Primera Estación
Metiéndole carbón a una máquina para soñar
Republicanos
Personaje destacado
Toros en Recoleta
Cuando el ring refleja la vida
La hora perdida
Pánico y locura en Santiago de Chile
japón justifica la matanza de ballenas jorobadas aduciendo motivos ientíficos. Japón justifica la matanza de ballenas jorobadas aduciendo otivos científicos. Japón justifica la matanza de ballenas jorobadas aduiendo motivos científicos. Japón justifica la matanza de ballenas jorobaas aduciendo motivos científicos. Japón justifica la matanza de ballenas orobadas aduciendo motivos científicos. Japón justifica la matanza de allenas jorobadas aduciendo motivos científicos. Japón justifica la maanza de ballenas jorobadas aduciendo motivos científicos. Japón justifia la matanza de ballenas jorobadas aduciendo motivos científicos. Japón ustifica la matanza de ballenas jorobadas aduciendo motivos científicos apón justifica la matanza de ballenas jorobadas aduciendo motivos cieníficos. Japón justifica la matanza de ballenas jorobadas aduciendo motios científicos. Japón justifica la matanza de ballenas jorobadas aducieno motivos científicos. Japón justifica la matanza de ballenas jorobadas duciendo motivos científicos. Japón justifica la matanza de ballenas joobadas aduciendo motivos científicos. Japón justifica la matanza de balenas jorobadas aduciendo motivos científicos. Japón justifica la matana de ballenas jorobadas aduciendo motivos científicos. Japón justifica la atanza de ballenas jorobadas aduciendo motivos científicos. Japón jusifica la matanza de ballenas jorobadas aduciendo motivos científicos. Jaón justifica la matanza de ballenas jorobadas aduciendo motivos cientíicos. Japón justifica la matanza de ballenas jorobadas aduciendo motivos ientíficos. Japón justifica la matanza de ballenas jorobadas aduciendo otivos científicos. Japón justifica la matanza de ballenas jorobadas aduiendo motivos científicos. Japón justifica la matanza de ballenas jorobaas aduciendo motivos científicos. Japón justifica la matanza de ballenas orobadas aduciendo motivos científicos. Japón justifica la matanza de allenas jorobadas aduciendo motivos científicos. Japón justifica la maanza de ballenas jorobadas aduciendo motivos científicos. Japón justifi-
s o uas e ain s. nins oana saís o uas e ai-
Primera estación
U
na mujer. Una mujer atada de
todo porque ellos no pudieron liberarse de sus
rinoceronte triste que extraña selvas y se re-
pies y manos al riel por donde
caníbales ideas, llenando todo de trampas para
vuelca sobre la pradera como si estuviera en
pasa el tren. Y no sólo ella, al
las ovejas conformes que buscan en líneas siem-
llamas, obsesionado por el horizonte que apun-
lado un muchacho que ya no
pre iguales, a cuanto hay que venderse, como
ta con su cuerno. Las ruedas comienzan a girar
puede inventarse razones para
tienen que ser sueños y amores, a que edad hay
y echándole corazones ardientes a la máquina
seguir. Tan sólo logra acostarse en esa cama fi-
que casarse y morir. Y los latidos, lejos, tapados
que devuelve el asombro, queremos ofrecer
nal. Y pensar que si todavía creyeran se darían la
con diarios, duermen en el banco de las plazas,
nuevos destinos, otras estaciones. Son miradas
mano, se mirarían. Al lado de ellos, una multitud
olvidados.
distintas las que van creando la ferroviaria rebel-
de personas también encadenadas al desencan-
Si dejamos de darle siempre la razón
día de poner rieles sobre tierras desconocidas, y
to. Los trenes, especialmente los subterráneos,
al mundo y nos damos vuelta hacia adentro
desde lo más profundo de la noche ver apare-
al frenar para que se suban los fantasmas, pro-
(porque la piel es reversible), nos encontramos
cer un vagón que no sabemos de donde viene,
vocan escalofríos que suben por la columna de
con un baúl con muchas cosas guardadas. Siem-
pero sabemos que nos lleva de vuelta al lugar
algunos vivos, como premonición de una po-
pre estuvieron ahí, pero dejamos de mirarlas.
de donde somos.
sible fuga. Hay muchos que no aceptan que la
Abriendo nuestros propios baúles, cuatro dise-
Suena el bufido de la locomotora in-
única forma de moverse es en vagones repletos
ñadores y dos periodistas, más un grupo de co-
vitando a cada lector a mirar otras zonas de la
y asfixiantes, ni terminar bajo ellos. Existen otras
laboradores, nos encontramos para re-diseñar
realidad que se ocultan en la indiferencia de los
formas de viajar.
el mundo, con pluma en mano transformarnos
propios asuntos y los escasos minutos. Es por
Los transeúntes giran como trompos
en pájaros, demostrar que es la mirada propia la
eso que hicimos la revista que nos gustaría leer.
hasta deshacerse, la necesidad de necesitar y
única que derriba los edificios de espejos que
Para hacer tangible en el encuentro de tinta y
defender al demonio atrincherado tras la piel
reflejan rostros demacrados, para mostrar facha-
alma lo que queremos expresar, sabiendo que
encuentra bitácora y coartada en los miles de
das antiguas, como en el Barrio República, don-
hay muchos que van tras lo mismo.
diarios y revistas que tapizan la ciudad. Más que
de la noche es carbón que enciende un nuevo
medios, fines, finales, repitiendo como loros las
sol, despertamos en un presente que cada cual
mismas noticias que no dicen nada, llenando de
debe hacer suyo.
ruido las cabezas hasta convencernos que hay
Queremos que lo pesado sea liviano,
una sola forma de ver el mundo, quedarse ciego,
como un vagón que al principio no se mueve,
Director_Alan Guerrero / Dirección creativa_Alvaro Vargas+Miguel Morales / Dirección de arte_Natalia Becerra / Editores_Mariano Fraga+Francisco Pardo Web Master_José Miguel De la Barra / Colaboradores_Tomás Causero+Lucido Sans Serif+Wanda Rodriguez+Humo Rojo+María José Vilches+Paulina Abarca +Vodka Tónic / Proveedores de Medios_Skin rsp _Carlos Romero / Contacto_contacto@revistavagon.com / Web_www.revistavagon.com Impresión_Puerto Madero Impresores S.A. / Distribución_Gratuita / Todos los derechos reservados
[Editorial_Revista Vagón]
[Republicanos_Revista Vag贸n]
Texto_Francisco Pardo Diseño_Alan Guerrero
Tras
el golpe Félix
El referente máximo de lo anterior es
sintió que le
Masutatsu Oyama (montaña magnifica), padre de
faltaba el aire
esta modalidad. Un coreano nacido en los ’20 que
y que todo
luego de un precoz y largo recorrido por las artes
daba vueltas.
marciales en Japón (incluyendo su permanencia
Como si aquella patada al pecho siguiese vibran-
en el Butokukai: academia de entrenamiento para
do por dentro, recorriéndolo . El miedo que siem-
el Ejército imperial japonés que especializaba en
pre lo acompaña antes de subir al ring y sobre
la guerra anti-guerrilla, el espionaje, y el combate
él, hizo su aparición. Miedo a que te rompan las
cuerpo a cuerpo) decide convertirse en el mejor
costillas, la nariz, un diente. O a que te noqueen y
karateka de ese país.
caer en coma en plena lona. Pero Félix González
Fue uno de sus maestros quien incen-
es un luchador con títulos. Con currículo. Sabe
tivó a Oyama a emprender su retiro a las mon-
que el miedo es tan necesario como manejable.
tañas para fortalecer su técnica y encontrarse en
Que una pequeña revisión a las decenas de ar-
soledad. Tres años estuvo entre los cerros. Con
chivos mentales de peleas anteriores puede apa-
entrenamientos de doce horas al día y siete días
ciguar “ese animal que llevas por dentro”. Aquella
a la semana. Una rutina que incluía meditaciones
calma que llega cuando has dedicado casi la mi-
bajo frías aguas de cataratas, peleas con anima-
tad de tus 32 años a las artes marciales, al Kyokus-
les salvajes y rompimiento de árboles y piedras
hin específicamente. Una disciplina de contacto
del río con sus manos. Aunque, claro, Félix no es
real, donde los severos entrenamientos ponen a
Oyama y reemplaza los árboles por neumáticos
prueba los límites físicos y sicológicos en busca
en un gimnasio de Talcahuano, donde vive y en-
del esquivo equilibrio interno.
