) y lo practica en todos lados. Cuentan que luego de una Cumbre Iberoamericana dejó plantada a la presidenta chilena Michelle Bachelet porque se quedó jugando: su equipo ganó 8 a 1. En 2006 se rompió el tabique nasal tras un choque con el arquero rival (el equipo se llamaba Guerrilleros de la Independencia). En 2007 jugó un partido en Nueva York frente a residentes bolivianos y malogró un penal: lo tiró por arriba del travesaño. “Esta es la segunda vez que me pasa”, se lamentó. En Bolivia dicen que en la cancha se comporta como un chico. Es el capitán, aunque en su plantel figuren ex estrellas como Milton Melgar, Marco Antonio Etcheverry y Julio César Baldivieso, entre otros. Melgar fue su viceministro de Deportes durante un tiempo. Asumió un lunes y dos días después fue citado para un parti-

do con el equipo del Palacio. Etcheverry y Baldivieso, más el argentino nacionalizado boliviano Leo Fernández, son algunos de los futbolistas que lo apoyan en cada campaña. Cuando Morales inició la campaña de nacionalizaciones pretendió incluir al fútbol local. “Queremos que el cambio también llegue al fútbol”, fue su frase de cabecera. Sin embargo, la medida no prosperó. Tampoco la de crear un Ministerio de Deportes. Son estos datos los que le duelen al presidente: desde hace 10 años un equipo boliviano no logra avanzar a la segunda fase de la Libertadores, y el último Mundial que disputó Bolivia fue el de Estados Unidos 1994. Construyó una gran cantidad de canchas de césped sintético (jugó en cada inauguración), llegó a disputar un encuentro oficial para el club Litoral, de una categoría semiprofesional del fútbol de La Paz y hasta se juntó a un hombre de la derecha gracias a la pelota: el presidente de chile Sebastián Piñera. Eso sí, él usó la 10 y el chileno la 9.

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Cuando la guerra nos fue indiferente

Arranquemos sin vueltas: el que sigue es un fragmento de Breve historia del deporte argentino, de editorial El Ateneo. El último libro del compañero Ezequiel Fernández Moores. Ésta será su columna del mes de mayo. Nos pareció adecuado el momento. Por Malvinas. Por el Mundial. Por la memoria. Por lo que se merece Ezequiel como escritor. Por los lectores interesados. Son nueve capítulos, y como dice el aviso, va “desde las prácticas deportivas de los aborígenes hasta los desafíos del presente”. Un brindis, Ezequiel.

MALVINAS En 1980, Edgardo Esteban y Diego Maradona jugaban en Argentinos Juniors. Esteban tenía 16 años y jugaba en la Quinta división. Maradona tenía 20 y ya era una estrella. En 1981 Esteban y Maradona fueron al primer concierto de Queen en Buenos Aires, en el estadio de Vélez. Esteban fue un fan entre miles. Maradona subió al escenario invitado por Freddy Mercury, quien cantó con la camiseta de la Selección argentina. Maradona se puso luego una camiseta que tenía dibujada la bandera británica. Dos años después, Maradona y Esteban fueron convocados para defender a su país. Maradona, en una cancha de fútbol. Esteban, en la guerra de Malvinas contra el Reino Unido. El 13 de junio de 1982, Esteban, que tenía 18 años, había sobrevivido a la noche más dura. Fue el día previo a la rendición. El ataque final se produjo cuando comenzaba el fin de semana. De ese modo, los soldados británicos cobraban horas extras. A Esteban, el Ejército argentino le cobró cien pesos por haber per-

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dido el uniforme. Bombas de la Armada británica habían matado a muchos de sus compañeros. Con hambre y muerto de frío, Esteban estaba preocupado porque la radio se había quedado sin pilas y había que encontrar otro lugar para escuchar el debut de la Argentina en el Mundial de España. El relato del Gordo Muñoz pasaba del partido a la misa que el Papa Juan Pablo II oficiaba en Buenos Aires, pidiendo por la paz. En pleno partido, una onda expansiva lo hizo volar un metro y medio. El colimba Rodolfo Carrizo también pudo sintonizar a Muñoz, pero se indignó. “Debutan los campeones. Hoy

El 14, Esteban y otros soldados, hartos de sus oficiales, robaron gallinas para comer, encontraron una pelota y jugaron un picado. Pusieron los cascos de postes.

es un día histórico”, dijo el Gordo por Rivadavia. “¡Qué hijo de puta! Nosotros nos estábamos matando en Malvinas y él decía que era un día histórico para la Nación. Ya el hecho de haber ido al Mundial fue una locura”. Otro soldado, Marcelo Rosasco, hoy periodista, igual que Esteban, fue enviado a la primera línea, a recuperar posiciones a Monte Longdon. Su alegría fue inmensa cuando descubrieron que los ingleses habían dejado una radio en una trinchera. Pero se amargaron cuando escucharon el gol de Bélgica. El grito del relator se produjo en pleno combate cuerpo a cuerpo con los ingleses. La derrota fue sorpresiva. La Argentina había llegado al Mundial como favorito. Además del joven Maradona, el equipo tenía a varios de los campeones del 78, como Osvaldo Ossie Ardiles, estrella del Tottenham Hotspur inglés cuando estalló la guerra. José Leonidas Ardiles, primo de Ossie, había muerto el 1º de mayo en Malvinas. Su avión Dagger fue derribado, y él murió de hipotermia en las aguas del Atlántico Sur. El 14, Esteban y otros soldados, hartos de sus oficiales, robaron gallinas para


