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Cómo saber si tu hijo es alérgico

Alergias alimentarias Cómo saber si tu hijo es alérgico

La palabra alergia asusta, por lo menos a los padres primerizos. Pero finalmente no hay para porqué sufrir o tener miedo, ya que esta es simplemente una respuesta inmune que ocurre después de una exposición a un alimento determinado. Hay que prestar atención y siempre acudir a los profesionales especializados para un mejor diagnóstico.

Texto: Nora Vega Lo primero que hay que tener en cuenta es que las alergias alimentarias pueden manifestarse de varias maneras, las más comunes podrían ser: urticaria, eritema, hinchazón en la lengua o cara, rinorrea, sibilancia, vómitos, diarrea, entre otros. Un punto muy importante que destacar sería que la alergia es muy diferente a la intolerancia alimentaria, ya que esta no presenta una reacción inmunológica, pero pueden tener características parecidas. Es por esta razón que es fundamental hacer un buen diagnóstico con un pediatra especializado en alergias para un correcto tratamiento y abordaje nutricional.

María Paz Vargas, licenciada en nutrición con certificación en BLW 2018 —con actualización internacional en nutrición pediátrica 2019 y 2020— nos cuenta que no hay evidencia suficiente para realizar las pruebas de alergia alimentaria antes de introducir alimentos altamente alergénicos, por más que el bebé presente algún riesgo a presentar alergias, “pero con la valoración del pediatra se evalúa de acuerdo a cada bebé”, manifesta.

Cuando el bebé empieza la alimentación complementaria se debe prestar atención principalmente a aquellos niños que tienen antecedentes de alergias alimentarias en la familia y otros factores como si el bebé presenta dermatitis atópica, si fue diagnosticado APLV o si presenta asma o alguna otra afección.

La licenciada mencionó también que hay que vigilar las reacciones del niño, por lo menos durante las primeras cuatro horas posteriores a la introducción de un nuevo alimento. “Por eso es importante hacerlo a la mañana”, aclaró. Después de varias semanas, los alimentos se vuelven a introducir uno a uno, y las respuestas alérgicas se evalúan nuevamente para determinar qué alimento, si lo hay, es realmente la causa del problema.

El único método de prevención es evitar el alimento alergénico. Parece una recomendación obvia, pero muchas veces es difícil de cumplir porque muchos alimentos tienen presencia de alérgenos ocultos. Depende también de la educación del paciente, la familia y los cuidadores para mantener una buena calidad de vida. Todos deben estar al tanto de la situación en caso que el niño tenga alguna alergia.

Alimentos que generalmente provocan alergia

Los alimentos alergénicos más comunes y potencialmente alergénicos son la leche de vaca, soja, huevo, maní o frutos secos, pescados, aunque en realidad cualquier alimento puede provocar una reacción. “Sobre todo debemos prestar mayor atención en bebés con antecedentes familiares, por ejemplo, si la mamá es alérgica a la frutilla no necesariamente el bebé será alérgico a esta fruta, pero sí puede ser a otro alimento”, explicó María Paz.

Las reacciones a los alimentos aparecen generalmente dentro de los dos años. Según la Asociación Española de Pediatría no hay evidencia para retrasar los alimentos más allá de los seis meses, es decir, todos los alimentos deberían ser introducidos gradualmente. “Incluso algunos estudios sugieren que la introducción temprana podría disminuir la

aparición de las alergias. La mayoría de los niños con alergias eventualmente toleran la leche de vaca y el huevo sobre todo”, comentó la nutricionista.

María Paz tiene varios pacientes con alergia a la proteína de la leche de vaca. En estos casos, en conjunto con el pediatra, y según diagnóstico, se van introduciendo los alimentos para aportar variedad a la dieta del bebé. “Generalmente nos enfocamos en brindar los nutrientes necesarios, armar un esquema y plan para cubrir todos los grupos de alimentos y recetas aptos para el bebé y la mamá”, especificó.

Derribando tabúes sobre algunos alimentos

La introducción del maní, independientemente al método de alimentación del bebé (en trozos o puré), se puede realizar desde los seis meses, según indicó María Paz, pero nunca enteros, siempre en forma de mantequilla de maní.

“El maní es uno de los alimentos más estudiados en cuánto a si se debe introducir o no, y hoy en día se determinó que retrasar podría ser contraproducente. Hay que resaltar que los frutos secos son fuente excelente de grasas”, dijo. Por su parte, la miel no está recomendada para los niños menores de un año por el riesgo de botulismo que ésta presenta. “Ni siquiera se debe colocar gotitas en el chupete, nada de nada porque es muy riesgoso para el bebé”.