trena. Pero ambos sienten que la única manera
go Jorge Díaz, realiza una correcta definición de este tipo de combates: “Sus textos (Díaz) no se deberían medir en un platónico ring (Cortazar) sino que en esas jaulas de lucha de vale todo. La explicación: ahí los espectadores, el lector, contemplan cómo dos enemigos pelean con todas las armas posibles hasta anular al otro. Salen a matar. No se equivocan. Los expertos, los luchadores, --si se permite la digresión-- sostienen que un triunfo en una pelea de todo vale radica casi siempre de la velocidad y la astucia sobre la sangre, de la llave correcta en vez de la fuerza bruta, de esa vieja maestría, algo ninja por cierto, de apretar, de hacer sentir dolor en el nervio hasta dejar inconsciente al atacante. Todo en un minuto, sin pausa, sin tregua.” la fuerza del animal a la suya para romper uno de
Precisamente así fue la primera de las
sus cuernos. Con un golpe circular de la mano,
nueve peleas de la noche. Los casi ochocientos
finalmente lo logró. Había conseguido ser uno
lectores/espectadores vimos como el ariqueño
con el animal y derrotarlo por dentro. En los años
Dennys Quijada despachaba de una llave a Jona-
posteriores, Oyama se midió con 52 toros. Tres
than “la montaña” Vidal, y sus dos metros de fibra
murieron y 49 quedaron tuertos de un cuerno.
y malas maneras. Todas esas imágenes de sangre
Uni-cornios. (-)
y golpes coreográficos de películas como “Retro-
de conocer el grado de preparación alcanzado
ceder nunca rendirse jamás” volaron con una llave
es en el enfrentamiento. En la dialéctica. Oyama
Félix González Palomino no requiere
precisa. El publico rechifla porque quiere sangre.
decidió demostrar su poder luchando con toros.
luchar con toros para conocer su nivel. Ni siquiera
Porque pagó cinco lucas para presenciar violen-
Para ello, metódico, recorrió algunos mataderos
ganar un combate. Esta vez, sólo necesita ingre-
cia bruta, esa que permite exorcizar la violencia
con el fin de instruirse en el mejor modo de abatir
sar a un ring octogonal con rejas a los costados
en cuotas que --como la cuenta de una lavadora
a una bestia. Ahí observó a los matarifes colocar
--la “jaula”-- y enfrentarse a otro animal, al más
comprada en una multitienda-- recibimos perió-
un punzón entre los ojos del animal y rematar el
completo luchador de Chile: Cristián “Gorila” Mar-
dicamente por el sólo hecho de transitar por la
golpe con un certero martillazo. Miró las callosi-
tínez. Y simplemente aguantar. Que lo golpeen y
ciudad.
dades de sus manos producto de sus años en las
aguantar. Y a pesar de que le falta el aire y que en
El animador sigue con el show dando
montañas y supo que no tenían que envidiar a
estos momentos el mundo le da vueltas sobre la
gracias a los auspiciadores, para luego dar paso
ninguna herramienta.
lona, Félix está aguantando.
a la segunda pelea entre los adolescentes Kevin
Oyama enfrentó a su primer toro en el
Todo comenzó un par de horas antes
“Espartano” Oyanedel versus Francisco “Skeletor”
’50. El animal pesaba más de seiscientos kilos y le
en un gimnasio de avenida Recoleta, altura Metro
Ortega. Ambos entran a la jaula con unos cascos
fue imposible en un primer momento desequi-
Dorsal. Se trata del encuentro de Mixed Martial
“burbujas” para evitar daños mayores y parecen
librarle. Después de varios minutos de enfrenta-
Arts o Vale Todo, un fenómeno con cada vez más
dos cosmonautas furiosos que se trenzan en una
miento se sentía extraño: la bestia venía hacia a él
fanáticos, clubes y que tiene hasta un programa
riña producto de una frustrada caminata espacial.
para cornearlo con una fuerza demoledora. Oya-
en la televisión por cable llamado “El club de la
Nada más que destacar. Me alejo del ring hasta el
ma fue cayendo en un brillo cegador que teñía
pelea”. A grosso modo, en lo eventos de Vale Todo
camarín: un rincón del gimnasio tapiado con me-
todo alrededor. Tal como Félix luego de recibir la
se enfrentan luchadores de distintas disciplinas
sas de pinpón donde los luchadores esperan su
patada en el pecho. Fue en ese minuto cuando
premunidos de protecciones simbólicas que, si
turno. Algunos elongan y precalientan con audí-
sintió brotar de su interior una especie de fuerza
bien logran moderar algunos golpes, no evitan
fonos, quizás escuchando el tema de “Rocky” para
vital, un torrente que le hizo olvidar el dolor y el
la potencia del contacto directo. El escritor Álvaro
crear ambiente. Otros luchan con el aire lleno de
agotamiento. Había intuido la posibilidad de unir
Bisama, a propósito de los textos del dramatur-
olor a Calorub, lanzando golpes a un contrincante
imaginario. Como Gonzalo Egas, el ganador de
contrincantes que cierran el asunto con un frater-
pecho lo deja blanco y el árbitro le pregunta si
un reality granjero que más tarde saldría vence-
nal abrazo de año nuevo.
está bien, si puede seguir, y Félix mueve la ca-
dor de la jaula bajo el acoso de tres programas faranduleros y sus cámaras/zancudo.
Y ahora, la pelea final. Lo que todos
beza, sí, si puedo. Y tras lentos minutos, lo logró.
esperan. El retorno a la jaula de Cristián “Gorila”
Resistió. El tiempo de pelea se acaba y el “Gori-
Los enfrentamientos continúan y su-
Martínez. Un tipo que ha combatido en Japón,
la”, para todos, es el vencedor indiscutido. Es el
ben en intensidad. Pero no hay show, ni luces, ni
Estados Unidos y Brasil, donde perdió el combate
que recibe las felicitaciones, el trofeo más alto, los
menos la clásica mujer que se paseaba cartel en
por el título mundial del Vale Todo. Hijo de un ex
flashes, los abrazos, las palmadas en la espalda.
mano anunciando los rounds. Falta algo, parafer-
campeón de boxeo, lleva tatuado sobre los mús-
Félix, en cambio, baja del ring solo, con el kimono
nalia. Lo más atractivo hasta este punto son las
culos de su hombro izquierdo un gorila coronado
salpicado de sangre, con un trofeo de consuelo
bromas del público y los apodos de los luchado-
por un antiguo casco japonés. Desde 1995 ofrece
bajo el brazo y una sonrisa indestructible como
res. Como en la cuarta pelea, cuando chocan Leo-
a quién lo derrote cinco millones de pesos. Tres lo
su voluntad. “Es el día más feliz de mi vida” dijo
nardo “kick boxing” Vargas versus Fabián “la furia
han intentado. El que más duró alcanzó a estar de
más tarde y se le nota. Finalmente pudo vencer a
sureña” Cañulef, de Puerto Montt. “¡Aguante muer-
pie un minuto y medio. Con 41 años, él es el res-
su toro personal aunque no haya cuernos que lo
to montt, capital de la pésima región!” grita uno
ponsable, el niño símbolo, de este tipo de luchas
demuestren.
desde la gradería y la risa se contagia como resfrío.
en Chile. El animador lo invita al ring, y apenas
“Se vieeeenen las dos úuuultimas peleas de la no-
pone un pie en él, unas bombas de confeti ex-
oooche. Agradecemos la presencia de las mujeres
plotan llenando de papelitos el aire. Ahora sí que
porque este es un deporte familiar”, dice el anima-
hay show. Pero estamos en Chile y un apagón en
dor antes de invitar a la jaula a Sebastián “el marti-
el gimnasio pone todo en contexto.
llo siciliano” Lentini y a Ángel “el perro” Rodríguez.