comer, encontraron una pelota y jugaron un picado. Pusieron los cascos de postes. La escena fue reproducida años después en el film Iluminados por el fuego. La Selección de Menotti se recuperó el 18 de junio con dos goles de Maradona. Esteban ya era un prisionero de guerra. Las Malvinas volvían a ser las Falkland, tras una guerra que mató a 746 soldados argentinos y 255 británicos. Los soldados argentinos celebraron el triunfo prisioneros en el buque británico Canberra. Soldados ingleses que seguían el partido por televisión en el bar avisaban los goles y el mayor Carrizo trasmitió el resultado final por un micrófono. En una pared del Canberra había un afiche de una chica desnuda. Y al lado decía: Argentina 4-Hungría 1. Los soldados se excitaron tanto que los custodios alistaron las armas pensando que se trataba de una sublevación. Algunos analistas suelen decir que, en los tiempos modernos, las naciones, ya no van a la guerra, sino que juegan al fútbol. Pero la Argentina y el Reino Unido fueron a la guerra y también jugaron al fútbol en 1982. Ambas selecciones cayeron eliminadas en la segunda fase del Mundial de España. Caso contrario, podrían haberse enfrentado en la final. Gran Bretaña, claro, ganó la guerra. Pero sufrió cuatro años más de Margaret Thatcher. La Selección de Menotti había partido a España creyendo que la Argentina estaba ganando la guerra. Así lo decían José Gómez Fuentes por ATC, las tapas de la revista Gente, los informes de Nicolás Kasanzew desde las islas y los partes militares que, bajo censura previa, reproducían fielmente los diarios. Desbordado en los balcones de la Casa Rosada, el general Leopoldo Galtieri anunció que las Malvinas estaban otra vez en manos argentinas. Dos días antes, una masiva manifestación había sido reprimida en la Plaza de Mayo cuando fue a reclamar bajo el lema “Paz, pan y trabajo”. Pero ese 10 de abril de 1982 –una semana después del desembarco–, Galtieri gritó “si quieren venir que vengan, les presentaremos batalla“. Y durante dos minutos enteros la multitud gritó su nombre. “¡Galtieri!, ¡Galtieri!”.

Según Abel Gilbert, “el Mundial 78 y las Malvinas son los dos grandes traumas que no pudo resolver la sociedad argentina”. La AFA decidió llamar al torneo Metropolitano 82 con el nombre “Malvinas Argentinas”, modificado luego por “Soberanía Argentina en las Islas Malvinas”. Aportó 100 millones de pesos para el Fondo Patriótico Nacional y los clubes, otros 300 millones. En los estadios se queman banderas inglesas y se canta “el que no salta es un inglés”. En las trasmisiones desde España, los relatores no mencio-

la derrota estaba cerca, Menotti dijo que estaba orgulloso de que en su país “se presente una unidad nacional” y que por primera vez se plantee una lucha abierta contra el colonialismo y el imperialismo que ha sojuzgado permanentemente a la América latina. Desde nuestro humilde puesto debemos intentar darle al mundo a través del fútbol, una imagen cabal de lo que somos”. La Argentina perdió por partida doble. En Malvinas y en España. La prensa deportiva, siempre tan propensa al relato

nan a Inglaterra por su nombre. Trasmiten todo un partido diciendo “avanza el equipo de camiseta blanca” o “gol del equipo de camiseta blanca”. Las revistas deportivas El Gráfico, Goles y Estadio se tiñeron con los colores celeste y blanco. Jorge Cyterszpiller, entonces representante de Maradona, fue al programa especial que conducían Pinky y Cacho Fontana para entregar un cheque de cien millones de pesos. En el vuelo hacia España, periodistas de El Gráfico entregaron a Maradona una carta escrita por un soldado argentino en Malvinas. La revista publicó la carta y la foto de Maradona leyéndola. En su primera conferencia de prensa en España, donde las noticias sugerían que

bélico y a las metáforas sobre la guerra, advirtió las diferencias. Malvinas, además de los muertos en las islas, provocó hasta fines de 2009, más de 350 suicidios de ex soldados argentinos. El fútbol frustró a millones, pero no mató a nadie. Maradona se despidió del Mundial expulsado en la derrota contra Brasil, sin concretar la promesa que sí cumpliría cuatro años después en México. Esteban, igual que Rosasco, fue autorizado a retornar a su hogar. Ambos recibieron claras instrucciones de no contar las penurias que habían sufrido en Malvinas. Esteban creyó que en Morón lo recibirían como un héroe, pero lo esperaba su madre y un perro que ladraba.

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PICADO

El otro Manchester

Y no es el City. Es el FC United of Manchester, fundado por hinchas rebeldes al toque de que el yanqui Malcolm Glazer comprara el United. Arrancó nueve categorías abajo de la Premier, clavó tres ascensos al hilo y se ganó el derecho a participar de la FA Cup. ¿Se viene el derby? Por PEDRO NESTA

