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Editorial

El quinto número de la Revista Vozal coincide con la pandemia, el llamado Covid-19, un virus con corona. En realidad no es ninguna coincidencia. El encierro, el aislamiento, los diversos sentires y la incertidumbre activó en nosotras la necesidad de lanzar una botella en el mar de palabras de la red, un “Wuli Wani Wanaga” llamado. Este número coincide con lo que es el noveno aniversario de la revista, ¡sí, noveno! Un proyecto discontinuo, como este, se hace con base en la necesidad de decir, de escuchar, de juntarse con otrxs, de bailar y reír y de mantener viva la experiencia de lo colectivo. Hemos pasado por muchos estados en estos nueve años de existencia. De perras, devinimos virus que reivindicaban el contagio, nos transformamos en bestias de Indias y, ahora, por motivos de fuerza mayor, nos encontramos morando en el espacio insular de la caracola. Fue una sorpresa encontrarnos con tantas propuestas para esta quinta edición. Nunca antes habíamos recibido tal amalgama de deseos de participar en esta revista, que es un fanzine digital, sin demasiado pedigree, pero con muchas ganas de enlazar voces feministas del sur global. La masiva respuesta nos hace entender que el deseo de apostar por lo común se ha hecho más urgente en este tiempo de crisis, como también el de decirnos, expresar, citar, crear.

Al invitarles a pensar en colectivo para esta edición decíamos que: “El número 5 de la revista Vozal es un charco. Un fluido colectivo en el que muchas babas logran converger”. No imaginábamos, entonces, que este sería un fluido tan vital, que reúne voces desde la Patagonia hasta Chiapas con experiencias, análisis, bailes, poemas, tejidos y dibujos que relatan distintos modos de vivir este tiempo extraño en el que todas estamos repensando lo que significa ser cuerpos vulnerables en este momento de la historia y, por ende, en la historia misma. Desde este fluido, “Watanegui consup Iupipati Iupipati Wuli Wani Wanaga”, que no para de movernos, agradecemos a todas las voces que han hecho posible que nos descolequemos una vez más. No tenemos claro el mundo que encontraremos después del encierro. Sabemos, en cambio, que existe un legado de luchas, de resistencias al tiempo que un legado de esperanza y, también, tenemos claro que la normalidad a la que nos habíamos habituado no es un lugar al que podamos regresar porque tampoco queremos. La falta de certidumbre es la conciencia de que la explotación y la violencia que la misma supone ha construido las certezas de unos pocos a partir de la contingencia cotidiana de los muchos y, sobre todo, de muchas. Celebramos, con esta edición, las varias y ricas experiencias que -como legados de los muchos futuros que podremos construir- nos invitan a pensar, ahora sí, en otros mundos posibles. ¿Alguien gusta sopa de caracol?

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