Cinco minutos más tarde aparece la
Y esto es lo que veníamos a ver. Dos luchadores
luz, su rival y se cierra la jaula. Silencio. Pocos
que combaten como en una película, bajo la aten-
saben que su oponente se llama Félix González,
ta mirada de las cámaras de televisión, de fotos y
que viene de Talcahuano y que tiene miedo. Qué
celulares. Golpes en la cabeza, patadas en las cos-
importa, es un dato, una anécdota. Venimos por
tillas, llaves y todo el repertorio de un Jean Claude
el “Gorila”. La pelea comienza y los golpes son
Van Damme cualquiera. El público grita con cada
distintos. Menos pirotécnicos, pero más profun-
embestida. Los espectadores están felices con los
dos. Secos. Especialmente los de Martínez. Félix
casi 15 minutos de combate que finalizan con un
responde con algunas combinaciones que no
justo empate celebrado con aplausos. Un reconocimiento al admirable derroche de energía de dos
llegan, pero los minutos pasan y él aguanta, lo tiran al suelo, una, dos, tres veces, una patada al
Texto_Tonic Vodka Tonic Diseño_Dos V
no me gusta mi A veces gusto. Por ejemplo, los dientes chuecos, me dijo seria, como
vo, y una semana de silencio matrimonial que revivir esta rutina asesina como el cáncer.
si hablara del calentamiento global. “O los
olores. No soporto el aliento a café, pero
----“¡Que si te gusta Almodóvar!” me gri-
me atrae de
tó con Shut Up de los Black Eyed Peas de
alguna forma ¿me entien-
des?”.
fondo. Shut up, just shut up, shut up, le Pero yo sólo miraba el lento des-
hubiese gritado y pasado la mano en la
lizar de su mano por su pelo. Parecía estos
cintura y dado algunos besos jugosos en
movimientos que hacen las bailarinas de
el cuello.
flamenco, serpenteantes, pero despacio,
----“Si, me encanta! Te han dicho que te
tratando de enredar en su dedo índice sólo
pareces a Penélope Cruz? !!Que si te han
un par de hebras.
dicho que te pareces a Penelope Cruz!!” le
----“Ah, sí, claro, el café. Tampoco me gus-
grité y luego me acerque a su oído para
ta. Yo tomo té” dije estúpidamente entre el
repetirle, pero su perfume me detuvo por
ruido, el humo y el tum-tum de un parlan-
tres segundos a centímetros de su pelo.
te próximo.
Ella me miró y quedamos ahí, dispare us-
Ella me miró y sonrío falsamente,
10
ted o disparo yo. Disparo yo.
lo que en alguna medida prefiero antes de
Lo de que se parecía a la Cruz
esas sonrisas que parecen sonrisas. Recién
era claramente una mentira, aunque sus
en ese instante percaté un colmillo que
besos se asemejan bastante. Creo que así
quería escapar de esas teclas de piano que
besa Penélope. Por lo menos esta noche.
tenía de dientes. Pero qué mierda. Sólo
Me gusta Penélope. He visto todas sus
quiero llevarla a la cama. Y por lo demás,
películas y portada con que me tropiezo
está bastante buena. Aunque su cara de 17
en alguna revista, la leo de inmediato. No
me diga que algo anda mal. ¿Le pregun-
importa donde. Algo sucede que me toma
to la edad o me hago el inocente del tipo
de los ojos y me impide mirar otra cosa
“pero si se veía de 25, Señor Juez”? Mejor
que sus labios. Sus labios. Cuando era más
callar, y seguir con los salud hasta que el
chico mi hermano mayor trabajaba en un
vodka comience su silencioso e inoloro
cine. Y siempre llegaba a la casa con estos
trabajo de escritorio. Las doce y quince.
posters promocionales gigantes. Un día
Debería llamar para saber cómo está José.
me trajo el de “Las mujeres arriba” don-
Como resultaron sus exámenes y de paso
de aparecía el primer plano de Penélope
avisarle a la Paulina que llegaré más tarde,
con un ají rojo como bigote y la trompa
que unos compañeros de trabajo y tú sabes
estirada, como esperando el beso que le
mi amor lo necesario que son estas salidas
daba todas las noches. La puse detrás de la
para crear otro tipo de nexos en la pega.
puerta. A veces me masturbaba mirándola
Obvio que se enojará y no me hablará en
e imaginando que me iba en su cara. Y que
una semana. Tres carajos. Prefiero un pol-
me hablaba en ibérico, como en las pornos
españolas. Pero me aburrí de su cara cachonda que oteaba de mañana y noche. Sólo me gustaban sus labios. Igual que con Paulina. Sólo son sus labios los que después de seis años me provocan una erección. Lo demás dejó de excitarme entre el segundo y tercer año de matrimonio. La recuerdo en la universidad y era bastante rica. Tenía un culo de aquellos. Nunca tuvo muchas tetas, pero yo siempre he sido de culos. Me encantan. Y luego nació José y adiós a su cuerpo. El niño se apoderó de Paulina por ocho meses y medio. Abusó de ella, habitó su vientre y se fue dejando la casa en ruinas. Como un arrendatario que jamás pagó lo acordado y que además se robó el lavamanos y la manguera. Una pena. Ahora es de esas mujeres con las que nunca me casaría. Una dueña de casa de tomo y lomo. Sé que es la única mujer con la que podría haber tenido un hijo ¿Pero la única para toda la vida? ¿Toda? La quiero como madre del José, y no como mi mujer. Eso se acabó, y ya está llegando al límite nuestra convivencia. No porque nos tiremos platos por la cabeza y nos culpemos de nuestros propios fracasos, si no porque no sucede nada. Nada. Preferiría un plato bien puesto, alguna salida de madre que fuese una señal de que la pasión aún ronda por la casa. Pero no sucede nada. Todo plano, gris. José alegra y mejora la vida, aunque no es suficiente. No lo es, maldición ¿En qué minuto nos convertimos en los que siempre odiamos? ¿En eso que juramos nunca ser cuando lo hacíamos en los pasto de la universidad? ¿Por qué todo siempre se va a la mierda? ¿Por qué nada dura? Siempre todo se me acaba. Este vodka, por ejemplo. -----“¿Quieres otro?” le pregunto con cara de “tómate otro y no digas nada”. -----“Bueno”, me responde con su ojos infantiles y voz pastosa.
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Texto_María José Vilches Diseño_Alan Guerrero
Shawarma mixto o puro pollo? La carne condimentada descansa
sobre un pan pita. Yo, sobre una silla de plástico a punto de quebrarse. La
mayonesa al ajo con recuerdo a coliforme fecal me mira chorreando, mientras un chef con acento argentino, proveniente de Requinoa, le pregunta por segunda vez al mesero si la comanda es “al plato o en pan pita”. Patronato con Santa Filomena. Ropa con puntitos, rayitas y manchones. Los colores me lavan los ojos. Vengo del barrio Bellas Artes, donde todo es combinado, medio neoclásico, con toques de vanguardia arquitectónica. Ahí donde abundan los peinados bonitos de peluquerías donde el profesional del cabello fuma marihuana y acaricia a su perro antes de preguntarte qué quieres. Había cruzado el río Mapocho por el puente Patronato. Antes hice una pequeña caminata por don Parque Forestal, con su séquito de malabaristas y bebedores eternos de cerveza. Cuando atravesé las aguas café con leche del río que perverso te baña, divisé a los pendejos que viven literalmente debajo del puente. A todo esto, nunca se han ido.
Si pudiéramos delimitar Patronato, sus fronteras serían Recoleta, Loreto, Dardignac y Eusebio Lillo. A grandes rasgos, entre el Cerro Blanco y el San Cristóbal, en la ribera norte del río
Es el sector llamado “La Chimba”, donde se instaló el muro entre lo blanco y lo indio durante el Chile de La Conquista (así, con mayúscula). La Chimba significa en quechua “al otro lado del río”. que cruza la capital.
Turcos, sirios y libaneses ha sido algunas de las poblaciones históricas del cuadrante. Con
sus ojeras profundas y narices generosas, le han hecho honor al “todo se vende, mijo”, desde 1890, cuando escaparon del Imperio Turco Otomano. Fue en Patronato donde instalaron sus industrias textiles, con sus familias danzarinas y costumbres culinarias. Hoy, cuando las calles se llenan de maniquíes embarazadas, billeteras Luis Guitón y trajes de noche a cinco lucas, la nacionalidad que predomina es la coreana y la base del comercio ya no es la fabricación, si no la importación. Jonathan Park tiene 20 años y trabaja en la Asociación Coreana de Cultura, ubicada en El Manzano con Santa Filomena. Edita un periódico llamado Prensa Corea, escrito en el idioma de sus ancestros y que se nutre íntegramente de las noticias aparecidas en el canal YTM. Cuando le
pregunto cuál es el público cautivo de su semanario –que equivale a decirle quién demonios lee
coreano-, responde rápido: “Los dueños de las 1.600 tiendas coreanas de ropa en Patronato”. Guau. Aprovecho preguntar la duda clisé del día: ¿Qué es lo que más te gusta de Patronato?”. “Caminar por la calle el día domingo, cuando no hay nadie y está todo cerrado”, me responde sin atisbo de duda.