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n el anterior número de Un Caño se narró cómo la tiranía capitalista que domina al Manchester United provoca que una buena cantidad de hinchas acuda a Old Trafford emponchada con los colores originales del club. Se trata de un modo de protesta que cae simpático y resulta a la vez atractivo, algo que, en definitiva, salta a simple vista. Sin embargo, la verdadera lucha va más allá del viejo verde y amarillo o del rojo que todos conocemos. Hay gente idealista metida en esto; romántica, si se quiere, que busca recuperar una identidad que le ha sido arrebatada. Verdaderos Quijotes. Desde aquí, digamos, apenas si toca soportar los goles –literalmente– cantados por el Bambino Pons. El resto, impecable: campos maravillosos, juego a dos toques, equipos que no paran de hacer finales de Champions League, tribunas repletas y sin alambrados, todo eso... Compramos el show del fútbol inglés. Pero, bueno, también hay un fútbol que no vemos, que no nos llega así nomás, que no es para todos ni codificado, y es allí donde florece el espíritu rebelde de esos simpatizantes que no se quedan caceroleando y pidiendo que se vayan todos, sino que van y crean algo distinto. El ejemplo se llama FC United of Manchester. El nombre ya dice mucho. La indumentaria, ni qué decir. Casaca roja, pantalones blancos y medias negras. Hasta ahí, acaso, lo que más asemeja a esta institución de alma amateur con la otra todopoderosa. El FCUM fue fundado a mediados del 2005, inmediatamente después de que el estadounidense Malcolm Glazer se adueñara de los Red Devils (Diablos Rojos) y, por tal motivo, no resultó casual que los maquinistas de la escisión se apodaran los Red Rebels (Rebeldes Rojos). “Un socio, un voto”, indica uno de los principios básicos de la filosofía de este club sin fines de lucro que resalta los valores democráticos. El manifiesto se deja leer en su completí-

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sima página web (www.fc-utd.co.uk) e incluso, vía Internet, se pueden realizar donaciones o establecer contacto con las peñas que andan por Noruega, Francia, Polonia, Nueva Zelanda, Estados Unidos y Canadá. Ahora bien, detrás de estos nítidos rasgos constitucionales, también existe un equipo que juega a la pelota y mal no le va. El primer plantel empezó a forjarse en una prueba a la que asistieron 900 aspirantes, de los cuales quedaron 200 y luego 17. Comandado por Karl Marginson (todavía en el cargo), el FCUM disputó su primer amistoso al mes de su creación y salió 0-0. Enseguida le hicieron un lugar en la Liga de los Condados del Noroeste de Inglaterra y debió arrancar en la Segunda División de dicha región, nueve pisos por debajo de la Premier League. Vinieron tres ascensos en fila y su figura hasta el 2008 fue el delantero Rory Patterson, un norirlandés como George Best que hasta se ganó una convocatoria a su selección luego de convertir 84 goles en 106 partidos. A pesar de que sus jugadores no son profesionales, quien ahora goza el grado de internacional es Ludovic Quistin, un lateral izquierdo nacido en Guadalupe. Actualmente, el FCUM anda por mitad de tabla en la Unibond Premier League, la categoría que antecede a las profesionales, y ya se ganó el derecho a jugar las rondas iniciales de la FA Cup, por lo que en algún que otro momento podría medirse con el equipo de Ferguson. Su hogar para recibir rivales sigue siendo Gigg Lane, el estadio del Bury FC, ubicado en la localidad homónima vecina a Manchester. El récord de asistencia supo alcanzar los 6.023 espectadores y la media que araña los 3.000 es aún superior que la del Bury, un equipo de la League Two. Igual, para el 2012 los feligreses ya anunciaron un proyecto tan ambicioso como el de fundar un club: construir un estadio propio con capacidad para 5.000 hinchas en Newton Heath, aquella cuna que abrigaba sueños con telas verdes y amarillas.


Gran valor del balompié

La historia tiene mucho para decir de Frondizi presidente. Especialmente de sus últimos años de coqueteo con la derecha y el menemismo. Pero ¿lo tenían de back? El rescate de los archivos lo muestra en las inferiores de Almagro, no demasiado talentoso. Además, el alguna vez presidente derrocado, el mismo que recibió al Che en secreto, era de Boca, como Perón. Por MARIANO POTEL

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l solo hecho de pensar en un presidente argentino futbolista genera una mueca risueña. De a ratos, viene la imagen patente (y patética) de los 90, con Menem en partidos a beneficio o en picaditos con los adulones de turno en la quinta de Olivos. Sin embargo, hay otro caso. En el recorrido histórico aparecen un nombre y un club: Arturo Frondizi y Almagro. ¿Frondizi futbolista? ¿Con esa imagen de hombre serio y de intelectualoide? ¿Con esos anteojos que aventuran un pasado pegado a los libros? No sólo lo fue, sino que su juego tenía un perfil que está mucho más emparentado con alguien como el Flaco Rolando Schiavi que con un estadista. Así lo describe el periodista Ariel Scher en su libro La Patria Deportiva. “La exquisitez analítica que lo distinguía en otros rubros no se trasladaba al fútbol. Frondizi era un defensor duro, firme, más fuerte que hábil. Era recio, pero además recurría a la infracción si algún delantero adversario lograba eludirlo”. A sus dudosas cualidades técnicas hay que sumarle su aspecto físico, ya que a su figura espigada y su nariz prominente le sumaba… ¡el uso de una boina! El culpable de esta extraña sociedad entre Frondizi y el fútbol es su amigo Raúl Colombo. Conocido suyo de la época en la que estudiaba en el Nacional Mariano Moreno, Colombo –que llegaría a ser presidente de la AFA entre 1956 y 1965– fue el que estimuló al radical y a sus amigos para que fueran a despuntar el vicio a Almagro. En el club tricolor Frondizi jugó desde mediados de la década del 20 hasta que, en 1926, cuando era el back derecho de la cuarta división, una inoportuna lesión en el brazo lo alejó de las canchas por un tiempo. Un tiempo suficiente como para que el abogado y político le vaya ganando la pulseada al futbolista. Eso sumado