Lo fundamental para cada caso es asesorarse con pediatras, nutricionistas actualizados y capacitados en brindar un correcto diagnóstico y acompañamiento en la alimentación. “No debemos tener miedo a la introducción de los alimentos ni a los alergénicos, podemos brindar una alimentación variada y nutritiva desde los seis meses, siempre recordando que la leche es su alimento principal y la introducción debe ser gradual y respetando el ritmo de cada bebé”.

Por: Jazmín Ruiz Díaz Figueredo @min_erre Periodista especializada en cultura, género y moda.

La patria que late en mí

“¿Sos paraguaya? Nunca había conocido alguien de Paraguay antes”. Esta frase la escucho a menudo. Residiendo en el extranjero, se vuelve casi inevitable cada vez que me presentan a alguien: ya sea en la universidad, de vacaciones, cuando voy a una cita romántica o tengo una conversación casual con extraños (esta última, cada vez más inusual). La mayoría de las veces, respondo con un amable: “Me dicen eso a menudo”, y el tema no sigue más allá de la obligada cortesía. Pero en otras ocasiones, empiezan las preguntas: ¿Cómo es tu país? ¿Cómo es la gente? ¿El clima? ¿Qué cosas bonitas tiene para visitar? Y simples como suenan, a mí me llevan a cuestionarme muchas cosas.

¿Qué decir de Paraguay? ¿Qué significa para mí ser paraguaya? ¿Son las altas tasas de corrupción, pobreza e inequidad? ¿O es el melodioso sonido del guaraní, el aroma de la flor de coco en navidad y el rito del tereré para aplacar el calor subtropical? ¿Es la deforestación rampante o el recuerdo del patio siempre verde en la casa donde crecí? ¿Es sentirme insegura saliendo a la calle sola por ser mujer, o es la libertad con la que me criaron y que me aventuró a vivir sola en otro continente?

Una amiga una vez me preguntó: “Jazmín, ¿te considerás patriota?” Y mi respuesta instintiva, de académica formada fue: “La patria es una construcción social”. Pero había algo más detrás que no podía terminar de articular. Quería decir muchas cosas… Como que la mayoría de las veces me duele y me da rabia mi país. Que encuentro inconcebible cómo seguimos permitiendo que la clase política actúe impunemente, que los recursos para los hospitales sean saqueados, que hablemos de la garra guaraní cuando expulsamos a las comunidades indígenas de sus territorios, que se hable de “la gloriosa mujer paraguaya” cuando reportamos los niveles más altos de abuso y embarazo infantil, que haya gente que pase hambre en un país que publicita la carne y la soja como su mejor producto for export.

Pero también que, a pesar de eso, siempre me sentí orgullosa de ser paraguaya, aunque es algo que no haya elegido. Porque es el lugar donde nací, crecí y viví gran parte de mi vida. Porque es la nación que comparto con mis padres, hermana y, ahora, mi sobrina. Porque es el lugar a donde, tras el paréntesis de la vida académica, planeo volver, y donde espero (quizás no con la misma convicción de antes), criar una familia a la cual transmitirle los valores que son parte de mi identidad, que al final, no viene de un lugar ni es inmutable; al contrario, está en cambio y evolución constante. Pero no importa a donde vaya, quien soy lo tengo bien claro, y eso va más allá de un pasaporte.

Para mí, ser paraguaya no significa jurarle lealtad a una bandera, sino a la gente. Es un compromiso de que, más allá de donde esté, voy a hacer todo lo posible no solo por salir adelante yo misma, sino en colaborar con la construcción de una sociedad más justa, menos corrupta y más igualitaria (y eso, necesariamente, significa derrumbar estructuras arcaicas). Son muchos los momentos donde me cuestiono si eso será posible, si alcanzaré a ver un Paraguay mejor. Aquel que no pudo ver mi abuelo, desaparecido por la dictadura stronista. Aquel que no pudo ver mi padre, trabajador incansable por la cultura popular paraguaya, en la cual creía fervientemente.

Viendo las últimas noticias, el optimismo se me va apagando; pero a pesar de eso, todavía creo que, al menos, valdría la pena intentarlo. La desesperanza es un arma poderosa para mantenernos oprimidos, al fin y al cabo. Mientras que desde la acción colectiva, es mucho lo que podemos lograr. Al fin y al cabo, de eso se trata hacer patria. Como escribió Rudi Torga, un poeta que tuve la suerte de tener como padre:

“La patria que late en mí es una patria de hermanos, donde se pueda vivir sin temor a los tiranos […]

La patria que late en mí siempre estará progresando, porque ningún ser infeliz se la estará aprovechando […]

La patria que late en mí no tiene privilegiados, todos respiran allí fraternal calor humano.”

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