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Durante la semana, sobre todo a la hora de almuerzo, Patronato se llena de féminas en busca de ofertas. Hay algunas con vocación de comercio. Se les reconoce por andar con grandes bolsos, preguntando por las ofertas al por mayor y diciendo que “quizás ese blusón negro estampado está pintado para la Juanita Cerda”. Las de provincia vienen por el día y compran para pequeñas tiendas, casi por encargo y sólo descansan cuando almuerzan un shawarma: Tonto sánguche de cebolla, tomate y carne a la espada en pan pita, todo un ícono de la cultura árabe.
También abundan las escolares. Nunca conformes con el tallaje de la ropa china -las flacas se quejan que les queda grande, las gordas reclaman que es muy chico-, las estudiantes pokemonas encuentran sus tenidas fucsia con negro, mientras las pelolais se emboban con vestidos amables. Todas quedan contentas, mientras los comerciantes gritan
A las siete de la tarde agoniza Patronato. Un refresco de coco ultra helado comprado en un supermercado chino, me ayuda a caminar hacia el metro Patronato de la Línea 2. El comercio callejero se retira, la señora de los trozos de sandía ofrece las últimas tajadas, el vendedor de arrollados primavera se come la fritura despreciada, la niña que vende los relojes despertadores Pucca grita sin las ganas del japanimation. Así, comienza a descansar el paraíso de plástico. Entonces, el sector se convierte en terreno fértil de posibili-
por megáfono sus ofertas diarias que, obviamente, duran toda la semana.
dades que prefiero no conocer. La estética de barrio chino que predo-
Un pantalón por tres lucas, dos poleras por cinco. Sólo por hoy.
mina en las calles se abalanza como sombra sobre los locales. Un par
No hay que olvidar las tiendas top de calle El Manzano, la
de curados amigos de nadie pelean sobre algo que a nadie le interesa.
“Quinta Avenida” de Patronato. Son varios locales con piso flotante y
Una coreana reta en español a la que parece ser su ayudante. Dos flai-
aviso de Visa tres cuotas precio contado, donde sólo atienden chilenas.
tes caminan raudos atravesando calles estrechas, que son todas iguales.
Venden más chic que kitsch (como dice el slogan de la tienda “Mía”),
Una vieja reclama la pérdida de una bolsa con compras. Capaz que se la
mucho fashion-retro, new vintage y otros estilos de dudosa existencia. El mito urbano habla sobre el orgullo de las platinadas diseñadoras: Si te queda mal el vestido, no te lo venden, aun cuando pierdan 35 lucas.
hayan robado, pensé. Entonces, me tirita la cartera. Entonces,
entiendo por qué se filmó en Patronato la única película chilena de artes marciales.
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Texto_Lucido Sans Serif Diseño_Miguel Morales
La hora perdida
M
iro el negro centro de mi ojo. El reflejo del centro de mi ojo que crece y de mi extraña cara en el espejo con la banda sonora de alguien meando. Parece que el cartoncito está pegando. Salgo. Las cervezas sobre la mesa tiemblan con las risas y me siento. Todo se mezcla por ¿diez, veinte, 56? segundos en esta caseta telefónica disfrazada de bar, hasta que volvemos a ser los cuatro del principio. Y está bien. Parecido a un zumbido que recorre el cuerpo y que crece. Con cada bocanada de humo. Con cada sorbo de cerveza. Hubiese preferido una linda puesta de sol y los pies en la arena, pero qué carajos, si un paseo por otros mundos depende de cuantas ganas tengas de viajar. Y total esta noche regala una hora que no encontramos. Quizás a esto se refieren los budistas cuando hablan del vacío. De ese espacio intermedio entre el pasado y el futuro, y que cuesta entender sobre el cemento. Pero ahora es ahora aunque no lo comprenda. El ahora son sus desnudos hombros. El ahora es este cigarro que enciendo con el anterior. El ahora es la cerveza tibia que ella cambia por una helada. Y hacemos un salud y nos paramos al instante en busca de aire fresco. Afuera la ciuidad es otra y viajamos sin movernos. Imagino que Santiago es Buenos Aires, o cualquier pinche ciudad que desconozco. Juego al extranjero y la luz con mis pupilas lejanas. Es interesante cómo la luz te
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afecta cuando entra más o menos de la exac-
las calles son ríos. Son venas. “Arterias” como le
ta. “Ya, bueno, pero ¿Qué hora es?”, pregunta el
dicen en la tele. Y mis manos me dan risa. Sus
más eléctrico y todos nuevamente nos reímos.
risas son las mías, y pienso en los abdominales
Parecemos enfermos, con pequeñas convulsio-
que me ahorro mientras caminamos hacia Ma-
nes que algunos transeúntes miran con des-
nuel Montt. Pienso en los edificios con formas
confianza. Y me siento un poco huérfano de la
de cerros. Pienso en fumar, pienso en recién, en
situación. Hace algunos minutos veía sentado
más tarde, pienso, pienso. Luz roja. ¿Hay que
en el bar Phone Box a seis tipos que mezclaban
detenerse, cierto? Y los miro. Cinco tipos arriba
jazz con hip hop, un poco sofocado, pero nada
de un auto que se quedan impávidos mientras
que otro cigarro no pudiese solucionar. Y ahora,
cruzo con el hombrecito rojo y les disparo fle-
en la calle, perdido, mirando las estelas de los
chas dirigidas con mis ojos. Con la punta de mi
autos que bajan por Providencia. Nos lanzamos
dedo dibujo un surco en el capó conforme doy
a la búsqueda de una fiesta. Una anotada en un
los pasos más lentos del mundo. Lo logré. Lo
papel de la resfriada con nombre de color que
logramos. Llegamos a la otra orilla o vereda, o
pide parar para fumar uno. Cuando tengo que
como se llame. Y las risas me despiertan. Los
explicar la siguiente situación siempre hago la
tres se ríen y no entiendo. Uno apunta hacia
analogía de tirarse en benjí. Pero entre el mo-
el nombre de la calle y claramente Pedro de
mento que llegas abajo y el que se inicia con el
Valdivia no es Manuel Montt. Cientos de años
tirón de vuelta. Así es. Como si te dejaran caer
y cuadras separan a estos personajes. Alguien
hacia arriba. Los efectos del ácido potenciados
nos dio vuelta la ciudad. Sospecho en el mismo
por el humo denso y dulzón de la marihuana.
que nos regala una hora que no encontramos
Y nuevamente la ciudad cambia. Porque es de
mientras la noche se pierde en la oscuridad de
noche. Porque el zumbido nos recorre. Porque
nuestras pupilas.
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Trazos de silencio Cuando
no somos capaces de vivir en el presente, empujados por la ciudad que acelera el paso pisándonos el acelerador, es momento de apreciar formas de expresión como el haiku, estilo poético japonés que nace en el siglo XV. El haiku es una fotograf ía instantánea que se revela en palabras, el observador también es retratado, sus emociones frente al mundo quedan plasmadas en la escritura. Así, se crea un puente entre el mundo y el escritor, llamado haijin, que en la contemplación se disuelve en todo para volver a ser uno, está vez, conociendo un secreto, siempre se puede retornar al comienzo, de donde retornamos como sol naciente. En los haikus aparecen alegres imágenes de la danza entre lo transitorio y lo eterno, movimiento que acontece también en nuestro interior. Así, tenemos una evidencia más de que somos naturaleza, y la alegría, es un astro azul que hemos perdido de vista obsesionados por la gravedad. En el siglo XX está forma de expresión fue adoptada por Occidente. Más cercana a rimas de esquinas que aparecen con la sorpresa del aguacero, que las páginas de libros donde muchas veces predomina el afán de escribir para publicar sobre el placer de existir y dejar que la vida como caracol tranquilo deje su estela entintada sobre el papel, es un arma para los que usan la lengua como gatillo de ametralladora que reclama calma. El haiku, es una forma de volver a sentir las palabras como espejos del mundo, donde la actualidad está en la mirada, y no en discursos inertes de marionetas que se deshacen en decadencia. Julio Cortázar tituló su último libro Salvo el crepúsculo por su haiku favorito, creado por Matsuo Bashoo, considerado el maestro de maestros en este arte: “Este camino/ ya nadie lo recorre/ salvo el crepúsculo” Para Cortázar, poema y prosa: “…se potencian recíprocamente”. Bashoo, formado como samurai, nos da la mejor instrucción para dar nuestros primeros pasos en el desaf ío lúdico de entregarnos al misterio, dejando diecisiete sílabas distribuidas en tres versos como bitácora: “Haiku es simplemente lo que está sucediendo en este lugar, en este momento.” A través de un haiku, nos entrega una clave: “No sigas las huellas de los antiguos/ busca lo que ellos buscaron”.