a que el propio club era frecuentado por simpatizantes radicales y, en tiempos en los que el partido fundado por Alem estuvo prohibido (tras el golpe de Estado de 1930), sus instalaciones se transformaron en un lugar de reuniones clandestinas, sucesos que marcaron el futuro del joven Frondizi. Igualmente, de estos años le quedaron amistades duraderas, como la del propio Colombo y Aristóbulo Aráoz de Lamadrid (tiempo después ministro de la Corte Suprema de Justicia). Si bien la mayor parte de los presidentes hicieron público su amor por alguna camiseta en particular, ninguno tiene un antecedente como jugador. Sorprendía que Frondizi nunca ventilara su berretín por la número 5. “El nunca dejó de desinteresarse por las cuestiones futbolísticas. Lo que pasa es que con el tiempo hubo temas que fueron más importantes que otros y el fútbol no era una preocupación central. Además, no son los mismos los intereses que uno tiene a los 20 años que los que tiene a los 40 o 50”, le dice a Un Caño José Giménez Rébora, casado con una sobrina de Frondizi. “Además, estableció un límite entre su ámbito público y su vida privada, por lo que aspectos como su cariño por Almagro o su pasado como futbolista quedaban escondidos”, señala Giménez Rébora. Si se tiene en cuenta esta dualidad, no extraña que haya un dato más de su relación con el fútbol que sea poco conocido: su simpatía por Boca Juniors. Sin dejar de lado a Almagro, y fruto de la insistencia de su amigo Julio Oyhanarte, Frondizi fue guardando parte de su afecto para el club xeneize, un afecto sólo confirmado años después de que los militares lo sacaran, paradójicamente, sin que pudiera defenderse…


Ahora dicen que son pobres Ahora resulta que el Grupo Clarín demandó a la AFA por la rescisión del contrato, pero antes pretende que se le otorgue el beneficio de litigar sin gastos, reservado a los pobres. Si algo faltaba en la farsa de la TV paga y codificada era esta insólita operación que nuestro periodista especializado ha encontrado. Imperdible, la joyita. Por GUSTAVO VEIGA

“La abundancia me hizo pobre” (Ovidio)

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a noticia parece sacada del libro Patas arriba, la escuela del mundo al revés, de Eduardo Galeano, un sabio comprometido con el mundo de su tiempo. El Grupo Clarín, por medio de TSC, una de sus sociedades más rentables, se presentó ante el Juzgado Nacional en lo Comercial Nº 5 para pedir el beneficio de litigar sin gastos contra la AFA. Es lo que se llama comúnmente la carta de pobreza. Una petición a la que apelan con más frecuencia los individuos que las empresas y las personas sin recursos antes que las pudientes. El expediente iniciado el pasado 6 de abril está caratulado “Televisión Satelital Codificada SA sobre beneficio de litigar sin gastos” y sobre él debe pronunciarse el juez Fernando Miguel Durao. La pregunta que se impone entonces es: ¿cómo una sociedad que, según su último balance, arrojó 10,7 millones de pesos en ganancias puede alegar que está casi en la miseria? El trámite iniciado por TSC revela otra información importante. Clarín pretende

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colocarse en el umbral de un multimillonario juicio contra la AFA por la rescisión del contrato de derechos televisivos que los unía hasta 2014. Eso sí, trata de evitar el desembolso del 3% que fija la tasa de justicia. Si fuera cierto el monto de la demanda que los asesores de Julio Grondona calculan en 1.000 millones de pesos, obligaría a que la empresa adelante unos 30 millones que quedarían en caución. Una quinta parte de lo que ganó junto a Trisa (Tele Red Imagen SA), sociedad espejo de TSC, entre 2007 y el primer semestre de 2009: 152 millones de pesos (Fuente revista Fortuna). TSC tendrá que demostrar por qué pidió la carta de pobreza que contempla el Código Procesal Civil y Comercial en su artículo 78: “Los que carecieren de recursos podrán solicitar antes de presentar la demanda, o en cualquier estado del proceso, la concesión del beneficio de litigar sin gastos…”. Pero así como se le concede la gracia a una persona física o jurídica para iniciar un juicio en esas condiciones, el artículo 81 del Có-

digo establece que “si se comprobare la falsedad de los hechos alegados como fundamento de la petición del beneficio de litigar sin gastos, se impondrá al peticionario una multa que se fijará en el doble del importe de la tasa de justicia que correspondiera abonar, no pudiendo ser esta suma inferior a la cantidad de pesos un mil ($ 1.000). El importe de la multa se destinará a la biblioteca de las cárceles”. En la AFA toman con sorna esta situación. Esperan desde hace meses el inicio de una demanda por daños y perjuicios. Pero sus abogados quedaron sorprendidos cuando se enteraron del pedido que ingresó por la secretaría Nº 9 del Juzgado 5, a cargo de Agustina Díaz Cordero. Hasta quienes son legos en derecho escucharon hablar de que la carta de pobreza es un trámite frecuente cuando sucede un accidente de tránsito. Nunca imaginaron que la iba a pedir TSC, cuya última oferta por el paquete del fútbol ascendió a 268 millones de pesos, antes de que pasara a manos de la Jefatura de Gabinete. Vaya aquí como muestra, un texto tí-


s

pico de quien solicita hacer un pleito sin pagar honorarios de abogados o tasas porque no cuenta con patrimonio: “El abajo firmante carece de medios de fortuna para solventar los gastos y eventuales costas que le demandará la promoción de dicha acción indemnizatoria por daños y perjuicios. En efecto, no posee bienes inmuebles, como lo acredita el informe del Índice de Titulares emitido por el Registro de la Propiedad Inmueble, ni bienes muebles registrables, como lo demuestra el informe del Índice de Titulares emitido por el Registro Nacional de la Propiedad del Automotor”. Para casos como el mencionado, el artículo 85 prevé que “la representación y defensa del beneficiario será asumida por el defensor oficial, salvo si aquel deseare hacerse patrocinar o representar por abogado o procurador de la matrícula…”. La primera opción no parece ser el caso de TSC, cuyo patrocinio fue ejercido por un abogado del estudio Sáenz Valiente y Asociados en las dos audiencias de mediación obligatorias que ya hubo con la AFA. Una se realizó el 29 de diciembre de 2009 y la restante, el

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16 de febrero pasado. La asociación fue representada en esas diligencias con desenlace previsible (las partes no llegaron a ningún acuerdo) por su asesor letrado, Mario Schmoisman. “La pretensión de la empresa era cumplir el contrato hasta 2014 y recibir una indemnización por el segundo semestre del 2009, en el que no televisó el fútbol. Como no hubo arreglo, quedó abierta la vía judicial”, le confió a Un Caño una fuente que siguió todo el proceso judicial desde muy cerca. Es así como se llegó a la presentación de TSC que debe responder el juez Durao. En el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación (comentado y anotado por Jorge Kielmanovich), el autor brinda elementos para sopesar si la pretensión empresaria es atendible. Cuando analiza el artículo 78, sostiene que “el concepto de carencia de recursos debe examinarse en el caso y en relación con el concreto monto del proceso de que se trate, sin que la posibilidad de obtener el beneficio sólo se otorgue a quien es indigente o pobre de solemnidad, pudiendo abarcar, antes bien, a todo aquel que demuestre que no está en condiciones de sostener los gastos del proceso y el pago de los honorarios sin comprometer los medios de su propia subsistencia y los de su familia”. En las dos líneas siguientes remata la observación: “Para acceder al beneficio de litigar sin gastos, se ha dicho, más que falta de bienes, se impone comprobar la falta de recursos”. Así como Kielmanovich nos instruye con sus conocimientos jurídicos, un comunicado de TSC difundido el 11 de agosto del año pasado, ofrece algunas pistas sobre si está en condiciones de abonar los costos de un juicio sin poner en peligro su continuidad: “La tele-


visación del fútbol de primera división recauda en la Argentina 304 millones de pesos, que se componen así: 1) Por los cinco partidos que se ven en el abono básico de cable, Tele Red Imagen (titular de la señal TyC Sports) paga 197 millones de pesos, tal como figura en el contrato. 2) Por los cinco partidos que se televisan por el sistema Premium o PayPer-View (entre ellos los dos de los dos equipos más taquilleros, River y Boca) los cableoperadores pagan actualmente 107 millones de pesos, de acuerdo a su número de suscriptores que contraten los partidos. Hay 800 contratos firmados con los cableoperadores y todos fueron informados a AFA. De lo recaudado, la AFA percibe el 70%, aunque por contrato es socia al 50%. Esto ocurre porque TSC le garantiza un mínimo de base por si las ventas del producto fútbol no fueran tan importantes. Lo que sucede hoy”. El Grupo Clarín tiene diez años para iniciar el juicio que ya anticipó con su pretensión de litigar sin gastos. Su argumento jurídico más sólido es que la AFA incumplió un contrato que estaba vigente hasta 2014. Pero las razones que esgrimirán los dirigentes para contraatacar son tanto o más contundentes. Están enumeradas en la memoria y balance del ejercicio 20082009 aprobado en octubre pasado: “A)TSC SA no cumplió con su obligación de potenciar los ingresos, incurriendo en claras políticas de comercialización contrarias a tal objetivo, beneficiando a cableoperadores vinculados a TSC SA, en perjuicio de la AFA y en violación de los principios contenidos en la Ley 25.156 de Defensa de la Competencia; B) En la declaración de ingresos de TSC SA por la distribución de la señal en la Argentina no se estaría

facturando el fútbol codificado a una importante cantidad de cableoperadores independientes; C) TSC SA incumplió la entrega de facturas con fines informativos requeridas por la AFA; D) incumplimiento de TSC SA de realizar gestiones ante entidades bancarias; E) imposibilidad de la AFA de revisar los derechos otorgados por TSC SA a otros medios fuera de la TV tradicional y F) la señal de TyC Max posee presencia en otros países y sus ingresos no son declarados por TSC SA a la AFA o, en caso que los mismos se estuviesen difundiendo sin los derechos correspondientes, no se advirtió ninguna actividad por parte de TSC SA para hacerlos cesar”. La compañía ya había negado estos cargos en el mismo comunicado de agosto del 2009: “TSC reafirma que siempre ha cumplido con todas sus obligaciones contractuales e informado a la AFA de toda su gestión comercial, la que ha sido periódicamente auditada y aprobada por esta asociación, a la que incluso se adelantaron pa-

gos hasta la semana pasada”. Mientras la empresa del Grupo Clarín espera la respuesta del Juzgado Comercial Nº 5 a su pedido de carta de pobreza, en la AFA analizan la posibilidad de una réplica. No está directamente relacionada con el contrato televisivo que se rescindió, pero sí con un exitoso producto promocional montado gracias al fútbol. Grondona mandó a investigar si el juego del Gran DT que organiza el diario no viola derechos adquiridos de la asociación que preside hace 31 años. Y espera un dictamen para saber los pasos que dará. “Se creó un juego sobre la propiedad intelectual de la AFA”, argumentan en torno al jefe, como si nadie hubiera reparado que se inició en 1995. En este embrollo jurídico, todas las armas son válidas. Pero que una sociedad alegue falta de medios económicos para pagar la tasa de justicia, cuando sus balances dan ganancias millonarias, es el argumento más absurdo que se escuchó en mucho tiempo. Parece que lo hubiera soñado uno de esos niños ricos que tenían tristeza, aquellos de los que hablaba Menem en los 90.