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Leer un haiku es sumergirse, maravillarse por la forma que toman las palabras, como nubes que corren por el cielo, el agua que decidida atraviesa las piedras en los ríos, o las curvas suaves con que las mujeres desbarrancan transeúntes. Es una tregua, olvidar la mentira que es verdad porque la hemos repetido como loros, que hay que entenderlo todo, amordazarnos para ser libres y hacer para ser. Somos ojos que ruedan por el firmamento, entre pestañeo y pestañeo se despliegan alas. García Lorca, cuya obra está llena de frases que pueden ser leídas como haikus, dijo: “Toda la luz de un mundo cabe dentro de un ojo.” Según algunos, los haikus deben ser fieles a la forma original de 5-7-5 sílabas. Pero hoy, entre tanta estructura que nos moldea hasta que no podemos reconocernos, la necesidad del arte (de cada acto que hacemos), es ser fieles a la libertad. Los haijin siempre usaron el humor y la ironía para reírse de la sociedad, lanzas contra una matanza invisible de tristeza caníbal. Sobre esto, escribí un haiku al sentir el dolor de vislumbrar la libertad y verme enrejado, como un pájaro clavado con alfileres a un techo celeste: Buscarse/ es un crimen/ que libera.
T
e invitamos a que participes creando haikus y enviándolos al mail contacto@revistavagon.com. Este haiku de Onitsura inspira y desaf ía: ¿Quién no/ tomará la pluma?/ ante la luna de hoy.
El preso sueña algo que siempre tiene forma de llave Los sentimientos son inocentes como las armas blancas Conforme truena los oídos del bosque se cubren de hojas Mario Benedetti, de Rincón de haikus. La luna nueva ella también la mira desde otro puerto. Callan las cuerdas. La música sabía lo que yo siento.
El alacrán Surge de algún rincón en medio de un paréntesis y una interrogación...!
No me agradezcas lo que te he dado me ha sido dado sólo para ti
Carlos Gutierrez Cruz, mexicano.
Tanto eres lo que eres como lo que no eres nada hay donde no estés
Veré el sol cavando túneles con mi sombra
Aunque digas que eres mía sigo tratando de llegar a ti
En el espejo un mimo trata de decir algo
Alejandro Jodorowsky
La madera se queja el viento seca lágrimas de árbol Mariano Fraga
Jorge Luis Borges
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Texto_Paulina Abarca Diseño_Natalia Becerra
E
stoy en un cubículo de 3X3 metros. Frente a mí una inmensa
Mi abuelo, en esos arrebatos tan típicos de la tercera edad,
pantalla de televisión y unos cómodos sillones de cuero. Hay
siempre me dice que en su época era muy mal visto que las mujeres fu-
plantas a mi alrededor y algunos cuadros descoloridos. A mi lado
maran en público. Creo que me ha dicho eso cada vez que he prendido
se sienta una señora de unos 50 años, prende un Belmont y me sonríe.
un cigarro frente a él en los últimos cinco años. Ahora la prohibición de
Somos cómplices del vicio, amigas por el tiempo que dura prendido un
fumarse un cigarro en paz no es una cuestión de género, sino de leyes.
cigarro. La mujer se llama Gabriela y me cuenta que trabaja en un local
La ley de tabaco, implementada a principios del año pasado, causo poco
de ropa dentro del Mall.
revuelo. Los únicos que reclamaron fueron unos afiebrados dueños de
Recién almorzó tallarines con pesto y no puede volver a sus labores hasta que se fume un cigarro. Después de eso, tiene que comerse
bares, que argumentaban una quiebra segura. Sin la posibilidad de fumarse un cigarrillo, nadie entraría a tomar un ron.
cinco pastillas de menta para que la jefa no la rete por el olor a Belmont light. “Es el único vicio que tengo”, me dice, “pero sé que me está ma-
Los fumadores, sin embargo, se mantuvieron en silencio. Sim-
tando”. Me cuenta que a veces pide permiso para ir al baño cuando en
plemente no se podía defender lo indefendible: El cigarrillo efectiva-
realidad va al cubículo de fumadores, “Después me dan ganas de hacer
mente hace mal. Millones de personas han muerto por sus toxinas, las
pipì pero prefiero no decir nada, para que mi jefa no crea que estoy con
tabacaleras ganan millones matando no sólo a fumadores, sino también
incontinencia o algo”. Gabriela termina el cigarro, saca sus pastillas de
a quienes aspiran indirectamente el humo. Pero ¿Le quita eso sabor al
menta que se deshacen en la boca y se va. Segundos después su puesto
tabaco? Al menos yo creo que no. La ley quizás es beneficiosa, no lo
es ocupado por un joven vestido de terno, quien prende un cigarro y lo
cuestiono, pero a mí me ha afectado negativamente.
fuma en silencio. Así, el círculo continúa la hora que estoy sentada en el lugar.
¿En qué momento pasó todo esto? ¿En qué instante tuvimos que empezar a rogar por un pequeño sector de fumadores, atiborrarnos todos en una esquina y fumar deshaciéndonos en disculpas? Antes se
Esta pequeña historia ocurre en la zona de fumadores del mall
fumaba en los aviones, en los hospitales y en los malls. Incluso era sexy
Panorámico de Providencia. Parece ser que no soy la única que necesita
prender un cigarrillo y botar el humo lentamente. Me imagino ahora
fumarse un cigarro después del almuerzo. Este lugar es extraño: parece-
mismo una postal de los años veinte, con una mujer pálida y huesuda,
mos presos de un pecado, en una celda de vidrio. Noto que la gente que
con los ojos negros, pelo corto y vestido ajustado, con un cigarrillo largo
pasa por fuera nos mira con desprecio. Somos los viciosos, esos seres
en su boca, mirando a la cámara y diciendo “Mírenme, estoy fumando”.
que quedamos fuera de la ley, discriminados y condenados a una muerte
Ahora, veo a Gabriela perforando su estómago con eucaliptos para que
lenta y dolorosa. Desde nuestras bocas sale veneno. Así nos tratan. Y el
no se le note el vicio. Y yo misma he empezado a cuestionarme. ¿Seré
calor es insoportable, al igual que en la mayoría de las zonas de fuma-
Don Miguel en algunos años? ¿Me veré tan desesperada como Gabriela
dores implementadas en restaurantes y centros comerciales. La falta de
cuando empiezo a prender el cigarro apenas salgo del metro? Me estoy
ventilación termina por dejar sin oxígeno el lugar.
convirtiendo en una fumadora paranoica… así que ahora iré a comprar unas mentitas.
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Texto_Wanda Rodriguez Diseño_Miguel Morales
fuera el sol quema y adentro la oscuridad y el olor a cera depilatoria embriagan. De primeras un
A
mento. La pillo sentada, descansando, mirando un poco el techo, el es-
par de carteles anunciando una provocativa programación.
pejo y un par de revistas de moda bastante raídas. En su lugar de trabajo
“Sex Ass”, “Cuarto Oscuro”, super rotativos de tres películas por el precio
tiene fotos de su hijo Sebastián, que ya cumplió once años. “Está grande y
de una. El cine Capri seguramente ya no es el de antes. Eso es casi segu-
llevado de sus ideas” dice sobre el niño que crió con la ayuda de su madre.
ro. De qué sirve imaginar el espectáculo dentro de esas salas lúgubres si
Lleva diez años en la misma peluquería, desde que quedó viuda. Traga
finalmente es improbable que alguna vez llegue a cruzar ese umbral para
saliva y parpadea para esconder la tristeza. Los artículos con que corta el
satisfacer mis ansias fisgonas. No hay mucho tránsito de gente aquí. No
pelo están perfectamente ordenados. Las peinetas de distinto calibre, las
desde que cambió el sistema de transportes de la ciudad y los clientes de
tijeras grandes y pequeñas, entresacadoras y rectas, el envase de plástico
toda la vida prefirieron evitarse las colas eternas, el dolor de pies y las
con vaporizador para humedecer las melenas. Antes había trabajado en
várices y buscar una nueva peluquería amiga. Inevitablemente, el Tran-
el hospital Calvo Mackenna y en una institución para niños desnutridos,
santiago siempre es tema y les suelta la lengua a todas. “La gente prefiere
hasta que se puso a pololear. Cinco años después vino la desgracia y los
quedarse en su población y atenderse ahí” dicen, a su modo, cada una de
meses de recuperación para volver a salir a la calle y pelearla por Sebas-
las peluqueras. Algunas ven televisión y otras conversan, pasan el rato.