¿Cómo una sociedad que, según su último balance, arrojó 10,7 millones de pesos en ganancias puede alegar que está casi en la miseria?


Sexo, mentiras y videos

Buena parte de la sociedad tolera, e incluso protege, la vida disipada de algunos de sus héroes más rebeldes, pero es implacable cuando descubre que unos de sus ídolos “serios”, previamente elevado a la categoría de ejemplo social, ha cometido un engaño. Se desata un escándalo en el que se cruzan la doble moral, el fusilamiento mediático y la hipocresía. Al caso de Tiger Woods se suma ahora el del sudafricano Joost Van der Westhuizen, ex capitán y emblema de los Springboks. Por PABLO PERANTUONO

–Locomotora (Castro) ¿cuántos hijos tenés? –Catorce. –¿Todos con la misma? –Sí, con ésta (las manos, juntas, sobre la bragueta). Es curioso lo que ocurre con algunas estrellas del deporte: tienen la capacidad de hilvanar una carrera por afuera del canon de la “normalidad” y, aún así, ser tolerados, o hasta simpáticamente respetados, por lo que son, cracks de baja cilindrada moral y vidas arrebatadas. La anécdota del comienzo, vulgar pero irresistible, no hace más que reflejar lo que sucede con ciertos personajes del ambiente a los que se les permite conducir por la banquina de la corrección y, acaso porque de entrada nomás se posicionaron allí con desenfado, no se los discute o condena. Indolentes, tienen algo de honestidad en la manera con la que se presentan, lo que provoca, en ocasiones, una mirada indulgente sobre sus “insolencias”. El ejemplo de Locomotora Castro es el más cercano, pero hay decenas de casos emblemáticos en el deporte mundial: Marat Safin o Illie Nastase (“me acosté con más de 500 mujeres”, le dijo al diario El País) en el tenis, Didier Pironi en la F1, Hernán Montenegro en el básquet o Ronaldo en el fútbol son sólo algunos ejemplos entre miles. Todos ellos estre-

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llaron autos o copas de champagne, tuvieron hijos extramatrimoniales o se presentaron a competir sin dormir. A nadie le sorprendió. Son beneficios colaterales de reptar por el lado salvaje. Lo que siempre sorprende, en cambio, es cuando sucede lo contrario: cuando un deportista intachable es pescado in fraganti en una situación comprometida, el escándalo que desata es directamente proporcional a la importancia de su figura pública y a su, hasta entonces, honorable conducta. Pocos episodios de este tipo provocaron un revuelo tan apasionante como el que protagonizó Tiger Woods a fines del año pasado, cuando se descubrió que, en lugar de tratarse de un golfista zen de vida sosegada, estábamos en presencia de un depredador sexual que, como Atila, arrasaba con todo lo que se le cruzaba. Fue como darnos cuenta de que Charles Ingalls en realidad era Darth Vader, sobre todo por los pliegues oscuros que, se reveló, escondía su máscara. Un héroe del sistema que había engañado al sistema. Deporte atildado, tradicional y opulento, el golf debió soportar que su icono máximo, aquel que más había hecho para convertirlo en un fabuloso negocio global, no sólo tuviera que hablar por primera vez de su vida privada ante las cámaras, sino que también tuviera que someterse al escarnio


de las disculpas públicas, como aceptando mansamente que sí, que era un impostor patológico y que clamaba piedad. No es que haya sorprendido que Tiger se haya entregado en sacrificio ante el altar de la moral norteamericana (al fin de cuentas, él es un hijo dilecto de esa cultura), pero sí que, con ese acto de contrición, también informara que era un pecador serial y que necesitaba ayuda, como si sólo tratándose de una enfermedad fuera posible –o entendible– su conducta. Todo, claro, ante los focos de la TV. En esa lógica sistémica, la familia es una institución sagrada, el adulterio, una adicción deleznable y la televisión, el nuevo testamento que lo relata. También la televisión resultó determinante en otro caso extraordinario que estalló el año pasado, que prácticamente no se conoció en la Argentina pero sirvió para hundir la reputación de unos de los más grandes rugbiers sudafricanos de la historia, Joost Van der Westhuizen. Genial medio scrum, considerado el mejor del mundo durante varios años de la década del 90 y admirado por la platea femenina por su atractivo físico, Van der Westhuizen era poco menos que un prócer en su país, una nación en donde el rugby tiene categoría de religión –al menos para la elite blanca– y cuya relevancia social es tal que, como mostró recientemente Clint Eastwood en su film Invictus, sirvió de primer puente para acercar a una sociedad escindida. En febrero de 2009 la revista Heat –una suerte de Pronto sudafricana– publicó en su tapa una foto del ex capitán de los Springboks y, debajo, roja y gigante, la palabra “escándalo”. El semanario informaba que Van der Westhuizen, casado con la popular cantante italiana Amor Vitone, había sido captado por una cámara oculta mientras aspiraba cocaína y tenía sexo con una stripper. El revuelo fue inmediato. La información de Heat, que fue negada tozudamente por el ex rugbier, no hizo más que tirar de un hilo del tejido que ocultaba, desprolijamente, la doble vida del ídolo. Como hongos, las amantes del medio scrum empezaron a aflorar en la superficie. Algunas de ellas conocidas, como la bella garrochista Charmaine Weaver, representante olímpica sudafricana en Barcelona 92. Mientras el ex capitán sostenía que él no tenía nada que ver con el asunto, Heat subía a su página web los videos que lo comprometían. Ese día, 8 de marzo de 2009, el sitio colapsó. El público pudo comprobar que la revista tenía razón. Días más tarde, en un re-

portaje concedido a un canal de televisión, Van der Westhuizen, que apareció tomado de la mano de su esposa, sostuvo que el video era apócrifo y adelantó que había iniciado acciones legales contra la publicación. La revista, en respuesta a eso, informó que enviaría los tapes a un perito para que corroborara su legitimidad. A los pocos días, un escribano comprobó que no habían sido adulterados. Heat informó esto y reveló el nombre de la joven que aparecía con el ex rugbier: se trataba de Marilize van Emmenis, una chica de 24 años que, según confesaría en un reportaje posterior, colocó la cámara oculta porque estaba harta de que el ídolo la hostigara a toda hora. Agregó además que el plan lo había pergeñado con su ex novio, quien había terminado con ella pocos meses antes. En el reportaje la joven informaba que la droga que ambos aspiraban ante la cámara no era cocaína, sino una metanfetamina similar, comúnmente conocida como CAT. El caso puso a Van der Westhuizen en el centro de la opinión pública de la conservadora sociedad blanca sudafricana, pero lo que terminó de colocarlo en el corazón del desquicio mediático –muy cerca del linchamiento– fue la publicación en noviembre pasado de su biografía autorizada, Man in the Mirror (Un hombre en el espejo), en la que el ex capitán acepta que tomó drogas y que tuvo un affaire con Van Emmenis. En el libro, que es best seller y sacudió las vigas del deporte sudafricano, Van der Wetshuizen se describe como un hombre vulnerable y algo retraído, huidizo de la fama a través de distintas vías de escape. Ni bien salió a la luz esa versión, Super Sport, el canal deportivo para el que el ex rugbier trabajaba, rescindió el millonario contrato que vinculaba a ambos. En su libro, Joost insiste que solo una vez engañó a su esposa. Paradojas del destino, en medio del escándalo Van der Westhuizen vino a la Argentina. Fue a fines de enero pasado, en ocasión del estreno de Invictus. Invitado por la embajada de su país, el ex capitán, que pese a ofrecer varias entrevistas tuvo la suerte de no tener que escuchar ni una sola pregunta molesta sobre su vida privada, acompañó la presentación de la película de Eastwood, un film que resalta, con ambición épica y sin demasiadas sutilezas, algunas de las banderas que luce con orgullo la patria rugbística: el coraje, la abnegación y, sobre todo, la lealtad. Banderas que, a juzgar por su rol de centurión espiritual del film, Van der Wastehuizen parece enarbolar con orgullo. Al menos afuera de Sudáfrica.

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El tema Sorpresas te da la vida es ideal para ilustrar un episodio como el que aquí se relata. Sebastián y Diego Armando comparten por primera vez una entrevista radial, y de pronto aparece en escena el club de los amores del hombre de Un Caño. Todo ocurrió una tarde, en un encuentro casual. Hasta que pasó el ángel, el más temible. Por SEBASTIÁN WAINRAICH

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omo la vida no tiene sentido por sí sola, hago lo que Woody Allen hizo en una escena cinematográfica, desparramado en el diván: enumero razones por las que vale la pena vivir. No grito, como Alterio, “la puta, qué vale la pena estar vivo”. Tengo un modo más unplugged. Me siento a una mesa y anoto en un papel razones para vivir. No es para despertar envidias ni odios, pero tengo un montón de motivos para andar por este mundo. Van desde mi hija hasta una buena provoleta. Y desde hace un año y medio, más o menos, a esta parte, tengo una razón más para vivir y la quiero compartir con todo Un Caño. Es un hombre y se llama Miguel. Juega de 10 en la primera de Atlanta. Le decimos El Mágico. Lo tienen que ver. Sabe jugar a la pelota. Sabe pararla, gambetear, levantar la cabeza, tocar de primera, enganchar. A veces hace goles. Es imposible no quererlo. Cuando lo veo adentro de la cancha, con la camiseta de Atlanta, me siento bien, me digo que es coherente vivir. Si la pelota la tiene él, todo va a estar bien. Lo necesito. Por si no lo tie-

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nen: en los tiros libres, le pega como Riquelme. Mete pases como Bochini. Elude como el Burrito Ortega. Hace cambios de frente como la Brujita Verón. Es petiso como Maradona. Y hace muy poco tiempo llegó a la cumbre de su carrera. Yo lo ayudé. Sí, me cuelgo esa medalla: con pedantería, pero también con justicia, tengo que decir que lo ayudé. Mis nietos lo van a saber. Y los del Mágico también. El viernes 16 de abril de 2010 hablé por primera vez en mi vida con Diego Armando Maradona. Otra gran razón para vivir. La charlam, y ahora, el recuerdo de la charla, me van a ayudar a mantenerme vivo. La conversación duró 19 minutos y se escuchó en Metro

y Medio, el programa de radio que hago todos los días de 18 a 21 por la Metro. Los diarios, los portales, muchas radios y varios canales de noticias se hicieron eco. Claro, Diego habló de cómo iba a parar al equipo atrás, habló de Jonás y de Di María, de Palermo y de Riquelme. A coro le recordamos a los argentinos, a los brasileños y a todo el mundo que Pelé debutó con un pibe. Pero lo mejor para mi corazón fue cuando le dije “Diego, no sé si sabés, yo soy hincha de Atlanta”. “Ganaron el otro día”, se entu-