tián, de poco más de un año y medio de vida. Recordó que tiempo atrás
La cara cancina, el pucho en la boca, el lápiz dibujando la línea inferior
había hecho cursos de peluquería y partió a buscar el trabajo que le da de
del ojo con plateado o remarcando con rojo la comisura de los labios. El
comer hasta el día de hoy. Peinándose el cabello rubio de varias tonalida-
delantal verde, negro, blanco, según el lugar. Manchado de cera y de cre-
des recuerda y cuenta cómo el local ha cambiado de dueños. La anterior
mas con las que hacen masajes corporales. “Venir a cortarse aquí es como
propietaria, preocupada por la educación universitaria de sus tres hijas,
ir a la feria”. A $2500 el corte de dama, versus los billetes azules que hay
perdió el negocio por mala organización. Quebró. Dos nuevas personas
que desembolsar por un corte allá arriba, en los barrios altos. La bolsa
llegaron a hacerse cargo y, mientras hablamos, hacen un brushing con el
de té se sumerge y tiñe el agua clara y el olor a laca penetra la nariz hasta
secador de pelo y peinan a un par de clientas. Viejas, porque aquí todos
marear. Son pocas las clientas que llegan pidiendo un corte y termi-
son antiguos parroquianos que traen a toda la familia a cortarse las pun-
nan escandalizadas, llorando, gritando y amenazando con demandas.
tas partidas y los pelos indomables que desordenan a los niños. El cabello
Son más las chicas jóvenes que vienen imaginando colores estrambóticos para su cabeza. Y hay que entrar a decolorar y aplicar las tonalidades ficticias. El rojo pasión y el fucsia.
Ivonne está desocupada, no tiene pelo que cortar en este mo-
debe quedar más corto que el cuello de la camisa escolar y la cotona. Ivonne los ha visto crecer y dice que llegan cabros que han crecido tanto, mientras mira el pequeño marco de fotos con varias imágenes del suyo.
Las plantas y enredaderas de plástico cuelgan de las lámparas, vitrinas,
“Es tan regalón de su abuela”, me dice y recoge su pelo con un pinche
floreros instalados en las mesas donde los clientes miran en el espejo el
plástico.
progreso de su cambio de imagen sentados en asientos giratorios.
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Texto_Mariano Fraga Diseño_Alan Guerrero
Mahatma Ghandi Caminando entre nubes cargadas por la mirada que ocultan tantos lentes de sol negros, casi se olvida que somos astros brillantes, la mirada pérdida busca algo allá arriba, pero los edificios hechos de espejos para encandilar, confunden, y las hormigas se mueven rápido tratando de decirnos algo, tal vez como fugarnos. A veces la ciudad es un desierto que tiene tanta, tanta sed, que a cada paso parece tragarnos. En el cielo barcos que se entierran proas unos a otros, y ángeles que caen enredados en sábanas, entre lo que parece el final, las calles se deshacen como ropa frente al deseo quemante que deja un círculo de fuego en el horizonte, puerta en llamas para atravesar como gato aros de fuego. La esperanza es una estrella, lo único quieto en la tormenta de palabras afiladas, cuchillos de ciegos que caen al agua con el manotazo hábil de las olas. La palmera se mece con el viento riéndose del ruido que vocifera el mundo, zumbido de colmenas vacías. Todos esperan la tuerca dorada, la de miel, la que no se atreven a ser, aguijón que se clava entre las ruedas de carros que aplastan caracoles conducidos por espíritus cada vez más demacrados. Según algunos, Plata Quemada es un policial. Si es policial no lo es en el sentido de los periodistas sensacionalistas, que aman los choques de borrachos que terminan subidos arribas de los postes y son bajados en bolsas negras, mientras ellos toman notas en su libretita hipócrita, ajenos a la vida, sus ojos se mueven de un lado a otro, ratas listas para devorar la tragedia que se derrama por la urbe como copa triste. Lo policial es la cubierta, el velo que se descorre, que nos atrapa para desafiarnos a interrogar nuestras creencias sobre el bien y el mal. Y quizás, darnos cuenta de lo perverso del orden, ya nadie elige entre camisa de fuerza o camino trazado. Esta obra, de 1965, relata hechos reales ocurridos en Buenos Aires. Como en todo buen libro, ficción y realidad son una pareja de traviesos que camina de la mano y se intercambian para confundirnos, saltando alegres sobre las baldosas de certezas, del tiempo. En las líneas de Ricardo Piglia, algunas blancas, la mayoría negras, ya se intuye el galopar de la plaga que se ha llevado más gente, dejándola en perpetua agonía y cama-escritorio sin sueños, con algunas dosis de orgasmos a media máquina y muchos cigarros a falta de nuevos aires. El dinero, el maldito dinero es culpable de todo*, también la culpable es nuestra estupidez, creemos pesar por las monedas en el bolsillo, sin considerar que una mano huesuda y traviesa hace agujeros con una tijera. Esta novela ocurre cada día. No sólo por los asaltantes de bancos, de los buenos y los malos, para repetir como loros que no vuelan están los noticieros, murmullo que se repite por toda la ciudad a la nueve, mientras el sol se da fuga en su carruaje dejando evidencia colorida, después de un largo día de trabajo entre gente que ya no soporta. Existen fábricas que queman gente, cenizas que
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quedan enteras frente a monitores de pantalla plana. Todo ha cambiado tanto, tan modernos son los tiempos, que la gente después de muerta puede seguir trabajando y tener preocupaciones, hasta hablar por celulares. Sentarnos en las plazas y robar un poco de cielo entre tanto gris, también por ese sol ya casi suicida que se lanza al mar sin fijarse si hay agua para no escucharnos más, es un gran desafío. Los vigilantes, rojos, verdes, jóvenes y no tanto, oxidados todos, mujeres y hombres apuntan a la calma intentando desgarrarla con su mirada, la frase preparada para fusilar antes del crimen de existir. En su caída a ninguna parte, defienden
no vio cuando el Nene sacaba la pinza pico de loro y cortaba la cadena y se
la tristeza y como bola negra la encadenan a la mayor cantidad de tobi-
llevaba el portafolios con la guita y al moverse hacia atrás le daba un tiro
llos posibles: “Antes de salir del Banco, Martínez Tobar respetó las medidas
en el pecho.”
de seguridad y se enganchó el maletín a la muñeca izquierda con una cade-
Los pistoleros después de desvalijar Buenos Aires se fueron a
nita cerrada con un candado. Después alguien dijo que esa precaución inútil
Uruguay, en un edificio llamado Liberiaj aguantaron más de quince horas
le había costado lo que le había costado.”
el asedio de la policía: “Empezaron a tirar billetes de mil encendidos por la ven-
Creemos que colgándonos relojes, corbatas y maletines, po-
tana. Desde la banderola de la cocina lograban que la plata quemada volara
niendo cara de preocupación fúnebre, los pasos serán hacia delante y las
sobre la esquina. Parecían mariposas de luz, los billetes encendidos. Un mur-
ramas no se van a asomar por las mangas de la camisa. Pero los pasos son
mullo de indignación hizo rugir a la multitud. -La queman. -Están quemando
hacia arriba, hacia el sol las venas, los rayos cortan con sabiduría dorada
la plata.” Sonreír, es como quemar plata, hay que andar preocupado, hay
la tiranía de los quejidos que nos desarman. Tanto orden es caos, y de
que andar demacrado. Somos arena sagrada que se escurre descalza entre
tanta obsesión por lo conocido hemos perdido el entrenamiento en las
los propios dedos, entramos en un mar de profundidad que no podemos
artes de elegir existencias: “…se asomó como un insecto monstruoso por
saber, y existir es sentir dulce cada paso mientras desaparecemos con una
la ventana durante un instante interminable y disparó una ráfaga antes de
sonrisa, quizás para amanecer, pero como el sol, el chapuzón debe ser bri-
gritar con una voz que parecía llegar desde la profundidad del mar.”
llando: “Parado y tirando con las dos manos, sereno, bum, bum, con una ele-
Ser alegre equivale a asaltar bancos, sonreír en la calle es como
gancia y los canas cagados de miedo. Cuando ven a un tipo así, decidido, que
pasarle un papelito al cajero: ¡Te asalto! Y claro, la medialuna para arriba,
no le importa un belín, le tienen respeto.” Después, el arma se oxida entre las
ese animal en extinción es amenazante, la sonrisa, el transeúnte respon-
olas que juguetean, esperando que la otra mitad termine la fuga, porque
de con gesto escéptico hasta que advierte que la situación es seria: “Una
parece que así se escapa, medio partido, el corazón, los latidos que se reen-
vez, en un robo, el cajero no quería creer, pensó que era una broma, se hacía
cuentran bajo la tormenta y el paraguas que se deshace sobre los besos. Y
el boludo, el cajero, en el banco, porque no mostró las armas, el gaucho. -
de nuevo escuchar temas anclas que maquillan con colores la mezquindad
Dijo: Te asalto. Y el ganso del cajero cuando lo vio, con esa cara de atrasado
de barquitos que en su vida se han dado una vuelta para ver más allá de la
mental, pensó que era una broma, que era un gracioso. Salí, le dijo. O dejaté
curva del puerto, donde está ese azul que se insinúa como la plata oxidada
de joder, tarado, le habrá dicho. Dorda movió la mano, apenas, así, en el
que no brilla pero que cuidan tanto, tanto.
bolsillo del guardapolvo (porque se había vestido con un guardapolvo blanco, de médico) y le reventó la cara de un tiro. Los del banco se encargaron ellos mismos de llenarle la bolsa con la plata cuando vieron como sonreía después de haberlo matado, al cajero.” Y también se crece hacia abajo, mirando de frente a los animales enjaulados, y frente al colmillo que se muestra el verdadero rugido, silencio, explorando la ciudad, sus gestos, su asfixia, las plazas con palmeras y ángeles sin alas pero con curvas que hacen volar, las raíces que parten el cemento, el sol que se desparrama dibujando sombras que apuntan a pasadizos celestes. Solo existe una traición: No dejar ser, y la condena es repetir frases sin sentido, rascarse la cabeza sin saber porque, herida de ansiedad creciente que se transforma en luna de marea roja que arrastra, porque la justicia anda por ahí, lejos de los tribunales, media ciega y con la espada afilada:“…estaba herido, tirado en el piso, doblado,
*Siete notas siete colores, grupo de hip
apoyado sobre el costado izquierdo, con el portafolios atado a la muñeca y
hop español
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Texto_Tomás Causero Diseño_Miguel Morales
egué a Santiago para estudiar Ingeniería en República. Nací y crecí entre Valdivia y Osorno, en un pueblo chico que se llama La Unión. Es increíblemente fome pero se come como en ninguna parte, la mejor carne, la mejor leche, habas tiernas y papas con mantequilla. Había venido un par de veces antes y Santiago me parecía una ciudad saturada, peligrosa, cara y sucia. Me daban vértigo tantas personas, tanta oferta, la gente comiendo en la calle, viviendo en la calle. Me quedé en una pensión para gente de La Unión y San Pablo cerca de la Quinta Normal. Los primeros meses tuve epifanías, revelaciones místicas sobre la vida en la capital, por ejemplo: La mugre del aire se pega a la piel, o los santiaguinos se asustan cuando llueve. Descubrí el olor a fierro caliente de las micros en verano bajo ese calor indescriptible que nunca antes había sentido, tuve mi primer encuentro con cucarachas, baratas, y con el sentimiento pachamámico cuando vi un atardecer de cordillera rosada. También experimenté el anonimato absoluto, la fragilidad que se siente ante las escasas posibilidades de que alguien alrededor te ayude si te sorprende una amnesia repentina, como en las teleseries, y quedar a la deriva en el mar de gente. Pero dentro de todo, Santiago me gusta, lo disfruto, me acostumbro. Podría contar miles de historias lindas de como he ido descubriendo la
la ciudad se está metiendo debajo de mi piel, directamente en mi torrente sanguíneo. ciudad de a poco, pero lo que en realidad sucede es que
Desde que llegué me he entretenido recorriendo todas las picadas del barrio cerca de la pensión y la universidad buscando mi shan-
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No sé cuanto tiempo pasó, pero ya era de noche cuando entró alguien arrastrando un balde y un trapero, me desperté con el ruido que hacía al vaciar los basureros. Sentía como si me hubiesen disparado una bala de cañón al estómago, tenía el poto helado y la taza marcada en las piernas. Me limpié como pude mientras el tipo se topaba con mi puerta cerrada. “Parece grilá. En un mapa fotocopiado voy marcando los lugares que ya visité y si vale la pena o no volver.
que se le pasó la mano con la celebración” me
La mayoría vende la misma comida salida seguramente de las mismas fábricas: Pizzas, completos,
dijo con cara de reproche cuando abrí el cerro-
ases y empanadas; por un par de monedas compras un completo que rebalsas con salsas fosfo-
jo, me lave como pude las manos y salí.
recentes y te lo comes caminando. Para limpiarte los dedos, te los tienes que chupar aun cuando desde la última vez que los lavaste hayas andado en micro y metro, contado plata y acariciado
Había poca gente en la calle: parejas
perros vagos. Algunos lugares más amables donde atienden “tías” tienen sillas plásticas sin mesas
que venían o iban a un motel, jóvenes de negro
en la calle, pero hay que comer inclinado hacia adelante para evitar el chorreo verde-amarillo en el
con instrumentos al hombro, un par de viejos
pantalón.
chicha y niños sin casa. En Alameda tomé un Cuando descubrí Barros Luco a solo $500 mi avaro otro yo no lo podía creer, me compré
taxi hasta la pensión, crucé la puerta y sentí
dos porque eran enanos y tenía hambre. Quince minutos después mi estomago empezó a sonar
ese calorcito de aire usado, el olor familiar a
como si quisiera decirme algo. Estaba en clases y sentí el aire espeso, no podía respirar, como si las
humedad y cebolla frita, y me sentí un poco
pocas partículas de oxigeno en la sala se perdieran con cada pelmazo que tosía o bostezaba. Tuve
mejor. Aún así estuve agonizando dos días en
que salir al pasillo y sentarme, el frío del suelo me alivió un poco pero miles de gases empezaron
mi cama, cada vez que comía sentía que un ca-
a subir por mi garganta. Estaba cubierto de sudor helado, encandilado, blanco como una vela y
mión se estrellaba contra mi abdomen. La tía
sentía los músculos como lana. Me quedé con la cabeza echada hacia atrás no sé cuanto tiempo
Mari me hizo cataplasmas, me dio preparados
hasta que el primer tirón violento en las tripas me obligó a reaccionar, corrí al baño y ahí me instalé
de hierbas hediondas y tostadas carbonizadas,
un par de horas, deshidratándome.
me amenazó con llamar un medico si no me
Cuando se calentó la taza me relajé. Sentía como otros entraban y salían echando puteadas por el olor. Un rato pensé que iba a morir y una vez más experimenté la angustia del anonimato
mejoraba o a mi mamá, más para sentirse bien haciendo algo que por mi.
y la soledad: Podría haber perdido el conocimiento encerrado en esa cabina cerda, fulminado por
A la semana retomé mi ruta culinaria.
un Barros Luco de quien sabe qué animal, y la tía de la pensión no me habría buscado hasta el
Aunque veté los churrascos durante más de
día siguiente en la noche, porque habría pensado que si no llegaba andaba estudiando o carre-
tres meses, experimenté con chaparritas, ases,
teando por ahí, en el mejor de los casos con “alguna chiquilla”. Creo
que en algún minuto lloré. Repasaba en mi mente el momento en que compré y comí los malditos sandwich y me odiaba por no haberme fijado en detalles que me pudieron salvar la vida: ese olor avinagrado de la carne, esa melcocha de grasa con tierra que desprendía
chorrillanas, tristes ensaladas, anticuchos, ham-
la plancha donde la cocinaron, los pedazos medio crudos de churrasco que me comí convencién-
a $500 que casi me mata, y estoy seguro que
dome que mis años de cruditos con mayo casera me harían un hombre fuerte. ¿Cómo no miré esos
ante mi hay un vasto mundo de vida micros-
pliegues ennegrecidos de las manos del tipo que me vendió y preparó el sandwich sin pasarse ni
cópica por alojar, al fin y al cabo estoy creando
un pañito?
defensas necesarias para vivir en esta ciudad.