siasmó. “Le ganaron a Chicago”, dijo, y salté de la silla, como si saliera de mí, como si no entrara en mi cuerpo. Quise agradecerle, abrazarlo. Estaba hablando de Atlanta. Ahora, cuando escribo esta nota, me emociono. Imaginen ese momento. Fui por más: “Diego, mirá al 10, al Mágico González”, le recomendé irrespetuosamente. “Al Mágico lo tengo”, contestó. Con las manos me tapé la cara. No quería que mis compañeros me vieran llorar. Si no grité “quiero llorar” fue para no copiar a Víctor Hugo, que lo gritó hace veinticuatro años. Había hecho un acto de justicia: el Mágico había tenido su paga. Maradona lo había nombrado. “Al Mágico lo tengo”. Quiero el ascenso, por supuesto. Y después volver a Primera. Todo eso quiero. Pero no habrá gambeta, no habrá enganche, no habrá remate, no habrá gol, no habrá campeonato que iguale ese momento. “Al Mágico lo tengo”. Miguel González llegó a la cumbre, y yo lo ayudé. Le devolví lo que me da. Otra razón para vivir.


El plan B (Nacional)

En la cena de la revista, mientras las botellas danzaban alrededor de una merluza, el cronista emitió la consulta: ¿no les parece sospechosa coincidencia la mala campaña de River, Racing, Boca y San Lorenzo? Luego destapó la primicia y un blanco burbujeante: se trata del boicot oculto por el brazo monopólico de Clarín. Lejos de las supuestas crisis y de las peleas internas, la política y el fútbol gratis son las verdaderas razones de este suicidio colectivo de los equipos grandes. Diez minutos después, el hombre salió a mear. Por PABLO CHEB TERRAB

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iver, mal. Boca, mal. San Lorenzo, peor. Racing, espantoso. Los históricamente grandes están en el subsuelo. ¿Crisis institucional, dirigencias corruptas? ¿Peleas entre referentes? ¿Entrenadores polémicos? ¿Años de malas decisiones? Nada de eso. El mal nivel futbolístico de estos clubes es explicable desde la intención: pierden a propósito, buscan la derrota. La clave para comprender la cuestión hay que encontrarla en Fútbol Para Todos. De pronto, el negocio millonario se esfumó y una empresa megalítica como Torneos y Competencias quedó al borde de la desesperación. ¿Qué fue lo que salvaron? Los derechos para transmitir la B Nacional. Vaya consuelo, santo remedio, ¿para qué sirve? Sin dudas se trató de un golpe difícil de asimilar. Se perdieron los codificados, se perdió Fútbol de Primera, se perdió Macaya… Al mismo tiempo, los cinco equipos de mayor convocatoria del país tuvieron que arreglar nuevos contratos que les reportaron menores privilegios. Cuando parecía que iban a conseguir un dinero preferencial y exclusivo, negociado por su propia cuenta y garantizado por su popularidad, llegaron los pagos del Estado por los derechos de televisación. De más está decir que no se permitieron desprendimientos individuales: el dinero se dividió en bloque y las ganancias repartidas fueron más equitativas que las de TyC. Eso tocó su corazón snob. La química del odio hizo el resto. La alianza no precisó demasiada negociación: la idea madre fue “boicotear a la Liga Argentina”. Transformarla en un espectáculo devaluado sin grandes referentes de prestigio. ¿Qué mejor manera de lograrlo que con malas campañas? El G5 local acordó bajar su nivel para forjar un punto de presión: a menor éxito, menor cantidad de público, menos televidentes, menos ganancias por publicidad… Y entonces sí, la posibilidad de que el Estado se dé por vencido y regrese los derechos de TV a su empresa madre.

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El devenir de la temporada les demostró que el Estado no abandonaría su rol de patrón. Pero también les otorgó a los cerebros corporativos una idea mejor, un Plan B superador. Las malas campañas desembocan en malos promedios. Los malos promedios desembocan en descensos. El descenso lleva a la B Nacional. Maravillosamente, los hombres de Torneos notaron que la persistencia en el bajo nivel llevaría a todos los equipos a la categoría que ellos sí pueden televisar y acordaron montos enormes a futuro –exclusivos club por club, como siempre quisieron– con los cinco grandes, con una sola condición: que perdieran la categoría. Todos dijeron que sí. Todos. Los cinco. También pensaron en los beneficios que tendría para sus arcas jugar un torneo que los llevaría casi todos los fines de semanas al interior del país, donde los esperarían hinchas frescos de bolsillos hambrientos. Y empezaron a perder. La excepción, claro está, es Independiente, que ganó mucho y jugó bien. ¿Por qué? Sencillo: el Tolo Gallego nunca entendió el acuerdo. No es que no intentaran aclararle la situación. De hecho, cada lunes posterior a una victoria, Comparada llama al DT para clarificar el tema: “Tolo, no ganemos más porque se va a pudrir todo”. El bueno de Américo Rubén se ríe, pícaro. Está convencido de que es una broma interna con el presidente. ¿Perder a propósito? ¿Qué es eso? Su espíritu eminentemente ganador no le permite concebirlo. Mientras tanto en el Grupo Clarín se cranea el operativo retorno. Se piensa en un Superclásico sin visitantes –¡con suerte hasta sin público!– que se pase en exclusiva por un canal codificado de una empresa de cable propia. Hasta planearon un programa para los domingos, en Canal 13 y con Macaya. El nombre sigue en discusión. Fútbol de Segunda no les sonó bien. Por lo que se escucha en las calles, puede ser Segunda vuelta.




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