burguesas de soya, dinámicos y sandwiches de pernil. En este camino de sabiduría me he topado con desafíos mayores que ese Barros Luco
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s lo primero de lo último. Las caminatas previas al fusilamiento pactado que consiste en servirse ocho copas de vino negro, son un desfile de premoniciones fatales. El sol que ya no siente quema la espalda casi ajena del condenado, que comunica con frialdad la noticia a su corazón, abriendo una puerta para encontrar un cuerpo que es el propio con una foto en una mano y un whisky en otra. El corazón suplica de rodillas una de las dos cosas que no tendrá jamás. Ni ella ni la muerte, ninguna de las dos llegará desnuda hasta ti. La vida es una caminata hasta la tumba para que lo celestial se burle de nosotros probándose disfraces, le dice el cuerpo altanero. El corazón no acepta razones, bombea manchando la blancura final del paredón. No eres más que un pez rojo que nada desesperado tratando de escapar a mares profundos por espacios entre costillas. Ahora, tragarás sangre hasta callar. Lo infinito es tan sólo una sucesión de habitaciones con puertas entreabiertas donde el olor a encierro se pasea indiferente. Dirigiendo su caminata agonizante al bar, espera que el engaño acabe con la persistencia de los latidos. La mesa será un paredón de fusilamiento y el golpe de su rostro imitará descargas de plomo definitivo. Abrir la puerta de los bares es sumergirse bajo la superficie del mar, comprender por fin el enigma que abrazan las ciudades con sus mil esquinas, el juego de la penumbra y los faroles a media luz. Las escafandras parecen útiles, pero un poco más abajo el agua empieza a entrar y el buzo que sólo daba un vistazo con afán explorador, transpira mares aterrado de los océanos que amenazan gota a gota. Y es que una vez abierta la puerta, la curiosidad de saber si la botella oculta genio o demonio es demasiado para los prisioneros de lo cotidiano. Los seres que habitan por turnos los abismos donde buscan perlas cavando túneles y tumbas que a veces dan al sol, manchan de sombra el lugar donde se pose su mirada extraviada. Los soles negros de sus ojos están hundidos como un naufragio que no sabe si lo tragó el mar o la noche. La muerte trata de llevárselos a la fuente que apague las canoas que arden en sus venas, aterrizando sobre las luces tenues de sus conciencias. En estas tierras de nadie, se desploma sobre las copas al tratar de olvidar que recordó el olvido en las miradas ausentes que esconden la ausencia de vida con idas al baño. En los azulejos no hay frases escritas. Nadie se mira en el espejo, no quieren ver como se lo comen por dentro mientras da vueltas buscando pista de aterrizaje. Es la hora en que se encuentran los que quieren estar solos. Cada copa vaciada aleja más al olvido, pero ella se vuelve más bella y se corre un asiento. Un hombre que bebe y fuma ajeno a todo, vista fija en el horizonte, lanzando dardos a blancos invisibles, deja salir lentamente el humo que el ventilador arremolina con sus fantasmas, que conversan animados bajo el techo. Se tiene conciencia de que atardece cuando los obreros entran como pececitos coloridos ávidos de cerveza. Sus carcajadas despiertan a los que tragan dagas ocultas en copas, haciendo trucos con desilusiones. Uno de ellos apuesta todo o nada, vuelca un extraño líquido en las vísceras y se trans30
forma en huracán dando vuelta mesas y sillas, buscando la fragancia perdida bajo manteles. Después de esa copa, la abraza a ella o al amargo olvido. Una mano que palmotea la espalda puede hacer perder el equilibro al delirante en las mismas curvas donde desbarranco. Algunos han aparecido en la esquina del laberinto donde la vieron doblar para siempre. Con la mirada ahogada en vino tinto recorren un mundo de ausencia. Los espejos con besos marcados reflejan labios que se disipan. Si es afortunado, la puerta del bar ha sido cerrada para impedir que los demonios salgan desesperados a rodar bajo ruedas de auto. El bar es una zona fronteriza donde se cruzan mundos, después de cruzarse bailan, después de bailar se tropiezan y caen. Su magia es oscura, para hacer presente a las ausentes hay que desaparecer. A cierta hora, se olvida la finalidad, nadie recuerda que se olvida y se termina recordando. A veces eso permite dar vuelta el problema para que muestre la solución, recordar el número de teléfono y encontrar en un bolsillo la frase escrita en papel arrugado. No es fácil poner vestidos a la ausencia invocando retornos. Cada instante el olvido la arranca como un sueño del corazón
cuyas raíces son las venas. Lo cómico es la esperanza, pensar que volverá la bala. De eso se ríen los borrachos para iluminar con sus lámparas de lágrimas el simulacro oscuro del mundo. Suenan los hielos rebotando como balas contra el fondo de los vasos, cuando se busca que entren y congelen los latidos. Claro, estos oficios exigen disciplina, hay días en que no se duerme, le dice un esforzado trasnochado a un hombrecito gris que quería saber de la noche y ahora se aferra a su maletín vacío mientras lo orinan de arriba abajo escribiendo un nombre de mujer. Las horas se miden por un calendario sin soles, con lunas ausentes de labios pintados. Extraño tu entrar y salir de mi corazón como daga, mientras yo entro y salgo de ti en una danza que entre incertezas y finales se volvía eterna. Hoy mi pecho es un teatro vacío donde entre vértigo e indiferencia, ensayo monólogos de silencio. Desde esta esquina todo tie-
ne final y quizás tú también. Sólo quedará la herida, como eco afilado, y jamás volverás a remarcarla con tus risas en mi cuello. Me quedaré aquí, sin tus curvas pero si un círculo sangrante en el que doy vueltas, sabiendo la imposibilidad de coagular las almas. El ritmo de mi respiración se aletarga con la lejanía de tus latidos. Al final, soy otro hielo que se derrite en un vaso. Siempre está presente el intento de abrazar la normalidad como salvavidas, sentado en una silla escuchando una canción, el sabor de las frases mientras la tormenta se acerca. Esto es para valientes, muchos van a la batalla pero no se asoman por encima de la trinchera, pocos se atreven a sentir el viento de las esquirlas brillando como estrellas únicas. Las lágrimas hace tiempo se vuelcan hacía dentro y se escurren ásperas por la garganta. Vuelvo a sentarme en la silla sin saber como un trompo puede tener tanta precisión. Golpeo la cabeza contra la mesa, cumpliendo la promesa de que por un beso tuyo me entregaría a las sombras que condenan a fusilamientos bajo el sol de mediodía no sé que rebelión contra la tristeza. Falta tu beso. Quédese con el vuelto, y también con el muerto, le digo al mozo. Tenerte y olvidarte, las dos cosas a la vez, sonrío y acaricio el vacío que dejó la partida del corazón. El simulacro funcionó. 31
sperar en medio de la E oscuridad el tranvía que ya no pasa,
entrar en esa otra corriente que se insinúa entre el ruido incesante de espíritus descarrilados que se rompen como copas contra el suelo, que no brindan, que no caen, que no se lanzan de la mesa, y por eso, sueños que duelen porque se deshacen, el traje que siempre queda sin usar, fruto cobarde que se aferra a las ramas por miedo a caer en la boca de bestias incógnitas, como un espantapájaros que se agarra de los semáforos azules, negando que sean ciertos los huracanes. A la deriva empezar a rodar por otros rieles, rodar cuesta abajo mientras el viento cómplice empuja y sopla un vagón que creíamos lleno de diamantes, lágrimas que fueron cayendo en el camino. A nuestras espaldas, crecieron jardines. Sólo hay una forma de llegar a ser amante de la luna que se cuelga sobre los acantilados, subirse al tren que rompe barreras entre chispas y advertencias de vigilantes, donde las vías se acaban. Se ignora que las ciudades son construidas al lado de abismos con garras de sombra que poco a poco las arrastran, las invaden con su misterio para que los antifaces de tristes superhéroes rueden de una vez. No hay nada que demostrar, valiente es sentarse en cualquier asiento, como pasajeros de vagones que parten vacíos porque ya nadie se sube, que vuelven llenos con visitantes de otras partes. Se evidencian cruces de mundos en rieles insinuados sobre el asfalto, nubes que lanzan silenciosas locomotoras limando dientes afilados por los que resbala sangre de ángeles. La ciudad tiene piel áspera, palomares afilados despluman cualquier cosa que tenga alas y pueda decir cosas ciertas. Sobre los rieles parece como si se derritieran pájaros invisibles bajo el sol del mediodía. Desde el tren que corre al lado del abismo, se contemplan nuevos amaneceres. 34
No sé si será la luna la pupila de un ángel travieso que se dilata, praderas que se inundan en un abrir y cerrar de ojos que nunca se recuerda pero que tanto se espero, tanto, mar de espuma agitada, borrando las pisadas afiladas del tren que entra en la niebla, vagón entre vaivenes que son olas de barco, la vista fija en la estrella que cambia de colores guiñando esperanza, de tener un pequeño papel en el contrabando de mundos, de copa en copa se brinda traspasando alegrías en vagones oscuros que se mueven como búfalos desapareciendo tras la cintura de la tierra, levantando polvo con sus pezuñas, trazando mapas de carbón como bitácora de un viaje pendiente.
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